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Día a día con Monseñor Romero

(Meditaciones para todo el año)

Óscar A. Romero



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Prólogo

     Veinte años después y en el umbral de un nuevo milenio, la palabra de Monseñor Romero no ha perdido actualidad. Sus homilías nos siguen cuestionando y exigiendo, nos continúan dando ánimo y esperanza. Nadie que hoy lea o escuche sus homilías puede quedar indiferente. Y es que la palabra de Monseñor Romero, como la palabra del Evangelio, no pierde vigencia porque es una palabra profética, el «resonar de Dios» en el pueblo de El Salvador.

     En esta ocasión presentamos una selección de textos de sus homilías. Son 365 textos, uno para cada día del año. Y es que este libro quiere ser un libro para la meditación diaria, para que Monseñor Romero nos acompañe a lo largo del año. Él mismo, en una ocasión, nos propuso viajar a esa «celda íntima» de nuestra conciencia para encontrarnos con nosotros mismos y con Dios, para luego ir al encuentro de nuestro [4] pueblo pobre. Si Monseñor Romero fue capaz de pronunciar palabras tan claras, de amar a los pobres y ofrecer su propia vida, fue porque siempre, por más ocupado que estuviese, dedicaba su tiempo a la meditación y oración personal. ¿Por qué no hacer nosotros lo mismo? Y qué mejor, que guiados por su propia palabra.

     Los textos seleccionados están tomados de la primera edición de las homilías de Monseñor Romero que en su ocasión publicara el arzobispado de San Salvador: Monseñor Óscar A. Romero, su pensamiento (8 volúmenes). Al final de cada texto indicamos el volumen y la página de donde fue transcrito el fragmento. Para las personas que deseen profundizar en el pensamiento de Monseñor Romero, les recomendamos la lectura de sus homilías y cartas pastorales.

     «Hermanos, guarden este tesoro. No es mi pobre palabra la que siembra esperanza y fe; es que yo no soy más que el humilde [5] resonar de Dios en este pueblo» (Homilía 2 de octubre de 1977, I-II p. 261). Cuidemos, pues, este tesoro, esta gran herencia que nos dejó. Hagamos vida su palabra en nuestras vidas, seamos humanos y cristianos como lo fue Monseñor y edifiquemos un país como él lo soñó. [6] [7]



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1. La verdad es perseguida

     La persecución es algo necesario en la Iglesia. ¿Saben porqué? Porque la verdad siempre es perseguida. Jesucristo lo dijo: «Si a mí me persiguieron, también os perseguirán a vosotros». Y por eso, cuando un día le preguntaron al Papa León XIII, aquella inteligencia maravillosa de principios de nuestro siglo, cuáles son las notas que distinguen a la Iglesia católica verdadera, el Papa dijo ya las cuatro conocidas: una, santa, católica y apostólica. «Agreguemos otras -les dice el Papa-, perseguida». No puede vivir la Iglesia que cumple con su deber sin ser perseguida (Homilía 29 de mayo de 1977, I-II p. 73). [8]



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2. Profetismo

     Ya les dije un día la comparación sencilla del campesino: «Monseñor, cuando uno mete la mano en una olla de agua con sal, si la mano está sana no le sucede nada; pero si tiene una heridita ¡ay! ahí le duele». La Iglesia es la sal del mundo y naturalmente que donde hay heridas tiene que arder esa sal (Homilía 29 de mayo de 1977, I-II p. 74).

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3. Plurarismo

     Es necesario un pluralismo sano. No queramos cortarlos a todos con la misma medida. No es uniformidad, que es distinto de unidad. Unidad quiere decir pluralidad, pero respeto de todos al pensamiento de los otros, y entre todos crear una unidad que es mucho más rica que mi sólo pensamiento (Homilía 29 de mayo de 1977, I-II p. 75). [10]



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4. Idolatría

     Cuando Cristo confesó que él era el Hijo de Dios, lo tomaron por blasfemo y lo sentenciaron a muerte. Y la Iglesia sigue confesando que Cristo es el Señor, que no hay otro Dios. Y cuando los hombres están de rodillas ante otros dioses, les estorba que la Iglesia predique a este único Dios. Por eso choca la Iglesia ante los ídolos del poder, ante los idólatras del dinero, ante los que hacen de la carne un ídolo, ante los que piensan que Dios sale sobrando, que Cristo no hace falta, que se valen de las cosas de la tierra: ídolos. Y la Iglesia tiene el derecho y el deber de derribar todos los ídolos y proclamar que sólo Cristo es el Señor (Homilía 19 de junio de 1977, I-II pp. 91-92). [11]



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5. Evangelio

     Yo creo que hemos mutilado mucho el evangelio. Hemos tratado de vivir un Evangelio muy cómodo, sin entregar nuestra vida, solamente de Piedad, únicamente un evangelio que nos contentaba a nosotros mismos (Homilía 19 de junio de 1977, I-II p. 99). [12]



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6. Perdón

     Yo comprendo que es duro perdonar después de tantos atropellos; y sin embargo, esta es la palabra del Evangelio: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian y persiguen, sed perfectos como vuestro Padre celestial, que hace llover su lluvia e iluminar con su sol a los campos de los buenos y de los malos». Que no haya resentimientos en el corazón (Homilía 19 de junio de 1977, I-II p. 101). [13]



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7. La venganza del cristiano

     Seremos firmes, sí, en defender nuestros derechos, pero con un gran amor en el corazón. Porque el defender así, con amor, estamos buscando también la conversión de los pecadores. Esa es la venganza del cristiano (Homilía 19 de junio de 1977, I-II p. 101). [14]



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8. Interioridad

     Vivimos muy afuera de nosotros mismos. Son pocos los hombres que de veras entran dentro de sí, y por eso hay tantos problemas... En el corazón de cada hombre hay como una pequeña celda íntima, donde Dios baja a platicar a solas con el hombre. Y es allí donde el hombre decide su propio destino, su propio papel en el mundo. Si cada hombre de los que estamos tan emproblemados, en este momento entráramos en esta pequeña celda y, desde allí, escucháramos la voz del Señor, que nos habla en nuestra propia conciencia, cuánto podríamos hacer cada uno de nosotros por mejorar el ambiente, la sociedad, la familia en que vivimos (Homilía 10 de julio de 1977, 111 pp. 122-123). [15]



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9. Parábola del samaritano

     En la parábola del buen samaritano tenemos la condenación de todo aquél que piensa honrar a Dios y se olvida del prójimo: ni el sacerdote, ni el levita, ni ningún hombre que por ir a Misa, por ir a adorar a Dios, por estar pensando en Dios se olvida de las necesidades del prójimo (Homilía 10 de julio de 1977, I-II p. 127). [16]



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10. Amor

     No se puede cosechar lo que no se siembra. ¿Cómo vamos a cosechar amor en nuestra República, si sólo sembramos odio? (Homilía 10 de julio de 1977, I-II p. 128).

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11. Compromiso con la historia

     El cristiano no debe tolerar que el enemigo de Dios, el pecado, reine en el mundo. El cristiano tiene que trabajar para que el pecado sea marginado y el reino de Dios se implante. Luchar por esto no es comunismo. Luchar por esto no es meterse en política. Es simplemente el Evangelio que le reclama al hombre, al cristiano de hoy, más compromiso con la historia (Homilía 16 de julio de 1977, I-II p. 133). [18]



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12. Pecado

     ¿Qué es el pecado? El pecado es la muerte de Dios. Es lo que hizo capaz de llevar a Dios hasta morir en una cruz, porque sólo así se puede perdonar. El pecado es el atropello a la ley de Dios. Es pisotear el designio de Dios. El pecado es irrespeto a lo que Dios quiere (Homilía 24 de julio de 1977, I-II p. 140). [19]



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13. Conformismo

     Los hombres no comprenden su dignidad y no se promueven. Y viven un conformismo que verdaderamente es opio del pueblo. Esto hay mucho, hermanos. Los ricos que no piensen que ellos sólo son los culpables del pecado social. También los perezosos, también los marginados que no luchan por conocer su dignidad y trabajar por ser mejor. Todo aquél que se adormece y está tranquilo, como que otros le realicen su propio destino, está pecando también (Homilía 24 de julio de 1977, I-II p. 141). [20]



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14. Iglesia profética

     La Iglesia no puede callar ante esas injusticias del orden económico, del orden político, del orden social. Si callara, la Iglesia sería cómplice con el que se margina y duerme un conformismo enfermizo, pecaminoso, o con el que se aprovecha de ese adormecimiento del pueblo para abusar y acaparar económicamente, políticamente, y marginar una inmensa mayoría del pueblo. Esta es la voz de la Iglesia, hermanos. Y mientras no se le deje libertad de clamar estas verdades de su Evangelio, hay persecución. Y se trata de cosas sustanciales, no de cosas de poca importancia. Es cuestión de vida o muerte para el reino de Dios en esta tierra (Homilía 24 de julio de 1977, I-II p. 142). [21]



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15. La oración

     La oración es la cumbre del desarrollo humano. El hombre no vale por lo que tiene, sino por lo que es. Y el hombre es, cuando se encara con Dios y comprende qué maravillas ha hecho Dios consigo. Dios ha creado un ser inteligente, capaz de amar, libre (Homilía 24 de julio de 1977, I-II p. 143). [22]



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16. Trascendencia

     Trascendencia es una palabra que quiere significar la perspectiva hacia lo eterno, hacia Dios, hacia lo divino. Sólo cuando se mira el mundo, las cosas, las riquezas, la tierra, hacia Dios que les dio origen, las cosas tienen sentido. Cuando miramos las cosas, las riquezas y los bienes de la tierra sin tener en cuenta a Dios, las cosas se hacen vanas (Mensaje radiofónico 31 de julio de 1977, I-II p. 148). [23]



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17. Impunidad

     No hay crimen que se quede sin castigo. El que a espada hiere, a espada muere, ha dicho la biblia. Todos estos atropellos del poder de la patria no se pueden quedar impunes (Homilía 7 de agosto de 1977, I-II p. 164).

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18. Dios

     Dios no camina por allí, sobre charcos de sangre y de torturas. Dios camina sobre caminos limpios de esperanza y de amor (Homilía 7 de agosto de 1977, I-II p. 165).

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19. Sanción social

     Antiguamente había sanción social. Y dicen que la gente que llegaba a un casino tenía tanto sentido de su nobleza que, si llegaba un asesino o un ladrón, aunque aparentemente fuera un gran señor, no se le daba la mano, porque al estrechar la mano es señal de que estamos de acuerdo plenamente. Ojalá resurgiera ese sentido noble de la sanción social y reclamáramos a aquellos que no están de acuerdo con los proyectos de Dios, respetarles su modo de pensar, pero saber que no está construyendo la verdadera paz (Homilía 14 de agosto de 1977, I-II p. 173). [26]



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20. El Profeta

     El profeta tiene que ser molesto a la sociedad, cuando la sociedad no está con Dios (Homilía 14 de agosto de 1977, I-II p. 174).

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21. Mi vida no me pertenece a mí

     Entre los acontecimientos de esta semana, sin duda que son muchos, pero puedo destacar con un sentido de gratitud la celebración de mi cumpleaños, donde he comprendido una vez más que mi vida no me pertenece a mí, sino a ustedes (Homilía 21 de agosto de 1977, I-II p. 182). [28]



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22. Conversión

     Si uno vive un cristianismo que es muy bueno, pero que no encaja con nuestro tiempo, que no denuncia las injusticias, que no proclama el reino de Dios con valentía, que no rechaza el pecado de los hombres, que consiente, por estar bien con ciertas clases, los pecados de esas clases, no está cumpliendo su deber, está pecando, está traicionando su misión. La Iglesia está puesta para convertir a los hombres, no para decirles que está bien todo lo que hacen; y por eso, naturalmente, cae mal. Todo aquél que nos corrige, nos cae mal. Yo sé que he caído mal a mucha gente, pero sé que he caído muy bien a todos aquéllos que buscan sinceramente la conversión de la Iglesia (Homilía 21 de agosto de 1977, I-II p. 190). [29]



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23. La voz de los sin voz

     Queremos ser la voz de los que no tienen voz para gritar contra tanto atropello contra los derechos humanos. Que se haga justicia, que no se queden tantos crímenes manchando a la patria, al ejército. Que se reconozca quiénes son los criminales y que se dé justa indemnización a las familias que quedan desamparadas (Homilía 28 de agosto de 1977, I-II p. 192). [30]



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24. Jesús, el único líder

     Jamás me he creído líder de ningún pueblo, porque no hay más que un líder: Cristo Jesús. Jesús es la fuente de la esperanza. En Jesús se apoya lo que predico. En Jesús está la verdad de lo que estoy diciendo (Homilía 28 de agosto de 1977, I-II p. 199). [31]



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25. Iglesia pobre

     Ahora la Iglesia no se apoya en ningún poder, en ningún dinero. Hoy la Iglesia es pobre. Hoy la Iglesia sabe que los poderosos la rechazan, pero que la aman los que sienten en Dios su confianza... Esta es la Iglesia que yo quiero. Una Iglesia que no cuente con los privilegios y las valías de las cosas de la tierra. Una Iglesia cada vez más desligada de las cosas terrenas, humanas, para poderlas juzgar con mayor libertad desde su perspectiva del Evangelio, desde su pobreza (Homilía 28 de agosto de 1977, I-II p. 200). [32]



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26. Idolatría de la riqueza

     ¿Qué otra cosa es la riqueza cuando no se piensa en Dios? Un ídolo de oro, un becerro de oro. Y lo están adorando, se postran ante él, le ofrecen sacrificios. ¡Qué sacrificios enormes se hacen ante la idolatría del dinero! No sólo sacrificios, sino iniquidades. Se paga para matar. Se paga el pecado. Y se vende. Todo se comercializa. Todo es lícito ante el dinero (Homilía 11 de septiembre de 1977, I-II p. 214). [33]



