|
En la constitución húngara se unían los males del feudalismo a los de
la monarquía electiva; añadíase la animosidad entre los Católicos y los
Protestantes, sin contar las intrigas de la Turquía, la cual, deseosa de
aquel país, incitaba a los príncipes de Transilvania. Estos, ricos por los
minerales, eran acariciados por las potencias; pero habiendo vencido
Ragotzki en la guerra, el Gran Turco pensó apoderarse de la Transilvania.
El Austria se opuso; sin embargo, los celos de los Húngaros impidieron
las empresas, y se concluyó con una tregua de 20 años. Esta dio campo al
Austria para realizar el pensamiento, largo tiempo acariciado, de hacerse
hereditaria la corona, lo que fue mas fácil después de haber fracasado la
conjuración del conde Zrini, en la cual estaban complicados muchísimos
nobles. Después de horribles ejecuciones, Leopoldo quiso cambiar la
constitución, impuso un tributo y declaró absoluta la autoridad real. La
sangre reclamó venganza, y los Descontentos publicaron Las cien quejas
de los Húngaros contra los Alemanes, alentados por la Turquía y por
Luis XIV; su jefe Tekeli (476) fue saludado por la Puerta como señor de la
Hungría media. Después de haber vencido a los Turcos, Leopoldo trató
de someter a los Húngaros por medio del perdón; pero el gobernador
Caraffa se entregaba a la crueldad, condenando por simples sospechas;
fue abolida la elección real, como el derecho de insurrección; coronaron
rey a José, hijo del emperador, y llamaron a muchos Griegos de la Bosnia
y de la Croacia para la repoblación de Hungría. |
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1664 |
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1687 |
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La Transilvania fue también invadida por los Austriacos, y reducida a
igual servidumbre por medio de la crueldad, servidumbre confirmada en
la paz de Carlowitz; ambos países sirvieron después de barrera contra los
Turcos. |
1705 |
José II (477) desplegó gran fuerza en la guerra de sucesión y contra los
duques de Mantua y los Bávaros; mitigó en Hungría las persecuciones,
pero tuvo que emplear las armas para reprimir a Ragotzki. Carlos VI,
sucesor de José, confirmó los privilegios de los Húngaros, excepto el
derecho de insurrección; devolvioles la corona de San Esteban, y los
Magiares fueron terribles para los Turcos al par que fidelísimos al
Austria. |
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La España decaía de su amenazadora grandeza; se impuso silencio a las
Cortes; la generosa nobleza se hizo cortesana; la intolerancia hizo
expulsar a los Moros y a los Hebreos con su importantísima industria. La
costumbre de hostigar a los Moriscos inclinó a usar de cierta ferocidad
con los Italianos, los Flamencos, los Portugueses y los Americanos. Los
reyes, encerrados en suntuosos palacios, no podían dar vida a tan extensa
monarquía. Mientras los doblones españoles corrían por toda Europa, no
se lograba reprimir a las bandas, ni dar bastante pan al pueblo. El fausto
encubría la miseria. |
Gongoristas |
La literatura se perdía también. Las sutilezas árabes, unidas al énfasis
andaluz, originaron el estilo culto de los Gongoristas. El más ingenioso de
esta escuela fue don Francisco de Quevedo (1580-1649) [sic], agudo en la
sátira, que miró más al efecto que a la verdad del pensamiento. Francisco
Moncada describió la expedición de los Almogávares. Bajo Felipe IV
floreció la literatura dramática con Lope, Calderón, Solís, Moreto, Tirso
de Molina, Rojas y otros. Fueron muchos los poetas; Lorenzo Gracián (478)
dictó los preceptos del gongorismo [sic], sosteniendo que no se debe ser
vulgar en nada. |
Felipe IV |
Felipe IV intentó restaurar la nación con su ministro el conde-duque de
Olivares, el cual publicó reglamentos, mayormente para reprimir el lujo,
dificultando la industria ajena, en vez de favorecer la nacional. Los
galeones de América caían en poder de enemigos; los Países Bajos
trataron de constituirse en república; Nápoles se sublevó con
Masaniello (479); los Catalanes prorrumpieron en sangrienta rebelión, que fue
ferozmente reprimida. |
Portugal |
Portugal, que hacía 60 años estaba bajo el yugo español, perdía sus
posesiones en la India, de las cuales se apoderaban los Holandeses. Juan
de Braganza, poseedor de la tercera parte del territorio del reino y
descendiente de los antiguos reyes, se sublevó y le secundaron en seguida
las colonias, de modo que con muy poca sangre se llevó a cabo la
revolución. La Iglesia, los nobles y el pueblo en las Cortes declararon que
les pertenecía la soberanía, y la confirieron a Juan de Braganza, que fue
sostenido por Francia, Suecia, Holanda e Inglaterra. El rey se dedicó a
restaurar el país y la hacienda y a recobrar las colonias. España reconoció
la independencia de Portugal, que en la paz con los Estados de Holanda
recuperó el Brasil, aunque perdiendo las Molucas, Ceilán y el Cabo. De
modo que Portugal recobraba su independencia, pero no su antigua gloria.
Otros pueblos le habían cerrado el campo de las empresas; los barones se
reducían a gentileshombres, bajo reyes nada dignos de elogio. |
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1641 |
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En España, la pérdida de Portugal y los desórdenes de la hacienda
determinaron la caída de Olivares, a quien sustituyó su sobrino Luis de
Haro, que mejoró la administración y dio pruebas de tacto político en las
paces de Westfalia y de los Pirineos, verdadera declaración de la
impotencia de España. |
1643 |
1665 |
Felipe, hombre piadoso pero rey inepto, tuvo por sucesor a Carlos II,
de cuatro años, bajo la regencia de Ana de Austria, entre intrigas
palaciegas, proyectos de negociantes, desordenadas devociones,
especulaciones de los Hebreos, rigores de la Inquisición y ataques de los
corsarios. |
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Luis XIV había hecho casar a Carlos II con su sobrina Luisa de
Orleans, y como no tuvieran descendientes, triplicaron las intrigas de
Francia, Austria y Saboya para la sucesión. Escribiose mucho sobre ello,
en tanto que se preparaban armas para renovar el antiguo litigio entre
Austria y Francia. Luis XIV, fundándose en un testamento de Carlos II,
hizo proclamar rey a su hijo [sic] Felipe V, que entró triunfante, en
Madrid, y se preparó a sostener sus pretensiones contra una liga de todas
las potencias, celosas del incremento de Francia. En Italia primero, y
luego en España y en el mar se combatió ferozmente. La Francia se halló
reducida a estrechísimo partido; la España cambiaba a menudo de dueño y
por mucho tiempo se negoció la paz que por fin se concluyó en Utrecht,
donde Inglaterra apareció por primera vez árbitra de los destinos de
Europa, favoreciendo a las potencias de segundo orden, a fin de que
ninguna de las mayores prevaleciese. Francia reconoció la dinastía de
Hannover, prometió no unir jamás su corona con la de España, desmanteló
la fortificación y el puerto de Dunkerque, restituyó a Inglaterra la bahía de
Hudson, la Nueva Escocia y Terranova, y a Portugal las tierras situadas al
Norte del río de las Amazonas. |
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Guerra de
