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El evangelio según San Mateo

Juan de Valdés




ArribaAbajoEl Proemio de los Evangelios

Grandísimo testimonio de la verdad cristiana es este que, cuando el hombre en las cosas que pertenecen á ella, no se sirve en nada de su prudencia ni de su razon humana, acierta, y cuando se sirve, yerra. Esta verdad, la he entendido por propia experiencia en muy muchas cosas, y últimamente la he visto en esto que, si cuando yo me aplique á edificaros á vos y á edificarme á mí en lo que pertenece á la fe cristiana y al vivir cristiano con el medio de las santas escrituras, siguiera el juicio de mi prudencia y razon humana, primero me ocupara en los evangelios, que son historias de Cristo, y os los enviara, por ser tenida comunmente esta escritura por más fácil de ser interpretada y entendida que otra ninguna; luego me ocupara en las epístolas de San Pablo y de San Pedro y os las enviara, porque en ellas está como seria decir la práctica del vivir cristiano con la confirmación de la fe cristiana; y después me ocupara en los salmos y os los enviara, porque comunmente son tenidos por escritura muy difícil de ser interpretada y entendida. Y si lo hiciera así, lo hubiera errado muy mucho, cuanto á vos y cuanto á mí, porque ni yo acertara á traducir ni á interpretar así bien los evangelios, no siendo pasado por las epístolas, ni las epístolas, no siendo pasado por los salmos, ni vos fuérades así capaz de la leccion de los evangelios sino estuviérades instruida en la leccion de las epístolas, ni de la leccion de las epístolas sino os hubiérades ejercitado en la leccion de los salmos. Porque, estando fundados los salmos en el deber de la generacion humana segun la verdadera inteligencia de la ley de Moisen, y estando fundadas las epístolas en el deber de la regeneracion cristiana segun la verdadera inteligencia del evangelio de Cristo, y estando fundados los evangelios en la misma regeneracion cristiana y en exprimir la vida y las palabras del mismo hijo de Dios Jesu Cristo nuestro señor, no hay duda sino que á mí para traducir é interpretar, y á vos para entender y gustar, fué cosa convenientísima tomar primero los salmos, porque es así que más capaces somos de las cosas que pertenecen al deber de la generacion humana, que de las que pertenecen al deber de la regeneracion cristiana, siendo estas como contrarias á nuestra natural inclinacion, y siendo aquellas como propias á ella, y tomar luego las epístolas ántes que los evangelios, porque es tambien así que somos más capaces de los conceptos y sentimientos que en el negocio cristiano, en la regeneracion cristiana tuvieron los apóstoles de Cristo, que de los conceptos y sentimientos que en el mismo negocio tuvo el mismo Cristo, porque en los de los apóstoles nos podemos servir mucho del libro de la consideracion, ayudada de la propia experiencia, como con efecto nos servimos, y en los de Cristo nos podemos servir poco de aquel libro, porque, aunque á los que aceptamos la gracia del evangelio, comunica Cristo su propio espíritu, por nuestra incapacidad no es en tanta abundancia que podamos comprender bien con nuestra propia experiencia todos los conceptos y los sentimientos de Cristo que hallamos escritos en los evangelios, y así, aunque en unos acertamos, en otros apenas atinamos. De manera que con mucha razon puedo decir que acertamos, cuando en las cosas cristianas no nos gobernamos por el juicio de la prudencia y razon humana, y que erramos cuando nos gobernamos por él, teniendo esta por eficacísima señal de la verdad cristiana, sabiendo cierto que, cuando ella no fuese así verdadera, se vería por experiencia todo lo contrario. Y porque deseo que seais bien capaz de la necesidad que tiene el hombre que se aplica á las santas escrituras de seguir no el órden que yo siguiera cuando me aconsejara con la prudencia humana, sino el que he seguido sin mirar en ello y sin pensar en ello, dejando estar aparte los salmos que (como he dicho) siguen el deber de la generacion humana por la ley de Moisen, y tomando las epístolas y los evangelios que (como he dicho) siguen el deber de la regeneracion cristiana por el evangelio de Cristo, digo que hay aún otra causa, por la cual parece que el hombre cristiano debe atender primero á la leccion de las epístolas que á la leccion de los evangelios. Y es esta que es así peligrosa la leccion de los evangelios mal entendidos para hacer que un hombre pretenda ser justo, y así alcanzar salud y vida eterna por sus obras, descuidándose de la fe, como es peligrosa la leccion de las epístolas mal entendidas para hacer que otro hombre pretenda ser justo y así alcanzar salud y vida eterna por la fe, descuidándose del bien obrar. Pues siendo así que el hombre no regenerado más presto se inclina á justificarse por sus obras sin su fe que á pensar en justificarse por su fe sin sus obras, y siendo tambien así que el fundamento de la iglesia cristiana es la fe cristiana, la aceptacion de la gracia del evangelio, y que las obras en tanto son buenas en cuanto el que las hace está bien fundado en la fe cristiana, porque, como dice San Pablo, sine fide impossibile est placere Deo, está claro que es menor el inconveniente en que puede caer el hombre leyendo con descuido las epístolas, que leyendo con descuido los evangelios, pues está más cerca de apartarse del fundamento cristiano leyendo y no entendiendo los evangelios, que leyendo y no entendiendo las epístolas. Y aunque no tengo temor que vos hayais de caer en ninguno de estos dos inconvenientes, todavía es bien avisaros que, leyendo las epístolas, de tal manera os fundeis en la fe cristiana, que no os descuideis de las obras cristianas, y que leyendo los evangelios, de tal manera os apliqueis al vivir cristiano, á las costumbres cristianas y obras cristianas que no olvideis la fe cristiana. Y porque podría ser que os aconteciese á vos lo que acontece á muchos, los cuales, haciendo de los evangelios ley, pretenden justificarse por el cumplimiento de la doctrina de Cristo, y así nunca jamás hallan paz en sus conciencias, porque nunca jamás conocen haber satisfecho, como con efecto no satisfacen; os aviso que de la doctrina de Cristo os habeis de servir por una instruccion del vivir cristiano. Porque habeis de saber que, así como á un villano, siendo tomado por hijo del emperador, le seria propuesta y dada una instruccion por la cual entendiese en qué manera se deberia gobernar para cobrar costumbres de hijo de emperador, viviendo segun el deber y decoro de hijo del emperador, así á vos, que de hija de Adam sois tomada por hija de Dios, os es propuesta y dada la doctrina de Cristo que está en los evangelios, para que por ella entendais y sepais en qué manera conviene que os goberneis para obrar costumbres de hija de Dios, viviendo segun el deber de hija de Dios y guardando el decoro de hija de Dios. El cual decoro, aunque está muy bien exprimido en las palabras de Cristo, todavía lo aprendereis mucho mejor considerando las obras del mismo Cristo. Y en esto hablo con propia experiencia, habiendo experimentado en mí que, aunque son muy eficaces en mí aquellas divinas palabras de Cristo «aprended de mí que soy manso y humilde en el corazon,» todavía es sin ninguna comparacion más eficaz la consideracion de la mansedumbre y de la humildad de Cristo en toda su vida, y principalmente en su pasion y en su muerte. Porque os certifico, que esta consideracion me reduce á esto que, cuando me fuese dado á escoger cuál quería más, la mansedumbre y la humildad de Cristo ó todas juntas las otras cosas que en Cristo fueron vistas gloriosas miéntras anduvo entre los hombres, yo escogería la mansedumbre y la humildad que veo en Cristo, tanto me parecen anexas y como propias y naturales al cristiano en este estado de pasibilidad y mortalidad. Y aquí viene bien daros este aviso: que en Cristo habeis de pretender imitar aquellas cosas que pertenecen á la mansedumbre, á la humildad, á la caridad y á la obediencia á Dios, procurando ser así excelente en la mansedumbre, en la humildad, en la caridad y en la obediencia como conocereis que lo fué Cristo, no teniéndoos jamás por perfecta en cosa ninguna de estas, hasta tanto que conozcais en vos lo que conocereis en Cristo. No digo lo que conoceis, porque sabed de cierto que es muy poco lo que conoceis con lo que conocereis, tomando estrecha familiaridad con Cristo, examinando bien todas sus palabras y considerando bien todas sus obras.

Allende de esto, es bien que sepais que no todas las cosas que dijo y que enseñó Cristo, pertenecen á todas las personas ni á todos los tiempos. Porque es así que hay muchas cosas de ellas, que eran necesarias en aquellos tiempos y serían dañosas en estos tiempos, como es la observacion de la ley de Moisen, á la cual observacion pertenece el mandar Cristo á los leprosos que ofreciesen por su alimpiamiento lo que estaba mandado ea la ley de Moisen, y pertenecen aquellas palabras de Cristo: Sobre la cátedra de Moisen se asientan, etc., Mat. 23, y aquellas: No soy venido á romper la ley sino á cumplirla, Mat. 5; y porque es tambien así que muchas cosas dijo Cristo que no se han de tomar en general para todos, como aquello que dijo al mancebo hebreo: Si quieres ser perfecto, ve y vende, Mat. 12, y como aquello que dijo á los escribas y fariseos: Escudriñad las escrituras, Juan 5, diciendo á sus discípulos: Y el Espíritu Santo, que enviará mi padre en mí nombre, él os enseñará toda cosa, Juan 14; por donde parece que las unas palabras pertenecen á los que son discípulos de Cristo, y las otras á los que, estándose en la escuela de Moisen ó en la escuela de la filosofía, no son entrados en la escuela de Cristo. De este aviso os servireis así para saber que no habeis de pensar que os es dicho á vos sino aquello que Cristo dice á sus discípulos, á lo cual solamente os habeis de aplicar, como para entender que no habeis de aplicar á estos tiempos sino las cosas que cuadran con la fe cristiana y con el vivir cristiano, pasando ligeramente por todas las otras cosas. Hora porque acostumbraba Cristo á exprimir y declarar algunos de sus conceptos con parábolas y comparaciones, en las cuales hallan mucha dificultad los que las quieren reducir á que cuadren en todo y por todo, os aviso que no penseis vos, como tampoco he pensado yo, reducirlas á esto, porque perdereis tiempo, pero pensad de hacer que cada una cuadre con el propósito á que parece que Cristo la dijo, y así acertareis. Y que sea así que en las parábolas no pretende Cristo que cuadren en todo y por todo, consta por algunas que él propio declaró, y si él no hizo que aquellas cuadrasen en todo y por todo, muy grande indiscrecion sería la nuestra cuando las quisiésemos reducir á que cuadrasen en todo y por todo.

Á muchos ha ofendido y ofende la disconformidad que parece que hay entre los evangelistas, así en el órden de la historia, como en la continuacion de los razonamientos de Cristo y como tambien en algunas otras cosas, y por tanto se van fatigando por concordarlos. Esta empresa, yo no la he tomado, ni me parece que la debeis vos tomar. Porque habeis de saber que aunque yo no condeno la pia curiosidad de estas personas, tengo por mejor la cristiana simplicidad de los que, tomando de cada uno de los evangelistas lo que dan, se contentan con esto. Que en lo que es el fundimento del evangelio de Cristo y de la iglesia cristiana, que Cristo es el Mesía, que es hijo de Dios, que murió en cruz, que resucitó y que vive, todos concuerdan sin que haya entre ellos la menor disconformidad del mundo. Y de mí, tanto os certifico, que pienso que sentiria más fastidio y me ofenderian más los evangelios cuando los hallase conformes en todo y por todo sin que discrepasen en cosa ninguna, que hallándolos como los hallo, que al parecer son disconformes en algunas cosas, tanto porque me huelgo que mi fe no dependa de escrituras ni esté fundada en ellas, pero que dependa de inspiraciones y experiencias y esté fundada en ellas, como estuvo la fe de los de Samaria, despues que habiendo visto á Cristo y habiéndole oído hablar, creyendo por inspiracion y por experiencia, decian á la mujer que ya no creian por su relacion de ella sino por la experiencia que ellos tenian, cuanto porque veo conocidamente que el intento de Dios en las Escrituras, ha sido dar tanta luz cuanta basta á alumbrar á los que tienen las inspiraciones interiores, y no dar tanta cuanta podria bastar á alumbrar á la prudencia humana, cuando sin las inspiraciones interiores quisiesen entender las cosas cristianas, espirituales y divinas. Y así entiendo que la disconformidad que parece que hay entre los evangelistas, es para los que los leen con prudencia humana y con lumbre natural, lo que era la bajeza y humildad de Cristo para los que lo miraban con la misma prudencia y con la misma lumbre; á estos la bajeza y la humildad de Cristo hacian tropezar y caer sin poderse levantar, ya aquellos la disconformidad que parece que hay entre los evangelistas, hace tropezar y caer sin poderse levantar. Y así viene á ser Cristo siempre y en todas maneres lapis offensionis et petra scandali conforme á lo que segun San Pedro estaba profetizado de él. Y advertid que lo que entiendo en la disconformidad que parece que hay en los evangelios, lo entiendo tambien en ha disconformidad que parece que hay en algunas de las autoridades de la ley y de los profetas que están alegados en los evangelios.

En los milagros que hacia Cristo, considerareis su caridad, y serviros heis de ellos para confirmar vuestra fe cristiana, pensando así: si Cristo hacia beneficios temporales á los que, confiando en él, se iban tras él y se encomendaban á él, no siendo este el principal intento de su venida al mundo, cuánto mejor hará beneficios eternos á los que, confiando en él, se irán tras él y se encomendarán á él, siendo esto el principal intento de su venida al mundo.

En la pasion y muerte de Cristo, considerareis su obediencia á Dios, y os servireis de ella para reduciros vos cada día más á no apartaros en poco ni en mucho de lo que conocereis que es la voluntad de Dios, examinándoos si os bastaria el ánimo á pasar por lo que Cristo pasó; en la paciencia con que Cristo comportaba y sufría las injurias y las afrentas que lo eran dichas y hechas sin dar mal por mal, no siendo perjudicial á ninguno, considerareis su admirable mansedumbre y os servireis de ella para imitarla, y para conocer que tanta parte habeis alcanzado de ella despues que os sentís incorporada en Cristo.

Y cuando leereis lo que Cristo dice contra los escribas y fariseos, tratándolos mal de palabras, considerareis que aquellas palabras no salen de afecto de carne, sino de ímpetu de espíritu, y os servireis de esta consideracion para no dejaros jamás trasportar de vuestro afecto carnal á hablar mal ni aún contra los que conocereis que son escribas y fariseos, siendo contrarios á la fe cristiana, á la gracia del evangelio y al vivir cristiano, á la imitacion de Cristo, ateniéndoos siempre á la parte más segura que es á ser útil á todos, sin ser perjudicial á ninguno.

En la sumision con que Cristo se sujetaba á los hombres hasta pagarles el tributo, siendo hijo de Dios, como si fuera puro hombre, considerareis su profundísima humildad, considerando que fuera grande humildad cuando, siendo hijo de Dios, se abajara á ser hombre en el mayor grado y en la mayor dignidad que se podría pensar ni imaginar entre los hombres, y que fué grandísima, abajándose á ser hombre en el más ínfimo grado que puede ser entre los hombres; y de esta consideracion os servireis para amar la humildad y para no teneros jamás por humilde hasta que os conozcais inferior á todos los hombres del mundo, y holgueis de ser tenida por tal y de ser tratada por tal.

Si, leyendo la transfiguracion de Cristo, os subireis con él en el monte Tabor á considerarlo transfigurado, y allá os vendria gana de transfiguraros con él, bajáos luego del monte Tabor y ponéos en el monte Calvario á considerar á Cristo crucificado, y si estando allí, no os vendria gana de ser crucificada con Cristo como os venia acullá de ser transfigurada con Cristo, conoced que érades tirada de vuestro amor propio y no del amor de Cristo y que por consiguiente os amais mas á vos que á Cristo. Esta misma prueba hareis siempre que, considerando las cosas que son gloriosas en Cristo, os vendria deseo de ser en ellas semejante á Cristo.

Si leyendo las autoridades de la ley y de los profetas que están alegadas en estas santas escrituras, os vendria gana de irlas cotejando y examinando, conoced que sois movida con curiosidad y dejadla estar, porque así lo he hecho yo en las que en el cotejarlas y examinarlas no he hallado edificacion cristiana.

Si, leyendo en San Juan la divina generacion de Cristo, os vendria deseo de entender en qué manera el Hijo es engendrado del Padre, y en qué manera el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, considerad vuestra incapacidad y pensad que no es menor vuestra temeridad en esto, que seria la de un gusano cuando quisiese entender en qué manera vos habeis sido engendrada en el vientre de vuestra madre. Esto mismo considerareis cuando os vendria voluntad de entender en qué manera fué Cristo engendrado en el vientre de la santísima vírgen María.

Cuando leereis la ferocísima rabia con que los principales de la sinagoga hebrea persiguieron á Cristo hasta hacerlo morir cruelísimamente con título de impío y enemigo de Dios, siendo él venido á hacerlos amigos de Dios y justos, y darles vida eterna, considerareis en qué inconvenientes caen los hombres cuando se dejan cegar de sus pasiones, y cuan poco os podeis fiar de hombres ningunos por muy principales que sean; y servireis os de esta consideracion para tener siempre vuestro ánimo libre de toda pasion, y para no fiaros de hombre ninguno en las cosas cristianas, espirituales y divinas, por muy principal y eminente que sea, porque no toque á vos aquello Maledictus homo qui confidit in homine; conteniéndoos una cosa tal cual aconteció á los del pueblo hebreo, que fiándose de los que entre ellos eran principales y eminentes en la religion, demandaron á voces que Cristo fuese crucificado.

Cuando leereis la incredulidad y poca fe, la ignorancia y ceguedad en que estuvieron los discípulos de Cristo, todo el tiempo que él estuvo con ellos, considerareis de qué manera trató el padre eterno á su unigénito hijo mientras vivió como hombre entre los hombres, privándolo áun de la satisfaccion que le fuera ver á sus discípulos espirituales y cristianos como fueron despues de su ascension; y servireis os de esta consideracion para no pretender que Dios os muestra el amor que os tiene, dándoos satisfacciones ni aún espirituales, pretendiendo que os lo muestre dándoos fuerzas y esfuerzo con que pasar animosamente por los fastidios corporales y espirituales que se os ofrecerán en la presente vida.

Y si leyendo algunas palabras de Cristo á donde está entendida la predestinacion como aquellas: Non rapiet eas quisquam de manu mea, Juan 10, os vendria deseo de entender cómo pueda estar la predestinacion con el líbero arbitrio, y como puede estar que Judas fuese necesitado á vender á Cristo y que sea condenado por ello, os acordareis de lo que dijo Cristo á San Pedro, porque quería saber lo que no le pertenecia: Quid ad te? Tu me sequere. Por último, y de estas mismas palabras os servireis siempre que sereis asaltada de alguna cosa curiosa que no pertenezca á vos, tanto de las que resultarán de esta divina leecion, cuanto de las que cada dia se os podrán ofrecer. Y tened por cierto que, tanto en leer estas Santas Escrituras cuanto en el tratar todas las cosas cristianas espirituales y divinas, vale mucho la simplicidad y daña mucho la curiosidad, la cual debe ser del todo desterrada de los ánimos de las personas cristianas, dando lugar á la simplicidad que le es propia y natural en la regeneracion. Y así como os será provechosa cosa estar apercibida contra la curiosidad con aquellas palabras: Quid ad te? Tu me sequere, así os será tambien cosa provechosa estar apercibida de otras palabras de Cristo semejantes á aquellas contra los otros efectos de que sereis combatida. De esta manera, si sereis combatida del temor ó de la desconfianza tanto en las cosas temporales cuanto en las eternas, acordáos de aquellas palabras de Cristo: Quare dubitas? y de aquella: Ubi est fides tua? Si del afecto vindicativo, acordáos de aquellas: ¿Nescitis cujus spiritus estis? Si de la ocupacion de las cosas que son del mundo acordáos de aquellas palabras: Quis me constituit judicem inter vos? Y sí leyendo la perfeccion cristiana que particularmente está escrita en San Mateo, cap. 5. 6. 7, se os representara tan alta que, comenzando á desconfiar de poder llegar á ella, sereis tentada á apartaros de ella, os acordareis de aquellas palabras de Cristo: Omnia possibilia sutil credenti, y con ellas os certificareis en esta verdad, que aunque el que no tiene fe cristiana es imposible reducirse á aquella tan alta perfeccion, porque le es imposible amar á Dios más que se ama á sí y amar al prójimo como se ama á sí, que á vos que teneis fe cristiana os es posible, porque la fe cristiana os ha incorporado en Cristo é incorporada en él podeis decir con San Pablo: Todo lo puedo en él que me hace poderosa y poder lo que podía San Pablo. Y de esta manera ireis encomendando á vuestra memoria algunas palabras de Cristo con que estar apercibida para reprimir todos los afectos con que sereis asaltada, teniendo siempre intento á comprender aquella perfeccion en que sois comprendida por la incorporacion en Cristo. Incorporada en Cristo por la aceptacion de la gracia del evangelio y por el bautismo, sois muerta cuanto al mundo, y sois resucitada y vivís cuanto á Dios, siendo de vos lo que es de Cristo, en cuanto os considera Dios no por lo que sois por vos, sino por lo que sois por Cristo.

Atended vos á vivir como muerta cuanto al mundo y á todas las cosas que son del mundo, pasando por ellas como si realmente y con efecto fuésedes muerta, y á vivir como resucitada cuanto á Dios, de manera que, viviendo vos en la presente vida como muerta y resucitada, comenceis á vivir una vida muy semejante á la que habeis de vivir en la vida eterna despues de la general resurreccion. Y sabed que cuanto vuestro vivir será más conforme á aquel, tanto podeis creer que habeis comprehendido mejor aquella perfeccion en que, incorporada en Cristo, sois comprehendida, siendo en todo y por todo muy semejante á Cristo. Y cuando querreis examinar qué tanto habeis comprehendido y alcanzado de esta perfeccion, considerareis qué tan firme y constante os hallaríades cuando fuésedes necesitada á padecer por Cristo la ignominia y confusion, el tormento y dolor que padeció Cristo por vos, porque sabed que á esta firmeza y constancia conviene que os reduzcais, pretendiendo que, compareciendo en el juicio de Dios con mucha firmeza y constancia por el ser que os da la incorporacion en Cristo, no os cause vergüenza y confusion el ser que teneis por vos. Y á este fin conviene que vayan enderezados todos vuestros ejercicios y todos vuestros estudios y más este de la doctrina y vida de Cristo que leereis en estas escrituras, rogando siempre á Dios, nos favorezca á vos y á mí con su divina gracia de tal manera que sea vista en nosotros la propia imágen de su unigénito hijo Jesu Cristo nuestro señor.

En esta traduccion he seguido la letra griega así como la seguí en la traduccion de las epístolas, señalando las palabras que para hacer más inteligible la escritura me ha parecido que convenia añadir. Y en las interpretaciones y declaraciones que he escrito sobre la letra he seguido lo que me ha parecido más conforme á lo que siento y conozco de la verdad de la fe cristiana y de la puridad del vivir cristiano, señalando la edificacion espiritual que mientras escribía se me representaba que las personas cristianas aplicadas al vivir cristiano, á la imitacion de Cristo pueden tomar de estas santas escrituras, y confesando ingénuamente mi ignorancia en las cosas que por mi incapacidad y poco espíritu no he podido alcanzar, pretendiendo que así sea ilustrada la gloria de Cristo por lo que no he entendido, como por lo que he entendido, y que así sean edificadas las personas cristianas con lo uno como con lo otro, considerando en lo uno lo que soy por mí y considerando en lo otro lo que soy por beneficio favorable de Dios, el cual me trujo á Cristo y me incorporó en Cristo, y por liberalidad de Cristo, el cual me comunica la parte que te place de aquellos divinos tesoros que su eterno padre ha puesto en él, para que él los comunique con los que estamos incorporados en él, á fin que en nosotros y por nosotros sea visto y conocido quién es Dios y quién es el Hijo de Dios Jesu Cristo nuestro señor. A los cuales con el Espíritu Santo sea perpétua gloria. Amen.






ArribaAbajoEl Evangelio de San Mateo

Traducido fielmente del griego en romance castellano y declarado según el sentido literal con muchas consideraciones sacadas de la letra, muy necesarias al vivir cristiano.



ArribaAbajoCapítulo primero

Libro de la generacion de Jesu Cristo, hijo del David, hijo de Abraham


Tanto vale como si dijese: este es el libro de la historia de Jesu el Mesía prometido en la ley, el cual fué hijo de David y de Abraham. Porque en la lengua hebrea por lo que nosotros decimos libro de la historia, dicen libro de la generacion. Aquí se ha de entender que Cristo es lo mismo que ungido ó Mesía, á fin que se entienda que en las primeras palabras pretendió San Mateo mostrar que Jesus es el Mesía prometido á los Judíos y dado á todos los hombres en general, para que todos los que lo aceptaran alcancen remision de pecados, sean reconciliados con Dios, amigos de Dios y justos acerca de Dios, no por su propia justicia sino por la justicia del mismo Jesu Cristo. Tambien se ha de entender que, porque estaba profetizado que el Mesía había de ser de la simiente de David segun la carne, y habia de ser de la simiente de Abraham, en las primeras palabras llama San Mateo á Jesu Cristo hijo de David é hijo de Abraham. Á Abraham entiende San Pablo que fué dicho: in semine tuo benedicentur omnes gentes terrae, etc.1, entendiendo que en Jesu Cristo, el cual habia de nacer de la simiente de Abraham, habian de alcanzar bendicion todas las gentes del mundo; y por bendicion entiende la remision de pecados, la reconciliacion con Dios, la justificacion, la resurreccion y glorificacion, de la cual bendicion gozan generalmente todos los que aceptan la gracia del evangelio, los que creyendo son incorporados en Cristo. Á David fué muchas veces prometido que su reino en el pueblo de Dios, sería perpétuo en sus descendientes, y por tanto era, averiguadísimo entre los Hebreos que el Mesía habia de ser de la simiente de David, como con efecto lo fue; en el cual es continuado y perpetuado el reino en el pueblo de Dios, siendo así que Jesu Cristo nuestro señor, es cabeza y es rey en el pueblo cristiano que es pueblo de Dios. Sobre la cual cosa me acuerdo haber escrito una consideracion2.

Abraham engendró á Isaac. E Isaac engendro á Jacob. Y Jacob engendró á Judas y á sus hermanos. Y Judas engendró á Fares y á Zara de Támar. Y Fares engendró á Esron. Y Esron engendró á Aram. Y Aram engendró á Aminadab. Y Aminadab engendró á Naason. Y Naason engendró á Salmon. Y Salmon engendró á Boz de Rachab. Y Boz engendró á Obed de Rut. Y Obed engendró á Jesé. Y Jesé engendró á David el rey. Y David, el rey, engendró á Salomon de la de Uría. Y Salomon engendró á Roboam. Y Roboam engendró á Abía. Y Abía engendró á Asá. Y Asá engendró á Josafat. Y Josafat engendró á Joram. Y Joram engendro á Ozía. Y Ozía engendró á Joatam. Y Joatam engendró á Ácaz. Y Ácaz engendró á Ezequía. Y Ezequía engendró á Manasé. Y Manasé engendró á Amon. Y Amon engendró á Josía. Y Josía engendró á Jeconía y á sus hermanos á la pasada de Babilonia. Y despues de la pasada de Babilonia, Jeconía engendró á Salatiel. Y Salatiel engendró á Zorobabel. Y Zorobabel engendró á Abiud. Y Abiud engendró á Eliaquim. Y Eliaquim engendró á Azor. Y Azor engendró á Sadoc. Y Sadoc engendró á Achim. Y Achim engendró á Eliud. Y Eliud engendró á Eleázar. Y Eleázar engendró á Matan. Y Matan engendró á Jacob. Y Jacob engendró á Josef, el marido de María, de la cual fué engendrado Jesu, el llamado Cristo. De manera que, todas las generaciones desde Abraham hasta David, son catorce generaciones, y desde David, hasta la pasada de Babilonia, son catorce generaciones, y desde la pasada de Babilonia hasta Cristo, son catorce generaciones.

