—[48]→
—[49]→
III. La poesía árabe clásica en
al-Andalus: época omeya
La poesía pre-islámica o al estilo
de los antiguos
La poesía es la más antigua manifestación
literaria de los árabes, ya que aparece completamente estructurada en el
siglo VII de J. C. antes de la aparición del Islam. Su
transmisión oral durante la época preislámica y las
especiales características de los filólogos de los siglos VIII y
IX que la recogieron en busca de documentación para sus teorías
gramaticales, llevaron a pensar a una cierta crítica moderna, que
podría haber sido una invención filológica o que en su
mayor parte era una falsificación posterior11.
El estudio de J. T. Monroe sobre el carácter oral de la
creación de la poesía pre-islámica conservada12 ha borrado las
últimas dudas sobre su autenticidad.
La forma de la poesía pre-islámica es la casida,
poema monorrimo, siempre en consonante, y métrica cuantitativa como la
grecolatina. Es decir, medida según una sucesión de pies
métricos formados por la sucesión de combinaciones de
sílabas largas y breves. Así por ejemplo la famosa casida
pre-islámica, la casida rimada en la letra
lām de los
árabes, atribuida al poeta al-Šanfara, estaría en metro
tawīl, formado por los
pies métricos v--/v---- (con la variante v-v/v-v-), y así el
primer hemistiquio del primer verso se mediría así
—50→
A-qī-mū | | Ba-nī | Um-mī | |
u-dū-ra |
| ma-tī-ya-kum |
v - - | / | v - | - - | / | v - v | / | v - -
- |
[Levantad hijos de mi raza los pechos de vuestras
monturas.]
Los filólogos árabes de los siglos VIII-IX
consideraban que la casida, además de su rima y métrica,
tenía una estructuración temática fija. Así la
casida tenía tres partes:
nasīb, o elegía
amorosa donde el poeta recordaba sus amores, siempre frustados, ante los restos
que había dejado la acampada de la tribu de la amada,
rahīl, en la que el
poeta describía su viaje o deambular por las zonas desérticas de
Arabia, con minuciosa descripción de su montura, caballo o camello,
especialmente de este último, por lo que esta poesía es conocida
también como la «del camello». La tercera parte era el
madīh, o elogio al
personaje al que la casida iba dedicada, o por el contrario era una
hiā, o
sátira contra los enemigos personales o tribales del poeta.
Como es evidente, en esta descripción la poesía
pre-islámica reflejaba los sentimientos -es siempre lírica- del
árabe beduino, nómada, pastor de camellos, en un medio
físico hostil, con los rígidos códigos tribales que le
permiten sobrevivir al conservar un mínimo equilibrio con su medio. El
sentimiento amoroso se manifiesta natural, sin sofisticaciones, reflejando unas
relaciones entre los sexos bastante libres, en comparación con la
sociedad islámica posterior. Puede ilustrar estas afirmaciones una
historia o
jábar, que explica cómo el
poeta pre-islámico Imru-l-Qays compuso su más célebre
casida. Nos lo relata un autor andalusí, Ibn
‘Abd Rabbih13, poniéndolo en boca del poeta del siglo VIII,
al-Farazdaq:
Me contó mi abuelo, cuando yo era un
joven estudiante del Corán, que Imru-l-Qays se había enamorado de
su prima paterna,
‘Unayza, y que la había pedido en
matrimonio, pero no la vio hasta el día que ocurrió el suceso de
la charca llamada Dārat
ulul. Esto es que la tribu se
había puesto en camino, los hombres delante, las mujeres y los criados
detrás, con los fardos. Imru-l-Qays los siguió, dejando pasar a
los hombres escondido entre las dunas, hasta que pasaron las mujeres, entre las
que iba
‘Unaiza.
—51→
Al pasar por la charca, las mujeres dijeron:
«Vamos a desmontar y nos bañamos en esta charca para que se nos
vaya un poco el calor». Así lo hicieron y, tras alejar a los
esclavos, se desnudaron y se metieron en la charca. Entonces salió
Imru-l-Qays, cogió sus vestidos, hizo un montón con ellos y se
sentó encima, diciendo: «¡Por Dios! No le daré a
ninguna de vosotras su vestido hasta que salga desnuda a recogerlo!»
Ellas se negaron a hacerlo, pero como fueron avanzando las horas y vieron que
él no se los daba, fueron saliendo todas, menos
‘Uzayna, que le suplicó que le diese su
vestido y como él siguió negándose, salió
finalmente y él la vio, por delante y por detrás.
Las muchachas le dijeron entonces:
«Nos has fastidiado y retrasado. Ahora estamos muertas de hambre»,
y les contestó: «No tengo otra cosa que daros que mi camella.
¿Os la comeríais?» Ellas dijeron que sí y él
desenvainó su espada, desjarretó, degolló y desolló
al animal, mientras los criados recogían leña y hacían un
gran fuego. Despedazaron a la camella y la asaron a las brasas. Todas comieron
con él y bebieron de un vino que traía. Las sobras fueron para
los criados.
Cuando llegó la hora de partir, una
de las mujeres dijo a Inru-l-Qays: «Yo llevaré tu silla», y
otra: «Yo te llevaré los arreos», y así se
repartieron sus objetos y equipaje. Sólo quedó
‘Uzayna sin llevar nada e Imru-l-Qays le dijo:
«Tú me llevarás a mí, porque no tengo
montura», y le subió delante de la giba de su camello. Desde
allí, se inclinó hacia ella, metió la cabeza en su
palanquín y la besó. Al intentar evitarle, la giba se
torció y ella le gritó: «¡Has herido a mi
camello!», y él recitó:
| El día que desjarreté mi montura a las
doncellas | | | | ¡qué maravillosamente fueron transportados
mis arreos! | | | | Las doncellas se lanzaban a la carne y a la brasa, | | | | como si fuesen flecos de trenzada seda. | | | | Fue el día que entré en el palanquín
de
‘Uzayna | | | | y dijo: «¡Mal haya contigo! Tendrás que
ir a pie» | | | | Cuando se inclinaba la base del palanquín, con
nosotros, | | | | decía: «¡Has herido a mi camello,
apéate!» | | | | Mas le dije: «¡Vamos, suelta las riendas y no
me impidas | | | | recoger tan interesante cosecha!» | | |
|
Este relato ilustra además uno de los mecanismos de
creación de la literatura árabe: la creación de un
jábar o historia que explica la
ocasión y motivo por el que se compuso un poema -curiosamente en la
poesía provenzal hay también estas explicaciones que se llaman
«razón»
—52→
y es una coincidencia más entre
las dos líricas-. Estos
jábar van configurando las
biografías de los poetas pre-islámicos, de dudosa autenticidad
histórica, hasta que se convierten en arquetipos: así,
Imru-l-Qays será el príncipe hedonista,
‘Antara, el caballero por antonomasia,
al-Sama‘wal,
la lealtad, etc., y los filólogos les atribuirán los poemas
anónimos que corresponden a su personalidad. Los poemas, noticias,
personajes y escenarios de la poesía pre-islámica constituyen la
mitología literaria del mundo arabigomusulmán de la Edad Media y
también el modelo humanístico de la arabicidad frente al modelo
religioso del Islam, aunque Mahoma reúna ambos modelos en su
persona.
