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ArribaAbajo39. A don Nicolás Fernández de Moratín, escrita en Salamanca no mucho después de la anterior carta a Iriarte

Malvado Moratín:

No sólo le reprocho a Vmd el no haberme respondido a mi última, sino que le encargo me escriba de nuevo, y me envíe alguna composición suya, particularmente de lo heroico, épico o pindárico; porque a más del gusto que tendré en verlo, lo deseo también por complacer a Meléndez y otro que bien baila que continuamente me piden cosas de Vmd como si las tuviera en el bolsillo, o fuera fácil hacerle a Vmd hacer una cosa buena cual lo sería ésta.

Remito a Vmd los adjuntos himnos en sáficos u adónicos, digo sobre poco más o menos pues tengo muy bajo concepto de las lenguas vivas para creer que quepa en ellas la armonía fija de breves y largas de cuya colocación y número hicieron los griegos y latinos sus versos. Pero en fin allá van tales cuales me los ha inspirado una nueva pasión que acabó al empezar, y murió en la cuna. La consonancia del segundo verso con la mitad del tercero es imitado de Esteban de Villegas, y creo no es importuna salvo meliori sententia cual es la de Vmd, a la que me remito.

Aun no me ha dicho Mr. Dupont si ha recibido la carta francesa que le escribí dirigida a la fonda de San Sebastián. Pregúntesele Vmd en mi nombre para sacarme de esta duda.

Agur

[Poema adjunto]

Sobre un nuevo amor

Odas en versos sáficos y adónicos a Venus y Cupido




Oda primera a Cupido


    ¡Niño temido por los dioses y hombres!
¡Hijo de Venus! ¡Ciego amor! ¡tirano!
¡Con débil mano, vencedor del mundo!
       ¡Dulce Cupido!
Quita del arco la mortal saeta,  5
deja mi pecho que con fuerza heriste,
cuando la triste, la divina ninfa
      me dominaba.
Desde que el hilo de su dulce vida
por dura parca feneció cortado,  10
desde que el hado la llevó a la sacra
      cumbre de Olimpo,
Guardo constante la promesa antigua
de que ella sola me sería cara,
aunque pasara las estigias olas  15
      con Aqueronte.
De lutos largos me vestí gimiendo,
y de cipreses coroné mi frente:
eco doliente me siguió con quejas,
      hasta su tumba.  20
Sobre la losa que regué con sangre
de una paloma negra y escogida,
fue repetida por mi voz la triste
      justa promesa.
Nunca las voces que mi fe juraron  25
creo que puedan merecer olvido;
ni tú, Cupido, puedes olvidarlas,
      si las oíste.
¡Sacra ceniza! repetí mil veces,
¡Sombra de Filis! si mi pecho adora  30
otra pastora, desde tan horrenda
      lóbrega noche,
Haz que a mi falso corazón castigue
cuanto las cuevas del Averno ofrecen;
cuanto padecen los malvados, cuanto  35
      Sísifo sufre.
Júrolo, Filis, por mi amor y el tuyo,
por Venus misma, por el sol y la luna
por la laguna que venera el mismo
      Omnipotente.  40
Las negras losas a mi fino acento
mil veces dieron ecos horrorosos;
y de dudosos ayes resonaron
      túmulo y ara.
Dentro del mármol una voz confusa  45
dijo: ¡Dalmiro! ¡cumple lo jurado!
Quedé asombrado, sin mover los ojos,
      pálido, yerto.
Temo, si rompo tan solemne voto,
que Jove apure su rigor conmigo;  50
y otro castigo, que es el ser llamado
      pérfido, aleve.
Entre los brazos de mi nueva amante
temo la imagen de mi antiguo dueño;
ni alegre sueño, ni tranquilo día  55
      ha de dejarme.
En vano Cloris, cuyo amor me ofreces,
y a cuyo pecho mi pasión inclinas,
pone divinas perfecciones juntas
      ante mis ojos.  60
Ante mi vista se aparece Filis;
en mis oídos su lamento suena;
todo me llena de terror, y al suelo
      tímido caigo.
Lástima causen a tu pecho, ¡oh niño!  65
las voces mías, mis dolientes voces.
¡Ay! si conoces el dolor que causas,
      ¡lástima ténme!
La nueva antorcha que encendiste apaga,
y mi constante corazón respire.  70
¡Haz que no tire tu invencible brazo
      otra saeta!
¡Ay que te alejas; y me siento herido!
Ardo con amores, y con presto vuelo,
llegas al cielo; y a tu madre cuentas  75
      tu tiranía.




Oda segunda a Venus


    Madre divina del alado niño,
Oye mi ruego, que jamás oíste
Otra tan triste lastimosa pena
      Como la mía.
Baje tu carro desde el alto Olimpo  5
Entre las nubes del tranquilo cielo,
Rápido vuelo traiga tu querida
      Blanca paloma.
No te detenga con amantes brazos
Marte, que deja su rigor por verte,  10
Ni el que por suerte se llamó tu esposo
      Sin merecerlo.
Ni la delicia de la sacra mesa
Cuando a los dioses lleno de ambrosía
Brinda alegría Jove con la copa  15
      De Ganimedes.
Y el eco suena por los techos altos
Del noble alcázar, cuyo piso huellas
Lleno de estrellas de luceros lleno,
      Y tachonado.  20
Cerca del ara de tu templo en Pafos,
Entre los himnos que tu pueblo dice,
Este infelice tu venida aguarda:
      Baja volando.
Sobre tus aras mis ofrendas pongo,  25
Testigo el pueblo por mi voz llamado;
Y, concertado con mi tono el suyo,
      Llámate madre.
Alzo los ojos al verter el vaso
De leche blanca y el de miel sabrosa,  30
Ciño con rosa, mirtos y jazmines
      Ésta mi frente.
Mi palomita con la tierna pluma,
Aun no tocada de pichón amante,
Pongo delante de tu simulacro,  35
      No la deseches.
Ya, Venus, miro resplandor celeste,
Bajar al templo tu belleza veo;
Ya mi deseo coronaste, oh madre,
      Madre de amores.  40
Vírgenes tiernas, niños y matronas,
Ya llega Venus, vuestra diosa viene,
El templo suene con alegres himnos
      Júbilo santo.
Humo sabeo salga de las urnas,  45
Dulces aromas que agradarla suelen,
Ambares vuelen tantos, que a la excelsa
      Bóveda toquen.
Pueblo de amantes que a mi voz llegaste,
A Venus pide que a mi ruego atienda,  50
Y que a mi prenda la pasión inspire
      Cual yo la tengo.

CORO DE NIÑAS

Reina de Chipre, diosa de Citeres;
Tú que a los dioses y a los hombres mandas  55
¿Por qué no ablandas a la dulce Cloris?
      Mándalo, Venus.

CORO DE NIÑOS

Reina de Pafos y de amores madre.
Tú que a las almas llenas de placeres,
¿Por qué no quieres que Dalmiro triunfe?  60
      Mándalo, Venus.

NIÑA PRIMERA

Como la rosa
Agradecida
Da mil olores
De sus aromas  65
Al amoroso
Céfiro blando,
Cuando la halaga
Y la rodea;

NIÑO PRIMERO

Haz que reciba  70
En su regazo
Cloris afable
Al que la adora.

CORO DE NIÑOS

Reina de Pafos y de amores diosa,
Tú que a los pechos llenas de placeres  75
¿Por qué no quieres que Dalmiro triunfe?
      Mándalo, Venus.

NIÑA SEGUNDA

Como la hiedra
Halla en el olmo
Vínculo firme  80
Cuando la abraza;

NIÑO SEGUNDO

Haz que a su amante
Plácido rostro
Ponga la ninfa
Cuando le vea:  85
Pábulo nuevo
Halle su llama
En su querida
Dulce zagala.

CORO DE NIÑAS

Reina de Chipre, diosa de Citeres,  90
Tú que a los dioses y a los hombres mandas
¿Por qué no ablandas a la dulce Cloris?
      Mándalo, Venus.




ArribaAbajo40. A Nicolás Fernández de Moratín, escrita en febrero o marzo de 1774 con toda probabilidad

Malvado Moratín:

Recibo la carta dogmático-poética, pero haciéndole yo menos favor a nuestra lengua que el que Vmd le hace, no me parece practicable la observación teórica, y mucho menos la práctica colocación de las breves y largas. Tengo por imperceptible toda cantidad que no sea - (u larga) en las finales que llaman agudos, y, (o breve) en las penúltimas de los esdrújulos. Todas las demás sílabas me suenan indiferentes en este oído vizcaíno, cuyo témpano debe ser tan duro como el fierro de su patria. La derivación latina sin duda deberá guiarnos, pero ¿cómo distinguiremos la a final de musa, que en el nominativo y vocativo es breve -Ms- y en el ablativo es larga -Ms? De estas y otras consideraciones me he hecho un sistema tan cómodo de prosodia como lo es la Ley de Dios, pues se reduce, como Vmd sabe y practica, a dos mandamientos, a saber: amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo.

Los sonetos se leerán en la academia de Meléndez y su compañero que juntos me hacen tertulia dos horas todas las noches, leyendo nuestras obras u las ajenas, y sujetándose cada uno de los tres a la rigurosa crítica de los otros dos. Dentro de poco tendrá Vmd un cuadernillo de poesías de Meléndez; entre otras hay una elegía a la muerte de mi Filis, imitada de la de Vmd a la de la reina, que le ha de gustar a Vmd no sólo por verse hecho modelo, sino por el mérito esencial de la imitación. Me han gustado tanto las composiciones de este joven que, no obstante mil cosillas que traigo entre manos, he compuesto con este motivo la siguiente




Canción


       Sigue con dulce lira
el metro blando y amoroso acento
que el gran Febo te inspira;
pues Venus te da aliento,
y el coro de las musas te oye atento.  5
Sigue joven gracioso
de mirto, grato a Venus, coronado;
y quedará envidioso
aquel siglo dorado,
por Lasos y Villegas afamado.  10
Dichosa la zagala
quien le sea dado el escucharte,
pues tu musa la iguala
a la Diosa de Marte:
tal es la fuerza de tu ingenio y arte.  15
Aunque más dura sea
que mármoles y jaspes de Granada,
cual otra Galatea,
o sea, más helada
que fuente, con los hielos, estancada.  20
Al punto que te oyere
te ofrecerá su cándido regazo;
si tu voz prosiguiere,
te estrechará su brazo;
y amor aplaudirá tan dulce lazo.  25
Y las otras pastoras
de envidia correrán por selva y prado;
y verá la que adoras
el triunfo que ha ganado
por haber tus ternezas escuchado.  30
Mas, ¡ay de aquellos necios
que intenten competir con tu blandura!
sólo hallarán desprecios
de aquella hermosura
que una vez escuchare tu dulzura.  35
Dirán su rabia y celos
en el bosque más lóbrego metidos,
injuriando a los cielos;
y, oyendo sus gemidos,
responderán las fieras con bramidos.  40
La entrada del Averno
parecerá aquel bosque desdichado;
y do tu metro tierno
hubiere resonado
el campo que a los buenos dará el hado.  45
Pasé mi primavera,
(los años gratos al amor y a Febo
¡quién revocar pudiera!)
y a juntar no me atrevo
mi voz cansada, con tu aliento nuevo.  50
Si no, yo cantaría
al tono de tu lira mis amores;
y al tono de la mía
cantaras, entre flores,
atónitas las aves y pastores.  55
¡Sigue, sigue cantando!
No pierdas tiempo de la edad florida:
que yo voy acabando
mi fastidiosa vida
en milicia y en corte mal perdida.  60
En alas de la fama
tus versos llegarán a mis oídos,
si la trompa me llama
a los moros vencidos
u a los indios de Apache embravecidos.  65
o al antártico polo
llevando las banderas del gran Carlos,
diráme siempre Apolo
tus versos; y a escucharlos
acudirán las gentes y a alabarlos.  70
Ni el estrépito horrendo
de Neptuno que ofrece muerte impía,
ni de Marte el estruendo
turbará el alma mía,
si suena en mis oídos tu armonía.  75
Aun cuando dura Parca
mayores plazos a mi vida niegue,
y en la fúnebre barca
por la Estigia navegue
y a las delicias del Eliseo llegue;  80
Oiré cuando Catulo
a la sombra de un mirto recostado,
con Propercio y Tibulo,
lea maravillado
los versos que tu musa te ha dictado;  85
Cuando acudan ansiosos
Laso y Villegas al sonoro acento,
repitiendo envidiosos:
¡Qué celestial portento!
¿A quién ha dado Apolo tanto aliento?  90
Yo, que seré testigo
de tu fortuna, que tendré por mía,
diré: yo fui su amigo
y por tal me tenía,
gozando yo su amable compañía.  95
Haránme mil preguntas,
puesto en medio de todos:¿De quién eres,
y cuántas gracias juntas?
¿Y a cuál zagala quieres?
Y ¿cómo baila cuando el plectro hieres?  100
Y con igual ternura
que el padre cuenta de su hijo amado
la gracia y hermosura,
y se siente elevado
cuando lo escuchan todos con agrado,  105
Responderé contando
tu nombre, patria, genio y poesía;
y asombraránse, cuando
le diga tu elegía
a la memoria de la Filis mía.  110

también le he compuesto con el mismo motivo la siguiente




Octava


    Cuando Laso murió, las nueve hermanas
lloraron con tristísimo gemido:
destemplaron las liras soberanas
que sólo daban lúgubre sonido;
gimieron más las musas castellanas,
creyéndose entregadas al olvido.
Mas Febo dijo: aliéntase el Parnaso;
Meléndez nacerá si murió Laso.

Veo la gran pereza de Vmd en no querer copiar sus poesías. Haga Vmd una cosa buena, que es remitirnos por el ordinario un montón de ellas. Por acá las veremos despacio, las extractaremos, y se le devolverán por conducto seguro.

Esto pide la academia, y con sus voces y veces

Dalmiro.

Se solicita saber cuándo ha de salir el octavo tomo del Parnaso.

Ítem: que busque Vmd a sol y a sombra un ejemplar de mi antigua tragedia Don Sancho García y me la remita por el correo.

Ítem: que pregunte Vmd a Don Vicente de los Ríos a cuántos estamos de la impresión de Villegas.

Ítem: ¿qué retratos nos dará el octavo tomo del Parnaso?




ArribaAbajo41. A Tomás de Iriarte, parodiando las actas de una academia, escrita en Salamanca en abril de 1774

Extracto de las Actas de esta Academia

El viernes santo.

Propuso un académico (notando lo delgado de la voz de un capón que cantaba aquello de tibi soli), qué conexión físico-anatómico-armónica tiene la voz humana con los testículos, o sea, partes pudendas.

El sábado santo.

Después de cantar el gloria y comer pro academia, dijo un académico que el grito báquico ¡Evoe! ¡Evoe! significa rigurosamente lo que dicen nuestros borrachos sendas veces al salir de la taberna, a saber: ¡Tarrara! ¡Tarrara!

El domingo de Pascuas.

Peroró un académico fervorosísimamente sobre lo conveniente que es la confesión auricular por las conversaciones que suele haber por Pascuas; dando por sí mismo un ejemplo notable contando que cierta persona se le había resistido hasta el cumplimiento de la iglesia, después del cual se ha ablandado al paso que el académico se ha puesto duro.

El lunes de Pascua.

Fue la academia a la ópera, y un miembro de ella notó cierta sensación a la primera cabriola abierta que hizo una bailarina famosa por las piernas y muslos que naturaleza le ha dado, y servirán de modelo en nuestra academia. Se pregunta cuál es la causa físico-analógico-simpática de este suceso.

El martes de Pascua.

La academia fue a un sermón muy afamado, y antes de concluirse el exordio roncaban pasmosamente todos y cada uno.

Los días siguientes no ha habido cosa notable que apuntar como suele acontecer en otras muchas academias de este mundo.

Hoy, 15 de abril, presenta un individuo la siguiente

Anacreóntica


    El tiempo a Venus grato
es el frío diciembre
burlando el dulce fuego
los hielos y la nieve;
también la primavera  5
gustar a Venus suele,
cuando brotan las flores
y murmuran las fuentes;
gustan muchos amantes
aun del estío ardiente,  10
y a la sombra de un mirto
gozan dulces placeres;
también el triste otoño
delicias les promete,
cuando Pomona y Baco  15
sabroso fruto ofrecen...
Pero, Venus, ¿qué digo?
Todo tiempo conviene
a los pechos que se aman
cuando juntarlos quieres.  20

Hago ánimo de formar para mí mismo una colección de mis cartas familiares, y así envíeme Vmd las que tenga mías, si no se ha limpiado el culo con ellas.




