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ArribaAbajoTomo IV de los niños

Comenzamos el tomo IV de Los Niños con la ayuda de Dios y el apoyo de nuestros suscritores, decididos a dar toda la utilidad, toda la variedad y toda la amenidad posible a su lectura. Hoy damos principio a La ciencia en la mano, cuya importancia no necesitamos encarecer a los padres y maestros. En el número siguiente comenzaremos la colección de Tipos infantiles, sabrosísima lectura para los niños, que, al mismo tiempo que se divertirán grandemente viendo la serie de retratos de niños que les vamos a pintar, podrán, viéndose algunos retratados, corregirse de defectos y defectillos propios de la infancia, pero que es bueno no dejar crecer, porque luego se suelen convertir en faltas graves. Próximamente también empezaremos una novelita para los niños, interesantísima y discretísimamente escrita; y más adelante las lecciones de Historia sagrada que hemos prometido. No olvidaremos tampoco las fábulas, los ejemplos morales, las poesías religiosas, las anécdotas, las nociones geográficas, los estudios de historia de España, las biografías de hombres célebres, y tantas y tantas otras materias, que tanto pueden contribuir a la instrucción y a la buena educación de los niños.

Si Dios nos ayuda, como le pedimos, los padres y maestros nos apoyan, haremos, sin duda, de LOS NIÑOS la enciclopedia más útil, más completa y más bella. Tenemos fe y constancia, y no hay trabajo que nos halague más que este que hemos emprendido, con el fin de contribuir con nuestras humildes fuerzas a la educación y recreo de los niños.

C. FRONTAURA.

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ArribaAbajoRetratos infantiles

Dibujo


ArribaAbajo- I -

El diablillo


Pues señor, no se puede ir a casa de los señores de López; y no es por cierto porque los señores de López no sean personas apreciabilísimas, de ameno trato, exquisitamente amables y todo lo que se quiera, sino porque hay allí un diablo de chica que le apura a uno la paciencia con sus diabluras.

¡Y qué bonita es! Eso sí; parece su rostro el de un ángel; pero es más mala... ¡Jesús! ¡Qué diablo de chica!...

Esta frase repiten todos los amigos de los señores de López, y no es lo malo que la repitan los amigos de la casa, sino que los señores de López, que son los padres de aquel diablejo, también tienen ocasión de repetirla muchas veces al día, y valiera más, me parece a mí, o que en lugar de hacer eso, hubiesen procurado y procuraran corregir a su hija, cosa que sería muy conveniente para ellos, pero sobre todo para ella, a quien tanto quieren, como es natural, los amantísimos padres.

Paz se llama la niña, y en verdad que no merece ese nombre, porque de todo tiene la criatura menos de pacífica.

Siempre que voy a casa de mi amigo López, encuentro a los esposos disgustados, y preguntándoles la causa de su pesar, ya se sabe, me contestan invariablemente:

-Calle V.; nos acaba de dar la niña un disgusto...

Ambos se manifiestan irritados hasta cierto punto con ella, como se irritan los padres con una hija, por la cual darían mil vidas que tuvieran, pero no pasa mucho tiempo sin que la mamá vaya a buscarla al último cuarto de la casa, adonde la chica ha huido, después de hecha y descubierta la travesura que ha dado pena a sus padres, y una y otro la miman y la halagan, y no falta mucho para que la   —18→   pidan perdón, temerosos de que la severidad la impresione demasiado y se ponga mala.

Y yo, al ver este sistema, no me permito hacer observaciones a los señores de López, que acaso no fueran bien recibidas, pero me persuado de que no es esa la manera más propia de educar a una niña y de prepararla un porvenir feliz y tranquilo.

-Pero ¿qué travesuras hace esa señorita?, me preguntarán mis infantiles lectores, dispuestos acaso a ponerse de parte de Paz, que les será probablemente más simpática que yo.

¿Qué hace, queridos niños?... Nada, diabluras; ya sabéis lo que es hacer diabluras.

Se pone a la ventana del patio, y por divertirse, sin calcular las consecuencias, tira un plato roto al patio para asustar a la portera, que está lavando muy distraída la ropa blanca de su marido, y en lugar de caer el plato a los pies de la portera, le cae en la frente y le hace una herida.

Ella no quería hacer daño a la pobre vieja, eso no, que no tiene Paz mal corazón, pero se lo hace sin querer, y no se lo podría haber hecho si no hubiese tirado por la ventana el plato roto.

Pues otra vez se pone al balcón, y al pasar un hombre escupe, y con tal acierto, que mancha al hombre la camisa recién planchada. El hombre sube a la casa, arma un escándalo en la escalera, sale la mamá a darle mil excusas, pero es el hombre bastante mal educado, y se desata en improperios contra la amable señora; oye las voces López, y sale a defender de aquel grosero a su mujer... y si no sucede una tragedia es porque intervienen los vecinos, y porque el hombre grosero es un si es no es cobarde, y se retira ante la actitud enérgica de uno de los vecinos, que es un bizarro militar, muy razonable y todo lo que se quiera, pero que no tolera groserías en su presencia; mas el caso es que los señores de López tienen un grave disgusto que les impide salir aquella tarde a paseo, y que puede comprometer la salud de la señora, que es muy nerviosa, y está criando al hermanito de Paz.

El señor de López es un hombre de negocios, y tiene muchos papeles y muchas cartas; pero, sabiendo lo que es Paz, cuida de no dejar sobre su mesa ninguno importante. Un día, por excepción, mientras va a su cuarto, a ponerse la levita y sacar un pañuelo limpio, ha dejado sobre la mesa del despacho una carta que acaba de recibir de la Habana con una letra; la ha dejado abierta, con la letra entre las dos hojas del pliego; la niña la ve y la saca de la carta, y como es un papelito largo y de color de rosa se entretiene en hacer tiritas para adornar un muñeco. Cuando el señor de López echa de menos la letra, Paz, en lugar de venir a confesar su falta y traer los pedazos de la letra, va y coge y los tira por el balcón, y el pobre padre tiene que escribir a la Habana y pedir una segunda letra y esperar mes y medio para cobrar una cantidad que necesitaba urgentemente.

¿Qué os parece de la travesura de la niña?

Y ya que viene a pelo, os recomiendo que nunca os permitáis tocar, ni coger, ni leer ningún papel de los que vuestros padres tengan sobre la mesa, o en otra parte. Ese es un vicio muy perjudicial, y que en algún caso puede ser de gran trascendencia.

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Otro día la niña, a quien llama la mamá, no parece en toda la casa; busca por aquí, busca por allá, la niña no está en casa. Ya os podéis figurar el susto de la madre; -¿si se habrá caído desde el balcón? ¿Si se habrá bajado al patio y caído en el pozo? ¿Si estaría en el portal y se la habrá llevado algún mal hombre? -La pobre madre se pone en lo peor, y ya piensa que se ha quedado sin hija. Pero al ir a entrar toda azorada en una habitación la buena señora, con ánimo de coger la mantilla y salir a la calle a buscar a su hija, esta sale de pronto de detrás de una cortina, riendose como una loca, y dando a su madre un susto que podría dejarla muerta.

Dibujo

Ésta es una gracia, pero es una gracia que no la tiene, hijos míos.

¿Y creéis que Paz es más juiciosa cuando hay visita?... No, señores.

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También entonces luce las gracias de su variado repertorio.

Por ejemplo; a un caballero muy respetable le dice que no le quiere dar un beso porque es muy feo; a una señora le quita las horquillas del peinado, y es causa de que a la señora, que está, por cierto, muy ufana de su buen pelo, se le caiga delante de la reunión una gran trenza, que precisamente es suya sólo porque se la ha comprado al peluquero.

A un niño que ha ido con su papá a ver al señor López, le coge por su cuenta, y aunque el chico es torpe y no gusta de juegos, le agarra de las manos, le obliga a poner los pies junto a los suyos, y le hace dar unas cuantas vueltas a que no está acostumbrado el muchacho; de modo que cuando lo suelta, el chico mareado da media vuelta más y se cae, rompiéndose el pantaloncito nuevo por la rodilla y causándose en esta una rozadura que hay que curarle con árnica, y no se le quita el escozor en toda la tarde.