A pesar de ello, es evidente que este modelo literario y
estético beduino se adaptará mal a la sociedad
post-islámica convertida en una auténtica civilización
que, como su nombre indica, será urbana y no beduina. Aunque la casida
conservará su forma a lo largo de toda la Edad Media, sufrirá
también continuas evoluciones especialmente en su contenido para servir
de vehículo a los poetas de un medio cultural muy diferente al de los
pastores de camellos de las altiplanicies arábigas.
Sin embargo, la casida beduina conserva sus
características en la época mahomética y del emirato
omeya, hecha excepción la poesía del Hiŷāz, de la que hablaremos a continuación.
Como consecuencia, esta poesía pre-islámica, al estilo antiguo,
llega a resonar en el al-Andalus conquistado por los musulmanes a principios
del siglo VIII.
Los primeros poemas árabes que se escuchan en la
Península Ibérica son aún el canto del camellero.
Así, el primer poeta árabe de al-Andalus, el sirio
Ibn al-imma, llegado a la Península
Ibérica en la segunda mitad del siglo VIII, nos muestra, a través
de los pocos versos que de él se conservan, que es un poeta al estilo de
los antiguos, que propugna como ideal la rudez del mundo beduino:
| A veces me veo, por amor a mí mismo, en alta
posición, | | | | con mi cabeza, de cabellera abundante, peinada con
trenzas; | | | | la vida acomodada tiene malas artes; | | | | es mejor para nosotros el agua y los pastos.14 | | |
|
—53→
Este mismo gusto por la ruda existencia beduina es expresado por
otro poeta inmigrante en al-Andalus: el emir omeya
‘Abd al-Ramān I (m. 788), tal vez porque ya es algo
perdido en la naciente civilización árabe.
Conviene recordar que
‘Abd al-Ramān I se hizo construir una almunia o palacio
campestre en las afueras de Córdoba, la Ruāfa, con un jardín botánico,
aunque en su poema propugne vivir en jaima y no en palacios y jardines:
| ¡Déjame de ir a la caza de grullas
abatidas, | | | | porque mi único afán es cazar al
impío, | | | | aunque se halle bajo tierra o en ásperas
montañas! | | | | Cuando el sol cenital echa fuego por los caminos, | | | | mi solo resguardo es la sombra de las banderas
tremolantes. | | | | No necesito jardines, ni imponentes palacios, | | | | porque habito en el desierto bajo tiendas. | | | | Di a todo el que reposa entre cojines: | | | | «La grandeza se consigue soportando el rigor de
las campañas. | | | | Vuela en pos de ella, afrontando privaciones, | | | | y, si no, serás el más vil de los
nacidos». | | |
|
[Traducción de Elías Terés]15. |
|
El primer poeta árabe nacido ya en al-Andalus (en el Jau
de Santa Fe de Granada), Abūl-l-Majašī16, tiene las mismas características de poeta al estilo
antiguo, igual que su hija
assāna, aunque ya viviera en el siglo IX, como se
ve en las casidas que dirigió a los emires al-akam I y
‘Abd al-Ramān II, pidiendo su protección.
Aún hay desiertos y camellos en sus versos:
| Hacia el de la generosidad y la gloria | | | | fueron mis cabalgaduras, desde lejos, | | | | abrasadas por el fuego del mediodía, | | | | para que repare mis quebrantos...17. | | |
|
—54→
Este tipo de imágenes coexistirá un tiempo con la
poseía «al estilo de los modernos» que llega a al-Andalus en
la Primera mitad del siglo IX, hasta que renazcan renovadas con la casida
neoclásica. Así
‘Abbās ibn Nāi (m. 864)18 de
Algeciras, el primer poeta que intenta el nuevo estilo, aún habla de las
caravanas, aunque sus camellos se metamorfoseen en navíos, tal vez
porque ya no ha nacido entre dunas sino a orillas del Mediterráneo:
| Flotan los fardos en el espejismo por encima | | | | como flotan los barcos impulsados por los
navegantes.19 | | |
|
La poesía del Hiŷāz: la
música
En el
iŷāz, la franja occidental de la Península
Arábiga, donde se encuentran las ciudades santas de Medina y La Meca,
surge en el siglo VIII una nueva forma de hacer poesía, mientras los
estudiosos religiosos sientan las bases jurídicas del Islam.
Las grandes conquistas del Islam han llevado hasta su cuna una
gran cantidad de riqueza material y cultural, producto del cuantioso
botín de los conquistadores: dinero, joyas, objetos artísticos y
refinados cautivos, procedentes de las antiguas civilizaciones que han
caído bajo el impulso de la joven espada del Islam. Así
llegó una nueva manera de cantar y tañer, la música persa
y el laúd, que hace olvidar la melopea o salmodia que acompañaba
el recitado de la casida pre-islámica, el canto del camellero.20
La música obliga a una primera evolución de la
casida: los poemas han de aligerar su forma y contenido. Bien está la
solemne casida de tipo pre-islámico para ser utilizada por los poetas
oficiales de la corte omeya como al-Farazdaq,
Ŷarīr y al-Ajal, como lanzas para combatir a los enemigos
del califa o cantar sus alabanzas, pero la música requiere temas
más ligeros: los
nasīb, la parte de la
casida que trata del amor, es la que mejor se presta para ser cantada,
además de que es el tema
—55→
que más gusta al
público femenino, que es numeroso en el
iŷāz. En efecto, los hombres están lejos,
conquistando o gobernando las nuevas tierras del Islam, y las mujeres han
preferido quedarse en casa -las hermanas de
‘Abd al-Ramān I prefirieron quedarse en Siria cuando su
hermano les invitó a ir a al-Andalus, en donde se había
convertido en emir- y estas viudas o huérfanas de hecho, liberadas ya
del trabajo de la beduina, gustan de escuchar canciones de tema sentimental.
Nace una nueva poesía de tema amoroso, bien de tipo galante como la de
‘Umar ibn Abī Rabī‘a, bien de tipo patético, alrededor de
amores imposibles, donde el desdichado amante muere de amor, sin conseguir el
objeto de sus deseos, faceta que representan los poetas
«udríes» como
Ŷamīl, Maŷnūn, etc., historias y poemas que serán
recreados por Bagdag, en la exaltación del deseo que representa el amor
cortés.
Las relaciones humanas también han cambiado: por
influencia de la Persia sasánida ha hecho aparición un tipo de
esclavo distinto del conocido por la tribu beduina, encargado de las labores
más pesadas como despedazar la camella de Imru-l-Qays: es el esclavo, de
uno u otro sexo, educado para proporcionar placer a su señor, sexual o
estético. Son ellos los músicos, las cantoras, los amantes -la
palabra
qayna esclava-cantora, tiene también
el sentido de hetaira, de cortesana, de gheisa,21 los conocedores de refinamientos exquisitos, desconocidos
para los rudos beduinos de antaño.
