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ArribaAbajoDescripción de la Intendencia de Lima

Entraríamos a una carrera vasta y peligrosa si, al describir los partidos del Virreinato del Perú, emprendiésemos detallar el pormenor de todas las particularidades que encierran aquellas dilatadas posesiones, o dar una noticia extensa y exacta de su posición, límites, producciones, medios de subsistencia de sus moradores etc. cual conviene para formar un cabal juicio de todo el Reino, y completar la idea de las liberalidades que la naturaleza ha derramado a manos llenas en aquel afortunado país. Pero el Perú, poco conocido hasta la época en que escribió su apreciable viaje el Exmo. señor don Antonio de Ulloa, puede mirarse, aún en el día, como un país del cual sólo se conocen sus costas y algunos tales cuales puntos interiores. Las varias descripciones que se han publicado de él en las naciones extranjeras, o son una copia poco fiel de las noticias de aquel distinguido viajero o un tejido de falsedades e inexactitudes, dignas por lo mismo del desprecio común a que se han hecho merecedoras.

Ni los trabajos nacionales sobre aquella preciosa parte de nuestros dominios han llegado hasta ahora al grado de extensión y exactitud que se requiere. En el año de 1763 el doctor don Cosme Bueno, Cosmógrafo Mayor del Reino, empezó a publicar una descripción de todas las provincias, extractada de las noticias que con este fin le dirigieron de orden superior los corregidores y jefes principales de los pueblos y partidos. Logró, con efecto, completar a fin del año de 1778 la descripción de los Reinos del Perú, Chile y el Río de la Plata; pero las dificultades y contradicciones que   —149→   experimentó, por la poca exactitud e instrucción de los sujetos que dieron las relaciones, fue causa de que su relación saliese sucinta y reducida a solo los puntos principales, y sin el mapa correspondiente que debí acompañarla. Siguieron a don Cosme Bueno, el coronel don Antonio Alcedo, en su Diccionario Geográfico-Histórico de las Indias Occidentales, y los beneméritos editores del Mercurio Peruano, quienes con el pulso y prolijidad que caracterizan todos los papeles de este interesante periódico, extendieron en varios de ellos las descripciones de algunas provincias o partidos; pero habiendo cesado su edición sin completar esta obra importante, aunque se ha adelantado algo, falta todavía mucho por descubrir para el que, con la proporción y conocimientos necesarios, pueda recorrer y examinar aquellas vastas regiones. Por lo que a nosotros toca, la calidad de la Comisión consagrada principalmente al reconocimiento de las costas e indagaciones marinas, y el quebrantado estado de nuestra salud, no nos permitió penetrar sino a muy pocos parajes, y esto con demasiada celeridad para poder adelantar algo en la materia. Así, cuanto vamos a exponer relativamente al país interior del Virreinato del Perú, será tomado de los citados documentos, acompañados de algunas otras noticias que logramos adquirir y de las que se hayan insertas en la primera Guía de forasteros, impresa en Lima por los años de 1794. El único fin que en ello nos proponemos es fijar, en cuanto nos sea dable, el verdadero estado del Perú en la época a que se refiere nuestro viaje, y suplir la reimpresión, ya precisa, del libro de Ulloa dándola mejorada, en cierto modo, con los conocimientos posteriores que se han adquirido de varios puntos, que tampoco pudo visitar ni reconocer por sí aquel General.

Queda dicho ya que el sistema gubernativo del Perú se halla distribuido en siete Intendencias, comprensivas de cincuenta y un partidos, regentado cada uno por un subdelegado del Intendente. Para mayor claridad trataremos separadamente de cada intendencia y de los partidos que la componen, dando principio por la de Lima como capital de todo el Reino.

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Ésta comprende 74 doctrinas, 3 ciudades, 5 villas y 173 pueblos anexos, habitados por 149.112 almas; 431 colegiales, 110 religiosos, 572 religiosas, 84 beatas, 22.370 españoles, 68.131 indios, 13.747 mestizos, 17.864 pardos libres, y 29.763 esclavos, divididos en 8 partidos por el orden siguiente:

El Cercado Huarochirí
Cañete Canta
Iea Chancay
Yauyos Santa

Dáse el nombre de Cercado a un pueblo de indios que tiene Lima dentro de sus murallas, cuya jurisdicción se extiende a trece leguas de Norte a Sur, a ocho en su mayor anchura. Comprende este partido 14 doctrinas, 1 ciudad, y 6 pueblos, habitados por 62.910 almas, entre las cuales se cuentan 18.219 españoles, 9.744 indios, 4.879 mestizos, 10.231 pardos libres y 17.881 esclavos.

Habiendo referido con bastante extensión, en los capítulos anteriores, cuanto encierra Lima digno de la atención pública, nada nos queda que añadir, y nos abstendremos por tanto de hablar de ella como cabeza de partido.

En otra parte hemos dicho que, al Norte de la ciudad e inmediato a ella, se hallan los cerros de San Cristóbal y el de los Amancaes, a donde aprovechándose los vecinos de Lima de su deliciosa amenidad hacen paseos agradables en sus faldas y cañadas. Desde el primero y más principal, se descubre en su cima, como desde una atalaya, el valle de Lima que parece extenderse como ocho leguas de largo sobre seis de ancho SO. Corre este cerro de San Cristóbal como su cuerpo principal en la dirección de N a S, y se sube a él por una loma en que se eleva su falda con diversa dirección del O, formando así una especie de cabeza de martillo.

Compónese el monte, generalmente, de granito y de capas verticales que corren hacia el NE y en su falda, detrás   —151→   de un convento de franciscanos descalzos, se trabaja infructuosamente una mina, cuya labor llega a algunos estados bajo de tierra, sin que se saque mineral alguno, aunque pretenden sea de oro. Allí calan las capas verticales de monte, y la veta va entre ellas de siete a ocho pulgadas de lo que llaman maicillo, tierra sumamente untuosa y fina.

Cercan a este monte desde el N y S otros varios, cuyas faldas degeneran en el valle, formando con la hermosa ciudad un contraste admirable. No puede darse vista más grande ni más agradable que la que se presenta desde la eminencia de aquel majestuoso cerro en una mañana temprano. Al paso que con trabajo se logre trepar a lo alto, se ve embellecerse el monte en densos vapores y rocíos que no dejan de mojar. Preséntase luego, hacia la parte S y en primer término, el magnífico espectáculo de la ciudad de Lima, puesta a lo largo del Rímac EO, dividida por el río en dos partes desiguales, la mayor al S y la menor al N. En esta parte campea el circo de los toros, el Paseo de aguas, varios templos, y la parte más considerable de la ciudad, se ve al S del río, cuyas desnudas y desaliñadas orillas se hallan llenas de muladares y sumideros.

En segundo término, al OE y SO del valle hasta el mar, se registran de trecho en trecho grupos de chácaras, huertas, huacas, arboledas que serpentean al Rímac, antes que descargue sus aguas en el mar. Volviendo al E sube el Rímac insensiblemente para esconderse en la quebrada de Huarochirí; al NE entra por la quebrada de Yungacho; por esta parte no se conserva la risueña verdura de otras de la campiña, y desaparecen las llanuras elevándose el terreno bien sensiblemente. Desde esta parte del compás se registra el cerro que llaman de Magna Marca, a distancia de una legua: corre NS y termina por allí el valle o llano de Lima. Entre el E y SE se descubre el cerro de San Bartolomé, a media legua de distancia, en cuya falda se halla un molino de pólvora, y detrás de él se elevan otros cerros por entre los cuales entra y da ramales el valle.

Últimamente volviendo al O se ve, en tercer término, la vista del Callao con el grupo de naves que ocupan el puerto,   —152→   y la isla de San Lorenzo. Tal es el cuadro que presenta aquella deliciosa vista, en donde la risueña naturaleza y el contraste de tan diversas objetos, parece se dedican a porfía a halagar el triste ánimo del viajero.

El cerro de los Amancaes sigue en su cresta la dirección N a S; su forma es como la de otros montes, prismático triangular, formando el plano de su base un paralelogramo.

En la parte N se eleva un gran morro en forma de pan de azúcar, que es propiamente a lo que parece el cerro de San Cristóbal, donde la devoción ha elevado una cruz.

Este cerro es de martillos o brazos al E y O que se extienden hasta rematar en el mar con varias interrupciones. El granito que lo compone, generalmente, es el que llaman los peruanos de ala de mosca, habiendo observado en el sacado de la mina ya insinuada que algunas moléculas blancas de él se disolvían con el rocío, y formaban encima gotas de una pasta blanca como lechosa, que al principio parecieron vomitaduras. Hay detrás de este cerro otros varios al E, que corren con paralelismo a él, y todos se cubren de una agradable verdura y vistosas flores en ciertas estaciones del año, pero en otras estaciones no presentan sino aridez.

Todo el terreno de este valle se compone de pedernales o chinas peladas, en tanta abundancia que puede decirse que sólo es de pedrería; y aun los mismos sembrados tienen superficialmente una costra, de uno y medio a dos pies de tierra, debajo de lo cual todo lo demás es piedra. De esta circunstancia y de la de ser todas las playas marítimas y su fondo de la misma especie, infería don Antonio Ulloa en su citado Viaje a la América Meridional, que la mar había cubierto aquel espacio en la antigüedad. Con efecto, a sus observaciones particulares pueden añadirse las nuestras propias en apoyo de esta opinión. Todas las lomas que hemos conocido, de una y tres cuartos a dos leguas, abundan en fragmentos de conchas, y sucediendo en algunas, a dos o tres leguas tierra adentro, de tal modo que el examen atento   —153→   de la conservación y estado de estos despojos del Océano indican que no fue muy remota la época en que se retiró. Además se halla tal abundancia de sal gema cristalizada al pie de todos los montes o colinas que bordan el valle de Lima, y lo observamos también particularmente en todas nuestras expediciones, que esta sustancia mineral proviene con toda probabilidad de la mansión del Océano que dejó impregnadas aquellas tierras y las de Arica, según las noticias y observaciones que allí hizo el físico don Luis Nee, de que daremos noticia a su tiempo.

En cuanto a la formación de aquel valle y los terrenos adyacentes, ha dejado entre sus apuntes el coronel don Antonio Pineda algunas noticias curiosas que vamos a insertar, no pudiendo dejar de sentir que la muerte prematura de este digno oficial haya privado a la nación y al público de las interesantes noticias que había acopiado su infatigable laboriosidad, y que se hayan perdido para siempre los extensos conocimientos que, a costa de penosas tareas, logró adquirir sobre cuantos ramos abraza el vasto campo de la naturaleza. Oigamos, pues, sus propias voces.

«Estos cerros se descomponen y dejan en sus faldas capas de guijarros, gredas y otras tierras que, por la naturaleza del terreno en que caen, se colocan formando capas horizontales. Los llanos los forman las aguas en los más de los parajes, pero en Lima éstas no tienen violencia para producir este efecto; pues en todo el año no reina sino la garúa. Pero si desde tiempo remoto se halla un monte sobre un plano, sus derrumbes se acercarán a la horizontalidad, si se permite esta voz. Ello es constante que estos montes, como otros que vi en Chile, rebajan constantemente15 el aspecto local, y las mismas circunstancias dan las mismas ideas. En los siglos pasados, cuando el sitio de los Reyes, su valle, el Rímac y sus chacras no existían, y que el mar sepultaba estos terrenos, sus embates, flujos y reflujos han producido este valle, arredondado los fragmentos   —154→   de granito, y cubierto todo este llano con una capa de guijarros que se encuentran, a cierta profundidad, en cualquier parte del valle.

»Desde los puntos de los montes en que empiezan a nacer ramas de valles, se ve que los montes degeneran en colinas; éstas en otras más pequeñas, hasta que apenas sacan la cabeza cerca del mar; y en llanuras muy niveladas que dan los núcleos más sólidos de las montañas que la acción del ácido aéreo destruye y descompone insensiblemente. Estas observaciones se han hecho ya por mí en varias ocasiones y parajes en este viaje, y con el ánimo libre de toda preocupación e ideas de sistema, además que los fragmentos marinos, conchas petrificadas, etc. dan a estas ideas el grado de prueba y evidencia que cabe en la materia.»



Hállase el llano de Lima tan cubierto de estas piedras rodadas, que los antiguos recogieron y formaron con ellas montones y colinitas para construir sus huacas. Éstas eran unas fortalezas que, generalmente, tenían la estructura de plataforma de tierra maciza, sobre la cual edificaban sólidamente las habitaciones, ya para sus señores, ya para sus dioses, y servían al mismo tiempo de fortalezas para defenderse.

Al E del Callao, y como a distancia de legua y media, yacen unas ruinas de esta especie, de dieciséis a veinte brazas de alto, que forman cerro, y se hallan rodeados de tapiales contenidos en una gran cerca cuadrada, que parece se forma de dos murallas contiguas, teniendo de largo unos trescientos pasos. Sobre ella se eleva hacia el N un cerro artificial de veinte varas de alto, que en otro tiempo fue templo o fortaleza de indios, rodeado de tapiales arruinados. En ellos se ve montones de tierra, techumbre de habitaciones soterradas, áreas de salas, varias escaleras, y otros dos cerros pequeños que se levantan en cada uno de los ángulos del N. Estas huacas y algunos paredones que tenían para cercas de los caminos, son las únicas memorias de la antigüedad que conservan las campiñas más próximas a Lima; pero en el sitio de Cañete y otros parajes de la costa se ven grandes ruinas y vestigios que arguyen, por su mucho número la gran población   —155→   del imperio Inca. Más adelante se hablará del antiguo templo indio de Pachacamac, en cuya descripción nos detendremos tanto más gustosos cuanto que, de la consideración de aquellas solitarias ruinas, nacen ciertas reflexiones sobre el grado de adelantamiento a que habían llevado la construcción los antiguos dominadores de aquel vasto imperio.

Parece que un país como el de Lima, que en cierto modo carece del beneficio de las lluvias, no podría disfrutar de tierras fértiles ni campos fructíferos; pero la próvida naturaleza siempre varia, siempre admirable, ofrece en aquella capital uno de los más raros ejemplos de su sabia combinación.

