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ArribaAbajoCapítulo treinta y dos

Comparación del tarasco con el mexicano y sus afines



1.

En el tomo 1.º de la presente obra, 1.ª edición, al tratar del tarasco, y hablando del reino de Michoacán dije:

Se ignora el origen de sus habitantes, sobre cuyo punto el padre Acosta, en su Historia de Indias, cuenta una fábula insulsa tomada, sin duda, del padre Durán (Historia de México, MS.), la cual ha refutado satisfactoriamente Clavijero. Dice Acosta que viniendo los mexicanos hacia el valle de México, parte de ellos tuvieron un motivo de enojo con los otros, por lo cual no sólo dejaron de seguirlos, sino que ¡aun adoptaron idioma diferente, que fue el tarasco! El padre La Rea, en su Crónica, aunque no hace mérito de esa fábula, también cree que los pobladores de Michoacán fueron mexicanos; pero de   —328→   todos modos esto es falso, pues la diferencia que hay entre el tarasco y el mexicano demuestra que los hombres que hablan esas lenguas son de nación diferente. Éste es uno de los casos en que la filología puede con seguridad ilustrar la historia.



La publicación de la obra del padre Durán intitulada Historia de las Indias de Nueva España (México, 1867) ha confirmado mis sospechas respecto a ser él de quien tomó Acosta la noticia sobre el origen de los tarascos. He aquí lo que textualmente refiere Durán:

Es de saber que los mexicanos, los que agora son Tarascos y avitan la provincia de Mechoacan, y los de la provincia de Malinalco, todos eran de una congregación ó parcialidad y parientes y salieron de aquella sétima cueva debajo del amparo de un dios que los guiaba y todos hablaban una lengua: llegados á aquel lugar de Pazcuaro, viéndole tan apacible y alegre, consultaron á su dios los sacerdotes y pidiéronle, que si no era aquel el lugar que les tenia prometido y auian de fuerça pasar adelante, que al menos tuviese por bien de que aquella provincia quedase poblada: el dios Vitzilopochtli respondió á sus sacerdotes, en sueños, quel era contento de hacer lo que le rogaban, y que el modo seria que todos los que entrasen en una laguna grande que en aquel lugar ay á se lavar, como ellos lo tienen de uso y costumbre, así hombres como mugeres, que despues de entrados se diese aviso á los que afuera quedasen, que les hurtasen la ropa, así á ellos como á ellas, y sin que lo sintiesen alçasen el real y se fuesen con ella y los dejasen   —329→   desnudos. Los mexicanos obedeciendo el mandato de su dios, estando los de la laguna embebecidos en el contento del agua, sin ningun detenimiento alçaron el real y partieron de allí, tomando la via que su dios les señaló. Despues de auerse lavado con mucho contento los questauan en la laguna, salieron della y buscando su ropa para cubrirse no la allaron, y entendiendo ser burla que los demas les hacian, vinieron al real donde auian dejado la demas gente y alláronlo solo y sin persona que les dijese hácia qué parte auian tomado la via; y viéndose así desnudos y desamparados y sin saber adonde ir, determinaron de quedarse allí y poblar aquella tierra, y cuentan los que dan esta relacion, que como quedaron desnudos en cueros, así ellos como ellas, y lo estuvieron mucho tiempo, que de allí vinieron á perder la vergüença y traer descubiertas sus partes impúdicas y á no usar bragueros ni mantas los de aquella nacion, sino unas camisas largas hasta el suelo, como lobas judaicas, el qual traje yo lo alcancé y hoy dia entiendo se usa entre los maceguales [...].

Dividida la nacion mexicana en tres partes, la una quedó en Mechoacan y pobló aquella provincia, inventando lengua particular para no ser tenidos ni conocidos por mexicanos, agraviados de la injuria que se les auia hecho en dejallos; y la otra parte, quedando en Malinalco.



Esta fábula de Durán ha sido literal o sustancialmente admitida por los escritores subsecuentes, excepto Clavijero, pues se conforman en creer que los tarascos son de   —330→   origen mexicano. Consúltese Acosta, Historia de Indias; García, Origen de los indios; La Rea, Crónica de Michoacán; Beaumont, Crónica de Michoacán; Payno, Historia de Michoacán.

Por mi parte, intentaré demostrar aquí que los mexicanos no pudieron haber inventado por simple enojo o capricho (como dice Durán) un idioma como el tarasco, tan distinto al suyo; la filología no admite esta clase de invenciones, de la manera que se puede inventar un dístico o una cuarteta, porque las lenguas nacen espontáneamente, y no por medio de un convenio premeditado.




2.

Antes de comparar filológicamente el mexicano y el tarasco voy a hacer un paralelo entre ellos, aunque muy breve, bajo el punto de vista literario, por cuyo paralelo comenzarán ya percibirse las diferencias que hay entre esas dos lenguas.

El mexicano es más rico en terminaciones que el tarasco, y más abundante en nombres derivados.

El tarasco no sabe distinguir como el mexicano la categoría de las personas; no tiene como este idioma formas para expresar respeto, reverencia.

El mexicano tenía una prosodia bastante perfecta supuesto que pudo expresar la poesía; no se sabe que los tarascos conocieran este sublime arte, sino es en época posterior, a imitación del castellano.

El mexicano tiene pocos verbos irregulares respecto del tarasco.

El mexicano posee bastantes preposiciones, y el tarasco   —331→   casi todas las suple con himbo, que algunos creen ser la única preposición propia del idioma.

En compensación de las ventajas que hemos encontrado al mexicano respecto del tarasco vamos a indicar las excelencias de éste.

El tarasco tiene más letras en su alfabeto que el mexicano; es, pues, más rico en combinación de sonidos.

Abundan más en tarasco las voces esdrújulas que comunican al lenguaje cierta entonación y sonoridad.

Es más abundante el tarasco que el mexicano en onomatopeyas, en voces imitativas, que dan a la palabra cierta viveza, más expresión.

