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ArribaAbajoEl exilio mexicano (1939-1979)

El desenlace de la contienda civil española y la crisis política y civil europea coincidió en México con uno de los períodos más fértiles de la joven historia de la independencia mexicana: la época del gobierno Cárdenas, felizmente recordada por cuantos se han acercado a la evolución histórica del país hermano73. Mediante la puesta en práctica de un proyecto sexenal de desarrollo que abarcaba el período de 1934 a 1940, el gobierno había diseñado un marco político y económico encaminado a consolidar la independencia y el grado de autonomía del país, reduciendo la presencia de empresas creadas con capital extranjero y procurando una reestructuración del potencial productivo74. Las directrices marcadas por el gobierno gozaron de un amplio respaldo popular y contaron con el apoyo general de las clases trabajadoras, en especial, obreros y campesinos. Su proyecto económico tenía como objetivo primordial la consecución de un relanzamiento del mercado interior mediante el fomento del poder adquisitivo de los trabajadores y el desarrollo de una industria autóctona.

Al mismo tiempo, la política exterior mexicana poseía un talante marcadamente progresista que han venido heredando, por lo general, los sucesivos gobiernos posteriores, y el propio Cárdenas demostró una indudable visión histórica al advertir de inmediato el efecto beneficioso que para el conjunto de la sociedad mexicana podía tener la acogida de los exiliados republicanos españoles. Como puso de manifiesto en el informe anual que presentó en 1939 ante el Congreso, sus expectativas acerca de la influencia beneficiosa que la acogida de los republicanos españoles tendría para el país trascendían los simples argumentos políticos y se basaban en la confianza de que significaría una importante contribución al desarrollo cultural y social de México. El tiempo se encargaría de darle la razón, hasta el punto de que hay mexicanos que consideran en la actualidad sin ambages   —58→   que en la historia mexicana la leyenda negra de la conquista española ha tenido como contrapeso el gran auge cultural y científico promovido por los republicanos en el exilio. La influencia de los exiliados españoles fue incluso reconocida en el Programa Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) de 1978:

En suma, las causas del avance científico y tecnológico registrado en México durante lo que va de siglo son: los cambios sociales producidos por la Revolución Mexicana, que rompió la rígida estructura de castas heredada de las épocas prehispánica y colonial; las masivas migraciones del campo a las ciudades y a las nuevas zonas de riego; la creación de muchas nuevas universidades, unas buenas y otras no tanto, de institutos y centros de investigación; el paso de varios miles de mexicanos por universidades extranjeras, y la llegada al país de miles de inmigrantes altamente calificados que buscaban refugio de las persecuciones nazi y franquista.75



Lo cierto es que en 1939 se inició una larga peregrinación para muchos miles de españoles. La experiencia del exilio fue, a pesar de la extraordinaria acogida de los mexicanos, desoladora y José Puche dio testimonio vivo de ello poco antes de su muerte:

... una experiencia muy dura. Porque yo me siento como si hubiera sido una planta que han arrancado de raíz; encuentro que mis raíces se están secando sin haber dado todo lo que podía haber dado como árbol, como planta, como persona...

... No comparto la opinión de Unamuno, aunque a veces la he citado, de que la patria es la tierra que pisas... la patria no la lleva uno en las plantas de los pies, la patria la lleva uno en la cabeza y en el corazón.76



Puche se cuidó muy bien de subrayar el talante especial del exiliado como hombre truncado en su biografía, arrancado de su mundo y del mundo de sus ideales, estableciendo el carácter radicalmente distinto del emigrante tradicional que viajó a América a hacer fortuna,

Un multimillonario que ha hecho millones en América o en Norteamérica no podrá ser nunca un refugiado, porque a donde va con su dinero es bien acogido, es atendido; pero el hombre que no pretende explotar a nadie y que tampoco se deja explotar, y está en una continua lucha social por conservar su identidad personal, su dignidad personal y, por qué no decirlo, sus gustos personales, en este sentido esa persona es una persona respetable. En cambio, el señor cuyo único interés es engrandecer su patrimonio o fastidiar a los demás, ése no es un refugiado en ninguna parte, sino un indeseable.77



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ArribaAbajoPolítica de ayuda a los refugiados españoles

La salida de España del gobierno republicano en marzo de 1939, tras el estrepitoso fracaso de las negociaciones de paz con el vencedor, llevó a la constitución en París de un gobierno en el exilio presidido por Juan Negrín. Desde el refugio parisino se tomó de inmediato la iniciativa de crear un organismo encargado de prestar apoyo a los refugiados y así surgió el SERE, Servicio de Evacuación de los Refugiados Españoles, que entró en contacto con el Gobierno de México -en especial con Fernando Gamboa- para atender las labores de asistencia a las primeras hornadas de exiliados que buscaban asilo en aquel país. Como consecuencia de esta iniciativa, Negrín encargó a Puche que se trasladara a México con la finalidad de organizar las primeras labores de asistencia y crear los medios adecuados para la inserción social y la subsistencia de los refugiados republicanos. Al propio tiempo, la Diputación Permanente de las Cortes Españolas fundó, también desde su exilio en París, otro organismo de carácter similar: la JARE -Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles- que debería desempeñar una función semejante, cuya administración se puso en manos de Indalecio Prieto. En definitiva, la creación de estas dos instituciones de ayuda a los refugiados constituía una primera señal de la división interna existente entre los republicanos.

Las tres primeras expediciones de refugiados españoles se trasladaron a México a bordo de los buques Sinaia, Ipanema y Mexique, mientras otros dos barcos ampliaban el contingente hacia otros países americanos. Sin embargo, al poco tiempo muchos de los refugiados en diversos países se dirigieron a México porque allí gozaban de una mejor acogida. Según estimaciones del propio Puche78 inicialmente fueron entre doce y quince mil los exiliados en México, cifra que pronto se vio considerablemente incrementada debido a la afluencia de gentes que procedían de Estados Unidos, Costa Rica, Colombia o Venezuela. Téngase en cuenta que en términos globales los refugiados republicanos acogidos en toda Hispanoamérica superaron la cifra de cuarenta mil. Su influencia en la vida universitaria, cultural y artística del continente americano tuvo una dimensión sin precedentes; sólo en México hubo más de un centenar de españoles que se incorporaron a tareas docentes e investigadoras en distintas universidades -sobre todo en la UNAM- los cuales crearon la Unión de Profesores Universitarios Españoles, a la que pertenecían muchas de las grandes figuras de la cultura académica española antes de la derrota79.

Un año después de su llegada a México, José Puche decidió adquirir la nacionalidad mexicana, con el fin de poder cumplir su labor de inserción social y sus tareas profesionales con plenos derechos laborales y de acuerdo con las leyes de trabajo vigentes en el país, que en aquellos momentos marcaban una limitación   —60→   importante al número de trabajadores extranjeros que podían permanecer en México. Él lo explicaba así:

Algunas personas, sobre todo los que tenían cierta significación política de importancia, o las que creían tenerla, conservaron su nacionalidad de origen con la idea (los hechos mataron muchas ilusiones), de que la República volvería pronto a dirigir los destinos políticos de España. Todo eso el tiempo lo ha borrado, las personas que aceptaron las realidades como tales realidades fueron las que acertaron. Desgraciadamente, la República todavía se ve un poco alejada de nuestras posibilidades, ya que la situación actual de España, aún siendo como parece más tolerable de lo que era cuando vivía el dictador, no deja mantener esperanzas de un cambio inmediato.

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Lo cierto es que durante los primeros años de su vida mexicana, Puche se dedicó plenamente a cumplir la misión encomendada por Negrín de acogida y asistencia a los refugiados políticos españoles que llegaban a México. Para cumplir adecuadamente esta misión, en el seno del SERE se creó en México un Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles, del que formaba parte José Puche, desde donde se llevó a cabo una encomiable labor de asistencia a la integración social y de promoción del trabajo. Su participación en estas tareas hizo que inicialmente, hasta el año 1943, estuviera alejado de la docencia universitaria estando incluso al frente de alguna de las empresas e industrias creadas por el Comité. No obstante, el tiempo hizo que se normalizara la situación; las empresas patrocinadas fueron, por lo general, un fracaso y Puche pudo volver con los años a ejercer como médico y como fisiólogo, aunque el resto de su vida nunca estuvo al margen de las instituciones y actividades desarrolladas por los refugiados.

El Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles puso en marcha de inmediato, gracias a las facilidades brindadas por el gobierno mexicano, una serie de iniciativas cuyo resultado se reveló de modo francamente desigual. Los proyectos iniciales se plasmaron en la creación de una serie de entidades empresariales, que pudieran dar trabajo y ayudar a la supervivencia y la inserción de los refugiados. Así se creó la Financiera Industrial Agrícola, S.A., que se ubicó en los terrenos de la Hacienda Santa Clara, en Chihuahua, comprados a tal efecto, y que, de entrada, pudo dar acogida a unas dos mil familias dedicadas preferentemente a labores agrícolas. Se fundó también la Cooperativa Pablo Iglesias, que era una empresa mixta creada con capital español y mexicano, dedicada a la construcción; la industria Vulcano S.A., de construcciones mecánicas, concebida como taller metalúrgico para la fabricación de maquinaria y tornos de precisión. El Comité creó también varias industrias de laboratorios químicos y farmacéuticos, una Cooperativa de Ahorro y Construcción y las Industrias Pesqueras S.A., entre otras iniciativas.

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Estas diversas realizaciones tuvieron un éxito y una pervivencia muy desigual, pero, en cualquier caso, cumplieron inicialmente su objetivo primordial que era garantizar la supervivencia y la inserción en la sociedad mexicana de los miles de exiliados que llegaban a México sin otro bagaje que sus destrezas personales. En todo ese despliegue jugó un importante papel la colaboración prestada por el entonces Ministro de Gobernación, Ignacio María Téllez, encargado por el gobierno mexicano de atender el tema de los refugiados. Además de las facilidades mencionadas, se les permitió también adquirir la doble nacionalidad, refrendando de ese modo el compromiso adquirido en su momento con la República Española, que había establecido la posibilidad de obtener la doble nacionalidad con países americanos de habla hispana.

El SERE, al igual que el JARE, contaba con el apoyo del Gobierno republicano en el exilio. Las ayudas de carácter económico al SERE llegaban a México a través de diversas entidades bancarias que, gracias a la colaboración del entonces Ministro de Hacienda, Francisco Méndez Aspe, José Puche se encargaba de depositar en el Banco Nacional de México. Estos fondos son los que permitieron crear una entidad financiera, la Financiera Industrial y Agrícola, con el fin de realizar inversiones para garantizar la ayuda a los refugiados. Ese fue el difícil papel que Puche se vio obligado a capitanear tras su llegada a México; el hombre de laboratorio implicado en los problemas sociales y políticos de su país se vio abocado a asumir, no sin esfuerzo, la función de hombre de negocios. Así se fundaron pequeñas, medianas y grandes industrias; pero la financiera creada por iniciativa de José Puche con el asesoramiento del Gobierno y de técnicos bancarios exiliados acabó al poco tiempo en el desastre. Según su propia opinión, la mayor parte de las iniciativas empresariales destinadas a dar cobertura laboral a los refugiados fracasaron por una falta notoria de reinversión, puesto que no se aportaron nuevos fondos aparte de los estrictamente fundacionales81.

Durante los años cuarenta, José Puche hubo de compaginar la ayuda directa a los exiliados con la atención a los problemas que debió afrontar el Comité Técnico de Ayuda a los Refugiados Españoles. Al constituirse en una de las figuras clave de la organización del exilio tuvo que asumir la dirección de los Laboratorios Industrias Químico-Farmacéuticas, creados por el Comité, y de la gerencia de la Financiera Industrial Agrícola, lo cual le mantuvo necesariamente alejado de la docencia y la investigación universitarias.

