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Carta del abate don Juan Andrés a su hermano don Carlos Andrés, dándole noticia de la literatura de Viena


Juan Andrés






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Prefación del editor


El afecto y la gratitud movieron al autor de esta carta a acompañar al hijo de los Señores marqueses Bianchi a Gratz, ciudad distante de Viena unas doce leguas; y con esta ocasión resolvió aceptar los generosos ofrecimientos, que repetidas veces le habían hecho los Exmos. Señores marqueses de Llano, embajadores de nuestra corte en la de Viena, para que fuese a su casa a desfrutar su amigable compañía. A últimos de Enero de 93 emprendió este viaje; y la precisión de llegar pronto a Gratz hizo que, a pesar de los yelos y nieves del invierno, caminase desde las tres de la mañana, hasta las nueve de la noche sin poder examinar los pueblos por donde pasaba. Sólo en Viena tuvo tiempo para observar que se encuentra digno de atención; así que no podía condescender con mis instancias de que describiera este viaje como había descripto los que en los años anteriores hizo por Italia, y las limitó a la descripción de Viena; pero encontrando aun para esto inconvenientes el autor, sólo se determinó a hablar de la literatura de aquella ciudad. Presento pues esta carta cual ha juzgado oportuno escribirla; y aunque algunos tal vez quisieran que la descripción se extendiera a otros ramos, como yo mismo lo deseaba, espero que en este solo encontrarán con que satisfacer su curiosidad, y que esta carta logrará del público la aceptación que han obtenido las que escribió dando noticia de los viajes por Italia.






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Carta del abate don Juan Andrés


Querido Carlos: Tarde y mal voy a hacer lo que tantas veces me has pedido. Querías que te describiera mi viaje a Viena; pero un viaje hecho con suma prisa, en el rigor del invierno, no me presentaba qué describirte, sino nieves, y más nieves, y no merecía la pena de entretenerte con su relación. Es verdad que en las 300 leguas, o cerca de ellas que hay de aquí a Viena se pasan algunas ciudades; pero yo no las pude ver. Llegué de noche a Roveredo, pequeña, pero bella ciudad, según lo que dicen, y salí antes de amanecer: llegué al alba a Trento, ciudad mayor y mucho más célebre, famosa principalmente por el Concilio que en ella se celebró; pero   -2-   no hice más que mudar caballos, y lo que vi al pasar por las calles me anunció una ciudad bastante buena. Estas dos ciudades se cuentan aún como pertenecientes a la Italia, a lo menos participan de Italia y Alemania; pero pasado Trento, todo es alemán. Bolzo, pequeña ciudad nombrada sólo por sus ferias, y Bresanon o Brixen, ciudad de poca o ninguna consideración merecen la atención de un viajero. Clagenfurt es ciudad mayor, y más respetable, pero llegué de noche, y salí de noche, y lo mismo puedo decirte de otras ciudades que se encuentran en el camino.

Viena podría presentarme mucha materia para escribir, especialmente en la parte militar, por tantos, y tan grandes y espaciosos cuarteles, por los inmensos almacenes, por su riquísima e inagotable armería, por la fundición   -3-   de cañones, y tantas cosas militares que hay que ver. La parte política tiene, también mucho de extraordinario, contándose, por decirlo así, dos cortes en una, cito es, la corte del emperador con su cancellería &c. y la del rey de Hungría y de Boemia con todo el tren de una corte regia e imperial.

Las nobles artes no tienen mucho con que atraer a un forastero: buen caserío alto y grandioso; pero de poco gusto. El palacio antiguo del príncipe de Lichtenstein, que ahora habita la princesa Francisca es tal vez la fábrica de mejor gusto de Viena, aunque también tiene mucho de noble y grandioso el palacio que fue del príncipe Eugenio, donde esta ahora la seca, o casa de batir moneda.

De las Iglesias apenas vi dentro de la ciudad una que me gustase, que   -4-   fue de un colegio de jesuitas junto a la universidad, y en los arrabales una, que se llama de S. Carlos, otra del colegio de los esculapios; y no me acuerdo de más, y aun estas no sin notables defectos. S. Esteban, que es la catedral, de arquitectura gótica, es un gran bosque donde se ve alguna planta hermosa y agradable, pero mucha maleza: gran máquina con capillas grandes y pequeñas, altares, columnas, pilastras, ornatos, garanbainas, algo de bueno, y mucho de malo.

De pinturas en las Iglesias no hallé cosa particular: las hay muy buenas en las galerías de Belvedere, que pertenece al emperador, pero galería, fábrica, jardines, todo hecho por el príncipe Eugenio, y del palacio Lichtestein, que te he nombrado arriba. De estampas, a más de la gran colección de la biblioteca imperial, hecha   -5-   por el mismo príncipe Eugenio, es famosa la del príncipe Par.

Los sitios imperiales, aunque de poco gusto en la fábrica, podrían dar bastante que decir. Schönbrun, Luxemburgo, Belvedere y otros tienen cada uno por su parte algo de particular. El Prater (esto es, el prado), y el Hautgarten (esto es, el jardín de la Isla) bellísimos paseos públicos junto al Danubio, que contienen algunas curiosas singularidades, y varias otras cosas en todas líneas podrían formar un cuadro que diese algún placer.

Los arrabales de Viena son muy particulares: se dividen de la ciudad por una espaciosa explanada, y forman por todo el rededor una ciudad mucho más grande que la que se encierra dentro de los muros. Se compara la ciudad al planeta Saturno, que tiene por su anillo los arrabales, y la comparación   -6-   es muy acomodada, especialmente porque entre la una y los otros hay un ancho intervalo, como lo ha descubierto también Herschell entre Saturno, y su anillo; sólo podría tal vez notarse ser sobrado grueso el anillo, y mayor que el mismo planeta. Se dan, poco más o menos, a toda Viena 300 mil almas, y de estas solo 80 mil son de la ciudad; las otras 220 mil pertenecen a los arrabales. Otras muchas cosas presenta Viena, que podrían darme asunto para varias cartas; pero tú sabes algunos de los motivos porque me he excusado de escribirtelas, y puede bastar el de serme muy pesado el escribir aun materialmente, y no estar en estado de hacer ahora lo que he hecho por los otros viajes de años atrás.

Quieres a lo menos que te dé noticia de la parte literaria y de los literatos de aquella ciudad y para que   -7-   no digas que me niego en todo a tus deseos, especialmente citándome para ello un sujeto cuya autoridad me es, y será siempre del mayor peso, voy a satisfacerte de algún modo, aunque no será muy cumplidamente; ni te podré escribir con algún orden o método, sino como me venga a la pluma.

Viena no se puede llamar ciudad literata no se ven en ella aquellas academias, colegios y establecimientos literarios de otras grandes ciudades. Cancellería militar, arsenal militar, cuarteles militares y otras instituciones militares son los colegios y academias de Viena; pero con todo no deja de haber aun en esto muchísimo que alabar, y la parte literaria se puede decir que hace mucho honor a aquella ciudad.

La corte sola nos ofrece en este punto muchas cosas que merecen atención   -8-   particular. Desde luego se ven allí los museos, tanto de monedas antiguas como modernas, de historia natural, y de física experimental y en ellos doctos sujetos, que atienden a su custodia y dirección. Al de las monedas antiguas, camafeos y otras antigüedades semejantes preside el célebre abate Eckel, que sin temor de hacer agravio a ninguno, se puede llamar el príncipe de los numismáticos de estos tiempos. Sus grandes obras de Catalogus Musei Cæsarei Vindobonensis, de Choix des pierres gravèes du cabinet imperial, y de Sylloge numorum veterum anecdotorum Cæs. &c. hacen ver cuanto convenga al honor de semejantes establecimientos tener por jefes hombres grandes que sepan hacerlos lucir.

¿Cuánta mayor fama no ha dado el abate Eckel con semejantes obras al   -9-   museo imperial, que tantos otros directores de tantos museos del mundo, que puestos en el empleo por empeños, o por poco cuidado1 de quien los nombra, o por otros motivos semejantes se contentan con tener guardados los tesoros que se encomiendan a su dirección, sin darlos a conocer al mundo literario, y aun sin darse ellos mismos a conocer por cosa alguna, sin que se sepa ni aun su existencia, ni la de los museos a que presiden? El abate Eckel ciertamente no puede tener en esta parte escrúpulo alguno. A más de tantas obras estimadísimas, en que ilustrando el museo imperial, ha dado muchas luces a la numismática, está actualmente publicando su grande obra de Doctrina numorum veterum, que en 8 tomos en 4.º abrazará cuantas suertes de ciertas legítimas monedas antiguas se conocen hasta ahora, y   -10-   cuantos autores magistrales y dignos de estudiarse han escrito de ellas, y será un verdadero tesoro de numismática.

A este propósito te diré que me ha consolado mucho el ver, en el primer tomo que ha publicado, la estima y aprecio con que habla de las medallas de España del P. Flórez, y lo que insinúa del Señor Bayer, de quien me mostró lo que dice en elogio y defensa suya contra Tychsen en uno de los tomos que se han de imprimir. El abate Eckel está todavía fresco y robusto; es de edad de 56 o 57 años, y hace esperar que gozará aún muchos otros de vida, para honor y gloria de aquel museo, y para ilustración de la numismática. Le he merecido infinitas finezas, y me glorio de poder contar por amigo mío el mayor hombre que en su género posee actualmente la Europa.

El museo de las monedas modernas   -11-   tiene por jefe al abate Neuman. Este museo estaba antes unido al de las antiguas, y el difunto emperador Leopoldo, a insinuación del mismo abate Eckel, que dirigía uno y otro, los dividió, y con mucha razón. Aunque entrambos se reducen a monedas, hay tanta diferencia de las del japón y Tibet, y otras modernas de alguna raridad particular, a las griegas y romanas, como de una conchilla, o un pedazo de metal en bruto, a un camafeo, o a una medalla; y entrambas partes, cada una en su línea, eran tan ricas que podían formar dos diferentes museos, que se mantuvieran cada uno de por sí con mucho honor. El de las monedas modernas no es tan conocido como el otro, porque no se han hecho conocer sus raridades: caruit quia vate sacro. Estas monedas no llaman tanto la curiosidad de los eruditos como   -12-   las antiguas; pero, con todo estoy persuadido de que quien ilustrase con erudición, sobriedad, discernimiento y juicio las singulares y curiosas, que hay de muy diversos géneros en aquel museo, encontraría mucho con el gusto universal, y podría hacerse leer con placer, no sólo de los literatos, sino de las personas de gusto. No sé si el Señor abate Neuman pensará en ello: hasta ahora se ha dado a conocer por sus obras sobre las antiguas.

Este abate era antes canónigo regular de Santa Dorotea; pero abolida en Viena esta congregación, ha quedado abate secular, y ha sido después nombrado para la dirección de este museo. La obra que de él conozco es una en 4.º intitulada: Numi inediti, que publicó en 1770; pero creo que ha escrito algunas otras sobre monedas antiguas inéditas, como promete en   -13-   ésta. Me parece haber leído, u oído, no me acuerdo dónde, ni a quién, que este abate Neuman sea académico de Madrid, por lo que no será ahí desconocido su mérito.2 Sólo le he visto una vez de paso, y otra en su museo, donde le hallé urbano y cortés, y me pareció un hombre fresco, y entre los 50 y 60 años.

El museo de historia natural lo es solamente de mineralogía; pero en ésta muy rico y completo. Es también muy conocido en la culta Europa, porque ha tenido un ilustre director, que ha sabido hacerlo conocer. Éste era el célebre Born, muerto dos años ha, cuyas obras, a lo menos la de la amalgación, son ahí conocidas; y entre otras muchas compuso una muy costosa: Testacea musei Cæsarei   -14-   Vindobonensis, quæ jussu Mariæ Theresiæ disposuit Ignatius Born, la cual no dio menos honor al museo que ilustraba, que al autor, que la produjo. Ahora es director el barón de Baillou y tiene por compañero al abate Stitz. No sé que el barón de Baillou haya publicado cosa alguna, y del abate Stitz, sólo conozco un pequeño libro, que le da honor; pero de entrambos he oído celebrar la habilidad, principalmente del abate Stitz, el cual al tiempo que me hacía el favor de mostrarme las riquezas de su museo, descubría su mucha inteligencia, y sus varias noticias y luces en la materia.