El tarasco usa declinación para el nombre y pronombre de la cual carece el mexicano.

El tarasco tiene pronombre relativo que falta al azteca, así como infinitivo, tan útil para expresar las ideas en abstracto.

El mexicano suple las personas del verbo con pronombres prefijos; en esto va más adelante el tarasco, pues usa verdaderos signos para ello, finales que no son el pronombre afijo ni prefijo, exceptuando la primera persona de plural.

El verbo sustantivo tiene una conjugación completa y regular en tarasco, mientras que en mexicano carece de presente de indicativo. Otros verbos del tarasco, aunque irregulares, tienen por causa de irregularidad la eufonía, circunstancia que concurre aun en lenguas como el griego.

Respecto a número de voces no es fácil calcularle por   —332→   falta de buenos diccionarios; pero sí puede asegurarse que los idiomas que comparo son ricos en palabras.

Igualmente el tarasco y el mexicano tienen voces muy expresivas que resultan del uso de la composición, para la cual ambos idiomas cuentan con los mismos recursos y la misma variedad de combinaciones.

En resumen, no es posible dar a uno de estos idiomas la preeminencia respecto del otro, pues cada uno tiene sus ventajas y sus bellezas particulares. Buschmann en su obra De los nombres de lugares aztecas hizo del mexicano esta calificación: «La lengua antigua de Anáhuac está la altura de los idiomas más perfectos del antiguo mundo, y ofrece material para los análisis más finos de gramática». Nájera en el prólogo a su Gramática del tarasco se expresó así: «Cuando se estudia este idioma, se ve que si se hubiera de inventar una lengua no se haría sino imitando el tarasco. Nada le falta, y es tan sencilla que parece nada tiene».




3.

Pasando ahora a tratar de las diferencias morfológicas y gramaticales que se notan entre el tarasco y el mexicano me extenderé a considerar los afines de éste, es decir, todo el grupo mexicano-ópata, y no me limitaré a marcar sólo las diferencias esenciales sino aun algunas secundarias para que se perciba bien el aspecto tan diverso de las lenguas que comparo.

La modificación de sonido que hay entre la c del tarasco, cuando suena ca, co, cu, y la k no se conoce en las lenguas mexicano-ópatas, como tampoco la rh, sonido   —333→   medio entre la l y la r. En pima hay rh; pero asemejándose a la s.

Como lo veremos en el capítulo 57 de la presente obra, en estos idiomas tiene el mismo valor un signo antepuesto, intercalado, o pospuesto, porque todos se aplican bajo un mismo sistema que es el de yuxtaposición o aglutinación. Sin embargo, como en lingüística, lo mismo que en las demás ciencias naturales, se pueden admitir diferencias secundarias para formar órdenes, géneros, etc., conviene hacer una distinción entre el tarasco y las lenguas mexicano-ópatas, a saber, que en éstas domina el uso de finales o terminaciones, según lo hemos visto en los capítulos anteriores, mientras que la gramática tarasca prefiere la intercalación muy marcadamente, como consta de los siguientes ejemplos que pueden explanarse leyendo la descripción del tarasco, capítulo anterior.

De Tata, padre, sale el dativo tata-ni, y de tatani el plural tata-echa-ni intercalado el signo de plural. Las personas del verbo se marcan con finales, pero los tiempos y modos con intercalaciones; verbi gratia de la radical pa del verbo que significa llevar sale pa-haca, yo llevo; pa-pihca, yo había llevado; pa-uaca, yo llevaré; ca es signo de primera persona de singular, así es que ha, pih y ua con las partículas intercaladas que marcan el tiempo. Las voces también se marcan generalmente con signos intercalados; verbi gratia, pahaca, yo llevo; pa-nga-haca, yo soy llevado. Hemos visto en el capítulo anterior que en tarasco hay pocas preposiciones, siendo himbo la que aparece   —334→   como más propia; pues bien, las preposiciones se suplen frecuentemente mediante el significado que tienen las partículas del idioma llamadas propiamente por Lagunas interposiciones (Véase capítulo anterior, § 37).

En los idiomas del grupo mexicano se encuentran pocas voces onomatopeyas, mientras que en tarasco abundan.

El tarasco tiene declinación, así como también las lenguas ópatas, cahita y eudeve; pero con estas diferencias. La declinación tarasca es única y de un plan sencillo, y la declinación de la familia ópata es varia y complicada por su diversidad de signos. La declinación tarasca se extiende al pronombre, pero no la del ópata, cahita y eudeve. Sobre todo, la diferencia más notable es la de forma de signos, teniendo que ocurrir a etimologías forzadas para encontrar alguna semejanza aislada, como ri, una de las varias finales del ópata, respecto de eueri terminación del genitivo en tarasco; en ópata, ri no sólo es final de genitivo sino también de acusativo y dativo, casos que el tarasco distingue de aquél, y además sería preciso suponer una abreviación en ópata o un agregado en tarasco. La final e es signo común de vocativo en mexicano, ópata y tarasco; pero e no parece ser más que una interjección propia para llamar, esto es, forma que se puede explicar por la ley de onomatopeya, y no por comunidad de origen.

El tarasco tiene un solo signo para expresar plural, de forma distinta a los varios del mexicano y sus congéneres.

  —335→  

Algunas analogías se descubren entre los signos de los nombres y verbos derivados del tarasco y las lenguas mexicano-ópatas; pero son pocos, aislados, así es que se pueden explicar de la misma manera que más adelante explicaremos las semejanzas léxicas que igualmente se encuentran. Las analogías más naturales que hallo entre los signos tarascos y mexicano-ópatas se reducen a éstas. La final ta concurre en cora y tarasco para formar abstractos. Ti, ta, kua, ri, signos tarasco de verbal; en mexicano tli; en cahita tzi; en cora te, ti; en mexicano ka; en cahita ri. Ke, ga, partículas del tarasco para la voz pasiva; en tepehuan ka. Ta signo de compulsivo en tarasco; en mexicano tia; en cahita tua.

