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Los bienes de la Compañía de Jesús incautados en Madrid en 1767 y 1835, y conservados en la Universidad Complutense

Aurora Miguel Alonso





La reciente publicación, en el año 2000, del inventario del patrimonio artístico de la UCM, nos da a conocer que la Universidad Complutense de Madrid ha acumulado, a lo largo de sus más de quinientos años de funcionamiento, un patrimonio histórico y artístico importante, reflejo no sólo de la historia de la institución original, la Universidad de Alcalá, sino también de los centros y edificios que se le fueron adscribiendo, primero en Alcalá, y también y sobre todo en el período posterior a su traslado a Madrid, para convertirse en la Universidad Central1. De todos estos centros los más ricos en patrimonio fueron sin duda los que provenían de la expropiación hecha a la Compañía de Jesús en 1767 y 1835. En este trabajo vamos a presentar este patrimonio, ampliado con hallazgos posteriores a la publicación del inventario, y su contextualización histórica.

La Universidad de Alcalá fue fundada en 1499 por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, confesor y consejero de la reina de Castilla Isabel la Católica. El fin primordial fue crear una institución educativa donde se pudiera preparar adecuadamente al clero regular y secular, dispuesto a afrontar la reforma eclesiástica, pero también a los nuevos funcionarios competentes que necesitaban los reinos de España. La primera piedra del edificio que la iba a albergar, el Colegio de San Ildefonso, la puso Cisneros el 14 de marzo de 1501, y en 1508 empezaron las clases.

Tras un siglo de esplendor, en el siglo XVII entra en decadencia, y en el XVIII sus enseñanzas resultaban anticuadas y anacrónicas, peligrando gravemente su propia existencia. El 29 de octubre de 1836, tras un primer intento en 1821, fue trasladada a Madrid por el gobierno Istúriz y, tras unos años de incertidumbre en busca de locales y de reestructuración de su enseñanza, en 1845 toma el nombre de Universidad Literaria de Madrid y cinco años más tarde, 1850, el de Universidad Central.

El traslado a Madrid fue promovido por el deseo de las autoridades de dar a la capital del reino un centro universitario que sirviera de modelo al país y que aglutinara todas las enseñanzas de carácter superior impartidas hasta ese momento por instituciones docentes que nacieron y se asentaron durante los siglos XVII y XVIII en Madrid, para hacer frente a las necesidades educativas de una ciudad que no poseyó nunca Universidad. Las instituciones incorporadas en este momento a la Universidad, con su profesorado, edificios y material, fueron los Reales Estudios de San Isidro, que se convierte en la Facultad de Filosofía; el Colegio de San Carlos, que pasa a ser Facultad de Medicina; el Colegio de San Fernando, Facultad de Farmacia; mientras que la Universidad recién trasladada impartirá las enseñanzas de Derecho y Teología, mientras que la Facultad de Ciencias, que se crea en 1857 por la división de la Facultad de Filosofía en dos, Filosofía y Letras y Ciencias, se nutre del personal, materiales y locales (según las materias a impartir) del Museo de Ciencias Naturales, Jardín Botánico y Observatorio Astronómico, manteniéndose esta situación hasta después de la Guerra Civil, 1939.

La nueva estructura universitaria se aprovechó de la reciente desamortización religiosa (1835), que dejó sin uso edificios hasta entonces atendidos por las comunidades religiosas expulsadas. La antigua universidad alcalaína, cuando se trasladó a Madrid, se asentó primero en el antiguo Seminario de Nobles, de creación jesuita, pasando poco tiempo después, cuando de éste se hizo cargo el Ministerio de la Guerra, al Convento de las Salesas Nuevas y, por último, al antiguo Noviciado de la Compañía de Jesús, ambos en la calle Ancha de San Bernardo.


