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Canarias: la frustración del proyecto cinematográfico (1921-1930)

Gregorio J. Cabrera




ArribaAbajoIntroducción

En los primeros meses del verano de 1896 la prensa canaria anunciaba la llegada del cinematógrafo, como integrante de una compañía dramática inglesa, si bien no es hasta 1897 que tengamos constancia documental de su presentación al público en las principales ciudades de las Islas, por iniciativa de Miguel Brito Rodríguez. El éxito alcanzado permitió a este empresario palmero solicitar y obtener permiso para la utilización del Teatro Municipal de Sta. Cruz de Tenerife como sala de exhibición cinematográfica. Estamos en marzo de 1898, y para el periodista local se trataba del «último progreso de la ciencia, que nos presenta las vistas animadas con perfección tal, con caracteres de verosimilitud tan reales que semeja los hechos que se desean y que más impresión causan»1.

Los años siguientes no sólo suponen la consolidación progresiva del cine como espectáculo sino también la aparición de los primeros rodajes en el Archipiélago, iniciados en 1906 en Las Palmas de Gran Canaria. En junio de ese año la compañía que había obtenido el permiso para exhibir películas en el Teatro Pérez Galdós proyecta La lucha canaria y Procesión del Corpus, ambas realizadas en la ciudad2.

Será necesario sin embargo esperar a 1915 para que el entonces empresario del Teatro Viana de La Laguna, D. José González Rivero anuncie su propósito de adquirir una «máquina cinematográfica para impresionar cintas, con las que tomará detalles de los principales números del programa de festejos de nuestras tradicionales fiestas del Cristo (...). También impresionará vistosos paisajes y todo lo más saliente de la vida de nuestros pueblos, ofreciendo así una verdadera propaganda de las bellezas con que nos favorece la Naturaleza y de nuestras típicas costumbres»3.

En abril de 1916 se estrenaban las cintas que recogían las procesiones de Semana Santa en La Laguna, inaugurándose de esta forma una larga producción documental, a la que se sumaría en 1926 la más importante película de ficción canaria del período mudo, El ladrón de guantes blancos.






ArribaApogeo y crisis de la producción cinematográfica canaria

Cuando a comienzos de la década de los veinte González Rivero exponga un ambicioso proyecto de filmaciones en las Islas, la opinión pública responde con entusiasmo a lo que se considera una iniciativa audaz y emprendedora, lejos de la rutina y la habitual falta de confianza, y cuyo avance debía precipitarse adquiriendo el Cabildo varios ejemplares, con el objeto de llevar a los cinematógrafos de las principales poblaciones españolas y extranjeras todo el bello y pintoresco contenido de los pueblos tinerfeños, lo que es «obra de encomiable patriotismo insular, es laborar prácticamente por el fomento del turismo en nuestro país, base segura de riqueza y de bienestar general»4.

En 1922 rueda y presenta al público los tradicionales festejos del Cristo de La Laguna, al tiempo que prepara una obra más ambiciosa en la que se recojan escenas del conjunto de la isla. Ese mismo año acompaña con su cámara una excursión realizada a Madeira.

En enero de 1923 se estrena en el Teatro Leal de La Laguna, la Revista número 1 de asuntos tinerfeños y se adelantaron algunas escenas de la película en preparación Tenerife. La acogida del público fue favorable, y sólo lamenta la prensa que la economía del metraje haga que muchísimas escenas pasen fugazmente, sin apenas dar tiempo a que la retina del espectador se aperciba de ellas.

En medio de una gran expectación se estrena, el 10 de marzo en el Teatro Leal y el 13 del mismo mes en el Parque Recreativo de Sta. Cruz, la película de la excursión a la Madeira. La película recogía no sólo la llegada a Funchal y el recorrido realizado en la isla, sino también la salida del vapor Viera y Clavijo, «desfilando por la pantalla los Roques de Anaga, de un efecto sorprendente, y gran parte de la costa de Tenerife, hasta perderse el conjunto, alumbrado por el sol de la tarde, en un precioso contraluz, color azul pálido».

La película, que hace admirar al comentarista del santacrucero La Prensa colores inexistentes, es utilizada para incidir en el valor propagandístico que poseen las producciones cinematográficas y el apoyo oficial del que son merecedoras. Al mismo tiempo La Información, diario de La Laguna, reconoce «grandes e indiscutibles progresos técnicos, máxime teniendo en cuenta la falta de medios, suplidos con exceso, solamente por una laboriosidad y constancia insuperables».

En los meses siguientes se estrenan dos nuevas cintas de asuntos tinerfeños y en julio José González Rivero se traslada a la isla de La Palma.

Ese mismo mes se estrena la Revista de Asuntos tinerfeños número 4, que recoge la llegada de los restos de Power a Tenerife, las fiestas del Corpus en La Laguna y La Orotava, así como diversas escenas de la vida local. Los comentarios de la prensa son cada vez más entusiastas, augurando un brillante porvenir al director.

