287-212 |
La mecánica se perfeccionó en el arte de defenderse y de matar, en los
artificios, en las naves, como en la ideada por Arquímedes, quien acaso
inventó para este fin las poleas y el tornillo perpetuo. Sus teorías son aún
el fundamento de los métodos para medir los espacios terminados por
curvas, y su relación con figuras y planos rectilíneos; halló la relación
aproximada entre el diámetro y la circunferencia del círculo, y entre el
cilindro y la esfera; la cuadratura de la parábola, el centro de esfuerzo y
gravedad, el equilibrio de los cuerpos sólidos y el peso específico; la
arenaria destinada a probar que se puede expresar cualquier número por
grande que sea; y se le atribuyen cuarenta inventos mecánicos, de los
cuales se sirvió para defender a Siracusa su patria. Entre los demás
mecánicos, figuran Ctesibo, inventor de la bomba aspirante, y Herón
inventor del sifón y de una fuente que puede considerarse como la
primera tentativa de las máquinas de vapor. |
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Aún no ha disminuido el valor de los elementos de geometría de
Euclides. Apolonio de Perga enriqueció con muchos descubrimientos las
matemáticas, sobre las secciones cónicas, la elipse y la hipérbole. |
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La astronomía, rica por las observaciones de los Caldeos, fue reducida
a ciencia en la escuela de Alejandría. Aristarco determinó con método
gráfico la distancia del sol a la luna y a la tierra, y sostuvo el movimiento
de ésta. Hiparco abarcó en un cuadro general y metafísico las verdades
hasta su tiempo descubiertas, a fin de prever las eventualidades futuras;
determinó el año trópico; proclamó la precesión de los equinoccios;
calculó la paralaje; formó el catálogo de las estrellas con su posiciones y
configuraciones, y adoptó los círculos meridianos y paralelos. |
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Estos círculos, trasladados del cielo a la tierra, sirvieron para
determinar la posición de los países. Eratóstenes tomó la astronomía por
base de la geografía; midió la circunferencia (152) de la tierra, y comprendió
que partiendo uno del estrecho de Cádiz y siguiendo el mismo paralelo,
podía llegar hasta la India. |
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Ayudaron a la geografía las expediciones de Alejandro Magno y de
sus sucesores. Bajo los Lágidas se verificó la vuelta a la Arabia por mar.
Estableciéronse numerosas escalas a lo largo del mar Rojo, donde
llegaban las mercancías de la India por mar también, mientras las
caravanas las recogían por tierra en la Persia y la Bactriana. Eudoxio
llegó a comprender que podía dar la vuelta al África. Hasta la historia
natural tuvo incremento. Teofrasto fundó en Atenas un jardín botánico;
fue el primero que habló, en su Historia de las plantas, del sexo de éstas,
y relacionó sus órganos con los de los animales. Dioscórides fue largo
tiempo autoridad en botánica. Un rey de Egipto hizo una obra sobre los
animales, y Mitridates, rey del Ponto, estudió los venenos. |
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La escuela médica de Hipócrates fue continuada por médicos ilustres;
se osó disecar los cadáveres, se distinguieron las venas de las arterias;
Herófilo reconoció los nervios como órganos de la sensación, y como
centro suyo el cerebro, analizó el ojo e inventó la anatomía patológica.
Más avanzó todavía Erasístrato de Ceos, que curó a Antíoco, hijo del
segundo rey de Siria, descubriendo por la alteración del pulso que estaba
enamorado de Estratonice. La escuela de los metodistas se extendió por
el Asia Menor, y como Homero por los gramáticos, también Hipócrates
era analizado, comentado, alterado por los médicos. La escuela empírica
excluía las teorías, atendiendo únicamente a los síntomas. |
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La música se engrandecía con las fiestas, y Aristóxenes escribió 400
libros musicales; pero ya la inspiración era sustituida por superfluas
dificultades, y se separaba la música del canto. |
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Se enriquecieron con estatuas y pinturas los palacios y las ciudades; y
un Tolomeo envió 600 artistas a los Rodios. Alejandría fue edificada
conforme al plano de Sotrato. Desconfiando de alcanzar la belleza de las
obras anteriores, los artistas buscaban la novedad en temerarios
caprichos, o se ceñían a tímidas imitaciones, obedeciendo a los encargos
de los reyes y de los ricos. No puede considerarse como obra bella el
coloso de Rodas, apoyado con las piernas abiertas en ambos extremos del
puerto de aquella ciudad. |
793 |
Muy rudos debían ser los Romanos, si es verdad que Valerio Mesala
trajo de la conquistada Catania un gnomon solar, y lo colocó en Roma
sin tener en cuenta la diferencia de latitud; y que Mummio, expidiendo
las obras maestras tomadas en Corinto, advirtió a los conductores, que si
las estropeaban, tendrían que hacerlas de nuevo. Los Escipiones trataron
de adornar la patria con las letras y las bellas artes. Livio Andronico de
Tarento, fue el primero que puso una acción en escena. Cneo Nevio,
calabrés, enseñó a los jóvenes patricios romanos la lengua griega, que
conocía al par que el latín y el osco; militó con Escipión; tradujo del
griego algunos dramas de Eurípides, compuso un poema, los Anales de
la República, y otro en alabanza de Escipión. Atribúyesele la invención
de la sátira, encaminada a corregir con la risa; género que cultivaron
Marco Pacuvio y Gayo Lucilio (153). |
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Los Primeros juegos escénicos se celebraron por las fiestas sagradas,
principalmente de Baco, y a Roma acudieron probablemente de la
Etruria los actores, llamados histriones en su idioma. Abandonó la
juventud romana a estos histriones la representación de los dramas
largos, contentándose con recitar las Atelanas, farsas burlescas. Cítanse
19 tragedias de Pacuvio, muchas comedias de Andronico y Nevio,
siendo mejores las de Accio Plauto, pero todas ellas traducidas o
imitadas del griego. Publio Terencio, esclavo, adquirió gran reputación
elevando los caracteres más que Plauto, y evitando las bufonadas.
También él traducía, pero libremente, introduciendo personajes y
costumbres romanos. |
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Al principio los teatros eran de quita y pon. Escauro hizo edificar uno
capaz de contener 80 mil espectadores, con 3000 estatuas y 360
columnas. Pompeyo edificó el primer teatro permanente, con quince
filas de asientos. Gayo Curión (154) construyó dos semi-circulares, que
podían girar sobre un eje con todos los espectadores, a fin de reunirse.
