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Bibliografía y crítica maxaubiana de 1974 a esta parte

Ignacio Soldevila Durante





Durante el verano de 1992, y por iniciativa de Miguel Ángel González Sanchís, director del Archivo-Biblioteca Max Aub, la Universidad de Castellón un cursillo de verano sobre Max Aub en Segorbe, sede del archivo y biblioteca mencionados. Para esa ocasión preparé un ensayo bibliográfico anotado que se distribuyó entre los participantes y asistentes, y que se ha de publicar con el conjunto de las ponencias. Inédito todavía1, voy a intentar aquí sintetizar el estado de la cuestión en lo referente a ediciones de la obra de Aub y a los estudios aparecidos en los últimos veinte años.

Fallecido Aub a los sesenta y nueve años recién cumplidos, en 1972, dejó una copiosa y polifacética obra literaria. Cuadernos Americanos, en México, dedicaba buena parte de dos números sucesivos (188 y 189), entre marzo y junio del 73, a trabajos y homenajes en torno a su figura y su obra. Poco después, Ínsula publicaba un número doble (320-321) en buena parte dedicado a la obra de Aub. En uno y otro número, coetáneos y contemporáneos españoles y extranjeros de primera línea contribuyen sin restricciones a subrayar la gran importancia de su obra. Es indispensable revisar hoy las razones por las que su obra es aún conocida muy por debajo de sus méritos y difícilmente accesible en muchas de sus partes.

El hecho de que su exilio, iniciado a fines de enero de 1939, se prolongase hasta su muerte no explica sino parcialmente este curioso y lamentable caso. Hemos de considerar otros factores que den razón, en parte también, del estado de la cuestión maxaubiana. En primer lugar, cuestiones de cronología: Aub muere cuatro años antes que Franco. No alcanza, pues, en vida, a ver hundirse el muro de la censura y, por consiguiente, a activar con su presencia la revancha editorial que se le debía. Mientras vivió, los editores aprovecharon el prestigio que aureolaba a los exiliados para publicar cualquier texto que llevara su firma y pudiera pasar la censura, incólume o con mutilaciones. Así, no es de extrañar que abunden las ediciones y reediciones maxaubianas en España hasta el momento de su fallecimiento. El culto a los muertos se practica tal vez en nuestra literatura en los momentos del óbito, y puede ocurrir que, para la ocasión inmediata, se reediten sus libros o se representen sus obras. Pero no fue ese el caso de Aub, como veremos.

Su labor crítica y ensayística, así como su poesía, ha sufrido de algún desvío y por ello me permito empezar, como empezó la carrera literaria de Aub, por estos dos apartados.




Poesía

En mi bibliografía no consta ninguna edición de poesía que rebase la fecha de 1972. Sólo Antología traducida es editada por Seix Barral en ese año y, salvo error, su aparición es anterior a la muerte de Aub. Imposible Sinaí, editada por Seix Barral en 1982, es el único título que podemos considerar aquí: una miscelánea en la que hay cartas, poemas y relatos apócrifos.




Ensayo

De sus libros de estudio y de ensayo, el Manual de historia de la literatura española (México, 1966) lo reedita Akal en 1974, y está a la venta aún en 1994. Con posterioridad a su muerte, sólo en México se ha editado una colección de ensayos sobre temas mexicanos recogidos de publicaciones periódicas de aquel país, en 1974, y con el título de Ensayos mexicanos (México, UNAM). En Creación y público en la literatura española (Madrid, Castalia, 1974) se recogen las actas de un coloquio en el que participó Aub poco antes de su desaparición. Se ha publicado también, en 1985, una colección de grabaciones en las que Aub conversa con Luis Buñuel y entrevista a familiares y amigos a propósito del cineasta, y que constituye parte de la documentación de Aub para un libro que quería titular Luis Buñuel, novela, contrapunteando así su Jusep Torres Campalans y su Vida y obra de Luis Álvarez Petreña, y que dejó en estado larvario. Su título -Conversaciones con Luis Buñuel. Seguidas de 45 entrevistas... (Madrid, Aguilar, 1985)- refleja perfectamente el contenido, que no es, por cierto, sino parte del material que su yerno, Federico Álvarez, intentó estructurar, sin éxito, en sus años.