Sucesión |
1701 |
1713 |
Paz de Utrecht |
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España cedió la Sicilia, Nápoles y Cerdeña; dejó a los Ingleses
Menorca y Gibraltar y el derecho de transportar cada año 4800 Negros a
América. A la Saboya, para que su poder se equilibrase con el de sus
vecinos, se le asignaron mayores confines, restituyéndole la Saboya, Niza
y toda la pendiente italiana de los Alpes Marítimos, cuya cumbre marcaba
los límites de Francia; obteniendo el duque la Sicilia con el título de rey y
la expectativa del trono de España. |
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Los Estados Generales mejoraban sus confines. El emperador no quería
desistir de sus pretensiones sobre España, hasta que las victorias de Villars
le obligaron a aceptar la paz de Rastadt, por la cual se le aseguraron
Nápoles con el Estado de los Presidios, Milán, Mantua, Cerdeña y los
Países Bajos, dejando a Francia Estrasburgo, Landau, Huninga,
Neuf-Brisac y la soberanía de Alsacia. ¡Nada se estipuló en favor de los
pueblos, que tanto habían sufrido! |
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Muerto Gustavo Adolfo en el campo de Lützen, le sucedía en el trono
de Suecia su hija Cristina, dirigida por Oxenstiern, al cual se opuso La
Gardie. Fue espléndido el reinado de Cristina, pero sin ningún mérito por
su parte, pues empleaba el tiempo en discusiones teológicas; parecía
hombre en todas sus acciones; una de sus extravagancias fue la de
abdicar en favor de Carlos Gustavo, aunque reservándose la soberanía
sobre algunas tierras y sus propios siervos y comensales. Habiendo
reunido dinero, se fue a Innsbruck donde se declaró católica, y luego a
Roma, teniendo una fastuosa corte en el palacio Farnesio, donde acogía a
los hombres más distinguidos de su época. Se mezclaba en todos los
enredos políticos; iba de un punto a otro, y en Francia mandó matar a su
caballerizo mayor Juan de Monaldeschi, queriendo ejercer el derecho que
se había reservado. Murió en 1689. |
1632 |
Cristina |
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1654 |
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Carlos X, durante su breve reinado, puso remedio a los males
ocasionados por la ambición de Gustavo Adolfo y las disipaciones de
Cristina; trató de enseñorearse del Báltico; en la guerra contra
Dinamarca, pasó el Gran Belt por encima del hielo y con la paz adquirió
la isla de Aland (480), la Escania y la Bleckengia. No contento con esto,
ansiaba el reparto de la Polonia y desembarcar en Italia con 80 mil
hombres y 40 mil caballos, para fundar allí una nueva monarquía de los
Godos. Pero seis potencias se opusieron al ambicioso que dominaba el
Norte y amenazaba con la servidumbre a los Eslavos, y se concluyó el
tratado de Oliva, que aseguraba las relaciones entre Suecia, Dinamarca y
Prusia. |
1658 |
1660 |
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Este ambicioso murió a la edad de 36 años, y su hijo Carlos XI no
anheló más que la guerra, tanto que tuvieron que refrenarlo las potencias. |
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En Dinamarca, Federico III procuró dar tranquilidad al país; el clero y
los Comunes quisieron que la corona fuese hereditaria y absoluta (ley
regia, 14 de noviembre de 1665), pudiéndolo todo el rey, salvo tocar a la
Confesión de Augsburgo. Siguió una serie de buenos príncipes que no
dejaron desear las libertades perdidas. Copenhague fue capital del reino,
en el cual se introdujeron artes y leyes. |
|
Carlos XI procuró hacer otro tanto en Suecia, deprimiendo a la alta
nobleza y al Senado, y apoyándose en los órdenes inferiores, que
declararon que únicamente al rey pertenecía la autoridad legislativa.
Carlos no abusó de ella; reprimió a los agiotistas, restauró la hacienda, e
hizo afluir el dinero que había desaparecido ante la abundancia de los
billetes de banco. |
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Rusia adquiría la superioridad en el Norte. Los grandes príncipes de
Moscú se habían dedicado activamente a reconstituir la nacionalidad
propia. Juan III (481) pudo asegurar la independencia, y con fuerza y astucia
se hizo respetar en Europa; durante los cuarenta años de su reinado,
asumió los distintos señoríos, negó el humillante tributo que se pagaba a
los Tártaros; quitó a Novogorod y a otras ciudades sus privilegios;
conquistó el reino de Kasán (482); reformó arbitrariamente el clero y el culto;
acogió a doctos griegos; confió al florentino Fioravante la construcción
del Kremlin, y a otros italianos la de palacios e iglesias; publicó un código
en virtud del cual él era árbitro de las sentencias; mandó embajadores a las
cortes europeas, y tomó por escudo el águila de dos cabezas de los
Paleólogos con el San Jorge de Rusia. Esperaba expulsar de la Grecia a
los Turros, y de la Moscovia a los Tártaros; sin embargo se veía obligado
a soportar el predominio de la Puerta. |
Juan III |
1462 |
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1479 |
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1505 |
Otro tanto hizo su sucesor Basilio IV, astuto y firme y bárbaramente
déspota. Juan IV (483) completó el código, dio algunos derechos políticos a
los súbditos, abrió escuelas y una imprenta en Moscú, e hizo abolir ciertos
ritos supersticiosos; sustituyó la milicia feudal con los Strelitz, armados de
fusiles; constituyó en una especie de república a los Cosacos del Don, con
cuyo auxilio combatió a los Tártaros y destruyó enteramente al Kan de
Crimea. Habiéndosele alterado el juicio, le entró tal frenesí de sangre y
desolación, que degolló a millares de víctimas y a su propio hijo; y
mientras le traían desventaja las guerras de Europa, conquistaba la Siberia,
donde las tropas construyeron a Tobolsk. |
Juan IV |
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Teodoro |
Teodoro (484), débil e inerte, fue gobernado por el Tártaro Boris Godunov,
despiadado, pero hábil y valeroso; éste hizo nombrar un patriarca de la
Rusia, emancipándola de este modo del griego de Constantinopla.
Concluida con Teodoro la estirpe de Rurik, Boris supo hacerse elevar al
trono, cuya posesión le disputaron varios pretendientes, entre ellos un
falso Demetrio, supuesto hermano de Teodoro, que consiguió ser
proclamado zar. Acudió una serie de falsos parientes, hasta que fue
elegido Miguel Romanov, cabeza de la dinastía aún reinante. Este
devolvió la paz a la Rusia, sacrificando países a la Suecia y a la Polonia;
trató con la Francia, con la Persia y con la China. |
1585 |
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Romanof |
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A su hijo Alejo se sometieron los Cosacos de la Ucrania hasta el
Dniéster; tuvo la primera guerra con la Puerta; procuró introducir las
costumbres europeas e hizo revisar el código de Juan III. El patriarca, ya
del todo independiente, fue la primera autoridad después del zar; unificó
el rito, y se abolió el uso de excomulgar cada cuaresma al Papa y a los
católicos. |
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Las arrogantes pretensiones de los nobles eran cansa de desorden en el
ejército y en el gobierno, y se fundaban en la antigüedad de las familias.
