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101-12. El texto: «carbacho». (N. del E.)

 

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102-16. Cosas análogas refieren otros escritores de aquel tiempo acerca de la inhumanidad de los musulmanes. El P. Fr. Manuel de Rivera escribe (Biblioteca Nacional de Madrid, manuscrito H-72, pág. 30): «Asan Raez arrancó las orejas a un esclavo que tenía, de nación siciliano, no por otra causa que porque se cansó de bogar. A un cautivo llamado Rodulfo Calabrés le cortó un brazo Asan Moraburo, porque, con la continua fatiga de bogar a boga arrancada por espacio de veinticuatro horas, cayó sobre el remo amortecido; y, no contento con esta crueldad, con el brazo cortado del cristiano azotaba a los demás que bogaban, hasta salir del peligro en que estaban, por darles caza las galeras de Sicilia. Eso de cortar narices y manos a los pobres cautivos, sucede muchísimas veces. Un turco había en años pasados, rico y poderoso, señor de un baño, donde tenía por trofeo clavadas más de trescientas orejas de los infelices cautivos que habían bogado en sus fragatas y galeras.» (Consúltese Cautiverio y trabajos de Diego Galán, natural de Consuegra y vecino de Toledo, 1589 a 1600; edición de la Sociedad de Bibliófilos Españoles; Madrid, 1913.)

Respecto de los fingidos cautivos que recorrían los lugares pidiendo limosna, puede verse una pintura de ellos en la Representacion de la parábola de San Mateo, de Sebastián de Horozco, escrita en 1548, e inserta en su Cancionero (Sevilla, 1874; pág. 151). (N. del E.)

 

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102-20. Este episodio de los apicarados estudiantes hace recordar dos romances sobre el famoso Dragut, ambos del Romancero general:


   «A la vista de Tarifa
poco más de media legua,
el maestre de Dragut,
corsario de mar y tierra,
descubrió de los cristianos
y de Malta cinco velas,
por do forzado le fue
decir en voz que le oyeran:
-¡Al arma, al arma, al arma!;
¡cierra, cierra, cierra!», etc.;



y


   «Apriesa pasa el estrecho,
porque le van dando caza
a Dragut cuatro galeras
de los cruzados de Malta», etc.



De él dice Zapata en su Miscelánea, pág. 186 (Memorial histórico español, tomo XI): «Barbarroja Choradino, rey de Argel y de Túnez, y Dragut, fueron grandísimos amigos ambos: que fué dél Dragut su soldado y su hechura y su criado, que con su ayuda y favor vino a ser rey de Tripol y de Africa, y cresçer en tanto poder casi como el suyo, por tierra y por mar...; murió sobre Malta, herido de un arcabuzazo por las sienes.» (N. del E.)

 

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103-17. Véase la nota sobre Alonso Martínez de Leyva en La Galatea, II, pág. 297. (N. del E.)

 

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112-15. Algo de esta «rústica astrología», muy semejante a lo que menciona Cervantes, se encuentra en los Dialogos del illustre Cauallero Pero Mexia (tenemos a la vista la edición de Sevilla, 1580), Colloquio del sol, folio 90 recto: «Sabed lo primero que en el mundo no ay otro alto sino el cielo: y que lo baxo es la tierra, y lo mas baxo el centro della. Sabed mas, que esto es assi por todas partes en redondo, y que el cielo en respecto de la tierra es como la caxcara de vn hueuo en respecto de la yema, que assi cerca a toda la tierra...; por esto dicho creereys que los que moran en la haz de la tierra, que dezimos Antipodas, estan como estamos nosotros natural y propriamente, y que si la otra parte de la tierra no fuera como en esta, y las cosas pesadas pudieran yr hazia los cielos, que Magallanes y sus naues no pararan hasta alla. Pero ya esta dicho que lo alto es el cielo de todas partes, y el centro de la tierra lo baxo, para el qual naturalmente van las cosas graues y pesadas de todas partes del mundo. De manera que si quisiessemos ymaginar, o Dios fuesse seruido de hazer, vn agujero o vn barreno que atrauessasse toda la tierra desde este punto donde estamos hasta el otro opuesto y contrario a este de la otra parte de la tierra, que passasse por el centro della...» (N. del E.)

 

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118-22. El texto: «ricos». (N. del E.)

 

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121-11. El decreto de expulsión de los moriscos de España se dio en setiembre de 1609. Florencio Janer (Condicion social de los moriscos de España; Madrid, 1857; pág. 93) calcula en unos 900000 los que hubieron de salir de la Península, llevando «tras sí los gérmenes todos de cultura y labranza», aunque la medida se dictó «en pro de la religion, de la paz interior, y de la seguridad del Estado». Consúltese también el excelente libro de Henry Charles Lea, The Moriscos of Spain, Their Conversion and Expulsion, Philadelphia, 1901, cap. X, con documentos nuevos e interesantísimos. Ya en el Coloquio de los perros, Cervantes había manifestado su odio a los moriscos y su contento por el decreto de expulsión. (N. del E.)

 

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128-31. El reclamo: «sentidos». (N. del E.)

 

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135-4. Cosa análoga escribe Pierre de Bourdeille, señor de Brantôme, en sus Vies des dames galantes (disc. II, art. II): «Le françois... se plaist grandement avec sa dame françoise, ou avec l’italienne ou espagnole, car coustumièrement las pluspart des françois aujourd’huy, au moins ceux qui ont un peu veu, sçavent parler ou entendent ce langage.» Julián de Medrano, en la dedicatoria de La silva curiosa (Paris, 1583) a la reina Margarita de Navarra, dice que ésta «se huelga mucho con la lectura de la lengua castellana». Y el doctor Carlos García, en La oposicion y conìvncion de los dos grandes lvminares de la tierra (Paris, 1617), cuenta: «El más alto príncipe desta nación (francesa), el día que quiere hacer ostentación de su grandeza al mundo, se honra y autoriza con todo lo que viene de España: si saca un hermoso caballo, ha de ser de España; si ciñe una buena espada, ha de ser española; si ha de salir perfumado, será con guantes y pastillas de España; si viste honradamente, el paño ha de ser de España; si bebe buen vino, ha de venir de España; y, finalmente, tiene por afrenta sacar en público, jugar ni llevar consigo otra moneda que pistolas de España.» (Cap. IX.) Consúltese también a Morel-Fatio, Études sur l’Espagne, I; Paris, 1888; págs. 36 y siguientes. Ticknor cita además a Domenichi, Razonamiento de Empresas Militares (traducción de Ulloa), León de Francia, 1561, que afirma del castellano que «es lengua muy comun a todas naciones». (Nota 58 al capitulo V de la segunda época de su Historia de la literatura española.) (N. del E.)

 

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155-15. El texto: «puestos». (N. del E.)