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27. Iglesia de los pobres

     Cuando la Iglesia se llama la Iglesia de los pobres, no es porque esté consintiendo esa pobreza pecadora. La Iglesia se acerca al pecador pobre para decirle: Conviértete, promuévete, no te adormezcas. Y esta misión de promoción, que la Iglesia está llevando a cabo, también estorba. Porque a muchos les conviene tener masas adormecidas, hombres que no despierten, gente conformista, satisfecha con las bellotas de los cerdos. La Iglesia no está de acuerdo con esa pobreza pecadora. Sí, quiere la pobreza. Pero la pobreza digna, la pobreza que es fruto de una injusticia y lucha por superarse, la pobreza digna del hogar de Nazaret, José y María eran pobres, pero qué pobreza más santa, qué pobreza más digna. Gracias a Dios tenemos pobres también de esta categoría entre nosotros. Y desde esta categoría de pobres dignos, pobres santos, proclama Cristo: Bienaventurados los que [34] tienen hambre, bienaventurados los que lloran, bienaventurados los que tienen sed de justicia. Desde allí clama la Iglesia también, siguiendo el ejemplo de Cristo, que es esa pobreza la que va a salvar al mundo. Porque ricos y pobres tienen que hacerse pobres desde la pobreza evangélica, no desde la pobreza que es fruto del desorden y del vicio; sino desde la pobreza que es desprendimiento, que es esperarlo todo de Dios, que es voltearle la espalda al becerro de oro para adorar al único Dios, que es compartir la felicidad de tener con todos los que no tienen, que es la alegría de amar (Homilía 11 de septiembre de 1977, I-II p. 216). [35]



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28. Amor a Dios al prójimo

     Estas desigualdades injustas, estas masas de miseria que claman al cielo, son un antisigno de nuestro cristianismo. Están diciendo ante Dios que creemos más en las cosas de la tierra que en la alianza de amor que hemos firmado con Él, y que por alianza con Dios todos los hombres debemos sentirnos hermanos... El hombre es tanto más hijo de Dios cuanto más hermano se hace de los hombres, y es menos hijo de Dios cuanto menos hermano se siente del prójimo (Homilía 18 de septiembre de 1977, I-II p. 225). [36]



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29. En medio del pueblo

     Es cierto que me he andado yo por El Jicarón, por El Salitre y muchos otros cantones; y me glorío de estar en medio de mi pueblo y sentir el cariño de toda esa gente que mira en la Iglesia, a través de su obispo, la esperanza (Homilía 25 de septiembre de 1977, I-II p. 235). [37]



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30. Según el corazón de Dios

     Los corazones no quieren oír ni aunque sea un muerto el que les venga a decir: estamos muy mal en El Salvador. Esta figura tan fea de nuestra patria no es necesario pintarla bonita allá afuera. Hay que hacerla bonita aquí adentro, para que resulte bonita allá afuera también. Pero mientras haya madres que lloran la desaparición de sus hijos, mientras haya torturas en nuestros centros de seguridad, mientras haya abuso de sibaritas en la propiedad privada, mientras haya ese desorden espantoso, hermanos, no puede haber paz, y seguirán sucediendo los hechos de violencia y sangre. Con represión no se acaba nada. Es necesario hacerse racional y atender la voz de Dios, y organizar una sociedad más justa, más según el corazón de Dios. Todo lo demás son parches. Los nombres de los asesinados irán cambiando, pero siempre habrá asesinados. Las violencias seguirán cambiando de nombre, pero habrá siempre violencia mientras no se cambie la raíz de donde están brotando todas esas cosas tan horrorosas de nuestro ambiente (Homilía 25 de septiembre de 1977, I-II p. 240). [38]



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31. De Dios nadie se ríe

     De Dios nadie se ríe. Su ley imperará para siempre. Y este Dios, que es amor para nosotros, se convierte en justicia cuando no se ha sabido captar la invitación del amor... Dios espera, pero cuando ya la paciencia de Dios termina en el amor, comienza su justicia. Hermanos, no es volver a la Edad Media al hablar del infierno. Es poner frente a los ojos la justicia de Dios, de la cual nadie se ríe. Organicemos a tiempo nuestra patria. Organicemos los bienes que Dios nos ha dado para la felicidad de todos los salvadoreños. Hagamos de esta república una bella antesala del paraíso del Señor, y tendremos la dicha de ser recibidos como el pobre Lázaro (Homilía 25 de septiembre de 1977, I-II pp. 242-243). [39]



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32. Desde el pueblo fiel la voluntad de Dios

     Estoy recibiendo muchos anónimos verdaderamente groseros. Sepan, hermanos, que la posición que he tomado está a base de conciencia. No es sólo de presiones, como se dice; sino simplemente el deber de un pastor que siente la alegría, al mismo tiempo que la angustia, de vivir con su pueblo. Y desde el pueblo, fiel a la voluntad de Dios, caminar por un camino que sea verdaderamente el camino del Señor (Homilía 9 de octubre de 1977, I-II pp. 265-266). [40]



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33. Consecuencias del pecado

     Las masas de miseria, dijeron los obispos en Medellín, son un pecado, una injusticia que clama al cielo. La marginación, el hambre, el analfabetismo, la desnutrición y tantas otras cosas miserables que se entran por todos los poros de nuestro ser, son consecuencias del pecado. Del pecado de aquéllos que lo acumulan todo y no tienen para los demás. Y también del pecado de los que, no teniendo nada, no luchan por su promoción; son conformistas, haraganes, no luchan por promoverse. Pero muchas veces no luchan, no por su culpa; es que hay una serie de condicionamientos, de estructuras, que no los dejan progresar. Es un conjunto, pues, de pecado mutuo (Homilía 9 de octubre de 1977, I-II p. 266). [41]



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34. Un corazón ancho

     Me duele esa calumnia cuando dicen que yo quiero ser obispo sólo de una clase y desprecio a otra clase. No, hermanos. Trato de tener un corazón ancho como el de Cristo, imitarlo en algo para llamar a todos a esta palabra que salva, para que todos nos convirtamos, yo el primero, nos convirtamos a esta palabra que exhorta, que anima, que eleva (Homilía 16 de octubre de 1977, I-II p. 282). [42]



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35. El mal es muy profundo

     El mal es muy profundo en El Salvador, y si no se toma de lleno su curación, siempre estaremos -como hemos dicho- cambiando de nombres, pero siempre el mismo mal (Homilía 23 de octubre de 1977, I-II p. 285). [43]



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36. Biblia y signos de los tiempos

     Además de la lectura de la biblia, que es palabra de Dios, un cristiano fiel a esa palabra tiene que leer también los signos de los tiempos, los acontecimientos, para iluminarlos con esa palabra (Homilía 30 de octubre de 1977, I-II p. 295). [44]



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37. El obispo

     El pastor tiene que estar donde está el sufrimiento (Homilía 30 de octubre de 1977, I-II p. 296).

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38. Los mártires catequistas

     Yo quiero recordar aquí a nuestros queridos hermanos catequistas. Sería imposible enumerarlos; pero recordemos por ejemplo a Filomena Puertas, a Miguel Martínez, a tantos otros, queridos hermanos, que han trabajado, que han muerto, y que en la hora de su dolor, de su agonía dolorosa, mientras los despellejaban, mientras los torturaban y daban su vida, mientras eran ametrallados, subieron al cielo. ¡Y están allá victoriosos! ¿Quién ha vencido? Como la biblia, podemos preguntar a los que los mataron y a los que siguen persiguiendo a los cristianos: ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? La victoria es la de la fe. Han salido victoriosos los matados por la justicia (Homilía 30 de octubre de 1977, I-II pp. 300-301). [46]



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39. Bienaventurados los liberadores

     Bienaventurados los liberadores que ponen su fuerza no en las armas, no en el secuestro, no en la violencia ni en el dinero, sino que saben que la liberación tiene que venir de Dios; que será la conjugación maravillosa del poder liberador de Dios y del esfuerzo cristiano de los hombres (Homilía 30 de octubre de 1977, I-II p. 303). [47]



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40. No somos más que cristianos

     No teman los conservadores, sobre todo aquéllos que no quisieran que se hablara de la cuestión social, de los temas espinosos, que hoy necesita el mundo. No teman que los que hablamos de estas cosas nos hayamos hecho comunistas o subversivos. No somos más que cristianos, sacándole al Evangelio las consecuencias que hoy, en esta hora, necesita la humanidad, nuestro pueblo (Homilía 30 de octubre de 1977, I-II p. 304). [48]



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41. Cumplir la voluntad de Dios

     El destino del hombre no es tener mucho dinero, tener mucho poder, ser muy vistoso, sino saber cumplir la voluntad de Dios (Homilía 6 de noviembre de 1977, I-II p. 307).

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42. Teología del martirio

     Lean el capítulo 7 del segundo libro de los Macabeos. Allí tienen una teología del martirio. Una teología que hoy necesita mucho nuestro pueblo. La teología del testimonio de fidelidad a la ley de Dios antes que obedecer a los que profanan la ley del Señor, los derechos del Señor. Sacando el conjunto de las respuestas de los siete niños o hijos, unos eran más grandes, se concluye que [en] el pensamiento de Israel privaban estas ideas: hay que obedecer la ley de Dios aun cuando suponga el riesgo de morir (Homilía 6 de noviembre de 1977, I-II p. 310). [50]



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43. El cristianismo

     El cristianismo no es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir, de prohibiciones. Así resulta muy repugnante. El cristianismo es una persona que me amó tanto que reclama mi amor. El cristianismo es Cristo (Homilía 6 de noviembre de 1977, I-II p. 312). [51]



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44. El lenguaje de la esperanza

     Ayer supe allá, por Santiago de María, que ya, según algunos amigos míos, yo he cambiado, que yo ahora predico la revolución, el odio, la lucha de clases, que soy comunista. A ustedes les consta cuál es el lenguaje de mi predicación. Un lenguaje que quiere sembrar esperanza, que denuncia, sí, las injusticias de la tierra, los abusos del poder, pero no con odio, sino con amor, llamando a conversión (Homilía 6 de noviembre de 1977, I-II p. 313). [52]

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45. La violencia

     Existen, pues dos violencias. La que está oprimiendo de arriba, políticamente, económicamente, y la que reacciona contra esa violencia. «Los dos aspectos -continua el Vaticano diciendo- pueden ser difíciles de separar, y la injusticia puede ser recíproca». En las dos puede haber injusticia. Evidentemente, -son palabras del Vaticano- hay injusticia en la primera violencia». O sea, que aquí el documento de la Santa Sede llama injusta a esa situación de opresión, de represión, de querer tener más, de querer ser poderosos aún reprimiendo a los débiles. «Evidentemente en el primer caso vale, pero también con frecuencia en el segundo». Nunca voy a defender yo, ni nadie católico puede defender, la injusta violencia, aunque proceda del más oprimido. Siempre sera una injusticia si traspasa los límites de la ley de Dios (Homilía 13 de noviembre de 1977, I-II p. 316). [53]



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46. Me da mucho gusto pertenecer a esta iglesia

     Me da mucho gusto pertenecer a esta Iglesia que está despertando la conciencia del campesino, del obrero, no para hacerlo subversivo -ya hemos dicho que la violencia pecadora no es buena-, sino para que sepa ser sujeto de su propio destino, que no sea más una masa dormida, que sean hombres que sepan pensar, que sepan exigir. Esta es gloria de la Iglesia, y de ninguna manera se avergüenza cuando se la quiere confundir con otras ideologías, porque ya se ve que es calumnia, que es querer echar humo para confundir y para desprestigiar este papel promotor de la Iglesia (Homilía 13 de noviembre de 1977, I-II pp. 317-318). [54]



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47. La piedra de toque

     Hermanos, ¿quieren saber si su cristianismo es auténtico? Aquí está la piedra de toque. ¿Con quiénes estás bien? ¿Quiénes te critican? ¿Quiénes no te admiten? ¿Quiénes te halagan? Conoce allí que Cristo dijo un día: No he venido a traer la paz sino la división, y habrá división hasta en la misma familia, porque unos quieren vivir más cómodamente, según los principios del mundo, del poder y del dinero, y otros, en cambio, han comprendido el llamamiento de Cristo y tienen que rechazar todo lo que no puede ser justo en el mundo (Homilía 13 de noviembre de 1977, I-II p. 323). [55]



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48. El diálogo

     Hermanos, el diálogo no se debe caracterizar por ir a defender lo que uno lleva. El diálogo se caracteriza por la pobreza: ir pobre para encontrar entre los dos la verdad, la solución. Si las dos partes de un conflicto van a defender sus posiciones, solamente saldrán como han entrado (Homilía 20 de noviembre de 1977, I-II p. 330). [56]



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49. Iglesia perseguida

     Hermanos, no nos debe de extrañar cuando se habla de Iglesia perseguida. Muchos se escandalizan y dicen que estamos exagerando, que no hay Iglesia perseguida. ¡Pero si es la nota histórica de la Iglesia! Siempre tiene que ser perseguida. Una doctrina que va contra las inmoralidades, que predica contra los abusos, que va siempre predicando el bien y atacando el mal, es una doctrina puesta por Cristo para santificar los corazones, para renovar las sociedades. Y, naturalmente, cuando en esa sociedad o en ese corazón hay pecado, hay egoísmo, hay podredumbres, hay envidias, hay avaricias, pues el pecado salta, como la culebra cuando tratan de apelmazarla, y persigue al que trata de perseguir el mal, el pecado. Por eso, cuando la Iglesia es perseguida es señal de que está cumpliendo su misión (Homilía 25 de noviembre de 1977, I-II p. 339). [57]



