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ArribaAbajoLa investigación en México: reflexiones científicas y trabajos de laboratorio

El compromiso con el exilio republicano apartó durante más de una década a José Puche de la docencia y del laboratorio. El retorno a la vida académica universitaria se inició a mediados de los años cincuenta y estuvo marcado por una mayor dedicación a las cuestiones de carácter docente que a los trabajos de investigación. Eran tiempos difíciles en los que lo primero y fundamental era ganar la subsistencia. No obstante, el alejamiento del laboratorio que vivió Puche hasta iniciados ya los años sesenta, no significó una despreocupación sobre los temas científicos. Prueba de ello es que durante esa etapa de actividad fundamentalmente social siguiera vinculado muy estrechamente a asociaciones de carácter científico, como el Ateneo Ramón y Cajal, o participara en la promoción de revistas como Ciencia, a cuya continuidad aportó esfuerzos y artículos de notable entidad. Pasemos seguidamente a comentar los que tal vez fueron sus principales temas de reflexión científica durante esa etapa de sequía experimental.


ArribaAbajoEl hambre en Europa

La experiencia acumulada como director del Instituto Nacional de Higiene de la Alimentación durante buena parte de la contienda civil le permitió valorar la importancia de los abastecimientos de alimentos para cualquier país en conflicto bélico, de manera que la mayor o menor disponibilidad de recursos alimenticios podía ser una de las cuestiones clave para el desenlace de los conflictos. Desde esta perspectiva, al poco tiempo de su llegada a México como exiliado derrotado de la Guerra Civil de España, en 1940, José Puche escribió un articulo de indudable interés acerca de las perspectivas existentes en el conflicto bélico europeo, en función de los recursos alimenticios.122

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En él llevaba a cabo un análisis de la capacidad de autoaprovisionamiento -es decir, de alcanzar una reserva alimentaria propia- de los países de Europa, al poco tiempo de iniciarse la II Guerra Mundial. A partir de una tabla comparativa elaborada por el Instituto Alemán de Investigaciones Comerciales en febrero de 1939, Puche hace hincapié en algunos aspectos de capital importancia, por ejemplo, las deficiencias en el racionamiento de pan en España -unos 100 gramos por persona y día, lo que suponía algo menos de la tercera parte de lo que se consideraba como ración normal-, y la difícil situación en que se encontraban Francia, Holanda, Dinamarca, Polonia y Bélgica, frente a las buenas condiciones de abastecimiento de Alemania, sobre todo en virtud de haber mantenido la integridad de su territorio, a la adopción de medidas extraordinarias, como la organización militar del trabajo campesino y las importaciones forzosas a las que se había sometido a los países inicialmente conquistados.

Los datos se ven enriquecidos por el informe elaborado en 1938 por la Sociedad de Naciones en sus Memorias, en el que se distinguían tres grupos de países cuya situación aparecía marcadamente diferenciada. En primer lugar, Alemania y los países que había caído bajo su dominio o influencia, que se caracterizaban por la necesidad de importar trigo y maíz en grandes cantidades, procedentes de países de un segundo grupo: Hungría, Yugoslavia, Bulgaria, Grecia, Turquía, Rumania, Suecia y Suiza. El tercer grupo estaba representado por la Unión Soviética y los países que a la sazón se encontraban más directamente bajo su órbita de influencia: Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania y Polonia.

La situación significaba una necesidad urgente de importaciones del exterior, que afectaría de forma variable a cada uno de estos grupos. Si Alemania no lograba romper el bloqueo marítimo impuesto por los aliados, en la situación anteriormente expuesta, el hambre podría tomar proporciones aterradoras en los países inicialmente invadidos -Polonia, Bélgica, Holanda, Francia y Dinamarca-. También afectaría a España, Austria, Italia, Checoslovaquia y Albania y, por último, afectaría a Alemania, aunque este país sería el mejor abastecido del grupo.

Por otro lado, según sus previsiones, las naciones del segundo grupo que no cayeran en la zona de protección de la URSS deberían finalmente acceder a las peticiones alemanas, de forma que países como Hungría, Rumania o la región de los Balcanes eslavos se verían abocados a vaciar sus graneros, mientras que Grecia, Turquía y Suecia saldrían mejor librados y Suiza tendría que hacer verdaderos milagros para conseguir abastecimiento. Por último, los países de la órbita soviética podrían subsistir, siempre y cuando regularan convenientemente sus exportaciones.

En el supuesto de que el bloqueo marítimo a Alemania desapareciese, Puche consideraba que los alemanes no disponían de tonelaje marítimo suficiente para el transporte de cereales a través de zonas marítimas de combate o con riesgo de ser atravesadas. Así las cosas, el único país que podía haber ayudado a los alemanes eran los Estados Unidos, lo cual vislumbraba como una posibilidad altamente improbable. Por su parte las Islas Británicas, siempre y cuando no sufrieran una   —97→   derrota bélica, podrían abastecerse gracias a sus dominios coloniales y a las importaciones americanas.

El otro factor que necesariamente había que tener en cuenta es el hecho de que resultaba imposible poner al alcance de la población europea las reservas de cereales -sobre todo de trigo y maíz- y de arroz, procedentes de los principales países exportadores del mundo, casi todos ellos situados en Extremo Oriente o en Norteamérica.

Así las cosas y ante el previsible caos que se desprendía del análisis de la situación, Puche hace una propuesta de medidas parciales tendentes a poner soluciones de urgencia al hambre que asolaría Europa. En síntesis eran las siguientes:

a) Incidir sobre la población infantil, estableciendo medidas de protección mediante la creación, por ejemplo, de sociedades filantrópicas cuya tarea principal sería la de buscar familias americanas que dieran acogida a niños europeos.

b) Consideraba necesaria la promoción de una intensa corriente de opinión en los países americanos, que pudiera propiciar una política humanitaria y no meramente especulativa para mejorar el abastecimiento de los países europeos. Esa política, en definitiva, debería ser asumida por los propios gobiernos, mediante la adquisición y almacenamiento de reservas alimenticias, que evitaran que grupos financieros hicieran negocio con los dolores y los desastres que se cernían sobre Europa y que, en su opinión, amenazaban con destruir la civilización occidental.

c) Por último, aconsejaba el reclutamiento de expertos en la distribución de alimentos y de médicos especializados en nutrición, que estuvieran dispuestos a trasladarse a Europa para colaborar con las organizaciones que en el viejo continente pudieran constituirse para remediar la catástrofe que se avecinaba.