Mas para el verdadero drama y la tragedia siempre mostraron poca
disposición los Italianos, más aficionados a bufonadas y máscaras, y más
que todo a las diversiones del circo, donde había carreras, pugilatos,
luchas entre gladiadores, y donde se acostumbraban a la milicia, a la
fuerza y a la fiereza. |
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Los débiles principios de Roma fueron con frecuencia descritos por
los Italiotas, mas las tradiciones nacionales fueron borradas por los
Romanos engrandecidos, y la historia primitiva no fue más que una
novela. Los primeros que la narraron fueron los Griegos, pero cuando
habían perdido el instintivo sentimiento de la edad antigua, sin haber
adquirido aún la crítica de la nueva; así es que no buscaban tanto lo
verdadero como lo bello y el modo de satisfacer su vanidad. Por eso,
unieron a los orígenes romanos la fábula troyana; y cada ciudad, cada
familia quería remontarse hasta ella; de modo que la vanidad romana se
alegraba del parentesco con los semi-dioses. Los Griegos se consolaban
de su perdida independencia, considerando a la vencedora nación como
hechura suya. Los primeros Romanos que escribieron sobre esta materia,
prefirieron estas poéticas tradiciones a la árida verdad de los primeros
habitantes; y copiábanse el uno al otro, sin investigar los hechos, sin
fijarse siquiera en las inscripciones ni en las antiguas memorias. Polibio
fue el primero que pasó a leer en el Capitolio los tratados entre Roma y
Cartago. Catón, al escribir acerca de los Orígenes itálicos, debiera haber
examinado documentos de varios pueblos, cuando aún no habían sido
devastados, y cuando se entendían sus lenguas; pues lo poco que este
historiador nos transmitió se encuentra lleno de ideas y etimologías
griegas. Varrón, portento de erudición, ignora el osco y el etrusco, y
sigue paso a paso a los Griegos. De estos y otros solo se han conservado
fragmentos. Catón escribió sobre el arte militar, pero se ha perdido su
tratado; de este autor nos queda el tratado de re rustica, colección de
preceptos sobre agricultura. |
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Nos transportamos a una nueva escena; a un pueblo diferente de los
que hasta aquí hemos visto, que habla un idioma y emplea unos
caracteres distintos de los nuestros, como lo son también sus
costumbres, el orden de sus ideas y su organización política. Dotado de
una maravillosa perfección en las artes manuales, y de una vastísima
literatura, ha dirigido los destinos de la parte más remota del Asia, se
remonta por su origen a los primeros tiempos del mundo y cuenta
tradiciones no interrumpidas de cuarenta siglos, formando, por no haber
envejecido ni haberse renovado, una cadena viva entre la época actual y
la antigüedad más remota. |
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La China (Chung-ku, centro de la tierra) es un inmenso plano
inclinado que desciende desde las altas montañas del Tibet hasta el mar
Amarillo, entre los 21 y 41 grados de latitud Norte, con una superficie
de 1300000 millas cuadradas y 360 millones de habitantes. Entre 140
ciudades, se distingue Pekín, cuyos altos muros de ladrillo tienen 27
millas de circuito; en ella residen la corte, el tribunal de los príncipes, el
de los mandarines, el de rentas, el de ritos, el de los médicos, el de los
astrónomos, el de la guerra y el de los delitos; los cuales regulan hoy el
imperio como lo dirigían hace miles de años. Otras ciudades importantes
son Nanking, capital de la ciencia, como lo son del comercio Cantón y
Macao. |
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Los ríos Amarillo y Azul (Hoang-ho, Yang-tse-kiang) difunden la
riqueza por infinitos canales, siendo asombroso el imperial, que tiene
1800 millas y atraviesa montes y desiertos. El país está defendido de los
Tártaros, al Norte, por una muralla de 8 metros de altura y otros tantos
de espesor, en una extensión de 1400 millas. |
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En su variado clima prospera toda clase de cultivo, entre cuyos
productos figura el té, que proporciona al imperio más de 200 millones
al año (155). Los emperadores prodigan honores y privilegios a la
agricultura. |
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Los Chinos son de raza mogola, de cabeza cuadrangular, nariz corta
sin ser chata, tez amarilla, escasa, barba y ojos de corte oblicuo. Las
mujeres son hermosas, de ojos medio-cerrados, de negra y alisada
cabellera y pies artificialmente achicados. |
Orígenes |
La secta de los Letrados, es decir los secuaces de Confucio, dan
principio a su historia auténtica 2637 años antes de J.C.; pero los
Tao-sse se remontan a millones de años; al reino del cielo, al de la tierra
y al del hombre. Después comparece Fo-hi, 3468 años antes de J.C.; ser
simbólico, que inventó la escritura, las bodas permanentes, el gobierno
ordenado, el calendario y la cítara. Chu-nung enseñó a cultivar los
campos y a extraer la sal de las aguas. Desde Hoang-ti, con el cual
principia la era de los Letrados, hasta nuestros días, han transcurrido 75
ciclos de 60 años, durante los cuales se han sucedido 22 dinastías.
Hong-ti dividió las conquistas en 10 provincias, cada una con 10
distritos de 10 ciudades. Con diez granos de mijo formó la línea; diez
líneas compusieron una pulgada, diez pulgadas un pie, y así
sucesivamente. Instituyó el tribunal de la historia y seis astrónomos;
enseñó los principios de la aritmética y de la geometría, el ciclo
luni-solar de 19 años, y otras instituciones que presentan acumulados
sobre su nombre los progresos de muchos siglos. |
2357 |
Al primero de los cinco King, o libros sagrados, reunidos por
Confucio, los críticos le conceden una remota antigüedad, muy anterior
al Génesis. Empieza con Yao, presentándolo dando salida a las aguas,
determinando el curso del sol, de la luna y de las estrellas; modelo de los
emperadores sucesivos, administraba justicia en persona, y se cuidaba de
ver si el pueblo sufría; labró tierras incultas, abrió canales y determinó
los deberes de los ministros. |
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Los emperadores elegían su sucesor entre las personas presentadas
por los grandes; pero con Yu comienza la primera dinastía, sucediendo
al padre uno de los hijos. |
2208 |
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Los emperadores asumían a un tiempo la autoridad civil y la
religiosa, como hijos y herederos de la grandeza Tien en la tierra; y
parece que se tenía un elevado concepto de la divinidad, hasta el punto
de sentar que todo el mérito de la oración y de los sacrificios está en la
piedad de la intención. Los jesuitas, con el intento de acercar la religión
de los Letrados a la católica, para vencer la repugnancia de los chinos a
las innovaciones, buscaron analogías entre sus primeros reyes y los
patriarcas, entre las tradiciones chinas y las mosaicas, y por no impugnar
su antigüedad adoptaron el cálculo samaritano, con preferencia a la
cronología de la Vulgata. Desde muy antiguo han escrito libros los
Chinos; conocieron el papel y la impresión; hubo un tribunal
expresamente para vigilar la historia, y son maravillas de erudición y de
tipografía los Prospectos Cronológicos (Li-tai-chi-sse) en cien
volúmenes, hechos imprimir en 1763. Pero Chuang-ti, jefe de una nueva
dinastía, queriendo borrar la memoria de sus predecesores, hizo quemar
todos los libros de historia. De lo poco que se salvó ha sacado gran
provecho Ma-tuan-li, el Varrón chino; y parece que los tiempos ciertos
no empiezan hasta 1122 años antes de J.C. El análisis de sus caracteres
figurados no deja creer en una remotísima civilización; y los 143127
años que da a aquella historia Lie-u-hinc, es el resultado del cuadrado de
9 (81) multiplicado por el período de los 19 años, y después por 3,
número exaltado por Confucio. |
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246 |
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Dinastías |
Pertenece a Yu la fundación de la 1 dinastía, en 2205; la 2 data de
1766; la 3 de 1122, cuyo jefe fue Vu-huang, grande hombre, que tuvo 7
historiógrafos, restableció las buenas costumbres antiguas, y puso orden
a los señoríos feudales que se habían establecido en varios sitios. Los
sagrados anales refieren los dichos y hechos del ministro Cheu-Kung,
astrónomo, que conocía las propiedades del triángulo y de la aguja
magnética. Los sucesores dan lugar a la división del reino y a los
desastres de la anarquía, hasta que, en los últimos tiempos, aparecen dos
grandes hombres: Lao-seu (156) y Cung-fu-tseu (157), jefes de dos escuelas,
una metafísica (los Tao-sse (158)), y otra moral (los Letrados). |
Lao-se (159) |
Como la de todos los grandes hombres, su vida es rodeada de
circunstancias milagrosas. Lao-seu, deplorando los males de la patria,
buscó la sabiduría en los extranjeros, y la depositó en el Tao-te-king,
donde investiga el origen y el destino de los seres, partiendo de la unidad
primordial para llegar a un panteísmo absoluto. La oscuridad y el
formalismo de sus doctrinas ofrecieron gran campo a las
interpretaciones ya de Tao-sse, ya de los jesuitas, que pretendieron
reconocer en ellas vestigios de las tradiciones hebraicas. Distingue en el
hombre un principio material y otro luminoso, mas no explica lo que le
acontece después de la muerte. |
604 a. de J.C. |
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Más importante es su moral, tranquila, humilde, superior a las
pasiones, a los intereses y hasta a la gloria, encaminada a obtener la
impasibilidad. Exagerada, ocasionó por una parte el ascetismo monacal,
y por otra el egoísmo que le hizo llamar por algunos el Epicuro chino,
cuando más bien se parecía a los Estoicos. Sus secuaces (Tao-sse)
introdujeron cábalas y prácticas supersticiosas, y se mezclaron con los
Budistas. |
Confucio |
Las personas cultas prefirieron la doctrina de Kong-fu-tseu. Ni
crédulo ni engañador, confiaba en el Señor; no indagó cuestiones
metafísicas, ni quiso introducir novedades, pero recogió y ordenó las
doctrinas antiguas, y apeló a la primordial sabiduría. Obedecer al Señor
del cielo, amar al prójimo como a uno mismo, domar a los instintos, no
guiarse por las pasiones, escuchar en todo a la razón: tal era su doctrina.
