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Capítulo XII.

Funciones religiosas.

     Inmensa fue la alegría pública de estas fiestas: tenía por base la religión; por objeto la caridad. Del templo a los espectáculos decorosos, no se cometió un crimen. ¿No es esto digno de recordación y de aplauso?

     El día 30 celebró su gran festividad secular la parroquia de San Pedro Mártir y San Nicolás Obispo. En 1238 era este local una mezquita: el rey D. Jaime la cedió, convertida en ermitorio, al religioso fray Miguel de Fabra, de la orden de Predicadores: aún quedan restos del primitivo convento de la casa contigua, que es de la familia de Danvila. La ermita pasó después al cuidado de un sólo sacerdote, cuando los dominicos tuvieron convento en el lugar que hoy ocupa, consagrado a otro objeto, y elevada después a iglesia parroquial, figura en este rango desde antes del año 1245. Es notable por la elevación y solidez de su bóveda ogival, oculta ahora por los magníficos frescos, debidos al pincel de Dionisio Vidal, discípulo de Palomino. En celebridad, pues, de haber sido rector de esta iglesia D. Alonso de Borja, después papa Calixto III, que mereció la honra de haber canonizado a San Vicente, dispuso el reverendo clero una función solemne. Ofició de pontifical el Ilmo. Sr. obispo de Segorbe, sirviéndose de los ornamentos que, según tradición, usó el citado papa en el acto de la canonización del Santo.

     La función fue magnífica, y la hizo más solemne el aspecto, augusto por sus dilatadas sombras, de esta antigua iglesia consagrada tantos siglos ya al culto católico.

     Distinguióse en el día 1.º de Julio la iglesia parroquial de San Esteban Proto-Mártir, como antigua y venerada madre de nuestro Santo Apóstol.

     La tarde anterior se cantaron vísperas solemnes con numerosa y escogida música, oficiando el apreciable y entendido Sr. canónigo doctoral D. José Ortiz y Pérez. El día siguiente fue digno de la alta celebridad de que disfruta esta santa iglesia. La función principió a las once: la orquesta estuvo dirigida por el escelente y joven profesor D. Onafre Comellas, director de la del teatro principal, y celebró el mismo Sr. canónigo doctoral, beneficiado que había sido de esta parroquia Concurrieron a este acto religioso el Sr. obispo de Segorbe, un representante del Excmo. Sr. capitán general; y otros del cuerpo de la Real Maestranza, el cabildo de curas párrocos de las iglesias de la ciudad, y comisiones del colegio del Sr. Patriarca, del seminario conciliar, de Santo Tomás de Villanueva, de los padres de las Escuelas-Pías, del ilustre colegio de escribanos, de las corporaciones existentes en la misma capital y la junta de la misma parroquia. Pronunció el panegírico del Santo D. Sabas Galiana, cura-ecónomo de Alcira, de la orden de Predicadores, y persona altamente recomendable por la gala y elocuencia de sus discursos. Sirvióle de tema el siguiente texto del Evangelio: Ecce Filius meus, in quo mihi bene complacui. El público hubiera aplaudido al orador, si le hubiese sido posible, porque digna fue de aplausos la magnífica oración panegírica.

     El templo estaba radiante de luz: profusas arañas de cristal, riquísimos candelabros, y gusto en todos los adornos.(22) Fue una función, de que quedará una memoria perpetua en la generación que tuvo la dicha de asistir.

     Al día siguiente celebró en la misma iglesia de San Esteban otra función solemne el ilustre colegio de escribanos, poseedor de los objetos alegóricos que representan el bautizo de San Vicente Ferrer, cuya capilla restauró y renovó para esta solemnidad. La fiesta anual, que se celebra en la referida capilla y pila del Santo, recuerda la tradición de haber celebrado en ella San Vicente algunas veces el sacrificio de la misa.

     La venerable iglesia parroquial de San Salvador, adornada en sus fachadas, y siempre embellecida con la santísima imagen del Salvador, celebró también una función solemne; porque bajo aquellas bóvedas, hoy renovadas, se oyó muchas veces al apóstol valenciano, que profesaba a esta iglesia una devoción especial.

     La mañana del día 3 fue-solemne en la iglesia de las religiosas de Sta. Catalina de Sena, de la orden de Predicadores; función que consagraran a su ilustre hermano los religiosos esclaustrados de la misma orden. Como individuo de la misma religión, ofició el Sr. obispo de Segorbe, siendo el orador el espresado Sr. canónigo doctoral Don José Ortiz y Pérez. El acto fue tierno; reuniéronse aquellos venerables individuos que en otro tiempo, vistiendo el mismo hábito, habían vivido unidos y hermanos, para morir en los brazos de su mutua caridad. Las circunstancias y los tiempos les arrojaron lejos de su mansión pero en el día son útiles también y la sociedad les agradece sus servicios apostólicos.

     Bajo el tema «Natus est homo princeps fratrum, stabilimentum populi,» basó dicho señor su elocuente discurso, manifestando en el exordio, el enlace de la religión con la sociedad, y presentando a San Vicente Ferrer, como un hombre eminente, que mereció bien de la religión y de la patria.

