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Breve y exacta relación de las festivas demostraciones y publicos regocijos con que la fidelisima, única y exemplar ciudad de Tarragona celebro la proclamación del Sr. Rey Dn. Carlos IV ... en los dias 22, 23, 24 de febrero de 1789...


[Nota Preliminar: À l'edició de Magin Canals (1789 o post.) apareixen les notes a peu de pàgina marcades amb un asterisc. La nostra edició, però, no segueix aquest sistema, sinó un sistema de numeració contínua Això no obstant, fem constar la presència dels asterics de la manera següent: (22, *) remet a la nota * de la pàgina 22 i (64, *) remet a la nota * de la pàgina 64.]

Portada





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LA muerte de Cárlos III. Príncipe amabilísimo, y que era las delicias de sus vasallos, havia arrebatado el mas vivo dolor de la Ilustre Ciudad de Tarragona, que manifestó dignamente en la funcion de Exequias, que con todo el aparato y magnificencia posible celebró por el augusto difunto. Entregada á sus sentimientos esperaba, que el tiempo poderoso consolador de las aflicciones humanas mitigase su pena, tal vez sin acordarse, ocupada toda su atencion de la grandeza del dolor, que la Providencia suele reparar largamente nuestras pérdidas, y enjugar nuestras lágrimas quando mas abandonados á la amargura de las desgracias. Experimentó cumplidamente su consuelo sin esperar al tiempo. La sola consideracion de las reales prendas del nuevo Monarca disipó sus sentimientos é inundó de gozo su corazon. Ellas le han hecho entender que Cárlos III. aun vive entre nosotros en una imagen viva de sí mismo, en el sabio, fuerte, religioso, y á todos los Reynos desiderable nuestro gran Cárlos IV. Heroe hecho de Dios para hacernos ménos sensible la pérdida de su augusto Padre, y recompensar la amargura de nuestra pena con un don tan precioso y soberano.

Las pruebas magnificas que desde luego ha tenida de su clemencia, de su magnanimidad, de su zelo y de su religion la han empeñado á respetar en su augusta Persona una entera y perfecta idea del espíritu alto y sublime del difunto Heroe, hasta creer, que sola su visible presencia nos arrebató la muerte, dejando viva entre nosotros su religion y grandeza, con tanta verdad, que seria ya debilidad de espíritu prolongar mas nuestra pena, y un cierto género de ingratitud á la Providencia perseverar en nuestro inconsiderado dolor, viéndonos tan enriquecidos del Cielo con un nuevo Soberano   —4→   embiado de Dios para enjugar nuestras lágrimas.

Olvidada pues Tarragona de su antiguo dolor, y haciendo propios los gozos del difunto Heroe, se alegra como se alegra él, de ver al augusto Hijo revestida mas que de sus Reynos de su generosísimo corazon; seguir como suyas las intenciones del glorioso Padre; y entre tantas máximas como la política humana le estará sugiriendo, gobernarse á sí mismo y á sus pueblos, no con otras que con las antiguas, religiosísimas y santísimas de la augusta casa de Borbon. Se alegra de ver las bellas Provincias de la felicísima España honrar su Trono con demostraciones de fidelidad y respeto; ofrecer á sus pies hasta la misma sangre; hacer tumultos de júbilo para reconocer su legítima soberanía, y emularse unas á otras para proclamarlo con lucimiento, magnificencia y regocijo. Tan nobles motivos han empeñado dulcemente á Tarragona á ofrecer tambien á los pies del Trono las pruebas de su inexplicable gozo en los públicos regocijos y festivas demostraciones con que ha celebrado la Proclamacion de su augusto Monarca, y ha apurado todas las industrias para hacerlo con la magnificencia que ha acostumbrado siempre en semejantes ocasiones, y dar un público, testimonio de aquella antigua fidelidad, que, sin que, nadie lo contradiga, forma la mayor de sus glorias.

