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Amado Nervo

Almudena Mejías Alonso





Dentro del movimiento modernista en México, la figura más destacada junto con la del iniciador y magnífico prosista Manuel Gutiérrez Nájera es, sin duda, la de Amado Nervo, autor que ha gozado de extraordinario éxito popular a lo largo del tiempo.

Resulta conveniente, antes de adentrarnos en su obra y la significación de la misma, ofrecer algunos detalles de su biografía, ya que existe una fuerte repercusión de ésta en aquélla, como en todos los escritores pertenecientes a este movimiento. Los cambios habidos en su estilo y en el contenido de sus obras están en estrecha relación con los hechos más importantes ocurridos en la vida del escritor, afirmación que compartimos con Raúl H. Castagnino:

La trayectoria poética de Nervo está íntimamente ligada con su trayectoria vital y puede seguirse a través de tres líneas conductoras, de las cuales surgen tres imágenes concurrentes del autor de Elevación:

  1. Como poeta de su tiempo vinculado a escuelas y tendencias;
  2. Como poeta de los contenidos religioso-filosóficos;
  3. Como poeta del sentimiento amoroso.

Estas tres líneas confluirán, inevitablemente, en una gran arteria: el amor, comunión de vida y poesía. De tal conjunción surge un Nervo moderno y asceta entrañable, un Nervo poeta del amor; en definitiva, un Nervo asceta enamorado1.



Nació en Tepic, capital del estado de Nayarit, el 27 de agosto de 1870. Su nombre completo era Amado Ruiz de Nervo Ordaz y el propio autor nos explica la causa de su cambio:

Mi apellido es Ruiz de Nervo; mi padre lo modificó encogiéndolo. Se llamaba Amado y me dio su nombre. Resulté, pues, Amado Nervo, y esto, que parecía seudónimo así lo creyeron muchos en América y que en todo caso era raro, me valió, quizá, no poco para mi fortuna literaria2.



En Tepic transcurrió su infancia, pero en 1879 murió su padre y en 1883 fue enviado a Jacona (Michoacán) al Colegio de San Luis donde realizó sus primeros estudios. Luego, en 1886, siguió sus estudios en el Seminario de Zamora aunque tuvo que dejarlos por problemas familiares y se vio obligado a regresar a Tepic. Años más tarde (1894), decide marchar a la capital y allí es donde comienza su carrera literaria, dándose a conocer en la Revista Azul, dirigida por Manuel Gutiérrez Nájera, y cultivando la amistad de cuantos escritores tenían en Ciudad de México su lugar de residencia durante aquella época (José Juan Tablada, Luis G. Urbina...).

A finales de 1895 publica su primera novela: El Bachiller y tres años más tarde sus primeros libros de poemas, Perlas negras y Místicas, formados por algunas poesías que ya habían aparecido dispersas en distintos periódicos y revistas.

Hacia 1900 viaja a Europa como corresponsal del periódico El Imparcial y, una vez en París, entabla una profunda amistad con Rubén Darío y otros escritores del momento. Allí también conoce al gran amor de su vida, la que años más tarde sería «la amada inmóvil»: Ana Cecilia Luisa Dailliez; un amor que duró diez años y que sólo la muerte de ella, en 1912, pudo romper.

Durante estos años publicó varios libros de poemas y algunas prosas: Poemas (1904), El éxodo y las flores del camino y Lira heroica (1902), Las voces (1904), Los jardines interiores (1905), En voz baja (1909). Dirigió, además, junto con Jesús Valenzuela la Revista Moderna de México y fue nombrado segundo secretario de la Legación mexicana en Madrid, una vez superados los exámenes para ingresar en el Cuerpo Diplomático (1905), cargo que desempeñó hasta 1914 en que, debido a la Revolución Mexicana, fueron destituidos todos los diplomáticos de este país acreditados en el extranjero. En este mismo año publica Serenidad al que seguirá en 1917 Elevación y en 1918 como cumbre de su arte, Plenitud.

Por esta época volvía a ejercer la diplomacia como ministro plenipotenciario en Argentina y Uruguay. Fue en la capital de este país, en Montevideo, donde Nervo murió. Era la mañana del 24 de mayo del año 1919. El cuerpo sin vida del poeta fue trasladado por mar a la capital mexicana y allí, en la Rotonda de Hombres Ilustres, está guardado para siempre. El último libro publicado el mismo año de su muerte fue El estanque de los lotos (1919) y después aún aparecieron dos conjuntos de poemas que resumen la vida del poeta; La amada inmóvil (1920), homenaje al amor y recuerdo emocionado de Ana Dailliez, y El arquero divino, escrito entre 1915 y 1918, pero no publicado hasta 1922, un canto a la religión y al amor. En 1943 se publicó un nuevo volumen con el título de La última luna. Anteriormente, en 1938, Alfonso Méndez Plancarte había recopilado un grupo de poesías compuestas entre 1886 y 1891 con el título de Mañana del poeta.