Cuanto á las particularidades de los nombrados en este linaje de Cristo, si concuerdan con los que nombra San Lucas y con las historias del Testamento Viejo, me remito á lo que otros dicen, contentándome yo con decir esto que aquellos nombres Támar, Rachab y Rut, son nombres de mujeres; lo mismo es «de la de Uría», que: de la que fué mujer de Uría, de Bersabé. Adonde dice «la pasada,» el vocablo griego, significa, pasarse ó mudarse á vivir de una parte á otra; así pareció á San Mateo llamar á la cautividad de los Hebreos en Babilonia, adonde fueron llevados por Nabucodonosor. Adonde dice, el marido de María, se ha de advertir que lo llama así San Mateo, porque así era llamado comunmente.

Y el nacimiento de Jesu-Cristo fué así: Desposada María su madre, con Josef, ántes que se ayuntasen, fué hallada preñada de espíritu santo. Y Josef, su marido, siendo justo y no queriendo disfamarla, queria secretamente apartarse de ella; pero, pensando él en esto, hé aquí el ángel del Señor que le apareció en sueños, diciendo: Josef, hijo de David, no hayas miedo de tomar á María tu mujer, porque lo que en ella esta concebido, es de espíritu santo. Parirá un hijo, y llamarásle por nombre Jesus, porque él librará á su pueblo de sus pecados. Todo esto fué así á fin que fuese cumplido lo que estaba dicho por el Señor por el profeta que dice: «Catad que la vírgen estará preñada, y parirá un hijo, y será llamado por nombre Emanuel,» que interpretado, significa: Dios con nosotros. Levantado pues Josef de dormir, hizo segun que le habia ordenado el ángel del Señor, y tomó á su mujer y no la conoció hasta que parió su hijo el primogénito, y llamólo por nombre Jesus.



Así como contando arriba San Mateo la genealogía de Cristo, tuvo intento á mostrar que segun la carne es hijo de David y de Abraham, así tiene intento aquí á mostrar que en la generacion de Cristo no tuvo parte ninguna Josef, siendo obra del Espíritu Santo, y así como vió bien allí el evangelista que no importaba traer la genealogía de Cristo hasta María sino hasta Josef, porque el parentesco entre ellos debia ser en aquel tiempo muy notorio, así vió tambien aquí que no importaba llamar á Josef marido de María ni llamar á María mujer de Josef, pues constaba claramente que su intento era mostrar que, aunque eran marido y mujer en lo exterior, en la apariencia, no lo eran en lo interior, en la existencia.

En qué manera fué concebido Jesu-Cristo nuestro señor por obra de espíritu santo en el vientre de la santísima vírgen, es mas seguro creerlo que averiguarlo, y por tanto me remito á los que hacen profesion de averiguar toda cosa, contentándome yo con creer que la concepcion de Cristo fué por obra de espíritu santo sin que en ella entreviniese simiente de hombre. Diciendo «porque él librará á su pueblo de sus pecados,» declara que por eso Cristo habia de ser llamado Jesus, que significa salud, porque había de dar salud al pueblo de Dios, salvándolo y librándolo de sus pecados. Adonde se entiende que el propio oficio de Cristo es librarnos de nuestros pecados, á los que pertenecemos al pueblo de Dios; los que no creen que esta liberacion pertenece á ellos, no son pueblo de Dios, porque no creen la salud de Cristo. Aquello: «Catad que la virgen,» etc., se lee en Esaías, capítulo 7, adonde entiende el evangelista que la señal que fué dada á los hebreos en estas palabras por confirmacion de lo que les era prometido, era decirles que vendria tiempo en el cual una doncella estaria preñada y pariria un hijo sin perder su virginidad, como si dijera Esaías: el mismo Dios, que os promete la liberacion de estos enemigos que os hacen guerra, hará que una virgen conciba y pára, sin perder su virginidad, y pues es poderoso para hacer esto, piensa si sera poderoso para hacer estotro. Acostumbra Dios facilitar nuestra incredulidad queriendo que le demos crédito en unas cosas, prometiéndonos otras de mayor calidad y de mayor admiracion. Bien que dando Dios esta señal á Ácaz no tuvo intento de facilitar en el creer, antes se la dio á su despecho, no queriendo el demandársela. Y por tanto esta señal fué á los hebreos causa de su última destruccion y perdicion.

Aquello: «hasta que parió,» etc., se ha de entender según el hablar de la lengua hebrea, de manera que entienda: y no la conoció jamas. Así dice en el salmo 110: Donec ponam inimicos tuos, etc., entendiendo: Asientate á mi diestra hasta que ponga á tus enemigos por banquillo de tus piés, adonde no se ha de entender que, puestos los enemigos por banquillo de sus piés, se habia de levantar de la diestra de Dios.

Aquello «el primogénito» esta dicho por excelencia y es tambien manera de hablar de la lengua hebrea, la cual acostumbra llamar primogénito, entendiendo lo mismo que unigénito.




ArribaAbajoCapítulo II

Nacido pues Jesus en Belem la de Judea en los dias del rey Heródes, he aquí vinieron los magos de Oriente á Jerusalem, diciendo: ¿Adónde está el rey de los judíos que ha nacido? Vimos cierto su estrella en Oriente y somos venidos á adorarlo. Oyendo esto el rey Heródes se turbó y toda Jerusalem con él, y ajuntando á todos los príncipes de los sacerdotes y á los escribas del pueblo les preguntó adonde habia de nacer Cristo. Y ellos le dijeron: En Belem la de Judea, porque así está escrito por el profeta:-3 Y tú Belem tierra de Judá, de ninguna manera eres pequeña entre las principales de Judá. Porque de tí me saldrá capitan que gobernará á mi pueblo de Israel. Entonces Heródes llamando en secreto á los magos, particularmente supo de ellos el tiempo en que la estrella había aparecido, y enviándolos á Belem dijo: Andad y pesquisad particularmente del niño, y como lo habreis hallado hacédmelo saber, para que tambien yo yendo lo adore. Y ellos habiendo oido al rey, se partieron, y he aquí que la estrella que habian visto en Oriente los guiaba, hasta que viniendo estuvo sobre el lugar adonde estaba el niño. Y ellos viendo la estrella holgáronse con grandísimo gozo, y entrando en la casa hallaron al niño con María su madre, y derribados lo adoraron, y abriendo sus tesoros le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y avisados entre sueños que no tornasen á Heródes, por otro camino se tornaron á su tierra.



Sobre esta historia escriben muchos muchas cosas, pretendiendo averiguar qué gente eran estos magos, cuántos eran, de qué calidad era la estrella, cuanto tiempo vinieron en Belem despues de nacido, Cristo, y así otras cosas las cuales entenderá el que las deseara saber de los que las escriben, contentándome yo con decir esto, que lo mismo es, «en los dias de Heródes,» que en tiempo del rey Heródes; que «magos» es lo mismo que hombres sábios, que «príncipes de los sacerdotes» es lo mismo que pontífices ó prelados, que «escribas» es lo mismo que letrados ó teólogos. Tanto vale decir «á donde habia de nacer Cristo,» como: adonde estaba profetizado que habia de nacer el Mesía prometido en la ley. La autoridad del profeta Micheas que alegan para probar que Cristo habia de nacer en Belem, esta tan al propósito alegada, que mejor no podria ser. Era Belem al parecer pequeña tierra porque tenia poca habitacion, y era grande porque en ella habia de nacer Jesu Cristo nuestro señor, el cual es capitan, caudillo y gobernador del pueblo de Israel, no del carnal y exterior, sino del espiritual é interior. El profeta segun la letra hebrea dice así: «Y tú Belem Efrata, pequeña para ser en millares de Judá, de tí me saldrá el que será príncipe en Israel,» y añade: «y sus salidas de antiguo de dias eternos,» donde nota el profeta la eternidad de Cristo hijo de Dios. Era pequeña Belem segun el profeta, cuanto á la habitacion, porque tenia pocos moradores; y era grande Belem segun la alegacion de los pontífices y teólogos de Jerusalem, porque en ella era nacido Cristo.

Adonde dice «avisados,» el vocablo Griego significa avisados por oráculo; entiende que fué obra divina. Lo mismo es «á su tierra» que á la region ó provincia de donde eran naturales.

Y partidos ellos, he aquí el ángel del Señor aparece en sueños á Josef, diciendo: Levantándote toma al niño y á su madre y huye á Egipto, y está allí hasta que yo te lo diga, porque Heródes buscará al niño para matarlo. Y él levantado tomó al niño y á su madre de noche, y fuése á Egipto, y estuvo allí hasta la muerte de Heródes, para que fuese cumplido lo que estaba dicho por el Señor por boca del profeta,4 que dice: «De Egipto llamé á mi hijo.» Entónces Heródes viendo que habia sido burlado de los magos, indignose mucho y enviando mató á todos los niños que estaban en Belem y en todas sus comarcas, de dos años y desde abajo, segun el tiempo que particularmente habia sabido de los magos. Entónces fué cumplido lo que estaba dicho por el profeta Jeremías,5 que dice: «Voz ha sido oida en Ramá, llantos, gritos y lloros muchos, Rachel llorando á sus hijos no quiso ser consolada porque ya no son.»



Toda esta historia por sí esta clara; cuanto á la dificultad que hay en las autoridades que estan alegadas de la Santa Escritura Vieja, me remito á lo que dicen los que mas saben. Buscando Heródes á Cristo para matarlo y no topando con él, me representa lo que ordinariamente veo que la carne, el mundo, la prudencia humana van siempre buscando á Cristo en sus miembros para matarlo, pero no topan con él, porque siempre van á tiento, antes es así que cuanto mas Cristo es perseguido, tanto su nombre es más ilustrado. Esto fué así, es así y será así, miéntras que durará el estado de la vida presente.

Ramá, es vocablo hebreo, significa altura. Por Rachel, es entendido todo el pueblo de Israel. Diciendo «porque ya no son,» entiende que la causa porque Rachel no queria ser consolada en la muerte de sus hijos, era porque los habia perdido, siendo ya muertos, pero muerte temporal.

Y muerto Herodes, he aquí el ángel del Señor aparece en sueños á Josef en Egipto, diciendo: Levantándote, toma al niño y á su madre y vete á la tierra de Israel, porque muertos son los que buscaban el ánima del niño. Y él levantado, tomó al niño y á su madre y vino á la tierra de Israel. Pero oyendo que Archelao reinaba en Judea por Herodes su padre, tuvo temor de ir allí, y 6avisado entre sueños, apartóse á las partes de Galilea, y viniendo moró en la ciudad llamada Nazaret, para que fuese cumplido lo que estaba dicho por los profetas: «Nazareo será llamado.»



Tambien esta clara esta historia por la propia letra. Aquello, «el ánima del niño» es de consideracion para que se entienda como la santa escritura acostumbra decir el ánima por la vida. Diciendo «por Herodes» entiende: en lugar de Herodes, siendo el hijo sucedido en lugar del padre. Por «avisado» el vocablo griego significa: aviso de oráculo divino. Cuanto á aquello «Nazareo será llamado,» me remito á lo que dicen los que lo entienden.




ArribaAbajoCapítulo tercero

En aquellos dias vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo: Reconoceos, porque se acerca el reino de los cielos. Este es cierto aquel de quien dijo el profeta Esaías,7 diciendo: Voz que vocea en el desierto. Aparejad el camino del Señor, haced derechas sus veredas.



Queriendo comenzar San Mateo á escribir la predicacion de Cristo, pone primero la predicacion de San Juan el Bautista, que fué como un proemio de la predicacion de Cristo, y pone la vida de San Juan, porque el dio testimonio de Cristo, y pone el bautismo de San Juan, porque fué como un dar principio al bautismo de Cristo. Dos cosas dignas de consideracion se ofrecen en estas palabras primeras: la primera la significacion de las palabras de la predicacion de San Juan, y la segunda lo que entiende San Mateo alegando las palabras de Esaías. Cuanto á la primera, entiendo que, considerando San Juan á todos los hombres en el ser que tienen como hijos de Adam, por el cual son impíos, infieles y enemigos de Dios, no conociendo ellos su impiedad, infidelidad y enemistad, y por tanto no procurando ni deseando salir de aquel mal ser, y conociendo que para salir de él es necesario conocerlo, como despertándolos, les decia: «Reconoceos,» entendiendo: conoced el mal ser en que estais, siendo como sois impíos, infieles y enemigos de Dios; y entiendo que, añadiendo San Juan «porque se acerca el reino de los cielos,» entiende: dígoos que os reconozcais, porque esta es la via por donde podreis entrar en el reino de los cielos, el cual esta ya cercano.

Adonde quiere entender dos cosas: la primera, que es necesario este reconocimiento para entrar en el reino de los cielos, porque, así como los que no conocen su enfermedad, no buscan la medicina, así los que no conocen su impiedad, infidelidad y enemistad no buscan la medicina, que es el evangelio, el cual sana de la impiedad, infidelidad y enemistad que nos es natural; la segunda, que por reino de los cielos entendia San Juan el reino espiritual de Cristo, el cual es muy semejante al reino de los cielos, al reino divino y celestial, á donde reina Dios por sí mismo, y el cual estaba ya cercano, porque comenzó desde la venida del espíritu santo. Y entiendo que no hacia San Juan diferencia entre el reino de Dios ó reino de los cielos, que es en la vida presente en los que siendo miembros de Cristo tienen del espíritu de Cristo, y el reino de Dios que será en la vida eterna, porque consideraba que en la vida presente se toma la posesion, la cual es continuada en la vida eterna.

Tambien entiendo que estas palabras de San Juan eran entendidas diferentemente, porque él no declaraba que cosa era este reino de los cielos ni decia la manera como se entra en él, y así á unos atemorizaba y á otros alegraba, como si viniese hoy uno al cual todos diesemos crédito y el cual á voces dijese: cercano está el dia del juicio. Quiero decir que así como este atemorizaria á los falsos cristianos y alegrarla á los verdaderos cristianos, á los que creen cierto que es suya la justicia de Cristo, así San Juan atemorizaba á los falsos hebreos y alegraba á los verdaderos hebreos, á los que eran como Simeon, como Ana y como Zacarías. De manera que en sentencia diga San Juan en su predicacion así: Tornad sobre vosotros y conoced el mal ser en que estais, porque sabed cierto que ya se acerca el tiempo en el cual reinara Dios por sí mismo acá en la tierra, así como reina por sí mismo allá en el cielo. Reinaba Dios antes de Cristo en todo el mundo, pero su reino no era conocido sino en Judea, adonde, porque era Dios conocido, se decia que reinaba Dios y adonde reinaba non como reina despues de Cristo en los que son pueblo Cristiano, dando á cada uno de ellos su espíritu santo, sino como convenia que reinase en aquel pueblo exterior con ley y con ceremonias, y por tanto no era aquel reino, reino de los cielos ó reino celestial, como es este de que gozamos los que, habiendo aceptado la gracia del evangelio, estamos incorporados en Cristo, tenemos del espíritu de Cristo.

Cuanto á la segunda cosa digna de consideracion, entiendo que á San Juan ó á la predicacion de San Juan llama San Mateo «voz que vocea en el desierto», y entiendo que segun San Mateo es lo mismo: «Aparejad el camino del Señor, haced derechas sus veredas» que lo que ha dicho que decia San Juan: «Reconoceos porque se acerca el reino de los cielos»; quiero decir que sea la misma sentencia la de las palabras de San Juan que la de las palabras de Esaías. Mas entiendo que segun San Mateo, diciendo Esaías «voz que vocea» etc., tuvo intento á la predicacion de San Juan, profetizando la alegre nueva que San Juan habia de publicar en el mundo, diciendo que se acercaba el reino celestial. Adonde se ha de entender que entonces aparejamos el camino del Señor, ó al Señor, como está en el Hebreo, cuando tornamos sobre nosotros y nos enderezamos y encaminamos por el camino verdadero que lleva á los hombres á la vida eterna. Lo mismo es «haced derechas sus veredas» que «aparejad el camino del Señor»; acostumbran los profetas replicar una misma sentencia por diferentes palabras.

Hora, para que se entienda que San Mateo alegó propiamente las palabras de Esaías, repitiendo lo que otra vez he dicho que tiene Dios intento en sus palabras y en sus obras á engañar á la prudencia humana, dándole en que se cebe y se detenga de manera que no pueda penetrar á entender su divino consejo, vengo á decir que, habiendo profetizado Esaías la cautividad de Babilonia en el capítulo 39 y comenzando el cap. 40 diciendo: «Consolad, consolad á mi pueblo, dice vuestro Dios», etc., parece al juicio de la prudencia humana que Esaías profetizó en este capítulo la salida del pueblo hebreo de Babilonia y tornada en Jerusalem por el desierto. Adonde non niego yo que Esaías non tuviese intento á esta cosa del pueblo hebreo, pero digo que, teniendo principal intento á la salida del pueblo de Dios, pueblo cristiano y espiritual de la servidumbre de la ley y del reino del mundo y á la entrada en la gracia del evangelio y en el reino de Dios, de la cual (como he dicho arriba) se toma posesion en la presente vida, habló mas propiamente á este intento que á aquel, tanto que aún los mismos hebreos, no pudiendo verificar lo que Esaías dice en este capítulo en su salida de Babilonia y entrada en Jerusalem, van soñando que Esaías profetizó su salida de la cautividad en que ahora están y tornada en Jerusalem en tiempo del Mesía.

Las palabras de Esaías segun la letra hebrea son estas: «Voz que clama en el desierto: escombrad el camino al Señor, enderezad en la soledad el sendero á nuestro Dios. Todo valle se alce y todo monte y collado se humille, y lo encorvado se enderece y lo que tiene alterones se allane. Y será revelada la gloria del Señor, y verá toda la carne juntamente que la boca del Señor ha hablado». Adonde creo cierto que por beneficio de Dios fué mostrada á Esaías la felicidad del estado de este nuestro reino de los cielos, en el cual tomamos posesion del felicísimo estado de la vida eterna; y entiendo que, viendo esta felicidad presente continuada con aquella futura, comenzó á decir: «Voz que clama», etc., como triunfando por la venida de Cristo en el mundo á meter los hijos de Dios en la posesion del reino de Dios; y entiendo que dijo Esaías «en el desierto,» porque, no siendo entendida su voz, tanto valía cuanto si hablara en el desierto adonde ninguno lo oyera. Tambien puede ser que entiende lo mismo por desierto que por soledad, y que diga que el camino y que el sendero sean alimpiados y aderezados en el desierto, en la soledad, porque en los tales lugares los caminos están más gastados, de manera que aquello «en el desierto» no se junte con lo que precede sino con lo que se sigue: aparejad en el desierto ó alimpiad en el desierto, etc.

Y entiendo que, viniendo Esaías al particular de la manera como se habia de hacer esto, dice: «todo valle se alce,» etc, poniendo propiamente aquellas cosas que los hombres acostumbran hacer cuando quieren aderezar un camino, adonde simplicísimamente entiendo que Esaías solamente pretende decir, que esta venida de Cristo es así felicísima, que en ella se deben hacer todas las demostraciones de gozo y de jubilacion interior, aparejándole nuestros ánimos, que se hacen en una pasada de un gran príncipe por un desierto, queriendo que pase con mucha comodidad y satisfaccion suya.

Diciendo «y será revelada» etc., entiende que con esta venida de Cristo al mundo, tanto con la humilde cuanto con la triunfante, es ilustrado el nombre de Dios.

Aquello «y verá toda la carne» etc., parece que tiene intento al dia del juicio, en el cual todos los hombres generalmente verán la gloria de Dios, á unos será felicidad y á otros causará infelicidad; tambien puede ser que entienda por toda carne toda suerte de personas, judíos y gentiles, grandes y pequeños, y que se entienda de la primera venida de Cristo.

Diciendo «que la boca del Señor ha hablado,» entiende que estas palabras que yo digo no son mias sino de Dios, él las dice y las pronuncia por mi boca, ántes esta boca al presente no es mia sino suya. Estaba la gloria de Dios como encubierta antes de la venida de Cristo, y en la primera venida de Cristo se comenzó á descubrir y á revelar, en cuanto ha sido y es conocida la verdad de Dios y su omnipotencia de los que han conocido á Cristo, y la misma gloria de Dios será del todo descubierta y revelada en la segunda venida de Cristo cuando (como he dicho) será vista y conocida de buenos y de malos.

Así entiendo las palabras del profeta. Y tornando á las del evangelista, entiendo que lo mismo es «en aquellos dias» que en aquel tiempo; es manera de hablar hebrea. Pienso que comenzó San Juan á predicar en el desierto á fin que su predicacion fuese más admirable, pusiese más admiracion á las personas, y así mirasen más en ella.

Adonde dice: «Reconocéos», el vocablo Griego propiamente significa entender el hombre su error despues de ser caido en él. Lo mismo es «reino de los cielos» que reino de Dios, reino celestial y divino. Diciendo «este», entiende: este San Juan. Diciendo que «vocea,» entiende que á voces dice. Cuanto al desierto, me remito á lo que he dicho declarando las palabras del profeta.

Y el mismo Juan tenia su vestidura de pelos de camello y tenia cinta de pellejo arrededor de sus lomos, y su mantenimiento era langostas y miel salvaje.



En tres cosas muestra aquí San Mateo el austeridad y aspereza de vida de San Juan: en el vestir, que vestia pelos de camello; en el ceñir, que ceñia cinta de pellejo; y en el comer, que se mantenia de langostas y de miel salvaje ó silvestre. Adonde entiendo que, estando San Juan en el desierto, usaba de aquellas cosas que fácilmente hallaba en el lugar adonde estaba, sin enviar ni ir por ellas á poblado, de manera que no era supersticion sino necesidad y descuido de sí mismo. El cual descuido debe ser imitado de los que, teniendo á Cristo en sus ánimos, tienen cuidado de Dios.

A quien deseara entender la causa por que vivió San Juan con aquella aspereza, le diré cuatro cosas que al presente se me ofrecen. La primera que, habiendo de fenecer en San Juan el reino de las ceremonias, feneciendo en el la ley, como veremos adelante, cap. 11, parece que quiso Dios que él fuese en ellas extremadísimo. La segunda que, viniendo San Juan en espíritu y en virtud de Elías, como veremos adelante, cap. 17, parece que quiso Dios que tambien en el vivir esterior se pareciese á Elías, el cual, segun se lee 4 Regum 1, -8vestia pelos y ceñia cinta de pellejo. La tercera que, habiendo San Juan de dar testimonio de Cristo, en el cual no se veian apariencias de santidad exterior, las cuales mueven mucho á los hombres vulgares, parece que quiso Dios que viviese con aquella aspereza que vivió, á fin que fuese su testimonio más mirado, más preciado y más estimado, y así la gloria del aspereza de la vida de San Juan resultase en gloria de Cristo. La cuarta que, haciendo San Juan oficio de ley en cuanto atemorizaba á los hombres y en cuanto les mostraba á Cristo, parece que ordenó Dios que en su vivir representase la severidad, rigurosidad y aspereza de la ley, y aquí propiamente me parece ver en San Juan la ley y en Cristo el evangelio, y así San Juan me atemoriza y me espanta, y Cristo me enamora y me asegura. Adonde entiendo que al Cristiano pertenece mirar como de pasada á San Juan y á la ley, y mirar y remirar continuamente á Cristo y al evangelio. Los que se estarán mirando á la ley y á San Juan, no tendrán jamás paz en sus conciencias, siempre hallarán por qué y de qué temer; y los que mirarán á Cristo y al evangelio, dirán con San Pablo9: Justificados por la fé, tenemos paz acerca de Dios por Jesu-Cristo nuestro señor.

Entónces salia á él Jerusalem y toda Judea y toda la comarca del Jordan, y él los bautizaba en el Jordan, confesando ellos sus pecados.



De predicar San Juan en el desierto y no en poblado y de vivir con el aspereza con que vivia resultó que la gente, movida por la novedad, salia de todas partes e iba al bautismo de San Juan; y los que se bautizaban decian y confesaban que se bautizaban porque eran pecadores, porque habian hecho muchas cosas contra la ley. Adonde entiendo que el bautismo de San Juan era como un dar principio al bautismo de Cristo, y entiendo que el bautismo de San Juan no pacificaba ni aseguraba las conciencias de los que se bautizaban, siendo reservada esta gloria para el bautismo de Cristo, el cual es el que hace estos efectos, no por sí sino por la fé en Cristo, que trae al bautismo á los que se bautizan. El efecto del bautismo de San Juan entiendo que era, como seria decir, turbar el agua de la balsa, y el efecto del bautismo de Cristo entiendo que es clarificar el agua turbada. Esta confesion de los que eran bautizados por San Juan, entiendo que era semejante á la confesion de los que oian las predicaciones de los apóstoles, como se lee Act. 19.-10

Y como viese muchos de los Fariseos y Saduceos que venian á su bautismo, les dijo: Generacion de víboras ¿quien os ha enseñado huir de la ira que ha de venir? Haced pues frutos dignos de reconocimiento y no mostreis decir en vosotros: nuestro padre es Abraham. Porque yo os digo que puede Dios levantar de estas piedras hijos á Abraham, y ya tambien la segur esta puesta á la raíz de los árboles. Por tanto todo árbol que no hace buen fruto es cortado y echado en el fuego.



En estas palabras se ofrecen estas cosas dignas de consideracion: la primera que San Juan no injurió ni habló mal sino á los Fariseos y Saduceos, los cuales en aquel tiempo en el pueblo hebreo tenian la cumbre de la santidad por sus ceremonias con que vivian diferenciados de los otros hombres del pueblo. La segunda que, de verlos San Juan venir á su bautismo como á los otros hombres, coligió que los traia el miedo y el temor que tenian de perecer en la ira de Dios en el dia del juicio, que ellos por las palabras de San Juan entendian que estaba cercano, entendiendo que desde entónces comenzaba el reinado de Dios. Y viene bien que llame San Juan «ira que ha de venir» al dia del juicio, hablando con los santos del mundo, para los cuales aquel dia será dia de ira; si hablara con los santos de Dios, no hay duda sino que lo llamara dia de gracia y de gloria.

La tercera, que entónces hacemos «frutos dignos de reconocimiento», de hombres que se han reconocido en su vivir, cuando dejamos de vivir como hombres del mundo y como santos del mundo, y vivimos como hombres espirituales y como santos de Dios, dando con nuestro vivir testimonio de nuestro reconocimiento y arrepentimiento, así como con nuestro vivir mortificados segun la carne y vivificados segun el espíritu, damos testimonio de nuestra fé cristiana. Los que no viven de esta manera no tienen fe cristiana ni tienen reconocimiento cristiano, por más que digan y por más que se persuadan que tienen lo uno y lo otro, y los que no viven de aquella manera dan testimonio de sí que no hacen frutos dignos de reconocimiento, de arrepentimiento ó penitencia.

La cuarta, que no engaña jamás al hombre la confianza cristiana, la que está fundada en la regeneracion cristiana, y que engaña siempre la confianza hebrea que está fundada en la generacion humana; y más: que la confianza en la regeneracion cristiana es eficaz en los hombres para hacerlos vivir en santidad y justicia todos los días de su vida, y que la confianza en la generacion humana es eficaz en los hombres para hacerles vivir licenciosa y viciosamente todos los días de su vida. En la regeneracion cristiana confian los que, siendo regenerados y renovados por espíritu santo, hacen suya la justicia de Cristo, los cuales dicen con San Pablo:-11«Quis accusabit adversus electos Dei?» ciertos que, teniendo á Dios y á Cristo de su parte, no hay cosa que los pueda empecer.

Y en la generacion humana confiaban los Fariseos y Saduceos, á los cuales reprehendia San Juan, y confiaban los hebreos que eran como ellos, diciendo: Pues somos hijos de Abraham, no podemos perecer, y así vivian viciosa y licenciosamente; en la misma generacion humana confian los falsos cristianos, pensando que el ser hijos de padres cristianos los ha de salvar, no teniendo regeneracion cristiana. La quinta que, diciendo San Juan que es Dios poderoso para hacer de piedras hijos á Abraham, entiende lo mismo que entiende San Pablo, Rom. 3. 4, adonde muestra que, salvando Dios á los que creen como creyó Abraham, salva á los hijos de Abraham, y así cumple lo que prometió á Abraham, teniendo por hijos de Abraham no á los enjendrados de la simiente de Abraham, sino á los regenerados por la fé de Abraham.