Le sobran ciertamente á Tarragona preciosos motivos para desvanecerse y elevarse sobre las mas celebres Ciudades de España. Su solo nombre nos acuerda aquel antiguo explendor de grandezas que han hecho inmortal su honor, y ha dado tanta materia á las Historias. Ella sabe qual fue su opulencia y magnificencia en los tiempos de su engrandecimiento; no ignora los respetos que se le consagraban á sus pies, quando era cabeza de la mayor y mejor parte de España; no   —5→   ha olvidado, que fue digna de tener muy de asiento en su seno á los Emperadores Romanos y formar el Trono de aquellos grandes Monarcas del mundo; tiene muy presente la magnificencia de sus Palacios, la altura de sus Torres, la grandeza de sus Templos, la hermosura de sus Teatros y Anfiteatro, y la vasta extension de su pueblo, tanta, quanta puede ser la de las Ciudades mas pobladas del mundo. No ignora todo esto; y aun puede presentar, á pesar del tiempo devorador, admirables monumentos de su antigua felicidad y grandeza. Pero para ella importa poco todo, esto, y tiene en su estimacion mucho menos valor, que aquella antigua fidelidad con que se ha esmerado siempre en obsequio de sus Soberanos. Esta es la que mira como su verdadera gloria; esta es la que aprecia sobre todas sus honras, en esta se ha distinguido siempre; y de esta ha dado incesantemente las pruebas, mas ciertas, y, gloriosas, hasta merecer de sus Monarcas el honroso timbre de Fidelísima. Haciendo pues ver ahora esta verdad, y emulando la solicitud, y zelo de las Ciudades mas obsequiosas de España, acaba de consagrar todos sus respetos á su nuevo augusto Soberano, en los públicos regocijos con que ha celebrado su Proclamacion, de los que vamos á dar una exâcta noticia; pero con la verdad, sencillez y gravedad que pide una Relacion que sin duda tendrá la honra de ir á besar los pies al Trono de la Magestad.

PROVIDENCIAS Y PREVENCIONES DE la muy Ilustre Ciudad

EN el dia 5. de Enero de 1789. tuvo la Ilustre Ciudad la honra de recibir la Carta-órden de S. M., que le mandaba levantase en su nombre el Real Pendon   —6→   y lo proclamase Rey de España, de las Indias y demas Dominios que con el Trono havia heredado de su augusto Padre. Empeñado con esta nueva honrosa egecucion, abrió su primer Cabildo para formar la idea y dar las mas oportunas providencias para que la Real Funcion se hiciese con todo el decoro, aparato y magnificencia posible. La variedad de obgetos á que era preciso atender, hizo repetir con frecuencia las sesiones; pero mirando siempre como obgeto principal el mayor esmero de su obediencia y el mayor lucimiento de la festiva celebridad. De todas las providencias se dió quenta al M. I. Señor. Don Gaspar Bracho y Bustamante Mariscal de Campo y Gobernador Militar y Político, Varon tan juicioso y distinguido en paz y en guerra, que para decir que fueron acertadas todas las resoluciones basta saber, que merecieron la aprobación de este grande hombre.

Pero no siendo preciso, ni aun posible juntarse el Ilustre Ayuntamiento á todas horas, dió su comision á los Señores Don Cárlos de Morenes y Don Gaspar Cases, teniendola tambien por la Junta de Propios los Señores Diputados Don Agustin Gazull y Don Josef Antonio Fabregas, para quanto ocurriese, depositando en ellos su confianza, y creyendolos muy capaces de llevar hasta el fin la bella idea que se havia premeditado. No se engañaron. Sin pérdida de tiempo, á impulsos de aquel zelo que los ha empeñado siempre en el honor de la Patria, y en el servicio del Rey, empezaron á trabajar con indecible actividad, y á dar todas las disposiciones que juzgaron necesarias para el mas honroso desempeño de su comision y mayor lucimiento de la Real Funcion. La primera fue prevenir á los Gremios lo que debian egecutar para contribuir con el debido decoro á la festiva Proclamacion   —7→   del Soberano. Apreciaron aquellos la honra que se les hacia y comprometieron gustosos todas sus facultades y arbitrios al mayor lucimiento de la Real Festividad, á pesar de los tiempos calamitosos que han sufrido; y aunque es verdad, que la Ilustre Ciudad ofreció premios á los que mas se distinguiesen en sus demostraciones, conformandose con esto á la inviolable costumbre de la antiguedad en semejantes funciones, no necesitaban de estos estimulos. Agradecieron al Ilustre Ayuntamiento su generosidad, pero protestando, que no la vana gloria del premio, sino el amor al Rey y el justo respeto que le deben eran los verdaderos estimulos que los movia, teniendose por bien premiados con la honra de emplear sus facultades y su zelo, en obsequio de tan amable Soberano. No desdeñaron sin embargo los premios como dimanados da la mano benefica y liberal de S. M. pero asegurandole con voces de amor y diciendole lo que el Poeta dijo al Cesar:


Diligeris populo non propter praemia Caesar,
Propter te populus praemia Caesar amat.



