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ArribaActo V


Escena I

 

El teatro representa el panteón de la familia de BLANCA, con puerta y escalera en el foro, que supone la entrada principal: otra a la izquierda, que comunica a la habitación de BLANCA; y otra a la derecha, que conduce al templo. Se verán varios sepulcros con inscripciones del nombre de Rossi: a la izquierda cerca del proscenio se ve el de BAUTISTA, cuya losa estará entre abierta, y apoyada por el frente sobre una barra de hierro a la altura de una vara: al pie del sepulcro estará la armadura y manto de BAUTISTA. La escena no tiene más luz que la de una lámpara, que esta suspendida en medio de las bóvedas. ALBERTO, Nobles por la bóveda del templo.

 
ALBERTO
Cierta es la desventura, compañeros:
 

(El verso siguiente mirando a la puerta del foro, que está abierta.)

 
franca está de este seno pavoroso,
la entrada en el palacio; a los reflejos
de esa pálida luz, abierta noto
la losa sepulcral. ¡Oh Dios!... ¡qué miro!5
 

(Se acerca al sepulcro de BAUTISTA, y reconoce su armadura y manto.)

 
¡Las armas de Bautista!... sus despojos...
Destrozados, sangrientos... ¡oh barbarie!
¡Oh caudillo infeliz! mientras nosotros,
perdida la ocasión de la venganza,
por la ciudad vagamos presurosos10
en busca de Genaro, la perfidia
ha consumado, el crimen: ya en el fondo
de la tumba abismose para siempre
la existencia del héroe valeroso:
¿Cómo pudo lograr la tiranía15
poner fin a su vida, cielos? ¿Cómo
el bárbaro Acciolino ha descubierto
en nuestro daño a su rival glorioso?
Yo observé desde el templo a ese tirano
girar errante de este sitio en torno;20
vi sus parciales profanar la entrada
de esta sacra mansión, y receloso,
prevenir se custodie este palacio
contra las intenciones de Leopoldo.
A buscaros entonces me apresuro: 25
mas ¡oh desgracia! ¿Para qué os convoco?
¿Para ver en la muerte de Bautista
el triunfo del tirano y nuestro oprobio?
¿Quién duda que Acciolino ha descubierto
nuestra conspiración? Se perdió todo:30
vendidos estaremos; de Genaro
el destino se ignora; mas nosotros
venderemos bien caras nuestras vidas
en el ultimo trance... Pasos oigo.
 

(Rumor dentro.)

 


Escena II

 

DICHOS, GENARO por la puerta del templo.