     En la primera parte de su discurso dio una rápida ojeada sobre las principales glorias del orden de Predicadores, demostrando que Vicente, con razón, se le consideraba como el hijo esclarecido de tan ilustre familia, por su celo, ciencia y virtudes y en la segunda, después de fijar en qué consistía el verdadero amor patrio, trazó un cuadro de los grandes beneficios que Valencia debió a San Vicente Ferrer: El panegírico fue digno en todas sus partes, tanto del objeto a que estaba dedicado, cuanto del apreciable orador que lo pronunció.

     Las religiosas de Sta. Tecla y las de la Encarnación celebraron con la humilde pompa, que las distingue, otras funciones análogas, orando desde el retiro de sus inviolables asilos por la paz de sus hermanos. ¿Qué más podían hacer en su posición actual? El cielo conceda resignación a esas almas vírgenes, consagradas a la soledad!

     También el gremio de carpinteros, tan numeroso como honrado y antiguo, celebró un oficio solemne en la capilla de su casa-cofradía, donde Vicente dejó escuchar alguna vez su palabra. ¿Sería en los tiempos tumultuosos del interregno, después de la muerte del buen rey D. Martín? He aquí el grande hombre instruyendo en un lugar humilde a la masa de pobres artesanos, que aprendían de sus labios la virtud y la moral. Este hecho honra al Santo Apóstol tanto, como la gloria de haber predicado delante de los príncipes de la tierra.

     Las mismas funciones celebraron los vecinos que costean las solemnidades anuales de altares de la calle del Mar, Tròs-Alt y del Mercado, llevando en procesión, según costumbre, la imagen del Santo pero añadiendo en estas fiestas seculares mayor pompa de luces, de acompañamiento y de músicas.

     Señalóse también, como era justo, un lugar en el programa general para la inauguración de la nueva iglesia del colegio imperial de niños huérfanos de San Vicente Ferrer.

     Mientras la iglesia parroquial de Sto. Tomás, establecida hoy en el templo que fue de los religiosos de San Felipe Neri, obsequiaba en la mañana del día 2 a nuestro gran patrón en memoria de haber sido beneficiado de la misma, con solemne misa y sermón; la junta directiva del citado colegio imperial de San Vicente abría al público una iglesia lindísima, costeada por la caridad y por los esfuerzos de la referida junta, y sobre todo, por el celo, actividad y conocimientos del director de la casa el presbítero D. Sabas Trapiella.

     La iglesia está pintada con severidad y buen gusto; las paredes estucadas de una manera completa; hay gusto en el repartimiento de las luces; en la arquitectura del magnífico altar mayor, y acierto en la colocación de las puertas. Esta obra sencilla, pero elegante, si cabe esta espresión, es un verdadero milagro, si se recuerdan los esfuerzos que ha sido preciso poner en egecución, para su acabamiento en los tiempos tristísimos, que estamos atravesando ¡Honor a la junta directiva de la casa! ¡honor a su celoso director el Sr. Trapiella! ¡respeto a la caridad del pueblo de Valencia! Así, pudo espresarse con su acostumbrada elocuencia el orador D. Joaquín Hernández, cura dignísimo y benemérito de la iglesia del Salvador. El templo, la concurrencia y el aire de caridad que respira este santa casa, inspiraron magníficos rasgos al ilustrado orador, que en estos momentos estuvo sublime.

     Las últimas funciones religiosas tuvieron lugar en la iglesia parroquial de San Martín, en los días 6, 7 y 8, celebrando el doble objeto de la canonización del Santo, y la fiesta secular de la dedicación de esta santa iglesia. No olvidaremos, que al reparar, en el vestíbulo del templo, la lápida que sirvió de piso a un púlpito, donde predicó el Santo, se descubrió que era mucho más grande, con una orla floreada, del gusto, y del tiempo en que vivía el apóstol de Valencia. Estas tres funciones religiosas fueron solemnes, como lo son todas las de esta importante parroquia, y como Valencia presenta al mundo católico, para su egemplo y admiración.

     Los cofrades existentes de la Celda del Padre San Vicente Ferrer, solemnizaron, finalmente, la canonización de su Padre y Patrón, con una fiesta religiosa celebrada a sus espensas, en la capilla del Santo, en el estinguido convento de Sto. Domingo, con misa cantada, y asistencia de música, y sorteo de dos medallas, el día 6 de Julio de 1855. Dijo el sermón el Dr. D. Vicente Tudela, catedrático del Seminario conciliar y beneficiado de Sto. Tomás.

     Esta antigua y distinguida congregación establecida en lo interior del convento, poseía la misma celda que habitó el Santo, convertida en capilla y renovada en 1825, donde celebraba cuarenta y ocho fiestas anuales, por un número igual de cofrades, admitidos por votos secretos.

     Una plaza se proveía en un escribano, hijo de la ciudad, en memoria de la familia de su patrón. Una de las fiestas, era la anual del día de la canonización del Santo, su toma de hábito y otras.

     Todas, sin excepción, las funciones religiosas fueron tan brillantes, como era de esperar de la piedad y del buen gusto de los valencianos: todas fueron dignas del alto objeto a que se consagraron, a pesar de la premura con que se activaron los medios de llevar a cabo éstas y las demás solemnidades seculares.

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