En el pronombre no hay más que una analogía aislada, según veremos al comparar los diccionarios, siendo otra diferencia notable entre los idiomas que comparo la de que en mexicano se encuentran dos formas para el pronombre, en composición o fuera de ella: nehuatl, nehua, ne, yo, en composición es ni. El pronombre tarasco, en composición, sólo experimenta una abreviación, pero no un cambio de forma (véase capítulo anterior, § 34). El posesivo del mexicano-ópata tiene ciertas partículas que se le agregan, o el nombre a que se refiere sufre un cambio de final según hemos visto en las comparaciones correspondientes entre ellas al tratar del resumen gramatical (capítulo 29); nada de eso se usa en tarasco.

Entre el verbo tarasco y el mexicano-ópata las personas se marcan con los pronombres, sean afijos, prefijos o separados; en tarasco hay terminaciones especiales,   —336→   signos propios para marcar las personas, sin analogía con los del pronombre exceptuando la primera persona de plural. Ya he indicado estas circunstancias en el capítulo anterior, trataré de ellas en el capítulo 57 al hablar del carácter morfológico de estos idiomas, y el lector mismo puede cerciorarse de ello comparando las finales que marcan las personas en tarasco con el pronombre del mismo idioma. Otra diferencia entre el verbo tarasco y el mexicano-ópata es la siguiente: los pocos idiomas del grupo que tienen infinitivo le presentan indeterminado, poco marcado, sin especiales signos que le distingan como lo expliqué en el resumen gramatical del capítulo 29, mientras que en tarasco el infinitivo se halla perfectamente caracterizado, tiene su final propia ni. Pero lo que especialmente decide la diferencia del verbo en las lenguas que estudiamos es la diversidad de signos: con trabajo, y forzando las etimologías, se encuentran apenas dos o tres semejanzas, entendiéndose de la conjugación radical, la del verbo activo, pues respecto a verbos derivados ya hablé anteriormente.




4.

Pasando ahora a tratar del diccionario comenzaré por recordar lo que indiqué en el prólogo de esta obra, y fue que las palabras se comunican más fácilmente de un pueblo a otro que la gramática; en consecuencia, no debe llamar la atención que comparando concienzudamente el diccionario tarasco con el mexicano-ópata se encuentren algunas más analogías que de gramática. Sin embargo, como la gran mayoría de las voces son distintas entre esas lenguas, y como existe la diferencia   —337→   de sistema gramatical, resulta que las analogías léxicas que se descubren pueden racionalmente explicarse de varios modos menos por la comunidad de origen. Voy a ocuparme primero en comparaciones relativas sólo al mexicano, y después lo haré respecto a las demás lenguas del grupo.

Padre se dice en mexicano tatli y madre nantli; en tarasco tata, nae. La analogía de los nombres de parentesco reunida a la de otras palabras primitivas y a la de sistema gramatical son la mejor prueba de afinidad en dos o más lenguas; pero por sí solas, pueden referirse a la ley de onomatopeya, pues su forma es la más sencilla, se compone de sílabas fáciles que de un modo análogo debieron balbucir los primeros hombres de diversas razas y distintos países. Así lo reconocen lingüistas modernos como Renan en varias de sus obras y Wedgwood en su Origin of language. Efectivamente la radical ta para decir padre la hallamos en idiomas como el botocudo, el celta, el congo, el estoniano, el angola y otros; la raíz na (madre) se encuentra en Darien, Benin, Potawotami, etc.

Otras palabras semejantes del tarasco y mexicano se pueden atribuir a la vecindad de los dos pueblos, como nombres de animales o utensilios, algunos verbos, y voces aisladas pertenecientes a varias categorías. He aquí ejemplos. Entre los numerales sólo el dos se asemeja algo en mexicano y tarasco ome, tzi-ima-ni, así como entre los pronombres sólo el de segunda persona en singular tiene analogía tchua o te (mexicano); thu (tarasco).

  —338→  

Perro en mexicano es chichi; en tarasco uichu. Gato en mexicano se dice mizto, en tarasco miztu; mono en mexicano se traduce ozomatli, en tarasco ozoma. Halcón, milano, en mexicano es kuixin, en tarasco kuiyus. Araña en mexicano es tokatl, en tarasco tauaki.

Tambor en mexicano ueuctl, en tarasco ta-uenua. Canasto en mexicano chichihuitl, en tarasco tsikiueta.

En mexicano el verbo más propio para expresar la idea de ser o estar, el usado en tal acepción por la generalidad de los intérpretes, el más extendido en el grupo es ka; como sinónimo de ka, pero menos usado se halla m-ani, que parece tomado del tarasco eni conservando la final característica del infinitivo ni. Por el contrario, n-eki, querer, del mexicano, parece haber pasado al tarasco convirtiéndose en ueka-ni, perdido el prefijo que usa la gramática tarasca y agregando su signo de infinitivo.

Otros nombres y verbos, como ciertos nombres de parentesco ya explicados, pueden atribuirse a la onomatopeya; verbi gratia, tzetze-mu, en tarasco, gritar; en mexicano tzatzi; kui-(cha)-kua, en tarasco, canto; en mexicano kui-ka.

Hay otras semejanzas léxicas entre mexicano y tarasco puramente aparentes y casuales como akua, comida, en tarasco; en mexicano tl-akua-lli; en tarasco la a es radical y kua una terminación muy común en sustantivos y adjetivos verbales, mientras que en mexicano la final es lli, y la radical tlakua, resultando una coincidencia casual entre una raíz y una terminación.

