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ArribaAbajoDiálogo Quinto

Armonía y tejido de las composiciones poéticas en general


Sofronia. Mi venerado Metrófilo, mucho he deseado tu visita de hoy, porque estoy ya cansada de hacer versos, sin formar con ellos jamás una poesía.

Metrófilo. Vengo puntualmente, Sofronia, para aliviarte de este fastidio. Te dije en los Diálogos antecedentes, que toda composición poética tiene dos especies de armonía; una, que es particular de cada verso; y otra que es general del complejo de todos ellos. La armonía de cada verso, considerado por sí solo, depende del número de sus sílabas, y de la distribución de sus acentos: y la armonía general de toda la composición depende del número y orden de sus versos, y del número y orden de sus consonantes. Acerca de la primera armonía particular te he dicho ya todo lo que necesitas saber. Hoy te hablaré de la segunda armonía general; y así pasaras, según tu deseo, de la composición del verso a la de la poesía.

Sofronia. Acuérdate, Metrófilo, que mi corto entendimiento necesita que me expliques las cosas con mucha claridad.

Metrófilo. No tienes que asustarte, Sofronia; porque ya las cosas más difíciles se pasaron. La poesía (según te dije en otra ocasión) puede dividirse en dos clases: la una, se hace con consonantes, y la otra sin ellos. Te hablaré primero de esta segunda, de la que hay menos que decir; y después nos detendremos más de espacio sobre la otra, que es capaz de un mayor número de combinaciones.

Sofronia. Me acuerdo de lo que me dijiste en otra conferencia: que en cierto modo es más difícil el hacer una composición poética sin consonantes, que con ellos; porque es menester recompensar con otras buenas calidades la falta del deleite, que hallamos en la consonancia final de los versos.

Metrófilo. Me alegro de tu memoria, porque me hace esperar, que aprovecharás en el estudio. La poesía sin consonante se puede hacer de versos más largos, o más cortos, a discreción y gusto de quien la hace: pero regularmente se forma, o de solos versos de once pies, o de solos de siete; o bien de versos de siete, y de once, mezclados los unos con los otros, con el orden o desorden que más agradare. Se usa este género de poesía en cartas de amigos, o de amantes; en prefaciones, y dedicaciones de libros; en relaciones de hechos antiguos, o modernos; en diálogos teatrales de cualquiera especie; y en todos los razonados musicales, a que damos el nombre de recitados, porque se cantan con un género de música más llana, y como rezada. Se acostumbra sin embargo en dichos recitados el acabarlos con una pareja de versos, que tengan consonante; y esto principalmente se observa, cuando se sigue lo que llamamos aria o duete, o cualquiera otra pieza vocal instrumentada. Dos reflexiones generales son necesarias para quien compone sin consonante. La primera es, que procure enlazar o encadenar los versos, pasando con el discurso del uno al otro, de modo que se corte, o se concluya el sentido las más de las veces a mitad del verso, rara vez en el fin; porque así la armonía sale tanto más varia, cuanto mayor es la variedad de los versitos, en que por medio de un punto, o de dos puntos, se hace alguna pausa. La segunda reflexión es propia de todo diálogo, en cuyo género de composición sucede varias veces, que un interlocutor acaba de hablar a mitad de verso. En este caso el otro sujeto, que comienza a hablar, ha de formar desde luego la otra mitad, de más o menos pies, según fueren necesarios para completar el antecedente verso no concluido. No te doy ningún ejemplo de semejantes diálogos poéticos, porque los hallarás fácilmente muy buenos en cualquiera de las Óperas de Metastasio, que es el que más ha escrito en este género de versos.

Sofronia. Oiría sin embargo con mucho gusto un Dialoguillo de tu invención, para ver, como observas prácticamente las mismas reglas, que me has dado.

Metrófilo. Quiero contentarte. Fingiré un pequeño Diálogo entre nosotros dos, sobre la misma materia, de que tratamos.

Metrófilo.
En versos sueltos, que sin rima corren,
el dulce Metastasio es entre todos
el Poeta mejor.
Sofronia.
A mis oídos
me parece, más dulce
en aquellos sus versos pequeñuelos,
que Italia lisonjera
asemejó a los soplos apacibles
del aire fresco, que en estío nos viene
el alma a recrear.
Metrófilo.
Sí: son muy blandas,
son tiernas, delicadas, agradables
las rimas, que del labio se desprenden
de armónico Cantor. ¡Mas oh cuan noble!
¡Cuán admirable es el sonoro verso,
que sin el son de placentera rima
con gran deleite al corazón se arrima!


En este Dialoguillo, Sofronia, he puesto en ejecución todas las reglas, que te he dado. Hay dos versos de solos siete pies; los demás son de once: en lo que se va diciendo, acaba siempre el sentido a mitad de verso: cuando un interlocutor deja un verso imperfecto, el otro lo llena inmediatamente: se concluye por fin el Diálogo con una pareja de consonantes. Debiera bastarte lo dicho para comprehender enteramente toda el armonía de los recitados, y de las demás composiciones de la misma clase.

Sofronia. Espero, que me explicarás con igual claridad el tejido de las poesías, que llevan consonante.