Reduce las virtudes a la piedad filial, deduciendo todos los deberes de
los domésticos; pues cree que la familia, el Estado y el universo han sido
forjados bajo un mismo tipo. Según tal principio, la propiedad
pertenecía toda al jefe, y todas las voluntades dependían de la suya; de
donde nace una estabilidad sin progreso, como vemos en la China,
diametralmente opuesta a la Grecia. Sus discursos son bellos, y su
moral, precisa; pero faltos siempre de entusiasmo y de unción; son
virtudes inflexibles expuestas en inflexibles formas. Habló tan
vagamente de Dios y de la vida futura, que sus discípulos dedujeron (160)
de sus obras el panteísmo y el ateísmo, y más comúnmente la
indiferencia, sin culto, sin sacerdotes y sin imágenes; no quedándole al
pueblo ni siquiera un pedazo de cielo adonde alzar los ojos en el dolor y
en el cansancio. Sin embargo, su doctrina está asociada, desde hace 22
siglos, a la legislación de aquel gran pueblo. |
551-479 |
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Mencio |
Digno de seguirle al lado fue su discípulo Meng-tsen, cuyo libro,
unido a los tres de los apotegmas de Confucio, debía ser aprendido de
memoria por aquellos que aspiraban a los empleos. |
400-316 |
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Confucio y Mencio contribuyeron grandemente al edificio político de
la China. No hubo superposición de pueblos, y por consiguiente tampoco
hubo Castas; antes bien puede considerarse este pueblo como una familia,
que desarrollándose, llegó a formar un grande imperio, fundado en la
piedad filial, extendida desde el hogar doméstico hasta el trono. Esta
forma patriarcal está expuesta a degenerar en tiranía, pues el rey ejerce
poder absoluto sobre las personas y las cosas. Semejante despotismo se
halla atemperado por la institución de los Letrados, esto es de la doctrina
que abre el camino a todos los altos puestos. El más oscuro muchacho,
estudiando y quedando bien en los exámenes, puede subir a las más
elevadas dignidades, y emparentar con las más ricas y encopetadas
familias. Ni el rey mismo puede conferir poder ni dignidad a quien no sea
designado por los Letrados, y debe respetar a estos cuando le digan la
verdad. |
|
Fuera de esto, el emperador es déspota; cuando dirige la palabra a los
cortesanos, éstos deben prosternarse; cuando sale, se cierran todas las
casas; aquellos que lo encuentran en su camino deben volver las espaldas;
le preceden muchos satélites, prontos a castigar o a dar la muerte al que
infrinja los mandatos. |
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No menos absolutos son los mandarines en sus provincias, cometen
toda clase de vejaciones y saben evitar que su conducta llegue a oídos del
emperador. Ningún puesto ni título es hereditario. La justicia es gratuita y
pública, y sin abogados. La legislación está comprendida en 74 volúmenes
y se extiende a todas las circunstancias de la vida y del Estado. La pena
más común es el bambú y el kia, collar de madera en el cual se meten
cabeza y manos. |
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La religión, más que sentimiento, es un reglamento de Estado y de
disciplina. La de Confucio, seguida por los Letrados, se reduce a una
razonada indiferencia. Los Tao-sse profesan la religión de los espíritus;
otros la de Buda con el nombre de Fo; cada cual es libre de seguir la que
le plazca pero la ley prescribe las formas exteriores y las ceremonias que
subsisten desde hace muchos siglos, como todas sus instituciones. |
Lengua |
La lengua, hablada o al menos comprendida por un tercio del género
humano, es diferente de todas las demás. No emplea categorías
gramaticales ni clasifica las palabras, sino que funda las relaciones de las
partes del discurso en la ilación del pensamiento, reduciéndose todo a la
sintaxis. Una misma palabra a veces es sustantivo, a veces adjetivo, otras
verbo, otras preposición, y el sentido del contexto en la base de su
inteligencia. No ha de buscarse, pues, en el diccionario el valor de una
palabra, sino deducirlo de su sentido. Esta lengua, más que en el hablar
consiste en el escribir; así es que a veces, en la conversación sucede que se
toma una tablilla y se escribe en ella lo que se quiere dar a comprender. |
Escritura |
La escritura es también muy singular. Al principio se usaron
únicamente caracteres figurativos; después se compendiaron y variaron,
hasta formarse 85000 signos silábicos, reducidos luego a 540 radicales.
Unos son simples, es decir imágenes y signos inseparables; y otros
compuestos, donde concurren muchos signos para expresar una sola idea.
Por la necesidad de expresar las relaciones, o los nombres propios, o los
de lugares extranjeros, la escritura, de simbólica que era se convirtió en
silábica, mas nunca supo ser alfabética. |
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Los Japoneses, de civilización y lengua afines pero no iguales a las
chinas, adoptaron los caracteres, la literatura y las instituciones de los
Chinos, pero conservaron las huellas de su origen distinto. Esta
imperfección de la escritura es otro obstáculo para los progresos de
aquellas naciones. |
Artes |
Conocidos son sus dibujos, sus vasos, sus barnices, su exactitud en la
imitación de los objetos naturales; pero su fantasía está aletargada, y las
artes, faltas de libertad, no pueden salir de determinadas condiciones
impuestas por las leyes del país. Las casas son cómodas, y no faltan bellos
edificios, construidos con ladrillos barnizados, y convenientemente
dispuestos según su destino. Merecen alabanza los caminos, que
atraviesan montes y valles, con puentes suspendidos sobre hondos
precipicios, o de piedra sobre anchísimos ríos. Abundan los arcos
triunfales, las tumbas adornadas, y las torres incrustadas de porcelana.
Todo esto despierta la admiración, pero no el dulce sentimiento que
producen la belleza y la fuerza proporcionada al fin para que se emplea. |
Ciencias |
En las ciencias de observación hubieran podido progresar los Chinos
siendo como son atentos y minuciosos; pero les detiene una multitud de
preocupaciones. Según ellos, deben ser dos los principios de la naturaleza,
el cielo y la tierra, el vacío y la plenitud; tres las virtudes y los vicios; tres
los primeros reyes; cuatro los mares, las montañas, las estaciones y los
pueblos bárbaros; cinco los elementos, los colores, los planetas, las
especies de granos, las vísceras y las relaciones sociales; siete los
misterios y las desgracias; y así hasta ciento, número de las familias
chinas, y hasta 10000 que indica la universalidad de las cosas. Esta
caprichosa clasificación irrevocable debe ser una traba para el
pensamiento, oprimido bajo esas combinaciones arbitrarias y falsas. |
|
En la medicina reunieron casos especiales, sin deducir ninguna teoría.