Ella se burla de todo el mundo y a todo el mundo remeda, y cuando se la llama no acude, y cuando no hace falta ni se la llama, se mete en medio, o, si no tiene mucha confianza con las personas que están de visita, se queda escuchando detrás de la puerta.

Con las criadas hace diabluras también, como que esa es su ocupación, y les pone un alfiler en la cama, y les registra la cesta de labor, y les esconde el hilo, y les quita las cajas de fósforos para entretenerse en irlos encendiendo, con peligro de quemarse ella misma, o de prender fuego, en su aturdimiento, a una cortina, o a una colcha o a una silla.

En fin, para que os convenzáis de quién es ese diablillo que os retrato, bastará que sepáis que un perro que tiene el señor López, y que es el animalito bueno y obediente y cariñoso con todos, en cuanto ve acercarse a la niña, echa a correr.

Pues, hijos míos, esa niña tan mala no lo es por su culpa precisamente, sino porque está mal educada, porque sus padres han sido y son demasiado tolerantes con ella, y porque al principio, en lugar de corregirla, le han celebrado todas sus gracias. La niña ha crecido, y las que eran travesuras sin consecuencia, son ya más trascendentales, y me da pena considerar que así se forma la niña un carácter que puede causarle mucho mal cuando sea mujer. Entonces no tirará platos rotos para asustar a la portera, ni escupirá ala calle sobre el transeúnte, ni atormentará al perro, pero puede que sea una mujer caprichosa, superficial, dominante, maldiciente, egoísta, curiosa, y en fin, que merezca la antipatía de todos y no haga la felicidad de su familia ni la suya propia.

C. FRONTAURA.






ArribaAbajoAnécdota

En el siglo anterior habla en Holanda una costumbre singular, que era sin duda una reminiscencia de las leyes egipcias o atenienses. Cuando se encontraba mendigando a un hombre fuerte y en estado de trabajar, se le cogía y se le hacía bajar a un pozo, y sobre el se abría un caño de agua. En el fondo del pozo habla una bomba destinada a desaguar el pozo. Si el perezoso holgazán no movía la bomba se ahogaba sin remedio. Claro es que todos se aplicaban a trabajar en la bomba. Después de un par de horas se le sacaba del pozo un poco maduro ya, y se le despedía encareciéndole la conveniencia para el de aprovechar tan saludable lección, y es fama que ninguno dejaba de corregirse.



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ArribaAbajoLas madres


I

Dibujo

La humanidad es incomprensible, mis queridos lectores. Día vendrá en que podáis estudiarla, y os convenceréis por vosotros mismos.

El hombre, apenas llega a la edad de la razón, empieza a suspirar por la felicidad, es decir, por todo aquello que contribuya a hacerle agradable la vida. Generalmente desprecia lo que es más digno de ser estimado, formando el ridículo empeño de buscar la dicha por que suspira donde casi nunca la encuentra.

Esto cuesta trabajo comprenderlo, pero no por eso deja de ser verdad.

No hay nada que nos seduzca tanto como aquello de que carecemos.

El sol nos parecería más brillante si no lo viéramos todos los días.

Para saber lo que vale la felicidad es necesario haberla perdido.

Tal es la condición humana, esa mísera condición que nos arrastra en muchísimas ocasiones hasta convertirnos en ingratos.

De esta verdad tenemos numerosísimas pruebas, y hay algunas tan patentes y palpables que disipan hasta la sombra de la duda.

¿Queréis que os lo demuestre? Pues oid.




II

En el mundo, por ejemplo, existe una joya superior a todas las joyas, un ser que con ningún otro ser puede compararse; una mujer cuya abnegación y cuya ternura no tienen límites,   —22→   porque ha nacido para enjugar lágrimas y para derramar sobre los suyos los inmensos tesoros de cariño que esconde en el fondo de su alma.

Pues bien: esa inapreciable joya, ese ser cuya bondad le hace infinitamente superior a los otros, esa mujer, en fin, que tiene tan alta y tan delicada misión sobre la tierra, es... la madre.

¡Qué hermosísima palabra!... ¡Qué nombre tan dulce y tan simpático! ¡La madre!

Y sin embargo, lectores míos, la mayor parte de las veces somos ingratos con esa admirable mujer que, después de llevarnos en sus entrañas, nos da la sangre de sus venas, y nos daría la vida si de su vida necesitáramos.

¡Cuán escaso es el número de los hijos que llegan a penetrarse de lo mucho que valen las madres!

¡Qué pocos son los que guiados únicamente por los impulsos de su alma, devuelven ternura por ternura y sacrificio por sacrificio!

Bien es verdad, que, como he dicho antes, para saber lo que vale la felicidad es necesario haberla perdido, y las madres, mientras habitan sobre la tierra, no son debidamente apreciadas ni comprendidas por aquellos a quienes dieron el ser.

Es una inmensa desgracia que desde el principio del mundo viene pesando sobre todos los hijos.

¡Triste condición humana, que en momentos solemnes de la vida nos obliga a mezclar las lágrimas del dolor con los suspiros del remordimiento!




III

Apuradillos habíais de encontraros, mis amados lectores, si tuvierais necesidad de contestar a esta pregunta:

-¿Qué son las madres?

Es una pregunta a la que nadie ha podido contestar todavía, lo cual prueba la grandísima importancia que encierra.

Yo creo, sin embargo, que la tal pregunta tiene una contestación tan gráfica como original y sencilla.

En mi concepto, podría decirse:

-Una madre, es... una madre, y con esto estaría dicho todo.

¿No os parece que este dulcísimo nombre es más elocuente que todas las palabras del mundo?

¿Existe por ventura algún otro medio de expresar con mayor exactitud la bondad y la excelencia de una madre?

Por otra parte, ¿quién es capaz de saber lo que se oculta en el corazón de la mujer destinada a ser nuestro amparo y nuestro consuelo?

¡Una madre!...

Una madre es el conjunto de todo lo más agradable y sublime de que es posible formar idea.

El amor de las madres no se parece a ninguno de los amores de la tierra, porque es un amor que tiene algo de celestial y de divino.

Es un amor que jamás fue inspirado por el egoísmo; un amor casi tan puro y tan sincero como el que Dios profesa a sus criaturas.

Es un amor, en fin, que conduce hasta el sacrificio, por cuya razón sólo puede albergarse en el corazón de las madres, que siempre están dispuestas a sacrificarse por sus hijos.

Las mujeres, con muy raras excepciones, se olvidan hasta de sí propias cuando llegan a ser madres.

A partir de aquel momento, uno de   —23→   los más felices de su vida, no tienen más alegrías ni más tristezas que las tristezas y las alegrías de sus hijos.

Si estos están enfermos, las madres sufren tanto o más que ellos mismos, considerando que los que padecen en el lecho del dolor son los hijos de su alma, el fruto querido de sus entrañas.

No hay madre que no disculpe las travesuras o los defectos de sus hijos, llevando su abnegación hasta el punto de cubrirlos con el manto del perdón y de la misericordia cuando se muestran ingratos en pago de la solicitud y del cariño de que son objeto.

¡Cuántas veces la conducta de los hijos traspasará de parte a parte el amoroso corazón de muchísimas madres!

Pero a pesar de todo, las madres son siempre las mismas, porque no se resignan fácilmente a dejar de ser madres.

No hay nada que cause mayor pesar a una madre que tener que reñir a sus hijos; los cuales, convencidos de esta verdad, no suelen dar importancia a las reconvenciones maternas, acaso también porque la mayor parte de las veces dichas reconvenciones no son otra cosa que caricias disfrazadas.

¡Bendito sea el amor de las madres!

¡Benditas sean esas santas mujeres, destinadas por Dios para ser nuestro apoyo y la alegría del hogar doméstico!




IV

Antes de concluir voy a dirigiros unas cuantas palabras, pequeños lectores de LOS NIÑOS.