Teodoro, hijo de Alejo, se hizo presentar los títulos de cada familia y los
quemó, sin abolir por esto la superioridad de los nobles o boyardos. |
Pedro el Grande |
Habiendo muerto sin hijos, tuvo por sucesor a su hermano Pedro, de
nueve años de edad, bajo la regencia de su madre, al principio, y de su
hermana después. Reprimió ferozmente la sublevación de los Strelitzes y
pretendientes; salió vencedor de la prueba de los vicios a que se le expuso,
y librándose de su hermano y su tutora, se encontró, a los 17 años de edad,
al frente de la monarquía más vasta de Europa, cuyo territorio se extendía
desde Arcángel hasta el mar de Azov, con un pueblo tosco, pero unido,
con grandes que eran esclavos, y donde podía mandar que a centenares se
presentasen a hacerse ahorcar o decapitar, llevando ellos mismos el palo o
el hacha. Pedro se propuso instruir de pronto al pueblo en las costumbres
europeas; él mismo fue a Holanda a trabajar confundido con los obreros
en los arsenales; fue de corte en corte estudiando lo que podía ser útil a los
suyos. Sintiendo sobre todo la necesidad de dominio en el mar, fortificó a
Azov y hostigó a la Suecia. |
1682 |
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Carlos XII |
En Suecia reinaba Carlos XII, excelente militar, espíritu aventurero,
aficionado a las matemáticas a la caza, a los peligros; austero de
costumbres y deseoso de imitar a Gustavo Adolfo. Federico Augusto, rey
de Polonia, anhelaba recuperar los países que ésta había cedido a la
Suecia, como Pedro ansiaba el acceso al Báltico; ambos, pues,
ambicionaban la guerra, que estalló con motivo del Schleswig y del
Holstein. Carlos XII rechazó a los Rusos de Narva, con grandes destrozos;
Pedro se aplicó a mejorar sus tropas, mientras que Carlos invadió la
Polonia, entró en Varsovia, y se negó a toda concesión, mientras no fuese
depuesto Augusto. Fue, en efecto, sustituido por Estanislao Lesczynski,
que se alió con Carlos, el cual persiguió a Augusto en la Sajonia hasta que
le hubo obligado a deponer las armas. Entonces le agasajaron los reyes; se
declaró protector de los Protestantes, aunque dejó que tomase alientos el
Moscovita, que adquirió un puerto en el Báltico y alcanzó la primera
victoria naval de aquella nación, fundó a San Petersburgo a orillas del
Neva y la eligió por capital. Tarde acudió Carlos, empeñado siempre en
dar los reyes a la Polonia; pasó el Vístula por encima del hielo, y el
Beresina, amenazando a Moscú. Confiado en los Tártaros capitaneados
por Mazeppa, Carlos adelantaba impróvidamente, pero resultando
derrotado y herido en Poltava (485), huyó a los Turcos, de entre los cuales no
pudo salir. Prisionero y todo, quería mandar; gozaba de simpatías entre el
pueblo y los grandes, y después de extrañas aventuras, volvió a
Estocolmo; rotas de nuevo las hostilidades, vio tomado a Stralsund por los
Prusianos, y queriendo rehacerse sobre la Noruega de las pérdidas sufridas
en el Báltico, quedó muerto en Frederikshald (486), a la edad de 36 años. |
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1700 |
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1703 |
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1709 |
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No queriendo más guerras, el país eligió por reina a la hermana de
Carlos, Ulrica Leonor, bajo la cual prevaleció el partido patriótico, o
aristocrático. El zar Pedro desembarcó devastando las provincias suecas,
hasta que con la mediación inglesa se hizo la paz, extendida a las demás
potencias del Norte, deseosas de poner un límite a las ambiciones de
Pedro. Suecia cedía a Rusia la Livonia, la Estonia, la Ingria, parte de la
Carelia con las islas de aquellas costas; al mismo tiempo perdía casi todas
sus posesiones de la Germania y el paso por los estrechos, mientras que la
Rusia, transformada en potencia europea, con ejércitos victoriosos, veía a
millares de prisioneros suecos fundando manufacturas. Pedro se tituló
emperador de todas las Rusias, y aplicó todos sus cuidados a constituir y
civilizar la nación; aumentó los armamentos, la navegación, los
herramentales, la cultura literaria y científica, adoptando un despotismo
sin dignidad y sin nobleza, y tratando a los súbditos como si fueran un
pueblo bárbaro. Abolió el patriarcado, para organizar la Iglesia a su
antojo, enriqueciendo el erario con los bienes de ésta. Suponiendo un bien
universal, sacrificaba el bien y los sentimientos de cada uno, y quería
ajustarlo todo a una civilización convencional, jactándose de haber vestido
de hombres a un rebaño de osos. |
1718 |
1721 |
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Igualmente despótico en el seno de la familia, repudió a Eudoxia
porque era aficionada a los usos del país; tiranizó a su hijo Alejo hasta que
lo hizo condenar a muerte. Catalina, mujer vulgar con la cual se casó
Pedro, dio con él un viaje por Europa, y los esposos imperiales
asombraron por sus extravagancias y su grandeza. Las infidelidades de
Catalina turbaron los últimos días de Pedro, que merece más el título de
extraordinario que el de grande. |
1725 |
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A las antiguas libertades sucedieron en Italia las dominaciones de
hecho. En todas partes no se contemplaban más que necesidades en los
príncipes y miseria en los pueblos; el principal interés de aquellos era
exigir grandes contribuciones; estos se sentían afligidos principalmente
por el temor de morir de hambre. |
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El gobierno, que oprimía a la plebe, permitía el renacimiento del
feudalismo; y los barones daban rienda suelta a sus antojos, resguardados
por sus castillos; la campiña era molestada por bandidos, mientras que en
el recinto de la ciudad los príncipes y los embajadores fomentaban el
delito. La hipocresía dominó a una sociedad artificial, mala, decrépita.
Hasta la literatura revestía el oropel ridículo de las vanidosas costumbres. |
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De las antiguas repúblicas continúan existiendo Luca y San Marino,
además de Venecia y Génova. La casa de Este domina a Módena, los
Farnesio a Placencia, los Cibo a Massa y Carrara; los Appiani y los
Ludovisi a Piombino; las Pico poseían la Mirándola; los Gonzaga reunían
a Mantua el Monferrato; los pequeños príncipes de la Romania
desaparecieron. Cuatro sistemas de política dividían la Italia; el de
España, el de Saboya, el de Roma y el de Venecia. España dominaba el
Milanesado, dejando una sombra de la antigua independencia en el senado
y en las magistraturas urbanas, pero con un gobernador civil y militar, que
si no correspondía directamente con las Potencias extranjeras, podía hacer
la guerra por cuenta propia. Mayor era el poder de los virreyes de Nápoles,
aunque contenidos par los barones que ejercían el mero y mixto imperio.
Entre estos virreyes fueron notables el historiador Hugo de Moncada; don
Pedro de Toledo, que dejó magníficos edificios e instituciones; el conde
de Olivares, que confió a Domingo Fontana la fabricación de graneros y
acueductos; el duque de Osuna, que administraba la justicia a su antojo,
reprimía a los nobles, y pensaba abatir a Venecia y proclamarse rey. |
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1552 |
1616 |
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1647 |
El lujo y un grueso ejército obligaban a aumentar las contribuciones;
cansado de las cuales el pueblo de Nápoles se sublevó tomando por jefe al
pescador Masaniello, el cual se encontró por algún tiempo dueño de la
ciudad, pero no tardó en ser degradado y muerto. Sin embargo, duró la
sublevación, y don Juan de Austria acudió para reprimirla. Pero el pueblo,
guiado por Jenaro Anesio, resistió y acudió a Francia, siempre dispuesta a
perjudicar a los Españoles. Acudió, efectivamente, Enrique de Guisa y se
hizo proclamar duque de Nápoles; pero pronto fue preso, degollado
Anesio, y rechazado Tomás de Saboya que quería sacar partido de las
turbulencias. |
Masaniello |
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También habían pasado los hermosos días de Venecia, que se veía
obligada a mantener el apoyo de Turquía por medio de tributos, y a
guardarse del Austria, deseosa de unir sus países eslavos e italianos con
los alemanes. Ya dijimos sus controversias con el Papa. Pero éste no la
molestaba tanto corno los Uscoques que desde Clissa y Zengh infestaban
el Adriático. Los Diez habían quedado siendo tribunal supremo, que
velaba sobre todos los actos, principalmente de los nobles, castigándoles
con tremenda justicia secreta. De improviso el consejo mandó prender y
dar muerte a algunos extranjeros, y se dijo que Bedmar, embajador de
España, había tramado con el duque de Osuna una conjuración para
incendiar a Venecia y dar muerte a los jefes. |
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Conjuración de