Con estos antecedentes y apoyándose en las indicaciones que desde el Gobierno se habían enviado a las corporaciones municipales de todo el país para la producción de películas de carácter propagandístico, González Rivero escribe a diversos ayuntamientos solicitando subvenciones que permitan reunir las sesenta mil pesetas en las que calcula el coste de una película de las Islas que comprendería paisajes, industrias, usos y costumbres, proponiéndose realizar versiones posteriores en distintos idiomas.

Sólo el Ayuntamiento de La Laguna contribuyó con quinientas pesetas, desestimando la solicitud presentada los de Sta. Cruz y Las Palmas. Este hecho no impide que González Rivero se traslade a Las Palmas para dar a conocer sus producciones e iniciar la filmación de los paisajes de Gran Canaria5.

En los meses siguientes la actividad de González Rivero es imparable: estreno de varias revistas de asuntos tinerfeños en el Circo Cuyás de Las Palmas a principios de septiembre y nuevas filmaciones en Tenerife, destacando entre los temas que su cámara registra las visitas a La Laguna del cardenal Benlloch y del capitán general duque de Santa Elena. Cuando se estrene en octubre incluirá fragmentos de las películas en confección rodadas en Gran Canaria y La Palma.

En junio de 1924 se estrena la Revista de Asuntos Tinerfeños número 7 y en agosto viaja por segunda vez a Gran Canaria, con el objetivo de finalizar la película iniciada un año antes. Este segundo viaje le atrae el apoyo de la prensa de aquella isla, ya que no el de las instituciones:

«Merece elogios la idea del señor González Rivero, y han debido nuestras Corporaciones oficiales prestarle ayuda económica en su provecho, ya que por este medio tanto se contribuirá a que las bellezas de nuestra isla sean admiradas y conocidas por quienes luego han de visitarnos»6.



Mientras en Las Palmas se desarrollan algunos proyectos cinematográficos bajo el patrocinio del Círculo Mercantil de aquella ciudad7, en Tenerife se suceden los estrenos y González Rivero intenta consolidar su papel distribuidor mediante la Rivero-Film-Canarias. Así en diciembre junto a la exhibición de la película Excursión al Pico Teide se presenta una cinta de gran metraje sobre actualidades extranjeras, exclusiva de esta distribuidora.

El 31 de octubre de 1925 en el Teatro Leal de La Laguna se estrena una nueva película de González Rivero que recoge entre otros actos la llegada del obispo de la diócesis fray Albino González Menéndez.

En noviembre se proyectan en el Circo Cuyás de Las Palmas la Excursión al Pico Teide y Sanatorio del doctor Juan Rodríguez López, con la descripción de este sanatorio santacrucero, película marcadamente propagandística de la que desconocemos la fecha de su estreno.

Es sin embargo en abril de 1926 cuando González Rivero comienza a captar la mayor atención informativa, gracias al inicio del rodaje de su primera película de ficción El ladrón de los guantes blancos. El semanario Hespérides dedica a este tema dos páginas, incluyendo en el reportaje las fotografías de su director y principales intérpretes, dando muestra de la expectación que suponía una primera película argumental después de años de experiencia con los documentales. Al mismo tiempo se lamenta en el artículo el escaso apoyo oficial recibido:

«Es lástima que nuestro Cabildo Insular no aproveche el laudable esfuerzo de estos señores para hacer propaganda de nuestro suelo y así, a la par, se protegería a una empresa que el día de mañana pudiera ser honor de Tenerife, ya que en todas partes estos negocios son siempre ayudados por entidades oficiales que han reconocido en todo caso al cinematógrafo, como el más eficaz medio de propaganda de un país y una industria simpática y conveniente»8.



Se trata sólo del comienzo de una larga campaña periodística, donde al interés por la evolución de los trabajos de filmación se suman las peticiones a las autoridades, para que presten el necesario apoyo oficial a esta naciente industria protagonizada por la Rivero Film.

En las mismas fechas la prensa de Las Palmas apenas si presta atención al viaje que realiza a París D. Juan Pérez Sánchez, gerente de la Gran Canaria Films con el objeto de adquirir material que permita iniciar la impresión de películas9.

La Rivero Film pretendía demostrar que en Canarias podía implantarse una industria capaz de competir con cualquiera de las extranjeras y para ello había realizado una cinta que incluía los detalles técnicos y artísticos que pudiesen contribuir a tal efecto, todo ello con equipos propios, realizando en el estudio establecido en La Laguna desde el revelado hasta los letreros10.

Los problemas para obtener los medios económicos con los que financiar la película, anécdotas relacionadas con su filmación, futuros proyectos del director... todo tiene cabida en las páginas de los periódicos tinerfeños, a la espera de un estreno cuyo interés no se había alcanzado nunca antes.