Las canciones en al-Andalus eran «al estilo de los
cristianos o eran al estilo de los camelleros árabes según el
musicólogo al-Tīfāšī (siglo XIII)22, pero la situación cambio ya en época
de
‘Abd al-Ramān I, que compró a una famosísima
cantora Al-Afā’, cuyo canto encandilaba de tal forma que
hacía olvidar su poco agraciada figura.23 Su nieto al-akam I (796-852) hace traer cantores y
cantoras de la escuela iraquí, ya que Bagdad ha heredado y desarrollado
la música del Hiāz, aunque Medina sigue teniendo prestigio como
escuela de canto. Al-akam reúne en tertulia a estos
cantores que entonan fragmentos de casidas orientales cuya melodía crean
y recrean. Uno de estos cantores de al-akam I,
—56→
Salīm, intenta incluso unir
la música europea y la árabe, como veremos al hablar de la
moaxaja.
En este ambiente, el poeta
‘Abbs ibn Nāi de Algeciras, del que ya hemos hablado,
compone ya un verso del nuevo estilo, con el tema del amor a una esclava, que
pertenece a otro amo:
| Di a
‘Abd al-Raīm que sea benigno con su siervo, | | | | que no mate su corazón con la angustia de tu
desvío, | | | | con el rigor de la pasión, con el insomnio de tus
ojos, | | | | con la rosa de las amapolas de tus mejillas. | | | | ¡Sé suave conmigo con una suavidad
semejante a tus caderas | | | | y no tengas otra dureza que la de tus senos!24 | | |
|
Este ambiente poético-musical se incrementó durante
el emirato de
‘Abd al-Raman II, cuando se hicieron famosas tres
esclavas cantoras de la escuela de Medina,
‘Alām, Qalam y Fal, que tenían un recinto del palacio de
Córdoba para ellas; por cierto, Qalam era vasca, aunque había
aprendido música en Medina. Seguramente eran estas esclavas tan expertas
las que se burlaban del tratado del libro de prosodia de Jalīl, que medía y
nombraba los metros árabes desde el punto de vista de la lengua, ya que,
seguramente, ellas se guiaban por pautas musicales para hacerlo, hasta que lo
descifró
‘Abbās ibn Firnās25.
Pero el músico más famoso de la corte de
‘Abd al-Rahmān II es Ziryāb, de la escuela de Bagdad, personaje de moda
en la Córdoba de mediados del siglo, no sólo por las innovaciones
musicales que aportó, añadiendo un quinta cuerda al laúd
por ejemplo, sino introduciendo las modas de Bagdad en vestidos, peinados,
gastronomía, etc., de forma que él simboliza la
«bagdadización» cultural de Córdoba. Todavía
un siglo más tarde Ibn
‘Abd Rabbih (860-940) recuerda a Ziryāb cuando escucha cantar
a una muchacha en el interior de un palacio y escribe a su dueño:
| ¡Oh, quién atesora la voz del pájaro
canoro! | | | | No creería capaz de esta avaricia a nadie, | | | | pues aunque todos los oídos del mundo
escucharan, | | | | la voz no sufriría menoscabo o aumento. | | | | No me escatimes el escucharla, encerrando una voz | | |
—57→
| | que ocupa lo que el alma en el cuerpo. | | | | si Ziryāb estuviese vivo, luego de escucharla, | | | | moriría de envidia o de pena.26 | | |
|
La relación poesía, música y cantoras
constituirá un ente indestructible en al-Andalus: el príncipe
al-Muarrif,
hijo de Muammad
I (852-886), se rodeó de bellas esclavas cantoras a estudiar
música hasta que consiguió el dominio del laúd con el que
se acompañaba para cantar sus poemas.27
ā‘id de Bagdad, poeta de la corte de Almanzor,
presume de dominar el laúd, además de la filología y la
literatura;28 Al-Mu‘tamid, el rey-poeta
de Sevilla, sentía más que nada en su destierro de Agmāt la falta de sus
cantoras, mientras su hijo ar-Raŝīb era un virtuoso del laúd.29
La asignatura pendiente era la combinación de la
música hispánica, de tradición europea, con la oriental,
que ya había intentado Salīm, el músico de al-akam I.
Seguramente, algún tipo de combinación se logró en la
música que acompañaba a las moaxajas30y que perfeccionó Ibn Bāŷŷa
en la música del zéjel31.
Probablemente, en este momento el signo de las influencias se invirtió y
al-Andalus, en lugar de importar música oriental, exportó la
suya, la hispano-árabe, al norte de África: Abū-l-alt de
Denia puso en el siglo XII música a las canciones de Túnez32. Así debió de nacer la llamada música
andalusí del Magreb.
Bagdad: el amor cortés
El Islam permite la realización plena de sexualidad
masculina a través de la poligamia al mismo tiempo que establece una
rígida separación
—58→
de los sexos.33 Como consecuencia, el musulmán no
tendrá apenas trabas para practicar el sexo, pero le será muy
difícil enamorarse, porque no conocerá seguramente a su futura
esposa hasta el día de su boda y ésta se realiza por factores de
linaje o de dinero. La mujer se convierte en un ser inasequible e inalcanzable
en un personaje de la imaginación, más que en un ser real, y el
amor, en deseo no satisfecho. Existen las esclavas, con las que es posible
tratar fácilmente, pero la relación comercial que ello
entraña, el mismo hecho de la obligada obediencia entre sierva y amo,
tampoco satisface a los nuevos árabes, ya no hijos del desierto, sino de
la
civitas, y transfieren la
sublimación del amor hacia la dama inasequible a la esclava, a la que
confieren la libertad de aceptar, o no, la opción de aceptar o rechazar
el amor. En este juego, el amo será siervo del amor, y la esclava, ama,
como sucede en el verso atribuido al califa de Bagdad Hārūn al-Rašīd, en su juego erótico con tres
esclavas que motivará el villancico de
Las tres morillas de Jaén34:
| Tres mujeres me domeñan | | | | y acampan en mi corazón. | | | | ¿Por qué todas las criaturas me
obedecen | | | | y yo las obedezco a ellas que se me rebelan? | | | | ¿Será acaso que el poder del amor que
poseen | | | | es más fuerte que mi poder? | | |
|
Idea que ya había expresado el emir de al-Andalus
al-akam I:
| Ramas de sauce que se balancean entre las dunas, | | | | al huir de mí, decididas a rechazar la
unión conmigo. | | | | Reinan en mí, aunque yo soy rey, pero mis
fuerzas, | | | | por el amor, se han debilitado | | | | con la languidez del cautivo. | | | | ¿Quién me ayudará contra las
tiranías de mi cuerpo? | | | | Ellas doblegan, con el amor, mi fuerza y poder.35 | | |
|
—59→
De ahí que la amada sea llamada «mi
señor» como en el amor cortés provenzal, sin necesidad de
suponer una influencia de los ritos del feudalismo, pues no lo hay en el Islam.
Este juego de no conseguir lo deseado, de la «mórbida
perpetuación del deseo» de la que habla Emilio García
Gómez, sólo concebible en la elite de una sociedad
refinadísima que tiene todas las necesidades resueltas, entre ellas la
sexual, es el amor cortés árabe, nacido a caballo del Hiŷāz y de Bagdad, de la tradición
árabe y de la helénica, pues la civilización
arabigoislámica es también heredera del pensamiento griego. Sin
embargo, este amor cortés no es siempre amor platónico, el amar
la belleza humana hacia la belleza transcendente, idea que harán suya
los místicos del Islam, como al-allāŷ. Precisamente uno de los enemigos
del místico de Bagdad, Ibn Dāwūd de Ispahán (868-910),36
será el que teorizará sobre las reglas del amor cortés con
abundantes ilustraciones poéticas.