Tienen gran práctica en el pulso, y poseen una penetrante observación de
todos los síntomas; mas después de sutilísimos diagnósticos, deliran en las
aplicaciones. También en la historia natural observan minuciosamente las
apariencias, sin indagar la estructura interior, ni las composiciones
químicas. Después la filosofía atomista de Schud-hi paró los
descubrimientos, dando razón a todas las cosas por vía de la quietud y el
movimiento, expansión y contracción. Desde muy antiguo conocen la
numeración por decenas, pero tienen una cifra distinta del 10, lo que
entorpece las operaciones aritméticas; por cuyo motivo prefieren los
métodos mecánicos con cordelillos (suan-pon). En su historia se refiere un
eclipse de sol, ocurrido en 1218, y la conjunción de cinco planetas en
2459; Delambre pretende encontrar una serie de eclipses no interrumpida
por espacio de 3858 años. La astronomía de los Chinos es original, pues
refiere siempre al ecuador los movimientos celestes, antes que a la
eclíptica. Desde el cuarto siglo de J.C. comienza una serie no interrumpida
de observaciones sobre los solsticios, los eclipses y los cometas. En el
siglo XIII aparece Cochen-king, observador experto. Después de él, la
ciencia decae hasta la llegada de los jesuitas, a quienes son confiados los
observatorios. |
|
Casi un siglo duró la impresión de la Enciclopedia, donde reunieron los
Chinos todo su saber, bajo clases bien determinadas. Desde tiempo
inmemorial conocen la brújula, los pozos artesianos, las casas de hierro y
el alumbrado de gas; la estereotipia desde el siglo X, el papel moneda
desde el siglo XII, los naipes, muchos aparatos de fuerza y los cañones. |
|
El emperador Kien-lung decretó en 1773 una colección de las obras
chinas más estimadas, y la colección ya pasa de 160 volúmenes. Los más
antiguos son los cinco King, o libros canónicos, recogidos y completados
por Confucio. El Chu-king contiene hechos y discursos de los patriarcas,
muy anteriores a los libros de Moisés. El Y-king versa sobre las
combinaciones de las seis líneas horizontales, tres seguidas y tres cortadas
que forman 64 figuras; álgebra intelectual, a muy pocos accesible. El
Li-King trata de las ceremonias. El Yo-King contiene las plegarias y
cánticos de los antiguos. El Chi-King comprende 111 cantos populares,
recogidos por los emperadores en sus viajes, como el mejor modo de
conocer las inclinaciones del pueblo. |
|
Siguen otros libros de segundo orden, de texto para instrucción
primaria y enseñanza superior. La poesía fue recomendada por Confucio,
y ha sido tan cultivada, que el letrado que no hace versos es comparado a
una flor sin fragancia. La prosodia es minuciosa y rígida, y hace degenerar
a menudo los pensamientos en sutilezas y enigmas. No tienen poemas
épicos, ni pastoriles; pero sí canciones y poesías ditirámbicas. |
Elocuencia |
Los censores, semejantes a los tribunos del pueblo de Roma, a menudo
reprimían en los reyes antiguos los vicios y torpezas, dando pruebas de
elocuencia y de valor. En tiempos tranquilos, la elocuencia tendía a
reprender las malas costumbres y el abandono de las antiguas prácticas;
merece especial elogio Se-ma-Kuang, que en el siglo XI fue ministro de
cuatro príncipes sin adularlos. |
Historia |
La historia recogía todo los hechos, por minuciosos que fuesen, pero
no se publicaba hasta después de la muerte del que reinaba. La historia del
reinado de Lu, de Confucio, es un modelo de sobriedad y concisión. El
emperador Vu-ti mandó recoger los libros que se habían salvado de la
destrucción decretada por Chi-uang-ti. Sse-ma-tsian acertó a reconstituir
la historia antigua (Sse-Ki), y a merecer de los misioneros el título de
Heródoto chino. Sin ser igualado por ningún otro, sirvió de modelo a sus
sucesores. Los trabajos de varios autores forman Las 22 historias en 60
volúmenes. Cada ciudad tiene además su historia particular, en cinco
partes: en la primera se describe el país; en la segunda sus producciones;
en la tercera sus tributos; después los monumentos, y por último sus
personajes ilustres. |
Novelas |
Nada refleja tanto las costumbres y los sentimientos de los Chinos,
como sus novelas y sus comedias. La novela es antiquísima, y en ella
abunda menos el trabajo de la imaginación que el de la razón;
particulariza minuciosamente, sin atender mucho al conjunto; toma los
personajes de la clase media, y describe la vida doméstica y las
costumbres caseras. |
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No tienen verdaderos teatros; constrúyenlos con cañas y telas, y los
comediantes no tienen más reputación que las sombras chinescas, las
figuras de movimiento y los saltimbanquis. Dan representaciones durante
los banquetes, con libres frases y descompuestos ademanes. Son
numerosísimas las composiciones dramáticas, distribuidas en actos y
escenas, con trozos líricos y mezclas de prosa y verso. Algunas de estas
obras han sido traducidas en idiomas europeos. |
Costumbres |
Siendo eminentemente nacionales, las obras dramáticas revelan las
costumbres del pueblo, aquella vida acompasada e inmutable, su larga
cadena de subordinación, su amor pueril a lo bello, sus indispensables
ceremonias, la importancia de los letrados, un vacío inmenso bajo aquella
desnuda elegancia. Bajo una apariencia pacífica, ocultan el odio y la
venganza. Son apasionadísimos al juego. Fatalistas, ven al incendio
destruir sus ciudades, sin evitar las ocasiones de prender fuego, y sin
apagarlo. Es general el uso de talismanes y amuletos. Viven sobriamente
de arroz, gatos, serpientes y ratones. Poco aficionados a los licores, beben
té. En las fiestas públicas y domésticas, gastan sus ahorros. La poligamia
es permitida a los grandes; pero una sola mujer tiene la preeminencia,
estándole sujetas las demás. La mujer es considerada por la familia, y el
que la quiere gratis, va a buscarla a la casa de expósitos. El divorcio es
fácil. Las mujeres son siempre esclavas; sin embargo son vivarachas,
amables y hasta hermosas a pesar de sus artificios de tocador. |
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Se contrarresta el incremento exuberante de la población, echando los
recién-nacidos a los perros o al río. Los padres son castigados por los
delitos de los hijos; y como éstos son los únicos que pueden dedicar
honras fúnebres a los padres, causa horror verse privados de ellas, y quien
no tiene hijos varones los adopta. Estos lazos póstumos hacen que los
funerales sean pomposos, largo el luto y bien cuidadas las sepulturas. En
toda familia se tiene la sala de los abuelos, en la cual, en días
determinados, se reúne toda la parentela. |
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Todo acto está arreglado a un invariable ceremonial de palabras y
gestos, que ocasiona una inmensa pérdida de tiempo y hace desairar a los
extranjeros que no lo conocen. Todo, en fin, parece destinado a eternizar
la puericia de los individuos y de la nación. Hay paz sin justicia, riqueza
sin comodidades, ceremonias sin amor, moral sin práctica, y un severo
dominio patriarcal. Los Chinos son laboriosos y van a buscar trabajo por
América y la Australia, llevando siempre consigo los féretros, dentro de
los cuales son trasportados a su patria, si mueren. Este es su único culto.