La garúa proporciona en aquella estación una provechosa humedad a la tierra, y sirve de auxilio a la vegetación en el invierno, aún en los parajes más pedregosos y empinados. Acabamos de decir que todos los cerros se cubren de una agradable verdura en las estaciones, desde junio a diciembre; se crían también hermosos pastos para los ganados, y en las estaciones de verano suple la falta de aguas con la abundancia de manantiales y aguas subterráneas que se encuentran a poca profundidad en todo aquel terreno, y contribuyen sobre manera a la feracidad de aquel país, fertilizándose a más con el riego de las acequias que proceden de sangrías que hacen muy aguas arriba al Rímac.

El territorio que linda con la ciudad está poblado con huertas, en donde se cría toda especie de frutas, raíces y hortalizas. Hay también maizales y bastante yerba para alimentar las muchas mulas y caballos que se gastan en Lima, y alguna corta porción de ganado mayor, de cerda, y lanar, que vienen de otros países para el consumo de aquellos moradores; pero las mayores sementeras que ocupan en las inmediaciones de la capital, el lugar que parece más propio para la siembra del trigo, son las de alfalfa y cañaverales; aquélla para las bestias, y éstos para los ingenios de azúcar que ministran también algunos otros artículos, aunque de corta consideración.

Todas las haciendas las cultivan negros esclavos que tienen sus dueños para este fin, y ya hemos dado noticia del   —156→   régimen que se observa en ellas en cuanto a su gobierno interior. Veamos ahora del modo cómo se verifican.

Cortan primero la caña a raíz, y con algunos golpes de machete la despojan de las hojas o pencas algo parecidas a las del maíz, y de esta forma la llevan al ingenio. Éste se compone de un cilindro que lleva en su pie un piñón, el cual peina las ruedas dentadas que llevan otros dos cilindros laterales; de manera que, girando aquél, se mueven estos dos cilindros con movimiento encontrado, produciendo ambos una gran fricción en el punto de contacto. Semejante máquina se usa también en la casa de Moneda y otras oficinas para reducir el cobre o plata a láminas delgadas.

Aplicados al ingenio dos bueyes robustos, al modo que las mulas en las norias, le dan movimiento; y un esclavo, diestro en el ejercicio, coloca con un movimiento acompasado las porciones de caña que se deben moler entre los cilindros, que son de bronce, para que resistan la fuerza que hace la máquina, y su fricción es tal que a veces no basta para que se mueva la fuerza de aquellos dos animales. El esclavo anda listo, pues un descuido le puede costar un brazo o la vida si se empeña entre los dos cilindros, no siendo fácil poner a tiempo una clavija que pare la rueda.

El zumo de las comprimidas cañas corre, por un canal de metal, a recogerse a un depósito o pila de bronce. Desde este reservatorio se distribuye el zumo en varias pailadas o calderas, también de bronce, dispuestas en fila en un gran tinglado, y debajo de ella hay grandes hornos donde se mantiene un gran fuego, por varias horas, con las cañas ya estrujadas. Otros esclavos velan sobre las calderas, las despuman con despumadores, cuyos mangos tienen tres varas de largo para precaverse del fuego, y revuelven en este intervalo el licor hecho hasta que llega a tomar el punto que gradúan a ojo; regularmente hierve hasta que se reduce a la mitad, y salen quince cubos de cada una.

Puesto el licor en el inspisamento correspondiente, lo echan en las formas o porrones, mezclando cierta especie de   —157→   greda en cantidad de dos libras, más o menos, a cada porrón que, avivando la precipitación de algunas partes impuras, aclara el azúcar. Se deja estar así hasta que se separa la parte acuosa y aquélla se cristaliza. Los porrones están en fila sobre pies de madera, y tienen en el fondo un pequeño agujero, por el cual destilan una miel superflua que ya no necesita el azúcar para su cristalización, y que se recibe en un barreño que ponen debajo de cada porrón.

Encima de los panes ya formados en dichos porrones observamos una eflorescencia filamentosa, blanquísima y algo parecida a la que se forma en algunos parajes húmedos.

El aspecto de la fábrica se reduce a un patio tinglado, donde están los cilindros al plan del suelo, y un esclavo sentado que lo ceba de caña. Hay además otro tinglado grande, con una fila de pailas empotradas en un banco de cal y ladrillo, por donde desde el observatorio dicho se distribuye el zumo en las varias pailas.

En otra pieza están los colatorios que se hallan a centenares, y tienen la apariencia de los de las fabricas de salitre.

Últimamente, los hornos y la principal disposición de la fábrica se parecen mucho a lo que se practica en los refinos de salitrerías, y a las que hay en Madrid actualmente.

Además de la azúcar que sacan del zumo de la caña, extraen también el zumo o melaza de que hacen tortillas y rosquillas, a que llaman chancacas, que gasta mucho la plebe y de que hace su principal ganancia el dueño del ingenio. En otro tiempo se hacía aguardiente; pero no en el día, porque se prohibió por los malos efectos que produce contra la salud de los pueblos y por fomentar las viñas de Pisco.

También hacen otra bebida que se llama guarapo; sabe como una rica limonada, y embriaga si se bebe en cantidad.

Para bonificar las tierras para la labranza de los maizales, usan en muchas partes de la costa del Perú del excremento de algunos pájaros que llaman huano, nombre que,   —158→   en idioma indio, equivale a estiércol. Críase este abono principalmente en unas islitas pertenecientes al partido de Chancay, poco distantes de la costa, y según se cree es el excremento de aquellos pájaros marítimos que lo deponen en ellas desde tiempo inmemorial. Sus efectos son admirables por la fertilidad que produce en los sembrados que no sean de trigo y cebada, y a pesar del crecido consumo que se hace de este abono natural, su abundancia es tal que nunca se acaba, reponiéndose en corto tiempo con mayores creces.

Lo primero que se ofrece a la imaginación en un país tan sujeto a terremotos es el notable influjo que éstos tengan sobre la fertilidad del terreno. Las particularidades observadas hasta ahora ofrecen, sin duda, materia a la reflexión. Bien sabida es la ruina que experimentó la ciudad de Lima en el terrible terremoto de 1687, y lo más extraordinario que hubo fue el que aquellas tierras, fertilísimas en trigo y otras semillas, quedaron reducidas a una notable esterilidad, de tal modo que las pocas semillas que producían, parecían una especie de polvo de color de tabaco que para nada podía servir. Duró esta plaga como unos treinta años; pues hay noticias de que ya en 1725 habían vuelto las tierras a su anterior fertilidad. Pero lo que admira es que, habiéndose repetido el temblor y la ruina de Lima en 1746, no se experimentó otra igual esterilidad, así como tampoco se había experimentado en los muchos y fuertes temblores que hubo desde la conquista hasta dicho año de 1687. Querer en el día explicar la causa de este fenómeno, sería un empeño tan temerario como inútil. Algunos lo han atribuido a que, con el empuje del temblor y por conductos que entonces se abrieron, algunas materias sulfúreas subieron hasta muy cerca de la superficie, que mantuvo en la tierra por todos aquellos años un cierto tufo o humo que tostaba las semillas y no las dejaba producir. Pudo muy bien ser éste el origen de aquel fenómeno, y el que no se repitiera en el terremoto de 1746 pudo también provenir de que el temblor de 1687 siguió una dirección distinta. Pero tales conjeturas, desnudas del apoyo de una repetida experiencia, nada ofrecen de cierto, y siempre nos sería desconocida la causa de tan raro fenómeno.

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Lo que sí es cierto es que este terrible accidente dio origen al plantío de los alfalfales y cañaverales de azúcar en las inmediaciones de Lima, y que habiendo cesado ya aquella causa se conservan aún en el día, con evidente detrimento de la agricultura, siendo así que toda la extensión del ejido de la capital, aunque bien poblada, no produce otro artículo de consideración que las frutas, hortalizas y yerbas de que hemos hecho mención, y que es de temer la total decadencia del ramo del azúcar, por la nueva franquicia del giro, según apuntamos en el artículo sobre el Comercio. Pero, aunque con sentimiento, es preciso confesar que la agricultura no merece en el Perú el distinguido lugar que ocupa en las demás naciones. Así es que en ningún país de Europa se observa el descuido y falta de conocimientos en los agricultores como el que hay, no solo en este partido, sino en lo restante del Perú. Ésta se haya confiada en lo general a los indios, y ya sea por el abandono de éstos, ya por su irresistible pasión a seguir en todo las huellas de sus antepasados, en lo poco que cultivaban, se les ve, a los trescientos años de la conquista, sin adelantamiento sustancial en todas las operaciones agrarias, y sin que ningún esfuerzo haya sido bastante para apartarlos de las prácticas toscas y groseras heredadas de sus mayores. Por esto la mayor parte de las tierras se cultivan a la ventura, y aunque logran con todo dobles cosechas de las que ofrece el riego y continuo afán entre las naciones laboriosas, es más bien debido a la feracidad natural del terreno que a los efectos de la industria.

Siguiendo desde Lima por la parte del SE, después de atravesar las chácaras y tierras sembradas inmediatas a la población, se presentan luego otras que ya no labran por falta de riego. Siguen a éstas, otras de más substancia mezcladas con tierra de labrantía y ordinaria; y a las dos y media leguas empieza a desaparecer el llano, elevándose estos terrenos en lomas que, aunque secas en la estación de calor, gozan en el invierno del beneficio de la lluvia o garúa, se cubren de yerba y dan paso a las reses vacunas en los meses de julio, agosto y setiembre.

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Los montes de estos parajes son bajos o más bien colinas compuestas de granito llamado por los naturales ala de mosca. En unos parajes se ven canteras de petro silex; y en otros de arenales azulosos. Todo este camino, que coge cerca de dos leguas, abunda en fragmentos marinos de conchas, a pesar de que exceden de más de ciento sesenta toesas con más la altura que tendrán sobre el nivel del mar, y suben a proporción de que se apartan de la costa. Dichas conchas se mezclan en parajes con tierra de labrantía de buena calidad, en otros con arena, y serían de mucho producto con este abono natural si usaran todas sus ventajas. El agua es como la sangre de la tierra que, repartiéndose a todas sus partes, la alienta y vivifica.

Entre este camino y el mar, que distará como una legua, se encuentra en un llano la laguna de Villa, residencia de muchas ánades y otras varias aves acuáticas de la misma clase que las de Lima,16 e inmediatos al mar se hallan desiertos de arena en que ningún viviente habita.

Desciéndese después al ameno valle de Lurín, por otro nombre Pachacamac, el cual se extiende en su largo como a seis o siete leguas sobre una de ancho, con variedad en algunos parajes. Riégale el río de su nombre, y todo él se halla tan poblado de árboles y cañas bravas, que llaman chilcas, que apenas dejan hueco para que atraviese el camino que conduce a Lurín. En este valle se hallan algunas chácaras y tambos, y a la parte S yace una colina con una chácara o quinta encima, cuyo edificio sobre esta base produce a la vista el mayor efecto. La colina se compone de un arenario rojizo penetrada de mucho ocre rojo ferruginoso, el cual está dispuesto en vetas, y contiene a lo que parece algunas porciones del que llaman algunos mineralogistas hierro palustre. Por estas vetas se ve con abundancia la sal gema cristalizada.

No sólo la mencionada casa se hace notable por su pintoresca situación. Otras, como las chácaras que tienen los   —161→   padres de la Buenamuerte en Lima, y la de doña Mariana Baquijano, hacen también muy buena apariencia. Las aguas de este río son como las del Rímac y el Carabaillo que riegan este partido. Crecen en diciembre, enero, y febrero, es estación en la que llueve en la Sierra.

A un lado del valle está el anexo pueblo de Lurín, que significa en peruano sitio hermoso. Se halla a cinco o seis leguas de Lima, y se llamó en otro tiempo Quilcane; pero destruido por el mar, en el terremoto que se llevó iglesia y habitantes, se trasladó al sitio que hoy ocupa a un cuarto de legua escaso del mar. Compónese este pueblo de pequeñas casas, construidas de cañas bravas y estacadas, todas con sus corralitos. Interpolan las estacas con las cañas, y arraigando aquéllas con la frescura del terreno se convierten después en árboles, de manera que parecen las calles una continuada enramada, lo que da a la población un aire de frescura y amenidad propio para la estación calurosa.

Los habitantes de este pueblo podrán subir a unas 300 o 400 personas, habiéndonos asegurado su cura que habían 100 mozos. Tienen buena disposición, más estatura y mejor apersonados que otros de la Sierra. Son ladinos y viven de la pesca, pero a conjeturar por la ociosa gravedad con que se paseaban por el pueblo; de cuatro en cuatro, son poco aficionados al trabajo, y sólo echan algunos lances de pesca cuando la necesidad los aprieta.

Las más de sus pescas las hacen con anzuelo, y usan sólo la red en la de corvina y chita, empleando para ello unas débiles embarcaciones construidas de totora, planta cuya hoja se parece a nuestra espadaña. Estas embarcaciones se les vuelcan fácilmente, pero las recobran con facilidad como buenos nadadores que son.

Son estos pescadores de los que surten a Lima; y su principal pesca consiste en corvina muy estimada en las mesas de Lima, que se alimentan de pequeños peces, de chitas, robalos, bonitos y pintadillas que habitan entre las piedras;   —162→   se alimentan de cangrejos, y los cogen en todo el año con anzuelos y con cebo de los mismos camarones; de trambollos, peces abundantes que los cogen de la misma forma; de meros nombre impropio, pues es saxátil y se coge con el mismo cebo que el anterior y con la atarraya. Hay también otro pez parecido al antecedente, a quien llaman peje-perro, por los dientes caninos que tiene; sus colores son blancos y prietos; habita igualmente entre las piedras y se coge como los antecedentes. Pescan también el peje-zapo, y sin duda otros muchos que no supieron determinar ni explicarme los indios pescadores, autores de estas noticias, asegurando sí que en el mes de noviembre aparecen las ballenas por aquellos parajes.

A distancia de una legua de Lurín, poco más o menos, se avistan en los médanos de arena, que hay entre este pueblo y Lima, unos muros de adobe arruinados ya en mucha parte, que forman una gran cerca cuadrilonga tendida del SO al NE por espacio de media legua de largo. Estas son las ruinas del famoso Pachacamac, templo el mayor de la América, y dedicado según el Inca Garcilaso al Ser Supremo o Hacedor de todas las cosas, según lo significa la palabra Pachacamac.

