Escena II
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DICHOS, LEOPOLDO.
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LEOPOLDO | Quedan,
Acciolino, | | a este sitio los nobles convocados. | | Regocijado
el pueblo con la nueva | | de la paz, que asegura por el sacro
| | juramento que prestan sus caudillos, | 35 | por la ciudad
discurre alborozado, | | aclamando tu nombre, y bendiciendo
| | la piedad de mi augusto Soberano. | | ¡Oh Acciolino! las
jóvenes doncellas, | | las madres, las esposas, los
ancianos | 40 | al templo se encaminan, conduciendo | | las
prendas de su amor en su regazo. | | Allí postrado
el pueblo, a Dios eleva | | de gratitud y gozo el tierno llanto,
| | y allí repite el inocente niño | 45 | el eco
fiel con balbuciente labio. | | Si los vieses; si oyeras los
acentos | | del general tropel regocijado | | gritar, «la paz
llegó, somos felices.» | | ¡Ah! sin duda espectáculo
tan grato | 50 | gozar te hiciera de un placer, que nunca
| | tu corazón guerrero ha penetrado. | |
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ACCIOLINO | Yo
pudiera en la pública alegría | | tener la mayor
parte, si Genaro, | | cediendo a mis deseos, me otorgase | 55 | de Blanca bella el amoroso lazo. | | Pero su fiero orgullo...
ya lo has visto, | | Leopoldo, y tu también lo has
apoyado. | |
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LEOPOLDO | Te engañas: no defiendo sus rencores,
| | ni tu furor apruebo; los estragos | 60 | de la guerra le
toca a mi prudencia | | prevenir, vuestras iras estorbando.
| | Cumplo con mi deber, si lo ejecuto; | | pero dime, Acciolino,
¿cuál encanto
| | es el que de tu gloria así
te aleja? | 65 | ¿Es posible que amor con sus halagos | | el
corazón seduzca de un guerrero | | tan fuerte como
tú? ¿Qué? ¿Sus engaños | | pudieron extender
su poderío | | sobre un ánimo heroico, que en
los campos | 70 | de Marte... |
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ACCIOLINO | En
ellos fue donde su llama | | renovó en este pecho desgraciado.
| | Yo vi a Blanca, Leopoldo, en otro tiempo, | | como una
tierna flor, que desplegando | | sus hojas al rocío
de la aurora, | 75 | inspira un placer puro, dulce y grato,
| | pero no duradero ni temible; | | y aunque por ella entonces
despreciado, | | más que el amor se resintió
el orgullo; | | pues la débil terneza abandonando,
| 80 | volé a buscar la gloria en los combates. | | Mas
¡ay! que del amor, el pecho humano | | con la ferocidad no
se liberta: | | él postró mis furores sanguinarios
| | dentro de estas murallas; yo vi en ellas | 85 | a Blanca
destrozar con fuerte brazo | | mis valientes guerreros: ¡ah!
recuerda | | su celestial belleza, su bizarro | | adorno y
marcial pompa; aquel semblante | | que descubriste tú,
cuando saltando | 90 | roto en mil partes el brillante yelmo,
| | presentó a nuestros ojos el encanto | | de una diosa
en beldad: yo la vi entonces, | | sin duda fue, Leopoldo,
por mi daño, | | digna de ser esposa de Acciolino;
| 95 | su valor, su fiereza, el aparato | | del acerado arnés,
y hasta el cabello | | de polvo y sangre y de sudor bañado,
| | mi corazón rindieron, no de amores, | | sino de
un nuevo ardor en que me abraso, | 100 | que mitigar no puedo,
que consume | | mi pecho con furor desesperado: | | pero yo
apagaré su horrible llama, | | a pesar del tesón
con que insensatos | | a mi poder se oponen; yo... Leopoldo,
| 105 |
(LEOPOLDO hace un extremo de admiración;
ACCIOLINO vuelve sobre sí.)
| No temas,
no serás tú el temerario. | |
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LEOPOLDO | Desconozco
el temor; mas tus extremos | | envilecerte pueden, pues acaso
| | logrará conducirte a ser impío | | esa pasión
funesta, degradando | 110 | la gloria de un guerrero. |
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ACCIOLINO | (Mirando adentro.) |
No
prosigas, | | que a este sitio los nobles van llegando.