Bedmar |
1618 |
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Al paso que unas decaían, se alzaba una nueva potencia; la Casa de
Saboya. Esta dependía del emperador de Alemania, y aprovechaba las
circunstancias para engrandecerse a expensas de sus vecinos. Amadeo
VIII obtuvo el título de Duque y estableció la sucesión en el primogénito,
a fin de que el Estado no fuese ya dividido entre los hermanos. Los
sucesores fueron a menudo expoliados por los Suizos y los Franceses;
pero Manuel Filiberto, valeroso guerrero, recobró con la paz de
Cateau-Cambrésis las posesiones antiguas; fortificó las ciudades, instituyó
una milicia, y pudo intervenir en las cuestiones de entonces, mientras que
en el interior consolidaba la monarquía, y restauraba la población y la
industria. |
1416 |
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Manuel Filiberto |
1555 |
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Carlos Manuel |
Su hijo Carlos Manuel, llamado el Grande, obtuvo de Enrique IV a
Saluzzo; favoreció a los literatos, a los sabios y a los prelados, y con astuta
política sacó partido de las rivalidades entre España y Francia,
volviéndose la casaca según le convenía; asumió el título de rey de
Chipre, trató de prevalecer en Francia, aspiró a la corona de Italia, intentó
recuperar a Ginebra con un famoso asalto, que se malogró, y ansiaba la
posesión de Génova para tener un pie en el mar. |
1584 |
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1602 |
La Valtelina fue causa de nuevas agitaciones en Italia; dominada por
los Grisones, fue el refugio de muchos Protestantes. Cansados de la
opresión, los Católicos los degollaron; y entonces Austriacos, Franceses y
Españoles trataron de ocupar aquel valle; Carlos Manuel aconsejaba a la
Francia que invadiera el Milanesado y ocupase a Génova. |
Valtelina |
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|
|
Esta había sido reorganizada por Doria después de la conjuración de
los Fiesco, y excitaba la codicia de España, de la Toscana y
principalmente de Carlos Manuel, el cual, además de suscitarle enemigos,
armó con César Vachero una conjuración que costó a éste la cabeza. |
1627 |
|
Los Gonzaga, señores de Mantua y de Guastalla, habían adquirido
también el Monferrato. Cuando Francisco IV murió dejando una sola hija
de cuatro años, Carlos Manuel su suegro, deseoso de poseer el
Monferrato, lo invadió a despecho de los Españoles, que lo consideraban
peligroso para el Milanesado. De aquí nació una larga guerra, en la cual
Carlos Manuel se proclamaba libertador de Italia; pidió auxilio a Venecia
y a Francia, pero no obtuvo otra cosa más que una gran reputación militar. |
|
Muertos después Fernando y Vicente de Mantua, se presentó para
sucederles otra rama de los Gonzagas, señores de Nevers. Entonces Carlos
Manuel volvió a alegar sus pretensiones; opusiéronse al de Nevers los
Españoles y los Imperiales; Luis XIII fue en persona a combatirlos y
ocupó a Susa, fortificó el Piñerol, y ardió en guerra encarnizada todo el
país. Empeoraron la situación las bandas alemanas, aguerridas en la guerra
de los Treinta años, que devastaron la Lombardía, saquearon a Mantua y
difundieron una de las pestes más mortíferas. |
1628 |
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1630 |
|
Víctor Amadeo, nuevo duque de Saboya, moderado y leal, tuvo que
firmar el tratado de Cherusco por el cual se cedía a los Franceses el
Piñerol y los valles Valdeses; Víctor Amadeo obtuvo a Turín y parte del
Monferrato, y luego se vio obligado a aliarse con aquellos para conquistar
el Milanesado y el paso de la Valtelina. Corrió, pues, nuevamente la
sangre, hasta que la Valtelina fue restituida a los Grisones. |
|
1639 |
|
Muerto Víctor Amadeo, le sucedió Carlos Manuel II, de edad de cuatro
años; España y Austria se empeñaron en dar la tutela a los tíos del niño, al
paso que los Franceses sostuvieron a Madama Real, hija de Enrique IV.
Los Franco-Piamonteses combatieron con los Hispano-Piamonteses; Turín
fue tomada y vuelta a tomar; y se repartió el dominio bajo la humillante
tutela francesa. El Monferrato era todavía campo de discordias y batallas,
con paces efímeras. |
|
Carlos III, que heredó el ducado de Mantua siendo aún niño, murió sin
hijos, y Luis XIV, desplegando fuerza y engaños, obtuvo a Casale, que
conservó hasta 1695. |
|
La paz de Westfalia constituyó legalmente protestante a la mitad de la
Europa, de modo que el poder de los papas dejó de ser universal. Estos
habían aumentado sus dominios con Ferrara, Urbino y Castro; pero
aumentaba la deuda a causa de lo que se gastaba en edificios, obras de
beneficencia, sostenimiento de partidarios, y en enriquecer a sobrinos
desde que no era posible conferirles feudos. Se alzaron poderosas las
casas de los Peretti, Aldobrandini, Borghesi, Barberini, Ludovisi y
Farnesio. Por hostigar a estos últimos, se hicieron odiosos los Barberini.
A éstos pidió severa cuenta Inocencio X, bajo el cual regían la cosa
pública doña Olimpia Maldachina, su cuñada, y la Aldobrandini.
Alejandro VII (Chigi), Clemente IX (Rospigliosi) y Clemente X (Altieri),
ocuparon la silla apostólica con buenas intenciones, pero sin poder
vencer los vicios de aquel gobierno y en aquella sociedad, cuya
administración se hallaba enteramente en manos del clero. La nobleza
antigua y la moderna se unían para eludir las leyes; los empleos se
vendían a los ricos que de ellos sacaban gran provecho; la justicia era
lenta y no imparcial; el comercio escaso; y el arte de la hacienda estaba
reducido a contraer deudas (Monti), que enriquecían a los banqueros.
Cada Papa quería marcar su paso con edificios, instituciones, bibliotecas
y galerías. |
|
Los príncipes católicos, a ejemplo de los protestantes, procuraban
sacudir toda dependencia de la Iglesia, Luis XIV, particularmente, luchó
con Inocencio XI (Odescalchi) por la regalía y las franquicias, y por las
declaraciones de las libertades galicanas. |
1679 |
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Después de Alejandro VIII (Ottoboni) ocupó la Sede apostólica
Inocencio XII (Pignatelli), que hizo firmar a los cardenales una Bula en
que se condenaba el nepotismo. Clemente XI (Albani) continuó en el
trono los estudios y la sobriedad a que estaba acostumbrado, construyó
hospitales, graneros públicos, acueductos, el puerto de Anzio y
fortalezas, una cárcel de corrección, y obtuvo mejores condiciones para
los cristianos en Persia, en Abisinia y en Turquía. |
|
La Sicilia sufría no menos que Nápoles. Poco antes de la insurrección
de Masaniello, habían estallado otras en Mesina y Palermo. El batidor de
oro José Alessi fue elegido jefe del pueblo para arrojar a los Españoles,
pero no tardó en ser muerto. Sin embargo renacían las insurrecciones,
principalmente por falta de pan en el granero de Italia, y también por
celos entre Catania, Palermo y Mesina, y los virreyes creían dominar
mejor fomentando estas rivalidades. A las malas provisiones se unían
terribles erupciones del Etna, que destruyeron a Catania, y las correrías
de los Turcos. Se supone que Luis del Hoyo excitó un levantamiento en
Mesina con el oculto intento de quitarle los privilegios. Efectivamente la
ciudad se sublevó y pidió auxilio a Luis XIV, dispuesto siempre a
perjudicar a España. Este mandó la flota y venció en Lípari a la
holandesa, capitaneada por el famoso Ruyter; luego, necesitando tropas,
se llevó a las suyas de Mesina, cuya ciudad se halló abandonada a los
Españoles, vio reducidos sus 60 mil habitantes a 11 mil, y perdió los
privilegios. |
1669 |
1676 |
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Luis XIV también se inmiscuía en los asuntos de Génova, y fingiendo
protegerla contra la ambición de Carlos Manuel de Saboya, armó enredos
y mandó su flota a bombardear aquella ciudad, que fue perjudicada en
100 millones, y tuvo que aceptar pactos humillantes y mandar el dux a
Versalles a implorar la real clemencia. |
1686 |
Cuando Luis revocó el edicto de Nantes, muchos protestantes
franceses se refugiaron en los valles piamonteses, donde vivían
tranquilos los Valdenses. Luis pretendió que fuesen arrojados de allí los
protestantes, y Víctor Amadeo II tuvo que prohibirles el culto y dictar
órdenes severísimas; luego las tropas francesas penetraron en el país con
el general Catinat, y habiendo hallado una vigorosa resistencia, hicieron
estragos. Muchos de los perseguidos se refugiaron en Suiza. |
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Los Italianos tenían, pues, sobrados motivos para desconfiar de Luis
XIV; sin embargo se dejaron deslumbrar por su esplendor, por las
alabanzas de los periodistas de entonces, y por el aplomo con que él
mismo se titulaba grande. Quien velaba por la independencia italiana era
Inocencio XII, que reprobaba al emperador y al rey. Clemente XI pensó
servir de mediador entre ellos e inducirlos a volverse contra el Turco.