 
ALBERTO
He aquí el momento. ¿Quién?
GENARO
Fieles amigos,
35
yo soy; no receléis.
ALBERTO
¡Tú del furioso
Acciolino estás libre! Di, Genaro,
¿A quién la vida debes?
GENARO
A Dios sólo:
Él me reserva a ser el instrumento
de su eterna justicia.
ALBERTO
De qué modo,
40
si el infeliz Bautista...
GENARO
Fui testigo
De su barbara muerte: entre el asombro,
entre el dolor mi corazón recuerda
temblando el espectáculo horroroso.
Apenas a las puertas de este alcázar45
volví, cuando admirado desconozco
las guardias que lo cercan; sus aceros,
a que penetre en él, fueron estorbo.
Indago en el umbral por que me impiden;
y en tanto que me observan silenciosos 50
con semblante feroz, veo en el atrio,
de las hachas al brillo luminoso,
conducir a Bautista desarmado
por los viles ministros del encono.
Allí darle la muerte resolvieron 55
los infames verdugos; valeroso
Bautista se defiende largo tiempo
con los esfuerzos de su brazo heroico:
yo viendo su peligro inevitable
me afano por llegar; grito... socorro; 60
ruego, amenazo, gimo; y todo en vano:
a mis lamentos y a mis quejas sordos
esos tigres lograron oprimirlo
y a mi vista uno de ellos, más furioso,
con un puñal el pecho le atraviesa: 65
la sangre salta en humeante arroyo
sobre el vil asesino, que se goza
en ver el espectáculo espantoso:
cayó Bautista exánime; y su cuerpo
arrastraron crueles con oprobio70
hacia este panteón: horrorizado,
del palacio las puertas abandono,
y por el templo hasta este sitio llego
respirando venganza; yo la imploro,
y el momento se acerca de lograrla. 75
Acciolino perezca; caiga el monstruo
destrozado a la vista de esta tumba:
vuestras espadas de su pecho odioso
se bañen en la sangre, que brotando
sobre este pavimento ante mis ojos80
sirva para calmar la triste sombra
de un caudillo infeliz y virtuoso.
ALBERTO
Todos pereceremos, si a ese impío
no lograrnos rendir; bastantes somos
para la empresa; amigos, no esperemos85
los parciales, a quienes cuidadoso
fue a convocar por la ciudad Genaro;
pues dilató su ausencia nuestro enojo,
y por ella Bautista ha perecido.
Pero si en este sitio pavoroso 90
hemos de aniquilar a ese malvado,
indícanos, Genaro, de qué modo.
GENARO
Aquí vendrá buscando su castigo:
a los guardias oí, que receloso
de estar obedecido, de Bautista95
quiere ver el cadáver lastimoso;
vosotros en las bóvedas inmensas
de este lóbrego sitio, cautelosos
os podéis ocultar; yo prevenido
observaré si llega el alevoso100
 

(El verso siguiente señalando la puerta del foro.)

 
a esa entrada, la sola que él conoce:
si por ella desciende, yo animoso
repetiré, Acciolino, y a su nombre,
que es la señal de muerte que dispongo,
le asaltaréis intrépidos, dejando105
en leves piezas su cadáver roto.
Para que las tinieblas no malogren
nuestra venganza, algunos de vosotros
por la puerta del templo prevenidos
con hachas, a mi voz estaréis prontos.110
Cuando haya perecido, gritaremos
libertad, y asaltando valerosos
sus guardias con las armas en la mano,
sembraremos el susto y el asombro
en la ciudad: entonces sus esfuerzos 115
entre la confusión y el alboroto
unirán a los nuestros, los que ahora
esperan de la empresa el feliz logro.
Bazano, libertada por sus hijos,
cobrará en breve su esplendor glorioso; 120
y el cuerpo de Acciolino destrozado,
revolcado en su sangre y en el polvo,
a las plantas de Blanca arrastraremos;
porque consiga en su mortal ahogo
templar con la venganza las angustias, 125
que sufre por la muerte de su esposo.
ALBERTO
¿Acaso sabe Blanca que Bautista
ha perecido?
GENARO
Alberto, yo lo ignoro;
Ni sé como ha logrado su existencia
descubrir el tirano; pero todo 130
lo sabremos después. Fieles amigos,
no perdamos un tiempo tan precioso
en vanas discusiones.
ALBERTO
A vengarnos:
pero nuestro furor debe a Leopoldo
la vida perdonar.
GENARO
Él compasivo,
135
fuera de estas murallas, cuidadoso
para hallar el cadáver de Bautista
del sol espera el astro luminoso.
ALBERTO
Pues está lejos del común peligro,
no dejemos con vida en el destrozo140
ninguno de los bárbaros verdugos,
después que a nuestros golpes caiga el monstruo.
Parte, Genaro.
GENARO
Sombras inmortales
de los valientes Rossis, si mis votos
penetran la morada del sepulcro, 145
prestad a nuestros brazos el heroico
valor con que otro tiempo defendisteis
vuestra abatida patria:

 (Mirando al sepulcro de Bautista.) 

y tú, glorioso
espíritu del héroe que lloramos, 150
acepta la venganza que dispongo.
 

(Se va por la puerta del templo con dos de los nobles.)

 


Escena III

 

ALBERTO, Nobles.

 
ALBERTO
En tanto que el momento se avecina
retiraos, amigos, y estad prontos
a la voz de Genaro... ¡Infeliz Blanca!
 

