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El partido de Mario y de los Italianos era sostenido en la Emilia por
Emilio Lépido, que fue vencido por Pompeyo; pero con más vigor lo
propugnaba Quinto Sertorio en España, uniéndolo a la causa de la
independencia de esta península, que él destinaba para refugio a sus
partidarios. Mientras la España sufría el yugo de gobernadores altivos y
avaros, Sertorio la trataba con justicia y humanidad; era hombre exento
de las pasiones de los demás jefes del pueblo, hábil en la guerra
minuciosa a que tan bien se presta España, riguroso en la disciplina entre
los suyos, y cortés e indulgente con los Españoles. Habiéndole ofrecido
Mitridates treinta mil talentos y 40 galeras para hostigar a los Romanos,
contestó que no los quería en detrimento de la república. Supo resistir a
muchos ejércitos romanos, hasta que contra él militó Cneo Pompeyo.
Hijo mimado de la fortuna, supo éste aprovecharse hasta de la gloria de
otros capitanes en la guerra y de las ovaciones en la paz, hasta el punto de
llegar a ser el ídolo del pueblo romano; Sila lo acarició hasta el extremo
de darle el título de Magno. Ya triunfante en el África, y habiendo
vencido a Lépido, fue mandado a someter a España y a Sertorio, pero se
halló vencido y cercado. Mas entre la multitud de emigrados que
rodeaban a Sertorio, había muchos truhanes y traidores, y le asesinó
Perpenna su lugarteniente; después de lo cual quedó la España
inmediatamente subyugada. |
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Pompeyo |
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Después de haber triunfado por segunda vez, Pompeyo fue por nuevos
laureles al Asia, donde Mitridates se había hecho fuerte, como centro de
todos los descontentos, al cual se habían unido también las ciudades
griegas y asiáticas, llamadas por él a la libertad. Habiendo obtenido
algunos oficiales de Sertorio, hacíase preceder por éstos en las marchas,
como para dar a entender que se trataba de romana empresa que iba a
cortar vejaciones y abusos. |
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Castigó a los países rebeldes y fue sojuzgando una a una las ciudades
de la Cólquide, de la Capadocia y del Bósforo. Contra tan implacable
enemigo, mandó Roma a Licinio Lúculo, rico y espléndido que procuró
granjearse las simpatías de los pueblos poniendo coto a la voracidad de
los publicanos y a los abusos introducidos por los magistrados. Con la
flota de los Aliados y evitando combates, pudo conservar sus fuerzas
hasta el momento decisivo en que puso en un conflicto a Mitridates,
obligándole a huir y refugiarse al lado de su yerno Tigranes, rey de
Armenia, sin llevarse más que sus inmensos tesoros, después de haber
hecho matar a sus mujeres, a sus concubinas y a sus hermanas. |
Lúculo |
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Tigranes era entonces el soberano más poderoso del Asia, dominando
a los Partos, a los Sirios, a los Fenicios y a los Árabes, y haciéndoles
florecer en tiempo de paz. En la guerra quiso permanecer neutral; pero
Roma pidió que le entregase a Mitridates, y habiéndose negado a ello,
Lúculo pasó el Tigris y el Éufrates, y con un puñado de valientes derrotó
a 200 mil Bárbaros, entre los cuales había 17 mil caballeros vestidos de
hierro, con los cuales se reconcilió respetando sus vidas y haciendas.
Tigranes quedó abatido; pero Mitridates era indomable y apeló otra vez a
las armas; venciole nuevamente Lúculo, hasta que al fin se negó el
ejército a obedecerle, porque impedía los saqueos cuando únicamente
anhelaba enriquecerse. Entonces Gayo Manilio (165) propuso que le
sustituyese Pompeyo, quien halló preparada la victoria. Tigranes se
sometió, recibiendo en premio la Armenia. Mitridates, vencido a orillas
del Éufrates, contaba aún arrastrar contra Roma a los Galos, los Escitas y
los Partos; pero habiéndole hecho traición su propio hijo Farnaces, se dio
la muerte después de haber reinado 61 años. Cicerón lo proclama el
mayor de los reyes, después de Alejandro Magno. Fueron inmensas las
riquezas encontradas en sus tesoros. |
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Ley Manilia |
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Pompeyo arregló el Asia a su gusto formando las provincias de la
Bitinia, de la Cilicia (166) y de la Siria, y los reinos de Capadocia, de
Armenia y del Bósforo; desaparecieron los Tracios y los Escitas; y a
Roma le quedaron por vecinos los formidables Partos. |
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En la descrita guerra, capitanes y soldados habían mostrado insaciable
sed de oro, y acumulado éste acabó de corromper a la Italia. Buscábase
estímulo en la crueldad para los voluptuosos placeres, introduciéndose
los juegos de los gladiadores; hombres robustos y esclavos eran
adiestrados en las luchas por hábiles maestros, y ofrecidos a particulares
o al público en espectáculos donde con arte se mataban unos a otros. Los
depósitos de gladiadores eran también un fondo de reserva para los
facciosos, donde hallaban brazos robustos y sin piedad. Capua era el
principal emporio de este comercio; Espartaco, uno de los gladiadores,
robusto y valiente al par que dulce y sensato, excitó a los suyos a
combatir por la libertad. Subleváronse todos, derrotando a los pretores
romanos, al cónsul Léntulo y a Licinio Craso, y devastando la Italia. Son
llamados Lúculo del Asia, y Pompeyo de España; éste encuentra a los
insurrectos, ya deshechos, en la Lucania, y los destruye, jactándose de tan
fácil triunfo; es hecho cónsul, a despecho de Craso, que reclama el
mérito de aquella campaña, y no quiere deponer las armas, temiendo que
Pompeyo se convierta en un nuevo Sila. |
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Espartaco |
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Pompeyo era el ídolo del pueblo, y restituyó el poder a los tribunos.
Fue destinado a combatir a los piratas, gentes de toda clase, que con más
de mil buques infestaban los mares y las costas, amenazaban a la misma
Roma, interrumpían el comercio de granos con la Libia, y prestaban
auxilio a Espartaco y a Mitridates. En vista de tamaños escándalos, el
tribuno Gabinio propuso que se diese por tres años plena autoridad a
Pompeyo con 500 naves, 120 mil infantes, 5 mil caballos, 25 senadores
por lugartenientes, dos cuestores y el anticipo de 2 mil talentos áticos.
