Escena I
|
|
El ADMINISTRADOR
en su silla, el MARQUÉS, MOZOS que durante las primeras
escenas llevan y traen maletas, baúles, &c.
|
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
¿Hay un asiento en la diligencia de Valencia? |
ADMINISTRADOR. -
Sí señor: aún quedan
dos. |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Con uno me basta: tenga
usted la bondad de... |
ADMINISTRADOR. -
¡Ah! Es usted, señor
marqués del Roble. ¿Se vuelve usted ya a su quinta?
|
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Sí señor; me quedo
en Ocaña, y allí va mi coche a buscarme y me
lleva a la quinta de Yepes. |
ADMINISTRADOR. -
Es particular:
este señor marqués (Escribiendo.) , teniendo
coche propio y hermosos caballos, prefiere viajar en diligencia.
|
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Pues no lo hago por economía,
sino por gusto. Al cabo llevo compañía, y siempre
encuentro originales que me divierten, o personas que me
interesan. Uno cuenta aventuras que nunca le sucedieron,
otro dice un chiste, este una majadería, aquel una
agudeza, y así no se siente el fastidio del camino.
|
ADMINISTRADOR. -
En cuanto a anécdotas de viajes y
relaciones de batallas creo que nadie mejor que usted podrá...
Un señor coronel que ha hecho toda la guerra de la
independencia... |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Sí; pero
yo hablo poco de mis aventuras. (Saca dinero y paga.) Tome
usted: hasta Ocaña. |
ADMINISTRADOR. -
Aquí tiene
usted. (Dándole el billete.) Eso es. |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
Muy bien. ¡Ah! Dígame usted, ¿no ha venido
nadie a buscarme? |
ADMINISTRADOR. -
No señor. |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
Mi hijo se fue anteayer a la Granja a ver si
conseguía una licencia, y quedó en venir aquí
a decirme el resultado, y no sé cómo... |
ADMINISTRADOR.
-
Todavía hay tiempo: aún no son las cuatro
y media. |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Quiere decir que lo
veré en la quinta, o me escribirá si ha conseguido
la licencia para... |
Escena II
|
|
DICHOS y DON VENTURA ALMAZÁN,
jadeando.
|
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¡Ah, canario, traía
un miedo de llegar tarde!... ¡Ah, señores, buenos
días! Digo, ¡buenas noches!..., no, no, buenos días.
¡Ah!, señor administrador, dígame pronto; un
asiento..., ¿alguno quedó? |
ADMINISTRADOR. -
¿Para
qué parte, caballero? |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
Para..., aguarde..., déjeme respirar... ¡Ah! El maldito
sastre que me había ofrecido... ¡Canario! ¡Canario
con Madrid! Por más... |
ADMINISTRADOR. -
Caballero,
estoy esperando que usted... |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
Yo también estoy esperando que acábenme el
vestido de boda, y por eso... ¡Canario con el sastre!, ¡más
pesado!... Y tengo que volver allá. |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
He aquí un original (Aparte riendo.) : me
alegraré que sea de los nuestros. |
ADMINISTRADOR.
-
Acabemos. ¿Dónde quiere usted ir? |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
Al Quintanar de la Orden, hombre; ¿no se lo he dicho? |
ADMINISTRADOR.
-
No señor, no me lo ha dicho usted. No nos ha hablado
usted más que de sastre y de su vestido de boda que
aún no le han acabado. Un asiento queda en la de Valencia.
¿Cuál es su gracia de usted? |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
Ventura Juan María Almazán. |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
(¡Almazán! Yo conozco este apellido.) |
ADMINISTRADOR. -
Ventura Almazán... (Escribiendo.) |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¿Y Juan María? |
ADMINISTRADOR.
-
Basta con el primero. Esto no es fe de bautismo. |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
(A D. VENTURA ALMAZÁN.) ¿Me permitirá
este caballero que le haga una pregunta? ¿Es usted pariente
de don Pablo Almazán, un caballero de Tuy, antiguo
amigo y paisano mío? |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¿Don
Pablo Almazán de Tuy? Pues si ese es mi padre. |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
¡Calle! |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
Sí
señor; y yo soy hijo suyo. ¡Conque antiguos amigos!