ArribaAbajo42. A uno de sus amigos de Salamanca, escrita desde Madrid, probablemente en el mes de septiembre de 1774

Querido:

Con mucho aprecio veo el que Vmd hace de mi inútil pero sincera amistad. Se la profeso muy de corazón, y siento que Dios no me haya colocado en paraje que me proporcionase medios de hacer felices a todos mis amigos; aunque, bien reflexionado el caso, si la prosperidad me hubiese de envanecer hasta el punto de desconocerlos, más me quiero ver al nivel de ellos, donde al menos pague un buen afecto con otro buen afecto.

Ya me iba yo enfervorizando en materias de moral y sin duda hubiera dicho mil pedanterías fastidiosísimas, si de pronto no se me hubiera ocurrido el ver a Moratín, que (después de agradecer las memorias y mandarme devolverlas muy finas) me ha hecho una entrega de más de cuatro mil versos suyos, con licencia para copiar y extractar cuanto se me antoje, mediante lo cual puede Vd prometerse costosos Correos todo el tiempo de mi mansión en Madrid, porque hago ánimo de remitir a Vmds varios fragmentos del manuscrito de nuestro Píndaro español, a menos que encuentre algún copiante bueno a quien encargar me copie de una vez todo lo que me parezca más digno, y, copiado que sea, se lo remita a Vmds todo junto por un Ordinario o alguna persona de confianza.

Estimo muchísimo las noticias y memorias de los amigos de ese pueblo. Hoy escribo a Alexis y Romeo. A todos dé Vmd un abrazo de mi parte, y al último, si ya se ha restituido a esa universidad, dirá Vmd que le he escrito hoy en derechura a Ciudad Rodrigo. Cumpla Vmd por mí con las personas que me han estimado en esa ciudad, asegurándoles que quedaré eternamente agradecido a las distinciones que me hicieron, singularmente Castellanos, Galiano, Ruano (a quienes escribo hoy), Rico, su tertulia, Armenteros, Bazán, Mesía y a toda la matrícula de estudiantes, y con particularidad a mis vizcaínos.

Vmd continúeme su amistad y cariño en pago del que le profesa muy de corazón

Dalmiro.




ArribaAbajo43. A José de Iglesias, poco después de la carta antecedente

Estimado Arcadio:

Aprecio infinito la respuesta de Vmd, la postdata del Sr. Cáseda y la firma de Alexis. Ambos reciban un abrazo de Vmd en mi nombre, mientras les escribo por el Correo que viene, pues en el de hoy me es imposible.

Si acaso ha vuelto ya Romeo, entréguele Vmd la adjunta, y si no, diríjasela Vmd sin pérdida de tiempo, y (para que vea Vmd si soy pesado cuando me pongo a hacer encargos y dar comisiones) se ha de servir Vmd llamar al francés y decirle que me remita por el primer ordinario los trapos que quedaron en su poder, y por el mismo conducto los dos libros de Iriarte que dejé en casa de Don Francisco Rico, a quien dará Vmd muchas expresiones de mi parte, como también a sus hijos, familia y tertulia.

Aún no sé qué será de mí. La enfermedad del Ministro, que no acaba de morirse ni restablecerse, nos tiene a muchos en suspensión.

En el tomo del Parnaso que ha de salir en breve no tendremos el retrato de Villegas, pues se reserva para la nueva edición de sus obras. En dicho tomo se pondrá el de Cueva y el de Rioja. Moratín ha vuelto de la aldea y me ha enseñado algunas composiciones nuevas de las que le iré sacando copias como pueda, para que Vmds las vean. Otro amigo ha prometido enseñarme una Colección de poesías castellanas inéditas que me asegura ser del mejor gusto que el Parnaso. Las veré y avisaré.

Escríbame Vmd a menudo, pues no puede menos de conocer qué gustosas serán las noticias de su salud y pasatiempo a su fino amigo y servidor

Dalmiro.




ArribaAbajo44. A Ramón de Cáseda desde Madrid, escrita probablemente durante el mes de septiembre de 1774

Sr. Don Ramón de Cáseda, mi amigo y dueño:

Me ha dado Vmd un gusto inexplicable en escribirme participándome noticias de su salud. Ofrezco a Vmd mi inútil pero sincero afecto; en este supuesto mande Vmd con entera libertad a su amigo y servidor

Cadalso.

Después de escrita ésta me ha dicho el editor del Parnaso haber hallado los retratos de Juan de Mena y del Arcipreste de Hita. Me pasaré un día a su casa, los veré y participaré a Vmd qué casta de avechuchos sean.




ArribaAbajo45. A Ramón de Cáseda, fecha en Madrid el 5 de octubre de 1774

Muy señor mío y mi apreciable amigo:

Si Vmd fuese hombre amigo de ceremonias y graduase por ellas el afecto de los que le tratan, me sería indispensable escribir con mucha margen, formalidad y pesadez, pero conociendo que Vmd tiene mucho juicio para hacer alto en esas exterioridades, paso a escribirle sin cumplidos y sólo a informarme del estado de salud que goza y a participarle que la que disfruto es buena. Hágame Vmd la justicia de formar de mí el mismo concepto y así respóndame en los mismos términos, si quiere que le crea tan amigo mío como lo soy y lo seré siempre de Vmd ex-corde

Cadalso




ArribaAbajo46. Memorial al rey, pidiendo una prórroga para quedarse en Madrid, fecha el 7 de octubre de 1774

Señor.

Don Joseph de Cadalso, Capitán del Regimiento de Caballería de Borbón, a los reales pies de Vuestra Majestad, le hace presente que necesita una prórroga de cuatro meses sin intermisión, y por tanto

Suplica a Vuestra Majestad se digne concederle esta gracia, que espera de su real benignidad.

Madrid, 7 de octubre, 1774.

Joseph de Cadalso

[En el margen, opinión del Inspector de Caballería, escrita el 8 de octubre]

Señor.

Me consta que el suplicante tiene asuntos pendientes en esta villa, y será efecto de la piedad de Vuestra Majestad el concederle la prórroga que solicita.

Madrid, 8 de octubre de 1774

Antonio Ricardos

[La negativa del rey, transmitida a Ricardos por el Conde de Ricla, según el borrador]

No ha venido el Rey en conceder al Capitán del Regimiento de Caballería de Borbón Don Joseph Cadalso la prórroga que solicita de cuatro meses para permanecer en Madrid, y manda Su Majestad que inmediatamente marche al destino que tiene su cuerpo; lo que participo a V.E. para su inteligencia y cumplimiento.

[Ricla transmitió la misma negativa al Gobernador de Madrid, el conde de O'Reilly, que le contestó el 14 de octubre en los siguientes términos]

He enterado a dicho capitán de la orden de Su Majestad, y a su consecuencia me asegura que mañana, 15 del corriente, emprenderá su marcha para su regimiento, cuya observancia vigilaré, como Su Majestad se sirve ordenarme.




ArribaAbajo47. A Ramón de Cáseda, escrita desde Montijo, el 17 ó 18 de octubre de 1774

Amigo y señor:

Concluyóse la licencia; no hubo prórroga; conque me fue preciso poner en precipitada marcha para el Regimiento por no hacer falta en la revista. Anoche llegué, y aunque muy cansado y con precisión de escribir muchas cartas a Madrid, no quiero dejar pasar este correo sin participar a Vmd mi llegada, ofrecerle mi amistad desde este y cualquier destino, encargar de mil abrazos a mis amigos de Salamanca, y suplicarle que cuente entre los suyos más afectos, constantes y sinceros a

Dalmiro.




ArribaAbajo48. A Tomás de Iriarte, fecha en Montijo el 31 de octubre de 1774

Mi querido y muy apreciable amigo:

Concluida mi corta licencia, me fue imposible obtener prórroga alguna, con lo cual me vi obligado a venirme con toda precipitación, por no perder la revista, a este destino, que aseguro a Vmd ser el más infeliz que he tenido en la vida, sin que pueda figurarme que le haya peor en todas las pobres provincias de nuestra península; mediante lo cual se me hace cada día más tedioso este oficio.

Dichoso Vmd que vive quieto, disfrutando el descanso apetecible de la vejez mezclado con los gustos de la juventud, y en la lectura y cultivo de las letras, que debieran ser la única ocupación de los hombres, pues ¡es la única cosa que los puede hacer mejores y más sabios! Añadiría yo de buena gana otras cosas que me representan como muy envidiable la vida de Vmd, pero las callo todas menos la compañía de los dos tan amables hermanos, a quienes dará Vmd un abrazo muy estrecho de mi parte. Yo nunca tuve hermanos; ni amigos, sino los comunes.

Nunca me ha sido tan sensible la salida de Madrid como ahora, porque había hecho ánimo de entablar mi grande pretensión, que es la de retirarme, y de imprimir una obrilla, la cual, sin mi presencia, nunca podrá salir a mi gusto; siendo lo peor de todo esto que el mismo día que me desahuciaron de quedar en Madrid, se había presentado en el Consejo, de modo que aquí viene bien lo de le vin est tiré; il faut le boire.

Supongo que ya habrá Vmd recobrado el manuscrito de sus poesías; avísemelo Vmd para mi quietud sobre este particular, y para en caso de no, escribir que se lo devuelva el sujeto en cuya mano quedó, que es de toda mi confianza.

Repito a Vmd y a los suyos una y mil veces mi inútil pero cordial amistad, y las veras con que les soy afecto,

Cadalso.

Por Mérida, Montijo 31 de octubre, 1774.




ArribaAbajo49. A José de Iglesias, escrita en Montijo el 6 de noviembre de 1774

Querido Arcadio:

La infelicidad de este pueblo se aumenta mucho para mí con la mala disposición de los correos. A ella atribuyo no haber recibido todavía respuesta alguna de las cartas que desde mi llegada he escrito a varias personas de esa ciudad: ciudad que siempre suscitará especies gratas en mi memoria, por el mucho favor que debí a sus habitantes.

Escribí a Vmd pidiéndole me dijese si habían o no vuelto mis sobrinos, el marqués de Castellanos, Romeo y Meléndez, a los cuales quiero con singular cariño, y a quienes encargué a Vmd diese mil estrechísimos abrazos de mi parte, sin olvidar a todos los demás conocidos, tales, que merece cada uno de por sí el nombre de amigo íntimo, si no se agraviase el mérito de cada uno de los otros por la predilección de cualquiera de ellos. No obstante, por complacer a Vmd y a mí mismo, le encargo muy distinguidas expresiones para Alexis.

He escrito a Cáseda y a Galiano, muy apreciables amigos, y aguardo su respuesta.

No sé si dije a Vmd en mis anteriores lo que me ha fastidiado la corte durante mi última mansión. No sería en ella donde solicitase mi retiro; mientras más se conocen, más se aborrecen semejantes moradas, y más para quien de niño tuvo lances de hombre y de joven desengaños de viejos. Otro paraje más cómodo, más sincero, más uniforme será el que yo elija, o por mejor decir el que he elegido para descansar lo restante de mi vida; y entre otros amigos menos brillantes y magníficos pero más sencillos y verdaderos daré mi último aliento cuando muera, y gastaré hasta entonces los años que me queden.

Envíenme Vmds y los suyos cuanto compongan. La conversación de Vmds disipará sin duda el tedio que inspira este lugar. A falta de sus palabras, sentiré el mismo alivio con sus escritos, y así, manos a la obra. A Galiano remití una friolera que hice con motivo de embarcarse para Inglaterra un amigo con quien llevé azotes cuando niño. Es natural que Vmd la haya visto.

Repito todo lo dicho y que soy de Vmd de corazón.

Dalmiro

Mil expresiones a su señor padre y hermano.

Por Mérida. Montijo, 6 de noviembre de 1774.




ArribaAbajo50. A Tomás de Iriarte, quizá en respuesta de la epístola en verso del 11 de noviembre de 1774

Mi querido y apreciable amigo:

Las cartas de Vmd me sirven como el maná diz que servía al pueblo circunciso. Si quiero saber noticias de su salud, las hallo en su carta; si se me antoja oír buenos versos, los hallo allí también; si quiero lamentar el triste estado de la literatura, a eso me saben sus renglones. Prosiga Vmd escribiendo siempre que pueda; porque es tal el tedio que inspira este pueblo, que ni aún para escribir tengo gusto, ni aún a los amigos de mi mayor aprecio como Vmd lo es y será siempre. Esta es una vida indolente, floja, insípida, y como dejé en Madrid mis libros, creyendo que habría mucho que hacer con motivo del nuevo ejercicio, y deseando evitar la nota de estudioso que se me ha echado en cara por los sabios de mi carrera, me hallo más solitario que en la Tebaída. Por lo cual vuelvo y volveré mil veces a repetir a Vmd el encargo de que me escriba diciéndome cuanto quiera de re literaria.

Si se disipa esta niebla, hago ánimo de limar una tragedia que iré remitiendo a la censura de Vmd por actos; pero me temo no estar para ello.

Mil abrazos a cada uno de los dos hermanos, y toda la trinidad mande a quien es muy devoto de ella, a saber,

Cadalso.




ArribaAbajo51. A Tomás de Iriarte, escrita probablemente poco después de la anterior

En el café más concurrido de una de las principales ciudades del planeta que llamamos Saturno, suelen leerse las Gacetas más auténticas; y en el párrafo último de una de ellas se incluyó poco ha la siguiente noticia, que ha sido el motivo de todas las conversaciones entre todos los estados: político, eclesiástico, militar, escolástico y jurídico de aquellos países. Ha venido a mis manos por arte mágico de una bruja que vive en la puerta más abajo de mi casa, y dice así:

En un globulillo compuesto de sólido y líquido que anda dando vueltas alrededor del grande y único luminar, hay una pequeña parte llamada Europa, habitada de unos bichillos sumamente despreciables que se llaman hombres. Una porción de la tal Europa, casi inculta y despoblada, se llama España. De la tal España una provincia se llama Extremadura, síncope de extremadamente dura, nombre que le conviene perfectamente por su suelo, clima y carácter de sus habitantes, famosos por haber aniquilado muchos millones de semejantes suyos en otra parte de tal globillo llamada América. En dicha Extremadura u Extremamentedura hay un montón de chozas medio caídas con nombre de Montijo. En el Montijo hay unos animales de dos pies, sin pluma, que llaman hombres, porque en lo exterior se parecen algo a los hombres de otras partes. Entre los tales hombres, o lo que sean, del montón de casas caídas que llaman Montijo de la provincia Extremamentedura del país inculto y despoblado que llaman Europa, menor parte de las cuatro que componen el globulillo compuesto de sólido y líquido que anda dando vueltas alrededor del grande y único luminar, vive un ente de tan extraña constitución que no puede explicarse sino poniendo aquí la distribución de su vida, que es como sigue:

Muy temprano le despiertan sucesivamente el canto de un gallo, el rebuzno de un burro y el martillo de un herrador. Alguna vez se aumenta esta música con el chillido del niño que llora azotado por su madre, o el de la mujer apaleada por su marido, o el de un muchacho descalabrado por una pedrada que otro le tira.

A esto se sigue estarse dos horas en cama a ver si puede dormir, y se levanta sin haber dormido.

A esto se sigue llamar a otro animal semejante al mismo, que le sirve porque le paga, y a quien paga porque le sirve. (Aquí ponía el gacetero una corta disertación sobre amos y criados para explicar a los satúrneos cómo, creyéndose todos los hombres de la tierra descendientes de un mismo hombre y por consiguiente hermanos, se sirven los unos a los otros por interés y no por amor. Se omite el traducir la disertación por inútil.)

A esto se sigue que el tal, a fuerza de quemarse la lengua, gaznate y paladar, toma por primer alimento un mejunje negro hirviendo, soplando y sorbiendo con mucho trabajo, compuesto de canela, cacao y azúcar, desleído en un poco de agua.

A esto [se] sigue que entra en el cuarto del tal otro tal, y le dice: -Mi capitán: de los treinta caballos de la compañía, tres han estercolado tan blando que nos da mucho que sentir; los demás no tienen novedad en su importante salud. De los cuarenta soldados, dos han sacado la espada sobre cuál es más alta, si la Giralda de Sevilla o el Campanario de Santa Cruz. Son muchachos; han quedado amigos. Otros dos se han dado de estocadas sobre cuál vale más, si la Virgen de las Angustias de Granada o la Virgen del Pilar de Zaragoza. Son dos carabineros antiguos, hombres de juicio que nunca han dado que decir en la compañía; ambos están heridos en la cabeza, y con delirio. Se curarán si usted quiere, sin que se sepa. No hay más novedad.

A esto se sigue que el tal dice al otro tal: Está muy bien; taparlo todo menos lo que han estercolado duro los caballos; de eso déle usted parte al sargento mayor; avise usted cuando den la orden para tomar la paga.

A esto se sigue que el tal bosteza cuatro o cinco veces solo en su cuarto, y se viste para salir a bostezar otras cuatro o cinco veces en la plaza con otros tales.

