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Álbum poético-religioso.

     Cerramos este escrito, insertando las composiciones poéticas que, por invitación del Sr. alcalde, escribieron los bardos de nuestro tiempo. Las hay bellísimas, elevadas, sublimes, dignas de la época de Gil Polo: las hay de laudable aplicación y esfuerzo, fruto de una juventud que puede conquistar un nombre. El lector las juzgará con el cariño que se merecen estas producciones, consagradas a un objeto tan querido.



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Corona poética a San Vicente Ferrer, en el cuarto siglo de su canonización al escritor Fénix del tercer siglo(29) y a los que lo fueren en el quinto.

     Aunque dirigida al Fénix del cuarto siglo, llega después de cien años a nuestras manos la ingeniosa carta de Vmd., por entre cuyas líneas bien podemos decir, que va la urbanidad con sombrero en mano, haciendo cortesías a todo el mundo. Cierto que al leer el libro de Vmd. hemos esperimentado un sentimiento indefinible, mezcla de tristeza y de gozo. De tristeza, porque pensamos vivamente en nuestro interior con qué miserable rapidez pasan los hombres sobre la tierra... ¿Qué es del Sr. intendente de quien tanto nos habláis? ¿Y del justicia mayor y de los magníficos jurados, a quienes tanto encarecéis? ¿Y de los poetas, cuyos versos trascribís? ¿Y de las hermosas, que estampaban su pie menudo en las calles enarenadas de esta ciudad? Todo fue, brilló y despareció en breve tiempo, como la flor de un día o la sombra de una noche. Y no sólo damas y caballeros, y poetas y jurados, sino varones esclarecidos que, llenaron el mundo con su gloria, e instituciones celebradas que parecían perpetuas a los ojos de los hombres. El mundo dio un paso y entro todo, instituciones y hombres, en las regiones de la muerte y del olvido. Pero a esta tristeza, que despierta en el ánimo la lectura del libro de Vmd., se mezcla un vivo sentimiento de júbilo inefable; porque en estos días, así como en iguales del año 1755, Valencia se conmueve y se alboroza y se engalana para celebrar, al más grande de sus hijos, a quien el mundo hubiera dado el nombre de héroe, si antes no le diera la iglesia el más hermoso de SANTO.

     El mundo, es verdad, se ha trasformado; pero vive aun la fe que lo ilumina, la esperanza que lo alienta, y la caridad que lo fecunda.

     Ha desparecido el convento, pero el fraile inmortal está todavía entre nosotros...

     Por lo demás, singular nos pareció vuestra idea de escribir a los que habían de nacer; pero más raro parezca por ventura, que los que hoy vivimos contestemos a un muerto. Lo hemos hecho, al menos para que sepa el mundo, que escuchamos con respeto y placer una voz, que, ha llegado a nosotros al través de un siglo, encareciendo las glorias de VICENTE FERRER.

     Vuestro egemplo era de imitar y de seguir; y por ello ocho valencianos, ocho amigos, hemos determinado entretejer con las flores modestas de nuestro ingenio una humilde corona, que nos atrevemos a depositar con respetuosa timidez a los pies del GRAN SANTO.

     Solos la formamos, no porque desdeñemos la ayuda de otros poetas que valen más que nosotros, sino porque no nos creímos con autoridad bastante para invitarles a trabajar en nuestra compañía; fuera de que sabíamos, que los frutos preciados de su musa verían la pública luz pasados los días de las fiestas seculares, y nos aguijaba deseo vehementísimo de dar ya en el primero de ellos un solemne testimonio de amor y veneración al Apóstol del siglo catorce. Sobre esto (ingenuamente lo confesamos) nos halagó el pensamiento de consagrar en cierta manera una amistad íntima y probada, reuniendo nuestros versos bajo la protección de tan esclarecido Patrono; y aun esperamos, no por el valor de ellos, que el ingenio es escaso, sino por la grandeza de aquel a quien van dirigidos, que venciendo la corriente de los arios lleguen hasta el siglo venidero, y podamos los ocho valencianos, los ocho amigos, presentarnos con las manos enlazadas a vosotros ¡oh poetas! que en 1955 veréis lucir de nuevo en el horizonte el sol de las fiestas seculares.

     Como el FÉNIX del tercer siglo nos hablaba, así nosotros, poetas oscuros, deseamos hablaros también. Mas ¿qué podremos deciros? Aquel llenó su carta de agradables bagatelas: ¡bien dice por si sola la tal carta, que está escrita en los tiempos bonancibles del rey de la paz, del buen D. Fernando el VI! Pero nosotros vivimos en un mundo, que aun tiembla con la estruendosa calda de altos tronos, y en días en que la humanidad se agita al gran rumor de las tempestades que la amenazan.

     Pasea hoy por las calles de París un hombre que se llama Proudhon; y se sienta otro hombre, que se llama Alejandro, en el trono de todas las Rusias. Su padre Nicolás lanzó las águilas moscovitas hacia los minaretes de Constantinopla, y ha comenzado una lucha de gigantes al pie de las murallas de. Sebastopol.

     La Europa de hoy no es la 1755: ¿qué será la del mismo año del siglo vigésimo? Dios lo sabe, ante quien nada está oculto, presente ni porvenir.

     Nosotros, sin embargo, aunque no profesamos todos las mismas opiniones en política, nos atreveremos a deciros: que, sean cualesquiera las alteraciones que sufra la sociedad en su forma y aun en su esencia; cualesquiera los adelantamientos en las ciencias y en las artes; aunque arranquéis prodigios al vapor y milagros a la electricidad, no pongáis nunca en olvido que es triste y fugaz la existencia del hombre sobre la tierra; que todo vive un instante, escepto Dios, que es quien es, y reina sobre los siglos; que todo es miserable y raquítico, escepto los hombres que, animados por el espíritu de Dios, pasan por el mundo haciendo bien; escepto las instituciones que, vivificadas por su soplo divino, pueden solas ofrecer paz, justicia y libertad a los hombres.

     A Dios, amigos y paisanos. después de cien años llegará esta carta a vosotros; rogad por el alma de los que la escribieron. Y sabed, que viviendo en tiempos oscuros y turbados, os desean de corazón días serenos y apacibles, y ruegan a Dios que mire en su. misericordia a los hombres, para que al fin vivan como hermanos en la tierra santificada por la misma fe, así como está alumbrada por el mismo sol.

     Valencia 29 de Junio de 1855.

ROMANCE.
                  ¡Gloria al Señor! Poderoso
Derramó sobre mi patria
Los encantos de su Cielo
Mas que del mundo las gracias.
   Flores matizan el campo
Que enriquece mies dorada,
Y el fuego del sol radiante
Mitigan las frescas auras.
   Mansión de hechiceras ninfas
Le aclamó la justa fama;
Patria del genio, que al mundo
Deslumbró con luces claras.
   ¡Gloria al Señor! Donde ostenta
Naturaleza sus galas
Donde templo la hermosura
Dio de la gloria a la llama,
   Brilló cual ángel Vicente,
Porque dichosa mi patria
Fuera en el mundo la imagen
De la celeste morada.
   No es tan puro el grato aroma,
Que esparcen las flores gayas,
Como fue pura y suave
De su virtud la fragancia.
   Ni el sol tus campos,
Valencia, con luz tan vivida baña,
Como fúlgida en su mente
La inspiración brotó santa.
   No con fugaz monumento
Diste recuerdo a su fama,
Que cual las pompas del mundo
También sus memorias pasan.
   El que entre inmortales vive
Viva inmortal en tus aras,
Porque el tiempo no destruye
Los monumentos del alma.
   Y unido su nombre escelso
Al de Dios, que nunca acaba,
Eterna será su gloria,
Y eternas tus alabanzas.


HIMNO
                   Salve ¡oh patria! Tu plácido canto
Hasta el trono se eleve de Dios:
Nuestros himnos ensalcen al santo,
De tus glorias la gloria mayor.
   
   No de Marte los triunfos sangrientos
Hoy el férvido acento proclama:
No del sabio dilata la fama,
Que cual sombra ligera pasó.
   Nuestro canto es el eco gozoso,
Que inmortal en los siglos resuena...
De Vicente la gloria le llena,
Y el Eterno su gloria le dio.
   
   Salve ¡oh patria! Tu plácido canto
Hasta el trono se eleve de Dios:
Nuestros himnos ensalcen al santo,
De tus glorias la gloria mayor.
   
   Ángel puro de nítida esencia
Le adornaron las gracias del cielo,
Y entre aromas que exhala su suelo,
Dulce patria su cuna meció.
   Astro bello sin lánguida aurora,
Al nacer deslumbrando fulgente,
Dio el Señor viva luz a su mente
Y radiante la esfera inundó.
   
   Salve ¡oh patria! Tu plácido canto
Hasta el trono se eleve de Dios:
Nuestros himnos ensalcen al santo,
De tus glorias la gloria mayor.
   
   Si con bárbaro son la discordia
Ronco grito dio a España de guerra,
Inspirado su labio a la tierra
De alma paz la ventura tornó.
   Si la nave de Pedro vacila
Al embate de viento furioso
Dobla el mundo su frente piadoso
Al que el santo de Edeta aclamó.
   
   Salve ¡oh patria! Tu plácido canto
Hasta el trono se eleve de Dios:
Nuestros himnos ensalcen al santo,
De tus glorias la gloria mayor.
   
   A su voz para el huérfano triste
De piedad los raudales brotaron:
A su acento las glorias brillaron
Del saber que mi patria ostentó.
   Nunciador de las célicas iras,
Ángel fue de misterio profundo,
Y aún sus ecos repiten al mundo
«Ensalzad y temed al Señor.»
   
   Salve ¡oh patria! Tu plácido canto
Hasta el trono se eleve de Dios:
Nuestros himnos ensalcen al santo,
De tus glorias la gloria mayor.
SONETO.
                   Hoy que el placer tu corazón serena,
Entona ¡oh pueblo! el armonioso canto...
Y de piedad el apacible llanto
Succeda al lloro de la amarga pena.
   A la memoria de Vicente, llena
Se eleve el alma de entusiasmo santo;
Que al acogerte a su piadoso manto,
Hallas del bien la inagotable vena.
   Fue vano afán, si por manchar tu gloria
Las torpes furias, de dolor sedientas,
En ti encendieron su iracunda saña.
   Borrar no pueden de tu fe la historia...
Y al recibir su inspiración, te ostentas
El pueblo grande de la antigua España

Juan Reig y García.



SONETO.
                ¿Quin bullici tan gran? ¿Quina alegría
   Hui remòu á Valencia tota en pés?...
   ¿Á quin Príncip aclama ab tal excés
   Que en sí no cab de gòig en este dia?...
   -¿Qué dic Príncip?... ¡Ah! nó: Valencia pia
   A algú festetja que es cent vòltes més...,
   És á un fill, com qui may ni ans ni después
   Tan sant no n'ha tengut la Patria mia.
¡Festetja á l'seu Vicent!!! Cent anys espera
   Lo dia desitjat, que torna huí...,
   ¡Si dignament cantarlo yo poguera!...
Mes ¡oh Vicent gloriós! ¿Quí podrá, quí
   Fer de l'teu Centenar digna memòria?...
   -Los Ángels sóls, que l'canten en la Glòria.

Juan Baptiste Marqués Aucher.



ODA.
                Nunca de Dios la bondadosa mano
Pródiga siempre de celestes dones,
Castiga airada el proceder liviano
De un pueblo que ha escogido,
Sin que su amor con paternal dulzura
Mitigue la amargura
Del mismo pueblo en el dolor sumido
Nunca al tronar con magestad severa
Su justa indignación, cierra el oído
A la plegaria que con fe sincera
Le eleva el justo que piedad implora;
Pues retira su diestra vengadora,
Y trocando en perdón dura sentencia,
Del suelo mismo que agostó su rayo
Hace brotar con próbida clemencia
La planta bienhechora,
Bálsamo al triste que apenado llora.
   
   ¿Oís acaso en tempestad deshecha
Roncos bramar los desatados vientos
Que el mundo en sus cimientos
Parecen conmover? ¿Veis cuál se apiña,
De pardas nubes escuadrón tremendo,
Que arrojan con estruendo
El granito fatal a la campiña,
El rayo asolador que ardiente estalla,
Y el diluvio que hinchando los torrentes
Romper les hace la potente valla?
No desesperancéis: cobrad aliento:
Tras de esa nube que la muerte lanza,
Brilla tranquilo ya en el firmamento
El iris precursor de la bonanza.
   
   ¿Veis levantarse con feroz bravura
Pueblos hermanos, que el terrible acero
Revuelven contra sí, y en su locura
El noble pecho de la madre patria
Destrozan sin piedad? ¿Juzgáis acaso,
Al ver que por doquiera
Asaltan del poder los escalones
Bastardas ambiciones,
Que a través de las ruinas se abren paso,
Que no brillará el día
En que la paz levante
Con justo orgullo su pendón triunfante?
¡Oh! creed y esperad. Dios con su dedo
Señala diques a la mar bravía,
Y hoy es tranquilo lago
El que ayer con estrago
Pronto a tragar la tierra parecía.
   
   ¡Cuántas veces mi patria idolatrada,
Al borde ya de tenebroso abismo,
Alzó su faz de nuevo coronada
Radiante de poder y de heroísmo!...
Si el árabe feroz con arrogancia,
Al eco ronco del clarín de Marte,
Pasea su estandarte
De la opulenta Cádiz hasta Francia,
Pelayo con intrépida osadía
Pregonará la bélica cruzada
Que nace en Covadonga,
Y heroica siete siglos se prolonga
Para acabar en la imperial Granada.
   
   Si Mahomad ambicioso,
Fiero el poder del África concita,
Y sus terribles hordas
A los iberos campos precipita,
Las Navas os dirán eternamente
El noble esfuerzo con que Alonso octavo,
Gefe de un pueblo generoso y bravo,
Sabe de lauros coronar su frente.
   
   Si Aragón empeñado
En intestina y desastrosa lucha
Su robusto poder ve derribado;
Si pisadas las leyes,
Mira la patria en hórrida tristeza
Huérfano el trono de preclaros Reyes,
Y alzando la cabeza
Negra ambición en popular bullicio
Que huella la virtud y ensalza el vicio,
Volved la vista al apacible Turia,
Y admiraréis en mi Valencia bella
Al héroe insigne, al orador, al Santo,
Objeto ilustre de mi pobre canto.
Al incansable apóstol
Cuya potente voz robusta truena,
Y del vicio descubre
La repugnante faz de manchas llena:
Al varón eminente,
De caridad modelo,
Que vuela ardiendo de cristiano celo
A socorrer la humanidad doliente...,
Veréis, en. fin, al inmortal VICENTE,
Astro brillante de virtud y ciencia,
Que en los altares la piedad coloca,
Al que Valencia por Patrono invoca,
Al que por siempre ennobleció a Valencia.
   
   ¿Quién no siente su pecho
Latir ufano, recordando el nombre,
Del compatricio egregio, en cuya vida
No hay acto que no admire, que no asombre...!
¿Gime apenada en mísero abandono
Desvalida niñez?... VICENTE corre:
VICENTE al niño en su orfandad socorre;
Y ese imperial Colegio, en cuyos muros
Cual tierna planta crece
Y en la virtud florece,
A los siglos futuros
Dirá por siempre el nombre venerado
Del ínclito varón que lo ha fundado.
   
   Si débil joven con amargo lloro
Mira perdido su mejor tesoro,
Y es hoy triste ludibrio
Del seductor perjuro
Que ayer la amó con entusiasmo impuro;
Si busca inútilmente
Donde pueda tranquilo
Latir su corazón, ved a VICENTE:
Su noble caridad le abre un asilo
Bajo sagrado y respetable techo,
Do en silencio profundo
Pueda encontrar su lastimado pecho
La paz ansiada que le niega el mundo.
   
   Tan pronto en el retiro
De celda solitaria
Eleva a Dios su férvida plegaria,
Como en plaza anchurosa
Celoso misionero,
Oye su voz la multitud ansiosa.
Hoy, de los Reyes al consejo asiste,
Mañana le ve el pobre en su cabaña,
Ya vela al lado del enfermo triste,
Ya en cátedra elocuente asombra a España.
En todas partes su incansable celo
Al poderoso su deber predica,
Al pobre presta en el dolor consuelo,
La ciencia al joven con bondad esplica:
Y doquiera querido,
Es doquiera por todos bendecido,
Más que la vuelta del risueño Mayo
Que con sus flores el pensil adorna,
Más que el favor de suspirada lluvia
Que al seco prado su verdor, retorna,
Más que el alba serena
Tras negra noche de nublados llena.
   
   Intrépido arrostrando la fatiga,
El héroe generoso
Por sus hermanos su salud prodiga;
Que Dios le colocó sobre la tierra,
Cual bello sol que cuanto más se encumbra
Con más fulgor el universo alumbra.
Si Valencia le debe
Beneficios sin cuento,
El noble Reino de Aragón en breve,
Trocado en alegría el triste duelo,
Le deberá la paz hija del cielo.
   
   La muerte despiadada
Invadió en triste día
El coronado alcázar, y el monarca
Baja a la huesa fría,
Sin que la voz de un hijo
Endulce su agonía.
Vacío el regio trono,
Cien bandos a la vez con fiero encono
Levantan su bandera,
Y con la espada en la irritada mano
Y el odio ciego en el altivo pecho,
Vertiendo sangre con furor insano
Que triunfe intentan su dudoso drecho.
   
   El de Urgel orgulloso
Su injusta causa a los combates fía;
Maquina en sorda intriga cauteloso
El Duque de Gandía;
El que ya de Castilla el solio ocupa,
Con bélica arrogancia.
Crecida hueste a la frontera agrupa,
Y hasta Sicilia y la vecina Francia,
Nueva corona a su ambición buscando,
Mueven ocultas sedicioso bando.
   
   ¡Guerra! es el grito que en los aires zumba:
Y a esta voz... que estremece
El pecho de las madres, se enrojece
La devastada tierra,
Y abre anchurosa tumba
A los que llenos de entusiasmo y vida,
Ayer volaban a la lid sangrienta
Osado el pecho y la cerviz erguida.
¡Guerra! y en cada villa, en cada aldea
Por atrevida rebelión alzado,
Un enemigo pabellón ondea.
¡Guerra! y en negro duelo
Gime el hispano suelo.
   
   ¿A do van esos fuertes caballeros?...
¿Qué anhelan esos bravos ciudadanos
Que empuñan los aceros
Y vienen a las manos
Cual tigres carniceros?
¿Qué maléfico genio les impele
A redoblar con saña
Los males de la patria harto prolijos?
¿No son hermanos? ¡Ay! ¡la triste España
A todos ellos les llamaba hijos!...
   
   ¡Desgraciados! tened: ¡basta de sangre!...
No con negro delito
Queráis manchar vuestros ilustres nombres:
La patria os llama con doliente grito:
Harto fuisteis valientes; sed ya hombres.
No más venganza fiera,
Dad treguas al rencor y oid prudentes
La augusta voz de la razón severa.
¡Ah! por fin la escucháis... Ya en Caspe miro
En consejo supremo congregados
Los jueces, de tres Reinos alta gloria:
Allí nobles señores y prelados,
Allí sabios doctores,
Allí en puesto eminente
Descuella la virtud; allí VICENTE.
   
   VICENTE, Sí; miradle; en su semblante
La paz del justo brilla;
Sus limpios ojos la bondad revelan,
Su noble aspecto la virtud sencilla.
¿Le oís?... Se abren sus labios,
y a su voz elocuente
inclínanse los sabios
Los pechos que latían.
En rencorosa sed de atroz matanza
Laten ya de emoción, no de venganza;
Y el cielo, antes oscuro,
Deja entrever tras las preñadas nubes
Su azul hermoso refulgente y puro.
Habla, y Europa absorta
Oye el solemne fallo
Que de Aragón las disensiones corta;
Habla, y el pueblo que en sangrienta lucha,
Cruel se despedaza,
Al enviado del Señor escucha,
Y el hierro suelta, y con ardor se abraza.
   
   Habla VICENTE y la nación entera
Con entusiasmo aclama
Al ínclito FERNANDO DE ANTEQUERA.
VICENTE le proclama
Rey de tres Reinos de esplendente fama.
Su augusta sien, con la diadema adorna:
Y... al claustro luego torna
A ser de nuevo el religioso humilde
Que junto al lecho del enfermo vela,
Y al desvalido asiste,
Y el llanto enjuga y el dolor consuela.
   
   ¡Honor al noble apóstol,
Que cual ángel de Dios sobre la tierra
Trocó en grato placer hórrida angustia,
Y en blanda paz la desastrosa guerra!
¡Honor al Dios de pródiga clemencia
Que siempre grande en su bondad fecunda
Hizo nacer en mi gentil Valencia,
En días tristes de ansiedad profunda,
La rutilante estrella
Que con su luz resplandeciente y bella
Al universo de fulgor inunda.
¡Y honor también y duradera gloria
A la celosa Sociedad, que alienta
Con noble premio, en tan solemne día,
Al que en su canto enaltecer intenta
Al héroe insigne de la patria mía!...
   
   ¡Gloria, honor, alabanza
Al hijo de Valencia más querido!
Él es el protector esclarecido
En quien mi patria fía su esperanza;
Él fue en la tierra el ángel escogido
A quien debió Aragón paz y bonanza;
Él en el cielo antorcha refulgente
Del mundo guía, del cristiano encanto...,
¡Gloria por siempre al inmortal VICENTE
¡Honor al héroe! ¡Bendición al Santo!

Francisco Monforte.



CANT MONOSILÀBICH.
               

Tem á Deu, y lláu li dá.

Cánts de lláu al gran Sant que al Llòch del Cid
Mes brill que lo clar sòl li vá un jòrn dar,
Per lo còs fon com tots, mes per lo sprit
Fon tan gran, qu'en lo cèl sòls ne té par.
Ple de çél li dá al hòm llum en sa nit,
La náu de Crist qu'es pèrt, trau de la mar;
En sa má de grans Reis té el Sant la sòrt,
Y puix pòr no li té, venç á la mòrt.
   
   Es Gran, per que mes gich que tots se fá,
Que no es gran l'hòm, qui ho es, si es vòl gran fer;
Tal Deu vé al mon, com gich, sens res, nu vá,
Que Deu rich y ple de òr ¿com Deu pòt ser?
Es Bò, per que al que cau, li dá la má,
Y fer lo bé es tan sòls lo seu gran plaer;
Y es Sant, per que á Deu vòl fins á tal punt,
Que viu en mi, del mon, y del mon llunt.
   
   «¡Tem á Deu!» diu lo Sant al bò y al mal,
Que qui no el tem ni el vòl, no vá á lo cèl.
«¡Tem á Deu!» diu al Rey, ser Rey no et val,
Y fes lo bé de tots ab gran just çèl.
«¡Tem á Deu!» diu al gich, y mèl ó sal
Pren lo que'l Rey te dá, qu'el Crist beu fèl;
Puix yo, que vos ho dich de tot mon còr,
Sòch qui mes tem á Deu, qui té mes pòr.
   
   «Lláu dá á Deu» al hòm, bò, lo Sant li diu,
Al que son blau dá al cèl, sa llum al sòl,
Al que al camp dá ses flòrs, son curs al riu
Y sab pels dits, cuant hiá de pòl á pòl;
Al que á les áus lis dá son grat ¡piu! ¡piu!
Y al bò li diu «fill seu,» y tant lo vòl,
Que sent lo Rey del cèl vé á lo mon trist,
Y per lo bé de l'hòm de sa carn vist.
   
   « ¡Tem á Deu!» diu al mal, tú no tens còr,
Y d'ell te rius, no el vòls, ni li fas cas?
¡Ay fòll de tú! puix trem,. y li tin pòr,
Que sens Deu res pòts fer, ni dar un pas.
¡Trem! que dòl vist lo cèl, y el sòl se mòr,
¡Trem! que la mar s'en ix y ho fá tot ras,
¡Trem! qu'el trò s'òu, y el Deu ans tan bò y dólç,
Hui fruny lo front... y ¡trem! qu'et vá á fer pòlç.
   
   Y al hòm bò y al hòm mal lis diu lo Sant:
«A tots, filis meus, del fanch Deu ens há tret,
Fill seu es tot qui vé á lo vall de plant,
Pa tot nát lo bòn Deu lo cèl há fet,
Pa tot hòm naix la fònt y l'áu té cant,
Pa tots té lo camp blat com el òr net,
Pa tots cuants hiá en lo mon ix lo clar sòl,
Y plòu pals bòns y els mals, que á tots Deu vòl.»
   