Deseo que no olvidéis ni una sola de las verdades que acabo de exponer a vuestra tierna consideración; atended y reverenciad a vuestras madres, en la seguridad de que son una segunda Providencia, encargada de velar por nosotros, y cuidad mucho de no merecer la fea nota de ingratos.

Tened entendido que no hay felicidad como la que se disfruta al lado de una buena madre; no vaciléis en calificar de insensato al que se esfuerza por encontrar una dicha mayor, mirando con indiferencia los beneficios que recibe de su amorosísima madre, y compadeced muy de veras al que llora la eterna ausencia de un ser cuyo reemplazo es de todo punto imposible.

La madre es el ángel que nos guarda, que nos defiende, que nos da vida. ¡Benditas sean las madres!

Bienaventurado el hijo que pueda decir: -«Estoy tranquilo, porque correspondí siempre a los desvelos de mi madre.»

¡Ay de aquel que no sea dueño de recordar a la suya sin verse destrozado por los remordimientos!

FRANCISCO DE LA CORTINA.






ArribaAbajoPensamientos morales

No perdáis una hora siquiera, puesto que no tenéis seguro ni un minuto.

No basta no llegar a ser malo: es preciso no dejar de ser bueno.

El sabio descansa cambiando de trabajo.

El hombre suele creerse incapaz de hacer un trabajo, por pereza nada más. El que tiene buena voluntad y amor al trabajo no encuentra esas dificultades.



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ArribaAbajoUna lección provechosa

(Conclusión)


-Ya os dije antes que son figuras alegóricas, por medio de las cuales generalmente se las representa. Habéis visto, por ejemplo, en algunos cuadros representada a la España como una matrona hermosa, con diadema en la cabeza y un león a los pies; y bien sabéis, sin embargo, que España no es una mujer de carne y hueso, sino esta pequeña parte de la tierra que forma la nación que habitamos. Pues bien, lo mismo sucede con estos cuadros. Las partes en que se divide el globo no son matronas, como aquí se las representa: lo que aquí veis son alegorías de sus principales atributos, como ahora os lo explicaré.

-Ahora sí que lo comprendo perfectamente.

-Antes de nada debo deciros que el globo terráqueo es una bola inmensa, cuya superficie ocupan en sus dos terceras partes los mares y en el resto la tierra habitable, dividida en dos grandes continentes, el antiguo y el nuevo.

-Es decir, ¿qué el uno fue hecho antes que el otro?

-No, hijo mío; Dios los hizo al mismo tiempo, pero los hombres que habitamos el continente que llamamos antiguo no tuvimos noticias de la existencia del que se hallaba colocado al otro extremo de los mares hasta hace unos cuatrocientos años próximamente; y por eso al nuestro le llamamos el viejo mundo, y al que se descubrió después el nuevo mundo.

Ahora bien: entrando en mi explicación, os diré que el antiguo continente está dividido en tres partes llamadas: Europa, Asia y África, y el continente nuevo forma una sola parte, que se llama América.

-Pues y la que has llamado Occeanía, ¿en dónde te la dejas?

-Esa se halla colocada entre ambos continentes, y la forman una multitud de islas agrupadas y diseminadas sobre la superficie del gran Océano.

-Está bien; ahora lo vamos entendiendo.

-Paso, pues, a daros algunas nociones ligerísimas de las diferentes partes del mundo a la vista de las figuras alegóricas que las representan. Acercaos aquí. Esta primera que estáis mirando, de bellísimas facciones, algo morenas, de ropaje ligero y flotante, adornada la cabeza con un turbante cuajado de perlas y piedras preciosas, es el Asia, y os llamo la atención sobre ella antes que sobre las otras, porque ella fue la cuna de la humanidad, y los primeros hombres de la creación habitaron en ella.

-Hermosa matrona es, papá, y algo descargada dé ropa la pintan.

-Eso es para significar que su clima es muy templado y en él nunca se siente el frío. Es la más dilatada de las tres partes del viejo continente, pues tiene de longitud unas 1.800 leguas y de latitud 1.400 aproximadamente, formando una superficie de medio millón de leguas cuadradas.

-Válgame Dios, papá, ¡cuánto tiempo se necesitaría para correrla toda, aunque fuera en ferrocarril!...

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-La habitan diversidad de pueblos de distintas razas, que entre todos componen unos 500 millones de habitantes. La riegan ríos muy caudalosos y célebres en la historia, entre ellos el Eúfrates, el Jordán, el Tigris y el Ganges, según la antigua tradición, en la ribera del Jordán se hallaba situado el Paraíso terrenal, en donde Dios colocó a Adán y a Eva antes de que pecaran.

-De ahí se infiere que debe de ser hermoso país.

-No sólo hermoso, sino uno de los más ricos: allí se crían las piedras preciosas, y también ricos metales, como el oro; de allí procede el té, el opio, el alcanfor, el incienso, la mirra y los más preciados perfumes; allí se crían las flores más hermosas y los frutos más sazonados; allí está también la Tierra Santa, en donde Nuestro Señor Jesucristo nació y murió.

Tiene también altísimas cordilleras de montes, y los más notables son el Caúcaso, el Monte Tauro, el Líbano, la cordillera Altay-Stanovay y el monte Sinaí, en donde Dios habló a Moisés.

Las islas más notables de esta parte del mundo son Ceilán, Nicobar, Chipre, Rodas, Nueva Siberia, las Maldivias, Bering y otras que excuso nombrar porque no habéis de conservar sus nombres en la memoria.

Sus estados más poderosos son el imperio de la China, el del Japón, la Persia y la Tartaria; allí están también la Arabia y el Indostán. Entre sus principales ciudades os citaré a Jerusalén, Damasco, Bagdad, Tehran, Samarcanda, Kiva, Pekín, la Meca y Calcuta.

Vengamos ahora a la Europa, que es la parte del mundo en que habitamos, y la más pequeña de todas, aunque es el centro y el emporio de la civilización. Tiene de longitud unas 900 leguas y de anchura 700, y la pueblan 280 millones de habitantes. Miradla representada como una señora de gran lujo, con una corona en la cabeza y rodeada de los atributos de las ciencias y las artes, como son libros, pinceles, la lira, que representa la música, y el triángulo y nivel de la arquitectura.

-Parece la principal de todas.

-Y lo es hoy, en efecto, por su civilización, su poderío y su riqueza. Su clima es por lo general templado, aunque a la parte del Norte toca con el mar Glacial y allí está el país más frío del mundo. Sus montes más elevados son los Urales, el Valdai, los Cárpatos, los Alpes, los Pirineos, los Apeninos, el Jura, la cordillera Slavo-Helénica y otras, pero no son los más importantes del mundo, como tampoco sus ríos, entre los cuales os citaré el Danubio, el Volga, el Rhin, el Tíber, el Tajo y el Ebro; estos dos últimos en España.

Las islas que rodean a Europa no son tampoco las más importantes por su extensión: las más notables por su riqueza y población son las islas Británicas, que forman el Reino Unido de Inglaterra, Escocia e Irlanda. Os citaré también entre las mayores de ellas la Sicilia, Cerdeña, Irlanda, Nueva Zelanda, Corfú y Córcega.

En esta parte del mundo se hallan naciones tan poderosas, cultas y ricas como la Rusia, la Prusia, la Inglaterra, Francia, Italia, Austria, Turquía, España, Bélgica y Dinamarca. En ellas se encuentran ciudades tan populosas   —26→   como Londres, París, Berlín, Roma, San Petersburgo, Viena, Constantinopla, Copenhague, Nápoles, Madrid, Lisboa, Venecia, Florencia, Atenas, Colonia, Bruselas, Lion, Estocolmo, y otras cuya enumeración sería larga.

Europa se distingue por su abundancia en cereales, frutas y vinos y sus ricos metales, entre los cuales abundan el oro, la plata, el hierro, el cobre y el plomo: tiene también magníficos mármoles y preciosas maderas de construcción. Su comercio llegó a todo el mundo conocido; sus naves pueblan todos los mares, y es la que mayor número cuenta de ferrocarriles.