ArribaAbajoIncautación de bienes a la Compañía de Jesús

La expulsión de la Compañía de Jesús del territorio español, ordenada por Carlos III en 1767, y su posterior disolución en 1773, decretada por el papa Clemente XIV, dejo en manos del Estado español un muy importante número de casas, colegios e iglesias, que las autoridades tuvieron que dar, primero custodia y después uso. En líneas generales, la fórmula establecida, al hacerse cargo de tan importante patrimonio, fue pasar la propiedad de los colegios e iglesias a una comunidad religiosa, para que ésta se hiciera cargo de la labor de educación y apostolado que hasta entonces habían llevado a cabo los jesuitas en esa localidad. De los bienes de los colegios se excluyeron de la entrega la biblioteca y el archivo, y mientras que la primera, una vez inventariada, se entregó a la universidad o al obispado, según hubiera o no universidad en esa localidad, el segundo fue también minuciosamente inventariado para su envío posterior a Madrid, donde personas especializadas se encargaron de su organización, dando lugar al Archivo de Temporalidades. En cuanto a las riquezas muebles encontradas en cada centro: pinturas, imaginería, ornamentos sagrados, etc., se estudiaron pormenorizadamente para su envío a casas de otras órdenes religiosas o, simplemente, pasó a propiedad real.

Para cada Casa se nombró un comisionado regio, coordinados todos ellos por Pedro Rodríguez de Campomanes. La necesidad de tener un conocimiento en profundidad del patrimonio intervenido en las distintas casas jesuitas, llevó a Campomanes a proponer a Antonio Ponz un viaje destinado a hacer inventario y descripción, de lo que de interesante hubiera en las Casas abandonadas2.

El hecho de que la visita a las iglesias y edificios de la provincia de Madrid fuera muy cercana en el tiempo al año de la expulsión de la Compañía de Jesús, ha supuesto que sus descripciones nos reflejen con un gran detalle el estado en que esos edificios estaban en el período inmediatamente anterior a la expulsión, lo que en muchos casos ha facilitado la identificación de obras de arte que con posterioridad fueron trasladadas de su ubicación original. Así ha ocurrido en nuestro caso con la Iglesia del Noviciado.

En Madrid había al menos tres importantes Casas jesuitas, que pasaron a control del Estado en 1767: el Colegio Imperial, sede de los Estudios Reales fundados por Felipe IV, la Casa Profesa y el Noviciado. También, en Alcalá de Henares, el Colegio Máximo de Alcalá fue ocupado, y parte de sus bienes, sobre todo su importantísima biblioteca, fue entregada a la Universidad de Alcalá. Voy por ello a hacer un pequeño apunte histórico de estos cuatro centros, para a continuación iniciar el estudio pormenorizado del patrimonio llegado hasta nosotros.

El Colegio Imperial. El 2 de agosto de 1560, Leonor de Mascareñas, aya del príncipe Carlos, adquirió una casa para la Compañía de Jesús. Eran unos locales muy pequeños que crecieron paulatinamente gracias a compras y legados de los propietarios colindantes. Durante varios años las autoridades de la Orden dudaron sobre la conveniencia de que esta casa se destinara a Casa Profesa o a Colegio, pero en 1571 el general Francisco de Borja se inclina definitivamente por la apertura de un centro de enseñanza. Las clases se iniciaron en 15723.

En 1603, la emperatriz María, hermana de Felipe II, deja en testamento unas rentas perpetuas al Colegio de Jesuitas de Madrid para construir un nuevo edificio, con iglesia anexa, que se inauguró bajo la advocación de San Francisco Javier, en 1655.

Una nueva etapa del Colegio se inicia en 1625, cuando el rey Felipe IV comunica al General de la Compañía, Mucio Vitalleschi, su deseo de que se implanten en el Colegio Imperial unos Estudios Generales para provecho de la Corte, y aunque el proyecto inicial tuvo que ser rebajado por enfrentamientos con las universidades de Alcalá y Salamanca, los Estudios se iniciaron en 1628, convirtiéndose el centro en un foco de cultura y de ciencia, gracias al interés real porque en los Estudios enseñaran los padres jesuitas más preparados de Europa.

Desde los inicios se va formando una importantísima biblioteca que fue, sin duda, la más importante de Madrid después de la Real, por el número y riqueza de sus fondos. Y ya en la primera mitad del siglo XVII, el bibliógrafo carmelita francés Louis Jacob de Saint Charles considera la biblioteca del Colegio Imperial «fort belle pour la diversité de ses livres en toutes les sciences et langues»4. Siguiendo las directrices del P. Claude Clément, las paredes de la biblioteca debían estar adornadas con retratos de jesuitas célebres, colección que, aumentada y restaurada, se conservaba en la nueva biblioteca, la denominada de San Isidro5.