Narrativa

Su obra narrativa es, sin duda, la que mejor ha resistido la, al parecer inevitable, cuarentena con que se aflige post-mortem a nuestros escritores, y de la que se sale en dirección al Parnaso de los «clásicos» o al limbo de los «raros y olvidados». Por ser la parte más perseguida por el aparato censorio, el conjunto narrativo de El laberinto mágico empezó a publicarse en España por la editorial Alfaguara entre 1978 y 1981, apareciendo los seis tomos correspondientes a las novelas. Por su parte, Seix Barral ha editado dos colecciones de cuentos: la primera, Los pies por delante (1975), que toma su título de uno de los relatos aparecidos en Ciertos cuentos (México, 1955), y la segunda, bajo el título del más sonado de ellos, La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco (1979), diecinueve años después de su aparición en México. Ediciones Bruguera, en 1977, reedita La uña y otras narraciones, ya editada por Ediciones Picazo tres meses antes de la muerte de Aub, y que reúne textos ya publicados en España y otros que, equivocadamente, el prologuista daba por inéditos. En la década de los ochenta, sólo La calle de Valverde ha merecido una reedición española completa (Delos-Aymá -1968- y Seix Barral -1970- la habían publicado mutilada por la censura) con un detenido estudio introductorio y notas de José Antonio Pérez Bowie. Es, de hecho, su primera edición crítica. En la década presente, sólo ha merecido nueva edición, con prefacio de Eduardo Haro Tecglen, Crímenes ejemplares (Madrid, Calambur, 1991), la colección de microrrelatos empezada a publicar por Aub en su revista Sala de Espera entre 1949 y 1950, y que había sido editada en volumen tres veces, la última en España el año de la muerte de Aub. Aunque esa edición (Lumen, Barcelona, 1972) no lleva colofón, es anterior a mayo. Me consta por la dedicatoria del libro que me firmó Aub en Madrid2.




Teatro

En cuanto a su teatro, es necesario contrastar el destino de sus ediciones con el de sus representaciones. Al año siguiente de fallecer, aparece en la Colección Austral (número 1527) una reedición de Deseada -el drama más «clásico» y representado de Aub (1950), junto con Espejo de Avaricia, texto dramático de 1935-. En Teatro de análisis contemporáneo, un tomo de autores varios, de Editorial Aguilar, se reedita en 1975 El cerco, tragedia de 1968, sobre la muerte de Ernesto Guevara. Y desde 1978, la edición de Teatro completo de Aguilar (México, 1968), con un extenso estudio de Arturo del Hoyo, empieza a distribuirse y venderse en España. De 1992 es la última edición de la tragedia San Juan, con una introducción de Roberto Mesa y una biobibliografía de Miguel A. González Sanchís3.

Frente al interés suscitado entre los estudiosos, contrasta el desvío de que sigue siendo víctima por parte del mundo del espectáculo. El teatro de Aub sigue siendo, fundamentalmente, como en 1935, «teatro incompleto», es decir, irrepresentado. Y no fue Aub ni un escritor ajeno a los saberes de la dramaturgia, muy al contrario, ni dejó jamás de tener en cuenta la representabilidad de sus textos a la hora de escribirlos. No se trata, pues, de teatro escrito para ser leído, sino de un teatro que buscaba sus actores y su público.