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50. Los halagos del perseguidor

     Primero la persecución trata de halagar, de domesticar; y cuando uno se doblega ante estos halagos, pues no hay necesidad de perseguirlo, ya está vencido. Por eso, mucho cuidado, queridos hermanos, no se dejen halagar. Cuando el halago viene del pecado, y cuando se trata de no molestarse, de no sacrificarse, de estar bien, de instalarse cómodamente en la tierra, eso es malo, porque entonces ya uno se hizo también perseguidor (Homilía 25 de noviembre de 1977, I-II p, 340). [58]



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51. La fuerza de la palabra

     La palabra es fuerza. La palabra, cuando no es mentira, lleva la fuerza de la verdad. Por eso hay tantas palabras que no tienen fuerza ya en nuestra patria, porque son palabras mentira, porque son palabras que han perdido su razón de ser (Homilía 25 de noviembre de 1977, I-II p. 342). [59]



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52. Liberación

     La palabra que a muchos molesta, la liberación, es una realidad de la redención de Cristo. La liberación quiere decir la redención de los hombres, no sólo después de la muerte para decirles «confórmense mientras viven». No. Liberación quiere decir que no exista en el mundo la explotación del hombre por el hombre. Liberación quiere decir redención que quiere libertar al hombre de tantas esclavitudes. Esclavitud es el analfabetismo. Esclavitud es el hambre, por no tener con qué comprar comida. Esclavitud es la carencia de techo, no tener donde vivir. Esclavitud, miseria, todo eso va junto (Homilía 25 de noviembre de 1977, I-II p. 342). [60]



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53. Biblia y realidad histórica

     No podemos segregar la palabra de Dios de la realidad histórica en que se pronuncia, porque no sería ya palabra de Dios, sería historia, sería libro piadoso, una biblia que es libro de nuestra biblioteca. Pero se hace palabra de Dios ilumina, contrasta, repudia, porque alaba lo que se está haciendo hoy en nuestra sociedad (Homilía 27 de noviembre de 1977, III p. 2). [61]



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54. Instrumento del poder

     Un Evangelio que no tiene en cuenta los derechos de los hombres, un cristianismo que no construye la historia de la tierra, no es la auténtica doctrina de Cristo, sino simplemente instrumento del poder. Lamentamos que en algún tiempo nuestra Iglesia también haya caído en ese pecado; pero queremos revisar la actitud y, de acuerdo con esa espiritualidad auténticamente evangélica, no queremos ser juguete de los poderes de la tierra, sino que queremos ser la Iglesia que lleva el evangelio auténtico, valiente, de nuestro Señor Jesucristo, aun cuando fuera necesario morir como Él, en una cruz (Homilía 27 de noviembre de 1977, III p. 6). [62]



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55. Grito fuerte contra la injusticia

     Yo tengo la conciencia muy tranquila de que jamás he incitado a la violencia. Todos esos campos pagados y esas calumnias y esas voces de radio gritando contra el obispo revolucionario son calumnias, porque mi voz no se ha manchado nunca con un grito de resentimiento ni de rencor. Grito fuerte contra la injusticia pero para decirle a los injustos: ¡Conviértanse! Grito en nombre del dolor para decirle a los criminales: ¡Conviértanse! ¡No sean malos! (Homilía 1 de diciembre de 1977, III p. 15). [63]



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56. María símbolo del pueblo que sufre opresión

     María, hermanos, es el símbolo del pueblo que sufre opresión, injusticia, porque es el dolor sereno que espera la hora de la resurrección, es el dolor cristiano, el de la Iglesia que no está de acuerdo con las injusticias actuales, pero sin resentimientos, esperando la hora en que el Resucitado volverá para darnos la redención que esperamos(Homilía 1 de diciembre de 1977, III, p. 17). [64]



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57. La iglesia no es ilusa

     Hermanos, la Iglesia no es ilusa. La Iglesia espera con seguridad la hora de la redención. Esos desaparecidos, aparecerán. El dolor de estas madres se convertirá en Pascua. La angustia de este pueblo que no sabe a donde va en medio de tanta angustia, será Pascua de resurrección si nos unimos a Cristo, esperamos en Él (Homilía 1 de diciembre de 1977, III p. 17). [65]



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58. Si estamos hablando de las estrellas

     Dicen muchas veces: «Por qué en tal iglesia, en tal parte, no hay problemas». No puede haber problemas si estamos hablando de las estrellas, hablando de las cosas que no tocan los problemas que ejercitan nuestra paciencia, nuestra fortaleza, nuestro compromiso de hoy en la historia (Homilía 4 de diciembre de 1977, III p. 19). [66]



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59. Es la palabra como el rayo del sol

     La palabra de Dios, según san Pablo, tiene que ser una palabra que arranque de la eterna antigua palabra de Dios pero que toque la llaga presente, las injusticias de hoy, los atropellos de hoy, y esto es lo que crea problemas. Esto ya es decir: «La Iglesia se está metiendo en política, la Iglesia se está metiendo a comunista». ¡Ya aburren con esa acusación! Ténganlo en cuenta de una vez: no se mete en política, sino que es la palabra como el rayo de sol que viene desde las alturas e ilumina. ¿Qué culpa tiene el sol de encontrar, su luz purísima, charcos, estiércol, basura en la tierra? Tiene que iluminarlo, si no, no sería sol, no sería luz, no descubriría lo feo, lo horrible que existe en la tierra; así como también ilumina la belleza de las flores y le da el encanto a la naturaleza. La palabra de Dios también, hermanos, por una parte ilumina lo horrible, lo feo, lo injusto de la tierra y alienta el corazón bueno, los corazones que, gracias a Dios, abundan (Homilía 4 de diciembre de 1977, III p. 20). [67]



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60. Religión de misa dominical pero de semanas injustas

     Buenas obras, corazones cristianos, verdadera justicia, caridad, eso es lo que busca Dios en la religión. Una religión de misa dominical pero de semanas injustas, no agrada al Señor. Una religión de mucho rezo pero con hipocresía en el corazón, no es cristiana. Una Iglesia que se instalara sólo para estar bien, para tener mucho dinero, mucha comodidad, pero que olvidara el reclamo de las injusticias, no sería la verdadera Iglesia de nuestro divino Redentor (Homilía 4 de diciembre de 1977, III pp. 25-26). [68]



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61. Ya me duele mucho el alma

     Ya me duele mucho el alma de saber cómo se tortura a nuestra gente, de saber cómo se atropellan los derechos de la imagen de Dios. No debía de haber eso. Es que el hombre sin Dios es una fiera. El hombre sin Dios es un desierto. Su corazón no tiene flores de amor, su corazón no es más que el perverso perseguidor de los hermanos (Homilía 5 de diciembre de 1977, III p. 30). [69]



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62. Una palabra sin compromiso

     Queridos hermanos, que no vaya a ser falso el servicio de ustedes desde la palabra de Dios. Que es muy fácil ser servidores de la palabra sin molestar al mundo. Una palabra muy espiritualista, una palabra sin compromiso con la historia, una palabra que puede sonar en cualquier parte del mundo porque no es de ninguna parte del mundo; una palabra así no crea problemas, no origina conflictos. Lo que origina los conflictos, las persecuciones, lo que marca a la Iglesia auténtica es cuando la palabra quemante, como la de los profetas, anuncia al pueblo y denuncia: las maravillas de Dios para que las crean y las adoren, y los pecados de los hombres, que se oponen al reino de Dios, para que lo arranquen de sus corazones, de sus sociedades, de sus leyes, de sus organismos que oprimen, que aprisionan, que atropellan los derechos de Dios y de la humanidad (Homilía l0 de diciembre de 1977, III p. 45). [70]



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63. La liberación cósmica

     La liberación que la Iglesia espera es una liberación cósmica. La Iglesia siente que es toda la naturaleza la que está gimiendo bajo el peso del pecado. ¡Qué hermosos cafetales, qué bellos cañales, qué lindas algodoneras, qué fincas, qué tierras, las que Dios nos ha dado! ¡Qué naturaleza más bella! Pero cuando la vemos gemir bajo la opresión, bajo la iniquidad, bajo la injusticia, bajo el atropello, entonces duele a la Iglesia y espera una liberación que no sea sólo el bienestar material, sino que sea el poder de un Dios que librará de las manos pecadoras de los hombres una naturaleza que, junto con los hombres redimidos, va a cantar la felicidad en el Dios liberador (Homilía 11 de diciembre de 1977, III p. 56). [71]



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64. No se cuenten por muchedumbre

     Hermanos, no contemos la Iglesia por la cantidad de gente, ni contemos la Iglesia por sus edificios materiales. La Iglesia ha construido muchos templos, muchos seminarios, muchos edificios, las paredes materiales aquí se quedarán, en la historia. Lo que importa son ustedes, los hombres, los corazones, la gracia de Dios dándoles la verdad y la vida de Dios. No se cuenten por muchedumbres, cuéntense por la sinceridad del corazón con que siguen esta verdad y esta gracia de nuestro Divino Redentor (Homilía 19 de diciembre de 1977, pp. 84-85). [72]



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65. Amad a vuestra patria

     Salvadoreños, llamamiento de la Virgen a ser como ella: amad a vuestra patria, estudiad vuestra historia, conoced vuestra idiosincrasia, sed salvadoreños profundamente. Quizá no tenemos todos la culpa de no amar tan entrañablemente nuestra patria como María amó a su patria. La vemos a veces tan fea, nos sentimos tan desubicados en nuestra propia patria, que muchos prefieren mejor irse a otros lados. No sienten el hogar, no sienten la tradición, no sienten la alegría de la propia sangre, de sus paisajes, de la propia belleza de su tierra, ¡y es tan bonito El Salvador! (Homilía 1 de enero de 1978, III pp. 122-123). [73]



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66. Dios quiere salvarnos como pueblo

     Quiere Dios salvarnos en pueblo. No quiere una salvación aislada. De ahí que la Iglesia de hoy, más que nunca, está acentuando el sentido de pueblo. Y por eso la Iglesia sufre conflictos. Porque la Iglesia no quiere masa, quiere pueblo. Masa es el montón de gente cuanto más adormecidos, mejor; cuanto más conformistas, mejor. La Iglesia quiere despertar a los hombres el sentido de pueblo. ¿Qué es pueblo? Pueblo es una comunidad de hombres donde todos conspiran al bien común (I Homilía 5 de enero de 1978, III pp. 151-152). [74]



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67. Predicación que no denuncia

     Predicación que no denuncia el pecado, no es predicación del Evangelio. Predicación que contenta al pecador para que se afiance en su situación de pecado, está traicionando el llamamiento del Evangelio. Predicación que no molesta al pecador sino que lo adormece en el pecado es dejar a Zabulón y Neftalí en su sombra de pecado. Predicación que despierta, predicación que ilumina, como cuando se enciende una luz y alguien está dormido, naturalmente que lo molesta, pero lo ha despertado. Esta es la predicación de Cristo: despertad, convertíos. Esta es la predicación auténtica de la Iglesia. Naturalmente, hermanos, que una predicación así tiene que encontrar conflicto, tiene que perder prestigios mal entendidos, tiene que molestar, tiene que ser perseguida. No puede estar bien con los poderes de las tinieblas y del pecado (Homilía 22 de enero de 1978, III p. 164). [75]



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68. Devotos de la justicia

     Cada uno de nosotros tiene que ser un devoto enardecido de la justicia, de los derechos humanos, de la libertad, de la igualdad, pero mirándolos a la luz de la fe. No hacer el bien por filantropía. Hay muchas agrupaciones que hacen el bien, pero para salir en el periódico, para que se ponga una placa de un gran bienhechor. Hay muchos que hacen el bien buscando aplausos en la tierra. Lo que busca la Iglesia es llamar a todos a la justicia y al amor fraterno, es el bien de la persona que hace el bien, porque se hace más bien el benefactor que el beneficiado. «Entonces clamarás al Señor y te responderá; gritarás y te dirá: Aquí estoy». ¿Qué más queremos hermanos? (Homilía 5 de febrero de 1978, III p. 189). [76]



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69. La religión no consiste en mucho rezar

     Hay un criterio para saber si Dios está cerca de nosotros o está lejos: todo aquél que se preocupa del hambriento, del desnudo, del pobre, del desaparecido, del torturado, del prisionero, de toda esa carne que sufre, tiene cerca a Dios. «Clamarás al Señor y te escuchará». La religión no consiste en mucho rezar. La religión consiste en esa garantía de tener a mi Dios cerca de mí porque le hago el bien a mis hermanos. La garantía de mi oración no es el mucho decir palabras, la garantía de mi plegaria está muy fácil de conocer: ¿cómo me porto con el pobre? Porque allí está Dios (Homilía 5 de febrero de 1978, III p. 189). [77]



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70. Cristianos sin compromiso

     Es una historia tan densa la de El Salvador, queridos hermanos, que nunca se agota. Cada domingo encontramos hechos que están pidiendo la luz de la palabra del Señor. Y el verdadero cristiano en El Salvador no puede prescindir de estas realidades, a no ser que quiera profesar un cristianismo aéreo, sin realidades en la tierra, un cristianismo sin compromisos, espiritualista. Y así es muy fácil ser cristiano, desencarnado, desentendido de las realidades que viven. Pero vivir ese Evangelio, que por orden del Padre eterno tenemos que escuchar de Cristo, «A Él escuchadle», vivirlo en el marco real de nuestra existencia, eso es lo difícil, eso es lo que crea conflictos, pero es lo que hace auténtica la predicación del Evangelio y la vida de cada cristiano (Homilía 19 de febrero de 1978, IV p. 28). [78]