Sumido íntegramente en la labor social de acogida de refugiados republicanos españoles, Puche concluía reclamando de los países americanos la solidaridad necesaria para la supervivencia de la libertad en Europa:

El Continente americano puede y debe realizar la más grande obra de solidaridad humana que hayan presenciado los siglos y, con ello, contribuirá -así que la bárbara contienda termine con el triunfo de la Democracia sobre el Fascismo- al alumbramiento de una vida mejor y más justa para todos los países del mundo y al engrandecimiento de su destino espiritual.»123






ArribaAbajoSobre el valor de las pruebas funcionales en medicina

Unos años después, en 1944, José Puche tomó uno de los temas tradicionales en las discusiones en torno al desarrollo de la fisiología analítica124. En su trabajo   —98→   hacía frente a algunas críticas ya planteadas durante el siglo XIX con respecto a la concepción científica de la ciencia y la práctica médicas y la concepción del organismo que de ella se deriva. En este sentido, comienza su reflexión acerca del valor de las pruebas funcionales en medicina rebatiendo los argumentos de quienes cuestionaban la validez de la experimentación analítica para alcanzar ese carácter científico y, en consecuencia, el progreso de la medicina. En su opinión, el estudio analítico de las funciones de los seres vivos es perfectamente compatible con una representación integradora del organismo como unidad, planteada ésta desde una perspectiva química, física, estructural y fisiológica, cuyo conocimiento detallado resulta indispensable para lograr su fundamentación científica.

Como no podía ser de otro modo, en su defensa del método analítico utiliza los argumentos ya esgrimidos casi cien años atrás por Claude Bernard, desde la perspectiva de que la observación clínica y experimental deben integrar los datos con un criterio fisiológico, hasta el extremo que la medicina no podrá nunca alcanzar un carácter plenamente científico hasta que no asuma los métodos y razonamientos de la fisiología, que es su fundamento experimental por excelencia125. Su idea es clara: los conocimientos fisiológicos son la base de la patología, es decir, de la ciencia de la enfermedad. «La enfermedad -afirma- podría considerarse, por lo tanto, como la alteración de los ritmos y niveles fisiológicos, determinada por agentes diversos y condicionada por la peculiaridad de la constitución del individuo.»126

Los distintos órganos presentes en la economía están unidos entre sí por dos grandes sistemas de correlación: el medio interno y el sistema nervioso, cuyo funcionamiento equilibrado aporta al organismo ciertos valores que se ha dado en denominar «constantes fisiológicas». En análisis cuantitativo o la determinación de dichas constantes permite un acercamiento al intento de «medir la normalidad», puesto que prácticamente en todos los casos, las variaciones individuales no alcanzan variaciones superiores al 5 %.

Por tanto, resulta de incuestionable valor para la medicina la posibilidad de expresar de forma cuantitativa esas constantes fisiológicas, entre las cuales Puche incluye, a modo de ejemplificación,

... el consumo de oxígeno; la producción de anhídrido carbónico; las tensiones parciales de estos gases en los líquidos orgánicos, tejidos y órganos; las concentraciones de hidrogeniones; la presión de la sangre en los distintos tramos del aparato circulatorio; la determinación cuantitativa en suma de: compuestos químicos, constantes físicas y químico-físicas que varían al compás de las funciones orgánicas.127



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El estudio de sus fluctuaciones permitiría determinar trastornos incipientes o latentes que hasta ese momento podían haber pasado inadvertidos para el médico y el paciente.

En cuanto a la forma de actuar, considera que las pruebas que significan una sobrecarga funcional deben aplicarse con sumo cuidado y las máximas precauciones -curvas de glucemia en diabéticos, presión de sobrecarga o esfuerzo en cardiópatas, experiencias para determinar el grado de insuficiencia renal, entre otras-, a pesar de que los coeficientes que aseguran el cumplimiento de las funciones orgánicas sean a menudo muy elevados.

El ejercicio gradual de una función determina en ocasiones una situación semejante a la que se observa cuando entrenamos a un sujeto en cualquier ejercicio atlético... Sin embargo, debemos tener presente que estas hipertrofias consecutivas al ejercicio, no van necesariamente acompañadas de un aumento proporcional de la capacidad funcional, ya que este estado no coincide siempre con una buena disposición fisiológica... 128



Tanto por su constitución como por su régimen funcional, los órganos gozan de una amplia capacidad de adaptación, lo que constituye su capacidad funcional. Las alteraciones funcionales pueden detectarse mucho antes de que aparezcan signos objetivables de lesión orgánica, por lo que pueden llegar a constituir una vía para el diagnóstico precoz de perturbaciones latentes en el organismo. Ello aportaría una mayor eficacia clínica y terapéutica. Un ejemplo paradigmático que aporta Puche a la discusión de este tema es el caso de la prueba de sobrecarga de glucosa, que permite deducir aspectos del funcionamiento endocrino de diversos órganos, como el páncreas, el hígado, los músculos, las glándulas suprarrenales, etc..., así como de la capacidad fisiológica del individuo ante la absorción, fijación y los cambios nutritivos de la glucosa en el seno de su organismo. En este caso, y con referencia a los trabajos por él realizados en España, indica tres tipos de recuperación de los niveles fisiológicos de glucosa: rápida, lenta y mediana, todos ellos dentro de los límites de la normalidad.