Y aquí parece que la persuasion de los falsos hebreos era decir: Nosotros somos simiente de Abraham; á Abraham y á su simiente prometió Dios la heredad del mundo, y por tanto no tenemos de que temer. Y en venir con todo esto al bautismo de San Juan mostraban no estar saldos ni firmes en aquella su confianza, la cual siendo persuasion humana no les servia sino para hacerlos viciosos y licenciosos, y viendo el peligro al ojo, les hacia temblar y temer.

La sexta que, amenazando San Juan á los falsos hebreos, les decía que el peligro estaba en la mano, usando de una manera de hablar hebrea, entendiendo que, así como el mal árbol está en malos términos cuando el labrador queriéndolo cortar le pone la segur, la hacha ó el destral al troncon, así ellos estaban en malos términos porque ya su ruina y perdicion estaba cercana; y más: que así como el mal arbol es cortado y echado en el fuego, así el mal hombre es cortado y echado en el fuego; y mal hombre es el que no ha dejado de ser hombre, el no regenerado ni renovado por espíritu santo.

Si queremos que aquello «y ya tambien la segur» etc., dependa de lo que inmediatamente precede, será esta la sentencia de estas palabras: Dios es poderoso de levantar de estas piedras hijos á Abraham, y ya esta á punto para hacerlo; y viene bien esta sentencia con el efecto que se siguió, en cuanto de los gentiles, que eran como piedras, hizo Dios hijos á Abraham, conforme á lo que dice San Pablo Rom. 4.12

Aquello «generacion de víboras» es segun el hablar de la lengua hebrea y es lo mismo que nosotros decimos hombres infernales. Diciendo «en vosotros,» entiende que no lo decian con las bocas sino con los corazones, mostrando en su vivir lo que decian en sus corazones.

Yo cierto os bautizo con agua para que os reconozcais, pero el que viene despues de mi es mas fuerte que yo, los zapatos del cual no soy digno de llevar. El os bautizará con espíritu santo y fuego, el cual tiene en su mano su ablentador y alimpiará su era y recogerá su trigo en la troj y quemará la paja con fuego que no se apaga.



Lo mismo entiendo que declara aquí San Juan acerca de su bautismo que habemos dicho en lo pasado: que el de San Juan perturba el agua, y el bautismo de Cristo la esclarece; así dice San Juan aquí «yo os bautizo» etc., entendiendo: mi bautismo solamente os sirve de daros conocimiento de vosotros mismos para que conozcais vuestra impiedad, infidelidad y enemistad con Dios, y busqueis el remedio de ella, pero el bautismo de Cristo no será de esta calidad, siendo así que os dará espíritu santo, el cual hará en vosotros el efecto que hace el fuego en el oro, purificándoos y alimpiándoos y mejor mortificándoos y vivificándoos. Adonde se entiende que los que, siendo bautizados, no han alcanzado espíritu santo, no son bautizados con el bautismo de Cristo sino con el de San Juan.

Y el contraseño que puede tener uno para certificarse que tiene espíritu santo, que es bautizado con el bautismo de Cristo, es la paz de la conciencia con la mortificacion y vivificacion, porque es así que el espíritu santo, que reciben los que son bautizados con el bautismo de Cristo, hace propiamente estos efectos, y el bautismo de San Juan, que es con agua solamente, hace este efecto que da al hombre conocimiento de sí, lo perturba y lo inquieta. Antes diré mejor así que los que, oyendo la predicacion de San Juan, en cuanto amenaza y atemoriza, vienen al bautismo de San Juan, muestran que se conocen por pecadores y que desean ser justos, y que los que, oyendo la predicacion de Cristo, la intimacion del indulto y perdon general por la justicia de Dios ejecutada en Cristo, en cuanto asegura y aquieta las conciencias, viniendo al bautismo de Cristo, muestran que aceptan y toman por suya la justicia de Cristo. Y por tanto no se da el bautismo á los hombres ya grandes si primero no confiesan la fe cristiana.

Diciendo «es más fuerte que yo», entiende: es más recio y poderoso. Aquello «los zapatos del cual» etc. pertenece á la humildad de San Juan; los hombres lo estimaban en mucho y él queria que aquella su estimacion redundase en gloria de Cristo, los zapatos del cual dice que no era suficiente ó digno de traer en la mano.

Diciendo «el cual tiene en su mano» etc., entiende que la fortaleza de Cristo, con que es más fuerte que era él, consiste en que le ha Dios dado potestad de juzgar. Y á este juicio llama ablentador ó pala; y era ó parva llama á las gentes que habrán sido y pretendido ser pueblo de Dios y pueblo cristiano; y trigo llama á los justos, y paja llama á los falsos cristianos; y troj ó granero llama al reino de Dios que será en la vida eterna, y al fuego del infierno llama «fuego que no se apaga», entendiendo que siempre arde. Por estas palabras parece que San Juan tenia más intento en esto que decia de Cristo á su segunda venida á juzgar, que á la primera á ser juzgado, y tanto más me confirmo en lo que he dicho sobre aquello: «¿Quién os ha enseñado huir de la ira que ha de venir?»

Entónces vino Jesus de Galilea al Jordan á Juan para ser bautizado de él, pero Juan se lo prohibia diciendo: Yo tengo necesidad de ser bautizado de tí ¿y tu vienes á mí? Y respondiendo Jesus le dijo: Deja ahora, porque así conviene que nosotros cumplamos toda justicia. Entónces lo dejó. Y bautizado Jesus subió luego del agua, y he aquí se le abrieron los cielos y vió el espíritu de Dios que bajaba como paloma y venia sobre él, y he aquí una voz de los cielos que decia: Este es mi hijo el amado, con el cual me he contentado.



La causa que movia á Cristo á venir al bautismo de San Juan no es menester que la adivinemos, pues el mismo Cristo la dice en aquello: «así conviene que nosotros cumplamos toda justicia», adonde parece que vino Cristo á ser bautizado de San Juan por cumplir aún aquella justicia esterior por hacer aquella cosa que hacian los otros, pretendiendo justificacion, á fin que no le faltase cosa ninguna aparente ni esterior que perteneciese á justificacion. Tambien entiendo que cumplian Cristo y San Juan con aquella justicia esterior por atapar las bocas á los hombres del mundo, que no tuviesen causa ninguna de calumniarlos ni con verdad ni con apariencia de verdad.

Aquello que dice San Juan: «yo tengo necesidad de ser bautizado de tí» entiendo que esta dicho por humildad, como si dijera: más necesitad tengo yo de tu bautismo que tú del mio. Esto lo entiendo así, entendiendo por la santa escritura que San Juan fué santificado desde el vientre de su madre13, y entendiendo que, si San Juan tuviera necesidad de ser bautizado de Cristo, Cristo lo bautizara, y no se lee que lo bautizase. Diciendo Cristo «deja ahora,» entiende: déjate de mirar á ese deber que miras, y haz como yo quiero.

Y diciendo el evangelista «entónces lo dejó,» entiende: entónces le dejó hacer lo que queria; él queria ser bautizado, y así San Juan lo bautizó. Diciendo «subió del agua,» entiende: salió del rio en tierra. Aquello «se le abrieron los cielos» está ambiguo tambien en la letra griega, si fué á Cristo ó á San Juan, pero por lo que escribe San Juan el evangelista14 consta que fué á San Juan, que el vió los cielos abiertos y vió al espíritu santo en figura de paloma que bajaba sobre Cristo. De manera que no se entienda que el espíritu santo bajaba como baja una paloma, sino que San Juan lo vió en figura de paloma, y que aquel: «sobre él» se refiere á Cristo. Cuanto á la voz de los cielos, se ha de entender que, abiertos los cielos, la voz parecia que salia de ellos. Que Cristo tambien viese abiertos los cielos, viese al espíritu de Dios y oyese la voz del padre, no tengo duda ninguna, pero dudo, si los que se hallaron presentes vieron lo que Cristo y San Juan, y oyeron lo que Cristo y San Juan, y más presto creere que oyeron la voz que no que vieron la vision, porque entiendo por la santa escritura que el hombre es más capaz de oir que de ver, de oir la voz de Dios que de ver los secretos de Dios.

Grandísimos son verdaderamente estos tres misterios que hubo en el bautismo de Cristo, y no es menor que ellos el bautizarse Cristo, de manera que el bautismo fué digno de ellos y ellos del bautismo. La causa porque Cristo se bautizó ya está vista, por las palabras del mismo Cristo. La causa, porque en el bautismo de Cristo mostró Dios estas tres señales, la del abrirse los cielos, la del bajar el espíritu santo y la de la voz, la dejaré considerar á las personas espirituales. Diré bien yo esto, que no entiendo que fué por certificar á San Juan que aquel era el Mesía, pues ya él lo había conocido en el vientre de la madre, sino porque, testificando San Juan de Cristo, pudiese decir: este es el Mesía, hijo de Dios, y sé lo cierto porque he visto la tal y la tal y la tal señal, y así fuese más creido su testimonio.

Por lo que aquí dice «con el cual me he contentado» en el Griego está un vocablo de que usa la santa escritura cuando quiere significar aquella buena voluntad de Dios de que él se alegra, se contenta y se satisface, como es aquella con que nos conoce, nos predestina, nos llama, nos santifica y nos glorifica. Y á este propósito hace una respuesta que he escrito á una pregunta.15 Y es muy conforme á esta voz del padre aquello que dice Esaías16, hablando de Cristo: «Y la voluntad del Señor en su mano será prosperada,» adonde por «voluntad» en el Hebreo esta un vocablo que significa lo mismo que el Griego que está aquí: «en el me he contentado.» Todo esto lo digo á fin que se entienda lo que significa aquello «me he contentado,» y desearia poder hacer tambien entender en qué manera Cristo es hijo de Dios, así como puedo hacer que se entienda en que manera Cristo es amado de Dios, pero, no entendiéndolo yo, mal lo puedo hacer entender á otros, ántes tengo por cierto que aunque lo entendiese no seria posible hacerlo entender á otros, tanto es ajena la capacidad humana de poder entender la divina generacion del unigénito hijo de Dios. Sobre lo cual me acuerdo haber escrito una consideracion17 á mi ver harto al propósito.




ArribaAbajoCapítulo cuarto

Entónces Jesus fué llevado por el espíritu en el desierto á ser tentado del diablo. Y habiendo ayunado cuarenta dias y cuarenta noches al fin hubo hambre, y viniendo á él el tentador, le dijo: Si eres hijo de Dios, dí que estas piedras se tornen panes. Y él respondiendo dijo: Escrito está:18 «No de solo pan vive el hombre, pero de toda palabra salida de la boca de Dios.»



Llevando el espíritu santo á Cristo al desierto, luego que fué bautizado, para que allí combatiese con el demonio y lo venciese allí, ántes que comenzase su predicacion, enseña á los predicadores del evangelio que antes que se pongan á predicarlo se aparten en lugares solitarios, atendiendo á sentir la enseñanza interior del espíritu santo y á combatir con el demonio y vencerlo, á fin que no acontezca que, predicando sin la doctrina inspirada, pierdan tiempo y que, siendo tentados y vencidos entre los hombres despues de comenzada la predicacion, den mal nombre al evangelio. El intento que tuvo Dios, queriendo que Cristo fuese tentado, entiendo que fué que el demonio quedase vencido y por tanto amilanado y acobardado. Estaba el demonio victorioso y por tanto animoso y esforzado contra los hombres desde que, combatiendo al primer hombre, lo venció y vencido lo sujeto á muerte y á otras miserias, y viniendo el segundo Adam Jesu-Cristo nuestro señor á reparar el mal que era venido en el mundo por la victoria que el demonio habia habido contra el primer Adam, fué necesario que la primera cosa que hiciese fuese vencer al demonio, y porque no lo pudiera vencer si no fuera acometido de él, ordenó Dios que lo tentase, para que, quedado vencido el demonio, comenzase la humana generacion á sentir el beneficio de Cristo, comenzando el demonio á ser cobarde por haber sido vencido.

El ser igual el número de los dias que Cristo estuvo en el desierto, antes que viniese á predicar el evangelio, con el número de los dias que Moisen estuvo en el monte hablando con Dios, ántes que bajase á dar la ley al pueblo hebreo, me hace pensar que hay alguna correspondencia entre los unos dias y los otros, que, así como Moisen estuvo cuarenta dias y cuarenta noches en el monte antes que viniese á publicar la ley, así haya querido Dios que Cristo estuviese cuarenta dias y cuarenta noches en el desierto antes que viniese á publicar el evangelio. Adonde entiendo que el que en todas las obras de Cristo mirara unas veces á Adam y otras veces á Moisen, atinara mucho en el divino consejo que hay en ellos. El intento que el diablo tuvo tentando á Cristo no pienso que fué certificarse si era ó no era hijo de Dios, pues consta por lo que veremos adelante que estaba certificado, pero entiendo que fué el mismo que tuvo tentando al primer hombre; quiero decir que, así como persuadió al primer hombre que no creyese á la voz de Dios que dijo: «si comereis, morireis», así pretendio persuadir á Cristo que no creyese á la voz de Dios que habia dicho: «este es mi hijo», ó por lo menos conducir á Cristo á que, obedeciéndolo á él, se apartase de la obediencia de Dios.

Habia Dios ordenado á Cristo en que manera se habia de gobernar en el negocio de la reparacion de la humana generacion, y, siendo necesario que de ninguna manera se apartase de aquel órden de Dios, el diablo procuró de apartarlo por pervertir el divino consejo de Dios. Acerca del cual me acuerdo haber escrito en una epístola19 lo que siento, á lo cual me remito, y tambien á lo que he escrito 1ª Cor. 1. Y viniendo á las palabras del texto, se ha de entender que, diciendo «por el espíritu», entiende: por el espíritu santo; y que el haber Cristo hambre fué un dar ocasion á la tentacion; y que al mismo, que el evangelista llama diablo, llama tentador, entendiendo que el oficio del diablo es tentar á los hombres, solicitarlos á que se aparten de la obediencia de Dios. Y tambien me acuerdo haber escrito una epístola20, en la cual he dicho lo que entiendo acerca de la tentacion.

Para decir el demonio á Cristo «si eres hijo de Dios» entiendo (como he dicho) que tomó ocasion de aquella voz del padre que había dicho: «este es mi hijo», como si dijera el demonio á Cristo: ¿Quieres ver si es verdad lo que aquella voz dijo que eres hijo de Dios? Pues tienes hambre, haz de estas piedras panes. ¡Oh cuántas y cuántas veces son tentados los que por Cristo vienen á ser hijos de Dios, de la misma manera y con las mismas palabras que fué tentado Cristo! Antes por la experiencia que tengo de esto soy venido á entender el intento que el demonio tuvo en estotro, y lo mismo soy cierto que entenderán todos los hombres que, dando crédito á la predicacion del evangelio, se tendrán por hijos de Dios.

De ver el demonio á Cristo hambriento tomó atrevimiento á tentarlo queriendo tomarlo por hambre, y así le dijo: «Dí que estas piedras se tornen panes», adonde lo mismo es «dí» que manda ó haz, pues, siendo hijo de Dios, te será cosa fácil y así remediarás tu necesidad. Las palabras con que Cristo modestísimamente rebate la tentacion del demonio están escritas Deut. 8, adonde dice Moisen al pueblo hebreo que la causa, porque Dios lo habia traido por el desierto y le habia hecho padecer hambre, era por mantenerlo él por vía extraordinaria y así mostrarle que no es solo el pan el que sustenta y mantiene al hombre, porque es así que sera sustentado y mantenido con cualquiera cosa, otra á la cual Dios querrá dar virtud de mantener y sustentar como la da al pan. Adonde se ha de entender que por pan entiende la santa escritura todas las cosas que naturalmente tienen virtud de mantener y sustentar al hombre, siendo naturalmente y por vía ordinaria producidas de la tierra.

Entendido el intento que tuvo Moisen cuando dijo estas palabras al pueblo hebreo, se entiende que, alegándolas Cristo al demonio, pretendió decirle: si bien yo tengo hambre, no tengo necesidad de tomar tu consejo, haciendo de piedras panes, pues me consta por la escritura santa que acostumbra Dios mantener y sustentar á los hombres con aquello que le place y es su voluntad, dándole la virtud y eficacia que da al pan, de manera que no hay para que haga yo de piedras panes, pues es así que, siendo así la voluntad de Dios, las piedras harán en mí el mismo efecto que los panes.

Y aquí se deben fortificar las personas cristianas cuando se verán necesitadas de estas cosas con que naturalmente son sustentados nuestros cuerpos humanos, considerando que es poderoso Dios, antes que acostumbra Dios mantener y sustentar á los hombres sin estas cosas que por vía ordinaria los sustentan y los mantienen, de manera que, cuando el demonio les persuadirá á apartarse del deber cristiano, del decoro cristiano, por proveerse para sus necesidades corporales, digan ellas luego con Cristo: no de solo pan vive el hombre, pero de toda palaba salida por la boca de Dios. Adonde por palabra entiende cosa, segun el hablar de la lengua hebrea, la cual usa de un mismo vocablo para decir palabra y para decir cosa, segun que se ve en muchos lugares de la santa escritura. Diciendo «salida de la boca de Dios», alude á lo que ha dicho «palabra» y entiende que, así como, cuando un hombre fuese omnipotentísimo, con sola la palabra que saliese de su boca haría todo lo que quisiese, dando á las cosas la virtud y la eficacia que le pluguiese, así Dios, que es omnipotentísimo, con solo su voluntad hace todo lo que quiere, haciendo que las cosas tengan aquella fuerza y eficacia que á él le place que tengan21.

Entónces lo toma el diablo y lo lleva á la santa ciudad y lo pone sobre el ala del templo y le dice: Si eres hijo de Dios, échate de aquí abajo, porque escrito está22 que á sus ángeles mandará de tí y tomaránte sobre las manos para que no tropieces en piedra con tu pié. Díjole Jesus: Tambien está escrito:23 No tentarás al Señor Dios tuyo.



Así como no entiendo en la primera tentacion en qué forma ó manera vino el diablo á persuadir á Cristo que hiciese de piedras panes, así tampoco entiendo en esta segunda en que forma o manera lo llevó á Jerusalem, á la cual llama santa ciudad, y lo puso sobre el ala del tejado del templo ó sobre el chapitel del templo, entiende lo más alto y peligroso. Entiendo bien que en esta tentacion tuvo el diablo el mismo intento que en la primera; en la una pensó tomar á Cristo por hambre, y en la otra lo quiso tomar por aparente piedad y así le dijo: Quieres ver si aquella voz que oiste era verdadera ó no, échate de aquí abajo, porque, si eres hijo de Dios, no te haras mal ninguno, pues es así que Dios promete en la santa escritura, tener tanto cuidado de los suyos que tendrá siempre ángeles en su guarda á fin que no haya cosa que les ofenda, de manera que siendo tu hijo de Dios, no tienes de qué temer á esta persuasion del diablo respondió Cristo con la misma santa escritura, diciendo: No es bien que yo haga lo que tu me dices, porque seria tentar á Dios, cosa prohibida por el mismo Dios. Adonde se ha de notar la modestia con que Cristo responde al diablo, rebatiéndole sus persuasiones con palabras de la santa escritura; y entiendo que, habiendo el diablo sido rebatido en la primera tentacion con la autoridad de la santa escritura, pensó en esta segunda vencer con la misma escritura y así la alegó á Cristo, á mi parecer harto á propósito, pero mucho mas á propósito se la rebatió Cristo con aquello: «No tentarás,» ó no tientes «al Señor Dios tuyo.» Adonde entiendo que entónces tentamos los hombres á Dios cuando temerariamente nos confiamos de Dios en aquellas cosas de que no tenemos prometimientos de Dios, y cuando en las cosas, de que tenemos prometimiento, sin necesidad ninguna nos ponemos en peligros por probar lo que tenemos en Dios, y cuando demandamos á Dios aquellas cosas de que tenemos necesidad, como dudando de la omnipotencia de Dios ó de la verdad de Dios, y de esta manera entiendo que tentaron los hebreos á Dios en el desierto. Y sobre estos prometimientos de Dios he escrito una respuesta. Y aquí entiendo que no es menor la impiedad de los que se sirven de estas palabras. «No tentarás,» etc. para encubrir su desconfianza en los prometimientos de Dios en lo que pertenece á la sustanciacion de los cuerpos sin nuestra solicitud y cuidado y en lo que pertenece á la justificacion de los ánimos por la justicia de Dios ejecutada en Cristo, que la temeridad de los que sin mirar á estas palabras se ponen á peligros sin necesidad, diciendo: Dios me ayudara. ¡Y pluguiese á Dios que no fuesen mas los que caen en aquella impiedad que los que caen en esta temeridad! Esto digo, porque es tanto mayor el número de los que caen en la impiedad que el de los que caen en la temeridad, cuanto es mayor el número de los falsos cristianos que él de los verdaderos cristianos. Adonde entiendo que los verdaderos cristianos son tentados á caer en la temeridad como Cristo fué tentado, pero son guardados de caer en ella como Cristo fué guardado, y que los falsos cristianos son tentados á caer en la impiedad y caen y son derribados en la tentacion antes en ella perecen. Son bien tentados los verdaderos cristianos con la impiedad, pero los falsos cristianos pocas veces son tentados con la temeridad y cuando son tentados caen en la tentacion como se ha visto de muchos.

En aquel «toma» se entiende tomar y llevar. Diciendo «de tí,» entiende: de lo que pertenece á ti. En lo demás me remito á lo que he dicho sobre el salmo 91. En aquel futuro «tentarás» se ha de entender imperativo: tientes, segun el hablar de la lengua hebrea.

Otra vez lo toma el diablo y lo lleva á un monte muy alto y muéstrale todos los reinos del mundo y la gloria de ellos y dícele: Todo esto te daré si derribado en tierra me adoraras. Entónces le dijo Jesus: ¡Véte, Satanas! porque escrito está: Al Señor Dios tuyo adorarás y á él solo servirás. Entónces lo dejó el diablo, y he aquí los ángeles vinieron y lo sirvieron.



Tampoco entiendo aquí en qué manera el diablo mostró á Cristo lo que aquí dice el evangelista, ni importa mucho para lo que aquí importa entender. Esto es que, viendo el diablo que no habia podido tomar á Cristo ni por hambre ni por aparente piedad, pensó tomarlo por vanagloria mundana, no ya como á hijo de Dios sino como á hijo de Adam, como á hombre del mundo; y así no le dice como las otras veces: «Si eres hijo de Dios,» porque lo que queria de él, no era cosa perteneciente á hijo de Dios, como era el hacer de piedras panes y el echarse de lo alto del templo sin padecer detrimento.

Adonde noto que, si bien el diablo no podia persuadir á Cristo nada de lo que queria, viendo que Cristo se excusaba no como hijo de Dios sino como puro hombre, iba perdiendo la estimacion en que lo tenia, como parece por esto que primero lo tentó con una cosa que tenia muestra de honestidad: has hambre, estás en este desierto; si eres hijo de Dios, haz de estas piedras panes y come; segundo lo tentó con una cosa temeraria, diciéndole que se echase del templo abajo, y tercero lo tentó con una cosa impía, diciéndole «todo esto te daré,» etc.

Y considerando esto, no tengo por mala inteligencia la de los que dicen que el diablo pretendió certificarse si Cristo era hijo de Dios. Es bien verdad que, segun mi opinion, dirian mejor si dijesen, que pretendió certificarse qué filiacion era la de Cristo, si era hijo de Dios de la manera que la santa escritura acostumbra llamar á algunas suertes de hombres ó si lo era de otra nueva manera, bien que todavía me atengo á la mera inteligencia con la cual no es escluida esta, antes esta bien la una y la otra, que el diablo tuviese intento á hacer con Cristo lo que hizo con Adam y á certificarse qué suerte de filiacion era aquella de Cristo.

Y en esto consiste la victoria de Cristo en que el diablo no salió con lo uno ni con lo otro. Y tornando á la tentacion digo, que en esta tercera tentacion se ha de entender, que prometia el diablo á Cristo lo que no le podia dar y que, porque la condicion que le propuso diciendo «si derribado en tierra me adoraras» era contra la honra de Dios, Cristo como zeloso de ella no le respondió con la mansedumbre que las otras dos veces le había respondido, sino con alguna cólera, diciéndole, «¡Véte, Satanas!» Entiendo: ¡quítateme delante, espíritu maligno é infernal! que no puedo comportar que me propongas cosa que sea contra la honra de Dios.

Adonde entenderán las personas cristianas que no han de sufrir de ninguna manera que les sea propuesta cosa que perjudique la gloria de Dios, que han de guardar la mansedumbre cristiana cuando les serán propuestas cosas que perjudiquen su propia gloria de ellas y que han de entrar en moderada cólera cuando les serán propuestas cosas que perjudiquen la gloria de Dios. La cual es perjudicada cuando es atribuido á las criaturas lo que se debe atribuir á solo Dios y cuando se pretende haber por las criaturas lo que se ha de haber de solo Dios, como es la piedad y la justicia y la santidad, las cuales cosas se alcanzan de Dios por Cristo.

Y he dicho moderada cólera, considerando que aunque Cristo echó de sí á Satanás con alguna cólera, no se apartó de su acostumbrada modestia, defendiéndose con la escritura santa que dice: Al Señor Dios tuyo adorarás, etc., como si dijera Cristo: Dígote, Satanas, que te me quites de aquí, porque me persuades que haga una cosa que derechamente es contraria á la ley de Dios, á la voluntad de Dios. Tú quieres que yo te adore á tí, y Dios quiere que los suyos adoren y sirvan solamente á él.

Adonde aprenden las personas cristianas en qué manera han de defenderse contra las persecuciones del diablo, quiero decir que así como Cristo, estando debajo de la ley, se defendió alegando las palabras de la ley, así ellas, que están debajo de gracia, se defenderán alegando el deber del evangelio, el decoro que pertenece á personas cristianas, de manera que, siendo combatidas del demonio, de su propia carne ó de los hombres del mundo con alguna cosa que no sea segun el deber y el decoro cristiano, súbito digan ellos: No, que esto no lo hiciera Cristo. Segun que más largamente lo he dicho en una consideracion.24

Y aquí entiendo que es de muy mayor eficacia para resistir á las persuasiones del diablo en este tiempo del evangelio este escudo: No, que esto no lo hiciera Cristo, que era en tiempo de la ley el escudo de las palabras de la misma ley; quiero decir que se aparta más presto la tentacion, sintiendo decir: No, que esto no lo hiciera Cristo, que se apartaba, sintiendo las palabras de la ley. Y pensando en que Cristo defendiéndose alegó al diablo las palabras de la ley, si bien él no dejaba de adorar al diablo porque mandaba la ley que solo Dios fuese adorado, dejándolo de hacer porque no era cosa conveniente á él, considero la grandísima humildad de Cristo, en cuanto no solamente vivió sujeto á la ley, pero mostró no hacer lo que la ley prohibia, porque la ley lo prohibia, disimulando en todo y por todo su altísima divinidad.

Adonde aprenderán las personas cristianas que se deben humillar, disimulando su dignidad espiritual cuando será necesario que la disimulen, mostrándose iguales á los otros hombres, mostrando moverse á las cosas con el intento que se mueven los otros hombres, si bien ellas se moverán con intento diferentísimo, de manera que, así como los santos del mundo tienen intento á publicar sus perfecciones, así ellas tengan intento á disimular sus perfecciones, cosa que en grandísima manera abate y á tierra á la presuncion y ambicion humana, la cual en las personas cristianas conviene que esté abatidísima y aterradísima.

