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ArribaAbajoActo III


Escena I

 

El teatro representa un salón magnífico de la casa de GENARO, iluminado, y adornado de varios trofeos, para celebrar la victoria de ACCIOLINO. ACCIOLINO, Guardias.

 
 

 
ACCIOLINO

 (A los guardias.) 

Valerosos amigos, la memoria
de las grandes hazañas y trabajos
que habéis sufrido tengo bien presente;
sé que de la conquista de Bazano,
derramar vuestra sangre a vista mía 5
es el premio fatal que habéis logrado.
Yo quise que el botín y las riquezas
de esta ciudad rebelde, a vuestros daños
fueran la recompensa; mas Leopoldo
se opuso con tesón a mis mandatos. 10
Sabéis que es su poder igual al mío,
y que el Emperador le ha confiado
la suerte de la Italia, porque teme
de mi valor los ímpetus bizarros:
yo lidio, y él gobierna; yo conquisto, 15
y él coge los despojos de mis lauros;
y en fin, yo por sus órdenes concedo
la paz a los rebeldes sin premiaros.
Pero si no consienten que de Blanca
obtenga los favores con su mano, 20
no gozarán jamás mis beneficios
estos fieros y altivos ciudadanos:
a este fin los convoco; si resisten
mis preceptos, al punto los estragos
vuestro furor renueve; del pillaje 25
y de la muerte vuelva a ser teatro
esta ciudad, sirviendo sus tesoros
de justa recompensa a mis soldados;
pues quien tiene el derecho de las armas
aniquila al tenaz, desprecia al sabio. 30

 (Mirando adentro.) 

Pero Leopoldo...


Escena II

 

DICHOS, LEOPOLDO.

 
LEOPOLDO
Quedan, Acciolino,
a este sitio los nobles convocados.
Regocijado el pueblo con la nueva
de la paz, que asegura por el sacro
juramento que prestan sus caudillos, 35
por la ciudad discurre alborozado,
aclamando tu nombre, y bendiciendo
la piedad de mi augusto Soberano.
¡Oh Acciolino! las jóvenes doncellas,
las madres, las esposas, los ancianos 40
al templo se encaminan, conduciendo
las prendas de su amor en su regazo.
Allí postrado el pueblo, a Dios eleva
de gratitud y gozo el tierno llanto,
y allí repite el inocente niño45
el eco fiel con balbuciente labio.
Si los vieses; si oyeras los acentos
del general tropel regocijado
gritar, «la paz llegó, somos felices.»
¡Ah! sin duda espectáculo tan grato50
gozar te hiciera de un placer, que nunca
tu corazón guerrero ha penetrado.
ACCIOLINO
Yo pudiera en la pública alegría
tener la mayor parte, si Genaro,
cediendo a mis deseos, me otorgase55
de Blanca bella el amoroso lazo.
Pero su fiero orgullo... ya lo has visto,
Leopoldo, y tu también lo has apoyado.
LEOPOLDO
Te engañas: no defiendo sus rencores,
ni tu furor apruebo; los estragos 60
de la guerra le toca a mi prudencia
prevenir, vuestras iras estorbando.
Cumplo con mi deber, si lo ejecuto;
pero dime, Acciolino, ¿cuál encanto
es el que de tu gloria así te aleja? 65
¿Es posible que amor con sus halagos
el corazón seduzca de un guerrero
tan fuerte como tú? ¿Qué? ¿Sus engaños
pudieron extender su poderío
sobre un ánimo heroico, que en los campos70
de Marte...
ACCIOLINO
En ellos fue donde su llama
renovó en este pecho desgraciado.
Yo vi a Blanca, Leopoldo, en otro tiempo,
como una tierna flor, que desplegando
sus hojas al rocío de la aurora,75
inspira un placer puro, dulce y grato,
pero no duradero ni temible;
y aunque por ella entonces despreciado,
más que el amor se resintió el orgullo;
pues la débil terneza abandonando, 80
volé a buscar la gloria en los combates.
Mas ¡ay! que del amor, el pecho humano
con la ferocidad no se liberta:
él postró mis furores sanguinarios
dentro de estas murallas; yo vi en ellas85
a Blanca destrozar con fuerte brazo
mis valientes guerreros: ¡ah! recuerda
su celestial belleza, su bizarro
adorno y marcial pompa; aquel semblante
que descubriste tú, cuando saltando 90
roto en mil partes el brillante yelmo,
presentó a nuestros ojos el encanto
de una diosa en beldad: yo la vi entonces,
sin duda fue, Leopoldo, por mi daño,
digna de ser esposa de Acciolino; 95
su valor, su fiereza, el aparato
del acerado arnés, y hasta el cabello
de polvo y sangre y de sudor bañado,
mi corazón rindieron, no de amores,
sino de un nuevo ardor en que me abraso, 100
que mitigar no puedo, que consume
mi pecho con furor desesperado:
pero yo apagaré su horrible llama,
a pesar del tesón con que insensatos
a mi poder se oponen; yo... Leopoldo, 105
 

