Para darnos cuenta de la cantidad de gente que paseaba por
la Rúa y que hacía muy difícil el andar y ya no digamos el
atravesar de un lado a otro de calle, baste el testimonio de una persona que
vivía en la casa de la rúa do Vilar esquina a la
Raíña (en donde actualmente está la Agencia Efe, y
antaño estaba la oficina principal del Banco Hispano Americano) y que se
acordaba que cuando niño, llevar las cartas de su padre a Correos
(entonces situado en el actual cine Yago) le ocupaba en el viaje completo de
ida y vuelta más de un cuarto de hora de tiempo.
62
Los compostelanos llamaban la «raya» a la
línea que dibuja el cambio del pavimento de granito que delimita la
calle del Preguntoiro y la Plaza de Cervantes.
63
Mi amigo, profesor de la Universidad, y yo, cansados del
continuo ir y venir por nuestras Rúas bulliciosas y alegres en estos
días que comienza el curso académico y en el que los tropiezos y
saludos con caras más o menos conocidas ponen una nota pintoresca y de
alegría en la vida tan monótona de nuestra vieja Compostela nos
dirigimos al Paseo de la Herradura [...]. Nuestro pisar fuerte sobre la arena
del paseo, produce un leve ruido que parece pretende turbar el silencio del
lugar: silencio aparente nada más, pues, aunque todo aparece dormido en
la obscuridad de la noche que empieza, el aire esta poblado de rumores: Rumores
de arrullos, rumores de besos, rumores de palabras entrecortadas por la
emoción del lugar y de la hora. Agradable conjunto de sonidos que juntos
constituyen el eco divino del amor. Un banco, otro y otro. En cada uno de ellos
una pareja de enamorados, protegidos por las palmeras del relleno entonan la
eterna canción. Multitud de mentirijillas deben decirse en voz muy
bajita; con ellas, con las mentirijillas, se brindan siempre nuevas emociones,
renovados deleites, placeres. Mi amigo y yo, suspendemos un momento nuestra
charla, para dejar que lleguen a nuestros oídos los rumores, como rezos
de iglesia, trémulos de pasión, que escuchados así,
fríamente producen notas de una armonía divina. Ideal, parece que
llegan hasta uno las notas armoniosas de las músicas de fantasía
de los cuentos infantiles.
Mi amigo y yo, solemos recorrer esta parte del paseo que
encierra mil encantos en la noche, pero a la verdad ha empezado el curso y con
él los estudiantes aprenden y enseñan la eterna lección
del amor; por eso en este lugar nuestra presencia tiene algo de grotesco y el
continuar por esta parte del paseo podría significar mala
intención. Y nos estamos imaginando que allí somos algo
así como esos espantapájaros de trapo, que nuestros labradores
colocan con los brazos abiertos en sus huertos para proteger el fruto de su
trabajo y espantar a las palomas y gorriones.
Decidimos irnos a pasear más allá, pasada la
estatua de nuestra inmortal Rosalía, entre la escalinata que lleva a la
Residencia de Estudiantes y el pabellón que hay a la entrada del Paseo
[...]. Dan las nueve en la campana del reloj de nuestra Catedral. Empieza a
refrescar un poco y retornamos a las rúas bulliciosas; la gramola de un
café deja oír las fastidiosas notas de la canción de moda
«María de la O» que suenan con un ruido de calderetas en
plena Rúa del Villar. Casi huimos, apresuramos el paso por
Gelmírez, nos vamos a pasear a los soportales de la Rúa Nueva.
Dan las diez y vamos ya de retirada hacia nuestros hogares; con nosotros se
cruzan de retorno del paseo, la señora alta y la niña de los
ojillos bonitos y juguetones que esta vez nos pareció más triste,
acaso comprendió como nosotros lo mucho de amargura que tiene la vida y
lo poco que vale el amor cuando no es sincero.
(M. Rey Busto, «La vida en Compostela»,
El Compostelano,
9-X-1935)
64
Al llamarles «cúa-cúas», los compostelanos
estaban llamando en realidad «cuervos» a los seminaristas, al
reproducir onomatopéyicamente el graznido de dichas aves. La
tradición anticlerical y liberal que asociaba peyorativamente a los
cuervos a los eclesiásticos tenía una larga tradición en
España que arranca desde finales del siglo XVIII, pero incluso, antes,
los propios escritores eclesiásticos asociaban el cuervo con los
religiosos que abandonan su retiro por la vida del siglo, como, por ejemplo,
hace Sebastián Covarrubias en su emblema
ET NON EST
REVERSUS:
El cuervo, à quien del arca dio salida
Noe, para que fuesse mensajero,
De la tranquilidad, alla se olvida,
Por ser voraz, gloton y carnicero.
El que profesa religiosa vida,
Si sale al siglo, buelvase ligero,
A la antigua clausura, y no se abata,
Al carnal pasto, que las almas mata.
(Emblemas Morales de Don Sebastian de Couarrubias Orozco,
Capellán del Rey N. S. Maestrescuela y Canonigo de Cuenca, Consultor del
Santo Oficio. Dirigidas a don Francisco Gomez de Sandoual y Roxas, Duque de
Lerma, Marqués de Denia, Sumiller de Corps, Cauallerizo mayor del Rey N.
S. Comendador de Castilla, Capitan General de la Caualleria de España.
Con priuilegio, en Madrid por Luis Sanchez, año 1610, L I, 85)
En este mismo contexto el «mañá chove» hace referencia al
cras-cras de los cuervos, utilizado proverbialmente desde la antigüedad en
el significado de «mañana-mañana» que dice siempre el
que promete hacer las cosas para el día siguiente, y nunca cumple, de
modo que ese mañana nunca llega, Al decirles: «Cúa-cúa, mañá
chove», los compostelanos (aunque ya no fueran conscientes
de ello) no sólo recordaban a los seminaristas que ellos eran como
cuervos y oscurecían el cielo con el negro de sus sotanas amenazando
tempestades y, por consiguiente, lluvia, sino que la lluvia, y no su voluntad,
era en realidad lo único que los mantenía en su retiro, sin salir
al siglo.
65
La iniciativa republicana encontraba un campo abonado, pues
ya mucho antes Castelao había constatado la creciente
laicalización del turismo compostelano en el dibujo publicado en el
n.º 1 de
Suevia (Buenos Aires):
«Hogaño no hay más que peregrinos de arte».
66
Jesús Carro Otero, «Nuestro Turismo»,
Faro de Vigo, 25-VII-1934.
67
Rafael Souto Castelo, «A súa Historia»,
en
Instituto Xelmírez, Pasado e
Presente, A Coruña, Diputación Provincial, 1997, pág.
40.