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71. No a la violencia

     A mí me da miedo, hermanos, cuando leyes represivas o actitudes violentas están quitando el escape legítimo de un pueblo que necesita manifestarse. ¿Qué sucede con la caldera que está hirviendo y no tiene válvulas de escape? Puede estallar. Todavía es tiempo de dar a la voz de nuestra gente la manifestación que ellos desean. Con tal de que haya, al mismo tiempo, la justicia que regula. Porque naturalmente, hermanos, cuando defendemos estas justas aspiraciones no estamos parcializándonos con reclamos terroristas. La Iglesia no está de acuerdo con la violencia de ninguna forma, ni la que brota como fruto de la represión ni la que reprime en formas tan bárbaras. Simplemente llama a entenderse, a dialogar, a la justicia, al amor (Homilía 19 de marzo de 1978, IV p. 79). [79]



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72. El pueblo crucificado

     Sentimos en el Cristo de la semana santa, con su cruz a cuestas, que es el pueblo que va cargando también su cruz. Sentimos en el Cristo de los brazos abiertos y crucificados, al pueblo crucificado; pero que desde Cristo, un pueblo que crucificado y humillado, encuentra su esperanza (Homilía 19 de marzo de 1978, IV p. 80). [80]



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73. No saber amar

     Esta es la gran enfermedad del mundo de hoy: no saber amar. Todo es egoísmo, todo es explotación del hombre por el hombre. Todo es crueldad, tortura. Todo es represión, violencia. Se queman las casas del hermano, se aprisiona al hermano y se le tortura. ¡Se hacen tantas groserías de hermanos contra hermanos! Jesús, ¡cómo sufrirás esta noche al ver el ambiente de nuestra patria de tantos crímenes y tantas crueldades! Me parece mirar a Cristo entristecido desde la mesa de su Pascua mirando a El Salvador y diciendo: y yo les había dicho que se amaran como yo los amo (Homilía 23 de marzo de 1978, IV p. 97). [81]



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74. La victoria de Cristo

     Las victorias que se amasan con sangre son odiosas. Las victorias que se logran a fuerza bruta, son animales. La victoria que triunfa es la de la fe. La victoria de Cristo, que no vino a ser servido sino a servir (Homilía 25 de marzo de 1978, IV p. 112).

[82]



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75. La iglesia no puede ser sorda ni muda

     La Iglesia no puede ser sorda ni muda ante el clamor de millones de hombres que gritan liberación, oprimidos de mil esclavitudes. Pero les dice cuál es la verdadera libertad que debe buscarse: la que Cristo ya inauguró en esta tierra al resucitar y romper las cadenas del pecado, de la muerte y del infierno. Ser como Cristo, libres del pecado, es ser verdaderamente libres con la verdadera liberación. Y aquél que con esta fe puesta en el resucitado trabaje por un mundo más justo, reclame contra las injusticias del sistema actual, contra los atropellos de una autoridad abusiva, contra los desórdenes de los hombres explotando a los hombres, todo aquél que lucha desde la resurrección del gran libertador, sólo ése es auténtico cristiano (Homilía 26 de marzo de 1978, IV p. 124). [83]



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76. El compromiso cristiano

     Hermanos, la parábola de Cristo condenó la actitud de un sacerdote y de un levita, porque no basta llevar hábito eclesiástico o decir yo soy católico para ser aprobado por Dios. La caridad ante todo. El amor al prójimo. Y aunque sea obispo o sacerdote o bautizado, si no cumple con el ejemplo del buen samaritano, si como los malos sacerdotes de la antigua ley, da un rodeo para no encontrarse con el cuerpo herido, no tocar esas cosas: «prudencia, no ofendamos, más suave», entonces, hermanos, no cumplimos el mandato de Dios: rodeamos. ¡Cuántos rodean para no encontrarse! Y cuanto más rodean más se encuentran, porque llevan su propia conciencia que no les deja en paz mientras no enfrenten la situación. El compromiso cristiano es muy serio. Y, sobre todo, nuestro compromiso sacerdotal y episcopal nos obliga a salir al encuentro del pobre herido en el camino (Homilía 2 de abril de 1978, IV p. 129). [84]



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77. Los medios de comunicación

     Es lástima, hermanos, que en estas cosas tan graves de nuestro pueblo se quiera engañar al pueblo. Es lástima tener unos medios de comunicación tan vendidos a las condiciones. Es lástima no poder confiar en la noticia del periódico o de la televisión o de la radio porque todo está comprado, está amañado y no se dice la verdad (Homilía 2 de abril de 1978, IV pp 129-130). [85]



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78. Debemos servir a las mayorías pobres

     Hacemos un llamado a la cordura y la reflexión. Nuestro país no puede seguir así. Hay que superar la indiferencia entre muchos que se colocan como meros espectadores ante la terrible situación, sobre todo en el campo. Hay que combatir el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás. Hay que volver a encontrar la profunda verdad evangélica de que debemos servir a las mayorías pobres (Homilía 2 de abril de 1978, IV pp. 132-133). [86]



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79. Servir es sacrificarse

     Ustedes saben que ante la situación he organizado un comité de solidaridad. Por una iniciativa generosa de una señora, se hizo el llamamiento a todas las organizaciones que nos acordamos. Llegaron muchos, pero muchos solamente mandaron el recado: «No podemos, porque no podemos tomar partido». Otro: «Porque no nos podemos meter en política». ¡Qué lástima, hermanos, que seamos tan indiferentes bajo el pretexto de no meterse en política! Se quedan con los brazos cruzados y hacen el bien únicamente cuando hacer el bien es fácil o es glorioso, trae prestigio. Servir es sacrificarse (Homilía 2 de abril de 1978, IV p. 133). [87]



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80. Ustedes son los que tienen que definirse

     Y si hay algún católico que duda de la palabra del obispo y va diciendo por allá a voces: «Que se defina el señor obispo». ¡Estoy bien definido, hermanos! Ustedes son los que tienen que definirse (Homilía 2 de abril de 1978, IV p. 139). [88]



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81. ¿Qué Evangelio y es ése?

     Eso quiere la Iglesia: inquietar las conciencias, provocar crisis en la hora que vive. Una Iglesia que no provoca crisis, un Evangelio que no inquieta, una palabra de Dios que no levanta roncha -como decimos vulgarmente-, una palabra de Dios que no toca el pecado concreto de la sociedad en que está anunciándose, ¿qué evangelio es ése? Consideraciones piadosas muy bonitas que no molestan a nadie, y así quisieran muchos que fuera la predicación. Y aquellos predicadores que por no molestarse, por no tener conflictos y dificultades evitan toda cosa espinosa, no iluminan la realidad en que se vive, no tienen el valor de Pedro de decirle a aquella turba donde están todavía las manos manchadas de sangre que mataron a Cristo: «¡Ustedes lo mataron!». Aunque le iba a costar también la vida por esa denuncia, la proclama. Es el Evangelio valiente, es la buena nueva que vino a quitar los pecados del mundo (Homilía 16 de abril de 1978, IV pp. 162-163). [89]



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82. Que esto quede muy claro

     Que esto quede muy claro, porque la Iglesia no puede identificarse con ningún partido político ni con ninguna organización de carácter político, social, cooperativo. La Iglesia no tiene sistemas. La Iglesia no tiene métodos. La Iglesia sólo tiene inspiración cristiana, una obligación de caridad que la urge a acompañar a quienes sufren las injusticias y a ayudar también a las reivindicaciones justas del pueblo (Homilía 16 de abril de 1978, IV p. 166). [90]



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83. ¡Qué satánico ha tenido que ser este sistema!

     Y uno de los pecados más grandes es éste, hermanos, que a mí me duele tanto: que el sistema actual de nuestra patria ha logrado el enfrentamiento de los campesinos. El mismo hambre que angustia al hombre del BLOQUE, es el mismo hambre que angustia también al hombre de ORDEN. Y pensar también que el agente de nuestros ejércitos ha salido también del campesinado. Y cuando miro policías cuidando a campesinos, campesinos cuidando a campesinos, ORDEN enfrentándose con el BLOQUE, digo yo ¡qué satánico ha tenido que ser este sistema que ha logrado aprovechar el hambre de los hombres, ganarse el pan aunque sea persiguiendo, enemistándose, dividiéndose, cuando pertenecen a la misma pobreza! (Homilía 16 de abril de 1978, IV p. 167). [91]



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84. Los obispos no mandamos con un sentido despótico

     Los obispos no mandamos con un sentido despótico. No debe ser así. El obispo es el más humilde servidor de la comunidad porque Cristo lo dijo a los apóstoles, los primeros obispos: «El que quiera ser más grande entre ustedes, hágase el más chiquito, sea el servidor de todos». Nuestro mandato es servicio. Nuestra conducción, nuestra palabra, es servicio (Homilía 23 de abril de 1978, IV pp. 188-189). [92]



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85. Son víctimas de ese dios Moloc

     Tenemos que lamentar esta semana también la muerte de dos policías. Son hermanos nuestros. Ante el atropello y la violencia, jamás he parcializado mi voz. Me he puesto, con compasión de Cristo, al lado del muerto, de la víctima, del que sufre, y he pedido que oremos por ellos, y nos unimos en solidaridad de dolor con sus familias. He dicho que dos policías que mueren, son dos víctimas más de la injusticia de nuestro sistema que, denunciaba el domingo pasado, entre sus crímenes más grandes logra confrontar a nuestros pobres. Policías y obreros o campesinos pertenecen todos a la clase pobre. La maldad del sistema en lograr el enfrentamiento de pobre contra pobre. Dos policías muertos son dos pobres que han sido víctimas de otros tal vez pobres también, y que en todo caso son víctimas de ese dios Moloc, insaciable de poder, de dinero, que con tal de mantener sus situaciones injustas no le importa la vida ni del campesino, ni del policía, ni del guardia, sino que lucha por la defensa de un sistema lleno de pecado (Homilía 30 de abril de 1978, IV p. 193). [93]



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86. Educación para una participación política

     Que se capacite a los niños y a los jóvenes a analizar la realidad de su país. Que los prepare para ser agentes de transformaciones, en vez de alienarlos con un amontonamiento de textos y de técnicas que los hacen desconocer la realidad. Así hay muchos técnicos, muchos sabios, muchos profesionales que saben su ciencia, su profesión, pero que son como ángeles, desencarnados de la realidad en que actúan su profesión. Lo primero que debe buscar una educación es encarnar al hombre en la realidad, saberla analizar, ser críticos de su realidad. Una educación que sea educación para una participación política, democrática, consciente. Esto, ¡cuánto bien haría! (Homilía 30 de abril de 1978, IV p. 194). [94]



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87. Más vale ser libre en la verdad...

     ¡Lástima tantas plumas vendidas, tantas lenguas que a través de la radio tienen que comer y se alimentan de la calumnia porque es la que produce! La verdad muchas veces no produce dinero sino amarguras. Pero más vale ser libre en la verdad que tener mucho dinero en la mentira (Homilía 7 de mayo de 1978, IV p. 210). [95]



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88. Estoy dispuesto a enfrentar el proceso y la cárcel

     Esta denuncia, que se inspira en un positivo «animus corrigendi» y no en un mal espíritu de maledicencia, creo un deber hacerla en mi condición de Pastor del pueblo que sufre la injusticia. Me lo impone el Evangelio por el que estoy dispuesto a enfrentar el proceso y la cárcel, aunque con ello no se haga más que agregar otra injusticia (Homilía 14 de mayo de 1978, IV p. 247). [96]



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89. Vivimos tristemente en una sociedad atea

     Un pueblo, un hombre, donde la ternura de Dios se ha disipado, donde interesa que no exista Dios para hacer injusticias, para cometer el pecado que Dios castiga, es inspiración de un ateísmo práctico. Y por eso, ateo no sólo es el marxismo, ateo práctico es también el capitalismo. Ese endiosar el dinero, ese idolatrar el poder, ese poner ídolos falsos para sustituir al Dios verdadero. Vivimos tristemente en una sociedad atea (Homilía 21 de mayo de 1978, IV p. 250). [97]



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90. ¡Cuánta fachada de piedad!