En medio de aquella cerca se levanta el terreno hacia el mar como si fuese un gran lomo o malecón, en el cual hay una elevación que, cerca del mar, se eleva más en un considerable morro. Por lo largo del malecón o lomo, existen las ruinas de varios edificios. Sobre el morro se eleva un gran templo o castillo, compuesto de siete plataformas o escaleras que empiezan desde el pie; pero que desde abajo sólo se hacen notables las tres últimas, que no se proyectan con el cuerpo del morro, por su mejor conservación, y el color encarnado que todavía conservan, enjalbegadas las murallas con una ocra roja, sin duda de la que hay en el valle de Lurín, aunque con varias brechas que causó el tiempo y el descuido en que yacen aquellas solitarias ruinas. Parece que la fábrica de este templo, compuesto de terrazas o plataformas, unas sobre otras, que van en disminución, se asemeja bastante a la del Dios de la Guerra que tenían los mexicanos, según lo pintaron y describieron los historiadores.

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Los cimientos de sus murallas son de fragmentos cúbicos del gres que forma el núcleo de esta colina, la cual estaba toda cubierta, así como su proyección o malecón de arena, y fragmentos de conchas. Este gres tiene vetas paralelas, azuladas, y blancas, los ángulos vivos y bastante dureza.

De las tres plataformas que están encima del morro, la superior o más alta, cuya área es cuadrada, tendrá trescientos pies. Sus murallas tienen catorce de alto, y en sus extremos se ven ruinas de cuartos y vestigios de habitaciones soterradas.

La segunda plataforma es más larga, como que sobre ella se eleva la terraza más alta. Tiene de lado quince pasos y catorce de alto. Al rededor de esta muralla se ven cuartos cuadrados, ya destruidos, y algunas osamentas; el piso o plano de ella tendrá treinta y ocho pies de ancho.

La tercera plataforma se extiende a cuatrocientos cincuenta pies de lado; sus murallas son más altas, acomodadas a la calidad del terreno, y tienen de altura veinticuatro pies. Al rededor de todas las plataformas hay los mismos cuartitos destruidos, y en todos ellos se ven muchas como alacenillas, de pie y medio de ancho. Los cuartos son, poco más o menos, de la altura de un hombre, y están al pie de las murallas, por cuya razón no se descubren desde abajo; en varios de ellos se hallan las referidas osamentas humanas.

Disfrutase en la terraza o coronamiento de una situación que domina mucho terreno. Desde ella se descubren al NE, E y SE, el valle de Lurín, que presenta un agradable paisaje con sus chácaras, huertas y arboledas, y algunas colinas verdes, hasta que se para la vista en tierras más elevadas. Al NO a poca distancia, se presenta el templo de las Mamaconas, cuyas murallas existen parte en pie, y tienen cierto aire en arquitectura que, desde aquella distancia, parece tener ventanas cuadrilongas; con cierta proporción, no horadadas, pues después veremos que eran nichos de la altura de un hombre. Entre dicho templo y el mar se   —164→   ven unas pocas palmas que figuran en aquel terreno arenoso, y al SO y O se descubre el mar y varios farallones blancos compuestos de capas horizontales.

Mirando por la dirección del NO se ve que en la parte baja de los médanos de arena corre una línea de pequeños edificios, cuya dirección parece ser del NE al SO, y serán las paredes, pues existen de cinco a seis pies de alto.

Se dijo ya que, a lo largo del malecón y sobre su lomo, se ven muchas ruinas. Éstas se hacen muy notables en la elevación que tiene en su medianía, y también se ven terrazas como las del morro, que se describió.

Este grupo de vestigios da idea de otro templo indiano, cuyos recintos serán de unos mil pasos. En su área se ven ruinas de cuartos cuadrados, y a los lados unos corralones como de cien pasos. En ellos se encuentran muchas osamentas y cráneos humanos, fragmentos de las telas de los muertos, cuerdas, trapos, pedazos de jarros y otras menudencias que pueden dar idea de la industria peruana. De todos estos parajes se han sacado, y aún sacan, jarros curiosos llamados huacos, y otras cosas.

Los indios, y los que nos acompañaban, creen que haya tesoros, y a hurtadillas nuestras se entraban en algunas huacas, y a pesar de que eran ladinos y vivos se persuadían de que, yendo en viernes, tendrían alguna buena suerte en estos corrales, y según el indicio de otros templos peruanos, por la tradición de sus mayores, debieron ser los atrios donde sacrificaban o enterraban a las víctimas humanas. No dejó de causarnos compasión por la especie humana el aspecto de tantas osamentas y el recuerdo de los gemidos de los sacrificados.

El gran Pachacamac, adorado en este único templo bajo los más solemnes tributos de Hacedor y Sustentador del Universo o el verdadero Dios, a quien no se adoraba bajo ninguna figura natural ni de animales, tuvo sus aras regadas con la sangre de las víctimas humanas. Dice Garcilaso que el templo de Pachacamac fue solemnísimo en edificio y   —165→   que los soberanos de aquel país le hacían muchos sacrificios, no solo de animales y otras cosas, sino de sangre humana, de hombres, mujeres y niños que mataban en sus mayores fiestas. Los hombres, abandonados a sí mismo, deforman las más sagradas acciones y vician los mejores principios, juntando las prácticas de la superstición.

Además de lo dicho, se ve también una serie de pilares que parecen vestigios de alguna galería; los edificios que contienen el malecón parecen huecos; todos son cuadrados, y en varios de ellos se encuentran huesos humanos. Nadie extraña que, en un país secó donde jamás llueve, se conserven sin alteración no sólo parte de unos edificios de adobe o ladrillos de tierra secada al sol, sino pedazos de telas y cuerdas, y otras cosas corruptibles, desde el tiempo y aun antes de la conquista. Las hemos visto varias veces con nuestros ojos, y se atestiguan también en otras obras.

El templo de las Mamaconas o vírgenes dedicadas al Sol, cuyo rito introdujeron los Incas, después que redujeron con la persuasión al Régulo o cacique de aquel valle, yace al NO del Morro, que llamaremos grande, a distancia de seiscientos pasos regulares de caballo, y se conserva todavía una buena parte de sus murallas. Por las ruinas que existen se infiere que sería un edificio cuadrilongo de cien pasos de largo sobre cincuenta de ancho; las murallas más altas que hay llegan a veintiún pies de altura, y todavía subsiste un pedazo de escalera que deja conocer tenía este edificio a lo menos dos altos; reina en la pared una serie de nichos de la altura de un hombre y de una vara de ancho, que van angostándose hacia el dintel o parte superior.

Refiere el Inca que había tabernáculos embutidos en la pared en algunos aposentos, y que alcanzó a ver tres de dichos aposentos. Sin duda se podría conjeturar que estos mismos nichos son en los que los Incas o algunos privados suyos oraban; pues, según añade el mismo Garcilaso, hacían oración los Incas o asistían a ella en unos nichos, tal vez los que existen estaban en el remate de celdas ya destruidas que serían sitios de hacer oración. Ellos dan de lejos la vista de regularidad a este edificio del que sólo existe parte de las paredes.

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La linea de edificios, huacas etc. que reina en el malecón y su falda podrá tener como unos mil pasos de travesía. Todos ellos y el de las Mamaconas se encerraban en el gran recinto de la media legua que dijimos, cuyas trazas se reconocen muy bien, ya por las paredes, ya por los cimientos.

En la inmediación de la cerca exterior se ven ruinas de otros edificios que serían como cuerpo de guardia. La muralla de esta cerca tiene seis varas de ancho.

De la inspección de estas ruinas se deduce que los antiguos indios edificaban sólidamente; que sus edificios eran sumamente macizos y durables; que eran cuadrados; que no conocían el uso y la labor de la piedra, porque no la necesitaban o porque la ignoraban;17 y que ignoraban la construcción de arcos, puesto que no se ve ninguno en un monumento tan vasto.

Por lo que se puede rastrear en los Comentarios reales del Inca Garcilaso, que copió a varios de los primeros escritores y recogió las tradiciones de su país combinándolas con las conjeturas que el local supedita, el valle de Lurín debió de ser de considerable población, pues su Régulo o caciques pudieron fabricar un templo tan grande, con tanta multitud de edificios, y encerrarlo dentro de una fortaleza de tan vasta extensión como la de que se trata, de media legua de largo. Es probable que, en tiempo de guerra, sería el refugio de todos los habitadores de la campaña, de los cuales se necesitaban en nuestro país siete u ocho mil hombres, a solo uno de fondo, que es la suposición más corta posible, además de la gente que quedaba en el castillo, templo etc. Sábese también que era la residencia ordinaria del Régulo de aquella tierra y de toda su corte, y que tenía su mayor gloria en la posesión del templo. Cuando uno de los Incas envió una embajada para que le dieran obediencia y adorasen al Sol de quien descendía, respondió el Régulo: -Que su Dios, que   —167→   todos los días salía a la misma hora y a la misma se acostaba, sin duda que servía u obedecía a alguna deidad superior: al gran Pachacamac.

Éstos adoraban también a la mano que les contribuía con sustento, y no pudimos conjeturar cual de los edificios inmediatos a ella le estaba consagrado.

El templo de la colina de la medianía sería el dedicado al Sol, que se edificó después de la introducción de los Incas, quienes, hallando dificultad en superar una fortaleza como aquella, ganaron al Régulo con buenos modos, lo admitieron como a uno de los grandes señores de su Corte, y como dice el historiador lo persuadieron a dedicar templo al Sol y a mantener Mamaconas.

Varios de los edificios inmediatos a dicho templo debieron ser habitaciones de los sacerdotes y sirvientes, y también las capillas de la Luna y estrellas que en los templos de los Incas tenían sus habitaciones o departamentos particulares inmediatos a los del Sol.

Últimamente, el conjunto de todas estas ruinas da la idea de una extensa población anexa a aquellos templos, siendo el principal un gran alcázar en una situación dominante, capaz de la mayor defensa; y la falta de vestigios prueba no haber habido por aquellos parajes nación alguna anterior a la de los Incas.

Los demás pueblos principales que componen este partido, y que se hallan esparcidos por toda la extensión de él, son los de Surco, la Magdalena, Lurigancho, Ate y el de San José de Bellavista, fundado después del terremoto e inundación del Callao el año 1746, a un cuarto de legua del sitio en que estaba este presidio, en cuyo lugar, para la defensa de la bahía, se halla el fuerte y presidio de San Fernando. Todos aquellos pueblos son pobres y nada ofrecen digno de llamar nuestra atención. Sus frutos, como queda ya referido, son raíces comestibles, hortalizas, frutas, y el mucho pescado en que abundan las costas, estando regulado el valor de estos diferentes ramos que se consumen en la capital en 50.000 pesos anuales.

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I

Partido de cañete

Dejando a Lurín, y siguiendo la costa, se atraviesan lomas y llanos de un continuado arenal, y a las siete leguas se encuentra ya el pueblo de indios que llaman Chilca perteneciente al partido de Cañete. Viven estos indios de la pesca y del producto de las muchas harinas que hay en sus territorios, con que proveen a Lima y la llevan también a los minerales. Hay una cantera de yeso que disfrutan los naturales entre sí por turno, y no consienten vivan entre ellos gentes de otras castas. Tienen la pensión de beber aguas salobres.

La parada que sigue es la que llaman Mala, valle a quien riega un río de este nombre. Su extensión es corta, como de media legua. Este valle es ameno, se ven en él cañas bravas, sauces, manglillos y otros varios. En este sitio se hallan también chácaras de hacendados de Lima donde se cogen bastantes frutas, especialmente chirimoyas. Fertilizan a este valle varios puquios o veneros de agua, y es muy incómodo por la multitud de mosquitos. Entre él y el valle antecedente median algunos terrenos de colinas o lomadas, y la distancia será como media jornada.

El otro paraje a donde sigue la jornada es el tambo de Asia. Hállase éste sobre una colina de tierra; su terreno es arenizo, y en los años de lluvias crecidas se suele aquí coger buenas sementeras. Las lluvias de la Sierra hacen muchos derrames hasta este paraje, y con ellos riegan sus alfalfares y maizales, bastando un riego al año para que logren su cosecha. Los tamberos que aquí habitan logran abundante pesca de las playas inmediatas, la sazonan muy bien, y la venden a los pasajeros.

Es de advertir aquí al que viaja por el Perú, que necesita concertarse con un acreditado arriero hasta el paraje de su destino u otro donde aquél se remplace, que debe llevar   —169→   buenas mulas, petacas para toda suerte de víveres, tienda de campaña y las provisiones de boca necesarias, según la duración del viaje. La cama es casi indispensable, y todo ello sumamente preciso en los grandes desiertos, que las más veces hay que atravesar de un tránsito a otro, y por la fatal condición en que se hallan los caminos interiores de las provincias del Perú, que sólo puede graduarlo el que una vez llega a tener la molestia de transitarlos. No se hallan posadas ni mesones, y en una palabra es casi universal la falta de comodidades. La gente pobre acostumbra dar al alojamiento, y algunos que sacan pasaporte se alojan en casa de los alcaldes indios, que suelen tener casa para los correos y pasajeros, y si no brindan la suya. Finalmente, baste decir para comprender lo penoso e incómodo que se hace el viaje por las provincias del Perú, que por estas mismas razones es más corta, y en partes ninguna, la comunicación y comercio que hay aun entre los naturales de un propio partido. Sentado esto continuemos nuestra narración. A las ocho leguas de Asia se encuentra ya la villa de Cañete, que hace cabeza del partido del mismo nombre. Su jurisdicción empieza a unas seis leguas de Lima, y se extiende a unas treinta y dos de largo por toda la costa, teniendo ocho o nueve de ancho. Hállase situada a una legua del mar, y la fundó el marqués de Cañete en 1556; pero su población actual no corresponde a la de los tiempos antiguos, habiéndose arruinado en el temblor de tierra del año de 1687 y por el saqueo de un pirata. Tiene dos conventos, de San Francisco y San Agustín, con trece religiosos y 1425 pesos de renta; y a poca distancia de esta villa, e inmediato al mar, se ven todavía las reliquias de un palacio de tiempo inmemorial.

