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ArribaActo tercero

 

El teatro representa un hermoso parque adornado con estatuas y bancos de piedra. En el foro la fachada de la casa de BELTON, al través de cuyos cristales se ve el resplandor de un sinnúmero de luces. Es de noche; muy obscuro.

 

Escena I

 

BELTON, AMBROSIO.

 
 

Ambos salen por una puerta falsa embozados en sus capas; lleva AMBROSIO una linterna sorda, de qua BELTON se apodera cuando han llegado a la extremidad izquierda del parque.

 
BELTON
¿Es aquí donde me esperan?
AMBROSIO
Sí señor.
BELTON
¿Aquí? Pues vete.
AMBROSIO
Me han dicho a las doce en punto.
BELTON
¿Qué más?
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AMBROSIO
Que no haya aquí gente;
que venga usted solo.
BELTON
Bueno.
5
¿Y quien te dio ese billete?
AMBROSIO
Un hombre desconocido.
BELTON
¿Y sabes lo que me quiere?
AMBROSIO
No señor.
BELTON
Déjame solo.
AMBROSIO
No, todavía no viene... 10
Señor Belton, usted tiembla.
BELTON
¿Y esto, Ambrosio, te sorprende?
Si soy hombre ¿qué he de hacer
—190→
sino temblar?... Di, ¿no sientes
alguna cosa en el pecho 15
que te agite, que te altere,
así como agita el árbol
la brisilla que precede
la tempestad?... Pues, Ambrosio,
esta señal... ¿Eres fuerte, 20
Ambrosio?... Esto es presagio
de males sin fin; ¿entiendes?
De males sin fin: ¿no tiemblas
tú también?
AMBROSIO
No, todo cede
al valor; ¿por qué temblar? 25
BELTON
¡Ah! Si tú eres inocente...
Tienes razón, ya olvidaba
que la virtud siempre es fuerte,
y que a vista del sepulcro
solo el crimen se conmueve. 30
Yo tiemblo, porque allá lejos
veo a la sedienta muerte;
yo tiemblo porque mañana
sentiré sobre mi frente
—191→
su mano helada: yo tiemblo 35
porque un amor aparente
me engañó, porque he creído
ser feliz y no se puede...
Yo tiemblo porque en Saboya...
Vete, Ambrosio, vete, vete. 40
AMBROSIO
No señor, acabe usted.
BELTON
¿Y qué quieres que te cuente?
AMBROSIO
Eso de Saboya.
BELTON
Espera
un momento qué recuerde
el sueño que tuve ayer... 45
En Saboya las mujeres
son hermosas, ¿no es verdad?
Una amé yo que era ardiente,
joven, divina... No es sueño
esto, Ambrosio... ¡Ojalá fuese 50
sueño no más! Pero es cierto.
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Lo que es sueño es que se muere
de dolor por mí, que me ama,
que en el mundo nada tiene
sino un hijo de mi amor. 55
Ya ves que eso solamente
es un sueño... y sin embargo
todavía me parece
que la estoy viendo llorar
con su hijo... ¡Te enterneces, 60
Ambrosio! ¿Y por qué?
AMBROSIO
Me acuerdo
de Claudio.
BELTON
¡Qué aún no parece!

 (Una ventana se abre poco a poco.) 

¿Qué es esto? Déjame, Ambrosio...
¿Quién abre?... Va a conocerme;
es la Condesa... ¡Ah! Me ha visto. 65
Veamos qué se le ofrece.

  —193→  

Escena II

 

BELTON, LA CONDESA.

 
CONDESA

 (En el balcón.) 

No tengas miedo, Marqués,
todo el mundo se divierte;
acércate a la ventana.
Vida mía, Belton duerme; 70
puedes hablarme sin miedo.
Yo adivino lo que temes...
¿Que te oigan en el salón?
Toma este papel... ¿Lo tienes?
BELTON
Sí.
CONDESA
En él hallarás, mi amado,
75
cuánto Adelina te quiere.
 

(Se cierra el balcón.)

 


Escena III

 

BELTON solo.

