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ArribaJornada III

 

Sala del palacio.

 

Escena I

 

La REINA, FLORETA.

 
REINA
Si yo no me entiendo a mí,
en vano entenderme quieres.
FLORETA
Señora, hay en las mujeres
un secreto para sí.
Y este ninguna le ignora, 5
y yo algo de él en ti he visto.
REINA
Pues del dolor que resisto,
¿qué es lo que piensas ahora?
FLORETA
Por ese cuidado lacio
que traen tus melancolías. 10
Ha ya más de quince días
que no hay merienda en palacio.
Las damas viendo este error,
que en ellas es sin igual,
andan pensando en tu mal. 15
REINA
Y ¿qué piensan?
FLORETA
Que es amo;
porque no hay cosa criada,
que haya podido quitar
a una dama el merendar,
sino estar enamorada. 20
REINA
¡Qué desatinado error!
FLORETA
¿Eso responde ahora?
Pues ¿tú no tienes, Señora,
a quién tener justo amor?
REINA
Y cuando sea mi esposo, 25
como es cierto, ¿te parece
que a mí ese amor me entristece?
FLORETA
Pues, Señora, ¿no es forzoso?
REINA
¿Por qué?
FLORETA
¿No es claro el indicio?
Porque basta aquí tu persona 30
es como llave capona,
esposa sin ejercicio.
REINA
Cuando a mí me quiera hacer
mujer común tu porfía,
mi pena es melancolía, 35
que aún yo no puedo entender.
FLORETA
Señora, pues siendo tal,
¿su mal te ha pegado a ti
el Príncipe?
REINA

 (Aparte.) 

Ahora sí
que has conocido mi mal. 40
¡Ay de mí! Que en tal pesar
mi pecho se llega a ver,
que es delito el padecer,
y no me puedo quejar.


Escena II

 

LUQUETE. Dichas.

 
LUQUETE
¡Dios mío, qué gran descoco! 45
¿Qué es eso?
LUQUETE
Te admirará.
Señora, el Príncipe está
en todo su juicio loco.
REINA
¿Qué dices?
LUQUETE
Lo que refiero.
REINA
¿Perdió el sentido?
LUQUETE
Burlando.
50
REINA
¿Cómo lo perdió?
LUQUETE
Jugando.
REINA
Y ¿con quién?
LUQUETE
Con un fullero.
REINA
¿Burlaste?
LUQUETE
El daño no ignores,
que contigo le ha perdido,
porque tú el fullero has sido, 55
que le has ganado con flores.
REINA
¿Yo?
LUQUETE
Y ¿deso te maravillas?
REINA
¿Qué flores?
LUQUETE
Las que él no toca:
los claveles de tu boca,
las rosas de tus mejillas. 60
Vióte el Príncipe primero,
y amor diciendo: «Aquí encaja
bien el juego», una baraja
plantó, como garitero.
Fue el juego al quince envidado, 65
donde es cierta la maldad,
pues siendo el punto la edad,
tú le llevabas ganado.
Dióte a ti un quince preciso,
que es el punto que reviste; 70
tú, que con quince te viste,
le envidaste, y él te quiso.
Tenía según parece,
trece el Príncipe, y no osó
pedir más, con que perdió, 75
pero se quedó en sus trece;
y aunque más perdiera, es llano
que allí perdiera un sin fin;
pues con la flor del jazmín
le ganaras por la mano. 80
REINA
Cielos, ¿qué es lo que he escuchado?
LUQUETE
que por ti, como has oído,
el Príncipe está perdido.
REINA
¿Por qué?
LUQUETE
Porque le has ganado.
REINA
Ya se ha sabido su error. 85
LUQUETE
Mas, vive Dios, bien mirado,
que estar de ti enamorado
no ha sido el yerro mayor,
aunque tú seas su madre.
REINA
¿No es ese el yerro mayor? 90
LUQUETE
No, Señora que peor;
fuera estarlo de su padre.
REINA
Y ¿el Rey sabe...?
LUQUETE
No estudió.
Y no sabe.
REINA
¿Estás en ti?
Su amor digo.
LUQUETE
¿Su amor? Sí,
95
Pero gramática no.
REINA
Ya este es mal desesperado;
¿qué ha dicho, si esto ha sabido?
LUQUETE
Como habla suspendido
su boda el Rey, se ha quedado, 100
viendo que tu imágen bella
de amor al Príncipe inflama
como al que soplan la dama
porque no comió con ella.
REINA
¡Gran desdicha!
LUQUETE
¡Extraña y dura!
105
Pero ya se va enmendando,
porque andan todos echando
juicios sobre su locura;
todos traen gran alboroto,
porque pretenden curarle, 110
para desenamorarle;
y en esto di yo mi voto.
REINA
Pues ¿qué has dicho tú?
LUQUETE
Yo digo
que el remedio que hay mejor
para quitarle el amor 115
es el casarte contigo.
FLORETA
Pues eso ¿no es necedad?
LUQUETE

 (A FLORETA.) 