A esto se sigue que los cinco o seis, después de haber bostezado juntos, se separan para ir a comer cada uno su puchero en su mesa, al mismo tiempo que cada caballo come su pienso en su pesebre.

A esto se sigue que se pasean juntos a manera de rebaño sin pastor, y que durante el paseo hablan del buen tiempo, lluvia, cebada, trigo, etc., diciendo todos los días lo mismo, a la misma hora, y con el mismo tono de voz.

El fragmento de la Gaceta no decía más, y los sabios satúrneos es natural que hayan especulado sobre la naturaleza de los vivientes en el Montijo, proponiendo premios a los que traten mejor y hagan más juiciosas conjeturas sobre este que será para ellos fenómeno.

Si Vmd tiene algún amigo colocado en estado parecido a éste, téngale Vmd tanta lástima cuanto cariño tiene a Vmd y a sus hermanos

Cadalso.




ArribaAbajo52. A Tomás de Iriarte, sin fecha ni dirección, pero escrita probablemente en Montijo en diciembre de 1774 o durante la cuaresma de 1775

Querido amigo:

De Salamanca me avisa un amigo haber entrado en ejercicios espirituales para ponerse en estado de hacer una completa confesión general; y añade que, habiéndole entregado su director la Biblia para sacar de ella los puntos de oración mental, tropezó con lo de Job, y se le quedó tan impreso su estilo, que de resulta, ha compuesto el adjunto soneto. Un abrazo a los dos hermanos, y todos tres manden a

Cadalso.

[El soneto mencionado no se encuentra con la carta]




ArribaAbajo53. A uno de los amigos de Salamanca, fecha en Montijo el 25 de marzo de 1775

Muy señor mío y amigo:

Recibo con mucho gusto la muy favorecida de Vmd de 15 del corriente, aunque algo sensible me ha sido la duda que Vmd pone de que me sean apreciables sus cartas. Me tendré por muy agraviado si Vmd no me cree su amigo, y por consiguiente da por sentado que me son gustosas las noticias de su salud y de su señor padre, devolviéndole en mi nombre expresiones de finísimo afecto.

Mil veces me he lastimado a solas del mal ejemplo que nos ha dado a los poetas posteriores la elevación de Píndaro, y de que una tan buena causa produjese efectos tan diferentes.

Horacio fue el primero que conoció la hermosura de aquellos versos sublimes, y también la dificultad de imitarlos. Su oda que empieza: Pindarum quisquis studet aemulari demuestra una y otra verdad; bien que en ella hay más bellezas y menos defectos que en todas las composiciones posteriores llamadas con más o menos razón pindáricas.

Hernando Herrera fue el primer español que se puso despacio y exprofeso a imitarlo en la canción sobre la batalla de Lepanto y en la de la pérdida de Don Sebastián en África. León y Lope tienen algunos rasgos de este género, pero no iguales al dicho aunque tal vez superiores a él en otros. No sé si Góngora y sus desatinados secuaces creyeron imitarlo, en cuyo caso sería menester huir de tal camino por no dar en iguales precipicios.

Moratín quiso resucitar en este siglo la hermosura pindárica de Herrera y se ha igualado con él si no le ha superado; y este ejemplo nos ha hecho mil veces más daño que el de Herrera, que el de Horacio y que el de Píndaro por ser coetáneo nuestro. Aun él mismo pecó gravemente en la elección de asuntos, porque este género de poesía no conviniendo sino a personas u acciones heroicas, se puso a pindarizarme como si yo fuese alguien. Lo mismo hicimos Vmd, yo, Meléndez y últimamente I[glesias] al Inquisidor General, no siendo fácil de entender cómo ha aplicado frases, deidades, sentencias y metáforas paganas en elogio del prelado que preside al Tribunal de la Fe Católica. Es precisamente como si quisiéramos (hablo por lo tocante a la erudición) emplear las frases más sublimes de los Salmos de David, Apocalipsis de San Juan y Profecías de Isaías en alabanzas del Pontífice Máximo de Roma pagana, en cualquiera de las festividades de Júpiter, Marte, Saturno &c.

La canción de Vmd, la de Moratín, la de Meléndez y la mía no son pindáricas por el defecto dicho; y no siéndolo, es importuno el estilo. Ni veo yo hoy ni muchas personas ni asuntos dignos de ello. Por lo que haremos bien en no proseguir por este término, porque nos exponemos a decir mil locuras infructuosas y a corromper la poesía que vuelve a renacer.

Aún no he visto el octavo tomo del Parnaso, que ya ha salido; lo aguardo por instantes, con curiosidad de ver qué han puesto en él.

He de deber a Vmd se tome el trabajo de remitirme copia de las poesías inéditas que le parezcan de entre las que se hallan en los códices que dice, y de Villegas las que sean más sobresalientes y no publicadas.

Quisiera estar más despacio para poder explayarme infinito sobre el delicioso asunto de la poesía; pero estoy sumamente ocupado con la comisión que tengo de enseñar el nuevo ejercicio a los oficiales, cadetes, sargentos y tropa. Hay voces de que se embarca tropa para África. Si mi regimiento no está nombrado para esta expedición, será menester que pretenda yo particularmente mi destino entre los nombrados; de todo lo cual avisaré a Vmd para que en cualquier fortuna, distancia y tiempo me mande con entera libertad, como que soy su amigo y servidor,

q.s.m.b.

Montijo, 25 de marzo de 1775

Joseph de Cadalso




ArribaAbajo54. A José de Iglesias, escrita probablemente desde Montijo en marzo de 1775

Querido Arcadio:

Oigo cada día y leo a cada instante mil quejas y declamaciones contra los hombres, porque entre ellos (dicen otros de la misma especie) no se halla amistad. El mismo Tediato en su primera Noche lúgubre, con su acostumbrada misantropía, al preguntarle el sepulturero si busca el cadáver de algún amigo, [dice]:

Necio eres y mereces compasión si crees que esa voz tenga el menor sentido. ¡Amigos, amistad...! Esa virtud sola haría feliz a todo el género humano. Desdichados son los hombres desde el día que la desterraron o ella los abandonó. Su falta es el origen de todas las turbulencias de la sociedad. Todos quieren parecer amigos; nadie lo es. En los hombres la apariencia de la amistad es lo que en las mujeres el afeite y compostura: belleza fingida y aparente...

y luego prosigue el buen hombre apurando su hipocondría sobre este asunto. Pero ¿tiene razón? Aquí entra un distingo escolástico. Si habla de la amistad y amigos comunes, esto es de aquellos que en los palacios, cortes y embajadas, empleos grandes y máquinas de la ambición se buscan para construir cada uno su fortuna sobre el trabajo del otro, tiene mil razones y hace bien en ponerse de mal humor. Pero no dice bien sino muy mal, si habla de la amistad que nace, crece, y vive siempre entre unos hombres honrados, algo filósofos, propensos a la lectura, y que limitan toda su ambición a pasar su juventud adquiriendo noticias de literatura para tener una vejez llena del consuelo que da la medianía, la instrucción y la jovialidad. En este caso no tiene razón el Sr. Tediato.

De esta especie tengo unos pocos amigos, cuyas prendas me han hecho panegirista del género humano, tan maltratado por otros, y me mantienen en la firme creencia de que hay verdadera amistad en el mundo, y que la encontrará el que la busque. La dificultad está en buscarla y en quererla hallar donde se halla. Contemplando a Batilo y a Vmd, hombres de tan buenas entrañas como yo mismo, creo que tendrían al recibir mis cartas el mismo gusto que yo guardo cuando abro las suyas. Las expresiones que en ellas veo, de estimación hacia mí, me serían odiosas como lisonjeras si viniesen de parte de unos amigos cuales se usan; pero, viniendo de Vmds, me deleitan porque las considero hijas de una tierna amistad, la cual, siendo como es entre nosotros finísima, produce delirios así como el amor, porque anima carent sexu.

Cuando reflexiono sobre estas cosas me hago dos composiciones de lugar: la una de mí mismo, habiendo hecho lo que llaman fortuna, colocado a los cincuenta años en la corte con otros amigos de los que así se llaman en ella. Dilato un poco mi imaginación y descubro un campo lleno de abrojos que cultivan en compañía de otros labradores envidiosos, que se arrancan unos a otros con ansia el infeliz fruto de sus trabajos. La otra es la de verme a dicha edad o mucho antes en una aldea saludable y tranquila, con buenos libros y un criado o dos fieles, en la vecindad de los amigos verdaderos, a quienes visitaré en su casa o recibiré en la mía: siempre alegres, sociables, comunicándonos todas las especies que nos ocurran o bien de invención propia, o bien del trato con los muertos; creciendo en edad, ¡qué viejos seremos tan amables y tan buenos!

Esta idea me encanta, y el deseo de que se verifique me hace llevar con brío los sinsabores que aún me ofrece la carrera, el mundo que desprecio, y la corte que aborrezco.

Todo esto podría llamarse pedantería si lo escribiese un hombre artificioso, pero escrito por mí, que tengo el gusto de haberme adquirido la fama de hombre sincero, no puede mirarse sino como unas reflexiones naturales que salen de una alma colocada fuera de su centro y que lo apetece.

El correo que viene escribiré a nuestro Batilo, porque en el de hoy no hay tiempo para más a causa de los ejercicios.

A Castellanos dígale Vmd que hasta que le escriba sobre cierto asunto que sabe, que será en breve, no verá carta mía, pero que me agravia mucho si me cree capaz de olvidarle por ningún término.

A Alexis tirará Vmd primero de una oreja y luego la otra, y dirá Vmd que es un picaruelo. Yo le respondí a la que me escribió a Madrid; yo le participé mi llegada a este pueblo dos días después de verificada ésta; yo, le he enviado memorias frecuentes en las cartas a Vmd. ¿Pregunto si no debe escribirme no digo una postdata pero una carta entera? Dígale Vmd que, no obstante, le perdono su ingratitud a condición de que me escriba una esquela dentro de las de Vmd o carta aparte.

A Cáseda dará Vmd mil abrazos y expresiones y no menos a Arroyal. Ambos son muy estimables y me precio de estimar lo bueno.

A Galiano otro tanto, y que le escribiré largo y tendido, luego que tenga tiempo menos turbulento que el actual, con ejercicios frecuentes e incertidumbre de marchar o quedar.

En casa de Rico también ha de dar Vmd memorias mías; entre sus tertulianos tengo amigos de mi aprecio, como Armenteros y Ortiz. A este último encargue Vmd en mi nombre me ponga a los pies de mi sobrina la Salmanquina.

En fin, no hay persona en Salamanca que me sea indiferente, así de la universidad como de la ciudad, con que a todos puede Vmd asegurar y repetir mi inútil pero cordial y fino afecto, y de aquí inferirá Vmd en vista de nuestra particular amistad estrechísima, cuánto soy y seré siempre de Vmd

Dalmiro.




ArribaAbajo55. A Manuel de Ascargorta, administrador de los condes de Benavente y marqueses de Peñafiel, más adelante duques de Osuna, escrita desde Montijo el 30 de marzo de 1775, contestando a una carta de Ascargorta del 21 de marzo

Muy señor mío:

Vmd que conoce el reverente afecto que profeso, días ha, a la Exma. Casa y amabilísima persona de mi sobrina y señora, se hará cargo del inexplicable gusto que me ha causado la noticia que veo en la que de orden de S.E. me escribe Vmd con fecha del 21 del que acaba, comunicándome la felicidad con que S.E. dio a luz un robusto y hermoso primogénito.

Contemplo la alegría de los Exmos abuelos y padres con tan plausible motivo como el ver afianzarse la sucesión de una de las primeras casas de España, y ver favorables esperanzas para la sucesión de otra de igual jerarquía, reunidas ambas en una persona de tan alto mérito.

Mientras S.E. no esté en estado de responderme, hágame Vmd el favor de continuarme las noticias de su importante salud y de la del niño; y aun después de restablecerse S.E. me serán siempre apreciables las cartas de Vmd, en las que me mande cuanto sea de su agrado, porque le profeso el afecto a que le hacen acreedor sus buenas prendas. Y por tanto pido a Nuestro Señor guarde a Vmd muchos años.

Montijo, 30 de marzo, 1775.

BLM de Vmd

Su más afecto y seguro servidor

Joseph de Cadalso




ArribaAbajo56. A Juan Meléndez Valdés, escrita desde Montijo en abril o mayo de 1775

Mi querido sobrino:

En cumplir a Vmd la palabra que le he dado de dejarle por depositario de mis manuscritos mientras voy a la guerra, y por heredero de ellos si no vuelvo, logro, o pretendo lograr, dos gustos. El 1.º es dar a Vmd y al público una prueba evidente del afecto que le cobré durante mi mansión en Salamanca, y el concepto que formé de sus talentos, índoles y modo de pensar. El 2.º es, que en caso de morir en campaña, no se me atribuyan obras algunas póstumas que yo no haya hecho. Ni quiero que se note mi memoria con los papeles que se den a luz en mi nombre si son malos, ni que se me honre con los que no merezco si son buenos. Lo poco que tengo hecho va contenido en el paquete que irá a manos de Vmd, y el índice es el siguiente:

1. Noches lúgubres. Las leyó Vmd en Salamanca y le expliqué lo que significaban: la parte verdadera, la de adorno y la de ficción. Supongo en Vmd, o por mejor decir, creo y me consta en Vmd, bastante discreción para no fiar este papel a mucha gente, ni leerlo al profano vulgo (entiendo por vulgo: toda aquella gran porción del género humano que no piensa, y que a fuerza de dejar en la inacción su racionalidad, casi la han igualado con el instinto de un bruto o el movimiento de una máquina).

2. La Numantina. Tragedia en cinco actos. En el prólogo de ella he puesto cuanto juzgo necesario en materia de teatro. Otra hay sobre el mismo asunto compuesta por el catedrático de poesía de San Isidro; y fue la que me dio la idea para ésta.

3. Poesías inéditas de algunos de mis amigos y otras mías. Vmd las conoce todas, menos la Canción a la Victoria de Melilla, la cual, a la hora que escribo esta carta, no sé si la concluiré, corregiré y publicaré, o si la dejaré como está.

4. Notas a la Carta Persiana N.º 78 en que el Sr. Presidente Montesquieu se sirve decir un montón de injurias a esta nación sin conocerla. Este es un manuscrito que haría fortuna imprimiéndose en un país en que hubiese algo de patriotismo, pero en España de nada bueno serviría y sí tal vez en perjuicio al autor, no tanto en el estado en que la conservo como en el total de donde se extractó este cuadernillo.

5. Compendio de Arte Poética. Empecé esta obra en obsequio de Vmd; pero el discípulo se igualó al maestro si no le superó; con que se dejó en este estado que se dirigía a su enseñanza.

6. La Linterna Mágica. Este papel iba para el mismo término del de Los eruditos a la violeta, aunque un poco más alto de tono. Lo dejé así porque convino, y me quiero ir al otro mundo con este secreto como con algún otro.

7. Memoria de los acontecimientos más particulares de mi vida. Guárdelo Vmd para hacer uso de él para su gobierno en el mundo. Por ningún término publique Vmd los nombres ni lugares ni tiempos que cito. Sobre esto encargo su buen corazón, amor al prójimo y fidelidad a su amigo.

Otros papeles más serios que he tenido, los quemé durante mi última extraña enfermedad de Madrid. Más quise hallarme en la convalecencia privado de algunos documentos curiosos, y tal vez honoríficos hacia mí, que perjudicar a algunos con el hallazgo de mis papeles, si acaso llegaba mi muerte.

En poder del marqués de Villamenazar (que Vmd. conoce) quedan algunos otros, pero de ninguna importancia para el público ni para mí, exceptuando algunas varias cartas de algunos amigos míos. Nada me importa tanto como mis amigos.

Tal vez si muero en esta guerra saldrá a luz alguna colección de cartas familiares mías. En este caso puede Vmd protestar al público ser falsas todas las que no se hallen escritas de mi puño. Vmd, nuestro teólogo, Iglesias, Cáseda, Forner, Ortiz el matemático y Madama Beltrana tienen las únicas que he escrito a esa ciudad. En Madrid se hallan otras escritas a la Exma. Sra. Condesa de Benavente, entre cuyas admirables prendas se ha hallado una sola extravagancia, que ha sido estimar mis cartas y conversación, ligándonos una tan sólida y verdadera amistad cual yo nunca creí posible entre personas de distintos sexos. Tanto puede la virtud en un pecho como el suyo y el respeto en un corazón tan humilde como el mío. Si se tuviese más cuidado en escribir las costumbres de la nación, esta amistad formaría época en semejante historia. Otras cartas se hallan escritas a su Exma. madre; otras al marqués de Villamenazar, mozo de excelentes calidades; otras al marqués de Tabuérniga, cuyo entendimiento es absolutamente el mayor y más claro que he tratado; otras a Don Joaquín Rovira con el nombre de mi tutor, a quien debo mil veces más que a mis padres; otras a nuestro filósofo poeta Moratín: cuatro personas colocadas bien diferentemente a lo que se merecen. Otras, a un excelente sujeto, igualmente colocado mucho más abajo de lo que obtendría si la fortuna no fuese por lo común enemiga del mérito: se llama Don Juan Dupont, y hombre tan singular que ha llegado a unir la solidez española con la amabilidad francesa. Otras a Don Nicolás Macé, subteniente del Regimiento de Mallorca, sobrino mío, y de los que hacen más honor a su tío.