El temperamento de este partido es análogo al de los valles de Lima, y sus frutos casi los mismos. Riéganlo los ríos Mala y Cañete; el primero, y más al N, nace en la laguna de Huascacocha, en el partido de Yauyos; el otro, que también viene de Yauyos, tiene su origen en la laguna Ticllacocha, y ambos bajan de la Sierra, escaseando sus aguas cuando no llueve en ella. Muchas tierras están ocupadas por dilatados cañaverales, que algunos pertenecen a las familias nobles de Lima, y de ellos se sacan partidas considerables   —170→   de azúcar. Produce también granos, legumbres y algún salitre, con el cual se fabrica pólvora; y mucha parte de los indios que habitan la Marina se ejercitan en la pesca de los muchos peces que abundan en las costas, y se remiten a Lima salados. El valor anual de todos estos efectos asciende a 35.000 pesos. Comprende este partido 7 doctrinas, 1 ciudad, 1 villa y 4 pueblos, habitados por 12.616 almas: 15 clérigos, 19 religiosos, 465 españoles, 7.025 indios y los restantes de las demás castas. Pertenecen también a este partido las dos islas de Lobos y de Asia, situadas en las inmediaciones de su costa, y en ésta se hallan algunas caletas de poco fondo y mal abrigo. Hay, además del subdelegado, administración de correos y rentas unidas. El pueblo de Santiago de Almagro, perteneciente a este partido, tuvo antiguamente el título de ciudad, y lo fundó el conquistador don Diego de Almagro, en tiempo de las guerras civiles del Reino, en competencia con Lima. En el pueblo de Chincha hay un convento de religiosos de Santo Domingo, fundado en el siglo de la conquista sobre las mismas ruinas del templo del Sol que había en aquel valle. En este último pueblo cogen algodón y lo preparan sacando las pepitas con los dedos, y separando el color vicuño y el blanco; después echan los copitos sobre una capa de arena, y con unas varitas los azotan, apalean y cardan por algunos días; de esta manera se pone suave y hace cuerpo para que lo hilen. El algodón de vicuña lo emplean en ponchos.

II

Partido de Ica

Continuando al S por la costa se encuentra el partido de Ica, cuya extensión de N a S es de cincuenta leguas y veinticuatro en su mayor anchura. El temperamento de este partido es algo más caliente que el de Lima, y su terreno arenoso, particularmente hacia la costa, con muchos despoblados, quedando infecundos aquellos espacios por no alcanzarles el beneficio del riego de las acequias.

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Toma nombre. este partido de las tres principales poblaciones Ica, Pisco y Nasca. La primera, con el título de San Gerónimo de Ica, es la capital; tiene cuatro conventos de San Francisco, San Agustín, La Merced y San Juan de Dios y un beaterio de Santa María del Socorro para enfermas y expósitos. La Concepción es muy primorosa; tiene tres naves y muy delicada su fábrica, por dentro y fuera. El temple del pueblo es muy cálido, y las calles pesadas por el mucho arenal; la gente alimeñada y de buen parecer.

La población de Pisco fue fundada por el marqués de Mancera. Hay en ella cinco iglesias, la de la Compañía (cerrada) y San Juan de Dios. Antiguamente fue muy poblada hasta el año de 1685, en que la saqueó un pirata inglés, quedando también muy maltratada en el año de 1687. Es puerto de mar, y en él hay una administración de alcabalas con su tenencia.

Nasca, villa que sólo tiene un convento de agustinos con tres religiosos, es la tercera población de este partido. En su valle, compuesto todo de un cascajal, se hallan unos manantiales cuyo origen no se ha podido descubrir todavía, a pesar de que se reconocen venir por cañerías subterráneas, hechas sin duda por los antiguos indios.

Además del puerto de Pisco tiene este partido los de Paracas y Caballas, ambos muy desabrigados, y situado el primero a dos leguas de Pisco, y el de Caballas hacia el fin del partido. Riegan a éste varios ríos que se minoran casi del todo en los meses que no llueve en la Sierra, y los principales son el de Pisco y el que pasa por Palpa, que llaman Río grande.

Abunda este partido en viñas, y a pesar de lo arenoso e infecundo del terreno crecen las cepas en muchos parajes con la sola humedad interior de la tierra, de cuya circunstancia ha sabido aprovecharse la industria humana, ahondando los parajes en que está más profunda la humedad para cultivar en aquellos espaciosos hoyos las cepas y sementeras. Provee a Lima de sus vinos y aguardientes, y   —172→   conduce algunos a Panamá, Guayaquil y varias provincias de la Sierra. Hay muchos olivares, y en las dilatadas selvas de algarrobales que se benefician en la jurisdicción de Ica se crían muchos borricos, con cuyo artículo hacen un crecido comercio con otras provincias. Los territorios adonde alcanza el riego producen legumbres, dátiles, muchas sandías, pallares, trigo y maíz, y también madera para ruedas de coche. Los indios de la costa se emplean en el ejercicio de la pesca, y salando el pescado que cogen lo llevan a la Sierra, donde logra buena salida. Hállase en este partido mucha barrilla o sosa que llaman yerba del vidrio, y con ella fabrican el vidrio con que surten a una parte del reino; hacen también jabón, y se trabaja una veta del excelente cobre de que abundan sus cerros. El valor anual de todos estos artículos asciende a 588.742 pesos.

Además de la capital y de las dos villas citadas, comprende este partido 10 doctrinas y 3 pueblos, habitados por 20.158 españoles, 6.607 indios, y los demás son todos mestizos, esclavos y otras castas. A una legua de la doctrina de Humay hay un palacio antiguo a que llaman Tambo colorado, y en el valle del Ingenio se encuentran muchos dendritas o piedras en que están inculpidas imágenes de árboles etc.

III

Partido de Yauyos

El partido de Yauyos empieza como a veinte leguas de Lima, por la parte del SE y tiene de largo veinte leguas de N a S y veintiocho de E a O Es uno de los más fragosos del reino, y sumamente frío por la perpetua nieve que cubre los empinados cerros que lo componen y hacen parte de la cordillera real. Para transitarlos abren camino con azadas, y van poniendo señales que sirvan de guía. Alguno de estos caminos se compone de escalones trabajados a pico, y el que conduce de Pampas a Tupe lo llaman de los cincuenta escalones, por tener este numero. Su población consta de 9.574 almas, entre las cuales hay 8.000 indios, y   —173→   sólo trece españoles, siendo los restantes mestizos y pardos libres que se hayan distribuidos en 7 doctrinas, y 25 pueblos, siendo la capital el de Santo Domingo de Yauyos.

Críase en este partido algún ganado vacuno y ovejuno, y de sus lanas hacen tejidos que cambian los indios en la costa por semillas, a causa de las escasas cosechas que se cogen en él. Su valor anual no pasa de la corta cantidad de veinte mil pesos. Parece que este partido fue siempre poco poblado, pues no se haya en él monumento alguno de la antigüedad. Hay en los cerros muchas vicuñas y huanacos, y en las quebradas venados y gatos monteses. En otros tiempos se trabajaron algunas minas; pero se han abandonado por la poca o ninguna utilidad de sus labores.

Tiene este partido varios arroyos que descienden hasta la costa y forman, como antes hemos dicho, los ríos que riegan el partido de Cañete. En el distrito de la doctrina de Quisque hay una laguna que llaman Huarnicocha, de dos leguas de largo y un cuarto de ancho, y en ella se halla también un vegetal que allí llaman pircaz, con el cual tiñen los indios sus tejidos de colorado.

IV

Partido de Huarochirí

Hállase la provincia de Huarochirí ocupando con las tierras de su pertenencia la primera faja de montaña, y parte de la segunda Cordillera Real de los Andes, extendiéndose del N al SE. treinta leguas de largo y veinticuatro de ancho. Consta este partido de tres quebradas: primera, del repartimiento de San Pedro Mama; segunda, San Francisco de Chaglia; y tercera, Guarangas; y empieza su jurisdicción a cinco leguas de Lima, hacia la parte del Oriente. Saliendo de esta ciudad, luego que se dobla el cerro de San Cristóbal, se nota que el valle del Rímac entra hacia el E y el NE. En la primera entrada acaba en la cordillera, en el paraje de Piedra Blanca, a distancia de veinticuatro leguas, y acaba en la segunda, que llaman de Guachipa.

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Todos estos parajes se ocupan por sembrados de maizales, de alfalfas, pastos, algunas casas de campo que logran del beneficio del riego, y varias casillas de cañas que llaman tambos.

Las montañas que circundan estos valles se componen de granitos, unos como el ala de mosca de Lima, y otros, casi como el de Madrid, se componen de talco brillante en láminas o cuarzo.

En este valle, que a las tres y media leguas angosta, se ven a uno y otro lado ruinas de tapias de tierra, que todas ellas anuncian la numerosa población del imperio Inca, pues los indios escogían vivir en las faldas de los montes, ya fuese por salubridad o por defensa. Los pueblos arruinados por toda la quebrada podrán llegar a unos sesenta, poco más o menos, y se componen de casillas de tapial de grandes adobones y de piedra, de unos dieciséis a dieciocho pies de alto, sobre diez o veinte de ancho, y aún de menores dimensiones. En ellas se encuentran divisiones hechas con tabiques de piedra y barro, destinadas sin duda para graneros, y debajo del piso de las más se hallan otras bóvedas cubiertas de piedras planas, sostenidas por paredes construidas también de las mismas piedras, en las cuales no se ven labores ni nada que indique el que las labrasen, hallándose, según se desgajan de las montañas, de granito. En casi todas estas casillas se encuentran osamentas, panochas, cabellos, trapos medio podridos, telas de las que usaban los antiguos indios, y pelos de algodón.

El aspecto de tantas osamentas, que casi parecen de un tiempo, corrobora la idea de la gran desolación de este imperio, que no parece lo causó tanto la espada del conquistador, pues pocas batallas decidieron de su suerte, como sus guerras intestinas, o la peste, o el rito de enterrar con las gentes principales a sus mujeres y otras personas allegadas. Todas estas casitas y poblaciones se sitúan en las ramblas y declives, entre monte y monte, según lo determinaron los Incas para economizar el terreno, dejando la tierra fértil para el beneficio de la agricultura. Sin duda que la disciplina de los   —175→   antiguos Incas era más eficaz para hacer industriosos a los indios, o fuese que estos se prestaban más bien a los nobles y útiles trabajos de la agricultura que a los ricos, pero penosos y tristes, de las minas.

Siguiendo desde Santa Inés por la quebrada de aquel sitio se encuentran varias montañas desnudas de toda vegetación, siendo las vicuñas y venados de aquel país los únicos que atraviesan y huellan estos montes, en los cuales hay canteras de asperón y otras rocas, aunque lo general es el granito.

Las montañas que siguen, aunque necesariamente más altas que las precedentes, se cubren en mucha parte de tierra vegetal, y sus faldas, aunque formando planos muy inclinados, se hallan llenas de brancales que construían los antiguos indios, y corren en algunos desde cerca de su vértice. Más laboriosos que su posteridad, sabían, lo que se alaba en los mas endurecidos colonos, aprovechar hasta las más ásperas montañas, aprovechándose del riego de arroyos que ya se secaron o del de las quebradas y regueras por donde se encamina el agua y lluvia que conducían a sus sembrados.

Por más de un pasaje de la Historia se trasluce que los indios eran obligados a trabajar en común, y que los Incas tenían castigos para los perezosos, guardándose en troje del común la cosecha del público, que distribuía después su príncipe. Debía haberse seguido por los españoles con aquella indolente nación una disciplina semejante. Los lentos, pero seguros y periódicos trabajos de la agricultura, los hubieran enriquecido más que las minas, y conservado una porción de habitantes que se arrancan de los fértiles valles para vivir en las desoladas cordilleras.

Cualquiera que en estos parajes observe con atención su forma particular y la de las montañas que forman la parte O de la Cordillera, no puede menos que concebir que toda aquella parte del Perú corre en especie de planos inclinados sentados en el monte, que desde el O se empinan cada vez mas al E a proporción que sube la base sobre que se   —176→   sitúan, llegando al fin a la Cordillera, cuya altura es la del ancho de la nieve. La cima se compone de valles aconchados con lagunas y desagües desde valles más altos a valles más bajos, hasta que se forman ríos que, rodeando la base de los cerros, siguen por entre los ángulos entrantes y salientes de los montes, unos en la dirección occidental del mar del Sur que sólo andan y recogen en las aguas de treinta leguas, y otros en la del Oriente van a encontrar el principio del soberbio Marañón, que corre más de mil leguas y recoge las aguas de inmensos países.

Antes de proseguir en nuestra narración, creemos propio referir aquí la importante observación barométrica que hizo en el Cerro de Paucarco el coronel don Antonio Pineda, al pie del mas alto picacho que se eleva en la nevada cumbre de la Cordillera, según se ha hallado entre sus apuntes. Dice así. «Salimos de Panacccha, y se subió con trabajo a la cumbre de este cerro, ayudados de los indios y acompañados del mayordomo de las minas que allí se trabajan, quien tuvo la urbanidad de hacer escalones en la nieve y de hacerme acompañar de los indios que, hasta a cuestas, querían llevarme, lo que nunca consentí, aunque sacaba fuerza de flaqueza. La respiración padecía, y los que me veían aseguraban que tenía mudado el color. Llegamos al fin a la base de un pico de más de sesenta varas de alto, a ojo de práctico del terreno. Se situó perpendicular el barómetro, y contando exactamente desde la línea de su nivel se mantuvo en 15 pulgadas y 3 líneas exactas. El termómetro de Reaumur señalaba 3 2/10; el viento era una brisa ligera del NE; la atmósfera se hallaba entoldada por diversas partes. Desde tan elevado paraje, a que ignoro se haya elevado observador alguno, pues sobre el Pichincha el azogue se mantenía a 15 pulgadas 11 líneas,18 era preciso descubrir un vasto horizonte y tener oportunidad de concebir la formación de la cima de las cordilleras. Desde él bajan sensiblemente los Alpes o Cordillera peruana al EO y hacia otros varios puntos del compás, siguiendo   —177→   empero con un poco de inferioridad en la dirección NE SO una linea de picos y cimas nevadas que se pierden o en el horizonte de la latitud de la Cordillera. Otro ramal de montes nevados en igual disposición se dirigía al E hacia los montes de Huancavelica, y hacia el punto de nuestra observación.»

Formando, en cuanto pueden expresar las palabras, una especie de cuadro de los objetos en el orden que se nos presentaban, luego se veía en primer término la gran sábana de nieve del cerro de nuestra posición; varios cerros rojos, cuyas faldas poco a poco tendidas formaban al SO valles aconchados; y en varias cavidades lagunas, y en varios aplanados terrenos, prados donde pastaban llamas y ganados caballares. De estas lagunas nace el Rímac (río de Lima) que, descendiendo de un valle aconchado a otro, toma su curso occidental y descarga, después de un curso de treinta leguas, en el mar del Sur. Desde este paraje parecía su dirección S 20º SO.