Poesía

Su obra poética es muy extensa y «evoluciona de un romanticismo modernista, visual y sonoro, a una poesía desnuda, abstracta, conceptual, voluntariamente prosaica y narrativa, exenta de "procedimientos"»3.

Siguiendo a Manuel Durán podernos hablar de tres etapas en la poesía de Amado Nervo:

1) Un período inicial, de romanticismo «ingenuo», provinciano, con abundante uso de adjetivos y expresión enfática de sentimientos siempre tristes, siempre apasionados, a veces melancólicos y suaves; 2) el período modernista, en el centro de su carrera poética; 3) una etapa de simplificación, en la cual se aparta de la retórica modernista sin abandonarla del todo y sin esforzarse demasiado por innovar técnicamente4.


Efectivamente, en sus primeras composiciones juveniles nos encontramos con un Nervo romántico y apegado a las costumbres literarias de un movimiento que lentamente iba extinguiéndose. Nos estamos refiriendo a los poemas incluidos en Mañana del poeta, recopilación que hizo Alfonso Méndez Plancarte, en 1938, de una serie de poesías, inéditas y dispersas hasta esa fecha, escritas por Amado Nervo entre los años 1886 y 1891. En la colección coexisten poemas como «A Iturbide» destinado, muy en la línea de la tradición romántica, a exaltar las hazañas y bondades del «Libertador de México», junto con otros dedicados a la Virgen de Guadalupe o a la Asunción de Marta, que contrastan con otros pertenecientes a lo que pudiéramos llamar un tercer grupo: «Nuestro amor», «Tus ojos azules», «Desde aquel día...», etc., en los que Nervo nos habla de amor, de lo que fuera su primer amor de juventud.

Ya en estas composiciones, pues, están presentes los dos temas que jamás abandonarán la poesía del mexicano: la religión y el amor.

Pero al hablar del carácter romántico de la poesía de Nervo no podemos olvidar los primeros poemarios publicados en vida del autor: Perlas negras de 1898 (poemas aparecidos en El Mundo en 1895), Místicas (1898), Poemas (1901), El éxodo y las flores del camino (verso y prosa, 1902) Lira heroica (1902) y Los jardines interiores (1905), aunque en ellos ya se apunte, a veces, un cierto gusto por el modernismo y sus formas, con los que se consagró ante el público.

Es ésta una etapa en la poesía de Nervo que nos descubre uno de los rasgos característicos a lo largo de la vida y de la obra del escritor: su sinceridad. Siguen siendo poemas de juventud y en ellos se nota la influencia de los simbolistas franceses -Verlaine principalmente-, Manuel Gutiérrez Nájera y Julián del Casal. Hay todavía presencias románticas manifestadas en la protesta o denuncia del escritor ante la vida y sus situaciones injustas, donde conviven la pobreza con la riqueza y el placer con el dolor.

En estos momentos aparece ya otro de los temas que le acompañará a lo largo de su trayectoria poética y vital: el miedo a la muerte y el hastío por la vida. Es la presencia del misterio y la actitud del hombre ante él lo que más preocupa a Nervo. Y le obsesiona la muerte porque no sabe qué hay más allá5, y la vida porque no la entiende. En la poesía «Predestinación», de Místicas, nos lo dice:


Y me agobian dos penas sin medida:
un disgusto infinito de la vida,
y un temor infinito de la muerte.


(Obras completas, tomo II, p. 1311)                


Este libro, Místicas, presenta una unidad temática: la religiosidad y es el que le ha valido al autor que la crítica le adjudicara el apelativo de «poeta místico». El título del libro, su tema y el hecho de que el poeta estuviera durante algún tiempo en el Seminario de Zamora ha sido y sigue siendo un condicionante a la hora de valorar la poesía de Amado Nervo. Es cierto que hay en algunos poemas recuerdos de lo que fue la vida del autor en el Seminario pero también se apuntan, en otros, ciertos rasgos de sensualismo que llegarán hasta el erotismo en poemas como «Lubricidades tristes» y «El prisma roto», pertenecientes ambos a Poemas (en el segundo hay una clara influencia de El Cantar de tos Cantares).