En la organización de la Colonia Santa Clara intervinieron J. Martí, Carlos Gaos, en calidad de presidente, y Díaz Marta. La finca de Chihuahua, tierra de secano, era, por sus características, esencialmente ganadera; pero, aun que se compraran los mejores tractores, el rendimiento que se podía obtener de la tierra era notablemente insuficiente para lograr que la enorme masa de población que allí trabajaba obtuviera unos beneficios suficientes para salir adelante.

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Junto a todos esos proyectos encaminados a garantizar trabajo a los exiliados se pusieron en marcha otros de carácter docente y cultural, cuya incidencia en la vida cultural y social mexicana fue notablemente mayor. Ya en 1938, un año antes de la finalización de la guerra española, se habían fundado algunas instituciones para la promoción de la cultura española como la Casa de España, con el fin de que los intelectuales pudieran reunirse y encontrar allí estímulos suficientes para proseguir su labor. Dos años después, la Casa de España pasó a denominarse Colegio de México y con ese mismo nombre ha subsistido hasta la actualidad.

Para cumplir idéntico cometido se crearon inicialmente diversos ateneos a la manera de los que tanto auge tuvieron en la España republicana. Algunos tenían un carácter estrictamente científico, como el Ateneo Ramón y Cajal, que inspirado en la figura del gran histólogo aragonés, se creó en 1941 como una asociación de médicos entre los que se encontraban, además de José Puche, el historiador de la medicina Germán Somolinos, Alberto Folch i Pi, el oftalmólogo Manuel Márquez, el cirujano Joaquín D'Harcourt, o el histólogo Isaac Costero. El Ateneo editó durante varios años (1941-1945) con carácter trimestral unos Anales de Medicina en cuya redacción colaboraron, junto a los antes mencionados, las figuras más señeras de la biomedicina española en el exilio mexicano, como es el caso de Rafael Méndez, Dionisio Nieto, o Jaume Pi i Sunyer.

Otras asociaciones culturales tuvieron un carácter más general, como en el caso del Ateneo Español de México, que ha constituido durante más de cuarenta años el lugar de referencia de los intelectuales españoles exiliados, cualquiera que fuera su edad o tendencia política, organizando todo tipo de actos culturales, reuniones, conferencias, exposiciones, homenajes, sesiones literarias o recitales musicales. El Ateneo Español recibió inicialmente el impulso personal de José Luis de la Loma y entre las personas que en sus comienzos ostentaron la presidencia se encontraban Joaquín D'Harcourt y José Puche. A pesar de ser regido inicialmente por algunas de las figuras más conocidas del exilio contó de inmediato con la colaboración de las generaciones más jóvenes en algunas de sus iniciativas. Incluso fueron ya hijos de exiliados quienes promovieron actividades de envergadura, como en el caso de la revista Las Españas, fundada por iniciativa de Manuel Andújar, José Ramón Arana, Anselmo Carretero y José Puche Planás, hijo de José Puche y uno de los más decididos impulsores de la publicación.

El extraordinario ambiente de inquietud cultural que se generó por parte de los refugiados dio origen a un sinfín de iniciativas que sacudieron el panorama mexicano. Por iniciativa española se fundaron las editoriales Séneca, Leyenda, Atlanta, Esfinge, Grijalbo, Joaquín Mortiz, Oasis, Xóchitl, cuya importancia y duración fue muy desigual, y no fue poca la influencia que tuvieron los refugiados españoles en la creación de Fondo de Cultura Económica, sin duda una de las editoriales más prestigiosas del panorama cultural hispano del siglo XX, donde se recoge la obra fundamental de algunos de nuestros transterrados.82

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Aparecieron también numerosas publicaciones periódicas, como La España Peregrina, publicación mensual dirigida por el poeta José Bergamín y editada por la junta de Cultura Española, que contó con la colaboración de figuras de gran prestigio. A pesar de su altura intelectual y de contar con la financiación inicial del SERE, sólo pudieron aparecer una decena de números y la revista desapareció. Romance, Cuadernos Americanas, Taller, el Hijo Pródigo, Rueca, Revista de Literatura Mexicana, Ciencia, Novedades, Anales del Ateneo Ramón y Cajal y Sala de Espera, esta última fundada por Max Aub, son otras de las revistas impulsadas por los exiliados. Pero, sin duda una de las de mayor significación, tanto por su duración como por sus colaboradores fue Las Españas, fundada inicialmente a partir de donativos aportados por particulares que querían participar de la iniciativa, cuyo título se cambió en 1957 por el de Diálogo de las Españas.

En buena parte de este aluvión de iniciativas participó José Puche; fue en su momento Presidente del Ateneo Español y aportó colaboraciones personales, bien en forma de artículos de opinión, de reseñas de libros, o bien con artículos de índole científico a algunas de las revistas antes mencionadas, como por ejemplo, Las Españas, Cuadernos Americanos, Ciencia o los Anales del Ateneo Ramón y Cajal. Pero de sus contribuciones científicas hablaremos en otro capítulo83.

Otra de las realizaciones más relevantes del Comité Técnico fue la creación de una serie de instituciones docentes destinadas a la formación primaria y secundaria de los hijos de los exiliados y, en general, de los niños y jóvenes mexicanos. Tanto la dirección como el profesorado estaban constituidos casi siempre por exiliados que habían tenido un protagonismo de primer orden en las reformas pedagógicas llevadas a cabo en la España republicana. A tal efecto se fundó el Patronato de Enseñanza Cervantes, que fue el promotor de diversas escuelas tanto en el Distrito Federal como en Tampico, Jalapa y Veracruz. La mayoría con el tiempo dejaron de ser fundaciones del Patronato y pasaron por lo general a manos de sus promotores, aunque algunos desaparecieron al cabo de algún tiempo. Durante la primera época se creó el Colegio Hispano-Mexicano Ruiz de Alarcón, el Colegio Madrid, fundado por el JARE con abundancia de medios, el Instituto Luis Vives y la Academia Hispano-Mexicana. Salvo el enunciado en primer lugar, los demás han subsistido con mayor o menor fortuna hasta nuestros días.

Como es lógico, los presupuestos que guiaron la organización y el funcionamiento de todas estas instituciones docentes estuvieron inspirados en la Institución Libre de Enseñanza. Si exceptuamos el Colegio Madrid, el que mayor influencia ha tenido en la formación de los hijos de los refugiados ha sido el Colegio Luis Vives, cuya concepción se inspiraba en el Instituto Escuela y cuya dirección estuvo en manos de profesores españoles directamente relacionados con la Institución Libre de Enseñanza. La práctica totalidad de los hijos de intelectuales exiliados que se hallaban en edad escolar recibieron su primera formación en el Colegio Luis Vives, que aún hoy conserva un excelente renombre en la sociedad mexicana.

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Gracias a todas las medidas de apoyo a la inserción social y a la colaboración inestimable del Gobierno Mexicano, los refugiados españoles se fueron paulatinamente integrando en la vida social y cultural mexicana. En el caso particular de José Puche, su inagotable dedicación a las labores de asistencia y ayuda a los exiliados hizo que durante los primeros años del exilio no pudiera desarrollar otra labor que la de estímulo a los proyectos señalados. Poco a poco, a partir del año 1943 pudo ir incorporándose de nuevo a sus tareas profesionales, como profesor de fisiología en el Instituto Politécnico Nacional y a labores de asistencia médica, que de modo casi siempre gratuito dedicaba especialmente a los refugiados.

Mientras tanto, su familia arraigó definitivamente en México. Su hijo José, que había cursado la enseñanza secundaria en Valencia e incluso se había llegado a incorporar al frente de guerra, estudió ingeniería química en la UNAM y además de participar activamente en las iniciativas culturales promovidas por los refugiados se incorporó como ingeniero al mundo de la industria. Sus hijas Dolores y Carmen concluyeron sus estudios en México, la primera en letras españolas, trabajando durante un tiempo como profesora de español en Norteamérica y la segunda en psicología. Del matrimonio de ésta con Jorge Serra, hijo del que fuera en su día Rector de la Universidad de Barcelona, también emigrado a México, nacieron dos hijos, Jaime José y M.ª Carmen Serra Puche, quienes en la actualidad desempeñan una posición muy relevante en la vida política y académica mexicana84.

Los primeros años del exilio estuvieron plagados de problemas no sólo de índole social o económico, sino también de contenido político. Algunos de ellos salpicaron muy directamente a José Puche, como en el denominado Caso del Vita, que tanta tinta ha hecho correr en los últimos años85. Lo cierto es que José Puche se había trasladado a México desde París por mandato explícito de Negrín, como representante del Gobierno Español en el exilio y del SERE, con instrucciones muy precisas para atender a los refugiados. Entre ellas se encontraba la de hacerse cargo de un buque denominado Vita, que debía arribar a las costas mexicanas con un cargamento importante de joyas, dinero, obras de arte y objetos de valor. Su misión consistía en tomar posesión de la embarcación al llegar ésta a Veracruz y esperar nuevas órdenes antes de desembarcar la mercancía transportada. La intención del Gobierno Republicano era la de trasladar el cargamento a México en espera de poderlo utilizar en una negociación con el general Franco, y caso de que ésta hubiera tenido éxito devolverlo a su origen. Pero las circunstancias no permitieron a Puche llevar a buen fin la misión encomendada. Indalecio Prieto, como máximo representante del JARE, valiéndose de sus buenas relaciones con   —65→   miembros del Gobierno Mexicano se adelantó a la operación prevista por Negrín. Consideró que el gobierno había abandonado el cargamento y se hizo cargo del mismo, que fue trasladado en buena parte al domicilio particular del segundo secretario de la Embajada Española, Sr. Argüelles.

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José Puche durante su etapa de estudiante en Barcelona

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Portada de los Treballs de la Societat de Biologia, publicados por el Institut d'Estudis Catalans

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José Puche, A. Pi i Sunyer y R. Carrasco Formiguera, en 1929

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En el centro de la foto, José Puche, rodeado de compañeros en el Hospital de Andújar, en octubre de 1938

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Puche, Folch i Pi, Mira y d'Harcourt, cuatro figuras representativas del exilio científico español en México

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Caricatura de José Puche, en 1953

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José Puche en una reunión del curso para profesores de fisiología, en el Departamento de Fisiología de la UNAM. A su izquierda, Hugo Aréchiga

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Retrato de José Puche, dibujado por la pintora valenciana residente en México, Manuela Ballester

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El matrimonio Puche Planás con dos de sus hijos

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Portada del trabajo de Puche Sobre el hambre en Europa, publicado en 1940

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Puche en el laboratorio de fisiología, junto a una de sus colaboradoras, Yolanda Berdeja

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Busto de Santiago Ramón y Cajal, donado por José Puche a la Universidad de Valencia

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Acto de colocación de la lápida con el nombre de Puche en uno de los laboratorios del Departamento de Fisiología de la UNAM

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José Puche, en los últimos años de su vida

Cuando José Puche se presentó para tomar posesión del barco, éste ya había sido desembarcado. Ante el conflicto interno planteado, el Gobierno Mexicano quiso mantenerse al margen del asunto, y Puche, tras mantener conversaciones con los implicados en el desembarco y valorar la gravedad del tema decidió, antes de tomar ninguna decisión, esperar nuevas órdenes del Gobierno. Poco después fue el propio Juan Negrín el que se trasladó a México.

Según se afirma, como consecuencia del desembarco del Vita se abrieron cajas con joyas pertenecientes a particulares y al Estado, monedas, reliquias y objetos de gran valor artístico86. La intervención de personas ajenas a las designadas por el Gobierno de la República pudo originar que el cargamento diera lugar a negocios particulares poco legítimos.