   «Y, tú, mes mal que tots, li diu al juèu,
¡Per qué no creus, com, tots, en lo vèr Crist?
En lo mon, per tos ulls al Fill de Deu,
Y á la llum de lo sòl ¿clar no l'has vist?
No l'has vist nó, que vil mòrt en la creu
Al que te feu lil has dat, y d'ell t'has rist...
No han vist, baix y ruin juèu, los teus ulls cegs
Que cuan tú li das mòrt, per tú fa pregs!...»
   
   «La sanch del Fill de Deu en ton front cau,
¡Còlps de pit per los que has dat en la creu!
Cau als seus pèus, y puix lo llant li plau
Llarch ha de ser ton plòr, y trist lo ¡ay! teu.
Tan sòls, com dich, ab Deu pòts fer la pau,
Per qu'es bò y pòt fer mòlt lo Fill de Deu;
Y bé pòts dir ¡oh juèu! si al cèl vas dret,
Que tant com lo que pòt un sant, has fet.»
   
   Y del Sant á la veu mil juèus se dan
Ab grans plòrs y gran fe fòrts còlps de pit,
Fins los que son mes mals, com uns folls van,
Dient que lo Crist es Deu á veu en crit.
Ya com fèls en son front la creu se fan
Ya ab la llum de la fe pa élls no hia nit,
Ya li cau al mes fósch dels ulls lo vèl,
Y veu dalt del seu cap un tròç de cèl.
   
   Mes lo Sant, que'l còr plé de pur sant fòch
Creu que tot cuant ell fá per Deu, és res,
Ab gran çèl de lo Cid en lo bell llòch
Un dòm dá ais gichs, que de son nòm hui es,
Hon pá á tot qui fam té se dá, y no pòch...,
Molt ha fet, molt, lo Sant..., y vòl fer mes,
Y fá la dòm hon gran y gich arts llirg
Y de hon ix, qui sab tant, que á lo mon rig.
   
   Ya lo Sant, tot éll còr, de pur çèl plé,
Pèus dá al coix, oit al sort, y á lo mut veu,
Mans al que es manch, y fills á qui no n'té,
Y llum en mitj sa nit á qui no veu;
Y, lo que es mes que tot, li da la fé
Al mal, que dur de còr en Deu no creu;
Puix, tòrt ó dret, al cab y al fi, es lo cèrt
Que qui te fé va al cèl; qui nó, se pèrt.
   
   Cuan falt de reg lo camp de set se mor,
Els ulls dú el Sant al cel; y fosch se fá...
Y plou á mars al punt; tant, que dá pòr;
Y el camp beu, fins que mes no ne vol ya.
No li cab dins lo pit al ruch lo còr...
Y plé de gòig al Sant, un bes li dá;
Mes éll li diu: -«Al cèl dú lo teu preg;
Que no soch yo, mes Deu, qui t'dá lo reg.-»
   
   Y á sa veu se fa clar lo cèl ants fosch;
Fuig lo Ilamp, y á lo Ilunt lo trè se pèrt;
lx lo sèl, y lo plá y el mont y el bosch
Se vist, de néu, de flèrs y de gram vèrt.
A sa veu sab, y es gran el hòm mes tosch;
A sa veu l'hòra mes seg veu clar y cèrt;
Se veu qui se sent mal de pront bò y sá;
Y qui en brau rnar se pèrt á bon pòrt vá.
   
   ¿No veus la de ulls de sòl y mans de neu,(30)
Que ab gran gòig á un bell hòm va á dar sa má,
Com al punt, que del gran Sant òu la veu,
Fuig del que vòl son còr, y al mont s'en vá?
Ya no es l'hòm á qui vòl; es á son Deu,
Que la vòl mes que tots, y el cèl li dá...
Y al fi mòr com lo just, se dòrm en pau,
Y un cant se sent del cèl en lo seu lláu...
   
   -Y al punt van tots hon s'òu la veu del cèl,
Y en lo mes fosch del mont se veu gran llum,
Y s'òu per dins un cant dolç com la mèl,
Y s'veu que ix, y al cèl vá com un blanch fum
Lo sprit que s'en du Deu ab un cast vèl;
Y s'òu un dolç ¡piu! ¡piu! y un grat ¡rum! ¡rum!,
Qu'en llòch de carts y pins en lo ruch mont
Naix la flòr, lo vèrt grám, el áu, la fònt.
.........................................................................
   -Y ve, un jòrn en que Deu fruny lo seu front,
Y s'fa el cèl fòsch, y el sò del trè se sent,
Y á rius, á mars, se veu la sanch de pront,
Y tots van á les mans, y riny la gent.
La náu de Crist se pért en lo bráu pont,
No hiá llí, ni hiá rems pa lo fòrt vent...
¡Ay que nó hiá cap mig! á fónd se n'vá!!!
¡Oh gòig! el Sant la trau ab sa gran má.
   
   A un gran vir, ple de çèl li dá lo Sant
Les claus de lo mes alt y mes sant llòch;
A un fill de Réis da un tròn, y vist un mant,
Y á tot l'òrb li da pau en temps molt pòch.
-«No mes sanch, tots sou tins, diu, no mes plant;
«Res, puix, tinch ya que fer, ¡oh Deu, teu sòch!-»
Y cuan veu á tots bé llat lo còr seu,
Fuig la córt, mòr pal mon, y viu pa Deu.
.............................................................................
   Lláu, puix, á lo gran Sant, que pau al mon
Y, lo qu'es mes, lo cèl á molts vá dar;
Lláu li da, Llòch del Cid, que fill teu fon,
Y vá dár brill y prèu á ton nòm clar:
¡No de hon ix lo clar sòl á hon se pòn,
Hom fon, es ni ha de ser á Deu mes car!...
Lláu, puix, á tan gran Sant; mes ants que res
Lláu al Sum Ser, qu'el gran y el sant sòls es.

Benet Altet y Ruate.



PEDIMENTO.
                La dos veces coronada
Leal ciudad de Valencia,
En sus penas y quebrantos
Ante vos ¡oh Santo! llega,
Diciendo, hincada de hinojos,
Y como mejor proceda:
Que su contrario el infierno
(Y lo es ya de larga fecha)
Tal proceso le ha formado
Ante la justicia eterna;
Que Dios, que es juez aunque padre,
Por corrección la condena
A sufrir estos azotes,
Entre otros mil que no cuenta.
-Una turba de pelones
Desarrapada y traviesa,
Que acaso engendró el diablo
Porque su egército fuera;
A bolsas, frutas, cristales,
Gavilán, langosta, piedra.
-Un enjambre de polluelos
Que iban ayer a la escuela,
Y hoy con el puro en la boca,
Gran lazo, lentes de rienda,
Anchos puños, cuello tieso,
Son, en calles y alamedas,
Risa de discretas-niñas,
Y encanto de tontas-viejas.
-Una plaga de elegantes
Sin corazón, con cabeza...
Pero vacía por dentro
Aunque adornada por fuera.
-Y de viejos archi-necios
Una escuálida caterva,
Que por ocultar al mundo
Canas y arrugas, emplean
Tiempo, que deben a Dios;
Dinero, que al pobre niegan.
-Una legión de aprendices;
Parnaso de nuestra era,
De la razón enemigos
Y verdugos de la lengua;
Hombres, en fin, que no sirven,
Para ministros siquiera
-En el sexo femenino
Centenares de coquetas;
Niñas tontas, no se diga;
Viejas locas, a docenas.
-Mas letrados que espedientes;
Mas médicos que dolencias;
Empleados, una nube;
Cesantes, más que poetas;.
Boticas, en cada calle;
Modistas, en cada acera:
Y para colmo de males,
Con desatentada priesa,
El que tiene como quince
Quiere gastar como treinta:
Y cien bolsas se vacían
Para cuatro que se llenan...
Y es cada casa un infierno,
Y un embrollo cada cuenta.
En tanto, para mi alivio...
¡Para acabar mi paciencia!
Asusta negro el olvido,
El oidium la vid apesta...
Y si la mies da esperanzas
El poniente se las lleva.
   Por lo demás, salud ¡mucha!!!
Sólo tercianas me diezman,
Y al que su fiebre perdona
Le tiene baldado el reuma;
Y coge el tiffus de firme
A quien el cólera deja.
   Mas sobre el cólera y tiffus
Mayor desdicha me aqueja;
El político furor,
Que a mis hijos ensangrienta,
Cual si de todos a un tiempo
No fuese ya madre tierna...
   ¡Ay! no dudo, aunque el decirlo
Cause dolor y vergüenza,
Que por mis muchos pecados
Merezco más ruda pena...,
Pero ¿de qué serviría
Tu patrocinio a Valencia,
Si en su favor, Santo mío,
Tu influjo no interpusieras?...
Mi hijo fuiste, sé mi padre,
Esta esperanza me alienta:
Y hoy que la cuarta centuria
De tu exaltación suprema,
Con público regocijo
Ricos y pobres celebran,
                                  SUPLÍCOTE, ¡oh gran VICENTE!
Que, compasivo a mis penas,
Me alcances de Dios indulto
Para tan dura sentencia.
Gracia, que sin costas pido,
Juro, y para ello etcétera.
En Mí: Junio, veinte y nueve,
Mil ochocientos cincuenta
Y cinco.
             Yo el licenciado,

Gregorio Gisbert.

Valencia.





SONETO.
                Lanza Valencia al mar la media luna;
   Feliz la rigen venerandos fueros;
   Fértil plantel de sabios y guerreros,
   Y de un Fraile inmortal ilustre cuna.
Él humilde, y mayor que la fortuna,
   Trueca en fecunda paz disturbios fieros,
   Abre de caridad ricos veneros,
   Y erige a almo saber aula oportuna.
Mi ardiente numen en sus glorias fijo
   Le ve sol entre hermosos luminares,...
   Para su digno aplauso faltan nombres.
La patria le proclama el mejor hijo;
   La iglesia le coloca en sus altares;
   La humanidad entre sus grandes hombres

Manuel Benedito.



CÁNT.
                Ab gran supèrbia(31) ab vanitat hunflada
Tot pòble guarda viva la memòria
De lo que es diu que fon la seua glòria,
Heroicitats en guèrra,
Poderiu y riqueça,
Llamps de cència que allumbren l'ampla térra.
   Allí s'alça hasta els núbols atrevida
Una agulla de marbre,
Hon se veu esculpida,
Per l'hóy(32) y per l'argull y la oradura(33)
Una história de sanch. -La sepultura
De tia ricli, ó de un artiste, ó d'algun sabi
Es aquell monument: sota.(34) la llòsa
Ni pols resta dehòme ni altra còsa:
Tal vegada en l'inférn l'ánima es crema...
Y ab tot y això no hay llabi
Que no llòe(35) el seu nòm, y no'l festetge
Ni es tròva còr que la sua sórt no envetge.
   ¡Miséria y vanitat!... Pa quí desitja
Eixes glóries de pols que'l vent s'empòrta,
També Valencia te la eixòrca(36) ditja
D'haber dat la existència
A cent guerrejadors d'etèrna fama,
A cent ingènis resplandents de cència,
Y de gentil cantar que al còr inflama
A cent y cent poetes,
Que ab altres tants pintors que el art venera
Ómplin de ses llaors(37) tota la esfera.
   Glória son de les armes valencianes,
Olfo Proxita el que prengué á Cerdenya,
Y el altre que en les tèrres italianes
En lo conquer(38) de Nápols afamada
Fon general de aragonesa armada.
Centelles valerós, que al rey En Jaume
El mallorquí, en batalla venç y mata:
Y Mateu Escribá que al mar llibèrta
De Jordiet d'Oria genovés pirata.
En Juan Ram, eslay(39) de gent francesa;
Y el que prengué a. Girona nunca presa
Despuig el setabense;
Boil el açanyos, Romèu, Corella,
Y aquell que en la jornada, la mes bella,
Que tingueren les armes espanyòles,
La del Golf de Lepanto,
Mes açanyes complí son bras asòles
Que cent del mes birarros de l'armada,
Parle del generós Miquèl Moncada.
   Puix(40)¿y que no direm de l'alta glòria
Que conqurí(41) la valenciana céncia?
Ahí están entre altres mil que diu la història
Els nòms de Dalavanya, Arnau, Morera
El que en virtuts y cències igual era;
Rabaça pare y fill, Riucech y Peres,
Y el gran Lluis Vives, sapienciosa flama
Que òmpli el mon de sa llum y de sa fama.
   Alceu la vista al, cèl, mireu la tèrra:
Aquell pur y seré, rient, sens vòira;
Esta coberta de verdor y plata
Ahon lo ceny(42) se delita(43) en grat aroma
Que es despren de les ròses de escarlata
¡Que no li diu, al còr tanta bellea?
¡Qui no sent en lo front con fòch que abrasa
Bollir sublim idea?
Y així ¿qué nos admira
Que al sò de dolca llira
Tals primors Mossen Jòrdi, el patriarca
Dels poetes valencians, mos regalára,
Que envetjós de sa glòria lils furtára
El dolçisim Petrarcha?
¿Y es pásme que naixqueren
Jaume Febrer cantor de la conquista;
Ausies, á qui ab llorer lo front cenyeren;
Ròig; el conde de Oliva;
Juan Ferrandis de Heredia
Baró d'Andilla; el relijos Ciurana;
Alonso Rebolledo... y altres poetes
Que illustraren la llira valenciana?
   ¿Y que no feu del gèni la atrivènça(44)
En l'art de Apeles y Rafe¡d'Urbino?
Sortir es veu la vida ab gran potènça(45)
Sota(46) el pincell de Joanes el divino;
Y els des Ribáltes, March, els Espinoses,
Camaron y Ribera,
Vergara, Esteve, Lopeç;
Tant enaltiren esta patria mia
Que ni Flandes ni Italia
Li pòden disputar la primacía.
   Mes el tems vá fugint. Una per una
Tota celebritat pasa y s'oblida;(47)
Y les que's serven(48) de tan vil fortuna
¿Quin profit nos darán? Omplir la tèsta
De vent y furo, y hunflar el còr de avlesa,(49)
De que ham de penedirse(50) en aquell dia
En que a la llum de la Eternal Sabiesa(51)
Vorem. qué fon la vida, y qué la glòria:
¡Mentira y vanitat! ¡Sormbra ilusòria!
Sellavos(52) cercarém(53) ab ánsia fiera
Altres noms que invocar; altres açanyes
Que aprés(54) del mon encara resplandixquen
Y tims(55) de glòria vera mos ofrixquen.
No valdrá allí l'esprit, ni el còr sereno,
Ni el brar, de fèrro, ni la ma certera;
Y sòls en la virtut santa y austera
Podrá el hòme contar. Sòls podrá acorrer(56)
Als altres hómens en el gran judici(57)
Aquell que en esta vida
Fon fèl del Alt Senyor en el servici:
El que en segret(58) recó(59) de fosca cella,(60)
Rosts(61) los lligams(62) del mon, vixqué en la glòria:
Y, la tèndra poncella(63)
Que, fugínt l'affalach(64) de pasió orada,(65)
Una vida ofrí a Deu jamai sullada:(66)
El que vixqué ab mesura(67) y feu almóyna,(68)
Y tremé y no agrentjá(69) á Deu en sa vida,
Y el que'l fust(70) de la creu pòsa en son muscle,
Y al anap(71) de amarguesa no avellida(72)
No fuxqué el llab,(73) y ab alegría santa
Al coltell(74) dels impius dá la garganta.(75)
¡Eixos sí que dan glòria y benveranja(76)
Al ditjós pòble hon á la llum naixqueren!
¡Eixos òmplin l'argull y la esperança
Dels que'ls honren, adòren y veneren!
   Per çò, Valencia mehua, tú no envetjes
A pòble algú en la tèrra; tú que contes
Entres tons fills gloriosos
A Llorèns y Bernat y Basilisa
Y Anastasia, tots ells martres(77) dijosos;
Y á Just y Justiniano y á Nebridi
Germans els tres, y mònjos, y els tres bisbes(78)
Y á sent Pere Pascual, que en lo presidi
Dels móros pergué el cap en abciach(79) día;
Y á sent Lluis Beltran; y al de Gandía
Sent Francesch Borgia; y a Isabel la santa
Filla de Pere térç el soberano,
Y espósa de Donis, rey lucitano...
   Y ¿per qui de estos sants tota Valencia
Huí es rebull afanada,
Y de nòves presees ataviada
Sembla á gentil(80) senyora.
Que entra en la esglesia vèrge,
Y surt(81) casada ab l'hòm que la enamora?
Per tot s'ou el roido de la festa;
Per tot es veu el gòig y l'alegría;
El dia s'habill(82) d'ór, d'argent y seda,
La nit pareix mes clara que el clar día:
No ya semblant mafit(83) ni front severo,
Ni es diu paraula avlesa(84) ni acetosa,(85)
Y tot un pòble inmens huí la memòria
Celebra d'un hòm gran y un jorn(86) de glòria.
   Vos diré qui fon l'hòm. En póbra casa
De Valencia, un infant naixqué. En sa cuna,
Si el encaix y la seda fon escasa,
Fon abundant la celestial fortuna,
Puix Deu derramá en ella
De santa gracia un mar. Depositari
De tal tresor se sent, y en humil cella(87)
S'aplica á grangetjar matjor riqueça,
Y ab cobdicia divina,
Fa del cabdal. inagotable mina.
   Yá a Valencia y son regne
Del gran Vicént Ferrer la fama omplia;
Ya sa virtut y cència
Tants fruits pera la glòria recullia,
Que Llucifer brotjaba(88)
Y ab sons adulaments(89) l'inférn tremaba,(90)
   Mes ni el amor á Deu que el còr li abrasa
Ni el amor al proïsme(91) que li'l òmpli
Ab çò es da per content. No en una plaça
Es llimitat el camp de ses conquestes;
Y qui reb(92) de lo altisme(93) la envetjada
Misió de mesatger(94) y de bóna nóva
Te la tèrra per terme senyalada.
Armat Vicènt Ferrer de un Crucifici,
Sens bácul ni barjòla,(95)
Del deixebles(96) de Crist pren lo alt ofici,
Y per tota la tèrra
Guerreja contra el diable bòna guèrra.
¿Qué l'importa la neu, ni la brusenta
Calor del sòl de Agost? ¿Ni qué l'impòrta
Que en desfeta tormenta
Ròde el trò per los nubols espantable,
Y brame el huracá y el mon s'esqueixe(97)
Que par(98) que Deu de la sua má lo deixe?
Impasible lo sant, lo front sens ruga
Y sense glay(99) lo còr, seguix sa via;
Y á pesar del infèrn veu tota Europa
La llum que s'encengé en la pátria mia.
   Llum que encengué el Senyor, y ab sa gran destra
Posá en lo candelero de la vida
Pa que sa claritat fos esparcida
Per tot lo mon. Y com torrent de gracia
Pòbles y pòbles sa paraula inunda;
Y á fèls(100) y á impius admiren ses miracles
Y sa humiltat profunda.
Y grans y gichs veneren la sabiesa(101)
Del servent del Senyor; y no yá empresa
Ni en viles ó ciutats, regnes ó impèris,
Ni en la mateixa Esglesia,
Que del sant no's someta á lo judici,(102)
Ó ell no li fasa senyalat servici.
   Mireulo en Casp y en Llèrida. Ell asòles,
¡Ell! ¡Oh pásme! Un humil y pòbre frare
Que á peu corre lo mon y viu d'almòyna,(103)
Parla: y cuant ya sortia de sa mare
El riu, amenaçant a mitja Espanya;
Cuant venenosa sanya
Ya, rebosani del còr, la ma guanyaba,
Y ab gòig de lo diable que ho movia,
Ya la ma el brant(104) cercaba;(105)
Tot en calma ho cambia:
Y en un sòl punt l'aracionesa tèrrra
Mira sortir la pau d'enmitj la guèrra
Torna á parlar, y la insolent avlesa(106)
Del de Urgel, cobdicios de la corona,
Tomba als seus pèus despesa,(107)
Y alli jafa ab son pèu l'ardenta brasa
Que encendre el fòch de sedició menaça.
   Planyas l'orb cristiá, y ab grant tristicia(108)
Miraba com la barca de Sent Pere
Anaba de través, per la cobdicia
De tres que á un temps per lo Papat ansiaben:
¿Qui mos traurá á bòn port la nau preada
Ab la prenda sagrada
Que dú en sa cambra. Els cardenals, els bisbes,
Els reis y emperadors de vaes remen;
La navixella(109) sens naucher(110) se llança
D'así en allá, y tots tremen(111)
Mirant lo cèl tan negre,
Y oint l'adulament(112) dels vents furiosos,
Y de la hunflada mar los brams rabiosos
   Mes una estèla(113) per l'Orieat asoma.
Y per fácil cami la barca guía;
Y una valenta ma l'afèrra en Roma.
   Eixa estèla, eixa ma que Deu envia
Es el nòstre Vicènt, el de Valencia;
Jòya de santitat, anap(114) de cència.
   ¡Sia la glòria a Deu! ¡Sóls á Deu sia,
Que á Deu sòls li perteny! Mes, sinse aviesa(115),
Alegremse en l'honor que á tots alcança,
De haber naixcut en la ciutat hermosa,
A quí li fon doná la benverança(116)
De ser de Sent Vicènt patria ditjosa
   Y en aqueste jòrn(117) Valencia s'enadona(118)
Y mes singularment al Sant festetja,
Y ab mística corona
De amor y devoció son front rodetja,
Perque huí es el gran dia
De la cuarta centuria
En que, per glòria de les ribs(119) del Turia,
El vicari del Crist, et térç Calisto,
Oint del cèl veu clara,
Que es Vicènt Ferrer Sant en Deu declara.
   ¡Si patria meua! La rahó te sòbra
Pera oblidar(120) per huí tanta desditja
Com t'acongoija. Ton esprit recòbra
Maguer(121) que per huí sia:
Vistas tot hòm de gala,
Y tot còr d'alegria;.
Y el segle cuart, al quint, y als que han de vindre,
Dígalos que Valencia
May fon pòbra, ni trista, ni abatuda
Pera honrar del seu Sant l'alta memòria,
Y en éll al que es Ú y Trino,
Y a qui es degut l'honor, lo llau,(122) la glòria.

Juan Antòni Almela.