En aquello «entónces lo dejó el diablo,» etc., se ha de advertir que á las personas cristianas acontece siempre lo mismo que aconteció á Cristo, en cuanto, así como, quedando Cristo victorioso contra el diablo, él se apartó de él y lo dejó de molestar y los ángeles lo vinieron á servir, así tambien, quedando ellas victoriosas contra sus tentaciones, ellas se apartan y las dejan, y los ángeles, las divinas inspiraciones, los divinos gustos y sentimientos interiores las vienen á servir. De esto que digo soy cierto que han tenido experiencia las personas cristianas cual más y cual ménos segun que más ó ménos habrán combatido y vencido.

En el Griego es casi lo mismo «adorarás» que: servirás, porque el servicio con que Dios quiere ser servido de los suyos es la adoracion. En tiempo de la ley placia á Dios la adoracion hebrea que consistia en obediencias esteriores que eran señales de las interiores, y en tiempo del evangelio place á Dios la adoracion cristiana que consiste en obediencias interiores en espíritu y en verdad, y así como el hebreo no cumplia con la adoracion interior si no tenia la esterior, así el cristiano no cumple con la adoracion esterior si no tiene la interior, la cual es á él propia y como natural. En el Hebreo á la letra dice: «Al Señor Dios tuyo temerás y á él servirás,» por donde parece que es lo mismo en el Hebreo temer que adorar, acatar y reverenciar.

El mal espíritu en el Hebreo es llamado Satanas, que significa impedidor ó estorbador, porque siempre va impidiendo y estorbando las obras de Dios, pervirtiendo los consejos de Dios. El mismo es llamado en Griego diablo, que significa acusador ó calumniador, porque su oficio es acusar y calumniar á los hombres. Y aquí se ha de advertir que, refiriendo el evangelista las palabras de Cristo, dice: «Satanas», y, hablando el del suyo, dice «diablo», del cual vocablo no usara de ninguna manera si escribiera en Hebreo, porque la lengua hebrea no lo conoce, y si esta escritura fuera traducida de Hebreo, parece que el intérprete pusiera, siempre diablo ó Satanas; pero esto importa poco.

Oyendo pues Jesus que Juan estaba preso, se apartó á Galilea y, dejando á Nazaret, viniendo moró en Capernaum la marítima en las comarcas de Zabulon y Neptalim, á fin que se cumpliese lo que estaba dicho por el profeta Esaías que dice:25 «Tierra de Zabulon y Neptalim, camino del mar allende el Jordan, Galilea la de los gentiles, el pueblo asentado en la obscuridad vio grande luz, y los asentados en region y sombra de muerte les nació luz.



Cuenta San Mateo que despues que Cristo salió del ayuno y de la victoria contra el diablo, entendiendo como Heródes habia prendido á San Juan porque lo reprehendia, porque no hiciese otro tanto con él, no siendo aún venido el tiempo determinado por la divina majestad, se tornó en Galilea y que no quiso ir á Nazaret adonde habia sido criado, sino á Capernaum, la cual dice que es ciudad vecina al mar en las comarcas de Zabulon y Neptalim. Y dice que hizo esto Cristo porque se cumpliese lo que dice Esaías «tierra de Zabulon» etc., adonde entiende San Mateo que en aquellas palabras profetizó Esaías la luz de la predicacion de Cristo que habia de resplandecer en aquellas partes. En aquello «á fin que se cumpliese» etc., se ha de advertir que usan los evangelistas esta manera de decir, queriendo entender que, porque habia de ser esto, dijo el profeta estotro.

Lo mismo es «allende el Jordan» que: de la otra parte del río Jordan. En aquello «asentado en obscuridad» se ha de entender que están asentados en obscuridad todos los que, estando sin Dios y sin Cristo, viven seguros en su ceguedad. Aquello «sombra de muerte» es del hablar hebreo; así llaman á los lugares que por su obscuridad y tenebregura parece que amenazan la muerte á los que pasan por ellos. Cuanto al confrontar las palabras del evangelista con las del profeta, me remito á los que más saben.

Desde entónces comenzó Jesus á predicar y decir: Reconocéos, catad que está cercano el reino de los cielos.



Muestra San Mateo que Cristo comenzó á predicar en Capernaum y que comenzó con las mismas palabras que habia comenzado San Juan, á confusion de los predicadores de este tiempo que van buscando cosas nuevas que decir en sus sermones por no decir lo que otros han dicho y aún se avergüenzan de decir una buena cosa dos veces, no como San Pablo que, mirando al útil de aquellos á quienes escribia, no recibia pena de replicarles una misma cosa. Es bien verdad que segun San Marco parece que no eran todas unas las palabras con que predicaba Cristo y las con que predicaba San Juan, porque dice que Cristo decia: «Ya es cumplido el tiempo y acercado se ha el reino de Dios. Reconocéos y creed al evangelio.»

Adonde entiendo que la predicacion de San Juan, la de Cristo y la de los discípulos de Cristo mientras vivió Cristo consistió solamente en intimar á los hombres la breve venida del reino espiritual que comienza en la vida presente en los que aceptan el evangelio y va continuado en la vida eterna, no descubriéndoles el secreto de la puerta por donde se entra en este reino, que es la aceptacion de la justicia de Cristo, porque aun Cristo no habia hecho la reconciliacion de los hombres con Dios que hizo muriendo en la cruz; el cual secreto entiendo que los apóstoles lo descubrieron despues que por el espíritu santo ellos lo entendieron, y en el cual consiste el evangelio.

Y andando Jesus junto al mar de Galilea, vió dos hermanos, á Simon llamado Pedro y á Andrés, su hermano, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores. Y díceles: Venid tras mí y haréos pescadores de hombres. Y ellos, dejando luego las redes, le siguieron. Y pasando de allí vió otros dos hermanos á Jacobo el del Zebedeo y á Juan, su hermano, en una barca con el Zebedeo, su padre, remendando sus redes. Y llamólos, y ellos, dejando luego la barca y á su padre, lo siguieron.



Tres cosas me parece que hay aquí dignas de consideracion. La primera que el oficio del apóstol, del predicador del evangelio, es pescar hombres, sacarlos de la obscuridad, de las tinieblas y de la confusion del reino del mundo y traerlos á la luz, á la claridad y á la paz del reino de Dios; y la red, con que son pescados estos hombres, es la palabra del evangelio, la intimacion del indulto y perdon general por la justicia de Dios ejecutada en Cristo, y es así que los que aceptan este indulto salen de la obscuridad, de las tinieblas y de la confusion del reino del mundo y entran en la luz, en la claridad y en la paz del reino de Dios. Yo entiendo: cuando la aceptacion es obra del mismo Dios; porque, cuando es industria humana, no se siente este efecto.

La segunda que estos cuatro apóstoles en sintiendo la voz de Cristo sin consultar con su prudencia humana ni esperar otras persuasiones mas que aquella «haréos pescadores de hombres,» la cual ellos no entendieron á la hora, siguieron á Cristo, como tengo por cierto que hacen todos cuantos sienten interiormente la voz de Cristo; los que, ántes que se deliberen en aceptar el evangelio y así salir del reino del mundo y entrar en el reino de Dios, van consultando con la prudencia humana, dan testimonio de sí mismos que no sienten la voz de Cristo, porque, si la sintiesen, harian lo que hicieron los apóstoles.

La tercera que, si los hijos del Zebedeo miraran al deber de la generacion humana, no dejaran al padre por seguir á Cristo. Adonde se entiende que el hombre que es llamado de Dios para ser discípulo de Cristo, para imitar á Cristo, debe renunciar el deber de la generacion humana, teniendo solamente respeto al deber de la regeneracion cristiana, segun que mas largamente he dicho, lo que acerca de esto siento, en dos respuestas á dos preguntas26. Adonde se ha de advertir que entónces el hombre ha de renunciar el deber de la generacion humana por seguir el deber de la regeneracion cristiana, cuando el deber de la generacion humana le impedirá ó estorbará el atender enteramente y como se debe al deber de la regeneracion cristiana, el cual consiste en predicar el evangelio, el enseñar el vivir cristiano y en imitar la humildad, la mansedumbre, la obediencia á Dios y la caridad con el prójimo, con que vivió en la presente vida Jesu-Cristo nuestro Señor.

Y rodeaba Jesus toda Galilea enseñando en sus sinagogas y predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo y divulgóse su fama por toda la Siria y traíanle á todos los enfermos de diversas enfermedades y contrechos de torozones y endemoniados y lunáticos y paralíticos y sanábalos, y seguíanlo muchas gentes de Galilea y Decápoli y de Jerusalem y Judea y de allende el Jordan.



Diciendo que rodeaba Jesus toda Galilea, entiende que andaba por todas las partes de aquella provincia, y diciendo «en sus sinagogas,» entiende en las casas públicas á donde los judíos se agrupaban no á adorar, porque para esto tenían señalado el templo de Jerusalem, y no les era permitido adorar en otra parte ninguna, ni á orar, porque oraban en todo lugar, sino á enseñar y ser enseñados, pero las cosas y en las cosas de la ley; y á las casas donde se ayuntaban llama el evangelista sinagogas que es lo mismo que ahora decimos iglesias. Y sobre esta usanza hebrea me acuerdo haber hablado en una epístola27.

Tres cosas dice San Mateo que hacia Cristo: enseñaba, predicaba el evangelio del reino y sanaba á los enfermos. La enseñanza pienso que consistia en declarar la ley, mostrando la verdadera inteligencia de ella, y entiendo que del enseñar tomaba ocasion para predicar el evangelio del reino, y entiendo que era llamada así la predicacion de Cristo porque en ella intimaba la venida del reino de Dios, diciendo: «Catad que está cercano el reino de Dios.» Y entiendo que esta intimacion era llamada evangelio porque es felicísima cosa que Dios huelgue y se contente de regir y gobernar á los hombres sin ley y sin preceptos sino con su espíritu santo, como con efecto lo sienten los que aceptando la justicia de Cristo están en el reino de Dios, que en tiempo de Cristo era predicado que habia de venir y que vino cuando fué dado el espíritu santo, pero no se deja ver y conocer sino de los que pertenecen á él y están en él, los cuales aún mas presto lo sienten que lo ven.

Y entiendo que por despertar, desvelar y abrir los ojos á los hombres para que creyeren esta buena nueva hacia Cristo milagros, sanando diversas y estrañas enfermedades, de las cuales entiendo que pone algunas San Mateo, callando las otras; y tras estos milagros entiendo que iban las gentes que dice San Mateo que seguian á Cristo, venidas de las partes que aquí nombra. En efecto los hombres nos movemos mucho por estas cosas exteriores que traen consigo admiracion y utilidad corporal, moviéndonos poquísimo por las que traen edificacion y utilidad espiritual. Aquello «y contrechos de torozones» etc. entiendo que es declaracion de lo que ha dicho «diversas enfermedades.» Lo mismo es paralíticos que perláticos, los que tienen perlesía.




ArribaAbajoCapítulo V

Y viendo las gentes, subiose á un monte y, como se hubo asentado, se fueron á el sus discípulos, y abriendo su boca les enseñaba diciendo: Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los hambrientos y sedientos por justicia, porque ellos serán hartados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios en el corazon, porque ellos verán á Dios. Bienaventurados los que apaciguan, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando os injuriarán y perseguirán y dirán toda mala palabra contra vosotros, mintiendo, por mi causa; gozáos y alegráos, porque vuestro galardon es grande en los cielos, así tambien persiguieron á los profetas que fueron antes de vosotros.



Habiendo puesto San Mateo las palabras con que Cristo predicaba el evangelio del reino de los cielos, celestial y divino, y habiendo contado algunos milagros de los muchos que hacia como por confirmacion de su predicacion, viene á contar una larga intruccion toda cristiana y divinísima que hizo á sus discípulos, en la cual parece que pretendió enseñarles estas siete cosas. La primera que el reino de los cielos que el predicaba no era ni exterior ni corporal en la presente vida sino interior y espiritual, si bien en la vida eterna despues de la resurreccion de los justos será exterior é interior, corporal y espiritual, siendo entera, cumplida y colmada la felicidad. La segunda, que la dignidad de sus discípulos es altísima y es divinísima, en cuanto son luz del mundo y son sol de la tierra. La tercera que, mientras él vivia corporalmente con ellos, queria que la ley en todo y por todo fuese respetada y guardada. La cuarta que á los, que entran en el reino de los cielos por la aceptacion del evangelio, pertenece resolverse con el mundo y consigo mismos, reduciéndose á vivir segun el deber de la regeneracion cristiana; y poniendo la diferencia entre el deber de la generacion humana y el de la regeneracion cristiana, pone la propia idea de la perfeccion cristiana y los avisos para venir á ella. La quinta que los que pertenecen al reino de los cielos han de huir de todas apariencias de santidades exteriores, no queriendo que el mundo los tenga por santos. La sexta que los que están en el reino de los cielos se deben descuidar de sí, confiando en el cuidado que Dios tiene de ellos. Y la septima que á los, que están en el reino de los cielos, pertenece vivir con mucho recatamiento entre los hombres, y les pertenece atender á confirmar su fe cristiana con la experiencia del vivir cristiano.

Este parece que fué el intento de Cristo en este razonamiento, y el cristiano que llevará este tino en él, conociéndose discípulo de Cristo, hallará mucha edificacion, en cuanto entenderá en qué manera le conviene vivir para guardar el decoro cristiano, cumpliendo con el deber de la regeneracion cristiana, y el que no se conocerá discípulo de Cristo, no hallándose entrado en el reino de los cielos, entenderá que para entrar en él le conviene renunciar su propia justicia, desconfiado de sí y abrazar la justicia de Cristo, confiando en Cristo, cierto que esta no le puede faltar.

Viniendo pues Cristo á poner las calidades que concurren en los que son hijos del reino de los cielos, siendo suyo el reino, pone por primera la pobreza en el espíritu, quiere decir en el ánimo, la cual tiene por contraria á la magnanimidad en cuanto el magnánimo depende de sí mismo y le pareceria grande afrenta depender de Dios, y el pobre en el espíritu depende de Dios y no le bastaria el ánimo á depender de sí mismo; del magnánimo es, como seria decir, el reino de la tierra, y del pobre en el espíritu es el reino de los cielos. El mundo tiene por felice el magnánimo y por infelice al pobre en el espíritu, y Dios tiene por infelice al magnánimo y por felice al pobre en el espíritu, no por la pobreza en sí sino por lo que resulta de ella, en cuanto él, desconfiando de sí mismo y de todas las criaturas, aunque es muy rico, no espera la salud ni la sustentacion corporal de sus riquezas sino de Dios, aunque es muy gran señor, no pretende que sus vasallos ni que sus crialos lo han de defender de los peligros de la presente vida, pretendiendo haber esto de solo Dios, y aunque vive justa y santamente, no pretende justificarse en presencia de Dios con su propia justicia, ateniéndose á la justicia de Cristo, de donde resulta que, viviendo así, desconfiado de sí mismo y de todas las criaturas, y confiado en solo Dios, tiene Dios cuidado de él, y rigiéndolo y gobernándolo Dios con su espíritu santo, viene á ser lo que aquí dice Cristo que es suyo el reino de los cielos.

Por segunda calidad de los que están en el reino de los cielos pone Cristo el llorar, quiere decir el estar el hombre descontento de sí mismo por sus defectos y flaquezas, juntamente con padecer las necesidades corporales á que esta nuestra carne está sujeta miéntras es, pasible y mortal. El mundo tiene por infelices á los que lloran, teniendo por felices á los que rien, á los que gozan de los placeres vanos y miserables de la vida presente, viviendo en prosperidad y en felicidad, y Dios tiene por infelices á los que rien, teniendo por felices á los que lloran, no porque lloran, sino porque llorando por lo que lloran, se encomiendan á Dios, y Dios los consuela en los ánimos, haciéndoles que miren á Cristo, en el cual son justos, si bien en sí son injustos, y en los cuerpos, poniéndoles delante la felicidad de que gozarán en la vida eterna.

Por tercera calidad de los que están en el reino de los cielos pone Cristo la mansedumbre, la cual consiste en que el hombre viva en la presente vida como oveja entre lobos y propiamente de la manera que vivió Cristo, conforme á lo que Esaías habia profetizado de él, como veremos en el capítulo 12. El mundo tiene por infelices á los que viven con esta mansedumbre, juzgándolos por ruines y de poco, teniendo por felices á los valerosos que se hacen temer de los otros, y Dios tiene por infelices á estos valerosos del mundo, teniendo por felices á sus mansos, no por la mansedumbre en sí, sino porque, habiéndola aprendido de Cristo, y cobrádola con la incorporacion en Cristo, será de ellos lo que es de Cristo, en cuanto, así como Cristo es heredero del reino de Dios ó de la heredad del mundo prometida á Abraham y á su simiente, así ellos serán herederos en la misma heredad y en el mismo reino.

Por cuarta calidad de los que están en el reino de los cielos pone Cristo el tener hambre y sed por justicia; quiere decir que se congojan y se afligen ansiosos por comprehender la justicia y perfeccion en que se conocen comprehendidos por la incorporacion en Cristo por ser así justos y perfectos en sí como son justos y perfectos en Cristo. El mundo tiene por infelices á los que van tras esta justicia y tras esta perfeccion, teniendo por felices á los que por sus santidades exteriores se persuaden que son santos y justos, y Dios tiene por infelices á los que están en esta persuasion, teniendo por felices á los que viven con aquella hambre y con aquella sed, no por la hambre ni por la sed en sí, sino por lo que resulta de ella, en cuanto, encomendándose ellos á Dios, Dios les acrecienta la fé y el espíritu con que son mortificados y vivificados, de manera que vienen á matar su hambre y su sed, alcanzando mucha parte de aquella justicia y perfeccion que pretenden y desean.

Por quinta calidad de los que estan en el reino de los cielos pone Cristo la misericordia y piedad, el compadecerse el hombre de aquellos que ve en necesidad y ayudarlos, no por propia gloria ni por propio interes ó merecimiento sino por gloria de Dios, porque la misericordia, que no es de esta manera, no es misericordia cristiana, y Cristo habla aquí de la cristiana.

El mundo precia bien á los misericordiosos, teniéndolos por felices, pero en cuanto pretenden su propia gloria y su propio interes, teniendo por infelices á los que esconden sus misericordias, y Dios tiene por infelices á los que publican sus misericordias, como veremos en el capítulo 6, teniendo por felices á los que esconden sus misericordias, no por la misericordia en sí, sino porque de ella resulta la misericordia que ellos alcanzan de Dios, favoreciéndolos con dones espirituales y con beneficios corporales.

Por sexta calidad de los que están en el reino de los cielos, pone Cristo la limpieza en el corazon, la cual solamente toca á los que aceptan la gracia del evangelio, los cuales por la fe alcanzan esta limpieza conforme á aquello que dice San Pedro «fide purificans corda eorum,» Act. 1528, adonde se ha de entender que todos los hombres del mundo tienen sucios los corazones, en cuanto como hijos de Adam son impíos, infieles y enemigos de Dios, teniendo esta impiedad, infidelidad y enemistad en los corazones, la cual es purificada y alimpiada por la fé cristiana, por la aceptacion de la remision de pecados y reconciliacion con Dios por Cristo. Y es cosa verdaderamente milagrosa y divina que, luego que el hombre acepta con el ánimo la justicia de Cristo, pierde la impiedad, infidelidad y enemistad con Dios, y comienza á crer á Dios, á confiar en Dios y á amar á Dios y así á conocer y ver á Dios, en lo cual consiste su felicidad. Cuanto á este conocimiento de Dios y esta vision de Dios, me remito á lo que he dicho 1ª Cor. 13. y en dos consideraciones29. El mundo no tiene cuenta con la limpieza del corazon y por tanto no tiene por felices sino á los que tienen limpieza en las costumbres exteriores, y Dios á estos tiene por infelices, como veremos en el capítulo 23, teniendo por felices á los que tienen limpieza en los corazones, con la cual son hábiles para conocer y ver á Dios en la presente vida como se puede y en la vida eterna como se debe.

Por séptima calidad de los que están en el reino de los cielos, pone Cristo el hacer paz, el ser apaciguadores, pero de la manera que lo fué el mismo Cristo, el cual muriendo en la cruz reconcilió á los hombres con Dios, reconciliando tambien entre sí á los hombres que entran en esta reconciliacion, los cuales, si bien son inquietados del mundo con persecuciones y con muertes, gozan de la paz con Dios y así tienen paz en sus conciencias y tienen paz con todos, no inquietando ellos ni haciendo guerra á ninguno. Son pues pacíficos, apaciguadores ó hacedores de paz, los que, intimando á los hombres la paz que hizo Cristo entre Dios y ellos, los traen á que gocen de esta paz.

El mundo no tiene cuenta con esta paz y por tanto trabaja por hacer infelices á los que de esta manera son apaciguadores, persiguiéndolos y matándolos, y Dios no tiene cuenta con los que el mundo tiene por apaciguadores, á los cuales tiene por infelices, porque no conocen la verdadera paz, teniendo por felices á los que, conociendo la verdadera paz, procuran traer á ella á los hombres. Y su felicidad consiste en que, haciendo el mismo oficio que hizo el hijo de Dios, son tambien ellos hijos de Dios y por tales son tenidos y así son llamados de Dios.

Por octava calidad de los que están en el reino de los cielos, pone Cristo el padecer persecucion por la justicia, quiere decir por la que es propia del reino de los cielos, por aceptarla ó por predicarla, á la cual justicia es anexa la persecucion, porque los hombres no pueden comportar que haya otra justicia sino la que ellos con su prudencia humana entienden y alcanzan. De donde procede que el mundo tiene por infelices á los perseguidos por esta justicia, teniendo por felices á los perseguidores, en cuanto, como dice Cristo, se persuaden que hacen servicio á Dios, y Dios tiene por infelices á los perseguidores, teniendo por felices á los perseguidos, no por la persecucion en sí sino porque con ella es ilustrada la gloria de Dios, y mediante ella son ellos conservados y mantenidos en la posesion del reino de Dios, de la misma manera que los que son pobres en el espíritu; y así igualmente dice Cristo de los unos y de los otros: «porque de ellos es el reino de los cielos.» Adonde tengo por cierto que solos los que sienten la pobreza en el espíritu y son perseguidos por la justicia cristiana, sienten el regimiento y el gobierno de Dios, en el cual consiste el reino de los cielos.

Lo que añade Cristo, diciendo: Bienaventurados sois etc., pertenece á amplificar esta octava calidad, adonde son dignas de mucha consideracion aquellas dos palabras «mintiendo» y «por mi causa», á fin que se entienda que no toca esta felicidad á los que simplemente son injuriados falsamente sino á los que son injuriados falsamente por causa de Cristo, porque lo predican, porque enseñan el vivir cristiano ó porque viven cristianamente, imitando á Cristo.

Aquello «gozaos y alegraos» etc. lo cumplieron á la letra los apóstoles, como consta por San Lúcas Act. 5, y lo han cumplido y cumplen de mano en mano todos los que han sido y son verdaderos Cristianos, considerando que con su padecer es ilustrada la gloria de Dios y de Cristo, y que así es acrecentada su gloria de ellos en el reino de los cielos que es en la presente vida, y será acrecentada en el que será en la vida eterna.

Y aquí se ha de considerarla liberalidad de Dios, que nos da él constancia y firmeza en el padecer por Cristo y despues galardona con acrecentamiento de gloria la firmeza y constancia que él nos da. Diciendo Cristo «así tambien persiguieron» etc., nos consuela con el exemplo de los profetas á los que somos sus discípulos, los cuales comportamos mejor las persecuciones, considerando que por ellas pasaron los profetas, y mucho mejor considerando que por ellas pasó el mismo Cristo, y han siempre pasado los que lo han predicado y los que lo han querido imitar.

De estas ocho calidades, que ha dicho Cristo que concurren en los que están en el reino de los cielos, pudieran bien comprehender los discípulos, que el reino de los cielos en la presente vida no es corporal sino espiritual; pero estaban tan enajenados de esta opinion que nunca la entendieron, hasta que recibieron el espíritu santo, el cual les mostró por experiencia lo que ellos no habian podido comprehender por ciencia, si bien Cristo claramente les habia dicho estas ocho calidades, las cuales son tan conjuntas entre sí con lo que resulta de ellas, que todas ellas están en cada uno de los que entran en el reino de los cielos, aceptando la justicia de Cristo.

Porque es así que esta aceptacion les da la pobreza en el espíritu, esta les hace que lloren y se entristezcan por sus defectos y por sus flaquezas, esta les da verdadera mansedumbre, esta les pone hambre y sed de justicia de ser más justos en sí, esta los hace misericordiosos, esta les da limpieza en los corazones, esta los hace apaciguadores de la manera que Cristo fué apaciguador, y por esta son perseguidos, injuriados y maltratados en el mundo; de donde resulta que están en el reino de los cielos, son llamados hijos de Dios y lo son, que conocen y ven á Dios, que es Dios misericordioso con ellos, que comprehenden gran parte de la justicia y perfeccion en que son comprehendidos, que son herederos del mundo que fué prometido á Abraham y á su simiente, y que son consolados de Dios en todas sus angustias y en todos sus trabajos.

Aquí ha de considerar toda persona cristiana que, pues es así que los que en la presente vida, mientras esta carne es pasible y es mortal, aceptan la gracia del evangelio, gozan de todos estos privilegios, qué tales deben ser aquellos de que gozarán en la vida eterna, mayormente cuando esta nuestra carne será impasible é inmortal.

Vosotros sois la sal de la tierra. Pues si la sal se desvanece ¿con qué se salará? No vale más para nada sino para ser echada fuera y ser pateada de los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede esconder la ciudad que esta puesta encima de un monte, ni encienden candela y la ponen debajo del almud sino sobre el candelero y alumbra á todos los que están en casa. Así pues resplandezca vuestra luz en presencia de los hombres de manera que vean vuestras buenas obras y glorifiquen á vuestro padre el que está en los cielos.



Habiendo Cristo mostrado como la felicidad del reino de los cielos en la presente vida es toda interior y espiritual, viene á mostrar la grandeza de la dignidad de los que son sus discípulos, mayormente de aquellos que lo van imitando á él en todo lo que es imitable, y constituye esta dignidad en dos cosas: la una, en que son sal de la tierra, y la otra, en que son luz del mundo.

Adonde entiendo que el ser sal de la tierra pertenece á los discípulos de Cristo en dos maneras: la una en que, así como la sal da sabor á las viandas que sin ella nos descontentarian, así los discípulos de Cristo dan sabor al mundo, hacen que Dios se contente de conservarlo y de mantenerlo, y la otra en que, así como con la sal son preservadas de corrupcion las viandas, así con la vida, con la doctrina y con la predicacion ó intimacion del evangelio que pertenece á los discípulos de Cristo son preservados los hombres que viven en el mundo, en esta vida de la corrupcion de las costumbres y en la otra vida de la muerte eterna.

Aquello «pues si la sal se desvanece,» ó deja deser sal, con lo que se sigue, pertenece para advertir á los discípulos de Cristo que conozcan su dignidad y se conserven en ella, haciendo en el mundo lo que hace la sal en las viandas. Diciendo «¿con que se salará?» etc., entiende que, así como dejando la sal de tener sabor, no hay cosa con que se le pueda dar, por ser ella la que lo da á las otras cosas, y no teniendo sabor no es de ninguna utilidad y por tanto es desechada y pisada, así, dejando los discípulos de Cristo de tener fé cristiana con costumbres cristianas, no hay cosa con que se les pueda dar perfeccion, siendo ellos los que con su predicacion la dan á todos los otros y, no teniendo fé cristiana con costumbres cristianas, no son de ninguna estimacion y por tanto Dios los desecha y desprecia.

Tambien entiendo que el ser los discípulos de Cristo luz del mundo les pertenece en cuanto, así como mediante la luz esterior del sol vemos nosotros con la lumbre de nuestros ojos exteriores las cosas exteriores que no veriamos sin la luz del sol, así mediante la luz interior de los que han sido y son discípulos de Cristo vemos nosotros con la lumbre de nuestros ojos interiores las cosas interiores, espirituales y divinas; el cómo lo dejo considerar á las personas espirituales, las cuales habiendo visto luz con la luz de otras y sirviendo ellas de luz á otras, pueden por propia experiencia dar testimonio de esto.