     ¡Cuántas fachadas de piedad, por dentro no son más que ateísmo! ¡Cuántas formas de rezos, cuántas prácticas religiosas meramente exteriores, rituales, legalistas! ¡No son el culto que Dios quiere! Y aquí no importa que arrasemos en esta acusación a nosotros mismos, los ministros sagrados, que muchas veces hemos hecho de nuestro culto un negocio, y puede entrar el Señor con el látigo en el templo: Mi casa es casa de oración y ustedes la han hecho cueva de ladrones (Homilía 21 de mayo de 1978, IV p. 251). [98]



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91. Que haya más y más comunidades de base

     Pienso en este instante en esta comunidad arquidiócesis, peregrina en estos cuatro departamentos, tan bonita, tan encantadora en sus Comunidades de Base, donde los hombres, los jóvenes, las mujeres, se conocen cada vez más íntimamente y sienten que en su corazón que los une está el amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del Espíritu Santo. Por eso insisto tanto, queridos hermanos, que haya más y más Comunidades de Base. No es un invento de nuestros últimos tiempos, es la gran necesidad de que los hombres cristianos se conozcan, se amen, vivan juntos concienciándose en esta energía divina (Homilía 21 de mayo de 1978, IV p. 259). [99]



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92. Hay muchos que comulgan y son idólatras

     Un cristiano que se alimenta en la comunión eucarística, donde su fe le dice que se une a la vida de Cristo, ¿cómo puede vivir idólatra del dinero, idólatra del poder, idólatra de sí mismo, el egoísmo? ¿Cómo puede ser idólatra un cristiano que comulga? Pues queridos hermanos, hay muchos que comulgan y son idólatras (Homilía 28 de mayo de 1978, IV p. 269). [100]



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93. «Cuando comulgas recibes fuego»

     Si creemos de verdad que Cristo, en la eucaristía de nuestra Iglesia, es el pan vivo que alimenta al mundo, y que yo soy el instrumento como cristiano que creo y recibo esa hostia y la debo llevar al mundo, tengo la responsabilidad de ser fermento de la sociedad, de transformar este mundo tan feo. Eso sí sería cambiar el rostro de la patria, cuando de veras inyectáramos la vida de Cristo en nuestra sociedad, en nuestras leyes, en nuestra política, en todas las relaciones. ¿Quién lo va a hacer? ¡Ustedes! Si no lo hacen ustedes, los cristianos salvadoreños, no esperen que El Salvador se componga. Sólo El Salvador será fermentado en la vida divina, en el reino de Dios, si de verdad los cristianos de El Salvador se proponen a no vivir una fe tan lánguida, una fe tan miedosa, una fe tan tímida, sino que de verdad como decía aquel santo, creo que San Juan Crisóstomo: «Cuando comulgas, recibes fuego», debías de salir respirando la alegría, la fortaleza de transformar el mundo (Homilía 28 de mayo de 1978, IV p. 273). [101]



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94. Hay una pesadez en mi pobre espíritu

     ¡Ah, si tuviéramos hombres de oración entre los hombres que manejan los destinos de la patria, los destinos de la economía! Si entre los hombres, más que apoyarse en sus técnicas humanas, se apoyaran en Dios y en sus técnicas, tuviéramos un mundo como el que sueña la Iglesia: un mundo sin injusticias, un mundo de respeto a los derechos, un mundo de participación generosa de todos, un mundo sin represiones, un mundo sin torturas. Y me perdonan que siempre mencione las torturas, porque hay una pesadez en mi pobre espíritu cuando pienso en los hombres que sufren azotes, patadas, golpes de otro hombre. Si tuvieran un poquito de Dios en su corazón, verían en ese hermano un hermano, una imagen de Dios. Y lo digo porque las situaciones siguen, siguen las capturas, las desapariciones. Ojalá hermanos que [102] un poquito de contacto con Dios desde esas mazmorras que parecen infiernos, bajara un poquito de luz e hiciera comprender lo que Dios quiere de los hombres. Dios no quiere esas cosas. Dios reprueba la maldad. Dios quiere el bien, el amor (Homilía 17 de julio de 1977, V p. 13).

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95. No meditemos una palabra desencarnada

     No meditemos una palabra desencarnada de la realidad. Que es muy fácil predicar un Evangelio que lo mismo puede sonar aquí en El Salvador, que allá en Guatemala, en África. Es el mismo Evangelio naturalmente, como es el mismo sol que ilumina a todo el mundo. Pero así como el sol se diversifica en flores, en frutas, según las necesidades de la naturaleza que lo recibe; también la palabra de Dios tiene que encarnarse en realidades, y esto es lo difícil de la predicación de la Iglesia. Predicar un Evangelio sin comprometerse con la realidad, no trae problemas, y es muy fácil cumplir así la misión del predicador. Pero iluminar con esa luz universal del Evangelio nuestras propias miserias salvadoreñas y también nuestras propias alegrías y éxitos salvadoreños, esto es lo más bello de la palabra de Dios, porque así sabemos que Cristo nos está hablando a nosotros (Homilía 4 de Junio de 1978, V pp. 16-17).

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96. Justicia

     Hoy se habla mucho de justicia y tal vez la interpretamos mal. La justicia, según la palabra de Dios de hoy, quiere decir la acción, la intervención misericordiosa de Dios, manifestada en Cristo, para borrar del hombre su pecado y para darle la capacidad de obrar como hijo de Dios (Homilía 4 de Junio de 1978, V p. 24). [105]



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97. Idolatría

     La denuncia de la idolatría ha sido siempre la misión de los profetas y de la Iglesia. Ya no es el dios Baal, pero hay otros ídolos tremendos de nuestro tiempo: el dios dinero, el dios poder, el dios lujo, el dios lujuria. ¡Cuántos dioses entronizados en nuestro ambiente! Y la voz de Oseas tiene actualidad también ahora para decirle a los cristianos: No mezclen con la adoración del verdadero Dios esas idolatrías. No se puede servir a dos señores: al Dios verdadero y al dinero. Se tiene que seguir a uno sólo (Homilía 11 de Junio de 1978, V p. 30). [106]



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98. Dios va caminando con la historia del pueblo

     Dios es la vida. Dios es evolución. Dios es novedad. Dios va caminando con la historia del pueblo. Y el pueblo creyente en Dios no debe aferrarse a tradiciones, a costumbres; sobre todo cuando esas costumbres, esas tradiciones empañan el verdadero Evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Tiene que estar siempre atento a la voz del Espíritu: ¡Convertirse, ir en pos de ese Evangelio, de ese llamamiento del Señor! Todo aquél que se sienta seguro y que crea que no tiene necesidad de cambiar, es fariseo, es hipócrita, es sepulcro blanqueado, que está muy seguro; pero a saber su conciencia qué reclamos le está haciendo (Homilía 11 de junio de 1978, V p. 33). [107]



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99. No me agrada tu plegaria

     No me agrada tu plegaria si arranca de un corazón lleno de rencor. No me reces, no me ofrezcas misas si vienes con injusticias, tus manos manchadas de odio, de violencia. Misericordia quiero primero (Homilía 11 de junio de 1978, V p. 34). [108]



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100. A nadie le cuesta tanto...

     A nadie le cuesta tanto decir las maldades de su propio pueblo como a mí hermanos, que tengo el deber pastoral de señalar, -por mandato del Evangelio y de Jesucristo que quita los pecados del mundo-, qué es pecado y qué no debe reinar, por dónde hay que caminar. La conversión, la fe, la misericordia es lo que he predicado siempre. Sólo la calumnia indigna y vil puede encontrar en mis palabras otras cosa (Homilía 11 de junio de 1978, V p. 35). [109]



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101. Hacer sangre y vida, verdad e historia esa doctrina

     He ratificado una vez más que moriré, primero Dios, fiel al sucesor de Pedro, al vicario de Cristo. Es fácil predicar teóricamente sus enseñanzas. Seguir fielmente el magisterio del Papa en teoría es muy fácil. Pero cuando se trata de vivir, cuando se trata de encarnar, cuando se trata de hacer realidad en la historia de un pueblo sufrido como el nuestro esas enseñanzas salvadoras, es cuando surgen los conflictos. Y no es que me haya hecho infiel ¡jamás! Al contrario, siento que hoy soy más fiel porque vivo la prueba, el sufrimiento y la alegría íntima de proclamar, no solamente con palabra y con profesiones de labios, una doctrina que siempre he creído y amado, sino que estoy tratando de hacerla vida en esta comunidad que el Señor me ha encargado. [110] Y yo les suplico a todos ustedes, queridos hermanos, que si de verdad somos católicos, seguidores de un Evangelio auténtico y por auténtico muy difícil, si de verdad queremos hacer honor a esta palabra de seguidores de Cristo, no tengamos miedo de hacer sangre y vida, verdad e historia esa doctrina que de las páginas del Evangelio se hacen actualidad en la doctrina de los concilios y de los Papas, que tratan de vivir, como verdaderos Pastores, las vicisitudes de su tiempo (Homilía 2 de julio de 1978, V p. 42). [111]



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102. Yo también recibo la predicación de ustedes

     Yo también, hermanos, recibo la predicación de ustedes. Yo sé, con la doctrina teológica de la Iglesia, que ese don de la infalibilidad, que sólo Dios posee, lo ha dado al pueblo de Dios. Y ese pueblo de Dios tiene un órgano que es el Papa. El Papa expresa el carisma de la infalibilidad al mismo tiempo que el pueblo lo siente y lo vive. Ustedes tienen un sentido muy fino que se llama sensus fidei, sentido de fe, por el cual un miembro del pueblo de Dios puede detectar cuando un predicador no está a tono con la doctrina verdaderamente revelada por Dios (Homilía 2 de julio de 1978, V pp. 46-47). [112]



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103. No se puede hacer un mal para conseguir un bien

     Repito un gran principio que se está olvidando mucho y que hay que tenerlo muy en cuenta en todos los órdenes de la moral: Non sun facienda mala ut eveniant bona. Se anuncia en latín: no se pueden hacer cosas malas para obtener cosas buenas. No se puede comprar ninguna libertad ni ninguna dignidad inocente conculcada. No se puede pretender llevar un consuelo a las familias de los desaparecidos, sumiendo en la misma angustia a otra familia. Jamás se puede hacer un mal como medio para conseguir un bien (Homilía 9 de julio de 1978, V p. 52). [113]



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104. Pobreza de la iglesia

     Esta es la verdadera pobreza de la Iglesia, ésta que yo les he tratado de predicar, queridos hermanos. Pobreza que hace consistir su fuerza en su propia debilidad, en su propio pecado. Pero apoyado en la misericordia de Cristo, en el poder del Señor. Esta Iglesia que no quiere hacer consistir su fortaleza en el apoyo de los poderosos o de la política, sino que se desprende con nobleza para caminar únicamente cogida de los brazos del crucificado, que es su verdadera fortaleza (Homilía 9 de julio de 1978, V p. 62). [114]



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105. La biblia sola no basta

     La biblia sola no basta. Es necesario que la biblia, la Iglesia la retome y vuelva a hacerla palabra viva. No para repetir al pie de la letra salmos y parábolas, sino para aplicarla a la vida concreta de la hora en que se predica esa palabra de Dios. La biblia es como la fuente donde esa revelación, esa palabra de Dios, está guardada. Pero de qué sirve la fuente por más límpida que sea, si no la vamos a tomar en nuestros cántaros y llevarla a las necesidades de nuestros hogares. Una biblia que solamente se usa para leerla y vivir materialmente apegados a tradiciones y costumbres de los tiempos en que se escribieron esas páginas, es una biblia muerta. Eso se llama biblismo, no se llama revelación de Dios (Homilía 16 de Julio de 1978, V pp. 70-71). [115]



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106. Ustedes me enseñan

     No sólo el predicador enseña, el predicador aprende. Ustedes me enseñan. La atención de ustedes es para mí también inspiración del Espíritu Santo. El rechazo de ustedes sería para mí también rechazo de Dios (Homilía 16 de julio de 1978, V p. 72). [116]



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107. Si habla, tiene que decir la verdad

     Gracias a Dios que la Iglesia en El Salvador todavía puede hablar. Pero que no se trate de apagar esta voz; porque si habla, tiene que decir la verdad, y si no, mejor no hablar (Homilía 16 de julio de 1978, V p. 73). [117]



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108. La iglesia no está en la tierra para privilegios

     Yo quisiera que subrayáramos mucho esta gran enseñanza, porque la Iglesia no está en la tierra para privilegios, para apoyarse en el poder o en la riqueza, para congraciarse con los grandes del mundo. La Iglesia no está ni siquiera para erigir grandes templos materiales o monumentos. La Iglesia no está en la tierra para enseñar sabiduría de la tierra. La Iglesia es el reino de Dios que nos está dando precisamente esto: filiación divina (Homilía 30 de julio de 1978, V p. 97). [118]



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109. Límpiame Señor

     Señor, no me des riquezas, no me des vida larga o corta, no me des poderes en la tierra que embriagan a los hombres, no me des locuras de idolatría de los falsos ídolos de este mundo. Límpiame, Señor, mis intenciones y dame la verdadera sabiduría del discernimiento, para distinguir entre el bien y el mal, dame la convicción que sentía san Pablo de sentirse amado (Homilía 30 de julio de 1978, V p. 98). [119]



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110. No queramos domesticar el Evangelio

     No queramos hacer un cristianismo a nuestro gusto. No queramos domesticar el Evangelio, sino que nosotros domestiquémonos al Evangelio y tratemos de seguir al Cristo auténtico, si de veras queremos ser salvos (Homilía 30 de julio de 1978, V p. 101). [120]



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111. Lucha entre la verdad y la mentira

     Vivimos una hora de lucha entre la verdad y la mentira; entre la sinceridad, que ya casi nadie la cree, y la hipocresía y la intriga. No nos asustemos, hermanos, tratemos de ser sinceros, de amar la verdad, tratemos de construirnos en Cristo Jesús. Es una hora en que debemos tener una gran sentido de selección, de discernimiento (Homilía 30 de julio de 1978, V p. 102). [121]



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112. No evadan su vocación de dirigentes

     Hermanos, en nombre de Cristo, ayuden a esclarecer la realidad, busquen soluciones, no evadan su vocación de dirigentes. Sepan que lo que han recibido de Dios, no es para esconderlo en la comodidad de una familia, de un bienestar. Hoy la patria necesita sobre todo la inteligencia de ustedes. A los partidos políticos, a las organizaciones gremiales, cooperativas o populares, el Señor en esta mañana les quiere inspirar la mística de su divina Transfiguración, para transfigurar también, desde la fuerza organizada, no con métodos o místicas ineficaces de violencia, sino con verdadera, auténtica liberación (Homilía 6 de agosto de 1978, V p. 113). [122]



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113. La oración

     El hombre es el otro yo de Dios. Nos ha elevado para poder platicar y compartir con nosotros sus alegrías, sus generosidades, sus grandezas. Qué interlocutor más divino. ¡Cómo es posible que los hombres podamos vivir sin orar! ¡Cómo es posible que el hombre pueda pasarse toda su vida sin pensar en Dios! ¡Tener vacía esa capacidad de lo divino y no llenarla nunca! (Homilía 13 de agosto de 1978, V p. 119). [123]



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114. Cristo desborda la Iglesia

     Dios está en Cristo y Cristo está en la Iglesia. Pero Cristo desborda la Iglesia. Es decir, la Iglesia no puede pretender tener del todo a Cristo, al modo de decir: sólo los que están en la Iglesia son cristianos. Hay muchos cristianos de alma que no conocen la Iglesia, pero que tal vez son más buenos que los que pertenecen a la Iglesia. Cristo desborda la Iglesia, como cuando se mete un vaso en un pozo abundante de agua, el vaso está lleno de agua pero no contiene todo el pozo, hay mucha agua fuera del vaso. Así dice el Concilio que hay muchos elementos de verdad y de gracia que pertenecen a Cristo y que no están en la Iglesia. Esta es una de las grandes revelaciones, diríamos, redescubrimientos de una gran verdad. Para quienes se sienten orgullosos vanamente de la institución Iglesia, sepan que podemos decir: allí no son todos los que están ni están todos [124] los que son. No están todos los que son, hay muchos cristianos que no están en nuestra Iglesia. Bendito sea Dios, que hay mucha gente buena, buenísima, fuera de los confines de la institución Iglesia: protestantes, judíos, mahometanos, etc. (Homilía 13 de agosto de 1978, V p. 124).

