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ArribaAbajoGeometría de los niños

(Continuación)



ArribaAbajoIX

Siguen los triángulos


Quedaron nuestros amigos en el anterior artículo, camino de la casa, yendo, como os dije, a aprovecharse de la galantería del dueño, que los había invitado a comer frutas.

No tengo para qué deciros que los niños no descuidaron el comer; que al fin no todo había de ser estudiar, y mucho más si ese no todo estaba representado por una rica merienda de deliciosas frutas.

Por esto pasaremos por alto las peripecias del convite, y llegaremos a la siguiente tarde, en que continuó la lección, con alegría de los niños, porque estaban solos, porque no estaban con ellos, ni el papá de Rafael, ni el tío de sus dos nuevos condiscípulos Teodoro y Ricardo.

Debía continuarse la lección de los triángulos, que quedó cortada y sin concluir.

Carlos, pues, al empezar se expresó de esta manera:

-Ya hemos visto la división de los triángulos, atendiendo solamente a sus lados: hoy vamos a tratar de la otra, que es atendiendo a sus ángulos.

Sucede que, como hay tres clases de ángulos, un triángulo puede tenerlos de algunas de estas tres especies. No hay, por lo tanto, que considerar más que tres casos, puesto que otras tantas son las clases de ángulos que hay.

Consideremos esto.

Ved aquí los tres ángulos que os dibujo:

Dibujo

  —103→  

Si en cada uno de ellos tiro una recta que los cierre por completo, tendremos seguramente tres triángulos, los cuales vienen a representar las tres clases que comprende la segunda división.

En efecto; tiremos las rectas, y tendremos lo siguiente:

Dibujo

Hemos sostenido, continuó, tres clases de triángulos: el primero tiene un ángulo recto; el segundo tiene los tres agudos, el tercero tiene uno obtuso. De ellos toman el nombre las tres figuras, que se llaman así:

La primera: triángulo rectángulo, porque tiene un ángulo recto.

La segunda: triángulo acutángulo, porque son agudos sus tres ángulos.

La tercera, se conoce con el nombre de triángulo obtusángulo, porque tiene un ángulo obtuso.

Comprenderéis, queridos compañeros, que en alguno de los triángulos que consideramos ayer, tenemos algún otro de los que hoy hemos tratado.

Si os acordáis del equilátero, no dudaréis que es también acutángulo; el isósceles nos presenta la misma propiedad a veces y otras no: puede ser también rectángulo u obtusángulo.

¿Y el escaleno?

Este puede ser también, como el anterior, rectángulo, acutángulo u obtusángulo.

Ya hemos visto la segunda y última división de los triángulos, y creo que los conoceréis perfectamente de hoy en adelante.

-¿Has acabado ya con los triángulos? preguntó Esteban, que, como recordaréis, creía que había de ser muy corta la explicación de esta figura.

-No, Esteban, no; bien sabes que te dije que había mucho de que tratar todavía; tú pareces empeñado en que concluya pronto esta explicación. ¿Es acaso porque no te agrada el punto de que tratamos?

-No, no, todo lo contrario; me gusta tanto que por esto mismo temo que concluya pronto.

-Bien; pues entonces debes callarte y cuidar de no interrumpir, puesto que tus compañeros no gustarán de ello.

Ahora voy a continuar: un triángulo tiene que descansar necesariamente sobre alguno de sus lados; entonces este lado toma un nombre particular: se llama base.

Si tomáis cualquiera de estos triángulos de madera que yo os traje ayer, y lo colocáis sobre esta mesa, no tendidos, sino en pie, tendremos que la base es el lado que est e tocando a la mesa. Es cosa esta que no presenta dificultad alguna.

Vamos ahora a ver otra: me refiero ala altura.

  —104→  

-¿Altura?, exclamaron los niños; pues que, ¿los triángulos son también altos y bajos?

-Sí, sin duda alguna, son más o menos altos, como Esteban es más alto que Luis, y Rafael más que todos vosotros.

-¿Es decir, preguntó este último, que los triángulos tienen altura?

-Sí, Rafael, ya debías suponer esto sin preguntarlo; y te diré que llamamos altura de un triángulo a la perpendicular tirada desde el vértice más distante de la base a la misma o a su prolongación. Esto es necesario que yo os lo trace aquí en esta mesa que nos sirve de encerado.

Mirad estos triángulos:

Dibujo

Tirad dos perpendiculares a la base desde el vértice del ángulo opuesto a ella: una queda dentro y otra sale fuera.

¿Qué hacer en este caso?

Seguir la base, continuarla, prolongarla, en fin.

Mirad las siguientes figuras:

Dibujo

Ya comprenderéis en esto lo que entendemos por base y altura de un triángulo.

Pasemos a otra cosa.

-¡Otra todavía!, replicó Esteban, ¡y yo que había creído que de esto había poco que decir!

-Sí, otra aún; ahora vamos a conocer el valor de los tres ángulos de un triángulo. Estos valen dos ángulos rectos, en cualquier triángulo que se os de en cualquiera que podáis considerar. Es decir, que sobre una recta podemos nosotros formar los tres ángulos de un triángulo sin que nos falte ni nos sobre la más pequeña porción.

Ved aquí, queridos compañeros, este triángulo que yo traigo dividido en tres pedazos.

Los discípulos prestaron atención a su maestro, cuya ciencia admiraban.

-Mirad como, les dijo, unidos los tres pedazos de madera forman un perfecto triángulo:

  —105→  

Dibujo

He señalado los vértices de este, como veis, para que no podamos equivocarnos. Ahora tomo las tres porciones de madera, tiro una línea recta sobre esta mesa, y coloco los pedazos del triángulo de modo que los vértices señalados estén unidos y se toquen por los lados, que son precisamente parte de los de la figura que formaban. Vedlos aquí:

Dibujo

-¿Qué resulta?

Que tenemos tres ángulos formados a un mismo lado de una recta, que ya sabéis son iguales a dos rectos.

He aquí, pues, que los tres ángulos de un triángulo valen precisamente tanto como dos ángulos rectos.

-¡Qué bonita es esta lección!, replicó Teodoro; yo quiero saber mucha geometría para poder enseñarla como tú.

-Bueno, querido amiguito, yo lo celebro mucho, aunque siento decirte que estoy ya algo cansado y quisiera dejar por hoy esta lección.

-¡A jugar! ¡A jugar!, exclamaron todos, y alegres, salieron todos corriendo del cenador, sin esperar permiso de su maestro, sin acordarse de que iban a dejarle solo.

Ya se ve, era tan joven el profesor, que había necesidad de perdonar estas pequeñeces en la disciplina interior de la cátedra.

Y bien, me diréis, ¿qué hizo Carlos?

¿Qué? Acompañará sus discípulos.

¿No recordáis que era tan niño como ellos?

Dejemoslos jugar, y hasta otro día queridos lectores.

EDUARDO THUILLIER.





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ArribaAbajoLa medalla de oro

(Conclusión)


El tercer examen se verificó en el expresado día, con la asistencia de los alumnos de ambas escuelas.

-El padre Santos apareció en la sala, seguido de los preceptores y pasantes, y cruzando por en medio de los niños con continente pausado y grave, ocupó la silla presidencial.

Todos los alumnos guardaron profundo silencio, esperando con ansiedad el interrogatorio a que habían de someterse.

-¡Carlos Acevedo!, exclamó de pronto el padre Santos.

-Servidor de V., contestó Carlos, poniéndose ligeramente en pie.

Todas las miradas se fijaron en él.

-Carlos, amigo mío, yo, en nombre de tus maestros te doy el más sincero parabién por los indisputables méritos que dejas contraídos en los dos exámenes anteriores. En ellos te han sido adjudicados los respectivos premios, como justa recompensa a tu constante, aplicación y claro entendimiento. En este concepto has merecido ganar su aprobación, y por lo tanto la mía; pero aún te falta lo más importante. Te falta merecer nuestra estimación, nuestro cariño.

De todos los ángulos de la sala se levantó un prolongado murmullo.

Una vez restablecido el silencio, el padre Santos continuó.

-Por razones que no son del momento, y de acuerdo con tus dignos maestros, vengo yo a interponer mi voto en contra del que ellos formularon. Estos premios, por lo tanto, quedan por ahora depositados en mi poder, hasta que tú, según nuestro dictamen, sepas nuevamente merecerlos.

El semblante de Carlos apareció súbitamente inmutado.

Todos sus condiscípulos tenían fija en él la mirada.

-Ahora, continuó el padre Santos, sin parar mientes en la situación de Carlos, y sin dar la menor importancia a lo que dejaba dicho; ahora, hijos míos, pasemos a ocuparnos en asunto más importante, que es el que hoy nos reúne en este sitio.

Carlos recobró su asiento, visiblemente desconcertado.

-Los días anteriores han sido destinados al examen de vuestra inteligencia y laboriosidad; justo es destinar el tercero a otro examen más importante, más elevado: el de la bondad del alma. Porque, tenedlo entendido, el más claro entendimiento se agosta y muere despreciado de todos, allí donde se alberga un alma insensible y fría. Yo os conozco a todos; yo os observo día por día, y s e que todos vosotros, con muy rara excepción (el padre Santos dirigió una mirada al sitio de Carlos), poseéis las bellas cualidades que bastan a merecer el premio que yo mismo debo adjudicar en este día. Y os digo, en verdad, que me hallaba gravemente apurado al pensar cuál de vosotros reunía mejores títulos para ganar el susodicho premio, cuando he aquí que un improvisto y grato acontecimiento ha venido a sacarme de la apurada situación en que me hallaba.

  —107→  

Todos los niños seguían las palabras del padre Santos con el más vivo interés y profundo recogimiento.

-Ya os contemplo llenos de viva curiosidad por conocer el fausto suceso que ha llegado a fijar mi determinación. Si tanto ansiáis conocerle, oídme, pues, que yo vengo gustoso en referírosle.

Y el padre Santos comenzó a relatar el suceso del Prado, y según convenía a su propósito, reservando el nombre de ambos niños, y adornando su relación con tan bellas frases y expresión tan sentida, que más de una vez se vio interrumpido por las ardientes muestras de sensible entusiasmo de sus tiernos discípulos. Pero cuando llegó al colmo el noble sentimiento de todos los niños, fue cuando el padre Santos llegó al punto en que la cuitada avecilla recobró su ansiada libertad. De todos los ángulos de la sala partieron nutridos aplausos, y todos a una voz desearon conocer el nombre de su generoso libertador.

-¿Luego todos vosotros, exclamó el padre Santos poniéndose de pie, juzgáis a aquel generoso niño merecedor del premio que hoy debe adjudicarse?

-¡Sí!, exclamaron todos a una voz.

-¿Y os brindaríais también a poner en las suyas, por vuestras propias manos, esta medalla de oro?...

-¡Sí! ¡Sí!

-Pues daos a vosotros mismos el parabién, porque ese niño es compañero vuestro; se halla entre vosotros, ¡vedle! ¡Está allí! se llama... Isidro Fernández.

Y el buen Isidro, confuso y aturdido, recibió de manos de los niños la rica medalla, siendo después llevado en triunfo a la presencia del padre Santos.

-¡Hijos míos!, exclamó el padre Santos presentando a Isidro con una mano, y tendiendo la otra a todos los niños. Esta digna expansión de vuestra alma es a mis ojos acción no menos meritoria que la de vuestro compañero Isidro. ¡No lo olvidéis! Sin esa exquisita sensibilidad del alma no encontrará jamás vuestra inteligencia aquel fecundo y vigoroso desarrollo que debe conduciros al camino del bien, de la virtud.

Carlos, continuó después: en mi poder dejas empeñada tu dignidad, tu orgullo, tu propia estimación. No olvides tú tampoco que deseo ardientemente poner de nuevo en tus manos tan inestimables prendas.

Pocos días después, Carlos Acevedo besaba respetuosamente la mano del padre Santos, que le presentaba los premios que había estado a punto de perder.

EMILIO ÁLVAREZ.




ArribaAbajoPensamientos

No hay más que una verdadera miseria en el mundo: la del que la ha merecido indolencia o sus vicios.

