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Volumen 14 - carta nº 47

De JUAN VALERA [1]
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

Madrid, 15 agosto [1896]

Mi querido amigo Menéndez: Acabo de recibir la grata carta de Vd. del 12 y mucho contento de saber que está bien de salud y que no me olvida y me quiere.

Empeñado estoy en contestar a Vd. de seguida, pero esto no es fácil y no sé si llegaré a conseguirlo. Acabo de almorzar con apetito notable, y entre las inconveniencias y achaques de mi vejez cuento la de ponerme pesadísimo y casi apoplético a la media hora de almorzar, quedándome boquiabierto y dormido sin poder evitarlo. Lucharé, no obstante, con el sueño y con los horrores de la digestión y trataré de contestar a su carta.

Empiezo por decirle que persisto en mi propósito de ir a Santander en septiembre. Mi hijo Luis, de vuelta ya de Suiza, donde ha pasado un mes, estará hoy en Avignon o en Barcelona y llegará a Madrid mañana o pasado. Probablemente nos quedaremos aquí hasta fin de agosto, luego iremos juntos a Zarauz, donde pasaremos un par de semanas, y, por último, regresaremos a esta villa y corte, dando por Bilbao y Santander un gentil rodeo. Calculo, pues, que nos personaremos y epifanizaremos en esa ilustre ciudad hacia mediados del mes próximo, teniendo el gusto de ver a Vd., a Pereda y a Amós Escalante y de admirar y envidiar la magnífica Biblioteca Marcelina .

Muchísimo me lisonjea que los Cuentos y chascarrillos andaluces hayan agradado y divertido a Vd., y le agradezco que me diga las equivocaciones y omisiones que en mi introducción ha notado. Yo la escribí a escape, sin consultar libros y fiándome de mi memoria, que dista infinito de ser tan segura y capaz como la de Vd. La única enmienda que tiene ya mi falta será decir cuanto Vd. me dice en algo a modo de palinodia que sirva a la introducción de apéndice y de correctivo en la segunda edición que del libro se haga, lo cual no tardará, porque el libro se vende bastante y la tirada fué sólo de 2.000 ejemplares, más 100 que hice además para que, sin descabalar los que vendía a Fe, pudiésemos mis colaboradores y yo hacer muchos regalos, aunque lo regalado valga poco.

Acerca de las observaciones que hace Vd. sobre el artículo que inserté en El Liberal tratando del sexto tomo de la Antología, tengo no poco que decir para mi defensa. Por muchas razones conviene que en los periódicos populares y de gran circulación se dé cuenta de los trabajos literarios. Si no se da cuenta de ellos así poquísimas personas se enteran en España de que se han hecho tales trabajos. Por este lado entiendo yo que merezco la aprobación y el aplauso de los aficionados a la literatura que no querrán que la literatura siga siendo a modo de doctrina oculta, de la que sin profanación sólo puedan enterarse y discurrir los iniciados. Pero este oficio de divulgación tiene graves inconvenientes. En El Liberal y en El Imparcial todo artículo tiene que ser corto y ligero, a fin de que el artículo quepa en dos columnas o en dos columnas y media; a fin de que el vulgo, que lee el periódico, no se aburra ni se asuste al ver una cosa tan larga, y a fin de que los señores de la Redacción no maldigan de uno acusándole de pesado y sosteniendo que con sus pedanterías quita al periódico el interés palpitante y la amenidad ligerísima que de ordinario tienen.

Resulta de lo dicho que un artículo de crítica literaria, sobre todo si se trata de libro tan importante y tan lleno de doctrina como el de Vd., es menester que sea a modo de soneto de pie forzado, donde no dice el autor todo lo que quiere, sino sólo lo que puede y lo que cabe. No es posible entrar en distinciones y en explicaciones, y es indispensable fallar sin considerandos y dictar sentencias rotundas sin atenuar, suavizar ni esfumar lo áspero y lo duro. Pero aun así, no creo yo haber negado, sino afirmado todo el gran valer de los versos de los Cancioneros y lo muy curiosos y útiles que son para el estudio y conocimiento del idioma, de las costumbres, de los usos, de la cultura y de toda nuestra historia en aquellos siglos. En cuanto al mérito poético de los referidos versos, persisto en creer que no tienen mucho. También yo digo, como Vd., que no gusto de disputar sobre estas cosas. Lo que no digo, como Vd. dice, sin duda por bondadosa cortesía y para no negarme la razón, es que todo ello ha de ser acaso cuestión de gusto individual. Nada de eso, no hay gusto individual que valga; los versos son buenos o malos y la poesía es poesía o no lo es, con perfectísima independencia y muy por cima de todos los gustos o disgustos individuales.

Yo habré exagerado algo mi corta estimación a los versos de los Cancioneros. Pero sigo inclinado a creer (y tuviese yo tiempo, humor y erudición bastantes había de escribir un libro para investigar las causas de estos fenómenos) que la prosa, al revés que en Grecia y en otros países de cultura inicial y no de retoño y como a modo de mougrón de otra cultura anterior, envejecida pero no muerta, es en España, hasta fines del siglo XV, inmensamente superior a la poesía. Salvemos el Poema del Cid, algunos versos picantes del Arcipreste y las Coplas de Jorge Manrique, y todos los demás versos son profunda e infinitamente inferiores, fuera de toda comparación a las prosas de D. Alfonso el Sabio, del ya historiador y político Ayala y sobre todo del Amadís y de La Celestina.

Como esta carta se quedó ayer sin concluir porque entró visita, voy a terminarla ahora, y empiezo por decir a Vd. que acabo de tener el gusto de abrazar a mi hijo Luis. Vuelve de sus baños, por Ginebra, Lyon, Avignon y Barcelona, bueno y sano y muy satisfecho de haberse divertido. Ahora tendrá que pasar aquí un par de semanas trabajando en el Ministerio, complaciendo al Marqués de Amposta y haciendo méritos para obtener nueva licencia.

Mucho celebro que Vd. trabaje tanto y tan lucida y provechosamente, que tengamos en octubre la recepción de Galdos en la Academia y que vaya tan rápida la magnífica edición de Lope; mas sobre todo esto pongo yo y estimo la Antología, cuyos prólogos enlazados vendrán a ser una preciosa y única Historia de la Literatura Castellana.

Yo no estoy muy allá de salud, pero lo que más deploro es hallarme casi ciego. La scribendi cacoethes no me abandona por eso, y la satisfago escribiendo cosas ligeras y para las que no es menester consultar libros, sino dictar lo que buenamente se me ocurre a mí, paisano y amigo del Sr. D. Periquito de la Gala.

En estos días los articulillos para los periódicos me han robado el tiempo, y en el fondo de un cajón de mi bufete no dan un paso sino duermen dos novelas que tengo empezadas Morsamor y Elisa la Malagueña.

En la Revista Crítica supongo que habrá Vd. visto mi largo artículo sobre el último libro del P. Blanco García. También en la Revista Política, periódico que no sé si Vd. conocerá, aparecerá, mañana o pasado, otro artículo mío, traduciendo uno sobre las cosas de Cuba, escrito por James Fitzmaurice-Kelly, y dando alguna noticia de este inglés hispanófilo y de sus obras.

Adiós. Escriba algo cuando no tenga nada mejor que hacer a su constante, bueno y afectísimo amigo

Juan Valera

 

Valera - Menéndez Pelayo , p. 526-529.

[1] Sólo la firma es de letra de Valera.