Las necesidades materiales son satisfechas en la China, pero no las
intelectuales. El progreso llamó en vano a sus puertas, hasta que intereses
nuevos y comunes con los nuestros la abrieron al tráfico como a la
civilización, y va desapareciendo este último refugio del genio oriental,
para ceder el paso a la equidad y a la libertad. |
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Cómo pudo Roma, siendo república tan pequeña, realizar tantas
conquistas? Porque supo sacar nuevos elementos de vida de los países
que conquistaba; porque el pueblo vencedor, en vez de rodearse de una
barrera exclusiva, como los asiáticos, acogió siempre gente nueva. |
|
La plenitud de los derechos (optimo jure cives) solo competía a quien
estuviese en estado de llevar las armas. Los patricios, descendientes de
los primeros Quirites, o agregados por méritos particulares, podían
conservar en su casa las efigies hereditarias, poseían el terreno público,
se reunían en los comicios por curias con la lanza en la mano; solo ellos
eran jueces y pontífices, y solo ellos podían tomar aquellos auspicios,
sin los cuales no tenían autoridad las decisiones. |
|
La plebe formaba un pueblo distinto, con ricos y jefes, y reuniones
propias. La historia interior de Roma consiste en las luchas de la plebe
para insinuarse en la sociedad de los patricios e igualarlos en los
derechos políticos. El primer paso consistió en que los obtuvieran los
tribunos, el veto de uno de los cuales bastaba para suspender las
decisiones del senado; eran sagradas, inviolables sus personas, y
acusaban a los magistrados al terminar su cargo. Con tales medios
consiguieron que fuesen reconocidos el derecho de propiedad y los
matrimonios de los plebeyos, los cuales paulatinamente fueron
haciéndose aptos para ejercer todos los empleos y hasta el consulado. |
Tribus |
El número de las tribus se aumentó hasta 35: cuatro urbanas (Colina,
Esquilina, Palatina y Suburrana), y las otras rústicas. A las primeras se
agregaron todas las personas que no tenían patrimonio estable, por lo
cual fueron siempre las rústicas las más distinguidas. |
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El pueblo fue dividido en 6 clases a proporción de las facultades,
siendo la nobleza de la sangre reemplazada por la del dinero. |
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El poder soberano residía en la asamblea, a que pronto la plebe opuso
los comicios por tribus, convocados y presididos por los tribunos, sin
necesidad de consultar los auspicios. En estas asambleas populares se
elegían los cargos inferiores de Roma y todos los de las provincias, el
pontífice y los sacerdotes. |
|
En los comicios centuriados intervenían todos los Romanos de la
ciudad o del campo que pagasen cuota y sirviesen en campaña; ellos
ejercían el poder legislativo y elegían el ejecutivo. |
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Cada una de las seis clases comprendía muchas centurias; cada una
daba un solo voto colectivo, y las que se componían de unos cuantos
ricos predominaban sobre los últimas, en las cuales estaban acumulados
los pobres. La primera clase, de 98 centurias, preponderaba por sí sola
sobre todas las demás juntas. Los ciudadanos gozaban autoridad
diferente, según la clase; autoridad que era tanto mayor cuanto mayores
eran sus riquezas y menor el número de individuos de su centuria. Los
ricos, elegidos censores por las asambleas centuriadas, iban agregando a
los pobres a las tribus urbanas que votaban las últimas, y conservando en
las rústicas a los ricos, quienes prevalecían de este modo hasta en los
comicios por tribus. |
Caballeros |
Los caballeros formaron un orden intermedio, entre el senatorial y el
plebeyo; eran al principio los que solo podían militar a caballo. Nació
luego la institución de la censura, cuyos miembros tenían que haber
nacido libres, poseer un censo prefijado o reunir méritos personales, y
eran admitidos o excluidos, a juicio de los censores. |
Senado |
Los 300 senadores eran elegidos por los cónsules al principio, y por
los censores después; formaban el consejo soberano de la república,
custodiaban el tesoro, revisaban las cuentas, asignaban las provincias a
los magistrados, y daban títulos de rey o de aliado; decidían de la paz o
de la guerra, levantaban y licenciaban a las tropas, juzgaban en última
apelación y ejercían la suprema inspección religiosa. Sus deliberaciones
(senatus consultum), si bien no eran leyes, se tenían por obligatorias. |
|
Los censores al principio administraban las rentas de la república, y
registraban a los ciudadanos según el censo, con la facultad de inscribir
y borrar a quien quisieran en los catálogos de senadores, de caballeros y
de las diversas tribus. Con esto llegaron a erigirse en custodios de las
buenas costumbres, castigando las faltas que se hallaban fuera del
alcance de la ley: como la ingratitud, la dureza con los hijos, el maltratar
a los esclavos, la embriaguez y las indecencias. Eran sobre todo
rigurosos con los senadores. |
Leyes |
En primer lugar, toda ley se sometía a la sanción del Senado:
aprobada por éste, se promulgaba en tres mercados sucesivos. Después
se convocaba al pueblo en el Campo de Marte y se ponía la ley a
votación. Las resoluciones de la plebe (plebiscito) eran obligatorias para
todo el pueblo. Jamás fueron derogadas las XII Tablas, pero sí
modificadas por los edictos de los pretores y de los ediles. |
Cónsules |
Estaban a la cabeza del gobierno dos cónsules anuales, que debían
captarse la amistad del Senado, puesto que éste podía prorrogarles el
mando del ejército y dar o negar las sumas necesarias, y también la del
pueblo que debía servirlos en la guerra y examinar los gastos y los
tratados. Después de haberse extendido las conquistas, los cónsules no
estuvieron ya bajo la vigilancia del Senado, pues que pactaban con los
vencidos, levantaban tropas, imponían tributos y se acostumbraban al
mando despótico. |
Pretores |
El derecho civil regulaba y protegía las acciones del ciudadano
romano; el derecho de gentes abrazaba la equidad natural y los
principios jurídicos en que todos los pueblos cultos convienen. Para
aplicarlos, se elegían un pretor urbano y otro peregrino; después se
aumentó este número. Al tomar posesión de su empleo, debían hacer, en
un edicto, profesión de sus principios y del método que pensaban seguir;
con lo cual progresaba la legislación, según la opinión y las costumbres,
sin necesidad de trastornos. |
Dictadores |
Los límites de la autoridad eran mal determinados; llegaba ocasión en
que siendo menester remedios prontos y eficaces, aniquilábase la
constitución confiriendo el poder absoluto a un dictador, que podía
convertirse en tirano. |
Culto |
La autoridad religiosa no fue nunca de gran peso. Pontífices, augures,
quindecenviros y epulones formaban cuatro colegios sacerdotales.
Cuatro inferiores comprendían los hermanos Arvales, los 25 Ticienses,
los 20 Feciales y los 30 Curiones. Los Arúspices leían en las entrañas de
los animales lo que la prudencia de los padres consideraba conveniente
sugerir al vulgo. A particulares divinidades se consagraban los Galos,
los Lupercios, las Vestales, los Flámenes y los Salios, ayudados por
sacristanes, notarios, carniceros, músicos y camilos. El pontífice
máximo era elegido por el pueblo, e inamovible; presidía un consejo de
cuatro patricios, a los cuales se agregaron más tarde cuatro plebeyos.