Vengamos ahora al reverso de la medalla. Aquí tenéis al África, representada por esta mujer negra, casi desnuda, con un turbante de vivos colores. Su extensión es muy grande, pues mide 1.400 leguas de Norte a Sur y 1.300 de Oriente a Poniente, pero su clima es tan abrasador e ingrato que es la menos poblada de todas, hallándose en su centro inmensos desiertos aún no explorados; así es que sólo tiene en tan grande extensión 80 millones de habitantes, y estos, por lo general, pobres, incultos y casi salvajes. Sus únicos países civilizados son la Argelia, colonizada hoy por los franceses, el Egipto, que depende de Turquía, el reino de Túnez, el imperio de Marruecos y la colonia inglesa de Cabo.

En ella también habitan en estado semiselvático los negros, los mozambiques, los hotentotes, los cafres, y otras razas tan desventuradas. Sus islas más notables son Socotera, Madagascar, las de Cabo Verde, Madera y las Canarias.

Tiene ríos tan caudalosos como el Nilo, el Senegal, el Oranges y el Zambeses, y entre sus cordilleras descuellan el Atlas, las Montañas de la Luna, Lupata, Congo y Sierra Leona.

Pocas ciudades notables encierra; las principales son Argel, Túnez, Trípoli, Tánger y Alejandría. En esta parte del mundo, y bajo su clima abrasador, se crían las fieras más temibles, los leones, tigres y leopardos, y en las orillas de sus grandes ríos los cocodrilos. Produce en algunas regiones buenos cereales, aunque ordinarios, y vinos muy apreciados, y además abundante algodón, dátiles y azúcar.

Viniendo ahora al nuevo mundo o nuevo continente, que fue descubierto hará unos 400 años por el atrevido navegante Colon, aquí tenéis a la América, una de las regiones más fértiles y maravillosas del globo. La veis representada por esta joven de color moreno cobrizo con brillantes y hermosas plumas en la cabeza, casi desnuda y adornada de brazaletes de oro y perlas. La extensión de esta parte del mundo pasa de 3.000 leguas de longitud por 1.000 de anchura, que forman una superficie de millón y medio de leguas cuadradas, poco habitadas en verdad, pues su población no pasa de 58 millones. Como que es tan extensa, en ella se hallan regiones muy frías, como la América Rusa, que toca por el estrecho de Bering con la Europa del Norte y regiones colocadas en la zona tórrida, por donde pasa el Ecuador, y en las cuales el calor es insoportable. Divídese por lo general en América del Norte y América del Sur, que son en realidad dos continentes unidos por el istmo de Panamá. En la del Norte se hallan la América Rusa, la Nueva Bretaña, los Estados Unidos, Méjico y la América Central,   —27→   que comprende cinco repúblicas. La América del Sur comprende a Colombia, el Ecuador, el Perú, Bolivia, Chile, la República de la Plata, el Brasil, el Uruguay y la Patagonia. En ambas regiones tiene estados muy poderosos; la mayor parte de ellos están constituidos en repúblicas, como los Estados Unidos del Norte, las repúblicas de la América Central, la de Méjico, la del Perú, la de Chile y otras. En ellas se encuentran ciudades hermosas como Washington, Nueva York, Quebec, Méjico, Guatemala, Santa Fe, Quito, Caracas, Lima, Buenos Aires, Montevideo, Santiago de Chile, Río de Janeiro y otras.

La rodean muchas y muy fértiles islas, entre las cuales se distinguen las Antillas, que son Cuba, con su capital la Habana, Puerto Rico, Santo Domingo y la Jamaica: son notables también la Groenlandia, las Bermudas, la Georgia, la Martinica, las Malvinas, las de Juan Fernández y la del Príncipe de Gales.

Allí se encuentran las montañas más altas del mundo, que son la cordillera de los Andes, las montañas Rojizas, Sierra Verde y los montes de San Elías, y también los ríos más profundos y caudalosos, algunos de los cuales tienen muchas leguas de anchura, siendo los principales el Mississipi, el Río de la Plata, el Colorado, el Orinoco, el de las Amazonas, San Francisco, el Colombia y el de la Madera.

Este riquísimo país produce en abundancia café, canela, cacao, tabaco, azúcar, frutas deliciosas, como el coco y el tamarindo, maderas preciosas, oro, plata y diamantes. Fáltame sólo deciros que la quinta parte del mundo, llamada como os dije Occeanía, está compuesta de una multitud de islas en diferentes grupos; divídese en cuatro partes: la Microscesia, la Malesia, Melanesia y Polinesia. El primero de estos grupos lo componen las islas del Archipiélago de Magallanes, las islas Marianas, las Carolinas, las de Palaos y las Murgraves. En el segundo grupo están las Filipinas, Borneo, Java, Samaltecas, Molucas y las islas de la Sonda. En el tercero se hallan Nueva Holanda, Nueva Guinea, Nuevas Hébridas, y las islas de Salomón; y en el cuarto las islas Marquesas, el Archipiélago Peligroso, islas de la Reunión, la Nueva Zelanda y la de los Amigos.

De estas islas, las que no están pobladas por los europeos, son salvajes, y aún muchas habrá todavía desconocidas.

PEDRO DOMINGO MONTES.

Dibujo



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ArribaAbajoA Nuestra Señora del Carmen

Dibujo



    Reina santa del Carmelo
que, de albo manto vestida,
ciñes la excelsa corona
de la pureza infinita;
    Tú que ante el trono del Padre
cual sol sin ocaso brillas,
oyendo el celeste coro
de la falange divina,
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    torna tus ojos clementes
a los que tu triunfo admiran:
lleguen a ti sus clamores:
dales la paz que codician,
    ¡Ruega por tus fieles siervos,
Virgen María!

    Tú que cuando amante estabas
en esta doliente vida
fuiste Madre de aquel Hijo
que tierra y cielo domina;
    Tú que en la sangrienta cumbre
del Gólgota, en triste día,
Madre en piedad también fuiste
de Adán a la raza indigna;
    Tiende el sacro escapulario,
signo de salud bendita:
baña en su virtud al alma
que en él su consuelo cifra.
    ¡Ruega por quien le venera,
Virgen María!

    Tú que en el pasmado Empíreo
que ante tu gloria se humilla,
eres escudo llamada
de tus hijos Carmelitas;

    Tú que a Simón, siervo humilde
de caridad peregrina,
le santificaste el alma
con tu celestial sonrisa;
    Oye, oh, tesoro de amores,
el cantar del arpa mía;
y pues el amor la mueve
hazla de tu nombre digna.
    ¡Ruega por mí que te invoco,
Virgen María!

    Hénos a tu pie postrados
como las almas cautivas
que en purificantes llamas
aguardan que las redimas.
    Estrella del mar, el puerto
muestra al náufrago benigna:
Madre del Carmelo, danos
la corona apetecida.
    Y entre el clamor de los cielos
y nuestra oración sencilla,
y entre suspiros de angustia
y entre cánticos de dicha,
    ¡Ruega por nosotros todos,
Virgen María!

ANTONIO ARNAO.




ArribaAbajoEfemérides de gloria

16 de julio de 1212



ArribaAbajoLas Navas de Tolosa

Había llegado para España el período de su prolija reconquista.

Reinos cristianos habían surgido allí donde antes los emiratos árabes obedecían la voz de los poderosos califas de Córdoba.

Dios había permitido que los vencedores del siglo VIII se fraccionasen; que el seno de los pueblos muslímicos fuese desgarrado por grandes rivalidades, luchas sangrientas, despojos y sustituciones de dinastías y razas.

Las grandes sectas de almorávides y almohades, una tras otra, con héroes por caudillos, se habían apoderado del imperio musulmán de África y de la península española.

Favorable les había sido la ocasión; las facciones, estaban a punto de aniquilar la dominación de los hijos de Arabia.

Por desgracia, los monarcas cristianos no estaban más unidos entre sí.

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Guerras impías se suscitaban sin cesar en aquel plantel de reinos.