El propio González Rivero escribe sobre su colaboración con Romualdo García de Paredes, director escénico y protagonista de la película, de la importancia de la luz natural en Canarias, de la desconfianza de muchos a quienes se participó del proyecto, de la falta de un estudio para interiores y de la utilización como alternativa de las viviendas cedidas a tal fin por algunos particulares.

El director advertía que «si ahora pretendemos ver una cinta extraordinaria y de gran lujo, con bastante movimiento escénico, etc., hacemos mal, pues esto es cuestión de muchísimo dinero. El caso de nosotros es diametralmente opuesto; hemos hecho mucho pero con muy poco. El espectador reflexivo ha de ser consecuente y sensato en todo caso y sabrá comprender que en esta nuestra primera producción hemos hecho más de lo que podíamos y... ¡Ya en las sucesivas veremos lo que pasa!11.

El estreno de El ladrón de los guantes blancos se realiza, el seis de septiembre de 1926, simultáneamente en el Teatro Leal de La Laguna y en el Parque Recreativo de Sta. Cruz de Tenerife. Su exhibición se mantiene cinco días consecutivos, lo que en aquellos momentos suponía un enorme éxito de público.

El mismo mes se hace su estreno en el Circo Cuyás de Las Palmas, donde se exhibe hasta principios de octubre.

En su número de 10 de octubre el semanario santacrucero Hespérides publica una crónica de estilo literario en la que se refleja el ambiente que acompañó al estreno de la película, para finalizar afirmando que por encima de los errores lo importante es continuar, «aprovechando ese halagüeño éxito del comienzo y emprender una labor amplia, donde si no con preferencia al menos no se olviden los asuntos de carácter isleño, canario, y no será muy arriesgado vaticinar a la Rivero Film, nombre y provecho, más allá de la ubérrima vega lagunera, de Tenerife y de Canarias».

El entusiasmo de la prensa permite informar el próximo estreno de la película en Madrid, Barcelona y La Habana, al tiempo que se acumulan las solicitudes para entrar a formar parte de la compañía en calidad de actores y actrices. Se anuncian pruebas a los candidatos y el inicio de una nueva producción a fines del mes de noviembre.

Sin embargo estos proyectos no llegarán a culminar, y la incipiente cinematografía tinerfeña sufre un duro contratiempo con la polémica convocatoria del Cabildo Insular para realizar una película de propaganda de la isla, en la que pondría sus esperanzas la Rivero Films.

Este proyecto se proponía la confección de una película que fuese de utilidad para la atracción del turismo. Con este fin se abría un concurso de argumentos cinematográficos con la acción desarrollada en Tenerife.

Con un plazo de presentación de tres meses a partir del 15 de octubre de 1926, el trabajo elegido recibiría mil pesetas de premio y el 5 % de los ingresos en taquilla que se obtuviesen de la proyección de la película en Canarias.

El plazo de presentación fue repetidamente alargado y los miembros del Jurado sustituidos, hasta llegar a la conclusión de que «cualquiera que sea el mérito artístico de las películas presentadas, digno de aprecio, sin embargo, ninguna de las doce examinadas lleva las condiciones que exigen las bases, ni la finalidad que se propone el Excmo. Cabildo»12.

El concurso primero y su largo proceso de incidencias después motivaron el más relevante debate de todo el período sobre la realización del cine en Canarias. Aplausos entusiastas provocaron la decisión de abrir un concurso para un argumento cinematográfico desarrollado en Tenerife, pero el tiempo transcurrido y las renuncias de los miembros del Jurado trajeron consigo el pesimismo.

Un mes después de conocerse el fallo, tres de los participantes a concurso, Eduardo Díez del Corral, Pedro Pinto de la Rosa y Antonio Martí, tras esperar sin resultado la publicación del acta resolutoria, escriben:

«No vacilamos en declarar que nosotros, concursantes de ese certamen creemos que posiblemente ninguno de nuestros trabajos sería merecedor de recompensa ni estímulo, pero sí consideramos que cualquiera de ellos, el más modesto, estaba a la altura del Jurado, pues no hemos de ocultar que jamás en este país se constituyó Jurado menos capacitado ni por ningún otro se tomó resolución tan desalentadora»13.



Se reprueba a un jurado que no era el mismo al que se habían presentado los trabajos, respondiendo a un llamamiento patriótico que confiaba en la eficacia de la propaganda a través de un poema cinematográfico.

Nuevas voces se dejan oír en los días siguientes, incorporándose a las protestas otros dos de los participantes en el concurso, Luis Barbero Martínez y José González Rivero. Este último no duda en criticar la imagen que de Canarias ofrecen producciones extranjeras como Expedición Schonburg al África Occidental, mientras que el Jurado se permitía rechazar todos los argumentos propuestos para la realización de una película en la que palpitase el alma verdadera del pueblo canario14.