Tras la expulsión de los jesuitas del país, el conocimiento cierto de la riqueza y calidad de sus bibliotecas lleva a Carlos III a apoyar la creación de una gran biblioteca en Madrid, con sede en el Colegio Imperial, (a partir de ahora se llamará Reales Estudios de San Isidro), y en la que se incorporarán el resto de las bibliotecas expropiadas en la Corte: Casa Profesa y Noviciado. Se inaugura con al menos 34.000 volúmenes, y el privilegio de recibir un ejemplar de todo libro impreso en España. Aunque hay que pensar que las colecciones anteriores por separado debían de sumar una cifra mucho mayor, ya que pronto las autoridades ordenaron que los duplicados se destinaran a la venta para la adquisición de una colección moderna y de tema secular, más acorde con las necesidades de la enseñanza del momento6.

El 7 de agosto de 1814 la Compañía de Jesús es restablecida por el papa Pío VII, y un año más tarde, la Orden vuelve a España. Fue deseo de Fernando VII devolverles todos sus bienes expropiados en 1767, por lo que se les reintegró, tanto los Reales Estudios, de nuevo llamado Colegio Imperial, como la biblioteca, aunque con la condición de que esta última mantuviera la calidad de pública. Durante los siguientes veinte años, los vaivenes políticos, por los que triunfan intermitentemente gobiernos revolucionarios o conservadores, significaron para la Compañía un peligro constante para su permanencia en España. En 1820 triunfó el constitucionalismo y se ordenó una nueva expulsión, mientras que el edificio del Colegio Imperial se utilizó para, trasladando la Universidad de Alcalá a Madrid, crear en sus locales la flamante Universidad Central de Manuel José Quintana. La nueva universidad se inauguró oficialmente el 7 de noviembre de 1822, mientras que la biblioteca se convierte en la Biblioteca de la Universidad Central.

La intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis reintegra al absolutismo nuestro país. El Decreto del 11 de junio de 1823 firmado por la Regencia restablece de nuevo las órdenes religiosas en el «ser y estado anterior a la revolución». En aplicación de ese decreto, el 23 de junio de ese mismo año, tanto el Colegio Imperial como el Noviciado son devueltos a la Compañía de Jesús. Y en 1834, revueltas populares en Madrid desembocaron en la muerte de hasta catorce religiosos, de los cuales siete fueron jesuitas, y se expropió definitivamente tras la expulsión de la Orden en 1835. A partir de ese momento, tanto el centro educativo y la biblioteca, con todos sus bienes y enseres pasan a ser propiedad definitiva del Estado.

El Noviciado o Casa de Probación de la Compañía de Jesús fue otro de los centros importantes jesuitas en Madrid7. Fue fundado el año 1602 por Ana Félix de Guzmán, marquesa de Camarasa e hija de don Pedro de Guzmán, primer conde de Olivares. Estaba destinado a recibir, durante su período de formación espiritual, a los aspirantes a entrar en la Compañía de Jesús, convirtiéndose pronto en el principal Noviciado de la Orden en la provincia de Toledo. La casa de San Ignacio, éste fue el nombre tomado, ocupaba una manzana completa en la calle San Bernardo, delimitada por dicha calle, y las hoy denominadas Noviciado, Reyes y Amaniel, con una amplia huerta en su interior.

Como acto de inauguración se dijo la primera misa el 30 de noviembre de 1602, en una pequeña iglesia levantada bajo la advocación de San Ignacio Mártir, así lo dice en el documento de fundación «se llame la iglesia del dicho noviciado de San Ignacio mártir, hasta en tanto que el Beato Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús sea canonizado»8. Los religiosos entraron en el centro casi un año después, el 27 de septiembre de 1603. Una nueva iglesia se construyó en torno a 1606, según las trazas del arquitecto jesuita Pedro Sánchez, reformada y ampliada en varias ocasiones para dar acogida al número creciente de fieles, que respondían con devoción a la labor de predicación, confesionario o impartición de los ejercicios espirituales.

Tenía una importante biblioteca, de la que se conserva una descripción hecha por el comisionado Benito Antonio de Barrera, encargado de hacer su traslado en el momento de la expulsión, el 4 de febrero de 1769: «He reconocido hoy la librería común que tenían los Regulares que ocuparon dicho Noviciado, en la que existe mucha porzión de cuerpos de libros, dispuesta esta Oficina en una pieza adornada de estantes con sus escaleras y corredores al medio cuerpo con adorno y simetría también proporcionado»9.