Con tantas fuerzas, no le fue difícil vencer a los piratas, perdonando
vidas y dando libertad a prisioneros. |
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Ley Gabinia |
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Creta, siempre fiel auxiliar de los Romanos, fue considerada como
peligrosa, y se dijo que era necesario conquistarla para la seguridad de
los mares, siendo reducida a provincia por Cecilio Metelo; pero los
partidarios de Pompeyo atribuyeron la gloria a este solo, quien vencedor
en España, en Asia y en los mares, alcanzó el triunfo más espléndido que
hasta entonces se hubiese visto. |
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Ningún general había gozado nunca tanto y tan ilimitado poder como
Pompeyo por la ley Gabinia; por lo cual exclamaban los patricios que la
república estaba reducida de hecho a monarquía, peor que con Sila,
puesto que no se creía poder salvarla más que acumulando todas las
magistraturas en un solo hombre. Pompeyo disimulaba su ambición,
mientras tendía a fomentarla mediante intrigas, adulaciones y corrupción;
pero faltole habilidad o firmeza para convertirse en jefe de partido. |
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Él había hecho restituir a los tribunos de la plebe sus antiguos
derechos, y quitar de nuevo a los senadores la administración de justicia,
demostrando lo mucho que estos dejaban maltratar a las provincias. Para
conseguir esto último, hizo que el mejor abogado de aquel tiempo,
Cicerón, acusase al senador Verres, que siendo pretor en Sicilia, había
cometido toda clase de robos, opresiones e iniquidades, y arrebatado
singularmente a las ciudades, a los templos y a las casas las obras de arte
más insignes. Para evitar el efecto del discurso preparado por Cicerón, el
Senado condenó a Verres al destierro y a que devolviese 45 millones de
sestercios a los Sicilianos que habían pedido ciento. Con todo, sirvió este
caso de ocasión para revelar las iniquidades de los caballeros y de los
senadores; Pompeyo se valía de ello para acrecentar su fama, dando
dinero para el bienestar y restauración de provincias y ciudades, que a
menudo había dejado saquear por sus partidarios. |
Verres |
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En fin, estableciendo que los tribunos fuesen elegidos otra vez por el
pueblo, y que los senadores compartiesen los juicios con los caballeros,
destruyó Pompeyo toda la obra de Sila. |
Catón |
C. Porcio Catón se proponía que Roma volviese a su antigua
moralidad; era integérrimo ciudadano, que censuraba la universal
corrupción con su incomparable austeridad; denunciaba a los sicarios y a
los espías del tiempo de Sila; impedía las intrigas; vestía y vivía a la
antigua; era intrépido en la guerra y asiduo al Senado y al desempeño de
sus cargos. |
Craso |
Diametralmente opuesto a él era Licinio Craso, quien comprando los
bienes de los proscritos por Sila, llegó a poseer 7000 talentos (39
millones); tenía 300 arquitectos y albañiles esclavos, a quienes hacía
fabricar edificios nuevos y reconstruir los viejos; alquilaba esclavos
como banqueros, administradores y agricultores. Grande orador, estaba
preparado a defender todas las causas, granjeándose de este modo la
amistad de muchos; su casa estaba siempre abierta a sus amigos, a
quienes daba banquetes con frecuencia; prestaba dinero sin usura y
proporcionaba votos a los que aspiraban a la magistratura. Naturalmente,
se formó un partido poderoso, con el cual hacía prevalecer la parte a que
él se inclinaba. |
César |
Superior a éste, Julio César pretendía descender de Venus y de Anco
Marcio. Díscolo, audaz, predilecto de las damas, corredor de aventuras,
se atrevió a desobedecer a Sila, el cual previó que aquel descabellado
joven inferiría graves golpes a la aristocracia. Declarose contra los
partidarios de Sila, haciéndolos condenar por sus hurtos y matanzas;
ayudó a las colonias latinas a recuperar sus derechos; no dejaba al pueblo
el gusto de ver espirar a los gladiadores; favorecía a los Bárbaros en la
adquisición del derecho de ciudadanía; fabricó un vastísimo teatro, y
repuso en el Capitolio la estatua y los trofeos de Mario. |
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En medio de estos personajes, agitábase un pueblo infeliz. El amor a la
libertad se perdía en presencia de tan tristes ejemplos de usurpaciones y la
molicie de los grandes, ante la preponderancia de los soldados, la
venalidad de los cargos y los horrores de la guerra civil. Enteras regiones
habían quedado desiertas, como las de los Volscos, los Ecuos, el Samnio,
la Lucania y el Abruzo, después de haber sido muertos o expropiados los
propietarios, y acudido los demás a Roma, a vivir de las prodigalidades
de los ricos. Si se mandaban colonias, eran la hez del pueblo, o veteranos
que se apresuraban a vender el campo obtenido, para volver a la holganza
de Roma. Los compradores formaban grandes heredades, extensas como
provincias, que dejaban al cuidado de los esclavos. |
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Algún remedio puso a todo esto Julio César, quien hizo castigar a los
sicarios de Sila, e hirió a los caballeros acusando a Gayo Rabirio (167),
agente de estos y matador del tribuno Saturnino; pero los caballeros y
senadores le hicieron defender por Cicerón. Rullo Servilio propuso leyes
agrarias, en virtud de las cuales se vendiesen las propiedades públicas,
como medio de adquirir dinero para establecer colonias y pequeños
propietarios; pero los ricos, temerosos de ver llamados a examen sus
títulos de propiedad, hicieron excluir el proyecto por medio de Cicerón.
Este procuró siempre elevar a los caballeros, clase media entre la plebe y
los senadores, y defendía a los que se habían encumbrado y enriquecido
con las proscripciones de Sila. |
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Cerrados los caminos legales, emprendió el de la conspiración Lucio
Catilina, senador culto, afable, servicial, franco en el hablar, instruido y
hábil, pero entregado a los vicios y a la ambición, y cargado de deudas, a
pesar de que se había enriquecido mucho favoreciendo a Sila. Rodeado de
descontentos y gente corrompida, pidió el consulado; pero prevaleció
Cicerón, por cuyo motivo aceleró la empresa de sublevar a la Etruria, a
los veteranos y a los Galos, con el objeto de hacerse dueño de Roma.
Descubierto por Cicerón y por él atacado en famosísimos discursos, tuvo
que salir de la ciudad, y se puso al frente de los insurrectos; pero fue
vencido y muerto cerca de Pistoya, siendo luego mandados al suplicio los
jefes de la conjuración. Gloriábase entonces Cicerón de haber salvado a la
patria. |
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Pompeyo, que campeaba entonces en Asia contra Mitridates, fue
llamado para quitar importancia a Cicerón, y al efecto empezó a
procurarse autoridad con las facciones, aunque con la oposición de
Lúculo y de Craso, a quienes había usurpado los laureles conquistados
sobre Mitridates y Espartaco, y principalmente con la de César. Este
había obtenido el gobierno de la España ulterior, donde llevó sus victorias
hasta el Océano; y luego supo arreglárselas de tal modo con los partidos,
que se granjeó la amistad de Craso y de Pompeyo, dominando así en lo
que se tituló el primer triunvirato. Hecho cónsul, repartió por medio de
una ley agraria, muchas tierras de la Campania entre los ciudadanos
pobres, a despecho del Senado y de Catón, celosos de la popularidad que
semejante medida le proporcionaba. Entonces se hizo acordar por cinco
años el mando de las provincias de la Galia y de la Iliria. |
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La Galia se extendía desde el Po y el Mediterráneo hasta el Rin y los
Pirineos, y de la Germania al mar Atlántico, teniendo por apéndice la
Bretaña y la Irlanda. Habitábanla Cimbros y Galos, pueblos mal distintos,
pero en los cuales se reconocían dos religiones; una que rendía culto a las
fuerzas naturales, y otra a una inteligencia eterna, creadora, cuyas
facultades vinieron a ser personificadas en Teut, ordenador de la materia,
en Esus, que presidía a la guerra, en Kernars, Vodan y Belen. Los
Druidas, sus sacerdotes, creían indigno de la divinidad encerrarla dentro
de paredes, y veneraban la encina; hacían sacrificios humanos; vestían de
blanco; elegían un archidruida; en las batallas precedían al pueblo;
celebraban anuales reuniones en Carnuto (Chartres), y su doctrina estaba
comprendida en una porción de versos que debían retener en la memoria.
En los ritos, en los sacrificios y en la ciencia tenían por compañeras a
varias sacerdotisas, vírgenes o castas. Los bardos acompañaban a los
ejércitos, animándolos con sus cantos que ensalzaban a los antiguos
héroes. |
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Los Druidas formaban una clase privilegiada, mas fueron superados
por la guerrera que elegía los jefes civiles y militares, y solo dependía de
los Druidas en limitadas circunstancias. Estos favorecían a los comunes, y
la nación se componía de pequeños pueblos confederados. La nación no
tenía un nombre común, pero predominaban los Anemóricos (Aquitanos);
los Ligurios, del Mediterráneo al Durence; los Galo-celtas, desde los
Pirineos hasta el Sena y el Marne; y la mezcla de estos con los Germanos,
entre el Marne y el Rin (Belgas). La Galia propiamente dicha estaba
dividida en tres regiones: Celto-bélgica, Galia-céltica y Aquitania,
subdividida cada una en Estados independientes, y éstos en aldeas;
rigiéndose por el pueblo, por los nobles o por un príncipe. A veces
formaban confederaciones, como las de los Eduos, de los Arvernos, de
los Secuanos, de los Bellovacos, de los Suesones y de los Armóricos, que
se miraban con celos y se hostigaban mutuamente. Sus costumbres eran
una mezcla de civilización y de ferocidad, pues tenían su constitución,
fábricas de admirables tejidos, lechos de plumas, carros, caparazones,
yelmos de plata y de bronce, máquinas, naves y 15000 ciudades; de modo
que no pueden ser colocados entre los Bárbaros. Sus monumentos, de
grandiosas masas, han sido notables objetos de estudio para los
anticuarios. |
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Cerca de la Galia Transalpina se había establecido la colonia jónica de
Masilia, donde los Romanos constituyeron después una provincia
(Provenza), que amenazaba a la independencia de aquel pueblo. César
halló al país dividido en dos bandos: uno guiado por los jefes hereditarios
de las tribus, y el otro por los Druidas y los magistrados electivos de la
ciudad. En éste figuraban los Eduos (Autun), los cuales, aliados con el
pueblo romano, impidieron el comercio a los Secuanos, quienes en su
auxilio llamaron de la Germania a algunas tribus denominadas de los
Suevos. Guiados éstos por Ariovisto, hicieron tributarios suyos a los
Eduos y a los Secuanos. Estos entonces pidieron auxilio a los Romanos,
con tanto más motivo, cuanto que los Helvecios, no menos terribles que
los Cimbros, y los Teutones, desde el Jura basta el Ródano, se movían en
gran número buscando mejores tierras más allá de los Alpes. César logró
derrotarlos, como venció más tarde al tirano Ariovisto en las márgenes
del Rin. |
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Regocijose por ello la Galia; mas pronto echó de ver que el libertador
la trataba como conquista, fijando guarniciones, conservando rehenes y
recaudando contribuciones. Si en medio de las discordias civiles, unos
favorecían a César, otros se coaligaban contra él, celosos de su salvaje
independencia. No obstante, César es vencedor y doma hasta la misma
Aduato (Namur), haciendo vender como esclavos a 53 mil hombres.