  —339→  

Del mismo modo podrían irse explicando algunas analogías léxicas que se encuentran entre el tarasco y las lenguas afines del mexicano, aunque con una diferencia que debe tenerse en cuenta como dato precioso para la historia: el trato ocasionado por la vecindad entre mexicanos y tarascos no puede considerarse igualmente, sino respecto de ciertas naciones inmediatas pertenecientes al grupo mexicano-ópata; pero no de todas, así es que debe suponerse fundadamente un tránsito de los tarascos por el norte de México, durante el cual dejaron allí algo de su vocabulario y trajeron algo del perteneciente a otras tribus septentrionales. He aquí ejemplos de palabras tarascas análogas con otras lenguas vecinas o tan distantes como el shoshone y el zuñi, siendo de advertir que estas palabras no se encuentran las más en mexicano, es decir, son análogas directamente con el tarasco; de otro modo la explicación era muy sencilla, que el mexicano comunicó al tarasco lo que tenía de semejante con las lenguas del norte.

HERMANO

Tarasco. Vaua. Ópata. Vaa. Eudeve. Vatz. Comanche. Vari.

PRIMO

Tarasco. Ihtza. Cora. T-ihatzi.

CABEZA

Tarasco. Ehpu. Comanche. P-api. Guaicura. Apa. Cochimí. Ag-opi.

  —340→  

NARIZ

Tarasco. Tz-ure. Huichola. Ure (anómala en la familia ópata-pima a que el huichola pertenece).

DIENTE

Tarasco. Sini. Caigua. Sun. Mutsun. Sit.

CORAZÓN

Tarasco. Min-tzita. Costeño. Mene (anómala en la familia mutsun a que el costeño pertenece).

CABELLO.

Tarasco. Ha-uiri. Mutsun. Uri.

SANGRE

Tarasco. Y-uri-ri. Ópata. Era-t. Tepehuan. Ure. Pima. V-ura.

NIÑO

Tarasco. Uatzi. Zuñi. Uetza-nah. Shoshone. N-atzi. (Esta palabra es más parecida entre el tarasco con el zuñi y shoshone que con el mexicano, así es que no parece haberla recibido por este intermedio. Véase capítulo 30).

AGUA

Tarasco. Itsi. Pima. Su-iti. Mutsun. Si. Keres. Sets (anómalas respecto a las formas dominantes en el grupo mexicano-ópata).

  —341→  

FUEGO

Tarasco. Turiri. Pima. Tura. (Esta voz se encuentra en el mismo caso que niño).

FRÍO

Tarasco. Tzirari. Cora. Zerit.

MAÍZ

Tarasco. Janini (maíz seco). Comanche. Janib. Ópata y pima. Junu.

ESPECIE DE PALMA

Tarasco. Tacamba. Ópata. Tacu. Cora. Tacati.

CIRUELA

Tarasco. Kupu. Huichola. Kuarupu.

PINO

Tarasco. Tzin-ireni. Mutsun. G-ireni.

TORDO

Tarasco. Tzakari. Ópata. Tzaka.

ÁGUILA

Tarasco. Uakus. Pima. Uaaki. (Véase lo observado respecto a la palabra niño).

  —342→  

BÚHO

Tarasco. Tucuru. Pima. Tucuru. (La misma observación anterior).

CULEBRA

Tarasco. A-kuitze. Chemegue. Kuiatz. (Igual observación a las dos palabras anteriores).

PESCADO

Tarasco. Kuruchu. Ópata. Ku-chi. Cahita. Kuchu. (Observación anterior).

GUSANO

Tarasco. Karas. Mutsun. Kares.

SAPO

Tarasco. Koki. Ópata. Koa.

GRANDE

Tarasco. Te-pari. Guaicura. Pane.

SORDO

Tarasco. Tozondi. Ópata. Ka-zotouodu.

NEGRO

Tarasco. Tu-(rim)-beti. Comanche. Tu-(ju)-bit.

VERDE

Tarasco. Tzuri. Cahita. Tziari.

  —343→  

SER, ESTAR

Tarasco. Eni. Eudeve. Eni.

MORDER

Tarasco. Ketzare. Comanche. Ket-ziaro. (Véase lo observado sobre la palabra niño).

IR

Tarasco. Nir-a. Comanche. Nir. Costeño. I-ni.

VENIR

Tarasco. Huanda. Mutsun. Huate. (La misma observación que sobre la palabra niño).

VENIR

Tarasco. Hurani. Eudeve. Hueren. (Aquí parece haber conservado el eudeve aun parte de la final ni del infinitivo tarasco, la n).

ANDAR

Tarasco. Huma. Cahita. Huarama.

ACOSTARSE, ECHARSE

Tarasco. Uirupe. Tepehuan. Uopoe.

SEMBRAR

Tarasco. Hatzi-cuni. Cora. Atza. Pima. Uza. Comanche. Tetza.

  —344→  

RONCAR

Tarasco. Ku-ara. Ópata. T-oro. Tepehuan. S-oro-ke.

Tarasco. Ca-ho. Diegueño. Ho. Caigua. Hoo.

Y, TAMBIÉN

Tarasco. Ka. Tepehuan. Kat.

ALLÁ

Tarasco. H-ima, h-imin. Tepehuan. Ami. Cahita. Aman-i.

AHORA

Tarasco. I-yanani. Cahita. Yeni.

Hechas ya las explicaciones convenientes sobre las palabras semejantes entre el tarasco y el grupo mexicano-ópata, que, como lo he dicho, son pocas respecto a la gran mayoría que se encuentran diferentes, paso ahora a presentar algunos ejemplos de éstas cuyas correspondientes pueden consultarse, al menos la mayor parte, en los capítulos anteriores.