Es a partir de la publicación de estos Poemas en 1901, cuando poco a poco comienza Nervo a dejar sus influencias juveniles y a evolucionar hacia la madurez. En París, donde reside durante algún tiempo, conoce a Rubén Darío y a los escritores parnasianos de quienes aprenderá una técnica algo más objetiva de la que hasta entonces había ensayado (simbolismo).

Es la búsqueda de la tranquilidad espiritual lo que hace que Nervo evolucione en su poesía hacia la sencillez. Después de esta primera época, su léxico se simplifica, los adjetivos son empleados de una manera moderada y su lírica su vuelve más personal. De En voz baja (1909) el autor nos explica antes de publicarlo:

Será un libro exclusivamente de tono menor en el que no hay que buscar ni sonoridades, ni oratorias, ni conceptuosismos: es la Vida, en lo que tiene de enigmático, de insinuante y bellamente impreciso, que pasa cuchicheando por esas páginas.


(Obras completas, tomo II, p. 1066)                


En estos momentos Nervo conocía la felicidad. Desde 1901 tenía el amor de Ana Cecilia Luisa Dailliez y no pedía nada más a la vida. La misma sencillez se desprende de Serenidad (1914), publicado dos años después de la muerte de la amada. En él se nos muestra como un poeta cristiano y el erotismo juvenil ya es sólo un recuerdo que desaparecerá por completo en Elevación (1917).

Amado Nervo ha ido alejándose poco a poco del modernismo para entrar en sí mismo. Ha llegado a su madurez como escritor y de ahí el tratamiento de los temas religioso-filosóficos. En Elevación utiliza toda clase de rimas, versos libres y huye de la excesiva utilización de imágenes en los poemas. Ha llegado a la simplificación del poema (que supone una fácil lectura y de ahí su éxito6) y a través de ella a esa tranquilidad de espíritu que buscó a lo largo de su vida, siempre por medio del amor. Por ello, en mayo de 1915, cuatro años antes de morir, escribía:


Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida estamos en paz!


(Obras completas, tomo II, p. 1733)                


En El estanque de los lotos (1919) nos encontramos un Nervo que realmente podríamos llamar «místico», pero no dándole a la palabra el sentido que tiene comúnmente en occidente. En esta última época el poeta, dentro de una simbología cristiana hasta este momento, ha encontrado la paz, pero a través de la filosofía y la espiritualidad hindú. Desde el poema «La Hermana Agua» (Poemas) en que la inspiración cristiana estaba muy presente (es evidente la referencia a San Francisco de Asís) y su ansia de divinidad le hacía desarrollar una especie de panteísmo universal, poco a poco desaparece de su poesía esta religión dirigiéndose hacia el mundo oriental, cuyo símbolo es el loto, y culminando con este libro.

No podemos olvidar la alusión a los tres libros póstumos de poesías de Amado Nervo que resumen uno de los aspectos más importantes en la vida del autor: el amor. Nos referimos a La amada inmóvil (1920), El arquero divino (1922) y La última luna (1943).

El primero le ha valido el título de «poeta del amor» y está escrito en una época de crisis: después de la muerte de Ana Cecilia Dailliez. Plenamente modernista por el tema y por la métrica, en él nos explica la historia de su relación amorosa a través del tiempo y desde el momento en que la mujer ya ha muerto.

El arquero divino y La última luna son también versos en la misma línea temática y formal. Este último título le ha sido dado por Alfonso Méndez Plancarte al publicar el cuaderno íntimo del último amor de Nervo en Buenos Aires en 1919.

Podemos terminar con las palabras de Raúl H. Castagnino que resumen el quehacer poético del autor:

Nervo descubrió su vocación poética entre los dulzores románticos del seminarista; le atrajeron, luego, los clisés de las legiones rubendarianas y, pagando tributo a las formas, alcanzó el ecuador modernista. Pero, cuando halla el Amor, su poesía se hace más honda, más recoleta, más suya7.





Prosa

La obra en prosa de Nervo es también de una extensión considerable. Francisco González Guerrero nos dice que «la fama del poeta ha dejado en segundo término al prosista. Hay quienes ignoran las mejores prosas de Nervo...»8.

Podemos hablar de tres vertientes en la prosa del mexicano: por una parte, los textos periodísticos, ensayos literarios y crónicas; por otra, la obra narrativa, donde se reúnen novelas y cuentos; y finalmente la prosa poética.