Habiendo penetrado en los bosques de la Zelanda y Gueldres, conquista
la Aquitania y los Vénetos de la Bretaña; pasa el Rin y se resuelve luego a
invadir la isla de la Bretaña, de donde partía el foco de la resistencia. |
Bretaña |
Estaba esta isla habitada por Logrienos y Cimbros, que habían
rechazado a los primitivos habitantes Celtas, los cuales se refugiaron en
los montes y en la Hibernia (168), tomando el nombre de Escoceses, esto es
extranjeros, distribuidos en clanes, o familias. Los Logrienos,
procedentes de la Galia, empujaron a los Cimbros hacia la costa
occidental que se llamó Cambria, estacionándose aquellos en la orilla del
Levante y del Mediodía. Inciertos, como doquiera, son los orígenes de
aquellos pueblos. Su lengua primitiva, conservada principalmente en el
país de Gales, tiene grande afinidad con las indo-germánicas. Los
Fenicios desembarcaban en busca del estaño de las islas Sorlingas,
llamadas por esto Casitérides. Una aristocracia militar gobernaba los
pueblos del Mediodía; los septentrionales regíanse por tribus; en éstas
habían conservado los Druidas el poder perdido en la Galia. Siendo la isla
protegida por la religión, César no pudo obtener de ella noticia alguna, ni
espías, ni auxiliares; de modo que corrió graves peligros en el
desembarco que intentó ejecutar por la punta oriental (Kent), y hallose en
tal conflicto que tuvo necesidad de retirarse. Volvió empero y redujo la
isla a no hacer armas y a prometer un tributo que nunca fue satisfecho;
por cuyo motivo sus émulos le hacían burla por haber vencido a un país
que carecía de plata y oro, y donde no había huella de ciencia ni de arte. |
|
Entonces César se dedicó enteramente a domar la terrible Galia,
devastando y matando durante siete años, mientras se granjeaba el aprecio
del ejército y eclipsaba los triunfos de Pompeyo con sus victorias sobre el
pueblo más tremendo para los Romanos. Al mismo tiempo continuaba
captándose las simpatías de la plebe romana y de los tribunos por medio
de sus fautores y por medio de la construcción de suntuosos edificios. |
|
Para esto, tuvo que recargar tanto las contribuciones en las Galias, que
estas se sublevaron degollando a los extranjeros. Al frente de la
sublevación estaba Vercingetórix, arverno, quien incitó a quemar todas
las casas aisladas y dirigirse en masa contra el extranjero. Milagrosos
esfuerzos tuvo que hacer César para vencerlo, cerca de Avárico (169)
(Bourges), donde se había replegado el núcleo de las fuerzas y donde los
soldados del procónsul pasaron a cuchillo a 39 mil personas indefensas.
Más tarde, en Alesia, Vercingetórix se constituyó prisionero, y los
ciudadanos fueron distribuidos como esclavos a los soldados vencedores.
Al cabo de diez años de lucha, la Galia fue sometida por el procónsul,
cuya portentosa empresa consistió en 1800 plazas tomadas, trecientos
pueblos subyugados, tres millones de enemigos vencidos, de los cuales
murió un millón, y otros tantos prisioneros. Concedió a la Galia comata
prerrogativas sobre la togata. Supo bienquistarse con los vencidos, a
muchos de los cuales armó en favor suyo, como firme apoyo de su
creciente ambición. |
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Durante estos diez años, Roma se entregaba a la más tormentosa
anarquía. Los pocos ricos que quedaban, oprimían a los demás; los
mandos prolongados y las comisiones acumuladas, acostumbraban a
considerar una causa como identificada con el hombre que la sostenía.
Pompeyo vio dos veces abierto el camino del trono, y le faltó fuerza o
resolución para lanzarse a él; adversario de César y de los nobles,
favorecía al pueblo con espectáculos y larguezas. Catón, por
inflexibilidad conservadora, clamaba contra César y contra la dilatación
del derecho de ciudadanía. Cicerón se engolfaba en el triunfo alcanzado
sobre Catilina, por lo cual se irritaron tanto los émulos del conspirador,
que suscitaron en contra de aquel a Publio Clodio. Este patricio disoluto,
tenía a sueldo una banda de gladiadores, con los cuales se hacía temer;
habiendo sido elegido tribuno, quitó a los censores la autoridad de
degradar a los senadores y a los caballeros; confirió a los comicios por
tribus la distribución de las provincias, e hizo decretar que no eran
menester augurios para las leyes que propusiesen los tribunos a los
comicios. Entonces acusa a Cicerón de haber mandado al suplicio a
ciudadanos sin el asentimiento del pueblo, y el gran orador tiene que ir
desterrado a Grecia, al mismo tiempo que son demolidas su casa y sus
quintas de recreo, y confiscados sus bienes. Más pronto los triunviros,
disgustados de la preponderancia de Clodio, reclaman a Cicerón; y
mientras Clodio es asesinado por Milón, que ha opuesto una mesnada a
la del terrible demagogo, Cicerón, por miedo, no osa recitar la arenga que
ha preparado en defensa de este último. |
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Por no ser menos que César, que tenía un ejército en la Galia,
Pompeyo se hizo conceder la España, y Craso la Siria y la Macedonia por
cinco años, con la facultad de armar hombres e imponer contribuciones.
Pompeyo, de carácter débil, amaba menos el mando que las apariencias,
y se quedó en Roma. Craso se aprestó contra los Partos. Esta enérgica y
terrible raza de la Alta Asia, cuyo territorio lindaba al Este con la
Bactriana y la India septentrional, al Norte con la Hircania, al Oeste con
la Media y al Sur con los desiertos de la Caramania, fue sometida
sucesivamente por la Persia, por los Macedonios y por Seleuco, hasta
que Arsaces le devolvió su independencia. Sus sucesores extendieron el
dominio mediante continuas guerras, en las cuales los Partos daban
pruebas de arrojo y suma habilidad en el manejo de los arcos; iban
siempre a caballo, fiando más en la táctica que en la fuerza; eran sobrios,
negligentes en todo arte que no fuese el de la guerra, y muy dados a
interceptar el tráfico de los occidentales con la India. Elegían sus reyes
en la familia de los Arsácidas, pero sin orden fijo; por cuya razón surgían
muchos pretendientes, con los cuales se mezclaban los extranjeros. Esto
hizo Roma especialmente cuando, después de su victoria sobre
Mitridates, se encontró confinando con los Partos, cuyo imperio era
entonces centro de un vasto sistema político, que mientras amenazaba a
Italia por un lado, tocaba por Oriente con la China. |
Los Partos |
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Orodes, hijo de Tirídates, desposeyó de la corona a su hermano
Mitridates, el cual reclamó el socorro de Gabinio, gobernador de la Siria,
quien de este modo tuvo parte en los acontecimientos del país. El temor
de un rompimiento con tan fuertes vecinos, hacía poco deseable la
provincia de Asia; pero las riquezas que se suponían en este país aún no
explotado por los procónsules, hicieron que Craso la codiciase. Después
de haber atravesado la Siria y robado 10 mil talentos en el templo de
Jerusalén, entró Craso sin motivo alguno en el territorio de los Partos,
fácilmente rechazados al principio, por sorpresa, pero repuestos al poco
tiempo y victoriosos en la llanura de Carres, donde fueron destrozadas
las legiones romanas y muerto Craso. Cuando su cabeza fue presentada a
Orodes, este mandó derretirle oro en la boca, diciendo: «Sáciate del oro
de que estuviste sediento.» Los vencedores notaron que los vencidos
generalmente llevaban en el saco las obscenas Fábulas Milesias. |
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Craso era el único que podía mantener el equilibrio entre César y
Pompeyo. Este, so pretexto de proteger la paz, armó un ejército; al tiempo
del asesinato de Clodio, se trató de conferirle la dictadura; nombrado
después cónsul único, fue favorecido por el senado, temeroso del
engrandecimiento de César. Se pensó en quitar a éste el ejército y llamarlo
antes de que expirase el término de su mando; pero él tenía un gran partido
en Roma y muchos soldados adictos. Organizada la Galia, César volvió a
pasar los Alpes, pudiendo legalmente avanzar por toda la Cisalpina; con