Los andalusíes aprendieron también las reglas del
juego de Ibn Faraŷ de Jaén, muerto durante el
reinado de al-akam II, que compuso una
antología de poemas hispano-árabes que tenían el mismo
tema que los que había utilizado Ibn Dāwūd para ilustrar su concepción del amor
cortés.37 Así
aparecen en la poesía andalusí todas las piezas del ajedrez
erótico del amor cortés: la imposibilidad de la
no-posesión porque la amada o amado pertenece a otro -no es exactamente
un amor adulterino porque el objeto del deseo suele ser un esclavo o esclava de
otro dueño-, los enemigos de los amantes: el
raqīb, espía o
vigilante; el
‘ādil o censor: el
wāšī o calumniador38, figuras literarias que de nuevo se encuentran también
en la poesía provenzal; la visita del amado en sueños en forma de
fantasma (aif,
jayāl) o el
enamoramiento sin haber visto a la amada, etc.
Sobre estos temas es paradigmático el poeta Sa‘īd ibn
Ŷūdī de Elvira (m. 897), prototipo del caballero
árabe, donjuán empedernido, que se describe a sí mismo con
los siguientes versos:
| No hay cosas más agradables que: | | | | beber del cuello de la botella, | | |
—60→
| | dejando la copa en la bandeja; | | | | la reconciliación tras los reproches | | | | y enviar recados de amor con la mirada. | | | | He recorrido, como corcel en carrera libre, el amor, | | | | sin que los cambios de la suerte, | | | | hayan frenado mi cabalgada. | | | | No me ha doblegado la amenaza de la muerte en el
combate, | | | | como me ha doblegado el yugo del amor sobre mi
cuello.39 | | |
|
Y, sin embargo, es capaz de expresar también el amor
cortés en su tópico del amado desconocido y adorado de forma
«beckeriana» «como a Dios ante el altar»:
| Al oírte, el alma se me escapa del cuerpo | | | | y mi corazón se consume de dolorosa tristeza. | | | | He dado mi espíritu a Yahān y a su recuerdo, | | | | aunque nunca la vi, ni me vio ella a mí
tampoco. | | | | Yo me considero ante su nombre, con los ojos en
lágrimas, | | | | como un monje que reza ante una imagen. | | |
|
[Traducción de E. Terés].40 |
|
Pero el mejor representante de la poesía de
inspiración cortés es Ibn
‘Abd Rabbih,41 en quien el amado se transfigura en espectro de luz,
genio, con la presencia de la muerte del amor:
| El espectro de mi amado viajó de noche desde
lejos | | | | para mediar entre mis ojos y el sueño; | | | | pasó la noche, hasta el amanecer, con mi
mano | | | | como almohada de su mejilla, y la suya, | | | | como almohada mía. | | |
|
| No sé si eres genio que me ha cautivado, ser
humano, | | | | sol del mediodía que brilla para mí, o
luna | | |
—61→
| | u ojos que conducen los deseos con su mirada | | | | hasta que es como si estuviese la muerte en ella.42 | | |
|
|
Una simple lectura de una antología árabe medieval
nos revela un hecho evidente: la recurrente presencia de poemas de
carácter homoerótico. Las razones son en primer caso
estéticas: ya en el Corán, seguramente por influencia
helénica, es un hombre el máximo representante de la belleza: el
profeta Yūsuf,
el José, hijo de Jacob bíblico (Azora XII). También en
este mismo texto coránico se dibuja el concepto platónico de que
la belleza es la generadora del amor, pero de una forma arrebatadora,
irremediable, con el episodio, procedente del
Midras hebreo helenizado, de las nobles
egipcias que se cortan los dedos con el cuchillo con el que están
pelando toronjas, al contemplar la belleza de Yūsuf.43
Si la belleza produce el amor-pasión -el
‘išq- de forma
irremediable y la belleza masculina es una cualidad convertida en
categoría por la civilización arabigomusulmana, donde
además las ideas de belleza y bondad se muestran unidas indisolublemente
incluso en la lengua -una sola raíz,
sn, expresa
las dos ideas-, los poetas árabes aprehensores de belleza han de cantar
la belleza masculina. Por otro lado, la sodomía se introdujo como un
refinamiento cultural en la cultura bagdadí,44 consentida sobre la base
de la general tolerancia coránica hacia los pecados de la carne, aunque
algunas escuelas jurídicas tronasen contra la homosexualidad.
Ibn
azm de Córdoba se muestra muy
tolerante con el homoerotismo45 y
sólo señala su reprobación cuando se halla mezclado con
algún tipo de inmoralidad pública, actitud compartida al parecer
con el resto de sus contemporáneos, como muestra el caso de Ibn
al-Ŷazīrī, que prostituyó a sus mujeres para
alcanzar los favores de un mancebo y del que dijo un poeta aquello de
«Cambia la tierra que alimenta tiernas yerbas por otra rodeada de setos
espinosos. Pierde su negocio
—62→
el que compra un sitio donde soplan
los vientos por otro donde corren las aguas
».46
Por otro lado, la sublimación del amor cortés
permite a los más conspicuos personajes expresar sus sentimientos
homoeróticos sin recibir censura moral, tanto más cuando se
impregnan de neoplatonismo, de la belleza corporal transcendida por la idea de
la Belleza suprema, expresada por Ibn
azm:
| ¿Perteneces al mundo de los ángeles o al
de los hombres? | | | | Dímelo, porque la confusión se burla de mi
entendimiento. | | | | Veo una figura humana, pero si uso de mi
razón, | | | | hallo que tu cuerpo es un cuerpo celeste. | | | | ¡Bendito sea Él que contrapesó el
modo de ser de sus criaturas | | | | e hizo que, por naturaleza, fueses maravillosa luz! | | | | No puede dudar de que eres puro espíritu
atraído a nosotros | | | | por una semejanza que enlaza a las almas. | | | | No hay más prueba que atestigüe tu
encarnación corporal, | | | | ni otro argumento que el de que eres visible. | | | | Si nuestros ojos no contemplaran tu ser,
diríamos | | | | que eres la Sublime Razón Verdadera. | | |
|
[Traducción de E. García Gómez].47 |
|
Los poetas andalusíes desarrollan una abundante
poesía de tipo homoerótico por lo menos desde el siglo X. La
descripción de la belleza de los efebos es muy semejante a la femenina,
de forma que, a veces, es difícil saber si es una joven o un muchacho el
descrito, tal vez en una ambigüedad buscada por el propio poeta, tanto en
las imágenes como en los usos gramaticales. Pero hay algunos signos muy
claros, algunos enmascarados en las traducciones debido a que en castellano
«gacela» y «luna» son femeninas, pero en árabe
son masculinas. Lo que no ofrece lugar a dudas es la alusión al vello,
al bozo, que aparece en el rostro del efebo y que disminuye su belleza o
aumenta en algunos casos el atractivo del joven, al mostrar su masculinidad. Ya
Ibn
‘Abd Rabbih (m. 940) introduce el amor a los
efebos en sus poemas, sin ninguna ambigüedad:
—63→
| ¡Oh tú, en cuyas mejillas ha escrito el
vello dos líneas que, | | | | al destruir tu belleza, despiertan ansias y
cuidados! | | | | No sabía que tu mirada era un sable, hasta
ahora | | | | que te he visto vestir los tahalíes del
vello. | | |
|
[Traducción de E. García Gómez].48 |
|
Más explícito aún es
‘Alī ibn Abī l-usayn (m. 1038):
| ¡Cuántas noches me han servido las
copas | | | | las manos de un corzo que me compromete! | | | | Me hacía beber de sus ojos y de su mano | | | | y era embriaguez sobre embriaguez, pasión sobre
pasión. | | | | Yo tomaba los besos de sus mejillas y mojaba mis
labios | | | | en su boca, ambas más dulces que la miel. | | | | Nuestra jarra se prosternaba sin cesar, como si, tras
pecar, | | | | se hubiese dedicado al ascetismo. | | | | Yo pasaba la noche con una luna llena, | | | | aunque la auténtica estuviese ausente, | | | | como si estuviese en el paraíso, | | | | por los placeres. | | | | Me pedía que guardarse el secreto, mientras su
mano | | | | me servía de cojín y me mostraba la misma
pasión que yo.
