De Marcial a Picasso, rara es la figura española en la que pueda advertirse algún carácter no europeo en estado de relativa pureza: trasformados, europeizados, es distinto. Unos cuantos nombres traídos en cita apresurada, lo prueban sin lugar a dudas. Netamente europeos son El Cid, Alfonso X, Ramón Llull, el Arcipreste de Hita, Fernando el Católico, Cisneros, Vitoria, Suárez, Mariana, Diego Velázquez, Lope, Servet, Cervantes, Vives, Quevedo, Feijoo, Azara, Goya, Larra, Menéndez Pelayo, Balmes, Galdós, Costa, Cajal, Maragall, Baroja, Antonio Machado, Ortega...

Sin remontarnos a las instituciones sociales y políticas de nuestro medievo, en las que es visible una anticipación de lo que Europa vendrá a ser, nada hay que sobrepase en caracteres europeos a varias organizaciones españolas contemporáneas: Partido Socialista, Institución Libre de Enseñanza, Unión General de Trabajadores, Solidaridad de Obreros Vascos, Ateneos Obreros de Cataluña y Asturias, Coros Populares de Clavé...

Si no existiera lo anterior, los comportamientos en el continente americano -del Canadá al Estrecho de Magallanes- del español común, harían patente que la Europa dinámica, irradiadora, vital, puede extenderse de nuevo hasta los confines de nuestra península.