El fruto del trabajo es el más dulce de todos los frutos. No hay ningún ocioso a quien alguna vez no enoje la ociosidad.



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ArribaAbajoDon Alonso de Ercilla

Retrato

D. Alonso de Ercilla y Zúñiga, hijo del jurisconsulto Fortun García de Ercilla, que murió cuando le había Carlos V llamado a ser maestro del príncipe de Asturias, nació en Madrid a 7 de Agosto de 1533. Sirvió en calidad de paje al príncipe D. Felipe: en 1555 pasó al Nuevo mundo, y se halló de voluntario en la recia y porfiada lucha sostenida por los caciques y pueblo del estado de Arauco para sacudir el yugo de los españoles. Enardecida la poética fantasía de D. Alonso con los varios lances de aquella guerra desigual y de grandes peligros para los conquistadores, intentó celebrarla en un poema, que tituló La Araucana, la mejor de nuestras epopeyas; peleaba de día y escribía de noche en octavas magníficas lo que habían visto sus ojos en el combate. Habiendo regresado a España, ordenó al cabo de muchos años los versos, en medio de tanta agitación inspirados, y «compuso (dice su más reciente biógrafo) un excelente libro histórico de buena poesía, donde el arte de contar está llevado a perfección maravillosa, no alcanzada ni de lejos por ningún otro poeta ni prosista de aquel tiempo. Don Alonso de Ercilla y Zúñiga figura entre los primeros clásicos españoles a la par de Fr. Luis de Granada y Miguel de Cervantes; y entre nuestros más estimables libros se contará La Araucana, mientras la hermosa lengua de Castilla suene en labios de hombres, y mientras sea base principal de crítica sana el buen gusto.»

Murió D. Alonso en Madrid a 29 de Noviembre de 1594, instituyendo heredera   —109→   universal de sus bienes a doña María de Bazán, su esposa, dejándole diez mil ducados de auxilio para la fundación de un monasterio en que ambos habían de ser sepultados. Fue el de San José de la villa de Ocaña, que ya ocupó la comunidad en 22 de Noviembre de 1595.

En 1868 fueron trasladados sus restos al templo de San Francisco en Madrid, donde aún esperan el ofrecido sepulcro.




ArribaAbajoAutógrafos de escritores contemporáneos

Autógrafos de escritores contemporáneos

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Corto espacio es el de que en este sitio podemos disponer para enumerar los méritos de un varón tan insigne como lo fue D. Pedro José Pidal, marqués de Pidal.

En él se reunían diversos caracteres que le enaltecían a la vez que honraban a su madre patria España, y al principado de Asturias, cuna de su ilustre vida.

Era jurisconsulto doctísimo que produjo notables escritos, luz de la historia de nuestra legislación.

Orador eminente, si bien no muy fácil, se distinguía por la enérgica virilidad con que sustentaba sus doctrinas, ya para la defensa de ellas mismas, ya para la impugnación de las contrarias.

Como hombre político profesaba serias ideas de gobierno, de las cuales fue constante mantenedor, habiendo brillado en primera línea entre aquellos repúblicos ilustrados que coadyuvaron al advenimiento de las doctrinas simbolizadas en la Constitución y leyes administrativas de 1845.

Pensador profundo y escritor castizo, publicó muchos excelentes trabajos que enriquecieron el tesoro de nuestra literatura y difundieron luz en el campo de los conocimientos históricos. Su Historia de las alteraciones del reino de Aragón, obra reputada en España y el extranjero, inscribió el nombre de su autor en el catálogo de los sabios.

El Sr. Pidal ocupó las más elevadas posiciones políticas, literarias y científicas. Fue consejero, embajador, ministro, senador, diputado. Perteneció a las Reales Academias Española, de la Historia, de San Fernando y de Ciencias Morales y Políticas. Finalmente, cuando las cruces y condecoraciones eran todavía dignas de estima para los hombres de valía por no haberse prodigado y vulgarizado, él fue honrado con casi todas las principales del mundo político moderno.

El autógrafo inserto en la página anterior fue escrito poco antes de su sentida muerte; así es que trazado con mano trémula e insegura, necesita la traducción que publicamos para mayor inteligencia de nuestros muy amados lectores:

«El género humano, tal como hoy le conocemos, y como le han hecho el cristianismo y la civilización europea, generalmente hablando, es recto y bueno. Aun en los mayores extravíos está casi siempre movido por un fin laudable, aunque frecuentemente exagerado y viciado.

La bondad humana es el fundamento de la belleza moral y del placer que sentimos en las obras que retratan convenientemente esta cualidad. Los escritores jamás deben olvidar esta observación.

La benevolencia, la tolerancia, la indulgencia para todos, como la llama uno de nuestros escritores, es una virtud que se deriva de este mismo principio. La acritud, la rigidez, la intolerancia con los que creemos malos es la cualidad opuesta. Generalmente preferimos la primera.»

PEDRO JOSÉ PIDAL.»



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ArribaAbajoLa Geografía de los niños y las cartas geográficas

Dibujo

En un artículo de igual título que el presente, ofrecimos en el número V del primer volumen, proporcionar a nuestros infantiles lectores un entretenimiento agradable para facilitarles el conocimiento de lo más indispensable de la geografía de España. Entonces les regalamos un precioso mapa, que sólo contenía las capitales de provincias, los ferrocarriles y algunas poblaciones importantes, anunciándoles que les preparábamos un plan de diversiones.

«Conociendo, decíamos, la nomenclatura de ese plano y los puntos que ocupan las poblaciones, tendremos la base del juego. Tratándose de cartas acude, naturalmente, a la imaginación una baraja. Artistas muy hábiles se ocupan ya en su grabado. Cada uno de sus 48 naipes nos dará el planito de una provincia con sus principales poblaciones, ferrocarriles, ríos, límites, caminos, número de sus habitantes, extensión y personas célebres de que es patria. Esta baraja tendrá varias aplicaciones. Sustituyendo a las bolas numeradas, nos servirá para organizar el juego de la LOTERÍA GEOGRÁFICA DE ESPAÑA, y usaremos planos claros y expresamente dispuestos en vez de los cartones. A la baraja española seguirán otras de distintos países, y a ese juego otros con aplicación al estudio (quiero decir al juego) de Francia, de Europa, América y el Universo.»

Hoy empezamos a realizar aquellas ofertas dando el prospecto de la BARAJA GEOGRÁFICA DE ESPAÑA. Con él podrá formarse idea de su contenido, con la diferencia de que la baraja estará impresa en una cartulina fuerte y superior, y el papel del prospecto es de poco cuerpo.

Cada naipe tiene dos números; v. g. BARCELONA, 1 y 32: MADRID, 5 y 31, los cuales, colocados debajo de las cantidades que indican el número de habitantes de cada provincia y la superficie que estas tienen en kilómetros cuadrados, expresan que la provincia de Barcelona es la 1.ª en número de habitantes entre todas las de España y Madrid la 5ª, así como Madrid es la 31 en magnitud, y Barcelona la 32.

La baraja se remitirá perfectamente cortada, y con una esmerada cubierta que contendrá las convenientes explicaciones.

Daremos tiempo suficiente para que nuestros lectores se preparen a conocer la nomenclatura de los pueblos y personas célebres   —112→   que se mencionan en los naipes, y más adelante publicaremos, por igual precio que la baraja, los cuatro cartones de planos que constituirán la LOTERÍA GEOGRÁFICA DE ESPAÑA.

Con la práctica de ese juego, sin estudio alguno, con sencillo entretenimiento, al oír el nombre de una capital, de un juzgado, de un río, de una persona célebre o de un suceso notable, podrá conocerse la provincia, la situación y la época a que pertenece.

Esperamos que los padres de familia nos auxilien en esta bien intencionada tarea, cuyo plan iremos desarrollando. Les ofrecemos un sistema de enseñanza geográfica, en nuestro concepto, nuevo y sencillo.

Los pedidos deben dirigirse a la Administración de LOS NIÑOS, remitiendo su importe en el mes actual para imprimir el número de barajas necesario y remitirlas en el inmediato mes de Octubre.

Los suscritores de LOS NIÑOS obtendrán la baraja geográfica por 6 rs., que es la mitad del precio fijado para el público.

Es imposible proporcionar a los niños un juego que les ofrezca mayor ventaja y utilidad. Creemos que los padres y maestros aprobarán nuestro pensamiento. Necesitamos el auxilio de todos, porque la confección de esta Baraja geográfica es muy costosa.

F. LÓPEZ FABRA.

Dibujo

Joaquinito vive enfrente del taller de un acreditado mariscal, que todo el día está el hombre a la puerta poniendo herraduras a todos los caballos que le llevan; y como Joaquinito tiene un caballo también, hace días que estaba preocupado porque no tenía herraduras como tiene todo caballo decente.

Ahí le tenéis que viene a exponer su pretensión al bueno del mariscal, encareciendole la urgencia, porque el mismo se ha nombrado capitán de caballería, y necesita presentarse en la revista de la tarde con su caballo bien herrado.

Pero, estando en esto, viene su madre toda asustada porque no le hallaba en casa, y mucho trabajo le cuesta convencerse de que su caballo no necesita herraduras y de que los niños no deben salirse de sus casas bajo pretexto alguno, porque les puede atropellar un coche o sucederles alguna otra avería.



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ArribaAbajoLa mosca

Dibujo

Luisa era una niña bonita bastante mimada por sus padres, porque la pobrecita había estado muy delicada de salud hasta la edad de cinco años, y para no hacerla llorar, para no hacerla sufrir más de lo que ya sufría con su pícara enfermedad, el padre y la madre lo habían dado todos los gustos, no contrariándola nunca.

Cuando Luisita se puso buena, entonces fue cuando se notaron los defectos garrafales que había adquirido, y se pensó en corregirla, empezando por decirle con los mejores modos que debía ser obediente y no tener mal genio, ni ser colérica, porque este era uno de sus principales defectos.

Cuando alguna, rara vez, se ponía a trabajar y le sucedía que se le enredaba el hilo, poníase la niña furiosa y terrible hasta romper el hilo después de enredarlo todavía más de lo que estaba. Si peinaba los pelos, un poco rebeldes en verdad, de su muñeca, pronto se impacientaba, y con el peine le arrancaba la peluca, y con tal fuerza, que más de un peine rompió la niña en análoga circunstancia.

Tenía un bonito gato, blanco y rubio, todo un señor gato, que la quería mucho y era muy juguetón: pues el pobre animal, cuando se acercaba a la niña y saltaba sobre su falda, solía llevar unos manotones que le volvían tonto, porque la señorita estaba de mal humor por cualquier fútil motivo.

También el perrito que había en la casa, un animalito muy honrado y con todo el mundo afable y cortes, solía recibir de Luisa puntapiés impropios de una niña, cuando precisamente se ponía a festejarla haciendo a la ingrata mil caricias, que por ser de un perro, no eran menos dignas de aprecio.

Cada vez que se le reprendía alguno de aquellos movimientos de impaciencia, prometía que ya no lo haría más; pero pronto se le olvidaba el buen propósito, y volvía a las andadas.

Un día, queriendo hacer un vestido muy majo a la muñeca, Luisa se puso a trabajar muy aplicada, al parecer,   —114→   delante de una mesita de labor donde estaban la muñeca, el neceser con el hilo, el dedal, las agujas y las tijeras, y la rica tela del proyectado vestido de la afortunada muñeca.

Pues, señor, empezó la niña a hacer un pespunte, no muy perfecto por cierto, cuando una mosca fue a colocarse sobre las primeras puntadas.

Luisa dio un soplo a la mosca, y la mosca dejó el sitio y se trasladó a la punta de la nariz de la niña, que haciendo un movimiento de cabeza, se quitó la mosca de las narices.

Un instante después, sintió la niña cierta humedad sobre su labio superior, y tocándose, advirtió que era tinta; la mosca, que había mojado las patas en un tintero, acababa de pintarle dos rayitas sobre el labio.

¡Maldita mosca!, exclamó la niña, limpiándose; si vuelves te aseguro que vas a acabar de hacer gracias.

Pero la mosca no debió entender la tremenda amenaza, porque continuó revoloteando alrededor de la niña, y poniéndosele encima de en cuando en cuando.