El museo de física experimental aún no se dejaba ver: el emperador actual lo ha aumentado, y lo va aumentando muchísimo; y sólo las máquinas que ha comprado del Señor barón Kienmayer bastan casi para formar   -15-   un decente museo, ¿que será junto con las muchas que había antes y con las otras muchísimas que se han comprado, y recogido por otras partes? Pero por lo mismo que hay tantas, y ni están, ni pueden estar por ahora ordenadas, y en decente colocación, no quiere S. M. que se expongan aún a la vista del público, ni que se deje ver este museo como los otros.

El director es un abate, de cuyo nombre no me acuerdo, que, sólo vi una vez casualmente, habiendo concurrido entrambos a ver obrar una máquina hidráulica, o bomba de fuego de invención del consejero Kempelen, de quien te hablaré después. En esta ocasión me habló dicho abate del estado del museo, y del empeño de S. M. en ponerlo en la mayor perfección. S. M. misma va a verlo frecuentemente, y se divierte observando   -16-   las nuevas experiencias que cada día se inventan, y aun a veces proponiendo algunas suyas.

El archivo imperial es otro establecimiento de la misma corte, donde se halla por director un literato de primera clase. Éste es el famoso historiador de Alemania el célebre Schmid. No tenía aún la lengua alemana un escritor de historia, que pudiera servir de ejemplar a quien quisiera escribir en estas materias, ni la Alemania una historia en que espejarse: el Señor Schmid, ha satisfecho a uno y otro, y ha escrito una historia de la Alemania, que se lee como libro clásico por sus nacionales, y se ha traducido en otras lenguas por los forasteros.

¿Si el archivo tiene por director un autor clásico, qué será la biblioteca? Esta sola merecería una larga descripción:   -17-   lo vasto, hermoso y grandioso de la fábrica se lleva desde luego la atención; pero entrando a observar los códices, las ediciones del siglo XV, los ramos de estampas, y la variedad y riqueza de libros, que allí se encuentran, se olvida luego el mérito extrínseco de su construcción. No quiero hablarte de todo esto; y si deseas tener alguna noticia de los códices de la biblioteca lee a Lambecio en los tomos que publicó sobre ellos, y que después hacia la mitad de este siglo, aumentó, y corrigió en algunas cosillas el barón Kollar, pero no pudo, sobrecogido de la muerte, llevar al fin, y dar a la imprenta, lo que después ha ejecutado el Señor abate Denis, de quien luego te hablaré.

Prefecto o jefe de esta biblioteca es el Señor barón Van Svieten, hijo del célebre médico de este nombre.   -18-   No le he conocido personalmente; pero he oído alabar su cultura, ingenio y elocuencia. Las bellas artes forman sus delicias, y amante de la música se divierte, no sólo en la teórica, sino también en la práctica. Su inclinación a las estampas le hace aumentar, más y más la riquísima colección, que ya antes se había hecho, como te he dicho, por el príncipe Eugenio, y acrecentádose con las nuevas adquisiciones de tantos años y aun oí a algunos quejarse (no sé si con razón, o sin ella) de que este su amor a las estampas perjudicaba un poco a los libros, empleando en la compra de aquéllas la mayor parte del dinero, que con mayor provecho podría servir para hacer más completa la copiosísima colección de éstos.

Éste es el prefecto, o, como ahí dicen, bibliotecario mayor; pero hay   -19-   después muchos otros empleados en la biblioteca: 4 custodios o bibliotecarios, 4 escritores, y 3 subalternos. El primero de estos custodios o bibliotecarios es el docto y famoso en vanos géneros de literatura abate Miguel Denis. La amistad con que me honraba con su trato, y continúa honrándome con sus cartas, me da alguna razón para entretenerme más distintamente en hacértelo conocer. Éste, nacido en la Baviera en 1729 y entró en la Compañía de Jesús en Viena en 1747, y hechos sus estudios, y otros ministerios, fue destinado para el colegio Teresiano en 1759 profesor de buenas letras hasta el 1773, en que lo hicieron bibliotecario de la biblioteca Gareliana perteneciente al mismo colegio. Hizo su catálogo razonado, que se imprimió, y dio lecciones de bibliografía, y de historia   -20-   literaria, nuevo género de lecciones que no se conocía entonces en Viena, y tal vez en ninguna otra parte. En 1785, cuando el emperador Josef II deshizo este colegio de ingenieros, el abate Denis fue destinado a la biblioteca imperial, donde continúa trabajando incesantemente.

No te haré una larga lista de las muchas obras que ha compuesto en latín, y en alemán; y soló te diré en general, que está reconocido por uno de los escritores alemanes, que se encuentran como clásicos en verso y en prosa. Su traducción en verso del Osían empezó a darle en Alemania fama de gran poeta, la que aumentó con sus propias poesías, publicadas con el título de Canciones del Barda Sined o del poeta Denis, que, es el Sined leído al revés. Por tres veces se   -21-   han impreso, tanto su traducción, como sus propias poesías, y siempre han sido recibidas con la mayor aprobación; y Denis pasa por uno de los primeros que introdujeron en Viena el buen gusto alemán en prosa y en verso, y por uno de los principales escritores de su nación.

Si las buenas letras le han hecho famoso en Alemania, sus obras de tipografía, y de bibliografía le han dado a conocer a toda Europa. Su suplemento a los anales tipográficos de Maittaire, es obra latina eruditísima, y no menos necesaria a una biblioteca que a los anales mismos de Maittaire. Observo que es ahí bastante conocido, pues veo que el P. Risco en su historia del Cid cita una edición de una crónica de aquel héroe, que ha conocido únicamente. Por dicho suplemento del abate Denis, y no ha podido   -22-   hallar por otra parte noticia alguna. A más de esta obra tipográfica ha compuesto Denis otra en alemán intitulada: Historia tipográfica de Viena, y una y otra han dado muchas luces a la historia de la tipografía, y a la bibliografía. Pero, para ésta hizo otra obrita en particular, también en alemán: Introducción al conocimiento de los libros en un tomo en 4.º, y otra igualmente alemana de Historia de la biblioteca Gareliana, que han servido de mucha ilustración a la bibliografía.

Ahora su grande obra es la continuación del catálogo3 de los manuscritos de la biblioteca cesarea de Lambecio. El barón Kollar dejó un tomo de comentarios sobre los códices históricos: Denis, lo perficionó y publicó; y ahora está imprimiendo sus propios tomos de comentarios de los códices   -23-   teológicos, de que acaba de publicar el primero, y en breve saldrán los otros. Ha sido plausible, su descubrimiento en un códice de dicha biblioteca, de algunos sermones inéditos de San Agustín, que ha publicado aparte. La aplicación y actividad de este sujeto es indecible: ha trabajado un opúsculo perteneciente a la diplomática, un catálogo sistemático de las mariposas de Viena y sus contornos, y algo también de las plantas, un tomo de poesías latinas, y otras mil cosas, que sería nunca acabar. Su mérito es conocido, estimado y honrado: tiene el título de consejero áulico actual, y 30 mil reales de sueldo, y vive en su retiro trabajando, y dando honor a su biblioteca, a Viena y a Alemania.

Éste es el primer custodio de la biblioteca: el segundo es el abate Pablo Strateman, asesor de la comisión   -24-   de estudios, que tiene a su cargo los libros de edición del siglo XV, y forma de ellos un catálogo particular. El tercero es el Señor Adan Bartsch, que cuida de los tomos de estampas, de las que es muy inteligente, y está haciendo índices excelentes. El cuarto es el abate Sensel, que pone en orden, y en claro una numerosa cantidad de diplomas, y papeles antiguos, que se han recogido de los conventos abolidos. Además de estos cuatro custodios hay otros cuatro escritores, de los cuales te nombraré sólo uno por su singularidad. Éste es un tal Bola, que era antes carpintero, o cosa semejante; pero inclinado naturalmente a la lengua griega se la estudió por sí mismo, sin ayuda de maestro, y sin saber el latín adelantó tanto en el griego, en medio de sus mecánicas ocupaciones, que trabajando en cosas de   -25-   su oficio en el cuarto del príncipe de Kaunitz, lo presentó el día de su santo una oda griega, que pasmó al príncipe cuando supo ser obra suya, y para darle después una conveniente colocación lo hizo nombrar escritor con 5 mil reales de sueldo.

Creo que tendrás alguna curiosidad de saber los sueldos de todos los empleados en la biblioteca, y como te lo he dicho de algunos, te lo diré de todos. El primero de los cuatro custodios, como te he dicho, 30 mil reales, el segundo 20 mil, el tercero 14 mil, el cuarto 10 mil. De los escritores el primero 7 mil, el segundo que es el arriba dicho Bola 5 mil, el tercero 4500, y el cuarto 4 mil. A más de éstos hay tres criados, uno con 3500, y los otros con 3 mil. La biblioteca tenía antes para sus compras 30 mil reales, pero el difunto emperador Leopoldo añadió   -26-   40 mil, y tiene en el día 70 mil; y si ocurre alguna compra extraordinaria, la corte se presta sin dificultad para lo que sea menester. No sé fijamente cuál sea el sueldo del bibliotecario mayor. EL actual, según me dijeron, tiene más de 100 mil reales, creo: que 120 mil; pero como éste, a más de la biblioteca, había tenido la superintendencia de los estudios, y no sé que otras incumbencias, que ahora no ejerce, no sé cuanto es lo que le toca por la biblioteca. Todo esto te puede hacer ver que la corte trata con bastante generosidad todo lo que pertenece a la biblioteca.

Como yo concurría a ésta con frecuencia, tenía ocasión de ver los muchos estudiosos que iban a ella, y eran comúnmente entre 40 y 50. De éstos había algunos más asiduos, y de mérito distinguido, que se me hicieron conocer. Un esculapio P. Hadriano   -27-   Rauch, continuador de la historia de Austria, que de los códices de la biblioteca va publicando varios pertenecientes a las cosas de aquella provincia, y aumenta la colección de Pez Scriptores rerum austriacarum, de que ha dado ya a luz el manifiesto, y creo que el primer tomo. El abate Javier Alter, profesor de lengua griega, el cual ha hecho, algunas ediciones de autores griegos, corrigiéndolos según los códices de ellos, que ha consultado en la biblioteca, ha publicado algo perteneciente a bibliografía griega, y ha traducido en buen alemán algunos autores griegos, y ahora confronta algunos códices del viejo testamento, según la versión de los LXX, para la célebre edición que se prepara en Oxford, en lo que trabaja también el Señor Bola; y como el abate Alter, a más de la lengua griega   -28-   tiene conocimiento en otras orientales. estaba ahora al mismo fin confrontando una biblia armenia, o etiópica, o de otra de aquellas lenguas, que se había hecho sobre la versión de los LXX, y le daba con esto algunas variantes al texto griego.

El abate Weinhofer, para quien te he pedido alguna moneda de nuestro rey, tiene una gran colección de modernas, y entre ellas varias de España, algunas de las cuales no son ciertamente comunes. Éste trabaja mucho para ilustrar las antigüedades de Austria geográficas, municipales, monetarias &c., y particularmente hacía investigaciones literarias sobre el obispado de Neustadt. El abate Fortunato Durich de Bohemia, que era mínimo de los conventos abolidos por el emperador Josef II, trabaja incesantemente en una biblioteca de la literatura   -29-   slávica, de la que ha dado ya al público su prospecto. He visto también algunas veces al P. provincial de los esculapios de Hungría, el cual había entonces publicado el primer tomo de la biblioteca de los escritores húngaros, y por ese motivo se hallaba en Viena accidentalmente por algunos días, y se aprovechaba de la ocasión para consultar varios libros, y códices de aquella librería. Vi también unos jóvenes dinamarqueses, que examinaban y copiaban mucho de los códices preciosos de Dioscórides que posee aquella biblioteca. Concurrían varios otros forasteros, particularmente septentrionales, y los más consultaban códices griegos. Estos eran los que tenía ocasión de conocer; pero los mas me quedaron enteramente desconocidos.

