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Casa con dos puertas mala es de guardar

Comedia famosa

Pedro Calderón de la Barca



PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA
 

 
LISARDO,    galán.
DON FÉLIX,    galán.
CALABAZAS,    criado.
UN ESCUDERO.
FABIO,    viejo.
MARCELA,   dama.
LAURA,   dama.
SILVIA,   criada.
CELIA,   criada.
LELIO,    criado.





ArribaAbajoJornada I

 

Salen MARCELA y SILVIA en corto con mantos, como recelándose, y detrás LISARDO y CALABAZAS.

 
MARCELA
¿Vienen tras nosotras?
SILVIA
Sí.
MARCELA
Pues párate. -Caballeros,
desde aquí habéis de volveros,
no habéis de pasar de aquí,
porque si intentáis así 5
saber quien soy, intentáis
que no vuelva donde estáis
otra vez, y si esto no
basta, volveos, porque yo
os suplico que os volváis. 10
LISARDO
Difícilmente pudiera
—27v→
conseguir, señor, el sol
que la flor del girasol
su resplandor no siguiera.
Difícilmente quisiera 15
el norte, fija luz clara,
que el imán no le mirara,
y el imán difícilmente
intentara, que obediente
el acero le dejara. 20
Si sol es vuestro esplendor,
girasol la dicha mía,
si norte vuestra porfía,
piedra imán es mi dolor;
si es imán vuestro rigor, 25
acero mi ardor severo.
Pues ¿cómo quedarme espero,
cuando veo que se van,
mi sol, mi norte y mi imán,
siendo flor, piedra y acero? 30
MARCELA
A esta flor hermosa y bella,
términos el día concede,
bien como a esa piedra puede
concederlos una estrella,
y pues él se ausenta, y ella, 35
no culpéis la ausencia mía;
decid a vuestra porfía,
piedra, acero o girasol,
que es de noche para el sol,
para la estrella de día. 40
Y quedaos aquí, porque
si este secreto apuráis,
y a saber quién soy llegáis,
nunca a veros volveré
a aqueste sitio, que fue 45
campaña de nuestro duelo;
y puesto que mi desvelo
me trae a veros aquí,
creed de mí que importa así.
LISARDO
De vuestro recato apelo, 50
señora a mi voluntad,
y supuesto que sería
no seguiros cortesía,
también será necedad.
Necio o descortés, mirad 55
cuál mayor defecto es,
veréis [que]1 el de necio, pues
no se enmienda, y así a precio
de no ser, señora, necio,
tengo de ser descortés. 60
Seis auroras esta aurora
hace que en este camino
ciego el amor os previno
para ser mi salteadora:
tantas ha que a aquella hora 65
os hallo a la luz primera,
oculto sol de su esfera,
de su campo rebozada
ninfa, deidad ignorada
de su hermosa primavera. 70
Vós me llamastis, primero
que a hablaros llegara yo;
que no me atreviera, no,
tan de paso y forastero.
Con estilo lisonjero, 75
áspid ya de sus verdores,
no deidad de sus primores,
desde entonces fuistes; pues
áspid, que no deidad, es
quien da muerte entre las flores. 80
Dijístisme que volviera
otra mañana a este prado,
y puntüal mi cuidado
me trujo como a mi esfera.
No adelanté la primera 85
ocasión, porque bastante
no fue mi ruego constante,
a que corriese la fe,
que adora lo que no ve,
ese velo de delante: 90
viendo, pues, que siempre es nuevo
—28→
el riesgo, y el favor no,
quiero a mí deberme yo
lo que a vuestra luz no debo:
y así a seguiros me atrevo, 95
que hoy he de veros, o ver
quien sois.
MARCELA
Hoy no puede ser,
y así dejadme por hoy,
que yo mi palabra os doy
de que muy presto saber 100
podáis mi casa, y entrar
a verme en ella.
CALABAZAS

 [A SILVIA.] 

¿Y a ella
doncella desa doncella
(la verdad en su lugar,
que yo no quiero infernar 105
mi alma) hay cosa que le obligue
a taparse?
SILVIA
Y si me sigue,
tenga por muy cierto.
CALABAZAS
¿Qué?
SILVIA
Que me persigue, porque
quien me sigue me persigue. 110
CALABAZAS
Ya sé el caso vive Dios.
SILVIA
¿Qué va que no le declaras?
CALABAZAS
Muy malditísimas caras
debéis de tener las dos.
SILVIA
Mucho mejores que vós. 115
CALABAZAS
Y está bien encarecido,
porque yo soy un cupido,
SILVIA
Cupidos somos yo y tú.
CALABAZAS
¿Cómo?
SILVIA
Yo el pido, y tú el cu.
CALABAZAS
No me está bien el partido. 120
MARCELA

 [A LISARDO.]  