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Escena III
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DICHOS, ALBERTO,
GENARO, Nobles de Bazano desarmados.
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GENARO | Ya
tienes, Acciolino, en tu presencia | | los valientes caudillos
de Bazano; | | excusarles debieras generoso | 115 | asistir al
magnífico aparato | | que anuncia tu victoria y
su desgracia: | | la suerte de las armas no te ha dado | |
derecho de abusar de su infortunio; | | permito que lamenten
retirados | 120 | la ruina de su patria, sin que sean | | testigos
de su afrenta en el palacio, | | donde otra vez en más
felices tiempos | | su grandeza y su gloria celebraron. | |
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ACCIOLINO | Cese tu obstinación de seducirlos | 125 | con
inútiles quejas; tú, Genaro, | | ofendes
mi piedad, y no contento | | pretendes que me tengan por tirano.
| | Ellos me juzgarán; yo sólo aspiro | | a que
de la paz gocen el descanso. | 130 | (A ALBERTO y los nobles.)
| Escuchadme vosotros; mis deseos
| | no son injustamente
doblegaros | | con la ley de la fuerza, ni tampoco | | en vuestra
humillación fundar mi aplauso. | | Pretendo que gocéis
las exenciones | 135 | de vuestra libertad; yo de Bazano | | protegeré las leyes y el gobierno, | | con quo os
hizo felices el Senado: | | caudillo de las huestes de Germanía
| | me hizo el Emperador, porque arrancando | 140 | la discordia
civil de vuestro suelo, | | os ofrezca la paz bajo su amparo.
| | Vuestra obstinada loca resistencia, | | origen del furor
y los estragos, | | de su heroica piedad os hace indignos:
| 145 | pero si mi valor supo humillaros, | | también
sabe después compadeceros. | | Jurad reconocer por
Soberano | | al grande Federico; él sólo exige
| | vuestra fidelidad, para dejaros | 150 | libremente gozar de
las ventajas | | de vuestros institutos; y en tu mano | | (A
GENARO.) | hoy consiste; Genaro, se confirme | | en favor
de tu patria este contrato. | |
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ACCIOLINO | Otorgándome
de Blanca
| 155 | el enlace feliz; con este pacto, | | que
como vencedor exigir puedo, | | y que para mi dicha ansioso
aguardo, | | conservaré los justos privilegios | | de
vuestra libertad tan suspirados. | 160 |
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GENARO | Te comprendo; más
sabe que a mi arbitrio | | no está su corazón
para entregarlo: | | la voluntad, la inclinación de
Blanca | | son libres; si consiente en este lazo, | | no se
opondrá su padre. |
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ACCIOLINO | Ve,
Leopoldo, | 165 | condúcela a mi vista. |
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GENARO | Sus
quebrantos, | | sus penas y su amor son muy recientes,
| | para que de su pecho el triste estado | | te conceda la
unión, que tanto anhelas. | |
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ACCIOLINO | Obedece, Leopoldo,
yo lo mando. | 170 |
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(Vase LEOPOLDO.)
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Escena IV
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DICHOS, menos LEOPOLDO.
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GENARO | Inútilmente
del poder te vales; | | Blanca, cubierta de dolor y llanto, | | desdeñará
tu amor. |
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ALBERTO | Piensa,
Acciolino, | | que nosotros rendimos confiados | | en tu
nobleza las sangrientas armas; | 175 | que prometiste entonces
conservarnos | | honor, vida, riqueza y privilegios;
| | y que este ofrecimiento tan sagrado | | fue del amor de
Blanca independiente: | | si ahora altivo intentases quebrantarlo,
| 180 | expones tu poder y tu conquista: | | aún hay
almas feroces, aún hay brazos, | | que opongan su
valor a la violencia. | |
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ACCIOLINO | ¿Dónde están?