 
BELTON
No hay virtud en el mundo, todo es vicio,
corrupción y no más; es escusado
buscarla por más tiempo; ya no existe...
—194→
Esa virtud sublime se ha elevado 80
hasta el cielo su patria... ¡Miserable!
Pensaba que los pérfidos humanos
de tigres se cambiasen en corderos;
y para mí no más... ¡He sido un fatuo!
La virtud en el día es solo un nombre 85
que el poeta hermosea; se ha acabado
el tiempo del honor y la inocencia;
ese tiempo le vieron los ancianos
que la edad hoy inclina hacia la tierra,
y que injustos a veces despreciamos, 90
cuando viendo del crimen los progresos
nos pintan irritados lo pasado;
ese tiempo lo sueñan los poetas,
pero no existe ya... ¿Por qué buscarlo?
Yo debía saber que el universo 95
se compone no más que de malvados.
¡Adelina es perjura! ¡Este billete!
¡En dos meses!... ¡La pérfida!... Leamos.
«Marqués, espérame media hora no más.
Voy a procurar desaparecer del salón
para ir a jurarte cuanto te amo.»
¿Quién es ese Marqués? Algún perverso 100
de esos que se complacen en ser malos,
corruptor... mi mujer no necesita
—195→
para amar que la liguen por las manos,
que se sirvan del habla seductora,
que pasen suspirando muchos años, 105
que den pruebas de amor y de delirio,
que le hablen inundado el rostro en llanto;
mi mujer nada de eso necesita:
con alabar tan solo sus encantos,
con ocuparse solo en sus placeres, 110
con eso nada más es uno amado.
Amor de las mujeres, me engañaste,
solo eres un demonio disfrazado,
y yo te creí un ángel de consuelo,
bálsamo en el dolor de los humanos: 115
yo creí que tu beso solamente
en buenos convertía los malvados;
y yo que fui feliz cuando no amaba,
amé y al punto fui desencantado.
¡Ah! Ya acierto, ya acierto, soy culpable; 120
yo juré y no cumplí; ¿por qué me extraño
que, siguiendo mi ejemplo vergonzoso,
hoy no cumplan la fe que me juraron?
¿Por qué? Porque yo al menos ante el ara
no juré amor eterno; y si fui falso, 125
ni sacrílego he sido, ni perjuro;
pero juré ante el cielo, y he engañado
a esa pobre doncella saboyana.
—196→
¿No es verdad que es un crimen? ¡Ay! En vano
a mí mismo ocultármelo quisiera. 130
Mi mujer solamente me ha imitado.
Mas... ¡Dos meses después del casamiento!
¡Engañarme tan pronto... y con su mano
escribir la ignominia de su esposo!
¡Maldición! ¡Si pudiera aun dudarlo! 135

 (Se sienta en un banco.) 

¡Oh, cuál el pecho mío se complace
en el negro dolor que es mi tirano!
¡Cuál gozo al ver que nadie me interrumpe
en mi penar! Sentado en este banco,
las tinieblas tan solo me circundan... 140
Solo estoy. Nadie viene con su mano
a secar de mis pálidas mejillas
la lágrima que anuncia mi quebranto.
¡Oh! Nadie, nadie; así empecé la vida,
quizás así voy a acabar mis años; 145
sin ser feliz ni un día, ni una hora,
sin gozar... pero al menos me complazco
en ver que ese silencio tenebroso
respeta mi dolor... «Nunca fui amado.»
Así mismo me dijo ese mancebo 150
hace hoy solo dos meses... ¡Pobre Claudio!
Yo puedo decir hoy como tú has dicho,
y con verdad... ¡Ah, no, nunca fui amado!

  —197→  

Escena IV

 

LA CONDESA, BELTON.

 
 

La CONDESA sale con mucho misterio; BELTON desfigura la voz y habla muy bajo durante toda la escena.