Los sacerdotes no constituyeron nunca un cuerpo compacto y
preponderante, siendo al mismo tiempo ciudadanos y magistrados; la
religión sirvió siempre al Estado, dando lugar a que la gente culta se
burlase de los ritos y de los auspicios. El fuego sagrado de Vesta era
custodiado con extraordinario celo, pues su extinción se consideraba
como una calamidad pública. Las Vestales eran precedidas por un lictor,
y el reo de muerte que encontrase a una, era absuelto. El pueblo se
abandonaba a una infinidad de supersticiones; había divinidades para
cada día; causaban misterioso terror el estornudo, el tropezar en el dintel
de la puerta y el oír palabras de mal augurio. |
Ciudadanía |
Roma era un municipio, y al pronto aceptaba a los advenedizos;
después trasladó la ciudad al exterior, creando ciudadanos romanos
fuera del territorio de Roma, y asociando a los pueblos para el propio
incremento. Las siete colinas estaban cercadas de ciudades que gozaban
del derecho de sufragio como los Romanos; algunas de estas ciudades
eran socii, esto es entregadas sin guerra, y gozaban de plenos derechos;
otras eran fderati, recibidas después de vencidas y en condición
inferior. |
|
Seguían los municipios, con leyes propias, decuriones y decenviros,
mas sin derecho de sufragio en Roma. Venían luego las 50 colonias de
la Italia central, y 20 más lejanas, todas con derecho de ciudadanía,
aunque sin voto. Pueblos enteros poníanse bajo el patronato de alguna
familia, por ejemplo, los Alobroges bajo el de los Fabios, los Sicilianos,
bajo el de los Marcelos, los Boloñeses bajo el de los Antonios. |
|
Los Latinos ocupaban una situación media entre los extranjeros y los
ciudadanos, con prohibición de hacer la guerra y celebrar asambleas
generales; prohibición que duró hasta que todos los Italianos adquirieron
la ciudadanía, conservando sus leyes propias y la exención de tributos.
El derecho itálico no concedía privilegios al ciudadano aislado; no hacía
más que dar a la ciudad, colectivamente considerada, la propiedad
quiritaria del terreno y el comercio; de lo que nacía la exención del
impuesto; solamente en la metrópoli se ejercían los poderes nacionales,
y si los comunicaban a otros pueblos, era con la condición de usar de
ellos tan solo en Roma. |
Provincias |
Pero en suma estos derechos reducíanse a militar en el ejército,
sufriendo, por lo demás, toda clase de supercherías de parte de los
magistrados. Peor estaban las provincias, donde se usurpaban todas las
libertades constitucionales, y se suponía que el suelo pertenecía al
pueblo romano, siendo de los habitantes el usufructo. Un
senadoconsulto determinaba la organización de las provincias, y a un
magistrado romano pertenecían la jurisdicción, la administración y el
mando militar. Solo a las ciudades se les dejaba una administración
propia, a la manera antigua. |
|
Para gobernar sus provincias, el Senado mandaba cónsules que
habían terminado su cargo, y pretores, quienes exponían en un edicto de
jurisdicción, la norma con que iban a gobernar. Procurábase introducir
la lengua y las costumbres romanas, y a veces hasta la religión; se
prohibían y ordenaban algunos cultivos, según convenía a Roma; y los
gobernadores lo podían todo impunemente. Tampoco constituyeron
nunca las provincias una unidad nacional. Exceptuando las 35 tribus, la
administración y la legislación variaban en cada país, sin tener una
acción central. Esparcíanse los Italianos en tropel por los países
conquistados, atraídos por el comercio, por la agricultura y por los
empleos, difundiendo la lengua, la civilización y el respeto del nombre
de Roma. |
Rentas |
Las rentas se sacaban del tributo que se imponía, o bien a los
ciudadanos, que pagaban una contribución territorial; o bien a las
provincias. Además se tenían terrenos públicos en Italia y fuera de ella.
En los puertos y en las fronteras se exigían gabelas por las mercancías,
sobre la venta de esclavos y sobre la explotación de minas,
especialmente de España. Pero no todas las entradas concurrían a un
centro solo, por cuyo motivo, el balance arrojaba reducidas cantidades. |
|
A veces se recurría a los empréstitos, o se alteraba la moneda, o se
reducía la deuda. Livio Salinator introdujo el monopolio de la sal; pero
los principales ingresos eran constituidos por las conquistas. Siendo
escasa la industria, todo se traía del exterior. Pingües beneficios
proporcionaba a los particulares el arrendamiento de las contribuciones,
subastadas cada cinco años por los censores; el negocio era
generalmente obtenido por los caballeros, quienes aumentaban la deuda
de las provincias por medio de vejaciones y enormes usuras. |
|
El erario, donde ingresaban los fondos exigidos por los publicanos,
estaba bajo la vigilancia de veinte cuestores, y la distribución de los
fondos era dispuesta por el Senado. Custodiábase el erario en el templo
de Saturno. |
Ejército |
La disciplina militar era severísima. Durante la paz, no se tenían
soldados; en cuanto amenazaba el peligro, el cónsul los llamaba a todos
a las armas; en tiempo de guerra, todos los ciudadanos, hasta la edad de
46 años, estaban obligados a tomar las armas. Cada legión se componía
de 6000 infantes, y cada cónsul levantaba dos. En el campo de batalla, se
disponían en cinco divisiones: los Príncipes, los Astatos, los Triarios o
Pilanos, los Rorarios y los Accensos. La caballería por lo regular no
sirvió más que para sostener por los flancos a los infantes. Los Rorarios,
tropa ligera armada de hondas y arcos, empeñaban la acción. Si hallaban
resistencia, entraban en combate los Príncipes, y después los Triarios; de
modo que el enemigo estaba expuesto a tres nuevos ataques. Los
Accensos componían la reserva. El soldado llevaba, además de las
armas, los palos para formar la trinchera alrededor del campamento;
andaban 20 o 24 millas en 5 horas, y eran empleados además en la
construcción de caminos y canales. El espíritu militar penetraba por
todas partes, siendo militares todos los ciudadanos, y habiendo quienes a
un tiempo eran magistrados y capitanes. Los soldados gregarios vivían
de su escaso sueldo o de los repartos verificados después de los triunfos;
y al envejecer, se veían abandonados a la miseria. |
|
Si al principio fue estimada y honrada la pobreza, después todo el
mundo no pensaba más que en enriquecerse por todos los medios,
especialmente estrujando a las provincias. Poco a poco la constitución se
transformó en una aristocracia pecuniaria, habiendo sabido los nobles
incautarse de la mayor parte de los campos conquistados, y absorber
luego las pequeñas porciones distribuidas a los plebeyos, quienes, no
pudiendo ganarse la vida con las artes mecánicas, por ser oficio de
esclavos, se hacían mendigos, viviendo de la munificencia de los ricos o
del público. |
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Ni siquiera los ricos eran igualmente privilegiados. Los pequeños
propietarios pagaban un censo sobre las tierras, las casas, los esclavos, el
ganado y el bronce acuñado (res mancipi), mientras que los grandes no
pagaban impuesto por los bienes adquiridos, ni por las cosas de lujo (res
nec mancipi) que constituían la fuente principal de su riqueza. En el
Senado y en los empleos se enriquecían merced a los donativos, a las
misiones en las provincias y a las espórtulas. Faltando la utilísima clase
de los industriales y negociantes, no había más que propietarios y pobres.
Al principio se procuraba sacar de la tierra el mayor producto bruto, esto
es los comestibles, de modo que la población iba creciendo.
Posteriormente se buscó tan solo el producto líquido, convirtiendo los
campos de cultivo en prados, que requerían poquísimos brazos. |
|
Sin artes y sin propiedad, la plebe no tenía más recursos que la guerra
o, en tiempo de paz, el trigo y la sal que obtenía de la liberalidad de los
ricos. Cuando por resultado de la victoria sobre Perseo, se aumentó el
orgullo romano, ya no se cuidó el Senado de los padecimientos del vulgo.
Los esclavos bastaban para cultivar las extensas posesiones, y un pastor
era suficiente para guardar un numeroso rebaño. A los agricultores no les
quedaba más recurso que llevar sus inútiles brazos a Roma, donde se
distribuían víveres, o marcharse a alguna colonia, o vender su voto a los
candidatos. Pero el Senado ensoberbecido no fundaba ya ninguna colonia;
los censores habían reunido en la tribu esquilina a todos los pobres, cuyos
sufragios muy raras veces eran necesarios. Los mismos juicios fueron
sustraídos a la plebe, con la creación de cuatro tribunales permanentes.