En el caso de la recuperación rápida, ésta se produce principalmente en sujetos vagotónicos, en deportistas bien entrenados o en macroesplácnicos. Las curvas de glucemia que aparecen en todos ellos son curvas hiperglucémicas poco elevadas y el retorno a la situación de normalidad se produce en un intervalo no superior a las dos horas. Los sujetos de recuperación lenta son aquellos que presentan una obesidad incipiente, simpaticotónicos o asténicos, que presentan unas curvas hiperglucémicas elevadas y un período de recuperación superior a las dos horas.

Haciendo una síntesis de las pautas más convenientes para la valoración fisiológica de cualquier organismo o sistema orgánico, Puche subraya la necesidad de establecer los criterios siguientes:

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a) Determinación de los valores fundamentales que conviene conjugar en cada caso (organismo en situación postabsortiva, reposo corporal y térmico).

b) Producción del estímulo adecuado, con el fin de excitar los mecanismos de regulación funcional.

c) Estudio detallado del trabajo de vuelta al equilibrio fisiológico en función del tiempo empleado para lograrlo.

En cualquier caso, siempre el investigador deberá comparar los valores obtenidos con los patrones estadísticos de normalidad conocidos, como sucede en estados particulares como es el embarazo. A modo de ejemplo, aporta las experiencias realizadas por Pavlov con perros y la distinta respuesta individual ante los estímulos, que le llevó a establecer hasta ocho tipos diferentes de reacción de su sistema nervioso y que constituyeron el fundamento más firme de su concepto de neurosis experimental en perros.




ArribaAbajoSensibilidad somática y actividad respiratoria: el concepto de sensibilidad trófica

Ya hemos indicado en páginas anteriores que el concepto de sensibilidad trófica fue una de las nociones de la fisiología contemporánea a cuya formulación August Pi i Sunyer y el grupo catalán con la colaboración de Puche contribuyeron de una forma más clara y definitiva. La sensibilidad trófica fue objeto de reflexión por parte de Puche en dos trabajos de su época mexicana, publicados en la revista Ciencia y en el libro póstumo dedicado por el Institut d'Estudis Catalans a la vida y a la obra del que fuera uno de sus principales impulsores129.

En el primero de sus trabajos, José Puche parte de la concepción expuesta de forma sistemática por Pi i Sunyer de que la integración funcional de los vertebrados se verifica a través de mecanismos humorales y reflejos que son variables en cuanto a su capacidad de excitación, rapidez de transmisión y efectividad, y lleva a cabo un análisis del estudio experimental de la respiración. Plenamente incorporado ya a las tareas de investigación en el Laboratorio de Fisiología de la UNAM, el trabajo de Puche no es una mera reflexión teórica acerca de la evolución de un concepto, sino que aporta, en este caso, los resultados de seis experimentos realizados con otros tantos pares de perros sometidos a los efectos de la anestesia, uno de los cuales servía de transfusor del otro. La técnica experimental consistía en la introducción en el organismo de determinadas sustancias estimulantes -soluciones hipertónicas de glucosa, inyecciones intrarteriales de ácido láctico y anhídrido carbónico- y procedía al registro gráfico de las variaciones respiratorias experimentadas en el animal.

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El análisis de los resultados obtenidos y el comentario detallado de la bibliografía sobre esta cuestión le conducen a concluir que la magnitud de la ventilación depende de múltiples factores, que están en relación con las necesidades corporales de cada momento, las cuales dan origen a una enorme variedad de impulsos aferentes, entre los que destaca el índice metabólico general.

Las concentraciones de anhídrido carbónico en cualquier región del organismo que se encuentre en actividad aumentan la ventilación hasta que vuelve a restablecerse en equilibrio gaseoso. El trabajo experimental demuestra que las respuestas respiratorias y circulatorias más enérgicas se debían a las soluciones concentradas de glucosa, seguidas a continuación por los cambios súbitos del pH exógeno. Por su parte, el anhídrido carbónico provocaba respuestas menos drásticas y la recuperación del trazado gráfico se producía en un breve lapso de tiempo.

En su segundo trabajo acerca de los antecedentes y situación actual del concepto de sensibilidad trófica, Puche abunda en el origen histórico del concepto, que atribuye a Ramón Turró, y en la sistematización llevada a cabo por Pi i Sunyer en su célebre monografía consagrada a desarrollar dicho concepto130. En síntesis, la doctrina de la integración trófica elaborada por Turró de modo incipiente y desarrollada por Pi i Sunyer vendría a postular que los cambios metabólicos que se producen en los órganos y tejidos excitan las terminaciones nerviosas orgánicas, dando lugar a percepciones conscientes y a reflejos reguladores de la nutrición; es decir, que el estado químico del organismo pone en marcha mecanismos reguladores de la nutrición orgánica, cuyo vehículo es la acción integradora del sistema nervioso.

En su análisis de los mecanismos de integración orgánica distingue Puche diversos niveles, desde los simples procesos de agregación molecular, hasta los fenómenos tróficos que se desarrollan en las células y en el conjunto de los organismos multicelulares.

Al establecerse los sistemas de correlación orgánica, el tejido nervioso adquiere la importancia principal en los procesos de integración trófica: la ordenación trófica del organismo es recogida por ese sistema integrador y administrada a través de las propiedades funcionales de sus elementos constitutivos, las cuales provocan, en términos analíticos, modificaciones del sustrato material. El sistema nervioso muestra para todo ello una especial sensibilidad que lo hace específicamente vulnerable a los cambios, además del hecho de que su disposición por todos los tejidos orgánicos le permite tomar contacto con las variaciones energéticas y materiales que se producen en las distintas partes. Las modificaciones físico químicas se transmiten así con rapidez variable mediante cambios eléctricos que se originan en función del mensaje y de la frecuencia de las conexiones nerviosas.