Tal vez me he entretenido, sobrado   -30-   en la biblioteca; pero como en ésta se echa de ver en gran parte la literatura de una ciudad, no creo que lo dicho hasta aquí sea del todo inútil para el intento de hacerte conocer el estado actual de la literatura de Viena. En efecto tú ves como se cultivan la bibliografía, la historia literaria y civil, las antigüedades nacionales, y las lenguas muertas; y puedes al mismo tiempo observar cuantos establecimientos literarios se encuentran en el palacio imperial, y cuantos hombres grandes en varios géneros mantiene la corte. Un historiador clásico por toda la Alemania, un numismático príncipe de los que actualmente cultivan este estudio, un bibliógrafo conocido y respetado en toda la Europa, a más de tantos otros doctos sujetos, que te he nombrado, bastan para dar honor a una corte, que quiera   -31-   preciarse de protectora de las letras. Pero iremos aún viendo ne adelante varios otros literatos distinguidos, que son adherentes a la misma corte. Y antes de levantar la mano de ésta, es preciso que te hable de uno de sus sitios, que contiene mucho de literario.

Schönbrum no es tan digno de verse por sus jardines, estatuas, calles de árboles, glorieta, y toda la parte deleitable, cuanto por su jardín holandés, y su casa de fieras. El jardín holandés es una de las obras más magníficas, que pueda contar la botánica: ¿dónde podrán hallarse tantas y tan grandiosas estufas? A 32, si no me engaño, llegan entre grandes y pequeñas: las grandes parecen altas y largas salas, con una pared de vidrio a la parte del medio día, y dentro de ellas se ven las plantas mas raras y curiosas de Asia, de África y de América   -32-   y los más bellos y graciosos pajaritos pertenecientes a los países donde son nativas aquellas plantas, los cuales no están encerrados en jaulas, sino que volatean libremente por aquellas salas, reposan sobre aquellas plantas sus compatriotas, y viviendo a su gusto y placer con toda libertad han llegado tal vez a hacer cría, aunque en un clima tan remoto y diferente del suyo nativo. Y este complejo de plantas las más hermosas, y todas extranjeras y raras, y de pajaritos bellísimos de los más vivos y agradables colores, de suma gentileza y delicadez, y muy diversos por su tamaño, figura y colores de todos los que vemos por estas regiones, causan una ilusión que le parece, a quien va a verlos, hallarse en un país forastero. Esta ilusión se conserva siempre, aun cuando pasando de las estufas a la casa de las   -33-   fieras se ve uno en medio de grandes animales de pluma y cuadrúpedos, todos exóticos, y algunos rarísimos, que divierten por la novedad, y algunos de ellos por su hermosura; de suerte que se puede decir que Schönbrum es un rico museo de botánica, ornitología y zoología. A todo esto preside el Señor Bos, holandés, sujeto muy instruido en estos ramos, pero singularmente en la botánica.

También en Belvedere hay bellos bosques de árboles escogidos, todos o los más alpinos, y a éstos preside otro botánico el Doctor Host. Y he aquí como sin salir de la corte se hallan otros establecimientos no menos ricos, y tal vez más maravillosos, que todos los que te he descripto del palacio imperial; y los Señores Host y Bos aumentan el número de los sujetos de mérito que mantiene aquella corte.

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Si ésta me ha entretenido tanto, ¿cómo podremos salir de la universidad si queremos entrar a correrla toda? En ella creo que gustarás de observar los establecimientos para las ciencias, las lecciones que se dan de ellas, y los profesores. Tiene la universidad su observatorio astronómico, que se ha hecho célebre por las observaciones y las efemérides del difunto abate Hell. Tiene un gabinete de historia natural, otro de física experimental, otro de anatomía, otro de química, y no sé si algún otro; y aunque ninguno de estos esta provisto perfectísimamente, tiene cada uno lo que basta para la instrucción de la estudiosa juventud. Tiene también su biblioteca bastante buena, y bien provista de libros modernos, donde vi muchos españoles, que aún no había visto por aca. Por motivo de la   -35-   distancia no he ido a ella más de una vez, y en esa hallé también muchos concurrentes.

En ésta, como en la biblioteca imperial, y creo que sea lo mismo en todas las de Alemania, no se estudia en la misma librería, como en Italia y en España, sino en una sala aparte, a donde llevan los libros que se piden. Como los alemanes están acostumbrados a las estufas, y éstas no podrían tenerse en las librerías, creo que será éste el motivo de recogerse en las piezas, que están bien provistas de ellas, hasta llegar a incomodar el sobrado calor. La librería y el observatorio aunque pertenecen a la universidad no están dentro de ella, sino en aquellas inmediaciones, habiendo sido antes, según creo, de un colegio de jesuitas, que estaba allí.

Pero volviendo a la universidad   -36-   tendrás sin duda gusto de saber las lecciones que se dan, y procuraré dártelo brevemente. En la clase teológica se enseña una hora por mañana y tarde la lengua griega, y la hermenéutica; otra hora por mañana y tarde es para la lengua hebrea; otras dos para el derecho canónico público y privado. De historia eclesiástica, de teología dogmática y moral ya se supone; pero no creo que se enseñe ahí, y ni aun tal vez se conozca la teología pastoral,4 de que tiene en Viena cátedra el Doctor Wieser.

En la clase jurídica no hay para   -37-   que decirte que se enseñan el derecho natural, de gentes, criminal, pandectas, &c. como ahí poco más o menos. Pero hay de particular que un profesor Schmid enseña la historia pública de Alemania, y Mumulder la historia particular de Austria; Foelsch el derecho germánico, y las ciencias políticas; Watteroth el derecho público la política y rentas reales; Baraindi el derecho privado, germánico, y la práctica de los tribunales del Imperio; Scheidlein el derecho de Austria.

En la clase de medicina hay las acostumbradas cátedras de patología, materia médica, obstetricia, cirugía anatomía, y las hay además de historia natural, de botánica y de química, y de estas dos últimas, es profesor el célebre botánico Jakin, conocido en toda Europa, de quien te hablaré después en particular.

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En la de filosofía a más de la lógica, metafísica y física experimental, hay otra cátedra de historia natural, tres diferentes de matemáticas, y una de astronomía, que rige el director del observatorio, que lo es ahora el abate Triesneker, compañero que fue del difunto Hell en las observaciones, y en la composición de las efemérides, que ahora él solo continúa. Hay también otra de historia natural, otra de derecho, cálculo político y rentas reales; otra de estética, que viene a ser de buen gusto, en que se explican los autores clásicos con observaciones no gramaticales sino de la elocuencia, del afecto, y del buen gusto. Hay además otras que sólo tienen una lección a la semana, como una de anticuaria, de la que es profesor el abate Eckel, de quien te he hablado como director del museo de medallas   -39-   antiguas; y con esto puedes ver que me engañé años atrás cuando consideré como única en este particular la cátedra de Bolonia; otra de diplomática de que el profesor el P. Gruber esculapio, y otra de tecnología, que no sé positivamente para qué sirva, pero parece por el nombre que deba versar sobre las artes.

Tu ves que está bien provista de cátedras aquella universidad, y algunas duplicadas, con corta diversidad en las miras, o en el objeto de las lecciones.

De los profesores te he ido nombrando algunos, y entre estos los más famosos. Se puede decir que sujetos de fama universal conocidos en toda la Europa no hay más que el historiador Schmid, el anticuario Eckel, y el botánico Jakin. Éste es el director del jardín botánico, donde vive en un   -40-   barrio sobrado lejos de la ciudad. El mérito de Jakin en la botánica es de los más distinguidos en la Europa, y tal vez en el día se le podría reconocer por el príncipe de los botánicos. Viajó por América, y son fruto de sus viajes sus dos obras: Enumeratio sisthematica plantarum, quas in Insulis Caribeis el Americis detexit, et emendavit &c. que publicó en Leiden en 1769 en 8.º y la otra en folio, publicada pocos años después en Viena: Selectarum stirpium americanarum historia cum iconibus. El jardín botánico de Viena debe a Jakin su celebridad por la grande obra en tres tomos en folio: Hortus botanicus Vindobonensis, que ha dado fama a aquel jardín, y muchas luces a la botánica. Y no sólo al jardín botánico, sino a todo el territorio de Viena, y aun a toda la Austria ha extendido Jakin su botánica   -41-   ilustración, y a más de la obrita en 8.º Enumeratio stirpium sponte crescentium in agro Vindobonensi ha dado la obra grande en varios tomos en folio de su Flora austriaca sive plantarum selectarum in Austria sponte crescentium icones, &c. Como Jakin a más de la botánica tiene juntamente la cátedra de química, ha querido darse a conocer también en ésta, y en el año 1769, cuando hacía ruido la disputa sobre la causticidad entre Meyer, y Black, salió también al campo Jakin, y dio a luz su Examen chemicum doctrinæ meyerianæ de acido pingui, et blakianæ de aere fixo; que después en 71 publicó de nuevo en alemán. Tenemos a más de esto sus Miscellanea austriaca ad botanicam chemiam, et historiam naturalem spectantia: Collectanea ad botanicam, chemiam &c. y otras obras que ilustran las ciencias   -42-   que profesa. Los químicos no le miran con tanto respeto como los botánicos, pero no deja de dar honor aun en esta parte a la cátedra que ocupa. He oído que su hijo, que sigue las pisadas del padre, y creo que le sucederá en sus empleos, se ha aplicado más a la química, de la que ha publicado alguna obrita, y éstas dos ciencias deberán a aquella buena familia, y a la universidad de Viena muchas obligaciones. Jakin me pareció un hombre entre los 60 y 70 años, pero fresco robusto y de buena complexión: vestido llanamente, con el pelo cortado, sin peinado, y sin aire alguno de afectación. Me habló del Señor Ortega, y de su jardín botánico, me dijo la estima que profesa al Señor Cavanilles, que con sentimiento suyo hace tiempo que se le ha interrumpido la correspondiencia con los   -43-   españoles, que quería escribir a Cavanilles, pero no sabía cómo sin excesivo gravamen de correos, y otras cosas a este tenor. Me hubiera alegrado de entretenerme más en coloquio con aquel ilustre literato, si las circunstancias del tiempo, y la distancia de la ciudad me lo hubieran permitido.

Tres hombres como Jakin, Eckel, y Schmid bastan para dar fama a la universidad; pero la de Viena tiene otros muchos, aunque no tan conocidos generalmente fuera de allí.

No se dicta en aquellas cátedras, y los más de los profesores imprimen el libro que quieren explicar, lo que sirve para tener muchos cursos y libros elementares de todas las facultades, y ponerlas todas a la noticia universal. Eckel que tantas obras superiores ha compuesto en numismática, ha dado también un librito alemán de   -44-   introducción a esta ciencia, que le sirve como de texto en sus lecciones. Gruber ha publicado también en alemán su introducción a la diplomática. Dannemayer es autor de una historia eclesiástica en latín, como Pehem de sus instituciones de derecho eclesiástico, el cual ha dado en alemán otra obrita, según el gusto del tiempo, del origen y traslación de los obispados. Mayer como profesor de hermenéutica ha publicado un Specimen criticum in evangelium Matthæi. Wieser, maestro de teología pastoral, ha impreso sus sermones cuadragesimales: y como en la clase teológica, así en todas las otras casi todos han dado a luz en su profesión alguna obra particular, o a lo menos un curso, o libro elementar para el uso de su escuela.

Entre éstos se ha adquirido gran mérito el Señor barón abate Metzbury,   -45-   que debe ser pariente de la Señora Doña Leonor Raab, mujer del Señor Huerta, que tú conoces, con un excelente mapa topográfico de la Austria, que según decían, es de una particularísima exactitud, y le ha ganado la estima universal de los inteligentes. Goza también de distinguida fama el profesor de estética el abate Carlos Mestalier, el cual ha traducido en alemán las odas de Horacio, y ha compuesto poesías alemanas con espíritu horaciano. No te quiero cansar más con tantos nombres; pero de lo dicho podrás conocer bastantemente que la universidad de Viena tiene en varios géneros entre sus catedráticos sujetos de un mérito distinguido.

Alguna curiosidad te habrá venido de saber los sueldos de los profesores de la universidad, como te he dicho los de los empleados en la biblioteca.   -46-   Te diré solamente, para no cansarte de nuevo con la dificultad de los nombres, que el Señor Schmid tiene de sueldo 30 mil reales, 25 mil el profesor Pehem, y 33 mil el benemérito Jakin. No sé si estos salarios parecerán ahí grandes o pequeños, aquí ciertamente son extraordinarios. Otros hay de 20 mil; otros de 12 mil, y generalmente puede decirse que aquellos profesores están harto bien pagados.