(El resto de los nobles se retira detrás de los sepulcros.)

 
Yo contemplo su estado lastimoso; 155
quizá ignora la muerte de Bautista;
o la llora en secreto.
 

(Rumor dentro.)

 
Rumor oigo
en la bóveda obscura que conduce
hasta su habitación.


Escena IV

 

ALBERTO, BLANCA, FELICIA, aquella apoyada en los brazos de esta, el cabello suelto en el mayor desorden y abatimiento; ambas salen por la bóveda que conduce a su habitación.

 
FELICIA
¡Oh qué espantoso
sitio!
ALBERTO

 (Aproximándose.) 

¿Quién va, quién es?
BLANCA
Alberto, amigo,
160
La desgraciada Blanca.
ALBERTO
En tu socorro
los nobles y tu padre...
BLANCA
¿Acaso vive?
ALBERTO
Sí: nuestras esperanzas en él solo
consisten; él dispone la venganza
que la ocasión perdida...
BLANCA
Lo sé todo.
165
Tarde será, bien tarde.
ALBERTO
¿Pues acaso
de Bautista el destino...
BLANCA
No lo ignoro:
pereció por salvar la triste vida
de su mísera esposa.
ALBERTO
¡Por ti! ¿Cómo?
BLANCA
Mis abatidas fuerzas no permiten 170
que ahora repetir pueda el horroroso
origen de mis penas. Vete, amigo;
y deja que a la sombra de mi esposo
mi llanto se consagre.
ALBERTO
Tu peligro
en este panteón...
BLANCA
Ninguno corro:
175
estos fríos sepulcros me aseguran.
ALBERTO
Si te hallase tu padre...
BLANCA
Será corto
el tiempo de mis lágrimas; si vuelve
antes que calme mi dolor penoso,
a su voz yo te ofrezco retirarme. 180
ALBERTO
En fe de esa palabra no te estorbo.
 

(Se va por donde los nobles.)

 


Escena V

 

BLANCA, FELICIA.

 
BLANCA
Heme en tu seno al fin, mansión sagrada
de la eterna quietud, donde el reposo
termina los tormentos. ¡Ah! mis plantas
agobiadas del peso del oprobio 185
y la aflicción apenas me sostienen:
¡Ay Felicia! este seno tenebroso,
este sacro silencio de la tumba,
que asusta a los mortales, reconozco
que alivia mi dolor; él es conforme 190
a este recinto triste y pavoroso.
Cara amiga, en el yace para siempre
el héroe ilustre, cuya sombra adoro;
y en él mi corazón viene a ofrecerle
mis angustias, mi llanto y mis sollozos. 195
FELICIA
¿Tan poco puede mi amistad contigo,
que desprecias mi ruego afectuoso?
¿Por qué empeñada en aumentar tus penas,
renovarlas intentas en el fondo
de este lúgubre sitio? Por dos veces 200

 (El verso que sigue señalando a la bóveda por donde salieron.) 

entre las densas sombras de ese ignoto
camino de la muerte, desmayada
te sostuve en mis brazos cariñosos;
te vi casi expirar; pero al cobrarte
no sirvieron mis súplicas de estorbo 205
a tu funesto amor: ¡ah! retrocede
amiga; que aún es tiempo; vamos pronto
lejos de estos horrores; ¿qué consigues
con que su vista aumente tus ahogos?
BLANCA
Siento que me consuela; sí: mis fuerzas 210
renacen por momentos; sin apoyo
puedo mover mis plantas vacilantes.
 

(Se separa de FELICIA, y se adelanta en la escena.)