Esto os vuelvo a asegurar
otra vez.
LISARDO
Pues ¿qué fïanza
le dejáis a mi esperanza
de las dos que he de lograr?
MARCELA

 (Descúbrese.)  

La de dejarme mirar. 125
LISARDO
Usar desa alevosía
para turbar mi osadía,
ha sido traición, pues ya
viéndoos, ¿cómo os dejará
quien sin veros os seguía? 130
MARCELA
Quedad, pues, de mí seguro
de que muy presto sabréis
mi casa, y entenderéis
cuánto serviros procuro,
esto otra vez aseguro. 135
LISARDO
Ya en seguiros soy de hielo.
MARCELA
Y yo sin ningún recelo
de que agradecida estoy,
por esta calle me voy.
LISARDO
Id con Dios.
MARCELA
Guárdeos el cielo.
140
 

(Vanse las dos.)

 
CALABAZAS
¡Linda tramoya, señor!
Sigámosla hasta saber
quién ha sido una mujer
tan embustera.
LISARDO
Es error
Calabazas, si en rigor 145
ella se recata así,
seguirla.
CALABAZAS
¿Eso dices?
LISARDO
Sí.
CALABAZAS
Vive Dios, que la siguiera
yo, aunque hasta el infierno fuera.
LISARDO
¿Qué me debe, necio, di, 150
de haber cuatro días hablado
conmigo en este lugar,
para darle yo un pesar,
de quien ella se ha guardado?
CALABAZAS
Debe el haber madrugado 155
estos días.
LISARDO
Ya que estamos
solos, ya que así quedamos
sobre lo que podrá ser
tan recatada mujer,
—28v→
discurramos.
CALABAZAS
Discurramos.
160
Dime tú, ¿qué has presumido
de lo que has visto y notado?
LISARDO
De estilo tan bien hablado,
de traje tan bien vestido,
lo que he pensado y creído, 165
es, que esta debe de ser
alguna noble mujer,
que donde no es conocida,
disimulada y fingida,
gusta de hablar y de ver, 170
y por forastero a mí
para este efeto eligió.
CALABAZAS
Mucho mejor pienso yo.
LISARDO
Pues no te detengas, di.
CALABAZAS
Mujer que se viene así 175
a hablar con quien no la vea,
donde ostentarse desea
bachillera y importuna,
que me maten si no es una
muy discretísima fea, 180
que por el pico ha querido
pescarnos.
LISARDO
¿Y si la hubiera
visto yo, y un ángel fuera?
CALABAZAS
¡Vive Dios, que me has cogido!
La Dama Duende habrá sido, 185
que volver a vivir quiere.
LISARDO
Aun bien, sea lo que fuere,
que mañana se sabrá.
CALABAZAS
¿Luego crees que vendrá
mañana?
LISARDO
Si no viniere,
190
poco, o nada habrá perdido
la necia esperanza mía.
CALABAZAS
El madrugar a otro día
¿poca pérdida habrá sido?
LISARDO
El negocio a que he venido 195
a madrugar me ha obligado,
no le debo a este cuidado.
CALABAZAS
Cerca de casa vivió,
pues de vista se perdió
cuando a casa hemos llegado. 200
LISARDO
Y tarde debe de ser.
CALABAZAS
Sí, pues vistiéndose sale
quien a los dos nos mantiene,
sin ser los dos justas reales.
 

(Salen DON FÉLIX y el ESCUDERO como vistiéndose.)

 
LISARDO
Don Félix, bésoos las manos. 205
DON FÉLIX
El cielo, Lisardo, os guarde.
LISARDO
¿Tan de mañana vestido?
DON FÉLIX
Un cuidado, que me trae
desvelado, no permite
que sosiegue ni descanse. 210
Pero vós, que os admiráis
de que a esta hora me levante,
¿no me dijistes anoche,
que a dar unos memoriales
habíais de ir a Aranjuez? 215
¿Pues cómo a Ocaña os tornastis
desde el camino?
LISARDO
Si bien
me acuerdo, regla es del arte,
que la pregunta y respuesta
siempre un mismo caso guarden; 220
y puesto que a mi pregunta
fue la respuesta más fácil
un cuidado de la vuestra,
otro cuidado me saque,
que es el que a Ocaña me ha vuelto. 225
DON FÉLIX
¿Apenas ayer llegastes,
y hoy tenéis cuidado?
LISARDO
Sí.
DON FÉLIX
Pues por obligaros antes
que me obliguéis a decirle:
este es el mío, escuchadme. 230
  —29→  
CALABAZAS
En tanto que ellos se pegan
dos grandísimos romances,
¿tendréis, Herrera, algo que
se atreva a desayunarse?
ESCUDERO2
Vamos hacia mi aposento, 235
Calabazas, que al instante
que entréis vós en él,
no faltará algo fïambre.
 