ODA.
                Mirad tras largo siglo cuál despunta
El sol hermoso que mi patria espera.
¡Ya resplandece el suspirado día!
Mirad cómo palpita de alegría
La hija noble del Cid, y se engalana
Cual virgen que a los brazos del esposo
Ya inocente y ufana.
De rosa y de laurel y luz ceñida
Su mirada de amor levanta al cielo;
Ese sol que lo inflama refulgente,
Vuela a decir al estendido mundo
El claro nombre de su gran VICENTE.
   Por eso en la región del vago viento
El címbalo sonoro
Lanza su grande voz; hierve en las plazas
Clamorosas el pueblo; álzanse altares;
Y al festivo ondear de blanco lino,
En prez insigne del VARÓN divino
Resuenan por doquier ledos cantares.
Cantemos: lo que el mundo llama gloria,
Relámpago veloz relumbra y ciega,
O rayo abrasador truena y devora.
Brilló, tronó, despareció..., ¿dó es ido
Su esplendor o poder? Fue, y ha pasado:
Pero bella en su trono inmaculado,
Hija del cielo la virtud divina,
Aunque reina ultrajada de la tierra,
Eterna la fecunda y la ilumina.
¡Oh gran VICENTE! ¡oh patria! ¡oh venturosa
Entre todos los pueblos que el sol mira,
Y con sus largos brazos el mar cierra!
Tú halagada del cielo y la fortuna,
Tú del mundo encantado paraíso,
Tú de un FRAILE inmortal egregia cuna.
   Mas ¡ay! ¿por qué improviso
Me tiembla el corazón, la lira estalla,
Y se agolpa a mis ojos lloro ardiente?
¿Será ilusión de la agitada mente?
¿Ilusión? ¡ah! no, no, que Dios me inspira.
Callad los que reináis sobre la lira:
No digáis que ese sol luce hoy más puro,
Que más suave el céfiro suspira,
Que en medio de vergel de gayas flores
Con su gracia gentil se alza riendo
Valencia entre apacibles resplandores...
¡Ay tristes! que la luz se va estinguiendo,
Y llegan ya la noche y sus horrores,
Y en arenal. que moribundo alumbra
El rayo de una luna macilenta,
Mi infeliz patria en dolorosa angustia
A mis pasmados ojos se presenta.
   Aun en la sien ostenta
Su corona de flores, más ¡ya mustia!
Aun el manto que el oro ha recamado
Ciñe... pero ¡miradlo! está rasgado,
Y tinto en fango vil... ¡oh patria mía!
¡Ay! ¿por qué en temblorosa
Agonía te agitas cual esposa,
Que esposo inesperado, en su alegría
Adúltera sorprende; y desolada
Lanzas grande alarido, cual si atroces
Vinieran sobre ti peste y espada?
   Vienen... tiembla... El bramido,
¿No escuchas ya de tempestad vecina,
Que al mundo anuncia funeral estrago?
De Jaime de Aragón cruza indignada
La adusta sombra por el aire vago:
Grita que se ha encendido
La cólera de Dios... a inmensa altura
Me eleva el númen, y a mis pies la tierra
Miro, y rasgado el velo
Contempla el porvenir un ojo humano.
¡Guay de ti, juay de ti, del océano
Reina altiva y cruel, Tiro avarienta,
En quien hasta el honor es mercancía!
¡Guay de ti, guay de ti, Babel impía,
Que ser la hija de tu, Dios te afrenta,
Y sueñas en ser Dios, de un hombre esclava!
¡Ay de ti, España, que el Señor te amaba,
Y ora estás sumergida
En letargo profundo
Gloria del mundo ayer, risa hoy del mundo!
¡Ay Europa de ti!... desde su trono
Fulgurante en la cúspide del cielo,
Dios inclinó su frente
Y retembló la inmensidad... Al punto
Un ángel, que fue hombre, los espacios
Cruza como relámpago, de gloria
Dejándolos y de su lumbre llenos.
Él habla, y siete truenos
Hablan con él: «Temed a Dios potente,
Temed y honrad a Dios» ¿qué dice el mundo?
¡Ay!.. ¿qué ha dicho? el infierno se ha alegrado,
Satán a concitado a sus gigantes,
La noche por la tierra se derrama,
¡Horror y confusión! a hierro y llama
Se alzan luchando gentes contra gentes,
Cual dos mares furentes
Que se arrojasen a chocar, sus olas
Rompiéndose, y revueltas, y bramando,
Aquí el fuego devora, centellando
La espada hiere allá..., ¡Cielos! ¿qué veo?
¿Quién es, quién ese monstruo
Gigantesco y feroz, inmundo y feo?
Desnudo va; en su frente una corona;
Sangre y lujuria su mirada empañan,
Hacha que blande, su furor pregona,
Hambre y peste sus pasos acompañan.
Ya a hacer trizas los tronos de la tierra,
Ya a asolar los altares del Eterno,
Y en perpetua discordia y cruda guerra
Va a dar al mundo el caos y el infierno.
   A la tierra inclinados desde el cielo
Los ángeles de Dios la miran tristes,
Y sobre ella asolada
Y sangrienta y convulsa en su agonía,
Resuena de Satán la carcajada...
Dios santo, que este mundo tan hermoso
Con agua, planta, y flor enriqueciste,
Y con fulgente sol iluminaste;
Tú que al hombre a tu imagen bueno hiciste;
Tú que rey de la tierra le llamaste;
Tú que por darle el cielo, a tu hijo diste,
¡Salva al mundo y al hombre a quien criaste!
¡Ángeles, que al sonar de liras de oro
Cantáis su nombre santo
En día eterno, en incesable coro,
Por nosotros rogad! Los que en el mundo
De sus pompas humildes triunfadores
Amasteis y sufristeis, y en el cielo
Ya de luz que no muere, estáis ceñidos,
¡Volved los ojos al oscuro suelo,
Somos vuestros hermanos! Y tú, PADRE,
De tu dulce Valencia ya olvidado,
¿Nos has desamparado?
¿Pues no naciste aquí? ¿Pues no vivías
Entre nosotros, y en virtud y en gracia
Ante los hombres y ante Dios crecías?
El aire que respiro, respirabas;
La tierra que yo piso, tú pisabas;
Esta es Valencia ¿ves? hoy sus dolores
Por festejarte la infeliz esconde,
Y orna si, frente pálida de flores...
Y te llama, y su Hijo no responde;
Le llama en su agonía,
Y el se está allá en el cielo... ¡ay! ¡el ingrato!...
Mas ¿qué dije? ¡gran Dios! ¡perdón! perdona;
Pero ven: salva a España, salva al mundo.
Tú pasaste por él, y lo alumbraste;
Diste a los pueblos paz, a un rey corona;
En nombre del Señor al mundo hablaste,
Y el oprimido levantó su frente,
E hincaron su rodilla los tiranos,
Y todos ante un Dios justo y clemente
Se sintieron felices, siendo hermanos.
Ven, pues, y no te tardes que el siniestro
Día de horror y luto se avecina;
Mira que ante tu Dios, ante el Dios nuestro,
Por siempre reprobada.
España no ha de Ser..., y ¿dó su rayo
Lanzaría de Dios la diestra airada
En esta hermosa tierra, que amó el cielo,
Tierra de Recaredo y de Pelayo,
Toda en sangre de mártires bañada?
   ¡Ah! no será: tras tempestad sombría
El iris lucirá de la alianza,
Que Dios, si es justo juez, es padre bueno.
¿No visteis estallando
Ronca tormenta en desgarrado trueno?
Rudo granizo arroja y rayo ardiente
Y mares de agua, y brama el suelo tiembla,
Y estremécese pálida la gente.
Mas sobre el nubarrón, que envuelve horrible
Con su medrosa oscuridad el suelo,
Un cielo hay claro, y bello, y apacible,
Y un espléndido sol en ese cielo.
Y Dios da la señal, y en prestas alas
Los céfiros sonando
Lanzan la oscura nube... y centellea
Reapareciendo el sol, y canta el ave,
Y se anima la tierra y se hermosea
A su dulce calor y luz suave.
   Así será; tras tempestad sombría
El iris lucirá de la alianza;
Ya la tierna piedad tras la ira impía,
Y al dolor acompaña la esperanza.
A la justicia de su Dios atento,
Mi fatídico númen
Miró del mundo el funeral estrago:
Olvidé que era padre; ¡es nuestro padre
El que es rey de los siglos!... Mas ¿me engaña
Sueño feliz de burlador deseo?
Venid presto, corred, cercadme todos,
Decidme, si es que veis lo que yo veo.
Veo un ángel hermoso
En la radiante esfera
Con grandes alas de oro aparecido;
Y es triste, pero tierna su mirada,
Y está sobre Valencia suspendido,
Y leo en torno de su noble frente
Que ciñen rayos de esplendor sereno:
Temed y honrad a Dios que es grande y bueno.
¡Ah-padre! ¡oh gloria nuestra! ¡oh gran VICENTE!
¡Cuánto has tardado, padre! Al fin te vemos...,
Aún nos amas... tus hijos
Te aman también... enjuga, pues, su llanto
Y a sus males prolijos
Pon ya fin; ¡nuestro héroe! ¡nuestro SANTO!
Habla... tu voz nos mande;
Habla ¿qué quieres, di?... ¿lo habéis oído?
Temed y honrad a Dios que es bueno y grande.

ANTONIO APARISI Y GUIJARRO.

     NOTA. Al terminar esta Corona poética debemos dejar consignado, que impresa en un folleto suelto la colección de estas composiciones, destinaron los autores su producto en venta al establecimiento del Asilo de Párvulos.

OB FESTA DIVI VICENTE FERRARII VALENTINORUM LAETITIA PUBLICA.
                ¿Cur modo lætitiâ, felix mea patria, gestis
   Et pariter sanctus pectore crescit amor?
¿Cur modo splendidiùs nobis subjecta videntur
   Ornantur pulchris et nova templa rosis?
Et bene: nam rediit memorandæ lucis imago
   Quam retulit festis urbs veneranda sacris.
Ipsa duo geminat felici sæcula cursu
   Lucidior semper lucidiorque nitens.
Undique concurrunt cives; atque auxia turua
   Principis ante sui mox simulacra venit.
Gratia magna subit, Ferrari maxime, votis
   Gratia nunc populo perpetuanda tuo.
Pallida nec dudum tabes invaserat urbem
   Jamque timor lethi signa daturus erat;
Cum lacrymans populus stragi mortique paratus.
   Addidit ad mæstos talia verba sonos:
Inspice, Vincenti, morituros protege cives:
   Indiget auxilio nunc tua terra tuo.
Dixerat: et subito (dictu mirabile) morbum
   Jugiter è puteo dissipait unda fluens.
O quàm te celebrem, Custos, si inmensa possim
   Tot tua præclaris annumerare sonis.
Deficerent vires: canturo verba deesent
   Nisibus ac tantis nec foret apta lyra.
Scripta patent Cœlo sanctorum gesta virorum,
   Dum tantâ merito laude superbit humus.
Sol, abes et nitidam declinans comprime lucem,
   Nam Regio soles non capit una duos.
Sol es: sed non solus eris: Vincentius alter;
   Tu terris: animis clariùs iste micat.

Francisco Genovés y Burguet,

alumno de esta Universidad Literaria.



DIVUS VINCENTIUS
valentino populo rebus in asperis perfugium præsens et solatium.
ODE.
                   ¿In nos quid ullus, si ruat, impetus
Possit? ¿Quid austri turbine fervidos
Tollente per pontum tumultus,
Unda furens, minitansque lethum?
   Flagrans supernis gaudet amoribus
Infracta virtus: dulce sonantibus,
Te in vota, Vincenti, vocantes,
Concinimus tua facta chordis.
   Nam tu levamen, tu medicamina,
Tu fers salutern pronus ab æthere;
Tu nos domaturum tyrannum
Fulminibus metuendus urges.
   ¡Ah! Civitatis non eris immemor,
Si nutet orbis: dum quatitur tremens
Urbs funditus, Montesiana
Fracta ruunt, resonantqua tecta.
   Et pacis auctor seditionibus
Abducis urbes effera cordium
Lenire pernix, ne nitentes
Cæde tetra maculentur agri.
   ¡Ut stragis insons, alma Valentia,
Hæres gemiscens, cum fodìtur truci
Telo Sacerdos, ac dolentem
¡Heu! ¡animam genebundus halat!
   Quæ prima tellus te tulit accolam,
Hanc, Dive, vultu visis amabili:
Huic peste languenti, medelæ
Ipse sciens, prece tactus, adstas.
   Plangit tenellum, squalida filium
Mater; parentem filius ingemit;
Flet sponsa sponsum: morbus urget:
Hic gemitus resonant et illic.
   Omnesque ad aras planctibus infremunt;
Omnesque ad aras crimina condolent:
Mors clade gestit, donec alta
E puteo salit unda pleno.
   Qui, Dive, tandem nune tibi munera
Edeta possit justa rependere?
¿Qui possit effusis decora
Carminibus memorare facta?
   Cum lævus olim civibus intulit
Gallus pavorem, pectora patrio
¿Igni quis ussit? dormientem
¿Quis vocitans acuit leonem?
   Tu, tu per atrum nubilus aëra
Clamare visus: rumpite, rumpite
Quæ vincla vos stringunt, amici...
Fulgur ades, crepitantque nubes.
   Mox lauro ovantes tempora cingimur,
Et pax renidet: blanda sed asperis
Truduntur. ¡Eheu! ¡quarn fugaci
Præterunt bona nostra passu!
   Fæcunda duris sæcula casibus
Ægre subimus... Fac, Pater, ut levi
(Cum voce, cum fletu rogamus)
Sæcla fluant meliora lapsu.

Victorio Giner,

de las Escuelas Pías



IN LAUDEM SANCT. VINCENT.
ODE.
                 Hunc diem læti celebremus omnes
Parvuli, claudi, juvenumque, turmæ,
Virgines sanctæ, genitrixque chara
                 Mente fideli.
Ille quàm magnus fuit hac in Urbe
Ipsa non fidit, neque mundus omnis
Facta, Vincenti, tua computare
                Crederet usquam.
Cæcus et claudus patiensque morbi
Jure celestem medictim vocabant
Qui tabem pellis, populo et salutem,
                 Reddere gaudes.
Te Valentinæ decus Urbis almæ
Arbitrum regum populus ferebat;
Tu satis præbes, populoque donas
                 Armipotentem.
Nostra sed primum schola confitetur
Te domum certam posuisse nobis
Unde doctrinam biberet sacratam
                  Ipsa juventus.
Lucidum sidus, rutilans, coruscans,
Lustra fulget per duodena terris
Intùs inflamans animosque pectus
                Corda virorum.
Impiger terras obiens remotas,
Hauxit et postquàm rigidos labores
Ad polum tandem niveus petivit,
                 Carpere palmam.
Hinc quater centum numerantur anni,
Jam. tui cives iterant libenter
Hunc diem festum, geminatque plausus
                Accipe laudes.

Pedro Romero.





TRADUCCIÓN.
                  ¡Dóciles niños! ¡jóvenes doncellas!
Día tan fausto celebrad alegres;
Lleguen al cielo vuestros sacros himnos,
                  ¡Vírgenes puras!
No a ti, Valencia, referir es dado
Cuán fiel Patrono por el cielo electo
Tienes, ni el orbe numerar pudiera
                  Tantos portentos.
¿Quién, que privado de la luz se aflige?
¿Quién, que lamenta males, que padece,
No halla el remedio, que su mano otorga
                 Pródiga siempre?
Honra del suelo, que fecunda el Turia,
Arbitro fuiste de los grandes reyes;
Tal te ostentaste, cuando al pueblo diste
                   Ínclito gefe.
Tú la primera piedra colocaste
Del que franquea, monumento vasto,
A la estudiosa juventud su puerta,
                    Bajo tu auspicio.
Tú, cual el astro refulgente, claro,
Rayos de ciencia derramaste, sienten
Hoy tus patricios de tu númen santo
                    Vívida llama.
Tú la semilla de virtud austera
Siembras en pueblos entre sí distantes;
Subes al trono del Excelso, y premia
                   Méritos tantos.
Llega con paso silencioso el cuarto
Siglo, y el pueblo por la fe movido
Himnos entona de alabanza, y canta
                    Gloria a Vicente.

Jacinto Asenjo.



PLEGARIA.
                Y yo pregaba asòles; y el ánchel dels poetes
   Del vuit l'inmens abisme solcant ab ales d'ór,
   A mi's digná s'abatre, dientme: «no t'inquietes,»
   Y ab dit diví una còrda me feu vibrar del còr.
«Canta, digué; que al húmil inspirasió no falta:
   Cuant noble lira pulsa, no es trémola la ma;
   Y el fòc que als querúbs crema, cuant tiñ de ròch sa galta,
   Li anunsia que el que inspira, sa llum revèla ya.»
Y yo al alsar de tèrra ma lira empolsegada,
   Del selestial orácul acate el manament,
   Y entre l'estòl magnífic de choventut dorada,
   Com ánet entre els sisnes, m'arrastre lentament.
Y al vore tanta glória, doblegue al sòl la cara,
   Y em bat el còr, morintme de pòr y pasme chunt.
   Y m'alse, y de mon èstre desconfiant encara,
   Pera oferir mon òbol, els vach seguint de llunt.
Tinlo, Visènt: acull-lo, ya que es per una vòlta,
   Un acte de profunda, cordial adorasió;
   Y siga ma osadia per ta clemènsia absòlta;
   Pues si per tú sòls cante, soc digne de perdó.
¿Cóm puche hasta eixa altura, aon yaus en trò d'estrèles,
   Aon tens la llum per manto,, y el sèl per pedestal?
   ¿Cóm sòlte a ma badada, petita nau les vèles,
   Entre ones achitades d'impetuòs gregal?
Si de ta noble història les páchines grandioses
   Revólc en má profana, fent térbol son splendor,
   Si en la ovasió sublime de tes virtuts glorioses,
   Te tire per alfombra flòr mustia sinse olor;
En una blanca ròba fas caure taca llecha,
   En un espill purísim estampe impur halé;
   Y unintme al entusiasme del pòble que't festecha,
   Ab agres armonies la festa torbaré.
No falta qui en ton ara creme holocauste digne,
   Envolicat puchant-tel en núbols de perfum;
   No falta qui en el sèrcol de ta corona insigne
   Engaste margarites, que llansen rachs y llum
Mira sino, eixa tropa de chóvens inspirada,
   Que entona el epinisi triunfal del vensedor;
   Seguint de ta apoteusis la ròca venerada,
   Y fent d'Edeta l'eco vibrar en ta llaor.
Yo, sòls un eco d'eixes tan dolses armoníes,
   Que els trobadors deprenen dels serafins del sèl,
   Fas còr als que te, canten el himne d'estos dies,
   Visènt, estimulantlos sa gratitut y sèl.
Això vól dir el cuadro tan plé de fòrsa y vida,
   Que l'Anchel de Valensia escampa dins son sí;
   Això la hermosa série d'emblernes, que nos crida,
   A fer de tú memòria, a venerarte huí.
¿Qué impòrta que encarnida per el resient estrago,
   Y de segones víctimes la mòrt darrere anant,
   De sa guadaña pèrfida redoble el fier amago.
   Ab ulls sagnants y torvos les víctimes triant?
Baix ta èchida gloriosa, covat ton pòble canta,
   A ta ombra beneída guardat ton pòble riu;
   Y al Paladió abrasantse d'eixa ta imáche santa,
   Salut te diu, y es salva; vida te aclama, y viu.
Que no han pasat de vaes per eixe viu milacre
   Chenerasions sens conte, caure deixant al pas
   Plucha de flòrs novelles al pèu del simulacre,
   Aon protechintnos sempre, Sant bienhechor, estás.
Y aquells, a qui per dicha del sèl predestinada
   Fasa brotar en este bell sòl el tems futur,
   Durán també sa pedra a l'óbra comensada,
   Y a ta inmortal guirnalda sa flòr d'aroma pur.
Pues tú els serás, com eres pera nosatros ara,
   Com fores als que aixina pregaben atre tems,
   Ministre de la exélsa Divinitat, que ampara
   A ta volguda Patria, y al mon hasta els estrems.
Per tú quietut té l'aire, per tú la mar bonansa,
   L'atribulat alivio, consuelo l'aflichit:
   Per tú en ses amargures l'agrunsa la esperansa,
   Com mare al fill agrunsa, acaronantlo al pit.
Y a mí, que afechir ose ma pedra chicoteta
   Del secular sertámen en el inmens tesòr,
   Gran Sant, no la rebuches per pòbra, pues la he treta,
   Sinse quedármen atra, del fondo del meu còr.

Pascual Pérez y Rodríguez.



ODA.
                   Desde eixe tròn de glòria,
Aou sinse núbols se contempla a Deu;
Desde eixe mar de llum que mai s'apaga
Aon veus triunfant al que morí en la creu,
En mig de la armonía
Dels ángels purs que canten al Siñor,
Ómpli, Visènt, de fòc ma fantasía,
Pera que cante lo que sent el còr:
Y méntres que sa veu per tú al vent sòlta,
Del Turia plé de góig el cant escolta.
   
   ¿No veus cóm, bull la gent,
Cóm estret es ya el mur, cóm riu Valencia,
Cóm coronat de flòrs el riu de plata
Alsa son cap omplit de complasènsia?
La rica chòya d'or,
Que encara el fill de Agar, con dòl la plòra,
Que coroná a Don Jaume, al esplendor
De sa espasa fujin la rasa mòra;
Eixe sòl canta per major fortuna
Tindre la dicha de agrunsar ta cuna.
   
   El sér que el mon adóra,
De qui naixen els mons sóls a la veu,
Que el chentil crida y que el salvache implòra,
Ma que el mon guia y que ningú la veu,
En mig la cruda guèrra
Que fa a la creu el hòme que l'olvida,
Pera estendre sa glória per la tèrra
Deijá lluir l'aurora de ta vida;
Y entre les sombres del error derrama
De un nòu Apòstol de la llum, la flama.
   
   No hagué virtut ninguna
Que no mostrares desde els añs primers:
¡Qué fóren pera tú la pompa humana!
¡Qué de amor y de glòria els vans plaers!
La gran sabiduría
No te envanix jamai, donant la palma
De tot a Deu, beneinlo nit y dia
Del monastèri en la dichosa calma.
Portabes sempre imprés en la memòria,
Tindre temor a Deu, donarli glória.
   
   Allí la ma divina
Com als primers apòstols de la tèrra,
El dó de llengües sobre tú derrama
Pera que a la impietat fases la guèrra:
Y com llaujera nau
Surca la mar moguda per lo vent,
El evarigèli de dolsor y pau,
De Europa sembres per lo sòl Vicènt.
¡Oh si entonces vixquera ya Colon,
Tú en éll anares a buscar un mon!
   
   ¿Quí de Pere de Lluna,
De còr de fèrro, al ánima aplegara?
¿Quí sino tú un moment ductar li fera
Del orb cristiá en retindre la tiára?
Tú en mij de tant d'horror
Del sisma y guèrra sin descans treballes,
Y entre els bandos servint de mediador
Sosegues el fragor de les batalles;
Tú dones rumbo a la perduda náu,
Per tú apareix la aurora de la páu.
   
   Te ou el cèl; Benedicto
Entre escarpades rocas se encastella:
¡Pronte Constansa ostentará un consili...
Donará un Rey al Aragó Castella!...
Del Ebro pròp la vòra,
En tant que dèlma al adalit la mòrt,
Nòu hòmes, alluntats del camp de guèrra,
Del Reine van a decidir la sòrt;
Y allí Caspe te veu entre élls, que veles
Lluin com lluna en mij de les estrèles.
   
   Posant la ma en ton pit,
Y alsant els ulls y el ánima hásia el cèl,
Proclames tú, Vicènt, al de Antequera
Millor dret que a Gandía y al de Urgel;
El consell ho sentènsia
Son carro ensanguinat deté Belona,
Y palpitant de orgull per tú, Valensia,
El veu en pau señirse la corona,
Y òu de ta boca el mon que está escoltant:
«Deu eixir un gran Rey de un bòn infant.»
   
   El que com clara estrèla
Te feu brillar en la mateixa cuna;
Deu, que te dona que a tes plantes veches
Humillada la altiva micha lluna;
Deu que t'omplí de grasia; Deu
Que te fa pòrt del trist, Apòstol, sant;
Ya que el plorares mort damún la créu,
Te el deixa vore dins del cél triunfant,
Y mentres Fransia ton sepulere adòra,
Valensia envecha ta ventura y plòra.
   
   Si hasta dins del sepulcre
Te deixá fer milacres el Siñor,
Si el mon te adòra ya, com l'aureòla,
¡De santitat te negará el Pastor!...
Huí cuatre sigles fá
Que Calisto Terser així ho sentènsia,
Y cuatre sigles que velant está
Per ta felisitat, noble Valensia;
Quí te doná ya en vida entre bens mil,
Temple a les lletres, de òrfes un asil.
   
   Ton rat penat obrixca
De gòig les negres ales, bulla el riu;
Donanli cants, perfums, teixinli flòrs,
Contemple el sòl un pòble de arjen viu:
Y si de gòig y orgull
El sigle quince feu loors al Sant,
Pues valensiana sanc encara bull,
Que ningú en sèl y amor nos pase avant;
Y puguen dir els sigles veniders,
Que en donar honra al cèl som els primers.


SONETO.
                     ¿No repareu que el sèl mes blau esclata,
Y mes lluent el sòl es este dia;
Que la espresió del gòch y la alegría
En tots el valensians huí se retrata?
   ¿Que de content el còr mes se dilata,
Y el chèni inspirasió mes dolsa envía,
Y així brota deis llabis la armonía,
Com de la plena fònt, chorro de plata?
   ¿Qué causa este plaer o qué bé augura?
¿Quins tesòrs ham lograt, o qué victòria?
-No inspiren eixos bens tanta ternura!
   Se solemnisa de Visènt la glòria;
Y pròba este content, que sempre dura
De la virtut y siènsia la memòria.

María Orberá.



CANT CHUVENIL.
                 Anchel purísim, beneit de Deu;
       Tú que al chuí final,
Ser el plaso cumplit a tot mortal,
Anunsiarás en poderosa veu;
No desòixques el tosc y dèbil cant
         Que, en delisiós instant,
Vullc atrevirme a dirichir, Sant meu:
Inspiram un moment; y si al versar,
Sombres oscures vénenme a rodar,
Erros causant en el paper la ment,
No me vullgues en tal tropell deixar,
Tin llástima de mí per un moment.
     Si en el cuart sentenar,
Festes te han fet en ton pais natiu,
En mich de gòch y de venerasió,
Rics altars elevant a son Patró,
Res se deu estrañar, que el chéni viu,
Ensés al mateix temps en Relichó,
Regolfa en nòstre pit, y com un riu
         Ahon corren alentats
Els caballs de Neptuno desbocas,
Ni fòrsa humana, ni ninguna siènsia
      Mos fan tindre pasiènsia:
Erguim el cap, alsem els ulls al sèl,
Les fòrses apurem per obsequiarte,
      Y, en paraules de mèl,
Creem desde este mon poder parlarte,
Uns y atres chunts en fraternal unió,
Animats de bòn sèl; y en tal rahó,
Rompent la pena que oprimix el còr,
Tots esclamém entre alegría y plòr
       Y en entusiasme ardent:
Sant milagrós, Apòstol edetá,
Empòri de virtut y de talent,
No olvides que este pòble valensiá
Te admira pura y relichosament;
Envía de eixos ulls una mirá;
No el abandones, no, Sant prepotent;
Achúdal, ya que en mich de resplandors,
Rodat te veus de tants adoradors.