49 | | |
|
Con frecuencia los oscuros objetos de placer son los esclavos,
que, dado su variado origen étnico, pueden ser rubios como el descrito
por Yūsuf
Hārūn al-Ramādī (926-1013), que
gustaba de la homosexualidad, incluso la que se ofrecía en los conventos
cristianos de Córdoba, a pesar de haber protagonizado una de las
más bellas historias de amor cortés hacia una mujer:50
| Turbado por las miradas, te parecería | | | | que acaba de despertarse del sopor del sueño, | | | | la blancura y rubicundez se asocian en la belleza, | | | | sin que sean contrarias, pues son semejantes; | | | | como cadenas de oro rojizo sobre un rostro de
plata, | | |
—64→
| | así la aurora, blanca y rubia, | | | | es la que parece imitarle. | | | | Cuando aparece el rubor en sus mejillas | | | | es como el vino puro en cristal de roca.51 | | |
|
Al-Ramādī da pruebas de esta bisexualidad en un
interesante poema en el que relata una noche de amor con una esclava y un
efebo:
| Aquellas noches en las que vendí mi fama a los
censores, | | | | en las que confié mis oídos a los
calumniadores, | | | | cuando me acompañaban un escanciador y una
cantora, | | | | los dos esbeltos, semejantes sus almas. | | | | Extendía mi mano hacia el pavo real unas
veces | | | | y otras me retiraba hacia la paloma torcaz. | | | | Hacía circular las copas hasta que los
veía | | | | inclinarse de embriaguez, pero manteniendo el
equilibrio. | | | | La pasión les había hecho adelgazar
tanto | | | | que casi los podía apretar en el mismo
abrazo. | | | | Íbamos al lecho y, por si lo ignoras, | | | | mi sitio estaba en el centro del collar. | | | | Si me hubieses visto, lánguido, con dos lunas
alrededor | | | | habrías pensado en una estrella rodeada de dos
lunas. | | | | No me enorgullezco de esta lujuria, | | | | pues sólo soy lujurioso en los besos y los
labios.52 | | |
|
Es indudable que a finales del siglo X los andalusíes
habían aprendido todas las formas de expresión amorosa de su
maestra cultural, Bagdad, y la poesía erótica podía
alcanzar las más altas cimas poéticas en los siglos
venideros.
El modernismo
A la civilización arabigomusulmana del siglo IX, cuya
capital política y cultural era Bagdad, el lenguaje de la poesía
pre-Islámica le resultaba obsoleto como medio de expresión
poética. Las ideas y sentimientos
—65→
de los hombres de la
Arabia pre-islámica, que incluso no hablaban de Alá,
habían quedado paupérrimos para los hijos de la metrópoli
mesopotámica, cuyos sabios discutían del sexo de los
ángeles, cuyos pensadores formulaban teorías sobre el libre
albedrío, cuyos literatos hablaban una lengua alquitarada por los
filólogos de Cufa y Basora y cuyos amantes buscaban el placer en los
más refinados extremos del imaginario erótico. Era necesario
construir un nuevo lenguaje poético que dejase de hablar de los restos
de la acampada entre las dunas bajo el tachonado de las estrellas, para recitar
junto a la alberca de mármol de los salones techados de artesonados de
oro.
Este cambio de lenguaje poético, realizado con la ayuda de
la traducción de la retórica de Aristóteles, que
enseñó a los literatos árabes la imaginería
poética, se llamó modernismo, aunque suene un tanto
extraño para hablar de un movimiento poético de los albores del
siglo IX de nuestra era. Su modernismo consistió fundamentalmente en
enriquecer el discurso poético comparando cada objeto con muchos otros a
través de la comparación, por medio de los procedimientos
habituales de la retórica clásica, metonimia, sinécdoque,
etc., y el objeto poético, enriquecido con nuevas connotaciones
semánticas podía enlazarse hasta el infinito en nuevas
combinaciones o sustituir metafóricamente los objetos comparados. De
esta forma no importaba tanto lo que se decía sino cómo se
decía. Y el objeto del poema podía ser algo tan poco solemne como
una berenjena. Así, Ibn
āra de Santarén (m. 1123) dice de esta
hortaliza, dándole unas connotaciones dramáticas:
| Ceñido por el caparazón de su peciolo | | | | parece un corazón de cordero entre las garras de
un buitre. | | |
|
[Traducción de Emilio García Gómez]53. |
|
Son los poemas de tema amoroso los primeros en sufrir el cambio
de expresión, porque éste ya se había iniciado en el siglo
VIII en el Hiŷāz. Los poemas modernistas de amor se llaman
gazal y, desde el punto de vista del
contenido, expresan las nuevas concepciones del amor de las que hemos hablado
anteriormente: el amor cortés, el juego amoroso con los esclavos, la
homosexualidad, etc. El primer poeta modernista
—66→
de los
gazal, fue Baššār ibn Burd de Basora, pero el gran maestro,
como de los otros géneros modernistas, fue Abū Nuwās de Bagdad (m. 810),
ya conocido por los andalusíes desde comienzos del siglo IX.
Al mismo tiempo que cambia la expresión del sentimiento
amoroso, lo hace el escenario que rodea al poeta, que prefiere el
jardín, ese oasis civilizado por la arquitectura árabe,54 para vivirlo y
describirlo. La descripción de los jardines aparece como un
género temático del modernismo, conocido por el nombre de
rawiyyāt
(«jardineras») y los andalusíes serán maestros en
este tema, tanto en la descripción del jardín en su totalidad con
sus árboles y arbustos, estanques, surtidores, etc., como en el detalle
de sus flores, que llega a constituir un subgénero modernista distinto:
las
nawriyyāt
(«florales»).