Metrófilo. Toda poesía de consonantes (fuera de algunas pocas, desordenadas, o libres, de las que te hablaré después) es un compuesto de diversas piezas, semejantes, e iguales, colocadas sucesivamente una tras otra. Así un Canto de nuestro Ercilla por ejemplo está formado de cincuenta o sesenta piezas, que se llaman Octavas, y todas son semejantes, e iguales; porque cada una de ellas, desde la primera hasta la última, tiene ocho versos, ni más ni menos, todos de once pies, y todos con el mismo orden de consonantes. Una Canción asimismo de Fray Luis de León, es una seguida de cinco, o seis piezas, llamadas Estrofas, formadas todas ellas, desde la primera hasta la última, con el mismo número y orden, así de consonantes, como de versos. El nombre general, que se suele dar a semejantes piezas, es el de estancias; porque concurren todas ellas a formar una sola composición; como las estancias, o cuartos de una casa, concurren a formar un sólo edificio. Estas piezas o estancias, serán el objeto de la conferencia de hoy; porque estando tú bien instruida de todas las partes, de que se puede componer una poesía, comprehenderás más fácilmente la construcción de las poesías enteras, de las que te hablaré más adelante.

Sofronia. Me figuro, que será muchísima la variedad de las estancias, y que hallaré por consiguiente muchísima dificultad en la materia.

Metrófilo. No es el asunto tan difícil, como te lo figuras. ¿Te acuerdas, Sofronia, de lo que te dije en otro tiempo acerca de la división de los versos en dos solas clases?

Sofronia. Me parece, que sí. Me dijiste, que hay versos simples, y versos compuestos. Añadiste, que el verso simple es un versito solo; y el compuesto es un agregado de varios versitos.

Metrófilo. Pues del mismo modo has de considerar las estancias. Hay estancias simples, y estancias compuestas. La estancia simple es una estanciita (llamémosla así) de pocos versos; y la estancia compuesta es un agregado de varias estanciitas.

Sofronia. Me agrada esta distinción, porque me parece, que con ella más fácilmente me haré cargo de todo. Dime pues en primer lugar, cuantos versos se requieren para formar una estanciita.

Metrófilo. No has de poner en ella ni menos de dos versos, ni más de cuatro.

Sofronia. Hazme ver algunas muestras o modelos de las diferentes estanciitas, que se pueden hacer, y del diverso orden con que pueden colocarse sus consonantes.

Metrófilo. Las estanciitas de dos versos, en que no cabe sino un consonante común, se hacen ordinariamente con versos largos o de once pies, o de catorce; pero pueden hacerse también con versos más cortos o de ocho pies, o de siete, y aun de menos. Te daré algunos ejemplos.

Iª. Forma en versos de catorce pies.


En estos versos míos, que te remito, amigo,
mi corazón verás, por lo que en ellos digo.

2ª. Forma en versos de once pies.


En estos versos, que remito, amigo,
verás mi corazón por lo que digo.

3ª. Forma en versos de siete pies.


En mis versos, amigo,
lo que siento, te digo.

Sofronia. Si todo me lo haces ver con ejemplos, como lo has hecho ahora fácilmente lo entenderé.

Metrófilo. Así lo haré también en adelante: antes bien, para que veas con menos trabajo, cual es el verso, que consuena con otro; señalaré sobre un papel con letras mayúsculas la correspondencia de los consonantes, poniendo la letra A en todos los versos, que acaben con el consonante primero, la B en los que acaban con el segundo, y así sucesivamente las letras C, D, &c.

Sofronia. Me parece este método el más claro, y propio para mi cortedad.

Metrófilo. Óyeme pues. La estanciita de tres versos es capaz de dos diferentes configuraciones, pudiéndose poner un consonante común o en todos los tres versos, o en dos de ellos solamente. Te lo haré ver con variedad de ejemplos.

Iª. Forma en versos de once pies, todos con consonante. Puede ejecutarse asimismo con versos de otras medidas.


Bajaba de los montes el ganado. A.
A pacer en un verde ameno prado, A.
de aguas frescas y claras coronado A.

2ª. Forma en versos de once pies, dos con consonancia, y otro sin ella.


Bajaba de los montes el ganado A.
a pacer en un verde ameno soto,
de aguas frescas y claras coronado. A.

3ª. Forma semejante, con variedad de orden en los consonantes.


A pacer en un verde ameno soto,
de aguas frescas y claras coronado, A.
bajaba de los montes el ganado A.

4ª. Forma semejante, con diversa colocación de consonantes.


Bajaba de los montes el ganado A.
a pacer en un soto coronado A.
de frescas aguas, y de verdes olmos.

5ª. Forma en versos de ocho pies. Puede ejecutarse con cualquiera otra especie de versos cortos.


Si amenaza o nieve. o hielo, A.
la avecilla tiende el vuelo A.
hacia el África por mar.

6ª. Forma semejante, con diverso orden en los consonantes.


Viendo el frío amenazar A.
la avecilla tiende el vuelo
hacia el África por mar A.

Sofronia. La poesía de consonantes, según veo, no pide consonancia en todos sus versos.

Metrófilo. Así es efectivamente: y esto no solo sucede en las estanciitas o estancias menores; pero aun en las mayores y más largas, como lo verás a su tiempo con muchos ejemplos. Pero continuemos ahora nuestro asunto. Las formas más regulares y propias, para distribuir los consonantes en las estanciitas de cuatro versos, son las que se siguen.

Iª. Forma en versos de once pies, todos con consonante. Se puede ejecutar asimismo en versos más cortos. La idea está tomada de un Soneto de Camoens, de quien hizo mucho aprecio y muy grande elogio el Príncipe de los Poetas italianos Torquato Tasso.


Amor es fuego, que arde, y no aparece; A.
es herida, que duele, y nos contenta; B.
es delicia, que agrada, y atormenta; B.
es dolor, que nos mata, y se apetece A.

Forma semejante, con diverso orden de consonantes.


Amor es fuego, que arde, y no aparece; A.
es herida, que duele, y nos contenta; B.
es dolor, que nos mata, y se apetece; A.
es delicia, que agrada, y atormenta B.

