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21

Maxime Chavalier señala algunos en su libro Tipos cómicos y folklore. Siglos XVI-XVII, Madrid, Edi-6, 1982, pp. 120-121.

 

22

Mercader, Gaspar, op. cit. (nota 14), pp. 182-183.

 

23

Mercader, Gaspar, op. cit. (nota 14), p. 179.

 

24

Cfr. King, Willard F., «Prosa novelística y academias literarias del s. XVII», Boletín de la Real Academia Española, X (1967).

 

25

Suárez, de Figueroa, Cristóbal, La constante Amarilis, Valencia, 1609, p. 8.

 

26

Covarrubias Herrera, Jerónimo de, Los cinco libros de la enamorada Elisea. Valladolid, 1594, f. 37v.

 

27

López de Encíso, Bartolomé,Desengaño de celos, Madrid, 1586, p. 40.

 

28

Avalle Áree, Juan Bautista, La novela pastoril española, Madrid, Istmo, 1974, p. 165.

 

29

Tal como afirma Enrique Moreno Báez en la introducción a su edición, ya citada (en nota 2), de La Diana: «El sentido de la proporción que caracteriza al arte del Renacimiento no deja aquí que el dolor aflore con la desmesura con que se muestra en las novelas sentimentales. ¿Quién no recuerda a aquel personaje de la Cárcel de amor, que, lastimado por una respuesta de Laureola, nos dice que, si fuera buscado, por el rastro de mis lágrimas pudieras hallarme? ¿O cuando Curial, al recibir una carta de Güelfa, se desmaya por lo violento que es el deseo que le entra de verla? ¿O aquel episodio de Menina e moça en que Bimnarder llorando hace un charco en el que una tórtola viene a beber? Nada de esto hay en la Diana, cuyo autor evita lo ruidoso y lo desmesurado, y donde las hipérboles son de lo menos original que puede imaginarse y repiten una y otra vez la imagen del que acrecienta con su llanto un río o una fuente, o se limita a ponderar por medio de una cifra elevada», pp. XLIII-IV.