Pero uno y otro se armaban para disputarse la sucesión española, y estalló
una guerra en que fue trastornada Italia, que no tenía en ella ningún
interés. |
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Luis XIV y el emperador Leopoldo hicieron vanos esfuerzos para
conseguir de Clemente XI que les confiriese la investidura del reino de
Sicilia; el Papa quiso permanecer neutral, como padre de la Cristiandad.
Los príncipes italianos se dividieron; Víctor Amadeo II, declarado
generalísimo de los imperiales, venció en Staffarda, pero en el Piñerol
fue vencido por Catinat, a quien escribía el ministro Louvois: «¿Me
preguntáis qué haréis? Quemar, y después quemar». El Piamonte fue
devastado, y Casale desmantelado y restituido al duque de Mantua.
Víctor Amadeo prefirió desertar a los Franceses; recobró a Piñerol y
Casale, y pudo lanzarse a mayores tentativas; se colocó entre los
aspirantes al trono de España, y en una división que se propuso, se trató
de darle todo el Milanesado, con tal que cediese la Saboya y Niza. Los
Franceses se habían apoderado de la Lombardía y de Nápoles, merced al
valor de Catinat, Villeroi, Vaudemont y Vendôme; pero el príncipe
Eugenio de Saboya condujo a los imperiales a vencer en Chiari y en
Cremona, sobre todo desde que Víctor se separó de Francia. Turín fue
asediada por los Franceses y libertada por los imperiales, que
proscribieron al duque de Mantua como traidor, y ocuparon su país,
repusieron al duque de Módena, conquistaron a Nápoles y ocuparon la
Cerdeña. Estos engrandecimientos inspiraron celos; la Inglaterra obtuvo
para Víctor la Sicilia con el título de rey, la restitución de Niza y de los
valles alpinos; dejaron al emperador el reino de Nápoles, el ducado de
Milán, la isla de Cerdeña y los presidios de Toscana; la España fue
excluida de la Italia, a pesar de haber parecido que iba a conquistarla
toda. |
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1698 |
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1702 |
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1706 |
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Los Sicilianos se cansaron pronto de un rey extranjero, y éste tuvo que
cambiar la isla con la Cerdeña, aunque conservando el ambicionado título
de rey. |
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Venecia, que aún había mostrado valor y buen sentido en la guerra de
Candía, se halló miserablemente envuelta en aquellas ambiciones reales. |
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Cosme I procuró dar prosperidad y riqueza a su país; pagó las deudas
públicas; mantuvo sujetos a los Berberiscos; fomentó Academias y
Universidades; hizo trabajar a los artistas, pero su política tejió una red de
intrigas y violencias, y reprimió duramente los sentimientos republicanos.
La malevolencia hizo decir que Don García, hijo de Cosme, en una
disputa mató a su hermano Juan, cardenal, y que su padre enfurecido dio
muerte al asesino, muriendo de pesar la madre Leonor. Añadíase también
que Cosme amaba más que como padre a su hija Isabel. |
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1571 |
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Francisco María se sometió a la voluntad del Austria y a la de Blanca
Capello. Su hermano y sucesor Fernando mejoró la hacienda, el comercio
y las sederías; alcanzó victorias sobre los Berberiscos y favoreció a sabios,
poetas y músicos. |
1609 |
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Cosme II estuvo en relaciones con Fakr-eddyn, emir del Líbano, y
pensaba mover guerra a la Turquía, con cuyo objeto fortaleció la marina,
con ayuda de los caballeros de San Esteban. |
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Fernando II procuró reparar los males de una regencia ruinosa; dio
pruebas de caridad y valor en la peste de 1630; dio esplendor a la corte y a
las escuelas con italianos y extranjeros de mérito; construyó jardines,
casas de fieras, acueductos y fundiciones, y dio prosperidad al país.
Liorna, de pueblecillo oscuro, se convirtió en puerto de primera clase, a
donde acudían, con franca entrada, naves de todas naciones y gentes de
toda comunión religiosa. |
1723 |
Cosme III, en treinta y ocho años de dominio, dejó decaer el Estado y
se hizo despreciable por sus aventuras domésticas. El último de los duques
fue Juan Gastón, el cual, careciendo de hijos, se vio rodeado de
pretendientes intrigantes, y en vano procuró que los Florentinos, al
extinguirse la dinastía a que se habían obligado a servir, recobrasen la
libertad. |
Tasso |
Tránsito entre la edad precedente y la nueva es Torcuato Tasso
(1544-95), que en la Jerusalén libertada escogió un asunto épico de los
más grandes, aunque en la ejecución no rayó a toda la altura posible. Su
Aminta es uno de los dramas más correctos. |
Marini |
Ya se notan en él los defectos de estilo que más sobresalieron en el
napolitano Marini (el Adonis, 1596-1622), poeta sin dignidad, que
introdujo la exageración española, las metáforas extravagantes, el prurito
de querer causar asombro. Detrás de él se formó la escuela que fue
designada con el nombre de Secentistas, con frases ampulosas, insípida
afectación y trivialidades, con la manía de acumular ideas
disparatadísimas, como llamar a las estrellas cequíes ardientes de la
banca de Dios, a la luna tortilla de la sartén celestial. La elocuencia del
púlpito se engolfaba en estas repugnantes bellezas. Sin embargo floreció
entonces el más ilustre de los predicadores, Pablo Segneri (1624-94). |
|
Pareciendo inspirada la naturalidad, se puso mayor cuidado en la frase,
el periodo, el estilo afectado, en decir todas las cosas del mejor modo; si
algunos abusaron de esto, otros dieron sabias reglas (Corticelli, Nisieli,
Cinonio, Salviati, Gigli, Salvini); Trajano Boccalini hizo agudas sátiras en
los Cuentos del Parnaso y en la Piedra de toque de la política. Alejandro
Tassoni, con su Cubo robado, y Francisco Bracciolini, con la Burla de los
Dioses, dieron ejemplo de los poemas heroico-cómicos. Nicolás
Fortiguerri quiso desacreditar a los poemas románticos componiendo cada
día un canto de su Ricardito. |
|
Cristina de Suecia reunía a los hombres de talento en el palacio
Farnesio de Roma, donde nació la Arcadia, academia en la cual revestía
un carácter campestre y pastoril; vanidad ridícula que, sin embargo,
corregía la ampulosidad y el énfasis. Versificaron bien Gabriel Chiabrera,
Virente Filicaja, Alejandro Giudi, y con ellos Menzini, Zappi, Maggi y
Marchetti. Ensayó la tragedia Vicente Gravina, que escribió además la
Razón poética. Luis Sergardi, con el nombre de Quinto Settaro, compuso
sátiras latinas muy mordaces. En general, los literatos italianos
permanecían ajenos al gran movimiento de ideas que sacudía a la Europa. |
|
En las Bellas artes, más que en la originalidad, se prefería la imitación
y el eclecticismo; parecían sublimes los artistas que reuniesen la gracia de
Rafael, el dibujo de Leonardo, el colorido de Tiziano, el movimiento de
Tintoretto, la magnificencia de Paolo, la fuerza de Correggio, la inventiva
de Miguel Ángel, con lo cual en vez de grandes artistas se tenían
caricaturas de los grandes genios. Con tales artes adquirieron renombre
Federico Baroccio de Urbino y los Garacci de Bolonia. De la numerosa
escuela de estos salió el Dominiquino (1581-1641), que meditando mucho
los asuntos, llegó a una verdadera originalidad, lo que le valió la saña de
sus contemporáneos. Francisco Albano (1578-1660), pareció
incomparable en la reproducción de la gracia infantil Miguel Ángel de
Caravaggio pretendía copiar la naturaleza en lo que tiene de más enérgico
y caprichoso; todo lo contrario era el caballero de Arpino, amanerado y
pulcro, lo mismo que Guido Reni (1575-1642), sin conceptos originales,
pero límpido y variadísimo en los trajes, en las fisonomías y en las
actitudes. Guercino fue aficionado a los gallardos contrastes de luz y
sombra. Lafranco de Parma, Pedro de Cortona, el Españoleto y el
Calabrés, guerrearon no menos con el pincel que con los puñales. Maratta
adquirió el nombre de Carlos delle Madonne, y Jordán el de Lucas
Fapresto por la rapidez con que ejecutaba. Salvador Rosa pareció original,
siendo extraño e improvisador. Entre los Florentinos merecen citarse
Cigoli, Allori, Carlin Dolce, Sassoferrato y Lorenzo Lippi. Casi todos
supieron, además, la escultura y la arquitectura, y entonces más que nunca
se comprendió la perspectiva. |
|
La escuela de Cremona produjo artistas como los Campi y la
Anguissola, la de Bolonia a los Procaccini, padre e hijo, a quienes
siguieron Salmeggia y los Milaneses, entre los cuales sobresalieron
Cerano y Daniel Crespi. Mucho hacían trabajar los patricios de Génova,
donde se distinguieron los Calvi, los Semini, Cambiaso, Carloni y Strozzi.