Algunas otras he escrito a personas altas y bajas que tal vez importan algo: singularmente una larga correspondencia, que mantuve durante mi destierro en Aragón, con un amigo cuyo mérito y prendas he celebrado en mis débiles poesías bajo el nombre de Ortelio; y con la marquesa de Es[calona], pero a mi regreso a Madrid quemé cartas y respuestas. Otra tuve igual, a saber: mi colección de cartas y respuestas a Don Joaquín Oquendo, cuyo nombre ocupa una página muy larga y curiosa en el Compendio de mi vida; y finalmente, hay otra serie de cartas y borradores de respuestas mías a una dama joven y llena de talento, que me ha escrito a Montijo, filosofando mejor que muchos hombres que conozco preciados de filosofar. La incluyo entre los papeles que dejo a Vmd porque quiero yo que, muerto yo, nadie la vea primero que Vmd, a quien encargo no las publique con el nombre de la señora. Mi correspondencia con el Literato Napolitano es muy corta, pero capaz de envanecerme, si yo apreciase en algo las cosas de este mundo. Incluyo también un juego de los Eruditos, Suplemento y Poesías con las correcciones necesarias para otra impresión, que intento hacer si vivo, o para cualquiera que se haga si muero.

Cartas de ministros, poderosos y grandes escritas a mí, que soy chico, desgraciado y subalterno, no merecen lugar entre las producciones del espíritu, por débiles que sean, y entre las cartas de mis amigos (aunque éstos sean tan inútiles como yo), pues no miro aquéllas sino como unos pedazos de papel manchados con tinta. Aún conservo algunas pocas de muchísimas que he recibido en mi vida: vida corta, a la verdad, si ahora la acabo, pero llena de casos raros aunque no pase de hoy.

Este es el testamento de quien morirá sin el sentimiento de dejar cosa alguna preciosa en este mundo sino la memoria de algunos amigos. Entre los que miro como tales ocupa Vmd un lugar muy distinguido en el corazón de su afectísimo tío y

Cadalso.Después de escrita esta carta recibo la última de Vmd a que contestaré el correo que viene. Al mismo tiempo me hallo con otra, en latín, de nuestro Arcadio; y otra del Teólogo. A cada uno un abrazo y otro a Armenteros y Ortiz. Hoy respondo a Iglesias en la misma lengua.




ArribaAbajo57. A José Iglesias, escrita desde Montijo con la misma fecha que la carta anterior

Arcadio mío:

No le perdone a Vmd el chasco de hacerme escribir en latín. Quince años ha que lo dejé, y Vmd está ahora con las manos en la masa. Pero, en fin, allá van esos pocos renglones que tendrán, sin duda, tantos yerros como palabras. Pero todo se debe suplir a un soldado que por su oficio y obligación se ejercita a estas horas en la ocupación humanísima de ver cómo pueden combinarse las fuerzas separadas de cada hombre y cada caballo separado, y luego, todos juntos, para matar mayor número de semejantes suyos. Esto ya ve Vmd cuánto dista de infundir dulzura en el estilo y pureza en el latín, cual se necesita para escribir a un salmantino.

Dalmiro.

[Carta latina de Cadalso a Iglesias que se incluyó con la anterior]

Dilectissimo amico suo Arcadio salutem dat plurimam

Dalmirus

A teneris unguibus studia reliqui ad castra e scholis vocatus; et ideo latinam linguam barbaro more loquor, ineptiusque scribo, quamvis illius inter omnes hominum sermones praestantiam admiror. Aurei Divi Augusti saeculi opera omnia, re verâ, pro manibus habeo; sed ipso quo potest modo Barbarus quilibet in Americae nostrae Garciae Lassi Toletani dulcia possidere poemata. Hac de causa non sine timore linguâ ipsâ, quam tibi infundere voluit mater natura, respondere conabor, amice dilectissime, musarumque omnium dignissime alumne.

De Batylo nostro, ipsiusque amoribus plura dicas: quemnam sese gerit? An tristis, an laetus videtur? Quaenam de amicâ suâ carmina facit, favente Phoebo? Dominam suam crudelem, gratamve vocat? Tacetne dubitans? Facilis est ingenio, juvenis ille, forma egregius, aetate florens, indole amabilissimus. Tot ergo et tantis causis formosarum puellarum amore nunc et diu fruatur.

Nuper ego ab illo litteras habui amores suos negante. Sed frustra. Illius flammae vestigia agnosco. Carmen enim ipsius in latronem quemdam qui Baty1i columbam rapere conatus erat legi. Carmen, mehercule, cultum, elegans et candidum. Dulcia de columbâ, horrida de latrone ab illo dicta cor ejus amore plenum esse probant luce meridianâ clarius.

De caeteris amicis ne taceas mecum; sed multa et saepe scribas. Nomina enim illorum gratissima sunt auribus meis. Hos ego fraterno more diligo, vel almae tuae academiae condiscipulos, vel probae patriae tuae cives. Quamvis multorum hominum mores vidi, et urbes, in patriâ tuâ vitae meae finem (si fata sinant) attingam, procul negotiis, palatiis, et hominum variis stultitiarum generibus.

Jube, et vale.

[Versión de la carta latina]

A su dilectísimo amigo Arcadio saluda afectuosamente Dalmiro.

Desde mi tierna infancia fui llamado de la escuela a abandonar los estudios por la vida militar. Por ello hablo la lengua latina al modo de los bárbaros, y aun con mayor ineptitud la escribo, aunque admiro su prestancia por encima de todos los idiomas de los hombres. Tengo a mano, en verdad, todas las obras del siglo de oro del Divino Augusto; pero del mismo modo en que puede cualquier bárbaro en los bosques de nuestra América poseer los dulces poemas del toledano Garcilaso. Por esta causa no sin temor intentaré responderte en la misma lengua que a ti quiso infundirte la madre naturaleza, amigo dilectísimo y dignísimo alumno de todas las musas.

De nuestro Batilo, y de sus amores, quisiera que me dijeses más. ¿Cómo está? ¿Se muestra triste o alegre? ¿Qué tipo de poemas escribe sobre su amiga, con el favor de Febo? ¿Llama a su dueña cruel o grata? ¿Calla en la duda? Es fácil de ingenio, aquel joven, egregio de aspecto, en edad floreciente, muy amable en el trato. Por tantos y tan grandes motivos ojalá disfrute ahora y por largo tiempo del amor de las hermosas doncellas.

Recientemente tuve carta suya en que negaba sus amores. Pero en vano. Reconozco las huellas de su llama. Leí en efecto su poema a un ladrón que intentó robar la paloma de Batilo: poema, por cierto, culto, elegante y puro. Sus palabras dulces acerca de la paloma, horribles acerca del ladrón, prueban con más claridad que la luz del mediodía, que su corazón está lleno de amor.

No calles conmigo nada acerca de los demás amigos; escribe mucho y a menudo. En efecto, sus nombres son muy gratos a mis oídos. Les amo fraternalmente, sean sus condiscípulos en la universidad, o ciudadanos de tu honesta patria [Salamanca]. Aunque conozco las costumbres de muchos hombres y las ciudades que habitan, me gustaría alcanzar el fin de mi vida en tu patria (si los hados lo permiten), lejos de los negocios, los palacios y los distintos tipos de estupidez del género humano.

Mándame, y adiós.




ArribaAbajo58. A José de Iglesias, escrita desde Montijo en abril o mayo de 1775

Mi querido Arcadio:

La tristeza, cuando nace de lo que Vmd me insinúa, a saber, de dudas internas, pasiones de ánimo y otros achaques del espíritu, mil veces más penosos que los del cuerpo, entre los Santos tiene el remedio de la oración mental, lección espiritual, confesión general y contemplaciones místicas, etc.; pero entre los que no lo somos no tiene más medicamento que uno, y es desabrochar el pecho con un amigo, y referirle lisa y llanamente cuanto pasa en lo interior, de cualquiera especie que sea, sin recelo, aprensión ni cortapisa alguna. Yo no me contemplo en estado de quitarle a Vmd ese peso de encima del corazón, porque harto he hecho con entenderme con mi hombre interior doce años ha; pero sí me ofrezco a oír cuanto Vmd me diga; y responderle con el alma en la palma, oportuno o importuno, pero siempre sincero. Haga Vmd la experiencia si gusta. Experimentando algún alivio, proseguiría; y si no halla mejoría, mudaría de método. Cualquiera que no me conozca creerá que escribo esta carta dictante superbia; pero Vmd se hará cargo de que lo hago sólo por ver si tengo con qué aliviar a un amigo a quien estimo porque me parece estimable.

La carta latina que remití a Vmd no merece el aprecio que se hace de ella en quererla copiar los académicos. No iba correcta ni estoy ya en tiempo de corregir composición alguna en aquel divino idioma. Hace diez y ocho años que no lo hablo ni lo escribo, y aunque en mi niñez lo estudié con buenos maestros, se pasó el tiempo, la costumbre y el humor. Soy como los viejos, que aunque hayan bailado muy bien el Amable y la Bretaña en su mocedad, cuando llegan a muchos años apenas hacen la cortesía al minuete, y luego dejan el puesto para que los mozos luzcan su destreza y aire, contentándose con mirar y aplaudir a los que sobresalen, y dar tal vez un dulce a la niña o niño que empieza la escuela con muestras de aprovechar.

Aguardo la carta latina de nuestro Batilo que Vmd me anuncia. Las de este joven y las de Vmd, que me son tanto más gustosas cuanto más frecuentes, ocupan en mi papelera un paraje muy distinguido, así como los nombres de los que las escriben se colocan en lo íntimo del invariable corazón de

Dalmiro.




ArribaAbajo59. A Juan Meléndez Valdés, escrita en latín desde Montijo, poco después de la carta anterior a Iglesias

Amico suo jucundo Batylo

sal. dat plur. Dalmirus.

Epistolam tuam mihi latine scriptam nuntiavit Arcadius noster. Hanc diû maximo desiderio expectavi. De te enim, de tuis amoribus, carminibus, studiis, prosperis rebus, de omnibusque tuis, libentissime semper audio. Utinam saepissime! Latino vero Deorum sermone quidquid mihi dicas, tanto me gaudio felicem faciet, quanto ego te amore prosequor.

Tuas tandem accipiam litteras Ciceronis more scriptas, tuncque elegantiâ captus, grati nomini memor, clamabo ipso quo Horatius Flaccus furore

Odi profanum vulgus, et arceo, etc.

et litteras alias a multis Matriti hominibus scriptas, procul a me flammis dabo, iterum, iterumque sublimiori voce clamans Odi profanum etc. Haec autem a multis scripta quos homines non viros voco, quamvis proceres sunt, et atavis edite regibus, nihil mihi nisi falsas aulae, civitatisque artes, quas odi, offerunt: tuae, vero, delectissime Batyle, omnia deliciarum genera habere, et mihi dare, videntur. Si tempus revocari posset (sed fata non sinunt, et numquam, eheu! numquam reditura fugit quae semel abest: dies), si tempus, inquam, esset revocandum, juvenilia omnia mea, annos, scilicet, formam, latinae linguae peritiam, cordis et oris gaudium, revocare etiam vellem, non mehercule, ad suprema militiae, palatii, togae, vel reipublicae munera obtinenda, non ad incipienda, in posteritatis gratiam opera, non ad alia facienda quae facere totis viribus nonulli volent (quamvis omnia nihil sunt nisi umbrae et nugae), sed ad plures tecum consumendos annos inter juventutis tuae dulcissimas horas et ingenii tui cultissima carmina.

Quid enim nisi amicitiam probis viris dare potuerunt boni Divi, ut humanae vitae miserandam sortem aliquo ferre modo valeamus? tot inter et tantas palatiorum insidias, castrorum horrores, togae officia, plebis insolentiam, procerum superbiam, fortunae vicissitudinem, mentis insaniam, phisici corporis morbos, caeterasque nostras vix numero continendas, vix nomine distinguendas calamitates, nihil, nihil profecto, miseris hominibus solatium praebet, nisi amicitia, amicitia, inquam, etsi a multis ficta, apud te et alios (pauca, re vera) invenienda. Et jure apud te inventum a me esse dico pretiosum illud coeli donum, et apud nonnullos quos ego, ut ait Ovidius noster, fraterno dilexi more.

Quidnam de Hymenaeo tuo credam? Arcadius quae affirmat tu negas. Diceturne Hymenaeus? Vocibus puerorum, puellarum inter pocula, et convivia diceturne a me factum epithalamium? Eritne tandem inter Hymenaei amorisque ignes libero pede pulsanda tellus?. Cingamne tempora floribus suave olentis amarisi, et quae nuptialis jubet religio hilariter faciens, concinamne in modum: Io Hymen, Hymenaee Io? Dic, dulcissime, responde, age.

Phoebe, musarum pater, qui futura scis, vatibusque nuntias, salve. Fata mihi per te pateant. Non de rebus quae ad regna attinent interrogo. Nec de scienfiis. colendis, nec de armis gerendis, nec de finibus imperiorum, nec de gentium origine, nec de veteris terrae partibus consummendis, nec mundis detegendis novis, scire cupio. Quid enim ad me? De Batylo autem, de Batylo meo, quem plus oculis meis amo, nihil mihi taceas. De illo, de illius uxore, natis, natorum filiis, filiorumque nepotibus, sciam quidquid est futurum. Quod si facias, Jovis Latonaeque fili, laudes tuas canendo verba nova per audaces dithyrambos devolvens numeris lege solutis ferar, Horatii instar, Pindarum aemulari studentis.

Tu denique, Deorum hominumque pater, mundique rector, et orbis quem videmus, invisibiliumque numero carentium opifex omnipotens, Jupiter, fave. Amici mei prolem bonis omnibus virtutibus ornes quas in tam caro capite admiror.

Batyle, jube et vale.

[Traducción]

A su alegre amigo Batilo saluda Dalmiro.

Nuestro Arcadio me anunció tu carta escrita en latín. La he esperado durante largo tiempo con el mayor deseo. Pues de ti, de tus amores, poemas, estudios, prosperidades, de todas tus cosas, siempre oigo hablar con el mayor gusto. ¡Ojalá fuera más a menudo! Pero todo lo que digas en la lengua latina, que es la de los dioses, me llenará de un gozo tan intenso como el amor que te profeso.

Por fin recibiré tus cartas escritas en el estilo de Cicerón, hombre de grata memoria para mí, y entonces capturado por su elegancia, clamaré con el mismo entusiasmo que Horacio Flaco.

Desprecio al vulgo profano, y lo rechazo.

Y apartaré de mí, echándolas a las llamas, otras cartas escritas por mucha gente de Madrid, gritando una y otra vez, con voz más airada: Desprecio al vulgo profano, y lo rechazo. En realidad, estas cartas escritas por muchos a los que llamo 'gente' más bien que 'hombres', aunque son próceres, y descendientes de rancios reyes, nada me ofrecen sino falsas artes de aula y de corte, a las que odio. Tus cartas, en cambio, dilectísimo Batilo, parecen poseer y darme toda clase de delicias. Si el tiempo pudiera volverse atrás (pero los hados no lo permiten, y nunca, ¡ay!, nunca torna el día que ya ha pasado), si el tiempo, digo, pudiera hacerse retroceder, quisiera recuperar todas las cosas de mi juventud: es decir, la juventud misma, el aspecto, la pericia en la lengua latina, la alegría del corazón y del rostro, no por cierto, para obtener los supremos cargos de la milicia, del palacio, la toga o la república, ni para iniciar obras para ganar la fama póstuma, ni para hacer otras cosas que todos quieren hacer con todas sus fuerzas (aunque todas ellas nada son sino sombras y nubes), sino para consumir contigo mis años, disfrutando de las dulcísimas horas de tu juventud y los cultísimos poemas de tu ingenio.