3ª. Forma en versos de ocho pies, parte con consonancia, y parte sin ella. Se puede ejecutar asimismo con cualquiera otra especie de versos cortos.


Un descanso, que desvela; A.
un tormento, a que se anhela; A.
un placer, que no consuela; A.
esto, amantes, es amor.

4ª. Forma semejante, con un consonante de menos.


Un descanso, que congoja;
un tormento, a que se anhela; A.
un placer, que no consuela; A.
esto, amantes, es amor.

5ª. Forma semejante, con diversa colocación de consonantes.


Un descanso, que desvela; A.
un tormento, que nos place;
un placer, que no consuela; A.
esto, amantes, es amor.

6ª. Forma semejante, con nueva variación en los consonantes.


Un descanso, que desvela; A.
un placer, que no consuela; A.
un tormento voluntario;
esto, amantes, es amor.

Sofronia. Sobrado difícil es el conservar memoria de tantas, y tan diversas formas.

Metrófilo. No es necesario el tenerlas todas presentes. Basta, que las tengas recogidas en un papel, para poderla mirar e imitar, cuando se te ofrezca la ocasión.

Sofronia. Mucho, me animas, Metrófilo, con pedirme tan poco.

Metrófilo. Has comprehendido, ya la armonía de las que llamo, estanciitas. Pasemos ahora a las estancias mayores, que no tienen regularmente ni menos de cinco versos, ni más de veinte; no porque no pueda absolutamente excederse este número, sino porque los mejores Poetas no lo han excedido. Cada estancia (como ya te dije) es un tejido de varias estanciitas, formadas cada una de ellas o de cuatro, o de tres, o de dos versos, y aun aveces de uno sólo para mayor variedad. Regularmente el número, y aun el orden de semejantes estancias, es libre y arbitrario, como lo irás viendo en los ejemplos. Dos solas leyes has de observar en su distribución. La primera es, que al fin de cada estanciita pongas una parada, esto es, un punto, o dos puntos, o a lo menos5 un punto y coma. La segunda ley es, que procures trabar de algún modo la mayor parte de las estanciitas, repitiendo en una el consonante, que pusiste en otra: y repara, que no te digo todas, sino solo la mayor parte; porque es lícito, y bien hecho, el dejar alguna como solitaria, cuyos consonantes hagan armonía entre sí, sin referirse a los de las otras. En los ejemplos, que te daré por escrito, dividiré las estanciitas sobre el papel con rayas y números, para que veas y entiendas mas claramente su distribución.

Sofronia. Muy larga habrá de ser hoy nuestra conferencia, puesto que me hayas de enseñar con distinción todas las calidades de estancias que se pueden hacer, comenzando de las de cinco versos hasta las de veinte.

Metrófilo. Espero, que la conferencia, por larga que sea, no te causará mucha molestia. Empecemos pues por la estancia de cinco versos.

Iª. Forma con versos mixtos, de siete pies y de once.

I.


Nubecilla en el cielo A.
perturba el aire a veces en verano: B.

2


se cubre el Sol con velo; A.
sopla el Gallego insano; B.
las tinieblas aumenta el polvo vano. B.

2ª. Forma semejante, con variedad en la colocación de los consonantes.

I.


Nubecilla en el cielo A.
Turba el aire en verano: B.

2


sopla el Gallego insano; B.
se cubre el Sol con velo; A.
las tinieblas aumenta el polvo vano. B.

3ª. Forma con versos de ocho pies. Se puede ejecutar asimismo con otros más cortos.

I.


De repente el claro cielo A.
se ennegrece en el verano B.

2


cubre al Sol un denso velo; A.
horroriza el viento insano: B.

3


Huye el tímido Pastor.

4ª. Forma semejante, con diverso orden de consonantes.

I.


De repente en el verano A.
se levanta un viento insano: A.

2


cubre al Sol un denso velo; B.
se ennegrece el ancho cielo: B.

3


huye el tímido Pastor.

5ª. Forma semejante, con otra variedad en los consonantes.

I.


De repente en el verano A.
cubre al Sol un denso velo; B.

2


se ennegrece el ancho cielo: B.
horroriza el viento insano: A.

3


huye el tímido Pastor.

Repara en estas estancias la diversa distribución de las estanciitas, ora de tres versos, ora de dos, y ora también de uno solo. Repara, como las más de las estanciitas están recíprocamente trabadas, correspondiendo los consonantes de la segunda a los de la primera. Observa, que la cuarta forma, cuyas estanciitas no tienen esta mutua correspondencia, es puntualmente la menos armoniosa.

Sofronia. Con la variedad de versos, que me haces oír, se va acostumbrando mi oído a la armonía poética.

Metrófilo. Prosigue pues en escucharme con atención. Las estancias de seis versos, se escriben sobre el papel en dos modos diferentes: ora se forman de tres estanciitas, y ora de solas dos. Verás con los ejemplos las varias construcciones, de que son capaces.

Iª. Forma en tres estanciitas, compuestas de versos de once pies. Puede ejercitarse asimismo con versos más cortos.

I.


Huid, cabritas pobres, de esta vega, A.
buscad en otras tierras acogida; B.

2


que do la planta de mi pie se llega, A.
la yerba misma es quitaría la vida: B.

3


el llanto, con que riego aqueste prado, C.
de mis ojos desciende emponzoñado C.

2ª. Forma semejante, con otro orden de consonantes.

I.


Huid, cabritas pobres, de esta vega, A.
buscad en otras tierras acogida; B.

2


pues la yerba os quitaría la vida, B.
donde la planta de mi pie se llega: A.

3


el llanto, con que riego aqueste prado, C.
de mis ojos desciende emponzoñado C.