ArribaAbajoLa participación en la docencia universitaria: el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

La influencia de los intelectuales españoles exiliados en la vida cultural y académica mexicana fue, desde el primer momento, inestimable. Baste recordar que muchas de las grandes figuras del arte y de las letras españolas de nuestro siglo llevaron a cabo total o parcialmente su obra en México. Nombres como los de Luis Buñuel, José Gaos, Josep Renau, Max Aub, María Zambrano, Américo Castro, Jorge Guillén o León Felipe, por citar sólo unos cuantos, son un claro testimonio de ello. Pero no sólo en el mundo de las letras o de las artes la influencia española fue determinante; también lo fue en el ámbito científico. Y ello no deja de ser paradójico en el caso de un país como el nuestro en el que, polémicas sobre la ciencia española aparte, se sigue teniendo la idea de que siempre ha estado al margen de la vanguardia en el cultivo de la investigación. Si este tópico puede considerarse cierto en determinados periodos históricos -en los que con rigor habrá que valorar los factores condicionantes de tipo social e ideológico que los determinaron-, también lo es que en los escasos períodos de la historia española en que el cultivo de la ciencia ha gozado de mayor libertad y apoyo institucional, los científicos españoles han alcanzado el máximo nivel87. Ese fue el caso de la ciencia española durante las cuatro primeras décadas de nuestro siglo.

Pero, dejando al margen tópicos que sólo un análisis histórico riguroso deberá valorar en su justa medida, lo cierto es que la influencia del exilio español en las   —66→   universidades mexicanas fue verdaderamente revolucionario. Ya en los años cuarenta se creó la Unión de Profesores Universitarios Españoles en México, a la que pertenecían más de un centenar de miembros, entre ellos figuras tan conocidas del mundo de las ciencias y las letras como Justino de Azcárate, Pere Bosch Gimpera, Blas Cabrera, Rosendo Carrasco Formiguera, Américo Castro, Isaac Costero, José Gaos, Francesc Giral, Jorge Guillén, Felipe Jiménez Asúa, Juan Madinaveitia, Rafael Méndez, Antonio Moles, Tomás Navarro Tomás, José María Ots Capdequí, Jaume Pi i Sunyer, José Puche Álvarez, Wenceslao Roces, Claudio Sánchez Albornoz, Germán Somolinos o María Zambrano. Todos ellos ejercieron la docencia en universidades mexicanas, mayoritariamente en la UNAM88.

Después de cuatro años dedicado exclusivamente a la labor de acogida de los refugiados, José Puche intentó rehacer su vida académica y profesional. Su formación, huelga recordarlo, había estado consagrada plenamente a la investigación experimental, a la que había dedicado todos sus esfuerzos a lo largo de su primera etapa en Barcelona y durante los primeros años de su vida en Valencia. El advenimiento de la II República y la gestión universitaria como Rector de la Universidad de Valencia en los años difíciles de la Guerra Civil le habían mantenido forzosamente alejado del laboratorio. La recuperación del tiempo perdido en un contexto académico y en una situación personal tan diferentes no fue una tarea sencilla. A diferencia de quienes se trasplantaron a México y allí consiguieron seguir ejerciendo las labores que desempeñaban poco antes en España, la incorporación de Puche a la vida académica mexicana no fue inmediata ni estuvo tampoco exenta de vicisitudes.

A lo largo de los años veinte había tenido lugar en México un amplio movimiento de renovación en el seno de la enseñanza y el cultivo de las distintas ramas de la medicina. La renovación alcanzó al ámbito docente y a la creación de nuevas instituciones para la enseñanza médica, que incorporaban el desarrollo imparable del especialismo médico. Al mismo tiempo había tenido lugar un lento proceso de actualización de conocimientos mediante la difusión informativa a través de la creación de revistas especializadas, sobre todo en la capital, pero también en otras ciudades del país89. El líder indiscutible de este movimiento renovador y principal impulsor de la reforma había sido Ignacio Chavez. Se puede afirmar, por consiguiente, que la llegada de médicos españoles al iniciarse la década de los años cuarenta y su incorporación a la vida académica se engarzó perfectamente con la idea de modernización vigente en aquel país y con la mentalidad de transformación de la realidad científica. Estos ideales fueron también ampliamente impulsados en México por los republicanos españoles.

En el caso del cultivo de la fisiología experimental, desde los años veinte José Joaquín Izquierdo había quedado al frente del recién creado laboratorio de fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma   —67→   (UNAM). Hombre de vocación más proclive a la teorización y a la especulación histórica que al laboratorio, a pesar de no haber desarrollado una obra experimental de relieve, Izquierdo gozaba de una enorme influencia entre el mundo médico mexicano. En tales circunstancias, la primera incorporación de José Puche a la docencia universitaria se produjo en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), donde impartió cátedra de fisiología entre 1943 y 1946.

El IPN había sido fundado pocos años antes, en 1937, y en su seno se había creado una Escuela de Medicina Rural, de cuyas enseñanzas formaba parte, lógicamente, la fisiología. Esta circunstancia y la progresiva incorporación de los refugiados al mundo mexicano le permitieron compaginar una doble dedicación: la de ejercer como clínico en la asistencia a los enfermos y la de docente de la disciplina que durante tantos años había cultivado.

Su paso por la Escuela de Medicina Rural fue relativamente corto. En 1947 fue nombrado profesor de fisiología de la Escuela de Medicina de la UNAM, donde impartió cátedra de fisiología general hasta 1958, año en que fue suprimida la asignatura al modificarse el plan de estudios, y de fisiología humana con algunos elementos de fisiología general entre 1958 y 1965, fecha de su jubilación. El programa de «Fisiología general» había sido propuesto en 1944 por Alberto Guevara Rojas, uno de los profesores del Departamento, y aportaba como principal novedad la incorporación de la actividad de las estructuras vivas concebidas como transformaciones energéticas y materiales sujetas a las leyes físicas y químicas, dando así contenido al programa que ya en el siglo XIX lanzara el fisiólogo francés Claude Bernard. En la revisión que el programa experimentó en 1955 participó Puche, pero un año después la asignatura fue suprimida del plan de estudios de medicina.

En 1959 recibió el encargo del Departamento de seleccionar a los estudiantes que debían colaborar en la docencia práctica de laboratorio y desde 1960 hasta su jubilación presidió la comisión de fisiólogos encargada de revisar y actualizar los contenidos del programa teórico y de las prácticas de laboratorio. Con ese motivo organizó en 1965 un curso de formación docente para profesores de fisiología que gozó de una excelente acogida. A partir de su jubilación y hasta el momento mismo de su muerte, Puche obtuvo un contrato como investigador en el mismo Departamento de Fisiología de la UNAM.

Durante su etapa como profesor de fisiología -como «maestro» dirían sus colegas mexicanos- su dedicación estuvo preferentemente consagrada a la docencia y a labores de organización y renovación de los contenidos de los programas de fisiología. Según el testimonio de quienes fueron sus discípulos mexicanos, el enorme atractivo de sus planteamientos docentes le hicieron gozar de notable popularidad entre los estudiantes, lo cual despertó no pocas vocaciones hacia la investigación fisiológica. Algunos de sus discípulos ocupan hoy puestos de primer orden en la experimentación fisiológica mexicana y en la docencia universitaria.

Entre ellos cabe citar a Baltasar Barrera Mera, hoy profesor de fisiología en la UNAM, Yolanda Berdeja, con quien retomó algunas de las líneas de investigación   —68→   iniciadas en su etapa de Barcelona, Augusto Fernández Guardiola, investigador en el Instituto Mexicano de Psiquiatría, y Hugo Aréchiga, hoy investigador y jefe del Departamento de Fisiología, Biofísica y Neurociencias del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del IPN, creado por el célebre fisiólogo Rosenthal, y uno de los investigadores mexicanos más destacados en el estudio de la transmisión del impulso nervioso. Con su colaboración tradujo Puche al castellano el Tratado de Fisiología de Philip Bard90 y sus inicios en la investigación experimental marcaron la trayectoria investigadora posterior de Puche.

Aréchiga era uno de los discípulos más destacados de Puche y antes de concluir sus estudios, ya enrolado en el Departamento de Fisiología de la UNAM, tuvo ocasión de gozar de una beca de un año para la iniciación a la investigación en el California Institute of Technology. La intención fundamental de aquella visita era la de aprender una técnica de investigación que aportaba la utilización de cierto crustáceo para el estudio del funcionamiento neuronal. A raíz de ese aprendizaje introdujo Aréchiga en México la utilización del Acocil (procambarus bouvieri) como animal de experimentación, lo cual sirvió a Puche y sus colaboradores para iniciar una línea de investigación original en torno al estudio del metabolismo de los glúcidos, utilizando al acocil como animal de experimentación. Hugo Aréchiga trabajó después como científico visitante en el Departamento de Biología Marina de la Universidad de Liverpool y ha dedicado los últimos años con su equipo a la investigación de aspectos relacionados con la neurofisiología comparada y la cronobiología. El ritmo circadiano en neuronas individuales y el acoplamiento hormonal entre las estructuras que generan ese ritmo y los elementos neuronales en crustáceos, son las líneas preferentemente por él desarrolladas.

Al fundarse en enero de 1952 la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas y celebrar ese mismo año su primer congreso nacional, José Puche fue uno de los once miembros elegidos para formar parte de la Sociedad, con los que, junto a los diecinueve socios fundacionales, contó el primer año de vida con un total de treinta socios. La dedicación a las tareas de organización de los congresos anuales llevados a cabo por la Sociedad fue otra de las constantes de su vida académica y científica mexicana. Su experiencia, buen criterio y perfecto dominio del idioma hizo que desde el primer momento fuera elegido Presidente de la Comisión Editorial de la Sociedad, encargada de la revisión y publicación de las actas a que daban lugar los congresos nacionales celebrados anualmente, y además cabeza visible de la Comisión Científica, encargada de la selección de trabajos presentados. Esta dedicación a las tareas organizativas de la Sociedad hizo que en 1976 ésta decidiera dedicar en su honor el congreso nacional que se celebró en la ciudad mexicana de Durango.



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ArribaAbajoLabor asistencial y retorno a la investigación

La labor médica asistencial a los refugiados españoles es otra de las constantes de la vida mexicana de José Puche desde mediados de los años cuarenta. En esta tarea coincidió con otros médicos exiliados en 1939. No olvidemos que la cifra de médicos republicanos exiliados en México fue muy elevada, en torno a los quinientos, lo cual suponía de hecho que durante los años cuarenta aproximadamente la décima parte de los médicos en ejercicio en el país eran españoles91.

Algunos de ellos se incorporaron, como Puche, a la docencia universitaria de la medicina en la UNAM, como es el caso de Ramón Pérez Cirera, el pediatra Jesús de Miguel y Lancho, Capella, el farmacólogo Rafael Méndez, el histólogo Isaac Costero o el fisiólogo Jaume Pi i Sunyer. Otros prosiguieron en México su trabajo en laboratorios farmacéuticos del país, hasta el extremo de que cerca del 90 % del personal médico y de los altos responsables de dichos laboratorios eran españoles, en los años cuarenta.

Muchos de ellos se agruparon en torno al Ateneo Ramón y Cajal y de su acción coordinada surgieron numerosas iniciativas relacionadas con la asistencia médica. Crearon un sistema de sociedades de mutualistas a semejanza del sistema de igualas vigente en España durante la República y en base a ese modelo de colectivización asistencial fundaron diversos centros, entre los que cabe mencionar el Centro Médico de Especialidades Santiago Ramón y Cajal, el Centro Médico Farmacéutico, la Benéfica Hispana y la Clínica Barsky, todos ellos destinados a brindar atención médica gratuita a los refugiados políticos españoles. Lo cierto es que cumplieron en la medida de sus posibilidades este cometido, si bien incidieron relativamente poco en mejorar las condiciones de salud del conjunto de la población mexicana.