Así los plebeyos estaban destinados a morir de hambre, porque de los
países conquistados afluían millares de esclavos, que cultivaban la tierra y
servían en los palacios, adquiriendo por sus servicios la libertad y el título
de ciudadanos. |
|
Solo los libertos llenaban el foro; pero siendo codiciosos de bienes,
podían convertirse en un arma terrible en manos de un demagogo que
quisiese combatir la tiranía aristocrática. Otra multitud acudía de las
provincias y de los municipios, para sustraerse a las vejaciones de los
magistrados y buscar fortuna en Roma. Los que más acudían eran los
Italianos, de modo que la península se despoblaba para llenar la capital.
Hasta las colonias, donde se había difundido la pobretería romana, habían
llegado a ser presa de los caballeros, quienes usurpando tierras y poderes
hacían cultivar los campos por esclavos. |
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Mejorar las costumbres, inspirar al pueblo el amor de la industria y de
los campos, sustituir a los esclavos con una clase laboriosa, reprimir el
despotismo del Senado y la avidez de los caballeros, escuchar los
lamentos de las provincias y de los municipios, regularizar la afluencia de
los advenedizos a Roma: tal fue la empresa de los Gracos y de las leyes
agrarias. Pues a pesar de tan levantadas miras, fueron acusados de querer
expoliar a los propietarios a favor de los que nada poseían. Los terrenos
conquistados pasaban en parte a ser propiedad pública (ager publicus), y
el que los adquiría no era propietario absoluto de ellos, sino que pagaba
un censo (vectigal). La distribución se hacía por los nobles que se
quedaban con lo mejor, y dejaban caer en desuso el censo, de manera que
ya no se podían distinguir luego sus bienes de los de propiedad particular.
Pues bien, estos terrenos usurpados eran los que las leyes agrarias
trataban de repartir; Licinio Estolón reclamó para el pueblo la tierra y el
poder político, queriendo que ninguno poseyese más de 500 yugadas (125
hectáreas) de terreno, ni más de 100 cabezas de ganado mayor. Pero esta
ley no tardó en ser eludida. |
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306 |
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Tiberio Sempronio Graco, casado con Cornelia, hija de Escipión el
Africano, fue padre de Tiberio y de Gayo, quienes fueron educados en las
artes más exquisitas y en los sentimientos más humanos, de modo que no
hubo quien les igualase en la elocuencia y en las armas. Aborrecían
grandemente la corrupción y la injusticia legal. Para asegurar a Roma la
soberanía del mundo, comprendieron que era preciso no dejar perecer la
robusta raza itálica, y favorecer la población libre. |
Tiberio Graco |
Tiberio, nombrado tribuno de la plebe, propuso que ningún rico
pudiera poseer más de 500 yugadas de tierras públicas, pasando éstas a
ser propiedad libre; y que los terrenos sobrantes se distribuyesen entre los
pobres y permaneciesen inalienables. La plebe confirmó la proposición;
pero los nobles alegaban su prolongada posesión, durante la cual habían
hecho mejoras y edificios, y la dificultad de distinguir los terrenos libres
de los de origen público. El tribuno Octavio se oponía a la aplicación de
esta ley; pero Graco logró hacerlo destituir: primer golpe dado a la
autoridad tribunicia. Irritado de la perfidia del Senado, volvió a proponer
la ley Licinia en su antigua severidad, dando amplias facultades a los
triunviros para hacerla observar inmediatamente. Propuso que se
extendiese a toda la península el derecho de ciudadanía romana, y que la
herencia de Atalo III, rey de Pérgamo, se distribuyese entre los
ciudadanos pobres. |
135 |
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133 |
Los caballeros amenazados le hostigaban; lo protegía mal la plebe
favorecida; y por fin murió a manos de sus enemigos sublevados, siendo
su cadáver arrojado al Tíber. Pero el pueblo y los Socios Italianos
reclamaban todavía la ley agraria. Los tribunos, habiendo comprendido
cuán formidable podía hacerse su autoridad trataban de dilatarla. Gayo
Graco (161), habiendo adquirido fama de elocuente, incomparable orador, y
de administrador prudente, renovó la proposición de su hermano, esto es,
que cada año se hiciese una distribución de terrenos, y cada mes una
venta de grano a bajo precio. Prohibió el alistamiento antes de los 17
años, y mandó que a los soldados se les diese el vestuario sin disminución
de la paga. Obtuvo que se despojase a los senadores del derecho de juzgar
y se confiriese al orden ecuestre; hizo partícipes a todos los Italianos de la
plena ciudadanía; y trataba de reconciliarse con el Senado dándole
consejos buenos y oportunos. Se rodeó de artistas griegos; hizo fabricar
edificios y abrir hermosos caminos, y propuso reedificar las destruidas
ciudades de Capua, Tarento y Cartago. Mas supieron prepararle tales
acechanzas sus enemigos, que fue declarado enemigo de la patria y
muerto por el cónsul Opimo. La plebe, que lo había defendido, le honró
con exequias conmovedoras y con estatuas. El Senado supo eludir las
leyes votadas; se enconó la enemistad entre la plebe y los nobles; los
caballeros, árbitros de los tribunales y arrendadores de las gabelas, podían
tener en su dependencia al Senado y dilapidar el oro de las provincias;
pero entre los aliados sobrevivía el pensamiento de poderse igualar a los
Romanos en la autoridad política. |
Gayo Graco |
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Gangrena de la sociedad antigua eran les esclavos, que hallamos
doquiera considerados como cosas y no como hombres, sin
representación en el consorcio civil, sin matrimonio legítimo ni derecho
de testar. Piratas y especuladores los presentaban en los mercados; e
ilustres ciudadanos, como Catón, hacían negocio instruyéndolos y
haciéndoles adquirir robustez. Eran tratados poco menos que como
animales, encerrados de noche en calabozos, expuestos a toda clase de
brutalidades y a los más viles servicios, y arrojados a morir en la isla del
Tíber, cuando envejecían o se inutilizaban. Y a cuánta abyección no
estaban condenadas las mujeres esclavas! Sin embargo, los esclavos eran
la parte activa de la sociedad, estándoles reservados todos los oficios que
el hombre libre desdeñaba. En las casas romanas ejercían toda clase de
funciones: eran criados, escribientes, tenedores de libros, bufones, y
hasta, a veces, se captaban la amistad de los amos; cuando tales servicios
prestaban merecían ser declarados libres; entonces se consagraban mucho
más al señor que les había comunicado su propio nombre. |
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Eran tantos, que en las casas ilustres se les tenía alistados para
recordar sus nombres. Ateneo dice que muchísimos Romanos tenían diez
y hasta veinte mil. Claudio Isidoro se excusaba, en su testamento, de no
dejar mas que 4156 esclavos, 5600 pares de bueyes, 25000 cabezas de
ganado menor y 600 millones de sestercios, por haberle ocasionado
grandes pérdidas la guerra civil. |
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Los esclavos abundaban principalmente en Sicilia, donde armados y
ayudados de gruesos mastines asaltaban a los pasajeros y a las aldeas por
cuenta de sus amos. Demófilo de Enna, singularmente, poseía muchos,
con los cuales devastaba el país; pero era tan inhumano, tan bárbaramente
cruel el trato que daba a los infelices esclavos, que éstos tramaron una
insurrección. Imitáronles al instante todos los de la isla; se extendió el
ejemplo hasta el Asia, sobre todo entre los mineros del Ática. Euno,
natural de Siria, esclavo en Sicilia y tenido en gran aprecio por sus
compañeros, que lo admiraban por su ingenio y habilidades, se puso al
frente de los sublevados, quienes empezaron a cometer latrocinios,
estupros, matanzas horribles, e hicieron frente a los Romanos que habían
acudido a domarlos; pero faltando en ellos toda disciplina, fueron
vencidos al fin. Euno murió encarcelado, y fue sometida la Sicilia. A
otras luchas y estragos dio lugar la insurrección de los esclavos,
mayormente en la misma Sicilia, donde Salvio y Atenión renovaron la
guerra con tanta fuerza, que fue preciso todo el valor del cónsul Mario
para terminarla, después de haber perecido un millón de esclavos. |
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135 |
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162 |
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Los Estados menores del Asia Anterior, sujetos al principio a la Persia,
se hicieron independientes, después de Alejandro, formando los reinos de
Bitinia, Paflagonia, Pérgamo, Capadocia, Armenia y Ponto, sin contar las
repúblicas griegas de Heraclea (163), Sinope, Bizancio y otras. Larga y
confusa es la historia de aquellas dinastías. Antiguas tradiciones
conservaba la Armenia, gobernada por los Pagrátidas, y realzada por
Ciro, después de su decadencia. Alejandro Magno venció a Vahé;
después, sus sucesores dominaron la Armenia, hasta que Artaxias le
devolvió la independencia. Mitridates III, rey de Persia, le impuso por rey
a su hermano Vagarchag, que conquistó hasta el Cáucaso; Tigranes, su
sucesor, pensó subyugar toda el Asia, tomó el título de rey de los reyes
que llevaban los monarcas Partos, y dio mucho que hacer a los Romanos.