Adonde se ha de entender que los discípulos de Cristo, si bien son luz del mundo, no lo son en sí propios sino en cuanto siendo discípulos de Cristo, el cual en sí propio es luz del mundo; Cristo les comunica su luz; y así ellos son luz del mundo por participacion de Cristo, el cual dice de sí «Ego sum lux mundi,» Jo. 8.30 de manera que se puede decir que entre la luz de Cristo y la de sus discípulos hay la diferencia que entre la luz del sol y la de la luna y de las estrellas, y por tanto parece que vendria mejor comparar los discípulos de Cristo á la lumbre de la candela, y no lo he hecho así porque la candela no es luz del mundo ni lo son muchas candelas.

Y lo que añade Cristo: «Ni encienden candela» etc., pertenece á amonestar á sus discípulos que conozcan su dignidad y se conserven en ella, estando y platicando entre los hombres y con los hombres como hizo él, á fin que sean candela sobre candelero y no debajo de almud. Aquello «así pues resplandezca,» etc., lo juntó con lo que precede, de manera que diga: resplandezca vuestra luz como resplandece la candela que esta sobre el candelero.

Y diciendo Cristo «de manera que vean vuestras buenas obras» etc., muestra que la principal cosa en que los discípulos de Cristo son luz del mundo es en el vivir cristiano, imitando á Cristo, porque á este vivir entiendo que llama buenas obras, las cuales son luz del mundo en cuanto en ellas ven los hombres á Cristo. Las obras, en que puede haber fingimiento, quiero decir, que pueden estar sin fe y sin caridad, no son luz del mundo ni aún cuando son hechas de discípulos de Cristo, porque por la imitacion de Cristo son luz del mundo. Añadiendo Cristo «y glorifiquen á vuestro padre» etc. enseña que el intento que sus discípulos deben tener siendo luz del mundo es la gloria de Dios y no la propia gloria.

Es bien verdad que el verdadero discípulo de Cristo no puede pretender en sus cosas sino la gloria de Dios, porque esto aprende en la escuela de Cristo el cual atendio á ilustrar la gloria del padre, remitiendo al padre la ilustracion de su propia gloria. Los que buscan sus propias glorias no son discípulos de Cristo, no son entrados en la escuela de Cristo. Aquello «no se puede esconder» etc., lo entiendo así que, así como la candela puesta sobre el candelero se deja ver de todos los que entran en la cámara, así la ciudad puesta sobre un monte se deja ver de todos los que pasan por allí, y los que son discípulos de Cristo han de conocer que son luz del mundo y que por tanto les pertenece hacer oficio de candela sobre candelero y de ciudad sobre monte, dejándose ver platicar y conversar. Los que no lo hacen así, ó no conocen su dignidad ó se dejan vencer de su pusilanimidad.

No penseis que soy venido á romper la ley ó los profetas, porque no soy venido á romper sino á cumplir. Porque os certifico que hasta que pase el cielo y la tierra, una jota ó un ápice no pasará de la ley hasta que todo sea hecho. Por tanto cualquiera que romperá uno de estos mandamientos pequeños y enseñará así á los hombres, pequeño será llamado en el reino de los cielos, y el que hará y enseñará, este será llamado grande en el reino de los cielos.



Habiendo Cristo dicho á sus discípulos la opinion que debian tener del reino de los cielos y la opinion que debian tener de sí mismos en cuanto eran sus discípulos, les viene á decir el respeto que queria que tuviesen á la ley y á los profetas miéntras él vivia entre ellos, y así les dice: «No penseis que soy,» etc., como si dijese: y aunque me veis predicar y enseñar cosas diferentes de las que entendeis en la ley y en los profetas, no penseis que yo sea venido á vivir contrario á ella ó á ellos y á enseñar contra ella y contra ellos, porque os engañareis muy mucho, porque es así que antes yo tengo de guardar y de cumplir á ella y á ellos, siendo esto certísimo que más presto seria posible que el cielo y que la tierra dejasen de ser que no que la ley viniese á ser abrogada, ántes de ser guardado y cumplido todo lo que está figurado en ella y todo lo que está mandado en ella.

Por tanto quiero que sepais que cualquiera de vosotros, que, viviendo yo, romperá el menor mandamiento de la ley y enseñará á otros á romperlo con achaque de la predicacion de la cercana venida del reino de los cielos, no tendrá parte en el reino de los cielos, y por el contrario el que guardará la ley y enseñara á otros que la guarden, este tendrá gran parte en el reino de los cielos.

Así entiendo todas estas palabras de Cristo. Porque decir que con estas palabras pretendió Cristo dar autoridad á la ley más que por el tiempo que él vivia, no se sufre, porque vemos la experiencia en contrario, pues es así que con la venida del espíritu santo cesaron la ley y los profetas, sucediendo en su lugar el espíritu santo, el cual hace interiormente en el pueblo de Dios, que es todo espiritual, lo que hacian exteriormente la ley y los profetas en el pueblo de Dios cuando era exterior. De donde ha resultado que, si bien David hallaba en la ley de Dios el sabor que muestra en el salmo 118,31 San Pedro hallaba en la misma graveza y pesadumbre, como consta Act. 15.32 Y aquí entiendo que los que, aplicando sus ánimos á Dios, hallan gusto y sabor en la ley y en los profetas, no tienen aún espíritu cristiano, no son aún llegados adonde era llegado San Pedro, estándose todavía adonde estaba David.

Tampoco se sufre decir que entiende Cristo solamente del cumplimiento de lo figurado en la ley, porque no cuadra aquello «por tanto cualquiera que romperá,» etc, y considerando esto, me afirmo en la inteligencia que he puesto. Con tanto que se entienda que cumplió Cristo la ley en cuanto la guardó absolutísimamente sin contravenir por todo el tiempo de su vida á la más mínima parte de ella, cosa que hasta él ninguno la habia hecho, y así la ley nunca habia sido guardada, y, como dice aquí Cristo, era necesario que fuese guardada antes de ser abrogada; y cumplió tambien Cristo la ley en cuanto fueron cumplidas en él todas las figuras de la ley, y no debia ser abrogada la ley hasta que en Cristo fuese cumplido lo figurado en ella.

De manera que la ley fué cumplida por Cristo y fué cumplida en Cristo, y despues cesó y fué abrogada, habiendo llegado al fin para que fué dada. Fué dada para que sirviese de pedagogo en el pueblo de Dios, como dice San Pablo Gal. 3,33 miéntras el pueblo era niño, y cesó y fué abrogada luego que el pueblo de Dios dejó de ser niño, teniendo cada uno de los que pertenecen al pueblo de Dios, dentro de sí al espíritu santo, el cual lo mantiene en la obediencia de Dios. Los que no tienen al espíritu santo, espíritu cristiano, no pertenecen al pueblo de Dios, porque, como dice San Pablo, «Si quis spiritum Christi non habet, hic non est ejus,» Rom. 834; y es así con efecto que en los que aceptan la gracia del evangelio, siendo el espíritu cristiano eficaz en ellos, cesa todo respeto de ley, viven bien conforme á lo que manda la ley cuanto á las costumbres, pero su intento no es cumplir la ley, porque harian lo mismo aunque nunca hubiese habido ley, sino seguir el gobierno del espíritu santo que mora en ellos, el cual los inclina por la regeneracion y renovacion que hace en ellos á vivir no ya como hijos de Adam sino como hijos de Dios, imitando al primogénito y unigénito hijo de Dios, Jesu-Cristo nuestro señor.

Cuanto á la letra, lo mismo es romper que abrogar y que quebrantar. Aquello «hasta que pase» es manera de hablar hebrea, y aquello «una jota ó un ápice» está dicho por encarecimiento. Lo mismo es «hasta que todo sea hecho» que: hasta que todo lo que contienen la ley y los profetas, sea cumplido y sea guardado. Diciendo «pequeño será llamado,» entiende: no tendrá nombre ninguno; de esta manera de hablar usa, algunas veces Cristo, como en aquello «serán los primeros postreros,» etc., entendiendo que serán del todo excluidos, y como en aquello «los publicanos y las meretrices os precederán en el reino de los cielos,» adonde entiendo que los publicanos y las meretrices estarán en el reino y que los pontífices y ancianos del pueblo serán excluidos de él. Y diciendo «será llamado grande» entiende: tendrá gran nombre. Cuanto á las causas porque ordenó Dios que Cristo viviese sujeto á la ley y porque quiso Cristo que, viviendo él, fuese guardada la ley, me remito á lo que he dicho en un discurso sobre la abrogacion de la ley.

Dígoos de verdad que, si vuestra justicia no sobrepujará á la de los escribas y Fariseos, no entrareis en el reino de los cielos.



Habiendo dicho Cristo á sus discípulos la calidad del reino de los cielos que el predicaba y la dignidad de los que son hijos del reino, y habiéndoles declarado lo que pertenecia á la observacion de la ley, miéntras él vivia corporalmente con ellos, viene á declararles en qué manera conviene que vivan los que aceptando el evangelio entran en el reino de los cielos, y así dice: «Dígoos de verdad que si vuestra justicia,» etc., como si dijese: y no penseis que, venido el reino de los cielos, ya abrogada la ley, os ha de ser lícito vivir segun los deseos carnales y sensuales, porque os hago saber que, si vuestra justicia, vuestra puridad de vida no será mayor que es la de los escribas y Fariseos, la que ellos siguen y aprueban por la ley, no entrareis en el reino de los cielos.

Esta entiendo que es la sentencia de estas palabras, en las cuales y en todas las que se siguen en todos estos tres capítulos, entiendo que pretendió Cristo proveer al inconveniente en que facilmente pudieran caer los que aceptaran la gracia del evangelio, diciendo: á nosotros nos es perdonado hecho y por hacer, la ley es abrogada, luego bien podemos vivir á placer, ejecutando todos nuestros deseos carnales y sensuales, -como con efecto consta que cayeron muchos en aquel principio y que han caido de mano en mano los que han aceptado el evangelio sin ser inspirados por espíritu santo.

Proveyendo pues Cristo á este inconveniente, muestra en estos capítulos la puridad con que pertenece vivir á los que entran en el reino de los cielos, aceptando la gracia del evangelio, y así entendemos que entonces nuestra justicia, con que entramos en el reino de los cielos, sobrepuja á la justicia de los escribas y Fariseos, que es la justicia de la ley, cuando aceptando nosotros la gracia del evangelio nos resolvemos en desear y procurar reducirnos á vivir en todo y por todo conforme á la doctrina que aquí nos enseña Cristo, en la cual consiste el deber de la regeneracion cristiana, el cual deber sobrepuja en gran manera al deber de la regeneracion humana, en el cual esta fundada la ley. Y así va Cristo cotejando ó parangonando el un deber con el otro, como si á diez villanos, que fuesen aceptados por hijos del emperador, les fuese propuesto el deber de hijos, cotejándoselo con el deber de villanos.

Adonde, si dirá uno que de esta manera es más dura la sujecion del evangelio que la de la ley, le responderé que es más dura sin comparacion ninguna para los que del evangelio hacen ley, pretendiendo justificarse por la observacion de la doctrina del vivir cristiano, así como seria más duro á los diez villanos el guardar el deber de hijos que el de villanos, cuando pretendiesen por su vivir como hijos venir á ser hijos, y que seria y es más blanda y más suave á los que se aplican á vivir segun el deber del evangelio, no por ser justos sino porque son justos, no por ser hijos sino porque son hijos, porque es así que el conocerse justos y tenerse por hijos mortifica y mata en ellos de tal manera los efectos y apetitos de la carne que, viniendo á ser señores de sí mismos por la libertad del ánimo, no sienten la sujecion de la carne, ántes huelgan y tienen por gloria tenerla sujeta.

Y hay otra cosa más: que el deber de la ley acusa y condena á los que, estando sujetos á ella, no lo guardan con el ánimo y con el cuerpo, y el deber del evangelio ni acusa ni condena á ninguno, contentándose con que el hombre se aplique con el ánimo á él y procure de reducir su carne á el. Que esto sea así consta por lo que trata San Pablo Rom. 7 y al principio del 8, adonde, habiendo puesto la contradiccion que los que nos conocemos muertos en Cristo, nos35 hallamos en nuestra carne, queriéndola mortificar, concluye que lo, que en este medio faltamos, no nos es imputado á condenacion.

De aquí se colige que á los que aceptando el evangelio entran en el reino de los cielos les pertenece aplicarse á vivir con la puridad que aquí enseña Cristo, pretendiendo guardar el decoro de hijos del reino, á los cuales pertenece vivir no segun el deber de la generacion humana, porque ya, cuanto á esta son muertos y enterrados por la incorporacion en la muerte de Cristo, sino segun el deber de la regeneracion cristiana, porque, cuanto á esta, son resucitados y vivos por la incorporacion en la resurreccion de Cristo, la cual haciéndolos hijos de Dios, amorosamente los obliga al deber de hijos de Dios, disimulando con ellos lo que por flaqueza ó por descuido hacen contra este deber.

En esto me he así dilatado por abrir el camino para la inteligencia de esta doctrina de Cristo á fin que los licenciosos sepan que no están en el reino de Dios, porque, si estuviesen, no serian licenciosos, y á fin que los que son aún flacos y enfermos, se aseguren, ciertos que por sus flaquezas ni por sus enfermedades no son privados del reino ni de la dignidad de hijos, aplicándose ellos á sanar de las enfermedades y así á ser fuertes y gallardos, para lo cual les será buen expediente descuidarse de si mismos, tomando un continuo cuidado de Dios, no olvidándose jamás que son hijos de Dios y que están en el reino de Dios. Aquí se ha de entender que nombra Cristo á los escribas y á los Fariseos como á las personas que entónces eran tenidas por más santas, por mas observadoras de la ley.

Ya habeis oido que fué dicho á los antiguo: No matarás, y el que matará será digno de juicio. Yo empero os digo que todo aquel que se airará contra su hermano, será digno de juicio, y el que dirá á su hermano raca, será digno de concilio, y el que le dirá bobo, será digno del fuego del infierno. Por tanto, si ofrecerás tu don al altar y allí te acordarás que tu hermano tiene algo contra tí, deja allí tu don delante el altar y vé, primero reconcíliate con tu hermano y entonces ven y ofrece tu don. Conciértate con tu adversario presto mientras estás en el camino con él, porque el adversario no te entregue al juez y el juez te entregue al ministro y seas echado en la cárcel. Dígote de verdad, no saldrás de allí hasta que pagues el postrer cuadrante.



Comenzando Cristo á poner la diferencia entre el deber de la ley por la generacion humana, y el deber del evangelio por la regeneracion cristiana, el que han de atender á guardar los que aceptan la gracia del evangelio, dando con su vivir cristiano testimonio de su fé cristiana, dice «ya habeis oido que fué dicho» etc., como si dijese: la ley, siguiendo el deber de la generacion, prohibe el homicidio amenazando á los homicidas, y por tanto los escribas y los Fariseos se tienen por justos no matando, y tienen por justos á los que no matan, y el evangelio por el deber de la regeneracion prohibe todo afecto de ira y de rencor contra cualquier hombre del mundo, queriendo que el regenerado no venga á ofender á ninguno ni aun con una señal exterior, porque aun las señales exteriores de menosprecio, siendo indignas de hijos de Dios, son dignas de castigo delante de Dios. Por tanto vosotros procurad de quitar y apartar todas las ocasiones que os pueden hacer desmandar contra las personas y así venir á ofenderlas.

Esta entiendo que es la sentencia de estas palabras de Cristo, por las cuales muestra que su intento es que los que son sus discípulos, los que son regenerados por su evangelio, vivan en el mundo con la mansedumbre con que él vivió, como ovejas entre lobos. Y hase siempre de replicar que Cristo se contenta en los suyos con el afecto, disimulando lo que por flaqueza ofenden con efecto.

Cuanto á las particularidades de la letra, se ha de advertir que iguala Cristo á la ira con el homicidio; diciendo que todos dos son dignos de juicio, entiende de ser juzgados como prevaricadores. Por «concilio» el vocablo griego significa el lugar adonde es pronunciada la sentencia, y parece que significa mas que juicio, así como el fuego del infierno es más que el concilio. Va Cristo encareciendo la cosa por desarraigarla de nuestros ánimos, conociendo que la ira y el ódio nos son naturales, y así igualando á la ira con el homicidio le pone el juicio como seria decir la pesquisa. Al «raca,» que es vocablo de menosprecio y significa vano ó vanidad, pone el concilio como seria decir la sentencia, y al bobo pone el fuego del infierno, como seria decir la ejecucion de la sentencia. Por este rigor entiendo que han de pasar todos los que partirán de la presente vida sin Cristo.

Diciendo Cristo, «por tanto si ofrecerás» etc., entiendo que á los que estamos en la regeneracion cristiana pertenece estar tan sobre nosotros para quitar toda ocasion de ira y de ódio de nuestros corazones que, acordándonos que habemos ofendido á alguna persona cristiana, á algun hermano, á la hora dejemos todas las cosas por santas que sean, y vamos á reconciliarnos con el hermano ofendido. Adonde se ha de advertir que, porque en el tiempo en que Cristo dijo estas palabras, la más santa ocupacion en que el hombre podia estar, era ofreciendo su ofrenda al altar, usó de esto por encarecimiento, nosotros en este tiempo diremos así: si estarás oyendo la predicacion del evangelio ó la doctrina del vivir cristiano, ó estarás para recibir el santo sacramento, déjalo todo y ve á reconciliarte con tu hermano, porque estas son las ocupaciones mas santas en que un cristiano puede estar.

Diciendo Cristo «conciértate con tu adversario» etc., nos avisa que para ser libres de ira y de ódio atajemos todas maneras de litigios con todos los hombres, concertandonos con ellos por no venir á los inconvenientes á que se viene por las cosas semejantes. Aquello «porque el adversario» etc. está dicho como por inconveniente del litigar; y adonde dice «conciértate» el vocablo griego significa: sé benévolo, y es lo mismo que: conciértate. Por ministro entiende ejecutor; y cuadrante es lo mismo que meaja. Cuanto al litigar ó pleitear, me remito á lo que he dicho: 1 Cor. 6., adonde pone San Pablo, como seria decir, en práctica lo que aquí pone Cristo, como seria decir, en teórica. Aquí se ha de considerar que el que no estará resolvido con el mundo para guardar el deber de la regeneracion cristiana, no se podrá reducirse á irse á reconciliar con su hermano ni á concertarse con su adversario, porque tendrá respeto á no prejudicar á su honra, la que tiene por generacion humana.

Ya habeis oido que fué dicho á los antiguos: No cometerás adulterio. Yo empero os digo que todo hombre, que mira á la mujer para codiciarla, ya en su corazon ha cometido adulterio con ella. Por tanto, si tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y échalo de tí porque mejor te está que perezca uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea echado en el infierno. Y si tu mano derecha te escandaliza, córtatela y échala de tí, porque mejor te está que perezca uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea echado en el infierno.



Prosiguiendo Cristo en poner la diferencia entre el deber de la ley fundado en la generacion humana y el deber del evangelio fundado en la regeneracion cristiana, el cual pertenece á los regenerados, dice: «ya habeis oido que fué dicho» etc. como si dijese: la ley, siguiendo el deber de la generacion, prohibe el adulterio y por tanto los escribas y los Fariseos se tienen por justos, porque no adulteran, y tienen por justos á los que no adulteran; y, porque el evangelio, siguiendo el deber de la regeneracion, prohibe todo afecto carnal, os digo que no os contenteis de no adulterar con el efecto, reduciéndoos á no adulterar con el afecto, quitando y apartando de vosotros todas las cosas que os pueden conducir al adulterio, en tanto que tengais por menor inconveniente sacaros los ojos y cortaros las manos, que dejaros conducir al adulterio, al que es en efecto ni al que es en afecto. Así entiendo estas palabras, y entiendo que, aunque Cristo nombra el adulterio solamente, entiende toda simple fornicacion, la cual como quiera que sea es contrarísima al espíritu, y es indignísima de personas cristianas. Y cuanto á esto, me remito á lo que he dicho 1ª Cor. 6.

Aquello «por tanto si tu ojo» etc. entiendo que esta dicho por consejo ó por remedio contra el afecto del adulterio, y aquello «si tu mano derecha» etc. entiendo que está dicho contra el efecto del mismo. Adonde se ha de advertir que es esta una manera de hablar, en la cual por ojo derecho entiende Cristo todas las cosas que nos pueden conducir al afecto, y por mano derecha todas las que nos pueden conducir al efecto, de las cuales cosas conviene que nos privemos por más caras y por más provechosas que nos sean; y que no se haya de entender así á la letra consta por esto que, aunque yo me cortase las manos y me sacase los ojos, no entraria en la vida eterna sin manos ni sin ojos, y por esto que, aunque yo me sacase los ojos, no me privaria del afecto de adulterio, el cual podria entrar por los oidos, y aunque me cortase las manos, no me privaria del efecto.

A que diré esto, que la mejor medicina contra todo afecto de carne es que el hombre se acuerde y tenga siempre en su memoria el deber de la regeneracion cristiana, acordándose que como miembro de Cristo murió en la cruz con Cristo, que, matando Cristo en la cruz su carne, mató la carne de todos los que somos sus miembros. El que no estará resolvido consigo mismo, determinado en guardar el deber de la regeneracion cristiana, no se podrá jamás reducir á lo que aquí aconseja Cristo, porque en el tal la carne hará su oficio y, no pudiéndose reducir al consejo, tampoco se reducira á no cometer adulterio á lo menos con el afecto y estara á peligro de caer en el efecto. Diciendo «te escandaliza», entiende: te hace tropezar y caer.

Tambien fué dicho: El que dejará á su mujer déle carta de quitacion. Yo empero os digo, que cualquiera que dejará á su mujer, no siendo por causa de adulterio, la hace ser adultera, y cualquiera que se casará con la dejada comete adulterio.



Porque Cristo en el capítulo 19 habla más particularmente del matrimonio, me reservo para allí, bien que he dicho mi parecer 1 Cor. 7, adonde está la práctica de esta teórica. Lo que declara aquí Cristo es, que el hombre ha de perseverar en el matrimonio con la mujer que tomará, no dejándola sino en caso de adulterio, y que el hombre que se casará con la mujer dejada cometerá adulterio. Si entiende de la dejada por adulterio ó no, me remito á los que más saben. El que querrá entender en qué manera pasaba esto del divorcio en tiempo de la ley, podrá leer en el Deut. cap. 24. «Carta de quitacion» es lo mismo que libello de repudio. A todo hombre cristiano que se casa, pertenece mirar muy bien la compañía que toma, cierto que solo la muerte lo puede apartar de ella. Es intemperancia tomarla sin consideracion, y es inconstancia dejarla sin demasiada causa.

Más habeis oido que fué dicho á los antiguos: No perjurarás, pero darás al Señor tus juramentos. Yo empero os digo: No jureis de ninguna manera, ni por el cielo, porque es el trono de Dios, ni por la tierra, porque es el banquillo de sus piés, ni por Jerusalem, porque es ciudad del grande rey; ni jurarás por tu cabeza, pues no puedes hacer un cabello blanco ó negro. Será, pues vuestra palabra: sí sí, no no, y lo demas de estos de mala parte es.



Continuando Cristo su intento de mostrarla diferencia entre el deber de la ley por la generacion humana y el del evangelio por la regeneracion cristiana, dice «más habeis oido» etc., entendiendo: porque la ley siguiendo el deber de la generacion no prohibe el jurar sino el perjurar, los escribas y Fariseos se tienen por justos cuando no se perjuran, teniendo por justos á los que no se perjuran, y, porque el evangelio siguiendo el deber de la regeneracion no quiere que el regenerado jure de ninguna manera, os aviso yo que no jureis de ninguna manera ni por ninguna cosa, reduciéndoos á un simple sí para afirmar y á un simple no para negar, porque os hago saber que todo lo que á esto se añade, sale y procede de ánimo no mortificado, que no siente ni conoce el deber de la regeneracion. Esta entiendo que es la sentencia de estas palabras.

Y viniendo á la particularidad de ellas, se ha de entender que, diciendo la ley «no perjurarás,» entendia que, cuando el hombre prometiese alguna cosa con juramento, en cuanto parecia que jurando la prometia á Dios, la cumpliese, porque no cumpliendola venia á ser perjuro. Con esto se entiende aquello «pero darás al Señor tus juramentos.» Lo mismo es «no perjurarás» que lo que dice el segundo mandamiento de la ley: «no tomarás el nombre del Señor Dios tuyo en vano.» Diciendo Cristo «no jureis,» escluye el perjurar y prohibe el jurar, y entiende que, pues el cielo es de Dios y no nuestro, y la tierra es de Dios y no nuestra, y Jerusalem es de Dios y no nuestra, y en nuestras cabezas no podemos hacer lo que queremos, no es bien que juremos por cosa ninguna de ellas. Diciendo «será vuestra palabra,» entiende: será vuestro afirmar y vuestro negar. Y diciendo «y lo demas de esto,» entiende lo que se añade á este sí y á este no. Muchos escriben muchas cosas, pretendiendo declarar estas palabras de Cristo, limitándolos y poniendo casos en los cuales es lícito al cristiano jurar: yo me contento con decir esto: que, porque leo que San Pablo, deseando ser creido, juró algunas veces como consta Rom. 1; 2ª Cor. 11 y Gal. 1,36 y teniendo por cierto que el espíritu de Cristo hablaba en San Pablo, el cual espíritu no se aparta jamás del deber de la regeneracion cristiana, pienso así que en todo juramento que el hombre hace por su voluntad, no siendo constreñido á ello, se aparta del deber de la regeneracion cristiana. De manera que entónces es lícito al cristiano jurar, cuando es constreñido por los hombres y cuando es inspirado por Dios, como fué inspirado San Pablo. El hombre que no estará resolvido con el mundo para guardar el deber de la regeneracion cristiana, no se reducirá jamás á esta puridad, porque el respeto de la honra del mundo lo constreñirá á jurar, deseando ser creido en lo que afirmará.

Ya habeis oido que fué dicho: Ojo por ojo y diente por diente. Yo empero os digo: no resistais al mal, ántes, si alguno te dará una bofetada en tu carrillo derecho, vuelve el otro, y al que te querrá llevar en juicio y tomarte tu capa, déjale tambien el sayo, y si alguno te alquilará para una milla, vé con él dos. Al que te demandará, dále, y al que querrá alguna cosa prestada de tí, no se la niegues.



Prosiguiendo Cristo en poner la diferencia entre el deber de la ley por la generacion humana y el del evangelio por la regeneracion cristiana, dice «ya habeis oido que fué dicho» etc., como si dijese: porque la ley, siguiendo el deber de la generacion, quiere al que sacará á otro un ojo, le quebrará un diente etc., le sea sacado un ojo o un diente etc., los escribas y los Fariseos se tienen por justos, viviendo conforme á esto, y tienen por justos á los que hacen lo mismo; y porque el evangelio, siguiendo el deber de la regeneracion, quiere que el regenerado viva como muerto en la presente vida, os aviso yo que atendais á estar tan mortificados al ambicion y al interes que no hagais resistencia alguna al que os tratara mal, tanto que, si os será dada una bofetada en el un carrillo, no halleis resistencia en vosotros para parar el otro carrillo, para que os sea dada otra, y que si otro querrá litigar con vosotros la capa, tengais tan perdida el afeccion á todas estas cosas corporales que no tengais en nada dejarle tambien el sayo, y que, si otro os pagará porque le sirvais en uno, esteis tan libres de todo interes que, siendo necesario, le sirvais en dos, y que, si otro os demandara algo de lo que teneis, no se os haga de mal dárselo y que, si otro os demandará alguna cosa prestada, holgueis de prestársela.

Así entiendo todas estas palabras de Cristo. Entiendo que su intento es decir que al cristiano regenerado pertenece vivir tan como muerto á la honra del mundo, que no se resienta siendo injuriado, y tan desenamorado de todas las cosas del mundo, estando resoluto consigo mismo, que no haga resistencia al que se las querrá quitar ó tomar por fuerza ó por grado.