Los bravíos almohades creyeron que era la ocasión propicia de asegurar su dominación en nuestra tierra y de abrirse paso por ella hacia las partes de Francia y la península italiana.

Reinaba en Castilla D. Alfonso VIII. Tras revuelta minoría y apenas empuñado el cetro de su combatido reino, pasó el Estrecho, al frente de poderoso ejército Jacub-Ebn-Jucef, cuyo padre había muerto en batalla contra los cristianos.

D. Alfonso corrió a su encuentro, y en Alarcos fue vencido, año 1195. Seguidamente perdió buen número de plazas, y por fin obtuvo tregua de su afortunado vencedor.

El rey de Castilla vivía mal a la sazón, sujeto a los encantos de Raquel, judía toledana.

Espirada la tregua, vuelto el rey al buen camino y muerto el emir Jacub, su hijo y sucesor Mohamed-Ebn-Jasub-Abu-Abd-Allah-Al-Nasir-Edin-Allah, pensó seriamente destruir todo poder cristiano en España y plantar el estandarte del profeta sobre el Vaticano de Roma.

Con tal designio, predicado el alhilled o guerra santa, y puesto a la cabeza de 500.000 combatientes, fue en busca de los cristianos.

Jamás hueste tan formidable había pisado el suelo ibérico. Nunca desde la catástrofe del Guadalete estuvo la cristiandad más en riesgo de ver triunfante en Europa la media luna.

Providencialmente el guerrero almohade se detuvo más que debiera delante de algunas plazas, dando lugar a preparar la resistencia.

D. Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, pasó a Roma y obtuvo de Inocencio III la gracia de una cruzada. Enseguida él mismo la predicó y volvió a Castilla con un ejército de 40.000 infantes y 12.000 jinetes italianos, alemanes y franceses.

D. Pedro de Aragón, y los reyes de Navarra y Portugal con sus huestes y prelados, se pusieron bajo la conducta del de Castilla.

Reunido el ejército cristiano en las vegas de Toledo, encaminose al campo de Calatrava donde guerreaban con honra los caballeros de la orden poco antes fundada por el heroico monje Raimundo de Fitero y su lego Velázquez. A poco se fue en busca de la inmensa hueste agarena.

Antes del tremendo lance habían abandonado villanamente el real cristiano la mayor parte de los extranjeros auxiliares.

Al pie el ejército de la enhiesta Sierra morena, un pastorcillo mostró los pasos por donde más fácilmente pudiera abocarse con el innumerable de los infieles.

Y en efecto, a poco de vencida la cumbre de aquella famosa cordillera, que desde aquel punto forma planicies surcadas por montes y collados, y en el paraje llamado Las Navas de Tolosa, Muradal, por otro nombre y provincia de Jaén, se avistaron las fuerzas enemigas, trabando la feroz pelea.

La descripción, por más que haga vibrar todas las cuerdas del sentimiento patriótico y excite en alto grado el interés, no es de este lugar en que sólo nos mueve el objeto de conmemorar aquel insigne triunfo de la Santa Cruz de Cristo sobre las terribles fuerzas ismaelitas.

La Iglesia se asoció a aquel hecho   —31→   de armas impetrando para las de los fieles gracia de Aquel que tiene en su mano el destino de los orbes.

He aquí cómo se expresa un eminente escritor español, el Sr. D. Vicente de la Fuente, al ocuparse de tan solemne suceso en uno de sus preciados libros:

«Mientras que los cruzados españoles ganaban las alturas de Sierra Morena, el papa Inocencio III, cual otro Moisés, elevaba sus brazos al cielo por el triunfo de aquellos españoles que iban a combatir medio millón de musulmanes... En la rogativa que se hizo por el triunfo de los españoles, el papa iba a pie descalzo y llevaba en sus manos el santo madero de la Cruz: se impuso a todos los romanos un día de rigoroso ayuno, y el papa celebró de pontifical para los hombres en la iglesia de Letrán mientras que todas las mujeres, sin excepción, asistían a los oficios en la iglesia de Santa Cruz.»

Y luego añade:

«El arzobispo D. Rodrigo, al lado del rey, contenía su ímpetu belicoso. Al ver algunos de sus soldados concejiles volverla espalda cobardemente creyendo derrotado el ejército, volviose el rey a D. Rodrigo diciéndole: -Arzobispo, yo y vos muramos aquí. -No, señor, respondió al arzobispo, no moriréis, sino venceréis. -Pues avancemos, replica el rey lleno de coraje, a socorrer a los primeros que están en gran peligro. Muramos aquí, arzobispo, que esta es muerte honrada. -Dios os dará la victoria, repone el arzobispo, y si dispusiese otra cosa, todos moriremos con vos.

»Y la Providencia oyó los gemidos del padre de los fieles, y vio con gratos ojos el esfuerzo de aquellos cruzados que antes de entrar en acción se habían purificado con la oración y la penitencia. No necesitó, cual el Júpiter imbécil de los griegos, ver de qué lado caía la balanza; pues sabía desde la eternidad que aquella inmensa morisma quedaría allí exterminada. Sopló el viento de su ira, y medio millón de musulmanes corrió aguijado de las picas de los cristianos favorecidos visiblemente por la protección del cielo.»

La gloriosa victoria de las Navas fue a la inmensa invasión de los almohades lo que la rota de Calatañazor para el espléndido califato ommiada de Córdoba, personificado en aquella época por el grande Al-Mansur.

La Santa Iglesia instituyó la fiesta que se celebra hoy (16 de Julio) en memoria de aquel prodigioso hecho de armas.

El morado pendón de Castilla y la cruz primacial de Toledo abrieron el camino que un poco más tarde recorrió con tanta fortuna y gloria D. Fernando el Santo, conquistador de Córdoba y Sevilla; prepararon el trance marcial del Salado y dieron origen a la epopeya granadina; magnífico epílogo del inmenso drama que inauguró en Covadonga la espada de Pelayo.

Cumplen hoy 659 años de la famosa rota del emir Al-Mumenin en los campos de Muradal, y el cristiano y verdadero patriota que recuerda piadosamente fecha tan gloriosa no debe olvidar que el día del insigne triunfo está bajo la protección de MARÍA con aquel dulce nombre con que la invocan los españoles en los momentos supremos de su vida; con el nombre más popular en nuestro país, que es el del CARMEN.

M. CABALLERO DE RODAS.





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ArribaAbajoAutógrafos de escritores contemporáneos

Autógrafos de escritores contemporáneos

La página autógrafa que insertamos hoy en nuestra Revista pertenece a uno de los jurisconsultos más notables de España, escritor elegante y profundo, y hombre político de gran autoridad. Varias veces ha sido ministro de la corona en el reinado de doña Isabel II el Sr. Fernández de la Hoz, que es una de las más legítimas reputaciones de la época. Bajo este concepto su nombre no podía faltar en esta colección de páginas escogidas de los hombres más eminentes de España, que publicamos para que los niños se familiaricen con los nombres de los maestros en las ciencias y la literatura.



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ArribaAbajoDe la alimentación de los niños

Dibujo

Para vivir es indispensable la alimentación, pero a nadie, y menos a los niños, debe permitirse sin medida y prudencia. Los niños que comen demasiado enferman, como los que se alimentan mal o en cantidades insuficientes para su desarrollo y necesidades orgánicas; y hay que tener presente que en su mayoría son avariciosos, esto es, propensos a la gula, y que por lo tanto si se les dejara comer a su discreción, nada les bastaría hasta que se hallasen repletos con hartura.

Difícil es determinar de antemano la cantidad y calidad de los alimentos que un niño necesita para conservarse y desarrollarse en salud. Puede aconsejársele sin embargo que se levante siempre de la mesa cuando le quede todavía algo de apetito; y siguiendo fielmente este precepto, casi se le puede asegurar que no adolecerá de indigestiones.