¡Vaya! ¿Quiere decirme su nombre? |
MARQUÉS DEL ROBLE.
-
Yo soy el marqués del Roble; pero su padre de usted
no debe conocerme sino por don Lorenzo Calvo, que así
me llamaba en Tuy. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¡Ah! ¡Don
Lorenzo Calvo! Sí señor, mi padre me tiene
hablado mucho de usted; ¡voto va, canario! Alegrarase mucho
cuando yo le diga... ¿Y cómo le va, don Lorenzo? |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Perfectamente. ¿Y el amigo don
Pablo? Siempre alegre, robusto. |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
Así, así: atorméntale mucho la gota;
hay veces que lo pone a parir. ¡Ah, canario!, me va a moler
a preguntas; ¿qué tengo de responderle? Dígame,
dígame, ¿es usted casado, viudo o soltero? ¿Tiene
chicos? ¿Qué hace? ¿Dónde vive? Perdone si
le molesto; pero... |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
No, no: es
muy justo. Pues señor, puede usted decirle a su padre
que ya se acordará del tiempo en que salí de
Tuy de alférez de caballería; que en la guerra
de la independencia cumplí con mi obligación,
y como esa es la época de las vacantes, fui ascendiendo:
me casé con una hermosa joven que heredó a
poco el marquesado del Roble, y concluida la guerra me retiré
de coronel. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¡Canario! |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
He viajado por Francia, Italia, Alemania, y últimamente
me he retirado con mi mujer y mi hija a una hermosa quinta
que tengo ahí en Yepes, donde vivo feliz. Tengo también
un hijo, guapo mozo, teniente de un regimiento de caballería,
que ahora justamente va de cantón, al Quintanar de
la Orden, y esto me proporcionará el gusto de verlo
a menudo sin que falte al servicio. |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
Bueno, bueno. Cáteme usted lleno de noticias para
responder a padre... ¡Ah!, dígame: ¿no tenía
una hermana? |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Sí señor. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
Doña Rosa Calvo, ¿también
de Tuy? |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Justamente. ¡Qué!
¿Puede usted darme noticias de ella? |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
Ni pizca. Y antes es usted quien debía dármelas. |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Nada sé de ella. La guerra
nos separó, y no la he vuelto a ver. De vuelta de
mis viajes he dado mil pasos, he hecho mil diligencias: ¡todo
en vano! |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
Padre me tiene hablado
mucho de ella; dice que era tan guapa, tan virtuosa... |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
¡Pobre Rosa! ¿Qué será de ella?
He de ir a ver a su padre de usted, renovaremos amistades,
y... |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
Pues ya; y usted le...
¡Canario!, lo va usted a ver; ¿usted viene al Quintanar de
la Orden?, pues allí llegará padre mañana
para asistir a mi boda, y..., yo le convido a usted. |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
Amigo, mil gracias: yo me separo de ustedes en
Ocaña. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
Entonces no puede
usted llegar al Quintanar... ¡Canario!, y vería usted
a mi novia, sobrina, pupila, y probablemente heredera de
uno de los fabricantes más ricos del Quintanar, don
Cenón Carcoma, el fabricante... |
MARQUÉS DEL
ROBLE. -
¡Hola! Don Cenón: lo conozco; le compré
muchas cosas para alhajar la quinta. Amigo que sea enhorabuena;
gran boda. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
Sí señor,
sí; no es maleja. Pero yo no sé que novedad
habrá ocurrido. Cuatro días no más hace
que estoy en Madrid para comprar los regalos de bodas y cate
usted que recibo anteayer una carta de don Cenón diciéndome
que me vaya allá inmediatamente si quiero que la boda
se verifique. |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
¿Y qué misterio
es ese? |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¡Qué diablos
sé yo! Mire, mire, aquí está la carta
(Saca una carta.) ; no es larga. (Lee.) «Amigo don Ventura
Almazán: despáchese a venir, porque si tarda
no le respondo del negocio. Haga por estar en esta el miércoles,
y que se haga la boda el jueves, para que esté usted
casado el viernes, que es el día en que debe de llegar
aquí el regimiento de caballería que viene
de guarnición. Salud, y despáchese. Cenón
Carcoma.» ¿Ha entendido algo? |
MARQUÉS DEL ROBLE.