Tú eres el testigo
de que es verdad lo que digo.
Yo vi tu hermosa deidad, 120
y quedé, al verla, sin mí;
caséme, y con ser liviano,
desde que te di la mano
no me he acordado de ti.
Quien quiere a su dama bella, 125
es por temerla perder;
siendo propia la mujer,
es imposible perdella.
No hay más medio que elegir
para desenamorar, 130
porque el remedio es pensar
que no se puede morir.
Y no hay más que encarecer;
que habiéndola él asistido,
hoy doctor que no ha podido 135
enviudar de su mujer.
FLORETA
Pues ¿muchos hombres no ha habido
que se murió su mujer?
LUQUETE
De rabia de no poder
enterrar a su marido. 140
Mas el Rey viene, Señora,
y el te dirá su desvelo.
REINA
¿Qué hará el Rey? ¡Válgame el cielo!
Mas yo también, ¿qué haré ahora?


Escena III

 

SELEUCO. Dichos.

 
SELEUCO
Favor al cielo le pido. 145
¿Qué intentara mi cuidado,
del Príncipe enternecido,
de mi afecto provocado
y de su culpa ofendido?
¡Fuerte empeño a mi grandeza! 150
Pero la Reina está aquí.
Señora, ¿aquí vuestra alteza?
REINA
Yo, Señor, que os tengo en mí,
os miro sin extrañeza.
FLORETA

 (Aparte a LUQUETE.) 

Cierto que el Rey es brioso, 155
de galán está hecho un brinco,
y es mozo, que aún no es roñoso.
LUQUETE
Es que como anda celoso,
se ha puesto de veinte y cinco.
REINA

 (Aparte.) 

De temor de hablarle dejo. 160
SELEUCO

 (Aparte.) 

No sé a quién pedir consejo.
LUQUETE

 (Aparte a FLORETA.) 

Todo esto parara en gozo.
FLORETA
¿Con qué?
LUQUETE
Con que aqueste viejo
no quisiera ser tan mozo...
REINA
Mas triste y suspenso ahora 165
parece, Señor, que os vi,
que otras veces.
SELEUCO
Sí, Señora,
porque la causa empeora.
Retiráos todos de aquí.
 

(Vanse los criados.)

 


Escena IV

 

SELEUCO, la REINA.

 
SELEUCO

 (Aparte.) 

Esto ha de ser; mis antojos 170
cedan hoy a mi sosiego.
REINA

 (Aparte.) 

Temblando estoy los enojos
del Rey, que está por los ojos
echando llamas de fuego.
SELEUCO
Señora, yo os vengo a hablar 175
en un caso tan atroz,
que no sé cómo empezar,
porque temo no acabar
sin que me falte la voz.
El empeño que refiero 180
es, Señora, lo primero
entre vuestra estimación
y mi propia obligación,
y lo que al Príncipe quiero.
Mirad en tal competencia 185
qué razón habrá que cuadre
de vuestra fe a la decencia,
de mi amor a la violencia,
y la obligación de padre.
En empeño tan cruel 190
no se vio pecho ninguno,
padre, esposo, amante y fiel,
pues entre mí vos y él,
hoy he de faltar al uno.
Faltarme a mí es tiranía; 195
faltarle a él impiedad;
faltar a vos grosería;
mirad, Señora, qué haría
aquí vuestra voluntad.
Y porque mi confusión 200
sepáis del todo, Señora,
del Príncipe la pasión
es que os rindió el corazón;
por vos pena y por vos llora.
No os turbéis, que solo están 205
sus yerros en el acierto
de su amor; tras él se van,
sin ser culpa del imán
las liviandades del hierro.
Apenas, Señora, oí 210
tal delito, cuando entré
a verle, o matarle fui,
mas no pude, y ello fue
porque no me habló y le vi;
que, como yo iba ofendido 215
de oír sus Ciegos antojos,
y le vi callar rendido,
vieron su pena los ojos,
y ato su culpa el oído.
Viendo lo que le maltrata 220
su pena, no osé mover
al golpe la niano ingrata,
y dije: «Si ella le mata,
¿qué me queda a mí que hacer?
Si su estrella le destina 225
a este amor, y es tan mi amigo,
que vence lo que le inclina,
su pasión antes es dina
de premio que de castigo.
Y pues es cierto que no 230
fue elección, sino violento
destino que le arrastró,
de su pena debo yo
premiar el merecimiento.
El empeño es bien cruel, 235
pues espero, entre los dos,
verme sin vos y sin él;
mas me veo, siendo infiel,
sin mí, sin él y sin vos.
Vos os habéis de mirar 240
como suya desde aquí;
que yo no he sabido hallar
otro modo de no estar
sin él, sin vos y sin mí.
Y ato penséis que, infiel, 245
falto a vuestra estimación
por quererle mas a él;
que así os doy mi corazón,
donde le tengo más fiel.
En él, Señora, os poseo, 250
y él me tiene a mí consigo;
dadme logro a este deseo,
porque así solo me veo
con él, con vos y conmigo.
Y si acaso mi aflicción 255
se deja reconocer
en tan dura partición,
sirvame de intercesión
lo que me veis padecer.
REINA