Como testimonio de la importancia de este concepto central, elaborado en el seno de la escuela fisiológica catalana, Puche señala las investigaciones del que a la   —102→   postre llegaría a ser Premio Nobel de Medicina y Fisiología, J. C. Eccles, quien desde una perspectiva más bien centrada en la biología molecular y en la biofísica reiteraba la unidad metabólica de la neurona, bajo la denominación de unidad trófica. También la hipótesis de Dale iba en el mismo sentido, o los trabajos de Kety, que reforzaban la doctrina de la integración trófica en los niveles de desarrollo orgánico superior.

En ese mismo sentido estaban orientados los más recientes avances, tales como la teoría de los circuitos neuronales para explicar la integración de los diferentes niveles que conforman el sistema nervioso, en el caso de las motivaciones y las apetencias, constituidas como sistemas de conexiones interneurónicas de circuitos cerrados semejantes a los de retroalimentación.

No obstante, Puche se hace eco de toda una serie de problemas aún inciertos y pendientes de resolver respecto al funcionamiento cerebral; entre ellos destaca los aspectos siguientes:

a) La hipótesis de Nicolás Achúcarro sobre la existencia de una secreción neurohumoral indispensable para la nutrición de los elementos neuronales, confirmada posteriormente por Cajal y su discípulo Río-Hortega, al encontrar mitocondrias en las células gliales de la sustancia gris del cerebro, que serían las responsables de elaborar un determinado tipo de fermentos necesarios para el normal funcionamiento de los centros nerviosos.

b) Por su parte, Costero y sus colaboradores describieron formaciones sinápticas formadas por un sistema de célula sensitiva-fibra nerviosa receptora célula neuróglica neurosecretora.

c) El tema tuvo ya una confirmación en la glía de la sanguijuela por parte de S. W. Kuffler, donde se describió la existencia de células gliales que metabolizan macromoléculas y transforman con rapidez la glucosa en glucógeno.

Puche considera que a pesar de todos los esfuerzos que se han venido realizando por aclarar los mecanismos de funcionamiento de la sensibilidad trófica, quedan todavía numerosos interrogantes acerca de las funciones de la neuroglía, que justifican nuevas investigaciones. Todas ellas cabe contemplarlas desde la doctrina trófica iniciada conceptualmente por Turró y Pi i Sunyer. Una cosa se confirma cada vez con mayor claridad: que en los primeros estadios del desarrollo embrionario, la función trófica está poco diferenciada entre todas las células, que al parecer participan conjuntamente de los elementos nutricios. A medida que se produce la diferenciación de las estructuras, las neuronas se encargan de asumir funciones de comunicación, conservación, protección y reparación, que primariamente compartían todas las células. Y en los vertebrados superiores, la información acerca del estado químico y funcional de los tejidos es recogida y elaborada por el sistema nervioso.



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ArribaAbajoEstudios sobre el metabolismo de los crustáceos

La última etapa de la vida científica de José Puche se caracterizó por el retorno a la investigación de laboratorio, retomando una de las líneas de trabajo iniciadas en Barcelona, el estudio de los mecanismos fisiológicos de regulación metabólica, de la que formó parte su tesis doctoral dedicada al papel del sistema nervioso autónomo en la regulación de la glucemia. En el desarrollo de esta línea contó con la colaboración de un núcleo de jóvenes investigadores mexicanos, algunos de los cuales se iniciaron en el trabajo experimental bajo su orientación, entre los cuales se encontraban Yolanda Berdeja, D. López Quiroz, Baltasar Barrera Mera, A. Huberman, V. E. Valles, R. Pedroza y M.ª Eugenia Mendoza. Todos ellos trabajaron junto a Puche en las experiencias de laboratorio que constituyeron el núcleo de investigaciones en torno al metabolismo de los crustáceos, que hoy ha quedado como una de las líneas que se desarrolla en el Departamento de Fisiología de la UNAM, sostenida por uno de los fisiólogos más cercanos a la persona del maestro: Baltasar Barrera.

A propósito de la visita de investigación que Hugo Aréchiga realizó a mediados de los sesenta a California, con el fin de aprender las técnicas de trabajo experimental que allí se desarrollaban con crustáceos para aplicarlas al estudio de la transmisión neuronal, Puche se interesó por esta cuestión, con el fin de utilizar esos animales más sencillos para sus trabajos acerca de la regulación metabólica de la glucemia. Las técnicas aprendidas por Aréchiga sirvieron para iniciar una serie importante de trabajos que tenían como objeto de estudio un crustáceo habitual de la fauna de los ríos mexicanos, el acocil (Procambarus bouvieri).

A partir de su reincorporación al laboratorio en 1965, Puche participó activamente en las tareas de la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas y las actas de los congresos anuales reflejan claramente la aportación de su grupo al estudio del acocil. Hasta 1979, año mismo de su muerte, Puche y colaboradores publicaron veinticuatro comunicaciones con estudios sobre el metabolismo de los crustáceos, llevadas a cabo utilizando el acocil como animal de experimentación131. Comentaremos algunas de estas experiencias.

Las primeras experiencias sobre el metabolismo de los crustáceos iban encaminadas a estudiar la regulación de los hidratos de carbono. Así, en 1971, Puche y colaboradores presentaron tres comunicaciones al Congreso de la Sociedad. En la primera de ellas planteaban las curvas de tolerancia de glucosa en el acocil132 y el trabajo consistía en la inyección de una solución de glucosa al 5 %, a dosis de 1 mgr./gramo de peso -el peso de los acociles suele oscilar entre 12 y 30 gramos-, a los cuales se les extraía una muestra de hemolinfa al cabo de media hora y después tras una hora, dos y tres horas. Podía comprobarse una hiperglucemia   —104→   inmediata, que alcanzaba niveles de 200 a 300 mgr. % durante las dos primeras horas y que retornaba a valores basales al cabo de cinco a ocho horas.