(LEOPOLDO hace un extremo de admiración; ACCIOLINO vuelve sobre sí.)

 
No temas, no serás tú el temerario.
LEOPOLDO
Desconozco el temor; mas tus extremos
envilecerte pueden, pues acaso
logrará conducirte a ser impío
esa pasión funesta, degradando 110
la gloria de un guerrero.
ACCIOLINO

 (Mirando adentro.) 

No prosigas,
que a este sitio los nobles van llegando.


Escena III

 

DICHOS, ALBERTO, GENARO, Nobles de Bazano desarmados.

 
GENARO
Ya tienes, Acciolino, en tu presencia
los valientes caudillos de Bazano;
excusarles debieras generoso 115
asistir al magnífico aparato
que anuncia tu victoria y su desgracia:
la suerte de las armas no te ha dado
derecho de abusar de su infortunio;
permito que lamenten retirados 120
la ruina de su patria, sin que sean
testigos de su afrenta en el palacio,
donde otra vez en más felices tiempos
su grandeza y su gloria celebraron.
ACCIOLINO
Cese tu obstinación de seducirlos 125
con inútiles quejas; tú, Genaro,
ofendes mi piedad, y no contento
pretendes que me tengan por tirano.
Ellos me juzgarán; yo sólo aspiro
a que de la paz gocen el descanso. 130

 (A ALBERTO y los nobles.)  

Escuchadme vosotros; mis deseos
no son injustamente doblegaros
con la ley de la fuerza, ni tampoco
en vuestra humillación fundar mi aplauso.
Pretendo que gocéis las exenciones 135
de vuestra libertad; yo de Bazano
protegeré las leyes y el gobierno,
con quo os hizo felices el Senado:
caudillo de las huestes de Germanía
me hizo el Emperador, porque arrancando 140
la discordia civil de vuestro suelo,
os ofrezca la paz bajo su amparo.
Vuestra obstinada loca resistencia,
origen del furor y los estragos,
de su heroica piedad os hace indignos: 145
pero si mi valor supo humillaros,
también sabe después compadeceros.
Jurad reconocer por Soberano
al grande Federico; él sólo exige
vuestra fidelidad, para dejaros 150
libremente gozar de las ventajas
de vuestros institutos; y en tu mano

  (A GENARO.)  

hoy consiste; Genaro, se confirme
en favor de tu patria este contrato.
GENARO
¿De qué forma?
ACCIOLINO
Otorgándome de Blanca
155
el enlace feliz; con este pacto,
que como vencedor exigir puedo,
y que para mi dicha ansioso aguardo,
conservaré los justos privilegios
de vuestra libertad tan suspirados. 160
GENARO
Te comprendo; más sabe que a mi arbitrio
no está su corazón para entregarlo:
la voluntad, la inclinación de Blanca
son libres; si consiente en este lazo,
no se opondrá su padre.
ACCIOLINO
Ve, Leopoldo,
165
condúcela a mi vista.
GENARO
Sus quebrantos,
sus penas y su amor son muy recientes,
para que de su pecho el triste estado
te conceda la unión, que tanto anhelas.
ACCIOLINO
Obedece, Leopoldo, yo lo mando. 170
 

(Vase LEOPOLDO.)

 


Escena IV

 

DICHOS, menos LEOPOLDO.