Español Tarasco
Hombre Tzihuereti
Mujer Cuxareti
Viejo Tharepeti
Hijo Vuache
Marido Hanbucata
  —345→  
Suegro Tharascue
Cuerpo Cuiripehtsicata
Carne Cuiripeta
Ojo Ezkua
Oreja Kutsikua
Boca Haramekua
Labio Penchumekua
Lengua Katamu
Cuello Anganchakua
Mano Hahki
Dedo Munchukurakua
Barriga Kuparata
Pecho Conchonakuo
Espalda Pexo
Cola Cheti, chetskua
Nervio Pasiri
Lágrima Ueranda
Piel, pellejo Sicuiri
Cielo Avándaro
Sol Huriata
Nube Hanikua, xuma
Luna Kutzi
Lluvia Hanikua
Arco iris Xupacata
Granizo Xanuata
Nieve Ietza
Aire Tariyata
Tierra, mundo Parakuahpen
  —346→  
Año Hexurini
Día Huriatekua
Tarde Inchatiro
Verano (tiempo de aguas) Hozta
Invierno (tiempo de seca) Yatianskuaro, emenda
Humo, vapor Sirauata
Sombra Kuhmanda
Río Yurekua
Lago Hapunda
Monte, cerro Cumpsta, pitziramakua,
mehtzamakua, huuataro,
pukuriro.
Conejo Auani
Venado Axuni
León Puki
Pluma Pungari
Lombriz Tzirukua
Mariposa Paracata
Mosca Tindi
Miel Ehpus
Leche Itzukua
Cuerno Tsiuangua
Animal Axuni
Árbol Angatapu
Algodón Xurata
Arena Cutzari
Piedra Tzacapu
Metal Tiamu
  —347→  
Oro Tiripeti
Comida Akua. (Véase lo explicado
anteriormente sobre esta palabra).
Pan Kurinda
Hechicero Sikuame
Flecha Pihtakua
Arco (arma) Canicukua
Barca, canoa Icharuta
Amar Pampzparakua
Dolor Pameri
Muerte Harikua
Agrio Xaripeti
Alto Yotati
Amargo Cameni
Amigo Pichakua, harakua
Enemigo Curuhnakua
Bueno Ambaketi
Dulce Urimarari
Largo Yasti
Azul Ihtakua
Amarillo Tirungariri
Colorado Charapeti
Uno, dos, etc.
(Véase el § siguiente)
Yo, tú, etc.
(Véase el pronombre
en el capítulo anterior)
  —348→  
Crecer Taraxeni
Nacer Tsipatzenoni
Ver Exeni
Hablar Uandani
Amanecer Erandeni
Volar Ahcarani
Decir Arini, arani
Llover Hanini
Mear Yazcani
Comprar Piuani
Morir Uarini, uirucumani
Parir Peuani
Subir Keni, cararani
Abajo Ketzakua
Arriba Hahtsicurini
Bien Zez
Cerca Piretini
Lejos Yauaneti
Más Caru
Mucho Can, camendo, harandeti



5.

Como otro ejemplo de las diferencias que presentan, entre sí, el mexicano y el tarasco pongo, en seguida, los adjetivos numerales; pero advirtiendo que el sistema aritmético de mexicanos y tarascos era el mismo, según consta de las explicaciones que respectivamente hacen dos autores antiguos, Molina y Lagunas, las cuales transcribo.

  —349→  

Dice Molina: «En la lengua mexicana hay tres números mayores, y son 20, 400, 8000. Para estos números mayores usan de estas dicciones: Puualli, Tzuntli, Xiquipilli, aunque no pueden estar sin que los preceda alguno de los números menores. El número menor es desde uno hasta veinte, y llegando a veinte tornan a contar y multiplicar por el número menor hasta otros veinte, y llegando a ellos dicen: Dos veces veinte que son cuarenta, tres veces veinte que son sesenta. Y cuando multiplican el número mayor, anteponen el menor como cempoualli, veinte; ompoualli, cuarenta; epoualli, sesenta. Pero para multiplicar por el número menor juntamente con el mayor siempre posponen el número menor al mayor diciendo: Cempoualli once, veintiuno; cempoualli omome, veintidós, etc. Y es de notar que este número de veinte se va multiplicando de la manera ya dicha hasta cuatrocientos que dicen centzuntli, y de este número hasta ocho mil que es el otro número mayor se va multiplicando la cuenta en la manera ya dicha, y así se multiplica este número mayor, de cuatrocientos diciendo: centzuntli, cuatrocientos; ontzuntli, ochocientos; etzuntli, mil doscientos. Y cuando hay necesidad de contar o multiplicar los números intermedios, ha de ser por veintes, y por el número menor que es del uno hasta veinte, posponiendo siempre como está dicho, el número menor al mayor. La misma manera se ha de guardar para multiplicar de ocho mil en adelante que dicen: cenxipilli, ocho mil, onxiquipilli, diez y seis mil, etc.».

Lagunas, refiriéndose al tarasco se expresa así: «El   —350→   menor número es de uno a diez; el mediano de diez a veinte que llaman maequatze. Y así un veinte, dos veintes, etc. Al número mayor dicen maurepeta que son cuatro cientos. Y así desta manera van contando un cuatrocientos, dos cuatrocientos, etc., hasta llegar al número principal que es maequatze irepcta que son ocho mil».

Mexicano Tarasco
Uno Ze Ma
Dos Ome Tziman
Tres Yey Tanimo
Cuatro Naui Tamu
Cinco Makuilli Yumu
Seis Chikuaze Cuimu
Siete Chikome Yuntziman
Ocho Chikuey Yuntanimu
Nueve Chikunaui Yunthamu
Diez Matlaktli Temben
Once Matlaktlize Tembenma
Veinte Zempoualli Maekuatze
Cien Makuilpoualli Yumekuatze
Cuatrocientos Zentzuntli Maurepeta
Ocho mil Zenxikipilli Maxkuatze irepeta

