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291

En el Quijote, los dados sólo aparecen en dos frases metafóricas que, además, se repiten (correr el dado: I, 20 y 25; echar dado falso: I, 47 y II, 33). Las menciones del ajedrez son menos frecuentes aún: una, como juego admitido en las «repúblicas bien concertadas» (I, 32) y otra, en una comparación de tipo moral (II, 12). Fuera del Quijote, los dados no están aludidos sino una vez en el Persiles, y el ajedrez, lo mismo, en El Gallardo español.

 

292

En mi Léxico del naipe (siglos XV a XVIII), en preparación.

 

293

Novelas ejemplares, ed. citada, tomo I, págs. 243-244.

 

294

«Las flores de Rinconete», artículo publicado en Los Lunes de El Imparcial (4-II-1905) y reproducido en Ensaladilla. Menudencias de varia, leve y entretenida erudición, segunda serie de Burla burlando, Madrid, 1923, cap. VI, págs. 68-78. Véase también su ed. crítica de Rinconete y Cortadillo, Sevilla, Francisco de P. Díaz, 1905, págs. 404-408 (hubo segunda ed., muy aumentada, en Madrid, Revista de Archivos, 1920).

 

295

Francisco de Luque Fajardo, Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos, Madrid, Serrano de Vargas, 1603. Texto reeditado modernamente por Martín de Riquer, Real Academia Española, 1955 (Biblioteca selecta de clásicos españoles, XVI y XVII). No fue Rodríguez Marín el único en valerse de este tratado para comentar las obras de Cervantes: también lo aprovechó -y mucho más abiertamente- Joaquín Hazañas y la Rúa, Los rufianes de Cervantes, Sevilla, Izquierdo y C.ª, 1906, cap. IV, págs. 36-51.

 

296

Novelas ejemplares, ed. citada, tomo I, pág. 293.

 

297

Comedias y entremeses, ed. Schevill-Bonilla, tomo III, pág. 143 (véase una larga nota, págs. 251-253).

 

298

La expresión es de Matías de los Reyes, en El Menandro (c. 1623-1636), consultado en la Colección selecta de antiguas novelas, Madrid, E. Maestre, 1909, tomo X, pág. 20. Se encuentran series de flores naipescas en los textos siguientes:

-Vicente Espinel, Sátira contra las damas de Sevilla (1578), vv. 142-150 (en la ed. de José Lara Garrido, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXXXII, núm. 4, 1979, pág. 791).

-Romance de Perotudo (1609), vv. 29-36 y 63-68 (en Poesías germanescas, ed. de John M. Hill, Bloomington, Indiana University, 1945, pág. 55).

-Antonio Mira de Amescua, No hay dicha ni desdicha hasta la muerte (1628), acto segundo, vv. 1261-1266 (en la ed. de Vern G. Williamsen, Columbia, University of Missouri Press, 1970, pág. 72).

 

299

Son exactamente doscientos dieciséis los juegos de Gargantúa (Lib. I, cap. 22). No todos, por supuesto, son juegos de naipes. Hubiera sido interesante ver qué equivalencias hubiera propuesto para dichos juegos un traductor español del siglo XVI o XVII. Pero se sabe que no hubo versión castellana de Rabelais antes de principios del siglo XX (trad. del Gargantúa por E. Barriobero y Herrán, en 1905). Para la lista de juegos de naipes españoles propuesta por Suárez de Figueroa (1615), véase el apéndice del presente trabajo.

 

300

Numerosos ejemplos y análisis muy agudo en un artículo de Daniel Devoto, «Gracián y el naipe criollo», recogido en Textos y contextos. Estudios sobre la tradición, Madrid, Gredos, 1974, págs. 312-324. Para la literatura dramática, pueden consultarse unas notas de Louis C. Pérez: «Con relación a los naipes en el teatro del XVII», Bulletin of the Comediantes, vol. 33, 1981, núm. 2, págs. 139-147 (buenos ejemplos, pero comentario a veces erróneo).