Chusèp Manuel Blat y Soto.



AL SEÑOR D. JOSÉ ESCRIVÁ,
Presidente del Excmo. Ayuntamiento de Valencia.
PALINODIA.
                 ¿Diga usted D. José? ¿qué significa
Ese vago rumor que el aire llena?
¿Esos carros triunfales
Que Valencia solicita fabrica,
Ese gozo que al público enagena,
Los suspiros que exhala generales,
Esos lienzos que animan los Apeles,
Esas piedras informes
Que algún Lisipo labra,
Qué nos dan a entender? Vaya, decidme,
Pues por mi parte aseguraros puedo
Que de tan grande enredo
No comprendo siquiera una palabra.
-¿De veras, Rafael? -Como lo digo.
-¡Pues es una ignorancia delincuente!
¿No sabe usted amigo,
Que esa turba gozosa y delirante
Que se rebulle y grita
y a millones se agita,
Se dispone a millares
Veloz y diligente
A celebrar las fiestas seculares
De nuestro gran patrono San Vicente?
-¡Pues tiene usted razón, he sido un necio!
Y de marca mayor, de gran calibre.
¿Usté es hijo del Cid? -De tal me precio.
-¿Sabe usted que es un cargo de conciencia
Que un hijo de Valencia
Al tratar de su joya más brillante
En su pecho no sienta el entusiasmo?
- Ciertamente que sí. -¡Pues sí es pasmo
Indiferencia tal! -Pero no obstante,
Para borrar tan censurable olvido,
Para estinguirlo de cualquiera modo
Exija usted de mí, me allano a todo.
Una palabra sola y por encanto
Verá usté honrar y enaltecer al Santo.
Poco valgo, señor, nada merezco,
Mas cuanto valgo y cuanto soy ofrezco
-No esperaba yo menos; y pues justo
Ese júbilo encuentra,
Yo me atrevo a esperar que por su parte
Sabrá contribuir. -Con mucho gusto.
¿Hay que avisar que pongan luminarias,
Repartir por las calles papeluchos,
Gacetas espender estraordinarias?
Hable usted, hable usted, pues lo prevengo
Que como soy poeta... vamos tengo
Dineros pocos, más deseos muchos.
-No se trata de gastos, ni quería
Su servicio aceptará tanta costa.
No señor; más quisiera
Que para el día veinte me escribiera
Alguna cosa en verso. -Por la posta.
¡vaya pues, si es la cosa más sencilla!
Le escribiré un poema a San Vicente
Y la historia también... precisamente
Ha mencionado usted mi comidilla.
¡Allí es nada mi musa! En poco tiempo
He escrito dos tragedias,
Un drama aterrador, patibulario,
Veinticinco sonetos, seis comedias
Muy graciosas, muy bellas, muy bonitas,
Un romance a las ánimas benditas,
Un sainete feroz y un calendario,
Sin contar una serie de entremeses
Originales todos muy estraños.
Más coplitas he ascrito en cinco meses
Que usted podrá leer en muchos años.
-¿Hombre tan fácil es? ¡No es alabarme,
Pero tengo talento.
Dígnese usted escucharme.
Hubo un tiempo feliz en que mi estrella
A rango me elevó de oficinista;
Para mi mente ociosa
Pudiera jamás hacer mejor cosa.
Yo que había adquirido la conciencia
De que no necesitaba
Más luces mi brillante inteligencia,
La gaceta leía,
Sendos puros fumaba
Sin despachar jamás un espediente
Ni poner un estrado; pero un día
Porque no trabajaba
Me dijeron, señor, que no servía.
¡Despotismo mayor! Y en un instante,
Firmo un ministro y me dejó cesante.
¡Ya ve usted qué conducta más estraña!
Cuando el no trabajar ha sido siempre
Una acción meritoria aquí en España.
   Después de este preludio
No pudiendo ya ser oficinista
Consagréme al estudio,
De sanguijuela me elevé a jurista.
   Y me hablaron de códigos, de leyes,
De ventas, de retractos,
De dotes, gananciales, patrimonios,
De dominios, de pactos,
Y hasta ¡líbreme Dios! de matrimonios.
   Es verdad que al tratado de consorcios
Siguió inmediatamente el de divorcios.
   Pero cá, ni por esas; me aburría
Un estudio tan árido, ya entonces,
La luz del genio en mi cabeza ardía.
   El claustro de Valencia a quien venero,
La paciencia que tengo me probaba
Con «estudie usted a Heinecio, lea usted a Cayo,
Útil ciencia adquirir podrá en Febrero»
Pero yo no estudiaba ni aun en Mayo.
Porque vamos a cuentas, ¿qué le pasa
Al que examina con afán las leyes
De Najera, de Toro y de Montalbo?
¿Qué llega a conseguir? quedarse calvo.
   Y la ausencia del pelo
Será una desazón, será una pena
Digo será, porque benigno el cielo
La lección me enseñó en cabeza agena.
   Cansado y aburrido
De una ciencia tan árida y penosa
También la descuidé, que no ha nacido
Mi talento, señor, para la prosa.
   A impulso de una llama que secreta
En mi mente vivísima brillaba,
De este mundo partí, me hice poeta
Y en alas de mi ardiente fantasía
Raudo crucé por la región vacía.
Del cerro de Helicona hallé atrevido
La inaccesible escarpa,
Y alumno de Minerva protegido,
En un año a lo más he recorrido
El Parnaso español tocando el arpa.
   Esta mi historia es: digo y completa.
¿Cree usted que me falta alguna cosa
Para aspirar al nombre de poeta?
Ni las artes jamás he saludado,
Ni un compendio de ciencias he leído,
De todo el que estudiaba me he burlado,
De todo el que aprendía me he reído.
   Ya ve usted que esto sólo,
Me parece que basta y aún que sobra
Para ser buen discípulo de Apolo.
   Y esto no tiene duda, una gran parte
De los que egercen tan difícil arte
En este siglo, y pasan por muy buenos,
Han hecho lo que yo, ni más ni menos.
¡Con que versos a mí! Los que usted quiera
Aunque debo advertirle que yo sólo,
Abastecer podré a Valencia entera.
-Pues cuento con usted -Como me asista
El coro de las nueve... Hasta otro rato.
-Que usted lo pase bien, hasta la vista.
   Después de este diálogo,
Marché con rapidez hacia mi casa,
Escribí en un papel algunas notas,
Pero al coger para pulsar la lira,
La hallé sin cuerdas, las clavijas rotas.
   En este compromiso,
Me pareció preciso
Recurrir al favor del Numen Santo
Que nuestra mente inspira,
Y con fecha del día diez y siete
Le pedí inspiración en un billete.
   El día veinte y uno se apagaba,
El veinte y dos nacía,
Siete hacia lo menos que esperaba,
Y aunque la urgencia aquella me apuraba
El billete de Apolo no venía.
   Parecióme el silencio un mal augurio,
Y sin más dilaciones
Le escribí cuatro letras a Mercurio,
Con quien tengo bastantes relaciones.
   Llegó por fin el día veinte y cinco,
Ya el sol por el ocaso
Iba en busca del día venidero
Cuando la aldaba agitan de mi puerta.
-¿Quién?-Abra usted, soy el cartero,
-¿De Aragón? ¿De Castilla? -Del Parnaso.
Antes de concluir ya estaba abierta.
   Sentí en el alma lo que siente el náufrago
Al divisar el suspirado puerto:
Pagué una carta que decía urgente,
Y jamás ¡ay de mí! la hubiera abierto;
El tenor de la carta era el siguiente:
   «La tuya he recibido por desgracia,
Y te hablo con franqueza, no creía.
Que cupiera en tu mente tal audacia,
¿Con que tienes valor para llamarte
Alumno de la bella poesía?
Vete con esa música a otra parte.
¿Imaginas acaso
Que no hay más que escribir cuatro coplitas,
Para tomar asiento en el Parnaso?
   Si no estudiaste, ni aprendiste nada
¿Por qué, osado te atreves
A emprender tan temprano esta jornada?
Si no alumbran los rayos de mi frente
Tu fría inteligencia;
Si oscureció tu mente
Al mirar la alborada de la ciencia
Nacer brillante en el rosado Oriente;
¿Por qué tu audaz razón, necia imagina
Que ha de sentir mi inspiración divina?
Pensamiento tan necio,
Merece mi favor... no, mi desprecio.
   Ambiciosa manada de ignorantes
Que de sano juicio estáis a oscuras,
Miserables vencejos
Que vais en pos de tropos y figuras
Como quien anda a caza de conejos.
   Pedantes que ni amparo,
Ni protejo, ni inspiro,
Venales, envidiosos,
Que con tanto descaro
Escribís esos versos tenebrosos
Con tanta interjeción, tanto suspiro.
   Que no sabéis salir del diccionario
Por los malos poetas esprimido,
De auras fugaces, perfumadas flores,
Brisas, matices, arroyuelos mansos,
Follages verdes y profundos piélagos,
No os llaméis cisnes porque sois muy gansos,
Ni alegres ruiseñores, sois murciélagos.
   Ni poetas seréis, ni lo habéis sido,
Ni hay uno ¡vive Dios! que lo sospeche;
No vengáis por laurel, de lo contrario
De uno mustio que tengo recogido
He de hacer con vosotros escabeche.
   Dejadme en paz y delirad felices,
Y sabed que si alguno se propasa
A venir a las puertas de mi casa,
Le daré con la puerta en las narices.
   Y tú, más que los otros fastidioso,
(Esto que viene ahora va conmigo)
Coplero parlanchín y revoltoso,
Que mi cólera enciendes
De todo hablando, aunque de nada entiendes,
Que así me ultrajas,
Que con toda tu ardiente fantasía,
Ni aun debes escribir para esas cajas
De Pascasio, Lizarbe y Compañía;
Que para no estudiar una palabra
Te pusiste a escribir, no eres poeta.
   En tu audacia notoria
Pensarás acercarte hacia mi gloria,
Pero no pasarás de la Glorieta:
Rompe, pues, esa lira desacorde,
Apártala de ti, cese tu canto;
¡No es digno su chirrido impertinente
Del ilustre Vicente,
Lumbrera de la fe y Apóstol Santo:
   Ingenios tiene Edeta peregrinos,
Que con la ayuda mía
Cantarán sus virtudes,
Lanzando de sus célicos laúdes
Raudales de armonía.
   Hombres hay eminentes,
Talentos que yo inspiro, colosales;
Mis manos celestiales
Sabrán ceñir sus inspiradas frentes
De rosas inmortales;
   Y si acaso la tuya
Aspira a merecer honra tan alta,
El camino hallará en la huella suya.
   Fatiga con estudios tu memoria,
Ilustra tu apagada inteligencia,
Porque, sólo las llaves de la ciencia
Facilitan las, puertas de la glorieta:
Esto Apolo me ha dicho, yo quisiera
Escribir; mas no puedo:
Crea usted que lo haría si pudiera;
Como soy de ese Dios muy buen vasallo,
Ato mi lengua, y enmudezco y callo:
   Mi vista aparto del celeste templo,
Y a sus deidades plegue
Que muchos sigan mi laudable egemplo.

Rafael María Liern.



                  Ven a mi mente, espíritu divino,
Dame tu luz y tu celeste encanto,
Para espresar lo que mi pecho siente,
Y alzar mi voz, con religioso canto.
   Quiero cantar las glorias de Vicente,
Honrar a San Vicente anhelo sólo:
¡Ojalá los acentos de mi lira
Pudieran resonar de polo a polo!
   Mas es débil mi voz, no puede tanto;
Sólo sabré decir, Valencia, en este día,
Que al admirar tu luz y hermoso suelo,
Te llama con placer la patria mía.
¡Feliz Valencia! en cuyo rico seno,
Gracias derrama Dios omnipotente,
Y en ellas arrullaste al ángel bello
Que es hoy tu defensor, al gran Vicente.
¿Qué temes con su apoyo, pueblo mío?
¿No es él siempre el consuelo de tus males?,
¿No ves su brazo sosteniendo siempre,
El rigor de las iras celestiales?...
   Tú lo recuerdas bien, Valencia amada,
Citando al rodar la colera del cielo,
Las naciones enteras devastando,
Triste cayó tambien en nuestro suelo.
   Por doquiera que va, la tierra ofrece
Muerte y horror, desolación y espanto,
Donde imprime su huella aterradora,
No deja al hombre más que luto y llanto.
   Nada se opone a su furor violento,
Las familias enteras arrebata,
Hiere lo mismo al niño, que al anciano,
Cuanto toca su mano, tanto mata.
   Valencia llora azote tan terrible,
Su cielo puro le oscurece un velo,
Huyen las gentes a remotos climas,
Y hasta las aves se alejan de su suelo.
   Agostadas las flores por la tierra,
Sus brillantes colores no lucieron,
Que el maléfico ambiente emponzoñado,
Su cáliz y corola destruyeron.
   ¡Bella ciudad! ¿qué fue de tu alegría?
¿Quién al verte diría tu belleza?
La ha convertido la cólera divina
En vasto osario, mansión de la tristeza.
   Cual aspectros sus hijos por las calles
Miran al cielo, y a Vicente aclaman,
¡Cuánto aviva la fe su dulce nombre!
¡Cuánto consuelo da a los que le llaman!!!
   Llora el enfermo padre, al ver sus hijos
Que ya a dejar en la orfandad postrados.
¿Quién guiará sus corazones tiernos?
¿Quién velará por esos desgraciados?
   Vicente sólo es su feliz consuelo,
Pues recuerda el asilo
Que el Santo acogió con fe tan grande,
A éstos que fueron prendas de su amor.
   Llora la viuda, al par de joven madre,
En cuyo seno el hijo sonreía,
De él le arranca la muerte inexorable
Y cubre tanto amor la losa fría.
   Otro hijo de nuevo le amenaza
Arrebatar la parca en su inclemencia,
Acude al arte, apura sus recursos,
Y vencida se ve la pobre ciencia.
   ¿Quién consuelo dará a esta desgraciada?
¿Qué socorro dará a su hijo amado?
Acude al manantial de San Vicente,
Y por la fe, su hijo ve salvado.
   ¡Eterna gratitud a San Vicente!
¡Eterna gratitud a sus favores!
Corramos a sus plantas, valencianos,
Llevando de la paz las ricas flores.
   ¡Oh! si correr pudiéramos el velo,
Que impide ver a Dios omnipotente,
Junto al escelso trono soberano,
Radiando gloria veriáis a Vicente.
   Él comprende muy bien los corazones,
Y en ellos vierte su cariño tierno,
Y vela desde allí sobre nosotros,
Y ofrece nuestras preces al Eterno.
   ¡Honor al sacro Apóstol valenciano!
Oiga el orbe su nombre en este día,
Y gentes y naciones venideras
Lo repitan con júbilo a porfía
   En su amor, nos mecieron nuestros padres;
En él nuestra esperanza conocemos,
Y a nuestros caros hijos por herencia
Esa piedad y fe les legaremos.

Vicenta Palavicino de Correa.



LA GLORIA DEL TURIA.
                   Un tiempo fue que el corazón doliente
En la aflicción bogaba,
Porque el genio del mal con furia ardiente
El ámbito del suelo paseaba.
   El obcecado y mísero agareno
La cruz escarnecía,
Y el hijo del desierto su veneno
Del Tajo al Ebro con horror vertía.
   La patria de los Cides miró hollados
Sus creencias y fueros,
Sus campos sin verdura, y entregados
Cual presa vil en manos de estrangeros.
   Angustias y dolor con pena insana
El suelo padecía,
En que puso su planta soberana
Aquella ilustre y sin igual María.
   El Dios que mora en la azulada altura
Y entre sus manos cierra
Santa felicidad, paz y ventura,
Compadecido al fin miró la tierra.
   Cesó el negro dolor, omnipotente
Vertió de mal la copa,
Y el ángel de la paz nos dio en Vicente,
Gloria de su Hacedor y sol de Europa.
   Numen de bendición, fiel mensagero
Del que en Siná tonante
Su santa ley nos dio y abrió un sendero
Al pueblo libre por su bien errante.
   Estrella de ventura que halló vida
Por dicha de la España
En la ciudad La Lealtad vestida.
Que el Turia ameno con sus aguas baña.
   Luz del divino fuego, que ostentaba
En su tranquila frente
El piadoso Moisés, cuando bajaba
Por la ladera del Siná candente.
   Águila de Jeliovah, cuya bandera
Ostenta el fiel motete
Que hace temblar a la creación entera,
Cuando divisa el inmortal Timete.
   Antorcha de la fe, que va alumbrando
Al universo entero
Y a los tristes mortales señalando
De la paz y virtud el buen sendero.
   Ése tu hijo es noble Valencia,
En cuya frente pura
Siempre el brillo ostentó de la inocencia
Y arrancó de tu centro la amargura.
   Ése llenó de bendición tu suelo,
Y cual arcángel fuerte,
Con su voz nada más, con su pañuelo
Puso en derrota a la implacable muerte.
   Luchó y venció con poderoso brío
Al ángel del espanto,
Y el corazón del agareno impío
La fe llenó para empujar su llanto.
   Ése es tu paladión, leal Edeta;
¿Quién como tú ha contado
En un hijo, un Apóstol, un profeta
Y un amigo de Dios el más amado?
   Aunque en la cumbre del Empíreo mora
También está contigo;
Él tu custodia es, tus campos dora,
Y vela por tu bien cual fiel amigo.
   Cuando le llamas de pesar henchido,
Acude diligente,
Encuentras en su casa agua de vida
Y el fin de tus angustias en Vicente.
   ¡Alzad, hijos del Turia! llegó el día
De recitar cantares
En loor del querub, que paz envía
Para arrancar del corazón pesares.
   ¡Ea, invicta ciudad! la hora llega
Que alegre y bulliciosa.
Rinda a Vicente tu abundosa vega
El suave lirio, la fragante rosa.
   Sombra gigante del divino Polo,
Levanta de la huesa,
Hijos ilustres del benigno Apolo,
Todos venid a celebrar la empresa.
   Honrad al que honra a Dios; ceñid sin cuento
Guirnaldas a porfía
En la frente del justo, que al talento
Un templo sacrosanto erigió un día.
   Verted flores, verted; el Dios potente
Dio a vuestra vega amena
Esa feracidad, porque Vicente
Hoy fuese coronado de azucena.
   Tú prez de la virtud, ángel que envía
El sólo Soberano
Para calmar la desazón impía
Del pueblo que te llama hijo y hermano,
   No sin tu apoyo por su mal le dejes,
Benéfico y propicio
No te separes de él, jamás te alejes
Hasta el momento del final juicio.
   Y la invicta, piadosa y leal Valencia
Guiada por tu mano
Pregonará en los siglos la inocencia
Y la virtud del Ángel valenciano.

José Zapater y Ugeda



SONETO.
                   Por grande le aclamó la Europa entera,
Cual astro de virtud y de la ciencia,
Y honran pueblos y reyes su presencia
Rindiendo culto a su triunfal carrera.
   La fe en la religión fue su bandera,
Un poema del bien fue su existencia,
Y al difundir de Dios la pura esencia
Fue de la humanidad digna lumbrera.
   No borrarán los tiempos su memoria,
La página inmortal quedó ya escrita;
Su nombre, es el compendio de su gloria,
Cual obra de los siglos infinita.
Cuna le dio un vergel con noble anhelo,
Y goza ya su eternidad, el cielo.

Francisco de P. Gras.



SONETO.

..................nessun maggior dolore,

Che ricordarsi del tempo felice

Nella miseria...............................

(DANTE.)     

                   De España un día el religioso celo
Hizo un noble país; país fecundo,
Que desde el seno de su amor profundo
Cuidaba Dios con fervoroso anhelo.
   Brotar se vian de su rico suelo,
Fértil en maravillas sin segundo,
Héroes que llenan con su gloria el mundo,
Santos que ve con entusiasmo el cielo:
   Mas ¡ay! cuando la prócera figura
De la pasada edad, alta la frente,
Con justo orgullo su grandeza ostente,
   Débil, pequeña, miserable, oscura,
¿No será escarnio de la edad futura
La triste España de la edad presente?

Juan Ortiz Maiquez.



                    Ángel de fuego, que con raudo vuelo
Cruzas el firmamento y lo embelleces;
Musa de la virtud, que allá en el cielo
Entre los rayos de tu luz te meces.
   Tú, que inspiras su canto a los Querubes,
Cuando en concento illágico y sonoro
Pulsan vagando sobre blancas nubes
Las arpas de marfil con cuerdas de oro.
   Tú, que tendiendo un día el ala inquieta
Sobre el alta Sión, plácida oías
Cuál las glorias de Dios el Rey poeta
Cantaba entre sublimes armonías.
   Tú, cuyo soplo enardeció la mente
Del ciego de Albión que de improviso
Sintió nacer en su abrasada frente
La imagen de un perdido Paraíso.
   Tú, más bella que el sol; más que él brillante
Dulce como la brisa que murmura,
Préstale a mi laúd por un instante
Místicos sones de eternal ventura.
   Ha cinco siglos que admirara Europa,
Entre el horror de la perpétua guerra,
Del fraile humilde con la pobre ropa
Nuevo apóstol de paz sobre la tierra.
   Era Vicente; la florida orilla
Del Turia le prestó cuna de flores,
Donde soñara en su piedad sencilla
Para el mundo infeliz días mejores.
   Dios le creó para adalid del cielo.
Llenó su corazon de fe sincera,
De caridad, de celestial anhelo,
Por que invencible en los combates fuera.
   Diole inmensa virtud; miróle luego
Y perfecto le halló; sobre su frente
La inspiración de Dios radió su fuego
Con que alumbrara al mundo eternamente.
   Al contemplarle el proceloso averno
Furioso rebramó, y ardiente reta
A lucha inmensa y a combate eterno
Del alto cielo al poderoso atleta.
   Y él se apresta a luchar; la fe es su escudo,
La fe mantiene el corazón tranquilo
Égida santa que romper no pudo
Nunca del vicio el penetrante filo.
   Es su espada su voz; Dios la ha dotado
De fuego tal que el corazón inflama,
En el pueblo que escucha entusiasmado
El germen puro de virtud derrama.
   Cruza Aragón, los pueblos de Castilla
Le ven pasar errante peregrino;
Dejando cual fructífera semilla
La palabra de Dios por su camino.
   Todo obedece ante él, todo se inclina
Ante el poder que su palabra mueve,
Los elementos con su voz domina,
Los corazones con su voz conmueve.
   Pueblos y Reyes le apellidan Santo;
Bríndale el mundo su mentida gloria:
Danle los Yates su halagüeño canto:
Sus hechos guarda con afán la historia.
   Y él lo,desprecia. En su constante lucha
Crea de la virtud nuevos atletas,
El pueblo de Israel cuando le escucha
Reconoce la voz de sus profetas.
   El árabe feroz que mundanales
Dichas soñó a su muerte, le oye, y luego
Ambiciona otras glorias celestiales
Y del cristiano amor le abrasa el fuego.
   Pero no es sólo aquí donde te admira
Mi entusiasmado corazón: si el cielo
En ti su gloria y esperanza mira,
También la grata paz te debe el suelo.
   Dígalo Caspe; allí de una corona
Dispuso tu elocuencia, y áurea brilla
Cuando tu mano augusta la eslabona
En la sien de Fernando de Castilla.
   Diga tu amor la sin igual Valencia
Al fundar ese eterno monumento,(123)
Templo elevado para honrar la ciencia
Do el premio digno encontrará el talento.
   Díganos tu bondad el grato asilo
Que como muestra de tu amor profunda
Abriste a la orfandad; puerto tranquilo
Do nunca llegue el estertor del mundo.
   Mas ¡ay! al fin llenáse su destino
Por fin se cumple su constante anhelo,
Viagero en la tierra, su camino
Ha concluido y le recibe el cielo.
   Francia le vio tranquilo en su agonía,
Cual sonriera al recibir la muerte,
Vio la célica luz con que ceñía
Auréola inmortal su cuerpo inerte.
   Tú, patria de mil héroes y mil Santos,
Trasunto del Edén, célica Edeta,
Plácida acoge los fervientes cantos
Con que sus glorias ensalzó el poeta.
   Eternamente entre tus hijos viva
De Vicente inmortal la hermosa historia,
Que si la Francia le posee altiva,
Tuya es tan sólo su perpétua gloria.

