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Acta de instalación del Congreso Constituyente de Venezuela

Venezuela. Congreso Constituyente




Acta de instalación del Congreso de Venezuela el día 6 de mayo de 1830, convocado por el General Páez por Decreto de 13 de enero de 1830

El 6 de mayo se instaló el Congreso Constituyente de Venezuela, en la ciudad de Valencia, con los Diputados siguientes:

  • Antonio José Soublette y Juan Álvarez, por la Provincia de Guayana.
  • José Grau, por la de Cumaná.
  • José Tadeo Monagas, Eduardo Antonio Hurtado y Matías Lovera, por la de Barcelona.
  • Andrés Narvarte, Francisco Javier Yanes, Ramón Ayala, Pedro Machado, Alejo Fortique, José Luis Cabrera, Manuel Quintero, Pedro Pablo Díaz, José María Vargas y Ángel Quintero, por la de Caracas.
  • Miguel Peña, Vicente Michelena, José Hilario Sistiaga, Andrés Albizu, José Manuel de los Ríos, José Manuel Lauda, Diego Bautista Urbaneja y Francisco Toribio Pérez, por la de Carabobo.
  • Juan José Pulido, Antonio Febres Cordero, Ramón Delgado, Bartolomé Balda y Francisco Unda, por la de Barinas.
  • Juan de Dios Picón, Juan de Dios Ruiz, Agustín Chipia, por la de Mérida.
  • Ricardo Labastida, por la de Maracaibo.





Mensaje del Jefe Civil y Militar al Congreso Constituyente de Venezuela

Señor:

La reunión de los Representantes de la soberanía de Venezuela, es el gran objeto de mi sincera congratulación, se ha instalado bajo los auspicios más favorables, apoyada en la opinión general, sostenida por el ejército, sin la influencia de ningún poder extraño, y pedida por todos los pueblos como el único remedio que ha de poner término a los males que los afligen. Ellos miran satisfechos sus ardientes deseos y yo cumplidas las promesas que les había hecho de proteger y defender sus votos según mi capacidad hasta este día venturoso. Mi espada, mi lanza y todos mis triunfos militares, están sometidos con la más respetuosa obediencia a las decisiones de la ley. Hasta este día he gobernado como Jefe del Estado y General del ejército, sin otra regla que el bien común y la tranquilidad de todos; los pueblos congregados parcialmente me confiaron la autoridad, y desde el día 13 de enero en que tomé sobre mí tan delicados encargos, se han conservado el orden, la paz y sumisión al Gobierno en todo el territorio del Estado, y el ejército ha observado la más estrecha disciplina. Se han disipado ya las negras nubes formadas por un poder ilimitado, que causaban temores al celo de la libertad, y con más dulce satisfacción he visto llegar la aurora del día en que la ley recobra todo su poder. Yo devuelvo a la soberanía del pueblo las facultades de que me había revestido, sin quedarme otra cosa que el contento de presentar a Venezuela unida, sus autoridades respetadas, sus votos protegidos, y armada para defenderlos con un numeroso ejército tan capaz de resistir cualquiera invasión, como de invadir si fuere necesario. La situación política de Venezuela en los principales ramos de su administración, aparece de las Memorias que me han pasado los tres Secretarios del Despacho, las mismas que tengo la honra de acompañar; y llamo la atención del Congreso muy encarecidamente sobre la importancia y utilidad de la milicia auxiliar y sobre la deuda pública que miro como un compromiso de honor que nos incumbe a todos.