Como consecuencia de las experiencias realizadas llegaron a la conclusión de que los mecanismos de captación y eliminación de la glucosa se verifican por dos vías principales: en primer lugar, la ósmosis a través del tegumento y de las branquias y, en segundo lugar, por un proceso hormonal-enzimático encargado de transformar la glucosa en polímeros que permitan su almacenamiento para la posterior utilización.

Otra cuestión que fue objeto de estudio es la influencia del glucagón sobre la glucemia del acocil133. La experiencia consistía en inyectar glucagón a través de la membrana artroidal y observar las consecuencias. Se producía de inmediato una respuesta glucemiante que persistía varias horas y cuya evolución constituía una curva semejante a la que se obtenía con la inyección de serotonina o adrenalina. Cuando las dosis inyectadas eran superiores a tres microgramos, la hiperglucemia podía ir acompañada de fenómenos de actividad motora que llegaban a provocar contracturas -al alcanzar los 10 microgramos- y determinar la muerte del animal.

Ante la incertidumbre del mecanismo de acción del glucagón sobre el acocil, Puche y Berdeja sugieren la posibilidad de que se verifique a través de una excitación neurohumoral sobre la glándula sinus, o por la activación de algún mecanismo enzimático-molecular capaz de liberar glucosa.

En un trabajo posterior, presentado en 1974 al Congreso de Sociedad Mexicana, celebrado en Toluca e Ixtapan, Berdeja, Pedroza y Puche revisaron los resultados obtenidos, con el fin de verificar la influencia de algunas condiciones experimentales. Obtuvieron una respuesta prácticamente idéntica en animales normales, mientras que en acociles destallizados se producía un efecto glucemiante más bajo. La conclusión de estas experiencias les permitieron descartar cualquier influencia de los otros componentes del preparado comercial utilizado sobre la evolución de la glucemia.

En colaboración con D. López Quiroz presentó Puche ese mismo año una comunicación sobre la disociación de los efectos glucemiantes de la desecación y de la asfixia en el Procambarus bouvieri134. La experiencia consistía en comprobar los efectos provocados por la permanencia del acocil fuera del agua entre una y dos horas, con la aparición consiguiente de fenómenos de asfixia y desecación.

En una primera parte de la experiencia se mantenía durante dos horas en seco a los crustáceos, a una temperatura de 23º C y una humedad atmosférica del 70 %. Al averiguar los valores de glucemia y peso corporal, se comprobaba que el peso había disminuido un 6 % respecto al valor inicial y, por el contrario, la glucemia se había incrementado nueve veces por encima de su valor básico, es decir, había pasado de ser de 3'7 a 27'2 mgrs. %, sin producirse alteración grave alguna. Al volverlos a sumergir en agua y tras un período de 30 minutos se determinaba un   —105→   ligero aumento de peso en relación con el nivel inicial, en tanto la glucemia seguía aumentando por encima del valor alcanzado tras la desecación.

Un año después, en el Congreso celebrado en 1972, Puche y López Quiroz aportaron nuevos datos acerca de algunos de los trabajos señalados. Para confirmar la hipótesis avanzada el año anterior sobre el hecho de que la eliminación de glucosa pudiera atribuirse a modificaciones de la osmolaridad o del volumen de la hemolinfa en los crustáceos sometidos a la experimentación, se plantearon la necesidad de precisar los valores de la concentración sanguínea135. Llevaron a cabo mediciones de la osmolaridad en diversas especies de crustáceos -Procambarus bouvieri, Procambarus Haffmani, Cambarellus montezumae y Cambarellus ptzcuarensis- y llegaron a la conclusión de que la osmolaridad se ve alterada por una serie de factores, como son la especie, el ayuno, la temperatura ambiental, el estado de madurez del individuo y el estado nutritivo.

También aportaron nuevas investigaciones sobre los efectos de la administración parenteral de diferentes concentraciones de glucosa en el acocil136. Siguiendo la serie de experiencias practicadas, al administrar parenteralmente la solución de glucosa al 3 %, a una dosis de 1 mgr./gramo de peso, se obtenían curvas de glucemia semejantes a las que se habían obtenido al 5 %, con la única diferencia de que resultaba mayor la cantidad de glucosa eliminada. Por su parte, la administración de soluciones hipertónicas, al 10 %, 20 % ó 50 %, se obtenían resultados muy variables, en función de las dosis y concentraciones empleadas, con un ritmo de eliminación proporcionalmente inferior en el caso de las dosis más elevadas.

Cuando las dosis administradas superaban los 4 grs./gramo de peso se producía una afectación del sistema nervioso y un cuadro patológico de afectación general, consistente en alteraciones respiratorias, exoftalmos, mayor excitabilidad motora y convulsiones. Este cuadro debido a un proceso de intoxicación persistía durante varias horas.

En 1973, el Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas celebró su XVI Congreso Nacional en Zacatecas y el equipo dirigido por José Puche presentó tres comunicaciones. La primera de ellas se basaba en las experiencias llevadas a cabo con Baltasar Barrera Mera sobre la conducta alimenticia del acocil137 tras haberle extirpado al animal el ganglio cerebroide. De forma determinante, la extirpación del ganglio cerebroide provocaba una voracidad extraordinaria, que no se ponía de manifiesto en aquellos acociles que habían conservado algún resto del ganglio extirpado. El mismo fenómeno se producía tras la sección de los nervios ópticos, de manera que la hiperfagia provocada quedaba inhibida al inyectar glucosa y parecía independiente de las tasas de glucosa en la hemolinfa.

Estos hechos llevaban a Barrera y Puche a concluir que la supresión de los centros nerviosos provoca en el acocil una hiperfagia, que puede inhibirse al   —106→   estimular determinados grupos neuronales aún no caracterizados, que modulan la actividad de los ganglios del aparato digestivo. En este conjunto de fenómenos, los autores opinan que la inhibición podría también deberse a la intervención de algún transmisor neuroquímico.