Elías Terés piensa que tal vez el primer poema de
este género es el verso de
‘Abbās ibn Firnās (m. 887), donde ya aparece una muestra de la
humanización de la naturaleza:
| Aparecen en el jardín las rosas con las
margaritas | | | | como unos labios rojos de una boca que ríe.55 | | |
|
Esta humanización culminará con el gran maestro
«jardinero» de los poetas andalusíes, Ibn Jafāŷa
de Alzira (1058-1139), en el que el jardín tiene rostro humano, pero
aparece ya en los poetas de los primeros siglos, al combinar las
imágenes del
gazal con las de los poemas florales y
jardineros. Así, Ibn Faraŷ de Jaén (siglo X) dice:
| La primavera te ofrece vergeles | | | | con los que los días visten túnicas de
fino tísú. | | | | Los relámpagos arrastran las colas del
viento, | | | | que aparecen adornadas de flores blancas y rojas. | | | | Diferentes... por el signo del amor, | | | | unas se asemejan a la amada y otras al amante. | | | | Unas están rojas de pudor; otras, pálidas.
Ambas reflejan su pasión, | | | | como la amada y el amante al encontrarse de
improviso. | | | | Se diría que sobre sus párpados se ha
derramado | | | | el agua de las nubes, en simétricas perlas. | | |
—67→
| | Y cuando el céfiro juega con ellas en el
jardín | | | | recuerda el momento de la separación, por el
llanto y los abrazos. | | |
|
[Traducción de E. Terés].56 |
|
Las flores se humanizan tanto, que rivalizan en debates, tema que
será motivo de la literatura de debate árabe. Al-Ramādī da como vencedora a la
rosa:
| El mirto, la azucena, el jazmín lozano | | | | y el alhelí tienen gran mérito | | | | y con él se enseñorea el
jardín. | | | | Pero el mérito de la rosa | | | | es aún mayor. | | | | ¿Acaso es el mirto otra cosa que aroma | | | | que se extingue arrojado al fuego? | | | | La rosa, aun marchita, deja en el agua | | | | perfume que perdura tras de ella. | | | | El mal de la azucena es muy común: | | | | tras un instante baja a la tumba. | | | | El jazmín es humilde en sus orígenes, | | | | pero su aroma es solemne y orgulloso. | | | | El carácter del alhelí está
trastornado, | | | | es como un ladrón, | | | | se despierta tras la oración de la noche. | | | | La rosa es la señora de los jardines, | | | | aunque es sierva de la rosa de las mejillas.57 | | |
|
Otro tema específico del modernismo tiene como objeto el
vino y constituye el género llamado
jamriyya, que traducimos libremente como
«báquicas». En este tipo de poemas se describe el vino con
sus diversas características y su recipiente, como hace Al-‘Ubī (m. 870), tal vez en
el primer poema báquico de al-Andalus:
| ¡Vino claro como los ojos de un polluelo,
recién nacido, | | | | que ha visto la luz entre tinajas! | | |
—68→
| | Verás en su mezcla burbujas, como si alguien | | | | hubiese diseminado perlas sueltas; | | | | las copas en la noche, que es sombría, | | | | parecen estrellas que girasen en nuestras manos.58 | | |
|
La presencia del copero en la fiesta báquica combina los
poemas del vino con los del amor. Ya hemos visto alguna muestra. Y como todo
puede suceder en un jardín, los tres géneros se combinan en
piezas de gran maestría, como en este ejemplo de Ibn
‘Abd Rabbih:
| Ella sostiene el vino en la palma de su mano; | | | | mano de rosa que lleva agua rosada... | | | | cuando ves el porrón que, al verter el vino, | | | | se inclina ante el vaso, rezando y prosternándose
sin purificarse... | | | | sobre jazmines de plata y narcisos que parecen | | | | discos de oro en tallos de crisólito. | | |
|
[Traducción de E. García Gómez].59 |
|
Otro género temático de los modernistas es la
poesía cinegética, las
aradiyyat, o «cazadoras», que describen una
escena de caza, podríamos decir deportiva, con todas las artes que la
civilización árabe había incorporado a este ejercicio,
especialmente en el adiestramiento de diversos animales como auxiliares,
perros, guepardos y aves de presa. El género está también
tempranamente representado en al-Andalus.
‘Abbās ibn Firnās (m. 887) describe la caza de un conejo con
un perro:
| Me levanté a la amanecida, cuando la noche se
apelotona de tinieblas | | | | y la aurora se esconde en los pliegues de su manto
negro. | | | | Fui con el de las orejas colgantes, adiestrado y ya
conocedor; | | | | el que parece tener su boca mellada, | | | | el que es esbelto cuando se estira, bello cuando se
encoge, | | | | como la letra árabe
lām; | | | | nos sorprendió un conejo detrás de un
arbusto | | | | y el perro saltó sobre él como sacre
vigoroso; | | | | cuando iba uno detrás de otro, | | | | no había entre ellos sino la distancia de un
paso; | | |
—69→
| | sus giros son tan rápidos que no lo
imaginarías: | | | | es como si se curvase con la flexibilidad de un
cálamo.60 | | |
|
La poesía modernista canta los placeres de la vida: el
amor, el vino, la caza, el sentimiento grato de la naturaleza y precisamente
por ello tiene un genero que se conoce como ascético -zuhdiyyāt- que se dedica a
lamentar la brevedad de estos placeres. Su maestro oriental es Abū-l-Aahiya (m. 828). En
al-Andalus fue también seguido tempranamente. Ibn
‘Abd Rabbih dice, por ejemplo, al estilo de
Segismundo:
| ¿Acaso no es el mundo como los sueños de
un durmiente | | | | y lo mejor de la vida es que no dura? | | | | Tienes esperanzas, porque ayer te dio placeres, | | | | pero luego te los quita. ¿No eres como el que
sueña? | | | | La muerte es lo mismo para el que está presente
como para el ausente | | | | y para el ignorante como para el sabio.61 | | |
|
Las
zuhdiyyāt influyen en la
renovación de los trenos o poemas funerarios que ya existían en
la época pre-islámica, de la misma forma que los
gazal generan un género de
características obscenas que se llama
muŷūn. Y es que el modernismo es un nuevo lenguaje
poético, desborda los rígidos moldes de los temas
genéricos. Así, por ejemplo, merecería ser considerado
como uno de estos géneros el tema de la descripción de los
astros, recurrente en la poesía modernista con una identidad propia.
Así, por ejemplo, dice al-Muafī, poeta y ministro de al-akam
II:
| Me dijeron que describiese a las pléyades con una
comparación | | | | y dije: es como un zarcillo cuyos engarces son de
ámbar. | | | | El cielo de su centro, verde, es una esmeralda | | | | y las estrellas, piedras preciosas.62 | | |
|
La flexibilidad del lenguaje modernista es tal, que arrebata a la
casida el
madī o panegírico. A finales del siglo
X se pone de moda entre
—70→
los poetas de la corte de Almanzor
utilizar
nawriyyat o poemas florales como
panegírico, forma poética que Blachère considera
le grand art del fin de una época63 y que cultiva uno de los poetas favoritos de Almanzor,
ā‘id de Bagdad, un singular personaje que
volverá a salir en estas páginas. Pero no sólo él.