¿Qué pudieron dar los buenos dioses a los honrados varones mejor que la amistad, para que podamos soportar de algún modo la suerte miserable de la vida humana? Entre tantas intrigas de palacios, tantos horrores de la guerra, tantos deberes de la toga, tanta insolencia de la plebe, tanta soberbia de los próceres, tantas vicisitudes de la fortuna, locura de la mente, enfermedades del cuerpo físico, y otras calamidades nuestras, casi innumerables e indescriptibles, nada, nada en verdad, ofrece solaz a los desdichados hombres, excepto la amistad, la amistad, digo, que, aunque fingida por muchos, en ti y en otros (pocos, en verdad) puede encontrarse. Y digo bajo juramento que en ti encontré aquel preciso don del cielo, y en todos los que, como dice nuestro Ovidio, he amado con amor fraternal.

¿Qué debo creerme de tu casamiento? Lo que Arcadio afirma, tu lo niegas. ¿Se celebrará tu boda? Con voces de niños y de niñas, entre copas y convites, ¿se dirá un epitalamio compuesto por mí? ¿Temblará la tierra, por fin, bajo el ritmo de la desenfrenada danza, entre las antorchas de Himeneo y del amor? ¿Ceñiré las sienes con flores de mejorana de suave olor? Y, alegrándome como manda el rito nupcial, ¿cantaré según la tradición: Ven, Himeneo, ven? Dí, dulcísimo, responde, ¡anda!

Febo, padre de las musas, que conoces el futuro y lo anuncias a los vates, salve. Que se me revelen los hados por mediación tuya. No te pregunto sobre las cosas que se refieren a los reinos. Ni deseo saber nada referente al cultivo de las ciencias, al arte de la guerra, nada de los límites de los imperios, del origen de los pueblos, ni de la unión de tierras anteriormente divididas, ni del descubrimiento de nuevos mundos. ¿Qué me importa a mí? De Batilo, en cambio, a quien amo más que a mis ojos, nada me ocultes. De éste, de su esposa, de sus hijos, de los hijos de sus hijos y de los nietos de sus hijos, quiero saber qué va a ser. Si lo haces, hijo de Júpiter y Latona, cantaré tus alabanzas, dejándome llevar a la manera de Horacio, intentando imitar a Píndaro, por versos libres de toda regla.

Tú, finalmente, padre de los dioses y de los hombres, rector del mundo y del orbe que vemos, omnipotente autor de lo invisible y de lo informe, Júpiter, ayúdame. Adorna a la prole de mi amigo con todas las buenas virtudes que admiro en tan querida persona.




ArribaAbajo60. A José Iglesias, en latín, escrita desde Montijo en abril o mayo de 1775

Arcadio suo Dalmirus sal. dat plur.

De salute tuâ, de Batyli nostri amoribus, de Cantabri Basarrati corde erga puellam tenero, de caeterorum amicorum vitâ, de incognito alio Cantabro, quidquid mihi latina tua elegantissima epistola nuntiat, mihi gratissimum est. Omnia enim quae ad tuae civitatis probissimos viros, almaeque academiae ingeniosissimos alumnos, necnon doctores sapientissimos, magnâ cordis mei laetitiâ semper audio, et audiam libentissime, sive in hac vivens provinciâ inhospitali, (pace Batyli nostri dixerim) sive Matriti inter proceres, sive inter regis vexilla et castra apud barbaros. Qua propter iterum, iterumque, saepissime, imo et quoties fieri possit, de illis, et de te scribas. Quod si facias, amabo te. Quidquid de amicitiâ Batylo nostro nuper dixi tibi dictum ducas. Mores hominum multorum et urbes vidi (sic veritatis gratia praeterito mente scribebam), in nullâ autem totius orbis civitate amicitiae digna corda sicut in patriâ tuâ inveni; quippe claro ingenio, probo corde, indole facili, sermone jucundo, ornati nonnulli numerandi sunt viri: et nihil amplius ad nostram consummendam vitam est desiderandum. Heu illis qui alia petunt ignorantiâ ducti vel invidiâ.

De 8vo Parnassi volumine quid tibi videtur? ne taceas, precor.

De pugnâ nuper factâ in civitate vulgo Melillâ carmen componere conabor, favente Phoebo: et quod olim de Bello apud Clavijo fueram, principium mihi praebet et ecce

(hic 24 versus qui in initio leguntur).

De bello nunc agens quid referam, nisi quod gloriae gratum, et amicitiae triste? Istius borbonicae cohortis turmae, Carolo jubente, castra, ni fallor, videbunt. Dux primus noster (coronel) jamjam in Herculea adest civitate, ibique sunt naves, milites, arma, bellica tormenta, caeteraque mortis genera, in Africam parata. Si forte in illâ avidâ mundi parte mors est a me invenienda, ecce Batylo nostro omnia meâ manu scripta opera relinquam, amicitiae pignora. Si vero reditum meum secunda sinunt fata, haec mihi iterum reddet scripta, eo pretiosiora, quo pro manibus tam cari amici fuerint. Si autem sum moriturus, lugete, amici, lugete. Proborum lacrymae mortui sunt praestantissimae laudes, quippe eum quoque probura fuisse praedicant.

Barbara pyramidum miracula, quae Memphis laudat, non desideranda mihi videntur. Nec ludos opto quos habuit, propter patris mortem pius Aeneas, cursum scilicet navalem, ac pedestrem, cestuum pugnas, et sagittarum ejaculationem. Si aliquando inter amicos pia cordis mei memoria habetur, si nomen Dalmiri inter vos audiunt profani, hilariter sedes tangam beatas. Et quod erit satis mihi, in tumulo humili

Epitaphium


Qui jacet hic
mortuus est, quia natus est.
Nec de nativitate suâ, nec de morte curavit:
natus dives; mortuus pauper.
Angliam, Galliam, Italiam, Germaniam, Bataviam, vidit:
patria vero suam Hispaniam dilexit.
Puer studia coluit: arma juvenis gessit.
Patria laudes cecinit; de illo una laus tantum est dicenda,
scilicet
probus fuit, probosque amavit.
Quam in terrâ vivens omnibus dedit pacem illi mortuo det in coelo
Deus
optimus, maximus,
Amen.

Post mortem nihil est (ut ait Seneca) ergo postquam de morte meâ loquutus sum, nihil amplius est a me dicendum, nisi in aeternum

Vale.

[Traducción]

A su Arcadio saluda Dalmiro

Todo lo que me cuenta tu elegantísima epístola latina, acerca de tu salud, de los amores de nuestro Batilo, del corazón del cántabro Basárrate enternecido por una doncella, de la vida de los restantes amigos, de otro cántabro que no conozco, me es muy grato. Pues todo lo que afecta a los muy honrados varones de tu ciudad, a los inteligentísimos alumnos de la universidad, y, por supuesto, a sus sapientísimos doctores, lo oigo siempre con gran alegría de mi corazón. Lo oiré con muchísimo gusto, ya viva en esta inhóspita provincia (dicho sea con perdón de nuestro Batilo), ya entre las banderas del rey y las tiendas de campaña frente a los bárbaros. Por ello, te reitero una y otra vez, lo más frecuentemente, cada vez que puedas, escríbeme de aquéllos y de ti. Si lo haces, te amaré. Todo lo que acerca de la amistad dije recientemente a nuestro Batilo, considéralo dicho a ti. Conozco las costumbres de muchos hombres y sus ciudades (así escribía antes con toda sinceridad), pero en ninguna ciudad de todo el orbe he encontrado corazones tan dignos de amistad como en tu patria; pues todos sus varones pueden ser considerados de claro ingenio, de corazón honrado, de fácil trato, de conversación alegre: y nada mejor puede desearse para nuestra vida perecedera. ¡Ay de aquellos que buscan otras cosas, guiados por la ignorancia o la envidia!

¿Qué te parece el octavo volumen del Parnaso? No calles, te lo ruego.

Intento componer un poema sobre la batalla recientemente librada frente a la ciudad llamada Melilla, si me inspira Febo. Y porque había estado una vez en Clavijo, el principio, que se refiere a aquella [histórica] batalla, me gusta. Es como sigue:

(aquí veinticuatro versos que se leen al principio)

¿Qué puedo contarte de la guerra que se prosigue ahora, a no ser lo que es triste a la amistad aunque grato a la gloria? Los escuadrones del regimiento de Borbón irán, si no me equivoco, a unirse con el ejército, si Carlos envía la orden. Nuestro primer jefe (coronel) ya está presente en la ciudad de Hércules [en Cádiz], y allí están las naves, los soldados, las armas, las máquinas de guerra, y los restantes ingenios de muerte, preparados para África. Si por casualidad en aquella ávida parte del mundo encuentro la muerte, quiero que todas las obras escritas por mi mano queden para nuestro Batilo, en prenda de amistad. Pero si los hados favorables decretan mi regreso, me devolverá de nuevo estos escritos, tanto más preciosos, por cuanto han estado en manos de tan querido amigo. En cambio, si he de morir, llorad, amigos, llorad. Las lágrimas de los honrados son las mejores alabanzas para un muerto, ya que predican que también él fue honrado.

Las bárbaras maravillas de las pirámides, orgullo de Menfis, no me parecen deseables. Ni deseo los juegos que celebró el piadoso Eneas a la muerte de su padre, a saber, las regatas y carreras, las luchas de púgiles, y el lanzamiento de saetas. Si alguna vez mis amigos se acuerdan piadosamente de mi corazón, si los profanos oyen entre vosotros alguna vez el nombre de Dalmiro, con gusto alcanzaré la sede de los bienaventurados. Y será bastante para mí un epitafio, en un humilde túmulo:


Quien aquí yace
murió porque nació.
Ni de su nacimiento, ni de su muerte se preocupó:
nació rico; murió pobre.
Conoció Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, Holanda:
pero como patria suya amó a España.
De niño cultivó los estudios: de joven llevó las armas:
Cantó alabanzas a su patria; de él sólo hay una loa que decir,
a saber
fue honrado y amó a los honrados.
Que la paz que él, vivo, dio a todos en la tierra,
a él, muerto, se la dé Dios, óptimo y omnipotente, en el cielo. Amén.

Después de la muerte nada hay (como dice Séneca). Por lo tanto, no me queda nada que decir, después de hablar de mi muerte, sino un eterno

Adiós.




ArribaAbajo 61. A José Iglesias, escrita desde Montijo poco después de la anterior

El susto con que Vmd y los otros Académicos están con motivo de mi intento de ir a la guerra, en caso de que ésta se encienda, me prueba lo mucho que me estiman, a lo que correspondo de lo íntimo de mi corazón. Mirándome yo a mí mismo por todas partes a la luz del amor propio (que suele aumentar las buenas prendas y disminuir las malas) no hallo en mi inútil persona calidad alguna por donde mi vida deba ser de tanto aprecio, y sólo puedo atribuir a la dulzura de Vmds y de los suyos la estimación que hacen de este soldado y medio filósofo.

Dije medio filósofo, porque sin haber llegado a alcanzar toda aquella quietud de ánimo que inspira la verdadera filosofía, no ha dejado de enseñarme a filosofar mi extravagante suerte o fortuna. De su misma inconstancia he aprendido a despreciar sus bienes y sus males. Pero el largo uso de llevar esta casaca, el haber tenido por noviciado una campaña infeliz, aunque no sangrienta, y el conocimiento de ser ignominioso el retiro de un soldado en circunstancias tan críticas como las actuales, me han hecho oír con gusto la trompeta, y suspender por ahora mi solicitud de retirarme; bien que siempre con el firme propósito de volver a entablar esta pretensión al hacerse la paz o desvanecerse las voces de guerra. Por lo demás, crea Vmd, querido Arcadio, crea Vmd que para despreciar el mundo y seguir mi espíritu filosófico, me sobran experiencias tales cuales no deseo que jamás las tenga persona alguna a quien yo ame.

Entre tanto, las voces de embarco de tropas, armamento de navíos, y todo género de disposiciones, siguen, aunque no en tanto número como se dijo. La caballería no pasará de 800 soldados, y para evitar recursos y pretensiones, se han nombrado de pronto soldados, oficiales y jefes, sin contar con tropa ni oficialidad de los regimientos del Príncipe, Reina, Borbón y España, pues de estos cuatro sólo marcharon tres coroneles y teniente coronel. Tengo hecha mi solicitud de ir de voluntario, pero temo que antes que mis amigos en la Corte puedan alcanzar esta gracia, esté ya hecho el embarco de Cádiz y el de Cartagena, pues el del Ferrol ya se ha ejecutado.

De todos modos, Vmd prosiga escribiéndome para el mismo pueblo del Montijo, hasta que yo le avise mi marcha o mudanza.

Me han encantado las noticias que Vmd me da de los progresos hechos por nuestros académicos, y de haber aprobado mi proyecto de publicar un Parnaso Español de poetas hoy vivos. Vmds vayan haciendo acopio de sus más selectas poesías, después de pasar muchas limas sobre cada composición. Lo mismo haremos Moratín, otro amigo y yo (en caso de no haber guerra o volver yo de ella). El invierno que viene estaré en Madrid, haré las diligencias necesarias para la impresión, recogeré las de Salamanca, yendo a pasar ocho días allá. Convendremos en el prólogo, notas o crítica, y se logrará lo que deseamos. De tal modo pueden combinarse las cosas que antes del invierno nos veamos, y tal vez para la temporada de los toros.

Nada me dice Vmd de nuestro Alexis, a quien aprecio bastante para sentir no tener noticias suyas. Dele Vmd memorias muy finas de mi parte.

Con motivo de la cercanía de los pueblos, me ha escrito Forner varias cartas y remito algunas composiciones suyas, entre las cuales la adjunta.

A estas horas habrá Vmd recibido otra mía en latín o lo que sea; en el mismo hago ánimo de pagar una que debo a Basárrate. Le daré zumba sobre sus amores y me descargaré con el texto de Vmd.

Adiós, mi querido Arcadio. Continúe Vmd queriendo a su invariable amigo que lo es de corazón.

Dalmiro.




ArribaAbajo62. A José Iglesias, escrita desde Montijo, probablemente en el mes de junio de 1775

Querido Arcadio:

Quedo enterado de haber recibido Vmd mi última carta latina y el epitafio. Aunque yo no hubiese de morir en esta clase media en que me tiene la fortuna, sino en la jerarquía más alta, nunca apetecería otra inscripción en mi tumba. Cuantos epitafios célebres he visto son unos dechados de la vanidad del difunto o de los vivos que le enterraron. De miedo de no parecer pedante, no lleno este pliego y otros muchos de ejemplos que confirman esta proposición. Los callo por sabidos y comunes, y prosigo diciendo que uno de los grandes abusos introducidos en la república de las letras es éste de los epitafios pomposos (hablo en lo moral, que en lo político pueden ser de mucha utilidad). ¿Qué pueden causar en el corazón de quien los lee sino mucho orgullo y presunción de lo que puede cierto animalito sumamente pequeño, flaco, despreciable y cuitado: a saber, el hombre? Provincias conquistadas, ejércitos vencidos, montes allanados, o bien, ciencias adelantadas, nuevos descubrimientos hechos en las artes, y otros asuntos semejantes, llenan los renglones de las inscripciones sepulcrales, y en el mármol y en el bronce con duro trabajo de asalariados obreros, se perpetúan los delitos o las necedades humanas. ¿Y esto es bueno? Sí, dice el estadista, porque estimula a los vivos en el panegírico de los muertos. No, dice el filósofo, porque cultiva en el corazón del hombre las semillas (harto fértiles) de la ambición y soberbia.

Muy despacio me iba yo a seguir el hilo de esta especulación, que por cierto nos llevaría lejos, pero en el intervalo de volver la hoja, y secar la anterior, he reflexionado no ser justo moler a mis amigos con un pedazo abstracto y árido de moralidad, tal vez importuna hablando con Vmd, a quien contemplo tan desengañado como yo: Vmd, a fuerza de talento natural; yo, a fuerza de experiencia.

Hablemos, pues, de cosas más alegres. La letrilla que Vmd me envía con el estribillo de «mira qué bonito» me ha hecho reír a taco tendido, y no sólo a mí sino a algunos que me la oyeron leer; singularmente a una persona que a la sazón estaba muy seria, y cuya seriedad o risa son dos cosas tan importantes para mí como el viento favorable y el contrario lo son para el marinero. En un futuro Parnaso han de colocarse en paraje tan principal como cualquiera de las de Quevedo o Mendoza lo está en el de los antiguos. Todas son a cual más chistosas; pero la que «Ayer Don Mateo», y la del «Compañero del monje benito», atendidas las circunstancias de Salamanca, tienen toda la sal del Nilo -hablando a lo erudito a la violeta- y son muy monas -hablando a lo cortesano.