 (Aparte. 

¡Cielos! ¿Si esto será industria 260
del Rey, por saber si hay causa
en mi pecho de su amor?)
Señor, vuestra voz me halla
sin voz para responderos,
porque esta que alienta el alma 265
s un eco de la vuestra,
donde solo al pronunciarla,
el uso no más es mío,
y vuestras son las palabras.
Desde aquí a ser vuestra esposa 270
me trajo mi suerte grata
vine yo sin albedrío,
porque todo os le dio el alma,
quedando sola la parte
que a mi obediencia le hasta. 275
Quien vive sin albedrío
no tiene acción voluntaria;
vos, que le tenéis por mí,
si esta es sentencia, aceptadla,
y si es gusto, agradecedle; 280
que en mi voluntad, quitada
la parte que os obedece,
toda la demás me falta.
SELEUCO
¡A qué mal tiempo, Señora,
hace de hermosuras tanta 285
demonstración vuestro ingenio,
pues hoy la pierde, y las halla
mi amor! Más agradeciendo
la agudeza y la templanza
con que me habéis respondido, 290
licencia os pido a que vaya
a hablar al Príncipe en esto.
REINA
Tampoco esta circunstancia
alcanza mi voluntad;
solo en mi obediencia manda. 295


Escena V

 

LUQUETE. Dichos.

 
LUQUETE
Señor, el Príncipe va.
Sabiendo que tú le llamas,
de su obediencia alentado,
entra en tu cuarto.
SELEUCO
Eso falta
por vencer en mi pasión. 300
LUQUETE

 (Aparte.) 

Aquí se ha de ver si ama
más a la Reina que al hijo;
pero si su amor se iguala,
lo que yo hiciera sería
partir por medio a la dama. 305
SELEUCO
Dejadnos solos, Señora.
REINA
Ya me voy.

 (Aparte. 

¡Albricias, alma!)
SELEUCO

 (Aparte.) 

¡Terrible acción he resuelto!
REINA

 (Aparte.) 

¡Dichosas fueron mis ansias!
SELEUCO

 (Aparte.) 

Lo que he dicho aún no he creído. 310
REINA

 (Aparte.) 

Ya él viene; ¡quién te avisara!

 (Vase.) 



Escena VI

 

ANTÍOCO, ERASISTRATO. SELEUCO, LUQUETE.

 
ERASISTRATO
Aquí, Señor, os espera.
ANTÍOCO
¿No sabéis a qué me llama?
ERASISTRATO
No, Señor.
ANTÍOCO
Temblando llego.
LUQUETE

 (Aparte.) 

Vive el cielo, que esta es maula. 315
ANTÍOCO
A vuestros pies, gran Señor,
vengo a ver lo que me manda
vuestra alteza.
SELEUCO
Llegad silla.
Sentáos.
ANTÍOCO

 (Aparte.) 

¡El cielo me valga!
 

(Siéntanse SELEUCO y ANTÍOCO.)

 
SELEUCO
Retiráos todos ahora. 320
 

(Vase ERASISTRATO.)

 
LUQUETE

 (Aparte.) 

Si el Rey se hace hombre, la saca,
que mi amo tiene mal juego;
pero si el Príncipe arrastra,
ha de renunciar el viejo;
con que la polla le gana. 325

 (Vase.) 



Escena VII

 

ANTÍOCO, SELEUCO.

 
SELEUCO

 (Aparte.) 

Temblando estoy de mí mismo;
quiera el cielo que mi saña
en la reprehensión se temple.
ANTÍOCO

 (Aparte.) 