En segundo término se distinguían entre el E y NO en muy dilatado horizonte, los montes alomados de Tarma, de Pasco y la caja del valle de Jauja, y la quebrada de la Oroya por donde pasa el río que atraviesa dicho valle; y hacia Huancavelica el mencionado ramal de cordilleras y las tierras de Jauja se presentaban como lomas. Al S y SO los montes del plano de cordilleras en que estábamos impedían que nuestro horizonte se dilatara.

En el último término al NE continuaban los cerros del país de Tarma y ceja de montaña,19 y las dos ramas de cordillera se perdían entre las nubes en que moría un horizonte de más de sesenta leguas, siendo por esta parte donde el horizonte se extendía considerablemente cerca de cuadrante y medio del compás.

El examen que desde esta dominación se me proporcionaba, me hace concebir que la cordillera se compone de una   —178→   gran e informe cristalización de piedras, y está dividida en montañas y cerros en grandes pendientes hacia el O y E en cuya dirección corren sus crestas; pero, en las que preceden al centro de sus eslabones, la cima de la cordillera se compone de conchas y valles aconchados, cerros y farallones. Más pendiente por la parte al O los ríos que envía hacia esta parte tienen más rápido el curso, y al mismo tiempo más corto, excediendo rara vez de treinta a cuarenta leguas. Los que de ella salen, hacia las partes orientales, no parecen de tanta rapidez; sus planos inclinados son más tendidos; su curso es sumamente largo, por lo cual llevan más caudalosa corriente; y así el Marañón descarga sus aguas en el mar Atlántico por una boca de más de ... leguas.

Quien vea desde está elevación una lista de montes elevados con perpetua nieve que se funde continuamente, no dudará que uno de los poderosos medios, o el más poderoso, que tiene la naturaleza para la provisión de ríos y fuentes, es la congelación de nieve y escarcha, para fijarla en los chapiteles del globo, y dejar después que nuevos grados de calor la conviertan en estado líquido para recocerse en lagunas, salir por arroyos, formarse en ríos que, a proporción de estar cerca de la alta Cordillera, se precipitan con más rapidez, se encajonan entre altas montañas, se ensanchan en los valles, y por último en los nivelados llanos descargan sus aguas en el mar.

Los montes que se encuentran más inmediatos al mar, hasta catorce o quince leguas,20 son granitos; síguenlos, en la misma cordillera, otros de pórfido con fondo de pasta córnea y arcillosa que se desbarata; aquí hay canteras, y aun montes calcáreos y amoladeros, en abundancia, más abajo de la línea de la nieve, y ella debe considerarse en estas montañas como una línea de metales. La naturaleza los forma solo en elevaciones21. Si la Cordillera se transportara veríamos a las alturas, que designan 18 o 19 pulgadas de azogue, manifestarse las ricas vetas metálicas que   —179→   acompañan estos soberbios montes, y que estas grandes riquezas se cubren con una cobertera de nieve.

No podemos menos de recordar aquí que no sólo en los parajes menos elevados, sino en la misma región de la nieve, se hallan grandes farallones de guijarros rodados y capas muy inclinadas al horizonte, que no pudieron provenir sino de la mansión del mar; y que durante algún considerable periodo estuvieron allí sus límites. Según se observa por algunos prácticos del país la nieve se retira, y de cincuenta años a esta parte se nota que va apartándose de los sitios que antes cubría, aproximándose a las cimas.

En cuanto a las estaciones de la Cordillera en Huarochirí, empieza el invierno como en Lima; pero cuando en este llano hay garúas, allí hiela y se ven los arroyos con carámbanos, y los ingenios se paran por la misma causa. La primavera empieza en setiembre, y trae abundancia de lluvias, cuando en Lima hay calores; en el estío o verano siguen las nieves, y así mismo en el otoño hasta el mes de abril. En estas heladas no se hiela el vino, pero sí el agua hasta en las cocinas, por cuya causa no andan tampoco los molinos.

Para dar idea de la salubridad del aire en esta provincia, insertaremos aquí la experiencia que hizo el citado don Antonio Pineda en el sitio que llaman hacienda de San Carlos, hacienda de don Gregorio López. Puso en una balanza de ensayar un escrúpulo más dos granos en un plato y, hasta equilibrar, otro tanto de álcali mineral en el otro; lo colocó en una ventana expuesta al S frente a un cerro que la tapaba el horizonte, y a pesar de que no dejaba de haber humedad y que permaneció la balanza expuesta al aire desde las nueve de la noche hasta las seis de la mañana siguiente, no hubo la menor pérdida de equilibrio. En este paraje llega el barómetro, a lo sumo, a unas 18 pulgadas. El propio resultado dio otra experiencia hecha bajo las mismas circunstancias en el cerro de Charaguacara, estando la sal expuesta al aire desde las nueve y media de la noche hasta las seis de la mañana, poco más o menos.

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En este mismo cerro de Charaguacara hizo don Antonio Pineda una experiencia sobre la velocidad del sonido, que se halla entre sus apuntes, y la describe del modo siguiente: «Se tomó una cuerda con que mide sus operaciones el director del socavón de este cerro, tenía ochenta y tres y media varas castellanas y cinco trabes de dedos míos. Se escogió un plano nivelado N a S espacio más acomodado cerca de las casas de la población, y se extendió seis veces la cuerda, lo que hacía mil quinientos cuatro pies y tres palmos; y yo medí seiscientos sesenta y cuatro y medio pasos militares míos. Se puso un indio con una escopeta en un extremo, y yo y el mayordomo director del socavón en el otro; él para ver el humo y avisar, y yo junto a él observando el reloj de segundos de faltriquera mío, que es de confianza. Estando prevenidos todos los operarios de estar listos a una señal, tiré hasta cinco veces para asegurarme, porque las dos primeras no me satisfacían, y en todas se marcó un segundo exactamente, con lo que no nos quedó duda de la exactitud de la operación. El frío no era tan grande como el que habíamos experimentado otros días.»

Aunque estas experiencias discrepan notablemente de las hechas por Casini, Flamsted, Haley y la de los españoles y franceses en Quito, acercándose únicamente a la que halló Gasendo de 1473 pies por segundo. Diferimos tratar esta interesante materia con extensión para cuando insertemos nuestras propias experiencias hechas en el valle de Maipó en Chile, y que se encontrarán al fin de nuestro Viaje por aquel Reino.

Bajando desde el paraje que llaman el Portezuelo se empiezan a ver reales de minas o haciendas como las nombran allí, y unos grupos o montones de chozas con corrientes de agua, que mueven los molinos y limpian y lavan los metales de beneficio. La mina que examinamos, perteneciente a don Gregorio López, era de las más bajas de aquel paraje, y la parte de montaña stralosa, cuyas capas inclinadas al horizonte (como las más de aquel país con inclinación de 45 a 50) miran al NO. La veta principal que se trabaja es   —181→   de las más ricas de aquellos parajes, y cuenta ya más de siglo y medio de antigüedad. Su labor y el método de beneficio siguen los trámites mismos que quedaron detallados en el artículo de minas, y por lo tanto, evitamos aquí su repetición.

Todo el partido, como se deja entender, está cuajado de riquísimos minerales de plata, cuyo laboreo produce bastante utilidad; y cerca del pueblo de Yauli se halla el nuevo Potosí, famoso en otro tiempo por la abundancia de sus metales.

Los frutos que produce aquel terreno son semillas, ganado vacuno y ovejuno, que todo se consume en los reales de minas, y muchas legumbres y frutas que se llevan a Lima, cuando escasean en aquella capital por la variedad de las estaciones.

Este partido comprende 11 doctrinas y 39 pueblos habitados por 14.024 almas, entre las cuales se cuentan 25 clérigos, 220 españoles, 13.084 indios, y los demás esclavos, mestizos y pardos libres.

V

Partido de Canta

Al N NE de Lima y a cinco leguas de esta capital empieza el partido de Canta, cuya jurisdicción se entiende a veinticuatro leguas NS y treinta y cinco EO pobladas por 10.333 indios, 1.725 mestizos, 57 españoles y 20 clérigos, en todo 12.133 personas distribuidas en 9 doctrinas y 54 pueblos. Su terreno se compone de quebradas, por ocupar la primera faja de la Cordillera Real, por cuya razón es vario su temple y acomodado a la disposición de las tierras, en las   —182→   cuales se siembran y cultivan semillas, legumbres, frutas y papas en algunas laderas y llanitos, y en las vastas campiñas de Bombón se cría ganado vacuno y lanar y de cerda, cuyo valor asciende anualmente a 20.103 pesos. Hay también animales montaraces, como vicuñas y carneros de la tierra, diversos de los de Europa;22 y en este partido, como en otros varios de la Sierra, en que escasea la leña, usan de una especie de tepes que llaman champas, y hace un fuego desapacible y de mucho humo.

Trabajáronse en otro tiempo, algunas minas tan abundantes que daban hasta doscientos marcos de plata por cajón; pero se aguaron por haber cesado su labor.

En las quebradas, que son muy enfermizas, se notan dos castas de males, comunes también a otras provincias frías. Uno es el de verrugas, que suele ser enfermedad molesta y peligrosa, en no brotando a tiempo; y el otro el de unas llagas corrosivas, especialmente en la cara, de difícil curación, y que en algunos son mortales; se atribuye su origen a la picadura de un insecto que llaman uta.

Los ríos que riegan este partido son los de Carabaillo, Pasamayo y Pari. Este último, que es el más considerable, nace de la laguna Chinchaycocha, entre el partido de Tarma, y recibe aguas de varias lagunas considerables como las de Huaychao y Huaylarun, que tiene cinco leguas de largo y dos de ancho, la cual a corta distancia de su origen penetra en un cerro dejando formado un puente irregular de cien varas de ancho que lo cubre en tiempo de crecidas.

En Huamantanga, pueblo perteneciente a este partido, se venera la imagen de un Santo Cristo, a donde van a su fiesta la gente de Lima, y acude también mucha de los contornos, por Pentecostés. En Quive se ve una capilla pobre, donde vivió algunos años la gloriosa Santa Rosa.

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VI

Partido de Chancay

Al O de Canta, y siguiendo por la Costa, se halla el partido de Chancay que corre por ella de N a S la distancia de veintisiete leguas y tiene las mismas de ancho. Su temperamento es frío hacia la Cordillera, y caliente en los valles, hacia el mar. En el primero, que es el territorio de Checras, a la parte del E se cogen los frutos de Sierra como papas, ocas, algún trigo y maíz; y sus moradores fabrican jergas de lana de su ganado. El segundo produce maíz con tanta abundancia que se alimentan de él las muchas palomas torcaces que hay en aquellos parajes, y crecidas manadas de ganado de cerda, de que se abastece Lima anualmente con unas 220 cabezas, cuyo comercio produce a los hacendados cerca de trecientos mil pesos anuales, importando el valor de todos los frutos 464.504 pesos. Hay también haciendas de azúcar, trigo, frijoles y alfalfa; pero las que más prosperan son las de maíz que, beneficiadas con el huano de que hablamos anteriormente y que se cría en unas islitas próximas a la costa, vigoriza la planta y da en ocasiones hasta el doscientos por uno, consumiéndose por esta razón cerca de novecientas fanegas de aquel abono cada año. En el centro del partido, y en la misma costa, hay unas abundantes salinas de que se proveen las provincias comarcanas para el beneficio de los metales, y dándole a comer a los ganados les sirve como preservativo contra un insecto llamado alicuya, que les daña interiormente el hígado causándoles la muerte.

La villa de Chancay, capital de este partido y que le da nombre, se halla situada en 11º, 33', 47 segundos de latitud S según observación que en ella hizo don Antonio Ulloa, el año de 1740. Llamase también Arnedo, y fue fundada en 1563 en tiempo del Conde de Nieva con el destino de Universidad, cuya fundación no se verificó después. Su capacidad es de trescientas casas de adobes, y mucha ranchería; y el vecindario, que es crecido, contiene muchas familias españolas y de distinguida calidad. Además de la parroquia tiene un convento de franciscanos y un hospital, cuya administración esta a cargo de los vecinos. Sus campiñas son   —184→   muy fértiles y todas de riego por medio de muchas acequias del río Pasamayo, que corre a la parte S de la villa y como legua y media distante de ella.

Pertenece a este partido el ameno pueblo de Huaura, situado al N de Chancay y a unas catorce leguas de él. Tiene el título de villa, y se compone de una calle larga como de un cuarto de legua, y de cerca de doscientas casas. Además de la parroquial, tiene un convento de franciscanos, y un hospital, y por la parte N del pueblo hay una hacienda dilatada que se extiende más de una legua, y hace sumamente divertido este tránsito, porque cuanto alcanza la vista por la parte del oriente son cañaverales de azúcar, y por el occidente sementeras de trigo, maíz y demás granos que no solo ocupan las inmediaciones de la villa sino cuanto comprende el valle que es muy espacioso.

Al fin de la calle por el S hay un gran torreón con una puerta, y sobre ella una especie de reducto. Este torreón da entrada a un puente de piedra, bajo el cual corre el río, que llaman de Huaura, con bastante profundidad; y tan cercano a la población que toca los cimientos de ella, que son de piedra viva. La latitud de Huaura, determinada por una observación que en ella hizo don Antonio de Ulloa, es de 11 grados 3 minutos 36 segundos S. Su cielo es alegre y su temperamento muy sano y regular.

Comprende este partido, además de las dos villas mencionadas, 28 pueblos anexos y 9 doctrinas; tiene administrador de tabacos y compañía de resguardo, y cerca de la doctrina de Chiuchín hay fuentes medicinales de agua caliente. La población se compone de 13.945 almas, 969 españoles, 7.510 indios, 3.604 esclavos y los demás de castas.

VII

Partido de Santa

Siguiendo al N de Chancay se encuentra el partido de Santa, que tiene de ancho diez a doce leguas EO y cuarenta y ocho de largo NS terminando su jurisdicción en este rumbo de los dos ríos de Santa y Barranca, ambos caudalosos   —185→   y difíciles de vadear. El primero se extiende en el paraje que se vadea como cosa de un cuarto de legua, y forma cinco brazos principales, por los cuales corre todo el año con mucha rapidez. Pásase con chimbadores, nombre que dan a unos caballos muy altos y que están enseñados a resistir la violencia de la corriente, buscando y conociendo el vado para guiar por él las cargas y pasajeros. Sin embargo, cuando es invierno en la Sierra no puede pasarse en muchos días, o es preciso rodear seis u ocho leguas para pasarlo con las balsas de calabazos. Cuando nosotros lo pasamos, dice don Antonio de Ulloa, estaba bajo totalmente, y en la mayor menguante; y no obstante por tres experiencias que se hicieron en su orilla, convinieron todos en que el agua corría en una hora 4271 toesas, que hacen legua y media marítima; pero no hay duda que, cuando aumenta su caudal, corre con mayor velocidad. El río de Barranca es muy pedregoso, y por esta causa peligroso en todo tiempo. Está dividido en tres brazos, y se le vadea también con el auxilio de los chimbadores.