Luisa movía la cabeza a derecha e izquierda, subía y bajaba los brazos, y comenzaba a impacientarse y a encolerizarse. De pronto, la niña pega, un puntapié, no sé si con intención de matar así a la mosca, y derriba la mesa de labor, el neceser y la muñeca, que al caer perdió la nariz y recibió una herida en la frente, que ni con tafetán inglés podía curarse.

En lugar de recoger el neceser y la muñeca y levantar la mesa de labor, la niña se pone de pie y emprende la persecución de la mosca, y para alcanzarla, emplea sucesivamente el pañuelo, los zorros, el plumero, la escoba, el fuelle, y en fin, todo lo que encuentra a mano.

Sin asustarse de tan tenaz persecución, la mosca vuela de aquí para allá, y ya a posarse en el cristal de la ventana, donde en vano procura aprisionarla la rencorosa niña.

Luisa imagina entonces ahogar al insecto, y coge el jarro del lavabo, y arroja el agua sobre la vidriera, y si bien no alcanza a la mosca, ella se pone perdida.

Continúa persiguiendo a la mosca con el jarro en la mano, un jarro magnífico por cierto, y de pronto tropieza no sé en que, y el jarro cae al suelo y se hace pedazos a los pies de la niña, cuyos zapatitos de raso azul reciben el agua que había quedado.

Al ruido, acude la mamá que estaba en la habitación inmediata, y encuentra a la niña en el estado de agitación que pueden Uds. figurarse.

-¿Qué es esto?, exclama la madre. ¡Jesús! ¡Cómo está la habitación! ¡Parece que ha estado aquí un batallón de diablos! ¿Qué ha sido esto, Luisa?

-Ha sido, dice la niña, un poquito excitada, ha sido... una mosca.

-¡Jesús! ¡Una mosca ha hecho todo este destrozo!... ¡Ha tirado la mesa patas arriba, ha roto la muñeca, y ha cogido los zorros, el plumero, el fuelle y roto el jarro del lavabo!... ¡Nunca hubiera yo creído capaz a una mosca de cometer tales excesos. Será de fijo una mosca tan grande como tú.

-No, mamá, pero me ha estado incomodando mucho, y yo... persiguiendola... he tenido que desarreglar el cuarto un poco.

-¡Un poco! repitió la mamá severamente, ¡y todo por una mosca! En adelante, ya tendré yo buen cuidado de no   —115→   dejarte sola en una habitación donde haya algo que puedas echar a perder. Voy a quitar de tu cuarto los muebles todos, y te contentarás con sacudir las paredes cuando persigas a una mosca. Tampoco permitiré que se acerquen a ti el gato y el perro, porque si con tanta fiereza persigues a una mosca, ¿que no harás con esos pobres animalitos que no tienen alas para ponerse fuera de tu alcance?...

Luisa avergonzada y conociendo que su madre tenía mucha razón, prometió no dejarse dominar nunca más por la cólera, y cuentan las crónicas que cumplió su promesa. Desde aquel día fue Luisa una niña dulce, tierna, compasiva y tolerante.

C. DELEYRE.




ArribaAbajoLas órdenes religiosas

Habéis nacido, tiernos niños, en un período histórico de inquietud y perturbación, y por tanto no habéis conocido en vuestra patria muchas grandes instituciones que un día fueron su gloria, parte mínima de la que reportaban al mundo, y que en este siglo orgulloso fueron derrocadas y barridas por el huracán violento de las revoluciones.

Las principales de estas instituciones salvadoras, material y espiritualmente, eran las ordenes religiosas. Dando frutos de santidad para el cielo, y de caridad para la tierra, pasaban haciendo bien por el universo, como su divino inspirador; pero cuando más propagadas estaban, cuando más habían derramado sus beneficios, un mal espíritu, enemigo del catolicismo que en ellas encontraba luz y sostén, levantó sucesivamente en varias naciones las tormentas del escepticismo y de la impiedad, que las hicieron desaparecer en muchas de aquellas, dejando ese espíritu como fruto de su furor las tinieblas y el vacío.

Mucho habréis oído hablar de dichas instituciones, de las órdenes religiosas: para alguna tibia defensa de ellas que haya llegado a vuestros oídos, cien impugnaciones apasionadas las habrán motejado injustamente ante vosotros, ya por sujetos de escasa ilustración que para juzgar en tan ardua cuestión nunca se han extendido más allá de las tapias de su pueblo, ya por otros que, siendo linces para los defectos de las personas y topos para la belleza de las cosas, se habrán dejado arrastrar por el fanatismo de la incredulidad.

Justo será, pues, que cuando lleguéis a edad adecuada en que podáis por vosotros mismos desentrañar la verdad en esta acalorada controversia, lo hagáis con ánimo sereno y propósito recto, bien acudiendo al raudal de la tradición, bien a las enseñanzas de la historia. Ateniéndome a una y otra, y considerando la materia desde un punto de vista general, yo os daré algunas someras ideas sobre las órdenes religiosas, ideas que aunque inconexas e insignificantes os inspirarán hacia ellas el respeto que se merecen.

¿Veis esos hombres que reclusos voluntariamente en un vasto edificio, vestidos   —116→   con tosco sayal, alimentándose sobriamente, consagran su vida al silencio, a la mortificación, a la oración y al trabajo?

Pues esos hombres, libres un día en medio del mundo corrupto, y corrompido, sintieron hastío por las riquezas, los honores y los placeres; y siguiendo tras la secreta voz que los llamaba a la soledad, se alejaron de él, y reunidos en vida común, comenzaron a practicar las virtudes opuestas a aquellos tres poderosos móviles, origen de grandes iniquidades, profesando antes, con deliberación y solemnidad no faltar nunca a los votos de pobreza, castidad y obediencia.

Dibujo

Estos son los caracteres comunes a todas las órdenes religiosas; estos son sus puntos cardinales. Más o menos clausura, algún otro nuevo voto, variedad de trabajos especiales, distintos grados de rigidez, constituyen las diferencias que sobre aquel fondo general se notan en las sabias reglas de la gran familia religiosa.

¿Cuál es la misión, diréis, de estas colectividades? Atender a la justificación de sus individuos, derramar el bien sobre sus hermanos del siglo por medio de la oración y de la caridad, contribuir a la defensa y propagación del cristianismo y presentar siempre viva la práctica de los consejos evangélicos que tan duros parecen en el vaivén del mundo bajo la influencia de las humanas pasiones.

Siempre que al embate de la herejía, de la injusticia y del escándalo ha parecido que la Iglesia iba a sucumbir acosada por sus eternos enemigos, Dios le ha suscitado defensores y salvadores, que han sido las diferentes órdenes religiosas, apropiadas a las necesidades   —117→   de cada combate y de cada siglo. Desde la época del insigne padre San Antonio que en las asperezas del desierto dio más completa forma a la vida religiosa, hasta el pasado siglo en que el santo Alfonso María de Ligorio creó las últimas congregaciones que figuran en la historia, esta presenta una innumerable multitud de institutos y fundaciones que, con diversidad en los medios empleados, han ido siempre a reunirse en el fin común de la defensa de la Iglesia y el bien de los mortales.

Dibujo

De aquí la división primordial de las órdenes religiosas. Estas son, en efecto, sabias o apologistas, las cuales con la palabra o el escrito, con la predicación y la enseñanza, en campos y ciudades, se consagran a combatir el error y a defender la verdad. Contemplativas que, fundadas en el amor de los bienes sobrenaturales y en el desprecio de las cosas terrenas, exaltan el espíritu a las más elevadas regiones del amor y la penitencia, y con la expiación de voluntarias víctimas inocentes quieren atraer la bendición sobre sus semejantes, como en otro tiempo los es levantando sus manos al cielo, atraía desde el monte la victoria sobre los hijos de Israel, que combatían con sus enemigos en la llanura. Finalmente, hay otras que, pudiendose llamar enfermeras, o caritativas, en acepción más humana, se consagran al alivio de todos los males físicos, al consuelo de todas las miserias, ya curando a los pobres dolientes, ya amparando a los desvalidos, ya asistiendo a los moribundos, ya redimiendo a los cautivos.

Si hubiéramos de recorrer la historia de estos benéficos institutos, memoria perdurable de la fe y virtud de nuestros   —118→   mayores, veríamos que los claustros eran asilo de inocentes, refugio de arrepentidos, conservadores del espíritu del Evangelio, ejemplo del desasimiento de los bienes perecederos, dado al mundo de ellos esclavo, fuentes inagotables de limosna, bienestar y reposo de los desheredados de la fortuna. Los hombres que se encerraron en ellos combatieron el error, conservaron la ilustración en las tinieblas y sangrientas guerras de la Edad media; cultivaron las letras y las artes, y perpetuaron en libros inmortales las trasformaciones de los pueblos, las enseñanzas de la tradición y los hechos de la historia. Infinidad de nombres ilustres brillan en sus anales, como en los cielos resplandecen los astros de primera magnitud. San Benito, Santo Domingo, San Francisco, San Juan de Dios, Santa Teresa, San Bernardo, San Ignacio y otros cien como estos (que sin orden y al acaso tomamos de esos mismos anales) serán siempre vivas representaciones de la verdad intelectual y del bien moral en su más elevada y sublime expresión.

Pero no sólo los hombres han llenado en el mundo los difíciles y santos fines de las órdenes religiosas. También las mujeres, también las mujeres débiles y tímidas por constitución y organismo, se han sobrepuesto a su natural flaqueza, animadas por la más encendida caridad. Ellas dejan el atractivo seductor del mundo y de sus placeres, y separadas para siempre de aquel por dobles rejas, con una clausura más estricta que la de los hombres, con una clausura completa y absoluta, se dedican como ellos a todo género de mortificación espiritual, a la oración, al ayuno, al trabajo, a la enseñanza, coadyuvando a los grandes propósitos de los gloriosos fundadores. Lirios de pureza, viven y mueren en soledad.

Ahora bien, decidme: tal clase de vida, tales esfuerzos ¿son propios de la naturaleza o superiores a ella? Al reparar de buena fe en ellos, doblad la cabeza y adorad la inescrutable sabiduría de Dios.

¡Y el mundo es tan ciego que rechaza las manos que le brindan el bálsamo benéfico y consolador que, ha de cicatrizar sus heridas!

ANTONIO ARNAO.




ArribaAbajoGeometría de los niños

(Continuación)



ArribaAbajoX

Los Polígonos


Vaya, vaya, mis queridos lectores, que mi amiguito Carlos debió estar desmemoriado la tarde que empezó a hablar de los triángulos.

¿Queréis creer que olvidó decir una cosa importante?

-¡Importante! ¿Y que es ello?, preguntaréis.

-Pues olvidó nada menos que deciros el nombre general que admiten todas las figuras; nombre que deberéis   —119→   recordar siempre, aunque no le hayáis tal vez oído hasta ahora.

¿Cuál es? ¿Cuál es? Ya os estoy viendo como si quisierais hacerme esta pregunta; ya se ve, ¡sois tan impacientes!

Pero, en fin, voy a manifestároslo; sí, quiero deciros que Carlos olvidó decir que todas las figuras, cualesquiera que ellas sean, tengan muchos o pocos lados, están comprendidas en la voz polígono; pero no obstante, aunque tuvo mi amiguito tal olvido, lo remedió a la siguiente tarde al empezar su lección.

Nuestro profesor manifestó a sus discípulos, antes que nada, lo que os acabo de decir, y todos los niños extrañaron la palabra polígono.

Luis, al oírla, exclamó:

-¡Que palabra tan rara, yo no voy a poder acordarme de ella!

-Sí te acordarás; ya te se hará fácil cuando te hayas acostumbrado a oírla aquí.

-Bueno; quiere decir que si no nos acordamos, tú te encargarás de repetírnosla tantas veces cuanto se nos olvide.

-Sí, sí, queridos compañeros; yo en esto y en todo quiero daros gusto: yo os repetiré todo lo que se os haya olvidado, siempre que seáis aplicados y estéis atentos a mis explicaciones.

Carlos enseguida pasó a manifestar las diversas clases de polígonos, y continuó de esta manera:

Sabemos el nombre general de toda figura, pero no el particular de cada una; ahora vamos a saberlo, pues hay tantos como lados pueda tener aquella.