(Vanse los dos.)

 
DON FÉLIX
Bien os acordáis de aquellas
felicísimas edades 240
nuestras, cuando los dos fuimos
en Salamanca estudiantes.
Bien os acordáis también
del libre, el glorioso ultraje
con que de Venus y Amor 245
traté las vanas deidades
de su hermosura y sus flechas,
tan a su pesar triunfante,
que de rayos y de plumas
coroné mis libertades. 250
¡Oh, nunca hubiera, Lisardo,
luchado tan desiguales
fuerzas, porque nunca hubieran
podido los dos vengarse,
O hubiera sido su golpe, 255
puesto que a todos alcance,
por costumbre solamente,
flecha disparada al aire,
y no por venganza flecha
bañada en venenos tales, 260
que salió del arco pluma,
corrió por el viento ave,
llegó rayo al corazón,
donde se alimenta áspid!
La primer vez que sentí 265
este golpe penetrante,
que sabe herir sin matar,
y aun esto es lo más que sabe,
en la juventud del año
una tarde fue agradable 270
del abril, pero mal dije,
al alba fue. No os espante
ser por la tarde y al alba,
que con prestados celajes,
si bien me acuerdo, aquel día 275
amaneció por la tarde.
Este, pues, como otros muchos,
por divertirme y holgarme,
salí a caza, y empeñado,
llegué de un lance a otro lance 280
al sitio de Aranjüez,
que como poco distante
está de Ocaña, él es siempre
nuestro prado y nuestro parque.
Quise entrar a sus jardines, 285
sin saber qué me llevase
a ver lo que tantas veces
había visto; que esto es fácil,
todo el tiempo que no asisten
al sitio sus Majestades. 290
En el de la Isla entré:
¡oh, cómo, Lisardo, sabe
la desdicha prevenirse,
el daño facilitarse!
Pues como la mariposa, 295
que halagüeñamente hace
tornos a su muerte, cuando
sobre la llama flamante
las alas de vidro mueve,
las hojas de carmín bate. 300
Así el infeliz, llevado
de su desdicha al examen,
ronda el peligro, sin ver
quién al peligro le trae.
Estaba en la primer fuente, 305
que es un peñasco agradable,
donde temiendo el diluvio
de sus cruzados cristales,
parece que van viniendo3
—29v→
a él todos los animales, 310
una mujer recostada
en la siempre verde margen
de murta, que la guarnece,
como cenefa o engaste
de esmeralda, cuyo anillo 315
es toda el agua diamante,
tan divertida en mirar
su hermosura en el estanque
estaba, que puso en duda,
sobre ser mujer, o imagen, 320
porque como ninfas bellas
de plata bruñida hacen
guarda a la fuente, tan vivas,
que hay quien espere que anden,
y ella miraba tan muerta, 325
que no pudo esperar nadie,
que se pudiese mover.
La naturaleza al arte,
me pareció que decía,
«No blasones, no te alabes 330
de que lo muerto desmiente
con más fuerza en esta parte,
que yo desmiento lo vivo,
pues en lo contrario iguales,
sé hacer una estatua yo, 335
si hacer tú una mujer sabes,
o mira un alma sin vida,
donde está con vida un jaspe».
Al ruido que en las hojas
hice, ¡ay de mí!, por llegarme 340
a mirarla de más cerca
del éxtasis agradable,
no fuese de amor, volvió
con algún susto a mirarme.
No me acuerdo, si la dije, 345
que ufana no contemplase
tanta beldad, por el riesgo
de ser de sí misma amante;
que donde hubo ninfa y fuente,
no fue posible escaparme 350
del conceto de Narciso.
Ella, honestamente grave,
sin responderme, volvió
la espalda, y siguió el alcance
de una tropa de mujeres 355
que andaba más adelante,
midiendo de los jardines,
ya los cuadros, ya las calles,
hasta que su pie llegó
a hacer a todos iguales, 360
porque el pequeño contacto
flores produjo fragrantes
tantas la arena, que ya
no pudo determinarse,
si eran calles, o eran cuadros 365
el jardín por todas partes,
pues fueron rosas después
las que eran veredas antes.
El traje que se vestía,
era un bien mezclado traje, 370
ni bien de corte, ni bien
de aldea, sino a mitades,
de señora en el aliño,
de aldeana en el donaire.
En un airoso sombrero 375
llevaba un rizo plumaje,