Vicente W. Queról.



                Cien años y otros cien sobre su gloria
El tiempo prodigó... su nombre puro
Brilla al través de nuestra patria historia
Como faro de Dios, siempre seguro;
Cuatro siglos consagran su memoria
Y otra edad la reclama en lo futuro,
Por ser honra de un pueblo reverente
A su Santo, a su hermano, al gran Vicente.
   ¡Vicente; sí! aquel que Edeta un día
Vio nacer en su seno deleitoso
Para ser en el suelo eterna guía
Del que busca en el cielo su reposo.
El hijo de Ferrer, el que sentía
En su niñez el fuego prodigioso
Asombro de Luzbel, don sin segundo,
Fuente de bendición, pasmo del mundo.
   «Temed y honrad a Dios» dijo y su alma
En sagrado fervor creciendo inmensa
Por dar la paz de Dios perdió su calma,
Otras almas ganando en recompensa;
Apóstol del Señor buscó la palma
Que crece entre el peligro y la defensa,
Siendo grande en amor, en fe modelo,
En mansedumbre Isac, Ángel en vuelo.
   Vedle en alas del celo sobrehumano
Que agita su piedad nunca agotada,
Cual cruza de Pirene al Océano
Sembrando una verdad siempre olvidada,
Ora al Juicio de Dios cita al tirano,
Que erige hasta en verdugo su mirada,
Ya convierte al infiel, calma al adusto,
Protege la orfandad, o ampara al justo.
Hay una edad en la mundana vida
Cual puerta al porvenir, ornada en flores,
Edén sin tentación que nadie olvida,
Aunque nadie recuerde sus colores,
Edad feliz del alma adormecida
Al casto murmurar de los amores,
Aurora de ese día de los años
Que anublan con dolor mil desengaños.
¡Cuán triste es despertar al rudo embate
Del vendabal que el mundo llama suerte,
Y no hallar junto al pecho que nos late
Mas que miseria, desamparo y muerte!...,
¡Pobres niños!... mas no, nunca se abate
El alma que hizo Dios para ser fuerte,
Pues su Padre Vicente les da egemplo,
Asilo, educación, virtud y templo.
   Valencia en su recinto le vio un día
La oliva de la ciencia alzar gloriosa
Cual lábaro inmortal que el alma guía
Al arcano saber... su sombra honrosa
Del genio protegiendo la osadía
Al través de otra edad menos dichosa,
Dio a la Iglesia lumbreras que aún aclama
A la Europa esplendor y al Turia fama.
   Mas ¿qué miro?... ¿quién sois, altos varones,
Cuya voz escuchó muda la tierra?
¿Donde llegasteis los escelsos dones
Que vuestra Junta veneranda encierra?
¿Cómo al rugir de tantas ambiciones
Pusisteis a la paz frente a la guerra,
Y en sus lindes pesando antiguas leyes
Alcanzasteis a hacer justicia y reyes?
   Hay uno entre los Jueces cuyo acento
Jamás a la lisonja dio tributo,
Un fraile que de sabios es portento
Mientras él ni presume este atributo;
Su voz leal desnuda al torpe intento,
Rechaza en vano ardid, y ofrece en fruto,
El modelo de Caspe a un siglo infando
Y el trono de Aragón al Rey Fernando
   ¡Valencia, ésa es tu gloria! si elocuente
Allí un Santo se alzó por ley y fuero,
Tu hijo, tu enviado, era Vicente
De los nueve varones el primero:
Nunca el polvo de olvido irreverente
Manche de vuestra unión el timbre austero,
Sean siempre a los pechos valencianos
Recuerdos de Aragón, glorias de hermanos.
   Tesoro de humildad nunca descrito
El que ayer repartió cetro y riquezas,
Sordo de la ambición al torpe grito
Hoy desprecia capelos y grandezas;
«Vanidad es el mundo, así está escrito,
Vanidades sus triunfos y larguezas,
Y todo es vanidad... sólo es seguro
El Juicio del Señor en lo futuro.»
   Así clama Vicente, y del averno
Ronco bramando el funeral rugido
Vomita su furor contra el Eterno,
Que a Valencia da el Santo más querido;
Mas en vano será... contra el infierno
Su nombre vivirá libre de olvido
Y cada siglo al recordar su gloria
Grabará más profunda su memoria.
   ¡Pueblo del Cid, aún vive en nuestro seno
El hijo de Ferrer! ved su morada,
Allí está su Jordan, aquí cual bueno
A la palabra de Dios legó inspirada;
De ventura y unión astro sereno
A su vista Valencia alborozada
Con una sola voz clame ferviente
«¡Honra al Santo, al patricio, al gran Vicente!»

C. Pascual y Cenís.



                    Si pueblos mil ensalzan tu memoria,
Si es el triunfo mayor tu sólo nombre,
En vano quiero celebrar tu gloria
Con el lenguage misero del hombre.
   Yo el tiempo evocaré: mi voz potente
Salvará la distancia,
Responderá a mi voz el occidente,
Y España, Italia, la Inglaterra y Francia,
Cuantos pueblos tu marcha recorriera
Ensalzarán tu egemplo...
Que si anhelara tu grandeza un templo,
Templo habría de ser la Europa entera.
Miradle en su niñez... ¡tierna existencia
Por el Arcángel del Señor velada...!
¡Encanto de Valencia...
Modelo de candor, luz de inocencia
Con divinos portentos señalada.
   Vedle avanzar... con marcha de gigante
Apóstol de verdad remonta el vuelo,
Confunde el vicio con su luz brillante,
De Cristo es precursor, ángel del cielo,
Preclaro nuncio que el Eterno envía
Para mostrar al hombre,
Ese día sin limitéis, sin nombre,
Que del mundo será el último día.
   «Temed, temed a Dios, con fuerte acento
El Apóstol esclama,
La gloria al Redentor... ¡ay del momento
En que el mundo sin luz, roto en su quicio,
Escuchará la voz de un Dios airado
Que ha de llamar al hombre ante su juicio!»
   Tal la justicia del Señor pregona
El nuncio angelical, brilla en su mente
Inmenso fuego del amor divino.
Torna a su patria... la inmortal corona
Con nuevos triunfos ceñirá en la frente,
Pues donde quiera que su marcha avanza
Surge la caridad, brota esperanza!
   Contempla al niño huérfano que implora
Consuelo y protección, tiende su manto,
Y al infeliz que llora
Enjuga con amor su triste llanto;
Y si perdido, en soledad marchaba,
Creándole un asilo
Ventura inmensa al huérfano creaba.
   Anhelando a su patria más grandeza,
Legando al porvenir triunfos mayores
Forma ese templo donde el genio empieza,
Cuna de sabios mil, de cien doctores
Que el noble alcázar del saber le llaman
Y su alta gloria sin cesar proclaman.
   Avanza más y más... dicta sus leyes
De justicia y verdad, grande en la ciencia
Llega a marcar la suerte de los Reyes:
Cuando a la Iglesia abisma
Terrible desunión corre en su ayuda,
Su divinal presencia
Vuelve la ansiada paz, confunde el cisma;
Y humilde en la victoria
Dedicando al Señor todo su anhelo
Renuncia vana pompa
Rechaza honores, mitras y capelo.
   ¿Mas qué importa? los tiempos que siguieron
Sus virtudes. angélicas miraron,
Siglos mil su grandeza comprendieron,
Cuatro siglos por Santo le adoraron.
   Arcángel del Señor, cuando este día
Valencia entera su clamor levanta,
Cuando en tierna alegría
Puede hallar su consuelo a vuestra planta...
Guardad su fe, salvadla en sus errores,
Sed ángel de la paz, su ángel querido...
¡Ella adornó vuestra niñez con flores...
Vuestra cuna infantil ella ha mecido...!
Miradle con amor, gracia os implora
Tendedle vuestra mano...
Y cuando llegue al fin su última hora
Delante el juicio eterno y soberano
Sea vuestro poder toda su egida,
Vuestro inefable amor su eterna vida.

José de Castells y de Bassols.



CÁNTICO.
                  Ídolos falsos que entre sueños de oro
Mira el vate en las cumbres de Helicona,
De bellas musas fabuloso coro
Que a Píndaro tejiste la corona:
   Yo os invocaba cuando el arpa mía
Buscó entre los abrojos de la tierra.
El amor, el encanto y la armonía:
Cuando canté a los campos y a la guerra,
Y buscando un laurel para mis sienes
Corría ciego tras de falsos bienes.
Hoy que a mayor altura
Ya de mi lira a remontarse el santo,
He de buscar inspiración más pura
Que abrase el númen en el fuego santo.
   Ven, ángel misterioso,
Que David contemplaba
Cuando Israel gozoso
Los ecos de su cítara escuchaba.
Tú, que nobles cantares
Inspiraste a Moisés y ardiente arrojo
Para cruzar las ondas del mar Rojo;
Tú que a Judith y a Dévora armonías
Diste para elevar su canto al ciclo:
Tú que prestaste voz a Jeremías
Con que lloraba de su pueblo el duelo;
Ven a inflamar mi mente,
Ven, ángel de Sión, y el canto mío
Pueda ensalzar las glorias de Vicente
Del claro Turia junto al manso río.
   Jardín rico de flores, fresca vega,
Que más bella no baña
Ni el sol dorado, ni la blanca luna,
Florida Edeta que orgullece a España,
Tú meciste feliz su noble cuna.
Tú le viste inocente
Crecer, el dulce encanto de la infancia,
El consuelo del mísero indigente.
Sediento de saber, de la ignorancia
Disipando las nieblas, y a raudales
Su clara inteligencia,
En la edad más temprana,
De luz antorcha derramar la ciencia.
Le viste huyendo de la pompa vana
Del mundo, y afanoso
Buscar sediento el claustro silencioso.
En vano el mundo le ofreció sus flores;
Y en copa de oro su mentido aroma
En vano le brindaron los amores.
¡Qué vale la hermosura
De una débil muger, ante los ojos
Del mortal que en el Gólgota sangriento
Tiene fijo su ardiente pensamiento!
Los bienes todos que acumula el mundo
Los precia en poco el inmortal Vicente,
Y halla pompa mayor, mayor riqueza
Del monasterio en la feliz pobreza.
Pero ¿cómo ocultar del sol la llama,
Cómo en cadenas encerrar el viento,
Ni el ímpetu cortar del mar que brama
Ni del trueno apagar el ronco acento?
¡Cómo el estrecho muro
Del claustro encerraría
Al que tan sabio como justo y puro
Llenar el mundo de su voz debía!
No: el águila levanta raudo el vuelo
Y en la región del viento se pasea;
Rey del bosque el león se enseñorea.
Así inspirado por el alto cielo
Tiende sus ojos sobre el ancho globo,
Y contempla al judío,
Al turco, al agareno,
Que en las tinieblas del error sombrío
Morirán sin la luz del Nazareno,
Y en el recinto de su celda ansía
Que tras su noche resplandezca el día.
Ya al nuevo apóstol le parece estrecho
El recinto en que mora,
Donde orando feliz en duro lecho
Le encuentra siempre la temprana aurora.
«Hay un mundo gentil» «dice» un impío,
«Hay un esclavo del falaz Mahoma»
«Que han menester oír el labio mío.»
Deja el capelo que le ofrece Roma:
Y pobre, rico con el gran tesoro
De saber y virtud que su alma encierra,
Apóstol parte a difundir la lumbre
Del evangelio santo, por la tierra.
Cruza España y la asombra: Francia admira
Su milagroso tránsito Provenza
Su penitencia y sus prodigios mira.
Deslumbra el Piamonte,
La Italia le venera;
De su virtud y su elocuencia santa
Llenan los rayos la Alemania entera.
¿Qué pecho empedernido
Al escuchar tu acento
No desecha el error en que ha vivido?
¿Qué pecador, con triste sentimiento
De dolor abrasado
A tus plantas no llora su pecado?
El errante judío
Ve ya al Mesías en la cruz clavado,
El turco un impostor en su profeta,
El ateo ve un Dios, la raza mora
El árbol santo de la cruz adora.
Y a par de que ilumina a los infieles
Y que alcanza en las almas la victoria.
¡Qué valen de Alejandro los laureles
Comprada con los crímenes la gloria!
¡Peregrino feliz del triste suelo
Que humilde siempre entre el incienso humano
La vida arrastras para honrar al cielo!
¡Cuántas veces en noche silenciosa,
Al argentado rayo de la luna
Tu patria contemplando,
Demandabas al cielo su fortuna
¡Oh cuántas veces llora
Tu pecho atribulado
El cisma que devora
A su suelo por Dios abandonado!
La altiva media luna
Desafía a la cruz y dentro el muro,
De la bella Granada, el viento ondea
La bandera oriental, el ronco grito
De guerra santa, inflama a la pelea,
Y blandiendo la bárbara cuchilla,
El moro audaz se lanza
A ensangrentar los campos de Castilla.
Mas ¡oh loca esperanza!
¡Que tu arrogancia fiera
Ha de domar la espada vencedora
Del ínclito Fernando de Antequera!,
En tanto dentro de la alhambra mora
Llevabas tu cristiano pensamiento
Y allá en alas del numen penetrando
En la edad venidera
Mirabas sobre el muro la cruz santa
Que alzó el arrojo deIsabel primera.
La furibunda parca
Dejaba de Aragón huérfano el trono
Igualando al vasallo su monarca.
Y esa falaz diadema
De duro hierro y aparente brillo
Que engalana la sien; pero la quema
El mentido esplendor de esa corona
Que en cárcel de oro a quien encumbra, encierra,
Pendía de los triunfos de Belona,
Le disputaba con sangrienta guerra.
Tú doblando, Vicente, la rodilla
Sobre la tumba de Martín, tendiste
Una mirada de águila a Castila
Y una mirada de consejo al cielo.
Y de un noble infante, refulgente
De Aragón la corona,
Te dejó ver en, su gloriosa frente.
Sacude la discordia
Su ennegrecida tea:
¡Arden los bandos, empapada en sangre
De su digno pastor la tierra humea!...
   En medio el luto que estremece el suelo,
Nueve dignos varones
En Caspe iluminaba el santo cielo.
El cetro de Aragón está en su mano:
Y a su voz prepotente
Ceñirá la corona un soberano.
Allí tú como el sol, claro Vicente,
En nombre de Valencia,
Arrastrando al consejo tu elocuencia,
Sobre las sienes la diadema brilla
Del infante Fernando de Castilla.
Por ti pisa el dosel... por ti sonríe
La dulce paz y por doquier derramas
La calma, el bien... los reyes y los sabios
Oyen tu voz y manantial de dones
De maravillas fuente
Das la salud y vida
Como el divino Salvador, Vicente,
¡Oh cuán rápido avanza
Del término mortal la hora postrera
Que ya brilló el concilio de Constanza
Para que el Santo más tranquilo muera!
   ¡Vannes feliz! tú llena de amargura
Viste tranquila su hora postrimera.
¡Momento grande, augusto
En que tembló el abismo y de los cielos
Se abrió el Eden para premiar al justo!
No envidies de la Francia la fortuna,
Valencia esclarecida, de varones
Sabios y santos, venturosa cuna:
En tu recinto el perfumado viento
Cogió felice su primer suspiro
Y Vannes recogió su último aliento.

El Barón de Andilla.



                  Cuando con furia insana,
Cual hórrido huracán impetuoso
Al miserable humano
Aflige despiadado y tormentoso
El destino cruel y doloroso;
   Y en su insaciable saña
Le arrebata la prenda más querida,(124)
Cebando su guadaña
La inexorable muerte fementida,
En quien menos debió ser perseguida;
   Confundida la mente
Con tanta pesadumbre y triste duelo,
No puede dignamente,
En acordado son y altivo vuelo,
Cantar las glorias del mundano suelo.
   Vosotros, trovadores,
Que del risueño Turia en la ribera,
Exentos de dolores,
Lográis tan sin cesar la lisonjera
Felice dicha que gozar quisiera;
   Templad el arpón de oro,
Y en torrentes de férvida alegría,
E inspirado tesoro,
Cantad arrebatados, de este día,
El placer, entusiasmo y alegría:
   Cantad, sí, de esta tierra,
Al Hijo predilecto, y al más fuerte
Patricio, que hoy encierra
La historia provechosa, que convierte
En vivos los despojos de la muerte:
   Cantad al más grandioso
Portento que admiraron las edades;
Al genio prodigioso
Que el cielo, protector en sus bondades,
Para alivio nos dio de adversidades:
   Cantad, sí, la grandeza
De quien preció en más que el oro;
Y de tan gran riqueza,
A la Ciudad que el Cid arrancó al moro,
Pródigo la donó rico tesoro:
   A quien un templo augusto
Fundóla contra el vicio y la ignorancia;
Alcázar del buen gusto,
Do las ciencias exhalan su fragancia
Y del crimen afrontan la arrogancia.
   Y en tanto que a mi duelo,
En solitario paso estraviado,
Procuro algún consuelo,
Gozo y placer sin fin, entusiasmado
Respire este gran pueblo enagenado.
   Tú solo, oh mi Dios, eres
De dicha perenal fuente fecunda;
En nítidos placeres
A quien vive en tu amor y en él abunda,
Tu escelsa diestra sin cesar inunda.
   Cantemos, pues, tu gloria,
Y tu amor y tu inmensa omnipotencia,
Y tu bondad notoria
Al darnos por Patrono de Valencia,
Faro que así brilló en virtud y ciencia.

José V. Fillol.



ODA.
                  ¿Qué resta de los bellos monumentos
De la griega nación? ¿Dó están ahora
Del arte los magníficos portentos,
Ufana muestra del poder del hombre,
Que esfuerzos sobre esfuerzos atesora
Para dejar al porvenir su nombre?
¿Qué fue de tanta gloria
Que el humano saber comprende apenas?
¿Dó están los héroes de la invicta Esparta?
¿Dónde los sabios de la ilustre Atenas?
Y ¿qué fue del inmenso poderío
Del pueblo-rey, cuyo pujante brío
A las naciones todas asombraba,
Y a infame esclavitud las arrastraba?
¿Qué fue de su renombre soberano?
¿Qué fue de su poder y su riqueza,
Audaz compendio del esfuerzo humano,
Alarde del orgullo y la grandeza?
¿Qué quedan de esos pueblos, cuya gloria
El universo entero estremecía?
¿Qué queda? Una memoria;
El polvo nada más que se elevaba
Del tiempo destructor bajo la rueda,
Que pesada crugía
Cuando todas sus glorias aplastaba.
   Pasaron las edades, y con ellas
Nuevas generaciones
Llenan del ancho mundo las regiones;
Y siempre el mismo afán y la porfía,
La insensata demencia
De salvar ese límite que opone
Al humano saber la Providencia.
¿Qué importa que la ciencia
Aumente cada día sus portentos,
Y el arte multiplique sus inventos?
¿Qué importa que orgullosa
La audaz generación de nuestro siglo
Se juzgue omnipotente
Y ose mirar al cielo frente a frente?
¿Qué importa? Vendrá un día
Que alumbrará del mundo la agonía:
Y el humano saber será perdido,
Y en el altar de la mundana ciencia,
Que el hombre osado en su ambición levanta,
Asentará su destructora planta
El ángel de la santa Providencia:
Y en medio del silencio pavoroso
Y de la eterna noche en que lanzado
Se verá lo creado;
Desde el empíreo cielo
Paseará el Eterno su mirada
Sobre los restos del mundano suelo,
Que tornarán al polvo y a la nada.
Decid: ¿qué será entonces
Del necio orgullo que el averno inspira,
Que en mármoles y en bronces
Con vano empeño a eternizarse aspira?
La impiedad, la mentira,
¿Cómo huirán la justicia soberana?
¿Dó irá a esconderse la ambición humana?...
En tanto... de los labios
Del Supremo Hacedor, con dulce acento,
La inmensa voz resonará en el viento:
«Venid, dirá, los que en la humana vida
Las virtudes amasteis,
Que a la fe os acogisteis,
Y en mi potente amparo confiasteis.»
¡Venturosos aquellos
Que podrán escuchar la voz divina!
La gracia del Señor será con ellos.
   
   ¿Y será que al empuje poderoso
Del brazo omnipotente y soberano
Habrá deperecer todo lo humano?
De en medio de aquel caos,
¿No se alzarán las gigantescas sombras
De los que la virtud y la fe amaron,
Y por ellas su sangre derramaron?...
¡Sí! vivirá por siempre la memoria
De aquellos cuyos nombres se inscribieron
Por la mano del Dios omnipotente
En la sagrada, veneranda historia,
Cuya sublime página primera,
Del Gólgota la lumbre reverbera.
Será eterna la gloria
De los que un tiempo su cerviz doblaron
Sobre el ara inhumana,
Que preparó del paganismo el yugo
Para la grey cristiana,
Y que al morir, al cielo demandaron
Magnánimo perdón para el verdugo.
Y vivirá por siglos infinitos
La eterna fama del esfuerzo santo
De los que, siendo del Señor benditos,
Enjugaron del hombre el triste llanto,
Y amenguaron su mísero quebranto;
De aquellos que sintieron
El fuego en sí de inspiración divina,
Y en las tinieblas del error hicieron
Brotar esplendorosa
La luz de la evangélica doctrina,
Y esperanza al cristiano predicaron,
Y en el nombre de Dios le consolaron.
Y entre la gloria eterna de sus nombres,
Mas allá de los siglos y del tiempo,
Alzaráse esplendente
La del divino apóstol San Vicente.
   
   ¡Salve, nombre querido!
Reverberante antorcha, cuya llama
No ha de apagar el viento del olvido.
Tu luz radiante y pura
De cuatro siglos alumbró la historia;
Hoy, como entonces, sus destellos lanza,
Y alumbrará tambien la edad futura.
Celestial mensagero, en tu palabra
La triste humanidad halló consuelo,
Y cumpliendo de Dios las santas leyes,
Dio tu piadoso celo
Paz a los pueblos, cetros a los reyes.
Al eco santo de tu voz potente,
En el oscuro abismo
El monstruo del error hundió la frente;
A la virtud divina, eterno alcázar,
De tus virtudes erigió el egemplo,
Y al humano saber alzaste un templo.
Y tu gloria creció, cual crecer puede
Lo que de Dios la inmensidad respira,
Y al escuchar tu sacrosanto nombre,
Para la humanidad su incierta planta,
Y prosternada admira
Tan escelsa grandeza y gloria tanta.
¡Salve, nombre inmortal! ¡augusta sombra!
¡Feliz generación la que del cielo
Mereció la ventura
De escuchar de tu labio
La inspiración sublime del Profeta
Y las verdades del Apóstol sabio!
Menos dichosos ya los que al presente
Sentimos de la mísera existencia
Los duelos azarosos y prolijos,
Y del Edén hermoso de Valencia
La grata dicha de llamarnos hijos;
Nunca podremos tu recuerdo santo
De la mente borrar, y a tu memoria
Rendiremos en tanto
Justo tributo de respeto y gloria.

J. Iranzo Presencia.



Docus atque gloria
Urbis Valentinæ.
   
Alme Vicenti
Orbis oraculum.
(MARONA.)

   Los tesoros y bienes temporales, no son

los que hacen al hombre verdaderamente
rico, sino las virtudes, méritos y vida santa.
(SAN VICENTE FERRER.)
                    ¿Qué fuera del mortal en su impotencia
Sin la luz creadora de su mente?
¿Qué, sin ese raudal, puro, esplendente
Del genio soberano, de la ciencia?
   
   ¡Miseria nada más! sueño mentido
Es la vida que corre presurosa,
A sepultarnos so la fría losa
En el reino profundo del olvido.
   
   Sólo el genio, esa luz del pensamiento,
Que del que rige el Universo emana
El ser con el no ser junta y hermana
En la inmortalidad tiene su asiento.
   
   ¡El hombre casi un Dios...! sí, puede el hombre
Si es la vida tan breve, y transitoria
Vivir eterno en la preclara historia,
Y a los siglos legar puro su nombre.
   
   Y que sea en el tiempo venidero
Causa de admiración, de regocijo,
Y que diga su patria «fue mi hijo
Envídieme mi honra el mundo entero.»
   
   Y su gloria, cual esos resplandores,
Que nos envía el Sol, todo lo llena
Las almas ennoblece, y enagena
Ella inspira a sublimes trovadores.
   