Una de las características más destacadas del conjunto de los médicos españoles exiliados -de la que también participó José Puche y, según los testimonios recogidos, de forma muy especial- fue su absoluta disponibilidad desinteresada a brindar asistencia a sus compatriotas. Desde una perspectiva institucional desempeñó un papel destacado la Clínica Barsky, que había sido fundada por el médico homónimo, que había luchado en la Guerra de España formando parte de las Brigadas Internacionales. En ella se prestaba asistencia médica a cualquier refugiado español, si bien su proximidad al Partido Comunista de España hizo que fueran los afiliados a este partido quienes recibieran atención de modo más específico. Bastante semejante fue la labor desarrollada por la Benéfica Hispana, promovida por un grupo de médicos del Partido Socialista Obrero Español, a la cabeza de los cuales se encontraba el cirujano Joaquín D'Harcourt.

La participación de Puche se centró en el apoyo a estas iniciativas desde su posición en el Comité Técnico de Ayuda a los Refugiados Españoles, pero no llegó a vincularse profesionalmente a ninguna de estas instituciones, lo cual no fue   —70→   obstáculo para que, en calidad de médico de cabecera, prestara sus servicios hasta el final de sus días sin contrapartida económica alguna a una buena parte de sus amigos exiliados. Es probablemente esta faceta de su personalidad la que todos cuantos le conocieron recuerdan con mayor cariño y devoción.

Pero José Puche no había sido nunca en sentido estricto un clínico y la asistencia médica, aun ocupando una parcela importante de su tiempo, no podía colmar plenamente sus inquietudes y aspiraciones científicas, de ahí los esfuerzos por incorporarse a la vida universitaria. Pero, sin duda, precaria podía ser su dedicación a la investigación cuando tenía que atender tantos frentes. Las numerosas obligaciones con los demás que llenaron su vida impidieron que pudiera desarrollar durante su etapa de profesor de fisiología una labor sistemática de investigación y fue precisamente después de jubilarse en 1965 cuando reanudó una dedicación continuada al laboratorio de fisiología, que se había visto forzado a abandonar casi treinta años antes. Mucho es el tesón que hay que tener para emprender a los sesenta y nueve años unos proyectos científicos como los que Puche emprendió. Fue entonces cuando vivió con plenitud la dedicación al laboratorio, que compartió ocasionalmente con otras actividades académicas y con las tareas de la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas.

Entre 1968 y 1970 se encargó nuevamente de la dirección y organización de sendos Cursos para la Formación de Profesores de Fisiología. Poco después, en 1972, fue elegido por el Departamento coordinador de las actividades de investigación y se le designó la preparación del personal académico y la supervisión de la enseñanza impartida a los aspirantes al grado de maestro y de doctor. Con tal motivo participó activamente en las tareas del Consejo de Profesores Investigadores de Ciencias Biomédicas de la UNAM desde 1974, del que ejerció como secretario (1976) y como presidente (1978). Entre otras actividades desarrolladas por el Consejo, Puche participó en la elaboración de un Reglamento de funcionamiento interno (1977) y en la reforma de los estudios de tercer ciclo para maestros y doctorados.

Las reformas docentes introducidas llevaron a una organización basada en una combinación de enseñanzas teóricas y prácticas de laboratorio distribuidas del modo siguiente: las sesiones teóricas de fisiología se impartían en tres turnos de ocho horas semanales cada uno, a lo largo de dieciséis semanas. Durante los años setenta el Departamento de Fisiología contaba con una plantilla de diecinueve profesores, quienes, además de la docencia teórica realizaban entre dieciséis y veinte prácticas de laboratorio en grupos de cinco o seis estudiantes, que se agrupaban en torno a una mesa de prácticas y compartían el instrumental. El programa docente se encontraba coordinado con las enseñanzas de bioquímica, anatomía, histología y embriología, con el fin de evitar repeticiones innecesarias o lagunas en los contenidos.

En cuanto a los métodos de evaluación, se decidió que para poder pasar la materia los alumnos debían acreditar al menos el 80 % de asistencia a las prácticas, de cuya realización cada cual debía realizar y entregar un informe, y cuyo   —71→   rendimiento era valorado en un 40 % de la calificación final. El otro 60 correspondía a la calificación obtenida en los tres exámenes parciales que se realizaban a lo largo del curso.

Por otra parte, el puesto de investigador contratado hizo plantearse a Puche el desarrollo de una nueva línea de investigación experimental. Las técnicas importadas por Aréchiga de los Estados Unidos le permitieron retomar una de las líneas que con mayor fervor había desarrollado durante su juventud: el estudio del metabolismo de los glúcidos, ahora en un crustáceo de la fauna mexicana, el acocil. Para desarrollar sus trabajos de laboratorio contó con la asidua y fiel colaboración de dos jóvenes investigadores: Yolanda Berdeja y Baltasar Barrera. Este último continúa aún en la actualidad con la línea de trabajo iniciada junto a su maestro.

Los últimos años de la vida científica de Puche volvieron a estar marcados por la fecundidad, ya que los trabajos de experimentación dieron como fruto la publicación de más de una veintena de comunicaciones a los Congresos Nacionales de la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas. Según palabras del propio Aréchiga, el grupo de Puche es el único en la investigación fisiológica actual que viene desarrollando estudios de investigación sobre el metabolismo de los glúcidos en artrópodos.

Plenamente instalado en la vida científica y cultural mexicana, José Puche contempló con desconfianza los acontecimientos políticos que se desarrollaron en España tras la muerte del general Franco. Durante sus cuarenta años de exilio -la mitad de su vida transcurrió en México- siguió estrechamente vinculado a España y como español exiliado vivió siempre en el país hermano, a pesar de su temprana naturalización mexicana. En ningún momento se interrumpieron los contactos con sus amigos que habían permanecido en España, como lo testimonia la correspondencia que mantuvo con algunos de ellos92 y a la cual hemos podido tener acceso gracias a la inestimable colaboración de su hijo José Puche Planás. Según se desprende de sus propias palabras93, la desilusión fue el sentimiento que le invadió al comprobar que la muerte del dictador era acompañada por una masiva condolencia de los ciudadanos, que le rodearon de su consideración y de amplios honores. En su opinión, los estragos causados en la sociedad española por casi cuarenta años de franquismo serían un duro tributo del que tardaría mucho tiempo en poder recuperarse.

A pesar de la lógica tentación de regresar a España, siquiera fuera de visita, que se le planteaba tras la muerte del vencedor, José Puche se resistió a regresar porque jamás llegó a creer en un verdadero proceso de democratización interna. Consideraba que las mismas estructuras que habían mantenido durante tantos años el estado represivo seguían vigentes e impedían una verdadera transformación. En la   —72→   tradicional polémica desatada tras la muerte de Franco entre ruptura y transición, José Puche sólo apostaba por la ruptura y ésta no se produjo. La pervivencia de los recuerdos de la Contienda Civil seguía provocando en él una visión radical y dolorosa, porque el vencedor «acalló en un baño de sangre al pueblo español, que tardará mucho tiempo en reponerse, acrecentó el resentimiento, no solamente de los perseguidos, sino ahora de los perseguidores y, en fin, dejó a España en una situación lastimosa»94.

Por todo ello decidió, a diferencia de otros exiliados, mantenerse firme en su exilio republicano y no aceptar la tentación ni las invitaciones formales que en su momento se le cursaron para que regresara. Cuando, en la entrevista que María Luisa Capella le realizó en México para el Archivo de la Palabra, la entrevistadora le interrogó acerca de la posibilidad de que regresara a Valencia, donde se encontraban algunos de sus mejores amigos, Puche respondió:

... lo más que podría volver es a dar una o más conferencias en la Universidad de la que fui durante varios años profesor y rector. Incluso me comprometí hace un año, aunque fue de modo amistoso, a dar una conferencia en la Universidad y a leer mi discurso de ingreso en la Academia de Medicina de Valencia. No sé si podré cumplir estas promesas, aunque las hice en firme. Si tengo salud y fuerzas, cumpliré con mis amigos de Valencia.95



Cuando aparecieron publicadas estas palabras, José Puche ya había fallecido y no pudo ver realizadas sus esperanzas. La víspera de su muerte, acaecida el 3 de noviembre de 1979, había desarrollado con normalidad su trabajo en el laboratorio de fisiología de la UNAM. Poco antes había expresado su deseo de donar a la Universidad de Valencia el busto de Santiago Ramón y Cajal que presidía las sesiones del antiguo Ateneo Ramón y Cajal de México. Su hijo se encargó de cumplir ese deseo; se puso en contacto con las autoridades académicas valencianas y hoy el busto de Cajal donado por Puche se encuentra en la Biblioteca y Museo Historicomédicos de la Universidad de Valencia. También hizo donación de su biblioteca científica a la UNAM, la cual engrosó los fondos de la excelente biblioteca fisiológica que ya había ido configurando José Joaquín Izquierdo.

La prensa mexicana se hizo amplio eco del luctuoso acontecimiento y la noticia llegó a salpicar las páginas de alguna publicación valenciana. La Universidad Nacional Autónoma de México y la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas le expresaron su testimonio de condolencia a través de sendos homenajes celebrados pocos meses después. El número de marzo de 1980 del Boletín de la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas estuvo consagrado de forma monográfica a glosar la figura del maestro desaparecido, recogiendo las intervenciones llevadas a cabo en el acto celebrado en su homenaje el 10 de diciembre de 1979 en la Escuela de   —73→   Medicina de la UNAM96. La introducción corrió a cargo de Julio Muñoz, antiguo alumno del Instituto Luis Vives y discípulo de Puche en la Escuela de Medicina de la UNAM, y la personalidad científica y humana de Puche fue glosada con cariño y fervor por sus compañeros y amigos Alberto Guevara Rojas, Dionisio Nieto y Hugo Aréchiga.

Varios años más tarde, en junio de 1987, el Departamento de Fisiología decidió celebrar un acto en el que se rindiera homenaje a quienes habían sido los grandes maestros de la fisiología en la UNAM: José Joaquín Izquierdo, José Puche Álvarez, Roberto Folch y Alberto Guevara Rojas. Con motivo del homenaje, el Comité Técnico encargado de la organización acordó que a la Sala de juntas y a tres de los laboratorios del Departamento de Fisiología se les pusiera los nombres de los cuatro personajes homenajeados. Con tal motivo, el profesor del Departamento, Enrique Gijón Granados, leyó unas palabras de presentación de José Puche en el acto de colocación de una placa en la que se asignaba su nombre a uno de los laboratorios del centro.

Tras una vida de lucha callada en la sombra, la muerte le aportaba así el reconocimiento a una trayectoria vital marcada por la fidelidad a unos firmes principios.





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ArribaAbajoLa obra científica

La trayectoria científica de José Puche Álvarez se desarrolló a lo largo de dos etapas claramente diferenciadas, separadas por el desencadenamiento de la contienda civil y los primeros años del exilio en México. Su formación científica y experimental al lado del grupo fisiológico catalán dirigido por August Pi i Sunyer y el desarrollo de su trabajo de doctorado en el Laboratorio de Fisiología de la Junta para Ampliación de Estudios, dirigido por Juan Negrín, marcaron la orientación de sus principales líneas de investigación en los primeros años: el funcionamiento del sistema nervioso autónomo y los mecanismos fisiológicos de la regulación de la glucemia. Pero su retorno a la investigación, ya en los últimos años de su vida, no fue ajena a las líneas emprendidas en España y tras algunas contribuciones teóricas acerca de problemas científicos de actualidad, el regreso al laboratorio estuvo marcado por la recuperación de los estudios acerca del metabolismo de los crustáceos, con atención especial a los mecanismos de regulación del metabolismo de los hidratos de carbono. A continuación pasamos a analizar las principales aportaciones de Puche a todos estos ámbitos.