a quien tuvieron acción
la tierra después y el aire,
por el matiz o la pluma,
sobre si era flor o ave. 380
Seguila hasta que llegó
a la cuadrilla, que errante
coro tejido de ninfas
a los templados compases
de hojas, pájaros y fuentes 385
sonoramente süaves.
Cada paso era un festín,
cada descuido era un baile,
a todas las conocía
—30→
en fin, como a naturales 390
de Ocaña, y solo ignoré
quién era de mis pesares
la ocasión, que ya lo era:
porque desde el mismo istante
que la vi, sentí en el alma 395
todo lo que hoy siento: nadie
diga, que quiso dos veces,
que aunque aquí mire, allí hable,
aquí festeje, allí escriba,
aquí pierda, y allí alcance, 400
no ha de querer más que una,
que no pueden ser iguales
en el mundo dos efetos,
si de una causa no nacen.
De algunas de las que iban 405
con ella pude informarme
de quién era, y hallé en ella
más calidad por su sangre,
que por su beldad. La causa
de no haberla visto antes, 410
fue por haberse crïado
en la corte con su padre,
hasta que a Ocaña se vino,
porque viva donde mate.
No os digo que la serví 415
feliz, y dichoso amante,
porque dichas que se pierden
son las desdichas más grandes.
Solo digo que obligada
a mis finezas constantes, 420
a mis servicios corteses,
y a mis afectos leales,
merecí que alguna noche
por una reja me hablase
de un jardín, donde testigos 425
fueron de venturas tales,
la noche y jardín, que solos
a los dos quise fïarme;
porque al jardín y a la noche,
que son el vistoso alarde, 430
ya de flores, ya de estrellas,
hiciera mal de negarles
a las unas lo que influyen,
y a las otras lo que saben;
puesto que estrellas y flores 435
siempre en amorosas paces
enlazadas unas de otras,
eran terceras de amantes.
Desta suerte, pues, teniendo
la fortuna de mi parte 440
viento en popa del amor,
corrí los inciertos mares,
hasta que el viento mudado
levantaron huracanes
de una tormenta de celos, 445
montes de dificultades.
Tormenta de celos dije,
ved si alguna vez amastis,
¿qué esperanzas hay del piloto?
¿qué seguro de la nave? 450
Bien creeréis, Lisardo, bien,
cuando así escuchéis quejarme
de los celos, que soy yo
quien los tiene, no os engañe
el afecto de sentirlos 455
desta süerte, porque antes
soy quien los he dado, y ellos
son en sus efetos tales,
que me matan dados, como
tenidos pueden matarme. 460
¡Oh! ¿A qué nacen los que a ser
dados ni tenidos nacen?
Hay una dama en Ocaña,
a quien yo rendido amante
festejé un tiempo; esta, pues, 465
por darme muerte, y vengarse,
se ha declarado con ella,
fingiendo finezas grandes
que a mi amor debe: ¡Ay Lisardo,
—30v→
qué prontamente, qué fácil 470
en los celos las mentiras,
sientan plaza de verdades!
Con esto se han retirado,
tal, que aun para disculparme
no permite que la vea, 475
no me deja que la hable.
Mirad, pues, si este cuidado
consentirá que descanse,
cercado de tantas penas,
cargado de tantos males, 480
muerto de tantos disgustos,
lleno de tantos pesares;
y finalmente teniendo
sin culpa ofendido un ángel,
pues el padecer sin culpa 485
es la desdicha más grande.
LISARDO
Don Félix, aunque los celos
de quien así os quejáis, basten
a dar pesadumbre dados,
en no ser tenidos traen 490
anticipado el consuelo;
que el dolor es tan distante,
desde darlos a tenerlos,
cuanto hay de ser un amante
la persona que padece, 495
o la persona que hace.
Con lástima empecé a oíros
cuando los celos nombrastis,
mas cuando dijistis que era
engaños, y no verdades, 500
la lástima se hizo envidia,
porque no hay gusto tan grande,
cuando hay desengaños, como
hacer damas y galanes,
o paces para reñir, 505
o reñir para hacer paces.
Id a ver a vuestra dama,
que yo sé, aunque más se guarde,
pues ella tiene los celos,
que ella está en aqueste instante 510
más que vós desengañada,
deseando desengañarse.
 