 
GENARO
Inútilmente del poder te vales;
Blanca, cubierta de dolor y llanto,
desdeñará tu amor.
ALBERTO
Piensa, Acciolino,
que nosotros rendimos confiados
en tu nobleza las sangrientas armas; 175
que prometiste entonces conservarnos
honor, vida, riqueza y privilegios;
y que este ofrecimiento tan sagrado
fue del amor de Blanca independiente:
si ahora altivo intentases quebrantarlo, 180
expones tu poder y tu conquista:
aún hay almas feroces, aún hay brazos,
que opongan su valor a la violencia.
ACCIOLINO
¿Dónde están? ¿Quiénes son los temerarios,
que no tiemblan, al nombre de Acciolino? 185
¿Quiénes los miserables, que humillados
por mi furor, se atreven a oponerse
a la ley de mi gusto? Dime, osado,
¿Eres tú?
ALBERTO
Yo pudiera...
GENARO
Alberto, calla;
modérate, Acciolino; ¿qué logramos 190
con despertar el odio entre nosotros,
la voluntad de Blanca disputando?

 (Mirando adentro.) 

Ella se acerca.
ACCIOLINO

 (Aparte.) 

¡Oh cielos! con su vista
mis iras implacables se calmaron.


Escena V

 

DICHOS, LEOPOLDO, BLANCA vestida de negro.

 
BLANCA
¿Qué pretendes de mí? ¿Por qué Acciolino, 195
no respetas el tiempo más amargo
de mi espantosa soledad?...¡Ay triste!
Las lágrimas mis penas consolaron
lejos de esta vil pompa, que celebra
la muerte de un esposo que idolatro. 200
¡Ah cruel! ¿y aún me privas de este alivio?
No; déjame volver...
ACCIOLINO
Detén el paso,
mujer fiera, y escucha. De tu patria
la gloria o la ruina esta en tu mano:
la paz, la libertad, que a concederla 205
dispuesto estoy por reparar sus daños,
tendrá efecto, si logro tu desgracia
desvanecer amante con el lazo
de un feliz himeneo.
BLANCA
¿Y qué, Acciolino,
será mi eterno oprobio necesario 210
para tan noble acción?
ACCIOLINO
¡Tu oprobio! ¿Cómo?
BLANCA
Como si mi constancia a los halagos
de tu pasión cediera, envilecida
Blanca fuera por siempre: en el estado
de mi inmensa aflicción; con el adorno 215
del luto y del dolor; y de mi llanto
mis tristes ojos aún enrojecidos,
por mi desgracia de llorar cansados;
y en fin, sin que al cadáver de mi esposo
se tributase el fúnebre aparato 220
debido a su valor; ¿pudiera Blanca
su memoria ultrajar en otros brazos?
¡Ah! no es posible; si mi amante pecho
fuera capaz tan pronto de olvidarlo,
yo con mis propias manos me arrancara 225
el corazón infiel; y destrozado
sobre la helada tumba de mi esposo
lo ofreciera a su sombra en holocausto.
ACCIOLINO
Pues bien...
GENARO
Oye Acciolino. Deja al tiempo
de conseguir tus ansias el cuidado: 230
procede compasivo y generoso
con el ilustre pueblo de Bazano;
Harás con tu clemencia intercesores
para el logro feliz de tud halagos
sus mismos habitantes; y no dudes 235
que de tu compasión movida acaso
Blanca...
ACCIOLINO
Cesa, caduco miserable;
yo no escucho consejos de un esclavo:
ni tampoco de astucias femeniles
me dejo seducir. Blanca, es en vano 240
alucinar mi amor con esperanzas,
mi dicha y mis placeres dilatando.
Resuelve en este instante ser mi esposa,
o entrego de la guerra a los estragos
esta odiosa ciudad.
BLANCA
¡Tu esposa! Nunca.
245
ACCIOLINO
Yo abatiré tu orgullo. Ola, soldados,
 

(A los guardias que se acercan a BLANCA y su padre.)