ArribaAbajoPrimeros trabajos experimentales: sobre la influencia de la compresión de las vísceras pelvianas y abdominales en la secreción renal

La primera publicación científica de José Puche apareció editada en 1921, en colaboración con Jesús María Bellido Golferichs, en los Treballs de la Societat de Biologia bajo el título de «Efectes de la compressió de les vísceres pelvianes i abdominals sobre la secreció renal»97. El trabajo recoge los resultados de tres series experimentales practicadas sobre perros a los que se había anestesiado previamente y en los que se había introducido sendas cánulas en los uréteres, dirigidas hacia la   —76→   pelvis renal. Se practicaba también una sección de la línea alba abdominal, introduciendo en el interior del abdomen un balón de goma del tamaño de una naranja grande, que se fijaba a la cavidad pelviana, suturando después la incisión.

En las tres series experimentales practicadas se respetaba la integridad de la vejiga urinaria y de su inervación, procediendo previamente a su vaciado de orina. Respectivamente consistían, la primera en provocar una distensión del globo de goma sin tocar en absoluto la vejiga; la segunda, en provocar primero una distensión del globo y después de la vejiga y, la tercera, en dilatar primero la vejiga y después el balón de goma. En todos los casos mencionados, la duración de la distensión era de diez minutos.

Practicadas las tres series experimentales, Bellido y Puche pudieron comprobar que en ningún caso la distensión del balón de goma llegaba a modificar el ritmo de la secreción renal hasta el punto que lo hace la simple distensión vesical, por lo que llegaban a la conclusión de que en modo alguno pueden atribuirse a la simple compresión visceral, los efectos renales de la replección y distensión de la vejiga urinaria. El trabajo abría, por con siguiente, las puertas a la búsqueda de otros mecanismos de estimulación, que, sin duda, apuntaban a la regulación nerviosa mediante la acción del sistema nervioso autónomo.




ArribaAbajoEstudio experimental de la uremia

En 1925 apareció un extenso trabajo de Puche, planteado como un intento de revisión acerca de las diversas interpretaciones que tradicionalmente se habían aportado al fenómeno de la uremia98, en el cual aportaba sus propias experiencias de trabajo en el laboratorio99. La justificación que introducía el estudio era la falta de coincidencia en la interpretación de los fenómenos urémicos por parte de los numerosos estudios experimentales llevados a cabo por fisiólogos de la época.

En un análisis histórico del concepto, en el que recoge desde las interpretaciones aportadas por los textos hipocráticos, al concepto creado por Bright y posteriormente Wilson -quienes atribuían los trastornos urémicos a un aumento indebido de urea en la sangre-, pasando por las novedades incorporadas, entre otros, por Rees, Frerichs y Claude Bernard a mediados del siglo XIX, hasta los puntos de discusión en los trabajos más recientes, Puche debatía las diversas interpretaciones que los autores habían elaborado acerca del proceso fisiopatológico de la uremia.

Al mismo tiempo, planteaba una visión de conjunto de las técnicas experimentales utilizadas tradicionalmente: la exéresis renal, las nefrectomías bilaterales, la   —77→   ligadura de uréteres acompañada de nefrectomías y ligadura de vasos sanguíneos renales, la sección de los nervios renales, o la acción de determinados tóxicos, tales como las sales de uranio y mercurio, habían sido algunas de las técnicas empleadas, sin olvidar las intervenciones quirúrgicas en perros, encaminadas a establecer circulaciones cruzadas entre perros urémicos y sanos.

Por lo que respecta a sus trabajos, la técnica experimental utilizada consistía en la combinación de algunas de las técnicas de investigación antes mencionadas, utilizando al perro como animal de experimentación. En concreto, en los trabajos aquí referidos empleaba indistintamente la nefrectomía bilateral, la ligadura de uréteres, la ligadura de los vasos renales, o bien de todo el pedículo, o a veces técnicas mixtas, combinando varias de éstas, con el fin de provocar un estado urémico artificial. La anestesia empleada era mixta, mediante éter y cloroformo.

Una vez sometido el animal al procedimiento técnico conveniente, determinaba sistemáticamente el valor de las siguientes constantes: la presión arterial, el descenso del punto de congelación de la sangre y, en algunos casos, el nitrógeno no proteico, la glucemia, la temperatura corporal, la aparición o no de trastornos circulatorios y respiratorios, todo ello antes y después de la producción artificial de la uremia. La casuística experimental abarcaba un total de veinticuatro experimentos en perros.

En síntesis, los resultados obtenidos permitían una caracterización del trastorno urémico en estos animales, que se manifestaba por vómitos iniciales, diarrea y anorexia, para dar paso posteriormente a un estado gradual y progresivo de depresión orgánica y adelgazamiento, que abocaba en un estado de hipotermia y bradicardia, que en muchos casos llevaba a la muerte. El análisis de los resultados le permitía afirmar que la muerte no era producida por una intoxicación por exceso de urea, sino por la ausencia de la acción depuradora de los riñones, que transforma los catabolitos de molécula grande en excreta urinaria. Al no eliminarse tales catabolitos permanecerían en el organismo, dando lugar a trastornos evidentes de las propiedades físico-químicas de todas las células del organismo.

El empleo de técnicas experimentales distintas le permitió comprobar que la cantidad de nitrógeno no proteínico almacenado en sangre por la intoxicación urémica es independiente de la técnica empleada y aparece en proporción a los días de duración del síndrome provocado, directamente relacionado con la intensidad de los síntomas tóxicos. Al mismo tiempo, la bradicardia desencadenada se debería a la acción de los catabolitos no eliminados al afectar al normal funcionamiento del núcleo cardíaco, sin que ello le hiciera descartar la posible confluencia de otros mecanismos coadyuvantes.

Las experiencias permitían comprobar un descenso sistemático de la presión arterial, así como una ligera acidosis, a pesar de la puesta en marcha de los mecanismos normales de regulación. Por último, rara vez aparecían convulsiones y, no obstante el aumento de concentración sanguínea que la uremia comportaba en los perros urémicos, era notable su resistencia a la inyección de soluciones salinas hipertónicas.

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Tras estos dos trabajos, que aparecen, en cierta manera, ajenos a sus principales líneas de investigación, la labor de Puche se centró en dos grandes temas, que ocupaban un lugar destacado en la fisiología experimental de la época: el funcionalismo del sistema nervioso autónomo y el metabolismo de los hidratos de carbono. Ambos merecieron su atención de forma prioritaria en los trabajos publicados hasta la Guerra Civil en las tres revistas en las que colaboró con asiduidad: los Treballs de la Societat de Biologia, la Crónica Médica y la Revista de Ciencias Médicas de Barcelona100. Como ya hemos señalado, a menudo, los fisiólogos del grupo catalán, entre ellos Puche, presentaban los resultados obtenidos en sus trabajos de laboratorio ante la Société de Biologie, de París, y buena parte de ellos aparecen en los famosos Comptes rendues de dicha Sociedad.




ArribaAbajoEstudios sobre el sistema nervioso autónomo

Los trabajos acerca del funcionamiento del sistema nervioso autónomo constituían una de las líneas importantes desarrolladas en el Instituto de Fisiología de Barcelona, impulsada inicialmente por su propio director August Pi i Sunyer, quien desde 1918 había empezado a interesarse por la influencia de la sensibilidad química periférica en la regulación respiratoria y por los reflejos reguladores de la glucemia. De ambas líneas participó Puche en colaboración con el maestro.

Ambos publicaron un primer trabajo conjunto en 1922, en forma de nota, que tenía como objetivo determinar el papel del simpático sensitivo en la inervación aferente del estómago101. El trabajo tenía en cuenta las ideas de Pi i Sunyer acerca del concepto de sensibilidad trófica y partía del supuesto de que al existir una sensibilidad interna propia de los órganos, tendrían que existir unas vías nerviosas aferentes viscerales, que deberían corresponderse con las vías centrífugas, de igual modo que existen unas vías sensitivas en el llamado sistema nervioso de relación, que a su vez cuenta con el mismo plan de organización de las vías motoras.

En su trabajo Puche y Pi i Sunyer hacen un repaso de las principales aportaciones realizadas sobre este tema, desde el descubrimiento del reflejo cardíaco vasomotor por parte de Cyon y Ludwig (1866) y de la creación del concepto de autorregulación nerviosa por Claude Bernard (1867).

Las experiencias aportadas fueron realizadas sobre perros cloralosados, en los que se llevaba a cabo una estimulación de diferentes territorios esplácnicos, con el fin de observar la influencia refleja provocada por la estimulación sobre la presión arterial, el ritmo cardíaco y los movimientos respiratorios. Todo ello iba encaminado a buscar respuestas vegetativas o muy vinculadas a la vida animal, generalmente automáticas, semejantes a las que provoca la actividad orgánica inconsciente.

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Los estimulantes empleados intentaban ser lo más próximos posible a los fisiológicos. De este modo, comprobaron que la estimulación eléctrica ofrecía resultados poco relevantes, en tanto que la compresión y dilatación de las cavidades viscerales resultaban altamente eficaces. Sus efectos sobre la circulación sanguínea y la respiración se registraban inmediatamente por medio del manómetro inscriptor y el neumógrafo, convenientemente instalados.

En particular, la distensión del estómago provocaba efectos muy marcados sobre los movimientos respiratorios y la circulación, unas veces deprimiendo la presión arterial y otras obstaculizando la diástole cardiaca y provocando un incremento de la frecuencia del ritmo. Sin embargo, en ocasiones la presión sanguínea aumentaba por una preponderancia del efecto vasoconstrictor inducido.

Según su propia interpretación, se trataría de reflejos que se desarrollan a través de los nervios viscerales, en este caso, de los nervios del estómago. Tras realizar varias experiencias de contraprueba, concluían que son las fibras sensitivas que van por el pneumogástrico y los nervios esplácnicos, pero que tienen una acción diferente en uno y otro caso, como si los pneumogástricos desempeñaran una función reguladora de la función sensitiva de los esplácnicos, semejante a la que ejercen sobre los movimientos respiratorios.

De hecho, la sección completa de los pneumogástricos y de los esplácnicos bloquea las conducciones aferentes y, en este caso, la dilatación del estómago no da lugar a ningún efecto reflejo. De todo ello puede deducirse que los estímulos son conducidos por los sistemas simpático y parasimpático, de forma que unos y otros nervios conducen fibras efectoras, que son preferentemente motoras en un caso y sobre todo inhibidoras en el otro.

Por último, coinciden en señalar como un aspecto pendiente de dilucidar, si las fibras que vehiculan la conducción aferente son simpáticas o corresponden al sistema nervioso central, aunque muchos de los datos disponibles apunten a favor de la primera hipótesis.

Un año más tarde, ambos autores vuelven a hacer pública una nota acerca de la función del sistema simpático sensitivo, esta vez en relación con la inervación aferente del intestino delgado102. El objetivo que se plantean con este trabajo es el de indagar si los efectos reflejos provocados por la distensión del estómago, que afectan sobre todo al funcionamiento respiratorio y cardiovascular por acción sensitiva simpática de los esplácnicos y del pneumogástrico, se verifican también tras la estimulación del intestino delgado, en sus diferentes niveles (duodeno, yeyuno e íleon).

La técnica empleada en este caso consistía en la introducción de un globo o bufeta de goma hinchable en el interior del intestino, con inscripción de las variaciones experimentadas por la presión arterial, mediante manómetro de mercurio, y por la respiración, colocando una cánula traqueal en la que empalmaban   —80→   un tubo de goma de cuya raíz surgía otro tubo perpendicular más estrecho, con una cápsula de Marey.

El análisis de los resultados obtenidos les llevaba a afirmar que los fenómenos producidos son los mismos que aparecían en el estudio del estómago, pero con una menor intensidad, tanto más pequeña cuanto más lejano es el punto distendido, es decir, cuanto más cercano está al ciego. Sin embargo, aunque la sensibilidad, o al menos la conducción de corrientes sensitivas es menos viva e intensa en el intestino delgado que en el estómago, lo cierto es que la distensión de sus paredes produce efectos circulatorios evidentes: aceleración del ritmo cardíaco y disminución clara de la presión arterial, con detención total o parcial de los movimientos respiratorios.