Con el semblante me espanta.
SELEUCO
Ya vos, Príncipe, sabéis 330
los cuidados que me causan
vuestros males, pues mis bodas
solo por vos se dilatan.
Yo, aplicando los remedios
que debe la vigilancia 335
de mi amor a vuestra cura
conocí de vuestras ansias
la causa por el efecto,
cuyo dolor llegó al alma,
tan poco de él defendida, 340
que a traición tan desusada
no supo hacer resistencia;
que a ingratitud tan tirana,
aun prevenido ya el golpe,
fuera difícil hallarla. 345
Yo, en fin, sé vuestra dolencia.
ANTÍOCO
Señor...
SELEUCO
No me habléis palabra;
que mi enojo solo a oírme,
y no a respondeme, os llama.
ANTÍOCO
De piedra seré, Señor. 350
SELEUCO
Esa diligencia os valga
para que aquí no es abrase
el fuego de mis palabras;
pero si para ofenderme
tuviste dureza tanta, 355
poco os costará el ser piedra.
ANTÍOCO

 (Aparte.) 

Si hará; que ya estoy sin alma.
SELEUCO
supuesto que ya os he dicho
que he conocido la causa
de vuestro mal, ya también 360
sabréis que sé vuestra infamia:
vuestra infamia; no extrañéis
en mi labio esta palabra;
que mas deshonesta ha sido
vuestra culpa, y siendo tanta 365
por no mataros con ella,
no me atrevo a pronunciarla.
Como padre, como amigo
y como rey, hoy se halla
de vuestro error ofendida 370
mi majestad soberana,
como hijo, vuestra culpa,
sacrílegamente osada,
fue contra Dios, contra mí,
y contra sí misma ingrata. 375
Quien pierde al padre el respeto,
a su mismo ser ultraja;
pues ¿a quién perdonará
quien a sí mismo se agravia?
Más de las tres, esta culpa 380
es la más ocasionada,
pues a ella alentaros pudo
de mi piedad la esperanza.
Como amigo, habéis faltado
a la fe, aquí se adelanta 385
vuestro delito, pues fue
agraviar mi confianza.
Esta culpa es la más torpe
¿con qué fiera se compara
quien de la fe que le entregan 390
hace el puñal con que mata?
Mas también aquí hay motivo,
si vuestra traición tirana
vio con el amor de padre
la obligación disfrazada. 395
Como padre y como amigo,
ya os movió la confianza
de mi amor; más como rey,
¿qué os alentó a injuria tanta?
Vos osáis poner los ojos 400
¿en quién es dueño de un alma
cuya imagen solamente
venera temblando el Asia?
 

(Al paso que SELEUCO se enoja, ANTÍOCO va retirando la silla.)

 
¿No soy yo Seleuco, quien
dio a Alejandro con su espada 405
más coronas que vasallos
tienen sujetos mis plantas?
Del brazo que el orbe asombra
solo con el amenaza,
¿Vos el golpe despreciáis? 410
¿No sabéis que imaginada,
es cometida esta culpa?
No pudisteis contrastarla
primero que consentirla,
y no dar a vuestras ansias 415
tanto lugar en el pecho?
Vos entregáis toda el alma
a deseo tan injusto,
que si yo le imaginara
solicitado de vos, 420
no tiene gotas el agua,
la tierra arenas, ni el aire
tiene átomos que igualaran
los pedazos que os hiciera
en la abrasadora llama 425
de mi aliento: ¡vive el cielo,
que ya volcanes exhala...!
 

(Arrojase el PRÍNCIPE a los pies del REY.)

 
ANTÍOCO
Padre mío, padre mío,
ya yo estoy a vuestras plantas;
si con la voz me habéis muerto, 430
¿de qué sirve la amenaza?
Yo ya me muero, Señor;
el corto plazo que falta
a mi vida os sacrifico,
y la rindo a vuestra espada. 435
SELEUCO

 (Aparte. 

¡El alma me ha enternecido!)
Hijo, a mis brazos levanta.
¡Oh mal hayan mis enojos!
¿Qué te ha de quitar quien trata,
para darte a ti la vida, 440
de despojarse del alma?
Hijo, ya el alma te he dado:
mira si la deseabas,
si yo más te puedo dar
ni tú de mí más aguardas. 445
ANTÍOCO
¿Qué es lo que decís, Señor?
Que mi temor me acobarda.
SELEUCO
Hijo, que ya estás casado.
ANTÍOCO

 (Aparte. 