 
A la prisión más fuerte de este alcázar.
Conducid luego a Blanca y a Genaro.
BLANCA
Cruel, no triunfarás de mi constancia.
ACCIOLINO
La muerte de tu padre en breve espacio 250
te obligará a ceder a mis deseos.
GENARO
Nada importa mi vida Blanca, vamos.
BLANCA
¡Ah! que ella de mi honor es la defensa.

 (A los guardias.) 

Esperad. ¡Justo Dios!

 (A ACCIOLINO.) 

Oye, inhumano,
si me concedes tiempo, yo...
ACCIOLINO
Resuelve;
255
aquí; en este momento.
ALBERTO

 (A BLANCA.) 

No en tu daño
te dejes humillar; todos los nobles,
a quienes tu valor ha libertado
tantas veces la vida, en la defensa
de tu honor y la gloria de ese anciano 260
la perderán gustosos. Acciolino,
el supremo Hacedor esta cansado
de sufrir tus delitos; no provoques
con la violencia...
ACCIOLINO
Infame, sella el labio.
¿Quién eres tú? ¿Qué sois, vosotros todos, 265
para oponer al fuego en que me abraso
vuestras débiles locas amenazas?
¿Cómo vuestra osadía llega a tanto,
que insultáis mi furor, cuando a mi arbitrio
estáis en mi presencia desarmados? 270
ALBERTO
La virtud ofendida nos da fuerza;
nos da resolución el falso trato
de tu perfidia; teme al justo cielo
él tiene ya los medios preparados
para tu destrucción; sobre tu frente 275
está de su poder suspenso el rayo.
ACCIOLINO
Descienda, si se atreve a castigarme;
Acciolino lo insulta, y quiere en tanto
triunfar de esa virtud feroz y débil.
¿Así olvidáis que puedo aniquilaros? 280
Pagaréis con la vida vuestra audacia.
Vuestros aceros esgrimid, soldados;

 (A los guardias que desnudan las espadas.) 

sufran esos traidores a mi vista
la muerte que merecen.
LEOPOLDO
¡Qué he escuchado!
BLANCA

 (Interponiéndose.) 

¡Ah! no: piedad.
ACCIOLINO

 (A los guardias.) 

Obedecedme luego.
285
LEOPOLDO
¿Qué es lo que hacéis cobardes? Insensatos,
suspended los aceros: no la infamia
con esta horrible acción llegue a mancharlos.
¿Qué hazaña de ignominia y de vergüenza
vais a ejercer con estos ciudadanos? 290
¿No los veis indefensos y vencidos?
¿No sabéis que aquí fueron convocados
para jurar la paz y la concordia
en mi noble palabra confiados?
¿Pensáis que yo tolere que a mi vista 295
vuestro furor consiga asesinarlos?
No será, ni lo espero de vosotros;
os conoce Leopoldo; avergonzados
estáis al escucharme: los aceros
 

(Los guardias se retiran al foro.)

 
se reserven a empeño más bizarro; 300
y el amor de Acciolino no consiga
la fama oscurecer de sus soldados.
ACCIOLINO
Pues ¿cómo tú...
LEOPOLDO
Yo soy quien de Germanía
el militar honor tiene a su cargo.
Estas tropas que ves te obedecieron 305
en las marciales lides, en el campo
donde el laurel glorioso disputaban
en favor de su augusto Soberano.
A este fin te siguieron valerosos
en los duros combates, y arrancaron 310
la discordia del seno de la Italia;
pero no su obediencia degradarlos
podrá para servirte de ministros
en las hazañas dignas de un tirano.
No te abandonarán en la campaña, 315
pero sí en la ignominia; yo te salvo
de sufrirla, Acciolino, y de perderte,
impidiendo este exceso sanguinario.
 

(Los guardias envainan las espadas.)

 
ACCIOLINO
Yo basto solo a conseguir...
LEOPOLDO
Te engañas:
yo la virtud defiendo.
ACCIOLINO

 (Aparte observando los guardias.) 