En el caso del intestino delgado, Puche y Pi i Sunyer concluyen que las corrientes sensitivas se transmiten por los nervios pneumogástricos y esplácnicos, y que son estos últimos los que parecen constituir la vía refleja principal, mientras que los pneumogástricos ejercerían más bien un papel de regulación de la sensibilidad visceral, cuyo mecanismo íntimo de acción y cuyas condiciones quedaban aún oscuras.

Durante esa primera etapa de su labor científica, José Puche consagró un buen número de trabajos a dilucidar las influencias orgánicas y los mecanismos de regulación del sistema nervioso simpático. En 1922 publicó un nuevo trabajo acerca de las modificaciones cardiovasculares generadas en los llamados reflejos vagosimpáticos103, en el que se planteaba el estudio experimental de las vías reflejas y las modificaciones orgánicas provocadas por la compresión de los globos oculares y su repercusión en el ritmo cardíaco.

La técnica experimental se basaba en estudios llevados a cabo en perros, a los que se sometía a compresión de los globos oculares y alternativamente a una compresión directa de los nervios pneumogástricos, utilizando a tal efecto unas pinzas de presión continua. Los efectos cardiovasculares de la compresión provocada se reflejaban en el registro gráfico de la presión arterial y de la frecuencia de los latidos cardíacos, así como de la frecuencia e intensidad de los movimientos respiratorios.

El desarrollo de la experiencia desvelaba tres tipos de consecuencias:

a) Cardiocirculatorias: Se producía un enlentecimiento de los latidos cardíacos (bradicardia), cuya intensidad era variable, que a veces se acompañaba de un descenso significativo de la intensidad de la contracción. La sección completa del pneumogástrico del cuello tenía como consecuencia que estos efectos no tuvieran influencia sobre la dinámica del corazón. Por otra parte, la extirpación de los ganglios estrellados manteniendo los pneumogástricos intactos daba lugar a una mayor intensidad del efecto reflejo. Finalmente, practicada la misma prueba con el   —81→   corazón denervado se comprobaba que la compresión ocular carecía de efectos sobre el corazón, lo cual le servía para descartar una acción humoral ajena a la actuación del sistema nervioso.

b) Respiratorias: En las condiciones experimental inicialmente descritas se producía una alteración destacable de los movimientos respiratorios, más considerable al estimular directamente los pneumogástricos. Tras seccionar los pneumogástricos, las modificaciones aparecen menos intensas, pero persisten, lo cual da a entender que existen vías centrífugas para el reflejo vasomotor respiratorio.

c) Vasomotoras: Son las consecuencias más constantes, y se producen tanto al comprimir los globos oculares como los pneumogástricos. Ya se ponen de manifiesto cuando la inervación está íntegra, pero aparecen de forma más notable tras seccionar los nervios del corazón. En todos los casos aparece un incremento de la presión sanguínea.

De los experimentos realizados, Puche extrae una serie de conclusiones generales que aportan datos para la comprensión de la regulación funcional por parte del simpático. La compresión de los globos oculares y la compresión directa de los pneumogástricos en los perros provocaría una estimulación de los centros bulbares, dando lugar a las correspondientes alteraciones cardiovasculares y respiratorias. Por otra parte, se puede comprobar que la compresión directa de los pneumogástricos provoca modificaciones en general menos importantes que la de los globos oculares.

Todo ello lleva a deducir que la vía centrífuga del reflejo oculocardíaco se realiza a través del pneumogástrico. Por otra parte, el efecto vasoconstrictor producido por la compresión de los globos oculares es independiente de las otras modificaciones, pero también puede producirse por los mecanismos de regulación de la presión arterial por parte del corazón y por las modificaciones respiratorias. La respiración se ve alterada más por la compresión de los globos oculares que por las estimulaciones mecánicas de otros nervios.

En años sucesivos publicó José Puche varios trabajos acerca de la regulación nerviosa de la actividad cardíaca. El primero de ellos, aparecido en 1923, llevaba por título «Influència de l'apnea sobre el centre moderador cardiàc» y exponía los resultados de las experiencias realizadas sobre perros anestesiados con cloralosa, a los que se había practicado una traqueotomía. Para valorar la influencia de la apnea llevó a cabo tres series de experiencias. Las primeras con perros en perfecto estado anatómico, en los que se inducía la apnea por insuflación; las segundas, con perros sometidos a un estado de apnea con sección de los pneumogástricos, antes y después de haberse extirpado los ganglios plexiformes, y las terceras en perros con los pneumogástricos intactos, sometidos a una compresión de los globos oculares antes de aplicar respiración artificial, con una intensidad suficiente para disminuir los latidos cardíacos.

Las pruebas practicadas permitían descartar la influencia de las variaciones que pudieran atribuirse a las propias condiciones experimentales, y permitían asegurar el origen reflejo de las modificaciones en el funcionamiento cardíaco observadas   —82→   como consecuencia de la apnea. Ese mismo era el resultado alcanzado previamente por otros autores, como es el caso de Hering y Breuer, o de Pi i Sunyer y Bellido. En síntesis, las experiencias practicadas por Puche venían a demostrar un estado de inexcitabilidad refleja del centro moderador cardíaco durante la apnea vagal, de la cual cabía deducir, según todos los indicios que la aceleración cardíaca se debe principalmente a la inhibición provocada sobre el centro moderador cardíaco.

Un año después apareció publicado otro trabajo relativo a la dinámica del corazón, en esta ocasión basado en el análisis de los efectos provocados por el sulfato de quinina104. Puche exponía una serie de experiencias llevadas a cabo con perros cloralosados y con todo el aparato inervador intacto. Los resultados obtenidos venían a confirmar los resultados obtenidos por otros autores, Hoffman, Boden y Neukirch, Clerc y Pezzi, Lewis, Cohn y Levy, entre otros. Su aportación original más destacable era la práctica de las experiencias sin haber denervado previamente el corazón del animal y la técnica se basaba en la inyección intravenosa de una solución de sulfato de quinidina al 1/10.

Como consecuencia de dicha inyección se verificaba un descenso más considerable de la presión arterial, cuya recuperación era más lenta y difícil que en los animales previamente denervados. Asimismo aparecía una bradicardia constante y el animal manifestaba una menor resistencia a las dosis sucesivas. Todos estos fenómenos se veían acompañados de una alteración manifiesta de los signos electrocardiográficos, caracterizados por una disminución de la altura de la onda R y un aumento de las ondas S, P y T, cuando las dosis eran pequeñas, mientras que a dosis más elevadas se producía un descenso considerable de todas las ondas acompañado de un alargamiento del espacio P-R.

Este trabajo acerca de la acción del sulfato de quinidina sobre el corazón se vio completado ese mismo año por una nueva contribución dedicada al estudio de la farmacología experimental de la quinidina105. De la realización de ambos trabajos Puche pudo elaborar unas explicaciones más generales acerca de la influencia de dicha sustancia sobre el corazón. En síntesis, aporta las siguientes conclusiones:

a) La quinidina posee un efecto manifiesto sobre la frecuencia cardíaca, de manera que a dosis débiles provoca un incremento, mientras que a dosis fuertes y repetidas induce una bradicardia. En cambio sobre el corazón denervado y aislado posee siempre un efecto bradicardizante.

b) Disminuye la excitabilidad e incrementa el efecto refractario de todo el corazón, aunque muy en especial de las aurículas, por lo que podrían obtenerse buenos resultados con su utilización en el tratamiento de la fibrilación auricular.

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c) A dosis fuertes o repetidas, provoca una disminución del tono de conducción del miocardio.

d) Su influencia sobre la contractilidad está en función de la dosis; si la dosis es débil la incrementa, y si es fuerte provoca una disminución.

e) También manifiesta efectos sobre la conductibilidad, de manera que puede originar bloqueos o hacer desaparecer la arritmia sinusal.

f) Su acción sobre el simpático es variable; disminuye la excitabilidad del pneumogástrico a dosis normales y a dosis tóxicas dificulta la acción de los nervios aceleradores del corazón.

g) Provoca un descenso de la presión arterial.

h) Posee también una acción cardiopléjica al igual que la quinidina, aunque con una menor intensidad.

Los trabajos sobre las condiciones del funcionalismo cardíaco dieron paso de nuevo a diversos estudios acerca del control nervioso del aparato digestivo. Así, en 1926, apareció un trabajo de Puche en colaboración con F. Doménech Alsina acerca de la acción de la anestesia raquídea sobre la motilidad intestinal106. El trabajo se basaba en estudios realizados con perros, unos sanos y otros afectados de una peritonitis, en los que se comprobaba el efecto provocado por la raquianestesia en los movimientos del intestino.

Tras describir con minuciosidad la técnica empleada para introducir la anestesia raquídea en los animales de experimentación, pasan a indicar las condiciones experimentales. La substancia empleada era novocaína-suprarrenina Meister-Lucius al 10 % en dosis de 5 a 7 gramos, con sección de los nervios esplácnicos e instalación de un mecanismo de inscripción de los movimientos del intestino.

En estas condiciones, Puche y Doménech llevaron a cabo diez experiencias, de las que acompañan datos y registros, a partir de las cuales obtuvieron una serie de conclusiones significativas:

a) Que la anestesia raquídea provoca un aumento considerable de la intensidad de las contracciones intestinales, que se tornan más amplias y extensas.

b) Que las contracciones tienden a producir un efecto útil sobre la evacuación intestinal.

c) Que este efecto persiste de forma clara e intensa incluso en los perros cuya serosa intestinal está inflamada.

d) Que las contracciones quedan inhibidas por acción de la atropina, cuyo efecto se ve acotado temporalmente y al desaparecer persiste el efecto de la anestesia.

e) Que la anestesia clorofórmica por inhalación inhibe el efecto de la anestesia raquídea, provocando un estado de reposo absoluto de la motilidad intestinal.

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En base a estos resultados, los autores discutían el mecanismo de acción de la parálisis peritonítica, que atribuían a la acción de un reflejo espinal cuya vía aferente es el esplácnico y cuyo punto de partida se encontraría en la superficie peritoneal inflamada. La cuestión que, en su opinión, faltaría por debatir es si la vía aferente del reflejo al centro espinal se lleva a cabo también por el esplácnico. Según su interpretación, con toda probabilidad el reflejo inhibidor surgido de la superficie inflamada se transmitiría a través de los elementos raquídeos del esplácnico y se haría eferente al nivel de la neurona espinal, lo cual explicaría su supresión por la novocaína.

Otro trabajo sobre la regulación nerviosa del aparato digestivo es el publicado por Puche en 1927 bajo el título de «Efectes de la denervació gastrica sobre la sensació de fam», en colaboración con Agust Pi i Sunyer107. El artículo recoge una primera aportación al tema, basada en cuatro experimentos con denervación del estómago, con el fin de observar el modo de producirse las sensaciones reguladoras de la nutrición. Con ello Pi i Sunyer y Puche pretendían aportar argumentos de peso en contra de quienes sustentaban teorías localicistas para explicar el mecanismo de la sensación de hambre.

Los resultados de las experiencias de denervación en perros parecían contundentes al respecto, y de la misma forma que el bloqueo total y definitivo de la inervación extrínseca del estómago no influye mucho en la motilidad y funcionalismo del estómago, a la vista de los resultados obtenidos, los autores afirman también que la supresión de las vías nerviosas que comunican el estómago con los centros nerviosos no influye en los mecanismos fundamentales que regulan la nutrición general del organismo, al no haber observado alteración alguna en la sensación de hambre en la comparación entre los perros denervados y los que poseían el aparato inervador íntegro.