Comparando atentamente los adjetivos numerales del mexicano y el tarasco no sólo se observan las analogías aritméticas que enseña la lectura de Molina y Lagunas sino otras. Veamos lo que sobre el particular dice Moxó en sus Cartas mexicanas: «Del cotejo de las dos listas (de adjetivos   —351→   numerales) resulta que tienen una perfecta analogía en su construcción. En una y otra se explican con palabras simples los números desde uno hasta seis, el diez, el veinte, y el cuatrocientos. Los demás son compuestos de los simples, ligándoles en mexicano con la partícula on y en tarasco con la conjugación ca. En la progresión de los números menores se pospone el menor al mayor, y al contrario en la de los mayores; v. g., matlactliomei, tembencatinimu, donde el tres yeitanimu está colocado después del diez, lo cual se observa hasta treinta. Meaguatze catemben como si dijéramos en castellano veinte y diez. En cuarenta y ochenta, etc., precede el menor: ompohualli, nauhpohualli, o en tarasco tzimanequatze, thamequatze, que equivalen al nuestro dos veces veinte: trecientos es quince veces veinte. Los números mayores son en las dos lenguas mexicano y tarasco veinte, cuatrocientos y ocho mil; pero los nombres de estos dos son palabras figuradas en mexicano compuestas de la unidad ce, que para evitar cacofonía se pronuncia cen, y de las voces tzontli madeja de pelo y xiquipilli bolsa o talega. Por eso se usan también como números indeterminados. En Tarasco el Temben, que usan para decir diez, significa madeja, o guedeja de pelo; y el zutupu del ocho mil, bolsa o talega. Es digno de admiración, que estos idiomas teniendo tanta semejanza en su aritmética, sean como son en estremo diferentes en la estructura y combinación de todas las demás voces, de que se componen».

La última observación de Moxó puede explicarse fácilmente reflexionando que la aritmética no pertenece al idioma, sino que es uno de tantos conocimientos de arte o ciencia que pueden comunicarse entre los pueblos más extraños.







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ArribaAbajoCapítulo treinta y tres

Observaciones sobre el huave, el chiapaneco y el chorotega en su relación con el tarasco


El huave o wabi, llamado también por algunos huazonteco, se habla por la nación de estos nombres, compuesta hoy de unos tres mil individuos que habitan en las lagunas de Tehuantepec en los pueblos llamados San Mateo del Mar, Santa María del Mar, San Francisco del Mar, San Dionisio del Mar e Ixhuatan.

En la obra Reconocimiento de Tehuantepec (México, 1844) constan las siguientes noticias sobre los huaves: «Difieren, por su aspecto, de los demás moradores del Estado, siendo generalmente robustos y bien formados. Andan habitualmente poco menos que desnudos, y su industria casi se reduce a la pesca, de que hacen un comercio   —354→   bastante extenso. Sus fiestas conservan todavía el carácter de sus antiguas costumbres.

Están divididos en cuatro parcialidades, en estado de continua discordia, por razones de interés local. Su idioma se ha corrompido al punto que apenas pueden los de un pueblo entender a los de otro».

El padre Burgoa en su Historia geográfica (página 367) nos ha conservado la noticia del origen y necesidades de los huaves: «Vinieron a Tehuantepec de la parte del Sur por guerras que tuvieron entre sí o con sus vecinos, costeando en canoas. Al llegar los huabes a Tehuantepec habitaban allí los Mijes, quienes cedieron el país con poca resistencia, retirándose a las montañas. En tiempo de Moctezuma fue agregada la provincia de los huabes a la corona de México; pero poco después reunidos los reyes zapoteco y mixteco ocuparon a Tehuantepec hasta el reinado de Cocijopij, en cuya época tuvo lugar la llegada de los españoles, a quienes el rey Tehuantepecano se sujetó voluntariamente».

Conformes los escritores modernos en que los huaves son oriundos del sur, discuten algunos, sin embargo, sobre si vinieron del Perú o de Nicaragua. En mi concepto, no hay lugar a esta discusión ateniéndonos a este hecho bien claro que refiere el padre Burgoa. He aquí sus propias palabras: «Se averiguó la venida de los huabes de muy lejos, por un religioso de Ntro. P. San Francisco que venía de la Provincia de Nicaragua, y oyendo en el Convento de Tehuantepec a un religioso nuestro, ministro de los huabes, hablar con su muchacho reparó   —355→   en las voces y términos de la lengua entendiendo lo que decía, aunque con alguna diferencia, y dijo que era el mismo idioma de unos pueblos de Nicaragua, y de allá debieron salir éstos, pasando las costas de Sonsonate, Guatemala, Suchitepec y Soconusco hasta parar en esta de Tehuantepec».

Las indagaciones más recientes confirman la noticia del padre Burgoa, pues varios autores modernos, entre ellos Brasseur de Bourbourg, indican la analogía del huave con el nagrandan que hablan en Nicaragua los indios de Subtiaba. (Archivos de la comisión científica de México, tomo 1.º, página 125).

Si el nagrandan es o no precisamente el idioma de Nicaragua congénere del huave, es cosa que no podemos decidir nosotros por falta de datos. Todo lo que conocemos del nagrandan son las pocas palabras recogidas por Squier, y del huave otras pocas que se hallan en la Memoria sobre Tehuantepec por Garay, y en la obra francesa Revue Américaine (tomo 5); aun esas pocas palabras no pueden compararse todas porque generalmente no son las mismas.

Lo que sí es más fácil comprobar, en virtud del material que tenemos sobre el tarasco, es que este idioma no presenta analogía ni con el huave ni con el nagrandan, cuya analogía indica el citado Brasseur (ubi supra), siendo de advertir que otro escritor más reciente, Orozco y Berra, no encontró parentesco entre el huave y los demás idiomas mexicanos, pues dice en su Geografía   —356→   (página 175): «El huave es diferente de los otros idiomas que se hablan en México».