Este partido es de los más pobres del Reino, y su principal comercio consiste en la siembra de maíz y cebo de puercos que remite a Lima, y en la pesca del tollo y otros pescados que se crían en sus costas. Produce también azúcares, legumbres, ganado vacuno y ovejuno, ají, algodón llevando al partido de Huailas alguno de estos efectos donde los cambian por harinas, pañetes y otros artículos. Su población consiste en 3.334 almas: 10 clérigos, 279 españoles y 873 indios, siendo los demás de las castas inferiores, distribuidos todos en 7 doctrinas y 14 pueblos anexos.

El principal, que es la villa de Santa María de la Parrilla, comúnmente llamada Santa, se halla en 8º 57' 36" de latitud, concluida por don Antonio Ulloa, con observación de algunas estrellas. Fue esta villa en otro tiempo muy Poblada y se hallaba situada en la orilla del mar; pero, destruida por el pirata Eduardo David el año de 1685, se trasladó al lugar que hoy ocupa, a media legua del mar, a la orilla del río Santa, en donde fue maltratada por una inundación del río en 1761. Las casas son en su mayoría de paja, y todas dan a entender la pobreza de sus dueños. Está sujeto este pueblo a una plaga insufrible de mosquitos.

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Al tiempo que estábamos observando, dice don Antonio de Ulloa, se vio en el aire el lucido fenómeno de una grande exhalación encendida o globo de fuego, que corría por largo espacio al O y al llegar a la Marina causó un estrépito semejante a un cañonazo, con el cual terminó. En todo territorio de valles son muy comunes estas exhalaciones, de modo que se perciben a cada rato de la noche, habiendo algunas de mucha duración y de bastante magnitud y claridad.

A dos leguas del río Barranca y una del mar, se halla sobre un pequeño cerro una fortaleza pequeña, de figura cuadrilonga, con tres recintos de muralla de tapia, dominando a las anteriores que siguen de trescientas varas en su mayor lado y de doscientos en el menor, con varias viviendas dentro del recinto y unos baluartes encerrados en figura romboide, colocados a treinta varas de cada ángulo del recinto exterior, que flanquean las cortinas. Esta fortaleza pertenece al tiempo del Gran Chimu, Cacique o Régulo, que dominó aquellos valles, y que hizo frente a los Incas. Y sobre un cerro escarpado, hacia el mar, se cuentan hasta tres semicirculares por la parte de tierra, que dicen eran las cárceles del Chimu, desde donde hacía despeñar al mar a los delincuentes. Ambos edificios están muy maltratados. Hállanse también dos cerros de piedra imán. Todas las demás poblaciones son pequeñas y miserables, correspondientes a la pobreza del partido, y se hallan situadas por la mayor parte en el camino real de la costa que atraviesa la provincia desde Trujillo para Lima.



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ArribaAbajoDescripción de la Intendencia de Tarma

Volviendo al SE del partido de Santa se entra ya en territorio de la Intendencia de Tarma, cuya jurisdicción se extiende en trescientas sesenta y dos leguas de longitud y doscientas catorce de latitud, comprendiendo 1 ciudad, 2 villas, 203 pueblos y 79 doctrinas, habitados por 201.259 almas: 229 clérigos, 127 religiosos, 15 beatas, 15.939 españoles, 105.187 indios, 78.682 mestizos, 844 pardos libres y 236 esclavos, divididos en 8 partidos, por este orden:

Tarma Jauja Huánuco
Pantanavas Huamalíes Conchucos
Huailas Cajatambo

I

Partido de Tarma

El partido de Tarma, de que ya ha tomado su denominación toda la Intendencia, por hallarse en él su capital, tiene de largo treinta y seis leguas NS y cuarenta de E a O. En esta extensión se incluyen varias quebradas de un temperamento benigno, y serranías sumamente frías. No obstante no se padece otra enfermedad que la del tabardillo, que proviene ordinariamente del excesivo consumo de licores que, por un errado principio, beben para precaverse del frío.

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Riegan este vasto territorio varios ríos caudalosos, cuya noticia no debe omitirse. Tales son el Pari, que procede de la laguna de Chinchaicocha, de nueve leguas de largo y dos de ancho, el cual pasa por el partido de Canta, se interna por el de Jauja y sigue, por los de Angaraes y Huanta, a unirse con el de Apurimac. El de Rancas, que nace de la laguna Alcacocha, de una legua de largo y media de ancho, en la Pampa de Pucumán, y corre por las de Bombón hasta unirse en Canta con el antecedente. El de Chiapuranga, que baja por los altos de Chinche engrosado con las vertientes de la Cordillera Real a la quebrada de su nombre; allí recibe las aguas de varios arroyos y del río de Colbas, las que tributa últimamente al célebre río de Huánuco. El Huariaca, que se forma en los altos de Tullaranca y Sullumarca, y se junta con el anterior en el asiento de Ambo. El de Lauricocha, que nace de la laguna así llamada sita al S de este distrito, corre al N por Huamalíes, y va a dar al centro de la montaña, en donde ya es denominado Marañón por el padre Triti y Mr. de la Condamine. El Chanchamayo, que desciende de los altos de la Oroya, se engruesa después con varios arroyos, y entrando en la montaña se extiende y forma un profundo cauce en la confluencia de los ríos Octabamba y Marancocha.

Su población consta de 13 doctrinas, 1 villa y 45 pueblos anexos, habitados por 34.491 almas: 32 clérigos, 1.681 españoles, 18.821 indios, y los restantes de las castas de mestizos libres y pardos.

La villa de Tarma, situada en 12º 33' 49'' de latitud, es doctrina encargada a los religiosos de Santo Domingo, y yace en una quebrada donde goza de un temperamento bastante suave y delicioso, a pesar de que carece casi absolutamente de ventilación a causa de tres cerros que la rodean formando un ángulo obtuso, sin más desahogo que por el lado de la quebradita que llaman de Acobamba y por la del camino de los Reyes. Comprende en su recinto 5.538 almas: 2 clérigos, 361 españoles, 1.878 indios y el resto de mestizos, pardos y negros, y reside en ella el Intendente. Tiene administración de rentas unidas, de correos y un ayuntamiento   —189→   civil, compuesto de asesor, dos alcaldes y los regidores competentes. No tiene esta villa otra iglesia que la parroquial; pero sí un camposanto fuera de ella al rumbo del O NO y a distancia de dos tiros de fusil, con una decente capilla donde se sepultan los cadáveres de los sacerdotes y jueces, y en el atrio lo demás del vecindario. Antiguamente se padecían en esta villa, en tiempos determinados, de unas fiebres epidémicas que con facilidad degeneraban en dolor de costado, las más veces mortales. Los habitantes de esta comarca atribuían al clima esta influencia maligna, y en algunas partes estaba tan arraigada esta preocupación que solían llamar a Tarma el país de las tercianas; pero habiendo dispuesto, en el año 1789, el Intendente don Juan María de Gálvez la fábrica del referido camposanto, cesaron con esto, desde el año de 90, las tercianas y las fiebres pestilentes. Éste es un nuevo ejemplo de lo perjudicial que es el abuso de enterrar en las iglesias dentro de poblado, y manifiesta la sabiduría con que han procedido nuestros augustos soberanos en las repetidas cédulas que han expedido para la construcción de cementerios, en despoblado, para todos los pueblos de la Península.

El terreno de su jurisdicción produce distintos frutos, como maíz, trigo, cebada y algunas otras semillas en las quebradas y laderas, y en los altos o sierras ocas abundantes, que forman un ramo grueso de comercio con las minas de Pasco y Yauyos. Lindando al E con las montañas de infieles, disfruta de las producciones propias de aquel clima, extrayendo muchas maderas, abundante copia de frutas exquisitas, y cascarilla de calidad excelente, que es de mucho precio y consumo en este Reino y en España.

Una de sus más esenciales producciones, que tiene grande consumo en los mismos términos del partido y en Lima, es la abundancia del ganado lanar y vacuno que se cría en muchas estancias, y dan crecidos productos; pues del primero se conducen anualmente a Lima cuarenta cabezas, fuera de las chalonas a que se reducen las carnes de las madres, teniendo además la ventaja de aprovecharse de las lanas para la manufactura y tejido de ropa de la tierra que se fabrica en aquel partido. El segundo se emplea solamente en su distrito para la labranza de las tierras.

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La rica villa de Pasco, situada en una puna muy rígida, no produce en todo su distrito, por su demasiada intemperie, ni granos ni semillas, y solo tiene proporción para la cría de algún ganado; mas esta escasez de mantenimientos ha sido recompensada por la naturaleza con la grande copia de sus ricos minerales. Así, no obstante la aspereza del clima, es una de las más recomendables poblaciones del reino, tanto por su crecido vecindario, como por el mucho dinero que circula y hace todo el fondo de su comercio. Éste presenta en dicha villa el espectáculo más agradable a la contemplación de los curiosos, pues se ve llegar a los vecinos

de Jauja a expender sus harinas, a los de Conchucos que vienen con el mismo destino y con el de dar salida a la ropa que labran en su país, no obstante que también los de Huamalíes conducen los suyos; a los de Huaylas, cuya importación principal se compone de azúcar; a los de Huánueo, que conducen la coca, chancaca, mieles, granos y frutas; y a los de Cajatambo y Chancay, que transportan el ingrediente tan necesario de la sal. A esto se agrega el comercio diario de dos mil mulas, empleadas en la conducción de metales, cuyo trabajo se paga siempre en dinero descontado, reportando sus dueños de esta suerte ganancia ventajosa, siendo el alma de todas estas negociaciones la prosperidad de la mina que se halla a dos leguas de Pasco, y es en el día la más apreciable de todo el reino; por cuya razón nos detendremos algún tanto en su historia y descripción.

El descubrimiento de este rico mineral de Pasco, que propiamente se llama cerro de San Esteban de Lauricocha, se puede fijar próximamente por los años de 1630, y se debe a la casualidad.

Un indio llamado Huari-Capacha, apacentando su rebaño por aquellos collados, se vio precisado para pasar la noche a abrigarse al respaldo de uno de ellos; encendió una gran hoguera, y quedó sorprendido al amanecer cuando vio entre las cenizas unos granos de plata fundida. Contra la costumbre de los de su nación, participó esta novedad a don Juan José Ugarte, hacendado en la quebrada de Huariaca, quien paso a reconocer el cerro, y en el mismo paraje en que   —191→   el fuego había derretido los metales abrió diversas bocas-minas, y las fue explotando con la mayor facilidad y abundancia. La fama de la mina atrajo muchos españoles, y se erigió un pueblo.

En aquellos tiempos había en la provincia de Conchucos una caja real para la dirección de unas ricas minas de plata; pero habiéndose arruinado éstas por los años de 1568 a 60 se transfirió a Huánuco la real caja, y de allá a la villa de Pasco. que dista dos leguas del cerro Lauricocha, el año de 1699: y en el de 1785 quedó suprimida la que había en Atunjauja, y se agregó a la caja real de Pasco que existe en el día con su contador, tesorero y los oficiales correspondientes.

No se saben los primeros progresos de la mina, y solo sí que este mineral sufrió la misma calamidad que suele ser común a casi todos, aguándose la mayor parte de las minas y quedando éstas inservibles.

Don Martín de Retuerto, dueño de la mina llamada particularmente de Lauricocha, dio un socavón (y fue el primero que hubo en el mineral) dirigido al sitio de su posesión. Sus consecuencias fueron felices al principio; pero muy luego dejaron de serlo, porque la inundación imposibilitó casi del todo el trabajo, padeciendo igual fatalidad otros mineros que emprendieron después la misma tentativa.

El cónsul don José de María y Ascas dirigió otro socavón al mismo pasaje, en el año de 1758, y lo concluyó en 1760, consiguiendo plenamente su intento. Sólo esta mina rendía anualmente de sesenta a ochenta mil marcos; pero, habiendo muerto este benemérito minero, se desplomó y aguó otra vez aquella mina y sus adyacentes.

En el día el marqués de la Real Confianza y otros agregados están dando un nuevo socavón, y a costa de grandes gastos y de una confianza inalterable miran ya pronta la época de ver realizadas sus esperanzas.

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Los metales de estas minas son unos mitos azulados y cenicientos, de fácil saca y de facilísima molienda. Su ley es de ochenta a cien marcos, y esta riqueza les es como exclusiva.

Este cerro mineral se compone de los tajos de Santa Rosa y Lauricocha, del de Yanacancha, Caya, Chaupimarca y Pariajilca. El tercero, aunque de metales ricos, no está muy trabajado, por haber dado en agua desde sus principios. Se intentó desaguarlo por medio de un socavón, y lo mismo se pensó hacer con el Caya; pero la desunión de los interesados ha hecho suspender varias empresas.

Los metales de este cerro, en general, son pocos, y regularmente de color amarillento con pintas rojizas, dóciles a la barreta, a la molienda y al beneficio. Su ley constante, es de seis a doce marcos por cajón. El mineral es una capa o banco vulgarmente llamado manto real, por el cual cruzan vetas como una parrilla. Los cerros metalíferos acompañan a la Cordillera Nevada a distancia de legua y media, y en lo alto del terreno metálico hay una laguna que, con otras varias formadas por la confluencia de las aguas llovedizas, son las que proporcionan la molienda.

En el año de 1789 se extrajeron de quince a dieciséis cajones de este metal, y se fundieron muy cerca de ciento veintidós marcos; pero en el año de 1793 se han fundido, en la real caja de Pasco, 1325 barras de este mineral de Lauricocha con 234.942 marcos 5 onzas, cuyo valor asciende a 2.016.703 pesos 3/8, y dejaron a S. M. por ambos derechos de cobros diezmos, 231.283 pesos 6 reales 1/2.