Y viniendo al particular de las palabras, entiendo que, diciendo la ley «ojo por ojo» etc., entendia que al que sacase un ojo, le fuese sacado otro etc. Si esto lo habian de hacer los jueces de su oficio sin querella de la parte ó si era necesaria la querella de la parte, siendo lícito al hebreo ir á demandar aquella justicia, yo no lo sé; entiendo bien por estas palabras de Cristo que entre los hebreos era tenido por cosa lícita demandar venganza conforme á la ley en presencia de los jueces. Diciendo «no resistais al mal,» entiende: no hagais resistencia al que os querrá maltratar, y añadiendo «antes si alguno te dará,» entiende: aparéjate á recibir más presto la segunda injuria que á vengar la primera. De manera que no entienda, que el parar el otro carrillo sea así á la letra; que esto sea así, consta por esto que ni Cristo lo hizo así en presencia de Caifás37 ni su apóstol San Pablo lo hizo así en presencia de Ananías38, pero el uno y el otro guardaron bien el no hacer resistencia ni el defenderse de los que los abofeteaban y maltrataban.

Aquello «y al que te querrá llevar» etc. es casi lo mismo que ha dicho arriba del concertarse el hombre con su adversario, sino que esta es mayor perfeccion que aquella, en cuanto quiere Cristo que esté yo tan desaficionado á mi capa que no solamente no la defienda de él que me la querrá quitar por fuerza en juicio, pero que, siendo necesario, le deje tambien el sayo, estando tan bien desaficionado de él, antes que venir en competencia ni en juicio; lo que es de la capa y del sayo, es de todas las otras cosas. Diciendo «y si alguno te alquilará» etc., quiere que seamos así liberales del propio trabajo y sudor, estando desenamorados de nosotros mismos como de la hacienda. Aquello «el que demandará» etc. con aquello «al que querrá alguna cosa» etc. pertenece al ser liberales de lo que tenemos, aún cuando podriamos dejar de serlo.

Aquí consta mucho mejor que en ninguna de las otras partes, que el hombre que no estará revolvido con el mundo cuanto al ambicion, y consigo mismo cuanto á la propia satisfaccion, para guardar el decoro de la regeneracion cristiana, será imposible á toda imposibilidad reducirse en poco ni en mucho á este vivir cristiano, no solamente al efecto, pero ni aún al afecto, porque luego reclamará, la honra del mundo y luego dará voces la sensualidad. De manera que es necesarísimo al hombre, que entra en el reino de los cielos aceptando la gracia del evangelio, para vivir segun el deber de la regeneracion cristiana, estar bien atento á todas estas palabras de Cristo, las cuales todas tienen intento á este deber.

Y cuanto á las limitaciones con que muchos las limitan, me remito á los que aciertan, yo para mí tomo sola esta limitacion que, deseando y procurando con la gracia y con el favor de Dios reducirme á lo que aquí entiendo que Cristo quiere de mí, me tendré por imperfecto mientras no lo conoceré en mí, y estaré cierto que Dios no me pone en cuenta mi imperfeccion, porque no me considera á mí por mí sino por Cristo, no alegándole yo mi propia justicia sino la justicia de Cristo, en el cual me conozco y siento muerto y resucitado, vivificado y glorificado, y doy infinitas gracias á Dios que me ha dado este conocimiento y este sentimiento y le suplico me lo acreciente, acrecentando en mí la fé y el espíritu.

Ya habeis oido que fué dicho: amarás á tu prójimo y aborrecerás á tu enemigo. Yo empero os digo: Amad á vuestros enemigos, decid bien de los que os maldicen, haced bien á los que os aborrecen, y orad por los que os oprimen y persiguen, para que seais hijos de vuestro padre el que está en los cielos, que hace que nazca su sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos. Porque si amareis á los que os aman ¿que premio tendreis? ¿cómo y los publicanos no hacen lo mismo? Y si solamente saludareis á vuestros hermanos ¿qué gran cosa haceis? ¿cómo y los publicanos no hacen así? Sed pues vosotros perfectos segun que vuestro padre el que está en los cielos es perfecto.



Prosiguiendo Cristo en mostrar la diferencia entre el deber de la ley por la generacion humana y el del evangelio por la regeneracion cristiana, dice «ya habeis oido que fué dicho» etc., como si dijese: los escribas y Fariseos, porque no conocen por prójimos sino á solos los hebreos, se tienen por justos y tienen por justos á los que solamente aman á sus propios hebreos, aborreciendo á todos los que no son hebreos, porque la ley, siguiendo el deber de la generacion, dice «amarás á tu prójimo,» de lo cual infieren ellos que debe ser aborrecido el que no es prójimo, el que no es hebreo, y porque el evangelio, siguiendo el deber de la regeneracion, quiere que los regenerados vivan como hijos de Dios, imitando á Dios, os aviso que ameis á todos los hombres de cualquiera estado, ley ó condicion que sean, teniéndolos á todos por prójimos, aunque os sean enemigos y os hagan obras de enemigos aborreciéndoos, maldiciéndoos, oprimiéndoos y persiguiéndoos, porque haciéndolo así guardareis el decoro de hijos de Dios, siendo semejantes á él en cuanto, así como el envia su sol y su lluvia generalmente sobre todos los hombres, así vosotros hableis bien de todos, hagais bien á todos y rogueis á Dios por todos, no haciendo diferencia entre amigos y enemigos, pues Dios tampoco la hace.

Y siendo vosotros hijos de Dios, no os habeis de contentar con ser perfectos de la manera que son perfectos los hijos de Adam aún los muy depravados, los cuales aman á los que los aman y saludan á los que les son hermanos, pero habeis de pretender, desear y procurar ser perfectos de la manera que vuestro padre es perfecto. El muestra su perfeccion, haciendo bien á los que, siendo impíos é infieles, le son enemigos; mostrad tambien vosotros vuestra perfeccion, haciendo bien á los que os son enemigos.

Así entiendo todas estas palabras de Cristo, porque entiendo que en tiempo de la ley no era tenido por prójimo sino el hebreo, y Cristo en la parábola del otro que cayó en manos de ladrones declaró que todo hombre es prójimo. Y que aquello «aborrecerás á tu enemigo» era como una de las sentencias que aun entre nosotros, siendo humanas, vulgarmente son tenidas por divinas, como aquella «ordinata caritas incipit a se ipso.»39 Y que diciendo Cristo «decid bien de los que» etc., declara que son nuestros enemigos los que nos maldicen, los que dicen mal de nosotros, nos aborrecen, nos oprimen y nos persiguen, y que nosotros habemos de mostrar el amor que les tenemos, hablando bien de ellos, haciéndoles buenas obras y rogando á Dios por ellos.

Y entiendo que, diciendo Cristo «para que seais hijos» etc., nos convida á esta perfeccion con el deber de la regeneracion cristiana, como si dijese: si fuésedes hijos de Adam, como lo sois por la generacion humana, bastaria que fuésedes perfectos como lo son los otros hombres, pero, siendo como sois hijos de Dios por la regeneracion cristiana, no basta que seais perfectos como los otros hombres, porque conviene que seais perfectos como hijos de Dios, avergonzándoos que sean vistas en vosotros costumbres que no convengan á hijos de Dios, mucho más que se avergonzarian diez villanos zafios cuando, siendo tomados por hijos del emperador, se hallasen con costumbres que no conviniesen á hijos del emperador.

Y aquí se ha de entender que todos los, que por la regeneracion cristiana nos conocemos hijos de Dios, habemos de pretender y procurar las costumbres que son propias de los que son hijos de Dios, aprendiéndolas del unigénito hijo de Dios Jesu Cristo, nuestro señor, y del mismo Dios, porque á los hijos pertenece ser muy semejantes á su padre. Y aquí cuadra bien una respuesta40 que he escrito declarando en qué manera entiende San Pablo que los cristianos somos perfectos y que debemos atender á la perfeccion.

El que considerará bien esta perfeccion que en todo este capítulo ha puesto Cristo, soy cierto que, viendo que no la puede alcanzar ni aún desear por sí, desconfiara de poder entrar en el reino de los cielos por su propia justicia, y soy tambien cierto que si, viniendo á esta desconfianza, aceptará y abrazará la justicia de Cristo que en el evangelio es ofrecida generalmente á todos los hombres, entrará con ella en el reino de los cielos y, resolviéndose con el mundo y consigo mismo, comenzará á desear esta perfeccion y comenzará á reducirse á ella. Y soy tambien cierto que segun que él se irá reduciendo á ella, así irá sintiendo en sí que está en el reino de los cielos, sintiéndose regenerado y sintiendo el regimiento y el gobierno del espíritu.

Y tengo por certísimo que con el sentimiento de esta regeneracion y de este gobierno se irá reduciendo más y más y que, yéndose reduciendo más y más, irá deseando mas esta perfeccion, y, deseándola más, entrará más en el reino de los cielos, porque aceptará y abrazará con más fé y con mayor afeccion la gracia del evangelio, rogando á Dios continuamente que le acreciente la fé y el espíritu, corriendo tras Dios y tras Cristo aficionadísimamente, olvidado de todas las cosas de la vida presente y de sí el primero, acordándose solamente de Dios y principalmente del amor que le ha mostrado castigando á Cristo por lo que habia de castigar á el.

De manera que ni el que está ajeno de Cristo se debe desesperar viendo que le es propuesta una tan alta perfeccion para entrar en el reino de los cielos, pues es así que lo, que no puede alcanzar por sí, lo alcanzará por Cristo, desconfiando de sí y confiando en Cristo, ni el que está incorporado en Cristo debe desconfiar teniéndose por ajeno de Cristo cuando se hallará fuera, de esta perfeccion, no guardando el decoro de hijo de Dios, hermano de Cristo, pues es así que, no considerándolo Dios á él por el sino por Cristo, no le pone en cuenta lo que falta al deber cristiano mientras el no se aparta con el ánimo de Cristo. Y al que querrá aprovechar mucho en este camino cristiano, comprehendiendo la perfeccion en que es comprehendido, le aconsejaré que piense lo menos que podrá en sí y en las cosas del mundo, y que piense lo más que podrá en Dios y en las cosas de Dios, en Cristo y en las cosas cristianas.

En lo que Cristo ha dicho, cuanto al hablar y decir bien de los enemigos, podria dudar uno, diciendo que Cristo no lo hizo así con los escribas y Fariseos que le eran enemigos, como lo veremos en el capítulo 23, ni lo hizo así San Pablo con los falsos apóstoles que le eran enemigos, como consta en todas sus epístolas. Al cual se puede responder que Cristo decia mal de los escribas y Fariseos y que San Pablo decia mal de los falsos apóstoles, no con ánimo vindicativo, sino por quitarles el crédito que tenian con laa gentes con el cual las apartaban de Dios, de manera que Cristo decia mal de los unos, porque como enemigos de Dios apartaban á las gentes de Dios, y San Pablo decia mal de los otros, porque como enemigos de Cristo apartaban á las gentes de Cristo y del evangelio, llevándolas á Moisen y á la ley.

Y si dirá: luego tambien puedo yo decir mal de los que me seran enemigos á mí porque son enemigos de Dios y de Cristo, le responderé que es más seguro no decir mal de ninguno, porque el ánimo humano es inclinadísimo á apasionarse y el cristiano debe ser libre de toda pasion, pero que debe decir mal de los que le serán así enemigos, cuando le parecerá que conviene así para la confirmacion de la verdad cristiana, estando sobre sí de manera que no se apasione, y mostrando en su decir mal mucha modestia y mucha mansedumbre, de manera que los que oyen, conozcan que no se deleita en aquel mal decir ni se apasiona en él.

Tambien podia una persona cristiana desear saber la causa por que Cristo en todas las cosas que ha dicho en este capítulo, cotejando la perfeccion y justicia hebrea con la perfeccion y justicia cristiana, no ha tocado al primer mandamiento de la adoracion de Dios y amor de Dios ni al tercero de la santificacion del sábado ni cuarto del honrar al padre y á la madre, habiendo puesto ó tocado todos los otros mandamientos del decálogo.

Y á la tal persona yo responderia así: cuanto el primer mandamiento que pertenece al culto y al amor divino, diria que no lo tocó Cristo porque la ley le da tanta perfeccion que no se le puede acrecentar mayor, hora sea en el Exod. cap. 20, adonde es mandada la adoracion, hora sea en el Deut. cap. 6, adonde es mandado el amor; cuanto al tercero mandamiento que pertenece á la santificacion del sábado, diría que no lo tocó Cristo porque esta su instraccion no pertenecia para el tiempo en que la decia, en el cual era guardado el sábado, sino para el tiempo del reino de Dios, en el cual no hay diferencia entre dia y dia, siendo al cristiano, todos los dias un contínuo sábado cuanto á la santificacion. Cuanto al cuarto mandamiento que pertenece al honrar al padre y á la madre, diria que no lo tocó Cristo, porque su intento no era instruirnos en el deber de la generacion humana, por el cual somos obligados al padre y á la madre, sino en el deber de la regeneracion cristiana, por el cual habemos de renunciar el deber de la generacion humana, de la manera que he dicho en una respuesta41; diré bien aquí esto que, habiendo pretendido Cristo en todo este razonamiento como enseñarnos la via para reprimir y mortificar los afectos y los apetitos que nos son naturales, á fin que, mortificado lo que es natural, haya lugar para lo que es espiritual, y siendo natural al hombre el honrar y sustentar á sus padres, ni habia para qué hacer aquí mencion de ello ni se le pudiera añadir perfeccion sobre la que la ley le da.

Esto es lo que al presente siento en este capítulo, y ruego á Dios me reduzca á término, que conozca yo en mí la perfeccion, que leyendo este capítulo, declarándolo y considerándolo, se me ha representado que me conviene tener para comprehender aquella perfeccion en que soy comprehendido por la aceptacion del evangelio ó incorporacion en mi Cristo.




ArribaAbajoCapítulo VI

Advertid no hagais vuestra limosna en presencia de los hombres por ser vistos de ellos; y si no, no tendreis galardon acerca de vuestro padre el que está en los cielos. Por tanto, cuando harás limosna, no tengas42 la trompeta delante de tí como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles por ser glorificados de los hombres. Dígoos de verdad: ya tienen su galardon. Tú empero, cuando harás limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, á fin que tu limosna sea en secreto; y tu padre el que ve en secreto, él te remunerará en público.



Habiendo mostrado Cristo en el capítulo precedente que el reino de los cielos habia de ser interior y espiritual, que los que son hijos del reino son sal de la tierra y son luz del mundo, que la ley habia de vivir hasta que fuese guardada por él y cumplida en él, y que el deber del evangelio fundado en la regeneracion cristiana es mucho más perfecto que el deber de la ley fundado en la generacion humana, y que la perfeccion del vivir cristiano en el reino de los cielos es diferentísima de la perfeccion del vivir hebreo en el reino de la ley, viene á instruir á sus regenerados en la manera como se deben gobernar en las obras exteriores que se hacen por religion y piedad, como son la limosna, la oracion, el ayuno etc.

Adonde su intento es reducirlos á que no pretendan que los hombres del mundo los tengan por santos, porque en esta pretension hay muchos inconvenientes, siendo muy principal la concurrencia con los santos del mundo cuales eran los escribas y los Fariseos. Y hablando primero de la limosna, dice: «Advertid no hagais» etc., como si dijese Cristo: los escribas y los Fariseos, queriendo ser tenidos por santos, van siempre procurando que las limosnas que dan, sean públicas y manifiestas á todos, y en cuanto por ello son tenidos por santos reciben su galardon, alcanzando lo que pretenden, y vosotros que no habeis de pretender ser tenidos de los hombres por santos, sino ser santos delante de Dios, comprehender la santidad en que sois comprehendidos, estad sobre vosotros, de manera que en vuestras limosnas de ninguna manera querais ser vistos de los hombres, porque, si no lo haceis así, dando testimonio de vosotros que no las haceis por Dios sino por el mundo, no tendrá Dios que agradeceros.

Esta entiendo que es la sentencia de estas palabras, en las cuales el intento que tiene Cristo es desarraigar de los ánimos de sus discípulos, de los que están en la regeneracion cristiana, todo afecto de hipocresía, la cual viniendo cubierta con manto de religion es la propia peste de la regeneracion cristiana, siendo contrarísima al vivir cristiano y espiritual, el cual es ajenísimo de toda apariencia de santidad. Y es así certísimo que el que es más santo delante del mundo, el cual juzga por lo exterior, es ménos santo delante de Dios, cuando él quiere que el mundo lo tenga por santo; y es tambien así, que el que es más santo delante de Dios, el cual juzga por lo interior, es ménos santo delante del mundo, porque él se guarda bien de ser tenido por santo en el mundo. Y debajo de este nombre «mundo» entiendo á todos los hombres que están sin espíritu cristiano y por tanto sin regeneracion cristiana.

Aquí podria dudar uno, diciendo: que esto es derechamente contrario á lo que Cristo ha enseñado arriba, diciendo que resplandezca nuestra luz delante de los hombres como la candela sobre el candelero, á fin que vean nuestras buenas obras, etc. Al cual se podria responder que allí habla Cristo de las obras que no pueden estar con fingimiento, que son propiamente cristianas, que se aprenden del mismo Cristo, como son la humildad de ánimo, la modestia, la mansedumbre, la sinceridad y resolutamente la mortificacion y la vivificacion, las cuales cosas, siendo obradas en nosotros por el espíritu de Dios, redundan en gloria no nuestra sino de Dios, y es así que el que las tiene en la verdad no se estima ni se precia de ellas, no conociendo en ellas ninguna propia virtud; y que aquí habla Cristo de las obras que pueden estar con fingimiento, que pueden ser hechas con espíritu humano, las cuales, siendo por la mayor parte obras nuestras, redundan en gloria nuestra, y es así que el que hace estas obras por la mayor parte se precia y estima por ellas y huelga de ser preciado y estimado por ellas, conociendo en ellas propia virtud, misericordia y liberalidad, porque estas son las obras que el mundo precia y estima, teniendo por más santos á los que están más puestos en ellas.

Y si habrá otro que, tomando ocasion de aquellos vocablos galardon y remuneracion, dirá que Cristo quiere que obremos con intento de merecer, se le podrán decir dos cosas: la una, que advierta que aquí Cristo hablaba con hombres que aún no habian recibido espíritu de hijos, aún no eran entrados en el reino de Dios, porque aún no era venido, y los que son tales se mueven siempre por interes, y que si hablara con hombres que fueran ya hechos hijos, no les propusiera el galardon ó remuneracion sino solamente el deber de hijos; y la otra, que puede bien el hombre obrar con intento de premio ó galardon con tanto que conozca que obra como puro hombre, como mercenario y como siervo, no como cristiano regenerado, no como amigo ni como hijo, á los cuales es propio obrar puramente por amor sin tener respeto ninguno á interes.

Y si habrá otro que desee saber en qué consiste esta remuneracion que dice Cristo, le responderé que no consiste en la inmortalidad y felicidad eterna, porque esta se da á los que aceptan la gracia del evangelio por la justicia de Cristo, sino en el aumento de aquella felicidad, la cual entiendo que será mayor ó menor segun que el hombre partirá de la presente vida más ó ménos mortificado y vivificado, porque, (como otras veces he dicho), entiendo que á la mortificacion responde la vivificacion y que á la vivificacion responderá la gloria de la resurreccion.

Y al que deseara saber si será cosa cristiana obrar con intento de acrecentar la gloria de su resurreccion, le diré que el cristiano regenerado ha perdido el amor propio y esta todo transformado en el amor de Dios y que, estando así, obra no por propia gloria presente ni futura, sino puramente por gloria de Dios; y por gloria de Dios obran los que dando limosna tienen intento á que el que la recibe, no quede avergonzado ni confuso en la confianza que tiene en Dios.

Esta palabra limosna en el Griego es derivada de misericordia, porque el que hace limosna usa de misericordia, ántes todas las obras de misericordia son limosna. La misma palabra en el hebreo es derivada de justicia, ó porque es cosa justa que el hombre que puede, ayude al que no puede, ó porque los hebreos se justificaban dando limosnas, obrando obras de caridad, pretendiendo con ellas suplir lo que faltaban en el cumplimiento de la ley; y son hebreos todos los que con este intento obran obras de caridad, y es imposible que no obren con este intento los que no se conocen justos en Cristo, los que no han aún aceptado en sus ánimos la justicia de Cristo, porque solos estos no obran por ser justos sino porque son justos, obrando inspirados y no enseñados, y obrando por amor y no por deseño43.

Diciendo «no tangas la trompeta», entiende: no quieras ser visto de los hombres. Hipócritas son los que muestran ser lo que no son, como los que en las comedias representan otro de lo que son. Sinagogas ya he dicho que eran los lugares ó casas públicas adonde los judíos se ayuntaban á oir doctrina. Diciendo «no sepa tu mano izquierda» etc., entiende: hazla lo más secretamente que te será posible. Diciendo «y si no», entiende: y si lo haceis de otra manera, si no lo haceis así, etc.

Y cuando orarás, no serás como los hipócritas, los cuales huelgan orar en pié en las sinagogas y en los rincones de las plazas, porque los vean los hombres. Dígoos de verdad que ya tienen su galardon. Tú empero, cuando oras, éntrate en tu cámara y cerrando tu puerta haz oracion á tu padre el que está en secreto, y tu padre, el que ve en secreto, te remunerará en público. Y orando no hablareis mucho segun hacen los étnicos, porque piensan que por su mucho hablar han de ser oidos; no seais pues semejantes á ellos, porque sabe bien vuestro padre de qué cosas teneis necesidad ántes que le demandeis. Así pues orad: Padre nuestro que estás en los cielos. Santificado sea tu nombre. Venga ya el tu reino. Sea hecha tu voluntad como en el cielo, así tambien en la tierra. Nuestro pan el ordinario dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas así como tambien nosotros habemos perdonado á nuestros deudores. Y no nos metas en tentacion, pero líbranos de mal. Pues que tuyo es el reino y la potencia y la gloria por siglos. Amen. Por tanto, si perdonáreis á los hombres sus errores, os perdonará tambien á vosotros vuestro padre el celestial, y si no perdonáreis á los hombres sus errores, ni vuestro padre os perdonará á vosotros vuestros errores.



Habiendo dicho Cristo en qué manera el cristiano regenerado se ha de gobernar, cuando obrar á obras de caridad, para no concurrir en aparente santidad con los escribas y Fariseos que son santos del mundo, viene á decir en qué manera se ha de gobernar en la oracion y qué es lo que ha de orar. Cuanto á la manera, pone dos cosas: la una, que sea en secreto, contra los escribas y Fariseos hipócritas que, haciendo profesion de ser más santos que los otros y procurando ser tenidos y estimados por tales, oraban en público; y la otra, que sea con pocas palabras, contra los gentiles, que pensaban ser oidos hablando mucho como se lee de los sacerdotes de Baal. 3. Reg. 9.44

Estas dos partes quiere Cristo que tenga la oracion vocal del cristiano regenerado, y digo la vocal, porque para la mental no tiene necesidad de encerramiento, pues no la ven los hombres, ni tiene necesidad de tasar palabras, pues no consiste en palabras; y llamo oracion mental al deseo del hombre cristiano que pretende haber alguna cosa de Dios, y así como todo hombre puede desear siempre y en todo lugar sin ser visto, así todo cristiano puede orar siempre y en todo lugar sin ser visto.

Cuanto á lo que el cristiano ha de orar, pone Cristo siete cosas, de las cuales las tres primeras principalmente tienen intento á la gloria de Dios, la una á nuestra sustentacion corporal y las otras tres á nuestra conservacion en la justicia del reino de Dios. Y porque en una consideracion45 he puesto lo que entónces entendí en esta santísima oracion, remitiéndome á lo que allí he dicho, diré aquí lo que ahora entiendo, y así digo que la primera cosa que el cristiano ha de orar es que el nombre de Dios sea santificado, y entónces es santificado cuando es glorificado Dios en sus obras y por sus obras, y esto generalmente de todas sus criaturas y por todas ellas. Esta demanda con deseo no puede estar sino en los que santifican á Dios, los que aman la gloria de Dios y no su propia gloria; los otros todos desean sus santificaciones y sus glorificaciones.

La segunda, que venga ya el reino de Dios, que venga ya aquel tiempo, en el cual, habiendo Cristo entregado el reino á su eterno padre, será Dios el todo en todas las cosas. Esta demanda con deseo no puede estar sino en los que están ciertos que estarán bien en el reino de Dios; los otros todos ántes temen este reino que lo desean. Los discípulos miéntras vivió Cristo entiendo que demandaban lo que Cristo pretendió que demandasen, la breve venida del Espíritu Santo, el cual los puso en el reino de Dios, y nosotros entiendo que quiere Cristo que demandemos su breve venida al juicio.

La tercera, que sea cumplida y efectuada acá en la tierra aquella voluntad de Dios que agrada y satisface á Dios, de la misma manera que es cumplida y ejecutada en el cielo. Esta demanda con deseo no puede estar sino en los que aman á Dios y están ciertos que son amados de Dios, porque los que no son de estos, desean cumplir sus voluntades no fiándose de la voluntad de Dios.

La cuarta cosa es que nos provea Dios del necesario mantenimiento para nuestra sustentacion corporal. Y no pueden demandar esto deseándolo sino los que tienen la pobreza en el espíritu que habernos dicho al principio del capítulo precedente, porque solos estos, habiendo renunciado el favor de las criaturas, dependen totalmente de Dios; los otros todos, confiando en sus riquezas y dependiendo de ellas, no desean ser sustentados por favor de Dios. Diciendo «hoy,» muestra que cada día se ha de demandar á Dios esto; y llamando al pan «nuestro» y no tuyo, pienso que alude á que con él somos nosotros sustentados, y parece que es de usanza de la santa escritura.

La quinta cosa es que nos perdone nuestros errores y defectos, aquellos en que nos apartamos del deber de la regeneracion cristiana y del decoro cristiano, pues tambien nosotros perdonamos á los hombres sus errores. Y no pueden demandar esto deseándolo sino los que, caminando tras la perfeccion que en el capítulo precedente ha puesto Cristo, se van allegando á ella, porque solos estos perdonan á los hombres las injurias que les hacen, no porque por ello Dios los perdone á ellos, sino por cumplir con el deber de la regeneracion cristiana y guardar el decoro cristiano; los otros todos ó quieren ser perdonados sin perdonar, ó no se conocen culpados, no conociendo el deber de la regeneracion cristiana ni el decoro cristiano.

Huelgan las personas regeneradas en Cristo de decir á Dios «perdónanos nuestras deudas,» etc., porque, aunque se conocen y se sienten perdonados en Cristo y por Cristo, les place humillarse confesando que tienen errores, como hacia David que, aunque estaba cierto que Dios le habia perdonado su pecado, no dejaba de demandar á Dios perdon por confesarse culpado; y les place tambien obligarse á perdonar ó acordarse que han de perdonar, por desarraigar de sus ánimos todo afecto de ira y de rencor.

La sexta cosa es que, si bien seremos tentados para ser humillados y mortificados con las tentaciones, que no seamos vencidos ni sobrepujados en ellas. Esto no lo pueden demandar deseándolo sino los que confian en Dios, y conocen la malignidad propia, la cual tiene necesidad de ser humillada y mortificada; los otros todos no querrian ninguna suerte de tentacion.

La séptima cosa es que seamos librados del mal á que esta nuestra vida mortal está sujeta, de manera que los males no nos aparten del reino de los cielos y así de Dios y de Cristo. Esto no lo demandan deseándolo sino los que dependen de Dios, los cuales han renunciado todo el favor de las criaturas; los otros todos, confiando en sí mismos y en las criaturas, pretenden haber esta liberacion por sí mismos y por las criaturas.

De esta manera entiendo estas siete cosas que Cristo nos enseña que demandemos á Dios, entendiendo que, aunque muchos las demandan con la boca, solamente las demandan deseándolas con el corazon los que, aceptando la gracia del evangelio de Cristo y siendo regenerados en Cristo, son entrados en el reino de Dios por Cristo.