3ª. Forma semejante, pero con versos mixtos de siete pies, y de once. Se puede también ejecutar con otras medidas arbitrarias.

I.


Huid de esta mi vega, A.
cabritas, a buscar otra acogida; B.

2


que do mi pie se llega, A.
la misma yerba os quitaría la vida: B.

3


yo riego aqueste prado C.
con el llanto, que vierto emponzoñado C.

4ª. Forma semejante, con algunos versos sin consonancia.

I.


Huid con paso rápido,
huid, mis cabritillas, de esta vega; A.

2


que es dañosa y mortífera
la yerba misma, do mi pie se llega: A.

3


yo riego aqueste prado B.
con el llanto, que vierto emponzoñado. B.

Sofronia. Permíteme, que te interrumpa. Quisiera saber, por qué los dos versos, que no tienen consonante, los hiciste esdrújulos.

Metrófilo. Los hice así, no porque sea necesario sino porque faltándoles la armonía6 de la rima, se les añade alguna gracia mayor con aquel poco de semejanza que se nota en la correspondencia de dos esdrújulos.

Sofronia. Bueno es saber aun esto. Prosigue pues en hablarme de la estancia de seis versos, la cual a veces se escribe (según me dijiste) en forma de una pareja de estancias, de tres versos cada una.

Metrófilo. No sería necesario traer ejemplos de semejantes parejas, porque podrías hacértelas por ti misma con solo tomar una estanciita de tres versos, de las que oíste poco antes, y añadir, a manera de segunda parte, otra semejante, cuyos consonantes tengan correspondencia con los de la primera.

Sofronia. Aunque esto para ti será muy fácil; para mí seguramente no lo es tanto.

Metrófilo. Te lo haré ver practicado.

Iª. Forma con versos de once pies. Se puede también ejecutar con otros de otras medidas.

I.


Bajaba Coridón con su ganado A.
a las verdes fresquísimas riberas B.
de este valle, de plantas coronado. A.

2


Con muestras de placer lo recibían C.
las aves, que con voces lisonjeras B.
sus amores cantando se decían. C.

2ª. Forma semejante, con variedad de orden en los consonantes.

I.


Bajaba Coridón con su ganado A.
a las verdes fresquísimas riberas B.
de este valle, de plantas coronado. A.

2


Las aves en las ramas y en las eras B.
dábanle muestras de placer y agrado, A.
sus amores cantando lisonjeras. B.

3ª. Forma semejante, con orden diverso en los consonantes.

I.


Bajaba Coridón con su ganado A.
a las verdes fresquísimas riberas B.
de este valle, de plantas coronado. A.

2


Las aves en las ramas y en las eras B.
con muestras de placer lo recibían, C.
sus amores cantando lisonjeras B.

3


las unas a las otras repetían &c. C.

4ª. Forma semejante, con otra distribución de consonantes.

I.


Bajaba Coridón con su ganado A.
a las verdes fresquísimas riberas B.
de este valle riquísimo de flores. C.

2


Dábanle muestras de placer y agrado A.
las aves en las ramas y en las eras, B.
dulcemente cantando sus amores. C.

5ª. Forma semejante, con nuevo aspecto en los consonantes.

I.


Bajaba Coridón con su ganado A.
a las verdes fresquísimas riberas B.
de este valle riquísimo de flores. C.

2


Dulcemente cantando sus amores C.
las aves en las ramas y en las eras, B.
dábanle muestras de placer y agrado. A.

6ª. Forma en versos de ocho pies. Puede ejecutarse con cualquiera otra especie de versos cortos.

I.


Del invierno al primer hielo A.
la avecilla tiende el vuelo A.
hacia el África por mar B.

2


Mas volviendo primavera, C.
vuelve luego lisonjera C.
nuestro cielo a recrear. B.

. Forma en versos de siete pies. Puede también ejecutarse con versos cortos de otras medidas.

I.


Al primer frío ligera A.
huye volando el ave B.
al África por mar C.

2


Mas luego en primavera A.
con su cantar suave B.
nos vuelve a recrear C.

8ª. Forma en versos de cinco pies. Puede asimismo ejecutarse con cualquiera otra especie de versos cortos.

I.


Temblando el ave A.
al primer frío, B.
suele callar. C.

2


Más al estío B.
luego suave A.
vuelve a cantar. C.

Sofronia. Me parece, que por momentos voy adquiriendo más gusto, y aun habituando mi oído a las diferentes armonías que se me presentan.

Metrófilo. La estancia de siete versos, que es la que se sigue por orden, es la menos usada en las poesías comunes; pues no se halla regularmente sino en una especie de canciones, con que intentan los modernos imitar a los Griegos. Sus mejores formas son las dos siguientes.

Iª. Forma en versos mixtos, de siete pies, y de once. Se puede también ejecutar con versos uniformes, o todos largos, o todos cortos.

I.


Al Pastor de un ganado A.
voraz un lobo arrebató una oveja: B.
suspira el desdichado, A.

2


al alto cielo con dolor se queja, B.
e inconsolable de llorar no ceja. B.

3


Así yo gimo, y día y noche lloro, C.
porque en mi amigo yo perdí un tesoro. C.

2ª. Forma semejante, con variedad en la calidad de los versos, y en el orden de los consonantes.

I.


Al Pastor de un ganado A.
voraz un lobo arrebató una oveja: B.
el infeliz se queja, B.

2


corre gimiendo de uno a otro lado, A.
con dolor, con enfado. A.

3


Así yo gimo y lloro, C.
porque en mi amigo yo perdí un tesoro. C.

Estas son las formas que podrás imitar en la composición de estancias de siete versos, de las cuales, ya te he dicho, que no se hace mucho uso.