El Ilustre Ayuntamiento para que todo se hiciese sin confusion y con buen órden, repartió entre los Gremios las plazas y calles que debian formar la buelta de este modo:

REPARTIMIENTO DE LAS CALLES ENTRE los Gremios de la Ciudad, y composicion de ellas.

A competencia, corrieron los Gremios á informarse de la distribucion de los departamentos, impacientes de que ya no llegaba el suspirado instante de dar las públicas pruebas de su fidelidad y rendimiento al nuevo amado Monarca. Al Gremio de los Boteros se   —8→   confio el adorno de la calle mayor desde la Casa del Ayuntamiento hasta las primeras quatro esquinas; y el de los Sastres quedó encargado de todo el resto de la calle. La de la Nau ofreció espacioso teatro en donde debian competir en su lucimiento los Gremios de Albañiles y Zapateros adornando cada uno su cera. La hermosa Plaza del Rey, destinada para levantar en ella segunda vez el Real Pendon, quedó de quenta de los Labradores, de quienes ha sido siempre en semejantes ocasiones. Los Orneros se encargaron de las calles de la Portella y Rovellat hasta la entrada de la gran calle de Granada. Los Tegedores de Lino tomaron posesion de una cera de esta calle; y los Mozos Artesanos quisieron la otra para su desempeño.

La calle y plaza del Aceite fue destinada á los Herreros y Zerrageros; y la Plaza de la Pescaderia vieja que está al cabo de aquella calle, no huvo razon para negarla á los Pescadores que le dieron el nombre con sus peligrosas fatigas: Por esta plaza se entra á las calles de la Merceria y de las Bueltas de las que cuidaron los Revendedores y Sogueros; y la gran plaza mayor se entregó á los Carpinteros, porque estos necesitaban de mayor teatro para hacer lucir las artificiosas ideas con que en estas ocasiones han acreditado su gusto, y se han merecido premios y alabanzas.

Efectuada y admitida esta distribucion, se aplicaron los Señores Capitulares al mas exquisito adorno de su Casa, y á egecutar quanto era propio de su Ministerio, y que no podian fiar á otro alguno, estimulando con su solicitud á todos los demas. Desde luego mandaron levantar quatro Tablados. El primero en la Plaza mayor sobre la espaciosa escalera que sube el gran llano que forma como un despejado Atrio exterior al magestuoso sumptuostísimo Templo de la   —9→   santa Metropolitana Iglesia, pero sin comprenderla toda, dejando á su lado derecho bastante lugar por donde podia subir y bajar cómodamente el numeroso gentío. Este fue destinado para dar lugar y asiento al Cabildo eclesiástico, Nobleza, Oficialidad de la Tropa y Plaza, y demas personas de distincion que combidó el muy Ilustre Ayuntamiento. Estaba vestido por todas partes de hermosos Tapices de Flandes, que por sus exquisitos dibujos formaban un precioso adorno. Al frente de este gran tablado se levantó otro pequeño vestido tambien de tapiceria, en el que por primera vez se debia enarbolar el Real Pendon. El tercero en la Plaza del Rey, y el quarto, junto á la puerta de la Casa del Ayuntamiento destinados para la misma pública ceremonia, y vestidos con el adorno mismo.