[125]



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115. Jerarquía de la Iglesia

     ¡Mucho cuidado católicos! Comenzando por nosotros, los ministros de Dios. No creamos que por ser obispos o sacerdotes y por ser institución eclesiástica, somos lo mejor del cristianismo. Somos signos, pero puede ser como la campana, que es signo, llama pero se queda fuera (Homilía 13 de agosto de 1978, V p. 125). [126]



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116. Servir al pueblo

     Simplemente mantengo una posición de que no estoy confrontándome con nadie, sino que estoy tratando de servir al pueblo. Y el que esté en conflictos con el pueblo sí estará en conflictos conmigo. Pero mi amor es el pueblo; y desde el pueblo pueden ver, a la luz de la fe y del mandato que Dios me ha dado de conducir a este pueblo por los caminos del Evangelio, quiénes están conmigo y quiénes no están conmigo, viendo simplemente las relaciones con el pueblo (Homilía 20 de agosto de 1978, V p. 134). [127]



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117. Piden mi destitución

     Tengan mucho cuidado, hermanos, como noticia eclesial se las doy, sé que andan recogiendo firmas para mandar al Papa -ya no será Pablo VI, será al nuevo- y a Puebla, a la reunión de obispos, pidiendo la condenación del marxismo. Está muy bien eso, pero ya existe la condenación del marxismo. No es ninguna novedad. Pío XII ya tuvo un documento a este respecto. Si no lo conocen, búsquenlo. Lo que me interesa más es esto: que estas firmas también piden mi destitución. Yo no tengo inconveniente en ser destituido, ni tengo ambiciones en el poder de la diócesis. Simplemente considero que esto es un servicio y que mientras el Señor, por medio del Pontífice, me tenga en él, seré fiel a mi conciencia a la luz del Evangelio, que es lo que yo trato de predicar, nada más ni nada menos (Homilía 20 de agosto de 1978, V p. 135). [128]



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118. Mi oficio

     Para que vean cuál es mi oficio y cómo lo estoy cumpliendo: estudio la palabra de Dios que se va a leer el domingo, miro a mi alrededor, a mi pueblo, lo ilumino con esta palabra y saco una síntesis para podérsela transmitir, y hacerlo -a este pueblo- luz del mundo, para que se deje guiar por los criterios, no de las idolatrías de la tierra. Y por eso, naturalmente, que los ídolos de la tierra sienten un estorbo en esta palabra y les interesaría mucho que la destituyeran, que la callaran, que la mataran. Suceda lo que Dios quiera, pero su palabra -decía san Pablo- no está amarrada. Habrá profetas, sacerdotes o laicos, -ya los hay abundantemente- que van comprendiendo lo que Dios quiere por su palabra y para nuestro pueblo (Homilía 20 de agosto de 1978, V p. 135). [129]



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119. Derecho de organización

     Nadie le puede quitar a los hombres el derecho de asociarse, con tal que sea una asociación para buscar las causas justas. Tampoco estamos defendiendo las agrupaciones criminales, en cualquier sector que estén. Si es para secuestrar, para robar, para matar, para eso no hay derechos. Pero unirse para sobrevivir, para comer, para defender sus derechos, a esto sí tiene derecho todo hombre. La agrupación es un derecho cuando los objetivos son justos. Y la Iglesia estará siempre al lado de ese derecho de organización y de esos justos objetivos de las organizaciones (Homilía 20 de agosto de 1978, V p. 137). [130]



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120. El sentido espiritual de la vida

     Esta es la misión de la Iglesia: despertar, como lo estoy haciendo en este momento, el sentido espiritual de su vida, el valor divino de sus acciones humanas. No pierdan eso, queridos hermanos. Esto es lo que la Iglesia ofrece a las organizaciones, a la política, a la industria, al comercio, al jornalero, a la señora del mercado, a todos lleva la Iglesia este servicio de promover el dinamismo espiritual (Homilía 20 de agosto de 1978, V p. 139). [131]



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121. Yo no soy técnico

     Yo no soy técnico ni en sociología, ni en política, ni en organización, simplemente un humilde Pastor que le está diciendo a los que tienen la técnica: únanse, pongan al servicio de este pueblo, todo lo que ustedes saben, no se encierren, aporten. Entonces sí se practicará el derecho y la justicia (Homilía 20 de agosto de 1978, V p. 141). [132]



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122. Los desaparecidos

     No es política, hermanos, lo que ahora voy a decir. En nuestro arzobispado se ha elaborado un estudio muy minucioso sobre los desaparecidos. Son 99 casos bien analizados. Allí está el nombre, la edad, dónde lo capturaron, qué recursos jurídicos se han hecho, cuántas veces esa madre ha llegado buscando a ese ser querido. Y soy testigo de la verdad de esos 99 casos. Y por eso tengo todo el derecho de preguntas: ¿dónde están? Y en nombre de la angustia de este pueblo, decir: pónganlos a la orden de un tribunal si están vivos, y si lamentablemente ya los mataron los agentes de seguridad, dedúzcanse responsabilidades y sanciónese, sea quien sea. Ha matado, tiene que pagar. Yo creo que la demanda es justa (Homilía 20 de agosto de 1978, V p. 141). [133]



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123. La ley es como la culebra

     El otro estudio que hemos hecho es un análisis de la Ley de Defensa y Garantía del Orden Público... Allí estudiamos casos concretos y recientes de la aplicación de esa ley que está haciendo un verdadero estrago, sobre todo, para nuestros pobres. Porque me decía un pobrecito una frase que no se les va a olvidar a ustedes, como no se me olvida a mí: «Es que la ley, Monseñor, es como la culebra, sólo pica a los que andamos descalzos». Allí recogemos también pronunciamientos de repudio, son voces del pueblo que hay que oír (Homilía 20 de agosto de 1978, V p. 141). [134]



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124. Los mártires

     El sábado 26, ayer, en Tejutla, al celebrar el primer aniversario de Felipe de Jesús Chacón, también me di cuenta que nuestra tierra le ofrece al Papa, como lo dije en mis visitas pasadas, ¡mártires! ¡Qué horror cuando me contaban! El rostro despellejado de Felipe de Jesús y lo que es peor, difamado en la prensa como un cuatrero, cuando se trata de un catequista valiente, que supo llevar el Evangelio hasta sus consecuencias más arriesgadas (Homilía 27 de agosto de 1978, V p. 154). [135]



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125. El corazón bien lleno de Evangelio

     La Iglesia no tiene un afán, una pretensión de estar aquí sólo hablando por denunciar. ¡Yo soy el que siento, más que todos, la repugnancia de estar diciendo estas cosas! Pero siento que es mi deber, que no es una espectacularidad, sino simplemente una verdad. Y la verdad es la que tenemos que ver con los ojos bien abiertos y los pies bien puestos en la tierra, pero el corazón bien lleno de Evangelio y de Dios, para buscarle soluciones, no a inmediatismos violentos, tontos y crueles y criminales, sino la solución de la justicia. Sólo la justicia puede ser la raíz de la paz (Homilía 27 de agosto de 1978, V p. 158). [136]



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126. La Voluntad de Dios

     No atribuyamos a Dios el fruto de nuestra pereza. No hagamos a Dios culpable de las desigualdades injustas. No hagamos a Dios culpable del subdesarrollo de los hombres. Dios no quiere eso (Homilía 3 de septiembre de 1978, V p. 160). [137]



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127. La falsa prudencia

     La cruz provoca en el mismo Cristo la defensa de su misión, que es cruz y sacrificio. Qué fácil era seguir como Pedro, huir como andan huyendo hoy muchos cristianos. Es más fácil esconderse. «No hay que crear conflictos, prudencia, hay que ser más prudentes». Pero Cristo no fue de ese parecer y a quien le aconsejó no meterse en el peligro lo llamó Satanás, lo llamó escándalo (Homilía 3 de septiembre de 1978, V P. 162). [138]



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128. Las presiones

     ¡Qué terribles son las presiones cuando nos quieren apartar de lo que Dios quiere, para que hagamos como los hombres quieren! (Homilía 3 de septiembre de 1978, V p. 162).

[139]



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129. La Piedra de toque

     Ustedes saben como los plateros prueban la autenticidad de la plata o del oro. Hay una piedra de toque, tocan contra la piedra a ver si suena y calculan sus quilates. La cruz es nuestra piedra de toque. Golpeemos en la cruz nuestra vida y miremos cómo suena. Suena a cobardía, suena a miedo, suena a pensamientos de los hombres y no de Dios. La cruz es la auténtica prueba del hombre que quiere seguir a Cristo, por eso el Señor dice: el que quiera venir en pos de mí, tome su cruz (Homilía 3 de septiembre de 1978, V p. 163). [140]



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130. Dios y el sufrimiento

     El cristianismo no es un masoquismo. Esa filosofía de sufrir por sufrir. Ese estoicismo de los griegos de sufrir por sufrir. ¡No! Dios no nos ha hecho para el sufrimiento. Dios ha querido hacernos para la felicidad (Homilía 3 de septiembre de 1978, V p. 163). [141]



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131. Sin la cruz la vida es un fracaso

     Sin la cruz la vida es un fracaso. ¿Qué es no abrazar la cruz? ¿Cuál es el fracaso de la vida? San Pablo, en la segunda lectura de hoy, nos dice que no nos conformemos a este mundo. Eso es botar la cruz: conformarse a este mundo y no según el Evangelio. El mundo dice que el dinero es la felicidad y Cristo dice: ¡bienaventurados los pobres de espíritu! Cristo dice que hay que perdonar y el mundo dice el adagio pagano: ojo por ojo, diente por diente, venganza, violencia, odio. No acomodarse, pues, al pensamiento del mundo. Y así podemos seguir describiendo en infinito dos líneas que cada vez se apartan más: la línea de la conformidad con la voluntad de Dios y la línea de una conformidad con este mundo (Homilía 3 de septiembre de 1978, V p. 165). [142]



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132. Es triste tener que dejar la patria

     Es triste tener que dejar la patria porque en la patria no hay un orden justo donde puedan encontrar trabajo (Homilía 3 de septiembre de 1978, V p. 170). [143]



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133. No soy un jefe

     La autoridad en la Iglesia no es mandato, es servicio. Le pido perdón, a mi comunidad, cuando no haya podido desempeñar como servidor de ustedes mi papel de obispo. No soy un jefe, no soy un mandamás, no soy una autoridad que se impone. Quiero ser el servidor de Dios y de ustedes (Homilía lo de septiembre de 1978, V p. 177). [144]



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134. Pecado personal y social

     Muchos se escandalizan, dicen que el pecado es personal y no social. Ciertamente la biblia de hoy nos da dicho: el malvado se perderá por su culpa. Pero ha mencionado también una corresponsabilidad en el profeta que no anuncia. Todo hombre que deja pasar las injusticias, sobre todo si las puede evitar, toda familia donde se alcahuetea con el egoísmo y no se pone el sentido cristiano de la vida, todo hogar que no se santifica como Dios quiere que se debe santificar y están viviendo en pecado, se han contaminado, se han hecho cómplices, se ha hecho el pecado social. Y cuando ya el ambiente -como en El Salvador- se hace tal que hasta se decreta una ley para conservar el orden. ¿Cuál orden? El orden de la injusticia, que no se toque, que se mantenga así la situación, que no se denuncie, porque eso es meterse en política. Está El Salvador en un pecado institucionalizado (Homilía 10 de septiembre de 1978, V p. 179). [145]



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135. Los quiero mucho

     Queridos hermanos, sobre todo ustedes mis queridos hermanos que me odian, ustedes mis queridos hermanos que creen que yo estoy predicando la violencia, y me calumnian y saben que no es así, ustedes que tienen las manos manchadas de crimen, de tortura, de atropello, de injusticia: ¡conviértanse! Los quiero mucho, me dan lástima, porque van por caminos de perdición (Homilía 10 de septiembre de 1978, V p. 180). [146]



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136. Comunidades Eclesiales de Base

     ¡Cómo no me va a llenar el corazón de esperanza una Iglesia donde florecen las Comunidades Eclesiales de Base! ¡Y por qué no voy a pedir a mis queridos hermanos sacerdotes que hagan florecer comunidades por todas partes, en los barrios, en los cantones, en las familias! (Homilía 10 de septiembre de 1978, V p. 180). [147]



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137. La voluntad de Dios

     No es voluntad de Dios que unos tengan todo y otros no tengan nada. No puede ser de Dios. De Dios es la voluntad de que todos sus hijos sean felices (Homilía 10 de septiembre de 1978, V p. 18 l). [148]



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138. La Iglesia está para servir

