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El primitivo colegio de carmelitas descalzos estaba muy próximo al Colegio de San Ildefonso, a su espalda, en la calle de los colegios, a pocos pasos de la puerta de los Aguadores. No hay que confundir este primitivo emplazamiento con el posterior, cuando en 1598 se produzca el traslado fuera de la puerta Nueva, al sudeste de la ciudad: cf. Crisógono de Jesús, Vida de san Juan de la Cruz, Madrid, 1946, cap. VI.

 

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En mi obra La formación universitaria de Juan de la Cruz, o. c., p. 134, sugería la conveniencia de consultar en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, sección de «Universidades», el libro 435-F, «matriculas de 1569 a 1575», correspondientes a la Universidad de Alcalá. La comprobación fue realizada en 1992 por el padre José Vicente Rodríguez, con resultado negativo.

 

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Cristóbal Cuevas, siguiendo a A. Custodio Vega, da por cierto que fray Juan conoció las Canciones de Tomás de Villanueva, publicadas en Alcalá por el agustino Pedro Uceda, en 1572: «Estudio literario», en VV. AA., Introducción a la lectura de san Juan de la Cruz, o. c, p. 143.

 

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El adolescente Juan de Yepes había sido alumno de los jesuitas de Medina, y en el colegio de San Gil de Ávila, durante este período 1572-1577, residieron teólogos como Francisco Suárez, y pedagogos como Ripalda o Juan Bonifacio.

 

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Existieron jugueteos y desafíos literario-espirituales en el entorno de la Encarnación y de San José de Ávila. De 1576 data el «vejamen» burlesco en torno a las palabras «Búscate en mí», escuchadas en oración por Teresa de Jesús. Parece que fray Juan respondió por escrito, de forma metódica y extensa, acentuando el necesario desprendimiento y negación del mundo para la contemplación pura. Cf. José Vicente Rodríguez, «Con Teresa en Ávila», en VV. AA., Dios habla en la Noche, Madrid, 1990, pp. 125-149.

 

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Posicionamiento tanto más necesario cuanto que el propio fray Juan de la Cruz, en los entusiasmos juveniles de Duruelo, se había inclinado a cierta radicalidad rigorista.

 

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Recordemos que, en diciembre de 1577, con motivo de su prisión por los calzados, fray Juan de la Cruz se escapa de su encierro y acude a su vivienda de la Encarnación para romper escritos y hacer desaparecer papeles: cf. Crisógono, Vida, capítulo VIII.

 

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Cf. la opinión de Lucinio Ruano en Obras Completas, BAC, Madrid, 1991, pp. 77-81.

 

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Cf. Teófanes Egido, «Baeza y su ambiente espiritual», en VV. AA., Dios habla en la Noche, o. c., pp. 216-220; Álvaro Huerga, Historia de los alumbrados, 1570-1630, Madrid, 1978, 2 vols.

 

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Si por un lado fray Juan de la Cruz ejerce un cierto rigor ascético (respecto a los libros) con el pretencioso novicio y jurista Juan de San Pablo, por otro declarará abiertamente a María de la Paz, dirigida suya, su condición de letrado: Crisógono, Vida, caps. XI y XII.

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