En todo lo restante del partido se hallan minas de carbón, de cobre, algunas de plata, y en el cerro de Yanaurco muchos indicios de azogue, según el prolijo examen que hicieron de este paraje los inteligentes don José Coquete y don Santiago de Urquizo, en el año de 1785. Este punto merece toda la atención del gobierno, y principalmente el aprovechamiento del azogue.

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Las demás doctrinas y pueblos del partido no merecen particular atención. Todos ellos están situados por la mayor parte en las cimas o faldas de los cerros, sin el menor orden, y con unos ranchos mal formados.

II

Partido de Jauja

Al S de Tarma sigue el partido de Jauja, que tiene treinta y cinco leguas de N a S y veinticinco de ancho. El terreno de que se compone es una quebrada o valle, de temperamento agradable y suave, aunque se experimenta bastante frío en los altos de uno y otro lado, siendo célebre este partido por la feracidad de sus tierras, en las cuales se coge mucha cebada y trigo, con que se engorda cantidad de ganado de cerda, del que conducen anualmente a Lima dos mil cabezas, juntamente con gran porción de manteca, huevos, jamones y tocinos.

En los parajes fríos hay varias estancias de ganado de Castilla, y del cual remiten a los reales de minas de Yauli y Pasco; y de las lanas fabrican también ropa de la tierra. Críanse igualmente papas, coca, plátanos, piñas y otras frutas; y aunque no faltan algunas minas no se trabajan en el día. El valor de todos los frutos reunidos asciende a 137.643 pesos.

Este valle ofrece hartas pruebas en abono de la opinion de que los malos y dilatados caminos del Perú, los costos de la conducción y sus demoras, así como impiden la circulación interior de aquel Reino son también obstáculos para que prospere la agricultura. La facilidad que tiene el valle de Jauja para expender sus harinas, semillas y demás frutos en los minerales referidos, mantiene en él un continuo y vasto tráfico que lo ha elevado a un estado más floreciente que el que prometían su situación y cortos límites. Así su población es una de las más numerosas, contando 52.286 almas entre españoles, indios y mestizos, repartidos   —194→   en 14 doctrinas, 1 villa y 16 puebles anexos, de los cuales es capital la villa de Atun jauja, con el nombre de Santa Fe, diez leguas distante de Tarma y treinta y siete de Lima. También parece que esta provincia fue una de las más pobladas en el tiempo de los Incas, según lo dan a entender las muchas y grandes ruinas de poblaciones y castillos que se encuentran por todas partes.

Riegan a este partido las aguas del Pari, que sale de la laguna de Chinchaicocha en Tarma, y las recibe del Marancocha procedentes de las altas punas que se hallan al S de su distrito. Mas como parte de su terreno se halla en una gran elevación, sólo con la lluvia se riega su amenísimo valle, y a veces falta el agua para su riego y aún la necesaria para la bebida de los habitantes. A una legua del pueblo de Jauja hay un puente de piedra y un arco.

Tiene esta provincia, en el pueblo de Jauja, un colegio de misioneros apostólicos franciscanos, con el título de Santa Rosa de Ocopa, fundado el año de 1725 para hospicio de misioneros, y que en los años de 1757 y 58 se erigió en colegio de Propaganda Fide, por bula del Señor Clemente XIII y cédula del Señor Fernando VI. Los misioneros de este colegio tienen cuatro hospicios en el Arzobispado de Lima, esto es, en Lima, Huaylas, Huamua y Vitoc, en donde se hallan distribuidos parte de los religiosos, y en los pueblos de la conversión que de ellos dependen.

Los indios de la montaña se sublevaron el año de 1742 y amenazaron hostilizar en los años siguientes, como en efecto lo hicieron, a Tarma y otras provincias. Del estado de las misiones, y de los heroicos esfuerzos de aquellos obreros del Evangelio, daremos una razón puntual al fin de este capítulo.

III

Partido de Huánuco

El partido de Huánuco que corresponde a la parte NE de Lima, tiene muy poca extensión y corto número de   —195→   poblaciones. Su capital, la ciudad de León de Huánuco, se halla situada a 9º 55" de latitud, y fue una de las más antiguas y principales ciudades que hubo en aquellos reinos donde se establecieron algunos de los primeros conquistadores que fueron al Perú, mereciendo después el título de muy noble y muy leal por la fidelidad de sus habitantes en las turbulencias suscitadas entre Pizarro y Almagro. Fundose, por primera vez, en un paraje llamado hoy Huánuco el viejo, en la provincia de Huamalíes; pero se trasladó, a poco tiempo, al lugar que ocupa en el día. La ciudad era bella, su fábrica magnífica, y se contaban antiguamente más de treinta pueblos de indios en los contornos de la ciudad, a cuyo solo distrito se extendía entonces su jurisdicción, perteneciendo lo demás del terreno que hoy posee a las provincias de Tarma y Huamalíes; pero habiéndose disminuido sensiblemente el número de habitantes, se le agregaron en 1692 otros varios pueblos que, hasta el presente, le han quedado anexos.

Hállase en el día esta ciudad reducida, poco más o menos, a los pueblos de los indios, conservando sólo como memoria de su opulencia las casas principales que dan a conocer bastantemente el esplendor de sus antiguos moradores. A pesar de esto se va recobrando al presente, porque habiéndose descubierto la cascarilla en la montaña y extendido el plantío de los cocales, las utilidades que les ofrece este comercio, así como el de sus mieles y azúcares (aunque de mala calidad) y el de café y resina de bastante aprecio, tienen ya sus vecinos mayores recursos, los cuales irán en aumento con los progresos sucesivos de la agricultura y la industria.

Todo el terreno de la provincia es como un valle que comienza en Tarma y acaba en la montaña, y bajo un temperamento sumamente suave, benigno y saludable; produce frutos y semillas, algún ají y algodón, y se cría algún ganado mayor, el que basta para el consumo y necesidades de aquellos moradores. Como, por la falta de pastos, no se crían ganados de Castilla, tienen que abastecerse de las carnes que van a Huamalíes y Tarma.

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Hay en este partido un asiento real de minas, con el nombre de Huánuco, que cuenta seis minas de plata en corriente, siete de oro, y muchas catas abiertas, de las cuales esperan los interesados el experimento por mayor para continuar su trabajo. Las primeras producen al año trescientos marcos de plata; pero las de oro, aunque se hallan también corrientes, no se conocen todavía sus productos, por no estar concluidos los ingenios propios para el beneficio de este metal.

Se computa en 80.000 pesos el producto que ingresa en todo el partido de la exportación de sus efectos; pero habiendo entablado últimamente la negociación de aguardientes de Ica, Pisco y Nasca, con motivo de la prohibición del de caña, se aumentará el numerario y crecerán las ganancias a medida de la mayor o menor concurrencia.

Riegan este partido los dos ríos de Pilcomayo y Visacaca, que vienen el primero de Tarma y el segundo de Huamalíes, y uniéndose a corta distancia de Huánuco se aumenta después con mayor caudal recogido de varias vertientes que le tributan sus aguas a seis leguas de dicha ciudad, desde donde empieza a ser navegable sirviendo de puerto el pueblo de Pano (donde empieza la montaña por esta parte) para las canoas que bajan de la provincia de los Lamas, una vez cada año, a vender sus efectos de algodón, monos, loros y otros animales. Los lamistas, desde que llegan a Panao, forman sus carguitas poniéndolas en una red, la cual sacan a lomo, porque desde el mencionado puerto no pueden ya subir las canoas a causa de que se despeña el agua de unas diez varas formando una cascada oscura.

Estos lamistas son muy amantes de los perros, y es cosa de diversión ver las calles de Huánuco llenas de gente, desde que aquéllos llegan, escondiendo sus perros para que no se los roben, como acostumbran hacerlo, especialmente si son grandes, de presa o de aguas.

La población consta de 16.826 almas, entre las cuales hay 9 clérigos, 30 religiosos, 15 beatas, 600 españoles, 7.598   —197→   indios y los restantes de las castas de mestizos y esclavos, distribuidos en 4 doctrinas y 17 pueblos anexos de la ciudad capital. Ésta tiene cuatro conventos que son: de San Francisco, Santo Domingo, San Agustín y Nuestra Señora de la Merced, y un beaterio que lleva el título de Nuestra Señora de Guadalupe.

IV

Partido de Pantanavas

En la montaña frontera de este país se halla el partido de Pantanavas, del que sólo podemos dar noticias muy imperfectas. Su extensión es de treinta leguas de largo por diecisiete de ancho, y sólo contiene 10 pueblos; de los cuales 5 pertenecen a la doctrina de Santa María del Valle, y los restantes a las misiones de Ocopa. Los riega el río de Huánuco y el Pachitea, el Ucayali, el de Pozuzo y el Mairo. El primero y el segundo se navegan en urcas bergantinas, y chatas; y el último es la célebre y segura puerta para la pampa del Sacramento, misiones de Manao y demás fertilísimas montañas que encierran mies muy abundante para el celo infatigable de nuestras misiones, y grandes maravillas y riqueza en los reinos mineral, animal y vegetal que pueden engrandecer más el estado.

V

Partido de Huamalíes

El partido de Huamalíes que empieza a unas ochenta leguas al NE de Lima y se extiende de N a S ochenta y dos leguas y treinta de E a O, se halla situada en el centro de la Cordillera, formando un valle por cuyo centro corre el río que allí llaman el Marañón. De las cordilleras de Ayrás a Imasayas descienden también algunas vertientes que riegan a este partido, igualmente que las aguas del río Niepe el cual, engrosado con varios riachuelos, entra también en el Marañón y contribuye a aumentar el caudal de sus aguas.

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Su temperamento al S es frío, y benigno en el resto del partido; y aún hacia la parte N hay algunas estancias de tan intenso calor todo el año que se atribuye a esta causa el que sus moradores sean de color muy distinto a los demás de la provincia; por cuya razón les dan el nombre de zambos. Todo su distrito es sumamente pobre y miserable, aunque se crían en él algunas frutas y semillas, se coge coca y cascarilla, y se cría bastante ganado, de cuyas lanas hacen mucha ropa de la tierra, no habiendo pueblo que no tenga sus telares para aquella manufactura, la cual forma el ramo principal de su comercio, y es también el único que les proporciona algún tráfico; pues no corriendo el dinero arriba de veinte mil pesos, cubren con aquél todas sus deudas. Compútase el valor de todos sus frutos en 53.420 pesos.

Descubriéronse en este partido, en el año de 1779, unos ricos minerales de plata; pero habiéndoles faltado los avíos y demás auxilios necesarios, han quedado hasta ahora suspensas sus labores. No obstante se extraen de sus cerros algunos metales, que dan al año uña cantidad regular de marcos. También se encontró, en años pasados, una rica mina de azogue sita en el cerro de Chonta, pero tampoco se ha beneficiado por falta de medios, aunque los ensayos por menor y mayor han mostrado las muchas ventajas que podrían sacarse de ellas.

Su población se compone de 14.234 almas: 18 clérigos, 593 españoles, 8.957 indios y los restantes mestizos y esclavos repartidos en 8 doctrinas, y 30 pueblos anexos, de los cuales es la capital el asiento real de Huallanca, que era antes una estancia reducida de vaquería dependiente de otra que se halla en el sitio nombrado Huánuco el Viejo. De estos pueblos, los de Chavín, Pariarca, Monzón y Chapacra, servían anteriormente de capitales de 20 pueblos edificados por los misioneros jesuitas; pero, arruinados después por la irrupción de los bárbaros, sólo subsiste el segundo, con muy pocas familias pobres, y el primero que se halla favorecido por su situación.

En el año de 1785 el español don Juan Bezares, honrado comerciante de la ciudad de Lima, que se hallaba   —199→   pronto para volver a su patria con el capital de treinta mil pesos adquiridos en el tráfico, informado por otro español, que había vivido muchos años entre los indios de los Andes, vecinos de este partido, que a orillas del río Huallaga tenía congregados ya algunos indios, con otras noticias relativas a la utilidad de formar allí establecimiento o renovar allí los antiguos que se habían perdido, penetró por Huamalíes y llegó a aquella reducida congregación, que se llama Chiclopaya, donde después de hacer varios beneficios a sus moradores, construyó una capilla, y les dejó un virtuoso religioso asalariado por él con seiscientos pesos anuales. Enamorado Bezares de la feracidad del suelo, y conociendo que podría abrirse un camino anchuroso y cómodo desde el pueblo de Tantamayo hasta el de Chinchima (parte la más áspera de la frontera) construir chácaras, introducir ganados, reponer algunos pueblos de los destruidos, y continuar la ruta en esta disposición por las márgenes del río Monzón, hizo el nuevo Chiclopaya o embarcadero en que se proporciona la navegación del río Huallaga, con el cual podría cualquiera hacer el comercio de Lamas, Mainas y Quijos, tanto aguas arriba como de la parte de abajo; presentó su proyecto y mapa al Virrey, quien le despachó título de Justicia Mayor de Chacin de Patiarca y su distrito, sujeto a ciertas ordenanzas.

Posesionado de su empleo, dio desde luego principio, a mediados del año de 89, a la apertura del camino, empezando por el pueblo viejo de Urpis, rompiendo cerros, talando montes, etc. hasta el puente de Chichimas, que está junto al río Monzón, concluyendo así en diez meses un camino de once leguas de largo, bastante ancho y capaz de viajarse por él sin el menor riesgo. Construyó tres puentes sobre los ríos Santa Rosa, Tanamayo y el arroyo Jiocartambo, y desaguó la laguna de Negro-concha, que era un grande obstáculo para el tránsito, porque fundados los indios en la antigua y supersticiosa creencia de que de tres que pasasen se ahogaba el uno, no quería aventurarse ninguno a ser el que sufriese el estrago. Hizo un rancho, introdujo unos ganados, y concluido este camino de la frontera se decidió a romper   —200→   otro desde Chavin a Jicán, y teniendo ya ganada más de una legua pasó a dar cuenta al Virrey de sus operaciones.

Por ellas se ha descubierto dilatados espacios que, ha más de dos siglos, se hallaban abandonados, y que encierran en su seno frutos preciosos, análogos al clima feliz que los fertiliza. Se encuentran en él montes dilatados de la chinchona o árbol de la quina; hay muchos cocales, aunque de calidad inferior al de Huánuco; se extrae mucha cascarilla de bastante estimación, algodón, resinas y varias yerbas medicinales; y últimamente se han logrado sementeras de tabaco y de cacao de tres especies, con respecto a los diferentes sitios de su siembra.