Además de la universidad hay otras escuelas públicas para las clases inferiores, que están en el colegio que fue de los jesuitas, donde esta también la escuela imperial de las nobles artes. Director o inspector de las escuelas es un abate Brinck, doctísimo en una parte de filosófica erudición a que poquísimos suelen atender, a saber en el conocimiento de los químicos y físicos que han hecho algún   -47-   ruido en los siglos pasados y que en éste son olvidados o despreciados; y me decía que podría formar un buen volumen de descubrimientos que se cacarean como de los filósofos de nuestro siglo, y eran ya conocidos y mostrados por los de los pasados.

Otro importante establecimiento, político literario hay en Viena, que es la academia oriental, o de lenguas orientales. Ésta sirve para enseñar a algunos jóvenes estas lenguas, y habilitarlos para hacer de intérpretes y cónsules en Levante, y tener la correspondencia con la corte de Constantinopla, y con otras orientales. En los principios estaba muy llena de educandos; pero ahora tiene un número reducido. Provista ya la corte abundantemente de los sujetos que necesitaba en tales empleos, ahora no hace más que mantener algunos pocos para   -48-   tener de donde echar mano en cualquier caso de necesidad.

Superior es un abate Höck, que creo hace también de maestro, y hay además algunos otros maestros. Allí leen y escriben el árabe, y otras lenguas orientales, estudian sus gramáticas, se ejercitan en traducciones de libros y códices no sólo arábigos, sino también latinos, y se adiestran para poder a su tiempo servir a la corte que los mantiene; y he conocido sujetos muy instruidos, que se han educado en esta academia. En ella hay su colección de libros y códices no sólo arábigos, sino latinos, y de lenguas vulgares, pero que pertenecen a las orientales, hay su museo de monedas arábigas, y hay varias otras comodidades para ejercitarse aquellos jóvenes con provecho en sus estudios. Hace años que están trabajando en la edición   -49-   del diccionario de Meninski; creo que son 4, o más los tomos ya publicados, y aunque la obra va bastante adelantada, queda aún mucho por concluir; pero hecho todo, saldrá un diccionario tan aumentado y cambiado que podrá absolutamente parecer nuevo.

Director general de esta academia es el doctísimo Señor consejero Jenisk, autor de la obra de fatis linguarum orientalium, que sirve de prefación al diccionario de Meninski. Éste no menos cortés que erudito consejero tiene en su casa una selecta biblioteca que me franqueó con mucha generosidad, y en ella muchos libros españoles modernos, algunos raros, y otros que eran también muy raros para mí no habiendo tenido hasta entonces ocasión de verlos. Es lástima que sus muchas ocupaciones en la cancellería   -50-   de estado, donde es consejero, no le dejen más tiempo para cultivar los estudios a que da mucho honor.

Si esta academia es una institución literaria, hay otras literario-militares, que contribuyen a la mayor cultura de aquella ciudad. Tal es la academia de los ingenieros que tiene doctos maestros, no sólo en la fortificación, y en las otras partes que pertenecen a militares, sino en matemáticas, en física, y en varios ramos de historia natural, y forma en todos ellos buenos discípulos. Esta fábrica servía antes para colegio de educación de la nobleza, que era el que llamaban Teresiano por haber sido fundación de la emperatriz María Teresa. Su hijo Josef II mudó el objeto de la educación, y lo hizo servir para militares.

La gran fábrica de la fundición   -51-   de cañones tiene también su escuela, donde se enseña cuanto conduce a la inteligencia de todo lo que pertenece a una fábrica de esta naturaleza, particularmente la química. Allí vi grandes tomos en folio, donde están diseñados todos los instrumentos, y todas las operaciones de la fundición, con tal grandeza y exactitud, que después de haber visto en sí mismos, y en el acto de la fundición, hornos, calderas, conductos, máquinas, y todo lo demás, lo entendí todo mejor en aquellos dibujos, que a la vista de las mismas cosas. Todo esto es obra de aquellos oficiales, que allí trabajan. La escuela de química está bien provista de los instrumentos, y materiales necesarios para hacer con exactitud todas las operaciones hasta las más modernas y delicadas. El director es el Señor abate Maffei, sujeto de mucho   -52-   talento, doctrina y habilidad para penetrar las teorías más sutiles, y las más difíciles experiencias, y de singular elocuencia, claridad y buen modo para darlas a entender.

Pero la institución militar que tiene más de literaria es la academia quirúrgico-militar, debida al amor de Josef II a todo lo que es militar, y al celo por su facultad del Señor Brambilla su médico quirúrgico, y más que su cirujano su privado. S. M. compró de su propio bolsillo un terreno vasto en uno de los grandísimos arrabales de aquella ciudad, y en 1785 levantó en él aquella inmensa fábrica, que le costó unos 300 mil florines, o tres millones de reales, y que ahora cuesta aún increíbles sumas. El Señor Brambilla es el supremo director; pero hay además varios otros subalternos. Cinco son los profesores, de los cuales el   -53-   más famoso es el de botánica, y química el célebre Plenk autor de varias obras de cosas médicas, y de una de botánica oficinal harto estimada. A más de los profesores hay otros subdirectores, ostensores, y otros empleados. Los alumnos son siempre unos 300, de los cuales 50 están pagados con 20 florines al mes, y 20 con 6. Todos éstos fuera de esta pensión no tienen allí más que alojamiento; pero los alimentos les cuestan tan poco, que con un real de vellón tienen 4 platos, o sopa, puchero, y dos platos más. El motivo de esta facilidad es que en el hospital militar, que pertenece a la academia, hay muchos enfermos, para los cuales se ha de comprar carne para los caldos, sin que ellos puedan consumirla, y así teniéndose como por nada tanta carne, se puede facilitar el mantenimiento de los alumnos, a los   -54-   cuales se desea también favorecer. El edificio, que es vastísimo contiene la academia, o todo lo que es de uso académico, el alojamiento o colegio de los profesores y alumnos, y el hospital militar. Todo esto es de inmensa extensión, y se ven algunos corredores que parecen no tener fin, lugar para pasearse los convalecientes, jardín botánico de plantas oficinales, y otros lugares airosos, y toda comodidad en el recinto del edificio.

Viniendo a la parte literaria hay una biblioteca muy bien provista de libros de la profesión, antiguos y modernos, y muchos de los más costosos en anatomía botánica e historia natural. Hay un gran museo anatómico quirúrgico, riquísimo en todos géneros en materia médica de los tres reinos de la naturaleza, en preparaciones patológicas, en instrumentos quirúrgicos,   -55-   vendajes, y otras cosas de semejante uso en la cirugía; en cráneos, huesos, y todo lo tocante a la osteología; en esqueletos diferentes, en todo lo perteneciente a nervios y músculos; en figuras enteras en cera de varias maneras; en diferentes instrumentos y cajas de ellos, como se suelen llevar a las campañas; en ostensiones de partes diferentes. y en otras cosas: todo lo cual se contiene en nueve o diez grandes salas, dispuesto en ricos armarios, con grades cristales que presenta una agradable vista. Hay además una gran sala en forma teatral, donde los profesores dan sus lecciones a los discípulos. Hay también otra gran sala con los retratos de los principales académicos, donde se tienen las lecciones académicas. Todo esto, como puedes creer, ocupa inmenso lugar, y forma un   -56-   grandioso edificio, y todo sirve para la instrucción de los jóvenes alumnos, y de los mismos académicos. El hospital mismo trae la ventaja literaria de tener a mano a todas horas en que hacer muchas observaciones y experiencias, que sin esta comodidad raras veces, y con dificultad se podrían hacer. Dejando aparte el provecho que puede acarrear esta academia para la formación de buenos cirujanos para los ejércitos, en lo literario tenemos ya un tomo en cuarto de disertaciones quirúrgicas y anatómicas, que han salido de ella.

Universidad, academia oriental, academia de ingenieros, y academia médico-quirúrgica militar son las instituciones literarias de que he adquirido noticias en Viena, y aun de éstas sólo la última puede tener algún nombre académico, habiendo publicado un   -57-   tomo de actas: por lo demás las otras son más casas de educación de jóvenes en las lenguas, en la fortificación, en la cirugía, que verdaderas academias.

En Neustadt, no lejos de Viena, hay otra grandiosísima academia militar, donde se instruyen en cuanto puede ser útil a un militar, y no sólo en las ciencias, y en la táctica y fortificación, sino en el diseño, en escribir y hacer varias operaciones con la mano izquierda, que tantas veces puede serles necesaria, en conocer maderas, telas, y otras cosas con sus precios para la buena economía, en montar a caballo, nadar, correr, saltar, subirse por las paredes, y en suma en cuanto puede servir en la guerra, y fuera de ella a un militar, en todo se ejercitan con muchísima regularidad. Los jóvenes educandos son, sino me   -58-   engaño, 460, y ahora había tres españolitos de las Canarias, que por varios accidentes fueron a parar allá, y son los únicos que pagan sus alimentos, estando los otros mantenidos por el emperador, y los únicos que no sean de los estados de S. M., gracia que por recomendación de nuestro embajador el marqués de Llano, que ha merecido constantemente la atención de tres emperadores, les hizo Josef II.

El teniente general conde Kinski es el director o jefe de esta pequeña ciudad, que tal puede llamarse aquella academia, donde viven casi mil personas entre superiores, maestros, capellanes, criados, criadas y otros empleados. Muchos oficiales de diferentes graduaciones tienen allí algún empleo, soldados cuidan de los caballos, soldados sirven en otros varios menesteres, soldados se ven en las puertas,   -59-   soldados en los corredores, soldados delante de las escuelas, todo va a son de tambor, todo respira aire militar, y todo es correspondiente al nombre que lleva aquel lugar. Este, aunque muy digno de la contemplación de un filósofo, no es más que una casa de educación, muy loable a la verdad, pero que no merece atención particular en la observación del estado de la literatura de Viena. Instituciones semejantes creo que serán ahí la de Segovia, Ocaña, y alguna otra; y así dejando estas casas de educación militar, volvamos a los literatos, que es de lo que tú deseas tener noticia.

Con mucho sentimiento mío debo decirte que después de mi partida han perdido las letras un sujeto muy distinguido en el célebre conde Carlos Rewitzki, muerto en este mes de   -60-   agosto. Éste era un caballero húngaro muy erudito, gran viajero, gran político, bibliógrafo, gran poligloto, y de vastos conocimientos en varios géneros de literatura. Viajó por gran parte del Asia, y por casi toda la Europa. Sabía muchas lenguas vivas y muertas, y poseía diez o más de ellas. Su traducción en versos latinos de un poeta persiano, llamado Haphyz, ha sido muy estimada, y en sus notas y prolegómenos muestra ciertamente mucho gusto y erudición. Escribió en francés de la táctica de los turcos, y mereció los aplausos de los inteligentes. Su genio estudioso le hizo recoger una copiosa y selecta librería, y el catálogo razonado de sus libros es una obra muy estimada en bibliografía. Sus diferentes embajadas a varias cortes hicieron ver que no era menos político que literato. En el reinado   -61-   de la emperatriz María Teresa estuvo mucho tiempo enviado extraordinario en Polonia. El emperador Josef II le envió a Berlín en un tiempo en que los ministros de la casa de Austria no eran mirados con buenos ojos; pero el conde Rewitzki fue recibido con mucho aplauso, e hizo olvidar que era ministro de una corte rival, con quien no se corría entonces de buena armonía. Todos los literatos, aun los más favorecidos de Federico, frecuentaban la casa del ministro de Viena, y salían siempre de ella contentos, y aprovechados. A más de su amena y erudita conversación les atraía su soberbia librería, célebre en toda la Europa por el docto catálogo que imprimió de ella. Las bellas ediciones de muchos de sus libros introdujeron en Berlín el buen gusto en la tipografía; y la primera edición elegante, que se   -62-   se haya visto salir de las prensas de aquella ciudad, se puede decir que ha sido la de Petronio, que hizo el mismo conde Rewitzki. De Berlín fue enviado a la embajada de Londres, donde fue igualmente estimado. Su salud, y su genio retirado le hicieron desear el reposo y quietud, y se excusó cortésmente de algunos empleos políticos, en que le querían ocupar, y vivía privadamente en Viena. Yo no le vi sino una vez en la mesa del Señor marqués de Breme, ministro de Cerdeña, amigo de todas las personas de mérito; pero a todos oí hablar con los mayores elogios de aquel digno caballero, y después a 15 de agosto me escribió el Señor abate Genis, que el Domingo antecedente había muerto el literato y amable conde Rewitzki con real pérdida de la verdadera erudición.

