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Volumen 16 - carta nº 353

De MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
A   JUAN VALERA

Santander, 15 enero 1902

Mi querido amigo: Perdone Vd. mi tardanza en remitirle los versos que recibirá hoy mismo debajo de otro sobre certificado. He tenido estos días una especie de trancazo algo molesto (enfermedad del tiempo), y aunque con la comodidad y regalo de la casa materna se va aliviando, todavía estoy algo flojo e intermitente para todos los quehaceres, y esto mismo ha ido dilatando mi vuelta a ésa. De todos modos, creo que estaré en Madrid para el jueves próximo.

Recibí, en efecto, el primer tomo del Florilegio, y he vuelto a leer con deleite el estudio preliminar, lamentando sólo que por la tacañería estúpida de los de La Ilustración no hubiera podido Vd. extenderse tanto en la segunda parte del trabajo, es decir, en los poetas que se dieron a conocer después de 1850, como en la primera. Pero creo que puede Vd. subsanar con ventaja esta desigualdad en las notas y biografías del tomo quinto. En lo que toca a la primera mitad del siglo, creo que la exposición de Vd. quedará como definitiva y clásica.

He visto, calculando el número de versos que aproximadamente caben en cada tomo, que si han de llenarse tres solamente de versos (además de los publicados en las últimas páginas de éste y que con ser de tantos autores ocupan muy poco), necesita Vd. hacer una colección mucho más amplia de lo que al principio pensó. Tratándose de versos buenos, la abundancia no es demérito, sino todo lo contrario; pero en este caso tiene Vd. que modificar o más bien que extender su plan. La letra de imprenta traga de un modo horrible, y hay que dar alimento continuo a las fauces del monstruo. Por supuesto, nada malo ni vulgar, pero cargar la mano en los poetas buenos, darles a conocer bajo todos sus aspectos, poner, si es posible, todo lo que tengan de más excelente. Así en Zorrilla, por ejemplo, yo pondría un par de leyendas enteras, de las más cortas, que son también las mejores, verbigracia: A buen juez, mejor testigo, y El Capitán Montoya, y pondría también un buen trozo de la Leyenda de Alhamar, para que se viese lo que hacía como poeta oriental; y, por último, para dar muestras de su lirismo hueco y sonoro insertaría también Las Nubes , o cualquiera otra fantasía por el estilo. Si no se da a conocer a Zorrilla en esta proporción que considero justa, un extranjero en cuyas manos caiga el Florilegio, no acertará a comprender la importancia que en nuestra literatura tiene Zorrilla y el fundamento de las justísimas y magníficas alabanzas que se hacen de él en el prólogo.

En lo que concierne a los poetas de segundo y tercer orden, estoy conforme con admitir el mayor número posible, y todo será menester si han de llenarse los tres tomos. No estoy conforme con la exclusión de Mesonero Romanos. Los versitos suyos que pone juntos en la colección de sus obras son candorosos y tontos, pero en el Panorama Matritense y en las Escenas Matritentes tiene algunos cuadros de costumbres en verso que en nada desmerecen de los que hizo en prosa. Son romances bastante fáciles y graciosos, como El Paseo de Juana, La Junta de cofradía y otros.

Por este correo envío a Vd. unas coplas eróticas que el Conde de Cheste hizo siendo capitán de Caballería. Las he encontrado en el curioso libro de Molins sobre la vida de Bretón. También envío una oda de Balmes, El Genio (que es seguramente lo más tolerable que hay en el tomo de sus Poesías y que, por ser de quien es, siempre tendrá valor de curiosidad literaria); un soneto político de Ríos Rosas, del cual digo lo mismo. En el tomito de sus Poesías, impreso en Málaga, no hay nada que valga la pena de leerse más que ese soneto, y algunas traducciones de poetas latinos que no entran en el plan de Vd.

Y hablando ya de poetas de otro orden, van también las tres principales poesías de Pablo Piferrer, corifeo de los románticos catalanes (Canción de la Primavera, El Ermitaño de Montserrat, Retorno de la feria), una leyenda de su amigo Carbó, dos composiciones de D. Manuel Milá (muy inferiores a las que escribió en catalán) y un valiente romance de Quadrado, El último Rey de Mallorca. Aribau hizo en catalán una oda muy hermosa, pero sus versos castellanos no merecen reproducirse. Quien los hizo muy buenos fué su discípulo Coll y Vehí. Otro día mandaré a Vd. su oda La Belleza Ideal y su elegía en la muerte del susodicho Aribau, que son piezas de gran mérito a mi juicio.

De intento he dejado para lo último el dar a Vd. cuenta de los versos que le remito de nuestro difunto y querido amigo Amós de Escalante. Será para mí y para su familia un gran consuelo que Vd. les dé cabida en su colección (de lo cual me parecen dignísimos) y dedique algún recuerdo en las notas a su autor, que además de un escritor clásico fué un perfecto caballero y un honradísimo ciudadano. Su enfermedad, que ya iba muy adelantada cuando yo llegué a Santander, y el triste acontecimiento de su muerte, muy cerca de mi casa, han llenado de sombras para mí esta entrada de año.

Van también versos de otros dos poetas montañeses, ya fallecidos, D. Casimiro del Collado (Liendo o el Valle paterno) y Evaristo Silió, de quien he escogido La fiesta de mi aldea, que tiene algún dejo de Leopardi y que creo no ha de desagradar a Vd. Este poeta, que se malogró muy joven, pero que tenía inspiración y gusto, escribió también una larga leyenda de Santa Teresa y otras cosas de que ya daré a Vd. noticia, como todo lo demás que yo conozca y Vd. desee saber acerca de todos y cada uno de los poetas mencionados.

Es posible que antes de mi vuelta a Madrid reciba Vd. nueva remesa de versos. De todos modos, mi hermano, que además de excelente letra, tiene muy buen gusto y discernimiento en poesía, y que conoce bien esta parte de mi biblioteca, queda encargado de copiar y remitirme todo lo que sea necesario.

En esta temporada he escrito mucho sobre los romances y algo sobre humanistas del siglo XVI para un trabajo que iré publicando en mi periódico oficial, la Revista de Archivos , pero nada o casi nada he podido hacer de la contestación al discurso de R. Menéndez Pidal. Veré si en estos últimos días puedo darle un empujón, aunque el final se quede para Madrid.

De la lectura del de contestación a Ortega Munilla, bien quisiera yo que Vd. me relevase, no porque para mí no sea honra grandísima siempre servir de intérprete a los pensamientos y palabras de Vd., sino porque, francamente, la literatura del nuevo académico no me convence (dicho sea entre nosotros) y sus elogios resultarían fríos en mi boca, aunque yo quisiera esforzarme. Mucho mejor leerá el discurso Picón, que es muy amigo de Ortega y que además lee admirablemente.

Suyo de todo corazón

M. Menéndez y Pelayo

 

Valera - Menéndez Pelayo , p. 574-577.

SÁNCHEZ DE MUNIÁIN, J. M.ª: Antología de Menéndez Pelayo, I, p. 494; II, p. 929 y 955 (fragmentos).