El teatro de Aub ha tenido y tiene un fiel público lector, como veremos. Pero no ha encontrado aún sus representadores. Salvo por parte de grupos aficionados, prácticamente nada se ha representado de Aub en los escenarios españoles. Las mismas personas que en los años de la dictadura andaban rasgándose las vestiduras porque se les negaba el permiso para representar el teatro aubiano, parecen haberse olvidado del mismo cuando la prohibición cesa de existir. Puedo citar el caso de Nuria Espert, porque me consta por testimonio del propio Aub. Pero no hay por qué hacer con su caso cabeza de turco para una responsabilidad compartida por tantos. Cuando se logró organizar un acto escénico en Madrid a la memoria de Aub, no se representó ninguna obra suya entre las múltiples piezas que siguen irrepresentadas de su opera omnia dramática, sino una adaptación ajena del diario de su viaje a España, La gallina ciega. Si alguien puede, que lo explique. Abusivo como recurso es salirse tangentemente afirmando que un texto dramático está escrito en un tiempo y para los espectadores de una época. Disparate que sólo con la simple mención de las constantes representaciones de nuestros clásicos del repertorio evidencia su condición de deleznable excusa.

En una reciente entrevista en francés, para la televisión de Quebec, Carlos Fuentes, de quien fuera Aub tan buen amigo y mentor, aludía a dos actitudes creativas: la descansada del que escribe para un público existente, y la del que, audazmente, busca a crear su propio público, apostando por un futuro que bien pudiera no llegar nunca. Doble riesgo el que corre un dramaturgo, puesto que ha de apostar por partida doble. No hay que desesperar acerca del futuro del teatro aubiano. Sí lamentar que ni siquiera en los teatros establecidos y subvencionados por el Ministerio de Cultura (¿qué teatro, que no sea de puro consumismo «buleverdero» -modifico conscientemente el término francés- no depende de la subvención para subsistir?) se haya intentado dar al público de hoy las grandes obras de Aub, que exigen costosas inversiones para su montaje. Es, sin duda, esta, la razón fundamental, a mi entender, del desvío. Cuando Aub escribía su teatro, no preveía sino su teatralidad. Su relación, en punto a costes, no le parecía motivo para negar a su pluma la savia de su inspiración. Pero ni siquiera ese pretexto, aducible pata San Juan, No, o Morir por cerrar los ojos, se sostiene cuando se piensa en todo su «teatro menor».

Ya he mencionado que el teatro, como la obra novelística de Aub y, en tercer término, su obra poética, siguen interesando a los estudiosos. Una mirada somera a nuestra bibliografía pone en evidencia tanto el número de los estudios como su extensión y la persistencia del interés a lo largo de los últimos veinte años.




Sobre Max Aub

Entre 1969 y 1975 se presentan en Norteamérica cuatro tesis doctorales sobre Aub: dos en Estados Unidos y dos en Canadá. Salvo error, siguen inéditas las de Paul P. Köhler y de Raymond López Corro sobre la novelística aubiana. Apenas había fallecido Aub apareció mi monografía La obra narrativa de Max Aub4, redactada por encargo de Dámaso Alonso y que Aub llegó a leer en manuscrito, avalorándola con sus juiciosos comentarios y rectificaciones de los datos allí contenidos. La tesis de Francisco A. Longoria -El arte narrativo de Max Aub- aparecerá en 19775 y es la última monografía sobre su narrativa aparecida hasta hoy. El teatro de Max Aub, de José Monleón, es el primer libro sobre este aspecto de la obra aubiana y la única monografía sobre su obra que Aub vio impresa6.

Tras la muerte de Aub, aparecen mi estudio «Max Aub, dramatutgo», en la revista Segismundo7, y el libro de Ángel A. Borrás El teatro del exilio de Max Aub8. Otras tres monografías han aparecido desde entonces sobre el teatro de Aub: la de Estela R. López en Puerto Rico9, la de Pilar Moraleda García sobre su teatro breve10 y la más reciente de la hispanista italiana Silvia Monti, Sala d'attesa. Il teatro incompiuto di Max Aub11.

Del constante interés de los estudiosos testimonian también los escritos de José Monleón12, el libro colectivo sobre El teatro entre la tradición y La vanguardia13 en España, el estudio de Lucio Basalisco14 en Italia, o en Estados Unidos los trabajos de Borrás15 y la tesis de Lucinda W. Wright16.