-
Hombre, en efecto, viene tan conciso que es difícil... |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
Ya sé yo que si estoy
casado (Mirando la carta.) el jueves también lo estaré
el viernes: esto ya lo entiendo. Pero a qué viene
hablarme de que llega un regimiento, ni... Señor,
¿qué tiene que ver mi novia con un regimiento? Por
más que cavilo... |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Ea,
hasta luego. Voy mientras enganchan... Costumbres de campaña
que nunca se pierden. (Sacando su pipa.) |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
Agur, señor marqués de... (Saca una bolsa,
y paga al administrador.) |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Del
Roble. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
Es verdad; señor
marqués del Roble, luego nos veremos en la diligencia
y charlaremos. |
Escena IV
|
|
El ADMINISTRADOR,
DOÑA VENTURA y DOÑA INÉS, que trae un
pequeño lío.
|
D.ª INÉS. -
Buenos días.
Me parece que llegamos demasiado temprano para la diligencia
de Burgos. |
ADMINISTRADOR. -
No señora; siempre es
mejor esperar que exponerse... ¿Tienen ustedes ya billetes? |
D.ª INÉS. -
Esta señorita no más; yo
soy la que vino ayer. |
ADMINISTRADOR. -
¡Ah! Sí, sí;
ya me acuerdo. (Mirando el registro.) |
D.ª INÉS. -
Doña
Ventura Bazán. |
ADMINISTRADOR. -
«Ventura Bazán»:
esto es. «Un asiento de rotonda hasta Burgos, y cien reales
entregados al conductor para comidas y demás gastos
del camino.» |
D.ª INÉS. -
Eso es. |
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
¡Cómo! ¡Amiga mía, tanta generosidad! |
ADMINISTRADOR.
-
Pueden ustedes sentarse, o pasar a la otra pieza, como ustedes
gusten. |
D.ª INÉS. -
Muchas gracias. |
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
¡Ah señora doña Inés, cuántos
favores le debo a usted! Hallándose tan apurada de
recursos hacer este sacrificio por mí. ¡Ah!, crea
usted que nunca, nunca olvidaré... (Llorando.) |
D.ª
INÉS. -
Vamos, vamos, Venturita, lo que yo he hecho
no tiene nada de particular. Vamos, hija, no llores, que
tampoco a mí me falta nada para... Harta desgracia
es para mí verme reducida a separarme de ti, y por
eso únicamente siento haber perdido ese desgraciado
pleito, que lo que es por mí... Yo debo cumplir la
deuda sagrada de la amistad que contraje con tu buena madre.
Al expirar te confió a mi cariño; y cuando
la fortuna me quita la posibilidad de hacer por mí
misma tu suerte, me veo obligada a buscarte una colocación
donde estés al abrigo de la indigencia. Conozco hace
muchos años a esa respetable señora de Burgos,
a cuya casa vas de aya de sus niñas. |
D.ª VENTURA
BAZÁN. -
¡De aya! (Suspirando.) |
D.ª INÉS. -
Ya
sé que no habías nacido para ese empleo. La
hija del valiente capitán don Enrique Bazán,
muerto en el campo del honor, debía aspirar... ¡Como
ha de ser! Dejemos tan tristes reflexiones. Ya sabes que
lo hemos meditado bien, y que no queda otro partido que tomar.
En fin, hija mía, la necesidad lo ordena. |
D.ª VENTURA
BAZÁN. -
¡Ah, señora doña Inés!
¡Nunca podré encontrar en ella lo que pierdo en usted! |
D.ª INÉS. -
No, Venturita: tú la agradarás,
ella te amará, no como yo te amo, porque eso es imposible,
pero, quién sabe... Estoy casi segura, y mi corazón
rara vez me engaña, de que tu primera carta me ha
de dar excelentes noticias. |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
Sí;
pero yo hubiera preferido quedarme con usted. |
D.ª INÉS.