Sofronia. No podrás decir lo mismo (me parece) de las estancias de ocho versos, pues suenan muchas veces en las bocas y libros de nuestros Poetas.

Metrófilo. Tienes razón, Sofronia. La estancia de ocho versos, que llaman vulgarmente Octava, no solo es una de las más usadas, pero una también de las más bellas y armoniosas. Oye una octava, que hizo nuestro insigne barcelonés Boscán a imitación de otra del cardenal Bembo.

I.


Amor es voluntad dulce y saborosa, A.
que todo corazón duro enternece: B.

2


el amor es el alma en toda cosa, A.
por quien remoza el mundo y reverdece: B.

3


el fin de todos en amor reposa, A.
en él todo comienza y permanece: B.

4


de este mundo, y del otro la gran traza, C.
Con sus alas amor todo lo abraza. C.

Lo que más particularmente has de observar en este género de estancias, es la distribución de sus estanciitas; que en el ejemplo, que te he propuesto, son cuatro; aunque también pueden hacerse de tres solas, y aun de solas dos. La Octava de cuatro, estanciitas. que es entre todas sus formas la más hermosa y mejor, ha de tener cuatro paradas; en el segundo verso, en el cuarto, en el sexto, y en el octavo. La de tres estanciitas, tres paradas; en el segundo, en el cuarto, y en el octavo verso. La de dos finalmente ha de tener dos, la una en el verso cuarto, y la otra en el octavo. Es cierto, que estas leyes no se observan con rigor principalmente en las composiciones de muchísimas octavas, como lo es el poema de nuestro Ercilla. Mas no por esto te has de dejar arrastrar del estragado gusto de algunos, que pasan sin parada alguna, aun en composiciones cortas, del segundo verso al tercero, del cuarto al quinto, y del sexto al séptimo; haciendo con esta una confusión tan monstruosa, que destruye de un modo insuportable la armonía delicadísima de la Octava.

Sofronia. Recojo en mi mente con el mayor cuidado las advertencias, que me das; y me parece haber ya comprehendido toda la dulce armonía de las estancias de ocho versos.

Metrófilo. Aun hay algo más que saber sobre las mismas estancias, pues hay todavía otras tres formas de muy diferente construcción.

La primera consiste en ocho versos de once pies cada uno, con la siguiente distribución de consonantes; la cual, aunque ya no es de moda, fue muy usada en otros tiempos.

I.


No vive el hombre, sin que tema o espere, A.
sin continuas mudanzas de fortuna: B.

2


El bien lo regocija, el mal lo hiere; A.
sin dolor o placer no hay hora alguna: B.

3


Si ve nacer, aliento nuevo adquiere; A.
si ve morir, la muerte lo importuna: B.

4


Vive siempre en zozobra, y siempre muere, A.
comenzando a morir desde la cuna. B.

La segunda, forma es en versos mixtos, parte de once pies, y parte de siete. Esta forma puede llamarse arbitraria, porque puede el Poeta a su arbitrio mezclar los versos como quiere, y distribuir los consonantes como mejor le vengan. La siguiente distribución, que es de nuestro Balbuena, merece el primer lugar entre todas.

I.


¡Qué gusto es ver un simple Pastorcillo A.
en el campo criado B.
y allí también con él sus pensamientos! C.

2


Tocar el caramillo A.
es su mayor cuidado; B.
repastar las ovejas sus contentos. C.

3


Nada le quita el sueño; D.
ni fuera de su gusto tiene dueño D.

La tercera forma es una pareja de dos estancias de cuatro versos, que hagan armonía la una con la otra; de un modo semejante a la de dos estancias de tres versos, que concurren a formar una de seis. Te haré ver por escrito sus diferentes modelos, aunque te los podrías formar por ti misma.

Sofronia. Me darás mucho gusto en esto, porque para aprender a hacer una cosa no hay como verla hecha.

Metrófilo. Iª. Forma en versos de once pies. Puede también ejecutarse con versos más cortos.

I.


Amor es fuego, que arde, y no aparece; A.
es herida, que duele, y nos contenta; B.
es delicia, que, agrada, y atormenta; B.
es dolor, que nos mata, y se apetece: A.

2


Es querer lo que amor nos encarece; A.
es un ansia de haber lo que se ausenta; B.
es una vida siempre turbulenta; B.
es un bien, que se asoma, y desvanece. A.

2ª. Forma igual, con otra distribución de consonantes.

I.


Amor es fuego, que arde, y no aparece; A.
es delicia, que, agrada, y atormenta; B.
es herida, que duele, y nos contenta; A.
es dolor, que nos mata, y se apetece: B.

2


Es querer lo que amor nos encarece; A.
es un ansia de haber lo que se ausenta; B.
es un bien, que se asoma, y desvanece; A.
es una vida siempre turbulenta. B.

3ª. Forma igual, con otro orden en los consonantes.

I.


Amor es fuego, que arde, y no aparece; A.
es herida, que duele, y nos contenta; B.
es dolor, que nos mata, y se apetece: A.
es delicia, que, agrada, y atormenta: B.

2


Es un ansia de haber lo que se ausenta; B.
es querer lo que amor nos encarece; A.
es una vida siempre turbulenta; B.
es un bien, que se asoma, y desvanece. A.

. Forma en versos de ocho pies. Se puede asimismo ejecutar con cualquiera otra especie de versos cortos.

I.


Un descanso, que desvela; A.
un tormento, a que se anhela; A.
un placer, que no consuela; A.
esto, amantes, es amar B.

2


Un amor tan tormentoso; C.
un placer tan doloroso; C.
un descanso tan rabioso, C.
en mi pecho no ha de entrar. B.