Con respecto a los primeros hay que decir que son en su mayoría textos muy breves que contienen una gran dosis de ingenio y humor. Colaboró en El Correo de la Tarde de Mazatlán a través de reseñas de los bailes ofrecidos allí y en ellos se atiene al gusto de la época, describiendo en un estilo muy romántico a las jóvenes que asistían a las fiestas. Aparecen estas crónicas bajo el seudónimo de Román.

En El Nacional también contribuyó con algunas crónicas teatrales, ensayos y artículos sobre costumbres mexicanas de los que se desprende no poco humorismo. En este caso el seudónimo utilizado fue Rip-Rip, quizá como influencia de Gutiérrez Nájera, al que admiró desde su más temprana juventud, y de quien fue compilador y prologuista en el volumen III de sus Obras. Igualmente publicó en el mismo periódico entre 1895 y 1896 la colección Fuegos fatuos y pimientos dulces y Semblanzas íntimas en 1895.

Pero sus colaboraciones se extienden también a otros periódicos como El imparcial (del cual fue corresponsal en Europa y en el que colaboró con Luis G. Urbina) y El Mundo, en los que aparecieron Semblanzas y crítica literaria en 1898. La Semana y la Revista Moderna, en la que empezó su actividad de crítico, con comentarios acerca de casi todos los literatos del momento. En todos los casos la participación de Nervo era muy celebrada por los lectores de la época, tanto por su estilo y bien hacer como por la tirada que se desprende de sus escritos, característica que no desapareció de ellos ni siquiera en los informes diplomáticos que se veía obligado a mandar desde Europa a la Secretaría de Relaciones mexicana, también desde España mandó periódicamente informes sobre lengua y literatura (estilo, métrica, poesía lírica, etc.) entre noviembre de 1905 y septiembre de 1906.

En 1895, residiendo ya en la capital mexicana, comenzó a ser famoso gracias a la publicación de su novela El Bachiller, que supuso un escándalo en el país por su fuerte carácter naturalista. El propio director de la Biblioteca Nacional, José M.ª Vigil, «tuvo que aplacar la polvareda que se levantó en el pacato ambiente de la época»9 por desarrollar un tema bastante escabroso. Es la historia de Felipe, un muchacho que a los catorce años e influido por el ambiente en que siempre ha vivido (una sociedad casi de la Edad Media, patriarcal y muy religiosa), decide seguir la carrera sacerdotal. Pero en la vida del joven Felipe surge el problema de una relación amorosa con Asunción, la hija del administrador. El conflicto que genera en él la contraposición entre la carne y el espíritu hace que, en una resolución dramática, en la escena final de la novela, se castre a sí mismo para no caer en la tentación. Es un final en el que Nervo, probablemente tratando de ser original, asombra a sus lectores, acostumbrados al refinamiento modernista, utilizando una técnica más propia del naturalismo:

Por lo audaz e imprevisto de su forma, y especialmente de su desenlace, ocasionó en América tal escándalo, que me sirvió grandemente para que me conocieran. Se me discutió con pasión, a veces con encono; pero se me discutió, que era lo esencial. El Bachiller fue publicado en francés por Varnier, el editor de Verlaine...


(Obras completas, tomo II, p. 1065)                


En la edición original la novela estaba dividida en cuatro capítulos bastante explícitos con respecto a su contenido: Preludio, En brazos del ideal, Tentación y Orígenes. Hay que señalar que, quizá como justificación del tema, Nervo encabeza la novela con una cita del Evangelio de San Mateo:

Por tanto, si tu mano o tu pie te fuere ocasión de caer, córtalos y échalos de ti, mejor es entrar cojo o manco en la vida que teniendo dos manos y dos pies ser echado al fuego eterno. Mat., XVIII.


(Obras completas, tomo I, p. 185)                


En la misma línea de naturalismo está su segunda novela. Pascual Aguilera que, aunque escrita en 1892 no fue editada sino años después de El Bachiller. Hay en ella también escenas escabrosas y explicaciones excesivas de ciertas situaciones que el lector de la época, acostumbrado sobre todo a la poesía de Amado Nervo, le sorprendieron desagradablemente.

La tercera novela, El donador de almas (1899) se aparta de la tendencia de las anteriores para ofrecernos fantasía, filosofía y humor. Se publicó por entregas en la revista Cómico a partir del 9 de abril de 1899.

Al comienzo de la novela nos encontramos con la figura de un médico muy bien considerado por su competencia, pero que carece de alma. Un poeta amigo suyo le da una y éste es el tema de la novela: la relación del médico con su alma10.