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El ejemplo de este caballero, traductor de un poeta persiano, y poseedor de muchas lenguas vivas y muertas, me trae a la pluma al Señor abate Hager, que tú has conocido ahí, el cual habiendo estado en la academia oriental, y creo que también en parte de la Turquía, está muy versado en las lenguas orientales; y con ocasión de haber ido a Viena un enviado de Túnez le he oído hablar, con éste, y con su secretario, turco y árabe con gran soltura y expedición, sirviéndonos de intérprete a los que allí nos hallábamos. Igualmente posee las lenguas europeas, y me mostró algunos escritos que quería publicar sobre el cotejo de la lengua húngara con alguna o algunas septentrionales, y ha impreso ya alguna otra cosilla en materia de lenguas.

También ha estado algún tiempo   -64-   en esa corte, ha estudiado mucho los códices arábigos del Escorial, y aun tengo entendido que se haya casado con una española, un Señor Dombai, educado, según creo, en la academia oriental y ahora empleado en no sé que puesto en Hungría, y éste va ahora a publicar una historia de los reyes de Mauritania desde el año de la égira 145 hasta el de 720, o de nuestra era cristiana desde el 762 hasta 1320, escrita por Esul-Hassan-Ali-Ben-Abdallah-ben-Ebi-Zeraa, y la publicará en el original árabe del autor, con su traducción latina, y con notas literarias. Estos tres, y el arriba nombrado Jenisk, que es autor clásico en materia de lengua y literatura arábiga, dejando varios otros, que cultivan con erudición las lenguas orientales, como el abate Hök, el dragoman Sturmer y otros, podrán   -65-   bastarte para prueba de que el estudio de las lenguas florece en aquella ciudad.

Aunque la lengua griega no tiene este motivo político para cultivarse, ni goza de una academia particular para su estudio, halla muchos en Viena que la poseen, y que trabajan en ilustrarla. No contaré entre éstos a Denis, Eckel, y otros muchos, que aunque versados en ella, se han dedicado a otros estudios; pero te nombraré con particularísima estima al Señor barón Locella, que es uno de los más eruditos de Alemania en lengua griega, en conocimiento de autores clásicos, y en esta parte de erudición gramatical y filología. Ha compuesto algunas obritas en otras lenguas sobre materias diferentes, y una de ellas en francés intitulada: Essai sur la necessite de conferer les emplois selon les talens   -66-   ha tenido el honor de haber sido robada enteramente, y traducida literalmente en italiano por uno que la publicó como suya dando ocasión para aumentar con un plagio tan descarado el catálogo de los autores plagiarios. Pero estas obritas, no son más que pasatiempos para aquel erudito; su estudio verdadero y serio lo hace sobre los autores clásicos, singularmente griegos. Su buen corazón no menos que su habilidad le ha hecho servir para mayor beneficio de la literatura: son muchísimas las ediciones de clásicos griegos hechas en Alemania, y otras partes, a las cuales ha contribuido el barón Locella confrontando códices, y notando las variantes; y ahora está trabajando para darnos por sí mismo un Jenofonte Efesio en su verdadera lección. Este literato, aunque nacido en Viena, es oriundo del Final de   -67-   Génova, y me decía que tiene un primo en España, con alguna variación en alguna letra del apellido, y que debe estar empleado en la toga, lo que me ha hecho creer que pueda ser un oidor que estaba años atrás en Valencia, y que tal vez aún vivirá.5

A más de éste deben contarse por grecistas algunos que te he nombrado arriba, el Señor Mayer, profesor de hermenéutica, el Señor Bola escritor de la biblioteca, y sobre todos el Señor abate Alter versado, no sólo en el griego, sino también en otras lenguas orientales. Ha publicado este año   -68-   en Viena el Señor Devez una edición de la obra del griego Moschion de los males de las mujeres, con el texto griego de un códice de la biblioteca imperial, con sus correcciones, y traducción latina. Todo esto hace ver que el estudio de las lenguas antiguas se cultiva con provecho en Viena.

No sé si podré decirte lo mismo de las otras clases de estudios. La parte legal en una corte como la de Viena debía tener muchos y distinguidos autores. Tantos tribunales para naciones enteramente diversas, y diferentes de genios, de costumbres, de leyes, de situación, de moral y física constitución, para croatos, transilvanos, húngaros, alemanes, flamencos, italianos, y que sé yo que otros, la diversidad de derechos para las cosas de los estados hereditarios, y para las del imperio,   -69-   y la combinación de tantas causas de tan diferente naturaleza parece que debían empeñar mucho en el estudio de la jurisprudencia. En efecto oí decir que entre el infinito número de los que tienen el empleo, o a lo menos el título de consejeros hay muchos que poseen sobresalientemente aquella ciencia, y puedo decirte que he conocido algunos que mostraban ingenio, cultura y erudición, y las prendas necesarias para ser, como tal vez lo serán, excelentes en su profesión. Pero esto no basta para dar nombre en esta parte a la literatura de una ciudad, es menester manifestarse al público con la edición de algunas obras, y aunque habrá tal vez en una ciudad tan populosa como Viena algunos escritores de jurisprudencia, no conozco las obras de ninguno de ellos, sino sólo del Excelentísimo Señor barón Carlos   -70-   los Antonio Martini, presidente del supremo tribunal de justicia, el cual además de una breve historia que compuso años hace de esta ciencia: Ordo historiæ juris civilis, &c. impresa y reimpresa varias veces con honra del autor, ha publicado varias obras sobre la misma, y son suyas las que sirven de texto para las lecciones de la universidad, y de las que algunos han hecho nuevas ediciones y comentos; y éste es el único autor legal de fama de aquella ciudad de quien tenga yo noticia.

A esta clase puede pertenecer otro más célebre en la literatura el Señor consejero Sonnenfelds, sujeto que ocupa un lugar muy distinguido entre los literatos de Viena, y aun en general de toda la Alemania. Nacido de padres judíos convertidos al cristianismo, y aun creo habiendo él mismo   -71-   vivido judío algunos años, pasó su niñez y juventud pobremente, estuvo muy descuidado y abandonado en su educación, y a los 17 años se hizo soldado, en cuya vida pasó otros cinco. Abandonando después la vida militar, se dio a la literaria, que le era más propia, y en poco tiempo se hizo conocer por hombre de gran talento, y muchas luces, y que podía ser un ornamento de aquella capital. Apenas tenía 26 o 27 años, fue nombrado profesor de la universidad en una cátedra que se erigió en gracia suya de ciencias políticas, o policía de los estados, del comercio y de las rentas reales, ciencia, a lo que él mismo decía, desconocida entonces en las universidades de Alemania, algunas de las cuales la han abrazado después por el ejemplo de la de Viena, y de su catedrático Sonnenfelds. Éste publicó   -72-   una obra con el título Principios de política, comercio y rentas reales, de la que se han hecho cinco ediciones. Al mismo tiempo que regentaba la cátedra le hizo la emperatriz María Teresa consejero, y como profesor, y como consejero escribió sobre la abolición de la tortura, y sobre la de la pena de muerte; obras que por las dotes del estilo, y las circunstancias del tiempo lograron mucha celebridad. De esta suerte ilustró el Señor Sonnenfelds la ciencia que profesaba, y se adquirió gran nombre entre los que la cultivaban. Pero su mayor fama es de elegante escritor, y de uno de los ilustradores de la lengua alemana especialmente en Viena.

A su celo literario, y a sus escritos se debe la reforma del teatro alemán en aquella ciudad por la impresión que hicieron sus cartas sobre   -73-   el teatro de Viena, en las que con graciosa burla, y con mucha fuerza iba notando y poniendo en ridículo los defectos de aquel teatro. Su obra periódica intitulada: Hombre sin preocupaciones, combatía con graciosa sátira las preocupaciones de todas las clases, como la otra de Teresa y Leonor daba a las mujeres, bajo el nombre de una doncella, y de otra casada, lecciones de honestidad, y consejos de gusto. La elegancia del lenguaje, las gracias del estilo, y la fuerza de la elocuencia hacían leer con gusto todas estas, y otras obritas de Sonnenfelds. No tuvo tanto aplauso otro librito que publicó cuando yo estaba en aquella ciudad en defensa de las ciencias, o de las luces y conocimientos, en respuesta a una nota del célebre abate Sabatier, en que parece las quiere hacer perjudiciales al   -74-   estado, y a la sociedad. Oí que había querido en ésta mudar estilo, y acomodarse al francés, y esto le había quitado mucho de la propiedad, energía y precisión. De cualquier suerte tú ves que éste es hombre de mérito, y que da honor a la facultad jurídica de Viena, a cuya ciencia puede pertenecer como profesor y consejero. Alguna libertad en escribir, aun en puntos tocantes a religión, le ha perjudicado con algunos, aunque ésta misma le ha dado mayor nombre con otros. Ahora hace ya algunos años que no tiene la cátedra, y reposa bajo sus laureles, aunque su edad, que no pasa, y tal vez ni aun llega a los 60 años, y la entereza y robustez de su salud le permitirían aun ocuparse en las escuelas, y en otras ocupaciones públicas.

Alguna novedad me ha causado   -75-   el no hallar hombres más grandes en la facultad teológica y canónica. Conociendo el genio de los literatos alemanes, que gustan de profundizar en las materias en que entran, y que gustan de entrar en las que por un motivo u otro mueven la curiosidad, sabiendo cuanto se había hablado y disputado en Viena sobre puntos de teología y de cánones con la ocasión de las novedades que introducía en sus estados el emperador Josef II, movido, como se decía, de malos consejeros, y de su propio genio innovador; del viaje del Papa a aquella ciudad; de las contiendas de Flandes por la universidad de Lovaina por la nueva doctrina que querían hacer enseñar a los teólogos; del viaje a Viena, y de las humillaciones a que fue obligado el cardenal arzobispo de Malines, y de tantas otras circunstancias, que   -76-   movíanla curiosidad de examinar estos puntos, me figuraba que todo estaría lleno de teólogos y canonistas, sino de profesión a lo menos de genio, y algunos entre éstos sobresalientes, y que habrían salido en aquellos tiempos algunas obras eruditas y sólidas en pro, y en contra sobre aquellas materias, que entonces se debatían; pero quedé muy engañado en mis esperanzas.

Por más que pregunte por teólogos y canonistas no me supieron indicar alguno, que se haya distinguido sobre los demás; y por más que pedí las obras publicadas sobre estas materias de algún mérito particular, no me nombraron ninguna que tuviese algún crédito fuera de allí. El profesor de historia eclesiástica Dannemayer se llevó el premio que propuso el emperador Josef II para quien hiciera la mejor historia eclesiástica para uso de   -77-   aquella universidad, y su historia eclesiástica latina es la que él mismo lee en su escuela; pero esto no puede tener más mérito el de la brevedad y claridad.

También el profesor de cánones Pehem publicó en latín sus instituciones de derecho canónico, que le sirven de texto para sus lecciones de esta ciencia. Este mismo ha publicado en alemán su ensayo sobre la necesidad de una reforma del clero, y el derecho de los príncipes de hacerla en sus estados por su propia autoridad, y del origen, y de la translación de los obispados. Sólo el título hace ver que es una obra compuesta para acomodarse al gusto dominante, y para lisonjear a quien le podía favorecer. En efecto no es obra sólida y profunda, que trate estas materias con peso de nuevas razones, y de erudición escogida   -78-   y original, sino una de las muchas que salen sobre tales puntos sin mérito particular.