(Salen MARCELA y SILVIA, abriendo una puerta que estará tapada con una antepuerta, y deténiense detrás della.)

 
MARCELA

 [Aparte a SILVIA.]  

Por esta puerta, que al cuarto
de mi hermano, Silvia sale,
desde el mío a verle vengo, 515
porque aunque él esté ignorante
de que he salido hoy de casa,
con esto he de asegurarle.
SILVIA
Detente, que está con él
el tal huésped, y ya sabes 520
que no quiere mi señor
que llegue a verte, ni hablarte.
MARCELA
Y aun esa fue mi desdicha,
oigamos desde esta parte.
LISARDO
Y si en tanto que este gusto 525
llega, queréis que yo trate
de divertiros, pues fue
concierto que os escuchase
un cuidado, y [que os]4 dijese
el mío, oídme, escuchadme. 530
MARCELA
Oye.
LISARDO
Después que troqué
el hábito de estudiante
al del soldado, la pluma
a la espada, la süave
tranquila paz de Minerva 535
al sangriento horror de Marte,
la Escuela de Salamanca
a la Campaña de Flandes,
y después, en fin, que hube,
sin valedor que me ampare, 540
merecido una jineta,
premio a mi servicio grande,
—31→
por haberme reformado
entre otros capitanes,
ya la campaña acabada, 545
que no me viniera antes,
pedí licencia, y partí
a España, por ver si honrarme
merezco el pecho con una
de las cruces militares, 550
que sobre el oro del alma
son el más noble realce.
Con esta pretensión vine,
y su Majestad, que guarde
el cielo para que sea 555
Fénix de nuestras edades,
remitió mi memorial,
a tiempo que a desahogarse
de molestias cortesanas,
vino a Aranjuez, admirable 560
dosel de la primavera.
Mas ¿qué mucho que se alabe
de serlo, si la más bella,
la más pura, más fragante
flor, la flor de lis, la reina 565
de las flores, tras si trae
cuantas a envidia del sol,
rayos brillan, luz esparcen?
Seguí la corte, traído
más de mi afecto constante, 570
que de mi necesidad,
porque de ministros tales
hoy el Rey se sirve, que
no es al mérito importante
la asistencia, porque todos 575
acudir a todo saben.
Gracias al cielo de aquel,
con quien el peso reparte
de tanta máquina, bien
como5 Alcides con Atlante. 580
Llegué en efeto a Aranjuez,
donde vós me visitastis
en una posada, y viendo
tan incómodo hospedaje,
como tienen en los bosques 585
escuderos y pleiteantes,
que me viniese con vós
a Ocaña me aconsejastis,
pues los días de la audiencia,
dos leguas era tan fácil 590
andarlas por la mañana,
y volverlas a la tarde.
Yo por vuestro gusto, más
que por mis comodidades,
obedecí. Todo esto, 595
ya vuestra amistad lo sabe,
pero importa haberlo dicho,
para que de aquí se enlace
la más extraña novela
de amor que escribió Cervantes. 600
MARCELA

 [Aparte.]  

Aquí entro yo agora.
LISARDO
Un día,
que madrugué vigilante,
por llegar antes que el sol
nuestro horizonte rayase,
junto a un convento, que está 605
de Ocaña poco distante,
entre unos álamos verdes
vi una mujer de buen aire.
Saludela cortésmente,
y ella, antes que yo pasase, 610
por mi nombre me llamó.
Volví en oyendo nombrarme,
y diciendo a Calabazas
que con el rocín me aguarde,
llegué diciendo: «Dichoso 615
el forastero a quien saben
su nombre las damas»; y ella,
con más cuidado en taparse,
me respondió a media voz:
«Caballero desas partes 620
no es forastero en ninguna»;
—31v→
y añadió6 favores tales,
que me obliga la vergüenza,
por mí mismo, a que los calle;
porque no sé cómo hay hombres 625
tan vanos, tan arrogantes,
que de que ha habido mujeres
que los buscaron se alaben.
SILVIA

 [Aparte.] 

Él cuenta nuestro suceso.
MARCELA
¡Oh quien pudiera estorbarle, 630
antes que en Félix las señas
alguna malicia causen!
DON FÉLIX
Proseguid.
LISARDO
Ella, en efeto,
siempre embozado el semblante,
me despidió con decirme, 635
que como no examinase
quién era, ni la siguiese,
otro día estaría a hablarme.
Seis veces, pues, corrió el sol
las cortinas orientales, 640
sumiller el alba, y seis
tapada halló entre unos sauces
esta mujer. Yo, enfadado
de recato semejante,
determiné de seguirla 645
hoy cuando a Ocaña tornase;
pero no pude, porque
volviendo ella por instantes,
me vio y no quiso pasar
de la vuelta desta calle. 650
SILVIA
¿De esta calle?
LISARDO
Y a la cuenta
vive hacia aquí, que al instante
la perdí de vista. Aquí
me dijo que la dejase
otra vez, porque su vida 655
aventuraba mi examen.
DON FÉLIX
¡Extraña mujer!
MARCELA

 [Aparte.] 

Ya es fuerza
que las señas me declaren7.
 

(Sale CELIA con manto.)

 
DON FÉLIX
Proseguid.
LISARDO
Yo pues...
CELIA
Don Félix,
¿podrá una mujer aparte 660
hablaros?
DON FÉLIX
¿Pues por qué no?
MARCELA

 [Aparte.]  

¡Oh, a qué buen tiempo llegaste,
mujer o ángel para mí!
DON FÉLIX
Luego irá el cuento adelante,
permitid ahora, por Dios, 665
que con esta mujer hable,
que es crïada de la dama
que os dije.
LISARDO
Pues que me maten,
si ello no es lo que yo he dicho.
Ved el recado que os trae, 670
y adiós, porque para estotro
no importa que tiempo falte.