Sus alimentos no deben ser perpetuamente los mismos, sino variados; porque en cada uno de ellos hay elementos o principios que el organismo sabe aceptar asimilándolos a las necesidades del cuerpo. Creen algunos que los niños deben comer mucha carne, pero se equivocan; y modificando poco ventajosamente su temperamento, los predisponen a diversas enfermedades. Lo conveniente es hacerla alternar con los vegetales y con frutas azucaradas y de la estación en prudentes proporciones. El cuerpo humano necesita distintos componentes para su vitalidad y crecimiento, por lo cual reclama y pide aquellas sustancias que en sí llevan azúcar, hierro, cal, sosa, fósforo, etcétera, etc., pues el organismo, obedeciendo a las leyes que le dictó su sapientísimo Autor, toma de ellas lo que mejor se le asimila. De aquí resulta que un niño enfermaría pronto si sólo hiciera uso de una misma clase de alimentos, por ser indispensable que en estos figuren todos los principios necesarios a la vida. Encuéntranse los mejores medios de sostenimiento en las carnes con el pan y algunas sustancias farináceas; pero llegarán a ser nocivos si de ellos se abusa y no se toman también   —34→   en proporciones regulares las sustancias grasas u oleosas.

¿Quién, aun sabiendo bien fisiología pudiera determinar por regla general las cantidades que deben tomarse precisamente de cualquier sustancia alimenticia? Por no ser esto posible es difícil en sumo grado dirigir con acierto la alimentación de un niño, siendo muy ocasionada a hacernos caer en error, aun empleando los cuidados más previsores.

Sin embargo, a poco que se medite se observará que desde el momento en que el niño nace y mucho antes de que la razón pueda servirle de guía, tiene aquel un centinela que por él vigila, que le advierte todas sus necesidades y exige la satisfacción de las mismas: dicho centinela es el instinto, por el cual se dejan conducir la madre, la nodriza, y por lo común todos aquellos que tienen a su cargo el cuidado de los niños. A una necesidad orgánica sigue una sensación que debe satisfacerse, y cuando se la desatiende pasa a ser desagradable revelándose por dolor, gritos, llanto, inquietud, desasosiego, que son las manifestaciones reflejas de aquella necesidad no tenida en cuenta ¡Cuán difícil es por lo tanto dirigir higiénicamente a un niño, y con cuánta imprevisión se admiten para su servicio a personas que lo desconocen y que por su ruda educación carecen de tino y delicadeza!

Para conocer la dificultad que habría en adivinar las cosas que el niño necesita si careciera de instinto, y lo que conviene tener siempre a su lado personas que sepan interpretar sus inclinaciones, basta fijarla atención en hechos y fenómenos comunes. El niño que no habla, apunta con su delito al vaso en que ve agua, y así manifiesta que tiene necesidad de ella. Cuando dice que quiere salir a la calle es porque necesita aire respirable para vivir. Si yendo a paseo se queda de repente parado y persiste en no querer andar, no es por la picardía y segunda intención de que le tomen en brazos, que por lo común, imbéciles niñeras atribuyen al inocente, sino porque se halla fatigado del todo. Por último, aquel otro pequeñuelo que después de echar de la boca varias veces una cucharada de ahumada papilla se ve por fin obligado a tragar muchas de ellas, no revela su falta de apetito o de voluntad, sino la repugnancia de su estómago que presiente una indigestión.

Son tantos y tan graves los males que pueden ocasionarse a las criaturas por no deferir con discreción a las indicaciones de su instinto, que fuera prolijo y hasta enojoso referirlos en esta ocasión. Mas para prevenirlos, sólo haremos dos advertencias al poner término a las presentes observaciones. Repetiremos a los padres la necesidad de tener al lado de sus pequeñuelos, si por sí mismos no pueden vigilarlos, personas de claro sentido y buen deseo que se detengan a estudiar las inclinaciones naturales de aquellos y las satisfagan con prudencia. Y a los niños más crecidos, que ya pueden discurrir, repetiremos también que la glotonería es uno de los peores vicios, que expone a frecuentes y agudas enfermedades, que no es bueno comer sin gana, y que nunca debe satisfacerse esta hasta la hartura, aunque se trate del más exquisito manjar.

DR. DÍAZ BENITO.



  —35→  

ArribaAbajoLa niña de la virgen

(Cuento de la colección de los hermanos Grimm)



Traducción del alemán por D. F. Miquel y Badía.

Dibujo

Vivía con su mujer al pie de un extenso bosque, un leñador padre de una criatura, chiquitilla de tres años. Eran tan pobrecitos que sólo contaban con el pan de cada día y no sabían qué juntarle para que mejor pasara. Una mañana entrose el leñador en el bosque, agobiado de pesadumbre, a fin de empezar su trabajo, y mientras se hallaba partiendo leña, se le presentó una hermosísima y apuesta mujer, ceñida la cabeza con una corona de brillantes estrellas, la cual le dijo: «Soy la Virgen María, la madre del Niño Dios; eres pobre y menesteroso, entrégame a tu hija, yo la tomaré conmigo, seré su madre y cuidaré de ella.» Obedeció el leñador; cogió a su hija y la dio a la Virgen María, que la recibió en brazos y la llevó consigo a los cielos, en donde le fue perfectamente a la chiquilla, pues comía pan de azúcar y bebía dulcísima leche; sus vestidos estaban cuajados de oro, y con ella jugaban los angelitos. Cuando alcanzó la niña los catorce años, llamola ante sí la Virgen y le dijo: -Querida mía, he de emprender un largo viaje, y así te confío en custodia las trece llaves de las puertas que hay en el reino de los cielos; puedes abrir doce de ellas y contemplar las maravillas que encierran dentro; pero te está prohibido hacer otro tanto con la décimatercera, a la cual esta llave pertenece; guárdate de abrirla, pues de lo contrario serías para siempre desdichada.» La niña prometió ser obediente, y así que hubo partido la Virgen María, empezó a registrar las habitaciones del reino de los cielos. Cada día abrió una hasta que hubo visto las doce: en cada estancia hallábase sentado un apóstol cercado de luz y resplandor. Complacíase sobre todo en la pompa y magnificencia del reino de los cielos, y los ángeles, que siempre la acompañaban, regocijábanse con ella. Quedaba aún intacta la puerta prohibida, cuando nuestra niña sintió fuertes deseos   —36→   de saber lo que detrás de ella estaba escondido, y así habló a los ángeles: «No la abriré del todo, y sí la entreabriré para que por la rendija podamos atisbar un poquillo.» «No lo hagas -repusieron los ángeles- sería un pecado: la Virgen María lo ha prohibido, y no obedecerla podría ser causa de tu desgracia.» Callose, pero el deseo y la curiosidad no callaron en su corazón, antes lo inquietaron y punzaron con gran fuerza, por donde no le dejaban momento de reposo, y así cierto día en que los ángeles salieron de casa, dijo para sí: «esta es la mía, sola estoy; puedo husmear por allá dentro y nadie sabrá lo que he hecho.» Sacó la llave del manojo, cogiola, la metió en la cerradura, y cuando la tuvo colocada dio la vuelta. Abriose la puerta, y vio a la Santísima Trinidad envuelta en rayos que de fuego parecían y resplandores deslumbrantes, y mientras con asombro estaba tal prodigio contemplando, le alcanzó el dedo una miajitita de uno de los rayos de luz, y el dedo se le volvió completamente de oro. Cruel angustia sintió entonces; cerró la puerta con violencia, y escapó; pero la congoja no quiso nunca más apartarse de ella, latíale el corazón fuertemente, y no podía en ningún instante hallar reposo. El oro se quedó impreso en su dedo, y no huyó de él por más que lo lavara y frotara tanto cuanto pudo.

Poco tiempo se había pasado cuando la Virgen María regresó de su viaje, llamó a la doncellita y le pidió las llaves del reino de los cielos. Al recibir el manojo, la miró la Virgen María fijamente, y le dijo: ¿Es verdad que no has abierto la puerta decimatercera?» «No, señora» ella contestó; a lo cual la Virgen colocó su mano encima del corazón de la muchacha, que latía apresuradamente, y conoció que había quebrantado su precepto y que había abierto la puerta vedada. Y así lo preguntó otra vez: «¿De veras no lo has hecho?» «No, señora», repuso la niña por vez segunda. Observó la Virgen entonces el dedo de la niña que por el contacto del fuego celeste se le había vuelto de oro, y bien vio que había pecado, y así por tercera vez lo preguntó: «¿No lo has hecho?» «No, señora», contestó la muchacha. Y en aquel instante, así habló la Virgen María: «No me has obedecido y has mentido además: vete porque no eres digna de estar en el reino de los cielos.»