Coincidiendo con estos hechos en Las Palmas se inicia el rodaje de La hija del Mestre. En la isla se habían ya realizado numerosas filmaciones documentales y en más de una ocasión se abandonaron proyectos cinematográficos más ambiciosos, de los que se habían dado a conocer productora, equipo técnico y artístico»15.

Por lo que respecta a la Rivero Film una vez que fue evidente que no sería posible recabar el apoyo de las instituciones se pretendió formar una sociedad particular dedicada a la confección de toda clase de películas, entre ellas las de tema regional, cuyo primer argumento se elegiría entre las presentadas al concurso del Cabildo16.

En un plazo que se mantuvo hasta el 22 de septiembre la Rivero Film esperó conseguir los inversores suficientes, al tiempo que invitaba a los participantes del concurso del Cabildo a remitirle sus argumentos. Sin embargo en noviembre aún no se habían logrado las cincuenta mil pesetas por acciones, y ello a pesar del general apoyo prestado por la prensa de la isla.

Paralelamente avanza la filmación de La hija del Mestre, fase que se considera finalizada en febrero de 1928, bajo la dirección de Carlos Luis Monzón, a partir de un guión adaptado por Francisco González González17.

En el mes de mayo se proyecta sucesivamente en varias salas de Las Palmas: Royal Cinema, Torrecine y Pabellón Santa Catalina.

Contrariamente a lo ocurrido con la obra de González Rivero, la película de Luis Monzón conoció una severa crítica por parte de Victor Doreste, desde las páginas de El País, la publicación periodística que aborda de forma más científica y a la vez apasionada el fenómeno cinematográfico. Argumento, encuadres y fotografía centran la atención del articulista, que añade alguna suave reprimenda a los actores18. Todo ello no impide al autor del artículo reconocer el valor de la empresa:

«Hacer una película en Canarias es una empresa que cae en la periferia de lo quimérico. Filmar un asunto absolutamente canario -de fama- sin haber plasmado un espantapájaros, ni caer en detalles de mal gusto, es cosa que debe aplaudirse y alentarse».



Más comedido fue el análisis realizado desde las páginas de La Provincia, con ocasión del pase reservado a las autoridades y la prensa. A pesar de reconocerse la capacidad técnica y creadora de la Gran Canaria Films no pudo pasarse por alto la lentitud de la acción, y unas «explicaciones excesivamente largas y demasiado prolijas»19.

Esta película cierra el capítulo de la realización en Las Palmas durante el período mudo.

Todavía en diciembre de 1928 Eduardo Díez del Corral considera trascendental el momento para la formación de un cine canario, y hace una llamada desde las páginas de Hespérides para recoger todo el movimiento que en la realización pudiera darse en Tenerife. Aún se mantenía activa la Rivero Film, si bien limitada al documental paisajístico y de actualidad, estrenando el 10 de diciembre de 1928, en el lagunero Teatro Leal, la Visita del presidente del Consejo de Ministros a Tenerife.

Gaceta de Tenerife considera que esta última cinta demuestra la existencia de una nueva y moderna industria, con plena capacidad directora, así como su utilidad en la propaganda turística. La Exposición de Sevilla era el momento oportuno para rectificar el error cometido unos años antes por el Cabildo.

En julio de 1929 se hace una presentación de la obra de González Rivero en los jardines de la Unión Patriótica de Madrid, con asistencia de gran parte de la colonia canaria allí residente20. Un mes después se realiza un acto similar en el Casino de la Exposición Universal de Sevilla21, después de haber intentado inútilmente que el Cabildo tinerfeño subvencionase una película de la Rivero Film expresamente realizada para la Exposición.

De su experiencia peninsular trae González Rivero varias películas de Madrid y provincias circundantes, así como de las Exposiciones de Sevilla y Barcelona, que son estrenadas en septiembre de ese mismo año.

Sin embargo la producción canaria había ya sido condenada al fracaso. La experiencia de La Hija del Mestre había supuesto un duro golpe para la Gran Canaria Films de forma que el Patronato de Turismo hubo de encargar la representación cinematográfica en Sevilla a la compañía Atlántico-Film, establecida en Madrid, y que en aquellos meses se encontraba filmando en las Islas.

Por su parte el Cabildo de Tenerife prefiere ignorar la labor de González Rivero y gestiona la adquisición de una película que un fotógrafo alemán, probablemente Otto Aver, estaba confeccionando en la isla22.

Canarias, fracasado el intento de un cine propio, habría de limitar su participación futura en el cine al ofrecimiento de un marco paisajístico tan diverso como sugerente. Una vez más en nuestra historia reciente la imagen turística se impondría sobre cualquier otra consideración económica o cultural.





 
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