Entre las producciones de Historia Natural que se han descubierto hasta ahora, la más singular es el fruto de un gusano, que los indios llaman sustillo, y es un papel fabricado por el gusano, muy parecido al artificial de la China y desconocido de los naturalistas. A este gusano lo persiguen los indios como el bocado más regalado. Críase esta oruga en el pacae, árbol conocido en el Perú y que, en la Flora peruana, llaman mimosa inga. Según es su robustez y su pompa, así es la cantidad de estos insectos que nutren, y que son del género y tamaño del gusano de la seda. Cuando han llegado a saturación se juntan por la parte del árbol que más se proporciona a la extensión que han de tomar, y allí tejen con la mayor simetría y orden una tela más o menos grande, según la cantidad de operarios, y más o menos suave, según la calidad de la hoja de que se han alimentado. Concluida bien esta cubierta, a la que dan textura, consistencia y lustre que nunca cede su descomposición a la mayor diligencia, se van juntando todos y colocándose en hileras verticales y unidas, formando en el centro un cuadro perfecto. Así colocados forma cada uno su capullo de una seda basta y cortada, en la que hace su transformación de oruga en crisálida, y de ésta en mariposa. Conforme van éstas saliendo después, van desplegando su cubierta por donde les acomoda, quedándose por alguna parte asidas al tronco, tremolándose como una banderola, y tomando más o menos blanco, según el aire y la humedad que les permite   —201→   la situación. Don Antonio Pineda adquirió una pieza de éstas de vara y media y de figura elíptica, que es la propia en todos.

Hállanse también en este partido varios monumentos de la antigüedad, que dan muestras de ser obras verdaderamente grandes. En las inmediaciones del pueblo de Baños se ven todavía los vestigios de un camino de piedra hecho a mano, cuya dirección es desde Cajamarca, y servía para los Incas; y, según la tradición, parece que llegaba hasta Quito. En Huánuco el viejo, en la estancia que hoy es del marqués de Corpa, se halla también un hospicio de los Incas, en su tránsito para Cajamarca. La fábrica de este palacio, que se formó de grandes piedras labradas con cuanta perfección cabe en el arte, se componía de grandes salones, de los cuales hay dos que pasan de treinta varas y de seis a seis y media de ancho, cuyas puertas son más angostas por la parte de arriba que por la de abajo, y se ignora de qué fuese el techo, porque sólo existen las paredes. Hay además seis u ocho viviendas y un baño excelente de piedra, como de una vara de fondo y cuatro de diámetro; su castillo construido también es de piedra labrada, y de mayor mole que los demás; tiene de altura cinco o seis varas; es de figura cuadrada compuesto de cuatro lienzos con relieves muy sencillos; y cada lienzo consta como de unos treinta pasos. La escalera del castillo es de una proporción tan agradable, que parece hecha con el mayor arte. La área de todo el palacio tendrá como unas ciento cincuenta varas de largo y setenta y cinco de ancho, y la población denota haber sido como de dos mil familias.

VI

Partido de Conchucos

El partido de Conchucos, que linda con el anterior, principia a cuarenta leguas de Lima hacia la parte del NE y tiene de largo sesenta leguas NS por treinta de ancho. Su figura es muy irregular, y el temperamento tan vario como   —202→   sus terrenos, siendo frío en todo lo que es cordillera, templado en lo demás, y en algunos caliente con exceso; pero es muy ameno y fértil, abundante en frutas, legumbres y granos, como también en trigo, maíz, cebada y otros artículos, entre los cuales es muy estimado el trigo, que se vende en Pasco y en otros parajes a un precio muy ventajoso por su superior calidad.

En las laderas y parajes de temperamento menos rígido, se crían también porciones crecidas de ganado mayor y menor, de cuyas lanas fabrican los naturales pañetes y demás ropa de la tierra, en el cuantioso número de telares que hay por toda la jurisdicción, teniendo estas manufacturas una grande reputación sobre las demás de otros distritos en las minas y parajes de la costa a donde se llevan.

Hay en este partido algunas minas de plata que se trabajan en el día, y que fueron muy ricas en otros tiempos. Se hallan también algunos lavaderos de oro fino, y en el curato de Llancellin hay minas de azufre y de salitre que no se benefician; igualmente que una de azogue, de ley muy subida, que se halla en el pueblo de Atunconchucos, y por falta de caudales ha quedado intacta, a pesar de que de una libra de mineral se han extraído, en un ensayo, dos onzas de metal.

Últimamente, confinado por el E con la montaña de Monzón y Chicoplaya, logra asimismo este partido de los frutos que en ella se cogen, ascendiendo el valor anual de estos diversos ramos, junto al de los marcos de plata que se extraen de las minas, a 73.476 pesos 6 reales.

Su fértil terreno es regado por las aguas de cinco ríos abundantes. El primero, conocido con el nombre de Conchucos o del Callejón, nace en la cordillera de Cajacara, y engrosado, después con muchos raudales se hace tan caudaloso que son necesarios para transitarlo seis puentes en diversos lugares. Finalmente, dirigiéndose para Pataz, corre, muy caudaloso, a las ocho leguas de Chavin, ocupando un grande y dilatado cauce. Cerca de sus orillas se ven las ruinas de un castillo construido por los antiguos indios, que   —203→   ofrece la particularidad de que su fábrica se extiende por debajo del río hasta la banda opuesta. Las piedras de que se compone están labradas y son de una grande longitud, pues sólo una de ellas, sacada de aquellos escombros, tiene ocho varas castellanas, y hoy sirve en el río de cómodo y seguro puente.

El segundo es el Marañón que, saliendo de Huamalíes gira por el asiento de Rapayán (célebre en otro tiempo por sus riquezas) hasta el valle de Abancay de las montañas de este partido, por donde entra en la jurisdicción de Pataz.

El tercero es el Chacral, que naciendo de la cordillera de Vicopacha, y corriendo por la vasta y desierta quebrada de Ocaybamba y por un acueducto de más de dos leguas, ideado y concluido en estos tiempos por el subdelegado don José Cáceda, tributa sus aguas al pueblo de Santo Domingo de Huari, capital de aquel distrito, corrigiéndose de esta manera la suma escasez que desde la antigüedad padecía la referida doctrina.

El cuarto y quinto son los de Chuquicara y Tablacacha, que bajando de varios ramos de la Cordillera real pasan por los términos de la doctrina de Tauca, adonde acuden los naturales del país y otros de la comarca, desde el mes de Mayo hasta el de Agosto en que bajan las aguas a recoger sus arenas, de las que sacan el oro riquísimo de que hemos hablado de 23 quilates.

Su población consta de 25.308 almas, entre ellas 1.384 españoles, 9.899 indios, y los restantes de las demás castas, distribuidos en 15 doctrinas y 29 pueblos anexos. En uno de ellos, de jurisdicción del curato de Llamellin, se halla la célebre piedra llamada catachi que se forma en un barranco, en el que descendiendo las aguas de un manantial se condensa y petrifica en figura de columnas blancas como cirios de cera. Según don Cosme Bueno sirve esta piedra para flujos de sangre, y aún añade que aseguran que, mezclada en polvo con claras de huevo, acelera la consolidación de las fracturas de los huesos.

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VII

Partido de Huaylas

El partido de Huaylas, uno de los más amenos y feraces y poblados del Perú, ocupa como el antecedente el centro de la serranía, extendiéndose en longitud cuarenta y cinco leguas de NS y veintitrés en latitud. Riéganle algunos riachuelos que forman juntos un río considerable, el cual corriendo de S a N y recibiendo hacia el fin de la provincia algunas lagunas de la de Conchucos, vuelve al O y entra en el mar con el nombre de río Santa.

Su temperamento es benigno a lo largo del centro de la provincia, pero frío a uno y otro lado, particularmente al E por donde corre la Cordillera.

Esta misma variedad de temperaniento lo hay también en las producciones del país, y como efecto de ella se nota la particularidad de que en todo el año hay cosechas de trigo segándose en unos parajes de la provincia cuando en otros se está sembrando. Lo mismo sucede con las frutas, que son muchas y varias. Se coge abundancia de granos y semillas de todas clases, se cultiva con empeño el algodón. y de él se tejen calcetas, medias, toallas y otras especies de telas muy finas. Críase asimismo mucho ganado mayor y menor, de cuyas lanas fabrican ropa de la tierra en algunos pueblos y obrajes, y se beneficia también la caña dulce de la que hay plantíos de grande extensión, y con ella labran azúcar muy fina de que se proveen los demás distritos comarcanos, y la emplean también en conservas que llevan a diversas partes como Tarma, Huánuco y Lima. El valor anual de estos efectos ascienden a 78.186 pesos.

Aunque por medio de la agricultura y demás arbitrios mencionados logran estos naturales una cómoda subsistencia, se dedican con todo al beneficio de los metales en las varias minas de plata que hay en este partido, pertenecientes al asiento real de Recuay, en el cual se cuentan nueve   —205→   minas en corriente, cuyo beneficio cuesta 12.600 pesos anuales, y consumen ciento cuarenta quintales de azogue. También hay un cerro de piedra imán y varios minerales de azufre y alcaparrosa en el paraje que llaman Juramento.

Su población contiene 12 doctrinas y 20 pueblos anexos, habitados por 40.822 almas, entre ellas 3.604 españoles, 20.935 indios y el crecido número de 15.971 mestizos, siendo los demás pardos libres y esclavos. Todos estos habitantes son más cultos y despejados que los de otras sierras, y se distinguen principalmente por su mucha aplicación al trabajo.

El pueblo de Huaraz, capital de este partido, se halla situado al N de la provincia. Es de una bella planta, tiene un convento de franciscos recoletos y un hospital de belethmitas. El vecindario es numeroso, contiene muchos españoles, y por concesión del Supremo Gobierno se halla hoy con un ayuntamiento a su frente. A dos leguas de esta población hay fuentes medicinales de agua caliente. Entre los pueblos de Carhuaz y Yungay hubo, antiguamente, el nombrado de Ancas con 1.500 habitantes; pero habiéndose desprendido un grande cerro de nieve, en el temblor de 6 de enero de 1625, inundó repentinamente el pueblo y perecieron todos sus habitantes, quedando la quebrada llena de montones de piedras. Cerca del pueblo de Macate está la fuente milagrosa que brotó agua por intercesión de Santo Toribio, quien, hallándose en la visita, veía afligidos a los vecinos y con ánimo de desamparar el pueblo por falta de agua, según se refiere en la relación de la Vida del santo, y se conserva por una segura tradición.

VII

Partido de Cajatambo

La jurisdicción de este partido, que empieza a treinta y cinco leguas de Lima y corresponde a la parte N de aquella ciudad, tiene de largo treinta y cuatro leguas del NE al SO   —206→   y treinta y dos de ancho NO SE. Comprende dentro de su distrito 13 doctrinas y 56 pueblos anexos, habitados por 16.872 almas: 904 españoles, 10.500 indios, 4.898 mestizos, y los demás pardos libres.

La mayor parte de esta provincia está situada en serranías, y así es vario su temperamento: frío en la sierra y templado en las quebradas y valles. Pero la aspereza de la Cordillera que la atraviesa, la aridez y escabrosidad de sus trazos que ocupan casi todo el terreno, y la elevación de éste sobre el nivel del mar, la privan de tierras aptas para la agricultura. El mercurio se sostiene apenas a 21 pulgadas en muchos de los pueblos; y así, sólo en las quebradas se coge alguna cochinilla silvestre para teñir, cuyo ramo haría un buen comercio si se cultivase. Se siembran algunas papas, ocas, maíz, trigo y otras semillas, que apenas bastan para sustentar la mitad de los habitantes; y en las punas, al pie de la nieve, se cría un corto número de ganado vacuno y ovejuno, de cuyas lanas fabricaban antiguamente en los obrajes cantidades crecidas de pañetes y bayetas que constituían el principal comercio de la provincia; pero en el día se hallan enteramente destruidos, y solo venden sus lanas en crudo.

El comercio de Cajatambo puede considerarse reducido a los solos géneros de Castilla y del país, que consumen los mineros, a los aguardientes de Ica y a las mulas que van del Tucumán, supliendo en algún modo esta falta de entrada con el nuevo ramo de exportación de sal, de las salinas que han formado sus habitantes en estos últimos tiempos.

Antiguamente hubo en este partido ricas y abundantes minas de plata que se trabajaron con suceso, entre las cuales se puede numerar la Descubridora de Chancas, que se halla en el cerro de su mismo nombre y tiene en algunas partes cincuenta varas castellanas de profundidad. Todavía los ancianos hablan con admiración de la plata que producía. En el día, por la fatalidad de la mayor parte de las minas del Perú, sólo se cuentan ocho haciendas que ocuparán unos ciento sesenta indios, y producen de siete a ocho mil marcos,   —207→   los cuales se funden y quintan en las cajas de Pasco y Lima. Hay también minas de yeso, y dos minerales de alumbre y alcaparrosa que se emplean en los tintes de lana. El cerro de Huaylagirca es todo de fino pedernal.

Los indios de esta serranía son en general de una estatura mediana, sanos, robustos, de un aspecto serio, melancólico y feroz. A las cualidades que, por desgracia, entran como base principal del carácter común a todos los de su casta, unen los indios de este partido, y con especialidad los mestizos, una altivez insufrible y un desordenado amor a la libertad. Sin educación, sin industria y sin religión, se entregan a todos los desórdenes; no conocen el honor ni la razón, y saben disimular sus sentimientos hasta que hallan ocasiones de vengarse con atrocidad. Últimamente, sin adoptar ninguna de nuestras virtudes, han adquirido y poseen todos nuestros vicios; tienen, sin embargo, mucha comprensión y un discernimiento muy vivo, y harían muchos progresos en las artes si estuviesen bien dirigidos y fuesen menos indolentes.

Los vestigios de muchos pueblos antiguos, las acequias que todavía existen, las señales no equívocas de las tierras que fueron cultivadas, y la visita del Virrey don Francisco de Toledo, a fines del siglo XVI, no dejan duda de que este país tuvo un número mayor de habitantes del que existe en el día.

Los ríos principales que riegan este partido son dos, que nacen en el mismo territorio y entran en el mar pasando por las provincias inmediatas de la costa. El primero es el de Huaura, y el segundo el de la Barranca; este último, que pasa inmediato al pueblo de Matará, se tiñe de negro, en ocasiones que no va caudaloso, de un manantial que hay al pie de dicho pueblo que arroja agua negra, cuyo color conserva el río hasta muy cerca del mismo pueblo.