Suponed que desde tres líneas con que se puede cerrar un espacio, podemos ir aumentando hasta llegar a un número infinitamente grande: ya veis por esto cuán numerosas serán las clases de polígonos que podemos considerar.

Estoy seguro que ya estáis todos pensando que será imposible acordarse de tantos nombres.

-Justamente en eso pensaba, respondió Teodoro; ¿cómo quieres tú que haya persona capaz de acordarse de un millón de nombres, o, si quieres, de un millón de millones?

-¡Jesús!, replicó Luis; pues que, ¿tantísimos polígonos hay?

-Sin duda, continuó su joven profesor; sin duda que es infinito el número de ellos, por más que no pueden representarse y se confundan, cuando tienen muchos lados, con otra figura de que ya trataremos; pero podéis tranquilizaros, puesto que con muy pocos nombres los habéis de reconocer todos.

Atended: tenemos el de cuatro lados.

¿Sabéis cómo se llama? Pues se designa con el nombre de cuadrilátero.

¿Y el de cinco?

Pentágono.

Acordaos bien, puesto que el de seis tiene otro nombre; se le llama exágono. Después sigue el de siete, que tiene otro nombre, heptágono; después el de ocho, se lo conoce con el de octógono.

-¡No más, no más!, exclamó repentinamente Esteban, ¿no ves que no podremos recordar todo eso?

-Sí, voy pronto a deciros los otros: no nos quedan más que cuatro; después a todos los demás se les designa de un modo casi uniforme.

Ved cuán fácil será decir que el polígono de nueve lados se llama eneágono; el de diez decágono; el de once endecágono; el de doce dodecágono.

Ya los hemos visto todos; sólo nos   —120→   queda designar a los demás con el número de las rectas que les forman: así, si tienen trece lados, se dice polígono de trece lados; si veinte, de veinte, etc.

¿No es verdad que no es tan difícil como creíais recordar la nomenclatura de los polígonos? Seguro estoy de que todos la habéis de recordar muy bien. Voy ahora a representaros algunos de los polígonos.

Carlitos había venido aquella tarde desprovisto de sus acostumbradas figuras de madera: no había podido ir al taller de su vecino y amigo, por no haber tenido un solo rato que dedicar a cosa que no fuese sus estudios. Se veía muy ocupado, pues sus profesores le habían recargado las lecciones: ante el aumento de trabajo, él no desmayaba, que era bastante aplicado y por nada del mundo hubiera dado lugar a que sus maestros le riñesen; pero si bien no se resentían de ello sus estudios, debían resentirse sus recreos, y nuestro amiguito se había visto por este incidente privado de llevar aquella tarde a sus queridos camaradas las acostumbradas figuritas de madera.

Esta falta tenía un remedio fácil, y por esto Carlitos tomó una barra de lápiz blanco y trazó sobre la mesa las figuras que vais a ver. Para más seguridad de sus alumnos escribió dentro de cada una el nombre con que debía conocerse.

Ved cómo lo hizo:

Ya tenemos por lo tanto sabido cómo nuestro pequeño catedrático enmendó su olvido; pero como algo más que esto fue lo que dijo, os diré que también manifestó que si dentro de un polígono cualquiera se tira una recta que   —121→   una dos vértices que no estén contiguos, esa línea se llama diagonal.

Expresó también, y yo no debo dejar de mencionaros esto, lo que se llama base y lado de un polígono; pero ya lo sabían los niños, y lo sabéis vosotros, puesto que hemos visto lo que eso significa en los triángulos.

Ved, pues, esta figura que os lo manifiesta:

Dibujo

¿Qué más os diré sobre el particular, queridos niños?

Nada por ahora, porque nuestro amiguito no quería hablar de esto sino lo necesario para poder tratar de las figuras de cuatro lados, al hacer de ellas el estudio particular que requerían. Por esto dejaba para después, como lo dejaré yo también, el tratar en general del asunto que ha motivado este artículo.

Carlos, pues, se limitó a lo que os he contado, en la lección de la tarde siguiente a aquella en que acabó con los triángulos, dejando advertido a sus discípulos que en la inmediata trataría de los cuadriláteros.

Ya sabéis, pues, que de esto he de hablaros en el siguiente artículo.

E. THUILLIER.






ArribaAbajoLas mariposas

Tened por seguro, mis queridos lectores, que no hay nada que conduzca más fácilmente al conocimiento perfecto de Dios, que el estudio de sus obras.

La naturaleza es un libro abierto constantemente a las curiosas miradas de la humanidad.

En ese gran libro, sobre cuyas páginas resplandece la grandeza del Supremo Hacedor, encontraréis a todas horas provechosas enseñanzas, verdades indestructibles y maravillas sin cuento.

En ese gran libro aprenderéis a bendecir a Dios, autor de todo lo creado, y aprenderéis además a conocer lo breve y falaz de esta vida y de las felicidades que se disfrutan sobre la tierra, siendo este el punto principal en que voy a ocuparme en el presente artículo.

Dentro de esa misma naturaleza hay una cosa que puede servir perfectamente al objeto que me propongo.

Es una cosa por la que todos los niños habéis demostrado siempre una especial predilección.

  —122→  

Es una cosa que os seduce, y que tan pronto os arranca exclamaciones de alegría, como os hace prorrumpir en amargos y dolorosos suspiros.

Hablo de las mariposas.

¿Quién de vosotros, mis pequeños lectores, no habrá corrido una y muchas veces en pos de ese pintado y juguetón insecto?

¿Quién de vosotros no habrá seguido anhelante los giros y revueltas de las mariposas, que con tanta facilidad se burlan de la astucia y de la habilidad de todos los niños?

Cualquiera diría que las mariposas son las encargadas de hacer ver a la humanidad que todo cuanto existe en el mundo es transitorio y deleznable.

No hay nada que me entristezca tanto como ver correr a un niño detrás de una mariposa.

El ¡ay! lanzado por el niño cuando advierte que se le escapa el alado insecto, me ha parecido siempre el eco; lastimero que nos arranca una ilusión perdida, una esperanza frustrada.

La felicidad, a semejanza de las mariposas, desaparece por lo regular del alcance de nuestra mano en el momento en que vamos a apoderarnos de ella.

La felicidad, como las mariposas, se aleja de nuestro lado, sobre todo cuando nos proponemos seguirla y acecharla.

Las mariposas revolotean de flor en flor, causando la admiración y la envidia de todos los niños: la idea de la felicidad se agita en nuestros corazones, sin que logremos casi nunca revestirla del modo que deseamos.

Es una idea que se nos escapa con la misma facilidad con que las mariposas se escapan del alcance de los niños.

Es una idea que se nos presenta bajo distintas formas para enloquecernos y ¿desorientarnos, y así como un niño en presencia de muchas y variadas mariposas no sabe por cuál decidirse, la humanidad, en medio de sus encontrados deseos y aspiraciones, también vacila y duda sin saber a qué lado inclinarse.

¡Cuántas veces al vernos dueños de la felicidad que habíamos soñado, prorrumpimos en gritos de alegría, sin advertir que casi todas las felicidades que nos ofrece el mundo no duran más que lo que el pensamiento tarda en concebirlas!

¡Cuántas veces, lectores míos, nos entusiasmamos al hallarnos en posesión del objeto deseado, y cuántas veces también al fijar en el nuestras miradas lo vemos convertirse en polvo como la mariposa aprisionada entro las manos de un niño!

La humanidad, movida constantemente por los impulsos del corazón y del pensamiento, sostiene consigo misma una lucha igual, o muy parecida, a la que sostiene el niño cuando persigue sin tregua a la inquieta y pintada mariposa.

Es una lucha que por cada esperanza que realiza nos proporciona un sinnúmero de desengaños; es una lucha que nos pone de manifiesto todos los errores y todas las miserias de la vida, es una lucha que acaba por fatigarnos y por aburrirnos.

La felicidad, como las mariposas, huye siempre de nuestra vista.

Ahora bien, lectores míos; si queréis afianzar sobre sólidas bases el edificio   —123→   de vuestra futura felicidad, no tenéis más que prescindir por completo del loco empeño de perseguir quimeras y fantasmas.

No busquéis dichas completas sobre la tierra, pues ya sabéis que la verdadera felicidad no es de este mundo.

No corráis desalados detrás de la suerte, teniendo casi la seguridad de que sólo habéis de recoger amarguras y desengaños.

Formad la saludable costumbre de recibir con resignación y paciencia toda clase de contratiempos y adversidades, y acatad humildemente los designios de la Providencia.

Depositad vuestra confianza en Dios y esperadlo todo de su bondad y de su misericordia.

Y no olvidéis, por último, mis queridos niños, que así como las mariposas pasan de flor en flor sin fijarse apenas en ninguna, del mismo modo las satisfacciones y las alegrías de la vida pasan rápidamente a nuestro lado y van a dejar en el fondo de nuestros corazones el triste recuerdo de unas cuantas esperanzas perdidas.

FRANCISCO DE LA CORTINA.




ArribaAbajoEl primer paso

Dibujo




I

    A la orilla de la playa
que besan del mar las ondas,
donde en espuma deshechas
se ven las más orgullosas,
y al fondo del mar se vuelven
perdida su fuerza toda,
porque al llegar a la orilla,
apenas su arena mojan,
todo su furor desmaya
y allí su impotencia lloran;
... dos niños sin experiencia,
nacidos en pobre choza,
juegan con una barquilla
que, atada a una cuerda, flota
mecida por el continuo
movimiento de las olas.
Los niños al ver su barca
ríen y saltan y gozan,
y son los dos muy dichosos
viéndola mecerse airosa.
De pronto la barca se hunde,
y algunas olas furiosas,
rompiendo en bullente espuma,
rodear a los niños logran.
Huyen estos asustados;
y cuando la vista tornan
buscando la débil barca,
encuentran la cuerda rota,
y la barca, mar adentro,
que, juguete de las ondas,
si una a la playa la acerca,
otra más lejos la arroja.
-¿Qué haremos? dicen los niños;
va a estrellarse en esa roca.
-Yo entro a buscarla; ¿me sigues?
-No me atrevo; ¿y si te ahogas?
-No tengas miedo, las aguas
lo acercarán... Ven... ahora.
Y aquellos niños, ansiosos
de poder salvar su obra,
entran en el mar... y el barco
cada vez más lejos flota.
Mas no se paran; desean
recobrarlo a toda costa;
las aguas de vez en cuando
la distancia les acortan,
y por lograr el vehemente
deseo que les acosa,
mar adentro tras la barca
van marchando sin zozobra,
porque al que da el primer paso
nada detenerle logra.
.............................
    Ya el agua cubre sus hombros;
más lejos la barca asoma;
quieren volver y no pueden;
—124→
lanzan voces angustiosas,
y se pierden sus gemidos
como la barca en las ondas.


II

    También en la vida hay mares
de bellas brillantes olas;
si en esos mares un día
el hombre su planta posa,
mar adentro va arrastrado
tras los placeres que ignora,
y que esos mares le ofrecen
cada día, a todas horas.
La virtud está en la orilla;
y contra esa playa chocan
las ondas más halagüeñas
y las más fascinadoras,
porque al llegar a esa playa,
apenas su arena mojan,
las ondas del vicio mueren
cuando su impotencia tocan.
... Pero el que da el primer paso
y esas playas abandona,
tarde será cuando quiera
lanzar voces angustiosas
que en el mar de los placeres,
siguiendo su marcha loca,
se perderán sus gemidos
como la barca en las ondas.

RICARDO SEPÚLVEDA.



  —125→  

ArribaAbajoLos siete sabios de Grecia

Bajo esta denominación se comprenden unos varones que ilustraron la Grecia y el Asia Menor con su prudencia, virtudes, discreción y con sus talentos en el gobierno de los pueblos. Este título les fue concedido por los sabios después de su muerte, y de aquí que algunos consideren 15 sabios, otros 10, y los más los 7 siguientes. Tales, Solón, Bias, Chilon, Cleóbulo, Pítaco y Periandro, que algunos sustituyen por Anacarsis. De este grupo, únicamente Solón y Tales merecen el nombre de sabios, en el verdadero sentido de la palabra, de doctos e instruidos en las ciencias.