Todo mi aliento me valga.)
¿Con quién, Señor?
SELEUCO
Con la Reina:
450
mira si tu amor me arrastra,
mira si a mi piedad debes
la traición con que me agravias;
mas no me quiero acordar
de lo que es tu culpa, basta 455
que compre yo tus alivios
tan a costa de mis ansias;
que para morir con ellas,
viendo lo que te maltratan,
a tu pecho se las quite, 460
y a mi corazón las traiga.
ANTÍOCO

 (Aparte. 

¡Valgame el cielo! ¿Qué escucho?
¡Yo debo fineza tanta
a mi padre, que su amor
por darme vida se mata, 465
y yo no me sé vencer
por su amor! Aquí del alma,
de la razón asistida
contra mi pasión tirana.
Compítale mi fineza, 470
y pues él me entrega el alma,
sepa volvérsela yo;
y en competencia tan alta,
a buen padre mejor hijo,
y sea mía la palma; 475
que de pasión a pasión
yo le llevo la ventaja.)
Señor, suspenso he quedado
al escuchar que me casas
con la Reina; pues ¿por qué? 480
SELEUCO
Tu pregunta es mas extraña;
por lograr tu amor.
ANTÍOCO
¿Qué amor?
SELEUCO
Pues la pena que te mata
¿No es estar enamorado?
ANTÍOCO
¡El cielo, Señor, me valga! 485
¿De la Reina yo?
SELEUCO
¿Qué dices?
Pues ¿no es su amor quien te acaba?
ANTÍOCO
¿A mí, Señor? ¿Cuándo o cómo?
SELEUCO
Hijo, mira si me engañas
por respeto, que es en vano, 490
pues la costa de mis ansias
tiene ya el corazón hecha.
ANTÍOCO
Señor, cuando amor causara
mi pena, fuera a mi prima,
pues mi pecho la idolatra; 495
y porque creas que es cierto,
que mi mal tiene otra causa,
yo me casaré con ella;
que acaso con la mudanza
de estado la habrá en mis males. 500
SELEUCO
¿Qué me dices?
ANTÍOCO
Que te engañas.
SELEUCO
Hijo, ¿es cierto?
ANTÍOCO
Sí Señor;
y si lo dudas, ¿qué aguardas
con tan fácil experiencia?
SELEUCO
Hijo, arrojarme a tus plantas 505
para pedirte perdón
de injuria tan mal pensada.
El alma, que ya en suspiros
y en sentimientos te daba,
te la diré en alegrías, 510
pues me la vuelves con tantas.
Iré a prevenir tus bodas
y las mías, que dilata
tu salud con esta dicha;
háganse juntas entrambas. 515
A avisar voy a la Reina.
ANTÍOCO
Señor...
SELEUCO
No me hables palabra.

 (Vase.) 



Escena VII

 

ANTÍOCO.

 
¡Válgame el cielo! ¿Qué he dicho?
¿Ya con la Reina se casa
mi padre? Sí, y ya mi vida 520
toca al punto donde acaba.
¿Ya murió mi amor del todo?
Sí, también (¡ay tristes ansias!);
pero yo ¿por qué me quejo?
¿Cómo mi valor desmaya? 525
Aquella razón valiente
que me movió a despreciarla
con tanto valor, ahora
¿cómo aquí me desampara?
¿no hizo aquí mi corazón 530
con generosa arrogancia
lo que a la razón debía?
Pues ese alivio me basta.
Muera yo mil veces, muera,
y esta propensión tirana 535
triunfe en mí de mis sentidos,
pues como reina los manda;
pero si yo le entregué
mi corazón a la causa
de mi dolor, mi osadía 540
ya como ajeno le ultraja.
Ya no era mío, suyo era,
y en dar su vida a las llamas,
ofender lo que no es mío
es la pena que me mata. 545
Mas mi padre ¿no es primero?
Así la razón lo manda.
Pues si la razón lo afirma,
¿quién es el que la contrasta?
La razón ¿no es la que reina 550
en las potencias del alma
y en los sentidos del cuerpo,
pues todos los avasalla?
¿Quién contra ella se conjura?
¿Quién Sus decretos quebranta? 555
El pueblo de los sentidos,
que la voluntad tirana
contra su reina acaudilla
y sediciosa levanta
sus espíritus rebeldes; 560
que como plebe alterada,
sin freno que los detenga,
entran a saco en su alcázar,
y contra ley y justicia
la noble razón arrastran. 565
Pues aquí de la nobleza
que a la razón acompaña.
Discurso, ingenio y prudencia,
que las principales basas
sois de aquesta monarquía, 570
traición, que a la Reina matan.
Ya todos están presentes,
ya la defienden y amparan;
la razón se fortalezca,
y al tumulto de las ansias 575
cierre el oído las puertas
y la vista a las ventanas.
Ya están cerradas, pues miren
si algún traidor está en casa.
La voluntad, como ciega, 580
quedó dentro de la casa:
presa está; pues muera ahora,
y aquí la traición se acaba;
que muerta la voluntad,
todos los otros desmayan. 585


Escena VIII

 

La REINA. ANTÍOCO.