5ª. Forma igual, con diverso orden en los consonantes.

I.


Un penar en la alegría; A.
un gozar que no consuela; B.
un llorar a que se anhela; B.
esto amantes, es amar. C.

2


Un amor tan doloroso; D.
un placer, que noche y día A.
Atormenta sin reposo, D.
en mi pecho no ha de entrar. C.

6ª. Forma igual, con consonantes diversamente situados.

I.


Un penar en la alegría; A.
un gozar que no consuela; B.
un llorar a que se anhela; B.
esto amantes, es amar. C.

2


Un placer, que noche y día A.
Atormenta sin reposo, D.
un amor tan doloroso; D.
en mi pecho no ha de entrar. C.

7ª. Forma igual, con dos versos esdrújulos sin consonancia.

I.


Un penar en las delicias;
un gozar que no consuela; A.
un llorar a que se anhela; A.
esto amantes, es amar. B.

2


Un descanso tan quimérico,
un placer tan doloroso C.
Un amor tan tormentoso, C.
en mi pecho no ha de entrar. B.

Sofronia. Son todas bellísimas y armoniosas las varias construcciones, que me has indicado, de estancias de ocho versos. Pero me hace miedo el pasar adelante; porque me figuro, que creciendo el número de los versos en las estancias, ha de crecer al mismo paso la confusión.

Metrófilo. No te acobardes, Sofronia; pues hallarás en adelante aun más facilidad.

Sofronia. No puedo casi persuadírmelo.

Metrófilo. Pues así es sin duda. Entiende para tu consuelo, que la construcción de las estancias, cuando pasan de ocho sus versos, es toda arbitraria. Podrás formarlas con la calidad de versos, que más te agradare; con el orden de consonantes, que te pareciere mejor al oído; con la distribución de estanciitas, que te diere casualmente la pluma. Algunas advertencias sin embargo quiero insinuarte, para que puedas ejecutarlo con el mayor acierto.

Iª. Advertencia. La estancia, como ya te dije otra vez, no ha de tener más de veinte versos, porque así lo han querido nuestros mejores Poetas.

2ª. Advertencia. Podrás hacer los versos a tu gusto, o todos cortos, o todos largos, o mezclados los unos con los otros. La mezcla, que se tiene por mejor, y está más en uso, es la de versos de siete pies, y de once.

3ª. Advertencia. Es lícito mezclar en las estancias largas no sólo versos esdrújulos o agudos, pero aun algunos sin consonante.

4ª. Advertencia. Procurarás, que la correspondencia de los consonantes no este muy apartada, para que no se haya de hacer con la memoria sobrado trabajo para oír y gustar su armonía. La mayor distancia, que se permite entre un consonante y otro, es la de cuatro versos intermedios.

5ª. Advertencia. Luego que hayas fijado en una estancia el número y orden de los versos, y el número y orden de los consonantes; has de mantener el mismo número y orden así de consonantes, como de versos, en todas las demás estancias de la composición. Por lo que toca al orden y número de las estanciitas, puedes variar, si quieres; pero en poesías de pocas estancias mejor es no variar.

Sofronia. Quisiera ver practicadas estas tus advertencias en varias estancias de diferentes medidas, que puedan servirme en adelante como de modelo.

Metrófilo. Te daré con mucho gusto los modelos, que pides; y para que sean más autorizados y dignos de tu imitación, los sacaré de las obras de nuestros Poetas más clásicos. Empezaré por una estancia de nueve versos, con la que dio principio Lupercio Leonardo de Argensola a su Canción intitulada La Esperanza.

I.


Aplácase muy presto A.
El temor importuno, B.
Y déjase llevar de la esperanza. C.

2


Infierno e manifiesto A.
no ver indicio alguno B.
de que puede en la pena haber mudanza C.

3


Aflige la tardanza C.
del bien; pero consuela D.
si se espera, el saber, que el tiempo vuela D.

Repara, como está tejida esta estancia. Sus estanciitas son tres: cada una de ellas se compone de tres versos, uno de once pies, y dos de siete: los consonantes de la primera, todos tienen correspondencia con los de la segunda; y el último consonante de la segunda hace armonía con el primero de la siguiente. Para que te hagas cargo de las diferentes construcciones, de que es capaz un mismo género de estancias; te presentaré otro modelo de nueve versos, sacado de una bellísima Canción de Don Luis Góngora.

I.


Vuelas, oh Tortolilla,
y al tierno Esposo dejas A.
en soledad y quejas. A.

2


Vuelves después gimiendo;
recíbete arrullado; B.
Lasciva tú, si él blando B.

3


Dichosa tú mil veces,
que con el pico haces C.
Dulce guerras de amor, y dulces paces. C.

Esta estancia, a pesar de ser tan hermosa, tiene dos calidades, muy poco favorables a la armonía. La primera es la de tener tres versos sin consonancia: y la segunda la de estar sus estanciitas como solitarias, sin tener correspondencia los consonantes de la una con los de la otra.

Sofronia. Sin embargo te aseguro, que me suena muy bien al oído la estancia de Góngora, aunque más fácil y sencilla que la de Argensola; de suerte que dudaría mucho en preferir la una a la otra.

Metrófilo. Oirás ahora, Sofronia, la armonía de una estancia de diez versos, todos ellos iguales, y de solos ocho pies cada uno. El modelo no es de autor tan antiguo, como los pasados; pero es ingenioso y plausible.

I.


Aquí yace un jabalí A.
a manos de una deidad, B.
muriera de vanidad, B.
si otra vez volviera en sí. A.