Tras la expulsión de la Orden, el edificio pasó a albergar a la comunidad de Padres del Salvador quienes hicieron algunas reformas en la iglesia y en el convento, para adaptarlos a sus propias necesidades, y también al nuevo gusto artístico. Sufre los mismos avatares que el Colegio Imperial en 1816, 1821 y 1824 y con la desamortización de Mendizábal, se perdió definitivamente para la Compañía de Jesús; pasa a manos particulares, siendo adquirido en parte por el Marqués de Bendaña.

La urgencia de las autoridades por encontrar un edificio idóneo para la recién trasladada Universidad de Alcalá, hace que el Estado adquiera el edificio en su totalidad e inicie el traslado desde las Salesas Nuevas, su anterior sede. Pocos años después, el deficiente estado del edificio aconseja su demolición y posterior reconstrucción, inaugurándose de nuevo en 1855, como sede del Rectorado y de las Facultades de Filosofía, Teología y Derecho. Únicamente se respeta la estructura de la iglesia, convirtiéndola en el Paraninfo de la Universidad, mientras que en la parte del edificio que da a la calle de los Reyes se instaló el Instituto del Noviciado (en ese momento los institutos de enseñanza media estaban incorporados a la estructura de la Universidad), donde hoy todavía permanece con el nombre del cardenal Cisneros.

La Casa Profesa de la Compañía de Jesús fue el tercer centro jesuita expropiado en Madrid en 1767. La fundó Francisco Gómez de Sandoval, duque de Lerma, para acoger la reliquia del cuerpo de su abuelo, Francisco de Borja, duque de Gandía y tercer General de la Compañía. En un primer momento, se levantó la Casa junto al palacio del duque, en la calle del Prado, inaugurándose el 17 de diciembre de 161710. Diez años más tarde, tras la muerte de su protector, se trasladaron a la plaza de Herradores, donde construyeron su emplazamiento definitivo, hasta su primera expulsión en 1767.

Su iglesia era notable, de buena planta y espaciosa. En el interior, destacaba el altar mayor, compuesto por cuatro columnas de estuco y escayola lustrada, puestas sobre un basamento de mármoles jaspeados, donde estaba la urna que contenía el cuerpo de San Francisco de Borja.

Tras la expulsión de los jesuitas, Carlos III cedió el edificio, en 1769, a los padres del Oratorio, quienes se trasladaron desde su primitivo emplazamiento en la plaza del Ángel, donde se habían establecido en 1660, y únicamente mandó trasladar al Colegio Imperial su biblioteca. Desde ese momento, la antigua Casa Profesa empezó a denominarse Oratorio de San Felipe Neri.

Con la desamortización de 1835, el convento pasó a manos particulares y fue derribado, construyéndose en su lugar un mercado cubierto, llamado de San Felipe, también posteriormente derribado. Cuando la Compañía de Jesús vuelve a España abren su Casa Profesa en la calle de la Flor Baja, también destruida en la llamada «quema de conventos» de 1931.

Colegio Máximo de Alcalá de Henares. La Universidad de Alcalá se enriqueció también con la adjudicación de otro centro de la Compañía de Jesús, el Colegio Máximo de la Compañía de Jesús, cuya primera historia ha sido bien estudiada por los jesuitas Alfonso Rodríguez G. de Ceballos y José Martínez de la Escalera11.

La presencia de la Compañía de Jesús en Alcalá de Henares fue muy temprana. Fue 1545, todavía en vida de Ignacio de Loyola, y cuando personas piadosas todavía recordaban la presencia del santo en la ciudad en su época de estudiante. Tras varios intentos infructuosos, en 1550 adquieren una vivienda cerca de la muralla que, con sucesivas ampliaciones, se convertirá en la sede definitiva del Colegio. En 1768, tras la extradición de la Orden, profesores de la Universidad de Alcalá solicitan a Carlos III el edificio del Colegio y específicamente su importante biblioteca, basándose en el estado lamentable de la biblioteca del Colegio de San Ildefonso y la falta de facilidades para su consulta, ya que, explican, «las faltas de la biblioteca [de San Ildefonso], sobre defectuosa, la tiene desautorizada y desairada, en competencia y con distinción de las demás universidades de Europa, que las tienen propias como indispensables a su existencia, y sus graduados y demás individuos padecen los graves perjuicios de no poder usar ni aprovecharse de la colección de sus obras ni recoger sus frutos tantas veces como las necesiten para sus literarias tareas»12. El informe presentado recibió un dictamen favorable, y los locales de este Colegio pasaron a ser, a partir de 1776, sede de la «Real Universidad y Estudio general de ella» y su biblioteca, se constituyó en la general de la universidad, ya que hasta ese momento no existían más que bibliotecas en los distintos Colegios, y muy diezmadas por la desidia13.