Cayó la muchacha en profundo sueño, y al despertar encontrose tendida sobre la tierra en medio de un erial; quiso llamar, pero ningún sonido salió de su boca: levantose y quiso huir, más por donde quiera que se encaminaba, espesos zarzales, que no podía arrancar, le estorbaban el paso. Alzábase en el yermo un viejo árbol, de hueco tronco, destinado para su morada; culebreando se metía en él cuando la noche se le venía encima, y en su concavidad hallaba amparo cuando rugía la borrasca y la lluvia se desencadenaba. Miserable vida era la suya, y por eso al recordar los hermosos tiempos que había pasado en el cielo y cómo los angeles jugaban con ella, rompía a llorar amargamente. Raicillas y hojas del bosque, que iba a recoger hasta donde las zarzas se lo permitían, eran su único alimento.

(Se concluirá.)



  —37→  

ArribaAbajo¡Pobre madre!

Dibujo




I

    Todo era bello para esa madre;
todo era dicha, todo era amor;
gloria su vida, cuando en sus brazos
       acariciaba al hijo
       que Dios le dio!...

    Y más encantos tenía el cielo,
la luz, las flores de su jardín,
cuando velando junto a la cuna
       de su niño, entre sueños
       le vio sonreír!...


II

    El ángel rubio, de ojos de cielo,
duerme en su cuna, pálido está:
allí su madre, de noche y día
       con su amor a la muerte
       quiere ahuyentar.

    Ya están sus ojos tristes, muy tristes,
secos sus labios, fría su sien,
el niño enfermo mira a su madre
       y la madre
       se siente morir con él!...
—38→


III

    Murió aquel ángel, de ojos de cielo;
ya aquella cuna vacía está,
ya no habrá dicha, ya no habrá encantos,
       ¡sólo habrá luto y lágrimas
       en el hogar!...

    Todo está triste, para la madre
desierto el mundo, que alegre fue;
y arrodillada junto a la cuna
       ¡loca de pena quiere
       morir también!...

RICARDO SEPÚLVEDA.




ArribaAbajoLa ciencia en la mano

Claras y concisas preguntas y respuestas que explican los fenómenos de todos los días.
Nociones y conocimientos útiles y recreativos para la infancia y la juventud


(Continuación)



ArribaAbajoCapítulo II

Electricidad


Sección 1.ª -Desarrollo de la electricidad.

¿Qué otro origen tiene el calor? -LA ELECTRICIDAD.

De la palabra griega h=lextron (ámbar o sucino).

-¿Por qué se ha dado a ese agente el nombre de ELECTRICIDAD, que recuerda el nombre del sucino o ámbar? -Porque el ámbar es la primera sustancia a la que se vio adquirir por el frote la propiedad de atraer los cuerpos ligeros, tales como pedacitos de papel, virutas, barbas de pluma, etc., etc.

Tales descubrió esta propiedad del ámbar seiscientos años antes de la venida de N. S. Jesucristo.

-¿Cuántas especies distintas de electricidad se conocen? -Hay dos especies de electricidad; la electricidad vítrea y la electricidad resinosa. Esta distinción es más bien nominal y explicativa que real y teórica.

-¿Por qué se emplea la denominación de electricidad vítrea? -Porque se manifiesta frotando un tubo o una superficie de vidrio.

-¿Por qué se dice electricidad resinosa? -Porque se manifiesta en una superficie de resina frotada con lana. El ámbar es también una especie de resina.

-¿Hay otros nombres para designar esas dos electricidades? -La primera se llama también electricidad positiva y la segunda negativa.

-¿Por qué se emplean estas calificaciones de positiva y negativa? -1.º Porque en una de las hipótesis hechas sobre la naturaleza de la electricidad, se   —39→   admitía que los fenómenos eléctricos se debían a un exceso, o a una falta de un fluido imponderable llamado fluido eléctrico. El exceso de fluido constituía la electricidad positiva o el estado eléctrico positivo, y la falta la electricidad negativa o el estado negativo; 2.º porque las dos electricidades parecen producir fenómenos contrarios u opuestos, como que la una parece atraer lo que la otra rechaza y recíprocamente.

Unidas y combinadas en cantidades iguales en un mismo cuerpo, las dos electricidades se neutralizan y disimulan sus propiedades; el cuerpo está entonces en el estado neutro, es decir, que el fluido eléctrico de que está poseído se halla en estado de fluido neutro.

-¿Por qué el roce produce la electricidad? -En el estado actual de la ciencia se admite que la fuerza mecánica ejercida y empleada en el choque de dos cuerpos, puede trasformarse bajo ciertas condiciones en electricidad o fuerza eléctrica, como bajo otras condiciones se trasforma en calor y en luz.

-¿Por qué un pedazo de papel se adhiere a la mesa cuando se le frota con goma elástica? -Porque se desarrolla en el papel la electricidad, la cual le comunica la propiedad de atraer la madera, o mejor dicho, de ser atraído por ella. La atracción es siempre recíproca o mutua, pero el cuerpo que tiene menos volumen es el que cede a la atracción.

-Si se seca, al fuego, un pedazo de papel fuerte de estraza, y luego se le frota entre las rodillas, ¿por qué se puede adherir después a la pared? -Porque el frotamiento le hace eléctrico, y apto, por consiguiente, para adherirse a los cuerpos próximos.

-Cuando un vidriero compone un vidrio y lo limpia, ¿por qué las partículas de almáciga esparcidas por la vidriera se mueven de arriba abajo? -Porque el frotamiento electriza el vidrio y le comunica la propiedad de atraer los cuerpos ligeros, tales como las citadas partículas. Tocando la parte electrizada de la vidriera, esas partículas se cargan de electricidad y son rechazadas; vuelven a caer sobre la vidriera, cuando han perdido la electricidad, recíbenla nuevamente y vuelven a elevarse para volver a caer.

-¿Por qué después de frotarse fuertemente la cabeza se siente cierta picazón? -Ese puede ser el resultado o de una irritación mecánica o del estado eléctrico de los cabellos, determinado por el frotamiento.

-¿Por qué en la piel del rostro sentimos cierta picazón también algunas veces cuando va o llover? -Cuando la lluvia tiene por causa la tempestad o el estado eléctrico de la atmósfera, es muy natural que la electricidad del aire impresione la piel más sensible, que es la del rostro.

-¿Por qué vemos a los gatos y los perros frotarse las orejas cuando va a llover? -La piel del gato y la del perro, aunque menos la de este, es fácilmente electrizable; frotada vivamente, se electriza hasta despedir chispas. Es, pues, muy natural, que la electricidad del aire, causa de la lluvia, impresione la piel de los gatos, y determine en ella una picazón que les hace inquietarse y frotarse las orejas con la pata.

-¿Por qué los gatos se lamen tanto en ese estado? -Para mojar y deselectrizar   —40→   su piel, y hacer cesar la sensación que les incomoda.

-¿Se manifiesta la electricidad de alguna manera sensible? -En sí mismo el fluido eléctrico es invisible como el calor; pero la electricidad, en gran número de casos, produce la luz, y se manifiesta bajo la forma de chispa, relámpago, rayo, etc., etc.

-¿Qué olor tiene la electricidad? -En sí misma la electricidad no tiene olor, pero cerca de una máquina eléctrica en movimiento, como en el aire en tiempo de tormenta, se percibe un olor particular, sui generis, que recuerda un poco el del azufre y el fósforo, y que es propio al oxígeno del aire electrizado.

-¿Por qué el sacudimiento eléctrico se siente más fuertemente en las articulaciones? -Probablemente porque en las articulaciones la conductibilidad es menor y salta de un hueso a otro.

