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Con esta misma expresión explicó el amor extremado que tenía a aquel amigo que se le murió en Tagaste, de quien habló en el libro IV, capítulo VI; pero aunque retracta aquella expresión, y le parece demasiada hablando del amor de su amigo, no la retracta ni modera hablando del que tenía a su santa madre.

 

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Dice el Santo doctor que Dios le ha mandado que sirva a sus hermanos, aludiendo a lo que Su Majestad dijo por San Lucas (XXII, 26): El que sea el mayor entre vosotros, hágase como el menor; y el que fuere presidente y prelado, hágase y pórtese como el siervo y ministro de todos. Así San Agustín, aun siendo obispo, cumplía exactísimamente este precepto y no mandaba, sino que servía a sus clérigos, a sus frailes, a todos sus inferiores y súbditos.

 

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Lo que ya soy, esto es, lo que ya he adelantado en la virtud; y lo que soy, esto es, lo que todavía me falta para enmendar y perfeccionar. Esto mismo lo dice de otro modo al principio de este capítulo en aquellas palabras: lo que por vuestra gracia he adelantado para acercarme a Vos, y... cuanto me estorbe el peso de mi corrupción. Pero los traductores no han explicado bien el quis jam sim, et quis adhuc sim del texto.

 

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Anaxímenes se engaña. Este filósofo, que florecía durante el cautiverio de los israelitas en Babilonia, enseñaba que el aire es infinito y que era el principio y causa de todas las cosas, aun de los mismos dioses. Fue discípulo de Anaximandro y maestro de Diógenes y de Anaxágoras, como dice el mismo Santo en el libro III De Civitate Dei, capítulo II.

 

115

Aunque el Santo doctor conoció y adoptó las especies que se llaman intencionales de las cosas corpóreas, y las admitió en los sentidos externos e internos, no admitió especies inteligibles de las ciencias y artes, y otras cosas espirituales que, en sentencia del Santo, están impresas en nuestra alma y como congénitas con ella.

 

116

Es sentencia del Santo doctor que las cosas inmateriales las conocemos por sí mismas con conocimiento propio e intuitivo, no menos que las cosas sensibles. Por esto dice (libro IX, De Trinit., cap. III): Así como nuestra alma recibe por los sentidos del cuerpo las noticias de las cosas corporales, inmediatamente y por sí misma tiene las que pertenecen a las cosas incorpóreas.

 

117

Ésta es una hermosa y elegante etimología del verbo cogitare, y ciertamente es la propia, porque el pensar consiste en juntar y combinar muchos conceptos, para que así podamos formar nuestros juicios y discursos. Por lo que a la primera operación del entendimiento, que llamamos simple aprehensión o concepto, no le conviene con toda propiedad el nombre de cogitación o pensamiento, porque no es colección de varios conceptos, sino uno único y solo.

 

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Platón llamó también a la memoria estómago del alma, pero aunque sirve mucho este ejemplo para explicar el asunto de que trata aquí San Agustín, el mismo Santo dice que no convienen en todo estómago y memoria, sino que en parte se pacen y en parte se distinguen.

 

119

Es muy verdadera esta sentencia y muy frecuente en San Agustín, que dice muchas veces que Dios es la vida de nuestra alma, como nuestra alma es la vida de nuestro cuerpo; y así como faltando el alma al cuerpo, muere éste, así faltando Dios al alma, se muere ésta. Véase el sermón XIII de San Agustín, De Martyribus.

 

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En el capítulo XVII de este libro.