Me faltaron:
320
Estoy vendido; el disimulo importa
para evitar mi afrenta. Ciudadanos,

 (A los nobles.) 

me arrebató de mi pasión el fuego;
Leopoldo, he conocido de tu sabio
discurso la razón; ella me rinde; 325

 (Con intención.) 

comprendo, la lealtad de los soldados,
que el honor me conservan; sed dichosos;
que el tiempo, de mi amor formará el lazo:
Blanca, de mis rigores me arrepiento.
Ilustres habitantes de Bazano, 330
¿juráis fidelidad a Federico,
sin otra condición, sin otro pacto
que obedecer a su benigno imperio
para vivir felices?
ALBERTO
Sí juramos.
ACCIOLINO
Pues a vuestros pacíficos hogares 335
volved en libertad.
LEOPOLDO
Mi Soberano
os ampara; Acciolino lo confirma;
sed leales; ninguno tan osado
será que de sus órdenes se olvide,
para tener la audacia de insultaros. 340
ALBERTO

 (A LEOPOLDO.)  

Mi gratitud recibe; y tú, Acciolino,
consérvanos a Blanca y a Genaro;
pues sus virtudes siempre merecieron
nuestra veneración.

 (A los nobles.) 

Amigos, vamos.
 

(Se va con ellos.)

 


Escena VII

 

ACCIOLINO, LEOPOLDO, BLANCA y GENARO, Guardias.

 
BLANCA
Acciolino, ¿es verdad que tú cediendo... 345
ACCIOLINO
Tu padre y tú sois libres: retiraos
a vuestra habitación; gozad en ella
los alivios que el tiempo fuere dando
a vuestra desventura.
LEOPOLDO
Y yo os ofrezco
velar continuamente en vuestro amparo. 350
GENARO
¡Hombre de probidad!
BLANCA
Hombre sensible,
tú conservas mi honor en este anciano.
¡Oh Dios justo y clemente, recompensen
tus bendiciones su valor bizarro!
 

(Se va con su padre.)

 


Escena VIII

 

LEOPOLDO, ACCIOLINO, Guardias.

 
ACCIOLINO
Tú me vendes, Leopoldo; me arrebatas 355
de mi victoria el premio: ya has logrado
que me nieguen rebeldes la obediencia
las victoriosas tropas que yo mando;
las tropas que han debido sus conquistas
al esfuerzo invencible de mi brazo. 360
¡Oh furor! Completad vuestros insultos
Contra Acciolino:

 (A los guardias.)  

¿A qué esperáis, malvados?
Sólo falta esgrimir vuestros aceros
para mi destrucción.
LEOPOLDO
Extremos vanos,
365
que obscurecen tu gloria. Oye, Acciolino;
modera tu despecho; y del aplauso
tranquilo gozarás de tu victoria.
ACCIOLINO
¡Ah! que desaparezca ese aparato
con que pensaba celebrar mi dicha; 370
a su vista me siento avergonzado
de mi débil poder: dejadme todos.
LEOPOLDO

 (A los guardias.) 

Venid; la soledad podrá calmarlo.
por mi parte os ordeno en el silencio
sepultar para siempre, su atentado. 375
 

(Se va con los guardias.)

 
¿Qué es esto? ¿Dónde estoy? ¿Será posible?
¡Oh noche!... los placeres, que esperaron
gozar en tus tinieblas mis deseos,
¿son estos? ¿Y se atreven a estorbarlos
los mismos que debieran a mi vista 380
de sumisión, de horror estar temblando?
Vil Leopoldo... traidores... ¿Quién os dijo,
que ostentéis en favor de esos esclavos
la insubordinación? ¡Oh Blanca, oh fiera!
Por tu causa me encuentro abandonado; 385
por tu orgullo padezco estos ultrajes;
pues si en ti mi venganza satisfago,
no me llames cruel: fui generoso,
cuando rendido te ofrecí mi mano;
me despreciaste altiva... ¿a quién acuso 390
de mi debilidad? Desengañado
ya, y ofendido por tu fiero padre,
a gozar tus favores me preparo
con la ley de la fuerza. Sí; busquemos
para lograr mi intento los soldados 395
que siguieron mi suerte en Palestina;
ellos cumplirán fieles mis mandatos;
y antes que de esta noche de ignominia
acabe el lento giro, entre mis brazos
de la altivez de Blanca a su despecho 400
mi violencia y furor habrá triunfado.
 

(Se va.)