 
CONDESA
¿Me esperas, vida mía?
BELTON
Sí, te espero.
CONDESA
Y llenó de temores e impaciencia, 155
¿No es verdad? ¡Ah! Perdóname, no pudo
venir antes a verte tu Condesa,
tu Adelina, la amiga de tu pecho,
la que su vida misma por ti diera,
la que tiene tu amor... ¿Por qué sollozas? 160
Amado Antonio mío, ¿no soy tierna,
hermosa y celebrada? ¿No te adoro?
¿Qué quieres? ¿Qué te falta? ¿Qué deseas?
Dímelo pronto.
BELTON
¿Me amas, Adelina?
CONDESA
¿Y de ello no te estoy dando una prueba? 165
BELTON
¡Pobre Belton!
  —198→  
CONDESA
¡Qué triste es tu lenguaje!
¡Qué voz ronca! ¿Por qué tanta tristeza?
¡Qué dolor está envuelto en tus palabras!
Si yo te despreciara, di, ¿pudieras
hablarme con acento más doliente? 170
Antonio, sé feliz; ¿por qué recuerdas
a Belton, que no amé más que un instante?
Cometí, no lo ignoro, la imprudencia
de unirme a él; mas si le di mi mano
por compasión fue solo... ¿Lo repruebas? 175
Hice mal, puede ser; pero ¡ay! Entonces
tú no estabas aquí, que si te viera
no tendría valor para no amarte.
Ángel mío, mi Antonio, tú te alejas,
cual si mi aliento el aire emponzoñara; 180
me huyes, ¿por qué? Qué ¿te amedrentan
las cadenas de hierro que me ligan?
Dime que me amas, eso me consuela;
eso tan solo basta a consolarme...
¿Me amas, Antonio?...
BELTON
Sí.
CONDESA
¡Ah, si te viera!
185
¿Estás malo? ¿Qué tienes? Ni te atreves
—199→
tan solo a hablar, ni a resollar siquiera.
¡Cómo deseo verte! Me parece
que en tu rostro se lee la tristeza.
¿No es verdad que mi vista te sanara? 190
¡Oh, si en mis negros ojos tú leyeras
el amor que te tengo! Vida mía,
inclina sobre el hombro tu cabeza.
Así... ¿estás bien? Descansa.
BELTON
¡Ah si pudiese!
Esta será quizás la vez postrera 195
que reposo en tu seno.
CONDESA
¿Qué? ¿Qué dices?
¿Cuáles son tus tormentos y tus penas?
Cuéntame todo, cuéntamelo, quiero
contigo padecer.
BELTON
¡Oh si me vieras!
¡Cuál sufrieses al ver mi rostro negro, 200
arrugado, y mis ojos de centellas!
CONDESA
¡El pelo se me eriza! ¡Ah si te viese!
  —200→  
BELTON
Adelina, ¿de veras lo deseas?
CONDESA
¡Oh, sí!
BELTON
Te haré temblar.
CONDESA
No importa.
BELTON
Estoy desconocido.
CONDESA
Yo te viera
205
entre miles y miles de mortales,
y te conocería...
BELTON
Al fin deseas
ver mi rostro, ¿no es cierto?
CONDESA
¡Oh! Sí, mi vida.
BELTON

 (Tomando la linterna y acercándosela al rostro.) 

Pues mírala, ¿te gusta mi presencia?
 

(La CONDESA da un grito y huye.)

 

  —201→  

Escena V

 

BELTON solo.

 
BELTON
¿Por qué no la detuve y de su audacia 210
no le he dado el castigo? Aquí a mi vista
debí hacerla temblar... Bien lo merece
la que rasgó mi corazón... ¡Inicua!
No contenta con verme esclavizado,
con ver correr mi llanto noche y día, 215
no satisfecha aún de mis desgracias,
quiere darme otras nuevas. Que prosiga,
que prosiga... mi pecho aun se sostiene;
que lo agarre en sus manos homicidas,
y lo ponga en pedazos... eso falta 220
y nada más... Y luego que ella viva,
prodigando sus gracias a mil hombres,
olvidando también que ha sido mía,
olvidando que un hombre candoroso
la ha amado con ternura... Que ella viva, 225
y ofusque el resplandor de sus brillantes.
Un día llorará, cuando oprimida
del peso de los años y la infamia
no encuentre quien le haga una caricia.
Mujeres, ¡ah mujeres! Dadme oídos: 230
mientras sois tiernas, jóvenes, sencillas,
mil hombres se disputan vuestro pecho;
pero todo se acaba en esta vida,
—202→
y los años que arrugan nuestra frente
alejan el amor de nuestra vista. 235
¡Ah! Feliz la que escoge un hombre tierno,
le hace su compañero, su delicia,
su amor, su vida en fin... la vejez llega,
y él es siempre el amigo de su amiga.
De la amiga que un tiempo fue su amante, 240
su esposa y compañera, la que abriga
su cabeza en su seno en el invierno...
La que vive no más mientras él viva,
la que le da recuerdos de deleite,
la que sufrió con él cuando sufría, 245
la que gozó con él cuando gozaba,
a quien debe quizá toda su dicha.
¿Y el amante es lo mismo que el esposo?
El amante en gozando se retira;
el amante acompaña en el deleite, 250
y jamás en la pena. ¡Ay Adelina!
Muy tarde lo sabrás, pero está cierta
que lo sabrás al fin, y ya sumisa
buscarás a tu Belton que engañaste,
a Belton, que por ti diera la vida; 255
a Belton que estará ya en el sepulcro
por ti... El reloj... las doce... bien venida
seas, hora indicada con misterio...
Nadie viene... ¡Ah! Será para Adelina.