 (Vase.) 

DON FÉLIX
¿Era hora, Celia, de vernos?
CELIA
No te admires, no te espantes,
que no me atreva a venir 675
a verte, porque si sabe
mi señora que te he visto,
no habrá duda que me mate.
DON FÉLIX
¿Tan crüel conmigo está?
CELIA
Viniendo yo hacia esta parte 680
a un recado, no he querido
dejar de verte, ni hablarte.
DON FÉLIX
¿Y qué hace tu hermoso dueño?
CELIA
Sentir, es lo más que hace,
tu ingratitud.
DON FÉLIX
¡Plegue a Dios
685
si la ofendí, que él me falte!
CELIA
¿Por qué a ella no se lo dices?
DON FÉLIX
Porque no quiere escucharme.
CELIA
Si tú hubieras de callar,
yo me atreviera a llevarte 690
donde la hablaras.
  —32→  
DON FÉLIX
¡Ay Celia,
no habrá mármol que así calle!
CELIA
Pues vente agora conmigo;
yo haré una seña si sale
mi señor, y dejaré 695
la puerta abierta; tú entrarte
hasta su cuarto podrás.
DON FÉLIX
Dasme nuevo aliento, dasme
nueva vida.
CELIA
Aquesta es
la hora mejor, mas no aguardes, 700
vente tras mí.
DON FÉLIX
Tras ti voy.
CELIA

 [Aparte.]  

¡Ay bobillos, y que fácil
a la casa de su dama,
es de llevar un amante!
 

(Vanse los dos.)

 
MARCELA
¡Yo salí de lindo susto! 705
SILVIA
Pues ¿cómo afirmas que sales,
si luego han de verse, luego
proseguirá el cuento?
MARCELA
Antes
lo habré remediado.
SILVIA
¿Cómo?
MARCELA
Escribiéndole que calle, 710
hasta que se vea conmigo,
y esto ha de ser esta tarde.
SILVIA
¿Declarada por quién eres?
MARCELA
¡Jesús, el cielo me guarde!
SILVIA
Pues ¿qué has de hacer?
MARCELA
¿No es mi hermano
715
de Laura, mi amiga, amante?
¿No sabe lo que es amor?
Pues hoy he de declararme
con ella, y hoy has de ver,
Silvia, el más extraño lance 720
de amor, porque yo fingida...,
pero no quiero contarle,
que no tendrá después gusto
el paso contado antes.
 

(Vanse.)

 
 

(Salen LAURA dama y FABIO viejo.)

 
FABIO
Notable es la tristeza 725
que el rosicler, tumba de tu belleza.
¿Qué tienes estos días,
que entregada, ¡ay de mí!, a melancolías
tales, a todas horas
triste suspiras y rendida lloras? 730
LAURA
Si yo, señor, supiera
la causa de mi mal,

 ([Aparte.]  

A Dios pluguiera
no la supiera tanto),
el consuelo mayor, menor el llanto
fuera, pues fuera entonces el sabella 735
el primero aforismo de vencella;
pero la pena mía,
es, señor, natural melancolía,
y así el efeto hace,
sin que llegue a saber de lo que nace; 740
que esta distancia dio naturaleza
—32v→
en la melancolía y la tristeza.
FABIO
No sé lo que te diga,
sino que a tanto tu dolor obliga,
que riguroso y fuerte 745
padeces tú el dolor, y yo la muerte,
pues ya vivir no espero
mientras tan triste a ti te considero.

 (Vase.)  

LAURA
¿Qué haré yo, que rendida,
a pesar de mi vida, 750
vivo? ¿Qué es esto, cielos?
Más bien se deja ver, que estos son celos,
porque una ardiente rabia
el sentimiento agravia,
una rabiosa ira 755
que la razón admira,
un compuesto veneno
de que el pecho está lleno,
una templada furia
que el corazón injuria; 760
¿qué áspid, qué monstruo, qué animal, qué fiera
fuera, ¡ay Dios!, que no fuera
compuesta de tan varios desconsuelos
la hidra de los celos?
Pues ellos solos son a quien los mira, 765
furia, rabia, veneno, injuria, y ira,
¡Oh, quien antes supiera
aquella feliz voluntad primera
tuya, que no empeñara
tanto la mía, que hasta el fin llegara! 770
Pues aunque no sabía
de amor cuando tan libre, ¡ay Dios!, vivía,
tampoco no ignoraba
que tarde o nunca el que lo fue se acaba;
quiere a Nise en buen hora, 775
pero déjame a mí morir.
 

(Sale CELIA arrugando el manto.)