oro compró cónsules y tribunos, que exigían que el mando fuese
prorrogado o quitado igualmente a César y a Pompeyo. Ni uno ni otro
tenían intención de ceder. Pero Pompeyo se daba aires de tutor de la
república, y como tal descuidaba los preparativos, mientras César
comprábase partidarios por todas partes. Este disponía de la Galia,
acaparaba a los oficiales que era preciso licenciar y mantenía muchos
centenares de gladiadores. Cuando le fue intimado que dejase el ejército,
negose a obedecer y se dirigió hacia Roma; pasó el Rubicón, confín del
territorio romano; procediendo con rapidez, obligó a Pompeyo a refugiarse
en Oriente; en 60 días conquistó la Italia y presentose en Roma; acogido
con satisfacción, aconsejó que se enviaran personas para inducir a
Pompeyo y a los cónsules a la paz; tomó del erario inmensas sumas,
particularmente el tesoro que se tenía en depósito para el caso de un
levantamiento de los Galos, declarándolo inútil puesto que él los había
destruido. |
52 |
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En España, provincia predilecta de Pompeyo, se habían refugiado los
partidarios de éste con fuertes ejércitos. Pasó César los Pirineos, y en
cuatro meses le quedó sometida toda España; voló sobre Marsella y la
hubo a discreción; volvió a Roma, donde fue declarado dictador por once
días, durante los cuales llamó a los patricios desterrados, redujo a la cuarta
parte los intereses de las deudas, y concedió la ciudadanía a todos los
Galos Transpadanos; después se hizo elegir cónsul y se puso en
movimiento contra Pompeyo. Este había replegado fuerzas desde el
Mediterráneo al Éufrates; también él gozaba fama de gran capitán; dábase
el nombre de buena causa a la suya y la abrazaron más senadores que no
quedaron en Roma. Pero César tenía soldados fuertes y sumamente adictos
a su persona, su propia audacia y actividad. Después de haber puesto sitio
a Durazzo con escasa fortuna, entró en la Tesalia, y en la memorable
jornada de Farsalia venció completamente a Pompeyo, quien con los restos
de sus fuerzas navales y terrestres fue a pedir asilo a Tolomeo Dionisio,
rey de Egipto, el cual lo hizo asesinar. |
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48 |
Batalla de
Farsalia |
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César no abusó de la victoria, sino que procuró salvar cuantos
ciudadanos pudo, y acogió a cuantos fiaron en su clemencia. Siguiendo su
fortuna, alcanzo la flota de Pompeyo; perdonó a los Asiáticos la tercera
parte de sus tributos, y tomó bajo su protección a los Jonios y a los Etolios;
erigió en Alejandría un templo a la diosa Némesis en expiación del
asesinato de Pompeyo, e hizo poner en libertad a los partidarios de éste. |
Egipto |
En Egipto reinaban los Tolomeos, quienes divididos en varios
pretendientes, habían dado ocasión a los Romanos de intervenir en su
política. Tolomeo Auletes compró el título de rey y aliado de los Romanos,
y con las armas del procónsul Gabinio se hizo reponer en el trono de que
había sido expulsado, y que hábilmente ocupó. Muerto en el año 52, dejó
bajo la tutela del pueblo romano a Tolomeo Dionisio y Cleopatra, hijos
suyos, y prometidos esposos según el uso egipciaco. Cleopatra se enemistó
con Dionisio; César, desembarcando entonces en Alejandría, pretendió que
se sometiese a su decisión el litigio de los dos hermanos, y Cleopatra supo
con sus halagos disponerlo a su favor. Dionisio excitó a la rebelión a los
Alejandrinos, y César prendió fuego a su escuadra para que no cayese en
poder de los sublevados; el incendio se comunicó a la ciudad; pero César
pudo domar a los revoltosos, y Dionisio se ahogó en el río. César se
abandonó algún tiempo a las delicias, y dejó como única reina a Cleopatra,
que puso al reino bajo la tutela del héroe romano. |
99 |
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48 |
Declarado dictador, cónsul, tribuno vitalicio, con autoridad de decidir
de la paz y de la guerra, César se dirigió a domar a Farnaces, rey del
Bósforo, y escribió al Senado el célebre: «Veni, vidi, vici.» Vuelto a Roma,
perdonó a Marco y a Quinto Cicerón, al rey Deyotaro, a Marco Marcelo y a
cuantos solicitaron su gracia; Catón fue el único que jamás quiso
someterse a él, y con algunos partidarios de Pompeyo se alzó en armas en
África. Alcanzolos César y los derrotó en Tapso; entonces Catón, que en
Utica había replegado a los sobrevivientes, les aconsejó que se sometieran,
y se dio la muerte. Poseía las virtudes antiguas, que habían de sucumbir a
las nuevas, cediendo el ideal el paso a la oportunidad. |
46 |
Entonces César redujo a provincia la Numidia y la Mauritania, obtuvo
la dictadura por diez años, aseguró que no renovaría las proscripciones de
Mario y Sila, y obtuvo en solo un mes cuatro triunfos: sobre los Galos, el
Egipto, Farnaces y el África. Dirigiose luego en persona contra los hijos de
Pompeyo, armados en África, y en siete meses dio término feliz a aquella
peligrosísima campaña, después de la cual fue proclamado dictador
perpetuo. |
|
Entonces pensó en estupendas reformas; renovó el censo del Estado;
llamó a los expatriados de Roma, alentando con recompensas a cuantos
brillaban en artes o en doctrina; completó el Senado; dio publicidad a los
actos de éste y del pueblo; reformó el calendario, y fue en suma el
verdadero fundador del Imperio, si bien, no teniendo hijos, no pensaba en
instituir una dinastía. Mucho más hubiera hecho, a no ser conturbado por
las agitaciones que siguen a todas las grandes revoluciones. Sobre todo
quería abrir la ciudadanía romana a todas las naciones, admitiéndolas a
tomar asiento en el anfiteatro y en la curia, y regenerar la debilitada raza
latina; es decir, fue grande hombre y mal Romano. Restableció las estatuas
de Pompeyo; paseábase sin lictores ni coraza; ansiaba reformar los
códices, erigir una gran biblioteca, un anfiteatro, un templo y una curia
suficiente para los representantes de todo el mundo; pensaba abrir un gran
puerto en Ostia, desecar las lagunas Pontinas, formar el mapa del imperio,
reedificar las ciudades de Corinto, Cartago y Capua, abrir el istmo de
Corinto y librar al imperio de todo peligro con nuevas victorias sobre los
Partos y los Germanos. |
|
Pero los intereses desbaratados, los sentimientos heridos, las
ambiciones turbadas procuraban a César enemigos implacables, al frente
de los cuales se pusieron Gayo Casio (170) y Marco Junio Bruto, quienes
conjurados con 63 ciudadanos principales, le acuchillaron en el Senado.
Tenía César entonces 56 años de edad. |
44 |
13 de marzo |
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Aquel asesinato ¿favorecía la causa de la libertad y de la civilización? |
|
Roma había ganado en civilización igualando el derecho y subrogando
la equidad a la estricta legalidad. Magníficos caminos atravesaban la
Italia y el imperio; se abrían canales y puertos; acudían extranjeros de
remotos y distintos países a Roma. Pero las guerras civiles habían
destruido la población italiana; los campos quedaban desiertos o reunidos
en extensísimas propiedades; agotadas las fuentes de riqueza, no había
más fortunas que las adquiridas por medio de las proscripciones y los
proconsulados; era general la miseria, faltando pequeños propietarios y
artesanos a la clase media. Los pordioseros acudían a Roma, donde eran
mantenidos por el público y gozaban de espectáculos y liberalidades,
envileciéndose al pie de los palacios, vendiendo el voto en las elecciones
y en los juicios, o el brazo en los motines. Quien recuerda la sencillez de
los primeros romanos, se pasma y se estremece ante la suntuosidad de
ahora, el refinamiento de los manjares, la magnificencia de las casas, de
las quintas, de los trajes y de las joyas, y sobre todo la molicie y el común
libertinaje. La virtud se reducía a despreciar las seducciones del oro y los
placeres, cuando era necesario para el bien de la patria, y en saber
desprenderse de la vida, cuando esta resultase indecorosa o causara enojo.