   Sí, sí, el pecho entusiasmado late
Al contemplar lo grande de este día,
Y raudales de amena poesía
Brotan del arpa de inspirado vate.
......................................................
   
   Bella es mi patria sí, con ese cielo
Que no empañan ni leves arreboles
Bellas sus hijas como claros soles,
Bellas las flores de su fértil suelo.
   
   Y en el ansiado templo de la gloria
Brilla Edeta cual límpido lucero,
¡Toda en mi patria es grande, y hechicero!...
Su nombre, sus vergeles y su historia.
   
   Pero más grande es hoy, hoy que pregona
En su alegría, y entusiasmo ardiente
El nombre de su hijo... ¡de Vicente!
Hoy el laurel mejor de su corona.
   
   Porque el clamor que los espacios llena,
No es un grito que lleva al manso viento
Es premio a la virtud, premio al talento,
Que hasta en el corazón hondo resuena.
   
   Ésa es la voz de un pueblo generoso
Que el pecho noble en su alegría lanza
Dulce germen a muchos de esperanza
Nuncio de un porvenir grande, y dichoso.
   
   Porvenir que esa voz claro retrata
De civilización rayo esplendente,
Voz, que el triunfo proclama de la mente,
Que el genio eleva, y la virtud acata.
   
   Y ese noble recuerdo que Valencia
Le tributa a Ferrer en este día,
Ese gozo inefable, esa alegría
Son ¡gloria a la virtud.! ¡gloria a la ciencia!
   
   Es la espansión de Madre cariñosa,
Que de dicha y placer todo lo inunda.
Es pueblo que su honor todo lo funda,
En ser del gran Ferrer cuna dichosa.
   
   ¡Gloria! gloria a FERRER a quien el suelo
Ya cuatro siglos sin cesar aclama,
Sí, cuanto el mundo, vivirá tu fama;
¡Tu gloria será eterna como el cielo!
   
   Y si tu patria hoy te eleva altares,
Y es eco de su voz el ancho mundo;(125)
Si al contemplarte en éxtasis profundo
Inspiras al poeta sus cantares;
   
   No es sola tu virtud la que le inspira,
No el divino saber, no tu talento
Hacen que lleve el vagoroso viento
El dulce son de su vibrante lira.
   
   No se lanza su mente hasta ese cielo
De plata, y de zafir que es tu morada
Tras de la inspiración tan deseada
No tanto ha menester alzar su vuelo;
   
   Que dejaste en la tierra las señales
De tu genio inmortal, y sin segundo,
¡No olvidó tu piedad al triste mundo
En medio de los goces celestiales!(126)
   
   Y aquí en tu bella patria, en tu Valencia
Un momento elévase esplendente,
Sublime santuario de la mente
Templo digno al saber, templo a la ciencia.
   
   Tú le erigiste tú, por eso ansiosa(127)
Debajo de su altísima techumbre,
Se agita la agolpada muchedumbre
Que al honrar a Ferrer corre afanosa.
   
   ¡Gloria! gloria a Ferrer a quien el suelo
Ya cuatro siglos sin cesar aclama,
Sí, cuanto el mundo, vivirá tu fama;
¡Tu gloria será eterna como el cielo!

Miguel Vicente Roca.



                  Eminente varón de altas virtudes,
De indescriptible ciencia,
Cuyo preclaro nombre
Enriqueció a Valencia
Con prez eterna y sin igual renombre;
¿Cómo podrá mi lengua
Mi humilde lengua, enaltecer la gloria
De tu sublime historia,
Cuyo recuerdo sólo
Con júbilo el más santo
Inunda el pecho de divino encanto?
¿Desataré mi acento
Que en vano el labio contener procura,
Y henchida de contento
Y plácida ternura
Mi dulce lira sonará en el viento?
¡Oh, sí, que es imposible!
Contener mi entusiasmo en este día.
Quiero unir la voz mía
A vuestra dulce voz, o trovadores,
Vates ilustres de la patria mía.
   
   Hubo un tiempo infeliz que el triste suelo
Sueño de muerte por doquier cercaba,
Y entre las nubes que apiñaba el cielo
Del justo Dios la tempestad tronaba;
Pero te alzaste tú, como la estrella
Que en negra noche nos recuerda el día;
Y tu palabra fue como la lluvia
Que riega. el suelo y la frescura envía,
Fecundizando el aterido campo
Do la Santa virtud se anida y crece.
Al oír tus palabras respetadas,
Huyó por siempre estremecido el vicio,
Y fueron las costumbres
Divina y sabiamente mejoradas:
Al sólo aspecto de tu noble egemplo
Llegaron muchas almas
De la sacra virtud al alto templo,
Consiguiendo de Dios eternas palmas.
..................................................................
   Ilustre y gran Vicente! si a mi lengua,
Hoy no le es dado enaltecer la gloria,
De tu sublime historia,
Si al desatar mi acento
Que en vano el labio contener procura,
No logró dar al viento
Himnos dignos de ti; con fiel ternura
Un suspiro de amor dulce te ofrezco,
De mi cariño la espresión más pura.
Ojalá llegue hasta el augusto cielo
Do logras de la dicha el cierto encanto!
Ojalá que te muestre con anhelo,
Mi fe sincera, mi entusiasmo santo!

Isabel Soriano y Pallazár.





ODA.
                     ¿A dónde va esa alegre muchedumbre
Que se agita en revueltas oleadas,
Rugiendo como mar embravecido
Por tempestad horrísona batido?
Decid ¿de dónde nace la alegría
           Que a la augusta presencia
           De tan solemne día
Estremece a los hijos de Valencia?
Vedlos llenar de su ciudad querida
Las calles y las plazas confundida
Eterogénea multitud; por ellas
Bulliciosa y contenta se derrama;
Los ancianos, los niños, las doncellas,
Unidos por un mismo regocijo
Lanzan un grito inmenso de alegría
Como una sola voz, la voz de un pueblo
Que victorea un señalado día.
A su naciente sol, dulce armonía
Se escapa de cien músicas sonoras,
Y la armónica voz de sus hossanas
           Va a confundir su acento
Con el agudo son de las campanas,
Que estremecen los ámbitos del viento.
Hoy la algazara tumultuosa impera,
Convirtiendo en risueño laberinto
La patria de Gil Polo y de Ribera.
   
¡Salve, día feliz! ¡día de júbilo!
De remembranza secular, que brillas
Sólo una vez a los mortales ojos;
Cuando otra vez Edeta te celebre,
Seremos de la muerte ya despojos
           Todos los que hoy cantamos,
Los que hoy de vida y juventud gozamos!
   
¡Salve, dia feliz! Tú que recuerdas
           A la frágil memoria,
           De un hijo de mi patria
La rebrillante y sin igual historia;
Del mundo asombro, de Valencia gloria
De un hijo esclarecido, cuya mente
Brilló de Dios inspiración divina;
           Cuya voz elocuente
           Al nacer de su labio,
Tras sí arrastraba al orgulloso sabio;
           Que a las huestes de Cristo
Los enemigos de, la fe atraía.
           ¡Caudillo sin segundo:
          Tú, paseaste un día
De la divina religión cristiana
El lábaro triunfante por el mundo!
   
          En tu cara Valencia
Abriste un templo de beber la ciencia,
          Y tus hijos ansiosos,
          A sus gloriosas puertas
           Por ti recién abiertas,
           En tropel acudieron;
           Filósofos y sabios
Del santuario del saber salieron,
¡Y a ti su gloria y porvenir debieron!
   
           Tú que del mundo huías
Esquivando su gloria pobre y vana,
A más sublime pedestal subías,
Que el pedestal de la miseria humana.
           ¡Venciendo tus pasiones
Con una fortaleza sobrehumana,
Tus pies pisaban la aridez del suelo,
Mas tu alma huía a la región del cielo!
           ¡Este no era tu mundo;
Diamante magnífico arrojado
En la cloaca infecta de la tierra,
Cuya brillante luz nunca ha empañado
           Ese vapor inmundo
De las pasiones que respira el mundo!
   
   La España entera en tanto,
Tu escelsitud sublime conociendo;
A voz en grito, proclamóte «Santo;»
Y al elevarte a tan augusto solio
El grato acento de la voz de España
El eco retumbó en el capitolio;
           Europa el eco absorbe,
Y «Santo» «Santo» resonó en el orbe.
   
¡Salve, día feliz! tú que recuerdas
           A la frágil memoria,
           De un hijo de mi patria
La rebrillante y sin igual historia;
Del mundo asombro, de Valencia gloria!

Jacinto Labaila.



ODA.
                    La luz pura y radiante,
Que en el Oriente los profetas vieron,
Resplandece en el Gólgota triunfante.
Ya no hay tinieblas; levantado el velo
De la humana razón tiembla el abismo,
Las puertas abre en su bondad el cielo
Y el hombre ante la cruz a Dios eleva
La súplica ferviente
Y hunde en el polvo la orgullosa frente.
   
   Pero ruedan los siglos,
Y la sublime fe con que al tormento
Los mártires volaban,
Sintiendo el alma celestial contento,
Tendiendo al cielo las dolientes manos
Y humillando el furor de los tiranos,
Se agosta y muero, y miserable el hombre
Corre en pos de un delirio, enloquecido
Por el mentido resplandor de un nombre.
Al oro y al poder ciego levanta
Sacrílegos altares,
Donde a perderse en el espacio sube
De torpe incienso abominable nube,
Y con impura planta
Turba la augusta paz del santuario,
Borrada ya la sangre del Calvario.
   
   El ángel de las sombras
Las alas tiende en la región del viento,
Fatídica mirada
Del mundo por el ámbito pasea,
Y arde en el mundo la incendiaria tea.
Y entro el confuso, universal gemido
Se oye la voz de la oración perdida,
Desierto el templo, profanada el ara,
De redención la enseña, escarnecida,
Vendida la tiara,
La púrpura de Pedro, envilecida;
Y es que el ángel del mal, encadenado
Por la mano de Dios, bárbara guerra
Al hombre declaró, rugió el averno
Y estremecida retembló la tierra.
   
   Mas ¿quién es aquel genio
Que entre la absorta muchedumbre avanza?
¿Dónde va? ¿qué pretende?
Por el espacio la mirada tiende,
Resplandece en sus ojos la esperanza,
Su ardiente luz fascina,
Brillan en su frente inspiración divina.
   
   Es un rayo del cielo
Destinado, la indómita cabeza
De nuevo a quebrantar de la serpiente,
Un invicto adalid que frente a frente
Del enemigo Colosal, desea
Volar a la pelea;
Un ángel que humillando
De Dios y el hombre el enemigo eterno,
Ya a encadenar la furia del infierno.
   
   Impávido se lanza,
La lucha ansiando, por el ancho mundo,
Y armado sólo con la cruz divina
Doquier que lucha la victoria alcanza.
Resuena el eco de su voz profundo
Dentro del alma abandonada y fría
Y brota en ella manantial fecundo
De amor y fe de que vivió vacía.
Llena el espacio su inspirado acento
Y a su elocuencia, el orgulloso labio
Sella a pesar de su altivez el sabio.
   
   La luz del evangelio
Muestra al infiel, y al celestial aroma
De la verdad eterna se derrumban
Los inmundos altares de Mahoma
Ya el anciano rabino
De Moisés sobre el libro no dormita,
Ya no busca en los astros el destino,
Ya no canta el muezín en la mezquita
Las bóvedas del templo
Recogen la oración, que ya el profeta,
De Dios heraldo, anuncia que en las nubes
Suena terrible la final trompeta.
   
   Maléfica la mano
De insensata ambición, agita el solio,
Del sucesor de Pedro y se estremece
En su eternal cimiento el Vaticano.
Impura arde la llama
Que la codicia terrenal inflama
Donde con gloria se ostentó algún día
La antorcha santa de la fe, esplendente;
Y sólo, en su agonía
Vaga el rebaño sin pastor, perdido,
Cruzando del valle del dolor sin guía.
Pero el nuncio de Dios los aires hiende,
Muere a su soplo la infernal hoguera,
La luz divina de la fe se estiende
Y de nuevo en el mundo reverbera;
Que el ángel vino a mitigar el duelo
Del confundido, atribulado suelo,
Y a la grey del Señor volvió, afligida,
La gloria y bienandanza
Cuando su acento resonó en Constanza.
   
   Pero ¿quién así triunfa
De las sombras del caos? ¿Quién detiene
La flamígera espada
Del irritado cielo vengadora,
Cuando llega la hora
De reducir los orbes a la nada?
¿Quién es ese adalid que cierra, sólo,
Las puertas del abismo, y cuyo nombre
Retumba sin cesar de polo a polo!
¿Quién ese genio es que el pensamiento
Recóndito adivina,
Que rasga en el oscuro entendimiento
De las tinieblas el horrible velo,
Y que con santo anhelo
Y arrebatado de entusiasmo ardiente
Conduce al hombre hasta su Dios? Vicente.
   
   Vicente, sí, Vicente, cuya gloria
Será siempre, Valencia,
La página más rica de tu historia.
Bajo tu cielo azul por tu fortuna
Rodó entre flores su bendita cuna,
Y fuiste la primera
Que escuchaste en tu inmenso regocijo
La angélica armonía
Del balbuciente labio de tu hijo.
   
   Dichosa tú, Valencia,
Ciudad ilustre que eligiera el cielo,
Para que a hallar viniera la existencia
Rico un tesoro a tu precioso suelo.
No ostentes tus blasones,
Que aunque inmortales sean
Pedazos de tu gloria tus pendones,
Nada valen tus timbres, tu hermosura,
Tu gloria, ni tu honor resplandeciente,
Teniendo la ventura
De ser madre feliz de San Vicente.

Tomás Solanich.





ESTRANGERO.    Tú, que muestras del júbilo la llama
Alegre ardiendo en la serena frente;
Di, ¿qué placer tu corazón inflama?
¿Qué destello de luz dora tu mente?
VALENCIANO.    Hijo del Norte y sus heladas nieblas,
No comprendes Mi férvida alegría:
El ave que se place en las tinieblas,
Hermoso no halla el resplandor del día.
   
¿En mi cielo no ves olas de oro
Mecerse en el azul puro y brillante?
Mi pecho de esa luz tiene un tesoro,
Que en rayos de placer brota al semblante.
   
Hoy mi patria, la patria de las flores,
Ostenta más purpúreas sus rosas,
Y hoy es más puro el sonreír de amores
De sus hijas, hermosas entre hermosas.
   
Y más lento y sonoro se desliza
Mi Turia, el del armónico murmullo;
Y el aura que en su plata perlas riza,
Más dulce exhala el amoroso arrullo:
   
Y la armonía y el placer aumenta
El ronco son que a los altares llama;
Sublime cual la voz de la tormenta,
Alegre cual compás que el baile inflama.
   
Crece con el estruendo el alborozo,
Placer se aspira al espirar la brisa,
Cual vibración eléctrica de gozo,
Cual de ese limpio cielo una sonrisa.
   
ESTRANGERO.    ¡Ah! ¡feliz vosotros! Yo he sentido
Ese placer al ver entre la bruma
El muro de mi patria ennegrecido
Manchar el pardo Occéano de espuma.
   
Tu júbilo no turbe este recuerdo...
Oh huésped, tu Valencia, si algún día
Del desterrado la esperanza pierdo,
Será mi patria ¡es bella cual la mía!
   
Es bella, sí; sus áureos palacios
Duermen en paz sobre tapiz de flores,
Cual de roto collar sueltos topacios
Sobre alfombra oriental de mil colores.
   
Mas ¿por qué en rico laberinto enreda
Esos palacios mágica guirnalda,
Y cubren con real manto de seda
Las antiguas basílicas su espalda?
   
¿Dó arrastran orgullosos los corceles
El carro de marfil, en donde brilla
No agudas lanzas, férreos broqueles,
La pura vírgen tímida y sencilla?
   
¿Alzaron a guerreros paladines
Esos arcos de triunfo aduladores
Las sílfides quizá de los jardines?
¡Son sus trofeos de armas cintas, flores!
   
¡Feliz quien oye en su loor los cantos
De ese, de ancianos, venerable coro!
Parecen reyes con sus blancos mantos
Guarnecidos de púrpura y de oro.
   
¿Por qué en su anhelo y ansiedad más bellas,
Inquietas tienden ávidas miradas
Las ruborosas, cándidas doncellas
De un pueblo entre las gruesas oleadas?
   
¡Ah! mirad: cortan débiles ancianos
De tanta muchedumbre el mar inmenso;
Al cielo alzadas donde quier las manos,
Y vuela en anchas nubes el incienso.
   
¿Es un héroe...
   
VALENCIANO.                           Los héroes del mundo
Jamás verán doblar nuestra rodilla,
Sólo el esclavo en su dolor profundo
Contempla sus cadenas y se humilla.
   
ESTRANGERO.    ¡Bien, español! Tu indignación alabo.
¡Vuestro libre valor sea bendito!
¡Ay! aun gime en la tierra tanto esclavo!
Perdónale esta lágrima al proscrito.
   
VALENCIANO.    Tras larga lucha de dolor la tierra
Llorando en triste noche de agonía,
Oyó una voz que la discordia aterra,
Y cual humo voló la niebla umbría.
   
Era la voz del Genio a quien ufano,
Padre ese pueblo en su delirio aclama;
Era hijo suyo y siempre fue su hermano,
Y un pueblo sabe amar a quien le ama.
   
Dio luz a la apagada inteligencia
Y su manto de púrpura a los reyes;
Elevó santuarios a la ciencia,
Y en el templo del pueblo dictó leyes.
   
ESTRANGERO.    ¡Bendita sea la razon del hombre!
¡Hasta el solio de Dios levante el vuelo,
Y en osadía al universo asombre
Los velos al rasgar del alto cielo!
   
VALENCIANO.    No; al cielo ese inmortal no alzó impotente
Su pensamiento férvido y fecundo:
Tuvo esperanza y levantó la frente,
Y creyó y adoró, y le adora el mundo.
   
Con su venda la fe cubrió sus ojos,
Mas el cielo le dio un rayo divino,
Y a su fulgor entre ásperos abrojos,
La humanidad dio un paso en su camino.
   
ESTRANGERO. ¿Y por qué no bañáis con vuestro llanto
Lo que tan sólo resta de él, la tumba?
Si habéis perdido a quien amabais tanto,
¿Por qué do quiera el júbilo retumba?
   
VALENCIANO.    Ha cuatro siglos que tendió su vuelo
A su patria inmortal, pero en su ausencia
No podemos llorar, vive en el cielo,
Su amante corazón está en Valencia.
   
Él goza de los ángeles la calma,
Calma de paz y amor, mas arde pura
En nuestras almas míseras su alma,
Y astro de luz en nuestro Edén fulgura.
   
Al postrarse ante el trono del Eterno
En nosotros sus ojos están fijos,
Sonríe con amor el Padre tierno,
Y él reparte ese amor entro sus hijos.
   
ESTRANGERO.    ¡Ah! ¡qué felices sois! ¡si así pudiera
Hallar un ángel mi dolor profundo!...
VALENCIANO.    Estrangero, ten fe, ruega y espera;
La patria del amor es todo el mundo.

Teodoro Llorente.



SONETO.
                    Roto en pedazos de la España el manto
Por la guerra cruel miróse un día;
Hollada la virtud que al sabio guía,
Y de la ciencia escaso el dulce encanto:
   Dijo el Señor: «Que cese ya el quebranto,
Vicente sea;» y señaló la vía
Que debiera cruzar con alegría,
El fuerte, el justo, el eminente Santo.
   A su influjo debió ver este suelo
La fuente del saber por vez primera,
A la discordia huir, y por consuelo
   Descender la virtud del alta esfera:
¡Feliz el orbe si pluguiera al cielo
Que en cada pueblo su Vicente hubiera!

Dolores Balaciart y Tormo.



                       Cristiana inspiración, luz de los cielos,
Eco de otras regiones y otra vida,
Don supremo de Dios, fuente sagrada
A los impuros labios escondida,
Y a cánticos divinos reservada.
   Baja hoy, baja a mi mente,
Y arrebatada de entusiasmo ardiente,
Cante mi boca la sublime historia
De un hijo escelso de la patria mía;
Flores de amor dedique a su memoria,
Y brote mi exaltada fantasía
Cantos de admiración, himnos de gloria!
   
   Espíritu de Dios, tú que existías
Antes que el sol con su dorada hoguera
Dividiera las noches de los días;
Tú el único increado, a cuyo acento
           Surgieron de la nada
Mundos y seres, vida y movimiento;
Tú que llenas los ámbitos del viento,
Montes y llanos, selvas y pensiles,
Y los astros del mar y el firmamento:
Ven, desciende hasta mí; presta a mi aliento
           Tu aliento soberano,
Ven y abre a mi entusiasmo ancho camino,
Para cantar con el lenguage humano
Las altas glorias del amor divino.
   
   Potentados y reyes de la tierra,
Pobres héroes del mundo que juguetes
De encontradas y locas ambiciones,
Derrocáis tronos, destruís naciones.
           Filósofos y sabios,
Que siempre presa del mundano orgullo,
           Con insensato anhelo,
Del misterioso libro de la ciencia
Pretendéis arrancar el denso velo.
Los que cruzáis el mal de la existencia
           En pos de alto renombre,
Viles gusanos que la muerte pisa
Sin dejar una huella de su nombre,
           Doblad la altiva frente;
¿Que es vuestra pobre gloria comparada
Con la gloria inmortal del gran Vicente?
   
  Prosternáos ante él, y allí a sus plantas
Confesad vuestro loco desvarío.
Vedle: luz celestial su frente baña,
Brotan Sus labios manantial fecundo
De paz y amor, de dicha y de consuelo.
¡Salve, hijo de Valencia, honor de España,
Sol de la Europa, admiración del mundo,
Apóstol de la fe, gloria del cielo!
   
   Salve, salve mil veces tú que fuiste
Amparo del dolor, gozo del triste.
           Meteoro refulgente
           Que iluminó la tierra,
Pura, tranquila, bienhechora frente.
   Que derramó en el suelo
El germen puro de la fe cristiana,
Garza real que remontó a las nubes
           Su vigoroso vuelo,
Planta preciosa que brotó en el mundo
Para aromar con su fragancia el cielo.
   
   Tu voz, tu voz potente
Resonaba de un polo al otro polo
Veraz, profunda, irresistible, ardiente.
Al escucharla el justo te adoraba,
           Sacudía el culpado
           La carga del pecado.
Dejaba el israelita en el olvido
Sus antiguas costumbres y sus leyes,
Doblábanse ante ti pueblos y reyes,
Sabios y humildes, siervos y señores,
           Callaban los rencores,
           Dormían los agravios...
           Y culpados y justos.
Pueblos, reyes, pontífices y sabios,
           Todos en tu presencia
Bendecían de Dios la omnipotencia.
   
   A tu paso los pueblos acudían,
Las ciudades sus frentes doblegaban;
Virtud en tus virtudes aprendían,
Les hablabas del vicio y te temían,
Les hablabas de Dios y te adoraban.
Tu paternal cariño dio a Valencia(128)
           Este sagrado templo
De Edeta orgullo, de la España egemplo.
Archivo venerando de la ciencia,
           Recinto de la gloria,
           Cuna de tantos nombres
Que hoy recoge en sus páginas la historia,
Que reverencian hoy mudos los hombres.
En él la juventud se lanza inquieta
De noble emulación el alma henchida,
En aras del saber sacrificando
Los más hermosos años de su vida.
           En él sabios varones
Escriben en los tiernos corazones
De esa generación que hoy se levanta,
Las máximas sagradas, los secretos,
Que arranca cada día la esperiencia
Al recóndito arcano de la ciencia.
   Salve, salve mil veces, varón justo,
Valencia por mis labios te saluda
Valencia, la ciudad de la alegría,
           Como madre y cristiana
           En tan supremo día,
Hirviendo de entusiasmo y regocijo
Mil y mil voces hoy une a la mía,
Mil y mil cantos hoy une a mi canto,
Madre amorosa, victorea al hijo,
Ciudad cristiana, reverencia al Santo.

Joaquín Serrano y Cañete.



                    ¡Salve, patria inmortal, mansión hermosa,
Edén continuo cuyo aroma hechiza!
¿Por qué te agitas hoy tan bulliciosa
Cual mar alegre que sus ondas riza?
   
   ¿Por qué tus ninfas cuando el alba asoma
En lechos del zafir y de esmeralda,
Tejen en rosas de fragante aroma
De lauros y jazmín rica guirnalda?
   
   ¿Por qué tus aves con melifluo acento
Saludan al Señor en este día
Con nuevos himnos, que conduce el viento
Dando muestras también de su alegría?
   