Tarasco Huave
Padre Tata Tat
Madre Nana Mœu
Hijo Uache Shaeual
Hombre Tzihueriti Ashewy
Mujer Cuxareti Nahta
Sol Huriata Nœt
Luna Kutzi Kahan
Estrella Hozkua Okass
Cielo Avandaro Ombessakatz
Tierra Parakuahpen Yek
Casa Kuahta Piem
Monte Cumpsta Tiak
Maíz Ahtziri Oss
Búho Tukuru Tanuk
Venado Axuni Shokuen
Arena Cutzari Wiah
Uno Ma Anop
Dos Tziman Epoen
Tres Tanimo Eroppoef
Cuatro Tamu Apukif
Cinco Yumu Akukief
Seis Cuimu Anaif
Siete Yuntziman Ayayif
Ocho Yuntanimu Opakœf
Nueve Yunthamu Ohkœyœ
  —357→  
Diez Temben Agafpoef
Veinte Maekuatze Niumiew
Cien Yumakuatze Agopmiew
Yo Hi Shik
Thu Ik
Él Hinde Akeen
Nosotros Hucha Ikohultz
Vosotros Thucha Ahgahueyay
Ellos Hihcha Ahgayen

Fácilmente se observará que entre tarasco y huave sólo hay analogías aisladas de algunas palabras. El sistema fonético y de terminaciones luego se percibe que es distinto; respecto al gramatical también se comprende su diferencia con sólo examinar el siguiente ejemplo de conjugación, en huave, donde se verá que este idioma marca las personas del verbo con el pronombre, y el tiempo y modo con partículas separadas. Ya sabemos que el sistema del tarasco consiste en terminaciones yuxtapuestas.

Yo amo Skik sen diem
Ik sen diem
Él Akeen sen diem
Nosotros Ikohuz sen diem
Vosotros Ahgahuegay sen diem
Ellos Ahgahuegay sen diem
  —358→  

Como lo explicaré en el capítulo 57, el huave debe considerarse como idioma paulo-silábico sintético, mientras que el tarasco es polisilábico polisintético.

Tarasco Nagrandan
Hombre Tzihuereti Nuho
Mujer Cuxareti Nahseyomo
Muchacho Hatsi Nasome
Muchacha Uatsi Naheoun
Niño pequeño Characu Naneyame
Padre Tata Gooha
Madre Nana Goomo
Marido Hambucata Mhohue
Esposa Tembucata Nume
Hijo Uache Nasomcyamo
Hija Uache Nasayme
Cabeza Ehpu Goochemo
Pelo Hauiri Membe
Cara Ahcangarikua Grote
Frente Ehtzerukua Goola
Oreja Kutsikua Nuhme
Ojo Ezkua Nahte
Nariz Uri Mungoo
Boca Haramekua Nunsu
Lengua Katamu Greuhe
Diente Sini Nahe
Pies Hantziri Graho
Cielo Auandaro Nekupe
Sol Huriata Numbu
  —359→  
Estrella Hozkua Nuete
Fuego Turiri Nahu
Agua Itsi Nimbu
Piedra Tzacapu Nugo
Yo Hi Saho
Thu Sumusheta
Nosotros Hucha Semehmu

Apenas se encuentran dos o tres palabras algo semejantes; en las finales y los prefijos no se observa ninguna analogía.

Tratando ahora del chiapaneco comenzaré por decir que, según Orozco y Berra, «su uso queda en Acola, distrito del Centro, en la villa de Chiapa y en Suchiapa, distrito del Oeste». Esto manifestaba Orozco hace diez años; pero hoy (1873) el señor obispo de Chiapas me dice en una carta lo que paso a copiar contestando otra en que le pedí informes sobre el chiapaneco: «En cuanto al idioma chiapaneco tengo que decirle que ya es un idioma muerto, enteramente perdido, pues la tribu que lo hablaba, mezclada entre los ladinos, como aquí los llaman, hablan el español».

Según Remesal, en su Historia de la provincia de Chiapas, los chiapanecos son originarios de Nicaragua; Juarros en su Historia de Guatemala los considera como descendientes de los toltecas; Clavijero expresa su opinión con las siguientes palabras:

Los chiapanecos, si hemos de dar crédito a sus tradiciones,   —360→   fueron los primeros pobladores del Nuevo Mundo. Decían que Votan, nieto de aquel respetable anciano que fabricó la barca grande para salvarse a sí y a su familia del diluvio, y uno de los que emprendieron la obra del grande edificio que se hizo pare subir al cielo, fue por expresa mandato del Señor a poblar aquella tierra. Decían también que los primeros pobladores habían venido de la parte del Norte, y que cuando llegaron a Soconusco, se separaron, yendo los unos a habitar el país de Nicaragua, y permaneciendo los otros en el de Chiapas. Esta nación, según dicen los historiadores, no estaba gobernada por un rey, sino por dos gefes militares, nombrados por los sacerdotes. Así se mantuvieron, hasta que los últimos reyes mexicanos los sometieron a aquella corona. Hacían el mismo uso de las pinturas que los mexicanos, teniendo el mismo modo de computar el tiempo; pero empleaban diferentes figuras que aquéllos para representar los años, los meses y los días.


(Clavijero, Historia de México)                


En mi concepto, la ascendencia que Juarros supone a los chiapanecos no es la verdadera; pero sí debe admitirse la que los relaciona con los habitantes de Nicaragua, sea en el sentir de Remesal, sea en el de Clavijero.

Ya Orozco y Berra (opere citato) indicó la relación que puede tener el chiapaneco con el idioma orotina de Nicaragua. Brasseur cree que esa relación es con el chorotega o dirián según las siguientes palabras: «Los Chiapaneques ainsi nommés du fleuve Chiapan (Tabasco) aux bords duquel ils occupaient un petit nombre de villes:   —361→   la principale était une citadelle formidable qui en dominait le cours appelée dans leur langue Chapa Nauduimé, dont la cité plus moderne de Chiapa de Indios n'était en quelque sorte qu'un grand faubourg. Les Chiapaneques, qui seraient peut-être les restes d'une migration antique sortie de Xibalba, prétendaient avoir donné naissance aux Chorotecas de Nicaragua dont la langue se rapproche de la leur».

Estoy de acuerdo con Brasseur y con Orozco respecto a la analogía entre el chiapaneco y un idioma de Nicaragua; pero fijándome yo en el nagrandan, antes citado, porque así resulta de las comparaciones que he podido hacer; aun siendo pocas encuentro varias palabras semejantes entre los dos idiomas, y esto me hace presumir la demostración de una afinidad más estrecha haciendo mayor número de comparaciones. Pocas son como digo, las que yo he podido hacer, porque no conozco en idioma chiapaneco más que el Pater inserto en la primera edición de esta obra, el cual me facilitó el señor Orozco, y un libro manuscrito de oraciones cristianas, trunco, ilegible, en parte, sin traducción alguna, perteneciente a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. He aquí algunos ejemplos de palabras análogas chiapanecas y nagrandanas.