¿Quiénes son los temerarios, | | que no tiemblan,
al nombre de Acciolino? | 185 | ¿Quiénes los miserables,
que humillados | | por mi furor, se atreven a oponerse
| | a la ley de mi gusto? Dime, osado, | | ¿Eres tú?
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GENARO | Alberto,
calla; | | modérate, Acciolino; ¿qué logramos
| 190 | con despertar el odio entre nosotros, | | la voluntad
de Blanca disputando? | | (Mirando adentro.) | Ella se
acerca. |
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ACCIOLINO | (Aparte.) | ¡Oh
cielos! con su vista | | mis iras implacables se calmaron.
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Escena V
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DICHOS, LEOPOLDO,
BLANCA vestida de negro.
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BLANCA | ¿Qué pretendes
de mí? ¿Por qué Acciolino, | 195 | no respetas
el tiempo más amargo | | de mi espantosa soledad?...¡Ay
triste! | | Las lágrimas mis penas consolaron | |
lejos de esta vil pompa, que celebra | | la muerte de un
esposo que idolatro. | 200 | ¡Ah cruel! ¿y aún me privas
de este alivio? | | No; déjame volver... |
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ACCIOLINO |
Detén
el paso,
| | mujer fiera, y escucha. De tu patria | | la
gloria o la ruina esta en tu mano: | | la paz, la libertad,
que a concederla | 205 | dispuesto estoy por reparar sus daños, | | tendrá efecto, si logro tu desgracia | | desvanecer
amante con el lazo | | de un feliz himeneo. |
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BLANCA | ¿Y
qué, Acciolino, | | será mi eterno oprobio
necesario | 210 | para tan noble acción? |
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BLANCA | Como si mi constancia
a los halagos | | de tu pasión cediera, envilecida
| | Blanca fuera por siempre: en el estado | | de mi inmensa
aflicción; con el adorno | 215 | del luto y del dolor;
y de mi llanto | | mis tristes ojos aún enrojecidos,
| | por mi desgracia de llorar cansados; | | y en fin, sin
que al cadáver de mi esposo | | se tributase el fúnebre
aparato | 220 | debido a su valor; ¿pudiera Blanca | | su
memoria ultrajar en otros brazos? | | ¡Ah! no es posible;
si mi amante pecho | | fuera capaz tan pronto de olvidarlo,
| | yo con mis propias manos me arrancara
| 225 | el corazón
infiel; y destrozado | | sobre la helada tumba de mi esposo
| | lo ofreciera a su sombra en holocausto. | |
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GENARO | Oye
Acciolino. Deja al tiempo | | de conseguir tus ansias el
cuidado: | 230 | procede compasivo y generoso | | con el ilustre
pueblo de Bazano; | | Harás con tu clemencia intercesores
| | para el logro feliz de tud halagos | | sus mismos habitantes;
y no dudes | 235 | que de tu compasión movida acaso | | Blanca... |
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ACCIOLINO | Cesa,
caduco miserable; | | yo no escucho consejos de un esclavo:
| | ni tampoco de astucias femeniles | | me dejo seducir.
Blanca, es en vano | 240 | alucinar mi amor con esperanzas, | | mi dicha y mis placeres dilatando. | | Resuelve en este
instante ser mi esposa, | | o entrego de la guerra a los
estragos | | esta odiosa ciudad. |
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ACCIOLINO | Yo abatiré tu orgullo.
Ola, soldados, | |
(A los guardias que se acercan a BLANCA y su padre.)
| A la prisión más fuerte de
este alcázar. | | Conducid luego a Blanca y a Genaro.
| |
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BLANCA | Cruel, no triunfarás de mi constancia.