     Una Iglesia no puede consistir únicamente en cuidarse a sí misma, como aquellos que viven preocupados únicamente de su salud y nunca tienen tiempo para hacer nada, porque están cuidando su salud. La Iglesia cuida su salud, pero no con egoísmo, sino para estar fuerte, sana, y servir. La Iglesia tiene por objeto servir (Homilía 17 de septiembre de 1978, V P. 188). [149]



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139. Pluralismo en la Iglesia

     Tú, en tu movimiento carismático; tú, en tu movimiento de cursillo de cristiandad; tú, en tu comunidad catecumenal; tú, en tus pensamientos tradicionalistas; tú, en tus pensamientos progresistas, ¿por qué lo haces?, ¿defiendes eso por comodidad? Entonces vas mal. Eso no es la razón. ¿Lo haces por servir a tu Dios con sinceridad? Pues hazlo y trata de comprender a los otros que lo hacen por Dios. Este es el pluralismo, de veras, en la Iglesia (Homilía 17 de septiembre de 1978, V p. 197). [150]



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140. El himno nacional

     El himno nacional no es un dogma y si tiene mucho de hermoso y de verdadero hay que deducir esa verdad y esa hermosura a la realidad del país, para no estar cantando lo que en realidad no existe, y para hacer que la hermosura del himno se traduzca en realidades del país (Homilía 24 de septiembre de 1978, V p. 202). [151]



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141. El servicio a la humanidad

     No hay que mirar las profesiones únicamente como medios para ganar dinero e instalarse política o socialmente. Hay que buscar, como están haciendo ahora los jóvenes, el servicio a la humanidad, el mejor rendimiento de mi vida no para ganar, sino para servir (Homilía 24 de septiembre de 1978, V p. 203). [152]



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142. Un Dios de bolsillo

     Muchos sí quisieran, como dice aquella canción, un Dios de bolsillo, un Dios que se acomode a sus ídolos, un Dios que se contente como yo pago a mis jornaleros, un Dios que aprueba mis atropellos. ¿Cómo podrán rezar ciertas gentes a ese Dios el Padre Nuestro si más bien lo tratan como uno de sus mozos y trabajadores? (Homilía 24 de septiembre de 1978, V p. 206). [153]



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143. Dios te llama y te perdona

     Vuelvo a repetir lo que aquí he dicho tantas veces dirigiéndome a través de la radio a aquéllos que tal vez son los causantes de tantas injusticias y violencias, a aquellos que han hecho llorar a tantos hogares, a aquéllos que se mancharon de sangre con tantos asesinatos, a aquéllos que tienen sus manos manchadas de torturas, a aquéllos que han encallecido su conciencia, que no les duele ver bajo sus botas a un hombre humillado, sufriendo, tal vez ya para morir, a todo ellos, les digo: no importan tus crímenes, son feos, horribles, has atropellado lo más digno del hombre, pero Dios te llama y te perdona (Homilía 24 de septiembre de 1978, V p. 207). [154]



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144. Kénosis

     Kénosis quiere decir vaciarse de sí, se despojó de su rango de Dios, como si un soberano dejara trono y manto y todo, y se vistiera de harapos campesinos para ir a estar entre campesinos sin molestar con su presencia de rey. Cristo se viste de humanidad y aparece como un hombre cualquiera. Si aquí, en la catedral, entre los hombres que tienen la bondad de estarme escuchando, estuviera Cristo, yo no lo descubriera. ¡Y saber que era el hijo de Dios vestido de hombre! Y más todavía, no le bastó parecerse a los hombres, sino que se humilló hasta la figura de un esclavo para morir como los esclavos, crucificados en una cruz, como un bandido, como el deshecho de Israel que había que crucificarlo fuera de la ciudad, como basura. Esto es Cristo, el Dios que se humilla hasta esta kénosis, a este vacío profundo de él (Homilía 1 de octubre de 1978, V pp. 225-226). [155]



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145. Iglesia humilde y pobre

     Queridos hermanos, esta es la gloria de la Iglesia: llevar en sus entrañas toda la kénosis de Cristo. Y por eso tiene que ser humilde y pobre. Y una Iglesia altanera, una Iglesia apoyada en los poderes de la tierra, una Iglesia sin kénosis, una Iglesia llena de orgullo, una Iglesia autosuficiente, no es la Iglesia de la kénosis de san Pablo (Homilía 1 de octubre de 1978, V p. 226). [156]



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146. Los no cristianos

     Hermanos, ¡cuánta bondad, cuánta verdad, cuánto bien hay más allá de las fronteras cristianas! Respetemos esto. Porque muchas veces nos creemos nosotros, por estar en la Iglesia, que somos lo mejor del mundo. ¡Quién sabe sí aquí, dentro de la iglesia, somos menos buenos, menos nobles, menos humanos que allí afuera! (Homilía 8 de octubre de 1978, V pp. 230-231). [157]



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147. El fanatismo

     No seamos fanáticos. El fanatismo entre los cristianos ha hecho mucho mal (Homilía 8 de octubre de 1978, V p. 231).

[158]



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148. El Dios que llora

     ¡Qué distinta sería la patria si estuviera produciendo lo que Dios plantó! Pero Dios se siente fracasado con ciertas sociedades. Y yo creo que la página de Isaías y de san Pablo en el domingo de hoy se hace triste realidad salvadoreña: esperé derecho y allí tenéis asesinatos, esperé justicia y allí tenéis lamentos. No es sembrar aquí la discordia, simplemente es gritar al Dios que llora, el Dios que siente el lamento de su pueblo, porque hay mucho atropello, el Dios que siente el lamento de sus campesinos que no pueden dormir en sus casas porque andan huyendo de noche, el lamento de los niños que claman por sus papás que han desaparecido: ¿dónde están? No es eso lo que esperaba Dios. No es una patria salvadoreña como la que estamos viviendo lo que debía ser el fruto de una siembra de humanismo y de cristianismo (Homilía 8 de octubre de 1978, V p. 233). [159]



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149. La justicia es nuestra fuerza

     Si cuentan con todos los medios de comunicación, ¿qué estorbo puede hacer una emisora y un pequeño periódico? La justicia es nuestra fuerza, la verdad es lo que hace grande la pequeñez de nuestros medios. Por eso se le teme (Homilía 8 de octubre de 1978, V p. 237). [160]



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150. No me van a condicionar mi predicación

     Qué bella la actitud del hombre independiente, la del hombre que no hace consistir su predicación y su Iglesia en el apoyo del dinero. Esto nos está costando mucho en nuestra Iglesia, hermanos. Esta autonomía del ídolo dinero, del ídolo poder y presentarnos al mundo como Pablo, audazmente libre. Agradecer al que nos da, pero sepan que no son necesarios, que por eso no me van a condicionar mi predicación. Muchas gracias, pero sepan que yo me debo a Dios y no a ustedes. Muchas gracias, pero sepan que aunque ustedes se hubieran olvidado de mí, yo los amaría lo mismo y les predicaría lo mismo (Homilía 15 de octubre de 1978, V p. 249). [161]



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151. Iglesia de los pobres

     Aquí nos está dando Cristo la respuesta a una calumnia que se oye muy frecuente: ¿Por qué la Iglesia sólo le está predicando a los pobres? ¿Por qué la Iglesia de los pobres? ¿Que acaso los ricos no tenemos alma? Claro que sí y los amamos entrañablemente y deseamos que se salven, que no vayan a perecer aprisionados en su propia idolatría, les pedimos espiritualizarse, hacerse almas de pobres, sentir la necesidad, la angustia del necesitado (Homilía 15 de octubre de 1978, V p. 250). [162]



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152. No basta venir a misa

     No basta venir a Misa el domingo, no basta llamarse católico, no basta llevar al niño a bautizarlo, aunque sea en una gran fiesta de sociedad. No bastan las apariencias. Dios no se paga de las apariencias. Dios quiere el vestido de la justicia. Dios quiere a sus cristianos revestidos de amor (Homilía 15 de octubre de 1978, V p. 250). [163]



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153. La Iglesia de los pobres

     El bienestar de la Iglesia trae relajamiento. Los sacerdotes que se sienten muy bien en sus parroquias, ¡mucho cuidado! Los cristianos que sienten que el Evangelio no les molesta, ¡mucho cuidado! A este bienestar del culto sin compromiso se refiere la profecía tremenda de Malaquías: «Ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley. Yo os haré despreciables, viles ante el pueblo». No hay cosa peor que un mal sacerdote, Si la sal se vuelve insípida, para qué sirve; ya -decía Cristo- nada más para echarla al suelo y que la pise la gente. ¡Qué triste es la palabra del sacerdote cuando ha perdido la credibilidad! Lata que suena. «No haber guardado mis caminos. Os fijáis en las personas, al aplicar la ley». Si es don fulanito, si es doña fulana, con mucho gusto. Si es un pobrecito despreciable, ni caso se le hace. La Iglesia de los pobres es [164] un criterio de autenticidad porque no es una Iglesia clasista. No quiere decir desprecio a los ricos, sino decirle a los ricos que si no se hacen como pobres en el corazón no podrán entrar en el Reino de los cielos. El verdadero predicador de Cristo es Iglesia de los pobres para encontrar en la pobreza, en la miseria, en la esperanza del que reza en el tugurio, en el dolor, en el no ser oído, un Dios que oye, y solamente acercándose a esa voz se puede sentir también a Dios. «Os fijáis en las personas al aplicar la ley». ¡Qué bien lo decía el campesino: la ley es como la culebra, sólo muerde a los que andan descalzos! (Homilía 5 de noviembre de 1978, V p. 275). [165]



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154. Cristiano

     Ya decía santa Teresa, ya nos confundimos qué título hay que darle a los prelados: si excelencia, si eminencia. Y ni entendemos ya, parecen payasadas muchas veces: ¡Excelencia, excelencia! ¡Cuánto más hermoso el nombre sencillo de cristiano! (Homilía 5 de noviembre de 1978, V p. 276). [166]



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155. Fe y vida diaria

     Cuántos ha llegado a esto que dice el Concilio: «el divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de la época». Aquellos que hacen consistir la religión solamente en unos cuantos actos de culto, pero después de ese culto -un Te Deum por los 15 años, unas bodas en las cuales el matrimonio no se consideró amor de Cristo a la Iglesia, sino simple relación social y a ver si estuvo mejor que el otro matrimonio que dio tantos miles de gastos-. Todo ese culto a veces para pagarse de la vanidad humana, pero luego vivir afuera de esos actos de culto con injusticias, atropellando el derecho de agrupación de sus obreros que se quieren sindicar, no pagando bien a los cortadores. ¡Ah, pero es muy religioso porque va a Misa todos los domingos! De nada sirven esos actos de culto divorciados de la vida diaria. La Iglesia tiene que predicarle al hombre que en los asuntos temporales tiene que pensar en que hay que dar cuenta a Dios (Homilía 12 de noviembre de 1978, V p. 296). [167]



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156. Mentalidad individualista

     Uno de los mensajes más apremiantes de la Iglesia de hoy es que los cristianos salgan de una mentalidad individualista. Que ya no hablemos de «mi» salvación, «mi» religión, sino que la vivamos como Dios quiere que la vivamos: en pueblo. Nuestra salvación, nuestro peregrinar por la historia. Vamos como pueblo, como el pueblo israelita por el desierto: iba junto, comunitariamente, así vamos. Y por eso una de las alegrías pastorales más grandes es que vayan surgiendo por todas partes las comunidades (Homilía 19 de noviembre de 19781) V p. 304). [168]



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157. Piedad de cantos y rezos

     Es muy bonito vivir una piedad de sólo cantos y rezos, de sólo meditaciones espirituales, de sólo contemplación. Ya llegará eso en la hora del cielo, donde no habrá injusticias, donde el pecado no será una realidad que los cristianos tenemos que destronar. Ahora, les decía Cristo a los apóstoles contemplativos en el Tabor queriéndose quedar allí para siempre, bajemos, hay que trabajar (Homilía 19 de noviembre de 1978, V p. 308). [169]



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158. La Iglesia no es espejo retrovisor

     Digo que para mí es una satisfacción ver esa sintonía de lo que he querido ser en mi pequeñez, también, para la querida arquidiócesis. Yo también me siento ligado a mis antecesores: a Monseñor Chávez, a Monseñor Belloso, a Monseñor Pérez y Aguilar; y no necesito que me vengan a comparar quién será mejor que yo. Lo que necesito es quién me ayude a vivir este momento presente. La Iglesia no es recuerdos, no es espejo retrovisor nada más. La Iglesia va caminando hacia adelante y necesita también perspectivas nuevas. Demos gracias que toda una tradición nos ha traído a este momento en que hay fe en el pueblo. ¡Bendito sean nuestros antecesores! Pero sepamos ser hombres del momento y sepamos reflexionar en lo de la semana, en lo del momento. Es que a muchos les interesa [170] que no se ponga el dedo en la llaga, que no se mire lo presente; y así quisieran vivir de museos, de recuerdos, de comparaciones con obispos antiguos. El Papa habla de su momento y yo quiero hablar de cada semana del momento que nos toca vivir (Homilía 26 de noviembre de 1978, V pp. 318-319).

