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Subida se presenta con las características de un verdadero tratado, organizado en categorías doctrinales, con recurso a argumentos escriturísticos, filosóficos y de teología escolástica: cf. José Damián Gaitán, «Subida del Monte Carmelo», en VV. AA., Introducción a la lectura de san Juan de la Cruz, Valladolid, 1991, p. 372. Por su parte, Cristóbal Cuevas, en su «Estudio literario», p. 141 de la Introducción a la lectura..., o. c., señala como ejemplo del tono académico general el extenso sorites de Subida II, 21, 1.

 

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Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 12738, fol. 1431, carta autógrafa de Juan Evangelista; cf. Crisógono de Jesús, Vida de San Juan de la Cruz, Madrid, 1946, cap. XVI.

 

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Ms. Vaticano 2862, fol. 7, y ms. 8568, fol. 115; cf. Crisógono, Vida, cap. XVI.

 

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Es cierto que especialistas tan autorizados como Federico Ruiz, y otros, han señalado un escaso interés de fray Juan de la Cruz por las tareas de escritor. En la obra Dios habla en la Noche (Madrid, 1990, p. IX) nuestro autor declara a este propósito: «(fray Juan) sólo con lentitud y repugnancia pasa a escribir en prosa. No muestra interés alguno en redactar libros o tratados. Lo que falta al impulso interior le viene de la presión externa de sus hermanos y amigos». Particularmente considero que la desgana de fray Juan debe referirse al esfuerzo por elaborar tratados académicos demasiado estructurados y extensos, y de ello proporciona un ejemplo el inconcluso libro de la Subida. Pero creo que existen múltiples indicios para constatar la realidad de un talante creativo y exigente, que se expresa y reelabora escritos breves sucesivos, que intenta ahondar hacia lo substancial y redacta esquemas gráficos, síntesis aproximativas y comentarios clarificadores en multitud de circunstancias concretas; en parte para sí, y en parte para distribuirlos entre sus dirigidos espirituales como incitación personal. Soy de la opinión de que existió un fray Juan de la Cruz inquieto, minucioso y analítico, capaz de recreación espontánea de papeles y escritos variados, en los que iba perfilando, confrontando y condensando su sistema, con dudas, vacilaciones, con progresivas certezas y aciertos. La destrucción de muchos de estos materiales, que tuvo lugar en las persecuciones del último periodo de su vida, quizá ha contribuido a desfigurar la importancia real de la actividad escrita frente a la evidencia del magisterio oral. Por ello debiera reinterpretarse esta vinculación a escritos y papeles en la que sorprendemos a fray Juan de la Cruz a lo largo de toda su trayectoria vital. Una vinculación no propiamente de tratadista académico, sino de intelectual insatisfecho, que ensaya aproximaciones y clarificaciones fragmentarias, que se embarca en reelaboraciones sucesivas, que se revuelve expresivamente en una continuada reflexión poética y en un particular razonamiento lírico, acuñando y depurando progresivamente sus resultados. De este modo, Cristóbal Cuevas, en su «Estudio literario» (Introducción a la lectura de san Juan de la Cruz, Valladolid, 1991 nos hablará del «lírico razonar» y de la «poética lucidez» (p. 177); y en la p. 171 declara: «esa perfección es el resultado de una tenaz y consciente lucha por la expresión».

 

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Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 12738, fol. 417, BMC 14, 170.

 

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Ms. Vaticano 2838, fol. 10; cf. Crisógono, Vida, cap. III. La suposición la ha contradicho Eulogio de la Virgen del Carmen, San Juan de la Cruz y sus escritos, Madrid, 1969.

 

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José de Jesús María Quiroga, Historia... del Venerable P. fray Juan de la Cruz, Bruselas, 1628, cap. 4. Lo contradice, asimismo, el citado Eulogio de la Virgen del Carmen.

 

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Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 13460, l. 1, c. 21, fol. 52; y Vida del santo Padre fray Juan de la Cruz, por Alonso de la Madre de Dios, p. 166 de la edición de 1989.

 

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Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 12738, fol. 1018, relación de Isabel de San Francisco; cf. Crisógono, Vida, cap. VIII.

 

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En las Obras Completas de san Juan de la Cruz, a cargo de Lucinio Ruano, BAC, Madrid 1991, decimotercera edición, se vinculan a la etapa de Ávila, y en todo caso a un tiempo anterior al año 1578, los poemas «Vivo sin vivir en mí» y «Éntreme donde no supe» (pp. 77-81). Detalles sobre la primera actividad literaria de fray Juan de la Cruz en Ávila los proporciona Eulogio Pacho en San Juan de la Cruz y sus escritos, Madrid, 1969, pp. 75-96; aunque la limita, a mi parecer, de forma excesivamente rigurosa, a "pinitos con avisos espirituales y algunas poesías, coplillas, glosas y villancicos de corte conventual. Páginas livianas y ocasionales, suscitadas por otros más que por iniciativa propia»; cf. del mismo, «Cántico Espiritual», en Introducción a la lectura..., o. c., p. 446.

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