ArribaPatrimonio de la Universidad Complutense de origen jesuita

Con la construcción de la Ciudad Universitaria en Madrid, los centros universitarios asentados en el centro de Madrid fueron paulatinamente abandonando sus antiguos locales para ocupar otros más espaciosos y modernos. Así ocurrió en 1935, con la Facultad de Filosofía y Letras, asentada en el edificio del Noviciado y de San Isidro (su biblioteca) y, después de la Guerra Civil, la Facultad de Derecho, la Facultad de Ciencias y la Facultad de Ciencias Económicas y Políticas. Ahora en los antiguos locales, ni siquiera edificios, de origen jesuita sólo pertenecen a la UCM la Biblioteca Histórica «Marqués de Valdecilla» y el Paraninfo de la Universidad que, como ya hemos dicho, está construido en la antigua iglesia del Noviciado.

Y en el traslado de cada centro, se llevaban a la nueva sede aquellos objetos artísticos que se consideraban iban a dar ornato a los nuevos locales, mientras que la mayoría de los objetos permanecían sin moverse, para uso de los nuevos inquilinos que iban a utilizarlos. Esto ha hecho que, además de las pérdidas que se pudieron sufrir en la Facultad de Filosofía y Letras, frente de lucha durante casi toda la Guerra Civil, no son muchos los objetos del legado jesuita que permanecen en nuestra Universidad, pero algunos son de gran belleza, y todos nos hablan de la historia de la Compañía de Jesús en Madrid, y de nuestra historia. Por eso merece la pena que se detallen.

Noviciado. Empecemos con los objetos procedentes del antiguo Noviciado.

De este centro se conservan varios inventarios, y dos de ellos redactados después de que el edificio fuera entregado para ser sede de la Universidad Central, por lo que los objetos que están ahí descritos pasaron sin duda a ser propiedad de la nueva institución. Fueron redactados antes (1852) y después (1857) de la inauguración del nuevo edificio, el primero organizado por «tipo» de objetos: cuadros, alhajas… y el segundo con organización topográfica: dependencias del Rectorado, de la Facultad de Jurisprudencia, Filosofía, Biblioteca, Conserjería, Almacén…14 Comparando los dos inventarios, se puede constatar que el primero refleja los «efectos existentes» en el viejo caserón, almacenados para su conservación en tanto se realizan las obras, mientras que el segundo refleja ya el destino dado a cada objeto para el ornato de las nuevas dependencias de la Universidad.

Y si comparamos este segundo inventario, el más completo en detalles, con la descripción hecha de la iglesia del Noviciado por Antonio Ponz ochenta años antes, se descubren algunas de las pinturas descritas por Ponz y que hoy están en nuestra Universidad.

En el Inventario de los efectos existentes en el edificio del Noviciado fechado en 1857, se reseñan siete pinturas de tema jesuita procedentes, parece lógico, del antiguo Noviciado. De ellas cuatro, dice el redactor del inventario, representan a San Francisco Javier «pintado en lienzo con marco dorado formando medios puntos por la parte superior e inferior como de dos varas de largo por cinco cuartas de ancho que representa un pasage de San Francisco Javier», dos del mismo tema, pero de forma ovalada, y otra «sin marco como de dos varas de largo por una y media de ancho, que representa a S. Francisco Javier vestido de peregrino», en total siete. De todos estos cuadros no se han localizado todavía ninguno, aunque es muy posible que estén colgados, al menos alguno de ellos, en las paredes de algunas de las instituciones que hoy se alojan en el enorme «viejo caserón de San Bernardo».