Moncalvo es el único citado entre los Piamonteses. El ejemplo de
Tintoretto perjudicó a los Venecianos, entre los cuales se distinguieron
Jacobo Palma, los Varotari, más tarde Tiépolo y el famoso perspectivista
Antonio Canale. |
|
Generalmente, en pintura y en escultura, se hacía lo mismo que en la
poesía; no se veían más que actitudes amaneradas, composiciones
vulgares, exagerados contrastes de claro-oscuro, trivialidad universal. En
arquitectura, las nuevas fantasías no se contentaban con los órdenes
clásicos, y se retorcieron las columnas, que se envolvieron con pámpanos
de bronce y se variaron de un modo extravagante; en unos puntos parecen
divididas en dos; en otros figuran estar próximas a caer, pero un ángel las
sostiene. Este extravagante estilo domina en los palacios y en las
muchísimas iglesias de aquel tiempo. |
Bernini |
Gran imaginación tenía Lorenzo Bernini (1598-1680), pero aspiró a la
novedad; era pintor, escultor y arquitecto; su género de escultura era
pintoresco, con conceptos sin estudio ni conveniencia. Sabia adaptar a los
lugares sus creaciones arquitectónicas, como en las fuentes de Roma; hay
de él magníficas escaleras, el altar mayor del Vaticano, la cátedra de San
Pedro y la sorprendente columnata de la plaza. En Francia fue llamado a
terminar el palacio del Louvre y alcanzó allí señalados triunfos; trabajó sin
descanso hasta los ochenta y dos años de edad. |
|
No llegaron a su altura sus secuaces; Carlos Fontana y Borromini
llenaron a Roma de construcciones, donde aparece lo difícil sin belleza, lo
exagerado sin vigor, lo caprichoso sin novedad. Más correctos fueron los
escultores Algardi, Maderno y Fiammingo. Fansaga en Nápoles, y
Longhena en Venecia, dejaron pomposas monstruosidades, como hicieron
otros en otras partes, en un tiempo en que tanto se construyó. |
|
Las academias de extranjeros, instituidas en Roma, difundían aquel
gusto entre las naciones. La España dejó las tradiciones góticas y
moriscas, y confió la erección de grandes edificios a Pellegrini, Juvara,
Sacchetti, Bonavia y Ribera. El naturalismo de los italianos prevaleció
hasta en la pintura, pero fue grande Velázquez en la imitación de lo
verdadero y en el claro-oscuro. Murillo (1618-82) se conservó puro de los
defectos dominantes, con alegre colorido y estudio de la naturaleza.
Subleyras pasó de España a Italia y alcanzó gran reputación. Rubens de
Colonia (1577-1640) atendió más al colorido que a las formas y al dibujo;
se cuentan 1310 obras suyas. Los retratos de Van Dyck (1599-1641) ceden
apenas a los de Tiziano. Rembrandt conoció los efectos de la oscuridad.
Bamboccio trató escenas de la vida cuotidiana, animando vigorosamente
pequeñas figuras. |
|
Entre los Alemanes también se difundió el estilo abigarrado, que se
extendió hasta Rusia. Yñigo Jones hizo sus estudios en Italia, se ejerció en
Dinamarca e introdujo en Londres, su país, la manera de Palladio. Cuando
el incendio de 1666 destruyó las casas de madera de Londres, Cristóbal
Wren dio el plano de la nueva ciudad, pero no fue aplicado, por economía;
este artista alzó la iglesia de San Pablo, que vio concluida al cabo de
treinta y cinco años. |
|
Los Italianos llamados a la Corte francesa, fueron los legisladores del
gusto, que pronto se amaneró. Freminet y Vouet empuñaron el cetro
artístico hasta que se amparó de él Nicolás Poussin (1594-1665), el cual
estudió en Roma con el paisajista Claudio Lorenés (1600-82), y se formó
un estilo propio, en disidencia con los académicos. |
|
Callot (1593-1635) reproducía en vivaces cuadritos la vida del soldado,
del gitano, y otras fantasías, y compuso en un solo día algunos de sus 1900
cuadros. Le Sueur, a pesar de estudiar a los italianos, conservó sus propias
inspiraciones, y son admirados sus veintidós cuadros de la historia de San
Bruno. Claudio Lebrun fue árbitro de la Academia real de pintura y
escultura de París, pintor de Corte, dispensador de las comisiones a quien
siguiera su gusto, que desplegó principalmente en la galería de Versalles
pintando de una manera fastuosa los fastos del gran rey. Como director de
la Academia le sucedió Mignard (1608-96), ensalzado por los literatos a
quienes halagaba, y fue melindroso, como en general el arte de entonces.
A Puget le llaman el Miguel Ángel francés, porque brillaba en la escultura,
en la pintura y en la arquitectura. Uno de los talentos más universales fue
Perrault, que completó el palacio del Louvre y parte del de Versalles,
donde Luis XIV quiso tiranizar a la naturaleza y someterla a fuerza de arte
y dinero. Andrés Le Nôtre no tuvo rival en el arte de trazar jardines a la
francesa. |
|
Las Universidades, que en la Edad Media habían sido centros del saber,
se convirtieron en lugares de preparación para profesiones lucrativas. La
decadencia de la escolástica dejó un vacío, que se quería llenar con
artificiales combinaciones de sistemas antiguos, o tentativas de
novedades, separando la indagación filosófica de la teológica. Pedro
Gassendi (1592-1655), repudiando definitivamente a los Aristotélicos y
las ciencias anteriores, dio un nuevo sistema (Syntagma philosophicum),
fundado en la evidencia. Descartes (1596-1650) matemático insigne,
fundó su sistema no sobre lo antiguo, sino siguiendo un método
enteramente nuevo. Estableció como fundamento la duda metódica, no
aceptando por verdadero sino aquello que tenga razón suficiente, una
evidencia íntima en la conciencia; con lo cual se formaban dos series de
hechos distintos: el pensamiento y la extensión; y de ahí las ciencias
espirituales y las físicas. Rechazaba la experiencia de todos los siglos,
pretendiendo que cada uno debe verificar las cosas por sí mismo, y no
aceptaba sino lo que es razón individual y evidencia geométrica. |
|
Aquella duda se convirtió en norma de toda la filosofía moderna, y se
conocieron sus defectos cuando se declararon discípulos suyos el impío
Hobbes, el panteísta Spinoza y el epicúreo Gassendi; nacieron clamorosas
oposiciones, pero mientras tanto la autoridad era sacudida y supeditada a
la razón. Huet demostró que no había alternativa entre el dogmatismo y el
escepticismo. El Arte de pensar, publicado por los Jansenistas de
Port-Royal, da excelentes reglas de lógica. El parisiense Malebranche
(1638-1715) distingue las ideas no solo de las sensaciones sino que
también de los sentimientos; y donde Descartes recurría a la existencia de
Dios para explicar la unión entre el alma y el cuerpo, él unió los cuerpos y
los espíritus como causas ocasionales, produciendo a Dios, o movimientos
en el cuerpo cuando el alma quiere, o impresiones en el alma cuando los
cuerpos están presentes; de modo que la inteligencia es una revelación
incesante. Es admirable la unidad a que reduce la variadísima materia, con
estilo claro, preciso, elegante, y ha tenido mayor influencia que Descartes. |
Malebranche |
|
Spinoza |
Baruch Spinoza (1632-77), hebreo cristianizado, afirmó la absoluta
identidad de la materia y del pensamiento, y queriendo probar que las
diversas realidades no pueden conocerse sino como atributos de una
sustancia única, vino a investigar si su naturaleza era material o espiritual.