Perecía el sentimiento religioso, cuando eran tolerados más de seiscientos
cultos; había cesado el temor de los Dioses, a medida que se habían
introducido groseras supersticiones. La depravación estaba en auge. Las
luchas civiles hacían árbitro del país al más poderoso; se hollaban las
leyes, o se aplicaban a privados intereses. El Senado y la curia temblaban
ante los cuchillos de Catilina y de Clodio; en todo caso el bien del Estado
pasaba por razón suprema, y a ésta debían sacrificarse intereses, libertad,
vida y virtudes. |
|
Donde no valía la fuerza, podía el dinero; era un arte el crear deudas,
explotar las provincias y los clientes, y vender los juicios. Cuando Sila,
para elevarse, halagó a la soldadesca, todos los generales siguieron igual
camino; y el ejército, disgregado del Senado y del pueblo, constituyó un
tercer poder que se imponía a los otros. |
|
Todo esto debió presentarse a la consideración de los asesinos de
César, si creyeron haber devuelto con aquel delito la libertad a Roma. Los
ciudadanos acogieron fríamente el anuncio de aquel asesinato. Cuando el
cónsul Marco Antonio expuso el cadáver del dictador, y narró cuanto éste
había hecho y pensado hacer, y leyó su testamento, generosísimo para el
pueblo, éste estalló en ira, prendió fuego a las casas de los asesinos, y
veneró como julium sidus una estrella aparecida en aquel tiempo. |
Marco Antonio y
Octaviano |
Marco Antonio se alza vengador de César; pero con el solapado fin de
ejercer la tiranía, por lo cual excita las sospechas del senado y del pueblo,
y disgusta a los soldados. Más hábilmente procede Octaviano (171), hijo de
Accia, sobrina de César, adoptado por éste y constituido heredero de las
dos terceras partes de sus bienes. No servía para el campo de batalla, pero
era sumamente audaz en la política sabia cambiar de partido según lo
exigiesen su conveniencia y las circunstancias, tomó el nombre de Gayo
Julio César Octaviano (172); apeló a todos los medios para adquirir dinero, se
atrajo la voluntad de los soldados, y no tardó en romper las hostilidades
con Marco Antonio. Encendida la guerra civil, Marco Antonio se dirige a
la Galia para quitársela a Bruto, el asesino de César; y después de rudas
batallas, Octaviano acierta a formar un segundo triunvirato con Marco
Antonio y con Lépido, por cinco años, dividiéndose entre sí las
provincias. Octaviano entra en Roma con el ejército, se apodera del
tesoro y se hace declarar cónsul. |
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43 |
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Antes de ir a combatir a los republicanos, que se habían reforzado en
Oriente, preciso era quitar de en medio a los enemigos que quedaban en
Italia. Después de haber hecho amplias promesas a los soldados, los
triunviros propusieron listas de proscripción, notándose en ellas 300
senadores y 2000 caballeros; dando 25000 dracmas a los libres, y 10000 y
la libertad a los esclavos que presentasen la cabeza de uno de los
proscritos. |
7 de diciembre |
Origináronse horrores, y hubo viles traiciones entre padres e hijos,
maridos y mujeres, amos y siervos. Entre las víctimas estuvo Cicerón, el
más grande de los oradores latinos. Los triunviros se saturaron de sangre
y oro; quedándose Lépido en Roma, Octaviano se dirigió hacia Brindisi, y
Antonio hacia Reggio, a fin de someter a los republicanos. |
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Casio y Bruto se habían armado en Grecia, donde quedaba un resto del
sentimiento de libertad y de admiración hacia los tiranicidas, a quienes se
erigieron estatuas y se cantaron himnos, y con cuyo trato y amistad se
honraban estudiantes y filósofos. Con ellos hacían levas de soldados y
dinero, e hicieron buena guerra, si bien obligados a recurrir a las malas
artes de los otros procónsules. Mucho sufría el alma generosa de Bruto al
ver de tal modo contaminada su causa, por la cual había faltado a la
humanidad, a la gratitud y hasta a su conciencia. En Filipos entran en
combate contra Antonio y Octaviano, siendo vencidos. Casio se suicida; y
Bruto, después de vanos esfuerzos para restaurar la fortuna, se traspasó
con la espada de un amigo, exclamando: ¡Oh, virtud, tú también eres un
sueño! Blasfemia de estoico, enamorado de la justicia, pero de la justicia
encaminada al bien de la patria. |
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Batalla de Filipos |
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43 |
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Los triunviros se vengaron sobre los secuaces de Bruto, y persiguieron
a los restos de sus ejércitos. Mientras Octaviano perseguía a Sesto
Pompeyo en Sicilia, Antonio triunfaba en Oriente, alternando en su
agitada vida los goces con los actos de crueldad; disgustó con sus
extorsiones a los Asiáticos, principalmente a los Sirios y a los Palestinos,
que pidieron auxilio a los Partos, los cuales derrotaron varias veces a los
Romanos. Antonio, cautivado por la belleza de Cleopatra en Egipto,
competía con ésta en pompa y en lascivia, mientras Octaviano se hacía
dueño de la Italia, enriqueciendo a sus soldados con los bienes usurpados
a los propietarios, y rotas las hostilidades con los partidarios de Antonio,
venció y les dio muerte, y entró triunfante en Roma. |
40 |
Lépido, rico y descuidado, hacíale poco estorbo a Octaviano. Antonio
se apresuró a replegar a sus secuaces y se reconcilió con Octaviano,
compartiendo con éste el imperio, y quedando en común la Italia, para
formar en ella ejércitos, con el objeto de hacer la guerra a los Partos y a
los republicanos capitaneados por el joven Pompeyo, quien después de
haber ocupado la Sicilia, la Córcega y la Cerdeña, amenazaba a la Italia, y
obligó a los triunviros a pactar con él. Vencido luego en Mesina, fue
Pompeyo a ofrecer su brazo a los Partos y a tratar con Antonio que lo
dejó asesinar. |
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Octaviano se desembarazó también de Lépido, el cual siendo incapaz
de dirigir un partido, se retiró a la vida privada. Disputábanse el imperio
Octaviano y Marco Antonio. Teniendo aquél un ejército como ningún
general romano, era aclamando en Roma como pacificador de mar y
tierra, y tribuno perpetuo. Octaviano servíase a menudo de dos ilustres
personajes: Mecenas, descendiente de un rey etrusco, comedido en su
ambición y conciliador de los partidos moderados, y Agripa, tan
experimentado en la guerra como Mecenas en la política. |
41 |
Antonio atravesó la Grecia en medio de serviles homenajes, dirigió la
guerra contra los Partos, vengando a Craso y ocupando las tres grandes
vías del comercio, la del Cáucaso, la de Palmira y la de Alejandría.
Olvidando a su prudente mujer Octavia, hermana de Octaviano, volvió a
buscar el fastuoso amor de Cleopatra, llamola a Siria, y proyectaba la
constitución de un gran imperio que uniese al Egipto todos los países
marítimos del Mediterráneo oriental. Entonces invadió a la Partia, mas
fue obligado a desastrosa retirada, en la cual perdió 24000 soldados.
Alcanzó, empero, nuevos triunfos en Alejandría, donde se vistió de Osiris
y declaró a Cleopatra reina de Egipto, de Chipre, del África, de la
Cele-Siria, y señaló varias provincias a los hijos que había tenido de su
regia amante. |
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Estos excesos causaron en Roma honda irritación y el temor de que
Antonio quisiese trasladar el Capitolio a Alejandría, teatro de sus
triunfos. Octaviano enconaba los ánimos, e indujo a Roma a declararle la
guerra. Fue la Grecia el campo en que el Oriente y el Occidente
empeñaron la lucha. En Actio (173), Octaviano, que nunca se ponía en
peligro, vio a su flota vencer a la del valeroso Antonio, quien al
apercibirse de que Cleopatra se retiraba con sus naves, siguiola hasta
Alejandría, donde, al verse acosado por Octaviano, se dio la muerte.
Cleopatra intentó seducir también al nuevo vencedor, mas sintiéndose
destinada a exornar el triunfo, se hizo morder por un áspid venenoso. |
Batalla de Actio |
2 de setiembre
del año 31 (174) |
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Extinguiose con ella la estirpe de los Lágidas, que en el trascurso de
294 años había infundido nueva vida al Egipto, haciendo florecer su
comercio y enriqueciéndolo en gran manera; a aquel gran Egipto que
despojado, después, de innumerables riquezas y reducido a provincia,
dejó de tener nombre en la historia. |
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30 |
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Tres triunfos obtuvo en Roma César Octaviano, en el mes que por él
se llamó Agosto, pues se le dio el nombre de Augusto y el título de
emperador, no ya como simple honor, sino como autoridad transmisible a
sus descendientes. Falto de virtudes guerreras, dominó en un país y en un
tiempo en que todo se conseguía por las armas; supo contener a 120
millones de súbditos y a 4 millones de ciudadanos, e impuso la paz al
mundo. Las revoluciones, por las cuales la plebe se igualó a los patricios,
habían terminado sanguinariamente; así fue que prevalecieron los
soldados, y los ambiciosos cuidaban de tenerlos adictos. Conociendo
Augusto que en ellos estribaba su fortuna, les regalaba tierras y dinero,
sabiendo convertir la sociedad militar en civil. Llegado al colmo de sus
aspiraciones, perdonó a sus enemigos, conservó las formas republicanas,
no quiso el odiado título de rey, aunque sí la realeza del mando; cónsul,
tribuno de la plebe y pontífice máximo, lisonjeaba a los senadores, a los
cuales designó las provincias tranquilas, conservando para sí las
amenazadoras; conservó para los caballeros los juicios y la exacción de
los impuestos públicos; abrogó las leyes tiránicas del triunvirato, y
conservó las antiguas, pero dando autoridad a las respuestas de los
jurisconsultos; se esforzó en corregir las costumbres públicas y dictó
especialmente una ley contra los célibes (Ley Papia Popea) (175);
recomendaba al pueblo las personas que deseaba ver elevadas a las
grandes dignidades del Estado, lo cual equivalía a imponerlas. Purgó las
legiones de esclavos alistados, admitiendo solo a ciudadanos en ellas, y
formando un ejército permanente que dispensaba al pueblo de tomar las
armas y constituía un poderosísimo instrumento en manos de los
emperadores. Favoreció a los literatos, que competían en adularlo y en
hacer pasar a su siglo como un siglo de oro. La ciudad fue reconstruida
elegantemente, y comprendía en el cerco de 50 millas una población
inmensa, cuya alimentación estaba bajo el cuidado del prefecto de la
ciudad y del de los víveres. Prodigando dinero y espectáculos, Augusto
removía toda clase de boato en su nombre y él mismo comparecía en los
juicios para asistir a sus clientes. |
Sus guerras |
No había ya lugar a más guerras de ambición, pero tuvo que hacer
armas para asegurar la paz. Primeramente fue sometida la España; luego
la Judea, que, después de la muerte de Herodes, de 72 años de edad y 37
de reinado, fue unida como provincia a la Siria, bajo procónsules, entre
los cuales fue célebre Poncio Pilatos. |
|
Duro ejercicio preparaba la Germania, donde Agripa y Druso pudieron
vencer a los Sicambros, a los Tencteros, a los Usipetos, a los Vindelicios,
y hasta a los Bátavos y a los Frisones, sin contar otros pueblos de las
costas del mar Germánico. Los Caucios y los Longobardos fueron
vencidos por Tiberio. Pero Marobodo, al frente de 70000 Marcomanos,
los Dálmatas y los Panonios con un ejército numeroso, levantáronse para
librar al país de la codicia de los procónsules. Principalmente Arminio,
Príncipe de los Cheruscos preparó una sublevación general de modo que
Quintilio Varo, voraz y odiado gobernador, fue derrotado, siendo su
derrota la mayor que los Romanos tuvieron después de la de Craso.