Parecería evidente, y en general es así, que cuantos manuales y estudios de conjunto se han escrito sobre literatura española en general, y sobre novela en particular, en los veinte años que abarca nuestro examen, hayan tenido buena cuenta de la obra aubiana, y sería tarea innecesaria hacer aquí su recapitulación. Lo más breve resulta, por su rareza y las razones peregrinas que dan sus autores para justificar su actitud, citar los manuales que han rehuido, en los últimos veinte años, tratar de Aub como de sus compañeros de exilio. Me refiero, concretamente, a las sucesivas ediciones de la Historia de la novela española contemporánea que desde 1973 ha publicado J. María Martínez Cachero, y a la muy reciente Historia de la literatura contemporánea (1939-1990), de Óscar Barrero Pérez. Uno y otro, fundamentalmente, rehúyen el estudio de la obra de los «exiliados», porque, como afirma Martínez Cachero, su libro «histórico, más que crítico, atiende a documentar, lo más veraz y completamente que me fue posible, la marcha del género entre nosotros, en España», y especifica inmediatamente: «la novelística del exilio no es objeto de estudio en este libro, y quiero advertir que no por ignorancia ni por desprecio» (1979, 7). Pero precisamente esta edición integra un nuevo capítulo sobre la novela entre los años 1935 y 1939, por lo que acto seguido, contradictoriamente, anuncia que en él «comparecen ambas zonas beligerantes».

Si durante esos años van regresando del exilio varios novelistas, que empiezan a publicar sus novelas en España (Francisco Ayala, Manuel Andújar, Rosa Chacel), y muchos otros, sin regresar (Sender, Aub, Serrano Poncela, Corpus Barga), ven publicadas algunas de sus obras, no parece ser razón suficiente para que se les considere como teniendo una parte en «la marcha del género, entre nosotros». Tal vez sea la definición de ese «nosotros», relacionable con la otra «zona beligerante», lo que podría explicar mejor esa discriminación. Me parece más clara, y mucho más declarada, aunque, por supuesto, más fácil de poner en solfa, la decisión de Barrero Pérez para mantener en su libro el tajo abierto por la guerra, y excluir así de un libro cuyo título no anuncia tal discriminación, tantos y tan notables autores y obras, que van de Gómez de la Serna y Juan Ramón Jiménez a Pedro Salinas, Jorge Guillén o Rafael Alberti, por no mencionar sino a los más ilustres e indudablemente publicados o distribuidos libremente en España, leídos e influyentes en la evolución de nuestra literatura después de la guerra.

Con ser discutible, desde el punto de vista de la literatura como arte bella, la redacción y publicación de obras como las de J. C. Mainer (Falange y Literatura) o de Julio Rodríguez Puértolas (Literatura fascista española), nadie les puede negar la virtud de poner las cosas claras desde su título y mantener en ellas una coherencia nunca desmentida. Porque, al contrario, suponer que autores como Juan Goytisolo han tenido más que ver con la novela española que las novelas y relatos de Francisco Ayala publicados en España es hacer flaco servicio a la propia argumentación. Que el exilio de Goytisolo fuera posterior a la guerra no hace más publicadas en España, o circulando por ella, sus novelas, desde Fiestas o La Chanca hasta Señas de identidad, Juan sin Tierra o Reivindicación del Conde Don Julián, que las de Ayala, Andújar, Sender o Aub. Y ni Martínez Cachero ni Barrero Pérez se privan de estudiarlas en sus manuales, mientras que excluyen de él a los libros de los vencidos de la guerra. En algunas monografías sobre el teatro contemporáneo que sólo han tenido en consideración el teatro representado dentro de España, ocurre algo parecido. Me refiero a las monografías de Luis Molero Manglano y Marion F. Holt17. El primero ni menciona a Aub, la segunda sólo lo hace para decir que se exilió a México (Menos suerte tiene Alberti, que ni es mencionado). Curiosa resulta la actitud de Gwynne Edwards, que alude sólo a Aub para afirmar que éste, como otros, merece más atención de la que se le ha acordado18... Diversos aspectos de la obra aubiana han sido objeto de especial atención por parte de los estudiosos. Así, de los apócrifos en su obra poética se ha ocupado Antonio Carreño en La dialéctica de la identidad en la poesía contemporánea19.