Con aquello que añade Cristo á su oracion, diciendo: «por tanto si perdonáreis,» etc., entiendo que pretende obligarnos á perdonar, poniéndonos como á imperfectos delante el interes: si perdonáreis, sereis perdonados, y si no perdonáreis, no sereis perdonados. De las cuales palabras no se puede colegir que perdonando merecemos ser perdonados, pero colígese bien que los que perdonan se pueden certificar por estas palabras de Cristo que son perdonados, y que por las mismas los que no perdonan se pueden certificar que no son perdonados.

Conocía bien Cristo, cuánto es natural al hombre el afecto vindicativo, y, queriéndolo mortificar y matar en los suyos de manera que ningun rastro quede de él, les pone delante que no serán perdonados si no perdonan, bien que, (como he dicho), no son perdonados porque perdonan, ántes ellos perdonan porque son perdonados, y es así que, sintiéndose ellos perdonados de Dios, amorosamente son constreñidos á perdonar.

Adonde si me preguntara uno: qué es la causa por que en la doctrina del vivir cristiano se hace más instancia en el perdonar que en el no ofender, le responderé dos cosas: la una, que porque el ánimo humano es más solicitado y más inclinado á no perdonar que á ofender; y la otra, porque el ofender por la mayor parte es con ira y cólera, adonde el hombre pierde el sentido y así no mira lo que hace y por tanto es ménos culpable que en el no perdonar, adonde el hombre está, sobre sí y mira lo que hace y por tanto es más culpable. Digo pues que por estas dos causas entiendo que en la doctrina del vivir cristiano se hace más instancia en el perdonar que en el no ofender.

A la persona cristiana que, movida por aquellas palabras de Cristo «porque sabe bien vuestro padre» etc., dirá: si sabe Dios qué es lo que yo he menester ántes que se lo demande ¿para qué me dicen que le demande? ¿de qué sirve la oracion? se le podrá responder que es así lo que dice Cristo: que sabe Dios nuestras necesidades ántes que se las digamos en nuestras oraciones, y aún más que sabe en qué manera nos ha de socorrer en ellas, y que quiere por nuestra imperfeccion que recurramos á él, á fin que, cuando nos dará lo que le demandaremos, reconociendo en ello su misericordia y su liberalidad nos certifiquemos que nos ama y así nos movamos á amarlo. Es el corazon humano tan incrédulo en tenerse por amado de Dios, y tan duro en amar á Dios, que tiene necesidad de ser certificado y ablandado con todas estas cosas.

Añadiré yo aquí esto que los, que conociéndose hijos de Dios regenerados y renovados por Cristo y en Cristo, en todas las cosas se descuidarán de sí mismos, de pensar en sus cosas, ora sea en las que pertenecen á la vida presente, ora sea en las que pertenecen á la vida futura, poniendo todo su cuidado en Dios y en Cristo y pensando siempre en Dios y en Cristo y en las cosas que son de Dios y de Cristo, se pueden certificar por estas palabras de Cristo, que Dios tiene cuidado de ellos y que piensa por ellos, sin que ellos le demanden lo que quieren de él, ántes es así que, cuanto ellos ménos piensan en sí por pensar en Dios, tanto piensa Dios más en ellos. Si los hombres nos redujésemos á creer esta verdad, viviríamos en la presente vida una vida celestial y divina. Dios me haga gracia de reducirme á ello. La oracion del cristiano ha de ir siempre llena de fé, de certificacion, que Dios le ha de dar lo que en la oracion le demanda. La oracion que no va así, no es cristiana.

Y cuando ayunaréis, no esteis mustios como los hipócritas, los cuales descoloran sus caras, porque los hombres vean que ayunan. Dígoos de verdad que tienen su galardon. Tú empero, cuando ayunas, unta tu cabeza y lava tu cara, porque no vean los hombres que ayunas sino tu padre el que ve en secreto, y tu padre, el que ve en secreto, te remunerará en público.



Porque á la oracion es anexo el ayuno, habiendo hablado Cristo de la oracion, habla del ayuno, en el cual quiere que en los suyos no haya ninguna demostracion ni apariencia ninguna exterior por evitar la concurrencia con los santos del mundo. Adonde se ha de entender que, porque el ayuno hebreo consistia en privacion de todas las satisfacciones con que el hombre se deleita fuera de Dios, queriendo los hipócritas ser tenidos por buenos ayunadores y así por muy santos y justos, se mostraban mustios y descoloridos. Esta demostracion es la que Cristo reprehende aquí.

Y diciendo «unta tu cabeza»,etc., entiende: si bien ayunaras, muestra que no ayunas. Acostumbraban los hebreos untarse las cabezas y lavarse las caras por señal de alegría y satisfaccion. En efecto quiere Cristo que sus cristianos engañen á la prudencia humana y al juicio humano, haciendo lo que deben hacer y disimulando como si no lo hiciesen. Aquí se ha de notar que hablaba Cristo segun el tiempo en que hablaba; si hablara en nuestros tiempos, por ventura tuviera más que tachar en el ayuno.

Cuanto á lo demás, así como toda la vida del cristiano debe ser una continua oracion, así tambien debe ser un continuo ayuno, una continua abstinencia de todas las cosas con que se deleita la sensualidad ó con que nosotros sensualmente nos deleitamos en las criaturas y con las criaturas, no siendo nuestro deleite espiritual. Los que no ayunan de esta manera, ayunando ayunan segun el mundo, pero no ayunan segun Dios, y el ayuno de los tales no es anexo á la oracion, y por tanto no es cristiano ni aun hebreo, sino en cuanto es ceremonioso. El intento del cristiano en el ayuno, que consiste en afliccion de la carne, ha de ser solamente el que muestra San Pablo que tenia en sus ayunos, adonde dice que castigaba su cuerpo por ser señor de sus afectos y de sus apetitos. 1ª Cor. 9.

No os atesoreis tesoros en la tierra adonde el orin y la polilla corrompen y adonde los ladrones horadan y hurtan, pero atesoráos tesoros en el cielo adonde ni el orin ni la polilla corrompen y adonde los ladrones no horadan ni hurtan. Porque, adonde está vuestro tesoro, allí está tambien vuestro corazon.



Esta amonestacion de Cristo entiendo que pertenece á todo lo que ha dicho arriba acerca de la limosna, de la oracion y del ayuno, y así entiendo que atesoran en la tierra los que, obrando obras de caridad, orando y ayunando, tienen intento á que los hombres los tengan y estimen santos, y que atesoran en el cielo los que, obrando obras de caridad, orando y ayunando, se encubren de los hombres y se descubren á Dios. Y así como los que atesoran en la tierra, teniendo sus corazones en la tierra con los hombres de la tierra, tienen corazones terrenos, bajos y plebeyos que atesoran en el cielo, teniendo sus corazones en el cielo con Dios y con Cristo, tienen corazones celestiales, altos y divinos. Los que atesoran en la tierra, tienen ánimos hebreos, y los que atesoran en el cielo, tienen ánimos cristianos.

El orin y la polilla, con que son corrompidos ó deshechos los tesoros atesorados en la tierra, entiendo que son la vanagloria y ambicion, y los ladrones, que hurtan estos tesoros horadando las paredes, entiendo que son los demonios del infierno, de lo cual todo están seguros los tesoros atesorados en el cielo, porque allá no hay vanagloria ni hay ambicion ni hay tampoco espíritus infernales. Y es así que el que, obrando obras de caridad, orando y ayunando, solamente mira á Dios, no entra por esto en vanagloria ni en ambicion ni da lugar á las persuasiones del demonio, conociendo que en sus obras de caridad y que en sus oraciones por sí ó por otros no hay más bondad ni más perfeccion de la que Dios les da, queriéndolas aceptar por buenas, y conociendo que, si ayuna, es por no depravarse, y así en el ayuno conoce su imperfeccion, de manera que no le queda de qué gloriarse ni preciarse sino de su imperfeccion.

De esta manera entiendo estas palabras, bien que no contenderé con quien las querrá entender á la letra, diciendo que atesoran en la tierra los que tienen los ánimos intentos á hacerse ricos de cosas temporales, las cuales cosas están sujetas á orin, á polilla y á ladrones, y que atesoran en el cielo los que tienen los ánimos intentos á hacerse ricos de cosas espirituales, las cuales cosas no están sujetas á orin, ni á polilla ni á ladrones.

La candela del cuerpo es el ojo. Pues, si tu ojo será sencillo, todo tu cuerpo será claro, y si tu ojo será malo, todo tu cuerpo será obscuro. Pues, si la lumbre, que está en tí, será obscuridad, la obscuridad ¿cuánta será?



Como por un bonísimo expediente, con qué poder atesorar en el cielo, entiendo que da Cristo este aviso, diciendo «la candela del cuerpo» etc. Adonde parece que entiende Cristo que en el hombre interior es lo mismo que en el hombre exterior, en cuanto, así como el ojo corporal es la lumbre corporal del hombre exterior, así la razon humana es la lumbre natural del hombre interior, y en cuanto, así como, estando limpio y puro el ojo corporal, todo el hombre exterior está limpio y puro, y, estando gastado y estragado, todo el hombre exterior va gastado y estragado, así, estando limpia y pura la razon humana, todo el hombre interior está limpio y puro, y, estando gastada y estragada, todo el hombre interior está gastado y estragado.

Adonde se ha de entender que la razon humana, la lumbre natural, la ciencia del bien y del mal, que el hombre aquistó perdiendo la lumbre espiritual, está siempre gastada y estragada por más de mil maneras en todos los hombres que son puros hombres, no regenerados ni renovados por espíritu santo, y que está pura y limpia en los hombres regenerados y renovados por espíritu santo, siendo clarificada y purificada con la lumbre espiritual, en los cuales solo el hombre interior está claro y resplandeciente.

Entendido esto, se entiende bien que con estas palabras pretende Cristo avisarnos que no basta nuestra razon humana, nuestra lumbre natural, nuestra ciencia del bien y del mal á hacer que nuestro hombre interior esté así claro y resplandeciente que pueda atesorar en el cielo de la manera que conviene que atesoremos los que estamos en posesion del reino de los cielos por la aceptacion del evangelio y regeneracion cristiana, porque lo que en nosotros es lumbre, está obscuro y tenebregoso miéntras no es purificado y clarificado con la lumbre espiritual; y que, siendo esto así, debemos atender á alcanzar esta lumbre espiritual, á procurarla y á demandarla á Dios con fe y con importunidad. Y por convidarnos y movernos más á esto, dice: «pues si la lumbre que está en tí» etc., entendiendo: estando en tí la razon, que es tu luz, obscurecida, puedes pensar qué tales estarán las otras cosas interiores que en si no son luz sino obscuridad. Por ojo sencillo entiendo lo contrario del ojo malo ó corrompido.

Ninguno puede servir á dos señores, porque ó aborrecerá al uno y amara al otro, ó se allegará al uno y despreciará al otro. No podeis servir á Dios y á la hacienda. Por tanto os digo: no penseis á vuestra anima qué comereis ni qué bebereis, ni á vuestro cuerpo qué vestireis. ¿Cómo y el ánima no es más que el manjar? ¿y el cuerpo que el vestido? Considerad las aves del cielo, que no siembran ni cogen ni ayuntan en trojes, y vuestro padre el celestial las mantiene. ¿Cómo y vosotros no valeis mucho más que ellas? ¿Quién de vosotros pensando puede añadir á su estatura un codo? Y del vestido ¿para qué pensais? Reconoced los lirios del campo, cómo crecen, bien que no trabajan ni hilan; y dígoos que ni Salomon en toda su gloria estuvo vestido como uno de estos. Pues si á la hierba del campo, que es hoy y mañana es echada en el horno, viste Dios de esta manera ¿no vestirá mucho mejor á vosotros, oh hombres de poca fé? No penseis pues diciendo ¿qué comeremos? ó ¿qué beberemos? ó ¿qué vestiremos? porque todo esto lo buscan las gentes. Sabe bien vuestro padre el celestial que teneis necesidad de todo esto. Buscad pues el reino de Dios y su justicia, y todo esto os será añadido. No penseis pues á mañana, porque mañana pensará por sí; bástale al dia su afliccion.



Habiendo puesto Cristo las calidades y felicidades de los que están en el reino de los cielos, su dignidad, su deber, cuanto al ser santos delante de Dios y á no querer ser santos delante del mundo, viene á poner la seguridad con que pueden y deben vivir en la presente vida los que son hijos del reino de los cielos, descuidándose de sí mismos por poner todo su cuidado en Dios, ciertos que Dios tiene cuidado de ellos y que les proveerá mejor de todo lo que será necesario, mientras ellos dejarán de pensar en sí por pensar en Dios, que se proveerían ellos, pensando siempre en sí mismos.

Adonde me place decir esto que, si los que nos llamamos cristianos, mirando bien á lo que Jesu-Cristo nuestro señor pretendió en estas palabras, sin glosarlas ni limitarlas con la lumbre natural, obscura sin la lumbre espiritual, nos examinásemos bien, qué tanto nos confiamos en ellas, en qué difiere el pensamiento que nosotros tenemos de lo que habemos de comer, de beber y de vestir, del que tienen los que no se llaman cristianos, soy cierto que nos confundiríamos y avergonzaríamos, conociendo que usurpamos el nombre de cristianos, pues, cuanto al confiarnos en las palabras de Cristo, somos iguales á los que no se llaman cristianos.

Esto lo digo por lo que he conocido de mí y en mí, y ¡pluguiese á Dios que no lo dijese por lo que al presente conozco! y ¡pobre de mí! que lo que más siento, lo que más me duele y me lastima, me llega hasta el ánima y me traspasa el corazon es que, si por lo que me confío en estas palabras de Cristo que pertenecen á la vida presente, quiero juzgar lo que me confio en otras palabras de Cristo que pertenecen á la vida eterna, me hallo tan ajeno de Cristo que casi ninguna parte tengo en él, pues es así que ni estas palabras, que pertenecen á la vida presente, tocan sino á los que las creen, ni las otras, que pertenecen á la vida eterna, tocan sino á los que las creen, y si, por lo que me aseguro en estas, tengo de juzgar lo que me aseguro en las otras, yo estoy fresco.

En esta agonía y afliccion tengo dos cosas con que me conforto. La una es la confianza que tengo en Dios que, pues me ha dado el deseo que tengo, de depender totalmente de él, tanto en lo que pertenece á la vida, presente cuanto en lo que pertenece á la vida eterna, tambien me dará el efecto del deseo que me ha dado, y así yo viviré alegrísimo y contentísimo. Y la otra es que, conociendo yo como es así que el ánimo humano, mucho más fácilmente se reduce á confiar en Dios en las cosas que el hombre conoce que no puede alcanzar por sí, que en aquellos que piensa poder alcanzar por sí, por su industria y por su diligencia, y sabiendo yo de mí que en mi ánimo está impresa firme y constante esta verdad que de ninguna manera ni por ninguna vía puedo alcanzar vida eterna, sino es remitiéndome á la justicia de Cristo, abrazándome con ella y á ateniéndome á ella, no estando así impresa en mi ánimo esta verdad que ni con mi industria ni con mi diligencia basto á alcanzar lo que pertenece para la vida presente, no hago juicio en lo que creo las palabras de Cristo que pertenecen á la vida eterna por lo que creo las palabras de Cristo que pertenecen á la vida presente, teniendo por cierto que me fio más en las que pertenecen á la vida eterna, porque estoy resoluto que no la puedo alcanzar por mí, que en las que pertenecen á la vida presente, porque no estoy así resoluto de no poderlas alcanzar por mí.

Y con todo esto no dejo de tenerme por imperfectísimo, siempre que leo estas palabras de Cristo, ni dejo de desear tener la perfeccion de ellas ni de rogar á Dios que me la dé para gloria suya, ni de aplicarme con todo el ánimo á ellas, trabajando por conocer en mí el efecto de ellas.

Y viniendo á las palabras de Cristo, entiendo que, conociendo él cuánto es el hombre impedido en el cuidado que debe tener de Dios, de estar siempre unido con Dios y de procurar la gloria de Dios, del cuidado que tiene de estas cosas corporales y exteriores, pretende con estas palabras asegurarnos á los que somos suyos, que Dios nos proveerá de las cosas corporales, á fin que, descuidados de ellas, nos demos y nos apliquemos todos á las cosas espirituales.

Y así comienza diciendo: «Ninguno puede servir á dos señores,» etc. Y declarando qué señores son estos, dice: no podeis servir á Dios y á la hacienda, entendiendo que es imposible que un hombre atienda á las cosas corporales de la presente vida y á las cosas espirituales de la vida eterna sin faltar ó á las unas ó á las otras, de manera que es necesario que se resuelva á atender á las unas ó á las otras. Y queriendo Cristo que los que somos regenerados en él, nos resolvamos en atender á las cosas espirituales, descuidándonos de las corporales, dice, «por tanto os digo: no penseis» etc., como si dijere: y pues es así que no podeis servir á Dios y á la hacienda, atended á servir á Dios, y descuidáos de la hacienda, no pensando en el comer y beber para sustentar vuestras vidas, ni pensando en el vestir para cubrir vuestros cuerpos.

Y deseando Cristo persuadirnos que perdamos este cuidado, dice: «¿cómo y el ánima es» etc., entendiendo: pues os ha dado Dios las ánimas que son mucho más que el manjar con que son sustentadas, y pues os ha dado los cuerpos que son mucho más que los vestidos con que son cubiertos, bien podeis, aseguraros que, así como os ha dado lo que es más, os dará tambien lo que es ménos, y asegurados perder el cuidado de ello. Y queriendo Cristo que esta cosa nos penetre en los ánimos, teniéndola por importantísima, dice: «considerad las aves del cielo» etc., entendiendo: pues veis la liberalidad de que Dios usa con las aves del cielo, dándoles el comer sin su trabajo y sin su solicitud, bien podeis aseguraros que hará lo mismo con vosotros, y tanto más cuanto que vosotros sois de mayor excelencia que las aves.

El mismo argumento hace Cristo en los lirios del campo que en las aves del cielo. Y cuanto él más procura hacernos capaces de esta verdad á fin que perdamos este cuidado, tanto yo pienso más en la necesidad que tenemos de perderlo, y tanto me avergüenzo más cuando mirándome me hallo despojado de él, y ruego á Dios me libre y me despoje de tal manera de él, que yo no piense más á lo que tengo de comer que piensan las aves del cielo, ni piense más á lo que tengo de vestir que piensan los lirios del campo, porque hasta que me conozca en este estado, me tendré y juzgaré imperfecto. En aquello «¿quién de vosotros pensando» etc. entiende Cristo que, pues es así que nuestros cuidados no son bastantes á dar crecimiento á nuestros cuerpos y, sin pensarlo nosotros, Dios se lo da como le place, ¿por qué causa no nos descuidaremos, con Dios á nuestro grado, en la sustentacion de nuestros cuerpos, así como á nuestro despecho nos descuidamos en la estatura de los mismos cuerpos?

Aquello «oh hombres de poca fe» tiene mucha eficacia; y tales somos en la verdad, todos los que oimos estas palabras de Cristo y no nos resolvemos de una á descuidarnos de lo de la vida presente, pasando todo nuestro cuidado á lo de la vida eterna. Tiene tambien mucha eficacia aquello «todo esto lo buscan las gentes,» adonde entiende Cristo que nosotros, los que somos hijos de Dios regenerados por él y en él, no debemos atender á lo que atienden las gentes, pues ya nosotros por la regeneracion y renovacion habemos dejado de ser gentes, habiendo dejado de ser hijos de Adam y venido á ser hijos de Dios.

Viniendo pues Cristo al punto principal, dice: «buscad pues el reino de Dios» etc., adonde declara que nuestro cuidado debe ser todo y del todo en buscar el reino de Dios y la justicia de Dios, porque esto es lo que pertenece á la vida eterna. Y diciendo «y todo esto os será añadido,» entiende que á los que buscaremos el reino de Dios y su justicia, nos dará Dios lo uno y lo otro, y nos dará como por añadidura sin nuestra solicitud todas las cosas que nos serán necesarias para comer, beber y vestir. Adonde entiendo que buscan el reino de Dios los que, saliéndose del reino del mundo, renunciando el regimiento y el gobierno de su prudencia humana, se entran en el reino de Dios, ateniéndose á estas palabras de Cristo, ciertos que serán cumplidas con ellos, y tanto más, cuanto más ellos perderán el cuidado de sí mismos. Tambien buscan el reino de Dios los que, certificados que estarán bien en él, van deseando el cumplimiento de aquellas palabras que habemos declarado en la santísima oracion de Cristo que dicen: «venga ya el tu reino;» y entiendo que buscan la justicia de Dios los que aceptan el perdon general que predica el evangelio por la justicia de Dios ya ejecutada en Cristo: esta es la justicia con que Dios nos justifica, y esta es la justicia con que se toma la posesion en el reino de Dios; con la misma es defendida la posesion y con la misma es conservada, y la misma lleva á los que la aceptan á la gloria de la resurreccion.

Concluyendo Cristo esta divinísima y eficacísima amonestacion, dice: «no penseis pues á mañana,» etc., adonde muestra que su intento en todo esto ha sido reducirnos á que en un día no pensemos en lo que habemos de comer, de beber y de vestir otro día, pues basta que pensemos hoy por hoy y mañana por mañana. Y diciendo «bástale al día su afliccion,» muestra Cristo que es una de las miserias humanas el tener cuidado del comer y del vestir, aunque no sea más que para un día, y así lo sienten con efecto los que tienen del espíritu de Cristo, los cuales tendrían por felicidad poderse pasar sin comer y sin vestir. De esta manera entiendo todas estas palabras de Cristo, las cuales me ponen delante los ojos mi imperfeccion, tanto que me avergüenzo de mí mismo, viéndome tan lejos de aquello que Cristo quiere de mí.

Cuanto á las limitaciones con que son limitadas estas palabras, me remito á los que aciertan mejor, tomando esto para mí que, (como he dicho), me tendré por imperfecto, hasta que me halle tan descuidado de lo que tengo de comer para sustentar mi vida, cuanto están descuidadas las aves del cielo, y tan descuidado de lo que me tengo de vestir, cuanto están descuidados los lirios del campo. Esto he tornado á replicar porque me place, y para mí tanto no quiero limitacion en estas palabras, holgándome de conocer con ellas mi imperfeccion. En todas las partes adonde dice «penseis» y «pensando,» el vocablo griego significa algo más que pensar, tener cuidado ó solicitud; es bien verdad que el evangelista lo usa por pensar simplemente, como veremos en el cap. 10, adonde, diciendo Cristo á sus discípulos que no piensen en lo que han de decir en su defension cuando serán llevados delante de los príncipes del mundo, porque el espíritu santo hablará por ellos, usa de este mismo vocablo, y allí claramente consta que lo usa el evangelista por «pensar.» Adonde dice «hacienda,» el vocablo griego significa, como seria decir, «vitualla,» las cosas de comer y de vestir. Por «ánimas» entiende vidas.




ArribaAbajoCapítulo VII

No juzgueis, á fin que no seais juzgados, porque con el juicio que juzgais, sereis juzgados y el con la medida que medís, os será medido. ¿Por qué pues ves la arista que está en el ojo de tu hermano, y no consideras la viga que está en tu ojo? Ó ¿cómo dirás á tu hermano: deja; echaré la arista de tu ojo, y ves que la viga, está en tu ojo? Hipócrita, echa primero la viga de tu ojo, y entónces verás á echar la arista del ojo de tu hermano.



Viniendo Cristo á hablar en el recatamiento, con que los que siendo regenerados son hijos del reino de los cielos, conviene que vivan entre los hombres del mundo, y acabar de poner este fundamento de la fe cristiana con el cual está saldo y firme contra todos los combates con que es combatida, dice: «No juzgueis.» Adonde conviene entender, que el juzgar las vidas ajenas es propio de los santos del mundo y más de los más perfectos,-estos las juzgan y las condenan cuando los hombres no viven como ellos, y que el mismo juzgar es propio de los santos de Dios, pero imperfectos, en cuanto aún tienen en sí resabio de santos del mundo, aún saben á la raíz de la santidad del mundo, de donde son cortados.

Porque, entendido esto, se entiende que, prohibiendo aquí Cristo el juzgar ó condenar, muestra que habla con estas dos suertes de gentes, diciendo: «hipócrita, echa primero» etc., porque no solamente son hipócritas los que fingen ser lo que no son, pero son tambien hipócritas los que se persuaden ser lo que no son, como los perfectos santos del mundo, que por su vivir moral y por sus justicias exteriores se tienen y se estiman santos, y como los imperfectos santos de Dios, que aún no han desechado el jugo de la raiz de la santidad del mundo. Y que sea así que los imperfectos santos de Dios sean sujetos á este vicio de condenar las obras ajenas, consta por San Pablo, Rom. 14, adonde reprehende el juzgar en los imperfectos, á los cuales él llama enfermos, y reprehende el menospreciar en los perfectos, á los cuales no es prohibido el juzgar, en cuanto juzgan con lumbre espiritual y no con lumbre natural, y segun San Pablo «spiritualis omnia judicat,» 1ª Cor. 2,46 y en cuanto juzgando no condenan como los que son hipócritas.

Sabido esto, se entiende bien que, hablando aquí Cristo con los santos más perfectos del mundo y con los santos imperfectos de Dios, les dice que repriman y mortifiquen el afecto de juzgar, porque no los juzgue Dios á ellos. Y diciendo, «porque con el mismo juicio» etc., entiende lo mismo que entiende San Pablo, Rom. 2,47 que el que juzga á otro se da la sentencia contra sí, incurriendo en el mismo delito que él condena.

Esta misma sentencia está replicada en aquello «y con la medida que medís» etc., las cuales palabras dicen que son dichas por refran ó proverbio en la lengua hebrea, tomado del que vende y compra, que vendiendo con una medida es obligado á comprar con la misma medida; con la que da, con aquella recibe. Declarándose Cristo en lo que ha dicho, dice: «porque ves la arista» etc., entendiendo que son siempre mayores los defectos que tienen los que juzgan que los que tienen aquellos que son juzgados, porque los santos del mundo los más perfectos son los48 que más juzgan, y por ordinario juzgan á los santos de Dios, y júzganlos de algunas cosas que ó no son defectos en ellos, como son las observaciones exteriores de las cuales eran juzgados los discípulos de Cristo de los escribas y Fariseos, ó son como arista en el ojo, cotejadas con la viga que está en el ojo del que las juzga.

Diciendo «y entónces verás» etc., entiende Cristo que es el hombre inhábil para conocer los defectos ajenos miéntras tiene defectos propios, así como es inhábil uno que no ve, para curar en otro el mal de ojos. Y porque acerca de este juzgar he hablado declarando á San Pablo, Rom. 14, me remito á lo que allí he dicho. Y de aquello y de esto tomo esta doctrina, verdaderamente cristiana, que es cosa segurísima no juzgar las obras ajenas, y tomo este aviso que, cuando veré á uno que juzga el vivir ajeno, lo tendré ó por perfecto santo del mundo ó por imperfecto santo de Dios, por imperfecto cristiano.

No deis lo santo á los perros ni echeis vuestras piedras preciosas delante de los puercos, porque no acontezca que estos las pisen con sus piés y aquellos vueltos á vosotros os despedacen.



Avisa Cristo á las personas espirituales, á los hijos del reino de los cielos que están en la regeneracion cristiana, que no platiquen en cosas de espíritu y de regeneracion en presencia de hombres carnales ni de hombres malignos, por el inconveniente que de ello se sigue, esto es que los carnales desprecian y burlan de las cosas que son de espíritu, y los malignos calumnian, persiguen y maltratan á los que les dicen las cosas espirituales. Los carnales las desprecian, porque no las entienden ni las sienten, y los malignos persiguen á los que se las dan, porque no quieren que otros tengan lo que ellos no tienen.