TALES

Tales nació en Mileto 640 años antes de J. C., de la familia de Cadmo, el Fenicio, que llevó a Grecia el primer alfabeto que esta tuvo. Tales, el hombre extra ordinario, que debía reunir a su alrededor numerosos discípulos, se cree que no tuvo maestro; comenzó por estudiar las leyes de su país, y con tal éxito, que al cabo de poco tiempo era un gran político, y supo enseñar a su patria la manera de gobernarse libremente, y conservando su autonomía sin perjudicar la unidad y poderío de la federación de que formaba parte. Cuando vio que su patria podía pasarse sin sus servicios, por tener ya hombres de Estado, se entregó a sus estudios favoritos, haciendo grandes progresos en moral, metafísica, astronomía, matemáticas, física, etc. En tanto se iba empobreciendo y los positivistas de Mileto le vituperaban porque consumía sus facultades intelectuales en estudios que no le restaurarían en sus intereses. Entonces, para demostrar a sus irónicos censores los beneficios que reporta la ciencia cuando se la aplica a especulaciones prácticas; habiendo previsto con sus conocimientos en meteorología que aquel había de ser año de buena cosecha, alquiló todas las prensas de aceite a muy bajo precio, pues no hizo público dicho descubrimiento. Llegó la época de la cosecha, que en efecto fue abundantísima, y todos se apresuraron a realquilar a toda costa las prensas, con lo cual recuperó de una vez su fortuna perdida. Esta lección no atajó las burlas de que era objeto Tales. Un día que este salió a paseo en compañía de una vieja, absorto en la contemplación de los astros, no reparó que andaba junto a un foso y cayó en el. -¿Cómo, pues, exclamó la vieja, podéis ver lo que pasa en el cielo, si no veis siquiera lo que está a vuestros pies? -Esta ocurrencia no ha caído en saco roto, pues la vemos reproducida en prosa y en verso, en fábulas y en sátiras aplicadas a las situaciones de nuestros días. En cuanto a los conocimientos de este sabio en ciencias físicas y exactas, podríamos hablar de los medios de que se valía para explicar las inundaciones del Nilo, la teoría de la unidad de materia tan en boga entre los químicos modernos, el descubrimiento de las propiedades atractivas del imán y del ámbar o hgextron etc., etc. Sus adelantos en astronomía le permitieron pronosticar un eclipse total de sol, y como su aparición se efectuó al cabo del tiempo por él fijado, su reputación   —126→   quedó desde entonces sólidamente sentada. Fue el único de los siete sabios de Grecia que obtuvieron durante su vida el aprecio de todo el pueblo en tan alto grado, y que, admirado en vida, fuese casi venerado después de muerto. Con todo, la modestia de Tales no era menor que la de sus doctos compañeros, como nos lo prueba la anécdota siguiente: Unos jóvenes habían comprado de antemano la pesca que unos marineros iban a sacar en las redes; pero fue el caso que entre ella encontraron un trípode de oro, cuya posesión se disputaron tenazmente. Por fin resolvieron acatar el fallo del oráculo, quien les mandó que lo entregasen al más sabio, en vista de lo cual, fue entregado a Tales, cuya modestia no le permitió aceptar, y así él lo envió a Bias, este a otro sabio y así corrió el trípode de mano en mano todos los sabios, hasta que fue a parar a Solón. El sabio legislador lo envió al templo de Apolo en Delfos, diciendo que nadie había más grande que Dios. Cuando Tales viajaba por Egipto, el rey Amasis, que le había acogido con suma benevolencia, le facilitó la entrada en el templo donde los sacerdotes encerraban y guardaban celosamente sus grandes y precoces adelantos en las ciencias; en cambio Tales les enseñó y aclaró muchos e importantes principios, dejándoles admirados cuando por medio de la sombra midió la altura de las pirámides2.

Mas aquel rey se preciaba de erudito y quiso que Tales lo hiciese el honor de reconocerlo y proclamarlo en público; y el filósofo, conociendo que la verdadera sabiduría no debía prostituirse a los pies del trono, huyó a Creta. De regreso a su patria, tuvo la debilidad de querer luchar a los 80 años en los juegos olímpicos: lo caluroso de la estación, el cansancio y los achaques le condujeron rápidamente al sepulcro. Laercio afirma que murió soltero.

SOLÓN.

Solón es sin duda de los sabios de Grecia el que más merece el nombre de tal; no como Tales, por sus conocimientos astronómicos, matemáticos, físicos, etc., sino por sus hazañas y por su legislación, obra maestra de la antigüedad. En el año 639 antes de J. C., nació Solón en Salamina, de la descendencia de Codro, último rey de Atenas, que habiendo sabido por el oráculo que en la guerra entre Dorios y Atenienses, vencería aquel pueblo cuyo rey fuese muerto, se arrojó en lo más recio del combate, sacrificando su vida por la libertad de su patria. Como la mayor parte de los filósofos antiguos, viajó por Egipto para estudiar, meditar y comparar; al volver a su patria, ya enterado de las instituciones de aquella sabia nación, siendo todavía muy joven, fue encargado del mando de las tropas que debían recobrar a Salamina, su ciudad natal. Más tarde, los Criseos, pueblo de la Jócida, habiendo entrado a saco en la ciudad y templo de Delfos, fueron exterminados por los atenienses, gracias a la sagacidad y táctica de Solón. Algunos de aquellos sacrílegos se refugiaron en Cyrra, contra   —127→   cuyos muros se estrellaban los esfuerzos de los atenienses. Consultado el oráculo, dijo: «En vano pensáis derrocar las elevadas torres de Cyrra, mientras no bañen las espumosas olas del Anfítrite las orillas de la tierra sagrada.» Esta contestación, que empezaba a desalentar con rapidez pueblo y tropas, fue oportunamente, interpretada por Solón, de la manera siguiente: «No puede ser que los dioses se opongan a que venguemos tan grave ofensa como se les ha hecho; por tanto, nos quieren indicar que consagremos al templo de Apolo toda la extensión de terreno que lo separa del mar.» Pero a pesar de todo, la ciudad continuaba resistiendo; ni las estratagemas de Solón, ni el cambiar el curso del río que la abastecía, lograron la tan deseada victoria. Entonces se le ocurrió a Solón echar eléboro en aquellas aguas y, volverlas a su curso natural, y los habitantes, que se veían obligados a beber el agua de los pozos y cisternas del interior de la ciudad, así que entró de nuevo el río en ella, fueron en tropel a saciar su sed con aquella abundante purga, lo que causó en ellos la disentería y una debilidad, de la cual se aprovecharon los atenienses para asaltar e incendiar a Cyrra.

Elegido presidente de la república, Solón derogó las crueles leyes de Dracon e hizo otras muy sabias, que escritas en un grueso libro, estaban expuestas en una especie de facistol clavado en la plaza pública, En esta legislación no hay leyes contra los parricidas, porque su autor no comprendía que pudiese haberlos; en ella se establece la mayor parte de los derechos individuales modernos, la libertad de enseñanza, de profesión, de asociación, la soberanía nacional y otros principios, tales como los proclaman las sociedades modernas.

Contra lo que se podía esperar de un pueblo tan veleidoso como los atenienses, observáronse estas leyes durante la ausencia de Solón y de tiranía de Pisístrato y algunos de sus sucesores. A la sazón, el legislador viajaba por Creta, Candía, Palestina, y al pasar por la Lidia fue llamado a la corte del rey Creso, que le hizo su consejero privado; cargo que desempeñó durante muchos años, pues prefería expatriarse a vivir en Atenas tiranizado por Pisístrato. Un día Creso, habiéndoselo mostrado en toda su magnificencia sin igual, preguntó a Solón si había visto cosa más hermosa. Sí, respondió este, los pavos reales, faisanes y gallos, pues es natural su hermosura, en vez de que la tuya es artificiosa. Visto el desagrado que produjo en el rey esta contestación, el fabulista Esopo dijo en confianza a Solón: «no debe uno acercarse a los reyes, o de lo contrario, sólo se les puede decir cosas agradables.» Querrás decir, replicó Solón, que o no acercarse o decirles cosas útiles y saludables. Después de haber fundado este legislador la ciudad de Solos en Sicilia, pasó a Chipre, donde murió a la edad de 90 años. Según lo había dispuesto en su testamento, sus restos fueron quemados y diseminados por toda la tierra de Salamina. Los atenienses, en consideración a sus virtudes públicas y privadas, le levantaron una estatua en que le representaban en pie y con su libro de leyes en la mano.

(Se Continuará.)

W. NOEL.



  —128→  

ArribaAbajoLa almohadita del niño

(Poesía de Madame Desbordes Yalmore)


Dibujo

Blanda y suave almohadita que tan dulce descanso prestas a mi cabeza, que se hizo para mí con escogido vellón y fina y blanca tela; cuando se tiene miedo del viento, de los lobos y de la tempestad, ¡qué tranquilamente se reposa sobre ti!

Muchos, muchos niños, pobres, desnudos y sin madre, no tienen almohada en que dormir. ¡Qué amarga es su suerte! ¡Madre, madre mía, pensarlo sólo me hace llorar!

¡Y cuando he rogado a Dios por esos angelitos que no tienen almohada, me abrazo con la mía en este nido que tú me has hecho, y por ello te bendigo, madre mía!

¡No despertaré sino cuando el resplandor del alba brille sobre mi azul mosquitero tan bella y alegremente! Pero antes de dormirme diré de quedo la más tierna de mis oraciones. ¡Dame otro beso, madre, y buenas noches!

Oración

¡Dios de los niños! Atiende a los ruegos que del corazón de un niño suben a ti. ¡Ay! ¡Qué me han hablado de huérfanos sin familia! ¡Dios mío! ¡Haz que de aquí en adelante no haya más huérfanos!

Haz que cuando llegue la noche descienda un ángel consolador para acallar las voces que gimen y lloran, y pon debajo de la cabeza de los niños, que sus madres abandonan, una almohadita para que puedan dormir.

FERNÁN CABALLERO.



  —129→  

ArribaAbajoLos padres y los hijos

No os preguntaré, queridos niños, si amáis a vuestros padres, porque sería haceros gravísima injuria suponer que podíais no amarlos; pero sí os preguntaré cómo les amáis.

Considerando lo que hacen por vosotros y habituados a sus caricias, a sus mimos, a sus cuidados, ¿no os ha ocurrido pensar que todas esas pruebas de amor las dan los padres a los hijos, sin poder exigir de estos nada en cambio? ¿Habéis pensado algunas veces en las largas noches que vuestra madre ha pasado al lado de vuestra cuna cuando eráis pequeñitos, cuidándoos amorosamente, sobresaltada a la más leve señal de agitación que dabais, velando vuestro sueño, y haciendo, para no turbarlo, el sacrificio de no besaros, de no abrazaros, como a toda hora deseaba su corazón maternal?... ¿Habéis pensado en su angustia cuando sufrís la más ligera indisposición, y en su alegría la primera vez que habéis sonreído, que habéis dado el primer paso, que habéis dicho mamá?...

Los días enteros pasaba vuestra buenísima madre, cuidando de vosotros, siguiendo vigilantes y temblando vuestros mal seguros pasos hasta la butaca, y siempre dispuesta a sosteneros cuando vacilando y a tropezones ibais ya a caer... y caíais en sus amantes brazos. Repetía mil veces, sin cansarse jamás, los nombres que deseaba grabar en vuestra memoria, y cuando llegaba a haceros decir mamá, y sobre todo, papá, ¿ya se consideraba mil veces pagada y satisfecha por sus desvelos.

Sus gustos, sus costumbres, su salud, su trabajo, todo lo sacrificaba para no ocuparse más que en vosotros; en vosotros, que apenas hacíais distinción entre ella y la niñera, y que muchas veces respondíais a sus apasionados besos llorando y berreando lo más feamente posible.