Augusto exclamaba llorando: «Varo, Varo, devuélveme mis legiones.»
Pero los Germanos no supieron mantenerse de acuerdo; Arminio fue
muerto y con la victoria de Idestaviso, Germánico aseguró por entonces el
imperio de la temida invasión. |
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9 d. de J.C. |
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Su familia |
Augusto no fue afortunado en la familia. Unido a Escribonia, de la
casa de Pompeyo, tuvo a Julia, a quien casó con Marcelo, su sobrino y
presunto sucesor; pero éste murió joven y Julia fue unida al famoso
general ministro Agripa, nombrado gobernador de Roma. Del nuevo
enlace nacieron Gayo César (176) y Lucio, a quienes Augusto adoptó; y más
tarde Julia, habiendo enviudado, se casó con Tiberio, nacido en primeras
nupcias de Livia, segunda mujer de Augusto. Por sus disoluciones
mereció Julia ser abandonada; y muertos los dos hijos de ésta, Augusto
adoptó a Tiberio, con la condición de que éste adoptase a Germánico,
nacido de Druso, hijastro del emperador. |
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No fueron irreprochables las costumbres de Augusto. Muerto
Mecenas, a quien se debió su moderación y muerto también Agripa,
dejose engañar por Livia, anhelosa de encumbrar a sus propios hijos. Con
mucho arte supo disimular sus vicios; vivió 77 años, reinó 44, y murió
preguntando: «¿He representado bien mi comedia? Aplaudidme.» |
14 |
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Los Romanos no sintieron, como los Griegos, la necesidad de
expresar y comunicar artísticamente el pensamiento, y consideraron el
estudio, más como una distracción y un adorno, que como una ocupación
propia del hombre, dirigiendo la cultura al desarrollo práctico de la vida.
Considerando la lengua latina como innoble, estudiaban la griega y la
usaban en la buena sociedad y en la escritura. Al cultivarla, fueron
grandes escritores precisamente aquellos que, eran grandes personajes en
la política y en la guerra. Cicerón, el orador, fue también filósofo, poeta,
jurisconsulto, estadista y hacendista; dirigía al Senado y triunfó de los
Partos. Nacido en Arpino, educado por Griegos y bajo Griegos en Rodas
y en Atenas, e iniciado en la declamación por el actor Roscio, pronto
alcanzó el primer puesto entre los oradores. Fruto fueron de estas
lecciones las arengas que de él nos quedan, insignes ejemplos de crítica,
buena historia de la elocuencia en Roma y de los ejercicios con que se
preparaban los jóvenes. Ya habían adquirido fama los Gracos y Marco
Antonio; solo un émulo tuvo Cicerón: el riquísimo Hortensio,
despreocupado vividor, fiel partidario de Sila y adversario de Pompeyo. |
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Cicerón |
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De Cicerón tenemos también la historia de la filosofía griega,
mientras que no hace mención de la etrusca. Las doctrinas de Epicuro
que cifraba la verdadera sabiduría en saber gozar, eran combatidas por
los Estoicos, que querían emancipar el alma de los sentidos, y sentaban
que era malo todo lo que contrariaba al orden eterno de la providencia.
Esto parecía orgullo a los Platónicos, quienes aseguraban que la
verdadera sabiduría se encuentra en la divinidad y no en el hombre, que
todo emana de Dios y que a Dios todo vuelve. Pero el neoplatonismo se
había convertido en una escuela escéptica, que aceptaba como probables
todas las opiniones. |
|
Los Romanos eran más neo-platónicos en la práctica que en la teoría;
sin embargo algunos escribieron sobre ella. Luego Cicerón vertió entera
la Grecia en Roma, exponiendo, aclarando y coordinando toda clase de
materias, pero sin crear, ni profundizar doctrina alguna, evitando las
consecuencias excesivas, contentándose con las probabilidades,
queriendo una filosofía de hombre de bien, inclinándose a los Estoicos
aunque repudiando su austeridad, y considerando los deberes y los
derechos del ciudadano como los del hombre. |
|
Sus Cartas, recogidas por el liberto Tirón, son interesantísimas por el
modo confidencial con que él y los principales personajes de entonces se
expresaban acerca de los acontecimientos contemporáneos. |
Historiadores |
Poco caso hicieron los Romanos de la erudición; y si bien reunieron
bibliotecas, dieron pruebas de ignorar su historia primitiva, y no
investigaron la civilización latina y la etrusca que a la suya precedieron.
Varrón, erudito portentoso, que había escrito a los 78 años 490 libros,
aparece escaso de erudición y falto de crítica. Después de varias
tentativas, escribió una verdadera historia el paduano Tito Livio,
enamorado de la grandeza de Roma, en la cual halla solo virtudes, y las
refiere con amplia majestad y gravedad constante, poco molestado por
las dudas; sus caracteres son siempre ideales de virtudes o de vicios. |
|
Mala fama adquirió Salustio por sus tristes costumbres y su inmensa
sed de riquezas. Narrando la Guerra contra Yugurta y la Conjuración de
Catilina, pintó vigorosamente la corrupción de Roma, encadenando bien
los hechos con sus causas y adoptando una eficaz concisión. |
|
Los Comentarios de César son la única historia verdaderamente
original de Roma; no se propuso hacer una obra de arte, sino narrar sus
propios hechos de gran político y de gran guerrero, enterado de las
fuerzas y de los vicios de su tiempo y de su país. Y si no supo ser
imparcial, supo ser sosegado, sencillo y breve. |
|
Cornelio Nepote había compuesto una historia universal y otros
trabajos que se han perdido; las vidas de capitanes ilustres que corren
bajo su nombre, parecen una compilación de una época de decadencia. |
|
De las Historias filípicas de Trogo Pompeyo solo queda un
compendio, hecho por Justino. Otras muchas historias se han perdido.
Las Antigüedades romanas, escritas en griego por Dionisio de
Halicarnaso, comprenden desde la toma de Troya hasta el punto en que
empieza Polibio; no quedan más que los once primeros libros.