 
FELICIA
¿Adónde vas?
BLANCA
No temas. Ve aquí el trono

 (Señalando los sepulcros del foro.) 

de la virtud; la tumba; ¡oh qué felice
descansa en ella el hombre virtuoso! 215
Mis nobles ascendientes, que lo fueron,
en una eternidad ya son dichosos:
y yo vivo... ¡ay de mí! porque mi vida
espera conseguir el triste gozo
de ver difunto a quien amé constante, 220
y después expirar.
FELICIA
¡Cielos, qué oigo!
¿Y ese es tu designio? ¿Y qué pretendes,
cruel, ejecutarlo ante mis ojos?
¿Qué se hizo tu valor? Di ¿qué se hicieron,
los sentimientos puros, religiosos, 225
que el Dios, que te ha formado de la nada,
de tu obediencia exige? Desconozco
tu virtud: ya no es Blanca la heroína,
que mis cuidados mereció amistosos;
la desesperación entro en su pecho: 230
por ella busca el medio criminoso
de acabar con la vida su desgracia,
usurpando al Eterno de este modo
el supremo poder.
BLANCA
Felicia, cesa;
yo tiemblo; yo me humillo ante su trono, 235
él ve mi corazón: a sus decretos
sabios, incomprensibles ya me postro,
y ofreciéndole humilde mis angustias,
Él este error perdonará piadoso.
FELICIA
Sí hará; pero volvamos.
BLANCA
¿Dónde, amiga,
240
dónde estaré segura, si no logro
estarlo en este sitio? Ya en la tierra
no hay para mí defensa: sin apoyo,
sin amparo, sin fuerzas; tú lo sabes,
y en fin, cara Felicia, sin esposo. 245
FELICIA
¡Infeliz!
BLANCA

 (Acercándose al sepulcro de BAUTISTA.)  

De esa luz a los reflejos
en esta obscuridad ya ven mis ojos
la urna adorada que mis ansias buscan.
FELICIA

 (Interponiéndose.) 

No te acerques, espera.
BLANCA
¿Aún este corto
alivio has de impedirme? Cruel Felicia, 250
déjame por piedad.
FELICIA
Mira que estorbo,
que tu dolor la muerte te apresure.
BLANCA
No; te engañas, amiga, de este modo
consolaré mis penas; y te juro,
que mientras no peligre mi decoro, 255
no atentaré a mi vida. Tú sin duda
no has amado jamás; pues si no ¿cómo
fueras tan inhumana? Si me impides
la vista de ese objeto lastimoso,
me verás expirar.
FELICIA
¡Desventurada!
260
No puedo resistir.
 

(Se aparta.)

 
BLANCA

  (Acercándose al sepulcro reconoce la armadura de BAUTISTA.)  

Estos despojos...
mi corazón de nuevo se estremece.
¡Ah! suyos fueron... Sí. ¡Gran Dios!

 (Cogiendo el manto.) 

Yo toco
en ellos con horror su helada sangre.
Mira, Felicia, en la armadura el rojo 265
esmalte de sus venas.
FELICIA
¡Oh infelice!
BLANCA
No hay duda, mi dolor llegó a su colmo.
FELICIA
Blanca, si de este sitio no te alejas,
yo te dejo.
BLANCA
¿Y qué importa tu abandono,
a quien todo en la tierra lo ha perdido? 270

 (Volviendo al sepulcro.) 

¿Son estas las delicias, tierno esposo,
que en tus brazos pensó la triste Blanca
gozar mientras viviese? ¿Es este el solio
de la fe conyugal? ¡Qué! ¿Serán estos
los eternos laureles victoriosos 275
con que pensabas coronar tu frente?
¿Qué se hizo el aparato, qué el adorno
de las pompas de Marte? ¿Qué se hicieron
tus virtudes, tu amor?... ¡Ay! todo, todo
despareció como fugaces sueños. 280
¡Oh ilusiones del bien, que en vano lloro!
¡Oh esperanzas mentidas de fortuna
fuisteis por siempre! Víctima del odio
yace el héroe de Italia, y a mis quejas,
a mis lamentos en la tumba sordo, 285
descansa; y yo respiro... y yo no puedo
con el fuego animar de mis sollozos
la vida que en un tiempo fue la mía.

 (Se arrodilla junto al sepulcro.) 

