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«Buenos días, Sr. Elefante»

(Sencilla, tierna, humana, profunda: Una excelente película de Vittorio De Sica)

Marcelo Arroita-Jáuregui





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Hasta qué punto el público cinematográfico está deformado por algunas cinematografías de especiales características e influido por las campañas publicitarias, lo prueba, mejor que nada, el hecho de que la mejor película estrenada en la quincena, una película excelente, haya pasado sin pena ni gloria, con una duración de siete días en la cartelera del cine de estreno. Cierto es que la copia proyectada dejaba bastante que desear y se hallaba en lamentable estado; pero evidentemente la película de De Sica era muy superior a cuanto se proyectaba simultáneamente en las carteleras madrileñas de estreno.

Buenos días, señor Elefante, no es una obra maestra. Claramente se advierte que dentro del cine de Vittorio De Sica ocupa lugar inferior al de Ladrón de bicicletas o Milagro en Milán y, en cierta forma, que ahora veremos, a Umberto D. Esto quiere decir que la película incide en las características del neorrealismo, el movimiento más importante que en lo cinematográfico se ha producido en los últimos años. Como en las otras películas de De Sica, hay aquí la denuncia de un problema social: la situación de los maestros de escuela. Un problema que, ciertamente, no está circunscrito al ámbito italiano, sino que, como ocurre en todas las películas de De Sica, tiene carácter universal. El centro del tema está constituido por la existencia familiar de un maestro de escuela, sus problemas económicos, el desprecio de la sociedad que le rodea y la esperanza continua y nunca satisfecha de una subida de sueldo. En este sentido, Buenos días, señor Elefante, es exactamente igual a sus antecesoras: exactitud del ambiente, humanidad en los personajes, universalidad del problema que, naturalmente, no se resuelve; crítica de una actitud: en este caso la mansedumbre de esos maestros que aceptan como inevitable una situación y cuya rebeldía nunca cuaja en nada por un respeto social, que les impide una voz fuerte por miedo a perder las buenas formas; crítica, en definitiva, y denuncia de una sociedad donde las injusticias hallan acomodo y difícil solución. Como en otras ocasiones, De Sica salva la violencia de la soledad de sus personajes ligándolos cordialmente a unos cuantos seres: lo que en Sciuscia era la amistad entre los dos pequeños; en Ladrón de bicicletas, el hijo pequeño; en Milagro en Milán, la bondad de los vagabundos, o en Umberto D, el perrito y, en cierta manera, la criada; aquí está representado en la familia: mujer e hijos de este Professore Garetti, soñador y bueno. De verdad, la familia es lo único que a este delicioso y humano personaje le hace continuar manteniendo la esperanza en un futuro donde pueda comprar zapatos a sus hijos cada vez que lo necesiten.

Buenos días, señor Elefante, no obstante, no se ciñe, como en otras películas de De Sica, a una línea rectilínea: la posible tensión dramática mantenida en línea directa, se quiebra con la intervención de un príncipe indio a quien el maestro conoce por casualidad y, sobre todo, con el inesperado regalo que éste les envía desde su lejano país: un elefante. Para un pobre maestro que vive en una humilde vivienda, en un piso de una ciudad, que le regalen un elefante constituye un problema de difícil solución. Tenerlo en casa es muy difícil y tampoco se puede entregar así como así a cualquier parque zoológico. La belleza de las escenas nocturnas de maestro y elefante, su ternura, son inolvidables. (Por cierto que esta idea está tomada, o por lo menos tiene un claro antecedente en una película española: El último caballo, aquel extraordinario guión de Edgar Neville, malogrado por una realización torpísima. Lo que allí era el caballo, es, aquí, el elefante. Aquí y allí, la necesidad de ternura y amistad en un mundo arisco.)

Vittorio De Sica es el realizador más importante descubierto en los últimos años. Su estilo participa de la gran lección magistral del cine de Chaplin y del de René Clair. Claro está que, en cierta manera, superándolos. Desde luego, actualizándolos. Muchas escenas de esta película nos recuerdan escenas de películas chaplinianas y de «Charlot» hay la construcción salpicada de deliciosos «gags». Por su parte, cierta manera de enfocar humorísticamente las situaciones es de origen clairiano. El todo, sin embargo, acusa la personalidad original de Vittorio De Sica, que, además, logra en esta película una de las mejores interpretaciones que le recordamos, menos teatral y más humano que otras veces, aunque esto quizás tenga su origen en la propia fuerza del personaje que interpreta. Lo cierto es que la suya es una interpretación inolvidable. Junto a él, un grupo de intérpretes exactísimos, sin ningún fallo, donde nos encontramos a María Mercader en una excelente incorporación de la Signora Garetti.

En resumen: Buenos días, señor Elefante, es una excelente e interesante película, llena de un problema vivo, sencilla, tierna, humana, profunda. Frente a un cine de evasión, un cine de denuncia, un cine con problemas.

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