-
¡Y yo, hija mía! ¿Crees que no lo hubiera preferido
también? Pero tenerte a mi lado a tu edad, y cuando
nos amenaza la indigencia... ¡Tiemblo al pensarlo! ¡En una
corte, hija mía! ¿A qué peligros tan continuos
no se verían expuestos tus pocos años? Ya lo
experimentaste no hace muchos días en el Prado, cuando
a la subida aquellos dos calaveras se atrevieron a hablarte,
y a faltarte al respeto, teniéndote por una... |
D.ª
VENTURA BAZÁN. -
Afortunadamente la casualidad nos
presentó aquel joven militar que los hizo callar y
los echó a empujones. ¡Ah! ¿Le he dicho a usted que
anteayer pasó por nuestra reja? |
D.ª INÉS.
-
No. |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
¿No? Pues yo creía... |
D.ª INÉS. -
No, no me lo has dicho. ¿Y te habló? |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
Sí señora. Pero
me dio tanta vergüenza por la gente que pasaba, que
no hice más que darle las gracias por su bondad, y...,
me metí dentro toda conmovida. ¿Quién será
ese joven, o que interés tendrá? |
D.ª INÉS.
-
Nada. ¿Qué importa la opinión de un joven
que probablemente no volverás a ver jamás? |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
(Suspirando.) ¡Jamás!...
Ya lo sé. ¡Ay Dios mío! Aquí viene. |
D.ª INÉS. -
¿Quién, quién? |
D.ª VENTURA
BAZÁN. -
El joven de quien hablábamos. |
D.ª
INÉS. -
Vamos, vamos Venturita; entremos en la otra
pieza. |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
(Se detiene mirando a DON
CARLOS.) Sí, entremos. |
Escena V
|
|
DICHOS y DON CARLOS.
|
D. CARLOS. -
(Al ADMINISTRADOR.) ¿Me hace usted el gusto
de decirme si ha venido por aquí el marqués
del Roble? |
ADMINISTRADOR. -
¿El marqués del Roble?
(Escribiendo.) Sí señor; por el patio ha de
andar. |
D.ª INÉS. -
Venturita, ¿no vienes? |
D.ª VENTURA
BAZÁN. -
(Yéndose poco a poco.) Sí señora. |
D. CARLOS. -
Pues voy a ver... (Viendo a DOÑA VENTURA.)
¿Qué veo? ¡Usted aquí, señorita! (Saludando
a DOÑA INÉS.) Señora, a los pies de
usted. |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
(Turbada.) Caballero... |
D. CARLOS. -
Perdonen ustedes mi indiscreción. Al
verlas aquí creo... ¿Se va de Madrid esta señorita? |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
Sí señor, me voy
a..., ¡ha sido preciso!, me voy a Burgos. |
D. CARLOS. -
¡A
Burgos! En ese caso ya no tendré el gusto de ver a
usted... Cuánto siento... |
D.ª INÉS. -
Crea
usted, caballero, que nunca olvidaremos el favor... |
D. CARLOS.
-
Señora, eso no vale nada. Defender a esta señorita
de dos insolentes es cosa que cualquiera hubiera hecho en
su lugar, y... |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
Pero el interés
que usted nos manifestó, y... |
D. CARLOS. -
¿Y quién
no lo hubiera manifestado después de haber visto a
usted? Ese aire de modestia y candor, ese semblante angelical... |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
(Turbada.) Caballero... |
D.ª
INÉS. -
(Interrumpiéndola.) Venturita, este
caballero iba a buscar a alguien, y le estamos deteniendo:
vamos. |
D. CARLOS. -
¡Ah! No me priven ustedes tan pronto... |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
Es preciso. Nos vemos ahora por
la última vez. |
D. CARLOS. -
¡Por la última
vez! |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
(Enternecida.) Caballero,
beso a usted la mano. |
D. CARLOS. -
Al menos dígame
usted... |
D.ª INÉS. -
Beso a usted la mano. (Vase con
DOÑA VENTURA a la otra sala.) |
D. CARLOS. -
¡Joven
encantadora! El que te ha visto una vez... ¡Ah! (Viendo a
su padre que entra.) |
Escena VI
|
|
El ADMINISTRADOR, DON CARLOS
y el MARQUÉS: MOZOS que entran y salen.
|
D. CARLOS.
-
Papá, iba a buscar a usted. |
MARQUÉS DEL ROBLE.
-
A mí, ¿eh? Adiós Carlos. ¿Y qué tenemos?