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ACCIOLINO | La muerte de tu padre en breve espacio | 250 | te
obligará a ceder a mis deseos. | |
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GENARO | Nada importa
mi vida Blanca, vamos. | |
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BLANCA | ¡Ah! que ella de mi honor
es la defensa. | | (A los guardias.) | Esperad. ¡Justo Dios!
| (A ACCIOLINO.) | Oye,
inhumano, | | si me concedes tiempo, yo... |
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ACCIOLINO | Resuelve;
| 255 | aquí; en este momento. |
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ALBERTO | (A BLANCA.) | No
en tu daño | | te dejes humillar; todos los nobles,
| | a quienes tu valor ha libertado | | tantas veces la vida,
en la defensa | | de tu honor y la gloria de ese anciano
| 260 | la perderán gustosos. Acciolino, | | el supremo
Hacedor esta cansado | | de sufrir tus delitos; no provoques
| | con la violencia... |
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ACCIOLINO | Infame,
sella el labio. | | ¿Quién eres tú? ¿Qué
sois, vosotros todos, | 265 | para oponer al fuego en que me
abraso | | vuestras débiles locas amenazas? | |
¿Cómo vuestra osadía llega a tanto, | | que
insultáis mi furor, cuando a mi arbitrio | | estáis
en mi presencia desarmados? | 270 |
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ALBERTO | La virtud ofendida
nos da fuerza; | | nos da resolución el falso trato
| | de tu perfidia; teme al justo cielo | | él tiene
ya los medios preparados | | para tu destrucción;
sobre tu frente | 275 | está de su poder suspenso el rayo.
| |
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ACCIOLINO | Descienda, si se atreve a castigarme; | |
Acciolino lo insulta, y quiere en tanto | | triunfar de
esa virtud feroz y débil. | | ¿Así olvidáis
que puedo aniquilaros? | 280 | Pagaréis con la vida vuestra
audacia. | | Vuestros aceros esgrimid, soldados; | | (A
los guardias que desnudan las espadas.) | sufran esos traidores
a mi vista
| | la muerte que merecen. |
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BLANCA | (Interponiéndose.) | ¡Ah! no:
piedad. |
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ACCIOLINO | (A los guardias.) | Obedecedme
luego. | 285 |
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LEOPOLDO | ¿Qué es lo que hacéis cobardes?
Insensatos, | | suspended los aceros: no la infamia | | con esta horrible acción llegue a mancharlos. | | ¿Qué hazaña de ignominia y de vergüenza
| | vais a ejercer con estos ciudadanos? | 290 | ¿No los veis
indefensos y vencidos? | | ¿No sabéis que aquí
fueron convocados | | para jurar la paz y la concordia | | en mi noble palabra confiados? | | ¿Pensáis que
yo tolere que a mi vista | 295 | vuestro furor consiga asesinarlos?
| | No será, ni lo espero de vosotros; | | os conoce
Leopoldo; avergonzados | | estáis al escucharme: los
aceros | |
(Los guardias se retiran al foro.)
| se reserven a empeño más bizarro;
| 300 | y el amor de Acciolino no consiga | | la fama oscurecer
de sus soldados.
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LEOPOLDO | Yo
soy quien de Germanía | | el militar honor tiene a
su cargo. | | Estas tropas que ves te obedecieron | 305 | en
las marciales lides, en el campo | | donde el laurel glorioso
disputaban | | en favor de su augusto Soberano. | | A este
fin te siguieron valerosos | | en los duros combates, y arrancaron
| 310 | la discordia del seno de la Italia; | | pero no su
obediencia degradarlos | | podrá para servirte de
ministros | | en las hazañas dignas de un tirano.
| | No te abandonarán en la campaña, | 315 | pero
sí en la ignominia; yo te salvo | | de sufrirla,
Acciolino, y de perderte, | | impidiendo este exceso sanguinario.
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(Los guardias envainan las espadas.)
