Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Carta de Macrino al Senado

Pilar Rivero

Julián Pelegrín



De procedencia mauritana, M. Opelio Severo Macrino sucedió a Caracalla y fue el primer emperador de origen ecuestre. A pesar de la brevedad de su reinado (217-218), la carta al senado que le atribuye Herodiano resulta significativa por cuanto refleja un contexto en el que la evolución política por un lado permite que un simple soldado acceda al trono y por otro ha sumido a la institución senatorial en la marginación más absoluta.

Tal vez procedente de Siria, Herodiano parece haber sido un liberto imperial que vivió aproximadamente entre los años 170/180 y 244/255. Redactó en griego los ocho libros de su Historia del Imperio Romano después de Marco Aurelio, una obra centrada precisamente en el mismo período plagado de transformaciones durante el cual desarrolló su existencia, desde la muerte de Marco Aurelio en 180 hasta la subida al trono de Gordiano III en 238.





«En vuestro conocimiento está mi plan de vida desde siempre y la inclinación de mi carácter hacia la bondad. Estáis enterados de la paciencia de mi anterior actuación gubernativa, no muy distante del ejercicio del poder imperial en tanto que el mismo emperador confía en los prefectos del pretorio. Considero, por tanto, que sobran las palabras. Vosotros sabéis, sin duda, que yo no estaba de acuerdo con lo que Antonino hacía, y que me expuse por vosotros en las frecuentes ocasiones en que, dando crédito a las calumnias que llegaban a sus oídos, os trataba con dureza. También a mí me difamó y desacreditó muchas veces en público mi moderación y humanidad respecto a los súbditos; y se burló tachándome de negligencia y debilidad de carácter. Se complacía con las lisonjas, y conseguían la calificación de amigos leales quienes lo incitaban a la crueldad cediendo a su temperamento y provocando su carácter colérico con calumnias. Por el contrario, yo fui desde un principio amigo de la paciencia y de la moderación. Y ahora tenéis una prueba. Hemos puesto fin a la guerra contra los partos, una guerra muy grave por la que todo el imperio romano estaba agitado. Lo hemos logrado, por una parte, combatiendo valerosamente sin sufrir la más mínima derrota, y, por otra, pactando con un gran rey, que nos atacaba con un numeroso ejército, y haciendo un leal amigo de un enemigo difícil de someter. Mientras yo tenga el poder, todo el mundo vivirá sin temor y no habrá derramamientos de sangre; más que un gobierno personal será el de una aristocracia. Y que nadie me desdeñe, ni consideréis un error de la fortuna el hecho de que yo, un miembro del orden ecuestre, haya alcanzado esta dignidad. Pues, ¿de qué sirve una noble cuna, si no la acompaña una naturaleza íntegra y humanitaria? Los dones de la fortuna alcanzan incluso a quienes no los merecen, pero la virtud del corazón humano otorga a cada persona una fama propia. La nobleza y la riqueza y otros bienes semejantes son objeto de envidia pero no de elogio, porque se han recibido de otra persona, mientras que la moderación y la honradez, a la vez que son objeto de admiración, son motivo de elogio para el hombre de recta conducta. ¿En qué os benefició, pongamos por caso, la noble cuna de Cómodo o el hecho de que Antonino sucediera a su padre? Hombres como éstos toman posesión del imperio como si se tratara de una herencia debida, y la derrochan de forma insultante como si fuera una propiedad privada que hubieran heredado de su familia. Por el contrario, quienes lo reciben de vosotros están siempre en deuda de un favor e intentan corresponder a los beneficios recibidos. Además la nobleza de cuna de los emperadores patricios degenera en orgullo por desprecio a sus súbditos a quienes consideran muy inferiores; pero quienes han llegado al imperio desde una condición modesta lo tratan con cuidado como algo adquirido con esfuerzo, y siguen respetando y honrando, como era su costumbre, a quienes antes eran más poderosos. Mi intención es no hacer nada sin vuestro consentimiento y contar con vosotros como colaboradores y consejeros en la administración del Estado, vosotros viviréis en una situación de seguridad y libertad, de la que fuisteis privados por emperadores patricios, pero que intentaron restablecer primero Marco y después Pértinax, llegados ambos al imperio desde una cuna corriente. Mejor es, sin duda, ser para la descendencia el ilustre fundador de una familia que recibir en herencia la gloria de los antepasados y deshonrarla con una conducta indigna».


(Herodiano, Historia del Imperio Romano después de Marco Aurelio, V 1, traducción de Juan José Torres, Madrid, Biblioteca Clásica Gredos, 1985.)                






Indice