Abū Marwān al-azīrī, también poeta
de la corte amirí de Almanzor y de su hijo al-Muaffar, hace este tipo
de poemas:
| En el centro del salón se encuentra un
pilón de agua verdosa | | | | en el que las tortugas no dejan de emitir sonidos. | | | | El agua surge por entre las mandíbulas de un
león cuya boca | | | | solamente podría resultar más horrible si
hablara. | | | | Es de ámbar negro y en torno a su cuello | | | | puede contemplarse un bello collar de perlas. | | | | El jazmín, entretanto, mira desde su trono, cual
si se tratara de un rey, | | | | al que un súbito resplandor de luz hubiese hecho
bajar la cabeza. | | | | Y narcisos, alhelíes, violetas y rosas, dejando
exhalar su perfume, | | | | miran lánguidamente, y de alegría apenas
pueden contener | | | | el deseo de hablarte, pese a no tener lengua. | | | | A tu lado tienes azucenas que hacen brotar de sí
mismas | | | | la luminosidad de la primavera, tal es la belleza que
irradian. | | | | Todas ellas, en su abundante diversidad, te
recuerdan | | | | las banderas victoriosas tremolando el día del
combate. | | | | En este salón, sin duda, un rey, cuyas riquezas
son incontables, | | | | ha reunido para su gente todas las alegrías. | | | | Y gracias a él, Occidente ha alcanzado tal
poder | | | | que el propio Oriente siente envidia por su causa. | | |
|
[Traducción de J. M. Continente].64 |
|
El neo-clasicismo
La poesía modernista no hizo desaparecer la casida sino
que le insufló nuevas formas que la permitieron sobrevivir. El largo
poema
—71→
pre-islámico había sobrevivido incólume
en la corte omeya al servicio de los califas, perdiendo, a lo más,
algunos arcaísmos. Los poetas cortesanos, ante el embate del modernismo,
sumergieron el viejo cuadro poético en los coloristas moldes de la nueva
poesía y así surgió la casida neoclásica.
Conservaba su estructura monorrima y los más solemnes metros de
antaño -tampoco el modernismo había roto con ninguna de las dos
estructuras- e incluso la estructura tripartita, aunque sus temas habían
evolucionado mucho: el
nasīb, o prólogo
elegiaco-amoroso, quedaba reducido a muy pocos versos alusivos a una amada
ausente; el
raīl mantenía su
tono de descripción minuciosa, pero ya no hablaba del camello sino de
las batallas u otras obras gloriosas de los califas; el
madī se desmesuraba en elogios
hiperbólicos. Y todo ello con el nuevo lenguaje poético del
modernismo, lleno de imágenes y con un tendencia acusada al
conceptismo.
Los grandes poetas neo-clásicos del siglo IX, creadores de
la escuela, son Abū Tammām (m. 845) y
al-Buturī (m. 897), ambos al
servicio de los califas abbasíes de Bagdad, cantores de sus batallas y
de sus palacios. El neoclasicismo llega también a al-Andalus y los
poetas de Córdoba, que se han dejado tentar por el modernismo, utilizan
la casida neoclásica como poetas palaciegos.
‘Abbās ibn Firnās (m. 845), al que hemos visto como
modernista, es ya neoclásico en la descripción del
ejército musulmán en marcha en la batalla del Guadalete:
| El ejército, lanzando gritos discordes, avanza
compacto, | | | | tragando los campos, engrosado por las tribus, en orden
cerrado. | | | | Cuando en él brillan las espadas, semejan
relámpagos | | | | que aparecen y se esconden entre nubes. | | | | Las banderas en alto, al flamear, | | | | parecen bajeles en un mar donde no es posible navegar a
remo... | | |
|
[Traducción de E. Terés].65 |
|
De la misma forma, Mu’mīn Ibn Sa‘īd (m. 880), famoso por sus
sátiras,66 es
neoclásico cuando describe un palacio campestre o almunia del emir
Muammad I
(852-886):
—72→
| Son unos salones que agradan a quien los ve, con su
belleza única: | | | | sus arcos se asemejan a cejas de doncellas; | | | | sus columnas tienen, unas, la superficie de las
perlas, | | | | y otras, la belleza de la superficie de esmeraldas; | | | | vestidas de brocado, es su finura como el tacto | | | | del tejido antiguo y espeso de Hišām; | | | | en otras columnas se mezcla el blanco con el rojo, | | | | como las brasas con su color ardiente; | | | | sus bases están, unas sobre el mármol, | | | | y otras, sobre pulido pavimento. | | | | ¡Qué umbrosos pabellones! Sus cimeras casi
alcanzan | | | | las estrellas con las manos; | | | | en cada zafariche que parece un pozo rebosante, | | | | hay un estanque de lluvia.67 | | |
|
El neoclasicismo domina ya completamente la poesía
cortesana de los andalusíes en el siglo X. Así, Ibn Hānī al-Andalusí (m.
970), el primer poeta que exporta al-Andalus, pues se convierte en poeta
oficial de los fatimíes, enemigos de los omeyas de al-Andalus, describe
así la flota de los califas siíes de El Cairo:
| Los navíos enarbolados, que han partido durante
la noche, | | | | son auxiliados por innumerables fuerzas, soldados y
armas; | | | | llevan baldaquinos que se parecen a los que llevan a las
jóvenes | | | | semejantes a gacelas, pero ellos llevan leones; | | | | el rey bizantino se aterró al verlos surgir, | | | | con las banderas y estandartes desplegados; | | | | los estandartes se destacaban sobre los barcos, | | | | que eran como edificios, aunque su base no fuese
sólida; | | | | si no fuera por su movimiento, se les tomaría | | | | por montañas majestuosas, ya que tienen cimas y
picos; | | | | son aves, pero aves rapaces, que no tienen otra
presa | | | | que la vida de los hombres.68 | | |
|
En el mismo estilo satiriza a los omeyas de Córdoba:
—73→
| Los Omeyas no han conocido las cargas de la
caballería, | | | | ni han llevado lanzas puntiagudas; | | | | no han desenvainado sables de filo temible, | | | | pues se vuelven en sus manos plomo; | | | | la sangre de sus lorigas no es de batalla, | | | | sino porque son esclavas menstruantes.69 | | |
|
Para desmentir esto, estaban los panegiristas neoclásicos
de los omeyas como Ibn
udayl de Córdoba (m. 998) que
describe al ejército cordobés en marcha con un séquito de
aves carroñeras en espera de la presa del enemigo:
| Es tan compacto que las aves no ven, a su alrededor, | | | | lugar donde posarse o calmar su sed; | | | | aquellas que no pusieron su nido en las acacias, | | | | pasan la noche, fatigadas, entre los erguidos
corceles; | | | | aquellas cuyo sustento está en la muerte, | | | | se ciernen como nubes apelotonadas | | | | y cuando el sol de la mañana cae de pleno, son
como una sombra | | | | sobre las figuras de los jinetes de negros
turbantes; | | | | cuando hay una fisura en su plumaje, | | | | penetra un rayo de sol, breve, como un chispazo; | | | | al salir de sus nidos, es como si arrebatasen | | | | el arcano del ejército antes de la batalla; | | | | ambos se dan mutuo servicio: las aves reciben la carne
de su alimento, | | | | los soldados reciben la sombra a la hora del
bochorno.70 | | |
|
En este siglo X vive el mayor poeta de los árabes,
al-Mutanabbī de
Cufa (m. 965),71 autor de la poesía más conceptista y sonora
del neoclasicismo árabe. Los poetas andalusíes
contemporáneos suyos intentan imitarle e incluso a Ibn Hānī se le llama el
«Mutanabbí» andalusí, pero todavía no parece
influido por el estilo del poeta de Cufa.
