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Troteras y danzaderas, ed. cit., pág. 144.

 

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El Heraldo de Madrid, 23 de junio de 1911. O. C., I, págs. 1396-1400.

 

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No puede dejarse de señalar el interés que en esta etapa de la evolución de la obra ayaliana presenta una breve pieza teatral, Sentimental Club, publicada en 1909 en El Cuento Semanal; veinte años después, con importantes variantes y bajo el título de La revolución sentimental, volvió a ver la luz en La Novela de Hoy. Las diferencias entre las dos ediciones han sido estudiadas por Ignacio Soldevila-Durante («De Sentimental Club a La revolución sentimental», Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 181 (enero, 1965), págs. 5-19), quien ha revisado sus afirmaciones a la luz de nuevos datos («Una cuestión de poética y una pregunta retórica en torno a Sentimental Club», en Simposio Internacional Ramón Pérez de Ayala, págs. 136-147); y la estructura de la pieza ha sido analizada por Joaquina Canoa Galiana («Pérez de Ayala y el teatro», AA.VV., Homenaje a Ramón Pérez de Ayala, Universidad de Oviedo, 1980, págs. 161-188), Esta obrita supone una nueva orientación que no sería continuada: la de la literatura de ciencia-ficción. Sobre ella, su autor declaró años después: «Sentimental Club [...] es una patraña burlesca basada en la anticipación; escrita cuando aún no había surgido el comunismo, demuestra la absurdidad de ese régimen. Cuando ya todo está mecanizado, para librarse de la tiranía de la máquina, surge un grupo de hombres que trata de provocar la revolución sentimental.» (Julio Trenas, entrevista cit.)

La acción transcurre en la Universal República Comunista, donde se había trabajado científicamente «para ir creando la psicología comunista y matar, para siempre, el sentimiento de la individualidad». Se habían erradicado los sentimientos amorosos; no existía la escritura; se hablaba una sola lengua, la española, por ser «la más refractaria para temas sentimentales»; la educación era básicamente visual y acústica, y se había logrado hacer desaparecer la música. Un grupo de personajes, capitaneados por Ulises, se conjura para realizar esa «revolución sentimental». La obrita es, ante todo, una defensa del valor individual de la persona: el sentimiento humano, piensa Ayala, nunca puede ser dominado, y cada uno de los personajes se compromete a la acción para alcanzar su plenitud. Ulises traza así el proceso de las revoluciones en la historia de la humanidad: «Primero fue la revolución política. Luego, la social. Le toca el turno a la sentimental. La comunidad humana se halla ya establecida en tal coherencia, que nada podrá destruirla. El individualismo ya no es peligroso. Ahora, gritemos: ¡Viva el individuo!» (En O. C., II, pág. 1070. Se recoge aquí la versión de 1929.)

Sorprende encontrar evidentes similitudes con Un mundo feliz de Huxley, con la novela de Orwell 1984 y hasta con el Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, cuando la obra de Pérez de Ayala es muy anterior (María Teresa Font, en su art. «La sociedad del futuro en Pérez de Ayala, Huxley y Orwell», Revista de Estudios Hispánicos, The University of Alabama Press, IV, núm. 1 (abril, 1970), págs. 67-83, señala las semejanzas entre las novelas de los dos autores anglosajones con la pieza teatral del español, pero tiene el defecto de no conocer más edición de La revolución sentimental que la de Losada, Buenos Aires, 1959). También es reconocible, tras la figura de Ulises, la personalidad del marqués de Valero de Urría, por el tipo de mensaje que lanza cada vez que, bajo cualquier disfraz, aparece por las páginas de nuestro escritor (El otro padre Franciscano, Pilares...), y porque en esta obra se expresa con galicismos, y, como nos informa Pérez Ferrero, «en la prosodia castellana de Valero de Urría siempre se advertían dejos de pronunciación francesa». (Op. cit., pág. 76).

 

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Clasificación que apunté en otro lugar. Vide mi art. «Hacia una clasificación de la narrativa breve de Ramón Pérez de Ayala», Item, Centro de Estudios Universitarios-Facultad de Filosofía y Letras, Alicante, núm. 2 (julio-diciembre, 1977), págs. 77-97.

 

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Pierre Sallenave, en su art. «La estética y el esencial ensayismo de Ramón Pérez de Ayala», Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 234 (junio, 1969), págs. 601-615, señalaba: «Contrariamente a lo que afirma la mayoría de los exégetas, no nos parece que el pensamiento de don Ramón haya evolucionado sustancialmente a lo largo de los años» (pág. 608). Y, más recientemente, Julio Matas, en Contra el honor..., pág. 25: «Pero en franca contradicción con el concepto parcial que sostiene toda tesis, Ayala se había formado una visión del universo [...] caracterizada por una ilimitada tolerancia [...] Esta 'visión' informa las meditaciones sobre diversas cuestiones que, a lo largo de su vida, fue dejando Ayala y que hoy, cuando podemos abarcarlas de modo 'simultáneo' en las colecciones de sus artículos publicadas en años recientes, aparecen como lo que verdaderamente son, no la respuesta cambiante a sucesivas instancias vitales, sino ligeras variaciones sobre la misma idea».

 

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Prólogo a Troteras y danzaderas, Buenos Aires, 1942, pág. 17. El sentido platónico de sus normas se pone de manifiesto en varios de sus escritos; así en Amistades y recuerdos, pág. 152: «En el lenguaje laxo y generalizado de todos los días se suele entender como norma el módulo común y más usadero. Pero la norma es justamente lo contrario: dechado ideal y perfecto. Así, conforme al habla vulgar [...] un hombre verdaderamente normal resultaría un anormal por desacostumbrado, y viceversa, la normalidad se compondría de hombres anormales, individuos que no cumplan la norma no hinchen la exigencia del arquetipo. Mas la norma es como la estrella polar; nos orientarnos por ella, aunque sabemos que no nos es dado alcanzarla.» El subrayado es mío.

 

367

Op. cit., pág. 18. El subrayado es mío.

 

368

Epistolario cit., pág. 180. La carta está fechada el 15 de septiembre de 1915.

 

369

O. C., II, pág. 77.

 

370

Ibíd., pág. 80.