¿Te obligan a ir al regimiento? |
D. CARLOS. -
Todavía
no, papá. Tengo una prórroga de quince días. |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
(Con malicia.) ¿Pasarás
en Madrid la mayor parte? |
D. CARLOS. -
No señor. Madrid
ya no me ofrece... Dentro de una hora monto a caballo, y
llegaré a la quinta antes que usted. |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
¡Bien! Tanto mejor. Vamos, que tú no pierdes
el tiempo... ¿Quién es esa mocita con quien hablabas
ahora? |
D. CARLOS. -
Qué, ¿me ha visto usted? Una casualidad.
¿Le ha visto usted la cara? |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
No;
estaba de espaldas. Pero sin duda es bonita, porque a las
feas no se les dice con tono lánguido y sentimental:
«¡joven encantadora! El que te ha visto una vez...» No sé
como hubieras acabado la frase si mi llegada no te hubiera
interrumpido. |
D. CARLOS. -
Es verdad que esa joven me ha
hecho una impresión... Es aquella misma de quien le
conté a usted que paseándose la otra tarde
con una señora respetable se vio insultada por dos
insolentes, y yo los ahuyenté. Después la vi
una vez a la reja, y hoy por fin me la encuentro aquí
por tercera y última vez, porque se va en la diligencia
de Burgos. |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Y concluye la novela. |
D. CARLOS. -
Sí señor, y concluye demasiado
pronto. |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Pero con su catástrofe
hay separación, y... Y me alegro de que llegue el
desenlace, porque quién sabe si después me
hubieras obligado a hacer papel en tu novela, y yo soy tan
torpe... |
D. CARLOS. -
(Suspirando.) ¡Como ha de ser! |
Escena
VIII
|
|
DICHOS, menos el MAYORAL.
|
MARQUÉS DEL ROBLE.
-
Mucho tarda. |
D. CARLOS. -
¿Quién, papá? |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
No has de ser tú solo: también
yo he tenido aquí un encuentro. El hijo de un antiguo
amigo, don Pablo Almazán. Y tiene el hijo más
original... A todo el mundo le va contando que va al Quintanar
de la Orden a casarse, y que ha venido a Madrid a comprar
los regalos de boda para la novia, que es la sobrina de don
Cenón Carcoma, rico fabricante que nos vendió... |
D. CARLOS. -
¿La sobrina de don Cenón Carcoma dice
usted? ¡Ay, pobre Mendoza! |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
¿Qué
Mendoza? |
D. CARLOS. -
Un oficial de mi regimiento, mi mayor
amigo, que está loco, enamorado de esa muchacha. ¡Él
se alegraba tanto de ir de guarnición al Quintanar!...
¡Buen recibimiento le espera! ¡Ver a su querida casada! |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
¡Calla! Conque es esa..., (Riendo.)
ah, ah, ah. Ahora entiendo el contenido de la carta que recibió
Almazán del tío de la chica. La llegada del
regimiento..., la urgencia..., ah, ah, ah. |
D. CARLOS. -
Explíqueme
usted... |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Luego, luego, en casa.
Ya está diligencia. (Por la puerta y las ventanas
se ve arrimar la diligencia, y abrir la portezuela. El ADMINISTRADOR
se levanta y va al patio.) |
Escena IX
|
|
El MARQUÉS,
DON CARLOS, varios VIAJEROS, el MAYORAL, y después
DOÑA INÉS y DOÑA VENTURA.
|
MAYORAL.
-
(Desde el patio.) Vamos: los viajeros. (Leyendo.) «Don Francisco
Arredondo.» |
UN VIAJERO. -
Aquí está. (Sube
a la diligencia.) |
MAYORAL. -
«Miguel Ortiz.» |
OTRO VIAJERO.
-
Allá va. (Sube.) |
MAYORAL. -
«Teresa Gómez.»
(Los demás se van llegando, y subiendo por su turno.) |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Adiós, Carlos; hasta la
vista. |
MAYORAL. -
«Pío Gil.» |
D. CARLOS. -
Buen viaje,
papá. Yo llegaré a la quinta con anticipación
a anunciarlo a usted. |
MAYORAL. -
«Manuel Delgado.» |
MARQUÉS
DEL ROBLE. -
Este Almazán que no parece... |
MAYORAL.
