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Sobre este tema cfr. Ferrer Benimeli, José A., Córcega y los jesuitas españoles expulsos (1767-1768) Correspondencia diplomática, San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, 1994. Giménez López, Enrique, El Ejército y la Marina en la expulsión de los jesuitas de España, Hispania Sacra, Madrid, CSIC, vol. XLV, núm. 92 (1993), págs. 577-630.

 

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A principios del siglo XII, se disputaban la isla los genoveses y los pisanos, si bien desde que Gregorio VII reclamó en 1077 la soberanía sobre la isla y Urbano II hizo valer sus derechos en favor del obispo Daimberto, de Pisa, y sus sucesores, la isla estaba en manos de los pisanos. Pero la victoria de los genoveses en Meloria, en 1274 donde fue derrotada la flota pisana hizo caer la isla en manos de aquellos a quienes Pisa la cedió definitivamente en 1299.

 

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En el momento de la expulsión España contaba con 1.660 sacerdotes, 965 coadjutores y 102 escolares, y en América 1.396 sacerdotes, 544 coadjutores y 327 escolares, es decir, 4.994 miembros a los que había que añadir los de Filipinas, calculados en 158. Según esta estadística, en España había 2.727 jesuitas. Sin embargo, en los catálogos de 1766 son 2.746 los reseñados, a saber: Castilla 801, Andalucía 704, Aragón 630, V Toledo 611. La diferencia como puede apreciarse es mínima, de tan sólo 19 sujetos. En aquel año, el número de jesuitas existentes en todo el mundo oscilaba entre 23.000 y 24.000. La provincia de Filipinas contaba con 116 sacerdotes, 2 escolares y 40 coadjutores, según la Synopsis Historiae Societatis Jesu, Ratisbonae, Typis Friderici Pustet, 1914, pág. 353.

 

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Bastia tenía 57 sacerdotes para 8.000 habitantes, y a veces en las parroquias de la campiña se encontraban de 15 a 20 sacerdotes en una misma parroquia. Arrighi, P., La vie quotidienne en Corse au XVIIIème siècle, París, Hachette, 1970, págs. 95 y ss.

 

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Aunque los corsos renovaron la lucha contra Francia, la batalla de Pontenuovo en 1769, dio la victoria definitiva a los franceses. Paoli se fugó con los más comprometidos y la isla quedó convertida de facto en provincia francesa.

 

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Estos últimos, aunque pertenecían a la provincia jesuítica de Toledo, por proximidad debían acudir a Puerto de Santa María, en lugar de desplazarse hasta Cartagena, destino de los de aquella provincia jesuítica.

 

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Pragmática Sanción de Su Majestad en fuerza de ley para el estrañamiento de estos Reynos a los Regulares de la Compañía, ocupación de sus Temporalidades, y prohibición de su restablecimiento en tiempo alguno, con las demás precauciones que expresa, En Madrid, en la Imprenta Real de Gaceta, Año 1767.

 

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Esta fórmula es la que se siguió en El Ferrol, donde los dos navíos de guerra de protección, el Nepomuceno y el San Genaro, para dar acomodo a 200 jesuitas en cada uno de ellos, redujeron en un tercio la dotación de las tripulaciones respectivas, disminuyéndose la capacidad de fuego para así ganar más espacio. De esta forma el Nepomuceno partió finalmente con una tripulación de 249 hombres y 147 soldados, más 202 jesuitas.

 

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En realidad el número previsto no se hubiera quedado corto, pues a los 455 jesuitas embarcados en el Puerto de Santa María y los 139 en Málaga -lo que hacía ya un total de 594- habría que haber añadido los 29 enfermos y ancianos que quedaron en la Península, y los 68 procuradores o administradores de las diferentes casas andaluzas -que fueron embarcados en Cartagena varios meses después- lo que hubiera hecho un total de 631.

 

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Los mercantes fletados en Málaga fueron, los españoles La limpia y pura Concepción, y San Antonio de Padua, el inglés El Pitt -que llevaba 35 jesuitas- el holandés Hoon y el francés La Isabel. Aunque e sabe exactamente cuantos jesuitas llevaban los mercantes españoles, el holandés Hoon, y el francés sale una media de solo 26 en cada caso.