En esta línea de determinación de la influencia de determinados factores sobre las tasas de glucemia, Huberman, Berdeja, Valles y Puche comprobaron que los extractos de glándula sinusal de acocil, provocan en el propio animal una actividad hiperglucemiante138. Esta actividad podría en principio deberse a la influencia de una hormona presente en dicha glándula. Con objeto de verificar este supuesto y aislar, en su caso, la hormona responsable, llevaron a cabo una serie de experiencias encaminadas a determinar las características del elemento hormonal. Para ello sometieron el extracto a un tratamiento con pronasa y tras un ensayo in vivo verificaron la desaparición de la actividad hiperglucemiante, de donde cabía deducir que se trataba de una hormona de naturaleza proteica.

Por otra parte, el calentamiento a 80º durante tres minutos provocaba una disminución de su actividad y al extender la duración a quince minutos se producía la inactivación. Una tercera etapa consistente en el proceso de diálisis permitió determinar que la hormona presente en la glándula sinusal era un péptido de tamaño bastante grande.

Sobre el proceso de eliminación de la glucosa en las hiperglucemias experimentales provocadas en el acocil, Puche y López Quiroz aportaron nuevos datos en el Congreso de Zacatecas139. Ya en observaciones preliminares comunicadas en otros trabajos, habían establecido que existe una fase de eliminación rápida y otra de eliminación lenta, sin que el fenómeno general de la eliminación de glucosa dependiera directamente del valor absoluto de la hiperglucemia.

Al abordar estos hechos a la luz del análisis de la osmolaridad, pudieron determinar que la eliminación rápida no era atribuible a un desajuste osmolar y el período de tiempo en que ésta se producía quedaba circunscrito a los cinco primeros minutos de eliminación, excepto en soluciones del 50 %.

Tal vez la aportación más relevante al Congreso Nacional de Toluca e Ixtapan de la Sal, celebrado en 1974, fue el estudio de la conducta alimentaria del acocil, en estado normal y en estado de hiperfagia consecutiva a la destallización.140

En el caso del acocil normal situado en un ambiente natural, hasta un día o día y medio después de haber sido capturado, el animal no manifiesta reflejos de aprehensión ni apetencia por los alimentos que le son suministrados. Después de transcurridos dos días en estado de ayuno, un 60 % de los animales capturan los alimentos y después de haber practicado un detenido reconocimiento de los mismos, los ingieren. Al cabo de tres días va en aumento su actividad alimentaria y   —107→   entre el quinto y el decimoquinto día, todos los animales capturados ingieren ya los alimentos.

En los lotes acomodados en el laboratorio, pudieron observar que el ritmo de ingestión variaba en función de la actividad motora circadiana, en los períodos nocturnos, si bien el ayuno incrementaba la voracidad a cualquier hora del día. De igual manera, la saciedad presentaba variaciones individuales, los alimentos en mal estado eran rechazados de inmediato por todos los animales por un fenómeno de quimiosensibilidad, en tanto que la manipulación violenta inhibía la ingestión.

Las experiencias con animales destallizados consistían en someter al animal a la ligadura del tallo por debajo de la glándula sinus; con la maniobra se obtenía un 90 % de supervivencias sin un quebranto orgánico aparente. Previamente se había verificado que al someter al animal a un ayuno inferior a veinticuatro horas se producía un estado de inapetencia ante el alimento. Sin embargo, al cabo de diez a quince minutos de practicar la ligadura se desencadenaba una hiperfagia aguda, alcanzándose niveles de ingesta cercanos al 5 a 10 % del peso corporal. La falta de saciedad llegaba a producir en algunos casos un estallido del estómago a causa de la distensión.

La sensación de saciedad solía aparecer tras haber ingerido cantidades entre cuatro y seis veces superiores a las normales tras un ayuno prolongado y con posterioridad a ella se presentaba un estado de quietud, movimientos lentos, falta de respuesta a los estímulos y a veces incluso expulsión por la boca de los alimentos ingeridos, sin que aparezca pérdida de los reflejos locales.

Un año después, en el Congreso de la Sociedad celebrado en San Luis Potosí, Puche y Barrera continuaron con sus trabajos sobre la conducta alimentaria del acocil141 y, ya en una fase de mayor elaboración explicativa, llegan a la idea de que las condiciones alimentarias del crustáceo presentan mayor complejidad de la que cabría esperar en su escalón evolutivo. Las experiencias practicadas permiten determinar que su sistema nervioso no se limita a intervenir en la manifestación o supresión de los reflejos locales determinantes de la ingestión de alimentos, como lo demuestra el hecho de que la extirpación del ganglio cerebroide o de los tallos ópticos provoque una hiperfagia aguda. Esta idea viene también avalada por sus investigaciones más recientes: la extirpación bilateral de los lóbulos olfatorios produce una afagia indefinida; la hiperfagia aguda por destallización queda suprimida al desconectar los lóbulos olfatorios y, al mismo tiempo, la exéresis previa de los lóbulos olfatorios impide la hiperfagia por destallización. Los mecanismos íntimos de actuación del sistema nervioso deberían ser objeto de futuras indagaciones.

Éste fue uno de los aspectos desarrollados en el XIX Congreso Nacional, celebrado en 1976 en Durango, donde Puche, Barrera y Berdeja presentaron un estudio de los efectos de las lesiones provocadas en el sistema nervioso central del   —108→   acocil sobre la actividad neuroendocrina de la glándula sinus142. Se trataba de los resultados de una serie experimental encaminada a precisar los efectos que la supresión o el aislamiento de ciertas estructuras del sistema nervioso del acocil ejercían sobre el almacenamiento y la liberación de la hormona glucemiante de carácter peptídico, presente en la glándula sinus.

La técnica experimental empleada consistía en la práctica de lesiones quirúrgicas mediante la perforación circular en la región anteromedial del cefalotórax, con finos ganchos y hojas de acero, empleando un microscopio binocular de 40 d. de aumento.