-
«Félix Romero.» |
D. CARLOS. -
Aún está
ella aquí; ¿pero de qué me servirá volverla
a ver? Marchémonos. |
MAYORAL. -
(Desde el patio.) «Marqués
del Roble.» |
MARQUÉS DEL ROBLE. -
Voy. -Pues señor,
no viene; nos iremos sin él. (Sube a la diligencia,
su hijo le ayuda, y se va.) |
MAYORAL.
(Entrando con la lista.)
-Vamos señores, que es tarde. «Pedro Mora, Ventura
Almazán.» |
UNA MUJER. -
(Desde el coche.) Conductor,
conductor, este no es mi asiento; me lo han cambiado. Conductor... |
MAYORAL. -
Allá voy, allá voy. «Ventura Almazán.» |
VARIOS VIAJEROS. -
(Gritando desde el coche.) Mi sitio,
mi sitio. -Yo no me muevo de aquí. -Es una picardía.
-Mi sitio, mi sitio. -Conductor, conductor... |
MAYORAL. -
¡Qué
es eso! No hay que arañarse; ya voy. (Va al patio.) |
D.ª INÉS. -
(Salen DOÑA INÉS y DOÑA
VENTURA.) Vamos Venturita: creo que te han llamado. |
D.ª
VENTURA BAZÁN. -
(Llorando, y al sacar el pañuelo
se le cae un bolsillo sin que nadie lo note.) ¡Ah! amiga
mía... |
D.ª INÉS. -
Vamos, no llores; valor
por Dios. |
MAYORAL. -
(Sale con la lista.) ¿Dónde está
Ventura Almazán? Que es tarde señores. |
D.ª
INÉS. -
Ventura Bazán dice. |
D.ª VENTURA BAZÁN.
-
Yo soy. |
MAYORAL. -
Vamos señorita, suba usted pronto. |
D.ª VENTURA BAZÁN. -
(Abrazando a DOÑA INÉS
y llorando.) Adiós, amiga mía. Nunca olvidaré... |
D.ª INÉS. -
Sé dichosa. Adiós. |
MAYORAL.
-
Vamos, vamos, que es tarde. (La desprende de los brazos
de DOÑA INÉS y la ayuda a subir. Cierra la
portezuela. Dan las cinco. Estalla el látigo: la diligencia
parte.) |
D.ª INÉS. -
¡Adiós, hija mía!
¡El cielo te colme de bendiciones! ¡Pobrecilla, pobrecilla!
¡Ha sido preciso! ¡Yo la amaba tanto!... Apenas puedo tenerme
en pie. (Se sienta.) |
Escena XII
|
|
ALMAZÁN con un lío,
luego el ADMINISTRADOR, VIAJEROS y MOZOS.
|
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
Vaya un modo de correr. ¡Canario! Pues señor, llegué
a tiempo; están enganchando. ¡Canario! Yo soy muy
listo: ahora llamen cuando quieran. ¡Canario!, estoy reventado...
¡Uf! Pero el vestido de boda téngolo en mi poder.
¡Cosa selecta! Frac verde, chaleco amarillo, pantalón
blanco, corbata celeste. Voy a dar golpe entre aquellos salvajes;
y luego dando el brazo a una chica, ¿eh? |
ADMINISTRADOR. -
(Sale con algunos viajeros.) Pronto se va a enganchar señores.
(A un MOZO.) Benito, coloca este paquete con cuidado. |
D.
VENTURA ALMAZÁN. -
¿No podría colocar también
esto? |
ADMINISTRADOR. -
(Al MOZO.) Toma, lleva este lío
del señor. |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
(Al MOZO dándoselo.) Que no se arrugue, ¿entiendes? (Al ADMINISTRADOR.) Vaya,
¿ve usted como llegué a tiempo? |
ADMINISTRADOR. -
Si
tarda usted más... Ya van a enganchar. |
D. VENTURA
ALMAZÁN. -
¡Qué! Si yo tengo una puntualidad... |
ADMINISTRADOR. -
¡Calle! ¿No es usted el que estuvo antes
aquí impacientándose contra el sastre? |
D.
