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101

Esto es lo que, sin necesidad de glosa alguna, comunican los hechos que abren el episodio, como bien nota Vilar: «Don Quijote despierta una mañana bajo un racimo de bandoleros ahorcados y [subrayamos] rodeado de otros cuarenta vivos, 'por donde me doy a entender -dice- que debo de estar cerca de Barcelona'. ¿Se trata de un cuento? No, es la exacta realidad». Añade el ilustre historiador que la fase aguda del bandolerismo catalán (1605-15) representa «casi una disidencia», así como la desconfianza y acrimonia que ello trajo a las relaciones entre Madrid y Barcelona es ya un «preludio de secesiones futuras» (436).

 

102

Para la política de «promesas redentoristas», ejercida por virreyes catalanes, como el conde de Aitona (1580-81), y castellanos, como fue el obispo de Tortosa y perdonador de Guinart, don Pedro Manrique, véanse García Cárcel (Historia, II, 64-65) y Riquer, 78.

 

103

Sólo después de las guerras de 1640-52 se acudió a corregir esa situación. Ver Elliott, Imperial Spain, 362.

 

104

Reglà, Els virreis, 195.

 

105

En 1598 el padre Juan de Mariana, refiriéndose a los estatutos de limpieza, había señalado que se hacían «tantos enemigos cuantos quedasen excluídos de los negocios públicos» por defecto en la casta, tachando de tiranía esta política pues causaba que, «fraccionada en bandos [=castas] la república, esté sin cesar oprimida por el increíble odio de la mayor parte de los ciudadanos, odio de que a la primera ocasión que se presente ha de nacer la guerra civil y la discordia» (BAE 31:542). Son palabras posteriores al levantamiento morisco (1568-70) que, evidentemente, aconsejan reformas para evitar la expulsión, considerada en 1582. Consumada ya, la advertencia de Mariana será reiterada por López Bravo en 1616 (p. 185) y por Fernández de Navarrete en 1626, cuando la moraleja era más aplicable a la exclusión política de los catalanes que a peligro alguno derivable de la casticista. El último decía: «... los reinos en que hubiere muchos excluídos están en grave riesgo de perderse... Y el doctor Mateo López Bravo... lo dijo con su acostumbrada elegancia: Tot hostes, quot exclusis» (BAE 25:466). La referencia a López Bravo la hacemos según la ed. de Henry Mechoulan, Mateo López Bravo, un socialista español del siglo XVII: Introducción y edición del «De rege et regendi ratione», Madrid: Editora Nacional, 1977.

 

106

De entre la anónima multitud barcelonesa que se regocija con el paseo burlesco de don Quijote, Cervantes singulariza precisamente a «un castellano» (62:524), el único que, con voces semejantes a las del capellán de los duques de Aragón (31:279,282), se mete a reprochar a Moreno y sus amigos caballeros la irrisión que se hace al hidalgo manchego. Para explicar esas palabras de agravio no da Cervantes otras razones sino la «muy gran lástima» que el hombre sintió por don Quijote. Acaso no las necesitara, ya que, habiéndose dado el trabajo de señalar la patria chica del transeúnte, fácilmente se recibe la impresión de que al castellano le molestaba que un paisano suyo fuera objeto de mofa catalana.

 

107

Cfr. E. C. Riley, «Cervantes: Una cuestión de género», en Haley, El Quijote de Cervantes, 37-51.

 

108

Persiles, III.1:275, IV.10:457.

 

109

Desiderius Erasmus, Collected Works of Erasmus, ed. J. K. Sowards, trans. Charles Fantazzi (Toronto: University of Toronto Press, 1985) 25: 245.

 

110

I cite from the Luis Murillo edition of El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (Madrid: Castalia, 1984).