Del trabajo se extraían cuatro conclusiones principales:

a) La exéresis completa del ganglio cerebroide provoca la supresión de la actividad neuroendocrina de la glándula.

b) Las lesiones localizadas en el tritocerebro y en el deutocerebro provocan los mismos efectos de supresión de la respuesta glucemiante.

c) La hemigangliectomía del ganglio cerebroide y las lesiones parciales o laterales producidas en él no afectan a la respuesta glucemiante de la asfixia.

d) Las lesiones de los lóbulos olfatorios y accesorios no alteran las respuestas de la glándula sinus.

En años sucesivos, los trabajos sobre el metabolismo del acocil se centraron más específicamente en el análisis de la influencia del tallo ocular sobre el metabolismo glucídico. Así, en 1976 Berdeja, Puche y Barrera aportaron los primeros datos acerca de la acción glucemiante de los extractos de tallo ocular en acociles previamente desprovistos de ganglio cerebroide o de tritocerebro.143 Ante la comprobación de que la inyección de extracto purificado de tallo provoca una respuesta glucemiante en el acocil normal, las experiencias consistían en verificar el mismo efecto en acociles destallizados, comprobándose que las respuestas, en este caso, eran mucho menores. De ello se deducía que en el tallo ocular existía un factor glucemiante específico. A modo de contraprueba se analizaban los resultados obtenidos con la inyección de extracto purificado de tallo ocular. En animales desprovistos de ganglio cerebroide o con lesiones del tritocerebro se producían respuestas glucemiantes de considerable amplitud y duración. Las dosis utilizadas no ofrecían respuestas uniformes y las diferencias obtenidas en cada caso, en opinión de los autores, bien podían deberse a la intervención de otros factores, probablemente de tipo enzimático, activados por la hormona en el proceso de liberación de la glucosa.

Al congreso celebrado un año después en México D.F., Berdeja, Mendoza y Puche presentaron una nueva comunicación sobre este tema, recordando que en experiencias anteriores habían comprobado que las respuestas glucemiantes dependen de la actividad neuroendocrina de la glándula sinus y de la integridad de las   —109→   estructuras neuronales conectadas con ella.144 Los extractos de tallo ocular son capaces de compensar la falta de respuesta glucemiante en los animales que han sido privados de ciertas estructuras.

En las experiencias practicadas observaban diferencias sustanciales en la respuesta glucemiante provocada por los extractos de tallo en los animales íntegros, en comparación con los destallizados. El período de latencia entre la inyección del extracto y la respuesta glucemiante sugiere una cadena de reacciones enzimáticas -el sistema fosforilasa- en los órganos blancos que liberan sustancias reductoras.

Una primera hipótesis que podría dar razón de las diferencias observadas en función de la dosis y de las circunstancias experimentales consistiría en atribuirlas a la aparición de factores limitantes de la acción enzimática y a la intervención de factores neuroendocrinos adicionales.

Con el fin de dar luz sobre esta cuestión, Puche, Barrera y Berdeja prosiguieron sus estudios acerca de las conexiones del sistema nervioso central del acocil con la actividad endocrina del tallo ocular.145 Las investigaciones iban en caminadas a establecer las relaciones entre las neurópilas146 constitutivas de los ganglios cerebrales y la actividad neuroendocrina de la glándula sinus. La técnica empleada consistía en practicar lesiones circunscritas y otras intervenciones quirúrgicas en algunos lugares específicos.

Los resultados obtenidos indicaban que la interrupción de ciertas conexiones neurales de distintas neurópilas con el sistema neuroendocrino sinusal determina la acumulación de las funciones de este sistema. Por otra parte, las lesiones circunscritas y las que sólo afectan a determinadas interneuronas seguían cursos variables de supresión funcional.

En el Congreso Nacional de Chihuahua, celebrado en 1978, Berdeja y Puche intentaron ofrecer una visión general acerca de la estimulación específica e inespecífica del sistema neuroendocrino del prosambarus bouvieri.147 Los experimentos practicados iban orientados a intentar corroborar afirmaciones anteriores, en el sentido de que las hormonas almacenadas en la glándula sinus presentan diferencias en su estructura molecular y en los efectos fisiológicos de los extractos purificados que las contienen. La secuencia de datos era la siguiente: los acociles producen respuestas glucemiantes ante estímulos, tanto específicos como inespecíficos. Los estímulos se liberan de forma constante para mantener la homeostasis y los ritmos biológicos del acocil. Los compuestos precursores de las hormonas se elaboran en los ganglios nerviosos y posteriormente son almacenados en la glándula sinus, de manera que es la acción del sistema nervioso al actuar sobre ella, lo que provoca su liberación, en función de las necesidades biológicas del momento.

  —110→  

Por su parte, los estímulos inespecíficos proceden de una amplia gama de acontecimientos vulnerantes, como por ejemplo la asfixia, las hemorragias, la sequedad, los traumatismos, los cambios físicos bruscos..., y de sustancias extrañas al organismo del animal, como proteínas heterólogas, compuestos químicos diversos u otras hormonas. Al introducirse todos ellos en el acocil provocan una estimulación de su sistema neuroendocrino, dando lugar a respuestas glucemiantes intensas y prolongadas.

Para diferenciar los estímulos específicos de los inespecíficos es preciso aplicarlos por igual en animales normales y en animales destallizados. En los primeros, los estímulos inespecíficos provocan respuestas glucemiantes típicas, mientras que en los destallizados no provocan respuesta alguna. Por su parte, la inyección de extractos purificados de tallo ocular provoca una respuesta glucemiante tanto en animales normales como en animales destallizados.

Por esa misma época, Puche y Mendoza prosiguieron los trabajos de 1972 sobre la presión osmótica del acocil, en comparación con otra especie de crustáceos: el cambarellus montezumae148. Las observaciones ahora aportadas pretendían determinar la presión osmótica de la hemolinfa en ambas especies. Sin embargo, los resultados de la medición se veían afectados por multitud de variables: el método de trabajo, la especie, la concentración del medio, la variabilidad físico-química de las muestras, la fase de muda, la influencia circadiana, el ayuno, la individualidad... En consecuencia, van limitando los planteamientos iniciales hasta ceñirse a una interpretación del metabolismo iónico de sus órganos y membranas, que sirve de modelo para explicar el problema.