Sí en cambio se conoce, a través de fuentes textuales, la existencia en la iglesia de una serie iconográfica sobre San Ignacio, costeada por el padre Everardo Nithard, confesor de la reina Mariana de Austria, y encargada al pintor flamenco Ignacio Raeth. Estas series decoraban frecuentemente los centros dependientes de la Compañía de Jesús y, en España, se conocen al menos la existencia de cinco, las realizadas para Alcalá (1585) por Juan de Mesa por encargo del P. Ribadeneira, dos casi contemporáneas, las del Noviciado de Madrid, y otra pintada para el Colegio de Murcia; y posteriormente las destinadas al Colegio de Sevilla del pintor Valdés Leal y la del Colegio de Salamanca avanzado el siglo XVIII, pintada por el italiano Sebastian Conca.

Palomino nos da información del paso de Ignacio Raeth por la iglesia del Noviciado: «Asistió de compañero muchos años en el Noviciado de Madrid al eminentísimo señor Juan Everando, cuando era confesor de la Reina reinante nuestra señora Doña Ana de Austria, madre del señor Carlos Segundo; y por el mismo tiempo pintó la vida de Nuestro Padre san Ignacio en treinta y seis cuadros, que están colocados hacia las tribunas en la iglesia nueva de dicha casa, que se dedicó el año de 1662. [...] El año de 60 pasó a el Colegio Imperial, donde estuvo dos años; y después se tiene por cierto se volvió a su provincia de Flandes, o a Alemania, y por allá murió, con grandes créditos de su habilidad, y religiosa virtud, por el año de 1666, siendo ya de crecida edad»15.

Tras la expulsión de los padres jesuitas de la iglesia del Noviciado, apenas ha habido noticias del destino de esta colección pictórica. Solo el P. Carlos Gálvez, jesuita, nos da a conocer en 1928 que, en el pueblo de Santa Cruz de Retamar (Toledo), existe una colección de doce lienzos de tema jesuita que pudieran ser los únicos vestigios de la colección del Noviciado16. Alfonso Rodríguez G. de Ceballos recoge esta información, pero sugiere la posibilidad de que, durante la Guerra Civil, fueran destruidos17.

¿Es posible que el redactor del inventario de 1857 confundiera la imagen de San Francisco Javier con la de otros santos jesuitas? El único cuadro en el que pormenoriza el tema, casualmente coincide con un tema clásico de las series ignacianas, «San Ignacio peregrino».

En el caso de aceptar esta hipótesis, dos de esas descripciones se podían referir a las pinturas localizadas recientemente en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, tan recientemente que no están incluidas en el Catálogo artístico de la UCM y que, dada la primera ubicación de esta Facultad en la calle San Bernardo, puede pensarse proceden del antiguo Noviciado. Son dos lienzos de gran tamaño, 156 x 271 cm., lo que encajaría con las dimensiones de los lienzos citados en el inventario. Representan dos escenas de tema jesuita, La visión de la Storta, con Ignacio de Loyola como figura principal, rodeado de otros santos jesuitas, en éxtasis ante la figura sentada de Cristo con la Cruz y San Francisco de Borja asistiendo a un moribundo impenitente, en el que un hombre moribundo se incorpora ayudado por Francisco de Borja, mientras un ángel y un demonio esperan en un segundo plano su muerte para apoderarse de su alma18.

Que estos dos lienzos formen parte de la serie pintada por Ignacio Raeth para la iglesia del Noviciado tendrán que decirlo los especialistas, quizá algo difícil, ya que apenas se conoce obra suya, además de la escasa citada por Palomino. Únicamente he localizado un artículo del profesor Gutiérrez Pastor, fechado en 1994, en el que se da a conocer la existencia en una colección particular de un lienzo con la representación de Santa Inés, en la que se puede percibir la firma parcialmente ilegible «... natius de Raet»19.

Otros dos cuadros descritos también en el inventario se custodian en nuestra Universidad, ignorados por los especialistas hasta la redacción del catálogo, pero muy cercanos al lugar para el que fueron hechos, ya que se conservan en la Biblioteca Histórica «Marqués de Valdecilla», en el pasillo que une ésta con las entradas de cabecera al Paraninfo. Alfonso E. Pérez Sánchez, uno de los autores de las introducciones del inventario se lamenta de que «inexplicablemente, han sido ignoradas por la bibliografía reciente, hallándose, sin embargo, en una dependencia del edificio de la Universidad, construida sobre el solar de su primitivo destino»20. Son Los desposorios místicos de Santa Catalina y San Ignacio de Antioquía entre los leones21 de Francisco Rizi. Antonio Ponz nos describe el lugar para el que fueron pintados: «en el crucero de la iglesia, los dos quadros grandes sobre las puertas que introducen a las Capillas, y representan a San Ignacio Mártir y los Desposorios de Santa Catarina, los hizo Francisco Rizi»22.