En 1927 vio la luz un artículo de José Puche que intentaba hacer balance de sus propias experiencias y de las llevadas a cabo en años anteriores con Pi i Sunyer acerca de la sensibilidad visceral108. Todas ellas se caracterizaban por mantener una postura crítica con respecto a las concepciones de algunos fisiólogos ingleses acerca del funcionamiento del sistema nervioso simpático y han sido sintetizadas en las páginas anteriores. En su artículo, Puche distinguía dos tipos de experiencias consagradas al tema. En una primera etapa, los experimentos realizados consistían en determinar las vías sensitivas encargadas de conducir la sensibilidad gastrointestinal. Las experiencias se habían llevado a cabo con perros cloralosados en los que se provocaba una distensión del tracto digestivo o intestinal mediante técnicas de insuflación, buscando respuestas de tipo reflejo y determinando las variaciones respiratorias y circulatorias. La supresión del estímulo mediante   —85→   la sección de los nervios viscerales planteaba hechos interesantes sobre el funciona miento de esas vías y aportaba confirmación de hechos ya conocidos.

Otro grupo de experiencias planteaba el análisis de los efectos de la nicotinización de los ganglios del plexo celíaco para comprobar si, al haber suprimido previamente la actuación del pneumogástrico, se producían modificaciones significativas en las respuestas reflejas derivadas de la dilatación. Aunque no pudieran ofrecerse conclusiones definitivas, cabe resaltar la significación de las respuestas respiratorias, porque en el caso de las circulatorias, los resultados quedaban enmascarados por el efecto de la nicotina.

Un aspecto que, según Puche, era preciso definir con mayor detalle es el papel de las influencias químicas en los mecanismos de correlación orgánica, puesto que fácilmente los estímulos químicos se confunden con los reflejos internos locales. En consecuencia, reclamaba la colaboración de los histólogos para que pudiera llevarse a cabo un estudio sistemático de las estructuras ganglionarias del sistema nervioso autónomo y de las degeneraciones provocadas por la sección experimental de las mismas.

Ese mismo año aparecieron publicados los primeros trabajos de Puche derivados de su tesis de doctorado, la cual, además de merecer una publicación monográfica vio la luz parcialmente en varios artículos aparecidos en las revistas donde publicaba habitualmente109. La tesis estaba consagrada al estudio del papel del sistema nervioso autónomo en la regulación de la glucemia y en ella confluían las dos grandes líneas de investigación de su vida; la regulación nerviosa de las funciones orgánicas y el metabolismo de los hidratos de carbono.

El trabajo constaba de tres partes claramente diferenciadas; un preámbulo, destinado a plantear el estado del tema en la fisiología de la época; el desarrollo de una amplia casuística de carácter experimental encaminada a determinar los factores que participan en el proceso y, finalmente, un capítulo consagrado a las conclusiones derivadas del análisis de los resultados. Veamos con cierto detalle los elementos que componían cada una de esas partes.

El preámbulo aportaba una puesta al día de los conocimientos vigentes sobre la regulación orgánica de la glucemia, señalando con detenimiento el papel desempeñado por el páncreas, por las glándulas suprarrenales y por otras glándulas como las paratiroides, el tiroides o la hipófisis. Pero una vez determinados los mecanismos humorales de regulación, Puche se centraba en el que sería el objeto principal de su estudio: la influencia del sistema nervioso. Tras un repaso a las aportaciones anteriores, entre las que cita los trabajos de Negrín y Hernández Guerra, o los de Pi i Sunyer, entre muchos otros, pasa a detallar las características técnicas de sus experiencias, para las que utilizó perros y a veces conejos, sometidos al método de Folin y Wu, y al de Hagedorn Jensen.

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Comienza la serie experimental con un análisis de los factores extrínsecos que pueden modificar la glucemia. Los analizados son la anestesia, las condiciones de temperatura, la hemorragia, las manipulaciones viscerales y la actividad muscular, completados con una serie experimental dedicada a valorar la glucemia en experiencias de dilución sanguínea. A continuación aporta los resultados de la estimulación de la terminación periférica de los pneumogástricos, que provoca un descenso gradual de la glucemia, pero que no se manifiesta de forma tan marcada como para defender con seguridad que se trate de un efecto insulínico.

Seguidamente aporta los resultados de un buen número de experiencias destinadas a valorar la influencia de diversos agentes específicos:

-Experimentos acerca de la influencia de la asfixia. Concluye que da lugar a un descenso del nivel glucémico cuando se encuentra interrumpida la vía adrenohepática. En las condiciones de realización del experimento, parece evidenciarse la intervención de un factor nervioso sobre los mecanismos inhibitorios tanto del hígado como del páncreas.

-Experimentos encaminados a explorar la influencia sobre la función de un buen número de drogas que poseen efectos marcados sobre el sistema nervioso autónomo. A continuación señalamos las utilizadas:

Análisis de los efectos de la pilocarpina sobre la glucemia. Observa que a dosis de 1 a 2 mgr. Kg. de peso, la pilocarpina posee un efecto hiperglucemiante debido a la descarga de la secreción adrenal. Por otra parte, en animales adrenectomizados apreciaba un descenso de la curva de glucemia, que se acentuaba por la acción de la pilocarpina.

Influencia de la colina. A dosis de 2 a 3 cgr./Kg. de peso, aparece un descenso de la glucemia en el hombre y en el conejo; en cambio, en el perro se produce una hiperglucemia.

Influencia de la eserina. Diversas experiencias demostraban que el salicilato de eserina, a dosis de 1 a 2 mgr./10 Kg. de peso, podía provocar un ligero descenso de la glucemia.

Influencia de la atropina. Los experimentos realizados con valerianato de atropina por vía endovenosa, a dosis de 1 mgr./10 Kg. de peso, indicaban que la atropina modifica muy poco las tasas de glucemia en el perro.

Efectos provocados por influencia de otras drogas: la ergotoxina podía alterar los mecanismos reguladores de la glucemia; la guanidina y la sintalina provocaban un efecto hipoglucemiante; la nicotina estimulaba la secreción renal y provocaba una hiperglucemia, y los iones de calcio y de potasio podían ejercer alguna influencia sobre los mecanismos de regulación de la glucosa.

Del análisis de los resultados de esas series de experiencias particulares, Puche extrajo unas conclusiones generales que contribuían a una mejor comprensión del papel desempeñado por el sistema nervioso autónomo en la regulación de la glucemia. Quedaba de manifiesto que la estimulación del extremo periférico de los nervios pneumogástricos producía en algunos casos un descenso marcado de los niveles de glucemia, al igual que sucede cuando se induce un estado de asfixia en   —87→   el animal de experimentación, siempre y cuando se haya bloqueado previamente la vía esplácnica y la enervación hepática. Estas hipoglucemias provocadas, podrían atribuirse a modificaciones estrechamente relacionadas con cambios en la actividad endocrina del páncreas.

Por otro lado, la pilocarpica producía un aumento de la glucosa en sangre, pero si se extirpaban las suprarrenales, los efectos de la droga contribuían a acentuar la hipoglucemia consecutiva a la adrenectomía. Por su parte, el cloruro de colina podía determinar en el hombre y en el conejo un descenso de la glucemia, pero no así en el perro, cuya glucemia se veía disminuida ligeramente por la acción del salicilato de eserina. Por último, el valerianato de atropina no influía en los niveles de glucemia, a las dosis empleadas en los experimentos.

De todas las experiencias practicadas se deducía que el sistema nervioso autónomo ejerce una acción incuestionable en la replección del metabolismo de los hidratos de carbono, mediante una acción que recae sobre los órganos que de forma principal contribuyen a la glucorregulación, es decir, el hígado, el páncreas y las suprarrenales.

Durante toda su etapa catalana, trabajó muy estrechamente en colaboración con su maestro August Pi i Sunyer y muchas de las aportaciones que suelen atribuirse a éste, fueron en realidad trabajos de ambos, en los que las experiencias de laboratorio eran desarrolladas principalmente por nuestro autor.

La llegada de Puche a Valencia no significó una desconexión con los trabajos de investigación desarrollados por el grupo fisiológico catalán. Prueba de ello es que en años sucesivos siguió colaborando en las publicaciones catalanas, bien individualmente, bien en trabajos de grupo. Así, en 1930, apareció, en colaboración con A. Pi i Sunyer y J. Raventós, unas «Noves investigacions sobre la sensibilitat química del pneumogàstric pulmonar», que incidía en la línea de trabajo antes iniciada110.

Las experiencias practicadas llevaron a considerar que las terminaciones pulmonares de los nervios pneumogástricos son sensibles a diferentes concentraciones de anhídrido carbónico en el aire alveolar o en la sangre que circula a través del pulmón, y esa sensibilidad contribuye a la regulación del ritmo respiratorio. Por otra parte, resultaba evidente que la estimulación mecánica o química del pneumogástrico pulmonar sensitivo colabora en el mantenimiento del tono dinámico de la respiración.

Las conclusiones extraídas por Puche, Pi i Sunyer y Raventós no resultaban contradictorias con las tesis formuladas por Heymans, y que estaban vigentes en la fisiología de la época. Heymans había demostrado la existencia de una sensibilidad química, además de la conocida sensibilidad mecánica, en los órganos centrales del aparato circulatorio. Con todo, cabría distinguir diversas etapas en la regulación   —88→   que sobre la respiración ejercen las influencias químicas: la externa o alveolar, la circulatoria y la central, esta última llevada a cabo a través de los cambios de concentración de anhídrido carbónico en la sangre que irriga los centros bulbares.

Por consiguiente, el gobierno que ejerce el sistema nervioso sobre los movimientos respiratorios planteaba una enorme complejidad, dado que en él influyen una buena cantidad de reflejos, unos mecánicos de origen respiratorio, otros derivados de la distensión y retracción pulmonar, las sensaciones propioceptivas de los músculos de la pared, que intervienen en la respiración, imágenes psíquicas, excitaciones sensitivas de origen diverso, modificaciones de la crasis sanguínea y, muy en especial, la actividad autóctona y específica de los centros respiratorios, sin olvidar los factores químicos, que son causa de estimulaciones periféricas, respiratorias y circulatorias.

En consecuencia, los trabajos del grupo fisiológico catalán venían a ratificar las tesis de Heymans acerca de la excitabilidad del corazón, de la aorta y del seno carotídeo, debida en este caso a las variaciones en la concentración de anhídrido carbónico, entre otras influencias químicas, mediante la demostración de la existencia de una sensibilidad química también a nivel del pulmón.

Dos años después, en 1932, publicó Puche un trabajo de revisión dedicado a los conocimientos vigentes sobre los reflejos reguladores de la presión arterial111. En él planteaba un repaso del estado de la cuestión desde el descubrimiento de la acción reguladora de los nervios vasomotores, debida, entre otros, a Moritz Schiff y Claude Bernard a mediados del siglo XIX. El trabajo significaba un intento de sistematización de los reflejos circulatorios conocidos hasta el momento, que quedaban agrupados en tres categorías diferentes: los reflejos de receptor sensitivo no específico y efectos cardiovascular; los reflejos de receptor sensitivo específico y efectos cardiovascular, entre los que se encuentran los reflejos nutritivos, los reflejos carotídeos y los reflejos aurículo-venosos, y, por último, los reflejos dependientes del proceso de anticipación. Todos ellos contribuirían, de forma coordinada, al mantenimiento de la presión arterial.

Entre los últimos trabajos de Puche en su etapa española, consagrados al estudio del funcionamiento nervioso autónomo, cabe señalar el dedicado a la «Influència de les solucions hipertòniques sobre el centre respiratori del cap aïllat»112. El trabajo constituye la elaboración posterior de una comunicación presentada poco antes en el Congreso Internacional de Fisiología, celebrado en Boston113, sobre la influencia de la asfixia en la estimulación de los centros   —89→   nerviosos. El trabajo intentaba separar del clásico efecto hiperglucemiante postasfíctico, una acción hipoglucemiante atribuible a este agente estimulador.