Del canular que constituyó su libro Jusep Torres Campalans se ha ocupado Estelle Irizarry en su libro La broma literaria en nuestros días20, y en Writers-Painters of Contemporary Spain21 también se ocupa de la pintura realizada por Aub para ilustrar ese libro. A punto está de presentarse en Madrid una tesis doctoral dirigida por Calvo Serraller sobre este mismo tema.

Si su condición de exiliado ha servido a unos para dejarlo de lado, para otros, interesados por la condición existencial de estos escritores, o por su peculiaridad de estar oficialmente adscritos a la «anti-España» y proscritos de la «España eterna», ha sido objeto de especial interés. Desde el libro pionero de José Ramón Marra López -que queda más atrás del lapso temporal que aquí examinamos-, la obra de Aub, bajo esa perspectiva, ha sido estudiada repetidas veces. La monografía colectiva El exilio español de 1939, dirigida por José Luis Abellán durante el posfranquismo (Madrid, Taurus, 1977), considera las diferentes facetas de la creación aubiana en varios de sus tomos. Reciente es un libro de Michael Ugarte dedicado a la literatura exiliada, en el que se realiza un inteligente y agudo examen de esa condición existencial22.

La temática de la guerra civil, tan presente en la obra de Aub, ha dado motivo a numerosos estudios especializados. Baste recordar La guerra civil española en la novela, esa gran bibliografía analítica de Maryse Bertrand de Muñoz, cuya publicación se prosigue, en la medida en que la temática sigue «fatigando las prensas» hasta hoy23. Recordemos los libros de José Luis S. Ponce de León24, Gareth Thomas25 o Birgitta J. Vance26. Sobre el aspecto histórico de la obra aubiana ha escrito estudios importantes el historiador Manuel Tuñón de Lara27.




Biografía

La biografía de Aub está por hacer. Salvo lo que se dice en el pequeño volumen de Prats Rivelles28, en la introducción a mi estudio sobre su teatro y en la biobibliografía de González Sanchís citada, es esa una cuenta pendiente. Dentro del conjunto poligenérico de Aub, con haber sido tan estudiado, hay múltiples aspectos de su obra que no han llamado la atención de los estudiosos. Sólo recientemente, por ejemplo, se ha prestado la debida atención a sus relatos no miméticos, tanto maravillosos como fantásticos, de los que se ha ocupado Franklin García en dos inteligentes y rigurosos trabajos todavía inéditos, presentados en 1992 en el curso de Segorbe y en 1993 en el último congreso de la Asociación Canadiense de Hispanistas.




Artículos

No hemos terminado de constituir siquiera el corpus de las publicaciones de Aub. En estos momentos, Manuel Aznar Soler, en la Universidad de Barcelona, prepara una edición de los artículos publicados por Aub durante la guerra en La Vanguardia, el diario de Barcelona, del que mi bibliografía sólo recoge una referencia. Están por examinar también las colecciones de otros diarios en los que seguramente colaboró: La Voz y El Sol, de Madrid, durante los años (1933-1936) en que dirigió estos periódicos madrileños su gran amigo Paulino Masip, que luego dirigiría La Vanguardia durante la guerra; el diario La Verdad, de Valencia, que el propio Aub dirigió a partir de agosto de 1936, durante algunos meses, sólo ha sido examinado por Prat Rivelles (1978, 36), pero en ese estudio no se menciona ningún artículo de Aub en el citado periódico, cuya propiedad, por cierto, atribuye al Partido Comunista y no al PSOE29.

Sin rastrear están también los artículos que, sin firmar, publicaba en El Socialista en 1936, según su propia información30. Las Actas del Congreso Internacional sobre Max Aub celebrado en Valencia, en diciembre de 1993, convocado por la UIMP, la Universidad de dicha ciudad y la Biblioteca-Archivo Max Aub, permitirán contar con nuevos resultados de investigación y rastreo.

El proyecto de editar las Obras Completas de Aub con la ayuda de la Consejería de Cultura de la Comunidad Valenciana, en el que estoy implicado, exige, indudablemente, esas labores previas.





 
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