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Volumen 8 - carta nº 254

De MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
A   JUAN VALERA

Madrid, 11 febrero 1887

Mi querido amigo D. Juan: He andado malucho estos días, sin duda por efecto de la crudeza de la estación. Por eso he tardado en contestar a sus dos últimas muy gratas.

La carta que Vd. me envió para mi hermano y que a estas horas debe de estar ya en su poder, me ha parecido discretísima y llena de saludables consejos, que ojalá acierte a aprovechar el novel poeta. Su pensamiento de Vd. coincide enteramente con el mío. Yo también he procurado encaminarle por la senda de los asuntos narrativos, y como él es dócil y tiene entendimiento, creo que, pasada la primera efervescencia de lirismo amatorio, podrá dedicarse con ventaja a la poesía histórica y legendaria, para la cual no le faltan condiciones, a juzgar por algún ensayo suyo en prosa. Yo procuraré infundirle la afición y el sentido poético de la Historia, haciéndole leer crónicas y otros documentos que contengan verdadera materia artística. La de D. Pedro Niño (que además tiene la ventaja de haber sido paisano nuestro) podría dar asunto, no ya a una leyenda, sino a una verdadera novela, que podría escribirse en prosa, como las de Walter Scott, o en verso, como el Moro Expósito. Yo me inclino más a los versos, no encerrándose en la monotonía de un metro, como hizo el Duque de Rivas, sino divagando libremente por todas las combinaciones que ofrece nuestro Parnaso, y acomodándose diestramente a la variedad de tonos, ya heroicos, ya sentimentales, ya realistas y familiares que exige la novela, ora se escriba en verso, ora en prosa.

También se podrían hacer unos Poemas Turdetanos, empapándose para ello en la Ilíada y la Odisea, en Hesíodo, en los himnos homéricos y hasta en los Vedas y en los poemas índicos, y encajando diestramente en la composición los detalles que tenemos acerca de la religión y costumbres de nuestros aborígenes.

Podría haber un canto cosmogónico y teogónico en el cual se podría dar cuerpo a las muchas noticias esparcidas que tenemos en la vetusta mitología ibérica; varios cantos heroicos en que figurasen el vencimiento de los Geriones, las proezas de Orisón y del rey Therón contra los cartagineses; otros cantos de índole más pastoril y doméstica, en que se describiesen aquellos felices reinos de Gargoris, Abidis y Argantonio, y podría haber también un poema gnómico que contuviese el propio texto de las leyes turdetanas que Estrabón cita, y podría haber un Periplo y otras mil cosas.

Esto no creo que pueda hacerlo mi hermano, porque le falta erudición clásica y ya no es fácil que la adquiera, pero debíamos intentarlo Vd. y yo, según en otra ocasión lo hemos proyectado. Para ello será una gran preparación el que Vd. traduzca y comente a Hesíodo.

Hablando de otra cosa, diré a Vd. que hice, noches pasadas, a Corina la visita que Vd. me encargó para ella y que ella ha agradecido en el alma. Tenía sobre la mesa los artículos de usted sobre el naturalismo, los cuales Cánovas le había dado con grandes y merecidas ponderaciones.

Días pasados mandé media docena de barajas y supongo que habrán llegado sanas y salvas, porque fueron certificadas.

Tamayo tiene muy buena voluntad de mandar el Atlas, pero en el Ministerio le han puesto no sé qué dificultades, como las ponen para todo lo que es útil y provechoso. Creo, sin embargo, que estas dificultades se vencerán.

Ayer salió en la Revista de España el 8.º artículo, digno hermano de los anteriores. Le encuentro a Vd. demasiado indulgente en lo de considerarle como el primer poeta de este siglo. Para mí, el primero es Goethe, sin contradicción alguna. Sigan viniendo sin interrupción los Apuntes.

Créame su mejor amigo

M. Menéndez y Pelayo

 

Valera-Menéndez Pelayo , p. 348-350.