Y más tarde, cuando empezó a lucir vuestra inteligencia, ¿os acordáis de los tesoros de solicitud y abnegación que os prodigaba?... Ella hacia prodigios de ingenio para proporcionaros   —130→   útil recreo, se hacía niña para jugar y hablar con vosotros... ¿Habéis tenido, por ventura, una amiga que os de pruebas de más indulgente bondad, de más complacencia, de más interés, de más amor que vuestra madre? ¿Conocéis alguna que más vivamente se interese en vuestros juegos, que sufra vuestros defectos con mayor paciencia, que se entristezca y aflija más cuando sois malos y cuando estáis malos?...

Todo lo que sois y todo lo que sabéis a ella sola se lo debéis, y a ella le deberéis lo que seáis en el mundo. Amadla siempre, y nunca la amaréis tanto como ella os ama. Esto no lo comprendéis bien ahora, pero lo comprenderéis cuando vosotros tengáis hijos.

¿Y vuestro padre?... ¿Creéis, por ventura, que porque no os he hablado todavía de él, es menos digno de vuestro tierno cariño? ¡Oh! No, porque él también os ama sobre todas las cosas de este mundo y dedica su existencia entera a preparar vuestra felicidad.

¿Sabéis por qué se encierra todos los días en su despacho y pasa las horas delante de su pupitre trabajando en enormes libros llenos de columnas de cifras, que sólo verlas da miedo?... Pues lo hace por vosotros.

¿Por qué sale con la nieve, con el frío, con el calor a hacer negocios y a ver a cien personas y a tomar mil molestias? Pues lo hace por vosotros.

¿Por qué renuncia a todas las distracciones y no tiene un momento, y siempre está preocupado? Por vosotros.

Tiene que ganar para comprar los bonitos vestidos que vosotros destrozáis, los libros que os instruyen, los juguetes que os entretienen; tiene que pagar el alimento que os da salud y fortaleza, el fuego que os conforta, las alfombras, los divanes, todos los muebles a que estáis tan acostumbrados. Sólo a fuerza de dinero, y de mucho dinero, se pueden lograr esas cosas, y el dinero no se encuentra tirado por la calle, sino a fuerza de mucho trabajo y de gran actividad. Eso no debéis ignorarlo vosotros, a quienes tanto trabajo cuesta ganar los dos cuartos que se os ofrecen si habéis aprendido bien la lección o no habéis hecho ninguna diablura en toda la mañana; bien que a vosotros no os ofrecerán vuestros padres dinero como premio de vuestras buenas acciones, porque los niños no necesitan tener dinero, y es malo que se acostumbren a tenerlo.

Considerad cuántas monedas de dos cuartos se necesitarán para comprar todo lo que os facilita vuestro padre, y cuánto debe trabajar el pobre para reunir tanto dinero.

Pero no es por eso sólo por lo que debéis amor e inmensa gratitud a vuestro padre, que os ama tanto como vuestra madre; como ella ha vigilado vuestros primeros pasos; como ella ha pasado en vela las noches junto a vuestra cuna, y adquirido acaso un reumatismo por levantarse a deshora a pasearos en brazos. Como ella ha empleado su ingenio en inventar juegos con que distraeros y ha jugado con vosotros, como otro chico, a pesar de su gravedad de hombre; como ella ha hecho mil locuras para haceros reír y secar vuestras lágrimas, y cuando le pagabais con una sonrisa, o tendiéndole los bracitos, se ponía más contento que si se lo hubiese entrado por las puertas la mayor fortuna.

Y vosotros, ¿qué dais a vuestros padres en cambio de esta abnegación   —131→   constante? ¿Sois siempre juiciosos y obedientes? ¿Adivináis los deseos de vuestros padres como ellos adivinan los vuestros? ¿Hacéis sin vacilar lo que os mandan? ¿Os prestáis dócilmente a no hacer lo que os prohíben? No, porque yo sé que sois caprichosos, tercos, impertinentes... Soléis murmurar, poner mal gesto, llorar, responder mal cuando vuestros padres os reprenden.

No comprendéis que los padres no prohíben a sus hijos más que lo que les puede perjudicar, y que más sufren ellos cuando os tienen que castigar, que vosotros mismos recibiendo el castigo.

Vosotros creéis que haciéndoles luego una caricia poco espontánea y expansiva, dándoles un beso, pidiéndoles perdón con cuatro frases dichas entre dientes, ya habéis reparado vuestra falta, y no calculáis que habéis herido en lo más vivo con vuestra desobediencia a vuestros padres, que sólo piensan en vuestra felicidad, y esta es toda la preocupación de su vida.

Cuando vuestro padre vuelve a casa, fatigado de las ocupaciones que le han tenido ausente, ¿sabéis en qué piensa? Pues piensa en sus hijos y en la alegría que va a tener viéndolos tan limpios, tan juiciosos y tan amables.

¡Y cuántas veces los encuentra sucios, rotos, o llorando, o de mal humor, porque su madre ha tenido que castigarlos a causa de sus travesuras... Y el pobre padre se aflige oyendo que el niño mayor ha tirado el gato por la ventana, que el menor se ha llenado de tinta el traje, que la niña ha dicho a su madre una desvergüenza, aprendida sin duda de alguna criaduela descocada, en fin, que no ha habido sosiego en la casa, y que los niños son, como dice, su tía, que no los tiene, de la piel del demonio.

Entonces se acabó la alegría del pobre padre; enseguida se le ve sombrío, y come con disgusto, y no va al teatro, y riñe a los criados, y... ¡cuántas veces las travesuras de uno de vosotros son causa de una deplorable disensión entre vuestro padre y vuestra madre, amantísima!...

Así, pues, es preciso, niños míos, que os persuadáis de que vosotros sois principalmente los que alegráis o entristecéis el hogar doméstico. Para lo primero basta con que seáis buenos. Esto es lo menos que debéis a vuestros padres, que tanto os aman, que tantos sacrificios hacen por vosotros, y solo en vosotros cifran su ventura, y tanto anhelan y procuran la vuestra todas horas y de todos modos, y aun a costa de su propia vida.

C. FRONTAURA.

Dibujo

  —132→  

Dibujo

El avaro y su tesoro



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ArribaAbajoEl avaro y su tesoro


(Pensamiento de Esopo)



I

    Era un avaro dueño de un tesoro
que con trabajos mil juntado había,
y nadie lo diría,
porque al pobre aquel oro,
a la verdad, bien poco le lucía.
Él iba roto, sacio y asqueroso;
gana de darle una limosna daba
verle tan macilento y haraposo...
¡toma! ¡Y si se la daban la tomaba!...
Pensando en su dinero maldecido,
ni un momento de paz y de sosiego
disfrutaba aquel hombre, por el fuego
de la torpe avaricia consumido.
Recelando de propios y de extraños,
inútil para el bien, lleno de pena,
pasó más tristes años
que el esclavo amarrado a la cadena.
Hacía de su casa duro encierro
que inmundo calabozo parecía;
y si ladraba un perro,
si bramaban furiosos aquilones,
si algún ratón la puerta le roía,
porque otra cosa que roer no había,
dábanle al hombre atroces convulsiones,
se abrazaba al dinero sollozando...
luego se iba calmando
viendo que no llegaban los ladrones
mas otra vez el viento rebramaba
o el ratón en la puerta el diente hincaba,
y otra vez el maldito
empezaba a sentir sudor de muerte;
y, sufriendo el menguado de tal suerte,
por no dar, ni siquiera daba un grito.
Así pasaba en claro las noches el avaro,
mientras que sin tesoros y sin susto
dormía todo el mundo, que era un gusto.


II

    «Yo no puedo, decía el desdichado,
conservar en mi casa mi dinero.
Un día un agujero
hace y entra, y me roba algún malvado,
y o me mata, o me muero, que es lo mismo,
porque sin mi riqueza tan querida,
¿de qué me serviría ya la vida?
¡Oh! Quisiera esconderla en un abismo
donde yo solamente penetrara,
y que nadie a mi muerte la encontrara.
Morir con mi dinero, ¡qué ventura!
¡Y guardarlo en mi misma sepultura!»
    Una tarde, en el campo, paseando,
en su dinero vil siempre pensando,
un lugar encontró, sitio aparente,
solitario y oculto,
donde poder guardar perfectamente
el ruin tesoro de su amor objeto.
Volviose a casa luego, cogió el bulto
con el mayor secreto,
y en el sitio elegido
hizo un hoyo profundo,
y guardó, prodigándole caricias,
el dinero que hacía sus delicias
y era su único afán en este mundo.
Puso encima del hoyo bien cubierto
una piedra pesada,
y ya tuvo por cierto
que estaba asegurada
de toda contingencia
su estéril existencia,
pues él mismo mil veces se decía
que, perdiendo aquel oro, moriría.
Después, todos los días con cautela
hacía junto al hoyo centinela,
y siempre con pesar se separaba
del hoyo donde el alma se dejaba.


III

    Desde una loma vieron una tarde
al avaro cobarde
algunos malhechores,
que vagaban huyendo
de sus perseguidores.
Dejáronle partir, luego bajaron,
la piedra levantaron,
y del avaro hallaron el tesoro;
y ya el lector presume lo que harían
y lo contentos que de allí se irían;
—134→
y de este modo el oro
con el que tanto bien hacerse pudo,
sirvió para vivir alegremente
aquella ociosa y desalmada gente.
    ¿Cómo podré pintar del avariento
la angustia y el terror cuando otro día
vio el terrible escarmiento?
    De rodillas allí se retorcía,
daba gritos, lloraba y -¡mi dinero!-
exclamaba, contemplando el agujero.
Un hombre que pasaba
llegose cerca de él, compadecido;
preguntole qué había sucedido
y qué causa su pena motivaba.
    Contó el avaro el lance,
y oyéndole, la risa no contuvo
el señor pasajero,
ni le inspiró piedad ver en tal trance
al miserable avaro, que no tuvo
más afán en el mundo que el dinero.
    Y el avaro indignado,
al oírle soltar la carcajada,
exclamó: -¿Mi pesar no os compadece?
¡habrá una suerte, oh, Dios, más desgraciada!
-«Esa es la suerte que vuacé merece,
y dais prueba de ser un badulaque
llorando de ese modo
el perdido tesoro, ¡voto al draque!
porque, después de todo,
ese dinero ¿para qué os servía
en el hoyo escondido? -Para nada;
pues haceos la cuenta
de que existe en el hoyo todavía.
Del oro haciendo un uso semejante,
para apenaros no hay razón bastante;
pues no seréis más rico ni más pobre
porque os falte el dinero o porque os sobre.»
Mas tal razonamiento
no convenció al avaro de mi cuento,
y junto al hoyo, afirma la conseja,
que el hombre reventó como arpa vieja,
y su muerte nos da buen testimonio
de que al infierno lo llevó el demonio.

    Este suceso, de que os doy noticia,
prueba, y en ello convendréis conmigo,
que en su misma avaricia
encuentra el avariento su castigo.

C. FRONTAURA.




ArribaAbajoLos siete sabios de Grecia

(Conclusión)


BÍAS

Bías, otro de los sabios de Grecia, nació en Priene (Jonia) 570 años antes de Jesucristo. Se dedicó a los estudios morales y políticos.

Tan elocuente como desinteresado y recto, consagraba sus conocimientos en leyes para defender ante los tribunales sólo las causas que creía justas, y sin exigir retribución alguna. Por esto sus contemporáneos, para significar una verdadera causa razonable, decían: «Es pleito del cual Bias so encargaría. Murió a una edad muy avanzada, sin haber salido jamás de su patria, y dejando una reputación de orador hábil, de buen político y excelente ciudadano, por lo cual los Prienios le erigieron un mausoleo sobre su tumba. Tenemos de él una infinidad de máximas que atestiguan la cordura y la sagacidad de su alma austera, elevada y religiosa.

CHILÓN

Chilon era de Esparta, lo que no obsta para ser llamado también sabio de Grecia. Por sus talentos mereció formar parte del tribunal de los cinco éforos, más autorizados que los reyes, y en realidad dueños de Esparta. Chilón decía de ordinario que había tres   —135→   cosas muy difíciles en el mundo: guardar un secreto, saber emplear el tiempo y sufrir las injurias sin defenderse. Según la tradición, murió de un exceso de gozo abrazando a su hijo, que había sido coronado en los juegos olímpicos.