  —203→  

Escena VI

 

BELTON, CLAUDIA.

 
CLAUDIA

 (Vestida de mujer, corriendo con BENJAMÍN en los brazos.) 

Belton, espera ahí, toma tu hijo. 260
BELTON
¡Qué oigo! ¿Que es lo que veo? ¡Dios! ¿Qué es esto?
CLAUDIA
Belton, ¿no me conoces? Yo soy Claudia,
esa que tú llamaste ángel del cielo,
yo soy esa infeliz que te ha adorado,
y que te adora aún... ¡Cuánto te quiero! 265
¡Cómo te amo, oh mi Dios!... ¡Ah! Te perdono
todo el mal que me hiciste, ya te veo,
y te puedo decir cuanto te adoro.
Sí, ya puedo decírtelo, mi Belton;
no te enfades... Si adoras a Adelina, 270
yo sé morir amándote en silencio.
BELTON
¡Morir!
CLAUDIA
¡Ah! No te asombre mi lenguaje.
Esa muerte horrorosa, el feo espectro,
—204→
descarnado, que aterra con su soplo,
que convierte en ceniza... ¿Tienes miedo? 275
¿Por qué, Belton, por qué?... Yo te perdono;
esa muerte, decía, es mi consuelo.
Si mi madre infeliz volviese al mundo,
si tendiese la mano desde el cielo
para secar el lloro de su hija, 280
¿crees que yo mostrara más contento
que si viese la muerte en mi presencia
aquí mismo... a la vista... y sobre el suelo
inerte me tendiese? Di, ¿lloraras
si me vieras morir? Dímelo al menos, 285
dímelo por piedad... ¡Ah, si supieses
cuanto bien esto hiciera al pobre pecho
que se dio a ti, lo mismo que al demonio
el impío se entrega en alma y cuerpo;
que se nutrió tan solo con tu imagen, 290
que te adoró y adora!... ¡Pobre Belton!
Dime, ¿Adelina te ama con más fuerza?
BELTON
¡Adelina! ¡Qué dices!
CLAUDIA
¡Ah! Te ofendo
al pronunciar el nombre de tu amante,
—205→
de tu esposa, yo pobre, que no tengo 295
más nombre que uno infame. A Dios, perdona,
ve al hijo de tu amor... Ahí te lo dejo,
a Dios... ¡Ah, sé feliz!...
BELTON
Espera, espera.
¿Adónde vas? ¿Qué dices? No te entiendo.
Déjame descansar, deja que piense... 300
Deja que llore al menos un momento;
Claudia, siéntate aquí... Dime, ¿qué quieres?
CLAUDIA
¿Yo? Que seas feliz, solo eso quiero;
que ames a Benjamín... Es nuestro hijo,
es hijo de los dos; te lo recuerdo 305
para que lo ames siempre; no lo olvides.
Y si algún día alivia tus tormentos,
si ese pobre muchacho te interesa,
¡ah!, si te hace dichoso, da un recuerdo
a su madre infeliz que tanto te ama; 310
un recuerdo no más, nada más quiero...
Una lágrima sola fuera mucho
para mí desgraciada... En otro tiempo
más te hubiera pedido; hoy Adelina
solo pedirte puede, yo no puedo... 315
A Dios, Belton, a Dios.
  —206→  
BELTON
Claudia, mi Claudia,
ángel de la inocencia, rasga el velo
que cubría mi error... dame los brazos...
Yo te adoro, mi Claudia.
CLAUDIA
¿Será cierto?...
Pero no, tú te engañas, has pensado 320
que yo soy Adelina; ya lo veo.
Mírame bien, soy Claudia, esa muchacha
sin nombre ni familia; ve mi pelo,
¿conoces su color?... No tengo nada,
ni nada hay para mí en el universo. 325
BELTON
Sino el padre de tu hijo.
CLAUDIA
¡Dulce nombre!
Tú eres quien lo pronuncias; ¡buen agüero!
¡Buen agüero! Quizá baje al sepulcro
dichosa, porque al fin ¿qué es lo que quiero?
Que tú, Belton amado, me consueles, 330
y me digas no más: «Yo te respeto,
—207→
porque viendote sola, en la miseria,
con un hijo desnudo y medio hambriento,
