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21

Ibíd., t. II, entrega III [19 de julio de 1835], pp. 30 y 31, respectivamente. En el artículo, desde la dicotomía del título, se afirma que, desgraciadamente, en España, salvo unos pocos, en lo referente a las bellas artes «todos ignoran, no solo su dificultad y el grande estudio que para ellas se necesita, sino también su nobleza y faltando en esto a la exactitud y vilipendiando groseramente el empleo acaso más digno de la criatura, confunde al artista, al hombre de genio, al ser privilegiado que al través de una atmósfera corrompida de intrigas disfrazadas con el hábito de dignidades terrestres fija su vista en la bóveda encantada de la inmortalidad donde ve a Homero, Apeles, Dante, Rafael, Velázquez, Byron y otros artistas, con el prosaico artesano o menestral que satisface a nuestras necesidades más comunes» (p. 30).

 

22

El Artista, t. I, entrega XV [21 de junio de 1835], pp. 289-291.

 

23

Ibíd., t. I, entrega XV [12 de abril de 1835], pp. 178-180.

 

24

Ibíd., t. I, entrega XXII [31 de mayo de 1835] pp. 256-257.

 

25

«He expuesto las principales razones que prueban el objeto de este artículo.- pero también lo es que esto solo puede verificarse con la medida y restauración de los mismos monumentos: -lo que no tendrá lugar hasta tanto que convencidos los arquitectos de la utilidad que resultaría a ellos y a la nación de sus estudios e investigaciones, presenten en las públicas exposiciones trabajos tales que den a conocer la diferencia entre el que es verdaderamente artista y el que sólo es constructor». En nota: «Esperamos ver en el nuevo Diccionario de la lengua admitida la palabra pintador, propuesta por El Artista, para diferenciar convenientemente el arte noble del mero oficio.» (No me olvides, 23-7-1837, p. 3, n. 2).

 

26

Op. cit., t. I, p. 289.