   ¿Qué significa el murmurar festivo
Del bello Turia que jugando salta
Cual pájaro canoro, fugitivo,
Que el prado ameno con su pluma esmalta?
   
   ¿Por qué se levantaron tus pendones,
Que al cefiro besando van ligeros
Sobre tus bravas cívicas legiones
Y allá en los minaretes altaneros?
   
   ¿O será el entusiasmo que me inspira
Loco decir, que fascinó mi mente?
No... que es realidad, es que se admira
Valencia al recordar a su Vicente.
   
   Ese Vicente que la dio su gloria
Colmándola de gracias y favores,
Que con su timbre enriqueció la historia
Do tanto veis brillar sus resplandores
   
   El mismo que del hambre a Barcelona
Rico en virtudes libertó algún día,
Y el mismo que allá en Caspe una corona
Sobre la sien de un rey sabio ponía.
   
   Ese es Vicente, el que mi patria aclama,
El político, el sabio, el virtuoso,
El que de caridad ardiendo en llama
Al huérfano también busca reposo.
   
   Ese es el genio que al mirar la cumbre,
Do en ondas de oro nuestro Dios reparte
De la ciencia la mágica vislumbre,
Pide también para su patria parte.
   
Que es bello ver en vuestro grato suelo(129)
Entre las auras de aromosa esencia
Un noble templo del saber consuelo
Que Vicente erigió para Valencia.
   
   Sagrado asilo que en saber profundo
Merece diamantinos mauseolos,
Do salieran aún cantando al mundo
Las sombras de Febreres y los Polos.
   
   Do pulsaran también sus liras bellas
Los genios de los Jorges y Aguilones,
De Pinedas, Valdauras y Centellas,
De los Pérez, Siuranas y Girones.
   
   ¡Oh! todo es bello en ti, sin par Valencia,
Pues que envía el cielo nobles hijos,
Que de Dios a la gran magnificencia
Tienen en ti sus pensamientos fijos.
   
   Si pides gracia en súplica ferviente
El aura la conduce por las nubes,
Y en su demanda al abogar Vicente,
Dios la concede y te la dan querubes...
..................................................................
   
   El Turia, pues, y la floresta umbría,
El mar, el aura y aves sonorosas,
Te rinden hoy encantos a porfía
En medio de las selvas olorosas.
   
   Bellas ninfas también entre cantares
Hoy te ofrecen sus cándidos amores,
Y al rielar el sol en anchos mares
Tejen guirnaldas y te brindan flores.
   
   Y tú que desde el cielo en gloria tanta
A la luz de los diáfanos raudales
Ves, Vicente, rodar bajo tu planta
A tus hijos envueltos entre males;
   
   Bendice desde allí tu patria hermosa,
Y al joven bardo que al pulsar la lira,
Apagada su voz y temblorosa
Duda apenas cantar... porque te admira.

Filiberto Abelardo Díaz



                  Dadme, dadme la lira
Que otro tiempo pulsé, y el canto mío,
Hijo del entusiasmo y de la gloria,
Alegre al resonar por el vacío,
De nuestra patria historia
Celebrará la página brillante
Que a través de los siglos,
Valencia, de emociones palpitante,
Religiosa y sincera,
Con festejos sin límite hoy venera.
   
   Canten otros el duro
Y bárbaro luchar de las naciones
Las huestes al asalto, preparadas,
La carga de lígeros escuadrones,
Las cortantes espadas,
El eco del cañon que lleva el viento,
Cien muertes anunciando,
Y el de venganza maldecido acento
Que, respirando saña,
El diáfano cristal del cielo empaña.
   
   Lejos de mí ese canto
Qué prensa el corazón y le endurece;
Más pura es en verdad la hermosa idea
Que en mi mente nacida, hermosa crece:
El labio se recrea
Risueño al recordar el grato día
En que el Tercer Calixto,
En nombre de la Iglesia santa y pía,
Por todo el Continente,
Con júbilo aclamó Santo a Vicente.
   
   Al hombre bondadoso,
Cuya cuna los ángeles mecieron,
En la hermosa Ciudad que el Turia baña,
Y cuyos hechos portentosos fueron
La admiración de España;
Cuyo profundo genio celebrado,
Tanto fue por doquiera,
Que Apóstol de la Europa fue llamado,
Doblando la rodilla
Pueblos y Reyes, a su voz sencilla.
   
   Indecible, grandiosa
En la elección del Rey fue su prudencia;
Y Aragón y Castilla, antes rivales,
Depusieron, al ver tanta elocuencia,
Sus contiendas fatales;
Y ante su misma voz, la Iglesia misma,
La paz vio cimentarse
Que perturbaba de Aviñón el cisma;
Y su tacto profundo
Paz a la Iglesia dio, dio paz al mundo.
   
   De fatiga postrado,
De penitencia tanta consumido,
En Vannes exhaló su último aliento,
Y en Vannes sepultóle conmovido,
Con pompa y lucimiento:
Siete lustros despues la Iglesia alzaba
A los cielos sus ojos,
Y a Vicente Ferrer canonizaba;
Y el pueblo valenciano,
Con gozo en el altar vio a su paisano.
   
   Bien puedes, por lo mismo,
Al placer entregarte, patria mía,
Y con tus joyas mil engalanarte;
Y en raudales de plácida armonía
Bien pueden celebrarte
Los inspirados vates de tu suelo;
Pues tu inefable gozo
Penetra en los alcázares del Cielo,
Y en argentadas nubes
A contemplarte bajan los Querubes.
   
   Desplega entusiasmada
Toda la magestad y la hermosura
Que Dios te prodigó; gratos cantares
Crucen por el espacio, y con ternura
Endulza los pesares
Del que yace en el lecho desvalido,
Y de Dios en el nombre,
Tu pueblo religioso y conmovido
Con indecible gloria,
De este día sin par trace la historia.

Carlos Mestre Marsal.



                     Pulsad, pulsad la lira sonorosa,(130)
Vates de Edeta, en tan glorioso día;
Cánticos mil se entonen de alegría
En este suelo de renombre y prez.
Yo también alzaré mi acento débil
Y a los vuestros unido, de mi lira
Al ronco son, el gozo que me inspira,
Aunque en humildes versos cantaré.
   
   Mirad, mirad a la preciosa Edeta
Cómo sonríe de placer henchida;
Su hermosa frente levantar mecida
Por auras llenas de perfumes mil.
Su hermoso manto que gentil se estiende
Cubierto todo de odorantes flores,
Que ostentan más brillantes sus colores,
En este día plácido y feliz.
   
   Y su rico dosel de azul tan puro,
Cual la blancura del precioso armiño,
Corno la frente del hermoso niño
Halagada por brisa matinal.
Y a los pies de Valencia. la graciosa,
Cual ancha faja de bruñida plata,
El murmurante Turia se dilata,
Ostentando sus aguas de cristal.
   
   Besando humilde la orla del brillante
Manto que ostenta la matrona linda,
Parece ser que cual esclavo, rinda
Fiel homenage a su preciosa hurí.
¡Ah! ¿No es verdad que todo es hoy más bello?
El río, el firmamento, el sol, las flores,
Los trinos de los pardos ruiseñores,
Las perfumadas auras del pensil.
   
   Doquier resuena un nombre venerado
Que entusiasmado el pueblo lo repite;
No hay pecho que de gozo no palpite
Al pronunciarlo el labio con placer.
Ese es el nombre de un varón insigne,
Que ha más de cuatro siglos ostentara
Las preciosas virtudes que abrigara
Su pecho lleno de ardorosa fe.
   
   De un sabio ilustre a quien Valencia toda
Mil veces admiró; y a quien España
Y la grande nación que el Sena baña,
Y Europa entera absorta contempló.
De un Santo, en fin: hoy hace cuatro siglos
El Pontífice sumo declarólo;
El mundo llenar de placer oyólo;
Valencia con afán lo celebró.
   
   En su entusiasmo inesplicable, inmenso
Viosela alzar altares a porfía,
Y ante ellos entonar con alegría
Himnos de gratitud y de placer.
Tan fausto día al recordar Edeta
Otra vez nace en ella el regocijo,
Y obsequios mil a su querido hijo,
Rinde la patria que le vio nacer.
   
   Regocijate, sí, ciudad. ilustre,
Por tanta dicha y tan inmensa gloria;
Escrito se halla en tu brillante historia
Con letras de oro el nombre sin igual
De Vicente Ferrer tu amado hijo;
Y ni del tiempo la pesada mano,
Mientras exista un sólo valenciano,
Podrá de tus anales arrancar.

Antonio Ruiz y Orberá



Timete Deum.

                  ¡Cien años cumplen hoy! A tu memoria
De nuevo su ovación entusiasmado
Tributa en este día
Un pueblo, cuya es la mayor gloria
Donde la viste tú, Vicente amado,
Haber visto la luz que el cielo envía.
   ¡Cien años!... Si la historia
Les da un sitio en sus páginas constante;
No ocupan en el seno ilimitado,
En el abismo vasto del pasado,
Más espacio cien años que un instante.
   
   Tú has visto, alma elegida, en el discurso
De un siglo y otro siglo
Alzarse reyes, héroes y magnates
Sobre el nivel del mundanal concurso;
Y un día, confundidos
Magnates opulentos,
Mendigos harapientos,
Invictos y vencidos
Sumir su orgullo, su ambición, su gloria,
Su dicha aguda y su dolor intenso,
En lo que no ha de ser en el inmenso
Espacio que no tiene color ni ruido,
Llamado por los hombres el olvido.
   Tú has visto en la campiña, en la enramada,
Ocultas en la sombra regalada,
Crecer las aves y ensayar sus píos,
Brotar las hojas y nacer las flores,
Surgir las fuentes y correr los ríos,
Murmurando entre orillas de colores,
Con fragor resonante las cascadas,
Sin rumor los arroyos bullidores,
Y de una estación bella el vasto suelo,
Al influjo feliz tornarse un cielo.
Y tú has visto después en la corriente
Del tiempo arrebatado,
Huir encanto tal, tan esplendente;
Yermo el valle, y el bosque árido y seco,
Dar paso al huracán que impetuoso
Con ronco son desapacible brama,
Cuantas ornó feliz la primavera,
Furioso al desgajar rama por rama.
   Y así ardiente un estío,
Seguido de un invierno,
¡Cuántos años pasaron a tus ojos
De la mano impelidos del Eterno!
Las hojas de los árboles brotaron,
Las hojas de los árboles cayeron;
Y a su egemplo continas, sucesivas
¡Cuántas generaciones ¡ay! se alzaron!
¡Cuántas generaciones ¡ay! se hundieron!
   Que si pudo Josué tener un punto
La carrera perenne con que gira
La tierra oscura sobre la ignea fuente,
Sobre la inmensa pira,
Que es destello no más de un Dios potente,
No hay mano poderosa,
No hay voz autorizada
En el mezquino suelo
Que la marcha inmortal parar intente
Del tiempo, que al pasar de cien naciones,
De mil generaciones,
Disipa el polvo al agitar su vuelo.
.......................................................
.......................................................
   ¿Qué es el hombre? decid; tan sólo un átomo
Perdido en la infinita
Inmensidad del tiempo y del espacio.
¡Ay infeliz del que en su ser medita!
   Y almas abyectas, degradados seres
Aún no temen a Dios! ¡Viles gusanos!
La planta ofenden con procacia impura
Del Sumo Protector, de cuyas manos
Brotó un día su ser, salió su hechura.
   ¡Sólo criaturas míseras,
De vanidad henchidas!
Al ver sobre sus frentes suspendidas
Las iras divinales, a él acuden,
Sólo entonces le ven, con fe le llaman,
Su enojo temen, su poder aclaman.
   Yo le temo a ese Dios que tiene un trono
En la cumbre, Señor de las edades;
Yo le adoro a ese Dios, cuyas bondades
Me señala tu amor, Santo Patrono;
Yo le temo y le adoro; yo no aliento
Sino por él, que con su fe reviste
Mi pobre corazón; sí, su voz sola
Pudo hacer cuanto fue; su sólo intento
Puede hacer que no sea cuanto existe.
   
   Debilitada nave es mi existencia,
Vela a su casco mi febril anhelo,
Tormentas mis azares,
Bajíos mis pesares,
Aguas quietas un tiempo mi inocencia,
El punto salvador que busco, el cielo.
   Tú, que lo ves desde el seguro puerto,
Pide a Dios que me marque un rumbo cierto;
Mi nave impelan brisas de bonanza,
Y no cubran las nubes ni las nieblas
El faro bienhechor de mi esperanza.
   Tú, que admiraste a un mundo con la ciencia
De tu divina fe, con ojos píos
Mira a los pobres hijos de Valencia,
Y acoge grato los acentos míos.

P. Yago.



                    Entre la inmensa y santa muchedumbre
Que está a los pies del Dios Omnipotente,
Recibiendo su grata y dulce lumbre,
Lleno de bienandanza por la cumbre
Sobresale el sin par, el fiel Vicente.
   Grande como su fe, piadoso y tierno
El hijo predilecto de Valencia,
El amigo mejor del Dios Eterno,
El que llenó de espanto al hondo infierno
Y sólo respiró pura inocencia.
   Sobre su frente de pureza llena
Fulgidísimo luce el amor pío
Y ostentando en su diestra la azucena
Su voz angelical dice serena:
El que no teme a Dios es un impío.
   Desde el sublime y eternal asiento
Donde el Ángel de Europa vive y mora,
Benigno acalla el lúgubre lamento
Y procura la paz, dicha y sustento
Del huérfano infeliz que gime y llora.
Nunca a sus puertas se acercara en vano
El que sumido en el dolor le llama;
A todos tiende su benigna mano
El Apóstol escelso valenciano
Que adalid de su pueblo se proclama.
   Santo, profeta, serafín, lucero,
Antorcha de la fe Vicente ha sido;
Del supremo Hacedor fiel mensagero,
Y su amigo mejor y más sincero...
¡Alégrate, Valencia, en ti ha nacido!
   Venid, niños, venid, derramad flores
En torno de su altar al más clemente
Querube del Señor, cantad loores,
Gracias humildes dad por los favores
Que benigno os dispensa el gran Vicente.
Él calma vuestras penas y afanoso
A sus hijos protege con empeño,
Siempre le veis aquí dulce, piadoso,
Y en las oscuras horas del reposo
Tranquilo os mece y os concilia el sueño.
Entrad en ese templo construido
Por la piedad del pueblo valenciano
Y a nuestro protector sólo debido,
Y con acento de piedad henchido
Dadle las gracias y besad su mano.
Bendecid al Señor en su persona
Y tú, leal ciudad, fiel patria mía,
Cuya piedad y religión te abona,
Ciñe a Vicente la inmortal corona
Por las bondades que a tu seno envía.
Reine hoy en ti el placer, reine hoy el gozo
Que el hijo predilecto con su mano
Te hace encontrar la vida allá en su pozo,
Y entusiastas decid con alborozo:
¡Gloria inmortal al Santo Valenciano!


IMPROVISASIÓ

(Timete Deum, et date ille honorem...)

                 Tingau temor a Deu, y honreulo sempre,
Perque tan sòls de Deu ve tot lo bé.
Santes paraules, que allá, mos predicaba,
El sacre apòstol Sen Visènt Ferrer.
Y eixa es la veritat: es la fònt pura
Del espirit cristiá, la llum y guia.
Deu, tan sòls pòt desde el seu asiento,
Enviarnos lo mal, o la alegría..
Per això, Sen Visènt, en sa fe santa,
Les ordens del Señor, fiel aceptá,
Y cumplint, com lo còr prengué el mandato,
Com Apòstol, la fe, va predicar.
Y en Valensia, en lo reine, y tota España,
Y allá, hasta en els dominis estranchers,
Trasmitia la llum del Evanchèli,
Hasta el fondo del còr dels increyens.
Y aixina fon, que per ahon éll pasaba,
Anaba la alegría derramant,
Perque duya per guia la sehua ánima,
La fe en la relichó, sempre constant.
«Tingau temor a Deu» éll, sempre dia,
¡Tingau temor, que vos declare guèrra!
Per que éste será un dia de estermini
Pera tots els que habiten en la tèrra.
Deu tan sòls pòt en sa potènsia suma,
Alimentar lo mon, donarli vida,
Y vosatros, mundanes criatures,
Debeu deixar, sa voluntat cumplida.
Ell, es el Deu, que ampara en la desgrasia
Al infelis cristiá, y el alimenta;
Ell es el Deu, que per el chust procura,
Que el crida al seu costat, y allí la asenta.
Y tots debem honrarlo así en la tèrra,
Perque de Deu tenim figura y forma,
Perque en el seu, poder, os dona aliento,
Eixe Deu, que la mar y els aires doma.
Ell, es el Deu del sèl, y en éll habita,
Desde allí fa les lleys, y les ordena,
Desde allí mira al chust, y per éll cuida,
Desde allí mira al mal, y allí el condena.
Doneuli honor a Deu, yo, vos predique,
Perque en lo mon, sinse éll, ya no ya res,
Ell es el Deu de Abraham y de Jacób,
El que en forma de fòc parlá a Moisés,
El que formá la mar, y el sèl y tèrra,
Tan sòls a la influènsia de sa veu,
El que formá eixe sòl, que al dia dòra,
Cuya llum, es la sombra de eixe Deu.
El que formá la llum, y les estrèles,
El que enfurix y aquieta els elemens,
El que posá en los abres fruts sabrosos,
Que servixen de pasto y alimens;
El que doná armonía als rosiñòls,
Que als mòrts resusitá, curá als baldats.
Y eixe Deu, es aquell, que allá en lo Gólgota,
Morí per redimir nòstres pecats.



                     Esta era la veu, la misió pura,
Del Apòstol del reine Valensiá,
Y posehit de esta fe sòlida y santa,
En totes parts del mon la predicá.
Els pòbres, potentats, e1s ducs, els condes,
Els grans hòmens, els princips y hasta els reis,
Per mes que en rebeldía els encontrára,
Adoraben al punt les sehues lleis.
Ell parlaba per Deu, per Deu vivia,
Y a Deu, son espirit li. consagrá,
Y tot lo mon, cuant Sènt Visènt parlaba
Abrasaben la fe del Valensiá.
Chamay parlá atra llengua, ni atre idioma,
El nòstre Apòstol, Sen Visènt Ferrer,
Y tots cuant éll parlaba, el comprenien,
El valensiá, españòl, y el estrancher,
Ell, en el seu idioma y sa fe santa,
Aquietá les discòrdies de Aragó,
Cuant rehunits en Calpe tots los nobles,
Disputaben els drets de susesió,
Y el vòt, tan sòls, de Sen Visènt, entonses,
Les paus formá entre el hú y el atre bando,
Fentlos vore palpable que aquell trono,
Era en lley y chustisia de Fernando
Perque sempre que el Sant obria els llabis,
Brotaba la rahó en lo seu parlar,
Manantial de la fònt inagotable
Que Deu, en lo seu còr, li vá posar.
Ell, per poder de Deu, a una parida,
Ausili li doná, dient, a les greys,
«Ahon sen entre este llens, que al aire sòlte,
Doneuli a qui eu reclame, sants remeis.
Ell feu brotar el aigua, en mich les peñes,
Als tollits, y a les loques els curá,
Resucitaba als mòrts, y en Barcelona,
En el añ de la fam, els doná pá.
¡Eixe era el teu poder! pura creènsia
De una fe santa, confiada en Deu,
De un espirit alimentat tan sòls
Del Evanchèli sant, que el Señor feu.
Y per això Valensia, en alta glòria
Te adòra, com a sant en el altar,
Y arrebatá de gòix y de entusiasme,
Canta cristiana, lo nostre sentenar.

Federico Blasco y Martínez.



Poesías que se tiraron de los carros de triunfo de la Asociación.

CARRO 1.º -VALENCIA.

1.ª

                     No de bélicos triunfos la alta fama
Canta Valencia en tan solemne día;
No de las lides el ardor la inflama,
Que hoy es todo placer, todo alegría:
Al gran Vicente en su entusiasmo aclama,
Al gran Vicente su patrono y guía,
Que con prodigios de eternal memoria
Dio a mi patria feliz días de gloria.
2.ª
   Bello es el Turia que fecundo riega
Los verdes campos, de Valencia gala;
Bellas las flores de su fértil vega,
Bella mi patria a quien ninguna iguala;
En ella el cielo su poder desplega,
En ella el tiempo sin pesar resbala.
Y hoy que a Vicente su homenage ofrece,
Su gracia aumenta, su hermosura crece.
3.ª
   ¡Honor al gran Vicente! ¡Honor al hombre
De la ciudad del Cid joya preciada!
Dios a la tierra le envió en su nombre,
Y la tierra su voz oyó asombrada:
Por él Valencia conquistó renombre,
Por él mi patria bella es envidiada,
Y hoy más que nunca al erigirle un Trono,
Le llama con placer Hijo y Patrono.
4.ª
   ¿Por qué Valencia, como nunca hermosa,
Con nuevas galas su belleza ostenta?
¿A dónde va la multitud ansiosa
Siempre de gozo y de placer sedienta?
¡A presentar su ofrenda cariñosa
Al Hijo ilustre que su gloria aumenta!
¡A saludar con entusiasmo ardiente
Al sabio, al noble, al Santo, al gran Vicente!
   
CARRO 2.º
1.ª LA RELIGIÓN.
   Podrá sufrir el prolongado embate,
Con que el infierno sus cimientos mina;
Mas no en la lucha su valor se abate,
Que hija es de Dios y como Dios divina:
Más poderosa cuanto más combate,
Al mundo con sus rayos ilumina;
Y tarde o pronto, aunque el error lo estorbe,
Quedará sin rival reina del Orbe.
2.ª LA FE.
   Cual luz radiante que al seguro puerto
Guía en el mar la frágil navecilla,
Que del viento batida, en rumbo incierto
Busca afanosa la apartada orilla,
Así la Fe en el rudo desconcierto
Del agitado mundo, pura brilla,
Y al hombre muestra con fulgor divino
La patria celestial, que es su destino.
3.ª LA ESPERANZA.
   Al niño tiende bondadosa mano
Santa Esperanza al comenzar la vida:
Al joven presta aliento soberano
Que infunde fuerzas a su fe abatida:
Sostiene al hombre; y al caduco anciano
En la postrera edad desfallecida,
Trueca en grato placer duros enojos,
Y cierra en paz sus fatigados ojos.
4.ª LA CARIDAD.
   Bella es la Fe, sublime la Esperanza,
Ambas hermanas son, hijas del cielo,
Pero entre todas la corona alcanza
La Caridad, del infeliz consuelo.
La Religión en ella se afianza,
La sociedad la invoca con anhelo:
Ella al dolor es bálsamo suave;
Del alcázar de Dios ella la llave.
   
CARRO 3.º -SAN VICENTE.
1.ª
   ¡Otro siglo pasó! Valencia ansiosa
Cien años esperaba el fausto día,
Que esparce ya su luz esplendorosa
Derramando doquier grata alegría!
¡Día feliz que aclamará gozosa
Con vítores sin fin la patria mía,
Guardando eternamente la memoria
Del Hijo ilustre que aumentó su gloria!
2.ª
   Bello cual nunca en su carroza de oro
Brilla hoy el sol con magestad serena;
En altas torres el metal sonoro
Con vibrante clamor el aire atruena;
A Vicente proclama en grato coro
La muchedumbre de entusiasmo llena,
Y este nombre que invoca con anhelo,
Cruza el espacio y lo repite el cielo.
3.ª
   Valencia le debió blasón eterno,
El reino de Aragón la paz perdida,
Seguro asilo y pan el niño tierno,
Consuelos la aflicción, los muertos vida.
A su potente voz sintió el averno
Menguar su fuerza por doquier vencida,
Mientras se alzaba pura y deslumbrante
En solio augusto la virtud triunfante.
4.ª
   Si el gran Vicente en su piadoso celo
Fundó un asilo a la orfandad desnuda,
Hoy que Valencia con ferviente. anhelo
Le canta y pide protección y ayuda,
Para imitar tan celestial modelo
A la niñez bajo su amparo escuda
Con noble ardor, la Sociedad celosa
Constante amiga de mi patria hermosa.
   