Puesto que entonces se formaba empeño en hacer estimar las innovaciones, o reformas, como se quieren llamar, de las cosas eclesiásticas parece que alguno debía meterse a justificarlas con una obra docta, bien probada y razonada, y el no haberse visto sino unos tomotes de un consejero Sertor de ningún nombre, los opúsculos de Eybel con muchas palabras, y no buenas razones, y algún otro libraco de personas desconocidas, como ni tampoco hallarse quien de propósito en obra sólida y magistral haya respondido a tales libritos, o a tales innovaciones puede hacer creer que no hay sujetos capaces de ello. Como quiera en estas ciencias de cánones y teología habrá tal vez algunos   -79-   sujetos doctos; pero no he conocido, ni oído nombrar alguno que sea de mérito particular.

La parte que realmente florece más que las otras es la medicina, y aquí nos vuelve a dar la corte sujetos muy distinguidos. ¿Quién no conoce al famoso médico Störk? Este barón Antonio Störk, consejero áulico actual, y primer médico de S. M. I., es el célebre autor de la obra de Cicuta, impresa en 1761, que hizo tanto ruido en toda Europa, y que dio desde luego al autor una fama universal. Una obra sobre los remedios contra el mal de rabia; otra en dos tomos de avisos médico-prácticos para la cirugía de campaña, y alguna otra obra médica le han conservado siempre el respeto, y la estima de los de su profesión. No tiene menos mérito otro médico de cámara, y superintendente   -80-   general de los hospitales de Viena, el barón Josef Quarin, y sus obras de febribus, de inflammationibus, y de morbis chronicis, y algunas otras que yo no sé, le han dado un lugar distinguido entre los médicos de Europa. A más de estos médicos de cámara de S. M. son estimados particularmente el Señor Respa por su habilidad en la obstetricia, y en todo lo que pertenece a las enfermedades de las paridas, de los niños recién nacidos, de las nutrices, y de todo lo tocante a la cura de madres e hijos; el Señor Lagusius que se ha adquirido buen nombre con su práctica, y el Señor Ingenhöutz más conocido como físico, que como médico. Éste vive tiempo ha en Inglaterra, y ha escrito varias cosas en la real sociedad de Londres. La inoculación de las viruelas, en que tuvo particular ejercicio le dio algún   -81-   nombre; pero sus obras físicas de las experiencias sobre los vegetables, y de nuevas experiencias, y varias obritas y descubrimientos en las materias, ahora tan de moda, de aires, y de electricidad le ponen en la clase de los famosos físicos del día. Médico de corte es también el Doctor Haderman autor de la obra de salubris sepultura, estimada en estos tiempos.

A más de estos médicos hay los cirujanos de corte, de los cuales sólo nombraré al Señor Leber, que es profesor de la universidad, y ha escrito para su escuela un libro de cirugía, y al célebre Señor Brambilla, que merece una mención particular. El caballero Alejandro Brambilla médico-quirúrgico, como te he dicho arriba, más que médico-quirúrgico del emperador Josef II era su privado, y, si se puede decir así, su amigo, inseparable   -82-   compañero en todos sus viajes y campañas, y fiel confidente de sus secretos, y, lo que he oído decir en su alabanza, no ha abusado jamás de su privanza, ni la ha hecho servir para su provecho o interés, sino sólo para ventaja de la medicina y cirugía, y beneficio de los soldados enfermos, y de sus hospitales. A pocos sujetos debe tanto la cirugía como al Señor Brambilla: él ha inventado algunos instrumentos, mejorado otros, y hecho trabajar a casi todos con particular esmero y perfección. He visto en uno de los hospitales de Nápoles una bella provisión de unos instrumentos de cirugía procurados por el Señor Brambilla: en la universidad de Pavía muchísimos más enviados de regalo por él mismo en muchos hospitales, y academias donde se trata de cirugía he visto alguna memoria de este benemérito   -83-   profesor. Pero la grande obra de su celo médico-quirúrgico es la academia y hospital militar de Viena, de que te he hablado arriba, debido enteramente a su amor a esta ciencia, y a su valimiento con el emperador que la fundó. Este solo mérito debería bastar para hacerle inmortal en la historia de la cirugía; pero tiene aún otros que le dan mayor título para que se le ponga entre los literatos. Dos tomos en cuarto tenemos impresos de su historia de los descubrimientos de los italianos en medicina y cirugía; y él mismo me ha dicho tener prontos los materiales para otro más importante que los dos impresos, pero que sus muchas ocupaciones, y su edad cargada con las fatigas pasadas no le permiten darle la última mano.

En el tomo publicado por la academia médico-quirúrgica es suyo el   -84-   proemio, en que da una historia de la cirugía, y de aquella academia; y suyas tres de aquellas disertaciones. Y este año ha publicado en Milán un tratado sobre las úlceras de las extremidades inferiores. Todo esto contribuye al mayor nombre del Señor Brambilla en la medicina y cirugía, y al mayor decoro de la corte imperial, que se halla tan bien provista de médicos y cirujanos.

Pero no son estos solos los que honran la medicina de Viena: el Señor Plenk, que te he nombrado entre los profesores de la academia quirúrgica, es uno de los médicos famosos que viven en el día, y tanto sus obras de medicina, la doctrina de los venenos, la medicina forense, y su libro de cirugía, como la grande obra botánico médica: Icones plantarum medicinalum son muy estimadas de   -85-   los profesores de estas ciencias. El Señor Daniel Tobenz, autor de unas instituciones patológicas: el Señor Rafael Steidela, autor de una obra de arte obstetricia: un docto joven italiano Doctor Careno, que ha escrito una instrucción para guardarse del contagio de las viruelas, y algunas otras obritas médicas; y varios otros que no te sabré nombrar contribuyen a hacer más célebre la medicina de Viena.

La matemática tendrá algunos estudiosos en Viena; pero yo no los conozco, y sujeto de gran fama en alguno de sus ramos no creo que lo haya después de la muerte del célebre Hell. Su sucesor el abate Triesneker continúa con honor en hacer sus observaciones astronómicas, y en dar a luz sus efemérides. El matemático que más he oído celebrar es el abate Josef Metzbury, aunque   -86-   no es muy conocida fuera de allí, no habiendo publicado obras que hagan conocer la profundidad de su saber, sino cosas elementares para uso de sus discípulos. Su grande obra, y que ha merecido toda la estimación del público, como te he dicho arriba, es su gran mapa topográfico del territorio austriaco, que se reputa lo mejor, y más perfecto que haya salido en esta parte. El Doctor Guillermo Bouer ha compuesto también un librito elementar de instituciones matemáticas; y habrá algunos otros que se ocupen con provecho en este estudio; pero no sujetos distinguidos, que puedan dar honor a la matemática de Viena.

No sé cuan profundo sea en las matemáticas el consejero Kempelen; pero es ciertamente célebre en toda Europa por la mecánica. El Señor Wolfango de Kempelen, gentilhombre   -87-   húngaro, consejero áulico en la real cámara de los dominios de Hungría, que muestra poco más de 56 años de edad, siempre ha tenido desde joven mucho genio para la matemática, y mecánica. Desde el año 1769, siendo ya muy notoria y pública su habilidad en esta parte, le hizo la emperatriz María Teresa la honra de llamarle para asistir a unos juegos magnéticos, que debía hacer delante de S. M. un francés llamado Pelletier; en esta ocasión hablándole la emperatriz dijo el Señor Kempelen que él haría una máquina mucho más prodigiosa y maravillosa que todas las del francés, si tuviera tiempo para ello, y S. M. le dispensó de las obligaciones de su empleo para que pudiera poner en ejecución lo que prometía. Entonces en el espacio de seis meses hizo la famosa máquina que   -88-   jugaba al ajedrez, y hacía sin perderse todos los correspondientes movimientos de las piezas, de suerte que comúnmente ganaba todas las partidas. De esta máquina han hablado mucho las gacetas: su autor con licencia de la emperatriz la llevó a Francia y otras naciones, y de todas obtuvo la admiración y el aplauso. El Señor Windisch, autor de la historia y de la geografía de Hungría, amigo y compañero del Señor Kempelen, ha impreso algunas cartas sobre esta máquina, en las que da de ella muy individuales noticias. Después de los viajes, satisfecha ya la curiosidad universal, no concurriendo sino raros a verla, la desmontó, y como lleva mucho tiempo y engorro el montarla, no lo hace sino por personajes muy superiores, como fue por los grandes duques de Moscovia, y tres años ha   -89-   por los reyes de Nápoles; por lo que yo no pude ver dicha máquina, pero vi por dos veces con mucho gusto otra máquina suya no menos maravillosa, que articulaba palabras, y hablaba como un niño. Sobre esta máquina, sobre el artificio con que está compuesta, y sobre toda la teoría del habla ha escrito el mismo autor un docto libro lleno de anatomía y de medicina, y de la más fina filosofía que ha publicado en alemán, y en francés para la inteligencia universal.

Pero estas máquinas las considera él como juegos de niños, cosas de mera curiosidad, y de poco o ningún provecho; tiene meditadas otras más útiles, y una de ellas llevada ya a la perfección. Ésta es una especie de bomba de fuego; pero enteramente diferente de las de Francia e Inglaterra, y de una suma sencillez, y de   -90-   no menor actividad. Me convidó el Señor Kempelen a verla en ejercicio en una que hizo como por muestra fuera de los muros de la ciudad, y sacaba de un foso en poquísimo tiempo una gran cantidad de agua, ahorrando con un poco de fuego el gasto muchas bestias que se necesitarían para moverla; y esta máquina me dijo que iba a ponerse en uso cuanto antes en no sé que parte de Hungría. Me mostró a más de esto un libro en que va apuntando los muchos pensamientos que le ocurren de otras máquinas; y vi algunas descriptas, otras bosquejadas, y otras de que sólo daba alguna ligerísima idea, cada una según los pensamientos que le habían ocurrido sobre ella. A más de esto he visto en el cuarto del Señor Kempelen algunos cuadritos y estampas, pintados los unos, y grabadas las   -91-   otras por el mismo; y todo respira en él un espíritu de invención, y un ingenio particular. Un solo sujeto como el Señor Kempelen basta para dar honor a la mecánica, no sólo de una ciudad, sino de todo un reino.

No puede la física contar en Viena un sujeto semejante, ni tiene aquella capital hombres grandes de que poderse gloriar. Herbert ha escrito algunas obritas físicas, entre otras, una de aere, fluidisque. Más fama podría dar a la física de Viena el Señor Ingenhöutz, que se distingue realmente en esta ciencia; pero éste está casi siempre en Londres. He conocido al Señor barón Kienmayer, consejero, y no sé con que otro empleo en la corte, de quien te he dicho arriba que ha comprado muchas máquinas el emperador actual, y en el acto de mostrarme algunas de las que le habían   -92-   quedado, y hacerme ver algunas observaciones con un microscopio de Adams, que le había llegado poco antes, me dio pruebas de sus muchos conocimientos, y de su profundo saber, de suerte que no dudo podría merecer un distinguido lugar entre los buenos físicos del día. Pero como no hace profesión de esto, ni ha querido dar al público alguna obra como podría, aunque es conocido y consultado de otros físicos de dentro y fuera de Alemania, no llega a tener una universal celebridad. Posee también muchos conocimientos de física el Señor abate Maffei, director, como te he dicho, de la escuela física de la fundición de cañones; y así habrá algunos otros muy instruidos; pero que no se han dado a conocer al público con algunas producciones.

Una especie curiosa me contó persona   -93-   que lo podía saber, y es que son tantos los alquimistas, que trabajan por hacer el Oro, y hallar la piedra filosofal, que habiéndose hecho una visita por las casas en 1767, o 68, por orden de la emperatriz, para evitar peligros de incendio, y otros desórdenes que de esta manía alquimística podían venir, a cuya visita intervino la persona que me lo contó, se hallaron más de 300 que trabajaban en esto; pero como la visita no se hacía con gran secreto, y muchos tuvieron tiempo para salir de la ciudad, o a lo menos esconder sus hornillos, y demás instrumentos, es de creer que habrá habido otros tantos no descubiertos, y me añadía que desde entonces acá no han curado de tal locura, y que si actualmente no llegan a 600 los alquimistas de Viena, y sus arrabales, le faltara muy poco.   -94-   Los fracmasones, que abundan mucho en aquella ciudad, y en casi toda la Alemania, son muy dados a este estudio, y uno de los incentivos con que oí decir que incitaban a varios, era éste de aprender cosas no sabidas de otros, y llegar a hallar la piedra filosofal.