Sin escrúpulos ni prudencia dedujo el panteísmo de las doctrinas
cartesianas. |
Locke |
Locke (1632-1704) hizo popular, o más bien vulgarizó la metafísica,
limitándola al sensualismo, y sin embargo no comprendió las graves
dificultades de explicar la formación de las ideas; niega que existan las
que el sentido no puede dar y examina solo el hombre exterior. Al estudio
del hombre interno se dedicó también Leibniz (1646-1716), ilustre
jurisconsulto, diplomático, matemático, historiador, que no pretendió
fundar una nueva filosofía, sino que combatió el sensualismo para dar a
las verdades cristianas sólidos fundamentos y ancha aplicación,
corrigiendo el cartesianismo, no admitiendo más que las sustancias
simples (Mónadas) (487), cada una de las cuales tiene cualidades que la
distinguen de las demás, y cuyos cambios provienen de causas internas. La
mónada de las mónadas es Dios, ente necesario, y cuando el espíritu
humano llega a él, puede establecer la teoría del universo. De este modo
creó Leibniz una escuela alemana propensa al idealismo, ya místico, ya
racional (Tomasio, Wolf); pero se extendió la escuela negativa, que
destruía la razón humana, declarándola incapaz de conocer nada
concluyente. |
Leibniz |
|
|
Moral |
Se puede decir que todos dedujeron de su metafísica sistemas morales.
Bossuet, en su Historia de las variaciones, acusa a los Protestantes de
haber santificado la insurrección armada contra los soberanos, mediante
doctrinas que siempre cambiaban. Como Jurieu sostuviese el derecho de
rebelarse por razón religiosa, y la doctrina de que no es necesario que el
pueblo tenga razón para que sean válidos sus actos, Bossuet le refutó en la
Quinta advertencia a los Protestantes, verdadero tratado de política, y en
su Política sagrada, donde coloca en altísimo lugar a los reyes, pero los
somete a la ley divina. Con mayor liberalidad escribió Fénelon su Examen
de conciencia sobre los deberes de los reyes. |
|
Grocio se había esforzado en extender entre los Estados independientes
las leyes de justicia y de humanidad, reconocidas universalmente entre los
individuos; Hobbes y Spinoza fueron el tipo de la moral egoísta.
Puffendorf (1632-94), examinó los derechos y los deberes públicos
independientemente de la revelación, y no reconoce otro derecho de
gentes que los pactos formados por los hombres, los cuales, viendo la
universal tendencia al daño, se constituyeron en sociedad; de las familias
primitivas nace el gobierno civil; el poder supremo no es responsable; el
príncipe puede apreciar las ventajas públicas mejor que el pueblo; y se le
debe obedecer. |
|
Leibniz por el contrario funda el derecho en Dios como fuente de toda
justicia. Tomasio trató de discernir el derecho de la moral que no puede
tener coacción. Zouch introdujo la denominación del jus inter gentes, que
hoy llamamos internacional. |
Educación |
Mediante la educación se adquirieron ideas más amplias y precisas,
como se ven en los escritos de Milton, de Locke, de Fénelon. |
Economía
política |
En economía política dominaba el sistema mercantil (colbertismo),
según el cual se creía fija la suma de las riquezas, y por consiguiente una
nación no podía adquirirlas sin detrimento de las demás; de ahí el
equilibrio del comercio y el considerar al dinero como riqueza única. Los
grandes capitales empleados en las especulaciones del Nuevo Mundo, y la
lentitud con que volvían, obligaron a recurrir al crédito, y se extendieron
los bancos, no solo para uso del gobierno, como los de Venecia y Génova,
sino que también para los comerciantes, como el de Amsterdam, que
comprendió la utilidad de sustituir con billetes de circulación el capital
que yace muerto; después se emitieron billetes por un valor superior al que
había en depósito; Inglaterra creó la deuda pública; Holanda hizo la
primera amortización en 1655; e Inocencio XI redujo el interés del 4 al 3
en 1685. |
Jurisprudencia |
Godofredo trabajó treinta años en la edición del código Teodosiano
(1665). Van Espen (Jus ecclesiasticum universum) perjudicó a la Santa
Sede en provecho de los príncipes. En Italia eran famosas las decisiones
de la sagrada Rota romana y de las Cortes de Santa Clara de Nápoles. El
Doctor vulgar del cardenal de Luca, ponía la ciencia al alcance de los más
rudos, y apelaba al buen sentido. Vicente Gravina en el Origen y proceso
del derecho trazó la historia civil externa del derecho romano. Leibniz, a
la edad de veintidós años, publicó su Nova methodus docendæ
discendæque jurisprudentiæ, uniendo esta ciencia con la filosofía moral,
la historia y la filología. Domat dispuso las leyes civiles de Justiniano en
su orden natural, conociendo la importancia del cristianismo aun en esta
parte, pues no cree suficiente el abstenerse de ofender, sino que quiere que
los hombres se ayuden mutuamente. |
|
Los resultados de los viajes no correspondieron a las necesidades de las
ciencias geográfica y antropológica. La Vuelta al mundo del napolitano
Gemelli Carreri (1651) fue considerada más fabulosa de lo que era en
realidad. La China y demás países orientales eran descritos por misioneros
y diplomáticos; Guillermo Delisle, de París, creó la ciencia de los mapas. |
|
La literatura oriental fue cultivada para los estudios bíblicos; Brian,
Walton, Bochart, Hottinger, Pocok, Marracci, Galland, Hyde, dieron a
conocer libros árabes y persas. |
|
La anticuaria fue más circunspecta en el estudio de las lápidas, de las
monedas, de la geografía, de la vida de los antiguos. En este ramo se
distinguieron Fabretti de Urbino, Ciampini y Pignoria. Ayudada por esos
trabajos, la cronología llegó a ser una ciencia. |
|
Bianchini quiso escribir una Historia universal mediante los
monumentos. Magliabecchi, extravagante personaje, era una biblioteca
ambulante. Singular fue también Teófilo Rainaud, de Niza, que llenó
noventa y tres obras de una erudición indigesta. El jesuita Hardouin quiso
sostener que la historia antigua fue refundida enteramente en el siglo XIII,
que los autores clásicos son obra de frailes, excepto las Geórgicas de
Virgilio, las sátiras y epístolas de Horacio, las obras de Plinio y las de
Cicerón; y que los Concilios anteriores al de Trento son quiméricos. |
|
La cuestión de la superioridad de los antiguos o de los modernos dictó
trabajos más curiosos que profundos. Tassoni estuvo por los modernos;
Lancillotti se propuso probar que el mundo no había empeorado
moralmente; otros atacaron el continuo progreso. |
|
La congregación francesa de San Mauro se aplicó a trabajos de
erudición y de historia; de ella salió el Arte de comprobar las fechas.