CARRO 4.º -LAS CORTES DE CASPE.
1.ª
   En negro duelo y triste desamparo
Huérfano el reino de Aragón gemía;
Guerra cruel, de la esperanza el faro
Con sanguinosa sombra oscurecía,
Cuando a lo lejos apacible y claro
Un astro asoma iluminando el día...
Era Vicente al que enviaba el cielo
Para ventura del hispano suelo.
2.ª
   Presa infeliz de división sañuda
Un pueblo noble que de audaz blasona,
En arduos choques y en pelea ruda
Disputa sin piedad regia corona.
¿Quién pudiera atajar guerra tan cruda
Que mil acerbos males eslabona,
Si no se alzara mágica y potente
La augusta voz del inmortal Vicente?...
3.ª
   Como en la mar revuelta, que rugiendo
Sus espumosas olas precipita,
Blanda lluvia de súbito cayendo
Calma la furia que su seno irrita,
Así entre el ronco y belicoso estruendo
En que sin treguas Aragón se agita,
La voz del gran Vicente venerada
Devuelve al reino la quietud ansiada.
4.ª
   Mientras lanzada en su fatal carrera
Cruel discordia las campiñas tala,
Y el pueblo aragonés, en lucha fiera
Al de los tigres su furor iguala;
Alza Vicente en Caspe la bandera
Que a tantos males término señala,
Y da, calmando el general encono,
La paz al reino, al de Antequera el Trono.

Francisco Monforte.



Poesías del gremio de Torneros y Silleros, arrojadas desde su carro de triunfo.
                     Si acás huí sense voler
Te pegue una poalá,
O quisá una tinterá,
Com, fàcil poguera ser,
Ve pòts perdonar, chermá,
Tot es per Vicènt Ferrer.
   
   Entre traques y cuets,
Còrdes, castells, procesons,
Moixiganga, bòus, masclets,
Serenates... y apretons,
Quedarein molt satisfets,
Y... cascats com a melons.
   
   En este cuart centenar
Del gran San Vicènt Ferrer,
Volém els Torners donar
Esta mòstra de plaer.
   
   Valencians, aneu alèrta
No estigau tan embobats;
Que es còsa segura y cèrta
Que els descuits busquen els gats.
   
   ¡Valencians! ¿no es veritat
Que en tindre vosatros festa
No penseu... en si hau menchat,
Ni menchs en dormir la siesta?
   
SONETO.
                ¡Salve, salve, Vicente esclarecido!
Vicente escelso y de virtud preclaro,
Infame veces mil el que tu amparo
Con impiedad desprecia fementido:
E1 mundo todo fiel y compungido,
Nadando en llanto y con acento claro,
Te invoca y ama cual brillante faro
En este suelo que tu patria ha sido.
Fecunda fue en virtudes tu morada
En esta vida triste y pasagera
Remediando al mendigo en sus clamores:
Rica joya por todos adorada...!
Escucha nuestra voz que por doquiera
Resuena prodigándote loores.
   
   Van regalant venturetes
Els Torners per la carrera;
No en plegueu, chent forastera,
Que còsten raoltes pesetes
Ventures de esta manera.
   
   ¡Valencians! ¿qué se diria
Si no anarem els Torners,
En unió dels Cadirers,
Repartint en este dia
Trompes, cadires, tinters?
   
   En este carro triunfal
Tocant música, els Torners
Asociats als Cadirers,
Van pasechant els carrers;
Tirant cadires, tinters,
Trompes y mans de morters.
   
   Els Torners, que es ben sabut
Que som cristians per esència,
Esta festa en reverència
Celebren com. es degut.
   
   El chènero mes buscat
Huí en dia, son les poltrones;
Per si en tens y no men dones
Tot lo mon está enredrat:
Pera hú que ya asentat
Ya dos mil manifesers;
Dónes, pues, als Cadirers
De fer poltrones llicència,
Y no haurá tanta Ex..., ichència
Y mes Ilustre en els tallers.
   
  Ya que huí van els forners
Tirant rollets y pataques,
Y els sastres bònes casaques;
Nosatros, com a Torners,
Tirem poals y tinters,
Pues si no euferem així,
Donariem motiu huí
Als que agrada criticar,
Pera tindre que parlar
Demá per tot lo matí.
   
   Aneu alerta, chiquillos,
No siga que huí vosatros
Per ferse en los morenillos
Que anem regalant nosatros
Vos netechen els bolsillos.
   
   Com els Torners ham sabut
Que no tens en lo bolsillo
Diners pera un morenillo,
Al grèmi li ha paregut
Tirarte cuans ha pogut,
Pera que de esta manera
La tehua chocolatera
Sempre estiga a fer dispòsta
El chocolate a la pòsta
O com be te pareguera.
   
   ¡Qué alegría ya en la chent!
Huí no pareix ningú pòbre,
Encara que a molts els sòbre
Pera tindre el cap calent;
Tot lo mon esta content;
Y no se deu estrañar,
Que es día del Sentenar,
Y el valensiá en haber festa
Pèrt en gust hasta la siesta,
Y no pensa ni en menchar.
   
   Desde antich els Cadirers
Y els Torners en la ciutat,
A Vicènt han obsequiat
Y no han segut els darrers.
   
   Rodant per eixos carrers
Aumentant la algarabía
Va engalanat este dia
El carro dels Cadirers.
Els Torners en societat
Va en ells en la procesó,
Y chermans en la ocasió
Fan la solemnitat.
   
   ¡Cuánta bulla! ¡qué apretons!
¿Qué es lo que donen ahí
Que mòuen tan gran motí,
Y van tots a trompicons?
¡Si foren napoleons!...
Entonses, vamos, tal cual.
-¡Hòme! ¿li pareix tan mal
No traure ni una peseta,
Y tindre una cadireta,
Un morteret o un pual?...
   
   Si vòls chocolateretes,
Que no pòden ser millors,
Culleres y tenedors,
Pualets o ferradetes,
Es menester que t'apretes
Y que te còste suar,
Y en tot y en, això no es car,
Sinse gastarse dinés,
Poder amostrar despues
Memòries del Sentenar.
   
   Ell podrá ser chicotet,
Pero hiá pera la cuina,
De fusta ben blanca y fina,
Un aparament complet.
Tot es barato, y ben fet,
Pues de res farán pagar;
Que els Torners vòlen donar,
Mes que els còste un sacrifisi,
De tot lo que es fá en l'ofisi,
En obsequi al Sentenar.
   
   Es tanta la devoció
Que a San Vicènt li tenim,
Que per éll tan sòls eixim.
En aquesta procesó.
   
   ¿Atre carro? ¿Y per qué nó?
Els Torners y Cadirers
No han de quedar els darrers
En tan solemne funsió.
Tindriem poca rahó
Si pensárem quedar mal,
Y pites tots en cheneral
A Sent Vicènt obsequiem,
També nosatros traém
El nostre carro triunfal.
   
   Els dos que en lo carro van
De antic españòl vestits,
Be poden ser aplaudits
Per tots cuants els mirarán:
Els Pares son del mes gran
Tesor que Valensia té,
Del que huí nos entreté,
Del que es nóstra maravella.
¡Oh qué dichosa parella,
Que per fill tal Sant tingué!
   
   -No cal armar alboròt,
Que tot lo mon ne tindrá;
Pero si algú fica má,
De fijo, s'endú un calbòt.
¿Qué voleu? -¡Yo un culleròt!
-¡Yo un pualet! -¡A eixe no!
-¡A mí!-¡A mí!-¡Primer yo!
-¡Yo ya vach darrere un rato!
-¡Yo també! - Pues... ¡a rebato!
Y avant va la prosesó.
   
   ¡Quin chentío tan espés!
¡Quin rum, rum! ¡Qué algarabía!
¿Qui remòu en en este dia
A Valensia tota en pes?
Mes no pregunten vostés,
Que ben pronte els ho dirá
La chent que cridant está
Plena de gòig y plaér,
¡Viva Sent Vicèt Ferrer!
¡Honor al gran valensiá!
   
   Ahí vá un atre grapat
De trompes y venturetes
Pa els que no n'hau agafat.
   
   Dansetes, carros, masclets,
Músiques, llumenasió,
Chagants, nanos, prosesó,
Donsaines y tabalets,
Castells, còrdes de cohets,
Y sent campanes al vòl;
De forasters un estòl
Movent bulla y algasara:
¿Voleu mes ruido encara?
Aneu a Sebastopòl.
   
   Desde este carro els Torners,
De Sen Vicènt en loor,
En molta gracia y prinior
Van tirant huí pels carrers
Trompellòts y cullerers,
Trompes, fusos, venturetes,
Puals, boixos y... copletes,
En obchécte sòlament
De que se encante la chent,
Y se... gaste les pesetes.
   
   Llauradors y lechuguinos,
No se poseu tan confusos
A agarrar trompes y fusos,
Que es quedareu sense... pinos.
   
   En mich de tant de apiñó
Y de tant de foraster,
No perturbeu la funsió,
Si os peguen un bofetó
Per lograr un cullerer.
   
   Si algú en la vòlta os apreta,
De éll no feu cas, forasters,
Y arrarreu la ventureta
Que van tirant els Torners.
   
   ¿Hau vist eixa llauradora
Que dú al bras un moñicòt?
Pues tan sóls vé a esta festa
Per lograr un trompellòt.


Poesías que se circularon en nombre de los profesores músicos de la capital.
SONETO.
                    Tú, a quien Edeta sonrió en la cuna
Por querubes mecida al dulce canto,
Y a cuyo nombre omnipotente y santo
Doblaron su cerviz y su fortuna
   Las bélicas naciones una a una;
Tú, cuya gloria, magestad y encanto
En alas de la fama voló tanto
Cual del averno a la nevada luna:
   Símbolo de la fe, que el bien derramas
Sobre tu patria venturosa y pía;
Astro brillante a cuya luz la duda
Del alma huye y en tu amor la inflamas;
   Iris de paz, y de tu pueblo guía...
De la música el arte, te saluda.
   
   Puro es y ardiente el amoroso fuego
Que el pecho de los músicos inflama,
Pura es también la rutilante llama
Con que alegres veneran a Ferrer.
Miradles cuál se agrupan reverentes,
Ante la imagen de su gran paisano:
Miradles del Apóstol Valenciano
Las glorias pregonando por doquier.
   
   Al dulce son de las acordes liras
Hoy cantan los poetas tu alta gloria;
Y vive en el pincel tu noble historia
Que a los futuros siglos pasmará.
En mármoles y bronces los cinceles
Graban la magestad de tus portentos;
Y nosotros con suaves instrumentos,
También cantamos tus virtudes ya.
   
   Ya que ilustras con oro y diamante
De mi historia las páginas bellas,
Ostentar quiero al mundo con ellas
De tu gloria el divino esplendor.
Y adorarte yo quiero humillada,
Y esculpir en el bronce tus hechos,
Y trocar de mis hijos los pechos
En altares eternos de amor.
   
   Hoy Valencia con mágica pompa
Del impulso divino llevada,
A los pies de Vicente humillada
Cariñosa le ofrece su amor.
Y a la par que gloriosa renueva
Tan sagrado y tan fausto suceso,
A los pueblos de puro embeleso
Ha colmado, y de santo candor.
   
   Cuant tóquen les flautes, repica el tambor,
Cuant canten els baixos, respòn el tenor
Y els músics alegres se presten a honrar
Del gran nòstre Apòstol el cuart sentenar.
   
   Seguixquen els músics, seguixquen cantant,
Y el bombo y les flautes seguixquen tocant:
Mes yo encara pense que huí els platillets
Es van a fer pronte en sincuanta trosets.
   
   Mientras adora a Vicente
Cada músico en su faz,
De su espíritu la paz
Hoy demuestra claramente,
Y en su noble y clara frente
Brilla el mágico fulgor
De la llama del amor:
Ese amor por escelencia
Que rindió siempre Valencia
A Ferrer, su prez y honor.
   
   Dulce es siempre y armonioso
De la música el sonido
Donde quiera que al oído
Su eco preste delicioso;
Pero ¿cuándo tan sabroso
Y tan lleno de placer
Se mostró como al nacer
Este día de ventura,
Y al cantar con su dulzura
Al angélico Ferrer?
   
   Cual saluda el universo
Al nacer la bella aurora,
La beldad encantadora
Y del sol la magestad:
Tal la música saluda
Con su cántico ferviente
Al sacro Apóstol Vicente
So1 brillante de bondad.
   
   ¡Gloria a Ferrer! hoy esclama
De la música el sonido,
Y este grito es repetido
Por el eco tronador:
¡Gloría a Ferrer! hoy repite
Todo el pueblo reverente
De la imagen de Vicente
Agrupado en derredor.
   
   ¡Qué acentos ordenan
Tan dulces y amenos
Los músicos llenos
De gloria y placer!
¡Qué voz! ¡qué dulzura!
¡Qué acento tan blando!
Miradles clamando:
«¡Loor a Ferrer!»
   
   Baixos, tenors, infantillos,
Clarinets y redoblant,
Campanarets y platillos
Huí tots ixen repicant.
   
   Hoy los músicos rodean
La imagen de su Patrón,
Y doquier le victorean
Con sonora aclamación.
   
   Al ohuir música tanta
S'emboba tot valenciá,
La chent rústica s'encanta
Y s'admira la ilustrá.
   
   Enchamay, en ma opinió,
Voreu ya tan bònes festes,
Pues els músics en orquestes
Honren tots al seu Patró.
   
   Hoy la música venera
Con aplauso universal
A Vicente, y lisonjera
Suena voz angelical.
   
   ¿Oyes, pueblo valenciano,
De voces la multitud?
Muestran, pues, a tu paisano
La debida gratitud.
   
   Ya m'agrá com va la còsa;
Toquen donsaines, tabals,
Pasechen carros triunfals,
Pero fan la festa gròsa
Les tocates musicals.
   
   Entre els crits dels contraals,
Y grans veus dels cabiscòls,
Tens mes música que en vòls,
Mes rumor que a vòra mar.


Versos arraigados al pueblo desde su carro de triunfo por e1gremio de Sastres de Valencia.
SONETOS.
                    Fuiste un día del moro patria amada,
Que el desierto dejó por tu hermosura,
Fuiste su edén de gloria y de ventura,
Mansión entre sus sueños suspirada.
Fuiste del Cid y Jaime perla ansiada
Que esclava al verte de la raza impura
Te libertaron de opresión tan dura
Viéndote al fin con gloria conquistada,
   Bajo tu cielo azul cien trovadores
Dieron al viento sus acordes cantos
Y al reflejo ideal de tus encantos
La inspiración bebieron tus pintores,
Mas no aprecias, Valencia, gloria alguna
Cual la de ser de San Vicente cuna.
   
   A buena cuenta. Vicente dio a Valencia
A la pura verdad acatamiento,
A la fea mentira abatimiento,
A la recta razón clara evidencia,
A la bella virtud suma ecselencia,
A la negra heregía gran tormento,
A la santa doctrina lucimiento,
A la Iglesia de Dios magnificencia,
A mudos dio la lengua, a ciegos ojos,
A posesos sanó, dio fuerza a flojos,
A tristes desvalidos dio consuelo,
A muertos dio la vida, pies a cojos........
A tal cuenta tal paga. Alcance el cielo.
   
   Si la gloria del hombre está fundada
Sobre el estéril cieno de la tierra,
Cuando el cadáver el sepulcro cierra,
Comienza y al momento es olvidada.
En el abismo inmenso de la nada
Toda la pompa mundanal se encierra,
Feroz el tiempo en ese abismo entierra
La gloria vanamente cimentada.
Pero existe una gloria que no muere,
Gloria imperecedera, pero sola,
Que del feliz mortal que la tuviere
Cubre la frente con fulgente aureola;
Tal es la santidad ¡Gloria a Vicente!
Vivirá su memoria eternamente.
   
   Sagrado Apóstol valenciano,
Que adoctrinando la gente
Haces milagrosamente
Feliz al pueblo cristiano;
Bendiga tu santa mano
Esta ciudad de Valencia:
Sienta tu benevolencia
Este gremio generoso,
Que te obsequia cariñoso
Con la mayor complacencia.
   
   Si Valencia de Vicente
Fue santa y bendita cuna
Debe su grata fortuna
Publicar de gente en gente.
No estrañéis, pues, que hoy ostente
Tal augusta esplendidez,
Tal fausto y tal brillantez
Cuando tan grande función
Tan sólo tiene ocasión
En cien años una vez.
   
   No es asò còsa de chansa
Ni asunt de torna demá,
Y en confirmasió allá va
Un frac de color de pansa:
Huí tot ròda, tot va a dansa,
Ningú es dòrm en les palletes
¡Allá van dos chaquetes,
Prengau si no un chopeti,
O un pantaló de cutí
Que val lo meñs nòu pesetes!
   
   Pues siñor si asò durara
El morirse era pecat,
Qui no mire la siutat
No tindrá ulls en la cara,
Así de broma no es pára
Ningú treballa y tots menchen,
Rics y pòbres tots pasechen,
¡Hasta sen Visènt Ferrer
Está mes chove y guapet,
Y content perque el festechen.
   
   ¿Pera que tans de apretons
Sinse ninguna sustancia?
Cuidado en alguna chansa
De eixes que pòrten... rahons:
Donaria dos capons
Al valensià pur y net
Que mire la funsió quiet;
Pero ¡Qué! es imposible,
Cuansevòl còsa es creible
Menos eixa Visantet.
   
   Hara es hòra fadrinetes
De aclamarse al Sant bendit,
Pa que vos done un marit
Guapo, templat y en pesetes:
Deixeuse les vergoñetes
Que a buen hambre no hay pan duro;
Pues ixieu del- apuro
En tal de casarse luego,
Be siga tòrt, tonto o sego,
Coixo, lelo, manco o curro.
   
   Te diré en molt de secret,
(Y sense que ho sapia ningú)
Notisies que pera tú
N'entren pòques en quinset:
Sabrás com el Micalet,
Hòme vell, pero templat,
Está sego, enamorat
De la chaganta españòla,
Y la moma anant a escòla
Al chagant li gua contat.
   
   ¿Quét pareix de este fandango
Que se baila en tan gran dia?
¿Tenia rahó el que dia
Que asò portaba molt rango?
Tot son festes y bullanga
Prosesons, músiques, crits,
Tortaes, sucre, bescuits,
Chafaes, riñes, sopapos,
Hòmens y dònes ¡¡Tan guapos!!
Y tòbes chiques y chics.
   
   Valencia la bella ostenta hoy ufana
Sus ricas alhajas de gloria y amor,
Sus flores y rosas nos brinda galana
Mostrando en sus ojos alegre placer;
Las artes y gremios su frente coronan
De rica aureola, delicia de Edén
El genio reluce y a voces pregonan
La patria del Santo, Vicente Ferrer.
   
   Ciudad feliz a quien el alto cielo
Cual galardón eterno concediera
Que en tu florido y amoroso suelo
El primer paso de su vida diera
El ángel que nació para consuelo
Y para gloria de la España entera,
Honrando de Vicente la memoria
Te muestras digna de tan alta gloria.
   
   ¿Quién predicó la religión cristiana
Por toda la estensión del Occidente?
¿Quién con una constancia sobrehumana
Al judío tenaz hizo creyente?
¿Quién a la santidad juntó la humana
Palanca del poder? ¿Quién? San Vicente;
¡Gloria a su santidad, gloria a su ciencia!
Honra a tu hijo y te honrarás, Valencia.
   
   Primer el sèl de dia estará oscur,
Y clar de nit será sens nubolarse,
Y el mar secar se pòt, y anar segur
Per éll el caminant sense bañarse,
Y el còr que vòl podrá mostrarse dur,
Y els fòrts mármols y bronses ablanarse;
Que no tribute Valensia cult sinser
Al seu sant y patró Visènt Ferrer.
   
   Júbilo, dicha y placer
Y regocijo sin par,
Valencia debe tener
En el cuarto centenar
De San Vicente Ferrer.
   
   Se donarán mil pollastres,
Y cuatresentes gallines,
A aquell que presente als Sastres,
Cuatre mil chiques fadrines
Nugaes en quince rastres.
   
   Con fervoroso placer,
De sastres la cofradía,
Festeja en aqueste día
A San Vicente Ferrer.
   
   Llauradors de Chirivella,
De Patraix y Borbotó,
De Patèrna y de Godella,
De Silla y Benifayó.
   Vingausen tots capa así
Y ni un punt vos detingau,
Perque es molt chust que vechau
Lo que ya en Valensia huí.
   Voreu festes a muntó
Y entusiasme y alegría
Que Valensia en este dia
Li dedica al seu Patró.
   Dugau pares y chermanes,
Dugau chiquets y mullers;
Deixeuse tots els quefers,
Que nos quede ningú en ganes.
   Penseu que funsions com estes
May se dehuen despresiar
Y que a l'atre sentenar
Ya no estaren pera festes.
   
   Mes que en digueren formal
Fesli un frac al Micalet,
No agafaba huí el didal,
Ni la ahulla, ni el rodet.
   
   ¡Cuánt de lujo, cuáns de flòcs,
Qué vestits de a duro el pam!
Tot es farsa, dinés pòcs;
Tot es fum y molta fam.
   
   Mes me estime estes funsions
Que a sen Visènt huí se fan,
Que cosir sent pantalons,
Fracs, levites y gabans
   
   Per ser huí tan presiós dia,
Tire la ahulla y didal,
Y men vachs ple de alegría
A tocar bombo y tabal.
   
   Aquell que huí fasa tats,
O en algo la funsió empastre,
Estiguen ben descansats
Que no será ningun sastre.
   
   Vinga donsaina y tabal,
Broma, risa y alegríes,
Perque huí son de aquells dies
Que nentren pòcs en quintal.


Poesías del gremio de zapateros arrojadas desde su carro de triunfo.
ROMANS.
                      Els desendents de Crespí
Volgueren (y asò no es broma,)
Tíndre tot el òr que es trau
De la rica California
Per obsequiar dignament
Al gran Apòstol de Europa;
Mes ya que honrarlo no pòden
En festa molt ostentosa,
A la prosesó asistixen
Que tant la fama pregona,
Duent son carro triunfant
Sirials, música sonora,
Doten donselles y visten
A la pobrea achaquiósa,
La caritat eixersint,
Que es de VISENT la corona;
Y com a ofrenda millor
Mes noble y mes chenerosa,
Huí cada u de per sí,
Molt alegre el còr li dona.

ANACREÓNTICA.



Al gran Vicente Fabricadores,
Valencia noble, Llenos de gratas
Hoy le dedica Satisfacciones
Dignas funciones; Desde este carro
Los gremios todos Derraman flores
También acordes Y zapatitos
Toman su parte Y versos, conque
Cual corresponde: Al Santo obsequian
Los de obra prima Sus corazones.




ECO.
                Esos gritos de Victoria
           GLORIA
Pura dicen y esplendente
           A VICENTE,
Vuele su fama doquier
           FERRER.
Pronuncia con gran placer
Del valenciano el acento,
Y el eco repite atento,
« ¡GLORIA A VICENTE FERRER!»
   
   Tens Valensia un sèl de plata,
Tens a les flòrs per alfombra,
Y en un riu la tehua sombra
Graciosament se retrata;
Al teu costat se dilata
El chardí mes plasenter,
En tot brindes al plaer
Y eres dichosa de veres...
Pero mes dichosa eres
Per ser patria de Ferrer.
   
   Pera al gran Visent honrar,
El grèmi de sabaters
No sap quines còses fer
En el present sentenar
Per mes al Sant obsequiar,
Carro triunfal li dedica,
Part dels seus fondos aplica
A socórrer la desgrasia,
Y a dolse pòbres fa grasia
De vestir en este dia.
   
   Chust es que huí la alegría
Manifeste el sabater,
Pues mereixqué de Ferrer
Preferència y simpatía,
En pròba que així seria
La historia que del Sant trata
En lo que diu y relata
Asegura, y així es creu,
Que el primer milacre seu,
El feu en una sabata.
   
   ¿Qué es asó, Señor, que huí
En Valensia está pasant?
Tots corrent, acaminant,
Tots anant allá y así,
¿Es que han perdut el chuí
Y el busquen per lo carrer?
No pòt, no, deixar de ser
Cuant els prenen tal sofocos...
Ó els valensians están locos,
Ó es que obsèquien a Ferrer.
   
   Molt mes pòbre que'ls pasats,
Els temps de ara dihuen que es,
Y els grèmis, qui meñs qui mes,
Tots s'en contren apurats;
Pero es trata de obsequiar
Al gran Apòstol Ferrer
Y fan tot cuant poden fer
En este cuart sentenar.
   
   Ya se ve, de correr tant,
El calsér se sòl desfer;
Per això huí el sábater
Molt chenerós y arrogant
Les sabates va tirant,
Que en les festes de Ferrer
No vòl que per el calser
Deixen de obsequiar al Sant.
   
   Com a chic Ferrer li deu
El crèdit a una sabata;
Ya que de Ferrer se trata,
Vachen sabates arreu.
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