Inmediatamente se dedicó el Ilustre Ayuntamiento á la composicion y hermosura de su Casa, que fue tal, que ella sola hubiera bastado para satisfacer el gusto mas delicado, y la curiosidad de quantos havian concurrido á observar los lucimientos de Tarragona. Ya muy de ante mano havia resuelto el renovarla, como con efecto levantó de nuevo casi desde el suelo la fachada principal, adornándola con quatro espaciosos balcones volados, todos con ricos christales, y con muchas pinturas propias para aquel lugar, en que un gallardo pincel acreditó la valentia de sus rasgos. Pintaronse las dos Virtudes Prudencia y Justicia, representadas en dos hermosas Doncellas, cada qual con sus respectivas Metaforas, de modo, que á primera vista eran conocidas; y verdaderamente no debian ocupar otro lugar, siendo aquella la Casa de los Padres de la Justicia y Prudencia. En medio de estas estaba -representada la Fidelidad en otra elegante Doncella   —10→   con un perro á la mano derecha, y en la izquierda una Tortola, acordando el glorioso Blason de Fidelísima con que ha sido ennoblecida Tarragona, ó bien indicando, que no puede faltar la Fidelidad donde tan de asiento triunfan la Prudencia y la Justicia. Se veian también las bellas Efigies que representaban los grandes Monarcas Augusto, Adriano, Sergio Galva; pero respirando tanta Magestad y viveza, que parece havian resucitado en aquel mismo lugar que honraron con su presencia y con su Trono, á ser expectadores de un remedo de aquella antigua grandeza que en su tiempo admiraron en Tarragona. Sobre lo mas alto del Frontis se pintó una Balustrada de perspectiva, pero con tan bella imitacion, que á no haverla visto, hacer, se huvieran engañado los ojos mas linces. Coronaban esta gran Fachada dos mundos sostenidos de dos bravos Leones y coronados con una sola Corona que abrazaba á entrambos, que por esto mismo no puede ser otra que la Corona de Cárlos IV. á cuyo gran corazon, como al de Alexandro, no basta un mundo solo:

Unus Pellaeo juveni non sufficit orbis. Juven.satir.ro.



El interior de la Casa dispuesto nuevamente en mejor modo, y formado de quatro espaciosas Salas, se veia cubierto de arriba á bajo, y hasta en su piso de riquísima Tapiceria de Flandes entretegida. de hermosos Espejos que añadian mucho lucimiento á la belleza de las Colgaduras. Distinguiase de todas las piezas la Sala Capitular, en cuyo Frontis presidia con todo el tren, de su hermosura una preciosísima Imagen de Maria Santísima en su Misterio de la Concepcion, obra de un diestro pincel, que supo rehunir en ella con maravilla la magestad, dulzura y soberanía. Era muy   —11→   Justo que se le diese el primer lugar á tan augusta Reyna, y que autorizase los respetos á un Monarca, á cuyo glorioso difunto Padre debe la extension de su culto en este Misterio, proclamada Patrona de las Españas; en cuyas Aras sacrificó su corazon, sus afectos y todo su amor; y en cuyo obsequio fundó su Real Distinguida Orden, con que ennobleció su Monarquia y añadió honores á sus nobles y dignos Vasallos. Las paredes de esta grande Sala estaban adornadas con los hermosos Retratos de los antiguos Progenitores de nuestro amado Monarca, que no podian faltar á aumentar la gloria de su dignísimo Hijo. Pendia de los Tapices un gran número de doradas cornucopias dispuestas para no dejar á obscuras aquel Teatro de Magestad, que era razon luciese á todas horas. Todas las puertas tenian su correspondiente cortinage de vistosos Damascos; y toda la Casa parecía un Templo en que competian la riqueza, la magestad y la hermosura, de suerte que se podia decir con mucha razon, que

Tota domus gaudet regali splendida gaza.



Pero en medio de tan magestuoso aparato, arrebataban con dulce violencia toda la atencion, los Retratos de nuestros augustos Soberanos, colocados en uno de los espaciosos balcones, y bajo de un hermosísimo Dosel tan rico, precioso y magnifico, que se pudo decir de él, con mas razon, lo que del famoso Solio de Thetis:


Ipsius est sedes, quaecumque opulenta recesit,
Regia splendet auro atque argento. Catull.



Todo era de color encarnado, porque este debia ser el color triunfante en unos dias en que el amor celebraba sus victorias: pero no como otras veces, ostentando   —12→   gravedades, prevenido de sus arcos, ni armado de sus flechas, sino revestido de alegrias, gracias y risas, y en aquel estado en que lo pintó un antiguo Poeta quando dijo:


Nudus amor ridet, laetatur et ille: nec arcus
Nec flammâta gerit spicula vel Pharetram. Pallad.



El pincel emuló en aquellos Retratos el poder de la naturaleza. Supo imitar tan bien y representar tan la vivo los augustos Personages, que aun pintados respiraban en medio de su magestad aquel aire de dulzura que hace tan amables los Originales, que aun en sus Retratos aprisionaban dulcemente el corazon y los efectos de quantos los miraban.

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