 
CELIA
¿Señora?
LAURA
¿Qué hay Celia?
CELIA
Que ya he hecho
—33→
mi papel y sospecho
que no muy mal, ¡así tu beldad viva!
Entré en su casa, díjele que iba 780
a un recado, y que acaso
pasando por su calle, aunque de paso
le quise ver. Con un suspiro entonces,
que ablandara los mármoles y bronces,
me preguntó por ti turbado y ciego. 785
Encarecile luego
tu enojo, y que si a caso tú supieras
que le había ido a ver, muerte me dieras,
y como que salía
de mí, le dije, ¿por qué no venía 790
por instantes a darte
satisfacciones y desenojarte?
Dijo que porque estabas
tal, que no le escuchabas,
díjele que viniera, 795
que yo, aunque a tanto riesgo me pusiera,
hasta tu mismo cuarto le entraría,
con tal que no dijese en ningún día,
que yo le había traído.
Juró el secreto, y muy agradecido 800
el caso se concierta,
y está esperando enfrente de la puerta
la seña, voyla a hacer, pues no está en casa
mi señor. Esto es todo lo que pasa.

 (Vase.)  

LAURA
Llámale, pues, que aunque de Nise creo 805
los celos que me da, tanto deseo
ver cómo se disculpa,
que quiero hacerle espaldas a la culpa,
pues la que más celosa
se muestra, más colérica y furiosa, 810
más entonces desea
satisfacciones, aunque no las crea,
que es dolor el de los celos tan extraño,
que se deja curar aun del engaño,
pues cuando el desengaño no consiga, 815
conseguiré a lo menos que él lo diga,
  —33v→  
 

(Salen CELIA y DON FÉLIX.)

 
CELIA

 [Aparte a DON FÉLIX.]  

Fuera está de casa Fabio,
mi señor, el tiempo es este
mejor para entrar a hablarla.
DON FÉLIX
Vida y ventura me ofrece. 820
CELIA
Disimula que llamado
de mí a entrar aquí te atreves,
Señor don Félix, ¿qué es esto?
¿Cómo os entráis...?
DON FÉLIX
Celia, tente.
CELIA
¿Hasta aquí?
DON FÉLIX
Celia, por Dios,
825
que calles.
LAURA
¿Qué ruido es ese?
CELIA
¿Qué ha de ser? Que hasta esta sala
se ha entrado el señor don Félix,
sin mirar, sin advertir,
que si acaso ahora viniese 830
mi señor, tú...
LAURA
Caballero,
¿pues qué atrevimiento es este?
¿cómo en mi casa, en mi cuarto
os entráis de aquesa suerte?
DON FÉLIX
Como a quien morir desea 835
nada mira, nada teme,
y si mi muerte ha de ser
venganza de tus desdenes,
quiero morir a tus ojos
por hacer feliz mi muerte. 840
LAURA

 [A CELIA.]  

Tú tienes la culpa desto.
CELIA
¿Yo señora?
LAURA
Si tuvieses
cerrada esa puerta tú...
CELIA
Cerrada estaba.
DON FÉLIX
No tienes
que reñir a Celia, que ella 845
de mi error, ¿qué culpa adquiere?
Yo solo tengo la culpa;
ríñeme a mí solamente;
castígame solo a mí,
sino es ya que a reñir llegues 850
a Celia, por la costumbre
con que la inocencia ofendes.
LAURA
Dices bien; error es mío
de que me he dejado siempre
llevar, pues no habiendo tú 855
escrito a Nise papeles,
no habiendo entrado en su casa,
y no habiendo ella ido a verte
a la tuya, yo crüel,
colérica e impaciente, 860
inocente te persigo,
que eres tú muy inocente,
y siendo así, que yo soy
tan injusta, tan aleve,
tan desigual, tan mudable, 865
¿qué me buscas?, ¿qué me quieres?
DON FÉLIX
Solo quiero persuadirte
al engaño que padeces
de tus celos.
LAURA
¿Quién te ha dicho
que yo tengo celos, Félix? 870
DON FÉLIX
Tú misma te contradices.
LAURA
¿De qué suerte?
DON FÉLIX
Desta suerte;
o tienes celos, o no:
si dices que no los tienes,
¿para qué finges enojos, 875
Laura, de lo que no sientes?,
si los tienes, ¿por qué, Laura,
desengañarte no quieres,
pues ninguno al desengaño
celoso la espalda vuelve?, 880
luego para disculparme,
o para satisfacerte,
si los tienes has de oírme,
o hablarme si no los tienes.
LAURA
Si fuera argumento tal, 885
que negarse no pudiese,
—34→
quien está enojada, está
celosa, muy sutilmente
argüirás; mas si no
se sigue precisamente, 890
pues puedo estar enojada,
sin que a estar celosa llegue,
ni yo tengo que escucharte
ni tú que decirme tienes.
DON FÉLIX
Pues, ¡vive Dios!, que has de oírme 895
antes que de aquí me ausente,
celosa o quejosa.
LAURA
¿Iraste
si te oigo?
DON FÉLIX
Sí.
LAURA
Pues di, y vete.
DON FÉLIX
Negarte que yo he querido,
Laura, a Nise.
LAURA
Oye, detente,
900
¿y es estilo de obligarme,
modo de satisfacerme,
decirme, cuando esperaba
mil rendimientos corteses,
mil finezas amorosas, 905
fuesen verdad o no fuesen,
que hay duelo de amor adonde
queda bien puesto el que miente,
decirme en mi misma cara,
que a Nise has querido? Advierte 910
que aun con lo mismo que piensas
que desenojas, ofendes.
DON FÉLIX
Si no me oyes hasta el fin...
LAURA
¿Desto disculparte puedes?
DON FÉLIX
Sí.
LAURA

