La variada y caprichosa inclinación que nuestros calígrafos han dado a la letra española prueba que esta letra no tiene inclinación fija, y esta variedad es otro argumento en pro de la dirección vertical que es fija.
Para que se comprenda cuán fácilmente nos encariñamos con lo usual y nos resistimos a admitir innovaciones, conviene añadir que los franceses, acostumbrados a la letra vertical, se resistieron a la admisión de la letra inclinada con el mismo tesón que hoy se resisten a la vertical los españoles y otros pueblos de Europa.
Sistema natural de Escritura vertical, por A. Newlands y Row (Manual del maestro). Boston, 1898.
New Shyle vertical Writing, by John Jackson. Copy Books. London.
El Lector moderno, por Appleton. 2.ª edición. Nueva York, 1900. Dos volúmenes.
El Lector americano, por Manuel A. Ponce. Santiago de Chile, 1899.
Libro tercero de Lectura, por Sarah Louise Arnold y Charles B. Gilbert, traducido por Manuel Fernández Juncos. -Silvert, Burdet and Company. -New York.
Merece citarse, entre otros, un artículo de una revista de Hamburgo titulada Zeitschift für Schulgesundheitsplege (Revista de Higiene escolar), firmado por R. E. Peerz, de Innsbruck.
Del lat. ornamentum; de orno; del gr. hoora, belleza: lo que embellece o hermosea.
Todo trazo caligráfico que no sea signo o parte de un signo es un adorno.
El adorno de la letra ha sido llamado por algunos calígrafos gramatocosmia; del gr. gramma, letra, y kosmos, adorno; adorno de letras; pero tal palabra no ha sido admitida todavía por la Real Academia Española.
La rúbrica no se usó hasta principios del siglo XV, año 1410.