 
REINA
¿Príncipe?
ANTÍOCO
¿Señora?...

 (Aparte. 

¡Ay cielos!)
REINA

 (Aparte. 

El sabrá ya lo que pasa;
más a mi decoro importa
disimular.) ¿No hay mudanza
en vuestro mal? ¿Cómo os va? 590
ANTÍOCO

 (Aparte.) 

El corazón me arrebatan
sus ojos (¡ay de mi triste!);
que aquí la razón se acaba,
porque esta es otra traición
que estaba oculta en la sala. 595
REINA
¿No respondéis?
ANTÍOCO
Ya, Señora,
contra mí... (¡El cielo me valga!)
Mi amor... (¡Sin vida respiro!)
Os perdió. (¡Estoy sin alma!)
Más ¿qué he de hacer, si de aleves 600
está la razón cercada?
Que como era contra ella,
no cerraron de su alcázar
los ojos y los oídos
las puertas y las ventanas. 605
REINA
¿Qué decís, que no os entiendo?
ANTÍOCO
Que ya mi padre me daba
la vida; más mi respeto
no se atrevió a dicha tanta.
Yo me resolví a morir, 610
no pensé que me costara
tanto dolor; más al veros,
ya el corazón me traspasan
las flechas de vuestros ojos,
cuyo veneno en triaca 615
pude volver, y no quise.
Yo muero, mi vida acaba.
REINA

 (Aparte.) 

¿Qué es lo que escucho? ¡Ah, traidor,
que has muerto a quien no pensabas!
ANTÍOCO
Señora, señora mía, 620
vos, que estáis viendo mis ansias,
enmendad lo que yo erré,
si me amáis.
REINA
¡Locura extraña!
¿Qué decís, Señor? ¿Yo amaros?
ANTÍOCO
Pues si el Rey con vos me casa, 625
¿no podéis amar?
REINA
No sé.
ANTÍOCO
¿Cómo no?
REINA
Si él me casara,
me volviera el albedrío,
que es lo que ahora me falta,
para saber lo que hiciera. 630
ANTÍOCO
Bien hacéis; vuestra constancia
le da ejemplo a mi respeto:
muera yo, y viva su fama.
Yo, Señora, me retiro:
lo que os pido en mi desgracia 635
es que lástima tengáis
de mi muerte desdichada,
REINA
no podré; que yo también
moriré.

 (Aparte. 

¡Ah pasión tirana!
¿Qué has dicho?)
ANTÍOCO
¡Ay amor! ¿Qué escucho?
640
¿Qué decís?
REINA
No digo nada.
ANTÍOCO
Pues ¿qué decís de morir?
REINA
Que si el Rey piadoso trata
de daros a vos la vida,
¿por qué despreciáis la gracia? 645
ANTÍOCO
Decís bien; mas no decís,
que su respeto me ataja;
pero esto es cuando no os miro;
que en vuestra presencia el alma...

  (Aparte. 

Yo no sé lo que me digo), 650
y en la violenta borrasca
que la nave del discurso
corre aquí, si amor no amaina,
es fuerza hacerse pedazos
árboles, velas y jarcias. 655
Adiós, Señora.
REINA
¿Así os vais?
ANTÍOCO
Es forzoso.
REINA
¿Por qué causa?
ANTÍOCO
Yo no puedo resistirme.
REINA
¿De quién?
ANTÍOCO
De vuestra esperanza.
REINA
Yo ¿en qué la tengo?
ANTÍOCO
En mi muerte.
660
REINA
¿No sois vos el que la causa?
ANTÍOCO
El enfermo a quien la sed
de calentura le abrasa,
el agua, que le prohíben,
pide con voz lastimada. 665
La que le asiste piadosa,
enternecida a sus ansias,
le da el vaso por alivio,
y con su piedad le mata.
Yo soy el enfermo aquí. 670
A quien el amor abrasa
con la ardiente calentura
de sus encendidas llamas;
vos, que me asistís piadosa,
oyendo mis tristes ansias, 675
en el vaso del afecto
me ponéis en vez del agua,
el cristal de vuestra mano,
que esta ardiente sed apaga.
Yo veo en ella mi alivio, 680
ella brinda mi esperanza;
yo a mi sed me precipito,
ella se acerca a apagarla;
yo mi peligro recelo,
vos me culpáis la templanza; 685
yo de sediento estoy ciego,
el labio al cristal me llama;
yo le procuro, él se llega;
yo tras él voy, él me aguarda;
él me brinda, yo me templo; 690
yo le bebo y él me mata.
Pues para que no se pierda
lo que por perderse falta.
Si alguno hay que no esté perdido,
huya mi amor su esperanza; 695
que cuando yo haya templado
la ardiente sed que me abrasa,
¿qué importa que mi amor viva
si me ha de matar la fama?