En sus experiencias utilizaban un osmómetro de precisión y un osmómetro de vapor, cuyas características técnicas consideraban adecuadas. Comparando dos grupos de procambarus bouvieri y de cambarellus montezumae, se hallaban unos datos diferenciadores; la presión osmótica calculada en estado de premuda y tras un ayuno de cuarenta y ocho horas, indicaba un promedio de 428 mOsm/Kg en el acocil y de 448 mOsm/Kg en el cambarellus.

Las dos últimas aportaciones científicas de Puche se presentaron en el Congreso de Aguascalientes, celebrado en 1979, el mismo año de su muerte. Ambas significaban una prolongación de las experiencias ya relatadas. Con Berdeja y Barrera prosiguió los trabajos sobre los efectos de la sección de los nervios ópticos sobre el contenido de glucosa en la hemolinfa del procambarus bouvieri149 y, en síntesis, las experiencias aportaban indicaban que la sección bilateral de los nervios ópticos en el acocil no modifica significativamente los niveles de glucosa de la hemolinfa, durante los cuatro días siguientes a la sección, comportándose los acociles destallizados del mismo modo que los sanos ante los estímulos específicos.

Por su parte, la administración parenteral de extractos de tallo homólogo a los animales denervados provoca respuestas glucemiantes semejantes a las de los   —111→   acociles normales y los destallizados, al tiempo que el tallo de los animales denervados conserva su actividad hiperglucemiante varias semanas después de la denervación. Los nervios ópticos conectarían los centros nerviosos con el sistema orgánico-glándula-sinus.

Finalmente, con Yolanda Berdeja aportó una última contribución al estudio de las respuestas glucemiantes de los extractos de tallo ocular procedentes de distintas especies de crustáceos.150 Se trataba de un estudio bioquímico acerca de los efectos glucemiantes que produce la inyección de extracto de tallo ocular procedente de especies distintas. En este caso daban lugar a respuestas glucemiantes inespecíficas y en los animales destallizados no aparecía respuesta alguna. En ambos casos aparecían fenómenos de intolerancia y de toxicidad, cuya aclaración estaba todavía pendiente de trabajos ulteriores, basados en la purificación y fraccionamiento de la hormona hiperglucemiante.







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ArribaAbajoApéndice documental

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Doc. I: «Título académico correspondiente de la Real Academia de Medicina y Cirugía, de Barcelona, concedido a José Puche el 23 de enero de 1925». (Propiedad de la familia)

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Doc. II

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Doc. III

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Doc. IV: «Carta de Rubén Landa a José Puche, fechada el 27 de junio de 1938». (Archivo Histórico Nacional. Sección Guerra Civil. Salamanca)

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Doc. V:«Orden del día de la sesión de 21 de julio de 1938 de la Comisión Delegada de la Junta de Ampliación de Estudios». (Archivo Histórico Nacional. Sección Guerra Civil. Salamanca)

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Doc. VI:«Cartilla militar de identidad de José Puche como Coronel Médico provisional, expedida en Barcelona el 11 de junio de 1938» (Propiedad de la familia)

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Doc. VII:«Saluda de Federico Luchsinger Centeno a José Puche, de fecha 9 de diciembre de 1938, acerca de la utilidad de la leche de soja para la nutrición». (Archivo Histórico Nacional. Sección Guerra Civil. Salamanca)

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Doc. VIII:«Fragmento de la carta de Francisco Vicén a José Puche, de 22 de mayo de 1938, en la que le transmite la penosa situación del Instituto». (Archivo de la Guerra Civil. Salamanca)

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Doc. IX:«Pasaporte datado el 18 de febrero de 1939, con el que José Puche abandonó España». (Propiedad de la familia)

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Doc. X: «Autorización expedida por la Secretaría del Gobierno de México, el 22 de septiembre de 1939, autorizando a Puche el ejercicio de actividades remuneradas o lucrativas en calidad de Presidente del Comité Técnico de Ayuda a los Refugiados Españoles en México». (Propiedad de la familia)

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Doc. XI: «Carta de naturalización de Puche como ciudadano mexicano, expedida el 3 de septiembre de 1940». (Propiedad de la familia)

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Doc. XII: «Acta de la reunión celebrada el 11 de febrero de 1940 por los responsables de la colonia Santa Clara». (Archivo del SERE, México)

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Doc. XIII: «Carta de José Puche, como presidente de la Financiera Industrial y Agrícola, S.A.». (Archivo del SERE, México)

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Doc. XIV: «Carta de José Otero, Secretario General de la Casa de Cultura y Asistencia Social de la Habana, de 20 de abril de 1940». (Archivo del SERE, México)

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Doc. XV: «Hoja del libro de cuentas del Comité Técnico de Ayuda a los Refugiados Españoles, de 24 de septiembre de 1939». (Archivo del SERE, México)

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Doc. XVI: «Relación de componentes actuales de la Unión de Profesores Universitarios Españoles». (Procedente de la familia Puche)

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Doc. XVII: «Carta de Manuel Juárez a José Puche, en el día de su santo». (Propiedad de la familia)

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Doc. XVIII: «Carta de José Puche a Juan Barcia, de fecha 30-XII-72». (Propiedad de la familia)

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Doc. XIX: «Anuncio del acto celebrado en homenaje a Puche en la UNAM».

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Doc. XX: «Esquela de la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas». (Excelsior, 7 de diciembre de 1979)

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Doc. XXI: «Tarjeta de anuncio del homenaje rendido a Puche por la UNAM y el Ateneo Español de México».

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Doc. XXII: «Artículo de la Revista Internacional y Diplomática 10-XI-79», como consecuencia del fallecimiento de José Puche.



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