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171

«Sobre las dos versiones» pp. 133-34. (N. del A.)

 

172

Ruth el Saffar (Novel, pp. 40-49), Alban K. Forcione («El celoso», p. 71), Edwin Williamson («Él "misterio"», p. 805), y Stanislav Zimic («La tragedia», p. 43), entre otros, no ponen en duda la palabra del narrador sobre la resistencia de Leonora. Alison Weber entiende que debido a su resistencia, Loaysa se cansó en vano: «in the face of Leonora's resistance, Loaysa "tired himself in vain"» («Tragic reparation», p. 46). (N. del A.)

 

173

Para Américo Castro tal conducta de Leonora no es «ni inteligible ni verosímil en vista de cuanto antecede», de donde deduce la impotencia de Loaysa, corroborándola, además, mediante unas estrofas del Orlando Furiso de Ariosto, fuente de esta escena, en que un ermitaño libidinoso y viejo (desdoblado en Loaysa y Carrizales) es incapaz por impotente de violar a la aletargada Angélica. Concluye don Américo que «Cervantes quiso aniquilar la virilidad de aquel mancebo» («Cervantes se nos desliza», pp. 217-19). Luis Rosales opina igualmente (inverosimilitud) en Cervantes y la libertad (Madrid: Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1960, II), p. 427. José Luis Álvarez Martínez aduce, entre otras pruebas de la impotencia de Loaysa, el comentario autorial: «Leonora se rindió. Leonora se engañó y Leonora se perdió». Lo explica de la siguiente manera: «Leonora se rinde al dejarse convencer por la dueña. Se engaña por creer que Loaysa va a satisfacerla mejor que su marido. Y se pierde al perder su honra de casada y hacerse pública su deshonra» («Sobre las dos versiones», p. 134). Su lectura resulta enteramente acertada si de nuevo aceptamos el juicio del narrador como autoridad. Pero al expresarse así el narrador ya no es imparcial sino exponente del consenso social. Advirtamos, sin embargo, que esto no constituye una prueba de si Leonora se rindió o no. A este respecto, concibe Julio Rodríguez Luis que es enteramente creíble que la «aterrada Leonora -especialmente si era virgen- luchase tan largamente con Loaysa [...] que no pudiera el galán poseerla» (Novedad, p. 27). (N. del A.)

 

174

Recordemos a Zoraida cuando acompaña las lágrimas de su padre, Agi-Morato, con las suyas. Tanto el Cautivo, como el Padre, como el Lector las atribuyen a causas distintas (Quijote I, 41). Ver Helena Percas de Ponseti, Cervantes y su concepto del arte (Madrid: Gredos, 1975), I, 238-42. (N. del A.)

 

175

Desde el punto de vista ético intemporal este sentido nos satisface. Desde el punto de vista católico ortodoxo el razonamiento es más complejo y sutil pues entran en juego los conceptos de tentación y pecado. La resistencia a la tentación aunque haya habido licencia, exime de culpabilidad, como dice A. F. Lambert, citando unos versos de Justina, personaje de El mágico prodigioso de Calderón («The two versions», p. 226). ¿Y cómo juzgamos el comportamiento de semi-virgen de Leonora? ¿Cae del lado de la tentación («sólo con el pensamiento») o del lado de la transgresión adúltera? Parece que, con las palabras de Leonora y su subsiguiente desmayo, Cervantes nos dice festivamente dos cosas contrarias a la vez. Por un lado parece hacernos un comentario irónico sobre la interpretación del punto de vista oficial ortodoxo y, por el otro, nos induce a considerar el punto de vista humano inconvencional e intemporal. (N. del A.)

 

176

La metamorfosis del narrador, de omnisciente a observador perplejo cuya ignorancia sobre el verdadero sentido de lo que cuenta deja libre al lector de resolver por su cuenta el enigma del trasfondo psíquico de los personajes, ha sido considerado por Ruth el Saffar (Novel pp. 48-49), y por Alban K. Forcione («El celoso», pp. 84-92). (N. del A.)

 

177

La coexistencia en Carrizales del amor, los celos, y el sentimiento de agresión contra el objecto del amor, ha sido tratado perspicazmente por Alison Weber («Tragic Reparation», pp. 41-42). (N. del A.)

 

178

Aquí coinciden José Luis Martínez Álvarez (ver nota 173)178.1 y Julio Rodríguez Luis quien advierte que «no debemos olvidar lo irreparable de esa acusación pública» del marido «la cual constituye el castigo de éste; castigo moral» (Novedad, p. 27). (N. del A.)

 

178.1

[«21» en el original. (N. del E.)]

 

179

El misterio es «como una vía de comunicación trascendental, un hacer presente ciertas verdades no asequibles a la razón humana»,intuye Williamson («El "misterio escondido"», p. 813). (N. del A.)

 

180

Estoy de acuerdo con A. F. Lambert quien advierte que los acontecimientos de la ficción nos llevan a legítimas aunque contradictorias conclusiones que no deben hacernos caer en el error de adjudicarle al autor total relativismo («The two versions», p. 230). A esta misma conclusión llegué en 1975 con respecto al Quijote. Ver el «Epílogo» en Cervantes y su concepto del arte, pp. 638-56, particularmente, 655-56. (N. del A.)