 (Vase.) 



Escena IX

 

La REINA.

 
¡Ay de mí! Príncipe, escucha 700
no huyas de mí, no te vayas.
¡Ah griego traidor, que has hecho
troya la ciudad del alma!
Cuando introduciste el fuego
que mi corazón abrasa, 705
viendo arder a mis sentidos,
¿huyes cobarde la llama?
¿Ahora, oh cielos, me dejas?
¿Ahora, cruel, me faltas?
Plegue a los cielos, tirano... 710
Pero ¿qué digo? ¿Quién habla
por mí? ¿Soy yo quien lo dice?
¡Ay, Dios, que necias palabras!
¿Me he olvidado yo de mí?
Pues mi entereza no basta 715
a resistir este incendio,
por más que en mis venas arda,
apáguele mi respeto,
abra el decoro las arcas
del agua, que prevenidas 720
para estos riesgos... ¿Qué aguas?
¡Ay de mí, que es tarde ya!
Que ya del soberbio alcázar
del discurso llamas brotan
claraboyas y ventanas. 725
Del capitel al cimiento
arden ya las torres altas,
y sobre las mismas torres
alza otras torres la llama;
ya arden frisos y cornisas, 730
ya arden dinteles y jambas,
y el aire de mis suspiros
enciende lo que se apaga.
Que se abrasan mis sentidos,
¡fuego, fuego!


Escena X

 

LUQUETE, adornado con una cadena. La REINA.

 
LUQUETE
Aquí está el agua.
735
¿Hacia dónde está el fuego?
¿Qué se quema?
REINA

 (Aparte. 

Socórrame el sosiego.)
¿Fuego aquí?
LUQUETE
Sí, Señora.
Fuego hay, si no es pulla que tú ahora
fuego estabas diciendo. 740
REINA
Débeslo de soñar.
LUQUETE
Así lo entiendo;
que para ser durmiente,
vengo yo de beber bastantemente
a salud de la boda.
REINA
¿Qué boda?
LUQUETE
¿En eso estás? La corte toda
745
hoy se casa a destajo;
todo el palacio va de arriba abajo.
¿No me ves con cadena y estar loco?
Que a tanta boda me parece poco
el no honrarla también con los tobillos, 750
y he estado por traer cadena y grillos.
REINA

 (Aparte.) 

¿Quién se casa?

 (Aparte. 

¡Yo muero A pena tanta!)
LUQUETE
El Rey, la Reina, el Príncipe y la Infanta.
Y como yo he bebido,
que se casa la gata he presumido, 755
porque, según entiendo
más de treinta candiles estoy viendo.
Todo palacio es boda.
REINA

 (Aparte.) 

Y tormento y dolor el alma toda,
LUQUETE
boda influyen los astros de la esfera; 760
y hasta mi lavandera,
que siempre me los trae deshermanados,
los escarpines hoy trajo casados.
Tú, Señora, ¿no vas a prevenirle?
Mira que hay dos mil cosas en las bodas, 765
y has de llevarlas prevenidas todas.
REINA
Y ¿qué son?
LUQUETE
Una novia ha de ir turbada,
derrengándose al modo de cansada;
llevar la vista gorda, y de este modo,
como que nada ve, mirarlo todo, 770
en cada pie moviendo una muralla,
que parezca que van a ajusticialla.
Si la dijeren algo, el abanico
es respuesta, tapándose el hocico
no escupir; si hay saliva, dentro chupa; 775
que no hay doncella que la boda escupa.
Tierna de ojos, como hervor de olla;
y si no hay llanto, darse con cebolla;
y en viendo al cura, reclinando el moño,
quedar más colorada que un madroño, 780
y ostentando decoro para el necio,
fingir suspiro y resollar muy recio;
y porque el auditorio más se aturda,
trocar las manos, y alargar la zurda.
Decir el si quedito y entre dientes, 785
que apenas le perciban los oyentes,
porque si luego el novio no le agrada,
pueda decir después que fue forzada.
Y con esto, y volver suspensa y muda,
aunque esté mas alegre que viuda, 790
cumple todas las leyes de la fiesta.
Y ya el novio diciendo: «¡Qué modesta!»
Pero, si no le agrada su consorcio,
a dos meses le da con el divorcio.
REINA

 (Aparte.) 