CLEÓBULO

Cleóbulo nació en Caria, era valeroso, bien formado, y de sentimientos elevados. Era aficionado a descifrar enigmas y a componerlos en verso, en cuyas tareas le ayudaba su hija Cleobulina. Aborrecía la ingratitud y aconsejaba hacer bien a los amigos para conservarlos y a los enemigos para atraérselos.

PITACO

Pitaco, otro de los siete sabios de Grecia, nació en Mitilena, capital de la isla de Lesbos. Este joven, de familia ilustre y antigua, tuvo la suerte de librar a sus conciudadanos de la tiranía de Meleagro, por medio de la estratagema siguiente: Nombrado general de las tropas de Lesbos, para evitar el derramamiento de sangre, propuso al enemigo batirse cuerpo a cuerpo con su jefe Frymon. Aceptado el reto, Pitaco envuelve a su contrario en una red y le atraviesa con su espada. Mitilena agradecida le confió las riendas del Estado. Pitaco gobernó como padre y como filósofo; y después de haber dado leyes o instituciones muy sabias, abdicó su poder. Entonces le ofrecieron tierras y riquezas inmensas, pero el no aceptó más que hasta donde alcanzara lanzando su azagaya. Dedicó sus últimos días al estudio, y murió a la edad de 100 años.

PERIANDRO

Periandro, que nació en Corinto, debe ser borrado de la lista de los sabios, pues no fue más que un tirano de pésima ralea. Se debe considerar como una ficción el banquete que nos describe Plutarco, y que según este, tuvo lugar en casa de Periandro entro todos los sabios de Grecia, incluso Esopo. Periandro, aunque de derecho no le tocaba, subió al trono después de la muerte de su padre, y para sostenerse en él, echó mano del fuego y del hierro. Por una simple sospecha mandó quemar a sus esclavas, y de una patada mató a su mujer, que estaba en cinta, precipitándola al patio de palacio desde lo alto de su estancia; y como su hijo llorase la pérdida de su madre, fue expulsado y desheredado. Tantos fueron sus remordimientos, que siéndole la vida una pesada carga, decidió ponerle fin. Mas el temía que su memoria fuese deshonrada, maldecida; y hé ahí la serie de crímenes de que se valió para que su suicidio no fuese descubierto. Llamó a dos hombres, suyos en cuerpo y alma, y señalándoles un camino desierto, les dijo: «Vendréis aquí esta noche; al primer hombre que encontréis matadle y enterradle luego.» Juntó después dos sayones de su servidumbre y les encargó que matasen y enterrasen a los dos hombres que salieran del camino mencionado; y así siguiendo recomendó a otros criados suyos comisiones análogas. Periandro, a pesar de su maldad, ha escrito máximas y sentencias tan bellas como morales, en prosa y en verso. Esta contradicción entre las palabras y las acciones de este sabio, (contradicción por otra parte muy común en los prohombres de la   —136→   antigüedad), hace pensar a muchos autores que han de haber existido dos filósofos del mismo nombre.

Sea lo que quiera, a nosotros nos parece que en el número de los sabios, este tirano es sustituido con ventaja por el joven Anacarsis, rey de Scitia. Este viajó por los países civilizados de Europa con objeto de instruirse, y de regreso a su patria intentó introducir las instituciones y culto de Grecia, lo que le valió la enemistad de su hermano y la muerte. Este rey filósofo fue quien, viendo ocupado a Solón en la redacción de su código, le dijo que las leyes eran como las telarañas, que atrapan las moscas y animales pequeños, mientras que los grandes, como los bueyes, pasaban por ellas y las rompían impunemente.

WALFRIDO NOEL.






ArribaAbajoConsejos a una niña


    Brota al rezo en las almas
tan suave aroma,
que a través de los rostros
ligero asoma.
       Reza, hija mía,
       que bañará tu cara
       santa alegría.

    Dichosos los mortales
que en su conciencia
ni una sombra descubren
de impura esencia.
       Sé siempre buena
       y guarda el alma casta
       cual la azucena.

    La virtud es esmalte
tan delicado,
que con solo el aliento,
ya está empañado.
       Prenda querida,
       que Dios te guarde pura
       toda la vida.

R. TORRES MUÑOZ DE LUNA.




ArribaAbajoLa escuela

Dibujo

En volviendo la cabeza el maestro, aquello es un horror...



  —137→  

ArribaAbajoEl Padre Benito Jerónimo de Feijóo

Retrato

Nació el insigne escritor en 1701 y murió en 1764.

Fue religioso benedictino y llegó a maestro general de su orden, puesto de que era muy digno por su talento y sus virtudes.

Como crítico llegó al más alto grado de perfección en sus escritos, y nadie le aventajó en lo correcto y castizo del lenguaje. Su Teatro crítico universal y sus Cartas curiosas e instructivas, son obras que no debéis dejar de leer cuando tengáis edad para ello.

Fue hombre de gran virtud, modesto y benévolo, y firmísimo adalid de nuestra santa religión.






ArribaAbajoOración a la Virgen


(Para la niña M. C. R.)



    En tus manos, Virgen pura,
pongo yo mi corazón:
eres mi vida y dulzura,
y me tengo por segura
gozando tu protección.

    Cuando un pesar me atormente,
dame valor y paciencia;
y de amor la llama ardiente
no enturbie nunca en mi frente
el brillo de la inocencia.

    Mi debilidad protege
y alumbra mi juventud:
nunca de tu amor me aleje,
nunca permitas que deje
la senda de la virtud.

    Y pueda, deshecho el lazo
de aquesta vida ilusoria,
volar a darte un abrazo
y a dormir en tu regazo
un sueño eterno de gloria.

A. DE VALBUENA.



  —138→  

ArribaAbajoGeometría de los niños

(Continuación)



ArribaAbajoXI

Los cuadriláteros


-¡Rafael! ¡Rafael!, exclamaron Luis, Esteban y Gonzalo al entrar en el jardín, la tarde siguiente a la en que dejamos a nuestros amigos en el anterior artículo. ¡Rafael! Esta tarde venimos más temprano, porque debe ser muy bonita la lección.

-Yo no sé por qué me lo figuro, continuó Luis pero estoy seguro de que hemos de pasar un rato muy entretenido. Ya tenemos figuras de cuatro lados; ya ves tú si habrá cosas que decir de un...

-¿Cómo se llaman, Esteban? ¿No recuerdas cómo dijo Carlos que se llamaban las figuras de que iba a tratar hoy?

-Sí, hombre, dijo que se llamaban... pues nada; tampoco yo me acuerdo: ya se ve, son tantos los nombres que nos mencionó ayer Carlitos, que no es posible acordarse; no es verdad, Gonzalo, ¿a que no recuerdas tú todos los nombres de los polígonos?

-Sí que me acuerdo, mira, el de cuatro lados se llama decágono; el de cinco exágono; el de seis...

-¡Jesús! ¡Jesús! Cuánto disparate estás diciendo, dijo Rafael, que hasta entonces no había tomado parte en la discusión de los niños. ¿No ves que vas equivocado en todo lo que dices?

-¿Equivocado?

-Sí, seguramente; el polígono de cuatro lados no se llama decágono, sino cuadrilátero; el de cinco no es exágono, como tú has dicho, sino pentágono; siendo el que tú has aplicado a este el nombre del polígono de seis lados.

-¡Cuadrilátero! ¡Cuadrilátero! He aquí lo que yo no recordaba, por más que lo tenía en la punta de la lengua.

-¡Qué, torpes somos!, replicó Esteban; ¡pues si la misma palabra parece que lo está diciendo, cuatro lados!

En fin, ya iremos poco a poco sabiendo todo eso y mucho más, ¿no es verdad, Rafael?

-Sí, querido Luis; todas esas frases que ahora no recordáis, se os harán familiares hasta el punto de que no las olvidaréis jamás.

-¿Es posible?

-Sí, seguramente; el tiempo os convencerá de ello.

Durante esta conversación habían ido llegando todos los niños, y, reunidos, esperaban la venida de su compañero el joven catedrático.

-Ya había trascurrido la hora acostumbrada en que Carlos solía venir a su clase, y todavía no había llegado, teniendo con esto impacientes a los pequeños geómetras.

-¡Carlos no viene! He aquí la exclamación unánime de los niños.

-¿Por qué será?

-¿Por qué no habrá venido?

-¡No estaba enfermo!

Todas estas y otras exclamaciones y preguntas se hacían los estudiantes, sin que nadie pudiera sacarles de su ansiedad.

  —139→  

Por fin, tras una larga espera, cuando ya todos creían no tener clase aquella tarde, llegó nuestro amiguito Carlos, causando una indecible alegría a todos sus discípulos.

-¿Por qué has tardado tanto?

Esta fue la pregunta de todos, como si en cada uno hubiese existido el mismo pensamiento, como si una misma fuerza hubiese obrado sobre tantas voluntades.

-No he podido venir antes, queridos amiguitos, respondió Carlitos; el profesor de física me ha retenido hasta este momento sin que me haya sido posible por esto venir como de costumbre; pero ya estoy aquí, sí; empecemos cuanto antes, y aprovechemos lo que queda de tarde.

Todos corrieron al cenador y Carlos empezó así:

-Os dije que íbamos a tratar hoy de los cuadriláteros, es decir, de los polígonos de cuatro lados.

Respecto a esta figura, os será muy fácil conocerla, y creo no podéis equivocarla con otra alguna; como no tiene más que cuatro lados, es claro que no será cuadrilátero la figura que tenga más o menos que estos.

Voy ahora a explicaros la división que puede hacerse de estas figuras.

Si fijáis atentamente vuestra consideración en este particular, podéis comprender que en los cuadriláteros puede suceder:

1.º Que sus lados sean paralelos dos a dos.

2.º Que lo sean dos solamente.

3.º Que ninguno sea paralelo al otro.

De esto es fácil deducir que hay tres clases de cuadriláteros; a los de la primera división se les llamaban paralelogramos; a los de la segunda, trapecios; a los de la tercera, trapezoides.

Ved aquí estas figuras que os representan las antedichas divisiones:

Dibujo

Ya notaréis que todas tienen cuatro lados, pero que todas son diferentes, reuniendo por su orden cada una de las propiedades ya dichas.

Vamos ahora a ver qué viene a ser un paralelógramo, como asimismo qué será un trapecio y un trapezoide.

Fácil, muy fácil es deducirlo de lo que anteriormente hemos dicho; de la división que hicimos, podemos sacar lo que queremos ahora saber.

Indudablemente; debemos llamar paralelógramo al cuadrilátero que tiene sus lados opuestos paralelos e iguales; en estas figuras son, cuando menos, iguales los ángulos opuestos, y digo cuando menos porque como ya veremos en otra tarde, hay algunos que reúnen esta circunstancia y otros que tienen iguales sus cuatro ángulos.

Trapecio es el cuadrilátero que tiene dos lados paralelos; a estos se les denomina bases.

Nos queda el trapezoide; este es el   —140→   más irregular de todos; podemos designarlo diciendo que tiene desiguales todos sus lados y todos sus ángulos, sin tener ninguno de aquellos paralelo a otro. Hemos dicho lo suficiente para poder conocer esta importante división de que tratamos, como también para poder explicar, caso de que nos preguntasen sobre ello. No obstante, me queda una cosa importantísima por deciros, y es la subdivisión de los paralelogramos. Los otros, es decir, los trapecios y trapezoides, ni admiten variación, ni en nada se subdividen; con los primeros no sucede esto, pues hay paralelogramos de cuatro clases.

Quisiera tener hoy tiempo para explicaros esta división tan digna de estudio; pero el haber venido hoy más tarde de lo acostumbrado me priva de este placer. Por esto no hay que entristecerse; tenemos el día de mañana, en cuya tarde veréis todo eso, y si hay tiempo, algunas cosas más.

Dejemos, por lo tanto, para mañana nuestra tarea y vamos a aprovechar el bello crepúsculo que se presenta: mirad las nubes, cuál se, presentan sonrosadas y bellas por el ocaso, mirad el cielo, cuál reviste hermoso color de púrpura: sí, mirad y contemplar la naturaleza en cuyas sorprendentes manifestaciones, en cuyos maravillosos fenómenos podemos comprender algo grande, algo sublime que haga en nuestros corazones vibrar las cuerdas del sentimiento, que es el que puede haceros buenos, porque sólo sintiendo comprenderéis el bien.