no fuiste vil y baja como muchas;
porque no te valiste de un pretexto 335
para besar los pies de un poderoso,
y mostrar la belleza de tu pecho...»
En fin, Belton, deseo solamente
que al morir me repitas: «Yo te aprecio.»
BELTON
¿Y si te digo, Claudia, que en mi vida 340
solo he amado una vez, que bajo el cielo
para mí no ha nacido más que un ente,
y que no amo, ni, quiero, ni deseo,
ni he adorado jamás sobre la tierra,
ni adoraré jamás algún objeto, 345
sino tú, vida mía, ángel celeste,
mi paz y mi delicia y mi consuelo,
solo ser inocente de la tierra,
podrás, Claudia, creerme?
CLAUDIA
¡Oh! Sí te creo.
Yo lo decía bien, es imposible, 350
ese Belton tan cándido y tan tierno,
tan noble en su querer, tan pensativo,
no puede amar, al menos con exceso,
—208→
un pecho sin candor, tan vacilante
cual las olas de un río turbulento, 355
que no tiene más Dios que los placeres,
y que ama nada más que por convenio,
no puede amar a una mujer hermosa
solo porque es hermosa... Que el afecto,
el verdadero afecto necesita 360
para poder vivir otro alimento.
La hermosura es ajada en solo un día,
las gracias se entristecen con el tiempo,
el tono cansa al fin, y hasta se apagan
los ojos que hoy despiden solo fuego... 365
¿Qué queda al largo trecho de los años?
El corazón que nunca será viejo;
eso Belton tan solo necesita
si ha de vivir feliz fuera del cielo,
y Adelina....
BELTON
No nombres a ese monstruo.
370
CLAUDIA
¿Por qué?
BELTON
Porque es justicia, la aborrezco.
CLAUDIA
Dime, dime, ¿es infiel?... Acaba pronto...
  —209→  
BELTON
Tu palabra es mejor que el juramento
de Adelina... Mi esposa no me ama.
CLAUDIA
¿Y por eso me vuelves hoy tu pecho? 375
¿Y quizás por vengarte solamente
hoy me vuelves a amar? Déjame, Belton,
deja que muera en paz; soy más dichosa
sabiendo que no me amas, que si creo
que por piedad tan solo me consuelas. 380
Porque si finges, mira, tus esfuerzos,
tu compasión, tus penas, todo, todo,
todo me hará sufrir nuevos tormentos;
únelos a los míos; ¿hay quien pueda
resistir tal martirio?... Sola al menos 385
moriré con dolor como he vivido,
mas resignada... Ah ¿lloras? ¡Pobre Belton!
BELTON
Ámame, y ni soy pobre ni infelice,
ni lloraré ya más que de contento,
de júbilo a tu lado. Claudia, Claudia, 390
mi mano es de Adelina, no mi pecho;
este es tuyo, mi bien; tú eres mi esposa.
—210→
Dime, Claudia, otra vez que el caro afecto
es para Belton solo.
CLAUDIA
Noche y día
te lo dijera yo, que el tierno pecho 395
lo reputara poco.
BELTON
Mira, Claudia,
¿qué hay para entrambos dos sobre este suelo?
Para mí el pecho tuyo solamente,
para ti solo el mío; y cual consuelo,
si alguna vez los males nos aquejan, 400
este niño infeliz que tanto tiempo
hizo brotar tus lágrimas, ya alegres
nos verá sonreírnos a sus juegos.
Pues... el cielo me inspira... Vamos, Claudia,
huyamos de este sitio que aborrezco, 405
vamos a ser felices.
CLAUDIA
¿Qué pronuncias?
¡Felices si dejamos el sendero
de la augusta virtud! Es imposible.
BELTON
Imposible... Yo soy quien te lo ruego.
Huyamos de este sitio de desgracias, 410
huyamos, cara esposa.
  —211→  
CLAUDIA
No, no puedo.
BELTON

  (Tomando con ternura a BENJAMÍN en sus brazos.) 