¡Cielos, sin alma estoy!
LUQUETE
Pero la boda
795
entra en tu cuarto toda;
¿la música no ves? ¡Ay Dios, qué bulla!
Que hoy tiene entrada toda la garulla.


Escena XI

 

SELEUCO, ASTREA, FLORETA, NICANOR, músicos y acompañamiento, todos de gala; después, ERASISTRATO. Dichos.

 
MÚSICA
En sus apacibles nudos
enlace amor esta vez 800
las hermosas majestades
de la rosa y el clavel.
SELEUCO
Llegad, Señora, a mis brazos,
donde con lazo amoroso
os restituya la dicha, 805
que en nuevas albricias cobro.
REINA
Yo, Señor, soy quien la gana.

  (Aparte. 

Aliéntese mi decoro,
y afectos dulces parezcan
los que son tristes sollozos.) 810
ASTREA

 (Aparte.) 

Aún no creo mi ventura;
que es tan grande el alborozo
con que me acerco a esta dicha,
que, como mía, la ignoro.
SELEUCO
Del Príncipe entrad al cuarto, 815
donde entrambos desposorios
se celebren, repitiendo
el dulce aplauso que gozo.
MÚSICA
En sus apacibles nudos
enlace amor esta vez 820
las hermosas majestades
de la rosa y el clavel.
 

(Sale al encuentro ERASISTRATO.)

 
ERASISTRATO
¿Cómo, Señor, te permites
a festivos alborozos.
Cuando el Príncipe está ya 825
en sus postreros ahogos?
SELEUCO
Erasistrato, ¿qué dices?
ERASISTRATO
Señor, que apenas tú propio
en su cuarto le dejaste
prevenido al desposorio, 830
cuando de un frío sudor
el cuerpo cubierto todo,
en un mortal parasismo.
Se arrojó sobre mis hombros.
Señor, él queda muriendo. 835
SELEUCO
¿Cómo es eso, si mis ojos
en este instante le dejan
tan contento y tan brioso,
que nunca le vi más libre
de sus males rigurosos? 840
ERASISTRATO
Señor, todo eso fue aliento
de un pecho noble y heroico,
que viendo tu piedad, quiero
excederla de este modo.
Él se muere de su amor. 845
SELEUCO
¿Cómo puede, si yo propio
te daba a la Reina ya?
ERASISTRATO
Siendo tu hijo, y valeroso,
dejándose morir antes
que permitir tal oprobio; 850
que su pecho le imagina
en usurparte ese logro.
SELEUCO
Pues traedle a mi presencia;
que yo a dársela estoy pronto.
ERASISTRATO
No la ha de aceptar, Señor. 855
LUQUETE
¡Qué! ¿no es hombre de negocios?
Pues protestarle la boda,
y pregonársele y todo.
SELEUCO
Mas me obliga su fineza.
Id por él luego vosotros. 860
 

(Vanse algunos del acompañamiento.)

 

  (Aparte. 

Cielos, ¿si esto será cierto?)
Señora, vos es forzoso
que hayáis ya de ser su esposa.
REINA
Si él no lo permite, ¿cómo?
LUQUETE
Prenderle, porque consienta 865
las esposas.
SELEUCO
De este modo
no lo podrá resistir.
LUQUETE
Ya viene aquí; él será novio,
o ver para qué nació.


Escena XII

 

ANTÍOCO, acompañamiento. Dichos.

 
ANTÍOCO
A tus pies, Señor, me postro; 870
que si he de morir en ellos,
vengo a morir más dichoso.
SELEUCO
Hijo, ya yo estoy casado;
y porque veas que es forzoso
que sea tu esposa la Reina, 875
con Astrea me desposo.
Sobrina, dame la mano.
ASTREA
Señor, mejor suerte logro.
SELEUCO

 (A su hijo.) 

Tú a la Reina se la da;
y porque este nombre heroico 880
no pierda aquí, la corona
de Tiro en tu frente pongo.
ANTÍOCO
¡Oh padre! ¿cómo pretendo
competir lo generoso
de tu fineza? A tus plantas 885
agradecido me arrojo.
SELEUCO
Ve a la Reina que te espera,
con ese abrazo amoroso.
ANTÍOCO
Ya se le doy con el alma.
REINA
Y yo con ella le tomo. 890
LUQUETE
Y con esto, y con un vítor
que pide el ingenio a todos,
esta historia verdadera
aquí tiene fin dichoso.





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