Sí, queridos compañeros, salgamos al jardín a contemplar el hermoso espectáculo que se nos ofrece.

E. THUILLIER.








ArribaAbajoOración al Papa


    Señor que desde el cielo
mirándonos estás;
que al triste das consuelo,
que al débil fuerza das,

    Inspira amor sagrado,
y ardiente fe con él,
al pueblo tuyo amado,
al pueblo tuyo fiel.

    Y para que en la umbría
noche que reina aquí,
tenga piadoso guía
que lo conduzca a ti,

    Ampara con tu manto
Al Rey, Padre y Pastor,
que desde solio santo
por el vela en su amor.

ANTONIO ARNAO.



  —141→  

ArribaAbajoLa ciencia en la mano

Claras y concisas preguntas y respuestas que explican los fenómenos de todos los días.
Nociones y conocimientos útiles para la infancia y la juventud


(Continuación)


-¿Por qué los relámpagos se dibujan, ordinariamente bajo la forma, de una línea rota en zis zas? -El relámpago, como la chispa de las máquinas eléctricas, se dibuja en esa forma porque es el intervalo que debe recorrer y la descarga eléctrica no encuentra un medio conductor homogéneo; y naturalmente toma el camino de mejor conductibilidad. Repartiéndose irregularmente las porciones de conductibilidad unas tras otras, la descarga, pasando de una a otra, describe necesariamente ciertas sinuosidades. Se sabe además que las masas relativamente menos conductoras colocadas en el trayecto de esta descarga eléctrica, la atraen, la desvían, chocaren cierto modo con ella, y esta doble serie de inflexiones para buscar las porciones conductoras y de choques con las no conductoras, determina la forma de zis zas de los relámpagos.

-¿Por qué el rayo produce luz y ruido al atravesar el aire? -El aire no es un buen conductor; la descarga eléctrica le atraviesa con cierta dificultad; y se comprende muy bien que el esfuerzo producido para vencer esa resistencia pueda poner en movimiento el éter o fluido luminoso contenido en el aire, de manera que haga brillar la luz o el relámpago o las moléculas mismas de aire, produciéndolo así el ruido o trueno.

-El rayo, ¿no produce luz ni ruido cuando atraviesa un buen conductor? -No; el fluido eléctrico pasa por un buen conductor sin ruido y sin ser visto.

-¿Por qué el relámpago es generalmente precursor de un aguacero o chubasco? -Porque la descarga eléctrica, como lo ha demostrado el abate Laborde, condensa los vapores, a cuyo seno llega, y produce al mismo tiempo un notable enfriamiento. Los libros santos dicen que Dios trasformó el rayo en lluvia, o que produjo lluvia con el rayo: fecit fulgura in pluviam.

-¿Por qué el relámpago es precursor generalmente de un fuerte viento? -Por lo mismo que la descarga eléctrica produce un enfriamiento y condensa los vapores, puede dar lugar a un viento de aspiración; y como potencia mecánica puede también producir el viento por impulsión.

-¿Cuáles son los relámpagos conocidos con el nombre de relámpagos de calor? -Relámpagos sin trueno, que se   —142→   observan generalmente en las hermosas noches de verano.

-¿Por qué no truena cuando se manifiestan los relámpagos llamados de calor? -Porque no son más que el reflejo de relámpagos de tempestades situadas muy lejos por bajo de nuestro horizonte, y el ruido del trueno se pierde antes de llegar a nuestros oídos. Tampoco es imposible que en el seno de las nubes muy dilatadas, o cuando tiene lugar entre dos nubes muy próximas una descarga eléctrica de débil tensión, sea completamente silenciosa, y por esto se produzcan relámpagos sin truenos. Puede suceder también que las atracciones y repulsiones eléctricas ejercidas en el seno de la nube no den lugar más que a efectos sonoros y que haya, por consiguiente, truenos sin relámpagos.

-¿En qué estaciones del año son más frecuentes las tempestades? -Son más frecuentes en estío, algo menos en otoño, y menos todavía en primavera y en invierno.

Si hay cien tempestades en el año, podemos distribuirlas de este modo para las comarcas de la Europa occidental: estío, 33; otoño, 21; primavera, 17; invierno, 9.

-¿Por que las tempestades son más frecuentes en estío y en otoño que durante la primavera o el invierno? -Porque sobre todo en estío y en otoño, de Junio a Setiembre, la electricidad atmosférica es sumamente activa, porque la atmósfera está en condiciones que se prestan mejor a la acumulación de la electricidad. Cuando estalla una tempestad a fin de Mayo o a principios de Junio, cuando la vegetación, uno de los principios más fecundos de la electricidad atmosférica, es muy activa, el equilibrio roto o interrumpido es muy lento en su restablecimiento; las tempestades se suceden ordinariamente durante ocho o nueve días, y algunas veces durante un mes y más.

-¿Por qué se presenta la tempestad generalmente después de un tiempo seco? -Porque la sequedad del aire es una de las condiciones esenciales de la acumulación de la electricidad en el seno de las nubes.

-¿Por qué difícilmente sobreviene una tormenta después de un tiempo lluvioso? -Porque el aire húmedo y la lluvia conducen la electricidad, pero no la producen. Las nubes van quedando descargadas lentamente y sin ruido a medida que la electricidad tiende a acumularse.

Efectos físicos del rayo.

--El rayo, ¿penetra en el árbol o roza solamente la superficie exterior? -Algunas veces el rayo penetra en el seno mismo del árbol y lo divide en astillas, pero lo más regular es que pase entre la corteza y la albura, o sea la parte tierna y blanquecina que se halla entre la corteza y el cuerpo leñoso de los arboles y arbustos elicotiledóneos, la cual se renueva todos los años, cambiándose en leña la del año anterior; en esa parte del árbol es dolido la savia es más abundante.

-¿Por qué el rayo pasa ordinariamente entre la corteza y la albura de un árbol? -Porque escoge siempre el mejor conductor, que en el árbol es la albura.

-El rayo, ¿recorre la piel de un nombre o penetra en su cuerpo? -Penetra en el cuerpo humano.

-Mejor qué el rayo pasa o través del   —143→   cuerpo humano? -Porque es mejor conductor de la electricidad que la piel. El cuerpo de los animales y el del hombre en particular, conduce bastante bien la electricidad.

-¿Porqué un árbol es algunas veces abrasado por el rayo, como si se le hubiese prendido fuego? -Porque el árbol opone una gran resistencia a la descarga eléctrica, y porque siempre que encuentra una gran resistencia, la electricidad produce un gran calor.

-¿Por qué el rayo arranca algunas veces la corteza de los arboles? -Porque el rayo, rompiendo la resistencia que le oponía el árbol, arranca la corteza por su violencia mecánica.

-¿Por qué el rayo rompe las ramas de los arboles? -Por efecto de su gran potencia mecánica; las ramas del árbol, siendo conductores imperfectos, quedan rotos por el rayo en su lucha contra la resistencia que le oponen.

-¿Por qué los robles viejos y los troncos secos son rotos por el rayo más frecuentemente que los demás árboles? -Porque están secos y llenos de nudos, y por consiguiente son peores conductores que los demás árboles.

-¿Por qué el rayo mata a los animales que hiere? -Porque hiere los órganos y el sistema vasculoso, o paraliza el sistema nervioso.

-¿En qué caso puede matar el rayo a un hombre? -Directamente cuando su cuerpo se halla en el trayecto del rayo y la descarga eléctrica lo alcanza; es preciso que la descarga sea fuerte, porque una descarga débil hiere sin matar.

-¿Por qué es peligroso encontrarse en medio de la multitud durante una tempestad? -Porque una multitud de personas ofrece al rayo mejor conductor que una persona aislada; porque el vapor húmedo exhalado de la multitud le abre un acceso más fácil en la atmósfera.

-¿Por qué una multitud de personas es mejor conductor que un solo individuo? -Como cada individuo es un conductor de la electricidad, resulta que un gran número de personas proporciona un acceso más fácil al fluido eléctrico; en otros términos, la masa de individuos puede atraer el rayo que un solo individuo no podría atraer.

-¿Por qué aumenta el peligro por el vapor exhalado de una multitud de personas? -Porque el vapor es mejor conductor que el aire seco, y por consiguiente, cuanto más abundante tanto más aumenta el peligro.

-¿Por qué hay peligro en un teatro durante una tempestad? -Porque la concurrencia y el vapor que le llenan forman el mejor conductor del fluido eléctrico.

-Un hombre cubierto de una armadura de hierro ¿estaría el peligro de ser muerto por el rayo? -Puede ser alcanzado por el rayo, pero este será menos temible porque, dándole la armadura más fácil acceso, el cuerpo estará más a cubierto por lo mismo.

(Se Continuará.)

Dibujo



  —144→  

ArribaAbajoEl almuerzo de Jacinta

Dibujo

Todos los días convida Jacinta a sus dos muñecas, al pájaro y al perro Lindoro; las muñecas no se quejan de que Jacinta se lo tome todo; pero el perro está ya bastante disgustado de que todos los días se le convide... a ver, y no dudo yo que cuando se reúna con otros perros murmurará de lo lindo de su amita, que da pruebas de ser muy egoísta.




ArribaAbajoAlmanaque de los niños para 1872

Nuestros constantes suscritores merecen toda nuestra gratitud, y deseamos hallar ocasión de manifestársela. Próximo a terminar el año 1871, y con él el tomo IV de LOS NIÑOS, hemos creído que sería muy del agrado de nuestros favorecedores un ALMANAQUE DE LOS NIÑOS PARA 1872, y este es el regalo que vamos a hacer a todos los que se suscriban por el tomo V, que empezará a publicarse en Enero de 1872, y con el cual podrá encuadernarse el ALMANAQUE, cuyo tamaño y forma serán iguales al periódico.

No es este un ALMANAQUE vulgar, sino el más elegante y espléndido de cuantos se publiquen en España; contendrá, además de las firmas de las Sras. Avellaneda y Grassi y las de los Sres. Hartzenbusch, Catalina, Campoamor, Trueba, Pérez de Guzmán, Guerrero, Fernández, Sepúlveda, Falcón, Valbuena, Viedma, Príncipe y Montes, una comedia preciosa para que la representen los niños, escrita por D. C. Frontaura, sobre otra del sabio Juan Macé, doce oraciones para doce días señalados del año y otros interesantes originales.

Todas las láminas y viñetas de este ALMANAQUE, son nuevas, lo mismo que los originales, y no se han publicado en el periódico, y tampoco se publicarán en el tomo V. Este lujo era desconocido hasta ahora en les Almanaques de las publicaciones ilustradas, pues lo mismo en España que en el extranjero, es costumbre adornar los citados libros de regalo con grabados elegidos entre los que ya vieron la luz en el trascurso del año.

En resumen, el ALMANAQUE DE LOS NIÑOS PARA 1872, será un precioso y elegantísimo libro, que a fin de Octubre contamos tener, terminado para regalarlo a todos los suscritores a LOS NIÑOS que hayan renovado su abono por el tomo V, que comenzará a publicarse en Enero, y a todos los nuevos suscritores que se abonen por el mismo tomo; y en fin, a todas las personas que, sin estar suscritas, compren los cuatro tomos, o, por lo menos, dos de los publicados.

Los señores abonados y corresponsales de provincias pueden dirigir sus renovaciones con el importe cuando gusten, bien entendido que no daremos un ALMANAQUE a quien no haya renovado su suscrición por el tomo V, que se publicará en los primeros meses del año 1872.

EL ALMANAQUE DE LOS NIÑOS PARA 1872, por el excesivo coste que tiene, no puede venderse a los no suscritores a menos de OCHO REALES.

Los señores suscritores que en Madrid lo sean por meses, recibirán gratis también el ALMANAQUE, si están suscritos sin interrupción desde el principio de la publicación.

También lo recibirán todos aquellos que no habiendo renovado su abono cuando terminó, lo renueven desde la fecha en que lo dejaron, y además por los tres primeros meses del año próximo.





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