Helado mármol, que insensible toco,
enciéndete en la llama de mi pecho; 290
yo te abrazo; tú encierras mi tesoro;
vuélvemelo, cruel; sí; yo te pido
mi cara prenda, vuélveme mi esposo.

 (Se levanta.) 

¡Mísera! Yo deliro. Es una piedra;
no puede enternecerse; ni tampoco 295
puedo morir sin ofender al cielo.
¿Esperaré cobarde, que a mis ojos
el bárbaro Acciolino se presente
a exigir con la fuerza mi desdoro?
¿Podré por su violencia deshonrada 300
pasar mis días en perpetuo oprobio?
No será... no será. Blanca, la muerte
primero, que toleres de ese aborto
infernal los halagos, ni aún la vista:
no triunfara jamás de mi decoro. 305
Óyeme, sombra amada; fui tu esposa;
no quebrantará Blanca el tierno voto
de su fe conyugal, hasta que logre
unirse a ti en el seno del reposo.
FELICIA
Su dolor me penetra; vamos, Blanca. 310
BLANCA
No; déjame. Ya siento que recobro
para ver su cadáver mis esfuerzos.
FELICIA

 (Mirando a la puerta del foro.) 

¡Qué resplandor! ¡que estruendo!


Escena VI

 

DICHAS, ACCIOLINO y dos guardias con hachas.

 
ACCIOLINO

 (Bajando.) 

Falta sólo
hallar a Blanca; vamos.
GENARO

 (Dentro.) 

Acciolino.
BLANCA

 (Al nombre de ACCIOLINO vuelve la cabeza, lo ve, se inclina dentro del sepulcro, separa la barra que sostenía la losa; ésta cae y muere.) 

Acciolino... la muerte.
FELICIA
¡Oh Dios! Socorro.
315
ACCIOLINO
 

(Suspenso en medio de la escena. FELICIA inmediata al sepulcro.)

 
Mi nombre... aquel lamento...


Escena VII

 

DICHOS, ALBERTO y Nobles con las espadas desnudas. Por la puerta del templo GENARO y dos Nobles con hachas.

 
ALBERTO
Infame, tiembla.
ACCIOLINO
Traidores...
FELICIA
¡Ah! favor... Socorred todos
a Blanca, que perece.
GENARO
¡Qué he escuchado!
Hija mía...¡qué miro!... Venid pronto,
levantemos la losa.
 

(GENARO y nobles sacan a BLANCA del sepulcro, queda en brazos de su padre.)

 
ACCIOLINO

 (En ademán de querer irse.) 

Estoy vendido...
320
Ella muere.
ALBERTO

 (Impidiéndole la salida.) 

Detente, horrible monstruo,
no has de salir con vida de este sitio.
GENARO
No hay remedio; expiro. Ya está en su rostro
la muerte impresa. ¡Desgraciada hija!
¡Padre desventurado!
ACCIOLINO

 (Observando a BLANCA.) 

Sí; el hermoso
325
objeto de mi amor y mis rencores
inanimado yace... yo... ¡qué asombro
hiela mi corazón!...

 (Horrorizado, creyendo ver la sombra de BAUTISTA.) 

Bautista... tente.
¡Qué horror!... tu sombra veo... reconozco
las sangrientas heridas de tu seno... 330
¡Oh vista!... ¡Oh crimen!... Implacable esposo...
¿Señalas su cadáver y el sepulcro?...
No soy la causa.
GENARO

 (A los nobles.) 

¿A qué esperáis vosotros?
Esta víctima ved; su sangre corre
por libertar su honor de ese furioso. 335
El cielo con prodigios lo amenaza;
cúmplase su castigo.
 

(Los nobles hacen ademán de acometer a ACCIOLINO.)

 
ACCIOLINO

 (A los nobles.) 

No, alevosos,
este puñal, que cometió el delito,

 (Saca el puñal que quitó a BLANCA.) 

es a quien toca la venganza sólo.
 

(Se hiere, y cae muerto.)