Saltar al contenido principal

La caída de Constantinopla

Mahomet II

Los turcos fueron ahogando con el correr del tiempo a Bizancio, ya que una vez instalados en Europa no pudieron ser desalojados, y, por el contrario, se fueron extendiendo sin prisa pero sin pausa sobre todo el territorio de los Balcanes, a pesar de las cruzadas de los occidentales para destruirlos, que terminaron en victorias de los sultanes, especialmente en Nicópolis y en Varna, donde el futuro de los Balcanes quedó prácticamente sellado. Como he dicho antes, sitiaron varias veces la gran ciudad, y especialmente el sitio de Murad II fue peligroso y estuvieron a punto de tomarla, pero por distintas circunstancias que los bizantinos atribuían a Dios y a la Virgen, nunca habían podido poner un pie en ella.

Constantinopla. Motivo decorativo de Santa Sofía.En 1451 se hace cargo definitivamente del nuevo imperio Mahomet II, una figura especialmente controvertida para todos los historiadores, que es tratado por unos como un ser magníficamente dotado intelectualmente, hábil guerrero y también poeta y fino admirador de las artes, mientras que otros solamente ven a un bárbaro que no dudó en mandar matar a su hermano para que no le discutiera el Trono y que instruyó la famosa ley que los turcos siguieron por siglos, según la cual el nuevo gobernante debía mandar matar a todos sus parientes para evitar conflictos de sucesión, además de ser terriblemente cruel cuando no estaba de humor, o estaba pasado de alcohol, una de sus evidentes debilidades. Fuera de una forma o de otra, creo que corresponde por lo menos darle el mérito de ser quien finalmente pudo doblegar a la Ciudad mediante su excelente organización, su numeroso ejército, su parque de artillería (arma fundamental sin la cual no se sabe si hubiera podido tomar la ciudad), sus hábiles estrategias y su paciencia, virtud no menor que las otras, para ejecutar los planes a su debido tiempo.

Con Mahomet II los turcos tuvieron un gobernante joven, fuerte, decidido, audaz y, sobre todo, un excelente político, que consiguió la relativa neutralidad de Venecia en el conflicto mediante tratados comerciales que comprometían a la República, y también ganó la neutralidad de los genoveses de Pera prometiéndoles (de una forma bastante amenazadora) no hacerles daño si no se interponían en su camino, y respetar sus derechos en el futuro.

También tuvieron los otomanos con Mahomet a un guía que los llevaría a la mayor victoria del Islam en toda su historia. Se dice que el sultán estaba obsesionado con la toma de Constantinopla, quería fervientemente conquistarla, era casi la meta de su vida, pero la quería no para destruirla e incendiarla, no para robar sus tesoros, sino que la quería porque había interpretado perfectamente su importancia, su perfecto papel de ciudad capital del mundo, y la quería también por el honor de ser la persona que consiguiera hacerse con ella. Innegablemente la quería para hacer de ella la ciudad capital del Imperio que él había soñado, el Imperio otomano que sustituiría definitivamente al Imperio cristiano de Bizancio. En definitiva, de lo que no se habían dado cuenta los occidentales, que nunca se unieron con una fuerza suficiente para acudir en su ayuda, se dio cuenta el sultán, con lo que se puede deducir su mayor inteligencia y oportunidad.

Fue por eso que, cuando Mahomet se acercó a la ciudad en abril de 1453, las circunstancias no eran las mismas de siempre: ahora había un gobernante que no deseaba tomar y destruir la ciudad y quedarse con sus riquezas, ahora había un sultán que deseaba conquistar la ciudad para convertirla en la perla del Islam, y que con todas sus fuerzas y su inteligencia dejaría todo para conseguirlo.

Subir