Nagrandan Chiapaneco
Padre G-ooha Y-oua
Hijo o hija Nasayme Naya
Nosotros Sem-ehmu Cap-ohime
Cielo Nekupe Nakapa-jo
  —362→  

Lo que prueba también que mister Brasseur se equivocó al considerar el chiapaneco análogo al chorotega, en lugar del nagrandan, es que de otro modo resultaría la siguiente contradicción. El autor francés no sólo dice que el chorotega y el chiapaneco tienen analogía entre sí, sino también con el tarasco. Pues bien, antes había dicho que eran análogos huave, nagrandan y tarasco, resultando este idioma afín de dos lenguas distintas nagrandan y chorotega. Que el nagrandan y el chorotega son distintos así lo reconoce Squier, la mejor autoridad en esta materia, pues a él se debe lo que conocemos de esos idiomas y, además, es fácil comprobarlo comparando un idioma y otro. Sobre todo, Brasseur mismo manifiesta «que el nagrandan es totalmente diferente del chorotega» (Archivos de la Comisión científica de México, tomo 1.º, página 132).

Ya hemos visto anteriormente que el tarasco no tiene afinidad con el nagrandan; en consecuencia, no puede tenerla con el análogo de éste: el chiapaneco. Sin embargo, añado una prueba directa, y es la comparación del Pater en chiapaneco con la misma oración en tarasco (capítulo 31); no se encontrará la menor analogía ni léxica ni gramatical.

Pua manguemé nilumá cané nacapajó totomomo copamimé chambriomo chalaya guipumutamu gadilojá istanacupu cajilucá nacapajó: cajilo bañà yacamcomo nuori may tarilu mindamu oguajime lla copomimemo taguajime   —363→   nambucamuneme cuqueme gadiluca si memu casimemu taguagime nambucamuneme copá tipusitumu bica tipucapuimu mujarimimuname mangueme Diusi mutarilú nitangame chacuillame caji Jesus.


Que el tarasco no puede ser análogo, a un tiempo, con el chorotega y el nagrandan es cosa clara supuesto que estos idiomas son distintos; que no tenga analogía con el nagrandan y sus afines huave y chiapaneco se prueba por medio de comparaciones filológicas.

Empero, todavía queda alguna duda respecto a la semejanza del tarasco con el chorotega. Por una parte, Brasseur la indica, y aunque incurriendo en la contradicción de hacer al tarasco afín de dos idiomas distintos, esa contradicción pudiera tenerse como una distracción, como un olvido. Por otro lado, encuentro que Latham en su Filología comparativa (página 436) observa la analogía de un pronombre chorotega con otro tarasco. Con esta nueva indicación procedo a comparar, en lo que me es posible, el chorotega con el tarasco, y mi comparación da el resultado que paso a manifestar, comenzando por poner en chorotega, dirián o masaya (lugar donde se habla) las mismas palabras que antes en nagrandan, a fin de que sea fácil comparar estos idiomas, y cerciorarse de su diferencia.

Hombre, rahpa.

Mujer, rapaku.

Niño, saika.

  —364→  

Niña, saikee.

Niño pequeño, chichi.

Padre, ana.

Madre, autu.

Marido, ambin.

Esposa, aguyee.

Hijo, sacule.

Hija, saicula.

Cabeza, acu, edi.

Cabello, tecsu.

Cara, enu.

Frente, gnitu.

Oreja, nau.

Ojo, setu

Nariz, taco.

Boca, dahnu.

Lengua, duhu.

Dientes, semu.

Pie, naku.

Cielo, dehmalu.

Sol, ahca.

Estrella, ucu.

Fuego, ahcu.

Agua, eeia.

Piedra, essee, esenu.

Yo, icu.

Tú, ica.

Él, ica.

Nosotros, hechelu.

  —365→  

Vosotros, uechelu.

Ellos, icanu.

Las analogías que encuentro con el tarasco, más o menos inmediatas, son las siguientes:

Tarasco Chorotega
Mujer, esposa Tem-buka-ta Ra-paku (ta-baku, pues
ya hemos visto en varios
idiomas r = t)
Niño pequeño Cha-raku Chi-chi
Marido U-ambu-cata Ambi-n
Diente Sini (simi) Semu
Estrella H-ozkua Uku
Nosotros Hucha Heche-lu
Ellos Uihcha, hihchani,
h-ihkani (oblicuo)
Icanu

Las palabras análogas corresponden a cosa de la quinta parte de las comparadas.

De todo lo explicado en este capítulo, resulta que el huave y el chiapaneco deben referirse a los idiomas de Nicaragua, según parece el nagrandan, y que el tarasco presenta algunas analogías con el chorotega. No por esto me atreveré a colocar los dos idiomas en la misma familia, si no es bajo el concepto de clasificación dudosa, en espera de comprobaciones más amplias. De todos modos, sí es preciso llamar la atención sobre la afinidad que se   —366→   nota entre el tarasco y el chorotega; alguna comunicación, por lo menos, entre los pueblos que hablan esos idiomas debe haber existido.

Concluiré este capítulo agregando una palabra respecto al orotina, con cuyo idioma hemos visto indica Orozco tener afinidad el chiapaneco. En virtud de esa indicación, he tratado de averiguar si el orotina es un idioma independiente, o si tiene relación con el nagrandan o el chorotega; pero sólo he encontrado noticias contradictorias, Por ejemplo, Buschmann en su obra Nombres de lugares aztecas (§ 49) dice que «el Orotina acaso sea el Nagrandan», mientras que Brasseur (capítulo citado, página 132) manifiesta «que según parece, los orotinas usan un dialecto del Chorotega».





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