Colegio Imperial. Del Colegio Imperial proceden otras obras también descritas en fuentes impresas. De la colección de retratos que decoraba la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras, en la calle Toledo, existe hoy uno en el despacho del decano de la actual Facultad de Filosofía. Se trata del retrato del P. Mariana, citado por el P. C. Gálvez en su trabajo sobre esta colección de retratos23, y que los describe así: «reducidos lienzos de 0,41 por 0,31 m. son las cabezas recortadas de los retratos de medio cuerpo [descritos anteriormente]. Los lienzos son viejos, con una numeración contemporánea escrita en el respaldo, que no responde a la actual. Los rebordes del lienzo, clavados en el bastidor, están pintados, pintados del color correspondiente al fondo o al cuerpo de la figura. Al recortarlos, y ya adaptados a los bastidores actuales, se les sobrepuso en la parte inferior un zocalillo verde, para que destacase el nombre en letras negras: ningún reborde inferior va pintado de verde». En la colección de retratos hay variedad de calidades, y desgraciadamente a nuestro P. Mariana, de autor anónimo, lo califica de «copia endeble».

Posiblemente también procede del Colegio Imperial el botamen farmacéutico existente actualmente en la Facultad de Veterinaria, así lo especifica el Inventario artístico de la UCM, 36 albarelos de cerámica de Talavera de distintas hechuras, pero todos ellos fechados en el siglo XVIII y posiblemente adquiridos para el Real Colegio de Veterinaria en los primeros años de su funcionamiento, finales del siglo XVIII (el Colegio se fundó en 1792). El botamen está decorado con el escudo de la Compañía de Jesús, el anagrama IHS y los tres clavos de Cristo, sobre un águila bicéfala coronada, en alusión a que el convento para el que fueron realizados era de fundación real. Se sabe que la Botica del Colegio Imperial, donada a la Real Inclusa por resolución de D. Pedro Rodríguez de Campomanes en 1767, fue cedida al boticario encargado de su administración, D. José Dorado, en 1772, y éste a su vez se la vendió, en 1784 a D. José Sánchez de la Breña24. Otra colección se conserva también en el Museo de la Farmacia Hispana de la Facultad de Farmacia, si bien éstos se adquirieron a lo largo del siglo pasado en el mercado tradicional. La colección está formada por diez tarros con el anagrama de la Compañía de Jesús, de los cuales cinco albarelos cuentan con escudo con águila bicéfala.

Colegio Máximo de Alcalá. Cuando llegaron los «enseres» de la Universidad de Alcalá a Madrid, vinieron reunidos los de todos los Colegios, por lo que es difícil dilucidar cuáles de los objetos reseñados en los inventarios de 1852 y 1857 pueden proceder del Colegio Máximo de Alcalá, máxime cuando en 1799 el edificio se perdió para la Universidad. Pero sí he rastreado una colección muy venerada por la Compañía de Jesús, y que se mantenía custodiada en el Archivo del Colegio Máximo, una colección de cráneos de padres célebres relacionados con el centro, y que, en el inventario del Archivo del Colegio hecho por Francisco Ignacio de Moradillo y Xavier Fermín de Izuriaga en 1768 figura en la sección «registro XV», una especie de cajón de sastre en el que aparecen reseñados doce apartados: «Papeles pertenecientes a las Santas Formas, Reliquias y testimonios de algunas otras, Cabezas de algunos Regulares, y sus testimonios, Medallas, Manuscritos y algunos instrumentos matemáticos, Trazas y Plantas de edificios, Libros de música, Libros de estampas y dibujos, Láminas, Piedras y otras especies para la Historia natural, Ídolos, Otras alhajas»25.