Hijo del infortunio, no me escuchan,
y me juran amor y amor eterno.
Llora cual yo, infeliz; riega las plantas
de tu mísera madre... Huyamos presto. 415
CLAUDIA

 (Dejándose caer sobre un banco de piedra.) 

Belton, ten compasión de una infelice.
BELTON
Claudia, hace muchos años que padezco;
mi padre me ha dejado con fortuna,
huérfano enteramente... Fui pequeño,
y fui feliz entonces... No sufría... 420
Pero más tarde hallé que había un hueco
en mi alma, que nadie le llenaba,
y atormentado, lleno de despecho,
corrí el mundo, busqué por todas partes
quien me diese la calma y el sosiego, 425
quien me hiciese vivir, sino dichoso,
al menos no infeliz... Anduve ciego,
y nada hallé por fin... Yo me avanzaba,
y la dicha también... Al fin sediento
me entregué a los placeres, fui malvado, 430
—212→
engañé por gozar... Esto es lo menos;
tal sed me devoraba las entrañas,
que quería entregarme a otros excesos;
todo para olvidar que estaba solo...
Por gozar incendiara el universo. 435
Entonces te encontré, pobre muchacha
te vi, te hablé sin conocer tu precio,
pero te amé, te amé; no, no lo dudes;
y mil veces a mí llegara el eco
de tus pláñidos lúgubres... mas, Claudia, 440
todavía no estaba satisfecho.
Seguí aún más, y encontré... ¡Quién lo creyera!
Un demonio con ojos lisonjeros
transformado en mujer encantadora;
me atrajo, me sedujo... Yo me acerco 445
incauto y sin temor, y soy perdido...
Hoy te vuelvo a encontrar, y te consuelo.
Ángel de la inocencia...
CLAUDIA
  No prosigas,
no te puedo escuchar, no puedo, Belton,
un crimen me hizo madre de tu hijo, 450
y no quiero deber a un crimen nuevo
mi dicha que se cifra en tu cariño.
Para mí nada tiene el universo,
sino tú y Benjamín ...Yo le vería
—213→
reducirse a la nada en un momento, 455
que me echaban contigo y este niño
sobre la seca arena de un desierto,
que a los tres por morada nos le dieran,
y el pecho palpitara de contento;
y ni patria, ni honores, ni riquezas, 460
deseara en los brazos de mi dueño.
Sin ti no viviré; pero ¿qué importa,
si vives tú feliz?... Mucho te quiero,
pero amo más tu honor y tu ventura.
Si te hago abandonar aqueste suelo, 465
yo, infelice mujer, llena de infamia,
la sinrazón despótica al momento
dirá: «Belton merece ser odiado;
rompió los santos nudos de himeneo
por seguir a una pobre saboyana, 470
que logró apoderarse de su pecho.»
¿Y habrá quien diga entonces: «Es mentira
que Belton digno sea de desprecio?»
Si a ti te respetara la calumnia,
y sobre mí lanzase el golpe horrendo, 475
sobre mí nada más, yo te siguiera.
Que digan: «Claudia es digna de desprecio,»
se puede esto sufrir; pero que digan:
«Belton es un objeto que aborrezco,»
eso no... no se sufre... es imposible. 480
—214→
Hierve mi sangre... ¡Niño, dame un beso...

 (Abraza con ternura a su hijo, y se precipita a la puerta del jardín y desaparece después de haber gritado:) 

Padre de Benjamín, vive dichoso.
BELTON
¿Adónde vas?... Espera... Dame tiempo...
Niño, mi Benjamín, llama conmigo,
llama a tu triste madre. -Yo no puedo 485

  (Mirando la casa en que entró ADELINA.)  

vivir con una adúltera... -Corramos.
Por do quier a tu madre buscaremos;
y si hasta el fin desoye mi plegaria
a sus pies a lo menos moriremos.