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131

Antonio Carreño sugiere que la relación de Alvar es una crónica del hambre, una anti-crónica realmente (514). Lagmanovitch llama la atención hacia la obsesiva mención del hambre en los Naufragios (29). (N. del A.)

 

132

En el recuento de lo ocurrido en Las Higueras, Bernal menciona el alimento, el hambre, y su desempeño como principal avituallador de la tropa, unas diez veces. Insiste también en lo de la oscuridad nocturna. Todo esto recuerda al estilo usado por Cervantes para narrar el oscuro y hambriento episodio de los molinos de batán:

... [habla Sancho] que, sin duda, causa mayor pena [esta sed] que la hambre... [el narrador dice] la escuridad de la noche no les dejaba ver cosa alguna... Era la noche, como se ha dicho, escura... [Don Quijote dice] las tinieblas desta noche, su extraño silencio, el sordo y confuso estruendo destos árboles, el temeroso ruido... Pues todo esto que yo te pinto son incentivos y despertadores de mi ánimo...


(I, 20)                


(N. del A.)

 

133

Hurtado le reprocha que haya callado los nombres de tantos españoles que participaron en la imperial Rota de Albis contra los sajones, y que luego se expanda sobre detalles prosaicos como la anécdota del arriero que informó sobre el enemigo y que ayudó a Carlos V a vadear el río: «[pues lo mismo podría hacer yo] con un mulatero de mi tierra», dice el historiador de las guerras de Granada. Esto lo hará Cervantes con su arriero informante emparentado con Cide Hamete (I, 16). (N. del A.)

 

134

El único banquete mencionado en la relación bernaldiana ocupa varias páginas (la lista de alimentos fundamentalmente); es el banquete del Virrey de México y Cortés (186-89). (N. del A.)

 

135

Hay precedentes de este tipo de relato en los Naufragios (Zamora, 1542). Alvar Núñez realiza una improbable cirugía en un indio (le saca la punta de una flecha con un instrumento punzante y luego la hace llevar por los pueblos como evidencia): «Yo le toqué, y sentí la punta de la flecha... y metí la punta del cuchillo, y con gran trabajo en fin la saqué... y el pueblo todo vino a verla, y la enviaron por la tierra adentro...» (cap. XXIX); el extraño personaje de la Mala Cosa, cap. XXII, hace otro tanto:

y luego aquel hombre entraba y tomaba al que quería de ellos, y dábales tres cuchilladas grandes por la ijadas con un pedernal muy agudo, tan ancho como una mano y dos palmos en luengo, y metía la mano por aquellas cuchilladas y sacábales las tripas... [y luego les arreglaba la herida y] quedaban sanos...


(citado en Lagmanovitch 33).                


(N. del A.)

 

136

Para una opinión opuesta -crítica de las imprecisiones de Benengeli- ver Mancing «Cide Hamete Benengeli vs. Miguel de Cervantes: The Meta-Fictional Dialectic of Don Quixote,» en mi bibliografía. (N. del A.)

 

137

Besides those cited in this article, there are several recent studies on Golden Age minor theater; see among them, Javier Huerta Calvo, the fine collection of essays in Criticón 37 (1987), and the editions by Luciano García Lorenzo. Little has been written on individual playwrights other than Cervantes; for Luis Quiñónez de Benavente, see Hannah E. Bergman and Christian Andrés; for Calderón, E. Rodríguez y A. Tordera. (N. from the A.)

 

138

The relationship between postmodernism and theater of the Golden Age has been addressed recently by, among others, Catherine Connor (Swietlicki) and Edward H. Friedman. See their essays in the special edition, Gestos: Teoría y Práctica del Teatro Hispánico 17 (1994), edited by Anne J. Cruz and Ana Paula Ferreira. (N. from the A.)

 

139

Cervantes's ironizing prologues continually block our attempts to reach any «true» meaning in his works. It is therefore impossible to take seriously his insistence on the similarity of his comedias and entremeses to others currently being staged on the grounds that his also follow the expected decorum and rhyme scheme, and lack any exaggerated foolishness. Indeed, he seems to contradict himself in the dedication to the conde de Lemos, where he blames their rejection on the actors' preference for «obras grandes y de graves autores», unlike his more moderate approach (Entremeses 95). (N. from the A.)

 

140

Timoneda (in his Cornelia) and Lope de Rueda were the first to utilize prose for the theater, with the latter establishing the genre's vividly popular style. According to Jack, the playwrights' use of prose was due to the speed with which the pieces were written (92). Of the twelve interludes in Lope de Vega's 1609 Primera parte, only one is in verse. (N. from the A.)