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ACCIOLINO | Yo basto
solo a conseguir... |
|
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LEOPOLDO | Te
engañas: | | yo la virtud defiendo. |
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ACCIOLINO | (Aparte
observando los guardias.) | Me faltaron:
| 320 | Estoy vendido;
el disimulo importa | | para evitar mi afrenta. Ciudadanos,
| | (A los nobles.) | me arrebató de mi pasión
el fuego; | | Leopoldo, he conocido de tu sabio | | discurso
la razón; ella me rinde; | 325 | (Con intención.) |
comprendo, la lealtad de los soldados, | | que el honor
me conservan; sed dichosos; | | que el tiempo, de mi amor
formará el lazo: | | Blanca, de mis rigores me arrepiento.
| | Ilustres habitantes de Bazano, | 330 | ¿juráis fidelidad
a Federico, | | sin otra condición, sin otro pacto
| | que obedecer a su benigno imperio | | para vivir felices?
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ACCIOLINO | Pues a vuestros pacíficos hogares
| 335 | volved en libertad. |
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LEOPOLDO | Mi
Soberano | | os ampara; Acciolino lo confirma; | | sed
leales; ninguno tan osado | | será que de sus órdenes
se olvide, | | para tener la audacia de insultaros. | 340 |
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ALBERTO | (A LEOPOLDO.) | Mi gratitud recibe; y tú, Acciolino,
| | consérvanos a Blanca y a Genaro; | | pues
sus virtudes siempre merecieron | | nuestra veneración.
| (A los nobles.) | Amigos,
vamos. | |
(Se va con ellos.)
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Escena VIII
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LEOPOLDO, ACCIOLINO, Guardias.
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ACCIOLINO | Tú me vendes, Leopoldo; me arrebatas
| 355 | de mi victoria el premio: ya has logrado | | que me
nieguen rebeldes la obediencia | | las victoriosas tropas
que yo mando; | | las tropas que han debido sus conquistas
| | al esfuerzo invencible de mi brazo. | 360 | ¡Oh furor! Completad
vuestros insultos | | Contra Acciolino: | | (A los guardias.)
| ¿A qué esperáis, malvados? | | Sólo
falta esgrimir vuestros aceros | | para mi destrucción.
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LEOPOLDO | Extremos
vanos, | 365 | que obscurecen tu gloria. Oye, Acciolino; | |
modera tu despecho; y del aplauso | | tranquilo gozarás
de tu victoria. | |
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ACCIOLINO | ¡Ah! que desaparezca ese aparato
| | con que pensaba celebrar mi dicha; | 370 | a su vista me
siento avergonzado | | de mi débil poder: dejadme
todos.
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LEOPOLDO | (A los guardias.) | Venid; la soledad
podrá calmarlo. | | por mi parte os ordeno en el silencio
| | sepultar para siempre, su atentado. | 375 |
(Se va
con los guardias.)
| ¿Qué es esto? ¿Dónde
estoy? ¿Será posible? | | ¡Oh noche!... los placeres,
que esperaron | | gozar en tus tinieblas mis deseos,
| | ¿son estos? ¿Y se atreven a estorbarlos | | los mismos
que debieran a mi vista | 380 | de sumisión, de horror
estar temblando? | | Vil Leopoldo... traidores... ¿Quién
os dijo, | | que ostentéis en favor de esos esclavos
| | la insubordinación? ¡Oh Blanca, oh fiera! | |
Por tu causa me encuentro abandonado; | 385 | por tu orgullo
padezco estos ultrajes; | | pues si en ti mi venganza satisfago,
| | no me llames cruel: fui generoso, | | cuando rendido
te ofrecí mi mano; | | me despreciaste altiva... ¿a
quién acuso | 390 | de mi debilidad? Desengañado
| | ya, y ofendido por tu fiero padre, | | a gozar tus
favores me preparo | | con la ley de la fuerza. Sí;
busquemos | | para lograr mi intento los soldados | 395 | que
siguieron mi suerte en Palestina;
| | ellos cumplirán
fieles mis mandatos; | | y antes que de esta noche de
ignominia | | acabe el lento giro, entre mis brazos | | de
la altivez de Blanca a su despecho | 400 | mi violencia y furor
habrá triunfado. | |
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(Se va.)
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