Convengo con Vmd en que sería mejor construcción de estrofas para mi canción la que Vmd me incluye, y si la hubiese de continuar, sin duda la volvería a fundir de nuevo. Pero hago ánimo de dejarla como está, viendo el poco aprecio que la nación ha hecho de la defensa de Melilla, siendo esta victoria la única cosa buena que se ha hecho en España por las armas católicas desde la Paz de 1748. Le enfría a uno mucho para esta especie de composiciones el ver que España es, digámoslo así, la patria menos patriota del mundo. Aquí se ponderan y lloran mucho las pérdidas nacionales, y se oscurece en silencio toda época gloriosa; esto es inexplicable. A lo menos había de ser igual la frialdad para lo próspero y adverso; pero no es tan filósofa la nación.

Me encanta la pintura que Vmd. me hace y ha hecho muchas veces de la vida poltrona de nuestro Alexis. Ahora le quiero más por el sistema que sigue. Bien haya el alma de quien se afana poco y duerme mucho. Dele Vmd un abrazo de mi parte, no sólo de cariño sino de enhorabuena: sobre los aumentos de su genio dormilón. Hago ánimo de componerle una canción sobre este asunto, bien que lo mejor sería apropiarle la del dulce Herrera que dice:

Suave sueño tú que en blando vuelo...

El correo que viene escribiré a Batilo. Interin dele Vmd un abrazo y mil memorias a Basárrate, Cáseda, Arroyal (a quien efectivamente debo una carta), y muchas expresiones a los amigos; ninguno lo es de Vmd con tanto cariño y afecto como

Dalmiro.

Hasta ahora nada sé de ir a África o de quedarme en Europa. Aguardo con ansia la noticia. Se la participaré a Vmd sin perder un minuto. Mientras tanto, prosigan Vmds escribiendo como hasta ahora.

[En el margen va la forma estrófica para la Canción a Melilla sugerida por Iglesias]

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ArribaAbajo63. A Tomás de Iriarte, escrita de Talavera la Real el 16 de septiembre de inseguro año, quizá de 1775

Querido amigo:

A la fuente por agua. Deseo y necesito me diga Vmd muy despacio o muy deprisa, según el tiempo que tenga, todo lo que le parezca necesario acerca del estilo propio de las inscripciones sepulcrales paganas y cristianas, así para satisfacer a un erudito de por acá, como para confirmarme yo mismo o corregirme en la idea que he formado de ellas. Esta duda se originó de que, habiendo extractado un montón de nombres de guerreros ilustres antiguos de una historia de España, me puse por diversión a acomodar un epitafio corto a cada uno (no como el Panteón extremeño del reverendo Salas que se publicó dos años ha en Madrid), sino del modo que Vmd verá adjunto. De cuya lectura me dirá Vmd con libertad de amigo y filósofo todo cuanto le parezca, con igual confianza a la que gasto con Vmd, interrumpiéndole sus ocupaciones por el interés de literatura y gusto que me causan sus cartas.

Un abrazo a cada hermano, y todos manden a

Cadalso.

Talavera la Real, 16 de septiembre.


    Post annos XIV in obsessione consumptos,
tres debellatos exercitus, totidem victos imperatores
summique Scipionis
frustra contra Numantiam arma gerentis
fortitudinem, peritiam et fortunam superatas,
nullam sperantes salutem
gazas, pueros, matres, senes, Deos, et sempetipsos
in combustam patriam proiecerunt
Numantini.
In eorum memoriam hoc a posteris hispanis erectum est
monumentum.

Es inútil advertir que Imperatores significa generales.

[Versión española del epitafio a Numancia]


    Después de catorce años de sitio,
haber vencido tres ejércitos e igual número de generales,
y superado el valor, pericia y fortuna del gran Scipión,
en vano se prosiguió la guerra contra Numancia.
Sin ninguna esperanza de salvación,
los numantinos prendieron fuego a su patria,
y con sus haberes, niños, madres, ancianos y dioses
se arrojaron a las llamas.
En memoria de ellos queda erigido por sus descendientes españoles
este monumento.




ArribaAbajo64. A Tomás de Iriarte, escrita desde Talavera la Real en fecha desconocida, quizá poco después de la anterior

Estimado amigo: Su hermano Dominguito, que es más hombre de bien que Vmd. (aunque no es grande la ponderación), me dijo tenía Vmd unos cuatro millones de versos que remitirme; y Vmd que es más pícaro que su hermano Dominguito (y ésta sí que es exageración), no me ha enviado uno siquiera. ¿Por qué? Si es olvido, lo siento mucho. Si es pereza, le alabo a Vmd el genio; y es lo que más tiene de simpatía con el mío. ¿Adónde hay cosa como no hacer cosa alguna? Una de las cosas que, como buen cristiano, alabo en la divina e inefable providencia, es haber criado el mundo de una vez y dejar luego que los astros den su giro, las estaciones se sucedan, el mar fluya y refluya, los animales se perpetúen &c., y no tener que renovar cada instante, día, semana, mes, año u siglo, cada una de las cosas que vemos, y de las que no vemos sino a fuerza de microscopios y telescopios, amén de aquellas a que no alcanza toda la telescopería y microscopería de Londres. ¿Creerá Vmd que me enfada mi reloj cuando, con harto dolor de mi corazón, me pongo a considerar que es preciso darle cuerda cada veinticuatro horas? Si por algo deseo mi retiro es por tener un reloj de sol fijo en mi huerto, jardín u corral. Vestirse, desnudarse, comer, descomer, beber, desbeber... ¿puede haber mayores trabajos? Es tanto mi odio al movimiento y amor a la quietud, que queriendo ponderar mis méritos a una moza y desear mi premio, según aquello de que dignus mercenarius mercede suâ, le dije muy despacio y tomando aliento diez o doce veces (lo cual daría buena idea de mi fervor amoroso), -Niña... ya he... venido... tres... o cuatro... veces... a lo... mismo... y... ¿nada...? ¡Cruel!...; y me volví al propio paso a mi casa, me tumbé en la cama, y dormí seis horas de siesta para descansar. Cuando leo que ha habido hombre que ha dormido uno, dos, tres o más días seguidos, me muero de envidia. De todos los ocho tomos del Parnaso español nada leo con gusto sino la canción del sevillano Herrera al Sueño. La sé casi de memoria, y la recito todas las noches al tiempo de meterme en cama. Léala Vmd, y dígame si no tengo razón. Si sueño, no se me aparece otro objeto que el de la pereza, cual la pinta Boileau. Más quisiera haber compuesto aquella pintura que la Iliada, Odisea, Eneida, Paraíso perdido, Jerusalén rescatada, Araucana, Henriada, etc. Aquello de

Soupire; étend les bras; ferme l'oeil et s'endort,

o tiene precio y vale por veinte parnasos griegos, romanos, etc.

Si Vmd es del mismo humor, no dudo que me quedaré sin los tales versos prometidos, por más deseos que tenga de verlos. Pero haga Vmd un esfuerzo sin ejemplar, y mande que se copie algo y se me envíe.

Esta es la provincia más triste, más calurosa, más enferma, más inhospitable en España. Estoy mandando un escuadrón en uno de los pueblos más melancólicos de ella. Tengo aquí pocos compañeros, y los tales son poco sociables. He dejado mis libros en Madrid; no hay por acá una persona que me congenie; he tenido mis tercianas, de las cuales nadie se libra en este país, con que estoy sumamente melancólico. Escríbame Vmd y me volverá el alma al cuerpo, pues según me hallo, creo está la casa por alquilar y el dueño se ha ido a picos pardos. Conque así lo dicho dicho. Y dando Vmd un abrazo a cada uno de sus dos hermanos de parte de este tan devoto de esa trinidad, no deseche Vmd de su memoria a su amigo que lo es con todas veras,

Cadalso.

En el sobreescrito: Extremadura - Por Mérida - Talavera la Real (no la Reina).




ArribaAbajo65. A José Iglesias, escrita desde Montijo probablemente en febrero o marzo de 1776

Arcadio amigo:

Ante todas cosas no extrañe Vmd la mano ajena, porque estoy ocupado, resfriado, incomodado, constipado, cansado, fastidiado y mortificado con unos ayunos que nos han puesto nuevamente, mediante lo cual (les parece) se ha mudado la Ley de Dios de ocho días a esta parte.

De más a más me ocupo mucho de escuadrones, evoluciones, conversaciones, raciones, gratificaciones, instrucciones, y todos los acabados en ones, menos un par de ellos que ya me dan poco o nada que hacer.

Parece que Vmds todos se han vuelto Sargentos Mayores, según escasean cartas a sus amigos. Ni Vmd me escribe, ni Ortiz, ni Meléndez, ni el vizcaíno, ni el teólogo, ni Alexis de quien no he oído mil años ha.

Hoy he tenido carta de Forner escrita en Toledo, y me ha causado curiosidad la fecha.

Memorias a todos los amigos ingratos que acabo de nombrar. Dios los haga buenos a todos y acabe de hacerme Santo (para lo cual poco me falta en Extremadura) y de este modo nos veremos todos en la Gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Así lo desea ex-corde

Cadalso.

Montijo.




ArribaAbajo66. A José de Iglesias, escrita de Montijo en la primavera de 1776

Arcadio mío:

Toda su carta de Vmd me ha encantado porque en la primera parte me asegura que me quieren las gentes de Salamanca, y en la segunda, me hallo con noticias literarias que me han hecho reír muchísimo. Lo cierto es que he quedado con suma afición a ese pueblo, en cuyos habitantes he hallado ingenio, bondad y cierto agasajo natural, que sin duda sale del conjunto de las dos prendas primeras. Yo llegué a él seco y fastidiado de los artificios de la Corte y necedad de los cortesanos, con que experimenté para mi espíritu el mismo beneficio en la mudanza de morada, que el que va chico de Madrid a Valencia en la diferencia de clima para su cuerpo. Ninguna ocupación de mi nuevo empleo, aunque son muchas, me pueden limitar tanto el tiempo que no halle un rato para escribir a mis amigos tunantes de esa Universidad, Plaza, Portales, etc., así Vmd, y ellos y Vmd no fuesen tan bribones que pasaren, como suelen, siglos sin enviarme alguna carta en prosa o en verso, seria o jocosa, religiosa, libre, etc., a este su verdadero aunque inútil amigo que muy de veras los quiere,

Dalmiro.

Un abrazo a Batilo, a Ortiz, y Teólogo a quien escribo hoy, y a Alexis de quien no he oído mil años ha, et sic de coeteris.




ArribaAbajo67. A Tomás de Iriarte, escrita desde Montijo a principios de 1777

Querido amigo:

Hágame Vmd la fineza de decirme si ha encontrado en ese archivo algún documento por donde conste que sea cosa bien hecha el olvidar a los sus amigos. Dígame Vmd qué ley hecha en Cortes, qué pragmática sanción con fuerza de tal, qué acuerdo del Consejo o qué diablo colorado, verde, azul u pajizo le ha metido en la cabeza el no hacer caso de los que andamos por estos montes de Extremadura, comiendo bellota ut prisca gens mortalium. Mil años ha (a lo menos así me lo ha parecido), que Vmd no me escribe largo ni chico, verso ni prosa, serio ni jovial, carta ni esquela. Mire Vmd que a todos mis trabajos anteriores se me ha añadido el de ser sargento mayor de caballería, oficio en que sin duda alguna, a no dulcificarme Vmd la vida con sus renglones, se me alargarán las orejas, me crecerá el vello, criaré casco en las manos y pies, y se me trocará la voz en rebuzno, como ha sucedido a otros muchos de mis gloriosos antecesores.

¿Qué dirá Vmd, cuando oiga, vea u lea (u todo junto) una obra militar mía? Se limpiará Vmd veinte veces los ojos creyéndose engañado cuando vea una leyenda que dice así:

Nuevo Sistema
de
Táctica, Disciplina y Economía
para la Caballería Española,
por D. Joseph etc.

Lo estoy acabando, y si el verano e invierno que viene son gente de paz, iré a Madrid a imprimirlo. Si hay guerra, adiós la teoría y todas sus bellas especulaciones.

Si quiere Vmd saber el por qué he trabajado este asunto, ha de saber Vmd que son dos las causas impulsivas. La primera es que me he visto precisado a repetir el dicho de aquel sujeto que dijo en cierta ocasión: anch' io sono pittore. La segunda nace de aquella copla que oí cantar una vez a una gitana ojinegra, cari-pícara, etc. y era:


    Mi abuela parió a mi madre,
mi madre parió a mí;
en mi casa todas paren,
yo también quiero parir.

Cuídese Vmd mucho más que al archivo; olvídeme Vmd menos que hasta ahora, y mande Vmd a

Cadalso.

Mil cosas a los hermanos.

Montijo, 10 de 1777 [sic]: ya me canso de hacer sietes.




ArribaAbajo68. A Tomás de Iriarte desde Montijo, el 25 (probablemente de enero) de 1777

Estimado amigo:

Gracias a Dios que no ha encontrado Vmd en ese archivo documento alguno que autorice el olvido de los amigos, antes bien ocasión para escribirme.

Acoto la obra prometida, y dé Vmd en mi nombre la enhorabuena a su hermano el diplomático; en cuya compañía Alá, Thien, Viztlipintli, Jehovah, Júpiter, Dios, y el gran Causa Causarum, guarde a Vmd muchos años, como desea

Cadalso.

Montijo 25 de 77.

[Nota de Cadalso] Se me olvidaba el vizcaíno Jaungoicoa, que significa señor de alto. Nota: En el idioma cántabro no hay voz que signifique directamente Dios.




ArribaAbajo69. A Tomás de Iriarte, probablemente desde Montijo, en el mes de febrero o marzo de 1777

Estimado amigo:

Sacaré una copia del poema filosófico que Vmd me remite, y le devolveré el original.

En mis Cartas marruecas (obra que compuse para dar al ingrato público de España y que detengo sin imprimir porque la superioridad me ha encargado que sea militar exclusive), he tocado el mismo asunto, aunque con menos seriedad. Copiaré de mi borrador la que lo trata, y allá irá.

Pero, amigo, no hay patria. Todo lo que sea patriotismo es cuando menos inútil, tal vez peligroso. Vmd crea que desde que los chapuceros a quienes oyó Felipe 2do, le hicieron creer que para que un pueblo fuese fácil de gobernar era preciso empobrecerlo, desnudarlo, abatirlo y arrastrarlo, no se ha pensado sino en ello. De aquí vino una serie larga y cruel de providencias tomadas para llevar aquella idea a efecto total y cumplido. Se ha logrado tan al pie de la letra, que ningún hombre, no digo patriota, pero sólo racional y humano, [no] se desmaya de dolor al ver toda nuestra península, y mucho más si la compara con otros países de Europa, bien inferiores a ella en clima, suelo, etc., etc., y cien mil etcéteras. De cuando en cuando se ha hecho como que se quería mirar por esta patria, pero a vuelta de una distracción semejante (pues se puede llamar distracción), han retrocedido las gentes al sistema destructor.

Siendo esto así, desde este punto de vista (que llaman los franceses), veo tres clases de españoles. Los de la primera son los ignorantes, tan lejos de compadecerse de su país natal que no creen haya en el mundo tierra que igualar con él. Los de la segunda, sienten, lloran, gimen, el todo, inútilmente; tal vez hablan, y entonces se les hace callar. Los de la tercera ven el mal, no ignoran el remedio, pero conociendo tales y tales obstáculos imposibles de vencer, se meten en un rincón. De aquí el egoísmo más inocente; el otro, el egoísmo horroroso, culpable, maquiavelístico, inicuo es el que se reduce a fabricar su casa con las ruinas de la nación.

¡Cuán lejos nos llevarían las reflexiones que naturalmente dimanan de esto! No quiero contristar su corazón de Vmd ni el mío, que creo igualmente buenos, y, por consecuencia, igualmente patriotas; y así mudemos, concluyéndolo con remitir a Vmd una copia del índice de dichas Cartas marruecas, por las cuales Vmd verá cuántas eran las que iban sobre asuntos que tienen conexión con éste.

Al hermano ya ausente, mil expresiones; al presente, otros muchos abrazos; y a Vmd otros tantos encargos de que quiera mucho a su apasionado invariable amigo,

Cadalso.




ArribaAbajo70. A Don José de Iglesias, escrita quizá en Oropesa, en fecha desconocida pero después de abril de 1777

Mi querido Arcadio:

A un hombre que está enamorado y que lo confiesa lisa y llanamente, es inútil y aun ridículo el ponerse otro que se halla libre a disuadirle de su amor. Este empeño equivaldría al del médico que, hallando a su enfermo con el delirio de una calentura, quisiese hacerle entender y hablar con razón sobre asuntos diferentes del frenesí. En esta creencia, no quiero yo decir a Vmd mil pedanterías contra el amor, de que Vmd me dice se halla poseído; sólo sí le compadeceré hasta que sacuda el yugo, lo que deseo sea cuanto antes.

El correo pasado escribí a nuestro Batilo noticiándole la mudanza de mi destino y el modo de dirigirme las respuestas. Tire Vmd una oreja al teologuín por no haberme respondido a la última, bien que siendo ésta la primera falta de amistad en que cae desde que nos tratamos, se le debe perdonar y se le perdona.