Sospéchase que no fue muy verídico, mas como extranjero, describe
mejor las particularidades del gobierno. En la Biblioteca Histórica,
Diodoro Sículo abrazó los acontecimientos de todos los pueblos, pero es
escaso de crítica, lleno de supersticiones, fuso en la cronología, y copia
de otros antes que ver y examinar. Muchos escribieron historias en
griego. |
Poesía |
La poesía latina se desenvuelve imitando a los Griegos. Sin embargo
es poeta nacional en el pensamiento y el estilo T. Lucrecio Caro, el cual
puso en verso la filosofía (De rerum natura), con áridas
argumentaciones, mezcladas con bella poesía, exaltando el epicureísmo y
los goces. El veronés Cátulo, traductor e imitador de los Griegos,
principalmente de Safo y Calímaco, pulió la lengua, aunque la llenó de
durezas. Son ejemplos de corruptelas los demás poetas: Tíbulo, de estilo
elegante y artificioso; Propercio, todo quejas lanzadas con erudición;
Ovidio Nasón, algo natural en ideas y espléndido en la dicción, aunque
sin aliño, que cantó las Metamorfosis, los Fastos, el Arte de amar, y
expuso en elegías sus tristezas, al ser desterrado por Augusto a
consecuencia de sus transparentes alusiones a corrompidos personajes. |
|
Fedro tradujo en candidísimos versos las fábulas esópicas, como antes
lo había hecho Babrio. Marco Manlio versificó la astronomía. |
Teatro |
Poco se deleitaron los Romanos en el teatro, prefiriendo los
espectáculos de atletas y gladiadores. Compusiéronse muchas comedias,
pero anduvieron perdidas, y las que nos quedan parecen traducciones o
imitaciones de las griegas, alteradas con alguna invitación a gozar de la
vida, y con adulaciones. De esto se contaminaron hasta los más notables,
tales como Horacio y Virgilio. Horacio, nacido el año 66 antes de J.C.,
habla a menudo de sí mismo, de tal modo que de sus versos se puede
deducir su vida; partidario al principio de los republicanos, fue luego
acogido por Mecenas y presentado a Augusto que lo colmó de favores,
pagados con elogios inmortales. A su genio reunía un finísimo gusto,
pero sin pretensiones de fidelidad a una opinión, ni siquiera a un juicio, y
traduciendo a veces obras griegas. Donde es verdaderamente original es
en las sátiras, género desconocido de los Griegos; en ellas se muestra
incomparable maestro en el arte de la difícil facilidad en la versificación,
y pinta los vicios o más bien los defectos de los Romanos sin demostrar
aborrecimiento; exhorta a la virtud sin convertirse en apóstol de ella, y
coloca la moral en el huir de los excesos. El Arte Poética es una epístola
sobre la literatura, especialmente sobre la dramática, rica en excelentes
conceptos, y que los pedantes transformaron en leyes imprescindibles. |
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Horacio |
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Virgilio |
Virgilio Marón, nacido en Mantua el año 70, y despojado luego de su
patrimonio por los soldados de Octaviano, fue a Roma a reclamarlo y
encontró favor en Mecenas y en Augusto. Enamorado del arte de la paz,
era oportunísimo para su tiempo, en que se quería incitar a las dulzuras
de la vida campestre. Enseguida cantó él los trabajos del campo en las
Geórgicas, y describió la vida pastoril en las Bucólicas, incomparables
trabajos de estilo y delicadeza. En la Eneida celebró los orígenes de
Roma, fundiendo la Ilíada y la Odisea para cantar los viajes de Eneas al
principio, y después sus guerras en Italia. Mas no se creía ya en los
dioses, ni podían ser incluidos en las acciones humanas como en
Homero; sus héroes son descoloridos y no pertenecen a ninguna edad;
pero delicado en el sentir, combina admirablemente las pinturas
graciosas con las terribles, y da a su obra entera un giro elegante y de
exquisito gusto. Supo valerse de las tradiciones itálicas, coordinándolo
todo para glorificación de Roma y de Augusto, descendiente, según él, de
Venus y de Eneas. |
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Brevísimo fue el florecimiento de las letras romanas, y apenas Cátulo
bosquejaba la poesía, cuando se hallaba ya en decadencia con Ovidio. |
Ciencias |
Las ciencias eran cultivadas en Alejandría, en Siria y en Grecia, de
cuyos puntos acudían maestros a Roma, donde sin embargo no se
apreciaban más que las armas, la jurisprudencia y la oratoria. Mediante
matemáticos extranjeros, Julio César corrigió el calendario en el año 45
antes de J.C., fijando el año en 365 días y 6 horas. La superficie terrestre
fue mejor conocida merced a las empresas de Alejandro Magno, de
Mitridates, de César y de Agripa. |
Bellas artes |
Las bellas artes habían decaído en Grecia; sin embargo el mismo
Virgilio concede a los extranjeros la gloria de bien pintar y esculpir. En
Grecia se hacían labrar o se compraban vasos y estatuas; y que de estas
obras artísticas eran ávidos los Romanos, lo prueba Cicerón contra
Verres; a millares adornaban los triunfos. Muchos templos y teatros se
fabricaron en Roma, y entonces se extendió el orden toscano, más sólido
que los griegos, y el compuesto, más adornado que el corintio; las
pilastras y los arcos sustituyeron a las columnas y al arquitrabe. El único
escritor de arte que tenemos es Vitrubio, de patria y de familia
desconocidas; y aun el tratado de arquitectura que va con su nombre es
quizá una compilación hecha por algún mal práctico. |
|
Estupendos edificios romanos son los acueductos, por los cuales, de
muy lejos y sobre arcadas conducían a la ciudad el agua Virgen y el agua
Marcia. El Tíber no fue nunca canalizado, ni se pensó en reprimir sus
crecidas. Tarde se hizo un puerto en su desembocadura; pero eran
famosos los de Rávena y Miseno. |
|
Importaban mucho a la unidad del imperio los grandes caminos que
partiendo del miliario aureo, en medio del Foro Romano, se extendían
hasta el Éufrates, el Nilo y el Rin, y hasta las columnas de Hércules. |
|
En tiempo de Augusto, la India tuvo también su siglo de oro. |
|
En la época de Alejandro, dominaba en el Magada (Behar
septentrional) el príncipe Nanda, descendiente del dios Krisna, el cual
exterminó a los hijos del Sol, que dominaban en los países vecinos al
suyo, y se hizo señor de los Prasos. Su hijo Sandracot, de la segunda e
inferior de sus dos mujeres, llevaba a mal verse pospuesto a sus
hermanos, inferiores en capacidad, y auxiliado por los Brahmanes, subió
al trono, redujo a la unidad varios dominios, resistió a Seleuco Nicator, y
tuvo relaciones con los reyes de Siria, por medio de los cuales se vino a
conocer aquel país. Pero los historiadores griegos y romanos poco
indagaron sobre la India y la Bactriana. Entre los reyes indios figura
Vicramaditia, cuya residencia era Palibotra; fundó la dinastía XVI de
Bengala, sojuzgó a muchos reyes, empezó, 56 años a. de J.C., la era
Samvat, adoptada en la India septentrional, mientras el resto de la India
usa la era Saha, empezada 76 años después de Cristo. |
|
La corte de Vicramaditia estaba adornada, como dicen los naturales,
de siete piedras preciosas, o sean poetas insignes, siendo el principal
Calidasa, que perfeccionó la lengua, restauró los vetustos monumentos
literarios, cantó las estaciones, y se distinguió en la literatura dramática.
Obra maestra es el Reconocimiento de Sacontala, donde los interlocutores
usan tres idiomas según su posición social y su carácter. Después de
Calidasa, el teatro decae, aunque siempre sigue siendo nacional. |
|
Ufana señora de todo el mundo conocido, Roma sobresalía cada vez
más y dominando los países comprendidos en 2000 millas de extensión
del Septentrión al Mediodía, desde la Dacia hasta el trópico, y 300 de
Levante al Ocaso, desde el Océano hasta el Éufrates, sobre una superficie
de 1600000 millas cuadradas, entre los 24 y 56 grados de latitud
septentrional; los países mejor dispuestos a la civilización. Al Noroeste
comprendía Inglaterra y la llanura de Escocia, quedando las montañas
para los Caledonios; con el Rin protegía la Helvecia y la Bélgica; con el
Danubio las penínsulas Ilírica e Itálica; llegaba al Mar Negro, seguía por
la cordillera del Cáucaso al Caspio y a las montañas centrales del Asia.