Se puede decir que es una anticipación, en cuanto a tema y técnica, de los posteriores cuentos publicados por el autor. Nos estamos refiriendo a los Cuentos misteriosos, colección aparecida después de su muerte que recoge escritos de diferentes épocas. En ellos predomina, no el misterio, como podría pensarse al leer el título, sino la fantasía, y podemos encontrar, de nuevo, esas tres etapas características también de la poesía de Nervo: en primer lugar, la apasionada y romántica, en la que el tema se centra en el amor; un amor que lleva a la muerte. Los dos cuentos más representativos de esta etapa podrían ser «La yaqui hermosa» y «Los que no quieren que son amados». El primero cuenta la historia, tradicional en el romanticismo hispoanoamericano, de una india hermosa que muere de amor. El segundo cuento tiene un matiz distinto, aunque igualmente romántico: el suicidio será la forma de demostrar el amor por el hombre amado que no correspondía a la que lo ama.

La segunda etapa es ya plenamente modernista, con cuentos como «El horóscopo», «Don Diego de noche», «Muerto y resucitado», «El mayusculismo», «Historia de un franco que no circulaba» (con influencia directa de Gutiérrez Nájera y su «Historia de un peso falso»), en los que predomina la crítica social, la ironía, el humor y, a veces, incluso el sarcasmo. La afición y veneración que los modernistas sintieron por París se hace patente en dos cuentos: «Una marsellesa» y «Buquineando» en los que se pone de manifiesto el amor que Nervo sintió por aquella ciudad. Leemos en «Una marsellesa»: «Mi alma venía de Francia, no sé por qué caminos misteriosos, a través de quien sabe qué peregrinaciones oscuras» (Obras completas, tomo I, p. 386).

La última etapa está representada por un intento de búsqueda de la sencillez y un gusto por los temas religioso-filosóficos. Es el caso de «El signo interior» en el que el deseo de encontrar la paz que tiene la protagonista pudiera ser una trasposición del estado anímico de propio autor.

Hay además en la colección de Cuentos misteriosos otros que podríamos considerar como antecedentes de la literatura de tendencias posteriores. Son los cuentos en los que la fantasía ocupa un lugar esencial, aún cuando Nervo apunte algunas veces un dato científico para dar al relato mayor credibilidad. Se diría que estos cuentos son la puerta abierta a la literatura fantástica. Es el caso de «El país en que la lluvia era luminosa» (que en su estructura nos recuerda a «la lluvia de fuego» de Leopoldo Lugones). En él un viajero llega a una ciudad misteriosa a orillas de un mar de aguas fosforescentes. Al lado de esto nos ofrece una serie de datos científicos sobre las causas que producen el fenómeno de la fosforescencia. Al final del cuento comienza a llover de una manera misteriosa:

Todo en contorno era luz: luz azulada que se desflecaba de las nubes en abalorios maravillosos; luz que chorreaba de los techos [...] como pálido oro fundido: [...] luz [...] formando arroyos de un zafiro o de un nácar trémulo y cambiante.


(Obras completas, tomo I, p. 408)                


En el cuento «La serpiente que se muerde la cola» sería posible observar una referencia al mito del eterno retorno11. Y en «El ángel caído» nos cuenta la historia de un ángel que llega a la tierra donde lo encuentran dos niños con quienes va a compartir los juegos y todos los sucesos de la vida cotidiana. Desde el comienzo hasta el final del cuento nos movemos en el plano de la fantasía y observamos el suave lirismo que se desprende de la narración.

Hay que recordar también las obras narrativas publicadas en España (Almas que pasan, El diablo desinteresado, El diamante de la inquietud, Una mentira, Un sueño, El sexto sentido y Amnesia) entre los años 1916 y 1918.

Concluyamos con unas breves palabras sobre la prosa poética del autor en la que se pueden incluir los textos del El éxodo y las flores del camino, La amada inmóvil y Plenitud. El primero nos ofrece una crónica en la que se pone de manifiesto su adoración por la capital francesa que contrasta con las meditaciones filosóficas de Plenitud, que pueden ser consideradas como la cumbre espiritual del autor. En La amada inmóvil encontramos la historia de la muerte de Ana Cecilia Luisa Dailliez recreada por quien más la amó. Con respecto a esta prosa poética, podemos concluir haciendo nuestras las palabras de Manuel Durán:

Los poemas en prosa de Nervo no han formado escuela: eran demasiado personales y subjetivos, respondían a una paz interior que nuestra época ha conocido sólo de oídas y que casi no podemos comprender12.








 
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