—74→
Es Ibn Darrāŷ al-Qaallī, poeta oficial de Almanzor, el verdadero
«Mutanabbí» de al-Andalus, a veces superior al maestro,
según el editor de su
Dīwān, Mamūd Makki. Como ejemplo, incluimos una de sus
casidas, obra ya de vejez, cuando caída Córdoba, halló
efímero refugio en Valencia, gobernada por dos fatas eunucos, Mubārak y Muaffar, a los que, sin
ningún rebozo, dedica sus sonoros versos, sin tener en cuenta, como el
poeta de Cufa, la distancia entre el homenaje y los homenajeados.
El poema se inicia con un
nasīb donde la amada se
transfigura en espectro etéreo de una mujer que no se ve, sino que se
adivina, como luz de astro o reflejo de joya. Es el
nasīb estilizado por el
lenguaje modernista y por la concepción cortés del amor.
| ¿Te ilumino yo o enciendes tú la luz en
la noche | | | | para el que desea ser tu huésped o tu vecino? | | | | ¿Es tu aroma o es el perfume de los pebeteros | | | | que has hecho arder con madera de incienso y
áloe? | | | | ¿Es tu sonrisa deslumbrante o es la luz del
relámpago, | | | | al que mi llamada impulsa a ser generoso con tu
morada? | | | | ¿Es la ajorca que te quitas o es la luna que
sale? | | | | ¿Es el sol o es tu brazalete que brilla? | | | | ¿Es el borde de la aurora o es tu frente sin
velo? | | | | ¿Te ha prestado el alba su luz | | | | o tú se la has prestado a ella? | | | | Tú acoges a la noche, cuando la claridad ha
derrotado, | | | | a sus escuadrones, y a la aurora, cuando te pide
asilo. | | | | La aurora tiene su orto entre tus zarcillos, | | | | allí donde la negra noche ha extendido su
velo; | | | | sus tinieblas no desaparecen con el día, | | | | y el día no desaparece con las tinieblas. | | | | ¿Son estrellas de las Pléyades tus manos,
cuando las unges? | | | | Tiene un bello poder que captura a los corazones
fugitivos. | | | | Eres reina, pero no Bilqīs, cuya historia conoces, | | | | ni tampoco Zenobia, que no te supera. | | | | En las primeras estrellas de Géminis
contemplo, | | | | en la mitad de la noche, el ardor de tu amor o imagino
tu morada. | | |
|
El lenguaje es modernista con toda una serie de comparaciones
astrales y la original estructura de la interrogación. Las alusiones
históricas a Bilqīs, la reina de Saba, y a Zenobia, reina de
Palmira, son muy
—75→
neoclásicas, pues los poetas de este
estilo hacen continuas alusiones al pasado mítico de los árabes,
de la misma forma que los poetas del renacimiento citan a los personajes de la
mitología grecolatina.
Tras la descripción de la mujer astro, Ibn Darrā
ŷ inicia el
raīl, donde
singularmente no es el poeta el que viaja, sino el espectro de la amada, en un
viaje por un desierto conceptual:
| Tu espectro vino de noche, excitó mi
pasión | | | | y aumentó mi amor por ti. | | | | ¿Mi propia respiración me inquieta | | | | o es el viento el que trae mi inquietud? | | | | ¡Cuántos mares y desiertos has cruzado
hacia mí, | | | | que casi me ha hecho olvidar tu amorosa llegada! | | | | ¿Ha sido la escritura de los libros de ciencia la
que te ha traído | | | | a mí o la esfera giratoria la que te hizo girar
hacia mí? | | | | ¿Cómo has podido ocultar tu rostro en la
noche oscura, | | | | apagando la luminosidad que es tu distintivo? | | | | ¿Cómo te has empeñado en viajar
sin palanquines | | | | sin una pequeña litera, sin usar los animales de
viaje? | | | | Aunque el pastor del vado te diese su camella
preñada, | | | | que no brama en el abrevadero, contestando al relincho
de los caballos | | | | que están en el aprisco de tu caravana; | | | | los viajeros no te quitaron ojo, precavidos de unos
ojos | | | | que no duermen, por tu cuidado. | | | | ¿Estás satisfecha de la noche con ropaje
de viajero? | | | | El sol no aparece, | | | | si no toma luz de ti. | | |
|
Y termina con el
madī, el elogio plenamente hiperbólico,
de los señores de Valencia, Mubārak y Muaffar, clientes de los
amiríes, la familia de Almanzor:
| Mi visita a palacios encalados me ha vedado
recibirte; | | | | a mi alrededor rugen leones y la constelación de
Leo | | | | musita que debo abstenerme de tu visita; | | | | mi tierra son los torrentes de los caballos de Muaffar, | | | | mi noche son las estrellas del cielo de Mubārak, | | | | donde he encontrado la seguridad que gritaba mi
deseo: | | | | ¡Ven a estas dos fuentes, que dan la mejor
agua; | | | | Ven a estos dos mares, en los que la generosidad agita
las olas | | |
—76→
| | y que no hacen desesperar a tu espera; | | | | ven a estos dos nobles corceles, que llegan a la
meta | | | | que tú habías elegido; | | | | saluda a estos dos árboles frondosos, cuya
generosidad | | | | te sirve de sombra y te acerca al fruto apetecido; | | | | albricias porque has dado en el blanco de tus deseos | | | | y has recibido lo mejor que da la humanidad! | | | | Están asociados, pero cuando entran en liza con
sus pares | | | | luchan en solitario. | | | | Ambos escuchan tus peticiones, cuando el tiempo
aleve | | | | te hace prisionero. ¡Oh guía de la buena
dirección!; | | | | desenvainan espadas que se inflaman de compasión
por tu desquite, | | | | hasta que logran vengarte. | | | | ¡Felicidades, oh mansión del califato, | | | | pues son dos lunas que brillan, | | | | elevando tu alminar! | | | | Hacia ti se dirige una caballería de potros
enjutos e hirsutos, | | | | que te ofrecen fuerte ayuda en tu victoria; | | | | son los primeros en la batalla, como si sus
relinchos | | | | contestaran, bajo los golpes, a tu grito de guerra. | | | | Han probado con Almanzor la victoria y la fuerza, | | | | y te hacen probar el día de la prueba, lo que has
elegido; | | | | el día de las lanzas se afilian a los
amiríes | | | | y tu vida, ¡oh enemigo!, no durará...72 | | |
|
Parece que la poesía árabe de al-Andalus ha llegado
a la cima de su perfección técnica y de su belleza formal. Pero
en realidad la poesía de finales del califato no es sino la portada
dorada que conduce a la mejor poesía andalusí.