El lugar en que ahora me hallo es mejor que el que dejé; pero no hallo gente de mi humor como en Madrid alguno y muchos en Salamanca; mediante lo cual lo pasaría muy solitariamente a no ser por los ratos indispensables de concurrencia con los oficiales del escuadrón que estoy mandando, y la nobleza de este pueblo, que se ha esmerado en favorecernos a todos. El mando, aunque pequeño y accidental como el que ahora tengo, lejos de envanecerme como suele a muchos, me enfada y fastidia infinitamente, porque me distrae de mis librotes y papelotes.

Repito lo dicho en mi anterior por lo tocante a Alexis, cuyos renglones aguardo, y a quien deseo mil bienes.

A nuestro Cáseda, Arroyal, y al Capellán Secretario de nuestra academia, don Melchor Pérez, dará Vmd sendos abrazos de mi parte.

Quisiera que el correo fuese conducto seguro para referirme a Vmd una temporada de diversión amorosa, bien que muy corta, que he tenido en el lugar que ahora he dejado. Sólo puedo decir a Vmd que no me ha sucedido jamás, ni tengo noticia de que haya pasado a otro hombre cosa que se parezca a ésta. Y más es que me ha humillado fuertemente mi amor propio, porque, creyéndome yo a mí mismo hombre por mis estudios y práctica capaz de ocupar una Cátedra de Prima... [ilegible], me hallé con cosas nuevas. Así como un gran escolástico de Salamanca cree saber omnia sciencia cuando ha estudiado 30 años de mamotretos, pero si se encuentra con libros de matemáticas y tiene bastante humildad para no desdeñarse de leerlos, se hace cruces.

La fortuna ha sido que ha durado poco; su final no ha sido menos extraño que su principio y continuación, y aún ahora estoy con aquel género de sorpresa que se experimenta inmediato a un sueño extravagante e inexplicable.

Todas las cosas que me suceden son así extraordinarias y raras; todas, menos corresponder a mis amigos, y más cuando son tan finos y apreciables como Vmd, a quien ama de corazón

Dalmiro.




ArribaAbajo71. A Juan Meléndez Valdés y José Iglesias, en verso, escrita en fecha desconocida

Epístola
a Batilo y Arcadio
sobre el rumor de guerra con Portugal
o de nueva expedición contra Argel.


    Vuelve el rumor de la africana guerra
al lusitano campo trasladada;
y el trozo antiguo de Borbón repite
lo que en Nápoles, Flandes y Sicilia,
en Aragón, Castilla y en Valencia  5
hizo en pasados siglos; y se alientan
los jóvenes que hoy siguen sus pendones,
ansiosos de igualarse con los viejos,
o superar tal vez la antigua gloria,
con hechos que merezcan más loores.  10
Dulce Batilo, sentencioso Arcadio,
amigos ambos y consuelos míos,
en cuyo pecho hallé dulce consuelo
cuando salí de la engañosa corte,
vosotros, cuyos nombres dan delicia,  15
gozo, dulzura y paz a mi memoria,
¿serán éstos los últimos renglones
que he de escribir, con mano que enlazada
con las vuestras un tiempo fue dichosa
y prenda de un cariño mutuo y firme?  20
Desde hoy, tal vez, no tomará mi diestra
la pluma, repitiendo, cual solía,
de la sacra amistad el dulce empleo,
sino el hierro que cántabras montañas
envían a Toledo, desde donde  25
hecho mortal segur, ¡corta las vidas
que lloran viudas, huérfanos y madres!
¿No más pisar entre mis dos amigos
en pláticas gustosas e inocentes
las orillas que baña el padre Tormes  30
y resuenan del Eco de sus ninfas;
ni el ámbito magnífico, ostentoso,
de la Plaza Mayor de Salamanca
con pórticos suntuosos, y columnas,
y bustos de los héroes de Castilla,  35
(empleo digno de patriotas manos)?
¿No más pasar la noche oscura y larga
de Enero, juntos con preciosos libros
de gustoso moral escrito en verso
por Mendoza, León, Lope, Argensola?  40
Truécase todo en sangre, horror, estruendo,
por inconstante mar, hórrida tierra,
fértil en tigres, víboras, leones,
ardiente arena y bárbaros contrarios,
con arroyos de sangre ajena y propia,  45
cadáveres y cuerpos desmembrados
que juntos forman pálidos montones,
saliendo de ellos lastimeras voces,
de moribundos últimos alientos,
tremenda consonancia del ruido,  50
y el estrépito de armas, roncas trompas
y relinchos de béticos caballos,
cuyas madres conciben de los vientos,
según la antigua tradición refiere.
Si allí me espera la inflexible Parca,  55
llorad, llorad, amigos, como os dije
en la lengua de Tulios y Marones,
bien que en bárbara frase, no tan pura
como cuando en París cursé la escuela.
Llorad, digo otra vez, llorad, amigos,  60
que yo expirando, extenderé la mano
al que tenga más cerca, y moribundo
diciendo: muero por la patria, alegre,
que tal muerte es honrosa cuanto dulce.
Si acaso vuelves a pasar los montes  65
que separan las dos nobles Castillas,
a Batilo y Arcadio di mil veces
que nada me es terrible en este instante
sino dejar su trato y su cariño.
En esto moriré; los ojos yertos,  70
herizado el cabello, el pecho hinchado,
la lengua seca, y todo envuelto en polvo,
pasto tal vez de fieras o de peces.
Pero luego al pasar el lago Estigio
el dios barquero llevará con pocos  75
mi espíritu hacia el campo del Eliseo.
Yo no veré de Ixion la horrible rueda,
ni a Sísifo, ni a Tántalo, ni a tantos
que sufren bajo el brazo de las furias
castigo justo de mortal audacia  80
que no vio sin espanto el pío Eneas,
llevando el ramo que le daba el hado,
guiándole entre sombras la Sibila,
con ser nieto de Júpiter tonante,
y ser a quien fio sus dioses Troya  85
para formar en Roma el pueblo invicto
cuyo imperio sin fin daría leyes
a todo el orbe desde el Capitolio.
Iré tranquilo donde viven juntos
formando coros de apacible gozo  90
los que (fieles al culto de los dioses,
a su patria, sus hijos, y sus padres,
y a sus amigos) llegan sin recelo
a Minos y a los otros rectos jueces,
cuya vista estremece a los que vivos  95
despreciaron el rayo del gran Jove,
traidores a su patria la olvidaron,
con mofa hirieron las antiguas leyes
del Senado y la púrpura y corona,
o del anciano padre y madre tierna  100
las canas y el amor, que a tanto obligan
(delitos que las fieras no conocen
privadas de la luz que el hombre tiene),
o los que rasgan con atroz malicia
de la amistad el cándido regazo.  105
Si al culto de la Diosa erigen templo
los hombres algún día, cual debieran
en sus aras, pondréis, dulces amigos,
mis cenizas en urna de diamante
que a los ejes del mundo alcance en tiempo,  110
por premio del amor constante y puro
que hasta morir os profesó Dalmiro.




ArribaAbajo72. Al marqués de Peñafiel, conde-duque de Benavente, «la mitad en lenguaje español antiguo, y después en el estilo afrancesado que hoy usan algunos de los que ni saben castellano ni francés». Escrita durante una estancia en Madrid en 1778

Muy excelente Sennor:

A un gentilhome de vuestro talante é prez non vagara tiempo de escochar mis homildosos acatamientos; mas guay de mí, si por ende yo cometiera el desaguisado de non saludarle. Enderezo, pues, a Vuestra Grandeza mis letras cuibdosas de su salud, magüer que en el magín se me ha metido tendrá las mientes paradas en cosas de gran pro.

Asaz é en demasía ha atendido vuestro escodero las nuevas de Vuestra Grandeza sin tenellas, nin merecer la tardança; fasta que fablando con mi sobrina é sennora prisé la buena andanza vuestra, que me place muy más que todo lo posible. De grado vos rogo non me las escatimeis, si non quereis catarme finarme de tristura.

Quijera yo encodriñar, muy magnifico Sennor, las vuestras tareas; si revolveis el trotero; si esgozais la lanza; si con uno cataréis las fiestas de toro é tomaréis una otra vegada, o si non cuibdais de ello. Fabladme, Sennor, con poridad, como a vuestro amigo, ca tengo en mucha valia tal nome, é fuera muy más placiente para mi ánima que quanto finca scripto en tamañas historias de aquende é de allende de los amigos que hovo marras en las alcurnias de Griegos é de Romanos.

Ansi lo fagais, é yo os deseo que de la su diestra os bendiga el gran Plasmador del mundo muy muchas eras, en compañía del rapaz vuestro fijo, é de mi muy excelente sobrina é sennora.

(Pausa y se muda el estilo como todas las cosas del mundo.)

Esto es con el más gran placer que yo prendo la pluma para aprender de las nuevas de vuestra salud. Madama la Marquesa y el pequeño (que está al village con su nutriz y su governadora) se portan a maravilla. Yo he tenido hoy el honor de acompañarla la más grande partida de la jornada a la mesa, al paseo, y al spectáculo.

A propósito de spectáculo, han dado hoy al teatro del Príncipe alguna cosa de bonito. Tienen un drolo de cuerpo que hace el maestro de música, y bate la medida superiormente. El teatro de aquí, ello es verdad, no está purificado; pero de tiempos en tiempos nosotros allí vemos parecer de lo sencillo y natural que nos place de otro tanto más que esto nos sorprende.

Que yo hubiera querido os ver ayer después de comer a Madrid para que hubieses visto al caballero d'Auquendeaux furioso contra su buen amigo, el grueso mayor de caballería, por que éste aquí le dijo una frase hechizante emprestada del francés. La conversación rulaba sobre la guerra de Alemania; y nuestro hombre le dijo todo buenamente:

Si el emperador ataca el Rey de Prusia, él no tendrá bello juego.

O mi Dios, ¡cómo él montó en cólera! Toda la asamblé se metió a reír, etc., etc.




ArribaAbajo73. A Tomás de Iriarte, fecha el 30 de mayo de 1779 en Utrera

Haga Vmd cuenta que he entrado en su cuarto, descalzo de pie y pierna, con una soga al cuello, una vela encendida, la melena enmarañada, la barba hasta aquí (señalé a la cintura), los ojos bajos; que hice tres genuflexiones a proporcionada distancia (si su cuarto de Vmd no es mayor que el mío, volaron de las tres las dos); que por señas pedí licencia para hablar; que negándomela Vmd por hallarse de un humor de todos los diablos, me fui a la cocina y me cubrí el cuerpo de ceniza, y volví de rodillas ante su acatamiento, solicitando la misma gracia; que Vmd me la concedió, porque, ya se ve, sería muchísima la crueldad, y que respirando dije o que dije suspirando, o que sin suspirar ni respirar sino a manera de autómato con habla; porque el dolor me habrá stupefacto (no), stupehecho (tampoco), stupehacido (menos). ¿Cómo diremos esto? Que el dolor me habrá automatizado (también suena mal). ¡Cuidado que me he metido en un berenjenal de los buenos! Demos otro tiento para salir. Digo, pues, que el dolor me habrá petrificado (nada, nada -que me llevarán al Gabinete de la Historia Natural); me habrá dejado sin habla (largo es como un demonio, pero no tiene remedio). Señor, pequé. Desde mi salida de Madrid me ha escrito Vmd, me ha remitido cosa de gusto; y yo ni siquiera he respondido. Gracias, amigo del alma. Mal hecho, no tiene excusa. (Ni la hallo, ni la busco.) Sólo trato de que vuelva Vmd a escribirme mucho, bueno y frecuente.

He estado en el campo de Gibraltar. He entrado en la plaza, que me ha gustado muy mucho. Me he embarcado mandando 170 hombres del Campo de San Roque a bordo de los jabeques del rey. Salimos dos veces de Algeciras tras los moros. No dimos con ellos; nos desembarcamos. El regimiento cumplió su año y ahora estoy en Utrera, para lo que Vmd quiera mandar a su amigo

Cadalso.

30 de mayo, 79.

A D. Tomás de Iriarte, junto a San Juan 2, Madrid.




ArribaAbajo74. Súplica escrita probablemente en Utrera en junio de 1779, solicitando un destino en el ejército que iba a sitiar a Gibraltar. ¿Perdida? Consta su existencia en una carta del marqués de Peñafiel al conde de Floridablanca en apoyo de la solicitud

[Carta del marqués de Peñafiel a Floridablanca, acerca de la pretensión de Cadalso]

Exmo. Señor.

Muy señor mío: La adjunta informará a V.E. de la pretensión de Don Josef Cadalso, oficial de mucho mérito por su gran talento y suma aplicación. Y aunque su pretensión no tiene lugar en el día por haber negado ya Su Majestad otras iguales a ésta, le he de deber a V. E. use de los arbitrios que tenga por más convenientes para su colocación en esta pretensión, supuesto estar destinado su regimiento a la expedición; y en adelante tenerle presente por ser acreedor a las atenciones de V.E.

Deseo ocasiones en que acreditar a V.E. mi fina y pronta voluntad, y ruego a Nuestro Señor guarde a V.E. muchos años. Madrid, 2 de julio de 1779.

Exmo. Señor,

B.L.M. de V. E. su más

afº y apasionado amigo y servidor

El marqués de Peñafiel.

[Carta del general Martín Álvarez de Sotomayor a Floridablanca, dando su parecer sobre la solicitud]

Exmo. Señor.

Muy señor mío: Don Josef Cadalso, a quien conozco mucho, y del que es el papel que se sirvió V.E. entregarme confidencialmente, me merece también igual buen concepto. Son muy propios sus deseos de emplearse en este ejército de mi mando, según los manifiestan sus cartas a V.E. que me las dirige adjuntas a la apreciable suya del 3 del que rige, porque juzga el interesado ser la ocasión que actualmente se presenta a nuestras armas, y se conoce por el antecedente de su escrito la particular afición con que mira el objeto. Cuyas consideraciones, y la del favor que a V.E. debe, tendré muy presentes por si se me proporciona poder complacerle en lo que dependa de mis facultades, que por ahora están ceñidas a que no pueda venir de Ayudante de Campo oficial alguno que tenga empleo efectivo en cualquiera cuerpo del ejército según Real Orden que me comunicó con esta prevención después de estar nombrados los míos y aprobados por Su Majestad, que tampoco tuvo a bien acceder a la solicitud de los muchos que pretendieron servir en clase de voluntarios en el propio ejército.

Nuestro Señor guarde a V.E. muchos años. 15 de julio de 1779.

Exmo. Señor,

B.L.M. de V. E.

su más afº y seguro servidor

Martín Albarez de Sotomayor.




ArribaAbajo75. Al conde de Floridablanca, fecha en Sevilla el 15 de agosto de 1779

Exmo Señor.

Señor:

No pudiendo atribuir a mi corto mérito sino a alguna insinuación de V.E. la orden del rey que acabo de recibir para marchar a la de Don Martín Álvarez, en el campo de Gibraltar, doy a V.E. las debidas gracias, asegurándole muy de veras que esta distinción ha sido de la más alta satisfacción para mí, porque es empresa en que, como consta a V.E., tengo días ha puestas mis ideas. Este efecto de la protección de V.E. será un nuevo estímulo en mi conducta, y un motivo más para esclavizarme a la importante persona de V.E., cuya vida guarde el cielo cuantos años necesita el bien de esta monarquía y servicio del soberano.

Sevilla, 15 de agosto, 1779.

Exmo Señor,

Señor,

B.L.M. de V.E.

su más reconocido y humilde servidor,

Joseph de Cadalso.




ArribaAbajo76. Al capitán de fragata Francisco Javier Muñoz Goossens, fecha el 17 de Junio de 1780

Amigo y querido Muñoz: Remítame Vm. siquiera el papel de que me habla en su carta de ayer. Por lo demás Vm será Capitán de Navío, y hará burla de todos.

Vm. mande a su amigo,

Cadalso.

Cuartel General de San Roque.




ArribaAbajo77. Al conde de Floridablanca, escrita en San Roque el 15 de marzo de 1781, para enviar un memorial fechado el 18 de marzo del mismo año, solicitando el grado de coronel

Exmo Señor:

Muy señor mío y mi protector:

Los deseos de adelantar por medios decentes son naturales en un hombre de bien, y se aumentan ya en las ocasiones de contraer mérito, ya en las de tener la protección de algún poderoso, y mucho más en el conjunto de ambas circunstancias, como creo ser mi actual situación, sirviendo en este campo con el celo que corresponde al que se jacta de ser hechura de V.E.