2


Cazador, que por aquí A.
en busca de fieras vas, C.
vuelve los pasos atrás, C.
que ya no hay fiera con vida: D.

3


Ésta murió de la herida, D.
y de envidia las demás. C.

Esta especie de estancias (que nosotros llamamos Décimas, muy poco conocidas fuera de España) es ciertamente armoniosa, así por la distribución de sus estanciitas, como por la complicación de sus consonantes. Se hace uso de ellas regularmente para composiciones ingeniosas y delicadas.

Sofronia. Son bellísimos los ejemplares, que me has propuesto hasta ahora, de estancias de nueve versos, y de diez. Espero, que me agradarán igualmente las de medida más larga.

Metrófilo. Luis Martín, uno de nuestros Poetas del buen siglo, entre otras bellísimas producciones nos dejó la siguiente en una sola estancia de doce versos.

I.


Iba cogiendo flores, A.
y guardando en la falda B.
mi ninfa para hacer una guirnalda B.

2


Mas primero las toca C.
a los rosados labios de su boca, C.
y les da de su aliento los olores. A.

3


Estaba por su bien entre una rosa D.
una abeja escondida, E.
Su dulce humor hurtando: F.

4


Y como en la hermosa D.
flor de los labios se halló, atrevida E.
la picó, sacó miel, fuese volando F.

Es delicadísimo el pensamiento, de esta pequeña poesía. Es digna también de observarse la armoniosa distribución así de las estanciitas, como de los consonantes. La correspondencia de éstos es tal, que todos hieren el oído, por más que dos de ellos estén en la mayor distancia, habiendo de por medio cuatro versos entre el uno y el otro.

Sofronia. Nos vamos siempre engolfando, en estancias más largas; y voy siempre temiendo, que ha de crecer para mí la dificultad a medida de su mayor complicación.

Metrófilo. En las estancias más largas no crece la dificultad: crece solamente el número de las estanciitas. Repáralo en esta bellísima estancia de trece versos, con que dio principio el suavísimo barcelonés Juan Boscán a una Canción intitulada La ausencia de la Persona amada.

I.


Claros y frescos ríos, A.
que mansamente vais B.
siguiendo vuestro natural camino: C.

2


Desiertos montes míos, A.
que en un estado estáis B.
de soledad muy triste de contino: C.

3


Aves, en quien hay tino C.
de descansar cantando D.

4


Y en fin también morís, E.
y estáis perdiendo a tiempos, y ganando: D.

5


Oídme juntamente F.
mi voz amarga, ronca, y tan doliente. F.

¡Cuán bien ordenados están los consonantes! ¡Cuán bien distribuidas las estanciitas! La última hace armonía por sí sola: en lo cual es bien, que repares; porque el más agradable final de una estancia es el de una pareja de consonantes, o tengan, o no tengan correspondencia con los antecedentes.

Sofronia. Con las varias configuraciones de estancias, y con las reflexiones que tú añades, voy gustando siempre más y más de la agradable variedad de sus armonías.

Metrófilo. Observa pues ahora el primoroso tejido de una estancia de catorce versos, tomada de las Obras de Garcilaso, Poeta tierno y dulcísimo, que murió en guerra con glorioso coraje bajo las banderas de Carlos Quinto. Llora en ella un Pastor por la muerte de su amada Pastorcilla.

I.


¿Do están ahora aquellos claros ojos, A.
que llevaban tras de sí como colgada B.
mi ánima, doquier que se volvían? C.

2


¿Do está la blanca mano delicada. B.
llena de vencimientos y despojos, A.
que de mí mis sentidos la ofrecían? C.

3


¿Do las trenzas, que vian C.
con gran desprecio al oro, D.
como a menor tesoro? D.

4


¿Do la columna, que con bizarría E.
el noble techo de oro sostenía? E.

5


Por desventura mía, E.
en la fría, desierta, y dura tierra. F.

Sofronia. Muy armoniosa me parece la estancia de Garcilaso, aunque no remate con la acostumbrada pareja de consonantes.

Metrófilo. No te agradará menos la siguiente, que consta de diez y siete versos. Es la primera de una excelente Canción, que compuso nuestro sublime Poeta Francisco de Rioja, sobre las ruinas de la antiquísima ciudad de Itálica, hoy Santiponce, patria famosa de los dos Emperadores españoles Trajano y Adriano7.

I.


Estos, Fabio, ¡ay dolor! que ves ahora A.
campos de soledad, mustio collado, B.
fueron un tiempo Itálica famosa. C.

2


Aquí de Cipión la vencedora A.
Colonia fue. Por tierra derribado B.
yace el honor de la Ciudad gloriosa. C.

3


Su muro, lastimosa C.
reliquia es solamente. D.

4


De su invencible gente D.
sólo quedan memorias funerales, E.
donde erraron ya sombras de alto ejemplo: F.

5


Este llano fue plaza; allí fue el templo F.
De todo apenas quedan las señales8 E.

6


Del gimnasio, y las ternas regaladas G.
leves vuelan cenizas desdichadas. G.

7


Las torres, que desprecio al aire fueron, H.
a su gran pesadumbre se rindieron. H.

Sofronia. Tiene mucha majestad esta estancia de Rioja; y reparo, que hay en ella a mitad de verso algunas paradas, que contribuyen para hacerla más majestuosa.

Metrófilo. Pero has de reparar también, que a pesar de estas paradas extraordinarias, de que podrás hacer uso en las ocasiones; no has de omitir las ordinarias y regulares, que son absolutamente necesarias para la distribución de las estanciitas; ni has de imitar con sobrada facilidad los ejemplos contrarios, aunque sean de Poetas célebres y clásicos. Los ejemplares, que te he propuesto hasta ahora te debieran bastar para tener alguna idea de todas las especies de estancias, de que podrás valerte para tus composiciones poéticas.