En ésta no pudo nunca subyugar a los Iberos; los Armenios fueron ora
enemigos, ora tributarios, nunca súbditos de Roma. En la Mesopotamia,
entre el Éufrates y el Tigris, se tocaban los Romanos con los Persas. Los
inviolados desiertos de la Arabia eran fronterizos con las fértiles colinas
de la Siria, y el Egipto confinaba con el mar Rojo. Los desiertos de la
Libia al Mediodía, y el Atlántico al Occidente, cerraban el vuelo y la
rapiña a las águilas romanas. |
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Dentro de este perímetro permanecían independientes algunos
Estados, como las doce ciudades alpinas del rey Cocio, de las cuales era
capital Susa, las repúblicas de Corcira, Quíos, Rodas, Samos y Bizancio,
como también Nimes, Marsella, Lacedemonia y varios pueblos de la
España y de la Galia, que conservaron su propio gobierno. Igual
privilegio habían obtenido muchas de las 500 ciudades de Asia, y tenían
reyes propios la Capadocia, la Cicilia (177), Comagene, la Judea, Palmira, la
Mauritania y el Ponto. |
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En el censo aparecieron 6945000 ciudadanos romanos, los cuales con
los niños y mujeres darían hasta 20 millones. Probablemente serían en
doble número los habitantes de las provincias, y habría tantos esclavos
como hombres libres. |
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Se habían visto imperios asiáticos más vastos, pero extendidos sobre
desiertos o poblaciones incultas. El romano abrazaba los países más
civilizados, con dominio absoluto y regular; en cada provincia se alzaban
a menudo ciudades, algunas grandiosas como Roma, Alejandría y
Antioquía. En adelante, no debíase aspirar a extenderlo, sino a regularlo,
y a refrenar a las naciones que se amontonaban en las fronteras. |
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Durante los principios de Roma, poca gente gozaba plenos derechos de
ciudadanía. La muchedumbre luchaba para participar de ellos; de aquí
resultaron larguísimas discordias entre los nobles, defensores de la
aristocracia, y los ricos, contra la plebe que, antes que servir a tantos
tiranuelos, se agrupaba en derredor de jefes ambiciosos. Al principio pidió
leyes, al modo de los Gracos; se declaró en guerra abierta en tiempo de
Mario; pero Sila sostuvo al Senado y relegó los Socios itálicos a las tribus
que no votaban; restableció la república, esto es el predominio de los
aristócratas, proscribió a los enemigos e introdujo soldados mercenarios, a
quienes repartió el campo público. Pompeyo prosiguió su obra, aunque
débilmente, y pronto prevaleció César que domó al Senado, el cual le dio
muerte. Recrudecida entonces la guerra civil, Antonio y Augusto
abatieron a la aristocracia. Quedando único soberano, Augusto conservó
las formas republicanas, pero acostumbró a los Romanos a la indolencia y
la molicie, al juego y al amor a la prosperidad presente, más que al
tormentoso pasado. El imperio no era monarquía, sino una dictadura
prolongada, bajo la salvaguarda de la autoridad tribunicia, sin elección
legal, ni orden de sucesión, y por consiguiente sin límites, dependiendo
todo de la condición del reinante. |
Tiberio |
Tiberio, llamado por Augusto a sucederle, se había hecho ilustre con
las guerras, y a los 56 años se encontró dueño del mundo. Al principio
rehuyó el imperio que se le ofrecía; aceptando el puesto acarició al Senado
y se mostró magnánimo con el pueblo; pero en breve se convirtió en un
monstruo; hizo dar la muerte a Germánico, héroe en la guerra, e ídolo del
pueblo; quitó a los comicios todos sus poderes; excitó a los delatores, que
le denunciaban verdaderos y falsos golpes; cometió toda suerte de
crueldades y disoluciones con las cuales deshonró a la isla de Caprea. |
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Su sobrino Gayo César (178), hijo de Germánico, ídolo de los soldados
que le daban el nombre de Calígula, le sucedió en el imperio siendo aún
muy joven, y no tardó en brillar como ninguno por su crueldad y por sus
vicios. Sentía que el pueblo romano no tuviese una sola cabeza para
cortársela de un golpe; le despreciaba tanto, que hizo cónsul a su propio
caballo; le arrojaba dinero mezclado con afiladas puntas; gastó en una sola
comida dos millones, y consumió en un año los 50 millones reunidos por
Tiberio, reparando luego su erario con la proscripción y la muerte de ricos
ciudadanos. |
Calígula |
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Fue muerto por conjurados, quienes proclamaron emperador a su tío
Claudio, hombre estudioso, medio imbécil y enemigo de ruidos. Fue
juguete de sus soldados y de Mesalina, su impúdica mujer, hasta que ésta
fue condenada a muerte. Entonces se casó con su sobrina Agripina, no
menos lujuriosa, cuyo principal intento fue el de darle por sucesor a su
hijo Nerón, en perjuicio de Británico, nacido de Mesalina. |
Claudio |
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En efecto, Nerón fue proclamado emperador por los pretorianos,
árbitros ya de Roma. Alumno del filósofo Séneca, Nerón se mostró al
principio respetuoso en vez [sic] de la legalidad, los magistrados y la
opinión pública; mas no tardó en depravarse. Envenenó a Británico,
mandó matar a su madre Agripina, a su esposa Octavia, a su maestro
Séneca y a cuantos le hacían estorbo, y excitó con el espanto la adulación
de los Romanos. En su afán de pasar por literato y artista, escribía versos y
se presentaba a cantar en sus teatros. Habiendo incendiado a Roma para
reconstruirla a su gusto, edificó el palacio de oro, en cuyo vestíbulo había
una estatua suya de 40 metros de elevación, con triple orden de columnas
que formaban un largo pórtico en el centro. |
Nerón |
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Contra la tiranía de este cruel emperador conspiró Pisón, quien costó la
vida a muchísimos; Nerón intentaba matar a todos los senadores y
entregar las provincias y los ejércitos a caballeros y libertos. En tanto
recorría la Grecia, renovando los antiguos juegos, tocando el arpa y
recitando en el teatro, triunfando y robando al mismo tiempo, sembrando
por doquier la muerte, y excediéndose a la corrupción del país. La fuerza
militar era la única que hacía posible aquellos excesos, y la única que
podía darles fin. Julio Vindex levantó en la Galia céltica la bandera contra
Nerón, y hubiera podido hacerse proclamar emperador, si Virginio Rufo
no hubiese protestado, diciendo que se hallaba dispuesto a no tolerar que
se diese el imperio de otra manera que por el voto de los senadores y de
los ciudadanos; y habiéndole vencido, rehusó el imperio para sí. Aterrado
por la rebelión, Nerón no tenía valor bastante para darse la muerte, hasta
que oyendo que iban a prenderlo para llevarlo a la horca, se hizo matar por
un esclavo. |
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Galba |
El ejército había proclamado a Galba, quien disimulando sus propios
méritos, había escapado a la furia de Nerón y se había captado las
simpatías de las provincias reprimiendo a los que pretendían vejarlas y
oprimirlas. Desterró a los parciales de Nerón, mató a 7000 marineros
revoltosos y a muchos ciudadanos; y sin embargo pasaba por hombre
benigno; cierto es que negó a los soldados y al vulgo la cabeza que pedían
de muchos. |
Otón |
Para evitar las usurpaciones del ejercito eligió por sucesor suyo a
Pisón, lo cual ofendió a Salvio Otón, que se hizo proclamar emperador
por algunos pretorianos que promovieron en la ciudad un motín en que fue
muerto Galba. El Senado, el pueblo y los caballeros se apresuraron a
lisonjear a Otón, terminando con fiestas una jornada de estrago. |
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Vitelio |
Pero en la Baja Germania, Vitelio se negó a reconocerlo, y
trasladándose a Italia con su ejército, venció en Badriaco a Otón, que se
dio la muerte; proclamado emperador, entró en Roma armado como
conquistador. Inepto para los negocios del Estado, tenía por pasión
dominante la de comer manjares exquisitos y nadar en la abundancia, de
tal modo que en pocos meses derrochó 900 millones de sestercios. |
Vespasiano |
Vespasiano, que entonces dirigía la guerra contra los Hebreos, se hizo
proclamar emperador, y con legiones intactas atacó a Vitelio, cuyo miedo
estaba en relación con su vida de placeres. En una batalla reñida al pie de
las murallas de Cremona, perecieron 30 mil Vitelianos a manos de
compatriotas y amigos, a pesar de que Vespasiano había recomendado que
se evitase el derramamiento de sangre civil. La misma Roma sufrió
estrago e incendio; por fin Vitelio fue ignominiosamente paseado por la
ciudad y muerto entre gritos e insultos; los soldados vencedores
devastaron y robaron por todas partes, siendo peores que enemigos. |
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Vespasiano, de la familia Flavia, había combatido en las guerras civiles
y merecido el favor de los emperadores con sus vicios, y fue el único que
mejoró de condición al subir al solio imperial. En Alejandría, donde se
hallaba, acudió tanta gente a reverenciarlo, que la ciudad no era bastante
grande para contenerla; ¡calcúlese lo que sucedería a su llegada a Roma!
En la capital del imperio procuró atender al hambre y a los gastos
ocasionados por el incendio; fue sencillo en su modo de vivir; gemía al
tener que mandar alguna víctima al suplicio; en comparación con la loca
prodigalidad de sus antecesores, fue tenido por avaro; pero en tanto Roma
respiraba un poco de calma y sensatez, después de tantas dilapidaciones y
matanzas. Sintiéndose morir, Vespasiano exclamó: -«Estoy a punto de
convertirme en Dios», burlándose de que los Romanos divinizasen a sus
príncipes; y quiso morir en pie. |
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79 |
Su hijo Tito fue llamado delicia del género humano; solía decir que no
convenía que nadie se alejase con tristeza de la vista del emperador, y
consideraba perdido el día en que no hubiese hecho algún bien. Habiendo
un incendio destruido el Capitolio, el Panteón, la biblioteca de Augusto y
el teatro de Pompeyo, Tito los reparó a expensas propias. También reparó
a sus costas los males que pudieron repararse después de la erupción del
Vesubio que sepultó a las ciudades de Herculano y Pompeya y sacudió a
toda la Campania. |
Tito |
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81 |
Créese que aceleró la muerte de Tito su hermano Domiciano, rebelde,
sanguinario y celoso. Este fingía victorias mientras sufría derrotas
humillantes; odió la historia y los hombres virtuosos. tanto que los
literatos hallaron mas cómodo que ningún otro el oficio de adulador y
espía. A la crueldad unía bufonadas y sórdidas concupiscencias; para
subvenir a locos gastos, sacaba dinero de todas partes, por lo cual
disgustaba a las provincias y se multiplicaban las revueltas y
conjuraciones, hasta que fue muerto en una de ellas. |
Domiciano |
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Fue el último de los doce Césares. |