El Sr. Don Martín Álvarez me hace las mayores honras, no por mi mérito (que es muy corto), sino por consideración a la alta persona de V.E. Pero no siendo esta expedición de aquellas que presentan frecuentes ocasiones de favorecer a quien se quiere, y siendo el espíritu de verdad y la modestia de mi general demasiado escrupuloso para ponderar los hechos que no son esencialmente de mucha importancia, no ha hallado proporción para ascenderme, como le dictaría su buen corazón en beneficio de sus súbditos y en obsequio de V.E., a quien (me consta) desea complacer y servir.

Yo no he hecho en las ocasiones de fuego más que imitar a mis compañeros; y, por tanto, no les he excedido en mérito. Sólo creo haber tenido la casual dicha de un servicio que no les ha tocado: a saber, la honrosa comisión que me dió mi general de acompañar al Sr. Conde de Estaing a reconocer muy de cerca el Peñón de Gibraltar la noche siguiente a la de la quema de la estacada de la plaza, esto es, cuando estaban los enemigos más alarmados, como lo manifestaron sus centinelas, pues nos tiraron dieciséis fusilazos y una carcasa al oír nuestras voces en su inmediación.

Crea V.E. que todo el ejército estuvo en la persuasión de que nos habían alcanzado sus tiros, por que el vice Almirante de Francia no era hombre que se contentase con sólo reconocer los enemigos de lejos.

Luego que se supo en Madrid este acaecimiento, una persona que se interesa en mis satisfacciones, me escribió que, si queda hacer valer el trabajo y peligro de aquella noche, me valiese del embajador de Francia, dándole parte de lo sucedido y pidiéndole se interesase a mi favor.

Pero nunca me hubieran complacido los ascensos alcanzados por medios extraños de la recomendación de mis superiores, y ésta fue mi respuesta a la referida persona, añadiendo esta sola cláusula: Quien pudiera manejar este asunto fuera de los dichos (mis superiores), sin que pareciese violento, sería el Sr. conde de Floridablanca, si acaso la venida del de Estaing tuvo alguna conexión con las cosas de Estado. Por este medio pudiera S.E. favorecerme, aunque no me atrevo a molestarle, respecto de que ya me hallo demasiado reconocido a su protección, a la cual he debido mi colocación actual, y sería tal vez demasiada confianza y libertad el importunar a S.E. con una súplica de esta especie. Me contentaré con hacerlo llegar a sus oídos en términos generales, y por cierto apreciable sigiloso conducto, dejando lo demás al tiempo.

Así lo hice, incluyendo la noticia al Sr. Don Bernardo del Campo, de quien tengo el honor de ser conocido desde mi niñez.

Pero ahora, afligido con las voces esparcidas de que el servicio que se hace en este campo no se mira como mérito, confirmada con la particularidad de no publicarse en la Gaceta los grados que el rey se dignó conceder de resulta de la noche última de septiembre del año pasado, siendo así que se dan algunos a individuos de varios cuerpos que se hallan en guarnición u cuartel, y se anuncian al público, considero que nos atrasamos en la carrera ordinaria, lejos de adelantar, por haber trabajado cerca de dos años y expuesto repetidas veces nuestras vidas al frente de la primera plaza de Europa, en obras que, tenidas por imposibles en todo el mundo militar, han dado lustre a las armas del rey, y honor a los soldados que las han concluido, a pesar de 13,000 tiros de cañón, obus y mortero.

Por muy dolorosas que fuesen estas reflexiones me conformaría con la desgracia común a todos mis honrados compañeros, a no tener el singular patrocinio de V.E., que desde luego me puede proporcionar extraordinarias ventajas, como lo espero.

A V.E., pues, acudo con la más reverente confianza, pidiendo se sirva interponer su poderosa mediación para el grado de coronel (que recaerá también sobre mis anteriores servicios, contenidos en el adjunto memorial), en el supuesto de que V.E. puede por sí solo ponerlo en disposición de conseguirse, como tal cosa conexa con las de su departamento, respecto de la venida del conde de Estaing; o, remitiéndoselo a mi general para que informe en la parte puramente militar, por que ciertísimamente el Sr. Don Martín Álvarez desea ocasiones de complacer a V.E.

A las elevadas, merecidas condecoraciones de V.E. poco importará, sin duda, el tener una hechura en el ejército, y más siendo inútil como yo. Pero, en caso de verificarse, este favor de V.E. acreditará su propensión de proteger a los hombres de bien de cualquiera carrera, lo cual en nada se opone al carácter modesto y filosófico propio de V.E.

Me faltan expresiones para manifestar a V.E. cuán esclavizado quedaré a este nuevo efecto de su protección; y con iguales deseos pido a Dios guarde tan importante vida muchos años.

San Roque, 15 de marzo, 1781.

Exmo Señor,

B.L.M. de V.E.

su más rendido y apasionado servidor,

Joseph de Cadalso.




ArribaAbajo78. Memorial al rey, fecha en el Campo de San Roque, el 18 de marzo de 1781

Señor.

Don Josef de Cadalso, Teniente Coronel efectivo de Caballería, con el respeto propio de un buen vasallo, puesto a los reales pies de Vuestra Majestad, hace presente que, hallándose viajando para su instrucción por varias Cortes de Europa, vino a tomar los cordones en alguno de los regimientos que formaban el ejército que entró en Portugal (año de 1762), destinándole el ya difunto marqués de Villadarias al de Caballería de Borbón. Se halló en el destacamento de la Villa Vielha, cuando los enemigos pasaron el Tajo; y continuó en la clase de cadete lo restante de aquella campaña y después, hasta el 22 de junio de 1764, en que, por haber contribuido con 50 hombres vestidos, montados y armados al aumento de la caballería, recibió de la piedad de Vuestra Majestad la agregación de capitán. Desempeñó la comisión de Secretario del Consejo de Guerra de Oficiales Generales que sentenciaron al coronel Don Francisco Sensi, durante los 20 meses que tardó en concluirse aquel juicio. Remplazado después en compañía, tuvo el encargo de su coronel, actual mariscal de campo, Don Jacinto Pazuengos -con aprobación de su Inspector General Don Antonio Ricardos Carrillo- de enseñar el ejercicio nuevo al cuerpo de oficiales, clase de cadetes, sargentos y tropa del propio regimiento, cuya sargentía mayor viniendo a vacar por enero de 1776, se dignó Vuestra Majestad conferírsela, y sucesivamente una comandancia de escuadrón en abril de 1777.

Hallándose con esta graduación en el Campo de San Roque el año de 1779 a tiempo de pedir auxilio de tropas de tierra el comandante de una escuadra de jabeques, Don Juan Araoz, al general de dicho campo, Don Joaquín Mendoza, el suplicante solicitó, y obtuvo, el mando de los 170 hombres destinados a este fin; y con ellos estuvo embarcado, haciendo cuanto ocurrió del servicio de Vuestra Majestad, cruzando, y dando caza a los argelinos que habían pasado el Estrecho desde el día 12 de marzo hasta que, reforzada dicha escuadra con dos fragatas de guerra, se le mandó desembarcar en Algeciras, con dos oficios muy honoríficos de los expresados comandantes del campo y de la escuadra.

Sospechoso del rompimiento, que después se verificó entre Vuestra Majestad y el Rey Británico, se dedicó a tomar conocimientos del estado de Gibraltar, entrando en dicha Plaza, y formar un papel de apuntaciones relativas a ella, que (llevado de su celo) remitió al conde de Floridablanca.

Últimamente, al verificarse la guerra que Vuestra Majestad declaró a los ingleses, vino a este bloqueo en calidad de Ayudante de Campo del Comandante General, y como tal llevó las órdenes de su jefe por la línea el 12 de septiembre de 1779, cuando rompieron los enemigos el fuego.

Acompañó al conde de Estaing al reconocimiento que hizo del Peñón y sus cercanías la noche del 1 al 2 de octubre de 1780, con tanta proximidad a las guardias de los enemigos que éstas hicieron fuego hacia el paraje donde oían sus voces, o veían sus bultos, alarmadas con la operación de la noche antecedente.

Estuvo por su turno tres noches en la trinchera o comunicación que se abrió en la del 23 al 24 de noviembre del mismo año, desde la Línea a la Batería de San Carlos. Y prosigue a la inmediación de este General, desempeñando varias comisiones del servicio de Vuestra Majestad, no sólo las militares propias de su carrera, sino la del cange de prisioneros, interpretación de papeles interceptados y escritos en idiomas extraños &a; habiendo tenido la fortuna de conseguir la aprobación de sus jefes en cuantas ocasiones, encargos y ocurrencias ha ofrecido la carrera desde que entró en ella. Y, por tanto, no como premio de tan cortos servicios, sino para estímulo que le lleve a contraer mayores méritos -

Suplica a Vuestra Majestad se digne concederle el grado de coronel, gracia que espera de su real mano, tan benéfica en honrar a los vasallos que acreditan su amor a su augusta persona, que Dios guarde innumerables años.

Campo de San Roque, 18 de marzo de 1781.

Joseph de Cadalso.




ArribaAbajo79. Al conde de Floridablanca, escrita de San Roque el 10 de mayo de 1781

Exmo Señor.

Muy señor mío y mi venerado protector:

La desgracia que me acompaña desde mi niñez ha querido que la carta que me tomé la libertad de remitir a V.E. con fecha de 18 de marzo, llegase a las poderosas manos de V.E. al propio tiempo que la noticia de venir el almirante Darby al socorro de Gibraltar.

Una época de tan alta importancia para toda la patria ocuparía a V.E. demasiado para que pudiese acordarse ni un minuto solo de un individuo inútil como yo; y por eso me abstuve de importunar a V.E. en tan críticas circunstancias. Pero, en el día, privado de toda esperanza de adelantamiento, según la disposición de las cosas relativas a este ejército, no puedo menos de recurrir a V.E. pidiéndole se sirva leer dicha carta y el memorial que iba adjunto, y repitiendo que me conformaría con la suerte común a todos mis compañeros a no tener el honroso distintivo de hechura de V.E.

Este honor que V.E. se ha dignado hacerme, sin mérito alguno mío (pues no lo es, sino obligación de buen vasallo, el profesar mucho amor al servicio de su soberano) me hace aspirar a lo que no es imposible si V.E. dirige mi solicitud por los términos que ella misma insinúa, o por los que V.E. juzgue convenientes que, desde luego, lo serán mucho más.

Quedo con la reverente confianza que me dicta el corazón en el favor de V.E., pidiendo a Dios dilate y prospere la vida de V.E. muchos años.

San Roque, 10 de mayo, 1781.

Exmo Señor,

B.L.M. de V.E.

su más reconocido, humilde y apasionado servidor

Joseph de Cadalso.




ArribaAbajo80. Al general Martín Álvarez de Sotomayor, solicitud de permiso para pasar a Madrid incógnito para ver al conde de Floridablanca y explicarle la situación en Gibraltar. ¿Perdido? Puede que se reduzca a una solicitud verbal. Su existencia consta de una carta del general a Floridablanca del 24 de mayo de 1781

[Carta de Martín Álvarez de Sotomayor a Floridablanca]

Exmo. Señor:

Mi venerado favorecedor:

Don Joseph Cadalso, uno de mis Ayudantes de Campo, y a quien V.E. conoce por sujeto de capacidad, aplicación al oficio y honradez, movido del buen celo que le asiste por el servicio del rey, me ha pedido le permita pasar a esa corte incógnito y bajo el nombre de Don Josef Gómez, comerciante de Cádiz, con el fin de solicitar de la bondad de V.E. le conceda media hora de audiencia para enterarle de todas las ocurrencias de este campo desde su arribo a él a los principios del bloqueo, o a lo menos, de aquellas de que V.E. quiera estar informado, y particularmente de las últimas desde que se rompió el fuego. Y considerando que este pensamiento puede ser muy útil al mismo real servicio en las actuales circunstancias, para que V.E. con este mayor conocimiento pueda informar al rey de lo que conviene ejecutar aquí en lo sucesivo, y resolver Su Majestad lo que fuese de su soberana voluntad, no he tenido reparo en concederle mi tácito permiso para que lo ponga en práctica....




ArribaAbajo81. Al conde de Floridablanca, escrita en San Roque el 9 de julio de 1781

Exmo Señor:

Muy señor mío y mi único protector:

Permita V.E. que por tercera y última vez le moleste sobre mi situación actual.

Si yo me hubiera mantenido en mi cuartel, sin más ocupación que mi servicio ordinario, no hubiera yo expuesto mi vida cinco o seis veces, ni pasado algunos trabajos corporales, ni tenido dos años de continua pasión de ánimo, ni perdido el favor de mi Inspector, quien me hubiera proporcionado no solamente los ascensos regulares de la carrera, sino algunos otros adelantamientos. Pero en la época de acercarse a Gibraltar las tropas del rey, me pareció obligación de buen vasallo el remover cielo y tierra para ser empleado en este campo, como lo alcancé con una mera insinuación de V.E. a mi general.

A más del servicio de mi clase, desempeñé la comisión más honorífica que ha habido: a saber, el acompañar al conde de Estaing en el reconocimiento que hizo del Peñón - encargo que, si hubiera recaído en un favorito de la fortuna, sobraría para hacerle feliz y famoso.

Quisiera que con este motivo pudiera V.E. dedicar un momento a leer lo que me tomé la libertad de exponerle en fecha de 15 de marzo y 7 de mayo últimos. No me atrevo a repetírselo, pero sólo diré (hablando a V.E. con la misma ingenuidad que V.E. usó con don Josef Gómez en Aranjuez) que los Inspectores de Infantería y Caballería mirarán siempre con fastidio a los que hemos estado con alguna inmediación a la orden de Don Martín Álvarez, como yo por mi parte he empezado a experimentarlo; y que, con los grados que se dan a oficiales de tropas no empleadas y los que se darán a los de la expedición del duque de Crillón (sea cual fuere su destino y éxito) por la calidad de los sujetos agregados a ella, han de atrasar a cuantos individuos hay en este corto ejército.

Las razones que pueda haber para mirar como ninguno el mérito de nuestras operaciones me son ocultas, y a la verdad indiferentes. Pero no puede serlo para mí la reflexión de que, por pensar con un entusiasmo patriótico nada común en nuestra España, no sólo no he sacado ventaja alguna, sino que he atrasado mi carrera, sin embargo de haber hecho algún servicio distinguido y haber tenido visos de protegido de V.E.: circunstancia, por cierto, que pudiera haberme exceptuado de la suerte común a este ejército. Pero mi desgracia prepondera más, y me reduce (en caso de salir esta tercera instancia tan infructuosa como las dos primeras) a no tener más esperanzas, y por consiguiente, no tener más estímulo sino a formar la triste determinación de meterme en cualquier convento (al hacerse las paces) y vivir descansadamente, ya que he visto cuán inútil es vivir con amor a la patria, o exponerse a morir por ella.

En mi carta de 15 de marzo iba el memorial y las razones por las cuales V.E. podía interesarse en su favorable despacho, sin faltar a la filosófica moderación de su carácter. Por si dicho memorial se ha extraviado, incluyo el adjunto con una nueva circunstancia que acredita más y más mi amor al real servicio y me aseguraría la carrera.

Don Josef Gómez bien pudiera haber hecho a V.E. un recuerdo sobre este particular cuando tuvo el honor de presentarse a V.E. en Aranjuez. Pero iba entonces a negocios de otra entidad, y así olvidó los míos, sin embargo de tan favorable ocasión. ¡Ojalá esta misma casualidad los haga más recomendables! Si ni aún con ella lo son, puedo jactarme de ser el más desgraciado de todos los hombres, pero siempre seré el más apasionado de V.E., cuya importante persona guarde el cielo muchos años.

San Roque, 9 de julio, 1781.

Exmo. Señor,

B.L.M. de V.E.

su más reverente y rendido servidor

Joseph de Cadalso




Arriba82. Memorial al rey, escrita desde el Campo al frente de Gibraltar, el 9 de julio de 1781

Como el mismo Cadalso explica, el texto de este último memorial es casi igual al del anterior. En la primera frase añade el hecho de que es «caballero del Orden de Santiago»; dice que llevó las órdenes del general por la línea, no sólo el 12 de septiembre de 1779 «cuando los enemigos rompieron el fuego», sino también «el 12 de abril de 1781 cuando lo ejecutó la artillería de Vuestra Majestad». Cambia completamente el último párrafo que reza así:

Suplica a Vuestra Majestad se digne concederle el grado de coronel, y creyendo que se presentarán más ocasiones de sacrificar su vida por Vuestra Majestad en el Cuerpo de Dragones que en el de la Caballería, desea que dicho grado se le conceda (sin más sueldo que el que goza actualmente) con agregación a cualquier regimiento de los de dicha clase, particularmente en el de Almansa o en el de Sagunto - gracia que espera de su real mano, tan benéfica para los vasallos que acreditan su amor a su augusta persona.