La técnica empleada consistía en el empleo de perros cloralizados, a los que se sometía a la técnica de la cabeza aislada, con registro gráfico de la presión arterial y de los movimientos de la cabeza aislada. Los experimentos permitían comprobar que la inyección intravenosa de soluciones de cloruro sódico al 9 % y de glucosa al 50 % producían en el sistema de perro-cabeza aislada un descenso brusco de la presión arterial, de manera que los movimientos respiratorios de la cabeza aislada se ven alterados e inhibidos en tales condiciones experimentales. Por otra parte, en su opinión, la acción estimuladora de las soluciones concentradas de cloruro sódico y de dextrosa no tenían especificidad manifiesta.




ArribaAbajoEl metabolismo de los hidratos de carbono

Los estudios acerca de las funciones metabólicas ocuparon un lugar preminente en la fisiología del primer tercio de nuestro siglo, y la obra de Puche no podía quedar al margen de este esprit de son temps. Ya desde los comienzos de su obra consagró algunos trabajos al metabolismo glucídico y la mayor parte de su obra científica mexicana se centró en este tema.

En 1925 publicó, en colaboración con Bellido, un trabajo sobre la hiperglucemia insulínica y las vías de administración de la insulina, aportando sus experiencias acerca de la vía mesaraica114. Era una época clave en este tipo de investigaciones, tras el descubrimiento de la acción de la hormona pancreática. El objetivo del trabajo era el aportar datos acerca de un fenómeno, en cierta manera paradójico, que se venía observando tras la inyección de extractos pancreáticos de insulina, los cuales provocaban en la fase inmediatamente posterior a la inyección un efecto hiperglucemiante, que por lo general era atribuido a las impurezas que acompañaban a la hormona, incluso en los extractos aparentemente más puros.

Bellido y Puche intentaban dilucidar si el efecto provocado se debía a la participación de un componente nervioso, o bien era debido a una acción directa sobre el hígado, o se debía a la influencia de una hormona. Con el fin de verificar la participación hepática en el fenómeno, realizaron diversas experiencias consistentes en la inyección de insulina en el punto de partida de las venas mesaraicas, introduciendo en la solución original una mezcla a veces de solución salina y otras con sangre del propio animal.

La serie de experiencias practicadas demostraba que el efecto hiperglucemiante de la insulina se manifestaba con la misma rapidez e intensidad cuando la hormona se introducía de un modo y por unas vías que no podía estimular formaciones nerviosas de los tejidos y llegaba directamente al hígado. La rapidez con que se   —90→   manifestaba la acción glucemiante y glucogenolítica no permitía pensar en la mediación de una acción nerviosa, que en el dominio visceral hubiera sido lenta, sino en una acción directa sobre el tejido hepático. En cualquier caso, esas primeras experiencias habrían de confirmarse practicando algunas contrapruebas sobre hígados denervados, las cuales confirmarían o invalidarían esa primera interpretación.

Otra serie de experimentos iba encaminada a aclarar si la acción del hígado puede atribuirse total o parcialmente a los líquidos en que se había diluido la insulina. Los resultados obtenidos en este caso demostraban que la sangre desfibrinada, incluso la procedente del mismo animal, poseía una acción hiperglucemiante al ser inyectada por vía mesaraica. Lo cual inclinaría a pensar que no es así, pero resalta también que esa acción hiperglucemiante es, en este caso, mucho menos intensa y se presenta y desaparece de forma mucho más lenta que el efecto análogo provocado por la inyección de insulina. El tema sería retomado en trabajos posteriores.

Un año después, en 1926, Puche publicó, en colaboración con J. Raventós, un trabajo eminentemente técnico sobre los procedimientos para evitar la glucolisis in vitro. Se trataba de unas primeras experiencias encaminadas a demostrar la intensidad de la glucolisis en las distintas condiciones en que se encontraban las muestras115. Las primeras experiencias fueron llevadas a cabo con sangre desfibrinada, y en ellas se comprobaba que la glucolisis daba comienzo pocos minutos después de iniciarse la observación y alcanzaba el punto máximo entre cuatro y seis horas después del inicio. En el caso de la sangre oxalatada, la glucolisis podía no ser completa hasta veinte horas después de la experiencia, y las experiencias en las que se intentaba añadir a la sangre oxalato y formol presentaban el inconveniente de que resultaba difícil la adición de una dosis adecuada de formol a cada una de las muestras. En las condiciones de temperatura empleadas, no se conseguía evitar totalmente la glucolisis durante las primeras horas. La utilización de fluoruro sódico no mostraba una eficacia absoluta en la prevención de la glucolisis hasta veinte horas después de la extracción de la sangre y los filtrados ácidos del método de Folin permiten resistir la glucolisis, siempre que se hayan conservado estériles durante algunos días. Finalmente, Puche y Raventós pudieron comprobar que las variaciones del pH y del contenido salino de la sangre influían directamente en algunas variaciones de la intensidad del fenómeno glucolítico.

Otras experiencias llevadas a cabo por Puche sobre el metabolismo glucídico iban encaminadas a delimitar los posibles factores condicionantes de la diabetes. Entre ellas cabe señalar las llevadas a cabo con R. Carrasco Formiguera sobre la influencia de la denervación de las suprarrenales en el desencadenamiento de la diabetes experimental116. Se trataba de una serie de experiencias encaminadas a   —91→   determinar la posible influencia de la denervación de las suprarrenales sobre el trastorno diabético y a aportar datos sobre el papel de la función adrenalínica en el metabolismo de los glúcidos y de la inervación en la secreción de adrenalina.

Las experiencias realizadas con perros no permitían apreciar la menor influencia de la denervación suprarrenal bilateral sobre la diabetes grave provocada por una extirpación total del páncreas, tanto si ésta era anterior como posterior a la denervación. Tampoco se apreciaba efecto alguno sobre la diabetes benigna consecutiva a la pancreotomía parcial, realizada con anterioridad a la denervación. La técnica de la cabeza aislada, ampliamente utilizada por Puche en sus experiencias, sirvió también para algunos trabajos acerca de la hipoglucemia insulínica, entre ellos el publicado en 1932 en los Trebafa sobre la «Influència de la hipoglucèmia insulínica sobre el funcionament del cap aïllat»117, encaminado a estudiar los mecanismos que intervinieron en la glucorregulación, con el fin de comprobar la forma de reaccionar el centro respiratorio ante las variaciones del nivel glucémico. La técnica utilizada es la de la cabeza aislada, con anestesia previa con cloralosa y registro gráfico de los movimientos producidos en la cabeza aislada. La práctica de las experiencias ponía de manifiesto que la cabeza aislada era capaz de mantener un ritmo respiratorio determinado, presentando un tipo de reacción característica ante los estímulos que llegan al centro respiratorio. Como consecuencia de la inhibición aparece una hipoglucemia, que se corrige administrando una cierta cantidad de solución de glucosa isotónica.

De todos los datos recogidos se desprendía que la inyección endovenosa de fuertes dosis de insulina en las preparaciones de cabeza aislada producía hipoglucemias con una cierta dificultad. En los casos de hipoglucemia manifiesta se produce una disminución de la extensión de los movimientos respiratorios en la cabeza aislada, que en algunos casos puede llegar a provocar la inhibición completa. Por otra parte, la inhibición provocada por la insulina se corregía al administrar, por vía endovenosa, una solución isotónica de glucosa.

Los efectos de la insulina sobre la presión arterial y sobre la respiración fueron objeto de estudio en dos trabajos publicados en la Crónica Médica (1932) y en los Treballs de la Societat de Biologia (1932)118. En el primero de ellos había comprobado ciertas modificaciones de la dinámica circulatoria, así como del ritmo y de la intensidad de los movimientos respiratorios, en animales a los que se había inyectado fuertes dosis de insulina. La opinión más general coincidía en atribuir esos efectos a la hipoglucemia provocada y a los mecanismos fisiológicos que participan en la restauración del nivel normal de glucosa en sangre. Pero, en su trabajo posterior, Puche consideraba que esa explicación resultaba demasiado simplista y, en consecuencia llevó a cabo nuevas experiencias encaminadas a verter nueva luz sobre el asunto.

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Las dificultades planteadas por la aparición de síntomas convulsivos, tras haber administrado fuertes dosis de insulina le decidieron finalmente a realizar las experiencias de laboratorio con animales anestesiados, ya que pensaba que al suprimir o atenuar las manifestaciones motoras, cualquier variación que se produjera en la dinámica respiratoria o circulatoria sería más fácil de valorar en relación con las variaciones del nivel glucémico. Una vez obtenidas estas condiciones específicas, Puche pudo comprobar que la insulina administrada en una proporción de 10 unidades/kilo de peso, por vía endovenosa, ejercía sobre la presión arterial del perro un ligero efecto hipertensor inmediato, que iba seguido de un descenso de la presión arterial, que alcanzaba sus valores más bajos al cabo de dos o tres horas después de la inoculación.

Los resultados obtenidos le llevaron a concluir que el efecto hipotensor no dependía en absoluto de la acción hipoglucemiante de la insulina, aunque no descartaba la posibilidad de que estuviera condicionado por esta acción, en mayor o menor medida. Por otra parte, la respiración también manifestaba modificaciones inmediatas y otras de carácter tardío, que afectaban fundamentalmente a la amplitud y frecuencia de los movimientos respiratorios. Al mismo tiempo, en el transcurso de la serie experimental practicada se producían a veces subidas repentinas del nivel sanguíneo de glucosa, cuya duración era fugaz, y que se intercalaban con momentos de valor glucémico más bajo de lo normal. Ambos fenómenos serían, en opinión de Puche, consecuencia de la actuación de los mecanismos glucorreguladores.

Poco antes del comienzo de la Guerra Civil, durante su estancia en Valencia, Puche consagró tres trabajos al estudio del metabolismo de los glúcidos, mediante el análisis de las características de la curva de glucemia en sujetos normales y en diabéticos. El primero de ellos estaba dedicado a valorar la evolución de la curva de hiperglucemia en sujetos normales y recogía los resultados de practicar una curva de glucemia a 62 sujetos normales -no diabéticos-, de acuerdo con unos patrones de administración fijos119. Los resultados obtenidos indicaban un área normal de variación individual, que podía servir de referencia para interpretar los resultados de la prueba. De este modo, podían distinguirse diversas modalidades de regulación normal de la glucemia, que muy probablemente se correspondían con diferentes tipos de constitución morfo-fisiológica.

El segundo trabajo estudiaba las curvas de glucemia en sangre capilar y en sangre venosa120. En las curvas registradas al mismo tiempo en sangre capilar y en sangre de la vena basílica, tras la ingestión de 50 grs. de glucosa, aparecían diferencias entre sus valores respectivos, que alcanzaban un valor máximo a los treinta minutos de la ingestión, y coincidían con las cifras de glucemia más elevadas. Podía establecerse una correlación entre los valores de las desviaciones medias de las glucemas capilar-venosas, de manera que la diferencia entre la   —93→   glucemia capilar y la glucemia venosa se debería seguramente a la intervención de los músculos, por medio de un mecanismo que a Puche todavía le resultaba desconocido.

El tercer trabajo, que cierra este núcleo de investigaciones acerca del metabolismo de los hidratos de carbono, estaba consagrado al estudio de las curvas de glucemia capilar-venosa en sujetos diabéticos121. El estudio de las experiencias realizadas sobre curvas de glucemia capilar-venosa en la hiperglucemia provocada con glucosa en sujetos diabéticos da como resultado unas medias muy cercanas a las de los sujetos sanos.

Las pruebas experimentales no permitían establecer una relación cuantitativa directa entre las diferencias de las glucemias capilar-venosas y la intensidad de la perturbación diabética, que pudiera utilizarse como elemento de pronóstico cierto. Una cuestión quedaba fuera de toda duda: que la insulina no era capaz de modificar de forma inmediata -ni siquiera después de un tratamiento prolongado-, la diferencia entre la glucemia capilar y venosa.