[171]



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159. Lo más grandioso de la iglesia son ustedes

     Lo más grandioso de la Iglesia son ustedes, los que no son sacerdotes ni religiosas, sino que en la entraña del mundo, en el matrimonio, en la profesión, en el negocio, en el mercado, en el jornal de cada día, ustedes son los que están llevando el mundo y de ustedes depende el santificarlo según Dios (Homilía 26 de noviembre de 1978, V pp. 319-320). [172]



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160. El amigo de ustedes

     Una niña me dice un discurso al llegar: «Permítanos que los niños y los jóvenes lo saludemos como a un buen amigo». No me han dicho una palabra más bella, quiero ser el amigo de ustedes (Homilía 26 de noviembre de 1978, V p. 320). [173]



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161. Los aplausos

     ¡Qué más quiero que ese aplauso de ustedes! Ni tampoco es porque el aplauso sea una profanación del templo, sino porque es una expresión libre y espontánea de un pueblo que siente lo que no puede decir con los labios y lo dice de esa forma simpática. Yo, pues, quiero agradecer porque todo esto significa que la línea pastoral y evangélica a la que trato de ser fiel no es una locura ni es una subversión, sino que es simplemente la humilde fidelidad al mandato del Señor (Homilía 26 de noviembre de 1978, V p. 323). [174]



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162. El juicio final

     Yo no quiero estar aquella hora del juicio final a la izquierda: «Apártate, maldito, al fuego eterno, porque tuve hambre y no me diste de comer, tuve necesidad y no me atendiste. Te precisó más la pureza de tu ortodoxia, te precisó más el tiempo tranquilo de tu oración, te precisó más tu congregación, tu colegio, para no contaminarte con los miserables. Te preocupó más tu prestigio social y económico y político y por eso despreciaste al que era yo pidiéndote socorro» (Homilía 26 de noviembre de 1978, V p. 327). [175]



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163. El rostro de Cristo

     Rostro de Cristo entre costales y canastos de cortador. Rostro de Cristo entre torturas y maltratos de las cárceles. Rostro de Cristo muriéndose de hambre en los niños que no tienen qué comer. Rostro de Cristo el necesitado que pide una voz a la Iglesia (Homilía 26 de noviembre de 1978, V p. 327). [176]



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164. Presencia de Cristo

     Sería una lástima haber vivido tan saturados de la presencia de Cristo, porque estamos saturados de pobres, y no haberlo conocido. Haber vivido tantos años tal vez en las comodidades, en las riquezas, en el bienestar político y no nos preocupamos de aquel Cristo que estaba a nuestras puertas o que le encontrábamos en las calles (Homilía 26 de noviembre de 1978,

V p. 328). [177]



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165. Iglesia de los pobres

     Cuando hablamos de la Iglesia de los pobres no estamos haciendo una dialéctica marxista, como si la otra fuera la Iglesia de los ricos. Lo que estamos diciendo es que Cristo, inspirado en el espíritu de Dios, dijo: «Me ha enviado el Señor para evangelizar a los pobres» -palabras de la biblia- para decir que para escucharlo, es necesario hacerse pobre (Homilía 3 de diciembre de 1978, VI p. 11). [178]



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166. Iglesia y Reino de Dios

     Fuera de la Iglesia también todo hombre que lucha por la justicia, todo hombre que busca reivindicaciones justas en un ambiente injusto, está trabajando por el reino de Dios, y puede ser que no sea cristiano. La Iglesia no abarca todo el reino de Dios. El reino de Dios está más afuera de las fronteras de la Iglesia y, por lo tanto, la Iglesia aprecia todo aquello que sintoniza con su lucha por implantar el reino de Dios. Una Iglesia que trata solamente de conservarse pura, incontaminada, eso no sería Iglesia de servicio de Dios a los hombres (Homilía 3 de diciembre de 1978, VI pp. 13-14). [179]



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167. La palabra queda

     La palabra queda y ése es el gran consuelo del que predica. Mi voz desaparecerá pero mi palabra, que es Cristo, quedará en los corazones que lo hayan querido recoger (Homilía 17 de diciembre de 1978, VI p. 41). [180]



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168. Soy un hombre frágil

     Yo siento que hay algo nuevo en la arquidiócesis. Soy un hombre frágil, limitado, y no sé qué es lo que está pasando, pero sí sé que Dios lo sabe. Y mi papel como Pastor es esto que dice hoy san Pablo: «No extingáis el Espíritu Santo». Si con un sentido de autoritarismo yo le digo a un sacerdote: ¡no hagas eso!; o a una comunidad cristiana: ¡no vayan por ahí!, y me quiero constituir como que yo fuera el Espíritu Santo y voy a hacer una Iglesia a mi gusto, estaría extinguiendo el Espíritu (Homilía 17 de diciembre de 1978, VI p. 47). [181]



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169. María

     María es la expresión de la necesidad de los salvadoreños. María es la expresión de la angustia de los que están en la cárcel. María es el dolor de las madres que han perdido a sus hijos y nadie les dice dónde están. María es la ternura que busca angustiada una solución. María está en nuestra patria como en un callejón sin salida, pero esperando que Dios ha de venir a salvarnos. Ojalá imitáramos a esta pobre de Yahvé y sintiéramos que sin Dios no podemos nada, que Dios es esperanza de nuestro pueblo, que sólo Cristo, el Divino Salvador, puede ser el salvador de nuestra patria (Homilía 24 de diciembre de 1978, VI p. 62). [182]



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170. María se hace salvadoreña

     María se hace salvadoreña y encarna a Cristo en la historia de El Salvador. Y María se hace del apellido de ustedes y de mi apellido para encarnar la historia de su familia, de mi familia, en la vida eterna del Evangelio. María se identifica con cada uno de nosotros para encarnar a Cristo en nuestra propia historia individual. Dichosos si de veras en eso hacemos consistir la devoción a la Virgen. Por eso el Concilio avisó a los predicadores que se cuidaran mucho de fomentar la falsa idea de la devoción a la Virgen que lamentablemente nos ha separado de los protestantes, porque algunos católicos han llegado a hacer de la Virgen una idolatría, una mariolatría. Pero la verdadera doctrina es que María no es un ídolo. El único salvador es Dios Jesucristo; María es el instrumento humano, la hija de Adán, la hija de Israel, encarnación de un pueblo, hermana de nuestra raza, pero que [183] por su santidad fue capaz de encarnar en la historia la vida divina de Dios. Entonces, el verdadero homenaje que un cristiano puede tributar a la Virgen es hacer, como ella, el esfuerzo de encarnar la vida de Dios en las vicisitudes de nuestra historia transitoria (Homilía 24 de diciembre de 1978, V p. 64).

[184]



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171. Iglesia de los pobres

     La Iglesia se predica desde los pobres y no nos avergonzamos nunca de decir: la Iglesia de los pobres, porque entre los pobres quiso poner Cristo su cátedra de redención (Homilía 24 de diciembre de 1978, VI p. 76). [185]



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172. Ser humanos

     Antes de ser un cristiano tenemos que ser muy humanos. Quizá porque muchas veces se quiere construir lo cristiano sobre bases falsas humanas, tenemos los falsos hombres y falsos cristianos. El beato es un falso cristiano, que no es tampoco hombre. Muchos que ahora defienden -dicen- la religión, no son ni hombres siquiera, mucho menos cristianos. Me río yo de esas defensas interesadas del cristianismo: «auténticos católicos». ¿Con qué derecho se llaman auténticos católicos, si no son ni siquiera hombres que sepan adorar al verdadero Dios, y están de rodillas, idólatras, ante las cosas de la tierra? (Homilía 31 de diciembre de 1978, VI pp. 82-83). [186]



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173. Piedra de escándalo

     ¡Cristo es piedra de escándalo! Por eso a mí me hacen un inmenso honor cuando me rechazan, porque me parezco un poquito a Jesucristo que también fue piedra de escándalo (Homilía 31 de diciembre de 1978, VI p. 88). [187]



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174. Iglesia y organizaciones

     No se extrañen que la Iglesia apoye lo justo, lo bueno, aunque se encuentre en organizaciones que se llaman clandestinas, porque si lo que buscan es justo, es reino de Dios (Homilía 7 de enero de 1979, VI p. 99). [188]



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175. La fe

     La fe no solamente consiste en creer con la cabeza sino en entregarse con el corazón y con la vida (Homilía 7 de enero de 1979, VI p. 108).

[189]



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176. Venido de un cantón

     Jesús de Nazaret, como hijo de aquel taller de carpintería, no era más que un hombre como cualquiera de nosotros. ¡Cuántas veces me impresiona a mí esta realidad de que si Cristo viviera hoy, en 1979, tuviera 30 ó 33 años, estuviera allí confundido con ustedes los hombres, como un hombre de 33 años, nadie lo distinguiría, tal vez venido de un cantón, allá viene con su mamá, es la Virgen. Nadie lo conocería, tal vez estaría aquí entre nosotros también! (Homilía 14 de enero de 1979, VI pp. 117-118). [190]



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177. Antes de mi seguridad personal

     Muchas gracias, señor presidente, por escucharme. Pero también quiero agradecerle el haber ofrecido proporcionarme protección si yo se la solicitaba. Se lo agradezco, pero quiero repetir aquí mi posición: que no busco yo nunca mis ventajas personales, sino que busco el bien de mis sacerdotes y de mi pueblo... Antes de mi seguridad personal, yo quisiera seguridad y tranquilidad para 108 familias y desaparecidos, para todos los que sufren. Un bienestar personal, una seguridad de mi vida no me interesa mientras mire en mi pueblo un sistema económico, social y político que tiende cada vez más a abrir esas diferencias sociales (Homilía 14 de enero de 1979, VI pp. 121-122). [191]



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178. Iglesia y gobierno

     Fíjense que el conflicto no es entre la Iglesia y el gobierno. Es entre gobierno y pueblo. La Iglesia está con el pueblo y el pueblo está con la Iglesia, ¡gracias a Dios! (Homilía 21 de enero de 1979, VI p. 137). [192]



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179. La impunidad

     Que no se queden tantos crímenes y atropellos impunes y que, aunque sean vestidos de militar, tienen obligación de rendir cuentas ante la justicia de lo que han hecho y sancionar debidamente si se trata de crímenes vulgares (Homilía 18 de febrero de 1979, VI p. 150). [193]



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180. Los baales de nuestro tiempo

     Los baales eran los dioses de la fecundidad. A ellos atribuían las cosechas, las lluvias, los soles. Y el profeta (Oseas) reclama a lo largo de todo su libro: no son los baales, no son los ídolos los que dan el pan a Israel, es el Dios verdadero. ¡Conviértanse de sus idolatrías! La voz del profeta parece de actualidad cuando nuevos baales en nuestro tiempo le quieren quitar el puesto de adoración al único que nos ama y que reclama nuestro amor. Ídolos, baales de nuestro tiempo: la idolatría del poder, la del dinero, la idolatría del lujo, la idolatría del sexo (Homilía 25 de febrero de 1979, VI p. 164). [194]



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181. Cambio de estructuras

     Todo es evolución en la vida. La Iglesia se renueva. No podemos conservar tradiciones viejas que ya no tienen razón de ser. Mucho más aquellas estructuras en las cuales se ha entronizado el pecado y desde esas estructuras se atropella, se hacen injusticias, se cometen desórdenes. No podemos calificar de cristiana una sociedad, un gobierno, una situación, cuando en esas estructuras envejecidas e injustas nuestros hermanos sufren tanto (Homilía 25 de febrero de 1979, VI p. 173). [195]



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182. La Misa dominical

     Venir a Misa el domingo es venir a realizar la alianza con Dios. Cada Misa de domingo es vivir la alianza que me hace respetar a Dios y sentir a Dios como el único Dios verdadero; frente al cual tengo que derrumbar todos los ídolos que le quieren quitar el puesto a Dios en mi propio corazón o en mi pueblo: ídolo del poder, ídolo del dinero, ídolo de la lujuria, ídolo de todas esas cosas que apartan a los hombres de Dios. El domingo tiene que ser para nosotros la alianza que se renueva con el Señor (Homilía 4 de marzo de 1979, VI p. 180). [196]



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183. La sociedad de consumo

     Privarse de algo es liberarse de las servidumbres de una civilización que nos incita cada vez más a la comodidad y al consumo sin siquiera preocuparse de la conservación de nuestro ambiente, patrimonio común de la humanidad. ¡Fíjense qué palabras, que aun hacen el bien en el campo material! «Somos víctimas de una sociedad de consumo, de lujo» Y estamos sacando cosas de consumo, porque la propaganda es tremenda, y tomamos cosas aun superiores a nuestro sueldo. Queremos vivir el lujo, queremos consumir como consumen todos y nos estamos haciendo víctimas, esclavos (Homilía 4 de marzo de 1979, VI p. 183). [197]



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184. Iglesia de los pobres

     Cuando hablamos de Iglesia de los pobres simplemente estamos diciendo a los ricos también: vuelvan sus ojos a esta Iglesia y preocúpense de los pobres como de un asunto propio (Homilía 4 de marzo de 1979, VI p. 183). [198]



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185. La persecución

     La persecución es una nota característica de la autenticidad de la Iglesia. Que una Iglesia que no sufre persecución, sino que está disfrutando de los privilegios y el apoyo de las cosas de la tierra, ¡tengan miedo!, no es la verdadera Iglesia de Jesucristo. Esto no quiere decir que sea normal esta vida de martirio y de sufrimiento, de miedo y de persecución, sino que debe significar el espíritu del cristiano. No estar con la Iglesia únicamente cuando las cosas andan bien, sino que seguir a Jesucristo con el entusiasmo de aquel apóstol que decía: «si es necesario muramos con él» (Homilía 11 de marzo de 1979, VI p. 190). [199]



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186. Conflictos

     Si nuestra arquidiócesis se ha convertido en una diócesis conflictiva, no les quepa duda, es por su deseo de fidelidad a esta evangelización nueva, que del Concilio Vaticano II para acá y en las reuniones de obispos latinoamericanos, están exigiendo que tiene que ser una evangelización muy comprometida, sin miedo. Evangelización exigente que señala peligros y que renuncia a privilegios, y que no le tiene miedo al conflicto cuando ese conflicto lo provoca nada más la fidelidad al Señor (Homilía 22 de abril de 1979, VI p. 191).

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