-¿Cuáles son las principales manifestaciones y de la electricidad en la naturaleza? -La aurora eléctrica, el fuego fatuo y la tempestad, comprendiendo el rayo, el relámpago y el trueno.

De todo esto trataremos en otro número.








La fuentecica

    En la margen de aquel río
que aquel valle fertiliza,
a la tierra dando jugo,
a los campos dando vida;
como entre el musgo la perla,
como la flor entre espigas
como en su nido las aves,
¿una casa no divisas?...
Pues en aquella vivienda,
pues tras de aquella casita,
en que son en todo tiempo
las veladas tan tranquilas,
en el estío las noches
tan deleitosas, tan místicas,
hay un jardín que se oculta
a la indiscreta pupila,
y en ese jardín ameno
tengo yo mi fuentecica,
la fuentecica que bulle,
la fuentecica en que anidan
de las flores los aromas,
de la mañana las brisas
y del tímido crepúsculo
la dulce melancolía.
Allí pesares se templan,
allí la sed se mitiga,
y todo allí sentimiento
y bienandanza respira,
porque aquella fuente lleva
en sus aguas cristalinas
rico manantial que pródigo
con su riego fecundiza
gérmenes que amor encienden,
tesoros que dulcifican
las amarguras del alma,
los dolores de la vida.

    ¿Que dónde se halla la fuente
quieres, lector, que te diga?...
Si guardas la fe en tu pecho,
¿para qué más fuentecica?

SILVERIO FALCÓN.



  —41→  

ArribaAbajoGeometría de los niños

(Continuación)



ArribaAbajoVI

Siguen los ángulos


En suspenso había quedado la lección de la víspera sin poder mi amiguito el profesor concluir la de los ángulos. La quinta lección debía ser continuación de la cuarta, ya que el tiempo, que inflexible sigue su veloz carrera, no había permitido concluir todo lo relativo al asunto tratado en esta última.

Habíanse ya explicado las diversas clases de ángulos, según la naturaleza de sus líneas, habíase hecho esto, y quedaba todavía algo que decir.

¿Podría hacerse, tal vez, una nueva división de los ángulos?

¿Podrían estos admitir nombres diversos sin considerar para nada sus lados? He aquí las preguntas que se hacían los jóvenes estudiantes; preguntas propias de su deseo ardiente de conocer todo lo que sobre ciencia tan importante como la geometría pudieran aprender.

Este deseo fue satisfecho por Carlitos desde el momento que empezó la quinta lección: esperada era con impaciencia su explicación que empezó de esta manera:

-Hemos dejado ayer, dijo mi amiguito, explicada la división de los ángulos, según las líneas que los forman. Vamos a ver la que de ellos puede hacerse, según su mayor o menor abertura.

En efecto; ved estos tres ángulos.

Carlos dibujó lo siguiente:

Dibujo

-Ya veis, continuó, que se diferencian bastante entre sí: deben tener diversos nombres, y así es en verdad. El primero está formado por dos líneas que, sin duda, conoceréis que son perpendiculares. El segundo es mucho más cerrado; el tercero es bastante más abierto.

¿Qué podremos deducir de esto?

Fácil es decíroslo: no puede dudarse que el primero sirve de norma para designar a los tres.

Así es en efecto: al primero, que está formado por dos líneas perpendiculares entre sí, se le llama ángulo recto: al segundo, que es menor que este, se le denomina agudo; últimamente, el tercero es conocido con el nombre de obtuso por ser mayor que el recto.

  —42→  

Ya tenemos expresada la división de los ángulos según su abertura. Hemos visto:

1.º Que se llama recto al ángulo que está formado por dos líneas perpendiculares entre sí.

2.º Que se llama agudo al que es menor que el recto.

3.º Que es obtuso el ángulo mayor que el recto.

Es muy fácil distinguir estos ángulos: basta conocer al que sirve de norma para poder hacerlo respecto de los otros dos.

En cuanto al primero, el tener sus lados perpendiculares lo caracteriza perfectamente. Esta particularidad hace que estos ángulos sean todos iguales. En efecto, teniendo sus lados perpendiculares uno al otro, es claro que siempre han de estar igual y respectivamente colocados, presentando la misma abertura, y siendo por esto forzosamente iguales.

Con esto concluyo lo que yo podía deciros en lo que toca a la división de los ángulos, y voy a haceros ver, para concluir con este asunto, a qué son iguales los ángulos formados sobre una recta, y con un vértice común, y los formados alrededor de un punto.

En efecto, mirad esto.

Carlitos cogió varios palitos y formó con ellos la siguiente figura:

Dibujo

Mirad, continuó mi amiguito, estos cuatro palitos con los que he formado otros tantos ángulos que, de ser líneas las tales barritas, tendrían sus vértices en un mismo punto. Vamos a ver a que será igual la suma de estos cuatro formados sobre el palito más largo. Si quito dos de las cuatro barras de madera, y dejo solamente la mayor de ellas, y la otra que le es perpendicular, ¿qué sucederá?

Bien conoceréis que dichas barras forman dos ángulos que son rectos por tener sus lados perpendiculares entre sí.

En efecto, ved:

Dibujo

  —43→  

¿A que, ha sido, pues, igual la totalidad de los cuatro ángulos que teníamos?

A dos rectos, sí; porque bien veis que yo sólo he quitado dos barritas sin tocar a las otras. Los cuatro ángulos se han convertido en dos que valen tanto como ellos, y que por ser rectos nos demuestran que los ángulos formados sobre una recta y con un vértice común valen dos rectos.

Si atendemos a esto, y ponemos otros palitos sobre el más largo, por el lado opuesto, tendremos en él lo que en el otro teníamos; y por lo tanto, si los formados por un lado valían dos rectos, y los formados por el otro, y en el mismo punto, valen otros dos, tendremos que todos juntos serán los formados alrededor del punto que se tomó como vértice y que valdrán

2 rectos + 2 rectos = 4 rectos.

Ya creo habréis comprendido perfectamente este particular, y con ello no me parece tenga nada que deciros de los ángulos.

-¡Todavía queda algo! respondió Rafael; acuérdate que cuando tú me empezaste a enseñar a mí sólo la geometría, me dijiste lo que eran ángulos adyacentes y opuestos por el vértice.

-Es verdad, querido Rafael, es verdad, continuó Carlitos, que he dejado por deciros esto; pero voy a remediar mi mala memoria.

Ángulos adyacentes son los que tienen un lado común y los otros forman una sola línea.

Ángulos opuestos por el vértice, son los que están formados por dos rectas que se cruzan, siendo por lo tanto los lados del uno prolongación de los del otro.

Ved esto que trazo aquí.

Carlos dibujó lo siguiente:

Dibujo

Las dos primeras líneas, dijo, forman dos ángulos adyacentes; las otras dos forman cuatro, que son opuestos por el vértice dos a dos, tales como están expresados. Quédame una cosa por deciros, y es el nombre de la recta que saliendo del vértice dirige el ángulo en dos partes iguales: se llama bisectriz.

Mirad, pues, la de este ángulo:

Dibujo

  —44→  

Ahora debemos terminar la lección de hoy.

-¡No! ¡No!, exclamaron todos los niños; sigue, supuesto que hemos empezado esta tarde algo más temprano y tenemos algún tiempo de luz.

-Ya hemos concluido con los ángulos, respondió mi amiguito; ¿para qué queréis que empiece a hablaros de una cosa que no hemos de dejar terminada? Dejémoslo por hoy, mis queridos compañeros, que ya tendremos muchas tardes sucesivas en que poder seguir nuestras lecciones. Si vamos muy aprisa concluiremos pronto: tal vez si así fuese os apesadumbraría mi ligereza.

Nada; dejemos para mañana la continuación de nuestra clase.

Los niños se conformaron, tal vez solamente ante la expectativa de que concluyera pronto un estudio que les era tan grato.

Conformáos, pues, mis queridos y pequeños lectores, con dejar para otro número la continuación de este trabajo, sólo hecho para vosotros, sólo escrito por si algo podéis aprender en él.

EDUARDO THUILLIER.





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