Mabillon escribió De re diplomatica, Montfaucon reveló muchas riquezas
italianas en su Iter italicum. |
Bollandistas |
Ughelli ordenó la serie de todos los obispos de Italia. Fleury escribió la
Historia de la Iglesia, clara y elegantemente, pero sin afecto a Roma,
como no lo encierra la de Natal Alejandro. Omitimos otros trabajos
parciales para recordar al jesuita Bollando (488), que con varios compañeros
empezó a escribir los Hechos de los Santos, purgándolos de muchas
fábulas y leyendas. |
|
Sobre los tiempos de la Reforma y hechos sucesivos escribieron
Burnet, Bentivoglio, Strada, Dávila; muchos narraron las historias
municipales o los acontecimientos contemporáneos. La parte anecdótica y
escandalosa fue tratada por Ferrante Pallaviccino, Gregorio Leti, Víctor
Siri, y por las gacetas, que entonces empezaban a circular. Las historias de
los pueblos antiguos o de los orígenes de los modernos decayeron después
de los recientes adelantos. Leibniz, grande en todo, reunió infinitos
materiales que le pusieron en el caso de publicar, bajo el título de Codex
jurisgentium diplomaticus, un riquísimo repertorio, no solo respecto de la
política, sino también de la índole, lengua y conocimiento de los pueblos. |
Filosofía de la
Historia |
La historia se elevaba de arte a ciencia para observar a los hombres
como una sola familia, sometida a ciertas leyes providenciales. Tal era el
Discurso sobre la Historia universal de Bossuet, donde el autor considera
las vicisitudes del género humano como una preparación a la redención, y
después como un complemento de ella. Al napolitano Juan Bautista Vico
(1668-1743) le pareció que la humanidad se movía en un círculo fatal, de
modo que recorría siempre, las mismas formas sociales. Halló en la
filología importantes revelaciones, buscando en la raíz de los vocablos la
raíz de los pensamientos; llenó de criaturas suyas los tiempos
prehistóricos, y reconstituyó la historia antigua sobre fragmentos,
especialmente la romana, que considera como una progresiva conquista de
la equidad; asocia el derecho ideal de Platón con el político de
Maquiavelo, sirviéndose de la etimología, del mito, de las tradiciones, y
de la erudición para crear una historia ideal eterna, en la cual se realiza el
derecho. |
|
En Roma, bajo los auspicios del marqués Federico Cesi, se fundó en
1603 la academia de los Lincei; y en Florencia la del Cimento, ambas
consagradas al fomento de las ciencias naturales. En esta última,
principalmente, que tenía por divisa Probando y reprobando, adoptaron el
método de Galileo y multiplicaron los experimentos Nardi, Bieci,
Cavatieri, Castelli, Magiotti, Torricelli, el cual dejó tantos
descubrimientos y entre ellos el barómetro. El gran duque Fernando y su
hermano Leopoldo favorecían las investigaciones científicas, cooperando
con dinero y con su propia experiencia. Viviani, Borelli, Redi, enriquecían
la ciencia con descubrimientos, y Magalotti los expuso en lenguaje castizo
y estilo literario, |
|
Los imitó la Sociedad Real de Londres, investigadora de novedades
físicas, expuestas en los Philosophical transactions. También en París
nació la Academia real de ciencias, con miembros pensionados. Otras de
menor importancia contribuyeron, con las dichas, a mejorar las ciencias
por medio del cálculo y el experimento. |
|
La química, desprendiéndose cada día más de las aberraciones de la
alquimia, trabajaba ya las materias orgánicas, como la leche y la sangre, y
se aplicaba a las sales; adquirió carácter científico merced al alemán
Becher y al inglés Boyle que refutó los cuatro elementos, suponiendo en
su lugar átomos, de forma y dimensiones varias. Otto de Guerick (489)
inventó la máquina neumática, con la cual se determinaron la naturaleza y
el peso del aire. |
Historia natural |
Cada viaje enriquecía con nuevos objetos la historia natural. Juan Ray
dio la historia y clasificación de las aves, de los peces y de las serpientes.
Perrault y Duverney crearon la anatomía zoológica; la generación
equívoca fue sostenida por Bonanni y refutada por Redi; sirviéronse del
microscopio Malpighi y Leuwenhoek; Swammerdam escribió la historia
general de los insectos; Vallisnieri estudió el ovario y la generación. |
|
El microscopio ayudó al análisis de los vegetales también; se distinguió
el sexo, y se clasificaron las plantas según los órganos de la fructificación
y la modificación de la corola; se debe un sistema uniforme a Tournefort
(1656-1708). |
|
Nació entonces la geología, examinando los cuerpos fósiles, y
estableciendo diversos sistemas para explicar la conformación de la
corteza del globo. |
|
En la anatomía adquiría crédito la circulación explicada por Harvey, y
con el microscopio se la observó aun en los vasos más pequeños.
Malpighi, Valsalva, Santorino, Casserio examinaron las vísceras y los
órganos de los sentidos, y Mayow la respiración, para la cual declaró
necesario el oxígeno. Santorio (?-1696) vivió treinta años sobre la
balanza, para apreciar la transpiración cutánea. |
Anatomía
comparada |
Igualmente se empezaron a notar las relaciones que existen entre la
estructura del cuerpo y la fuerza de las funciones vitales, variando según
las especies; de esto se pasó a la teoría del movimiento en los animales
(Borelli). De todo se servía la medicina. La escuela empírica de Sydenham
no atendía a las teorías, sino a las operaciones inmediatas y a las historias
de las enfermedades. Baglivi (1668-1707) adivinó una fuerza vital en las
enfermedades y en la salud, y los mejores consideraban los males no ya
como entes abstractos, sino como modos de ser del organismo.
Introdujéronse preciosos medicamentos, como el mercurio y la quinina; se
continuó el uso de las aguas minerales; se atendió a la salud de los
marinos y de los soldados, y el siciliano Fortunato Fedeli compuso el
primer libro de medicina legal. |
Matemáticas |
Facilitó grandemente el cálculo el descubrimiento de los logaritmos
hecho por Napier (1550-1617). Descartes aplicó el análisis a la geometría,
que se lanzó al infinito, abrazando clases enteras de curvas ordenadas
según el grado de las ecuaciones. La cicloide ocupó a muchos
matemáticos insignes; Wallis dio la aritmética de los infinitos. Grimaldi,
Barberi y otros italianos dieron a conocer los fenómenos de la óptica y de
los colores, anticipándose a los descubrimientos de Newton. |
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Descartes había supuesto que de algunos axiomas se podía deducir el
sistema del mundo y la filosofía de la mecánica; dadas las ideas del
movimiento y de la materia con sus atributos, distribuye la materia en una
infinidad de torbellinos que se limitan y circunscriben alternativamente.
Esta hipótesis, que seducía a la imaginación, fue considerada como
oportuna para sustituir al caduco sistema aristotélico. Pero los sabios más
profundos daban crédito a las leyes de Kepler. Gassendi, Huygens, Picard,
Mercatore, Hevelio, Flamsteed y Galley hacían adelantar la astronomía.
Completó los progresos precedentes Isaac Newton (1643-1727), que
introdujo muchas innovaciones en la mecánica, en la óptica y en la
astronomía, y reformó cuantas ciencias saludó; dio un punto fijo al
termómetro, formó la escala de los colores, estableció las tres grandes
leyes del movimiento, explicando hasta los movimientos celestes por la
sencilla ley de que cada partícula de materia atrae todas las de su clase con
una fuerza proporcional al producto de sus masas e inversa del cuadrado
de las distancias. Así llegó al descubrimiento de la gravedad, que es la ley
más general del mundo. Newton empleó su larga vida en el cálculo y la
reflexión. |
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Newton |
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Los italianos Cassini se sirvieron de los descubrimientos astronómicos,
ópticos y geológicos para hacer magníficos mapas y determinar la
situación de los países. |
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El espíritu filosófico maduraba con la observación; difundíase la
cultura; se usaban las lenguas vivas; la experiencia del mundo material se
aventuraba en el metafísico; la guerra, obedecía a ciertas reglas, en teoría
al menos, y los ejércitos dejaban de ser azote de amigos y enemigos; el
derecho feudal y el canónico eran limitados por el moderno; desarollábase
el comercio, a pesar de los muchos reglamentos que le servían de
obstáculo, y por él Inglaterra adquiría en Europa un predominio que
mantuvo durante todo el siglo siguiente; el esfuerzo de los reyes en
hacerse pomposamente despóticos al estilo de Luis XIV, concluyó por
minar los tronos, mientras la democracia se disponía a reclamar sus
derechos. |