VENTURA ALMAZÁN. -
Sí; me ha tenido a parir;
pero yo lo perdono, porque hízome un vestido... Ahí
va en ese lío que ha llevado... |
ADMINISTRADOR. -
Diga
usted... (Si estaré yo trascordado), ¿su billete de
usted no es para Quintanar de la Orden? |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
Ya se ve que sí. Ventura Almazán. Vea la lista
- |
ADMINISTRADOR. -
Sí, sí; me acuerdo de ese
nombre. ¿Pero cómo diablos es esto? El coche está
lleno. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
Pues ya: estará
lleno cuando yo entre. |
ADMINISTRADOR. -
No señor;
sin que usted entre. Si hace ya un cuarto de hora que la
diligencia de Valencia ha marchado. |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
¿Qué está diciendo? A ver, a ver, explíquese.
Pues y esas mulas..., ¿y ese coche que va a enganchar ahí
en el patio? |
ADMINISTRADOR. -
Es la diligencia de Vitoria. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
(Por los viajeros.) ¿Pues dónde
van estos señores? |
ADMINISTRADOR. -
A Vitoria, a Burgos...,
a la carrera de Francia. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¿Cómo
es esto? Señor ministrador, la diligencia no debe
marchar antes de la hora que tiene fijada. Se ha dicho a
las cinco, y son las cinco menos cuarto; ¡oh!, yo voy bien. |
ADMINISTRADOR. -
Caballero, usted se equivoca. |
D. VENTURA
ALMAZÁN. -
Que voy bien le digo. Ya puede componerse
de modo que yo marche..., porque yo debo marchar..., y marcharé,
sí señor..., y si dentro de cinco minutos no
he marchado... |
ADMINISTRADOR. -
¡Eh! No grite usted: ¿a qué
viene ahora juntar la gente? |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
¡Qué me importa! Yo quiero que todo el mundo me oiga
cuando tengo razón. |
ADMINISTRADOR. -
¿Y cuando no
la tiene usted? |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
Que me oiga
también. Pero ahora la tengo; ¿está usted?
(A los viajeros.) -Caballeros, ustedes juzguen. Le pregunto
al señor si tendré tiempo de ir a..., a un
negocio que a ustedes no les importa: me responde que sí;
que todavía tengo media hora. -Me dijo usted media
hora, ¿o no? |
ADMINISTRADOR. -
Sí señor, lo
dije. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¿Oyen?, que lo dijo. Bueno:
yo no he tardado más que un cuarto de hora..., y la
prueba al canto. Al salir miré el reloj, y tenía
las cuatro y media. Vean, vean el mío, las cinco menos
cuarto. (Mientras lo enseña a los pasajeros el reloj
de la sala da una media.) |
ADMINISTRADOR. -
Las cinco y media,
caballero. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¡Canario! ¿Qué
es esto? (Llevándolo al oído.) ¡Si está
parado! Si no le di cuerda ayer tarde. ¡Canario! (Todos se
echan a reír.) ¡Por vida de!... Pero no hay remedio;
yo tengo que marchar, porque si llega el regimiento soy perdido.
Señor ministrador, vuélvame el dinero, y veremos
de... |
ADMINISTRADOR. -
¡El dinero! No puede ser, caballero:
el dinero lo ha perdido usted ya. |
D. VENTURA ALMAZÁN.
-
¿Que no puede ser? Verá usted como puede ser, y es,
y será. ¿No ha dicho él que la diligencia estaba
llena? Pues si no me vuelve mi dinero, mi asiento estará
pagado dos veces. Conque vuélvamelo, porque es justo,
y porque es razonable, y porque yo no doy gajes. |
ADMINISTRADOR.
-Poco a poco. Otro sin duda se ha sentado en su asiento de
usted; yo no sé cómo habrá sido; pero
de todos modos, usted no estaba aquí a la hora de
marchar; conque la culpa es de usted y yo no le volveré
su dinero, y usted tendrá la bondad de dejarme en
paz. |
D. VENTURA ALMAZÁN. -
¡Canario! Si no fuera porque
estoy de prisa, yo le enseñaría... Voime a
tomar un caballo de posta, alcanzo la diligencia, saco por
los cabezones al ladrón que ha tomado mi asiento,
me repanchigo bien, y..., que me entren moscas. -Servidor
(Vase furioso: los demás le despiden a carcajadas.) |