Sofronia. Nos queda sin embargo otro artículo, si no me engaño; pues has dicho, que se usan algunas otras poesías libres y desordenadas sin uniformidad alguna en sus estancias.

Metrófilo. Esas poesías, que llamas libres, se pueden reducir a dos solas clases: la una tiene el nombre de Ditirambo, que es lo mismo que decir Baco, el ídolo de los borrachos: y la otra se denomina Silva, o bien Idilio.

El Ditirambo se pone en boca de persona, que esté como fuera de sí, o por borrachera, o por locura, o por furor, o por cualquiera otra pasión extraordinaria y violenta. El Poeta, para acomodarse al asunto, y a la persona, ha de hablar con palabras extrañas, y con expresiones descompasadas: ha de mezclar, sin orden alguno fijo, variedad de versos ora largos, ora medianos, y ora muy cortos ha de variar también en las estancias; ora haciéndolas semejantes, y ora desemejantes; unas alargándolas, y otras acortándolas; poniendo alguna vez muchos consonantes, y otra vez pocos: ha de remedar en suma el desarreglo y desorden de un borracho.

Sofronia No gustara yo, me parece, de semejantes poesías de taberna.

Metrófilo. Tampoco a mí me agradan. Pero los italianos las estiman; y Francisco Redi entre otros, Poeta del buen siglo, se ha distinguido mucho con ellas.

Sofronia. Me figuro, que la poesía llamada Silva, será otra especie de confusión, semejante a la del Ditirambo.

Metrófilo. Es cosa muy diversa. No tiene en sí otro desorden sino el de no estar distribuidas sus estancias ni arreglados sus consonantes. Se reduce su formación a un tejido de cien versos, o doscientos, o más, todos ellos de once pies, o unos de siete y otros de once; sin división alguna de estancias; ni orden alguno fijo en la colocación de los consonantes, que pueden esparcirse libremente, como se quiere. Te daré por modelo de estas poesías la que compuso nuestro Lope de Vega para describir la creación del mundo, y su primitiva felicidad. Empieza así:

I.


Fábrica fue de inmensa arquitectura A.
este mundo inferior, que el hombre imita; B.

2


pues, como punto indivisible, cierra C.
de su circunferencia la hermosura. A.

3


Ya copiosa la tierra C.
de cuanto en ella habita B.
con tantos peregrinos ornamentos: D.

4


Llenos los tres primeros elementos D.
de peces, fieras, y aves, que vivían E.
de toda ley exentos, D.
si bien al hombre en paz reconocían: E.

5


Aun no pálido el oro, F.
porque nadie buscaba su tesoro, F.
y el diamante tan bruto, aunque brillante, G.
que más era peñasco, que diamante G.

6


Los árboles sembrados de colores, H.
y los prados de flores. &c H.

Sofronia. Me parece, que la poesía, llamada Silva, viene a ser un tejido de una sola estancia, compuesta del mismo modo que las demás, sin diversificarse en otra cosa, sino en ser más larga pues en la distribución de estanciitas y de consonantes, veo, que el método es el mismo.

Metrófilo. Así es sin duda. Las pruebas, que me das de tu comprehensión, me hacen esperar, fundadamente, que mi trabajo no será vano. Por hoy no quiero cansarte más: pero antes de dejarte, quisiera, que me repitieses en pocas palabras toda la lición, que te he dado.

Sofronia. Son tantas, y tan varias, las cosas, que me has dicho; que el reducirlas a pequeño número más es para ti, que para mí.

Metrófilo. Quiero, contentarte aun en esto. Te he hablado hoy de dos clases de poesía; de la ligada, que tiene consonantes; y de la suelta, que no los tiene. La armonía de la poesía suelta depende toda ella de la varia situación de las paradas a mitad de verso; y de la variedad, que de aquí resulta en todos sus versitos; unos más largos, y otros más cortos; unos llanos, otros agudos, y otros esdrújulos. La poesía de consonantes al contrario no pide tantos quebrados, consistiendo su principal armonía en las paradas puestas al fin del verso, y en los consonantes que también se ponen al fin. Para comprehender esta armonía toda ella final, es menester considerar, a cada composición, como a un complejo de varias estancias o estanciitas. Cada estancia o estanciita ha de tener su parada al fin de toda ella; y ha de tener también sus consonantes al fin de todos sus versos, o de los más de ellos. La estanciita no suele tener menos de dos versos, ni más de cuatro; y la estancia (que es un compuesto de estanciitas, arbitrariamente formadas) no ha de tener menos de cinco versos, ni más de veinte; exceptuada la poesía, llamada Silva, que puede considerarse como una estancia sola de extraordinaria extensión. Así las estancias largas como las cortas, se pueden tejer de mil modos muy diferentes, según consta por los ejemplares, que te he dado. Pero para reducir todas las reglas a una sola, basta decir, que el Poeta en la primera estancia de cualquiera composición puede fijar arbitrariamente el número, el orden, y la calidad, que más le agrada, así de versos, como de consonantes; pero después en las demás estancias ha de observar siempre el mismo tejido invariablemente.

Sofronia. Esta última regla es la mejor de todas, porque es sin duda mucha ventaja la de poder formar a capricho en la primera estancia de cualquiera composición poética el orden, que más acomoda, así de consonantes, como de versos.

Metrófilo. Mas tú sin embargo, Sofronia, no has de abusar de esta licencia. Conténtate con seguir las pisadas de los demás, imitando en la construcción de las estancias, y de las estanciitas los buenos modelos que te he propuesto.