Este aviso es necesarísimo en todos tiempos, y las personas cristianas deben mirar mucho en él. Adonde si me preguntará uno diciendo: si no se han de dar ni comunicar los tesoros espirituales ni con carnales ni con malignos, ¿cómo se podrá predicar el evangelio el cual es santo y es piedras preciosas y es el verdadero tesoro espiritual y divino? y si no se predica ¿cómo será aceptado? le responderé que con estas palabras no prohibe Cristo el predicar el evangelio, el cual debe ser predicado generalmente á todos los hombres por todo el mundo, pero prohibe el razonar y el platicar en el vivir cristiano y en lo que es anexo á él con los hombres que no han aceptado el evangelio. ¿A qué propósito tengo yo de decir, en qué manera es Cristo señor de los escogidos de Dios, es cabeza en la iglesia de Dios, y es rey en el pueblo de Dios, á los que, no habiendo aceptado el evangelio, no saben qué cosa es Dios ni qué cosa es Cristo? ¿De qué sirve que yo hable de la incorporacion, con que el hombre es incorporado por la fe en Cristo, con hombres que no han aceptado en sus corazones el evangelio de Cristo? ¿A qué propósito tengo yo de mostrar como, matando Dios en la cruz á Cristo, mató á todos los que creen en Cristo, y que, resucitando Dios glorioso á Cristo, resucitó glorioso á todos los que creen en Cristo, á los que no creen el evangelio de Cristo? ¿Para qué efecto tengo de proponer la doctrina del vivir cristiano, que todo consiste en mortificacion, á los hombres que por no haber aceptado el evangelio estan dedicados al mundo?

Sea pues esta la conclusion: que sea propuesto generalmente á todos el evangelio de Cristo, intimándoles el indulto y perdon general por la justicia de Dios ejecutada en Cristo, y que la doctrina del vivir cristiano sea solamente propuesta á los que han aceptado el evangelio de Cristo, y que los secretos de la regeneracion cristiana, los privilegios, de que gozan los que son hijos del reino de los cielos, solamente sean platicados con los que comienzan á sentir en sí los frutos y efectos del evangelio, dejando de ser puercos, de ser viciosos y carnales, y dejando de ser perros, de ser malignos y perversos, y comenzando á vivir pura y santamente, siguiendo el deber de la regeneracion cristiana. Y el ser perros contra los santos de Dios entiendo que es propio de los santos del mundo, porque estos son los que se vuelven contra ellos y los despedazan con murmuraciones, con persecuciones y con martirios. De los cuales como de peste deben huir los santos de Dios, los verdaderos cristianos.

Demandad y dáros han, buscad y hallareis, llamad y abriros han. Porque todo hombre que demanda recibe, y el que busca halla, y al que llamará será abierto. ¿Hay por ventura algun hombre de vosotros que, si su hijo le demandara pan, le dará piedra? y si le demandara un pez ¿darále por ventura una serpiente? Pues, si vosotros, que sois malos, sabeis dar buenas dádivas á vuestros hijos ¿cuánto mejor vuestro padre el que está en los cielos dará bienes á los que le demandarán?



Este consejo de Cristo cuadra muy bien, juntado con lo que en el capitulo pasado ha hablado de la oracion, porque allí enseña á los hijos del reino de los cielos cómo y qué han de orar, y aquí les enseña que es bien orar y ser importunos en la oracion y los certifica que alcanzarán lo que demandarán en la oracion. Y que sea así, que este consejo pertenezca solamente para los que son hijos de Dios por regeneracion, consta por el ejemplo que pone Cristo del padre con el hijo.

Somos todos los hombres hijos de Dios por la creacion, pero esta filiacion no nos hace amigos de Dios, y esta la tenemos comun con todas las criaturas; y somos todos los verdaderos cristianos incorporados en Cristo, hijos de Dios por la regeneracion, la cual filiacion nos hace amigos de Dios, en cuanto no nos considera Dios por lo que somos en nosotros mismos sino por lo que somos incorporados en Cristo, en el cual somos justos y santos, porque él es justo y santo á estos hijos dice Cristo que demanden, que busquen y que llamen á la puerta de Dios, siempre que desearán haber alguna cosa de Dios, prometiéndoles que alcanzarán de Dios todo lo que desearán. Y por confirmarlos más en esta verdad á fin que así mejor se certifiquen en ella, porque la certificacion es la que da vida á la oracion, dice «porque todo hombre que demanda» etc., entendiendo que de esta general pueden tomar esta particular que si demandan, que si buscan y que si llaman, saldrán con su intento.

Aquello «hay por ventura algun hombre» etc., es para confirmarnos más en la confianza, en la cual quiere Cristo que estemos confirmadísimos y certificadísimos, y por tanto, siempre que habla en la confianza, que habemos de tener en Dios, hace en ella más instancia que en otra cosa ninguna, y así dice aquí: sois vosotros malos y dais á vuestros hijos lo que os demandan, ¿y dudais que vuestro padre que es bonísimo, os dará á vosotros lo que lo demandais?

Adonde si dirá uno: yo dudo, porque no me tengo por hijo, le responderé que, si ha aceptado el evangelio, hace injuria á Cristo no teniéndose por hijo, mostrando que con efecto no cree que Cristo sea hijo, porque, si lo creyese, habiendo aceptado el evangelio y con él estando incorporado en Cristo, no dudaría de tenerse por hijo. Y si dirá otro: yo dudo, porque, aunque me tengo por hijo, me tengo por mal hijo, le responderé que, si por su ser bueno se tiene por hijo, tiene razon de dudar, porque está en un error grandísimo, atribuyéndose á sí lo que no es suyo, y que, si por su incorporacion en Cristo no se tiene por buen hijo, hace grandísima injuria á Cristo, dudando de la bondad, de la justicia y de la santidad de Cristo, en cuanto no se conoce, por la incorporacion en Cristo, bueno, justo y santo.

Cierre pues todo hombre cristiano incorporado en Cristo por la aceptacion del evangelio, digo que cierre las orejas del cuerpo y del ánimo á las persuasiones humanas y diabólicas que le interturbarán la confianza en la oracion, y diga así: Cristo es hijo de Dios y yo, incorporado en Cristo, soy hijo de Dios; Cristo es buen hijo de Dios, justo y santo, y yo soy buen hijo de Dios, justo y santo; y así demande á Dios con confianza, no dudando, ántes estando cierto que alcanzará lo que demanda, fundando su certificacion en este prometimiento de Cristo, y será así que alcanzará lo que demandará.

Y lo que ha de demandar está dicho en el capítulo precedente. Adonde se ha de entender que á los que somos cristianos pertenece examinar nuestros deseos, cuando somos movidos á orar, para ver si somos movidos á demandar una de aquellas siete cosas que Cristo nos enseña que demandemos, á fin que, cuando serán conformes á aquellas, los abracemos y demandemos á Dios el efecto de ellos, y, cuando serán contrarios, los desechemos y no nos pongamos á demandar el efecto de ellos. Aquello «si vosotros que sois malos» etc., es digno de consideracion contra nuestra natura depravada por el pecado del primer hombre, por el cual nos es tan natural el ser malos, cuanto, no pecando Adam, nos fuera natural el ser buenos. En Adam somos malos todos los hombres, y en Cristo somos buenos todos los que aceptamos el indulto y perdon general que nos es predicado en el evangelio de Cristo. Por lo que aquí dice «dará bienes,» San Lúcas dice: «dará el espíritu bueno», quiere decir el espíritu santo. Esto digo deseando persuadir á las personas cristianas que demanden á Dios que les de su espíritu santo, ciertas que se lo dará, fundando su certificacion en este prometimiento de Cristo.

Todo pues, cuanto querreis que los hombres hagan con vosotros, haced tambien vosotros así con ellos, porque esta es la ley y los profetas.



Esta sentencia no entiendo como depende de las palabras que preceden, ni como cuadra con las que siguen. San Lúcas las pone junto con la perfeccion que San Mateo pone en el capítulo 5, y pónelas por conclusion de toda ella, y allí cuadran bonísimo, porque incluyen todo lo que allí está dicho, pues es así que el que hará con los hombres lo que huelga que los hombres hagan con el, no ofenderá jamás á ninguno. El deber de la generacion humana quiere que el hombre no haga con otro lo que no querria que el otro hiciese con él, y el deber de la regeneracion cristiana pasando más adelante quiere que haga lo que querría que fuese hecho con él. Adonde se entiende que se engañan mucho los que igualan con la doctrina cristiana á la filosofía moral, la cual aún no llega al deber de la generacion humana, al cual deber pasa la doctrina cristiana49.

Diciendo «porque esta es la ley» etc., entiende que, teniendo intento la ley y los profetas á reducir á los hombres á esto, el que se reducirá á ello cumplirá con ella y con ellos, y el que faltará será condenado por ella y por ellos, si no habrá abrazado la justicia de Cristo, la cual libra de toda condenacion á los que la abrazan, como entiende San Pablo, Rom. 8.50

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva á perdicion, y muchos son los que entran por ella, y porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva á la vida, y pocos son los que la hallan.



Porque la carne, que de ninguna manera querria ser estrechada, queriendo y deseando andar siempre libre y exenta, se pudiera resentir sintiendo la perfeccion que aquí le propone Cristo, queriendo Cristo que sus regenerados no se tiren afuera, espantados de tanta perfeccion: dice «entrad por la puerta» etc. Adonde parece que se imaginó Cristo dos puertas y dos caminos, la una puerta y el un camino difícil y árduo, y la otra puerta y el otro camino fácil y apacible, y que por el difícil se va á la vida eterna y que por el fácil se va á la muerte eterna. Y háse de entender que, así como el que lleva á la muerte eterna es fácil, es dulce y sabroso á la carne, si bien el ánimo, tornando sobre sí, halla en él dificultad y amargura sin sabor, así el camino, que lleva á la vida eterna, es difícil, amargo y desabrido para la carne, si bien es fácil, dulce y sabroso para el ánimo regenerado por Cristo.

Y entendiendo estas palabras así, no serán contrarias á las que dirá Cristo en el capitulo 11, que su yugo es suave, etc., porque allí, llamando yugo á la fé con que es aceptado el evangelio, lo llama suave porque no hay cosa en el mundo más suave que sentir la remision de pecados y reconciliacion con Dios por Cristo, y, llamando carga á la doctrina del vivir cristiano, la llama ligera porque tal es con efecto á los que, habiendo tomado el yugo de la fé, sienten los efectos de ella. Y aquí llama puerta estrecha y camino angosto á la doctrina del vivir cristiano, de que va hablando, entendiendo que es tal para la carne no mortificada por la fé.

Facilita pues aquí Cristo la dificultad del vivir cristiano, diciendo que, caminando el hombre por él, va á la inmortalidad y vida eterna, así como, caminando por el vivir mundano, va á la perdicion y muerte eterna.

En aquello «y pocos son los que la hallan» entiende que serán pocos los que irán á la vida eterna, cotejados con los muy muchos que irán á la muerte eterna. Y la causa, porque son pocos, es porque son pocos los que toman el yugo de la fé cristiana, sin la cual no se halla jamás el camino del vivir cristiano. Es la fé cristiana un manjar tan delicado que pocos estómagos lo sufren, y por tanto decia San Pablo « non omnium est fides»51; y siendo la fé de pocos, es de pocos hallar el camino del vivir cristiano, por donde se va á la vida eterna.

Adonde se entiende que los que, aceptando el evangelio, comienzan á vivir cristianamente, comienzan tambien á gozar de la vida eterna, porque comienzan á vivir una vida semejante á la que habemos de vivir en la vida eterna; pero esto no lo creen jamás los que no tienen alguna experiencia de ello. Trabajemos pues, todos los que habemos aceptado el yugo de la fé cristiana, por entrar por la puerta estrecha, por caminar por el camino angosto, poniéndonos delante el deber de la regeneracion cristiana, mortificando todos nuestros deseos carnales, no satisfaciéndonos jamás en cosa ninguna de las que agradan á la sensualidad, ciertos que alcanzaremos inmortalidad y vida eterna con Jesu Cristo nuestro señor.

Despues de escrito esto, considerando aquello «y pocos son los que la hallan,» entiendo que llama Cristo «puerta estrecha» y «camino angosto» á la fé cristiana, y al vivir cristiano, porque lo uno y lo otro consiste en un punto, el cual es tan primo y tan sútil que pocos lo aciertan á entender y poquísimos lo aciertan á exprimir. Y entiendo que, porque, despues que el hombre acierta en el punto de la fé cristiana y en el punto del vivir cristiano, halla grandísima satisfaccion en lo uno y en lo otro, dice Cristo en el cap. 11 que su yugo es apacible y su carga ligera. Y de esto he hablado en una respuesta.

Guardáos de los falsos profetas, los cuales vienen á vosotros con vestiduras de ovejas, pero dentro son lobos robadores. Por sus frutos los conocereis. ¿Por ventura cogen de espinas uva, ó de abrojos higos? Así todo árbol bueno hace buena fruta, y el árbol malo hace mala fruta. No puede el buen árbol hacer mala fruta ni el árbol malo hacer buena fruta. Todo árbol, que no hace buena fruta, es cortado y echado en el fuego. Por tanto por sus frutos los conocereis.



Este aviso, que da Cristo á sus discípulos, consta claramente que no servia para el tiempo que él vivia con ellos corporalmente, sirviendo para el tiempo que él vive con sus discípulos espiritualmente, á los cuales es necesarísimo este consejo en todos tiempos, porque siempre entre los verdaderos profetas se engieren los falsos. Y háse de entender que los que aquí llama Cristo falsos profetas, porque habló en tiempo de la ley, llama San Pablo falsos apóstoles, porque habló en tiempo del evangelio. Estos entiendo que son profetas y son apóstoles, en cuanto predican á Cristo y enseñan el vivir cristiano, habiendo aprendido por ciencia lo uno y lo otro, y entiendo que son falsos, en cuanto con Cristo mezclan á Moisen y con el vivir cristiano mezclan la ley.

Las «vestiduras de ovejas,» que estos traen, entiendo que son el nombrar mucho á Cristo y al evangelio, la pobreza exterior, la humildad en las palabras, la vida austera, el menosprecio aparente del mundo y de las pompas y riquezas de él. Y el ser estos «lobos robadores» no entiendo que consiste en que toman á nadie lo suyo sino en que, así como los lobos son la peste de las ovejas porque las roban y se las comen, así estos son la peste de las ovejas de Cristo porque las apartan de Cristo y las llevan á Moisen, las apartan del evangelio y las llevan á la ley, como habian apartado á los Gálatas segun parece por la epístola que San Pablo les escribió. De estos tales lobos dice Cristo que nos guardemos, que pongamos los ojos en ellos, para que no nos perviertan.

Y diciendo «por sus frutos los conocereis», entiende que, mirando bien en sus obras, conoceremos que son falsos profetas y que son falsos apóstoles. Las obras del verdadero profeta y apóstol son la humildad del ánimo, la modestia, la mansedumbre, la sinceridad y la verdad, y es resolutamente la mortificacion de lo que es carne y es mundo; el que es tal, predica puramente á Cristo sin mezclarlo con Moisen, y enseña puramente el vivir cristiano sin mezclarlo con ley, porque en su corazon tiene á Cristo, al evangelio y al vivir cristiano, y no puede dar sino de lo que tiene, y háse de entender que la fé cristiana ha hecho este efecto en él.

Las obras del falso profeta y apóstol son la propia estimacion, el ser escandaloso, revoltoso, contencioso, falso, maligno y mentiroso; el que es tal, predica más de Moisen que de Cristo, si bien nombra más á Cristo que á Moisen, y enseña más ley que evangelio, porque tiene más de Moisen que de Cristo y más de ley que de evangelio, y no puede dar sino de lo que tiene. Y por tanto muy á propósito compara Cristo á los falsos profetas al árbol malo, comparando á los verdaderos profetas y apóstoles al árbol bueno. Antes es así que todo hombre, por muy virtuoso que sea segun las virtudes morales, si está sin Cristo, es mal árbol, y, siendo mal árbol, es necesario que dé mal fruto, porque el corazon, de donde sale el fruto, es malo; así como todo hombre, por flaco y enfermo que sea, si está incorporado en Cristo, es buen árbol, y, siendo buen árbol, es necesario que dé buen fruto, porque el corazon, de donde sale el fruto, es bueno, estando renovado por Espíritu santo.

Y por tanto decia bien San Jacobo: «muéstrame tu fé por tus obras y mostraréte yo mi fé por mis obras», entendiendo que no aprovecha que yo diga que creo, si en mi vivir mortificado y aún muerto al mundo no muestro que creo, porque es así que la mortificacion es el efecto de la fé, así como tambien la humildad y la caridad, porque el que cree es humilde y es caritativo.

Diciendo Cristo «por sus frutos los conocereis», nos da licencia á los que somos suyos que juzguemos de la falsedad y de la verdad de los que no son profetas y apóstoles por lo que veremos en su vivir exterior, á fin que, viendo que su vivir es ambicioso, escandaloso y contencioso, teniéndolos por falsos y mentirosos profetas, huyamos de ellos, y, viendo que es humilde, modesto y puro, teniéndolos por verdaderos profetas, nos lleguemos á ellos. Para el cual juicio es necesario que siempre roguemos á Dios, acreciente en nosotros su espíritu santo, teniendo por cierto que sin él no lo sabremos jamás hacer.

No todo el que me dice «señor, señor», entrará en el reino de los cielos sino el que hará la voluntad de mi padre el que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel dia: señor, señor, ¿no habemos profetizado en tu nombre? ¿no habemos echado demonios en tu nombre? ¿y en tu nombre habemos hecho muchos milagros? Y entónces les confesaré: nunca os conocí, apartáos de mí los que obrais iniquidad! Por tanto á todo el que oye estas mis palabras y las hace, lo compararé al hombre sabio que edificó su casa sobre piedra; y bajó la lluvia y vinieron los rios y soplaron los vientos y cayeron en aquella casa y no cayó, porque estaba fundada sobre piedra. Y todo el que oye estas mis palabras y no las hace, será semejante al hombre necio que edificó su casa sobre el arena; y bajó la lluvia y vinieron los rios y soplaron los vientos y dieron en aquella casa, y cayó: y fué su caida grande.



Habiendo Cristo largamente instruido á sus discípulos en el deber de la regeneracion cristiana que es propio de los que están en el reino de los cielos habiendo aceptado la gracia del evangelio, viene á concluir su instruccion, diciendo: «no todo el que me dice» etc., entendiendo que, para tomar posesion del reino de los cielos en la presente vida de manera que la continuemos en la vida eterna, es menester que, aceptando la gracia del evangelio por la cual llamamos á Cristo señor, nos apliquemos á vivir cristianamente por el deber de la regeneracion cristiana segun lo que en estos tres capítulos él nos enseña, confirmando nuestra fé con nuestro vivir cristiano y mostrando por nuestras obras que tenemos fé.

Y así al hombre que, viviendo segun se acostumbra en el reino del mundo, piensa salvarse, diciendo que tiene fé, lo compara Cristo al que edifica sobre arena su casa, en cuanto la fé del tal, no estando confirmada con experiencia del vivir cristiano, siendo combatida, cae; y al hombre que, viviendo cristianamente sin conformarse en nada con el mundo, confirma su fé cristiana con su vivir cristiano, lo compara Cristo al que edifica su casa sobre piedra, en cuanto la fé del tal, estando así confirmada, aunque es combatida, no cae.

Adonde se ha de entender que pretende Cristo persuadir á todos los que aceptamos su evangelio, que nos apliquemos á vivir de la manera que él ha enseñado en este razonamiento, pretendiendo con nuestro vivir cristiano mostrar y dar testimonio de nuestra fé cristiana y conservarnos en ella, defender y mantener la posesion del reino de los cielos en que entramos creyendo. Y háse de entender que la fé, que no resuelve al hombre en vivir de esta manera y que no lo reduce á ello á lo menos á quererlo, desearlo y procurarlo, no es inspirada ni revelada sino enseñada y relatada.

Esto digo á fin que se entienda que el vivir cristiano de los que viven cristianamente es efecto de la fé cristiana y no de su industria humana, para que no se glorie hombre ninguno en presencia de Dios. Así entiendo todas estas palabras de Cristo. Y entiendo más que, porque habia muchos que seguian á Cristo por curiosidad y otros que siguiéndolo no se aplicaban á vivir segun lo que él les enseñaba, y porque conocia Cristo que siempre en el mundo habria otros muchos semejantes á estos, queriendo desengañar á los unos y á los otros, á fin que, ó se aplicasen y apliquen á vivir como él les enseñaba y enseña, ó se apartasen y aparten de él y lo dejasen y dejen y no le diesen ni den mal nombre con su vivir profano y mundano, dice: «no todo el que me» etc., entendiendo: para entrar en el reino de los cielos no basta que os andeis tras mí, que os llameis cristianos y que me llameis señor, porque es menester que principalmente cumplais la voluntad de Dios. Y la voluntad de Dios entiende Cristo que es que nos apliquemos á vivir de la manera que él ha enseñado aquí. Y no nos aplicaremos, si primero no aceptamos la gracia del evangelio, la cual es eficaz en nosotros para resolvernos con el mundo y con nosotros mismos y así aplicarnos y reducirnos á vivir cristianamente.

Los que no aceptan el evangelio es imposible que vivan cristianamente, y los que lo aceptan, si conservarán en sí la memoria de la aceptacion, será imposible que su poco á poco no vengan á vivir cristianamente, siguiendo tras el deber de la regeneracion cristiana. Queriendo Cristo confirmar esto mismo, dice: «muchos me dirán» etc., entendiendo que en el dia del juicio habrá muchos que, persuadidos por falsos profetas y apóstoles, se habrán creido tener posesion en el reino de los cielos por llamarse cristianos y por llamar á Cristo señor, y hacer ceremonias cristianas y hacer milagros en nombre de Cristo, no teniendo fé cristiana, de la cual nace el vivir cristiano, y que á todos ellos les dirá que se aparten de él, porque no los conoce, por ser ellos como son obradores de iniquidad; y tales son todos los que están sin Cristo, por muy santos que parezcan en los ojos del mundo, y sin Cristo están todos los que dudan de la justificacion por Cristo, y dudando no se aplican al vivir cristiano.

Aquello «¿no habemos profetizado en tu nombre?» entiendo que toca á los falsos profetas y apóstoles que predican á Cristo con Moisen y al evangelio con la ley, viviendo ellos como gentiles ó como hebreos. Aquello «¿no habemos echado demonios?» con lo que se sigue, entiendo que pertenece á los que, para hacer conjuros, hechizos y ensalmos, se sirven del nombre de Cristo y del nombre de Dios, persuadiéndose ellos que hacen aquello en virtud de Cristo y de Dios, haciéndolo verdaderamente en virtud del demonio. Con quien querrá decir, que puede estar la fé de hacer milagros querrá en nombre de Cristo adonde no está la fé de la justificacion por Cristo que es el fundamento del vivir cristiano, yo no contenderé; es bien verdad que no me puedo persuadir que sea así, porque lo que dice San Pablo, 1ª Cor. 13, lo entiendo de la manera que allí lo he declarado.

Despues de escrito esto acordándome que los discípulos de Cristo tuvieron don de hacer milagros y los hicieron, ántes que entendiesen el secreto del evangelio, de la muerte de Cristo y resurreccion de Cristo, si bien conocian que Cristo era el Mesía, entiendo que puede estar el don de hacer milagros en hombres que no hayan aceptado la gracia del evangelio entendiéndola. En la cual inteligencia me confirmo más, acordándome que, siendo Júdas del número de los doce, le tocó tambien á él hacer milagros en nombre de Cristo.

En la comparacion de los que edifican se ha de entender que, diciendo «y las hace,» entiende: y se aplica á hacerlas, á ponerlas en ejecucion, no contentándose con decir: bien dice; y entiendo que no puede haber esta aplicacion sino adonde hay fé cristiana, siendo así que el que no está cierto por la fe cristiana de estar bien en la vida eterna, no se puede jamás despojar del todo del afeccion á la vida presente y á las cosas de ella, y mientras no se despoja de esta afeccion, no puede aplicarse á la doctrina de Cristo.

La lluvia, los rios y los vientos que dan sobre la casa edificada, quiero decir sobre la fé cristiana, entiendo que son las persecuciones de los hombres del mundo, las falsas persuasiones de los demonios del infierno y los asaltos de la propia sensualidad. Estos entiendo que dan sobre la fé cristiana, y entiendo que, cuando la hallan confirmada con la experiencia del vivir cristiano, está salda, firme y constante, así como, cuando la hallan fundada en opinion y sin experiencia del vivir cristiano, dan con ella en tierra, y su caida es tanto mayor cuanto la profesion cristiana es mayor. Y por tanto es necesario que el hombre funde su fé cristiana con la experiencia del vivir cristiano, segun que me acuerdo haberlo escrito en una consideracion52.

Hasta aquí ha puesto San Mateo la mayor parte de la doctrina de Cristo, en la cual conviene y es muy necesario que el cristiano lleve el tino que está dicho arriba, acordándose siempre que le pertenece hacerse una grandísima violencia, resolviéndose con el mundo y consigo mismo, de la manera que habemos dicho arriba, y así reducirse á conformar su vivir, en cuanto le será posible, con esta doctrina, y sabiendo que, cuando alguno faltará en ella, no se ha de tener por ajeno de Cristo, ántes ha de conocer el beneficio de Cristo, considerando que, si Cristo no hubiera satisfecho y pagado por él, con todo este rigor seria juzgado y condenado en el juicio de Dios como serán juzgados y condenados los que no habrán aceptado el perdon general por Cristo que les es intimado en el evangelio, por la cual aceptacion venimos al vivir cristiano, y, aunque faltamos en algo en él, no somos juzgados con este rigor.

Y aconteció que, como acabó Jesus estas palabras, se espantaron las gentes de su doctrina, porque les enseñaba como persona que tenia autoridad y no como los escribas.



Habiendo puesto San Mateo este divinísimo razonamiento de Cristo, pone el efecto que hizo en los ánimos de los que lo oyeron, diciendo que se espantaron, que quedaron atónitos, y, diciendo la causa de donde procedia su espanto, dice «porque enseñaba» etc., entendiendo que no se espantaban tanto de lo que decia, cuanto de la majestad y autoridad con que lo decia, como señor y patron de lo que decia y no como siervo y sujeto á ello, cuales eran los escribas.

Adonde entiendo que la diferencia, que habia entre Cristo y los escribas, la hay tambien entre los que, teniendo del espíritu de Cristo, enseñan por experiencia, siendo tambien ellos señores y patrones de lo que dicen, y los que, teniendo por opinion las cosas cristianas, enseñan por ciencia, no siendo señores de lo que dicen. Esta diferencia la habrán experimentado en sí mismos los que, habiendo en su tiempo enseñado por ciencia, son venidos á enseñar por experiencias á enseñar con espíritu y no con letra; y experiméntanla tambien los que, habiendo oido á los escribas que enseñan por ciencia, oyen á los cristianos que enseñan por experiencia, enseñando aquello que ellos propios experimentan dentro de sí mismos.

Aquí se me ofrece esta consideracion que verdaderamente me causa grandísima admiracion: que fuesen de mayor eficacia para convertir á los hombres diez palabras de San Pedro despues de la venida del Espíritu santo que todas estas que aquí ha dicho Cristo. En la cual consideracion aprendo tres cosas. La primera, cuánto somos incapaces los hombres de las cosas divinas, por mucho que oigamos hablar en ellas, miéntras que el Espíritu santo no nos mueve interiormente. La segunda, cuánto es Dios más liberal con los hombres despues que en Cristo castigó todos nuestros pecados, que era ántes que los castigase. Y la tercera, que el propio oficio de Cristo en el mundo no fué convertir hombres sino morir por los hombres, tomando sobre sí los pecados de todos ellos. Y cuanto más considero esto, tanto más me certifico en esta verdad que, habiendo Dios castigado en Cristo mis pecados, no me castigará á mí por ellos; y esta certificacion conozco que hace en mí este singularísimo efecto que me mortifica los deseos de pecar y me reduce á término que desearia ser privado de toda delectacion corporal y exterior por poder estar totalmente embebido en la consideracion de este singularísimo beneficio de Cristo, la cual en grandísima manera me aficiona á Dios y á Cristo.

Aquí me maravillo de esto que, habiendo dicho San Mateo en el principio del capítulo 5 que Cristo comenzó á hablar con sus discípulos y habiendo llevado continuado este razonamiento, diga aquí que se espantaban las gentes, por donde parece que lo oian, pues se espantaban; pero en esto me remito á los que lo entienden; yo me huelgo de confesar mi ignorancia.



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