Lleno de placer me considero desde hoy reducido a la clase de simple ciudadano, y espero con ansia la resolución de la Majestad del pueblo que elija la persona que haya de sucederme, así para entregarle la dirección del Estado y mando del Ejército, como para dar en mi despedida un tierno abrazo a mis antiguos compañeros de armas, que sea el signo de mi verdadera estimación y amistad; encareciéndoles al mismo tiempo la obediencia como su primer deber, el valor como el fundamento de su gloria, y la libertad como el objeto de sus triunfos. Veo ya cerca, Sr., el día en que por fin vuelva a gozar del reposo y felicidad doméstica de que estoy privado después de veinte años consagrados a las fatigas de la guerra y al cuidado de los intereses públicos. Sólo me atrevo a recomendar a la soberanía de la nación, las virtudes y glorias de ese ejército que a fuerza de privaciones ha conquistado entre mil peligros y combates los derechos de que disfrutamos, y de que se halla con las armas en la mano para defendernos, la sangre preciosa de los inválidos y la suerte de las viudas y de los huérfanos, cuyos maridos o padres adornan con sus nombres la historia de sus hazañas, habiéndonos dejado en su valor heroico nobles ejemplos que imitar. No dudo que esta augusta asamblea recompensará los servicios militares y aliviará la miseria de las familias que han quedado en orfandad, privadas de los recursos con que la Providencia cuidaba de su alimento; mi duda sólo sería una ofensa hecha a los generosos sentimientos de los honorables Representantes y un desconsuelo para esos dignos objetos de la compasión y gratitud nacional. Para mí sólo quiero el descanso y el reino de la ley, consagrar el resto de mi vida a la gloria de mi patria, y ver establecidas por reglas invariables la igualdad, la libertad, la seguridad y felicidad de todos los venezolanos.

Soy, Sr., con el más profundo respeto, el más obediente súbdito de la soberanía nacional.

José A. Páez

Cuartel general de San Carlos, a 30 de abril de 1830.




Contestación

Al Excmo. Sr. General José Antonio Páez.

El Congreso constituyente instalado en este día ha tenido la satisfacción de inaugurar sus actos con la lectura de la comunicación de V. E. de 30 de abril próximo pasado. La congratulación de V. E. y la solemne renovación de sus protestas en favor del bien común, del imperio efectivo de la ley, del goce de los derechos sociales, y de la defensa de nuestras instituciones por el heroico ejército venezolano, son las mejores garantías que animan a los delegados de la nación en su ardua empresa de darle una Constitución estable y adecuada a sus exigencias, que ponga término a los prolongados y graves males que la afligen.

Los pueblos, al confiar por un voto unánime su existencia y protección en las manos de V. E., esperaron con razón la conservación del orden, de la sumisión al Gobierno, tranquilidad general, paz y estrecha disciplina del ejército con que V. E. ha correspondido a sus votos. Ellos fijan sus miradas en sus conciudadanos armados, en este heroico ejército lleno de gloria y rodeado de trofeos como el mejor escudo de sus libertades; bien saben que los virtuosos y valientes que han luchado por su independencia deben completar esta grandiosa obra haciendo inseparable su valor de la obediencia a las leyes. El Congreso, que es el órgano de la voluntad y sentimientos nacionales, tendrá la consideración debida a los sacrificios ilustres tributados a tan santa causa, y no verá con indiferencia la suerte de los beneméritos inválidos, de las viudas y huérfanos de sus gloriosos bienhechores. Aunque se han disipado ya las negras nubes formadas por un poder ilimitado, que causaban temores al celo de la libertad; aunque el cansancio de tantos sufrimientos y desgracias públicas, a la par de la experiencia de lo pasado, haya creado un instinto nacional, que está enérgicamente dirigido a levantar y sostener el santuario de las leyes; la inviolabilidad de su majestad requiere una fuerza protectora contra los enemigos exteriores y los atentados internos, y el Congreso no prescindirá de crearla dándole la forma más adecuada a este importante fin. El objeto de la deuda pública, cuyo comprometimiento está identificado con el honor nacional, debe ser tratado en una transacción amigable con el Gobierno de los otros pueblos, que unidos antes a Venezuela, formaban la República central de Colombia. El Congreso confía que las disposiciones pacíficas de pueblos hermanos no ofrecerán dificultad a este avenimiento amistoso. El estado de los diversos ramos de la administración, cuyo informe dado por los respectivos Secretarios del Gobierno ha enviado V. E. a este cuerpo, formará el asunto de sus más serias meditaciones, y sobre los datos que estas exposiciones ministran, o teniendo a la vista todas las noticias que a ellos se refieren, él trabajará en las reformas que imperiosamente demanda la desgraciada situación de los pueblos y empeñen el honor de los Delegados.

Este Cuerpo soberano ha resuelto en la sesión de hoy, que V. E. continúe en el desempeño de las funciones del Poder Ejecutivo, hasta que resuelva otra cosa, pues la nación libra el mantenimiento del orden y su seguridad en el acendrado patriotismo, en la rectitud de intenciones y en la experiencia de Vuestra Excelencia.

Con la más atenta consideración soy de V. E. atento obediente servidor.

El Presidente del Congreso,

Francisco Javier Yanes.





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