La colección de cabezas vino sin duda con todos los objetos de la Universidad de Alcalá y, en un momento dado, fue destinada para su custodia a la Biblioteca de San Isidro, quizá porque ésta era la institución de la Universidad más cercana a la cultura jesuítica, y así nos lo hace saber el después rector de la Universidad, José Rodríguez Carracido en su artículo sobre el jesuita José de Acosta26. En mi trabajo sobre la Biblioteca de los Reales Estudios de San Isidro, al no conocer todavía el citado inventario, deduzco que las reliquias procedían del Colegio Imperial. Indagaciones posteriores me llevaron a recuperar en el Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares, el expediente de entrega, que incluye una relación de los padres jesuitas a quienes pertenecían los cráneos, y que pasaron a ser custodiados, primero en el Colegio de la Orden en Chamartín, entonces en las afueras de Madrid, y después en el nuevo Noviciado de Aranjuez.

No habría pensado incluir en el presente trabajo las vicisitudes de estas reliquias si no hubiera tenido noticia hace muy poco tiempo de un nuevo depósito, por unos años, en un centro de la Universidad, entonces llamada Central, en este caso para su salvaguarda27. Resumiendo mucho los acontecimientos, en 1936, el primer año de la Guerra Civil, unos milicianos decomisaron en Madrid unos restos humanos, unos cráneos, en una vivienda de la calle Goya n.º 45, que resultó ser la residencia de la Curia jesuítica de la Provincia de Toledo. Los cráneos fueron entregados por orden judicial a la Escuela de Medicina Legal, anexa en esos momentos a la Facultad de Medicina para su estudio. Aunque en el expediente conservado en la Escuela no se dice claramente, manos amigas debieron conseguir que las reliquias no se enterraran en una fosa común, como en su momento dictaminó el juez, y en 1945 el profesor de la Facultad, P. Francisco Peiró y Peiró, solicitó y consiguió se le entregaran, como mandatario de la provincia jesuítica de Toledo el 3 de abril de 194628.

Bibliotecas de los cuatro centros. Y de los cuatro centros jesuitas en su conjunto procede el legado más importante heredado por la UCM de la Compañía de Jesús, sus cuatro bibliotecas que, actualmente reunidas en la Biblioteca Histórica «Marqués de Valdecilla», contribuyen a convertir nuestra colección en una de las primeras del país en fondo histórico.

A pesar de su procedencia, bibliotecas de Casas religiosas, el conjunto está lejos de ser sólo un fondo teológico-religioso, ni siquiera en la Casa Profesa, en donde la existencia de la biblioteca podía estar justificada sobre todo en proveer a los padres de la Compañía de material de apoyo en su labor de apostolado o confesionario. Todas las Casas cuentan con una biblioteca completísima en temática teológico-religioso, pero el Colegio Máximo, y sobre todo el Colegio Imperial, contaban también con una colección amplísima en todas las áreas del conocimiento tratados en ese momentos en el ámbito universitario.

Los estudios de Filosofía en los siglos XVI a XVIII incluían, además de los estrictamente filosóficos, clásicos y modernos, buena parte de la temática hoy considerada científica: Matemáticas, Física experimental, Historia natural, etc., por lo que todas estas ciencias están presentes necesariamente en los dos centros de enseñanza. Además las Casas jesuitas solían tener botica, incluso atendían al exterior (se conserva documentación de las boticas del Colegio Imperial, Noviciado y Colegio Máximo) lo que les hacía tener también una buena biblioteca de tema médico, pero también de otros que hoy quedarían fuera de lo que hoy consideraríamos estrictamente sanitarios: Botánica, Alquimia, Filosofía natural, etc.

No se puede saber con exactitud el número de libros que en la actual Biblioteca Histórica proceden de los cuatro centros jesuitas. Sabemos que en 1770 se contabilizó en la Biblioteca de los Reales Estudios de San Isidro 34.000 volúmenes, y que en el Colegio Máximo de Alcalá los comisionados reales valoraron la existencia de unos 17.000. Los avatares históricos sufridos por la colección, y sobre todo el paso de la Guerra Civil por la Ciudad Universitaria, donde se había acabado de trasladar la biblioteca más importante, la de la Facultad de Filosofía y Letras o de San Isidro, hace que el cálculo no pueda realizarse con una simple suma de ambas colecciones.

Pero hoy contamos en la UCM con un fondo histórico de más de 85.000 volúmenes29 y, aunque es imposible saber el porcentaje de lo procedente de bibliotecas de la Compañía de Jesús, creo no estaría lejos de un 30% del total de lo existente en nuestra colección, anterior a 1767, lo que nos daría la cifra importante de más de 25.000 volúmenes.







 
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