El país pasó por varias vicisitudes, hasta que Ardechir, primer rey
sasánida de la Persia, sojuzgó a la Armenia. |
Armenia |
180 |
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La Georgia, vetusta nación contigua a la Armenia, donde se
establecieron muchos Hebreos conducidos como esclavos por Nabuco,
fue sometida por Alejandro y maltratada por sus sucesores. |
El Ponto |
En el Ponto reinaba Mitridates Evérgetes (164), quien habiéndose aliado
con los Romanos, les auxilió en la tercera guerra púnica. Su sucesor
mereció el nombre de Mitridates el Grande, por sus vastos proyectos.
Extendió sus dominios sobre gran parte del Asia, atemorizando a
Nicomedes, rey de Bitinia, que acudió a los Romanos. Estos mandaron a
Sila, a que conociera y enfrenara a Mitridates, restableciendo a su flanco
la Capadocia y la Paflagonia. Mitridates aumentó su ejército, y con la
fuerza y las traiciones arrojó a los Romanos de los países circunvecinos,
ayudado por los indígenas disgustados de las vejaciones de los
magistrados y empresarios. Y no se contentaron las ciudades con
proclamar a Mitridates como libertador, sino que en un día convenido
mataron a cuantos Romanos se habían domiciliado en las provincias, con
sus mujeres, sus hijos y sus siervos. Enriqueciose Mitridates con los
tesoros de los países que ocupaba. Cerca de 25 naciones se le sometieron,
y él hablaba todos sus idiomas; pensaba disciplinar a todos los Bárbaros
contiguos al Ponto Euxino, para armarlos contra Roma; también a este fin
se amistaba con las tribus de los Sármatas y de los Germanos, del Volga
al Danubio, y desde las Cícladas hasta la Laguna Meótides. |
157 |
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Sila |
Para combatirlo, mandó Roma a Cornelio Sila, que con la disciplina
dispersó aquellas bandas en Queronea y en la Beocia. Sitiada Atenas, hizo
Sila que le mandaran los despojos de los templos, haciendo estremecer de
ira a los Griegos, quienes en vano le recordaban a Codro y Teseo,
Maratón y Salamina. Tomada por asalto la ciudad, la inundó de sangre.
Mientras triunfaba en Grecia, su facción sucumbía en Italia bajo Cornelio
Cinna, partidario de Mario y de los Socios italianos. Volvió Mario,
apoderándose de Roma en fratricida guerra; empezó a destruir a cuantos
lo habían contrariado, valiéndose de los esclavos para degollar a los
señores, y matando luego a millares a los esclavos que se amotinaban.
Después de estas hazañas murió Mario entre la tortura de los
remordimientos y el estrago de la bebida con que procuraba sofocarlos. |
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86 |
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Sila, proscrito y contrariado, sosteníase en Asia con la crueldad y con
la astucia; con el objeto de poder volver a Italia, aceptó proposiciones de
Mitridates, quien se presentó muy pronto con 20 mil secuaces, 600
caballos, innumerables carros falcados y 60 naves, teniendo que aceptar,
no obstante, gravosísimos pactos. En menos de tres años terminó Sila una
de las guerras más peligrosas; mató 160 mil hombres a Mitridates;
impuso 20 mil talentos (110 millones) al Asia; se captó el aprecio de los
soldados con la indulgencia; saqueó los templos de Delfos, de Olimpia y
de Epidauro; y ocultó sus deseos de venganza bajo la promesa de
restablecer el orden en Roma y restituir las prerrogativas a los senadores. |
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85 |
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Apenas llegado a Italia, con soldados feroces y avaros, amenazó con
vengarse. Roma apronta 100 mil hombres para resistirle, pero quedan
vencidos; la flor de los ciudadanos se pasan a Sila, y entre ellos el joven
Cneo Pompeyo, que es por él honrado con el título de emperador. Los
jefes Marianos huyen; Sila entra en Roma, coloca en los empleos a sus
amigos, combate y extermina a los Italianos, y sofoca en la sangre la
guerra social y la civil. Manda fijar entonces tablillas de proscripción, con
los nombres de 40 senadores y 1600 caballeros, entregados al hierro del
primero que los encuentre. Al día siguiente son inscritos muchos más,
abriendo ancho campo a la codicia y a la venganza; de modo que perecen
9000 ciudadanos, siendo amenazados todos. Ciudades enteras son
proscritas, principalmente en Etruria, donde muchas desaparecen para
siempre. Entonces se retira Sila al campo, y el Senado temeroso lo
proclama dictador. |
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Proscripción |
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Así Roma triunfaba de la Italia, y los nobles de los ricos. A los
soldados les fueron distribuidos los poderes arrebatados a éstos, y fue
exterminada la libre población del campo. Manifestando Sila querer
restablecer la antigua constitución, publicó las leyes Cornelias, que
regularizaban la elección para las primeras magistraturas y atenuaban el
poder de los tribunos y de los gobernadores en las provincias; restituyó al
Senado el poder judicial; quitó a los Latinos el derecho de ciudadanía e
hizo ciudadanos a 10 mil esclavos para sustituir a los muertos. Y
continuaba matando, aunque con legalidad, puesto que como dictador,
tenía plenos poderes. En medio de todo, él se titulaba feliz. Abdicó
después de la dictadura, y habiendo despedido a los lictores, vivió como
simple particular en medio de un pueblo al cual había diezmado. En el
retiro y los placeres escribió sus propios comentarios, hasta que, los
piojos lo consumieron. Sus funerales fueron un nuevo triunfo, siendo
trasladado de Cumas a Roma, donde fue sepultado en el Campo de Marte
como los antiguos reyes. Las insignes cualidades que en la guerra y en la
paz había mostrado, fueron bastantes a restaurar la aristocracia; pero muy
pronto se descompuso la unidad que con su mano de hierro había
formado. |
Leyes Cornelias |
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Realmente, los patricios a quienes él había favorecido, eran plebe
recientemente ennoblecida; aquellos soldados, que él había enseñado a
enriquecerse con la espada y a sostener a sus propios generales contra la
patria, anhelaban otra guerra civil, donde robar y proscribir. Los que por
ella habían sido arruinados, deseaban, por otra parte, rehacerse y
vengarse. Las inmensas riquezas traídas del Asia excitaban a volver a
desangrarla; Lúculo, Craso, Pompeyo y César, habían comprendido con el
ejemplo de Sila, que Roma podía sobrellevar un amo. |