Pero dejando a parte estos alquimistas, y viniendo a la buena química, el Señor Jakin y su hijo, el abate Maffei, y otros que yo no sé, cultivan con mucho fruto esta ciencia, la cual sin embargo no ha dado en Viena obras famosas fuera de algún poco de las de Jakin. El abate Brink, que te he nombrado arriba, puede contarse entre los químicos y físicos, no por experimentos, o descubrimientos, sino por su mucha erudición de los libros antiguos.

Las buenas letras, que en otros tiempos no florecían mucho en Viena,   -95-   ahora están en grande esplendor. Oí que el triunvirato de la reforma del gusto alemán en aquella ciudad han sido Denis, Sonnenfelds, y Hoffman: los dos primeros tienen mucho más crédito; he conocido algo a Sonnenfelds, y mucho a Denis, y te he hablado bastante de uno y otro. De Hoffman, que no conozco, personalmente, y de quien no oí hablar mucho, poco puedo decirte, sino que fue maestro de estilo, o de elocuencia alemana, primero en Pest, y después en Viena, que ha escrito algunas cosillas periódicas sobre los predicadores, y otras cosas de Viena, y otras obrillas alemanas, que han tenido aceptación.

Puede también contarse con razón entre los introductores del buen gusto en el Austria al general Ayrehof, autor de la comedia Der-Postzug, que quiere decir el tiro a cuatro, y   -96-   como has visto en el opúsculo del rey Prusia, que tradujo ahí tu amigo Don Josef Mallent y Romeu, sobre la literatura alemana, es la única pieza del teatro alemán que merezca su real aprobación. Éste es un militar que tiene ahora el grado de general mayor, como aquí dicen, que viene a ser ahí el de brigadier, siendo el inmediato superior al coronel; y teniendo genio poético se dio a conocer en su juventud con la comedia, Der Postzug, que le ganó desde luego gran fama en toda la Alemania. Después compuso varias otras poesías, que no desmerecieron el nombre que se había adquirido. Fue principalmente celebrada una tragedia suya Antonio y Cleopatra, y ayudó a su mayor celebridad la especie de versos en que la compuso, que son de seis pies, y vienen a ser como los yambos latinos,   -97-   que muchos creyeron ser los más propios para la tragedia.

Estos son como los jefes de los poetas y escritores alemanes de Viena; pero hay además varios otros que se distinguen en verso y en prosa. Oí alabar como orador elocuente al predicador de San Esteban, que es la catedral; pero no me acuerdo de su nombre. Ya te he nombrado arriba como buen poeta al abate Mestalier, traductor de Horacio, y autor de poesías de espíritu horaciano. Mucho oí ensalzar una oda alemana que hizo, mientras yo estaba allí, el abate Haschka a la muerte del rey de Francia. Era ya célebre este poeta por varias composiciones poéticas, en que se había distinguido, singularmente en la lírica, que parece es su poesía predilecta; pero aquella oda la ponían sobre todas las demás composiciones de   -98-   su pluma, y la miraban como una de las mejores de la poesía alemana.

Otro gran poeta, y escritor alemán celebrado en Viena, y fuera de ella es el Señor Juan Alxinger, agente de corte, y hombre, como el Haschka, de fresca edad. He oído alabar sus obras como que tienen la apreciable particularidad de unir gran fuego y entusiasmo, con mucha corrección y lima, y con exactitud y pureza de lenguaje, y celebrarlo por uno de los escritores estimados en el día en aquella lengua. Empezó a adquirirse nombre por algunas canciones, y pequeñas poesías, que publicaba en el almanak de las musas, y en otros diarios: después tradujo una tragedia francesa al principio del reinado de Josef II; pero de allí a dos años dio un gran salto y publicó un poema épico intitulado: Doolin de Maguncia,   -99-   que le acarreó mucho honor por toda la Alemania, como se lo han aumentado otros dos poemas, uno de los cuales es el romance heroico de Mr. De Florian Numa Pompilius puesto en verso alemán. y reducido a poema épico. Según puede juzgar por lo que oí a los mismos alemanes, Alxinger, y Haschka son los poetas jóvenes que conservan a la poesía de Viena la fama que le han ganado Denis, y otros poetas más adelantados en edad.

Blumauer es también famoso poeta; pero de un gusto diferente. Aunque ha dado a luz varias otras composiciones poéticas, su gran fama le ha venido por su Eneida de Virgilio transformada, en que pone en ridículo los frailes y clérigos, y divierte con bufonadas, que pecan en indecentes e irreligiosas. Sea cuanto quieran agudo e ingenioso, yo nunca aprobaré   -100-   que se malgaste el ingenio y la poesía en materias tan indignas.

Se empezó a publicar este año una obra periódica, de la que salía un tomito al mes de un abate Hoffstätter, que venía a ser una obra de varias observaciones del escritor en las artes, y en las letras; y oí a personas inteligentes alabar mucho, tanto el lenguaje y el estilo, como el juicio. Yo no puedo juzgar del estilo y lengua, y sólo por lo poco que entendía, me parecía muy justo en sus discursos y juicios, aunque para mi gusto algo prolijo en su exposición. Ésta es la única obra que yo sepa de esta especie, si bien tengo entendido que después de mi vuelta de aquella ciudad, el Señor Alxinger ha empezado a publicar otra, que en muchas cosas se le opone; por lo demás las gacetas, que son mucho más frecuentes que   -101-   que ahí, dan noticia de libros nuevos, o de otros venales, y cada día se ven larguísimas listas de libros publicadas para el comercio de ellos, no para la crítica y literatura. Lo dicho hasta aquí baste para darte alguna idea del gusto alemán en verso y en prosa, que ahora reina en Viena, y que parece ser la parte de la literatura, que está al presente en mayor aprecio.

No deja por esto de cultivarse también la erudición histórica y bibliografía. El censor de la carta sobre el arte de enseñar a hablar a los sordos mudos, que publiqué en aquella ciudad, es un secretario áulico Señor Josef de Retzer, que puede contarse entre los que cultivan esta erudición filológica. Versado en la literatura no sólo griega y latina, sino alemana, inglesa e italiana se ha hecho conocer en varios ramos, y ha dado a luz,   -102-   que yo sepa, un tomito de poesías alemanas, y algunos de poesías inglesas selectas, y últimamente ha hecho una edición de las obras en prosa y en verso de Gerónimo Balbi, a la cual precede un comentario suyo de vita et scriptis Hieronymi Balbi. Tanto la edición como el comentario le han merecido los elogios de los literatos italianos y alemanes; y en una obrita periódica, publicaba el año pasado en Viena con el título de Mercurio italiano, se leen varias cartas latinas escritas en esta ocasión entre el Señor Retzer, y los eruditos Tiraboschi y Morelli, Heyne y Runken, que prueban el aprecio que estos ilustres sujetos hacían de la fatiga del editor.

Hablando arriba de los concurrentes a la biblioteca imperial, te he nombrado al esculapio P. Rauch, que   -103-   está publicando con mucha erudición la continuación de los escritores de cosas de Austria, al abate Durich, que trabaja incesantemente en una biblioteca de literatura slávica, y al abate Weinhofer que ilustra las antigüedades de Austria geográficas, municipales, monetarias, &c. y a más de éstos un esculapio P. Leopoldo Gruber, editor de una obra de Voigel, Specimen Bibliothecæ Germanico-austriacæ, &c. cultiva mucho el estudio de la historia, y el otro esculapio profesor de diplomática P. Gregorio Gruber ilustra también mucho esta suerte de erudición. Mucho oí celebrar para todo lo que pertenece a la geografía e historia de los estados de Austria superior e inferior al Señor Ignacio de Lucca, que creo sea consejero y profesor. Es también geógrafo de algún nombre un Señor Datsch,   -104-   que ha hecho un mapa de Rusia, y no sé que otro; y no dudo que habrá varios eruditos en estos estudios de quienes no he tenido noticia.

A más de los escritores en tantos diferentes géneros de literatura, que te he nombrado, dan honor a la cultura literaria de Viena los muchos museos, y colecciones de libros, de raridades anticuarias, y de historia natural. Muchos particulares tienen el gusto de formarse ricas librerías, y aunque yo no tuve ocasión de ver muchas, oí hablar de varias de ellas, y por lo poco que vi pude formar alguna idea de lo mucho que habrá que ver.

Biblioteca que mereciese el nombre de tal no vi sino la del Señor consejero Krufft con selecta colección de libros de todas clases, con varias ediciones rarísimas del siglo XV, y otras,   -105-   que aunque de tiempo posterior, son por algunos motivos particulares aún más raras que las antiguas; y con algunos manuscritos antiguos y modernos. El mismo consejero Krufft se ha compuesto el catálogo de sus libros, que es curioso por las divisiones y subdivisiones en que clasifica los libros, y por las disertaciones que hace sobre algunos de ellos, que lo merecen por la raridad, o por algún otro motivo particular.

Te he dicho que el Señor consejero Jenisk tiene una buena colección de libros, no muchos, pero selectos. Lo mismo te diré del Señor barón Kienmayer, si bien estos dos señores han formado sus librerías de gusto, y de libros bien diferentes, el uno de libros y manuscritos arábigos, persianos y orientales, de erudición polistórica, de poliglótica, de historias diferentes   -106-   especialmente relativas a las orientales: el otro de libros de física, y de ciencias naturales, de clásicos antiguos y modernos, de algunos de anticuaria, como los de Herculano, y de otros de amena literatura.

Otra librería vi muy singular en su género de un canónigo, que tiene también una curiosa colección de sellos. El Señor abate Francisco Pablo de Smitmer, canónigo de la catedral de Viena, y comendador de la orden de Malta, ha recogido cuantos libros ha podido hallar tocantes a dicha orden, y para poder lograr algunos, que no habían hallado sus muchas diligencias, publicó el catálogo de los que poseía, para que sabiéndose con esto los que le faltaban, quien tuviese alguno de éstos se lo pudiera ofrecer, o en venta, o en cambio, o de regalo. Causa realmente maravilla el ver tanta multitud   -107-   de libros latinos, alemanes, franceses, italianos, españoles, ingleses, polacos y de alguna otra lengua, que tratan de un modo u otro de la religión de Malta; esto es, o hablando de todas las religiones, o de solas las militares, o sólo de la de Malta; y de ésta, o historias, o relaciones de hechos particulares, u obras diplomáticas, anticuarias, o elogios y vidas de ilustres caballeros, o reglas e instrucciones, o libros litúrgicos, o mapas geográficos, y en suma de cuanto por un lado u otro puede pertenecer a aquella religión. A más de mostrarme la librería (en la que había también otros muchos libros de otras materias) me regaló su catálogo, que forma un librito de 268 páginas, y que conservo como una raridad.

Este mismo Señor canónigo tiene una riquísima colección de sellos de   -108-   diplomas imperiales, pontificios y de otros príncipes, que forman maravillosas series, y que dan mucha luz para la historia, y para varios puntos de derecho público. Me mostró muchos apuntamientos que había formado sobre diferentes materias de historia, que se ilustran con las noticias de aquellos sellos. Su singularísima modestia no le permite publicar cosa alguna de lo que tiene escrito, y sólo se sirve de ello para responder a los que le consultan en tales asuntos.

Como éste de sellos, hay varios otros que tienen colecciones de monedas, algunas de antiguas, y más de modernas, en las que hay algunos que poseen raridades. Pero en lo que más abundan es en museos de historia natural. Tiene uno el consejero Sonnenfelds, o por mejor decir dos, uno suyo, y otro de su mujer: tiene otro   -109-   el Señor conde Kollowrat; otro el Señor Fichtel, otro el Señor Haupt, el Señor Jakin y otros muchos. Pero el más rico y apreciable entre todos es uno que ahora creo se halla ahí, y es de la Señora Doña Leonor Raab, mujer del Señor Huerta, que tú conoces. Yo no lo pude ver porque estaba ya encajonado para enviarlo ahí; pero sé cuanto sea su mérito por el catálogo que de él imprimió el célebre naturalista Born, de quien te he hablado arriba. Un museo que merece ser ilustrado por un sujeto como Born, tiene asegurada una eterna memoria entre los eruditos naturalistas.