 (Aparte.) 

¡Plegue a amor!
DON FÉLIX
Oye pues.
915
LAURA
¿Iraste?
DON FÉLIX
Sí.
LAURA
Pues di, y vete.
DON FÉLIX
Negarte que yo he querido,
Laura, a Nise, fuera error:
mas pensar tú que este amor
es como el que te he tenido, 920
mayor error, Laura, ha sido;
pues si a Nise un tiempo amé,
no fue amor, ensayo fue
de amar tu luz singular,
que para saber amar 925
a Laura, en Nise estudié.
LAURA
A ciencias de voluntad
las hace el estudio agravio;
porque amor para ser sabio
no va a la universidad, 930
porque es de tal calidad,
que tiene sus libros llenos
de errores propios y ajenos,
y así en su ciencia verás,
que los que la cursan más, 935
son los que la saben menos.
DON FÉLIX
Pues explíqueme mejor
otro ejemplo: nace ciego
un hombre, y discurre luego
cómo será el resplandor 940
del sol, planeta mayor
que rumbos de zafir gira;
y cuando por fe le admira,
cobra en una noche bella
la vista; y es una estrella 945
la primer cosa que mira.
Admirando el tornasol
de la estrella, dice: «Sí,
este es el sol, que yo así
tengo imaginado al sol»; 950
pero cuando su arrebol
tanta admiración le ofrece,
sale el sol y le escurece.
Pregunto yo: ¿ofenderá
una estrella que se va 955
a todo un sol que amanece?
Yo así, que ciego vivía
de amor, cuando no te amaba,
—34v→
como ciego imaginaba
cómo aquel amor sería. 960
Adoraba lo que vía,
presumiendo que era así
el amor; mas, ¡ay de mí!,
que no vi al sol, vi una estrella,
y entretúveme con ella 965
hasta que el sol mismo vi.
LAURA
Eso no, pues si me doy
por entendida contigo,
que Nise fue mi sol digo,
y que yo su estrella soy. 970
Pruébolo; pues si yo estoy
contigo la noche fría,
y ella de día te envía
a llamar, y estás con ella.
¿Quién será el sol o la estrella? 975
¿Cúya es la noche o el día?
DON FÉLIX
¡Vive Dios, Laura, que son
engaños tuyos, y plegue
al cielo, que si la he visto,
que un rayo me dé la muerte, 980
desde que a Ocaña veniste!
¿Qué más desengaños quieres
de lo que cuenta de mí,
que escuchar que ella lo cuente;
pues es el mayor desaire 985
del duelo de las mujeres,
confesar sus celos donde
lo escucha de quien los tiene?
LAURA
Yo sé que han sido verdades,
y no engaños aparentes. 990
DON FÉLIX
¿De qué lo sabes?
LAURA
De que
es mal que a mí me sucede,
y no puede ser mentira:
porque de los males suele
decirse, Félix, que fueron 995
astrólogos excelentes,
porque siempre adivinaron,
y dijeron verdad siempre.
DON FÉLIX
Por lo menos ya confiesas
que son celos, y los sientes. 1000
LAURA
Si me estás dando tormento,
¿es mucho que los confiese?
DON FÉLIX
Si tanto aprietan fingidos,
ciertos, ¿qué...?
CELIA
Mi señor viene:
LAURA
Vete por aquesa puerta 1005
de esotro cuarto, pues tiene
puerta a la calle.
DON FÉLIX
Di ¿cómo
quedamos?
LAURA
Como quisieres.
DON FÉLIX
Yo querré desenojada.
LAURA
A verme esta noche vuelve, 1010
que quiero verte esta noche
aunque de Nise me acuerde.
DON FÉLIX
¡Ah, Laura, cuánto te engañas!
LAURA
¡Ay, cuánto me agravias, Félix!
CELIA
¡Ay, cuánto nos sirve una 1015
casa que dos puertas tiene!

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