Creerás que lo dicho hasta ahora podrá darte una suficiente idea del gusto de los vieneses en tales colecciones, y generalmente del estado actual de la literatura de aquella ciudad. Pero falta aún una parte de ella,   -110-   que aunque pueda parecer extranjera, no deja de pertenecerle en propiedad. Como el soberano tiene muchos estados dentro de Italia, la literatura italiana debe tener su lugar en el vienés. Hay una iglesia italiana, donde se predica, y se hacen los ejercicios espirituales en italiano. Hay un teatro italiano, y aun en el teatro nacional las óperas son italianas, y hay ahora un poeta del teatro, y otro de corte italianos; y todo esto hace que la lengua y literatura italiana no se deba considerar como extranjera en aquella ciudad.

Empezando por la poesía no te nombraré al poeta del teatro que hay ahora, y que está muy bien pagado con 15, o 16 mil reales, porque no me acuerdo de su nombre, siendo un poeta enteramente desconocido. El título de poeta cesáreo, honrado con dos   -111-   nombres grandes de Apóstol Zeno y de Metastasio, es un título que puede hacer ensoberbecer a quien lo obtenga. Ahora lo tiene el Señor abate Inocencio Casti, título de honor sin obligación alguna, y con 20 mil reales de pensión. Éste ciertamente está lejos de llegar a la habilidad de Apóstol Zeno, y de Metastasio, pero no le falta su mérito particular. Apóstol Zeno comenzó a poner en crédito, y dar fama universal a la ópera italiana; Metastasio la llevó a su mayor grandeza, y casi la hizo coronar reina de todos los teatros de Europa desde Madrid hasta Petersburgo. El abate Casti se ha distinguido por las óperas bufas, y su Teodoro in Corsica, y algunas otras óperas bufas que ha compuesto han hecho estimable este género de poesía, que hasta ahora no merecía la menor consideración. Con esto se puede   -112-   decir con verdad, que la perfección del teatro musical, tanto en la ópera seria, como en la bufa se debe a los poetas cesáreos; y en esto tiene todo el mérito el actual poeta abate Casti, el cual podría contentarse con este honor, sin buscarlo en otras composiciones, que no se lo darán jamás entre las personas prudentes y honestas.

Hay a más de éstos un caballero joven marqués Vallari de Cremona, que ha procurado acarrear honor a la literatura italiana, componiendo, y publicando en Viena un Mercurio italiano, que en un tomito cada mes daba noticia de las obras de Italia, y de las de Alemania. Te he hablado arriba del Señor Brambilla, famoso médico quirúrgico, y natural de Pavía. Otro médico joven Doctor Careno se distingue con varias producciones, algunas de las cuales se han traducido luego   -113-   en alemán. Hállase ahora en aquella corte ministro de la república de Ragusa un siciliano abate conde Ayala, el cual, para hacerse leer en una lengua más común en toda la Alemania, y en otras naciones, ha escrito en francés un libro sobre la libertad e igualdad, refutando el mal modo de pensar sobre éstas de los franceses, y este libro fue luego traducido allí mismo en italiano por el Señor príncipe Ruspoli romano, que esta ya mucho tiempo en Viena.

La revolución de Francia ha llevado a Viena muchos franceses, y algunos de ellos escritores de algún nombre. Célebre es el barón de Iott, no sólo como empleado que fue por la Francia en la corte de Constantinopla, sino también como escritor de las cosas turcas: los cuatro tomitos que publicó   -114-   intitulados: Memoires sur les Turcs et les Tartares lo han hecho conocer entre los literatos. No es francés, sino húngaro; pero habiendo estado tantos años al servicio de Francia, y habiendo escrito en francés, se puede contar entre los escritores franceses, y éste se hallaba en Viena, y tuve el gusto de conocerle en la mesa del Señor marqués de Breme.

A la misma concurrió también el famoso abate Sabathier de Castres, conocido principalmente por su obra de los tres siglos de la literatura francesa, impresa y reimpresa varias veces, y siempre recibida con mucho aplauso, en que forma juicio libre e imparcial de todos, o a lo menos de los principales escritores franceses de estos tres últimos siglos: habrás visto el uso que con razón hace de esta obra en su   -115-   Década epistolar, el Excelentísimo Señor duque de Almodóvar. Ahora se hallaba en Viena, donde ha impreso algunas cosillas siempre con su acostumbrada elocuencia. Allí también imprimió este año una carta sobre las cosas presentes de Francia un Mr. Mailliand, y a esta puso sus largas notas el abate Sabathier.

La casa de nuestros embajadores los excelentísimos señores marqueses de Llano, donde tú sabes que fui hospedado, y recibí infinitos favores, que tendrán perpetuamente obligada mi gratitud, los dos meses y medio que estuve en aquella ciudad, era frecuentada de todo lo bueno, y mejor de Viena por la estimación y respeto que se merecen de todos, por su buen corazón, y buen modo; pero podía llamarse en particular el asilo de los   -116-   emigrados franceses, que en medio de sus desgracias tienen el consuelo de hallar siempre buena acogida en la cordialidad de aquellos señores. En ella con gran concurso de señores y príncipes alemanes, flamencos, italianos, franceses y otros, leyó Mr. Limon la oración fúnebre que compuso a la muerte del rey Luis XVI, e intituló Vida y martirio de aquel infeliz monarca que después publicó en Ratisbona, y se ha impreso y reimpreso en varias partes, y traducido en varias lenguas.

Allí también leyó el Ilustrísimo Señor obispo de Nancy una pieza suya de oratoria político sacra, que me pareció escrita con mucho juicio y elocuencia, y fue muy aplaudida del noble y numeroso congreso, que asistió a su lectura. Así que tu ves que   -117-   se hallan en Viena no sólo escritores alemanes y húngaros, sino italianos y franceses, y aun te diré también españoles, pues allí imprimió el Señor Huerta, cuando se hallaba de secretario de embajada, su filosófica y docta obrita de los sinónimos castellanos.

Pero veo que he excedido los términos de una carta, y te la escribo más larga de lo quo al principio creía: podría aun decirte más, si quisiera nombrarte uno por uno todos los escritores grandes y pequeños, buenos y malos de aquella ciudad. Tú no pretenderías que te hiciera una biblioteca de los autores de Viena, sino sólo un cuadro del estado actual de la literatura de aquella capital; y éste, bueno o malo, creo enviártelo en esta carta. Aquí ves que Viena contiene en varias clases sujetos de la mayor   -118-   distinción: Eckel en la numismática; Denis en la bibliografía, y otros ramos; Schmid en la historia; Jakin en la botánica; Störk, Quarin y Plenk en la medicina; Kempelen en la mecánica; Jenisk en las lenguas orientales; Yngenhöutz, aunque ausente, en la física; Sonnenfelds en su línea, y así algunos otros. Pero no los tiene iguales en varias otras: no un teólogo, un escriturario, un historiador eclesiástico, no un canonista, no un legista, no un astrónomo, no un matemático, no un orador, que haga correr por la Europa en nombre de Viena.

En lo poco que pude ver no observé, que la literatura obtenga en Viena la consideración que goza en otras muchas partes, ni que los literatos hallen en ella gran protección. En la clase de nobleza media de barones y   -119-   consejeros hay muchos hombres cultos; pero viven retirados, y no se dan al público con doctas producciones, ni su estilo y cultura les gana estima y consideración. Parece que la poesía, y el gusto de buenas letras, y de lengua alemana son los estudios que tienen ahora más cultivadores, y hallan mayor estimación. Los autores antiguos se estudian poco, y se abandonan las buenas fuentes, como oí quejarse los mismos literatos del país.

¿Qué pronóstico, pues, podemos hacer de aquella literatura para lo venidero? Observa que la mayor parte de aquellos literatos son eclesiásticos, algunos actualmente regulares, y casi todos los otros que lo han sido. Esculapio es el P. Rauch, como lo son uno y otro Gruber. Mínimo ha sido el abate Durich, y canónigo regular   -120-   el abate Neuman, y quitados dos o tres abates de cuantos te he nombrado, todos los demás han sido jesuitas, Denis, Eckel, Alter, Metzbury, Triesneker, Mestailer, Smitmer, Brink, Haschka, Weinhofer, Hoffstätter y todos los otros.

Digo esto porque observo que Blumauer, y algunos otros de los que pasan por ingenios amenos, parece que hacen vanidad de poner en ridículo todo lo que son clérigos y frailes, y que tales burlas son generalmente muy aplaudidas. En los dos últimos gobiernos el estado secular, y mucho más el regular se han visto en la mayor depresión. Quieren decir que las religiones fomentan la superstición y la ignorancia; se han abolido por ello muchos conventos estos años pasados. ¿Qué hemos ganado con esto? ¿Qué   -121-   fruto se ha sacado de tanta abolición? ¿Que literatos se han levantado de las ruinas de tantos religiosos? Quita de la literatura de Viena todos los que son, o han sido regulares, y verás a qué se reduce lo restante. Observa que todos los sujetos distinguidos son ya hombres avanzados en edad, que se formaron en tiempo que no reinaba este espíritu y modo de pensar, y que en estos últimos años no se ve salir ningún joven que haga esperar notables adelantamientos a alguna ciencia: y todo esto hace temer que dentro de algunos años se vea muy mal parada la literatura de Viena, falta de sujetos eruditos y profundos, reducida a dos o tres poetas, y a literatos superficiales ¿Pero qué hago yo? ¡Me he resistido tanto a complacerte en darte alguna noticia de la literatura   -122-   actual de Viena, y ahora te iba a escribir aún de la futura! Basta pues ya de carta, y queda con Dios, que te guarde los muchos años que deseo.

Mantua y noviembre a 20 de 1793.





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Índice de las cosas más notables que contiene esta carta


Razones que tiene el autor para no describir el viaje de Mantua a Viena. pág. 1
Viena. 2
Nobles artes de ella. 3
Iglesias. ibid.
Pinturas. 4
Estampas. ibid.
Sitios imperiales, y paseos públicos. 5
Población de Viena. 6
Museo de monedas antiguas, y su director abate Eckel. 8
de monedas modernas, y su director abate Neuman. 11   -124-  
de historia natural, y su director Born. 13
Archivo imperial y su director Schmid. 16
Biblioteca imperial. ibid.
Su bibliotecario mayor, barón Van Svieten. 17
Bibliotecario Miguel Denis. 19
Pablo Strateman, y otros. 23
Bola, escritor de la biblioteca. 24
Sueldos de los empleados en ella. 25
Concurrentes a la misma. 26
Sitio de Schönbrurn: su jardín holandés, y casa de fieras. 31
Belvedere. 33
Universidad. 34
Lecciones que se dan en ella. 36
Jakin, catedrático de botánica, y de química. 40
Otros profesores. 43
Barón Metzbury. 44, y 85   -125-  
Sueldos de algunos catedráticos. 45
Otras escuelas públicas. 46
Academia oriental. 47
Su director Jenik. 49
Academia de ingenieros. 50
Fundición de cañones. 51
Academia quirúrgico militar. 52
Otra academia militar en Neustadt. 57
Literatos de Viena. 59
Conde Carlos Rewitzki. ibid.
Abate Hager. 63
Dombai. 64
Barón Locella. 65
Jurisprudencia. 68
Barón Martini. 69
Consejero Sonnenfelds. 70
Teología y Canones. 75
Dannemayer. 76
Pehem. 77
Medicina. 79
Barón Störk. ibid.   -126-  
Barón Quarin. 80
Ingenhöutz y otros. ibid.
Brambilla. 82
Plenk. 84
Matemáticas. 85
Kempelem. 86
Física. 91
Alquimistas. 93
Química. 94
Buenas letras. ibid.
Ayreof: poeta. 95.
Mestalier. 97
Haschka. ibid.
Alxinger. 98
Blumauer. 99
Erudición histórica y bibliográfica. 101
Retzer y otros. ibid.
Librería de Kruff. 104
de Jenisck, y de Kienmayer. 105
de Smitmer. 106   -127-  
Colección de sellos del mismo. 107
Museo de historia natural de Sonnenfelds, y otros. 108
de la Señora Doña Leonor Raab. 109
Literatura italiana en Viena. 110
Poeta cesáreo Casti. 111
Otros italianos. 112
Literatura Francesa en Viena. 113
Barón de Iott. ibid.
Abate Sabathier. 114
Mr. Limon. 116
Señor Obispo de Nancy. ibid.


 




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